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Hay distintos paradigmas en la política exterior:

A- Neutralista
-Actitud jurisdicista: Doctrina Drago: Fue anunciada en 1902 por el Ministro de relaciones exteriores
argentino, Luis María Drago, en respuesta al no cumplimiento de la Doctrina Monroe por parte de
Estados Unidos. Establece que ningún poder extranjero puede utilizar la fuerza contra una nación
americana a los fines de hacer efectivo el cobro de una deuda.
Esta doctrina provino de las ideas de Carlos Calvo, en su obra Derecho internacional teórico y práctico
de Europa y América. La doctrina Calvo proponía prohibir la intervención diplomática hasta que no
estuvieran agotados los recursos locales.
La Doctrina Drago es una respuesta a las acciones de Gran Bretaña, Alemania e Italia, quienes
impusieron un Bloqueo Naval a Venezuela a finales de 1902, en respuesta a la gran deuda de Venezuela
que el presidente Cipriano Castro se negaba a pagar. Frente a este ataque, Estados Unidos dijo que
como país, no apoyaría a un estado que se viese afectado por ataques de potencias europeas que no se
originasen con intención de recuperar territorios americanos y colonizarlos. Así surge esta Doctrina
Drago, como una protesta por parte de Luis María Drago frente al actuar de Estados Unidos. Una versión
modificada por Horace Porter fue adoptada en la Haya en 1907. Ésta añadió que el arbitraje y litigio
deberá usarse siempre primero.
El endeudamiento de América Latina con los países desarrollados revitaliza la doctrina del argentino, por
cuanto se opone al cobro compulsivo de las deudas públicas de cualquier país sudamericano, mediante
la intervención armada.
Derivaciones de la doctrina: La expresión de solidaridad continental puesta de manifiesto en la posición
de la República Argentina, que no tenía, en términos inmediatos, ningún interés en el episodio ni nada
obtendría de su incursión diplomática, más que el respeto y la simpatía de los otros países
sudamericanos.
La Doctrina Drago aboga por la mediación de los Tribunales de Arbitraje Internacional para dirimir
asuntos vinculados con las deudas públicas. Un antecedente nada desestimable a la hora de revisar la
legitimidad o no del endeudamiento argentino generado desde 1976 en adelante.
El gobierno de Julio A. Roca, a través de su canciller Luis María Drago, dejó en claro la firme convicción
de resguardar la soberanía política de las naciones más débiles.
Escribe Drago: “todos los Estados, cualquiera que sea la fuerza de que dispongan, son entidades de
derecho, perfectamente iguales entre sí y recíprocamente acreedoras por ello a las mismas con
sideraciones y respeto.”
Aunque aquel episodio de Venezuela a principios del XX confirmó el tránsito del intervencionismo
europeo a la tutela norteamericana, la República Argentina demostró contar con una dirigencia
imaginativa que convirtió la debilidad en fortaleza por medio de la inteligencia.
B- Neutralista
-Discurso de los 14 puntos: Thomas Woodrow Wilson. Fue el 28º Presidente de los Estados Unidos
de América. Política exterior: Ante los ataques de que era objeto el suroeste de los Estados Unidos
por parte de Pancho Villa, envió una expedición militar a México en 1916, aunque no consiguió
capturarle.
Hasta entonces, Wilson había mantenido la neutralidad de los Estados Unidos en la Gran Guerra
europea declarada en 1914, continuando de esta forma la tradicional política exterior aislacionista del
país; en la campaña electoral de 1916 utilizó profusamente la neutralidad como argumento.
Sin embargo, en 1917 se vio obligado a romper sus promesas de neutralidad, ante los ataques
submarinos alemanes a la navegación en el Atlántico y el temor a una alianza de México con Alemania
para arrebatar territorios a los Estados Unidos (plan descubierto por el Telegrama de Zimmermann).
Los Estados Unidos entraron en la Primera Guerra Mundial (1914-18) como aliados de Gran Bretaña y
Francia, con un sentido de cruzada mundial por la libertad contra los regímenes anacrónicos y opresivos
de Alemania y Austria-Hungría; con su peso industrial y militar contribuyeron a desequilibrar la
contienda en favor de los aliados, al tiempo que demostraban su condición de gran potencia.
Programa por la paz: En 1918 el presidente Wilson formuló un programa de 14 puntos que debían
inspirar los tratados de paz y el orden de la posguerra: un programa intensamente moral, democrático y
pacifista, que preveía entre otros: Abolición de la diplomacia secreta, Libertad de navegación en todos
los mares, Reducción de armamentos, Liberalización del comercio. Constitución de una Sociedad de
Naciones que garantizara el arreglo pacífico de los conflictos.
Para solucionar los contenciosos fronterizos, Wilson proponía: "aplicar de forma general el principio de
las nacionalidades, dando la independencia a los pueblos con identidad cultural propia" y en especial a
esos que habían estado sometidos al Imperio Austro-Húngaro, al Imperio Otomano o al Imperio Ruso.
Pero, terminada la guerra, Wilson se trasladó a Europa para participar en la Conferencia de Paz de París
(1919) y allí descubrió la realidad de la política internacional, marcada por el revanchismo y las
ambiciones territoriales de los vencedores.
Decepcionado por los compromisos que se vio obligado a aceptar, regresó a Estados Unidos sin otro
éxito significativo que el de haber conseguido que se creara la Sociedad de Naciones.
Por entonces, además, la oposición republicana había obtenido la mayoría en el Congreso y desde allí
expresaría su desaprobación a la política de Wilson.
El Senado se negó a ratificar el Tratado de Versalles e impuso de nuevo el aislacionismo, rechazando el
ingreso en la Sociedad de Naciones que había contribuido a crear su presidente.
Wilson lanzó una campaña para ganarse el apoyo de la opinión pública, pero un colapso le apartó de la
actividad política, dejándole inválido para el resto de su mandato.
En 1919 recibió el Premio Nobel de la Paz. Thomas Woodrow Wilson muere en el año 1924, en la ciudad
de Washington, Estados Unidos
-Conferencias de los países neutrales 1917: Los países neutrales son aquellos que han tomado la
decisión de mantenerse al margen de cualquier guerra o conflicto sin tomar parte en ninguno de los
bandos.
Aunque los países neutrales no participarán en ninguna guerra, si deben tener los mecanismos necesarios
para defenderse ante cualquier ataque o amenaza que sufran.

El derecho de neutralidad está regulado por el derecho internacional, reconocido desde 1907 por el
tratado de neutralidad de La Haya y se aplica en caso de conflicto internacional.
La política de neutralidad, en tiempos de paz, se refiere a la aplicación, a la credibilidad y a la eficacia de
la neutralidad. La política de neutralidad es flexible y puede ser adaptada a las circunstancias exteriores.
Suiza siempre ha utilizado la neutralidad como un medio en el objetivo de adaptar su política de
seguridad nacional y su política exterior.

¿Cuáles son los países Neutrales?

Austria Desde 1955


Declaró su neutralidad en 1949 con la
Costa Rica
abolición del ejército.
Finlandia Desde 1956
Irlanda Desde 1937
La neutralidad del Canal de Panamá se
Panamá encuentra consagrado por un tratado
específico
Suecia Desde 1814
Autoimpuesto, permanente y armada,
Suiza diseñado para garantizar la defensa y
seguridad nacional de ataques externos.
El Tratado de Letrán firmado en 1929 con
Italia impone que «el Papa se compromete a
la neutralidad permanente en las relaciones
Ciudad del Vaticano
internacionales y la abstención de la
mediación en un conflicto a menos que se
pida por todas las partes».

-Resolución 2065: Durante la presidencia de Illia, el 16 de diciembre de 1965 en las Naciones Unidas se
aprobó la resolución 2065 de la Asamblea General que reconoció la existencia de una disputa de
soberanía entre el Reino Unido y la Argentina en torno a las Islas Malvinas. El entonces representante
argentino ante las Naciones Unidas (y luego nombrado por Illia embajador ante la Unión Soviética),
Lucio García del Solar, fue uno de los principales gestores de la resolución, junto con Bonifacio del Carril,
nombrado embajador extraordinario por Illia. La resolución fue un triunfo diplomático del gobierno de
Illia. Se reconoció que el caso de las Malvinas se encuadra en una situación colonial, que debe ser
resuelta teniendo en consideración lo expresado en la resolución 1514 (XV), donde se estableció el
objetivo de eliminar toda forma de colonialismo. La resolución invita a las partes a resolver sin demora
la disputa de soberanía teniendo en cuenta los intereses de los habitantes de las islas. Tras la resolución,
se iniciaron las negociaciones para la transferencia de soberanía de las islas. En 1964 el gobierno de Illia
propuso conseguir a través del proceso de descolonización iniciado en los años 1950 que la presión de
las Naciones Unidas obligara al Reino Unido a sentarse por vez primera a la mesa de negociaciones,
anulando las pretensiones británicas de convalidar el statu quo mediante una interpretación parcial del
derecho de autodeterminación para aplicar a los kelpers.
La resolución fue aceptada expresamente por ambos países y en enero de 1966, los Ministros de
Asuntos Exteriores del Reino Unido y de la Argentina se reunieron en Buenos Aires donde manifestaron
su intención de mantener las negociaciones recomendadas por la Resolución 2065, dando inicio a las
negociaciones para la transferencia de soberanía de las islas, interrumpidas en 1982. El 3 de enero de
1966, al cumplirse el 133° aniversario de la ocupación británica del archipiélago, Illia decretó la
fundación del Instituto Nacional de las Islas Malvinas y Adyacencias para tratar a fondo la Cuestión
Malvinas y que presidió Ernesto J. Fitte. Al año siguiente, el Instituto fue disuelto por Nicanor Costa
Méndez por decreto del 14 de febrero de 1967.
En la resolución invita a los Gobiernos de la Argentina y del Reino Unido de Gran Bretaña e Irlanda del
Norte a proseguir sin demora las negociaciones recomendadas por el Comité Especial encargado de
examinar la situación con respecto a la aplicación de la Declaración sobre la concesión de la
independencia a los países y pueblos coloniales a fin de encontrar una solución pacífica al problema,
teniendo debidamente en cuenta las disposiciones y los objetivos de la Carta de las Naciones Unidas y
de la resolución 1514 (XV), así como los intereses de la población de las Islas Malvinas (Falklands
Islands); 2. Pide a ambos Gobiernos que informe al Comité Especial y a la Asamblea General, en el
vigésimo primer período de sesiones, sobre el resultado de las negociaciones
c-Pragmática:
-La tercera posición: Unidad 4 de Política exterior argentina: La política exterior argentina durante los
primeros gobiernos justicialistas.1946-1955

d-Proyecto económico y política exterior:


- Presidencia de Frondizi: Unidad 5 de PEA : Empate social
- Política hemisférica: Doctrina de seguridad nacional: apuntes de rrii2
E-Fragmentación política:
- Doctrina de seguridad nacional
-Crisis interna del régimen militar: aplicar políticas de poder sin poder
Modelos aplicados en la PEA:
a) Relaciones especiales de alcance restringido
Modelo agroexportador (Unidad 1 de PEA)
b) Paradigma globalista 1947-1991
Tercera posición- Perón
Guerra de Malvinas
Presidencia de Alfonsin
c) Relaciones especiales de alcance amplio 1990- 2003
Menem
De la Rua
Consenso de Washington
Mercosur
Presidencias y políticas exteriores

Juan Domingo Perón- La tercera posición Justicialista (Unidad 4 de PEA los primeros gobiernos
justicialistas)
Contexto mundial: En febrero de 1946 el coronel (R) Juan Domingo Perón triunfaba en la elección para
presidente en comicios limpios sobre la coalición opositora, la Unión Democrática que había congregado
a todo el espectro de los partidos tradicionales de la Argentina, es decir radicales, socialistas,
demócratas progresistas y comunistas, con el apoyo de los conservadores. Llegaba pues con un enorme
apoyo popular, pero no tendría la colaboración de fuerzas políticas que tuvieran experiencia de
gobierno. Debió por lo tanto encarar la acción política con hombres nuevos.
La filosofía nacionalista, junto con sus simpatías hacia Italia y Alemania, que había sido su guía en los
días en que organizaba el GOU para preparar el golpe de estado de 1943 debía ser repensada. El Eje
había perdido la guerra y el gobierno militar de Farrell-Perón se había visto obligado a cumplir con una
serie de requisitos dispuestos por la Conferencia de Chapultepec para poner fin a su aislamiento
internacional, entre ellos declarar la guerra a las potencias del Eje y dar los pasos para eliminar la
influencia de éstas en su territorio. En la Conferencia de las Naciones Unidas en San Francisco, luego de
arduas negociaciones la Argentina había logrado ser aceptada como miembro del nuevo organismo
internacional.
El año de 1945 fue sumamente conflictivo en las relaciones con Estados Unidos. Una vez adoptada la
Carta de las Naciones Unidas, los estados americanos comenzaron a poner en marcha los planes que se
habían aprobado en la Conferencia de Chapultepec: la suscripción de un pacto defensivo y el borrador
de una carta para el sistema interamericano, considerando en ambos casos las obligaciones contraídas
como miembros del nuevo organismo mundial. Para negociar el tratado de defensa, se dispuso que en
octubre se reuniría una conferencia en Río de Janeiro. Sin embargo, a dos semanas de su iniciación,
Estados Unidos pidió su aplazamiento, debido a nuevos problemas con la Argentina. El gobierno de
Harry S. Truman acusó a la Argentina de no cumplir con sus obligaciones internacionales y declaró
abiertamente que Estados Unidos no se vincularía con el régimen argentino en el tratado de asistencia
militar que debía negociarse. Propuso en cambio que el tratado se negociara por consultas diplomáticas
bilaterales entre Estados Unidos y los demás países latinoamericanos, posición que concitó una fuerte
oposición.
El contexto de la mala relación con Estados Unidos era muy poco funcional para la Argentina en el
mundo que se gestaba en la posguerra, se hizo evidente que los lazos que habían unido al gobierno
norteamericano y al gobierno soviético en tiempos de guerra ya no existían. A su vez, Stalin declaraba
que el comunismo y el capitalismo eran incompatibles y que la paz sólo sería posible si el primero
reemplazaba al segundo. La opinión pública norteamericana recibió sus palabras como un llamado a la
confrontación. Winston Churchill replicó con su conocido discurso de la “cortina de hierro” en Fulton,
Missouri, donde señaló que los rusos no deseaban la guerra sino los frutos de la misma y la expansión
sin límites de su poder y sus doctrinas. La respuesta adecuada, en opinión del Churchill era una
exhibición de fuerza militar.
En marzo de 1947, en su mensaje al Congreso, el presidente Truman advirtió que Estados Unidos no
alcanzaría sus objetivos a menos que estuviera dispuesto a “ayudar a los pueblos libres a mantener sus
instituciones libres y su integridad nacional”. Esto significaba reconocer que “los regímenes totalitarios
impuestos sobre pueblos libres mediante agresiones directas o indirectas, socavan los fundamentos de
la paz internacional y en consecuencia la seguridad de los Estados Unidos”. (4) El presidente
norteamericano enunciaba así la Doctrina Truman, por la cual la seguridad de Estados Unidos, el
principio de mayor importancia de su política exterior, se fundaba en la paz internacional y dependía de
la seguridad de países menores, como era en ese momento el caso de Grecia y Turquía. Así, la seguridad
de cada estado resultaba de suma importancia para la seguridad de todo el sistema.
Pero la declaración del presidente norteamericano implicaba mucho más que un simple universalismo,
pues la amenaza a la seguridad internacional se definía en relación a los regímenes internos de otros
estados. De esta manera, la naturaleza de los sistemas políticos y económicos, es decir los asuntos
internos de otros países, se transformaban en parte esencial del orden internacional. La intervención se
consideraría legítima para preservar esa concepción del mencionado orden.
El presidente consideraba que la ayuda a otorgar debía ser fundamentalmente económica y financiera.
Esta estaba además subordinada al establecimiento de un orden económico internacional basado en la
reducción de tarifas para alcanzar el comercio libre. Para evitar una crisis como la sufrida en la década
de 1930, se percibía como deseable la erección de una estructura estable de los asuntos monetarios
internacionales. Esto daría origen a un conjunto de instituciones, que pretendieron fundar las bases de
un orden económico internacional estable, como el Fondo Monetario Internacional (FMI), el Banco
Internacional de Reconstrucción y Fomento (BIRF, llamado luego Banco Mundial) y el General
Agreement on Tariffs and Trade (GATT). En este aspecto, la Doctrina Truman insinuaba que la aplicación
de la política de seguridad podía llegar a no considerar los asuntos económicos y políticos como ámbitos
separados.
A su vez, América latina había surgido de la guerra más dependiente del comercio, el capital y la ayuda
militar norteamericana que nunca antes. Desbaratado en gran medida el tradicional comercio con
Europa, los países latinoamericanos no habían tenido otra alternativa que acudir a Estados Unidos para
la provisión de bienes manufacturados. Pero las economías latinoamericanas no podían solventar estas
adquisiciones si no vendían sus productos, y pocos de éstos eran necesarios a Estados Unidos. A ello se
sumaba que la aumentada producción de materiales estratégicos, incentivada por Estados Unidos en los
países latinoamericanos durante la contienda, también debía ser detenida. Incluso estaba presente el
hecho de que, por medio del comercio estatal, los norteamericanos habían adquirido productos en
América latina a precios inferiores a los del mercado y ahora, ganado el conflicto, pretendían imponer el
comercio libre. La consecuencia de esto fue muy grave para América latina. Los precios de las materias
primas se derribaron, en tanto los costos de las importaciones de manufacturas aumentaron, a tal punto
que el desfase llevó a algunos países al borde de la bancarrota. Por todo esto, la prédica en favor del
libre comercio no era bien recibida en la región.
