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IGLESIA DE SANTA CATALINA MÁRTIR – VALENCIA
Sacerdotes Operarios Diocesanos
NAVIDAD 2021
0.‐ INTRODUCCIÓN
El Señor está con nosotros. Este no es ya el saludo inicial que escuchamos
todos los domingos y en todas las misas. ¡Es la alegre noticia de esta
noche con la que inauguramos la nueva y santa Navidad!
Es Navidad y Dios ha nacido entre nosotros. Le hemos esperado durante
este tiempo de Adviento. Hemos intentando, asimismo, convertirnos a Él
para facilitar el camino de su llegada. Ya está aquí. No tenemos que ir
lejos a buscarlo. Sólo necesitamos fe y amor, sencillez y sinceridad para
encontrarnos con Él.
Él está entre nosotros. Todos los años celebramos la nochebuena en
familia. Quizá este año no, por las circunstancias y el rebrote de la
pandemia que no acaba. Aun así, los creyentes nos hemos reunido (en
esta Iglesia de Santa Catalina de Valencia) a una hora adecuada para
celebrarla en comunidad, pues somos la verdadera familia de los hijos de
Dios.
El milagro se ha producido, Dios ha venido al mundo para salvar a toda
la creación. Nada lo impide. Es una realidad que se repite todos los años
por Navidad y, aunque en este 2021 nos suene a distinto, queremos
vivirlo como verdadera tradición familiar que es: vamos a recibir al Niño‐
Dios que ha nacido entre nosotros y se ha hecho de nuestra familia.
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1.‐ ANUNCIO DE LA NAVIDAD – PREGÓN
Lector 1: Hermanas y hermanos. Bienvenidos y mucha felicidad para
todos en esta fiesta grande del nacimiento del Señor. Escuchemos con
gozo y emoción el anuncio de la llegada hasta nosotros del Salvador que,
vigilantes, hemos esperado durante el Adviento.
Lector 2 (se puede poner música de fondo): Os anunciamos hermanos y
hermanas, una buena noticia, una gran alegría para todo el pueblo;
escuchadla con corazón gozoso.
Lector 1: ¡Venid! ¡Venid hermanos, venid! ¿No lo escucháis?
¡Son los cánticos de los Ángeles!
¡Gloria a Dios en las alturas
y en la tierra paz a los hombres que Dios ama!
¡Gloria al Dios que creó el cielo y la tierra
e hizo al ser humano a su imagen y semejanza!
Lector 2: ¡Venid! ¡Venid hermanos, venid! ¿No lo oís?
¡Es el llanto de un Niño que llora por los que lloran
y ama incluso por aquellos que ni le aman ni saben amar!
Lector 1: ¡Venid! ¡Venid hermanos, venid! ¿No lo sentís?
¡Hoy esta noche en la ciudad de Belén ha nacido el amor!
¡Hoy, donde hay pobreza y humildad, nace el amor!
¡Hoy, donde se escucha un mensaje de paz,
es porque Dios ha nacido!
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Lector 2: ¡Venid! ¡Venid hermanos, venid! ¿Lo queréis ver?
Dios, por fin, desciende desde el cielo
y, en el rostro de un Niño, el hijo de María virgen, y de José,
nos enseña su rostro de amor y de ternura,
de inocencia y de perdón, de alegría y de redención.
Sacerdote (o el padre de familia, elevando y mostrando el niño a la
asamblea, dice): “Ha aparecido la gracia de Dios que trae la
salvación para todos los hombres”. Que esa gracia y la paz que los
ángeles anuncian en esta noche feliz, estén con todos vosotros...
TODOS: Y con tu espíritu.
El sacerdote (o el padre de familia) coloca al niño en el lugar preparado
para ello, se entona un villancico; si este anuncio –pregón es al inicio de la
Misa de nochebuena se puede poner incienso.
Sacerdote (o el padre de familia dice):
La Sagrada Escritura nos dice que
se hizo un gran silencio en la tierra.
La creación entera esperaba al Niño que es Dios.
Y Él ya ha llegado.
