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“Being the Ricardos”, de Aaron Sorkin

En su película más reciente, el guionista y realizador Aaron Sorkin se recupera de


su inane El juicio de los 7 de Chicago y se reconecta con el mundo de la película
previa a aquélla, Apuesta fatal (Molly’s Game). Aquí, otra mujer pelirroja --Lucille
Ball, reina de la sitcom familiar de los 50-- defiende como una perra el lugar que
ansía ocupar en una industria de hombres. El mundo es una guerra, y en una
guerra no se puede ser del todo clemente, dice Being the Ricardos con valentía.

Contra todos los dioses de este mundo


Por Horacio Bernades

Tras el paso en falso de El juicio de los 7 de Chicago, que el excesivo respeto por
la Historia redujo a un tímido libreto filmado, el guionista y realizador Aaron Sorkin
--autor de los libros de The West Wing, La red social y Moneyball, el juego de la
fortuna, entre otras-- recupera su tono muscular con Being the Ricardos, donde
vuelve a vérselas con la Historia, pero ahora de igual a igual. Claro, un célebre
juicio a un grupo de militantes combativos cuando las cosas ardían, a fines de los
60, presupone inevitablemente un desafío de exposición mucho más alta que el
detrás de escena de una de las representantes emblemáticas de las sitcoms para
toda la familia de los años 50. Sin embargo y paradójicamente, las batallas que
Lucile Ball y su marido Desy Arnaz libraron entre las bambalinas de Yo quiero a
Lucy contra el sistema entero de la televisión y sus auspiciantes resultan en Being
the Ricardos más intensas y viscerales, más feroces y decisivas que la de
aquellos subversores maximalistas de la sociedad estadounidense. La escala
reducida permite proyectar este conflicto parecería que ínfimo a conflagraciones
mayores, tanto en lo personal como en lo público. Es así que la “simple”,
aparentemente frívola historia de Ball y Arnaz termina resultando más política que
la de aquellos iconoclastas.

Son los primeros 50, I Love Lucy es el programa más visto de Estados Unidos,
con una abrumadora cifra de 60 millones de espectadores todos los viernes, y un
periodista lanza una bomba en letras escándalo de color rojo: Lucille Ball es
comunista. El senador McCarthy y el Comité de Actividades Antinorteamericanas
tenía puesta la lupa en Hollywood, presuntamente un nido de “commies”, y en esa
volada cae, para sorpresa general, la mismísima jefa de familia-tipo favorita de las
masas estadounidenses. Mayor sorpresa aún es que de joven la actriz de pelo de
color ahora resignificado había votado efectivamente, en una pequeña elección,
por el representante del PC, influida por un tío que militaba en ese partido. Pero
Sorkin no ama las tramas esqueléticas, por lo cual esa luz roja para la carrera
posterior de la pelirroja es apenas una de las líneas que su guion comienza a
entretejer en forma de espirales.

Una de esas espirales es la relación de Ball (Nicole Kidman, en su habitual tarea


de “esponja” de sus criaturas) y su consorte cubano (Javier Bardem, siempre
impecable), tejido de por sí espeso que incluye sospechas de infidelidad,
sobreprotecciones y celos profesionales, al estilo de Nace una estrella. Después
está la relación que ambos, productores del programa, sostienen con el núcleo
creativo del show, una sucesión de batallas campales que muestran a la actriz
metiéndose en todo: escenas, guiones, dirección, planificación y hasta vestuario
(un actor mejor que otro en esas escenas). No termina allí ni mucho menos el
combate personal de Ball (Arnaz ocupa aquí el mismo rol algo secundario que le
cupo en la sociedad artística), quien llegará a pulsear contra el mismísimo director
de la CBS en momentos en los que era apenas una actriz de radio, para imponer
la por entonces inconcebible idea de que la blanca y estadounidense Lucy
estuviera casada, también en la ficción, con un latino morocho de jopo
engominado.

Contra los propios auspiciantes (Philip Morris, Westinghouse), el matrimonio de


socios sostendrá contra viento y marea su convicción de que el embarazo de dos
meses de la actriz deberá ser también el de Lucy. “No salen embarazos en
televisión”, argumentan los azorados ejecutivos, explicando que eso sería
intolerable para niños y católicos. Como la también pelirroja Jessica Chastain, que
en la olla a presión de Apuesta maestra (2017) peleaba a muerte su lugar en el
mundo de las más altas apuestas de póker, la manía de control de Lucille Ball es
una de las armas a las que la heroína recurre, para llevar adelante la guerra
prometeica que el homo y la femina sorkinianxs libran incansablemente contra los
dioses sociales, tan implacables unos como otros.

BEING THE RICARDOS 7 PUNTOS

EE.UU., 2021

Dirección y guion: Aaron Sorkin

Duración: 131 minutos

Intérpretes: Nicole KIdman. Javier Bardem, J.K. Simmons, Nina Arlanda, Tony
Hale, Alia Shawkat, Jake Lacy

Estreno en Amazon Prime


(Publicada en Página/12, 22-12-21)

@horaciobernades

https://www.youtube.com/watch?v=sLutTOWx4lo

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