En este marco contextual, el presidente Perón asumía la presidencia. No es difícil percibir que además
del trasfondo conflictivo que existía con el gobierno norteamericano, las ideas nacionalistas, estatistas,
de autarquía económica, de preferencia por el bilateralismo, de equidistancia frente a los nuevos polos
de poder mundiales y de liderazgo regional del presidente argentino eran inconciliables con la
concepción del sistema internacional que estaban gestando los principales funcionarios en Washington.
Es decir que, aunque los miembros del gobierno norteamericano hubieran decidido olvidar lo ocurrido
con la Argentina durante la guerra, todas estas cuestiones necesariamente anunciaban nuevas
dificultades en la relación bilateral. Con todo, el relativo poder económico con que la Argentina emergió
de la guerra le permitiría al gobierno peronista tratar de imponer su proyecto en los primeros años de
gestión
Hacia un modelo industrializador. El sistema ISI: Durante el primer periodo de gobierno de 1946-, el
gobierno implementó una política guiada por tres objetivos básicos: redistribución de ingresos,
expansión del empleo y aumento del involucramiento del Estado en la producción nacional. Existían en
ese momento condiciones favorables para tales iniciativas: el país contaba con una importante masa de
reservas internacionales, acumuladas durante los años de la guerra a causa de la imposibilidad de
importar bienes, mientras que la demanda y los precios internacionales de los productos agropecuarios
de exportación eran altos.
Debido al estancamiento de la producción agropecuaria y al creciente nivel de consumo interno,
disminuyeron los saldos exportables, lo que limitaba, a su vez, la posibilidad de importar, así la
estrategia de sustitución de importaciones resultaba un medio para economizar divisas. Además,
también existían restricciones para disponer de parte de las divisas acumuladas porque, al ser créditos
contra Gran Bretaña, no podían convertirse en dólares u otra moneda de cambio.
Los fines redistribucionistas se veían favorecidos por la expansión del consumo que permitía el aumento
de salarios reales y el mayor nivel de empleo urbano. La otra cara de estos fenómenos era el
crecimiento de la producción –especialmente, de bienes durables y semidurables- y de las
importaciones. Como ya se ha mencionado, esto se complementó con una política de transferencia de
ingresos del sector agropecuario al sector manufacturero urbano. En ese marco, se dio el proceso de
sustitución de importaciones, concentrado en las industrias metalmecánicas y textil, a través de
medianas y pequeñas empresas de capital nacional, con baja densidad de capital por hombre ocupado y
tecnologías relativamente sencillas. Las medidas de protección arancelaria, el régimen de cambios y el
crédito industrial, favorecieron su desarrollo. Genero el crecimiento del empleo.
Los objetivos arriba planteados se alcanzaron durante esta primera etapa de la administración
peronista. La participación de los asalariados en el ingreso nacional creció del 39% al 46% entre 1946 y
1950, al tiempo que se alcanzaba prácticamente la ocupación plena hacia fines de los cuarenta (1). El
Estado fue progresivamente concentrando el desempeño de funciones claves, vía la nacionalización de
los servicios públicos y un mayor control sobre el sistema financiero y el comercio exterior. Se redujo la
participación del capital extranjero en la economía y también disminuyeron los servicios de la deuda
externa. El producto bruto interno creció, aunque también los hicieron los precios mayoristas y el sector
externo comenzaba a mostrar dificultades: por un lado, debido a la expansión de las importaciones, la
nacionalización de los servicios públicos y el rescate de la deuda externa, las reservas cayeron
abruptamente, al tiempo que el gobierno acumulaba nueva deuda externa de corto y mediano plazo;
por otro, hacia 1948 la economía funcionaba a plena utilización de la capacidad instalada, por lo que una
restricción de las importaciones ponía límites a la oferta y de esa forma no permitía seguir expandiendo
el gasto público y el consumo vía redistribución del ingreso. El intento de continuar con la política
expansiva, aún frente a restricciones de la oferta, redujo la tasa de ahorro e inversión y elevó el nivel de
precios.
A partir de 1949 la economía argentina entró en un período de crisis que se prolongó por alrededor de
tres años y que estuvo marcado por la caída de la producción, principalmente agropecuaria. Ello indujo a
una caída en el volumen de las exportaciones y, en consecuencia, de la cantidad de divisas que se
necesitaban para importar equipos y bienes industriales. A esto se sumaba la dificultad de la Argentina
en colocar sus productos en los mercados europeos por efecto del Plan Marshall y de la recuperación de
los países centrales. Esto último contribuía a deteriorar los términos de intercambio y a contraer la
demanda de productos argentinos.
Además, entre 1951 y 1952 se produjo una importante sequía, por lo que cayeron notablemente las
exportaciones agrícolas. Todos estos factores estaban indicando que la política económica
implementada había alcanzado ciertos límites. La estrategia de industrialización vía sustitución de
importaciones practicada hasta entonces había sido insuficiente. El sector industrial no había alcanzado
una tasa adecuada de acumulación de capital y seguía siendo fuertemente dependiente de los insumos
externos. La crisis se evidenciaba con toda claridad en el balance de pagos.
La situación crítica y disputas al interior del gobierno derivaron en la renuncia de Miguel Miranda,
presidente del Consejo Económico Nacional y su reemplazo por un equipo económico liderado por
Ramón Cereijo (nuevo presidente de ese Consejo y ministro de Hacienda), Alfredo Gómez Morales
(presidente del Banco Central) y Roberto Ares (ministro de Economía). Este reacomodamiento
redundaría en una redefinición de algunas pautas de la política económica.
En 1952 se abre una segunda fase en la que las medidas económicas deben adaptarse a un nuevo
contexto más restrictivo que el que había predominado hasta entonces. Además de los factores internos
mencionados, en el plano internacional se estaba expandiendo el desarrollo de las grandes compañías
multinacionales, especialmente, las de origen estadounidense. Ello afectaba las posibilidades de
crecimiento de las economías en desarrollo, las que quedaban ligadas a su receptividad a las inversiones
de dichas empresas y tornaban un tanto contraproducentes las medidas de corte nacionalista.
Esta situación cuestionaba el modelo de desarrollo industrial. A ello se sumaba que desde principios de
la década del cincuenta dicho desarrollo había desplazado su centro motor desde la industria liviana a la
producción industrial de base. Así, las industrias metalmecánicas y químicas asumían el liderazgo y
requerían, en consecuencia, mayores inversiones por hombre ocupado y una tecnología más compleja
que las industrias tradicionales. Además, la necesidad de incrementar la producción de energía y lograr
el autoabastecimiento de petróleo también requerían una política de inversiones de mayor
envergadura. Debido a las restricciones externas de la economía argentina, gran parte de este esfuerzo
quedó en manos de las empresas extranjeras.
Esto generó una nueva dinámica en el plano laboral. Las nuevas industrias líderes funcionaban con una
mayor densidad de capital por hombre ocupado y, por lo tanto, tenían menor capacidad de absorción
de mano de obra. Por eso el empleo en el sector industrial creció muy lentamente durante los años
cincuenta. Tampoco el Estado, en virtud de sus problemas financieros, tenía demasiadas posibilidades
de generar empleo vía inversiones. Por lo tanto, expandir el empleo en el sector público, lejos de
redundar en un aumento de la producción de bienes y servicios, originaba mayor gasto y elevaba el
déficit.
Todas estas razones motivaron un cambio de rumbo en la política económica oficial a partir de 1952: En
primer lugar, se modificó la política de distribución de ingresos por medio de la imposición de límites a
los aumentos salariales y la prórroga de la vigencia de los contratos de trabajo. También se creó una
comisión –llamada Comisión Nacional de Precios y Salarios- que tenía la función de vincular dichos
aumentos salariales con los niveles de productividad y evitar aumentos de precios no justificados. En
segundo lugar, se brindó apoyo a la producción y exportación agropecuarias y se modificó el
tratamiento que se otorgaba al capital extranjero. Así, fue sancionada una nueva ley de inversiones
extranjeras que, entre otras cosas, permitía remitir mayores utilidades (ver Inversiones extranjeras).
También se firmaron acuerdos especiales con empresas extranjeras para el abastecimiento de
determinados productos y para dar impulso a las industrias nacionales (e.g., la automotriz). Asimismo,
se obtuvieron créditos externos (principalmente, de Estados Unidos) para el desarrollo de determinados
proyectos. En tercer término, se intentó poner límites al gasto público y a la expansión estatal dentro
de la esfera económica. Ello se reflejó, entre otras cosas, en una caída en la tasa de empleo en la
administración pública.
En el corto plazo, estas medidas lograron revertir la situación. La producción agrícola se recuperó
entre 1952 y 1953, con lo que aumentaron las exportaciones y, luego, las importaciones. En términos
generales, puede decirse el nivel de actividad económica en su conjunto se reactivó. Hacia 1954 el
producto bruto interno se ubicaba en un 10% por encima del de 1952, mientras que el incremento de
precios había sido moderado y los salarios reales mantenían los niveles de principios de la década.
Neutralidad argentina frente a la Guerra de Corea: La guerra de Corea es el primer conflicto de gran
intensidad enmarcado en la denominada “Guerra Fría”, un periodo de confrontación política e
ideológica entre EEUU y la URSS que se produjo a nivel mundial entre 1945 y 1991. El conflicto de Corea
nace de la separación artificial de Corea en dos países de ideologías antagónicas: Corea del Norte, de
ideología comunista y Corea del Sur, de ideología capitalista. El intento norcoreano de reunificar por la
vía militar ambas Coreas en un solo país generó una sangrienta guerra civil que devastó el país y separó
a sus habitantes en bandos irreconciliables, generando miles de muertos y heridos y abriendo una
herida que aún perdura hoy en día. Además de eso, la guerra de Corea es el primer gran fracaso de la
ONU como organización internacional encargada de preservar la paz y la concordia entre naciones y uno
de los primeros reveses militares de EEUU en el siglo XX, una guerra olvidada por la vergüenza mundial
que desata y de la que nadie se quiere acordar hoy en día.
Corea era un antiguo reino asiático que fue ocupado y anexionado por Japón en 1910. El 8 de agosto de
1945, durante los últimos momentos de la Segunda Guerra Mundial(1939-1945), las tropas de la URSS
entraron en Corea para liberar el país de la ocupación japonesa. Dos días después, el 10 de agosto, ante
el temor de que los soviéticos convirtieran Corea en un estado comunista dependiente de Moscú, las
tropas de Estados Unidos desembarcaron en el sur del país, con el mismo pretexto de liberar Corea. Días
después, el 15 de agosto de 1945, Japón se rendía incondicionalmente y la Segunda Guerra Mundial
llegaba a su fin.
Pero en Corea, el fin de la guerra significó también la división del país en dos zonas de ocupación
distintas y separadas artificialmente por el paralelo 38º: al norte del paralelo 38º se estacionarían las
tropas de ocupación soviéticas y al sur los norteamericanos. Para poner fin a esta extraña situación, los
aliados acordaron unificar de nuevo Corea en un solo país, celebrando para ello elecciones democráticas
en 1948. Sin embargo, el estallido de la “Guerra Fría” entre EEUU y la URSS, y las tensiones políticas
entre los comunistas del norte del país y los pro-occidentales del sur impidieron dicha reunificación y en
1948 Corea acabó finalmente dividida en dos estados independientes y soberanos cuyas respectivas
fronteras seguían la antigua demarcación del paralelo 38º
Al norte del paralelo 38º surgiría la “República Democrática Popular de Corea”, (denominada también
simplemente como “Corea del Norte”), una dictadura comunista dirigida por el tenaz líder Kim Il Sung:
un antiguo guerrillero comunista que había combatido a los japoneses en China y que era un firme
aliado del líder soviético; Joseph Stalin.
Al sur del paralelo 38º surgiría el estado nacionalista y pro-occidental de la “República de Corea”
(conocida como “Corea del Sur”), un estado que pretendía ser democrático, pero el triunfador de las
elecciones de 1948, el nacionalista cristiano Syngman Rhee, acabó con la democracia que le permitió ser
elegido y estableció una dictadura nacionalista con el apoyo y beneplácito de EEUU. La división de Corea
en dos duros estados dictatoriales de ideologías opuestas ocasionó la división de las familias coreanas y
la pérdida de su antigua identidad e idiosincrasia convirtiéndose, al igual que Alemania en Europa, en un
frente de la “Guerra Fría” entre EEUU y la URSS, en una pieza de la partida de ajedrez que jugaban a
nivel mundial ambas superpotencias.
El 1 de octubre de 1949 el partido comunista chino, liderado por Mao Tse Tung, culminaba su
movimiento revolucionario y tomaba el poder en China, ocasionando que los nacionalistas chinos se
refugiaran en la isla de Taiwán y que el equilibrio de potencias asiático se decantara a favor del bloque
comunista. Tras estos acontecimientos, EEUU se mostró decidido a frenar la expansión del comunismo
por Asia y por ello decidió mantener a sus tropas en Corea del Sur para apoyar al presidente Syngman
Rhee en su dura y sangrienta represión del comunismo. Por su parte, Kim Il Sung, el líder de Corea del
Norte, pretendía reunificar Corea en un único país gobernado por el Partido Comunista. Para lograr sus
fines, Kim Il Sung solicitó a Stalin que la URSS les prestara apoyo armamentístico y financiero con el cual
iniciar una campaña militar contra Corea del Sur. Stalin deseaba mantener la influencia del comunismo
soviético en el sudeste de Asia, sobre todo ahora que el comunismo chino comenzaba a rivalizar con la
URSS, y de paso averiguar hasta donde estaba dispuesto a llegar EEUU en su respuesta militar. Por todo
ello, Stalin se comprometió a apoyar a Corea del Norte en su invasión de Corea del Sur. Tras conseguir el
apoyo de la URSS, Kim Il Sung soltó a los perros de la guerra y se inició una contienda que bañaría en
sangre a toda Corea.
El 25 de junio de 1950, las tropas norcoreanas cruzaron el paralelo 38º y avanzaron arrolladoramente
hacia el sur, derrotando fácilmente al ejército surcoreano, gracias a su mejor entrenamiento militar y al
armamento soviético brindado por Stalin. La debacle de las fuerzas surcoreanas ocasionó que Seúl, la
capital de Corea del Sur, cayera el 27 de junio. Semanas más tarde la mayor parte de Corea del Sur había
caído en manos norcoreanas y el frente sólo se logró estabilizar en la zona de la ciudad portuaria de
Pusan, gracias a la heroica resistencia de las tropas norteamericanas que había en el país. A finales del
verano el ejército de 100.000 hombres de Corea del Sur había visto reducido su número a la mitad,
debido al gran número de bajas sufridas en los combates con los tenaces norcoreanos. Los
norteamericanos destacados en Corea no estaban preparados para una contienda de ese nivel y
sufrieron mucho para resistir en el perímetro de defensa de Pusan, pero gracias a la valentía y la gran
preparación militar de los “marines” estadounidenses destacados en la zona y al aprovisionamiento
aéreo que les proporcionaba la fuerza aérea de EEUU, la mezcolanza de tropas norteamericanas del 8º
ejercito y tropas surcoreanas cercadas en Pusan logró aguantar la embestida norcoreana y resistir.
Mientras las tropas de tierra sufrían tal debacle, el poder aéreo estadounidense, constituido por la
“Fuerza Aérea del Lejano Oriente” (FEAF) y la “5ª Fuerza Aérea” con base en Corea, logró obtener
decisivas victorias, al destruir rápidamente a gran parte de la fuerza aérea de Corea del Norte,
obteniendo con ello la superioridad aérea en la zona y pudiendo así abastecer a las tropas cercadas en
Pusan y apoyarlas con bombardeos tácticos. Además del apoyo aéreo cercano que la “5ª Fuerza Aérea”
prestaba a las fuerzas terrestres de Pusan, el “Mando de Bombarderos” de la FEAF empezó a
bombardear Corea del Norte como represalia. Gracias a las victorias áreas y al valor de los “Marines” el
ataque norcoreano fue detenido hasta que llegaron los refuerzos militares de EEUU y el frente se
estabilizó.
La primera reacción norteamericana ante el ataque de Corea fue de sorpresa, ya que el gobierno no
creyó en los informes de la CIA que advertían de un posible ataque norcoreano. Pero tras la sorpresa
inicial, el presidente Truman, siguiendo su doctrina de detener el comunismo allá donde se expandiera,
decidió apoyar militarmente a Corea del Sur, enviando la 7ª flota a Taiwán y movilizando a las tropas de
ocupación que EEUU mantenía en Japón bajo el mando del experimentado general Douglas Mac Arthur,
jefe de las fuerzas norteamericanas en el Pacifico y un personaje que clave en la victoria sobre Japón en
la Segunda Guerra Mundial. La cercanía entre Japón y Corea permitió que los norteamericanos pudieran
mandaran rápidamente refuerzos a Corea.
Las potencias occidentales apoyaron a EEUU en sus medidas militares y llevaron el caso de la agresión
norcoreana al Consejo de Seguridad de la Organización de Naciones Unidas (ONU), el cual condenó el
ataque norcoreano y mandó tropas de 15 países miembros para que se sumaran a las de EEUU y
liberaran Corea del Sur de la invasión comunista. A las fuerzas de Mac Arthur se unieron las de Australia,
Nueva Zelanda, el Reino Unido, Francia, Canadá, Sudáfrica, Turquía, Tailandia, Grecia, Holanda, Etiopía,
Colombia, Filipinas, Bélgica, y Luxemburgo.
