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Lengua y Literatura

Las ciudades invisibles.

2)
Valdrada.
Muchas casas juntas algunas sobre pequeñas montañas y demasiadas
calles, aunque césped de un fuerte color verde también se ve. La ciudad está a
orillas de un lago, pero elevada, desde donde se observa el perfecto reflejo de
la ciudad sobre el agua.

Turde.
Un aeropuerto, grande y blanco, iluminado sólo con luces artificiales, con los
asientos de espera negros contrastando de todo lo demás, y lleno de diferentes
tiendas para comprar lo que sea.

Eudoxia.
Un mapa de una ciudad, con los recorridos marcados y distintos destinos.

3)
Las ciudades y los ojos.1: Narrador en 3ra persona, no participante,
omnisciente.
Las ciudades continuas. 2: Narrador en 1ra persona, participante, no
omnisciente.
Las ciudades y el cielo. 1: Narrador en 2da persona, no participante, no
omnisciente.
4)
La ciudad en las nubes.

Siempre caminas por esas calles, aunque toda tu vida lo hiciste. Tus ojos
sólo siguen el movimiento de tus pies, sin ver más allá, y todos los días lo
repites; pero hoy, hoy algo llamó tu atención: una luz, una luz que notaste de
reojo, pero cuando alzaste la vista y miraste el alrededor, te diste cuenta de
dónde estabas, aunque te sentiste más perdido que nunca, como si fuera la
primera vez que estuvieras allí. Entonces comenzaste a observar, observaste
las nubes que rodeaban la ciudad, nubes que por alguna razón se pintaban de
un color rosa pastel. Observaste los edificios, altos, con ventanales enormes
que generaban un hermoso contraste entre el azul de los vidrios y el blanco de
las paredes, los árboles parecían simétricamente colocados en cada lado de
las calles, calles que más bien parecían senderos, blancos, acompañando las
demás estructuras. Cuando levantaste la cabeza y viste un cielo, viste un cielo
liso, sin nubes, no había, sólo las que estaban al ras de la ciudad. Una ciudad
flotante, tal vez.
Te diste cuenta de las cosas te rodean, y de lo que no está allí también.
Notaste que en la ciudad no hay muchos habitantes, era un detalle notorio e
irónico: una ciudad enorme para tan pocas personas, y que, a pesar de eso, la
ciudad te envolvía con una calidad que te hacía sentir realmente cómodo. Una
ciudad hermosa sin dudas.
De pronto, otra vez ese destello, lo viste, viste de dónde venía. No
dudaste en acercarte a aquel borde que tenía un aspecto inseguro. A medida
que más te acercabas más podías ver esas luces que aparecían de la nada
con claridad. Te acercaste y las observaste de cerca, observaste el colchón de
nubes que parecía sostener la ciudad, su aspecto suave y esponjoso te
cautivó. Algo empezó a crecer dentro de ti, y cuando otra luz blanca volvió a
nacer de aquel mar de algodón rosa, la curiosidad aumentó más. A tu lado
había una piedra y no tuviste que pensar dos veces para tirarla. Otra vez
observaste: la piedra había pasado como una bala a través de una nube y un
agujero quedó en su lugar. Con la curiosidad a flor de piel una idea apareció en
tu cabeza y empezaste a buscar por todo el lugar. Por suerte, encontraste un
pedrusco, descansando justo en la orilla, pareciera que lo hubieran dejado ahí
a propósito, justo para ti. Con una sonrisa te acercaste y junto una gran fuerza
que no supiste de dónde salió, la empujaste. Una vez más observaste,
observaste cómo la gran roca se hundió en las nubes y el gran agujero que
dejó detrás de sí.
La ciudad en las nubes era una ciudad hermosa, sin dudas. Demasiado
hermosa a comparación de la que se dejó ver a lo lejos por el hueco que
hiciste: una ciudad con tonos grises, siendo el oscuro verde de los árboles el
único color que resaltaba, y lo que más llamó tu atención era el agua que
brotaba por debajo de las nubes. En ese momento empezaron las preguntas,
¿qué es esa ciudad? ¿por qué todo se ve tan frío y gris a comparación de tu
ciudad? ¿qué se siente estar abajo? Y la gran duda surgió: ¿ir a explorar aquel
mundo o seguir viviendo en las nubes?

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