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El Fideicomiso resulta una figura atractiva, por las ventajas que legalmente le
han sido asignadas.
Una primera ventaja es que el Patrimonio Fideicometido tiene la calidad de
“patrimonio autónomo”. Este patrimonio es “autónomo”, porque legalmente los
bienes, fondos y derechos transferidos “no están” o “no forman parte” del
patrimonio del Fiduciario, Fideicomitente, o Fideicomisario.
Así por ejemplo, los fondos públicos a ser transferidos como patrimonio
fideicometido tendrían que estar sujetas a los “Lineamientos para la Gestión
Global de Activos y Pasivos” y al “Reglamento de Depósitos” dictados por la
Dirección General de Endeudamiento y Tesoro Público.
Adicionalmente, los Fideicomisos podrían ser considerados como un
instrumento financiero elegible para la colocación de fondos públicos.
Consideramos que estos ajustes serían compatibles con el objetivo de
administración de fondos públicos que busca el Sistema Nacional de Tesorería.