El despliegue de la ONU y EEUU tenía como objetivo liberar Corea del Sur de tropas norcoreanas. La
dura presión norcoreana sobre el perímetro de Pusan condenaba a las naciones aliadas a una costosa
guerra de trincheras e impedía iniciar una ofensiva de gran envergadura en la zona que permitiera a los
soldados aliados obtener la iniciativa en la guerra. Ante ese panorama, el general Mac Arthur,
comandante en jefe de las tropas de la coalición, ideó una brillantísima estrategia: planeó desembarcar
en el puerto de Inchon y tomar a los norcoreanos por la espalda, cercándoles y destruyendo su ejército.
El plan de Mac Arthur era muy arriesgado, ya que un fracaso en la operación supondría como poco
alargar en varios años la guerra e incluso perderla. Pero la maestría de Mac Arthur y su experiencia
militar permitieron que las tropas de la ONU tomaran por sorpresa a los norcoreanos y consiguieran una
gran victoria al tomar rápidamente el puerto pobremente defendido de Inchon. Después del
desembarco de Inchon los norcoreanos se sumieron en un completo caos, al ver cortadas sus líneas de
suministro y ser amenazados por las tropas aliadas que tenían a retaguardia, teniendo que abandonar el
asedio a Pusan para retirarse rápidamente a Corea del Norte y evitar así ser cercados por las tropas
aliadas.
Las tropas de ONU que habían estado encerradas en el “Perímetro de Pusan” avanzaron hacia el norte
para enlazar con sus compañeros en Inchon, liberando a su paso Corea del Sur, expulsando a los
norcoreanos al norte del paralelo 38º. El objetivo legítimo de liberar Corea del Sur había sido todo un
éxito, pero los norteamericanos querían proseguir la guerra invadiendo Corea del Norte y unificar toda
Corea bajo el mando del dictador Syngman Rhee. El General Mac Arthur, quizás engreído por su gran
éxito, pensaba incluso que a la futura victoria sobre Corea del Norte debía seguir el ataque a la China
comunista y “liberar” Asia del comunismo. A finales del mes de octubre de 1950 las fuerzas de la ONU
habían obligado a los norcoreanos a retroceder hasta la frontera norte de Corea del Norte, diezmando
sus fuerzas aéreas y terrestres. El 19 de octubre, las tropas de la ONU culminaron su avance y tomaron
Pyongyang, la capital de Corea del Norte.
La aproximación de los aliados a la frontera entre Corea del Norte y China puso en estado de alerta a los
comunistas chinos, los cuales habían advertido reiteradas veces que si las tropas de la ONU
sobrepasaban la frontera del río Yalu ellos se sentirían amenazados y reaccionarían en consecuencia.
Mao Tse Tung temía que si Corea del Norte caía, EEUU, atacaría en el futuro a China con el apoyo de los
nacionalistas chinos refugiados en Taiwán. Viéndose amenazado, Mao pidió ayuda a Stalin, pero éste
era reacio a prestar mucha ayuda a los chinos ya que temía que China se convirtiera, con su potencial
humano y el armamento soviético, en una potencia capaz de amenazar en el futuro la frontera que
mantenía China con la URSS. Por eso la ayuda militar soviética se limitó a varios aviones y material
antiaéreo, que no obstante de su escaso número fueron muy útiles a los chinos y norcoreanos, ya que
los aviones soviéticos MIG-15 acabaron con la abrumante superioridad aérea que mantenían los pilotos
de la ONU. La ayuda soviética a China no fue castigada por EEUU, ya que temía una escalada del
conflicto que ocasionase un conflicto nuclear entre amabas superpotencias. Mao Tse Tung sopesó
durante mucho tiempo los pros y contras de una intervención militar china en Corea, pero finalmente la
caída de Pyongyang le decidió a atacar a las tropas de la ONU antes de que estas ganaran totalmente la
guerra.
El 26 de noviembre de 1950, un ejército de 380.000 “voluntarios” chinos al mando del general Peng
Dehua arrolló a las tropas de la ONU y las obligó a retirarse hasta el paralelo 38, en esta durísima
retirada, acontecida en pleno invierno, los marines estadounidenses se cubrieron de nuevo de gloria al
cubrir el repliegue de las acosadas tropas de la ONU. El asalto chino tomó a las tropas estadounidenses
por sorpresa, ya que la guerra entre China y los Estados Unidos no había sido declarada. La retirada
hacia el sur de las tropas de la ONU continuó todo el año de 1950 El día de año nuevo de 1951 las
fuerzas Comunistas de China y del Norte de Corea atacaron a lo largo de todo el frente, colapsando de
nuevo a las fuerzas aliadas y capturando Seúl el 4 de enero, expulsando finalmente a los aliados a 40
millas al sur de Seúl. Mac Arthur, incapaz de detener a las tropas chinas pidió bombardear con armas
atómicas la frontera del rió Yalu entre Corea y China. Esta petición de Mac Arthur escandalizó al
presidente Truman, que reemplazó a Mac Arthur por el General Matthew Ridgway. El agotamiento de
los chinos y norcoreanos, acosados duramente por la aviación norteamericana, permitió que las fuerzas
de la ONU iniciaran de nuevo la ofensiva a fines del invierno de 1951 y recapturaran Seúl el 15 de marzo
de 1951.
El 22 de abril de 1951, las tropas comunistas iniciaron su “Primera Ofensiva de Primavera”, rompiendo el
frente central que guarnecían las tropas de la ONU Y acercándose de nuevo al norte de Seúl. Tras ser
detenidos el 30 de abril, los comunistas iniciaron de nuevo el ataque hacia Seúl con su “Segunda
Ofensiva de Primavera” el 16 de Mayo de 1951, pero esta vez fueron detenidos rápidamente y las
fuerzas de la ONU, decididas a llevar la contienda a Corea del Norte, iniciaron una exitosa ofensiva que
empujo a los norcoreanos de nuevo al paralelo 38º. El “empate militar” entre ambos bandos generó que
la contienda se convirtiera en una guerra de posiciones alrededor del paralelo 38º.La imposibilidad de
una resolución militar del conflicto impulso las negociaciones de paz entre ambos bandos, apoyados por
EEUU, cansado de tantas bajas infructuosas, y por la URSS, que temiendo la expansión y rivalidad de
China manifestó su deseo de que coexistieran dos sistemas diferentes en la península de Corea.
Finalmente, tras la detención y derrota de las últimas ofensivas chinas en marzo de 1953, las
negociaciones para un armisticio en la zona concluirán exitosamente el 27 de julio de 1953, con la firma
del “Armisticio de Panmunjong”, acuerdo por el cual se creó una nueva línea de demarcación entre
ambas Coreas, creando una “Zona Desmilitarizada” alrededor del paralelo 38º. No se firmó ningún
tratado oficial de paz entre ambas naciones, por lo cual los problemas que generaron la Guerra de Corea
perduran hasta hoy en día, viéndose muy difícil de momento la reunificación de ambas Coreas en un
solo país.
La guerra de Corea fue la primera confrontación armada de la Guerra Fría, una especie de “test” o
“prueba de fuego” en la que EEUU y la URSS midieron sus fuerzas, sin importarles el daño que podía
ocasionar su intervención al pueblo Coreano y Chino y buscando simplemente su beneficio político y
propagandístico. El “éxito” propagandístico de este conflicto que “calentó” la Guerra Fría, sirvió de
precedente para que EEUU y la URSS siguieran su política de enfrentamientos indirectos a través de
terceros países. A la guerra de Corea, seguirán la intervención norteamericana en Indochina y la
ocupación soviética de Afganistán. Los peor parados salieron los cientos de miles de coreanos, sobre
todo civiles, que murieron en el conflicto. La guerra dejó 84.000 bajas entre las tropas de la ONU,
sufriendo EEUU 44.000 de estas. Alrededor de 160.000 chinos y norcoreanos murieron a su vez en la
Guerra de Corea. La guerra también fue usada como una excusa para que tanto Kim Il Sung como
Syngman Rhee reprimieran cruelmente a los disidentes políticos y reafirmaran su poder dictatorial. La
guerra de Corea significó un alejamiento entre la URSS y China, que a partir de entonces se verían mas
como países rivales que como aliados ideológicos. En definitiva la Guerra de Corea fue la primera gran
catástrofe de la “Guerra Fría” y los juegos de marionetas de las superpotencias.
El ABC: Intentos de integración con Brasil y Chile: El segundo plan quinquenal en materia de comercio
exterior establecía la necesidad de complementar mutuamente las económicas nacionales obre la base
de estricta igualdad e independencia económica y política con la finalidad de realizar en forma conjunta
la defensa de América Latina y promover su progreso material, hacia énfasis en el intercambio de
productos industriales del país con destino a las naciones latinoamericanas y romper con el estrecho
limite del mercado puramente nacional.
Uno de los instrumentos elegido para esos fines fue la tramitación de uniones económicas sobre bases
bilaterales. El primer gran paso fue la forma del Acta de Unión con Chile en 1953. El acta establecía la
suma de recursos financieros, el establecimiento de un mercado común, la movilización de industrias
comparativamente más productivas y la coordinación del desarrollo económico de los dos países, poder
lograr un aumento de la producción mayor que la acción aislada de Argentina y chile con un esfuerzo
conjunto en el que ambas naciones eleven sus niveles de vida.
En abril del mismo año, la delegación argentina concurrió al V periodo de sesiones de la CEPAL
celebrado en Brasil, donde presento un proyecto que estudiaría las posibilidades de una integración
económica gradual y progresiva de las naciones de América latina. En agosto se firmo el tratado de
unión económica con Paraguay, en Diciembre el Convenio de Complementación con Nicaragua y el Acta
de Unión Argentino-ecuatoriana y en septiembre de 1954 el Convenio de Unión Económica con Bolivia.
También se hicieron gestiones para concretar acuerdos similares con Colombia y Brasil con los que se
firmaron convenios sobre intercambio comercial y sistema de pagos.
La estrategia de uniones económicas y por otro la idea de avanzar sobre la constitución de una suerte de
bloque regional pareció que podía verse favorecida con la instalación de liderazgos nacionalistas en
países de la región circunstancia que modificada la posición con respecto al asilamiento ideológico en la
que se había desenvuelto el peronismo en los últimos años. Fue importante el retorno al Poder de
Getulio Vargas en 1951, habida cuenta de lo que avanzaría la relación con Chile de Carlos Ibáñez y las
afinidades con el político brasileño, Perón pudo imaginar la posibilidad de rehabilitar la alianza del ABC.
Sin embargo a pesar de la afinidades políticas e ideológicas, la trama de intereses involucrados en un
proyecto de este tipo era tan compleja que aunque cuando desde Washington no hubiera hecho mucho
por meterse, la gravitación de las fuerzas confrontacionista aferradas a conceptos de equilibrio de poder
y esferas de influencia, era suficientemente poderosa como para desbaratarlo, dejando apenas en pie,
por el momento, algunos componentes de la agenda económica.
El justicialismo y los foros económicos internacionales: Mas allá de sus adaptaciones mas o menos
fluidas al cambio de circunstancias locales y mundiales. La diplomacia argentina no descuidaba los
gestos que reflejaban la voluntad de mantener cierta independencia ni desaprovecha ningún foro global
del que le toco desaparecer para sostener sus ideas de un orden democrático más corporativo y
equitativo.
Durante la VII de la Asamblea general de la ONU la delegación argentina demostró que estaba a pesar
de las políticas de estabilización y apertura y de la definitiva rehabilitación de los vínculos con los
Estados Unidos, las autoridades de Buenos Aires persistían en pos de una transformación del marco
económico internacional que favorecer a los países periféricos. Ellas seguirían ocupando un lugar
destacado en un discurso que dados los ámbitos y las oportunidades en que se enunciaba, no podía
pensarse que como en otros casos, estuviera destinado al consumo interno.
La cuestión del deterioro de los términos de intercambio, que habían proporcionado algunos de los
principales argumentos a las políticas industrializadas seguían construyendo una de las principales
preocupaciones de los países periféricos. El gobierno argentino la había colocado en el centro de sus
gestiones externas. Los estudios de la Cepal y del Departamento de Asuntos económicos de las Naciones
Unidas, mostrando una tendencia secular a la baja de precios de los productos primarios respecto de los
manufacturados, legitimaba esas apelaciones, las que por otro lado coincidían con interpretaciones de
especialistas del todo ajenos al oficialismo.
Gobierno Militar de 1966 a 1976 (Unidad 5 de PEA: empate social)
Perón fue depuesto alrededor del 20 de setiembre de 1955 por un levantamiento militar. El General
Leonardi se hizo cargo del gobierno hasta noviembre de ese año, momento en el que lo reemplazó
Aramburu en la Presidencia. A pesar de la diversidad ideológica de los miembros de la coalición civil-
militar revolucionaria, los unía la idea de restaurar los principios políticos y económicos que regían antes
de Perón y devolver a la Argentina a la senda de la que no debería haber salido.
Entre los objetivos de política económica de los protagonistas de la Revolución Libertadora estaban el
aumento de las exportaciones y el fomento de la acumulación de capital, dos temas sobre los que el
peronismo había trabajado sin éxito en el último tramo de su administración. Los principales
lineamientos de política fueron esbozados por el asesor económico y financiero de la Presidencia, Raúl
Prebisch, en un documento titulado “Informe preliminar acerca de la situación económica.
Cabe señalar que el contexto internacional no fue favorable por esos años para el comercio exterior
argentino, ya que los términos de intercambio cayeron notablemente: en 1957 los precios eran un 13%
menores que los de 1953, 36% menores que en 1950 y 44% menores que en 1948 (2). Además, los
países compradores de las exportaciones argentinas estaban aplicando prácticas restrictivas. En
consecuencia, a pesar de la política devaluatoria aplicada, no se lograron los resultados esperados. Por
el contrario, se registraron déficits en el balance de pagos entre 1955 y 1958, las reservas declinaron y
se acumularon las deudas comerciales.
Respecto del régimen de intercambios con el exterior instaurado en este período, puede decirse que
el gobierno revolucionario incorporó en su política económica una mayor apertura hacia la economía
internacional. De acuerdo con las recomendaciones de Prebisch arriba mencionadas, se adoptaron
medidas liberalizadoras que apuntaban a reducir el déficit fiscal, limitar los aumentos salariales y
restaurar los mecanismos de precios para equilibrar el balance de pagos.
El programa propuesto incluía una estrategia de desarrollo agropecuario que fomentaba el aumento de
la producción vía la incorporación de nuevas tecnologías y un fuerte estímulo a las inversiones en
infraestructura (v.g., provisión de energía, transportes, etc.). En cuanto al sector industrial, se proponía
el desarrollo de la industria siderúrgica y la expansión de las ya existentes en los sectores matalúrgico y
mecánico. También se fijaba como objetivo la expansión de ciertas industrias básicas sustituidoras de
importaciones, tales como papel y celulosa, química y petroquímica.
Estos planes sin duda requerían la concreción de importantes inversiones que aceleraran el desarrollo
de los sectores mencionados. El plan preveía que las limitaciones domésticas en este plano fueran
contrarrestadas con el ingreso de inversiones extranjeras. De todos modos, la mayoría de las propuestas
de más largo plazo no llegaron a efectivizarse en medidas de política económica.
En lo inmediato, el gobierno estableció nuevas pautas cambiarias que permitieron la existencia de
sólo dos tipos de cambio, uno libre y uno oficial. Se llevó a cabo una devaluación y se implementaron
retenciones móviles a las divisas provenientes de las exportaciones de hasta un 25%, con lo cual el tipo
de cambio efectivo para los productos primarios se incrementó un 40% para la carne y más de 200% en
el caso de los cereales (3). Esporádicamente también se recurrió al régimen de aforos para establecer el
precio al cual debían liquidarse las exportaciones, cada vez que se producía una caída en los precios
internacionales de las mercancías a exportar.
Las importaciones de bienes esenciales se regían por el mercado oficial y siguieron estando sujetas al
régimen de permisos de cambio. Este último sólo se flexibilizó en lo atinente a productos de suma
necesidad, los cuales recibían un permiso automático. El resto de las importaciones se canalizaban por
el mercado libre de cambios. Asimismo, cabe destacar que el gobierno estableció un recargo para las
importaciones, administrado por el Banco Central, a modo de protección temporaria de la industria
local. Y ante reiteradas situaciones críticas del balance de pagos, como sucedió en 1957, se
establecieron estrictos controles a las importaciones a través del requerimiento de depósitos previos.
Estos se fijaron en un principio para las importaciones que se regían por el mercado libre y más tarde
pasaron a abarcar el conjunto total de las importaciones.
Por otra parte, las recomendaciones de política diseñadas por Prebisch también comprendían otras
dimensiones de las relaciones económicas externas de la Argentina. Por ejemplo, se sugería la
participación activa en las instituciones internacionales creadas por los acuerdos de Bretton Woods (el
Fondo Monetario Internacional y el Banco Internacional de Reconstrucción y Fomento), así como
también el envío de una misión financiera a los Estados Unidos con el objeto de discutir nuevamente los
acuerdos bilaterales existentes y la gestión de nuevos créditos. Estas propuestas se complementaban
mutuamente ya que tendían, en conjunto, a posibilitar el acceso del país al financiamiento externo y a
aumentar su capacidad de pago en dólares, como un modo de facilitar sus transacciones comerciales en
un ámbito cada vez más amplio.