Él ya está entre nosotros.
Lo acabamos de poner en medio de nosotros, con nosotros, para
nosotros, está aquí por nosotros. Lo acabamos de reverenciar con
nuestras luces, con nuestro canto y con el aroma del incienso.
Miradlo: Humilde entre los humildes,
ha nacido en el portal de Belén,
le acompañan María y José y, junto a ellos tres,
todos los hombres y mujeres que esperan la paz
y la alegría de parte de nuestro Dios.
El milagro se ha producido: ¡Ha nacido el amor! ¡Gloria al Señor!
¡Ha acampado en medio de nosotros!
Antes de que el gallo cante, antes de que despierte un nuevo día…
ha surgido una gran luz, un nuevo día, un nuevo mañana.
¡Jesús, Emmanuel, Dios en medio de nosotros! ¡Dios con nosotros!
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2.‐ SÚPLICAS DE PERDÓN
Sacerdote (o el padre de familia dice):
Abramos al Señor que llega, no solo las puertas de nuestra Iglesia
(de nuestro hogar familiar), también las de nuestro corazón. Si
estamos dispuestos a acogerlo con nuestro amor, él nacerá con su
perdón y su gracia (Silencio)
Lector 1: Tú eres el amor. Gracias por hacerte presente en medio de
este mundo, aunque a veces duro y cruel, que sigue afectado por la
pandemia. Señor, ten piedad.
Lector 2: Tú eres la verdad. Gracias, Señor, por hacer de Jesús el
verdadero camino que nos lleve a Ti. Cristo, ten piedad
Lector 3: Tú eres el humilde. Gracias, Señor, porque en el rostro de un
Niño nos haces comprender que la ternura y la bondad es lo que hemos
de elegir para ser hijos tuyos. Señor, ten piedad.
Sacerdote (o el padre de familia dice):
Dios todo poderoso que, eligiendo nuestra tierra para nacer de
nuevo en ella, sigues teniendo piedad y misericordia de cada uno de
nosotros, perdona nuestros pecados y concédenos nacer un día a la
vida eterna.
TODOS: Amén.
3.‐ GLORIA
Lector 1: El himno del Gloria que vamos a entonar es un canto de luz, de
salvación y de alegría que los ángeles de Dios entonaron preciosamente en
la noche Nacimiento de Cristo, en Belén. Nuestra alabanza es para
proclamar que Dios nos ama. Él es la luz para aquellos que la buscan, la paz
para los hombres y mujeres de buena voluntad. Hoy nuestra Iglesia de
Santa Catalina (nuestro hogar) es Belén y el Señor se entrega por nosotros
en los brazos de María y José. Ellos sostienen y cuidan la vida y la paz que
anhelamos.
Sacerdote (o el padre de familia dice): Cantemos con alegría el
cántico de los ángeles de la noche de la Navidad.
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4.‐ PALABRA DE DIOS
PRIMERA LECTURA (Is 9,1‐3.5‐6)
Lector 1: Abrimos la Biblia. Todas las lecturas que vamos a proclamar
ahora nos hablarán, en esta noche, del puente entre la tiniebla y la luz. En
esta primera lectura, tomada del libro de Isaías, el profeta nos invita a
abrir los ojos para ver extasiados a un Niño que es descendiente de
David, el Emmanuel, portador de la plenitud, de la justicia y de la paz
(breve silencio)
Lector 2: «El pueblo que caminaba en tinieblas vio una luz grande;
habitaban en tierras y sombras de muerte, y una luz les brilló.
Acreciste la alegría, aumentaste el gozo; se gozan en tu presencia,
como gozan al segar, como se alegran al repartirse el botín.
Porque la vara del opresor, el yugo de su carga,
el bastón de su hombro, los quebrantaste como el día de Madián.
Porque un niño nos ha nacido, un hijo se nos ha dado:
lleva al hombro el principado, y es su nombre:
"Maravilla de Consejero, Dios fuerte, Padre de Eternidad, Príncipe
de la paz". Para dilatar el principado con una paz sin límites,
sobre el Trono de David y sobre su reino. Para sostenerlo y
consolidarlo con la justicia y el derecho, desde ahora y por siempre.
