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Introducción a las Artes visuales /Introducción al lenguaje de las Artes Plásticas
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Introducción a las Artes visuales /Introducción al lenguaje de las Artes Plásticas
significa “tomar por verdad”. El “tomo por verdad” conlleva una idea de construcción,
una relación de afirmación. Eso que se establece como nexo entre un sujeto y un
objeto tiene una constitución que se autosatisface, es en tanto puede ser observable.
De este modo, el tomar por verdad elimina la disputa metafísica, no queda encerrado
dentro del problema de lo verdadero o lo falso. Lo entiendo como un hecho de realidad
y retomo el uso de la palabra alemana, ya que se considera a la percepción como una
tensión entre la materia, la sensibilidad, y las relaciones conceptuales entre ellas.
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El ojo es un aparato complejo: la pupila se abre y cierra para captar la mejor entrada
de la luz con la operación del iris que controla dicha entrada, la retina estampa a modo
de pintura la imagen, que circula a través de unas neuronas sensibles a la luz,
fotorreceptores, que transforman la luz en impulsos nerviosos que envían información
al cerebro: colores, nitidez e iluminación de los objetos y reconstruyen la imagen. La
mácula es la parte del ojo que permite determinar los detalles, como la percepción de
los colores. Los bastones permiten capturar el blanco, negro y los grises y los conos
los colores en su complejidad: valor, saturación y croma, ambas son células
fotorreceptoras de la retina. Un proceso que inicia la captura de la imagen.
La percepción la tenemos que pensar en ese sentido, es puro presente dentro del
arte. Otras disciplinas pueden oponerse a esta concepción, pero para la disciplina
artística la percepción, reitero, es presente puro cuyos materiales son sus diversas
historicidades. Percepción es el primer acto de configuración de algo, ¿cómo, a través
de qué, hacemos ese primer contacto?
Por todas estas cuestiones, la percepción es un acto de conocimiento que se
vincula con un objeto que se da en la realidad, cualquiera sea. Esta operación de
conocimiento que aparece como un acto complejo, unívoco, puede descomponerse en
una variable de estructuras que son activadas al momento de que alguno de nosotros
ponemos en marcha el proceso.
Estas operaciones son las de
a) la exploración activa, constantemente estamos ejerciendo nuestros actos de
percepción.
b) La selección. Nuestro mundo de objetos no es infinito. Conocemos algunas cosas
y otras no
c) La captación de lo fundamental. Aquello que nos parece fundamental del objeto,
cuando elijo una manzana es importante su color para definir qué tipo voy a comer:
si roja o verde.
d) La simplificación. Tendemos a ordenar las formas por modo más simple ya que la
percepción difusa de los objetos no nos beneficia en el conocimiento. Tendemos
enseguida a agrupar lo redondo con lo redondo, lo cuadrado, y lo circunscribimos
para poder recuperarlos en caso de necesidad.
e) La abstracción. Le ponemos nombres y significado a los objetos, a las relaciones,
a los parentescos, nos comunicamos con la abstracción del lenguaje.
f) El análisis y la síntesis. Los actos perceptivos pueden ser desmenuzados y
rápidamente unidos para la comprensión. En un partido de fútbol, puedo al mismo
tiempo ver a cada jugador por separado y saber el movimiento general del equipo.
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Sin embargo, contradiciendo lo anterior, en la segunda mitad del siglo XVII, la filosofía
a partir de John Locke (1632-1704), se introduce la concepción de que no se conocen
los datos sensibles de manera directa, las cosas solo son conjuntos de cualidades que
se perciben como agrupación. El cuerpo es pasivo y el alma es la que recibe estos
datos a partir de un único sentido (colores, sonidos, olores, etc.) o a través de la
conjunción de varios como las ideas de espacio, de lo extenso, de la figura, el
movimiento, el reposo. Propone una educación de la vista que explica a través de la
inducción que se vuelve invisible a través del hábito. A través de un ejemplo dice: la
esfera es para el ojo, en una primera instancia, un círculo plano y sombreado de
manera particular. Más tarde, la experiencia del tacto, asociada a la primera
representación hace que pueda aparecer el volumen de modo directo. El hábito
permite que sin tomar nota de él se establezcan operaciones mentales que recuperan
datos sensibles de lo ya configurado de manera parcial, que va ampliando las
nociones de los objetos. Si el conocimiento solo puede existir en la mente a través de
los sentidos se debe estudiar minuciosamente el material de los sentidos. Esos
“ladrillos” básicos que llenan las experiencias son las sensaciones más inmediatas de
las que no se puede dudar. La relación entre los sentidos y la sensibilidad se integran
en la comprensión del mundo.