Así fue como a principios de 1956 se iniciaron gestiones para el ingreso de la Argentina al Fondo
Monetario Internacional y al Banco Internacional de Reconstrucción y Fomento, el cual se concretó en
agosto de ese año previo aporte de 150 millones de dólares a cada uno de esas instituciones. Asimismo,
en febrero del mismo año se acordó un crédito del Export-Import Bank por 60 millones de dólares a ser
destinados a la adquisición de equipos para una planta siderúrgica.
También se realizaron gestiones para el establecimiento de un sistema de pagos multilaterales. Se
alcanzó el Acuerdo Provisional de París con once países europeos a mediados de 1956, por el que se
fijaba un sistema multilateral de comercio y pagos con esos países basado en la transferibilidad y
arbitraje de las diferentes monedas de los países adherentes. Las mismas podían ser usadas
indistintamente para realizar pagos o cobros resultantes de las operaciones comerciales entre dichos
países y la Argentina. Al respecto, cabe señalar que algunos autores sostienen que los efectos positivos
de estos acuerdos fueron limitados dado que, por ejemplo, en 1955 la Argentina tuvo un balance
comercial desfavorable con los países del acuerdo y ello trajo aparejado la consolidación de las deudas
comerciales derivadas de los convenios en deuda financiera. En consecuencia, no sólo aumentó
fuertemente el endeudamiento externo del país sino que también fue imposible revertir por este medio
el crónico desequilibrio comercial con los Estados Unidos que ya llevaba varias décadas.
Al suceder el general Aramburu a Leonardi, se designó un nuevo ministro de Economía (Eugenio
Blanco), quien estaba secundado por un grupo de economistas de renombre. Durante esta última etapa,
el gobierno suprimió los subsidios que se daban al sector agropecuario a través del IAPI y este
organismo cesó en sus funciones. Por lo tanto, la devaluación antes mencionada quedó compensada por
esta supresión de los subsidios y por el establecimiento de retenciones a las exportaciones.
Por otro lado, en 1956 se creó el Instituto de Tecnología Agropecuaria (INTA), con la intención de
estimular el crecimiento de la producción del sector agropecuario. De todos modos, el intento de
mejorar la balanza de pagos chocó contra las condiciones adversas que presentaba el mercado
internacional, en el que seguían cayendo los precios de las exportaciones argentinas. Por eso el gobierno
debió recurrir a préstamos externos. Para ello entró en tratativas con el Club de París, el Exim-Bank de
Estados Unidos y diversos bancos privados (4).
En el último tramo de la gestión, por disputas al interior del gobierno Blanco fue sustituido por
Roberto Verrier y éste, unos días más tarde, por Adalbert Krieger Vasena. El objetivo principal de las
nuevas autoridades económicas era bajar la inflación. Se decidió entonces congelar los salarios por un
año lo cual, junto con una reducción del gasto público (especialmente, de las inversiones), permitió
obtener un superávit fiscal y contener la inflación hacia fines de 1957. Pero la caída del salario real
obligó al año siguiente a autorizar aumentos masivos que reactivaron la espiral inflacionaria.
Según Portantiero, se produce un EMPATE PROLONGADO hasta 1966, entre las fuerzas sociales que
buscaban transformación sin definir objetivos, primacías ni alianzas y las antiguas, que conservaban
importante capacidad de resistencia, pero no lograban unificarse para ganar en esta puja.
Portantiero intenta explicar por qué razón fracasó la Revolución Argentina. En este sentido, afirma que
lo que ocurrió en la Argentina, luego del golpe de Estado a Perón en 1955, fue que ningún grupo fue
capaz de constituirse como dominante y legítimo, es decir, de imponer su propio proyecto particular
como válido para la sociedad en su conjunto. “Durante 10 años, el peronismo había conseguido dar
expresión política coherente a una etapa de desarrollo de la sociedad argentina. A partir de su caída,
ninguna experiencia gubernamental logró satisfacer los requisitos mínimos necesarios para sostener un
Orden estable. Falto desde entonces una ecuación política capaz de articular a la sociedad con el
Estado… una legitimidad reproductora del sistema, basada en la fuerza y también en el consenso”.
Arturo Frondizi (Unidad 5)
Durante estos años, en el mundo se desarrollaba la guerra fría, y se daba un proceso de descolonización.
A pesar de eso se buscaba una coexistencia pacífica entre los estados. América Latina gozaba en la
década del ’50 de gobiernos democráticos, pero luego afloró un nuevo ciclo de autoritarismos. El
paradigma realista sumado el poder nuclear de la época, evitaba grandes enfrentamientos entre las
potencias por su poder de disuasión. La visión de Frondizi sobre un futuro donde predominaba la
competencia económica y la coexistencia pacífica guiaron la estrategia nacional de desarrollo e
integración.
Frondizi, en la política exterior, puso énfasis en la creciente interdependencia entre las naciones, lo que
convertía en un imperativo la cooperación entre ellas. En este sentido abrió nuevas vías en las prácticas
internacionales argentinas. Arturo Frondizi asumió la presidencia el 1º de mayo de 1958, se mantuvo
hasta el golpe militar final de 1962, declaró que el gobierno se alineaba con el mundo “occidental”,
entendiendo por ello valores humanísticos. Las dificultades que afrontaba la Argentina en los inicios de
su mandato eran principalmente el déficit energético, la deuda externa, el desequilibrio de la balanza
comercial y déficit de importaciones, lo que llevó al gobierno a volver la vista hacia Estados Unidos como
proveedor de tecnología, desarrollo industrial e inversiones. Los problemas más urgentes a resolver
eran los relativos al abastecimiento de petróleo, de energía, la siderurgia y el agro. Pero al mismo
tiempo no olvidó temas permanentes como la educación, las instituciones políticas y sociales, el orden
jurídico, la vigencia de la constitución y la soberanía del país.
El desarrollo económico se constituyó en una de las claves de su pensamiento; posibilitaría el
crecimiento industrial e insertar al país en el mundo a través de una transformación estructural que
comprendiese los servicios básicos, la tecnificación y expansión agropecuaria y manufacturera. Para
lograrlo era necesario el capital extranjero porque el ahorro nacional era insuficiente. Se requería para
el desarrollo de la industria de base, energía e infraestructura, la concurrencia del capital extranjero,
pero planteaba que el mismo debía ser controlado por el Estado y dirigido a las áreas prioritarias,
poniéndolo al servicio de los intereses nacionales. El objetivo planteado era entonces desarrollar una
política económica y social tendiente a crear más riqueza para distribuirla de acuerdo a las normas de
equidad.
Dedicó una especial atención a nuestra pertenencia a Latinoamérica, defendiendo la idea de que una
acción conjunta de las naciones latinoamericanas puede influir decisivamente en el desarrollo y la
integración de cada una de ellas. Es por ello que el presidente se propuso como objetivo la formación de
un mercado común latinoamericano y una acción coordinada frente a los organismos internacionales y
las potencias inversoras; para ello la pertenencia a la OEA y a las Naciones Unidas era indiscutible.
Frondizi había levantado un programa electoral de fuertes contenidos nacionalistas y estatistas, pero
poco después de iniciado su gobierno introdujo un giro a sus políticas y precisó el ideario ´desarrollista ´
lo que llevó a la reestructuración del complejo de empresas públicas heredado del gobierno peronista.
Eran necesarias normas que aseguraran la igualdad de trato al capital extranjero o nacional y se
necesitaba, además, estabilizar la economía. Así, en diciembre de 1958 se firma un acuerdo con el FMI
para disminuir la inflación y asegurar financiamiento necesario para asegurar las condiciones para la
repatriación de regalías del capital extranjero.
La inversión extranjera entre 1959-1962 ascendió a U$S 508 millones. Por su parte, el saldo del
comercio exterior fue levemente positivo en 1959 (+U$S 16 millones) y fuertemente negativo en 1960-
1962. La expansión de 1958 aceleró la inflación y la escasez de reservas, por lo que se pidió ayuda al
Fondo Monetario Internacional (el primer acuerdo stand-by) y cambió el ministro de Economía,
asumiendo en junio de 1959, Álvaro Alsogaray, con un programa ortodoxo.
Relaciones exteriores con EEUU: Eisenhower aprobó en febrero de 1959 las nuevas líneas de política
trazadas por el Consejo Nacional de Seguridad. América latina jugaba un rol principal en la seguridad de
Estados Unidos.
El 29 de diciembre de 1958 Frondizi anunció el Plan de Estabilización Económica, que disponía
eliminación de las restricciones a las importaciones y exportaciones, aunque con ciertos recargos y
retenciones; libre cotización del peso, régimen de libre competencia para la producción de bienes,
congelamiento de vacantes en la administración pública, aumento de impuestos y represión de evasión
fiscal, eliminación de subsidios a combustibles y aumento de las tarifas de los servicios públicos.
El mismo día, el gobierno de Estados Unidos, en conjunción con once instituciones financieras que
cooperaban con el FMI, anunció un programa de desarrollo de 329 millones de dólares para ayudar al
gobierno argentino en sus esfuerzos para facilitar la estabilización y el desarrollo económico. Los
créditos incluían 75 millones del FMI; 54 millones de once bancos privados; 125 millones del Eximbank;
25 millones del Fondo de Préstamo para el Desarrollo, y un acuerdo por 50 millones con la Secretaría del
Tesoro.
El desarrollo nacional era condición de bienestar, progreso, libertad y democracia. Los países
latinoamericanos debían decidirse, por lo tanto, a explotar sus recursos, movilizar sus energías y
aprovechar al máximo los adelantos técnicos y científicos. Esta era la marcha que había iniciado la
Argentina, decidida a lograr su pleno desarrollo económico. Un programa de expansión económica
apuntaba a la producción propia de hierro, petróleo y carbón. Los créditos y las inversiones del exterior
hallaban en la Argentina las garantías jurídicas y un programa de estabilización económico-financiera.
No obstante, así como el pueblo aceptaba toda inversión destinada a promover el progreso, también
rechazaba toda propuesta que implicara una amenaza a su soberanía.
El objetivo del presidente argentino con Estados Unidos radicaba en reposicionar a la Argentina en el
concierto internacional para apuntalar su desarrollo, colocando al país en el multilateralismo continental
y consolidando su relación con Estados Unidos.
En sus conversaciones con el secretario de Estado y con el presidente Eisenhower, Frondizi describió las
duras medidas económico-financieras tomadas por su gobierno e hizo explícita la necesidad de créditos
adicionales para proyectos en materia de energía hidroeléctrica, carbón y acero, y modernización de las
fuerzas armadas. Ante el Congreso de Estados Unidos justificó la necesidad de ayuda de los países
latinoamericanos en que el estancamiento de éstos constituía un peligro para la seguridad del
hemisferio.
De todos los sectores, gubernamentales y privados, obtuvo la promesa de cooperación económica. El
balance de la visita de Eisenhower a varios países del continente sudamericano originó, como
consecuencia, dos aspectos: política de no intervención de Estados Unidos en los asuntos internos de los
países latinoamericanos y necesidad de elevar el nivel de vida en estas tierras. En Estados Unidos la
visita despertó interés en razón de los problemas que empezaba a presentar Cuba al país del norte.
La llegada de los demócratas complejizó la relación con EE.UU, y Kennedy ante la revolución cubana
planeó la necesidad de fortalecer la democracia y el cambio social en América Latina, que tomó forma
con la Alianza para el Progreso. Desde el fin de la Segunda Guerra Mundial, los países de la región
reclamaron a Estados Unidos un plan similar al Marshall para recuperar la caída económica
latinoamericana. El triunfo de la revolución socialista en Cuba generó el interés norteamericano por el
desarrollo de la región.
La propuesta fue formalizada en la reunión de Punta del Este de 1961. Existieron coincidencias generales
como la de promover el desarrollo, pero aparecían discrepancias instrumentales por ser un plan
asistencialista y no entender la variada realidad latinoamericana. Para el presidente argentino el atraso
económico exigía tecnificación e industrialización. Mientras que para el grupo Kennedy las soluciones
eran la reforma agraria, la planificación del desarrollo y la asistencia social; para el grupo que gobernaba
Buenos Aires la propiedad de la tierra no tenía la significación sobre la producción; la planificación debía
ser nacional y no supranacional, estimándose que la asistencia social dispersaba esfuerzos que debían
dirigirse al desarrollo, pues antes que repartir había que producir.
En la visión de Frondizi, sólo el desarrollo nacional alejaría al comunismo de la región, las ideas
impulsadas por Washington no atacaban el fondo del problema.
Caso Cuba: En el panorama internacional, la revolución cubana ya había triunfado y se había inclinado
hacia la Unión Soviética. Frondizi mismo se había entrevistado con el Che Guevara. La Argentina se
abstuvo en la expulsión de Cuba del sistema interamericano, razón por la que las fuerzas armadas
pidieron la renuncia del Canciller.
Desde el 22 al 31 de enero de 1962 se llevaría Punta del Este, la Octava Reunión de Consulta de
Cancilleres de la Organización de Estados Americanos. En esta cita, de tinte decididamente político, el
asunto crucial fue el tratamiento de la separación de Cuba del organismo continental, impulsado por los
diplomáticos de Estados Unidos. El objetivo del decisor hemisférico finalmente se cumplió, pero no sin
antes tener que lidiar con con la oposición de las mayores naciones del bloque, sobre todo contra la
“dupla” diplomática conformada por Brasil y Argentina, que se mantenían firmes en sus posiciones
sobre la no intervención.
Dantas, Canciller de Brasil y activo defensor de la continuidad de la Política Externa Independiente, dejó
en claro que su país no tenía motivo alguno para mudar la línea que se venía manteniendo hacia el
régimen cubano.
Por su parte el Canciller argentina Cárcano preparó un escrito con cuatro temas, que incluían sanciones
moderadas a Cuba pero sin caer en la expulsión. Los puntos eran los siguientes: 1) aplicación a Cuba de
una sanción de tipo moral, por su elección del comunismo; 2) reafirmación de la unidad del sistema
interamericano; 3) fijación de un plazo perentorio para el regreso a la democracia en la isla; 4) creación
de una comisión compuesta por seis países para estudiar la posibilidad de aislar a Cuba en el caso de
que persistiera en sus planes de socialización integral.
A pesar de la oposición de estos países, se decidió por la expulsión de Cuba de la Organización de
Estados Americanos, fracasando de esta forma la propuesta de las delegaciones argentina y brasilera de
lograr la “finlandización” de la isla, según la cual el gobierno de Cuba debía adoptar una posición de
neutralidad frente a los dos bloques hegemónicos.
El problema de Cuba y la Conferencia de Punta del Este marcaron un hito fundamental en el panorama
de las relaciones internacionales que Frondizi debió encarar.
El tema de Cuba se enraizó en las tradiciones argentinas: respeto a las naciones del continente y no
intervención en los problemas internos de los países. La Revolución Cubana fue el acontecimiento que
más consecuencias tuvo en el continente sudamericano en el siglo XX. La adhesión de Cuba al sistema
comunista marcó una divergencia fundamental con la política norteamericana. En la política de Kennedy
el asunto tomó una dimensión capital; para el gobierno argentino el peligro que la isla representaba se
integraba en la política de desarrollo promovida para el continente.
Relaciones con Europa: Con respecto a Europa Frondizi contaba con propósitos definidos que expresó
en los discursos que pronunció en los diversos países del continente.
El presidente argentino hizo escuchar su voz en foros internacionales como el de la CEE , tomó contacto
con presidentes y mostró una imagen del país altamente positiva. Insistió, una y otra vez, en que el
desarrollo de los países latinoamericanos, que aún no habían alcanzado su plena realización, tendría una
incidencia desfavorable en todo el proceso de intercambio mundial, reiteró en que cuánto más elevado
fuese el nivel de vida de los pueblos mayor sería la demanda de bienes y servicios.
Reafirmó la necesidad de contar con financiamiento y replantear nuestro esquema general de
comercialización externa. No titubeó en rechazarlos cuando le ofrecieron créditos de corto plazo; las
metas a lograr conformaban una política de desarrollo económico sustentable en el tiempo.
La visita y el encuentro con el presidente italiano dieron como resultado la firma de un Acuerdo para la
colaboración en el desarrollo de la energía atómica para usos pacíficos que contemplaba el intercambio
de estudiantes, técnicos y profesores y la colaboración en construcción de maquinarias
En la Cámara de Comercio Suizo-Argentina, su presidente Henri Tissot manifestó a Frondizi algunas
preocupaciones de los hombres de negocios, en relación con las políticas comerciales de la Argentina: a)
el rubro de la importación de relojes suizos en la República Argentina alcanzaba a 95% y había llegado a
19 millones de francos suizos en 1959. El conferenciante recalcó que los importadores debían pagar un
recargo de 100% sobre los relojes de metal, lo que había originado una “importación clandestina” sobre
la que el gobierno argentino no cobraba ningún derecho, proponiendo como solución disminuir los
recargos.
Una vez más Frondizi se refirió a la tendencia proteccionista, que despuntaba en Europa en la política
comercial, como perjudicial para la Argentina, que había adaptado su economía a las exigencias del libre
comercio mediante la libre convertibilidad monetaria y la liberación del intercambio con el resto del
mundo.