El celo del Señor del universo lo realizará». Palabra de Dios.
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SALMO RESPONSORIAL (Sal 95,1‐2a.2b‐3.11‐12‐13)
Lector 3: Vamos ahora a dirigirnos a Padre Dios con el salmo 95, que es
un canto de alegría porque Dios reina sobre toda la Tierra y sobre sus
criaturas. Es como ponerse en presencia del Señor, pues es lo que
hacemos nosotros en esta noche tan especial. Es un canto de los tiempos
finales cuando la espera del Señor se ha cumplido. Por eso, repetid
conmigo:
R./ HOY NOS HA NACIDO UN SALVADOR: EL MESÍAS, EL SEÑOR
Cantad al Señor un cántico nuevo,
cantad al Señor, toda la tierra;
cantad al Señor, bendecid su nombre. R./
Proclamad día tras día su victoria,
contad a los pueblos su gloria,
sus maravillas a todas las naciones R./
Alégrese el cielo, goce la tierra,
retumbe el mar y cuanto lo llena;
vitoreen los campos y cuanto hay en ellos,
aclamen los árboles del bosque. R./
Delante del Señor que ya llega,
ya llega a regir la tierra.
El juzgará el orbe con justicia
y a los pueblos con su verdad. R./
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SEGUNDA LECTURA (Tit 2,11‐14)
Lector 1: Nuestra segunda lectura está tomada de la Carta del apóstol
San Pablo a Tito. Y nos habla de cómo la venida de Cristo ha de
proponernos e inspirarnos, desde ahora, el poder asumir un
comportamiento nuevo, más ético y fraternal, practicando la moderación
y la justicia, luchando por vivir una verdadera religiosidad purificada y
digna de recibir al Salvador del mundo (breve silencio)
Lector 2: «Se ha manifestado la gracia de Dios, que trae la salvación
para todos los hombres; enseñándonos a que, renunciando a la
impiedad y a los deseos mundanos, llevemos ya desde ahora una
vida sobria, justa y piadosa, aguardando la dicha que esperamos y
la manifestación de la gloria del gran Dios y Salvador nuestro,
Jesucristo, el cual se entregó por nosotros para rescatarnos de toda
iniquidad, y purificar para sí un pueblo de su propiedad, dedicado
enteramente a las buenas obras». Palabra de Dios.
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EVANGELIO (Lc 2,1‐14)
Lector 1: En Belén, en un establo oscuro y desaliñado, ha nacido un
niño. ¿Quiénes se enteraron y siguen enterándose? Los pastores (los
pobres de hoy) que, sorprendidos, se alegran de que el Mesías sea para
ellos y tal como ellos. José y María (los limpios de corazón de hoy) capaces
de ver en ese Niño, recostado en el pesebre, al Mesías y Señor. ¿Y
nosotros? No es fácil vivir la Navidad de este año y cuidar el ambiente
familiar. Nuestros valores tradicionales están en una situación entre
luces y sombras. Lo importante ahora es escuchar con oídos gozosos la
fuera del corazón de Dios en esta noche bendita. ¡Dejémonos llevar sin
miedo por la alegría de la Iglesia que, habitando en tierras de sombra, y
una luz nos está brillando! (Breve silencio)
Sacerdote (o la madre de familia dice): «En aquel tiempo, salió un
decreto del emperador Augusto, ordenando hacer un censo del
mundo entero. Éste fue el primer censo que se hizo siendo Cirino
gobernador de Siria. Y todos iban a inscribirse, cada cual a su
ciudad. También José, que era de la casa y familia de David, subió
desde la ciudad de Nazaret, en Galilea, a la ciudad de David, que se
llama Belén, en Judea, para inscribirse con su esposa María, que
estaba encinta. Y mientras estaba allí le llegó el tiempo del parto y
dio a luz a su hijo primogénito, lo envolvió en pañales y lo acostó en
un pesebre, porque no tenían sitio en la posada.
