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Acuerdo con el FMI: afianzar y profundizar la destrucción social (*)

Uno de los temas principales de la agenda pública y gubernamental viene siendo


el discutido acuerdo con el Fondo Monetario Internacional. Como es habitual en
estos casos, a medida que se acerca la posibilidad de cerrar el pacto con mayor
entrega y depredación, se intensifica la acción de los medios de in-comunicación
y des-información para meter miedo en la población sobre el supuesto peligro
de un no acuerdo, buscando legitimar así el acto de traición al pueblo argentino
por parte de la partidocracia que nos gobierna.

El modelo neocolonial que se despliega en la Argentina luego de la profunda


crisis de cambio de siglo, implica potenciar a los sectores del extractivismo
depredador, que generan bienes exportables a costa de la destrucción del
territorio, de la entrega de nuestros bienes comunes y de la contaminación
masiva del ambiente, provocando graves secuelas a las poblaciones donde se
realiza. Monoproducción de transgénicos con uso masivo de agrotóxicos,
megaminería destructiva y tóxica, explotación de hidrocarburos con la técnica
demencial del fracking, son algunas de las actividades que se promueven como
“estratégicas” y “esenciales”, están en manos mayoritarias de firmas
extranjeras y dejan en evidencia la decisión de considerar a nuestro territorio
nacional como zona de sacrificio (de personas y de vida en general).

Es un proyecto que viene siendo altamente exitoso para las grandes


corporaciones saqueadoras de los países más poderosos de la Tierra, y para el
capital usurero internacional que se queda con porciones mayoritarias de la
torta. Pero es letal para la sociedad argentina, que muestra grados de
deterioro pocas veces visto en nuestra historia, con la mitad de la población
viviendo en condiciones de pobreza, situación más grave aun para nuestros
chicos que alcanzan los dos tercios sobreviviendo en ese estado (problemas que
distan de ser una preocupación para los dueños del poder).

Parte esencial de ese modelo es la sumisión a los acreedores usureros, por una
deuda ilegítima y fraudulenta asumida primariamente por la última dictadura
militar y aceptada vergonzosamente por los gobiernos que han gestionado el
Estado desde el retorno a la democracia. Una deuda que nunca debimos, que ya
la pagamos más de diez veces y que cada vez debemos más. Y esa sumisión
implica no sólo transferir ingentes recursos financieros en moneda extranjera,
sino también aceptar los condicionantes de política económica interna que
imponen a los gobiernos cipayos en contra del pueblo argentino, y que agravan
los efectos negativos del modelo (económicos, sociales y ambientales).
Endeudadores y pagadores seriales: dos caras de la misma moneda

A pesar de los numerosos cambios de papeles a partir de la original deuda ilícita


denunciada por Alejandro Olmos en 1982 y declarada así por el juez Ballesteros
en el año 2000, hay que aclarar que por su origen fraudulento es nula y no
pueden valer los instrumentos posteriores que la fueron reemplazando. Sin
embargo, los gobiernos de distintos signos políticos han aceptado pagar la
estafa, obviamente a costa del sacrificio permanente de los sectores
mayoritarios. En ese sentido, el rol del Estado ha sido muy activo y presente,
para garantizar el pago del tributo a los usureros, aplicando para ello sucesivas
políticas de ajuste.

En ese camino tortuoso y fraudulento, el FMI fue partícipe importante en más


de una oportunidad, prestando generosamente fondos al Estado argentino para
facilitar la fuga de capitales por un puñado de grandes especuladores, y luego
presionando para que se pague la deuda con más sacrificio y entrega de quienes
nunca participaron de la fiesta.

El antecedente de principios de siglo es ilustrativo. Con un plan delictivo


acordado en el 2001 por el entonces ministro Cavallo (gobierno de la Alianza),
los bancos comerciales y el FMI, esta institución prestó al Estado casi 10 mil
millones de dólares, que servirían para potenciar el saqueo de divisas que se
estaba produciendo ese año nefasto para la democracia y para toda la sociedad.
Lo hizo violando sus propios estatutos, que prohíben hacer préstamos con esos
cuestionables destinos. Sin embargo, el gobierno de Néstor Kirchner decidió en
el año 2005 pagar por anticipado la totalidad de ese préstamo fraudulento,
convalidando la estafa sufrida por el país.

Una nueva estafa se producirá, más cerca en el tiempo, durante el gobierno de


Macri, que acordó recibir un préstamo de más de 57 mil millones de dólares,
fuera de toda legalidad no sólo del país sino de los propios estatutos del FMI.
Lo hizo para permitir que los bancos comerciales entreguen a poderosos fondos
de inversión los dólares necesarios para transferir al exterior las
superganancias logradas por cobrar intereses fabulosos al Banco Central.