Los comerciantes e industriales europeos le presentaron a Frondizi sus “quejas”, en relación al comercio
con la Argentina: a) exceso de burocracia en la Argentina que dificultaba las tramitaciones; b) recargos
para la importación de maquinarias y herramientas que creaban problemas a la fábrica de tractores: c)
la nueva ley de “revalorización de bienes” no había sido reglamentada; d) debían crearse estímulos para
contratar técnicos; e) debían eliminarse las dobles imposiciones y garantizarse lapropiedad privada; f) la
calidad del trigo había bajado en los últimos años, era necesario mejorarla; los precios no podían
superar los del mercado mundial y debían eliminarse los “parásitos” que perjudicaban el trigo; g) en los
puertos de la Argentina se producían atrasos de hasta cuatro semanas; h) las lanas tenían precios altos,
se imponía disminuir gravámenes; i) Alemania compraba en la Argentina 25% de los cueros que ésta
exportaba, pero sus precios debían ser acordes con el mercado mundial, y j) las compañías
transatlánticas manifestaron que la falta de embarques continuos arrojaba pérdidas.
ASIA: En su visión, Asía era uno de los grandes mercados potenciales de los productos argentinos, el
comercio internacional era fundamental para el financiamiento del desarrollo nacional. El comercio con
Asia no sobrepasaba el 5% del valor de las exportaciones argentinas, pero la demanda crecería con el
tiempo y permitiría una ampliación del comercio internacional.
El objetivo delos viajes no era sólo económico, estaba acorde con la vocación universal de la Argentina,
ecuménica y fraternal, de recibir al mismo tiempo enseñanzas de pueblos milenarios que libraban una
batalla análoga a la de América latina para subsistir.
Relaciones con Japón: América latina comenzó a generar cierto interés para Japón por dos motivos. En
primer lugar, como posible destino de emigrantes japoneses al perderse sus tradicionales receptores,
como fue el caso de Manchuria. En segundo término, a medida que expandió su economía, Japón fue
aumentando su interés por realizar inversiones, colocar sus productos y obtener materias primas.
La Argentina exportaba a Japón menos del 1% de las importaciones totales de ese país. Dentro de las
importaciones japonesas ocupaban posición de importancia ciertos rubros que eran significativos para el
comercio argentino, como los cereales, la semilla de lino, las lanas, los cueros vacunos y ovinos, el sebo,
la grasa de cerdo y lacaseína. Dado que esos productos estaban incluidos en el “intercambio
tradicional”, debía insistirse en que los mismos ofrecían “perspectivas razonables de expansión”
Las inversiones japonesas en la Argentina habían aumentado en los últimos años, pero continuaban
siendo insignificantes comparadas con las realizadas en países vecinos, como Brasil. En virtud de la
capacidad de inversión de la economía japonesa, la Argentina deseaba también resultar beneficiada,
estando en condiciones de suministrar al capital extranjero rentabilidad y garantías jurídicas.
Se firmó durante su visita un Tratado de amistad, comercio y navegación. Este establecía “firme y
perpetua paz” entre los dos países y sus pueblos, y acordaba recíprocamente el tratamiento de nación
más favorecida. Ambas partes se comprometían a expandir el comercio, fortalecer las relaciones
económicas, y fomentar el intercambio de conocimiento científico y técnico.
Por canje de notas se acordó, además, que ambas partes tratarían de adecuar su comercio e
intercambio a prácticas. Junto con el tratado se firmaron cuatro convenios. El Acuerdo de Sanidad
Animal establecía la rápida notificación recíproca del brote, recurrencia y extensión de enfermedades
animales peligrosas para la industria ganadera. Se intercambiarían las reglamentaciones y la información
científica en materia veterinaria. Se permitirían visitas de expertos a fin de observar las medidas de
control contra enfermedades y condiciones de sanidad.
Relaciones con Tailandia e India: Argentina compraba a India productos por millones de pesos,
principalmente yute y té, mientras que la India lo hacía por 50 millones, este tema fue objeto de un
debate. Carlos Coll Benegas, futuro ministro de Economía argentino, fue quien insistió en el desnivel del
intercambio, aunque la Argentina se comprometió a seguir comprando por el mismo monto a la India y
propuso venderle lanas, leche en polvo, aceites vegetales y carne envasada.
Se planteó entre las naciones durante la visita del presidente argentino solicitar a las grandes potencias
que detuvieran las pruebas nucleares, apelando “a un desarme general y completo de gran alcance.
Entre los temas claves desarrollados por Frondizi durante su visita tendríamos que señalar: la paz y el
desarme, el presidente argentino insistió en la India como modelo de país pacífico y sin rearme militar.
El otro tema insistentemente esgrimido fue que la Argentina no tenía tradición de inmiscuirse en
problemas internos de los países, especialmente a propósito de Goa y del conflicto de esos días entre la
India y China.
Finalmente el acento estuvo puesto en el intercambio comercial en el que la Argentina podía proveer de
varios productos a la India, y el cultural, cuya referencia fue siempre el viaje de Rabindranath Tagore a la
Argentina en 1924, cuya casa recorrió Frondizi.
Frondizi realizó una visita oficial a Tailandia entre el 8 y el 11 de diciembre de 1961. Junto a su esposa
fueron huéspedes del rey BhumibolAdulyadej y la reina Sirikit.
Las relaciones diplomáticas entre la Argentina y Tailandia se iniciaron recién en febrero de 1955. El
intercambio comercial no había alcanzado un nivel significativo. El presidente argentino justificó su visita
en la vocación universal de su país y en la necesidad de incrementar el comercio bilateral.
La Argentina y Tailandia firmaron el 10 de diciembre un tratado de comercio en el curso de una breve
ceremonia en la sede la Cancillería. Fue firmado por los cancilleres Miguel Angel Cárcano y Thanat
Khoman, y expresaba que ambas partes tomarían las medidas necesarias para promover las relaciones
económicas y desarrollar el volumen comercial al máximo nivel posible. Tailandia adquiría productos
lácteos, cereales, maquinaria agrícola, maquinaria de industria eléctrica, medicamentos, artículos de
perfumería, y la Argentina estaba en condiciones de suministrarlos. Por su parte, la Argentina era fuerte
compradora de yute y estaba dispuesta a iniciar las negociaciones que fueran menester.
En noventa días se comprometían a suministrar recíprocamente las listas de materias primas y
mercaderías a exportar.
En cuanto a derechos de aduana e impuestos de exportación e importación se otorgarían tratamiento
favorable y de no discriminación. El tratado fue establecido sobre el modelo del tratado comercial
argentino-coreano, ratificado hacía unos meses. El Comunicado conjunto dado a conocer al concluir la
visita del presidente argentino repetía un concepto mencionado numerosas veces durante la misma: se
trataba de la primera visita de un jefe de Estado latinoamericano, lo cual daba un significado histórico a
las amistosas relaciones entre América latina y Asia.
Los dos gobiernos compartían puntos de vista sobre muchos de los problemas que enfrentaba el mundo
y refirmaron su fe en las Naciones Unidas como instrumento para mantener la paz y la seguridad
internacionales.
El tratado comercial firmado daría bases concretas a la promoción y ampliación del intercambio.
Relaciones con Brasil: Frondizi encontró en Kubitschek un interlocutor privilegiado. No eran ajenos a sus
pensamientos los postulados de Raúl Prebisch, quien reconocía la encrucijada en la que se encontraba
América latina. De esta se podría salir mediante una industrialización más intensa que buscase crear una
economía nacional dotada de una madurez comparable a la de los países centrales.
Se debatía el liderazgo en América latina entre Brasil y argentina. El primero había crecido tanto hasta
superar a la argentina en rubros como electricidad, carbón, acero, industria automotriz e, incluso,
industria liviana.
Ante ese panorama geopolítico, Frondizi proponía una acción en dos etapas: desarrollar una redoblada
actividad diplomática, militar y cultural y, una vez logrado el restablecimiento económico de la
Argentina, planificar medidas concretas para cada país vecino. No tenía propósitos de expansión, sino
que busca conservar un equilibrio continental.
En consecuencia el gobierno argentino dio su apoyo a la Operación Panamericana propuesta por Brasil y
participó de la creación y sesiones del Comité de los 21.
Operación panamericana : buscaba ser una colaboración para el entendimiento entre los países
hermanos del continente, con la advertencia de que esa empresa no había lugar para “conversaciones
bilaterales […] ni pretensión de jefatura”.
La invitación cursada a Eisenhower era “un grito de alerta contra la Guerra Fría que ya comienza a
mostrar los primeros síntomas en nuestro continente” y llamaba a un examen de conciencia colectivo. El
presidente brasileño se refirió al descontento que existía en el continente. América latina se encontraba
“en situación económica más precaria y aflictiva que las naciones devastadas por la guerra, y pasó a
constituir el punto más vulnerable de la gran coalición occidental”. El subdesarrollo reclamaba atención
para cumplir con el ideal panamericano. Por ello sugería una cumbre panamericana al más alto nivel.
La presión latinoamericana fructificó en el anunció de la constitución de un Fondo para el Progreso
Social, realizado por Eisenhower el 11 de julio de 1960.El BID era el instrumento elegido para la
distribución de la asistencia y la supervisión de los préstamos. El programa tenía un carácter
cooperativo: los países más dispuestos a contribuir a la ejecución de un proyecto tendrían prioridad. El
objetivo consistía en estimular la movilización de capital privado mediante formas que habían sido
exitosas en Estados Unidos, tales como la creación y ayuda a sociedades de construcción y préstamos
para la vivienda. Otros campos del programa eran la colonización agraria, las obras sanitarias y la
educación técnica.
La posición argentina reclamaba un giro favorable y la relación con Brasil adquiría un rol relevante.
América latina, o más precisamente América del Sur, se consideraba el ámbito natural de la Argentina
en virtud de dos elementos: la unidad religiosa, espiritual, histórica y geográfica, y el reconocimiento de
que el desarrollo del país debía ser paralelo al de los demás de la región.
La Argentina suscribió con Brasil un convenio económico en septiembre de 1958, por tres años
renovable, cuyos objetivos eran:
1) regular los pagos entre ambas naciones para facilitar la gradual multilateralización de los mismos
entre los países latinoamericanos;
2) continuar aplicando las disposiciones del Tratado de Comercio y Navegación firmado entre ambas
naciones en 1940, y
3) facilitar la exportación e importación recíproca de frutas dentro de un régimen de libre comercio.
El problema existente con Brasil era el déficit de la balanza comercial favorable a la Argentina y que
preocupaba a los brasileños.
Ante la propuesta de Quadros, que le siguió a Kubitsckek como presidente, de una reunión de
presidentes para tratar los problemas económicos, el gobierno argentino inició gestiones para lograr la
realización de una conferencia, pero con un temario más abarcativo que la cuestión económica.
Los presidentes Frondizi y Quadros se reunieron en Uruguayana entre el 20 y 22 de abril de 1961. La
conferencia fue la culminación del entendimiento que el presidente argentino diseñó desde su ascenso
al gobierno. Frondizi afirmaba que las fricciones de la Argentina y Brasil, a través de toda su historia y su
incidencia sobre países vecinos, habían sido un factor de perturbación para toda esta parte del
continente americano. El objetivo no era desdeñar a Estados Unidos, sino “aunar esfuerzos y buscar
soluciones”.
Los temas fundamentales se referían a aspectos económicos: necesidad de replantear el comercio
argentino-brasileño sobre nuevas bases que incluían la apertura recíproca a productos manufacturados.
Otro tema que se convertiría en vertebral en la conferencia era el de la autodeterminación de cada país
en función del interés nacional, principio que podía aplicarse al caso cubano. La Argentina sostendría
que debía evitarse la segregación de Cuba del sistema interamericano, siempre que este país respetara
los compomisos del continente. Se mencionaba también el rechazo a las injerencias extracontinentales.
Frondizi ratificaría la posición “occidental y católica” de su país para alejar las fantasías neutralistas y
afroasiáticas del presidente brasileño.
El liderazgo de los dos países tendría como propósito obtener prioridad en la distribución de los fondos
provistos por la Alianza para el Progreso, para dirigir éstoshacia los otros países sudamericanos. El
objetivo era asumir una posición rectora de los dos países en el continente. El aspecto innovador del
documento era que los dos países constituirían un sistema de “consulta” sobre cualquier modificación
de importancia con referencia a problemas continentales o extracontinentales. Éste era un aspecto del
giro que Frondizi imprimió a la política exterior argentina.
Con respecto a la ALALC , la posición de los dos países concordaba en que fueran los principales
beneficiarios del incremento comercial, evitando que México llegara a asumir una posición
preponderante.
Desde el punto de vista argentino, la discusión del programa Alianza para el Progreso revestía el más
alto interés. Frondizi señaló la prioridad que debía asignarse a Brasil y la Argentina en tanto países
capaces de generar fuerzas autónomas con posibilidades de repercutir en el desarrollo de otros países.
Fue convenida la iniciación de una gestión para que la reunión del Consejo Interamericano Económico y
Social de la OEA, donde se lanzaría el programa, se realizara en Uruguay y contara con la asistencia del
presidente norteamericano. Frondizi abordó aspectos de las relaciones militares y de defensa de la
región y encontró amplia receptividad en el presidente brasileño.
La Conferencia de Uruguayana culminó con la firma de una serie de documentos. La Declaración
Conjunta suscripta por Frondizi y Quadros reconocía la condición sudamericana de ambos países y la
esencia occidental y cristiana de sus nacionalidades. La preservación de la democracia representativa y
la consolidación de la libertad y la dignidad de la persona humana exigían un esfuerzo para acelerar los
programas de desarrollo de los países latinoamericanos.
Las posiciones coincidentes de la Argentina y Brasil respecto de Cuba se materializaron en la VIII
Reunión de Consulta de Cancilleres, realizada en Punta del Este en enero de 1962, cuando sus delegados
se abstuvieron en la votación que excluyó al gobierno cubano de la OEA.
Illia
En las elecciones realizadas en 1963 (en las que seguía vigente la proscripción del peronismo) Arturo
Illia, de la UCRP, llegó a la presidencia. Desde el comienzo tuvo que enfrentar muchas dificultades: en
primer lugar, tenía la minoría en la Cámara de Diputados, lo cual obstaculizaba las medidas que se
proponía tomar. Por otra parte, las contradicciones entre las facciones del Partido Radical paralizaban
las decisiones políticas. Por último, estaba alineado con los colaboradores, y el mando del Ejército
estaba a cargo de los azules, lo cual complicaba la relación. Aún así, durante su mandato Illia logró un
crecimiento del mercado interno, una progresiva distribución del ingreso, un considerable aumento de
las exportaciones, una reducción de la deuda externa y una mejora en el índice de empleo. Pero muchas
de las medidas que tomó chocaban con intereses de diferentes sectores. En nombre de la soberanía
nacional, Illia anuló los contratos petroleros firmados por Frondizi, ganándose el rechazo de los
inversionistas extranjeros. Por otra parte intervino en el terreno económico y social a través de la Ley de
Salario Mínimo Vital y Móvil, y estableciendo límites al aumento de precios, lo que generó la
disconformidad de la Unión Industrial Argentina. A su vez, un proyecto de ley que congelaba el precio de
los medicamento derivó en la oposición de los grandes laboratorios. Por último, la relación con la CGT se
complicó cuando quiso modificar la Ley de Asociaciones Profesionales para democratizar los sindicatos.
En este contexto, los datos del crecimiento experimentado por el país quedaban relegados ante una
campaña golpista en la que confluían múltiples intereses y en cuya materialización tuvo un rol muy
importante la prensa que comenzó a desprestigiar al gobierno de Illia acusándolo de lentitud e
ineficacia, y a la política partidista en general. Así se allanó el camino para el golpe de Estado que el 28
de junio de 1966 derrocó al presidente.
Simonoff decidió analizar la política exterior de la administración radical de Arturo Illia, ya que era un
gobierno débil, y por lo tanto inestable, con evidentes conflictos internos y externos para definir y ubicar
a la Argentina en la guerra fría desde una perspectiva autonomista. El autor considero en su tesis
doctoral a la política exterior argentina durante el gobierno de Illia como “una autonomía limitada” o
“una autonomía con muchos limites.” Según Simonoff esto puede obedecer a dos motivos: o la
determinación es producto de la inestabilidad o de los modelos utilizados en el análisis de las políticas
exteriores son insuficientes para resolver el dilema. Analizar la cuestión de la autonomía se relaciona
tanto con sus aspectos teóricos como con los prácticos al mismo tiempo. Guillermo Figari define a la
política exterior como el resultado de la confrontación de las tareas impuestas por el sistema
internacional y de cómo fueron utilizados por parte de los dirigentes los recursos nacionales, tanto para
neutralizarlos como también para que esas tareas se confundieran con los objetivos nacionales.
Esta caracterización según Simonoff nos pone frente no sólo a la voluntad de los gobiernos de llevar a
cabo determinada política sino al escenario internacional que limita a la Argentina para conformar dos
términos a evaluarse: la autonomía y la inserción. De la complementación de ambos conceptos emerge
una definición de política exterior que para nuestro caso debe entenderse como “la acción de un
gobierno de un país periférico producto de múltiples aspectos (políticos, económicos y culturales) que
limitan y exceden al propio Estado al mismo tiempo, y la estructura internacional que presiona pero
también genera oportunidades”. Una vez establecida la definición de la política exterior, y concepto de
autonomía se puede analizar como ese devenir impacta en la interpretación general de las relaciones
exteriores. En el caso argentino, existe un hiato entre este modelo de dependencia nacional y la llegada
del autonomismo heterodoxo, en el que se mantiene una situación de dependencia estructural aunque
aparecen injertos autonomistas. Y así, el radicalismo incrementó la decisión autónoma en algunos
aspectos, pero el esquema básico se mantuvo. La Autonomía Secesionista significa el desafío global
donde el país periférico corta el cordón umbilical que lo unía a la metrópoli. Con motivo de la Guerra
Fría existió una reconversión de los grupos vinculados a la preeminencia británica, que empezaron a
impulsar un alineamiento con Estados Unidos. La presencia de componentes del idealismo krausista, el
latinoamericanismo-universalismo yrigoyenista y aun del propio desarrollismo en la política exterior de
Illia no implicó una posición de neutralidad en el conflicto global vigente en ese momento entre las dos
superpotencias. Muy por el contrario, actuó como independiente que es, pero no como neutral en
cuanto a la lucha ideológica que dividía al mundo.