En aquella región había unos pastores que pasaban la noche al aire
libre, velando por turno su rebaño. Y un ángel del Señor se les
presentó; la gloria del Señor los envolvió de claridad, y se llenaron
de gran temor. El ángel les dijo: “No temáis, os traigo una buena
noticia, una gran alegría para todo el pueblo: hoy, en la ciudad de
David, os ha nacido un Salvador: el Mesías, el Señor. Y aquí tenéis la
señal: encontraréis un niño envuelto en pañales y acostado en un
pesebre”. De pronto, en torno al ángel, apareció una legión del
ejército celestial, que alababa a Dios, diciendo: “Gloria a Dios en el
cielo, y en la tierra paz a los hombres que ama el Señor”». Palabra
del Señor.
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5.‐ CREDO (para la liturgia en el hogar)
Lector 1: La Navidad de cada año nos recuerda el día que nació Jesús y el
día que nacimos nosotros. En aquel instante nuestros padres miraron por
primera vez nuestros ojos, se vieron reflejados en ellos y saltaron de
alegría.
Lector 2: Al rezar esta noche nuestra fe en el misterio de la Encarnación y
el Nacimiento del Hijo de Dios, expresamos aquella misma alegría de los
pastores, el gesto de adoración al Señor de cielos y la mirada de María y
José que, guardando todos estos recuerdos, los meditaban en su corazón.
Lector 1: Vamos a proclamar juntos nuestra fe en Dios y en todas las
personas de buen corazón, especialmente las que vivimos en este hogar.
Se canta un estribillo o bien decimos: Yo creo en Ti, Señor
Lector 3 (hijo/a):
“Creo que el mundo es Navidad
porque una noche Dios bajó a la tierra,
nació en el seno de una familia
y empezó a llamarse «Dios con nosotros»”
Se canta un estribillo o bien decimos: Yo creo en Ti, Señor
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Lector 4 (hijo/a):
“Creo que el mundo es Navidad cuando una mujer
tiene el corazón abierto a la esperanza,
a pesar de que su hijo reposa
sobre las pajas de un pesebre”
Se canta un estribillo o bien decimos: Yo creo en Ti, Señor
Lector 5 (hijo/a u otro familiar):
“Creo que el mundo es Navidad
porque sigue habiendo pastores de Belén
y Magos de Oriente que se ponen en camino
al encuentro del Misterio de Dios‐Niño”
Se canta un estribillo o bien decimos: Yo creo en Ti, Señor
Lector 6 (hijo/a u otro familiar):
“Creo que la Navidad no terminó en Belén,
pues Jesús nace de nuevo en cada niño,
en cada gesto de amor y perdón,
y viene cada día a encontrarse contigo y conmigo”
Se canta un estribillo o bien decimos: Yo creo en Ti, Señor
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6.‐ PETICIONES
Sacerdote (o la madre de familia dice): En esta noche de Navidad, en
que Dios se ha acercado tanto a nosotros, oremos al Señor con toda
confianza.
1. Por la Iglesia, nuestra Diócesis y Parroquia (y esta familia), para que
seamos siempre portadores de esperanza y de luz. Para que llevemos a las
personas una llamada a la paz y seamos un camino de fe y de encuentro
con Dios. Roguemos al Señor
2. Tengamos un recuerdo especial, en esta noche, por los cristianos de
Tierra Santa y muy especialmente por los habitantes de Belén. Para que,
ellos que están cerca del lugar del pesebre, presenten nuestras oraciones
e inquietudes. Roguemos al Señor.
3. Por todas las familias que, en esta noche, no se han podido unir para
celebrar en honor de Jesucristo la cena de Nochebuena. Para que las
circunstancias de este año no apaguen el espíritu de fe, fraternidad y de
alegría de la verdadera Navidad. Roguemos al Señor.
4. Por los tristes y por los pobres. Por aquellos que viven solos. Por los
enfermos y ancianos. Por los que esta noche velarán por nuestro bienestar.
Por las personas que no creen ni esperan nada de la Navidad. Para que Dios
llene todo con su presencia y con su Palabra. Roguemos al Señor.