Pero además esa estafa avalada por el gobierno de los EEUU (principal miembro
del FMI y el único con poder de veto) tenía otros objetivos: por un lado, dar
apoyo financiero al entonces presidente Macri en el proceso electoral (evitando
una corrida cambiaria y una eventual megadevaluación), y por otro, hacerlo de
manera de condicionar al futuro gobierno, ya que el préstamo era impagable en
las condiciones que se otorgaba, y eso llevaría luego a la necesidad de
renegociar y aceptar imposiciones y condicionamientos, gobierne quien
gobierne.

Ahora que llega el momento de pagar esa deuda fraudulenta, el gobierno no


duda un instante en cumplir religiosamente con el tributo a la usura, aunque
para ello haya tenido que aplicar fuertes políticas de ajuste que no pueden
disimularse con el mero cambio de palabras y con un relato fantástico que muy
pocos se lo creen: que “ahora el FMI es bueno”, que “no es ajuste sino
disminución del déficit fiscal”, que “no se aceptarán condicionamientos”, etc.
Sin embargo, y a pesar de estar en un proceso de renegociación, este gobierno
viene pagando intereses y capital por montos significativos, llegando a entregar
para marzo del año próximo si cierra el acuerdo casi 10 mil millones de dólares.

Este rol compartido de entreguistas seriales lo reconoció recientemente la


actual vice presidenta al afirmar que la oposición cuando es gobierno se
convierte en “endeudadores seriales”, y ellos como oficialismo luego son
“pagadores seriales”. Funcionales entre sí, cómplices de la usura internacional, y
traidores de los intereses nacionales y del pueblo argentino.

¿Quiénes afirman que la deuda es ilícita y fraudulenta? El juez Ballesteros,


luego de un proceso judicial que duró 18 años, el denunciante Alejandro Olmos,
y muchos otros intelectuales patriotas que han estudiado el tema y presentado
nuevas denuncias.

¿Quiénes dicen que el FMI en el año 2001 entregó 10 mil millones de dólares
para que lo saqueen los bancos y las corporaciones? Una Comisión Investigadora
especial de la Cámara de Diputados de la Nación, que demostró las modalidades
delictivas de los grandes capitales.

¿Quiénes sostienen que el último préstamo del FMI fue fraudulento y hay que
denunciarlo e investigarlo por eso? Muchos, aún con denuncias ante la justicia. Y
hasta el actual presidente lo denunció cuando era oposición y que luego ya
asumido anunció una “querella criminal” por ese acto ilegal, aunque quedó en un
anuncio más para la gilada. Y hasta el entonces presidente Macri y hoy líder
opositor, declaró recientemente ante la justicia que esos fondos prestados por
el FMI fueron destinados a los bancos comerciales, para que éstos se los
entregaran a los megaespeculadores que querían llevar sus ganancias afuera.

Resumen: el origen fraudulento de la deuda pública no tiene discusión, fue para


beneficiar a un puñado de grandes usureros. Pero a la hora de asumir el pago de
esa obligación, los gobiernos lo hacen recaer sobre los sectores mayoritarios y
de menores ingresos.

¿Cómo se está haciendo para pagar una parte de la deuda? (es decir, todo lo que
se pueda, ya que en las condiciones que se ha pactado es absolutamente
impagable)

La deuda se paga con ajuste y sacrificio de las mayorías y con creciente


depredación y contaminación de nuestro territorio. Eso se viene haciendo aún
antes del posible acuerdo con el FMI, pero de concretarse el mismo el tamaño
del ajuste será potenciado con nuevas políticas que traerán más consecuencias
negativas y mayor destrucción social y ambiental.

En línea con las tradicionales exigencias del FMI se ha producido una continua
rebaja de los salarios reales de los trabajadores, cuyos ingresos nunca alcanzan
a los altos índices inflacionarios. También se ha producido una paralela
reducción de las jubilaciones y pensiones reales, agravado por la suspensión de
la movilidad jubilatoria en el año 2020 y por la posterior reforma que eliminó
los ajustes por inflación en los haberes (en una economía con índices
inflacionarios superiores al 50% anual). Y en especial, hubo un incremento de la
recaudación tributaria que se logró con la suba de impuestos y los aumentos de
precios que potencian los ingresos fiscales vía los impuestos indirectos.

Si vemos lo sucedido este año (primeros diez meses), los ingresos fiscales
aumentaron más del 84%, en tanto el gasto público primario (sin intereses) lo
hizo sólo en un 42%, y dentro de éstos las prestaciones sociales sólo subieron
un 25% (en comparación con igual período del año anterior).

¿Quiénes han venido pagando la deuda, entonces? ¿Los especuladores que


compraron los dólares y los fugaron? No, la vienen pagando los trabajadores y
los jubilados con la pérdida de sus ingresos, y los consumidores finales con
mayores impuestos indirectos. Es decir, los que no recibieron ni siquiera las
migajas del festín de saqueadores y corruptos.