Retorno a la democracia 1983- 2095
Política exterior del gobierno de Alfonsín
CUADRO
Política exterior del gobierno de Menem
El realismo periférico es una teoría de política exterior derivada de la particular perspectiva
(latinoamericana) de los Estados periféricos. Este punto de vista de las relaciones internacionales
entiende al sistema internacional como una incipiente estructura jerárquica basada en las diferencias
percibidas entre los Estados: los que dan las órdenes, los que las obedecen, y aquellos que se rebelan. El
enfoque periférico introduce una forma diferente de entender el sistema internacional, es decir, desde
el punto de vista único de los estados que no imponen "reglas del juego" y que sufren costos altos
cuando confrontan con los que sí lo hacen. Por tanto, la política exterior de los Estados periféricos suele
ser enmarcada y ejecutada de tal manera que el interés nacional se define en términos de desarrollo,
donde la confrontación con las grandes potencias se evita. La autonomía no se entiende como libertad
de acción, sino más bien en los términos de los costos de utilización de esa libertad.
El realismo periférico del que habla Escudé puede verse durante el gobierno de Menem ya que el rasgo
fundamental de la política exterior de este gobierno fue el sometimiento a los intereses extranjeros. De
hecho, ese sometimiento quedó claro no sólo con la intervención del FMI en la aprobación del
presupuesto nacional, sino también con el otorgamiento de jurisdicción a los tribunales de Nueva York,
para que arbitre sobre los diferendos con el capital financiero. Si sumamos a esto todas las políticas
destinadas a complacer a los EE.UU., la extranjerizaron de la economía, el endeudamiento con el
exterior, el decrecimiento de la mano de obra y la inflación operada por el congelamiento salarial
impuesto a partir de la convertibilidad, vemos cómo lejos de alcanzar los objetivos previstos años
anteriores (autonomía), se estableció una relación de dependencia y de intercambio desigual entre
nuestro país y EEUU
Sobre la base de este argumento Escudé propone la construcción de una teoría sobre las estrategias de
política exterior de Estados periféricos, dependientes, vulnerables y poco relevantes para los intereses
vitales de las grandes potencias. Según el autor, su teoría tiene un fundamento empírico claro y es
inseparable de un modelo democrático de gobierno que privilegia la defensa de los derechos
individuales. En su “diagnóstico central” sobre nuestro país indica tres caracterizaciones:
“1. La Argentina es un país periférico, empobrecido, endeudado y poco relevante para los intereses
vitales de las potenciales centrales, que ha estado afectado por una sobredosis crónica de
confrontaciones a los largo de por lo menos medios siglo.
2. Esa sobredosis le ha ocasionado graves costos y ha impedido una inserción internacional funcional
para su progreso.
3. Para superar este problema, la Argentina debe bajar el nivel de sus confrontaciones políticas con las
grandes potencias a prácticamente cero, concentrando y administrando prudentemente su poder de
confrontación en aquellos asuntos comerciales y financieros que realmente se vinculan en forma directa
con su bienestar y base de poder

El 9 de Julio de 1989 el presidente Raúl Alfonsín entrego el mando al electo Carlos Saul Menem. Se
trataba de la primera sucesión constitucional desde 1928, y de la primera vez, desde 1916, que un
presidente dejaba el poder al candidato opositor, todo hablaba de la consolidación del régimen
democrático y republicano restablecido en 1983. Pero su trascendencia quedo oscurecida por una gran
crisis económica. LA HIPERINFLACION, desatada en el mes de abril de 1989 llegó en el mes de julio al
200%, y en diciembre todavía se mantenía en un 40%. Con un estado en bancarrota, moneda licuada,
sueldos inexistentes y violencia social, quedo expuesta la incapacidad que en ese momento tenía el
estado para gobernar y asegurar el orden.
No fue sólo el veredicto de las urnas sino una compleja trama de negociaciones las que rodearían el
retorno del justicialismo al gobierno, a trece años del golpe que había puesto fin a su anterior gestión
(1973-1976). El 14 de mayo, la fórmula justicialista compuesta por Carlos Menem y Eduardo Duhalde se
había impuesto al binomio radical que encabezaba Eduardo César Angeloz y al que acompañaba Juan
Manuel Casella. Las cifras fueron contundentes: 7.862.475 (47,30 por ciento) contra 5.391.944 (32,40).
En tercer lugar se ubicó la Alianza de Centro, que postulaba al ucedeísta Alvaro Alsogaray y al
demoprogresista Alberto Natale. No hubo necesidad de negociaciones en el Colegio Electoral que, por
tratarse hasta entonces de elecciones indirectas, era el encargado de elegir al futuro presidente. Las
elecciones tuvieron un marco que reflejarían estos planos: una profunda crisis económica que terminó
con el ministro Juan Vital Sorrouille, reemplazado por Juan Carlos Pugliese, poco después sucedido en el
cargo por Jesús Rodriguez y, al final de mayo, hiperinflación y asalto a supermercados en el conurbano,
Rosario y otras ciudades. El resultado electoral y estos hechos tornaban muy lejana la fecha del 10 de
diciembre para la transferencia del poder. Finalmente, se negoció una entrega anticipada, lo cual se
concretó el 8 de julio. Ese día, Menem juró y brindó su primer mensaje ante la Asamblea Legislativa,
seguido con mucha atención desde la Casa de Gobierno, hacia donde luego se dirigió para recibir la
banda y el bastón de mando de parte de Alfonsín.
Alineamiento automático con Estados Unidos: A partir de la asunción de Carlos Menem a la presidencia
en julio de 1989 y muy especialmente tras la decisión presidencial de participar en la Guerra del Golfo,
adoptada en agosto de 1990, los vínculos entre Argentina y Estados Unidos ingresaron al paradigma de
"relaciones especiales". Dicho ingreso completó el inconcluso "giro realista" iniciado por su antecesor
Raúl Alfonsín (1). Asimismo, constituyó un paso vinculado al esfuerzo de la administración peronista por
concretar los siguientes cuatro objetivos de política económica interna y externa: la eliminación de la
hiperinflación y el logro de la estabilidad y el crecimiento económicos, la renegociación de la deuda
externa y la búsqueda de credibilidad y capitales externos. Desde la percepción del gobierno, estos
objetivos sólo podían concretarse a través de la construcción de una alianza a la vez estratégica y
económica con los Estados Unidos y los países desarrollados de Occidente y de una integración
primordialmente económica con Brasil y los países del Cono Sur.
Por cierto, esta alianza estratégica y económica con los Estados Unidos y los países desarrollados de
Occidente procuró responder a los datos provenientes del fin de la Guerra Fría en los contextos global y
regional: el colapso de la Unión Soviética, las transformaciones políticas y económicas en los países
socialistas de Europa del Este, China y Cuba, el fortalecimiento de la posición hegemónica de los Estados
Unidos y la expansión de la influencia de las instituciones multilaterales a ella ligados –Naciones Unidas
(ONU), Fondo Monetario Internacional (FMI), Banco Mundial (BM), Acuerdo de Tarifas y Comercio
(GATT), Organización Mundial del Comercio (OMC)-, la aceleración de la globalización económica y
financiera y la consolidación de la tendencia hacia la democratización en la región iniciada durante la
década de 1980. (
Con todo, como era de suponerse, este ingreso a un patrón de "relaciones especiales" con Estados
Unidos no resultó una tarea sencilla, especialmente para una gestión de matriz política peronista. Como
sostienen Mario Rapoport y Claudio Spiguel, la memoria histórica de los vínculos entre Washington y
Buenos Aires durante los gobiernos peronistas de la temprana posguerra estuvo teñida por frecuentes
momentos de tensión y escasos y limitados acercamientos. Lo propio puede decirse del ciclo de
gestiones peronistas de la década de 1970. Asimismo, los círculos políticos y empresarios
norteamericanos percibieron con inicial desconfianza la llegada de Menem a la Casa Rosada. Percepción
ligada a la filiación peronista y al perfil caudillista del candidato triunfante, quien, durante la campaña
electoral de 1989, había adoptado un discurso emparentado con el tradicional tono nacionalista y
populista de su partido. Así, el diario The Wall Street Journal del 11 de mayo de 1989, opinó, a tan sólo
tres días antes de las elecciones presidenciales, que un eventual triunfo del entonces candidato Carlos
Menem, podía provocar "un agravamiento en el caos económico de la Argentina".
Durante los años de gobierno de Menem, este ámbito adquirió una particular densidad, como fruto del
patrón de "relaciones especiales" adoptado y de la centralidad de los vínculos con Estados Unidos en
dicho patrón. Dentro del mismo cabe destacar la existencia de cuatro tipos de medidas: 1) las adoptadas
por el gobierno argentino respecto de cuestiones estratégicas vitales para el gobierno norteamericano;
2) las adoptadas por el gobierno norteamericano en el apartado estratégico de la agenda bilateral; 3) las
medidas de cooperación bilateral en materia estratégica; y 4) la persistencia de cuestiones no resueltas
en esta sección de la agenda.
Dentro de las primeras, es decir, las adoptadas por el gobierno argentino respecto de cuestiones
estratégicas vitales para las autoridades de la Casa Blanca, cabe señalar la participación argentina en la
Guerra del Golfo y la posición asumida por la administración menemista en las sucesivas crisis entre los
gobiernos de Estados Unidos e Irak; las medidas adoptadas por las autoridades de la Casa Rosada y el
Palacio San Martín en materia de política nuclear, no proliferación y tecnologías sensibles; la
desactivación del misil Cóndor II; las medidas adoptadas por el gobierno argentino para revertir las
falencias de seguridad en el aeropuerto de Ezeiza; y la posibilidad de la participación argentina en un
esquema de intervención multilateral en Colombia -"Plan Colombia"- auspiciado y dirigido por el
gobierno de Estados Unidos.
Respecto de las medidas adoptadas por Estados Unidos en el marco estratégico de la agenda, vale
destacar el levantamiento de la enmienda Humphrey-Kennedy de embargo de venta de armas
norteamericanas a la Argentina; las negociaciones por la compra de los radares estadounidenses para
los aviones A4 M y por la venta de los aviones de entrenamiento argentino Pampa a los Estados Unidos
y el ingreso de Argentina como aliado extra OTAN.
Respecto de las medidas de cooperación bilateral en materia estratégica, se pueden mencionar los
ejercicios militares conjuntos y la cooperación en la lucha contra el narcotráfico y contra el terrorismo.
Finalmente, en la categoría de cuestiones no resueltas de la agenda estratégica bilateral cabe incluir los
atentados terroristas a la Embajada de Israel y a la Asociación Mutual Israelita Argentina (AMIA), el
problema del crecimiento del lavado de dinero en la Argentina y la preocupación norteamericana por la
cuestión de la Triple Frontera.
Las medidas adoptadas por el gobierno argentino respecto de cuestiones estratégicas vitales para el
gobierno norteamericano
Argentina se retira del MONOAL : Argentina se incorpora a este organismo en el año 1973, con miras de
obtener una declaración condenatoria de los demás países por la ocupación de Malvinas. Su retiro
ocurrió en septiembre del año 1991, durante la presidencia de Menem, quién a cargo del poder
ejecutivo será protagonista de profundos cambios en la política exterior argentina y de su impacto en la
inserción internacional de nuestro país. Siguiendo esta línea, y tal como propone Souto Zabaleta, es
posible argumentar que la política exterior se convirtió en una verdadera política de Estado basada en
un sólido cuerpo argumental que le dio racionalidad a las acciones implementadas
La participación argentina en la Guerra del Golfo. Consecuencias de la misma
Así como las medidas de apertura económica y reforma del Estado adoptadas desde julio de 1989
fueron la manifestación interna del ingreso al patrón de "relaciones especiales" con Estados Unidos, la
participación argentina en la Guerra del Golfo a partir de septiembre de 1990 constituyó la primera
medida trascendente que demostró la adopción de dicho patrón en el ámbito de la política exterior. Fiel
a su perfil occidentalista pero no automático, el gobierno argentino se mostró inicialmente renuente a la
alternativa de un envío inmediato de tropas a la zona en conflicto hasta que el Consejo de Seguridad de
las Naciones Unidas así lo requiriese.
Frente a las voces reticentes dentro del gobierno, los funcionarios cercanos al entorno presidencial y los
oficiales de las Fuerzas Armadas sostuvieron la conveniencia del envío inmediato de tropas al Golfo
como un "gesto" destinado a la Casa Blanca. Señalaban que la necesidad de que se produjese ese gesto
había sido sugerida por Washington al menos en dos ocasiones: durante la entrevista pedida de modo
urgente al presidente Menem por el vicepresidente norteamericano, Dan Quayle, en Colombia, durante
la asunción del presidente César Gaviria Trujillo, y en una reunión que altos funcionarios de la Cancillería
mantuvieron con representantes de la Embajada de Estados Unidos, entre ellos, el consejero político,
James Walsh. Este sector proclive a una respuesta inmediata en favor de la participación de efectivos
remarcó la necesidad de aprender de las "lecciones del pasado", es decir, las derivadas de la tardía
declaración de guerra por parte de la Argentina al Eje, en 1945, que le costó a Argentina un tratamiento
muy diferente que el que tuvo Brasil, premiado con inversiones productivas por los miles de brasileños
muertos en Europa durante su participación en la Segunda Guerra.
Por su parte, el 20 de septiembre, el bloque de senadores del PJ demostró su disconformidad con la
decisión unilateral del gobierno, la que incluyó una acalorada discusión de dicho bloque con el canciller
Domingo Cavallo y con el ministro de Defensa, Humberto Romero. Otra importante señal de divergencia
en las filas del oficialismo tuvo lugar días después, cuando mientras el presidente del bloque justicialista
de Diputados, José Luis Manzano, aseguraba que Argentina podría enviar más efectivos militares al
Golfo "si lo piden las Naciones Unidas o los países que están participando en el embargo", el propio
presidente de la Cámara de Diputados, el justicialista Alberto Pierri, criticó la decisión presidencial de
enviar tropas al Golfo Pérsico.
No obstante estas voces divergentes dentro del propio oficialismo, el 27 de septiembre de 1990, los
senadores del PJ, en un nuevo giro, abandonaron su posición contraria al envío de tropas y la
respaldaron, rechazando el intento del bloque radical de condenarla. En este sentido fue notorio el
cambio en la posición del senador Eduardo Menem, el presidente provisional del Senado, quien
originariamente se oponía al envío de tropas y se convirtió en la sesión del 27 en el principal defensor de
la medida adoptada por el Ejecutivo. (21) En dicha ocasión, el hermano del presidente justificó la
medida, sosteniendo que "hemos resuelto apoyar la decisión del Gobierno de enviar fuerzas de paz, por
entender que esto se enmarca dentro de la resolución de las Naciones Unidas". Dijo que por tratarse de
fuerzas de paz, "no necesitaban de la autorización del Congreso" para salir del país. El senador Menem
agregó que con la actitud asumida por el Presidente, la Argentina "deja de ser un espectador y se
convierte en protagonista" de las relaciones internacionales.
La decisión adoptada por el gobierno argentino provocó el elogio verbal de las autoridades
norteamericanas. Ese mismo día 19 de septiembre, el embajador norteamericano en Buenos Aires,
Terence Todman, y el vocero de asuntos exteriores de la Casa Blanca, Roman Popaduak, notificaron el
beneplácito de Washington por la decisión del gobierno argentino de enviar tropas a la zona del Golfo
Pérsico.
Finalmente, el 1° de diciembre, fue el secretario legal y técnico de la Presidencia, Raúl Granillo Ocampo,
quien adelantó que el Poder Ejecutivo enviaría al Congreso una iniciativa para que las tropas argentinas
enviadas al Golfo Pérsico participaran activamente en una eventual guerra. Frente a esta declaración,
tanto los diputados radicales como los representantes de posturas de izquierda (Movimiento al
Socialismo -MAS-, Partido Intransigente (PI) y Partido Socialista Unificado (PSU)- anticiparon su postura
desfavorable. A su vez, otros legisladores, como la ucedeísta Adelina de Viola, solicitaron mayor
información para tratar de precisar en qué medida dicho conflicto anunciaría una guerra convencional o
nuclear, antes de fijar una posición definitiva. Por su parte, el presidente de la Cámara de Diputados,
Alberto Pierri, optó por la cautela y se abstuvo de comentar cuál sería la posición del bloque justicialista.
Junto a la reticencia parlamentaria tuvo lugar un importante debate académico respecto de este tema,
que se centró en dos cuestiones: a) el costo de adoptar una decisión sin el previo respaldo del Congreso
en términos de credibilidad externa (31); y b) la crítica a la vinculación mecánica que los funcionarios del
gobierno hicieron entre el gesto de enviar naves y su contrapartida en términos de beneficios
económicos para la Argentina.