5. Un recuerdo especial, amigos y hermanos, por aquellos que, en el
cielo, están adorando y ofreciendo su canto a Dios. Por nuestros difuntos.
Que Dios les conceda una Navidad gozosa en el cielo. Roguemos al Señor.
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Sacerdote (o la madre de familia dice): Oremos: Por el Nacimiento
de tu Hijo Jesús, te pedimos, Dios y Padre nuestro, que nos hagas
partícipes de tu Gloria. A ti que vives y reinas, entre nosotros, por
los siglos de los siglos. Amén.
7.‐ OFRENDAS (para la liturgia en el hogar, se pueden poner junto al Belén
familiar o delante del Niño Jesús que preside nuestra celebración)
Lector 3 (hijo/a): Presentación las llaves de la casa: Mira, Señor, yo
te ofrezco, en mi nombre y en el de toda mi familia (comunidad
cristiana), estas llaves, y con ellas te queremos expresar nuestra
disponibilidad a abrir los corazones, para que Tú entres dentro de
ellos.
Lector 4 (hijo/a): Presentación de una escoba: Por mi parte, Señor, te
traigo hoy una cosa tan sencilla como es esta escoba. Con ella te
quiero expresar mis deseos, y los de toda mi familia (comunidad
cristiana), de limpiar y adecentar a fondo nuestros corazones, para
que Tú puedas nacer en todos y cada uno de ellos.
Lector 5 (hijo/a u otro familiar): Presentación de una vela: Con esta
vela encendida, Señor, queremos simbolizar la luz de nuestros
corazones, tras el nacimiento de tu Hijo, para que nos ayudes a dar
luz y calor con nuestras obras a cuantos nos rodean, especialmente a
aquellos que más nos necesiten en esta nueva Navidad.
Lector 6 (hijo/a u otro familiar): Presentación de una hogaza de pan
y una jarra de vino: Señor, yo te traigo los símbolos de la Eucaristía,
de la cena de nuestra Nochebuena, pero con el compromiso de
convertir la mesa de nuestra casa en un gesto de fraternidad y
compromiso en medio del mundo y de todas las personas.
Para la liturgia en el hogar: continuamos con la oración del Padre
Nuestro (página 14), gesto de la paz (página 15) y oración de acción de
gracias (página 16). Al final podemos hacer: bendición de Belén, bendición
del árbol de Navidad y adoración al Niño Jesús (página 18).
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8.‐ LITURGIA DE LA EUCARISTÍA
PREFACIO (si hay Misa)
Sacerdote:
Te damos las gracias, Señor,
por habernos enviado a tu Hijo Jesús,
nacido de María en la pobreza de un establo,
esperado como Luz del mundo
y gozo de todas las naciones.
Porque en el Misterio que hoy celebramos,
Cristo, el Señor, sin dejar la gloria del Padre,
se presenta entre nosotros de un modo nuevo:
el que era invisible en su gloria,
se hace visible en esta tierra nuestra,
comparte nuestra vida temporal,
en lo bueno y en lo malo,
para levantar al hombre caído en el pecado.
En este día tan señalado,
queremos unirnos a todos los creyentes,
y a todas las personas de buen corazón
para cantarte nuestra alabanza, diciendo:
TODOS: Santo, Santo, Santo...
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DESPUÉS DE LA CONSGRACIÓN (si hay Misa)
Sacerdote:
A Jesús presente sobre el altar, le damos la bienvenida con este
villancico (se canta “Noche de paz”, o “Adeste fideles” o algún otro
villancico apropiado)
PADRE NUESTRO
Sacerdote (o el padre de familia dice):
Dios nuestro, Tú eres para nosotros un Padre
y nosotros para Ti, hijos,
porque a Jesús lo has hecho nuestro hermano.
Te bendecimos porque hoy ha brillado una luz grande:
hemos visto al Redentor.
Los cielos pregonan tu bondad
y los pueblos quieren cantar tu gloria.