El acuerdo en trámite con el FMI requiere profundizar esas tendencias


regresivas, y las exigencias básicas plantean al gobierno un nuevo y fuerte
ajuste, de manera de que el Estado pueda conseguir superávit fiscal y tener el
dinero suficiente para comprar los dólares necesarios para abonar el tributo a
la usura. El ajuste se impulsaría con disminución de los subsidios energéticos
(que implican fuerte suba de tarifas), con menor emisión monetaria (si es
necesario reemplazándola con más endeudamiento) y con menor gasto público.
Pero para que el país consiga los dólares que luego el Estado debe comprar, es
necesario que el ajuste llegue a toda la sociedad, para disminuir la demanda
interna, bajar el nivel de importaciones y dejar más saldos exportables,
mejorando la balanza comercial a costa de más sacrificios. Y eso a su vez se
acompaña con los anunciados planes de promover la profundización del
extractivismo, con ampliación de la producción de transgénicos y el apoyo a
nuevas inversiones en extracción de hidrocarburos y en megaminería.

El grado de sumisión que implica el modelo neocolonial que se ha desplegado en


la Argentina a lo largo de este siglo XXI, se potenciará en caso de que se
avance en el acuerdo anunciado con el FMI. Eso sólo traerá un agravamiento de
las condiciones de vida de los sectores mayoritarios de la población, y se
alejaría cualquier esperanza de mejoras sociales. Igualmente, habrá una nueva
vuelta de tuerca en la depredación gigantesca de nuestros bienes comunes, y en
el proceso de contaminación ambiental que implica la multiplicación de
inversiones en agronegocios, megaminería y fracking.

Con tales políticas de destrucción social y ambiental, se esperan aumentos


significativos de nuestras exportaciones, desde los casi 60 mil millones actuales
hasta llegar a los 100 mil millones de dólares, y de esa manera conseguir las
divisas para seguir pagando la deuda eterna y fraudulenta que igualmente será
imposible de pagar y nos llevará a nuevos ajustes.

A menos que no den resultados las políticas distractivas de meter miedo a la


población utilizando el pretexto de la farsa de pandemia (con la posibilidad que
impongan más confinamientos y controles), ya está comenzando a desplegarse
una represión a las resistencias y los reclamos populares. Represión que buscará
garantizar lo que quieren los saqueadores: las riquezas del territorio, y la
pobreza y eliminación de la población sobrante.

Este camino nunca fue ni será una alternativa para la sociedad argentina y sus
sectores mayoritarios. Por eso urge desarrollar acciones que pongan en
evidencia este presente ominoso y el futuro más lúgubre que nos espera si
permitimos que se mantenga este rumbo destructivo.

Somos apenas 45 millones de personas en un mundo habitado por más de 7.800


millones. Tenemos uno de los territorios más ricos y privilegiados del planeta (el
octavo en superficie), con recursos para producir alimentos sanos, energía
limpia y muchos otros bienes indispensables para la vida. Generamos divisas en
cantidades significativas, al punto que desde comienzos de este siglo hasta hoy
tuvimos un superávit de la balanza comercial de más de 200 mil millones de
dólares (el saldo que nos dejaron las exportaciones por encima de las
importaciones). Pero nuestras reservas efectivas de divisas están casi en cero
y la deuda externa se ha incrementado exponencialmente.

Tenemos todo para que toda la población viva dignamente, pero somos
saqueados de manera perpetua. Y la deuda fraudulenta es uno de los
mecanismos más efectivos para promover ese saqueo. Está en nosotros hacer
algo, con más participación y protagonismo, porque nadie lo hará por nosotros ni
nos regalará nada. Y si seguimos haciendo más de lo mismo, contemplando
pasivamente cómo marchamos hacia el abismo, no tendremos otro futuro que un
grave empeoramiento social y ambiental. El primer paso es repudiar la deuda
fraudulenta y denunciar las estafas, ya que así nunca perderemos lo que vamos
a perder si seguimos el actual rumbo entreguista. (**)

(*) Por Luis Lafferriere

Docente universitario de economía política – Programa extensión “Por una nueva


economía, humana y sustentable” (Comunicación Social – UNER) – Miembro de la
Junta Abya Yala por los Pueblos Libres y del Frente de Lucha por la Soberanía
Alimentaria Argentina.

(**) Esta nota fue escrita horas antes de que la legislatura de Chubut apruebe
entre gallos y medianoche una ley que autoriza la megaminería, a espaldas del
pueblo y sin ninguna licencia social ni ambiental. La rápida movilización popular,
masiva y pacífica, fue reprimida duramente y a los tiros. Tanto el gobierno
provincial como el nacional, traicionando los intereses de quienes los votaron,
buscan garantizar el saqueo de nuestro territorio y la contaminación de
nuestros bienes comunes, en beneficio exclusivo de los poderosos, y dar señales
de sumisión ante los acreedores usureros y el Fondo Monetario Internacional.
No les interesa el agua, ni la salud ni la vida…

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