Como era de esperarse, la presencia de Bush en la Argentina, a principios de diciembre de 1990, fue una
ocasión para que los legisladores disidentes con la posición del gobierno se hiciesen oír. Así, el diputado
Luis Zamora (MAS-Izquierda Unida) elevó ante la Cámara Baja un proyecto de declaración que solicitaba
que el cuerpo legislativo expresara su rechazo a la visita de Bush.
Por su parte, los diputados integrantes del peronista Grupo de los Ocho también expresaron su
oposición a que Bush concurriese al recinto de la Asamblea Legislativa. Lo propio hicieron los diputados
Jacinto Gaibur (peronismo), Simón Lázara (socialismo unificado) y Rafael Pascual (radicalismo), quienes
señalaron su oposición a la visita de Bush. De acuerdo con la óptica de estos legisladores, el presidente
norteamericano venía a la Argentina para promocionar su Iniciativa para las Américas, que "no es una
propuesta seria". El Partido Humanista consideró a su vez que "la visita de Bush es oprobiosa, porque se
hace cuando la desocupación, la miseria, la desnutrición y la mortalidad infantil son lo único que crece
en la Argentina" y señaló que el mandatario norteamericano era "el principal respaldo del gobierno
nacional y su política económica". (34)
Asimismo, el 4 de diciembre de 1990, el diputado nacional Guillermo Estévez Boero (Partido Socialista
Popular - Santa Fe) entregó en la Embajada de los Estados Unidos una carta personal dirigida a Bush, en
la que expresaba sus disidencias con diversas actitudes de la administración republicana, señalando que
"No estamos contra el pueblo de los Estados Unidos de América ni contra el gobierno que elige dicho
pueblo, Estamos sí decididamente en contra de políticas opuestas a los intereses de nuestros pueblos, a
los intereses de nuestra Nación y a los intereses de nuestros hermanos de América Latina".
Finalmente, el 5 de diciembre de 1990 -el mismo día del arribo del presidente Bush a Buenos Aires- el
MAS organizó una marcha de repudio a la presencia del mandatario norteamericano.
El 5 de diciembre, Bush comenzó su estadía en Buenos Aires agradeciendo a su colega Carlos Menem el
alineamiento de la Argentina con los grandes objetivos del mundo occidental. Al analizar la cuestión del
Golfo y plantear Menem que el Congreso decidiría si las naves argentinas intervendrían en caso de
guerra, Bush sostuvo que el gran argumento para aprobar esa participación era la resolución que hacía
poco había aprobado del Consejo de Seguridad de la ONU, que había autorizado el uso de la fuerza. En
una conferencia de prensa conjunta, ambos presidentes reiteraron que la única solución posible para la
crisis en el Golfo Pérsico era el retiro iraquí de Kuwait "sin condicionamientos .
El mes de enero de 1991 fue testigo de la batalla entre el Ejecutivo y el Legislativo por la permanencia o
el retiro de los efectivos argentinos presentes en la zona del Golfo. El 11 de enero, Menem reiteró a los
miembros del Parlamento la necesidad de un urgente análisis parlamentario por la presencia de las
tropas argentinas en el Golfo Pérsico, pero el afán presidencial chocaba en Diputados no sólo con la
reticencia de los legisladores en este tema sino también con la sombra de las denuncias vinculadas al
escándalo del "Swiftgate", obstáculos ambos que dificultaban las sesiones en la Cámara Baja .
El día 17 de enero, las voces en contra de la presencia argentina en el Golfo dentro del Congreso se
hicieron oír con particular intensidad. Los diputados de la oposición aprobaron en minoría en el un
proyecto de declaración que instaba al Ejecutivo a disponer el regreso de las naves. Dicha sesión incluyó
duras calificaciones de los diputados Federico Storani (Unión Cívica Radical) y Juan Pablo Cafiero (Grupo
de los Ocho) (44) y la presentación, por parte de los diputados bonaerenses del Partido Intransigente
(PI) Gustavo Moccero y Jorge Drkos, de un proyecto de declaración de juicio político contra el presidente
Menem y el canciller Cavallo, por decidir, sin consultar al Legislativo, la participación argentina en la
Guerra del Golfo. (45) El bloque de diputados justicialistas, ausentes del recinto principal, se reunieron
en el anexo con el fin de unificar la posición a favor de la permanencia de dichas naves.
Entre las voces opuestas a la presencia argentina en la zona del Golfo, vale mencionar las agrupaciones
de izquierda (Movimiento al Socialismo -MAS-, Trabajadores por el Socialismo -PTS-; Partido Obrero
-PO-; Partido Comunista –PC), Partido Obrero (PO)) y de algunos sectores aislados del peronismo y del
radicalismo (grupo peronista Descamisados, Grupo de los Ocho y Mujeres Radicales) quienes, en los días
15 –el del vencimiento del ultimátum de la ONU a Saddam Hussein para que retire sus efectivos de
Kuwait- y 23 de enero organizaron sendos actos en el Congreso bajo las consignas "Fuera yanquis del
Golfo Pérsico" y "Regreso de las tropas argentinas". Una posición similar de repudio a la guerra e
intervención del Congreso para exigir al Ejecutivo el retorno de las naves argentinas adoptó la Juventud
Radical y las agrupaciones de derechos humanos Servicio de Paz y Justicia (SERPAJ), Familiares de
Detenidos y Desaparecidos por Razones Políticas y Asamblea Permanente por los Derechos Humanos
(APDH).
Ese mismo 18, Menem enfrentó a los sectores críticos de su propio partido señalando que la Guerra del
Golfo "va a beneficiar a la Argentina". Utilizando el viejo argumento del pragmatismo comercial
argentino en el marco de un contexto bélico, sostuvo que la Argentina podía aprovechar la necesidad de
alimentos y combustibles del mundo como lo había hecho el general Juan Domingo Perón durante la
Segunda Guerra Mundial.
Finalmente, el 23 de enero tuvo lugar el último capítulo de esta batalla interna. La Cámara de Diputados
aprobó por 117 votos contra 99 la permanencia de las naves en la zona del Golfo Pérsico en términos de
"apoyo logístico" a las fuerzas de la coalición liderada por Estados Unidos. El Ejecutivo consiguió la
ratificación parlamentaria con el respaldo de la liberal Unión del Centro Democrático (UCD), los
demoprogresistas, el Movimiento Popular Jujeño, el Partido Federal, los liberales correntinos y el
Partido Provincial Rionegrino, entre otros. Votaron en contra de la iniciativa oficial los radicales, los
disidentes peronistas enrolados en el Grupo de los Ocho y el Partido Provincial Bandera Blanca. También
lo hicieron varios diputados justicialistas, entre ellos Eduardo Ferreyra, Julio Badrán, Jaime Martínez
Garbino y Raúl Rodríguez. (51) Entretanto, y en oposición a la decisión del Congreso, las agrupaciones de
izquierda MAS y PC y los peronistas del Grupo de los Ocho organizaron otra marcha, instando al regreso
de las naves argentinas.
Las medidas adoptadas por las autoridades de la Casa Rosada y el Palacio San Martín en materia de
política nuclear, no proliferación y tecnologías sensibles
Junto con la participación argentina en la Guerra del Golfo, otro indicio de la voluntad del gobierno de
Menem por ingresar y consolidación un patrón de "relaciones especiales" con Estados Unidos fueron las
medidas adoptadas en materia de política nuclear, no proliferación y tecnologías sensibles. Por cierto, el
gobierno argentino percibió correctamente el alto grado de prioridad que para las autoridades de la
Casa Blanca tuvieron –y siguen teniendo- estas áreas temáticas de la agenda, y resolvió adoptar los
pasos necesarios para evitar que estos issues continuaran constituyendo fuentes de conflicto bilateral.
Un primer gesto en este sentido lo otorgó el entonces secretario de Estado de Asuntos Multilaterales y
Espaciales, Mario Cámpora, durante la IV Ronda de Consulta sobre Temas Nucleares entre Argentina y
Estados Unidos que tuvo lugar en Buenos Aires en agosto de 1989.
Kennedy destacó durante la siguiente Ronda de Consultas en mayo de 1990 en Buenos Aires, el "alto
grado de acuerdo sobre principios, objetivos y enfoque" en materia de no proliferación nuclear, sobre la
cual Argentina tenía un comportamiento que el representante norteamericano calificó de "impecable.
Como fruto de este clima de coincidencias, el 30 de noviembre del mismo año, el presidente de la
Comisión Nacional de Energía Atómica (CNEA) de la Argentina, Manuel Mondino, y el jefe de la Comisión
Regulatoria Nuclear de los Estados Unidos (USNRC), Kenneth Carr, suscribieron un memorandum de
entendimiento para el intercambio de información técnica sobre la seguridad de los reactores nucleares
de potencia e investigación. Fue el primer acuerdo sobre los usos pacífico de la energía nuclear suscripto
entre ambos países.
Finalmente, como fruto de las medidas adoptadas por el gobierno argentino en materia de no
proliferación nuclear y tecnologías sensibles, vale destacar la positiva repercusión que las mismas
tuvieron en los países integrantes del Régimen de Control de Tecnología Misilística (MTCR). El 11 de
marzo de 1993, la Cancillería argentina informó en un comunicado que en su reunión de Canberra,
Australia, los países integrantes del mencionado Régimen (entre ellos Estados Unidos) resolvieron
invitar a la Argentina a incorporarse al organismo en su próxima reunión, a fin de año en Suiza. El
comunicado expone también que la invitación "significa un claro reconocimiento de los pasos
concretos" dados por la Argentina en el ámbito de la no proliferación de las armas de destrucción
masiva. Uno de dichos pasos fue precisamente la finalización del proyecto Cóndor, objeto de análisis del
siguiente apartado.
Fin del paraguas de soberanía. Malvinas
La desactivación del misil Cóndor II: Por cierto, el test más importante que atravesó la adopción de este
patrón de "relaciones especiales" con los Estados Unidos fue, sin lugar a dudas, la desactivación del misil
Cóndor II, un proyecto desarrollado por la Fuerza Aérea durante el régimen militar (73) y que, a pesar
de las presiones combinadas de Estados Unidos e Israel, no había sido interrumpido tras el
advenimiento del régimen democrático en 1983. Cabe destacar al respecto la sanción de los decretos
secretos 604 del 9 de abril de 1985 -por el cual el Ejecutivo aprobó los programas Cóndor I y Cóndor II-
(74) y 1315 del 13 de agosto de 1987 –que permitía la continuación del Cóndor II y la exportación de
parte de su tecnología a través de una nueva sociedad anónima, la empresa Integradora Aeroespacial
S.A. (INTESA)- (75); la exposición del Cóndor 1-AIII en el 36 Salón de Aeronáutica y Espacio en París en
mayo de 1985 por parte de los oficiales de la Fuerza Aérea argentina –estrategia que estuvo destinada a
retrasar las presiones internacionales en contra del proyecto a través de su presentación pública- (76); y
la primera prueba "de banco" de los motores de combustible sólido desarrollados para el Cóndor II en la
planta de Falda del Carmen (Córdoba) a principios de 1988.
Durante la gestión de Menem, el proceso de desactivación del proyecto Cóndor atravesó tres etapas
diferenciadas, en las que se registró un progresivo incremento de las presiones de Washington: una
inicial, de demora en la decisión de desmantelar el misil, que se extendió entre julio de 1989 y abril de
1990; una etapa intermedia, de conflictos interministeriales respecto de la suerte del proyecto y de
resistencia de la Fuerza Aérea argentina a las presiones norteamericanas, etapa ésta que se inició con el
anuncio de paralización del proyecto por parte del ministro de Defensa Humero en abril de 1990 y
culminó con el decreto presidencial 995 del 28 de mayo de 1991, que decidió el fin del misil; y una
última etapa, de implementación de la decisión adoptada por el decreto 995, que se extendió desde
mayo de 1991 hasta septiembre de 1993, fecha en la que los últimos restos del Cóndor II arribaron a
España.
Respecto de la primer etapa o etapa inicial, la administración Menem vivió lo que Anabella Busso,
basándose en fuentes de la Cancillería, denomina una "etapa mística" con respecto al Cóndor, similar a
la experimentada por la gestión de su antecesor. Según la citada especialista, los relatos de los oficiales
de la Fuerza Aérea y su capacidad para cautivar a la dirigencia política –dote que evidenciaron tanto el
jefe del Estado Mayor de la Fuerza Aérea, brigadier Ernesto Crespo, durante la gestión de Alfonsín,
como su sucesor, José Juliá, durante la de Menem-, fueron factores que, sumados a las ideas del propio
presidente en referencia al desarrollo aeroespacial, demoraron la decisión de desmantelar el misil desde
julio de 1989 hasta mayo de 1991 y su ejecución hasta 1993.
Durante esta etapa inicial, el gobierno y las autoridades militares norteamericanas emitieron varios
mensajes que refutaron las expectativas de los oficiales aéreos y del propio gobierno argentino, en tanto
vincularon la concesión de créditos financieros a la economía argentina y la asistencia técnica en el
campo de la investigación espacial a la adopción de un paso previo: la desactivación del misil. Dicha
vinculación de cuestiones apareció durante el primer encuentro entre los presidentes Carlos Menem y
George Bush, entre el 25 y 29 de septiembre de 1989, tanto en las conversaciones que Bush y su
secretario de Estado James Baker tuvieron con Menem y a los ministros de Economía Néstor Rapanelli y
de Relaciones Exteriores, Domingo Cavallo; como en las que mantuvieron la subsecretaria de Defensa
Nancy Doran y jefe de Estado Mayor de la Fuerza Aérea, brigadier José Juliá. También tuvo ocasión de
manifestarse a través de las presiones que el brigadier Juliá recibió de parte del jefe de la aviación
norteamericana, general Larry Welsh, durante su visita a Buenos Aires en marzo de 1990 y del
subsecretario del Departamento de Estado para los Asuntos Nucleares y de Desarme, Reginald
Bartholomew, durante la visita de Juliá a Washington en mayo del mismo año. Para ambos visitantes, el
fin del Cóndor constituyó un paso previo a cualquier posible negociación sobre los dos temas que
interesaban a los oficiales aéreos argentinos: la cooperación militar bilateral y la compra del avión
argentino Pampa por parte de la Fuerza Aérea norteamericana.
Frente a estas presiones norteamericanas, el gobierno argentino anunció a través de su ministro de
Defensa Humberto Romero la paralización del Cóndor en abril de 1990. Pero estas declaraciones no
conformaron a las autoridades norteamericanas, quienes temían que el congelamiento del proyecto
fuese tan sólo una estrategia temporal, destinada a dilatar su fin.
Esta declaración de congelamiento del proyecto Cóndor por parte del ministro Romero y del presidente
Menem abrió una segunda etapa en el intrincado proceso de desmantelamiento del Cóndor, que, como
se ha dicho, se extendió entre abril de 1990 y mayo de 1991. Durante la misma, Menem adoptó un paso
en la dirección realmente deseada por las autoridades de la Casa Blanca y el Pentágono cuando el 20 de
julio de 1990 sancionó el decreto secreto 1373. Dicho decreto dispuso la disolución de la empresa
INTESA, la rescisión de los contratos firmados por ella y la colocación de la planta de Falda del Carmen
bajo el mando directo del jefe del Estado Mayor de la Fuerza Aérea. Por su parte, los técnicos del
Programa Secreto Cóndor debían colocar todo en manos de la Comisión Nacional de Investigaciones
Espaciales (CNIE).
No obstante, las presiones norteamericanas sobre el proyecto Cóndor aumentaron notoriamente a
partir de la invasión de Irak a Kuwait en agosto. La probable participación iraquí en el nacimiento y
desarrollo del Cóndor y la posible transferencia de la tecnología de este misil al régimen de Saddam
Hussein en el contexto bélico se convirtieron en dos poderosas razones que alimentaron la
preocupación de las autoridades norteamericanas, las cuales colocaron esta cuestión en el tope de la
agenda. En este marco, el embajador Todman recibió del Departamento de Estado la orden de
intensificar las presiones para conseguir la destrucción del Cóndor II, y el consejero científico Paul
Maxwell las de obtener del presidente de la CNIE, comodoro Miguel Guerrero, la más completa
información sobre la situación del proyecto. Mientras el diplomático presentó el 6 de septiembre un
"non paper" dirigido a los Ministerios de Relaciones Exteriores y Defensa pidiendo aclaraciones sobre
cuestiones vinculadas al Cóndor, lo propio hizo el consejero científico norteamericano, quien anunció la
visita de un grupo de técnicos norteamericanos a la planta de Falda del Carmen con el fin de extraer la
información que no había podido obtener de Guerrero. Ante este juego de presiones, que exigieron el
fin del Cóndor como paso previo a la cooperación financiera y militar bilateral, el presidente Menem
decidió dar otro paso en dirección a las expectativas de Washington, ratificando en ese mismo mes de
septiembre la paralización del proyecto y ordenando en secreto a la Fuerza Aérea que frenara el
desarrollo del misil.
En enero de 1991, los técnicos norteamericanos llegaron a la Argentina y recorrieron instalaciones en
Mendoza, La Rioja, Córdoba, Chubut y Buenos Aires. El balance de la visita arrojó un enorme conjunto
de dudas que, volcadas en un documento secreto de la embajada norteamericana, se convirtieron en un
nuevo instrumento de presión diplomática adicional.