Gracias, Dios amoroso, porque te has revelado
y te has entregado en tu Hijo, Jesús.
Él ha venido para dilatar tu Reino con una paz sin límites,
con una actitud de entrega desbordante desde la cuna hasta la cruz.
Porque has querido ser tan bueno con nosotros,
derrama tu Espíritu sobre esta familia (comunidad cristiana),
de manera que la entrega de Jesús sea para nosotros motivo de
buena conciencia y de arriesgado compromiso.
Padre bondadoso, te agradecemos el mejor regalo que nos has
podido hacer: Jesús, presencia tuya y símbolo humano
para todos los que quieren hacer buena la historia.
Que el Espíritu nos ayude a caminar
con el coraje y con la esperanza de los redimidos.
Porque te has desbordado con nosotros te decimos con gozo y
esperanza la oración de los hijos y los hermanos:
TODOS: Padre nuestro…
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CONSTRUÍMOS LA PAZ
Sacerdote (o la madre de familia dice):
Amigos (familia), esta noche nos ha nacido la "Maravilla de
Consejero, Dios fuerte, Padre de Eternidad, el Príncipe de la paz",
como nos ha dicho el profeta Isaías en la lectura que hemos
proclamado. Y lo ha hecho en nuestros corazones para que nosotros
podamos vivir de su paz con naturalidad y así llevarla a esta tierra,
nuestro hogar, y entre los hombres de buena voluntad, los
nuestros.
Que la misma paz de Jesús esté con vosotros.
TODOS: Y con tu Espíritu.
Sacerdote (o la madre de familia dice):
En una noche tan especial para todos los de esta casa (comunidad
cristiana), que la paz de Jesús inunde nuestros corazones y los llene
de amor a todos.
COMPARTIMOS EL PAN (si hay Misa)
Sacerdote:
El Señor, cuyo nacimiento en carne celebramos esta noche, va a
nacer, por la comunión de su Cuerpo, en cada uno de nosotros.
Así, aquí y ahora, es para nosotros Navidad.
Mirad, éste es el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo,
dichosos los que le reciben, porque Él les hace hijos de Dios e
invitados a la Mesa del Señor.
TODOS: Señor, no soy digno...
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9.‐ ORACIÓN DE ACCIÓN DE GRACIAS
Despedimos la Santa Misa (o liturgia del hogar) de esta forma: rebajamos
la intensidad de la luz de la Iglesia. Dejamos una luz central (foco) que
alumbre concéntricamente el lugar del Nacimiento o el lugar donde se
puso la imagen del Niño Jesús al inicio de celebración. En este momento
salen hasta ese lugar una pareja y/o matrimonio con sus hijos para hacer
de María, José y Pastores. Y mirando al Niño Jesús pronuncian esta última
oración de nuestra celebración de la Nochebuena:
MARÍA (la madre de familia):
Bienvenido, Hijo nuestro; esta es tu casa.
Haz de nuestro pesebre familiar (parroquial) un hogar de pan y de paz.
Los hombres rompemos en pedazos la gran casa del mundo
reconstrúyela con tu nacimiento.
JOSÉ (la madre de familia):
Bienvenido, Señor, a la tierra, al trabajo;
haz de nuestro suelo: caminos de amor y de concordia.
Los hombres rompemos la gran armonía
que Dios creó en el principio de la historia.
MARÍA:
Bienvenido, Hijo esperado, en esta noche silenciosa
a un lugar donde habita y reina el ruido;
Tu padre y yo queremos escuchar, de tu sonrisa, palabras de amor,
Tu padre y yo queremos, al contemplarte, ver el rostro de Dios,
Tu padre y yo queremos, al aceptarte, comprender que para llegar hasta
aquí hay que inclinarse y entrar pequeño y humilde en Belén.
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JOSÉ:
Bienvenido, Hijo de carpintero, a nuestra miseria
¿Te das cuenta, hijo mío Jesús, dónde has entrado?
¿Conoces, hijo mío Jesús, el estado de nuestro corazón?
Aun así, vida mía, ¡gracias por venir!
Eres la gran noticia de esta noche oscura de nuestra fe.