David Hume (1711-1776) destaca que el hombre sostiene una confianza en la
adquisición de conocimiento a través de los sentidos. Es habitual que, anteriormente al
uso de la razón suponemos la existencia de un mundo externo que no depende de
nuestra percepción sino que existe aunque no hubiera nadie que le diera entidad, que
estableciera relación con el mundo empírico. Esto es lo que llama sentido común. Pero
si nos establecemos en el plano de la reflexión solo puede estar presente en el
espíritu. Los sentidos son incapaces de establecer una relación, un contacto entre el
objeto y el espíritu, pero a su vez el espíritu no alcanza más que representaciones de
otras existencias, no existencias reales. En un sentido distinto, si las relaciones en
última instancia proceden de la experiencia Hume observa que hay una diferencia
entre las simples imágenes y las percepciones, que implican un sentimiento que no
depende de nuestra voluntad. La expectativa de la realidad está sostenida en la
constitución de la experiencia externa que es la que proviene de los sentidos como la
vista, el oído, etc., y de la experiencia interna que es la autoexperiencia. Ya aquí
empieza a introducir la palabra percepción en relación con la sensación al destacar
que hay dos tipos de experiencias que son de carácter psíquico que se reciben de
modo directo. A estas las llamó impresiones de la sensación: unas provienen del oído,
vista, tacto, etc. y las otras impresiones de la reflexión, que son las de nuestra
interioridad: un sabor, un color determinado, un estado de alegría.
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elaboren leyes que hagan corresponder la sensación al excitante físico. Sin embargo,
el siglo XIX dedicó sus investigaciones, los desarrollos psicofísicos más
específicamente, a establecer relaciones entre las magnitudes y las relaciones de
perceptibilidad que se podían adquirir. Una exploración de las capacidades de
percepción y los efectos de magnitudes determinaron que el material que se medía,
las relaciones que se establecían, los efectos de la iluminación y su gradiente de
claridad u oscuridad, por ejemplo, se determinaban a partir de la experimentación que
determinaba cuándo se producía la variación por el ojo, de qué manera, a partir de qué
superficie reflectante se podía medir la aumentación o decrecimiento de la luz. El caso
de los estudios de la estimación de pesos de acuerdo a los materiales experimentados
podía establecer los efectos de los incrementos, cuánto peso y cuánta percepción del
aumento del mismo eran necesarios para establecer la diferencia, es decir que lo que
determina la percepción es una relación de magnitudes y la captura de la misma. Esta
observación no correspondía con el grado exacto de cantidad de luz o de peso que
recibía el perceptor. En 1860 las preocupaciones derivadas sobre estos temas
experimentales pretendían arribar a consideraciones que unieran los estudios de la
Termodinámica, que buscaban medir los equivalentes energéticos de las diversas
magnitudes. Esta cuestión implicaba el comienzo del interés por buscar el equivalente
energético de las sensaciones, es el tiempo de los estudios que relacionan los
fenómenos de las sensaciones en su relación con las excitaciones físicas. Esta
preocupación que pareciera completamente ligada a la experimentación de fuerzas
electro-magnéticas, relaciones entre polos negativos y/o positivos, análisis de las
conformaciones de estructuras que partían de la atracción o el rechazo de dichos
polos no solo se derivaba hacia el análisis de atracción o rechazo de la materia, sino
que estas preocupaciones parecían proceder de los estudios de los filósofos clásicos
que estaban ocupados por resolver el problema de la comunicación de las sustancias,
pero en un sentido inverso. Si para aquellos cada sustancia se explicaba hacia adentro
de su composición material, bajo forma de invariante cuantitativa, el siglo XIX le da
lugar a la comprensión de la materia bajo leyes heterogéneas, que la considera como
transformaciones e intercambios entre tipos diferentes de energía y de fenómenos.
Una transformación ya no es una variación sino una modificación de la estructura y la
percepción un postulado que permite entender las variaciones de lo observado como
transformaciones.
El caso del frío o del calor, la luz, el trabajo mecánico aparece como una
transformación en energía psíquica bajo una forma de sensación más o menos
intensa. Era el inicio de los estudios que pretendían medir el equivalente físico del
pensamiento, que lo consideraron como una forma de energía. Las preocupaciones de
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claro, simple e indiferenciado. En dicho proceso el objeto percibido, que puede ser el
objeto o un conjunto de sensaciones complejas y conceptualizadas (olfativas,
gustativas, visuales, etc.) se da de modo organizado ante nosotros. Percibir se puede
entender como una suerte de aprehensión del objeto, como una suerte de foco que
ponemos, y que decidimos poner -esto es importante- en un recorte de la realidad
preexistente. Desde la captura del concepto a través de la visión o palpación de una
silla y a través de ella a su uso hasta llegar a la complejidad de una obra del arte se
observan diversas operaciones que se relacionan con la aprehensión intelectual y
sensible de la percepción de diversas maneras. El caso de un chispazo de luz a mi
derecha, o un golpe a mi espalda, el movimiento de arriba hacia abajo de mi mano
ininterrumpidamente son consideradas acciones iniciales que, al menos para algunas
posiciones, aún no poseen concepto y entonces alcanzan la denominación de
sensaciones. No son hechos conceptualizables sino que aún permanecen en el campo
de la experiencia sin concepto.