Como respuesta a la incrementada presión norteamericana, se hicieron oír las voces contrarias a la
destrucción del misil dentro y fuera del gobierno. Dentro del gobierno, tuvieron lugar una serie de
reuniones que evidenciaron dos posiciones enfrentadas en relación a esta cuestión. Una de ellas fue la
representada por los ministros de Relaciones Exteriores y Economía, Guido Di Tella y Domingo Cavallo,
respectivamente. Ambos fueron partidarios de una destrucción con verificación internacional, como
paso destinado a frenar la carrera armamentista en la región y las presiones internacionales según la
óptica de Di Tella y atraer los créditos externos necesarios para alimentar el plan de convertibilidad
según la de Cavallo. La otra posición, partidaria del reciclaje de las partes del Cóndor para usos civiles,
fue la defendida por el ministro de Defensa, Erman González y por el jefe de Estado Mayor de la Fuerza
Aérea, brigadier José Juliá. Este enfrentamiento interministerial duró cuarenta y tres días, desde el 16 de
abril hasta el 28 de mayo de 1991.
Fuera del gobierno, el principal partido de la oposición, el radicalismo, hizo oír sus objeciones ante lo
que interpretaba como una claudicación del gobierno frente a las presiones norteamericanas. Así, el ex
ministro de Defensa del gobierno de Alfonsín, Horacio Jaunarena, protagonizó con Cavallo una guerra
que tuvo como tema central la participación iraquí en el proyecto Cóndor y que se desarrolló en tres
frentes: el parlamentario –desarrollado en septiembre de 1990 en el contexto del informe presentado
ante los legisladores acerca de la decisión del gobierno de enviar tropas al Golfo Pérsico-; el televisivo –
en enero de 1991- y el epistolar –también en enero.
Asimismo, el 24 de abril, el gobernador de Córdoba, Eduardo Angeloz, se opuso al desmantelamiento
del proyecto, en tanto constituía "una actividad que representa mucho para el progreso tecnológico de
Córdoba". Por su parte, el bloque de diputados de la UCR calificó de "inadmisible" el desmantelamiento
del Cóndor II y solicitó que concurriesen a la Comisión de Defensa de la Cámara Baja el canciller Guido Di
Tella y el ministro de Defensa Antonio Erman González, para que informasen al respecto.
Por su parte, a principios de mayo, tuvo lugar el primer choque de declaraciones entre el presidente
Menem y su antecesor respecto de esta delicada cuestión. Menem sostuvo que el gobierno "nunca
jamás va a aceptar presiones de ningún tipo, no importa de donde vengan" respecto del destino que
tendría el proyecto Cóndor II. Menem dijo que el proyecto "quedó totalmente desactivado" pero
destacó que "la El 28 de mayo, el Poder Ejecutivo resolvió dar un punto final al enfrentamiento
interministerial a través de la sanción del decreto 995. El mismo dispuso en su artículo 8º la muerte del
misil, tecnología desarrollada para su construcción puede ser utilizada con fines pacíficos.
Durante el resto de 1991 y 1992, la Fuerza Aérea y Defensa aprovecharon esta falencia del decreto –la
ausencia de la palabra destrucción- a través de dos métodos diferentes. Los oficiales aéreos ocultaron
partes del misil impidiendo que el gobierno y en especial la Cancillería pudieran contar con un inventario
completo de los distintos componentes. Por su parte, Defensa se aferró al texto del decreto y habló de
reciclaje con fines pacíficos. (91) Un ejemplo cabal al respecto fue el anuncio del ministro González
respecto del destino civil que se daría al Cóndor, efectuado el 11 de febrero de 1992, durante el acto de
traspaso del proyecto de la Fuerza Aérea a la CONAE, organismo dependiente de la Presidencia de la
Nación.
Tras adoptar estos pasos, el gobierno argentino ingresó en una tercera etapa del proceso, la de
ejecución de la desactivación del Cóndor. Manejó dos opciones en referencia al destino final de los
componentes desactivados del misil: Estados Unidos o España, otro miembro del MTCR. La elección
cayó en la segunda, debido a que, como señala Anabella Busso, constituía una alternativa menos
irritante para la Fuerza Aérea y para la opinión pública en general.
Por su parte, el gobierno contraatacó con una estrategia que no se limitara a la mera supresión del
proyecto Cóndor II sino en su reemplazo por una actividad espacial pacífica en la cual el derecho
argentino a desarrollar tecnología de punta en este campo no pasara por la construcción de misiles
(arma de destrucción masiva) no, mucho menos, el vendérselos a Irak o a cualquier Estado involucrado
en un conflicto tan estratégico y sensible como el de Medio Oriente, donde, como lo había demostrado
la experiencia del Cóndor, el accionar argentino chocaría con intereses estratégicos de grandes
potencias en u conflicto en que la Argentina no jugaba ningún interés nacional directo.
Las primeras negociaciones con España se iniciaron en abril de 1992, ocasión en la que viajó a Madrid
una comitiva integrada por el ministro de Defensa Erman González, el secretario de Defensa Juan
Ferreira Pino, el Jefe de Gabinete de la Cancillería Andrés Cisneros, el secretario Menicochi y el
presidente de la CONAE, Dr. Jorge Sahade. Como respuesta a esta visita, en junio de 1992, la Cancillería
recibió a una delegación de científicos del Instituto Nacional de Tecnología Aeroespacial (INTA) de
España, quien fue invitada a visitar la planta de Falda del Carmen. (95)
No obstante estos contactos con España, el gobierno norteamericano no ocultó su intranquilidad ante la
aparición de una editorial de Nathaniel Nash en el diario The New York Times del 19 de agosto de 1992
respecto de la negativa de la Fuerza Aérea argentina a dar por terminado el proyecto Cóndor y del
ocultamiento de 14 cohetes con sus motores intactos y partes esenciales del sistema de guía, fuera del
alcance del gobierno. Como era de esperarse, las autoridades de los Ministerios de Relaciones Exteriores
y Defensa desmintieron estas versiones, pero las autoridades de Washington redoblaron sus presiones
diplomáticas para inutilizar todas las partes del misil que aún existían y, por esta vía, doblegar la
resistencia de la Fuerza Aérea argentina al fin del proyecto.
El cambio de signo político ocurrido tras las elecciones de noviembre de 1992, con la llegada del
demócrata Bill Clinton a la titularidad de la Casa Blanca, no implicó ninguna modificación en la política
de Washington hacia este tema sensible de la agenda. Muy por el contrario, Clinton compartió con su
antecesor la preocupación por el pronto final del proyecto misilístico argentino.
De acuerdo con el carácter prioritario que las autoridades de la Casa Blanca y de la Embajada
norteamericana en Buenos Aires otorgaron a esta cuestión, el gobierno de Menem respondió a dichas
presiones a través de la adopción del decreto 1903/93 que autorizó la exportación de las distintas partes
del Cóndor a España. El 10 de enero de 1993 llegó el primer envío a la base naval española de Rota, con
los componentes menos importantes que habían sido entregados por la Fuerza Aérea al gobierno. Esta
situación colocó en una posición muy incómoda al canciller Di Tella quien, procurando frenar la presión
de Washington, afirmó en dos oportunidades, el 1° y el 3 de marzo de 1993, que "la Argentina ya le dio
el punto final al Cóndor II" que llegó a España a fines de enero para ser desactivado.
Los esfuerzos del canciller argentino por apagar las dudas del Pentágono encontraron un aliado en la
Embajada norteamericana en Buenos Aires, organismo que el 8 de marzo de 1993 distribuyó un
comunicado en el que, al avalar la actitud del gobierno argentino, desautorizó las afirmaciones de
Witman.
Este ciclo de crisis entre el embajador norteamericano y el ministro de Defensa comenzó su epílogo a
partir del 23 de junio, cuando el sucesor de Todman, James Cheek, se reunió con Camilión. En dicho
encuentro se acordó que las partes faltantes del Cóndor serían enviadas a España en la primera semana
de septiembre de 1993. (110) Dos días después, el 25 de junio, agregado científico de la embajada
norteamericana en la Argentina, Paul Maxwell, pudo ver en vivo y directo algunas de las partes perdidas
del Cóndor II en la base Aérea Material Quilmes, lo cual pareció evidenciar por primera vez la buena
disposición de la Fuerza Aérea argentina a las inspecciones norteamericanas. (111)
Durante la visita de Menem a Estados Unidos, que tuvo lugar a fines de ese mes de junio, el tema
Cóndor figuró entre los temas de agenda tratados con Bill Clinton. Pero los puntos de fricción entre el
gobierno argentino y el norteamericano en este tema parecieron definitivamente cerrados, a juzgar por
las expresiones del jefe de Estado Mayor de las Fuerzas Armadas, general Colin Powell, quien sostuvo,
durante su encuentro con Menem, que la desactivación del misil Cóndor respondió a una decisión "sabia
y prudente del gobierno argentino" y constituía "un ejemplo para el mundo". (112)
Una secuela de las presiones norteamericanas a favor de la desactivación completa del Cóndor II,
ejercidas a través del embajador Todman, fue, sin lugar a dudas, el alejamiento temporario del
comodoro Miguel Guerrero, director del proyecto, a partir de agosto. El diplomático norteamericano, en
una reunión que mantuvo con el ministro de Defensa Oscar Camilión, objetó la continuidad y la actitud
de Guerrero, uno de los principales defensores del proyecto y opositor al desmantelamiento definitivo
del producto militar de la planta cordobesa de Falda del Carmen.
Esta polémica decisión del ministro de Defensa provocó la reacción del titular de la Comisión de Defensa
de la Cámara de Diputados, el justicialista Miguel Angel Toma.
Días después, el ministro de Defensa Oscar Camilión declaró que el comodoro Guerrero había pedido su
licencia "por las de él, sin perjuicio del tema Cóndor" y que él no haría nada por revertir dicha situación.
(115)
Este tema tuvo su punto final, el 27 de septiembre, fecha en la que se concretó el segundo de los envíos
de restos sensibles del Cóndor a España. Dichos envíos totalizaron 41 containers.
Mercosur. Plan estratégico con Brasil
Politica exterior durante el gobierno de la Rua
Política interna: Fernando de la Rúa, candidato de la Alianza, fue electo presidente en las elecciones de
1999, y el justicialismo perdió la mayoría en la Cámara de Diputados. La Alianza y su fórmula De la Rúa-
Álvarez obtuvo el 48,5% de los sufragios, contra el 38,09% del binomio peronista Eduardo Duhalde-
Ramón Ortega. En tercer lugar, con el 10,09% de los votos, aparecía el ex ministro de Economía
Domingo Cavallo.
Uno de los éxitos de la campaña electoral fue el primer spot televisivo de De la Rúa, en el cual
pronunciaría la frase "Dicen que soy aburrido..." con la cual se lo relacionaría más adelante. Dicho spot
buscaba contrastar al candidato presidencial con la frivolidad que el público percibía en el gobierno
menemista. La campaña electoral estuvo a cargo de Ramiro Agulla, David Ratto (publicista de Raúl
Alfonsín en las elecciones de 1983) y Antonio de la Rúa, este último hijo del propio Fernando de la Rúa.
El hijo del presidente lideraría al "Grupo Sushi", un entorno con influencia en las decisiones de Fernando
de la Rúa.
Los Problemas existentes: La victoria de De la Rúa se debió al fuerte rechazo público hacia la figura de
Carlos Menem, así como también al deterioro de la situación económica del país, que en 1999
terminaba con una caída del PBI de alrededor de 3,4 puntos porcentuales respecto al año anterior.
El desempleo se acercaba al 14 por ciento, luego de haber alcanzado la cifra récord de 18,6% algunos
años antes, y la pobreza había sido triplicada en proporción a la existente antes de llegar Menem al
poder.
El país tenía serios problemas en materia educativa y sanitaria, y la dirigencia política tenía una mala
imagen pública. Además, el gobierno peronista dejaba un elevado déficit fiscal, con un rojo de más de
10 mil millones de pesos, una deuda externa del orden de los 150 mil millones anuales con vencimientos
de casi 25 mil millones en el año próximo.
Las medidas económicas: De la Rúa tomó severas medidas de ajuste con el propósito de sanear las
finanzas.
El aumento impositivo decretado sobre las clases medias y altas hacia enero de 2000 como también una
reducción de salarios estatales y jubilaciones del 10 %, fueron parte de un paquete que procuró en
general mejorar la economía, así como atender deudas pendientes como el Fondo para el Incentivo
Docente, pero esto resultó sin embargo insuficiente para resolver el deterioro de las finanzas públicas.
Al asumir también se debió intervenir la Provincia de Corrientes que desde hacía meses estaba en un
grave conflicto político y financiero, con paros ininterrumpidos y la destitución del gobernador Hugo
Rubén Perie. La tarea le fue encomendada a Ramón Mestre que debió normalizar la situación provincial.
A lo largo del año 2000 el gobierno buscó controlar el gasto público, bajar las tasas internas de interés y
mantener la estabilidad monetaria y financiera. El año finalizó con una leve baja del 0.5 % del PBI y con
una desocupación del 14.7 % (datos del INDEC de octubre del 2000). También se mantuvieron las
reservas internacionales en el orden de los 33 mil millones de dólares, mientras redujo el déficit fiscal en
unos 5 mil millones de pesos.
Lanzó iniciativas como el Plan de Infraestructura que mediante acuerdos con los gobiernos provinciales
y financiamiento privado buscaba realizar obras de caminos, agua y vivienda en todo el país por 20 mil
millones de dólares. La medida fue tomada por decreto ya que, según el ministro del interior Federico
Storani, no había seguridad de que el Congreso sancionara la ley con la rapidez necesaria.
En medio de estos problemas, también hubo aspectos positivos, como fue lograr que en el ciclo lectivo
del año 2000 se cumplieran 180 días de clases, recórd en más de una década, gracias al interés que se
puso en aumentar las semanas del periodo escolar como en evitar conflictos docentes con el pago del
incentivo docente.
El Blindaje financiero: El gobierno de De la Rúa pidió ayuda complementaria al Fondo Monetario
Internacional (FMI) y a los bancos privados para reducir la presión de la deuda externa.
En diciembre de 2000, el ministro de Economía José Luis Machinea negoció un paquete de salvataje de
cerca de 40.000 millones de dólares, conocido como Blindaje financiero.
La apuesta era ganar confianza y credibilidad en el exterior para así bajar los pagos de intereses y
renovar más fácilmente los vencimientos.
El Corralito: En noviembre, el gobierno de De la Rúa inició una reestructuración de los compromisos de
la deuda externa, denominada "Megacanje". Hacia fines de ese mes, el agravamiento inusitado de la
situación económica, con inversiones que se alejaban debido a la complicada situación política, provocó
desconfianza pública en el sistema financiero, por lo que se produjeron fuertes retiros de depósitos
bancarios.
Para frenarlos, el ministro de Economía impuso restricciones que implicaban el congelamiento de los
fondos depositados en los bancos, medida conocida como el "corralito".La medida fue promulgada el 1
de diciembre y originalmente permitía sólo un retiro de 250 pesos en efectivo semanales, la prohibición
de enviar dinero al exterior del país y la obligación de realizar la mayor parte de las operaciones
comerciales mediante cheques, tarjetas de crédito o de débito, y tenía prevista una duración por 90
días.
El corralito fue altamente impopular y perjudicó todavía más a numerosos sectores de la economía
argentina.
El FMI, en tanto, endureció su posición y se negó a enviar 1.260 millones con los que se había
comprometido a colaborar en el marco del préstamo conocido como "Blindaje", argumentando que la
Argentina no habría cumplido sus compromisos de mantener el "déficit cero".
El final del gobierno: Hacia el 19 de diciembre, la situación social se volvió incontrolable, con saqueos y
desmanes en los puntos más importantes del país.
El Presidente llamó a la población a la calma, pero la rebelión popular, en lugar de terminar, sumó el
apoyo de la clase media, histórico bastión electoral del radicalismo.
La misma se implicó por el congelamiento de los depósitos bancarios. A la medianoche renunció el
ministro de economía Domingo Cavallo y el resto del gabinete puso sus renuncias a disposición del
Presidente. El 20 de diciembre la Ciudad de Buenos Aires estaba desbordada por una ola de saqueos a
supermercados y establecimientos comerciales de diversos tipos.
Sin embargo el vandalismo no disminuyó, e incluso aumentó a pesar del estado de sitio.Finalmente se
produjeron 27 muertos y más de dos mil heridos.
A esto se le sumó un cacerolazo generalizado y marchas de miles de personas autoconvocadas que
reclamaban la renuncia del gobierno.
En el centro porteño la policía federal era desbordada, aunque lograba mantener la violencia fuera de la
Plaza de Mayo.
Los gremios convocaron a huelgas como protesta por el estado de sitio. Inicialmente la CTA inició una
huelga de 24 horas el 20 de diciembre.Al día siguiente (a pesar de haber tenido lugar la renuncia de De
la Rúa) se sumarían la CGT de Rodolfo Daer en una huelga de 36 horas y la de Hugo Moyano por tiempo
indeterminado.
El Presidente perdió definitivamente el respaldo de la mayoría de su propio partido, la Unión Cívica
Radical, y aferrado al escaso sector radical que aún le respondía intentó convocar al justicialismo a un
acuerdo de gobernabilidad, sumándose al gobierno.
El obvio rechazo del PJ decidió a De la Rúa a presentar su renuncia al Parlamento a las 19.45 horas del
20 de diciembre de 2001, cuando no había completado sino apenas la mitad de su mandato
constitucional
Política exterior del gobierno de Duhalde
Política exterior del gobierno de Kirchner

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