La luz que ilumina el camino incierto del hombre.
El llanto que nos hace de nuevo ser solidarios.
El Niño que, en el mundo, es salvación y futuro.
PASTORES (uno de los hijos/as):
Bienvenido, amigo y hermano Jesús, entre nosotros.
Permítenos, como los pastores,
ofrecerte lo que somos y tenemos, nuestra alegría y nuestra familia.
Déjanos unirnos al canto alegre de los ángeles y arcángeles.
Doblamos nuestras rodillas ante, Ti, Señor, hermano nuestro.
¡Eres tan pequeño y tan grande!
¡Eres tan débil y tan fuerte!
¡Eres tan inocente y tan sabedor de lo que te espera!
Con las manos extendidas te decimos: ¡¡gracias!!
Sacerdote (o el padre o la madre de familia dice):
¡Bienvenido, Señor Jesús, a nuestra tierra!
Protegedle, José y María.
Adoradlo, pastores y fieles todos
La paz, el amor, la concordia, la fraternidad,
el mundo, las personas...
Todos les esperan y todos le necesitamos.
En medio de la alegría de Navidad
no olvidemos nuestra bella misión: dar a Jesús al mundo.
Y que Dios todopoderoso y misericordioso nos bendiga y nos guarde
a todos en esta noche santa con su Bendición y su Paz que procede
del Padre, el Hijo y el Espíritu Santo.
Podemos ir en la paz de Cristo para ser testigos de su amor.
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10.‐ FINAL
BENDICIÓN DEL BELÉN
TODOS:
Hagamos que sea la Navidad de Jesús.
Acojámoslo como lo hicieron María y José:
con sencillez, amor y admiración.
No dejemos que los regalos, las comidas, las fiestas…
nos alejan de Jesús y nos distraigan demasiado.
Dejémonos conmover por la ternura de la cueva pesebre de Belén.
Con María, José y los pastores
pasemos algunos ratos de contemplación ante Jesús
para comprender hasta dónde puede llegar
el amor de Dios por las criaturas.
Para ayudarnos y ayudar a los otros miembros de la familia,
ponemos en un lugar destacado de la casa
un «signo» cristiano de la Navidad,
que nos recuerde que celebramos la «fiesta de Jesús».
Y, sobre todo, acojamos a Jesús en el corazón.
María y José, acompañadnos durante estas fiestas,
para que las vivamos con Jesús
y demos testigo de su presencia. Amén.
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BENDICIÓN DEL ÁRBOL DE NAVIDAD
TODOS:
Dios, Padre nuestro, fuente de la vida
tú has creado todo lo que existe,
la naturaleza, todos los seres vivos.
Hoy, en la alegría de las fiestas de Navidad,
inauguramos este árbol, signo de la fuerza y la fecundidad
que tú has puesto en nuestro mundo.
Este árbol nos invita a mirar hacia arriba, hacia ti,
y al mismo tiempo nos recuerda que,
tú al enviarnos a tu hijo Jesús, has querido estar cerca de nosotros
y has arraigado en nuestra tierra.
Estos días de Navidad celebramos que tu hijo
ha venido a nacer aquí en nuestro mundo,
para llenarnos de luz, de gracia, de esperanza.
Dios Padre nuestro,
que la luz y la gracia de Jesús, tu hijo, nos ilumine siempre.
Te lo pedimos por Jesucristo nuestro Señor. Amén.
ADORACIÓN DEL NIÑO
Sacerdote (o el padre o la madre de familia dice):
Amigos (familia), antes de despedirnos, cumplimos una tradición
profundamente arraigada en nuestros pueblos, aunque hemos de
llenarla de contenido, al expresar en ella nuestra fe en el Señor y
nuestros deseos de comprometernos y vivir de acuerdo a ella todos
y cada uno de los actos de nuestra vida. Acerquémonos a adorar al
Niño de nuestro Belén y expresemos con nuestros villancicos
nuestra alegría.