Tanto la silla o la obra del arte dependen de una cantidad de parámetros de naturaleza
muy diversa, en donde la aparición del objeto o del material sensible percibido es solo
la fase final de un conjunto de relaciones que preceden al objeto o dicho material
sensible. Por ejemplo, vemos un objeto que sobresale del fondo porque establecemos
una relación de distancia y podemos potencializar cualidades globales del campo de la
percepción. En el caso de una comida organizamos las cualidades de la forma, el
color, el tamaño, frente a las propias que tiene el plato. Hablamos de cualidades en el
sentido de propiedades materiales con las que nos organizamos en nuestros actos
perceptivos.
Ahora bien, esta primera aproximación cotidiana, que nos sirve para movernos
entre objetos, para no chocar con ellos, para no olvidarlos, para buscarlos o
reconocerlos adquiere complejidad cuando comienza a ser investigado como un acto
de conocimiento y como un organizador de la cultura humana. Pero lo fundamental
para caracterizar este proceso no se basa en ahondar en el material sensible de lo
olfativo, auditivo, etc., es decir de la organización de las sensaciones sino que lo
importante es ver cómo el proceso perceptivo, en todas sus dimensiones de variación,
se organiza particularmente en cada uno de los materiales sensibles. No es esta
materia de la sensibilidad lo que caracteriza la percepción, sino sus formas de
integración, su dinámica, los procesos de almacenamiento y extracción de
información, es decir la organización perceptiva.
Al considerar al conjunto de las organizaciones perceptivas, es decir, la
percepción auditiva, olfativa, visual, táctil, gustativa, háptica, de movimiento, de
duración subrayamos que la visión es el acto de percepción que, dentro de las
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Por otra parte, como un hecho importante, la teórica gestáltica estructura sus
conceptos en forma de leyes básicas de la percepción, sobre todo visual y auditiva. De
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La noción de forma que introduce la teoría de la Gestalt nos asegura que logramos
aprehender estructuras coherentes, cerradas y satisfactorias en nuestros actos de
conocimiento. Lo que intenta es llegar a los principios generales y primeros de esos
actos. La forma, para esta teoría no puede ser entendida en términos de realidad sino
de conocimiento, lo que importa es cómo se arma la estructura, no cómo es realmente
el objeto.
La teoría de la Gestalt tuvo una influencia importante en los estudios de la percepción,
en primer lugar, porque entendió que ella era un problema global y que no es posible
atomizarla en sus componentes singulares sin correr el riesgo de que pierda sus
componentes básicos. De allí que los elementos decisivos de la percepción sean los
de la forma. La teoría de la Gestalt también recibió fuertes críticas en relación con lo
que dejaba de lado para poder organizar estructuras. Entre otras críticas se vio que no
consideraba al proceso histórico y social del conocimiento como aspecto relevante
para la captación de estructuras. Las corrientes fenomenológicas de la percepción, el
caso de Maurice Merleau-Ponty (1986) están vinculadas con la búsqueda de esta
comprensión de la actividad perceptiva como una función de conjunto que se integra
en una existencia del sujeto inserto en el mundo. Se introduce el aquí y el ahora del
sujeto, su historicidad que se aborda a partir del concepto de situación del sujeto. Es
un sujeto construido por la experiencia.
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distancias o las proximidades y con ello los tamaños de los objetos incluido nuestro
cuerpo.
Las imágenes que percibimos visualmente tienen profundidad, distancia y solidez.
Notemos que hay que hacer una salvedad porque si tomamos las leyes ópticas de la
visión, es decir, no el proceso cultural de la visión debemos decir que la imagen que se
proyecta en la retina del ojo es plana. Entonces, si la imagen que se proyecta en
nuestro ojo es de tales características debe existir un procedimiento no sólo de orden
físico que ajusta la complejidad visual. La pregunta fundamental que hace Gibson aquí
es ¿Cómo se restablece la tercera dimensión, el volumen, que se pierde en el proceso
físico de la visión? De este interrogante se derivan varias preguntas,
- ¿Cómo vemos la forma tridimensional de una cosa?, -
- ¿Cómo vemos el movimiento?,
- ¿Cómo vemos un objeto individualizado y que está separado del fondo?,
- ¿Por qué el mundo aparece igual, aunque estemos acostados?
- ¿Tenemos o no que aprender a percibir las formas?
Para contestar a estas preguntas Gibson se ocupa de diferenciar las etapas del
proceso perceptivo. La sensación es una materia prima de la experiencia humana que
se vuelve operativa sólo si la percepción elabora y estructura estos elementos sueltos.
Gibson observa, entonces, que hacia los años 1950 -1970 fue ganando terreno la idea
de que la percepción es una variable que incluye las distintas operaciones de las
sensaciones. Así lo que logra esta operación perceptiva es una estructuración del
mundo caóticamente observado.
Por otro lado, se han agregado a estas preocupaciones de la organización de la
percepción un problema retomado por el campo del psicoanálisis. Hay una tendencia
de la percepción que requiere articulaciones para comprender el mundo y que prioriza
las formas simples, compactas, precisas y hay otra experiencia de la percepción que
capta formas vagas, incoherentes, inarticuladas, las que tendemos a eliminar de
nuestra conciencia S. Ehrenzwieg (1974). El sueño, por ejemplo, es un acto de este
tipo de percepciones.
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