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BENDICIÓN CENA / COMIDA DE NAVIDAD
Lector 1: Querida familia (y amigos)
Hemos llegado al final de una etapa coronada con la belleza de la
Navidad. Y lo vamos a festejar todos juntos (los que nos encontramos esta
noche / día en casa) sentándonos a la mesa común. Pero antes, un breve
momento de oración.
Nuestras almas tienen el valor que tiene nuestra oración. Orar es mirar a
Dios. Es un contacto del corazón y de los ojos. Si no soy capaz de ver a
Dios, tampoco soy capaz de orar. Orar no es pedir, es ponerse en las
manos de Dios, a su disposición, y escuchar su voz en lo profundo de
nuestros corazones. Dirijámonos, pues, a Dios que nos concede todo
cuanto le pedimos en la oración. Y lo hacemos expresando en Él nuestra
fe diciendo:
TODOS:
― Señor, enséñanos,
a no amarnos a nosotros mismos,
a no amar solamente a nuestros amigos,
a no amar sólo a aquellos que nos aman.
Enséñanos a pensar en los otros
Y a amar, sobre todo, a aquellos
a quienes nadie ama.
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Concédenos la gracia de comprender que,
mientras nosotros vivimos una vida
demasiado feliz,
hay millones de seres humanos,
que son también tus hijos y hermanos nuestros,
que mueren de hambre,
que mueren de frío,
sin haber merecido morir de frío…
Señor, ten piedad de todos
los pobres del mundo.
y no permitas, Señor,
que nosotros vivamos felices en solitario.
Haznos sentir la angustia
de la miseria universal,
y líbranos de nuestro egoísmo. Amén.
Breve silencio. Continuamos (o el padre o la madre o un miembro de la
familia dice):
BENDICE, SEÑOR, NUESTRA MESA.
POR UNA NOCHE (POR UN DÍA) AL MENOS,
QUISIÉRAMOS QUE EL MUNDO FUERA UNA GRAN FAMILIA:
SIN GUERRAS, SIN MISERIA, SIN HAMBRE, SIN DOLOR, SIN PANDEMIA...;
Y CON ALGO MÁS DE MÚSICA Y DE JUSTICIA.
QUE ESTE HOGAR, JESÚS,
ACOJA TU PALABRA DE AMOR Y DE PERDÓN
Y SIEMPRE ESTÉS TÚ PRESENTE.
CONSÉRVANOS UNIDOS.
DANOS DURANTE TODO EL AÑO SALUD, PAZ Y TRABAJO.
DANOS FUERZAS PARA SER PERSONAS JUSTAS,
COMPRENSIVAS, ENTRAÑABLES, COMPROMETIDAS
POR UN MUNDO MEJOR.
ASÍ HABRÁ MUCHAS “NOCHES‐BUENAS” Y “DÍAS‐BUENOS”.
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ERES BIENVENIDO, SEÑOR, SIEMPRE A ESTA CASA.
Y CONFIAMOS QUE TÚ NOS REÚNAS TAMBIÉN
UN DÍA EN TU CASA PARA CELEBRAR LA ETERNA NAVIDAD. AMÉN.
Lector 2: Él es la Palabra que ilumina a todo hombre; por Él fueron
creadas al principio todas las cosas; Él, que es el camino, la verdad y la
vida, ha acampado, pues, entre nosotros.
Breve silencio. Podemos encender las velas que están en la mesa donde
vamos a compartir la cena y/o la comida. O bien encender el Belén o el
árbol de Navidad (que antes hemos bendecido, páginas 18 y 19)
Lector 3: A ti nos dirigimos, Madre de la Iglesia.
A ti que con tu “fiat”, «Hágase», abriste la puerta a la presencia de Cristo
en el mundo, en la historia, y en las almas, acogiendo con humilde
silencio y total disponibilidad la llamada del Altísimo, junto a San José. Por
eso ahora, imitando tu alabanza, agradecemos a Dios las maravillas que
en este tiempo pasado ha obrado en nosotros. Y juntos decimos (o
cantamos):
Se puede rezar un Ave María o entonar un villancico.
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Visita nuestro proyecto:
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