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El arte de enseñar
Grant C. Anderson
Lo que me gustaría
compartir con uste-
des hoy se apoya en
una premisa única,
una premisa que se
encuentra en una
declaración del
presidente Boyd K.
Packer en su libro
Enseñad diligentemente. Él escribió: “La
enseñanza es la más fina de las bellas ar-
tes” (pág. 9.) Si esa declaración es cierta –
y yo la acepto como tal – entonces, cu-
alquier persona que enseña es un
“artista”, sea en casa, en la Iglesia o en el
SEI. Ésta no es una etiqueta que la may-
oría de nosotros aplicaría para sí mismo.
La mayoría de nosotros ve a los artistas
como personas que pintan, escriben, es-
culpen, bailan o componen música; pero
la enseñanza también es un arte, “la más
fina de las bellas artes”, y es sobre esa
premisa que me gustaría compartir algu-
nas ideas con ustedes en cuanto al arte de
la enseñanza y sobre su función como
maestros.
Casi cualquier persona puede crear algo
y llamarlo “arte” y autodenominarse
“artista”; pero la denominación de “gran
artista” o “maestro” es un honor otor-
gado por otros y es un título que el
mundo rara vez da. Lo mismo es cierto
en la enseñanza: cualquier persona puede
llamarse a sí misma maestro, pero la dis-
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tinción de gran maestro no viene tan
fácilmente.
¿Qué es lo que convierte a un artista (o a
un maestro) común y corriente en uno
extraordinario? Me gustaría compartir
con ustedes cinco principios que nos
pueden ayudar en la búsqueda por con-
vertirnos en verdaderos maestros en “la
más fina de las bellas artes”.
Principio nº 1: El artista supremo se em-
peña por dominar las capacidades técni-
cas de su medio.
Si alguna vez se ha encontrado en tierra
extranjera con facultades limitadas en el
idioma, conocerá la frustración que se
siente al no poder comunicar pensamien-
tos o sentimientos como desearía. El arte
es un modo de comunicación y un artista
se enfrenta ante la misma frustración al
intentar comunicarse si no domina las
capacidades de su medio.
El escritor inglés, Matthew Arnold, dijo:
“Todo arte logra su libertad mediante la
disciplina” (Citado en The Religious
Educator, Vol. 2, No. 2, 2001, pág. 70.) Un
artista logra la libertad de comunicarse
de manera eficaz sólo a medida que se
disciplina para lograr el dominio de su
medio escogido. El pintor, por ejemplo,
debe aprender sobre composición, teoría
del color, las propiedades de la luz y las
características de sus pinturas y pinceles;
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el poeta debe aprender en cuanto a
métrica, rima y simbolismo; el escultor
debe estudiar anatomía y comprender las
propiedades de la arcilla, del bronce o del
mármol.
Y así es también con el arte de la en-
señanza. Hay facultades que debemos
adquirir que nos ayudarán a comunicar
el Evangelio con mayor impacto. El
presidente Packer escribió: “La en-
señanza es la más fina de las bellas artes;
y a menos que estemos capacitados, de
muchas maneras puede también ser la
más difícil” (pág. 9.) El arte de la en-
señanza es difícil en el sentido de que
nuestra obra va mucho más allá que una
lección bien preparada. Nuestra obra de
arte es la experiencia en el salón de
clases, algo que no lo crea tan sólo el
maestro. Este arte lo produce el esfuerzo
conjunto del maestro, el alumno y el
Espíritu Santo. Afortunadamente, aún el
maestro con imitada aptitud puede obte-
ner resultados positivos en el salón de
clases ya que el Espíritu y el alumno
también contribuyen. Lamentablemente,
la falta de aptitud para enseñar de
manera eficaz puede limitar la contribu-
ción del maestro, y hasta puede limitar de
cierta manera la contribución del alumno
y del Espíritu.
El gran maestro, en su deseo por ayudar
y no limitar este empeño conjunto, pa-
gará el precio para dominar la aptitud de
la enseñanza eficaz. Para ser específico,
el maestro dominará el contenido de las
Escrituras y sabrá cómo encontrar y en-
señar principios; además, estudiará y
comprenderá cómo la participación del
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alumno, tal como la enseñanza y el testi-
monio, facilita el aprendizaje. También se
empeñará por dominar todo aquello que
le ayude al alumno a aprender en el salón
de clases, como las buenas preguntas, las
lecciones con objetivo, la preparación de
asignaciones, el dominio de las Escritu-
ras, y el uso eficaz de la pizarra y de la
tecnología, por nombrar algunas de las
destrezas. El gran maestro se disciplinará
para dominar el mayor número posible
de destrezas porque sabe que eso le pro-
porcionará la libertad para comunicarse
con la claridad que invitará la influencia
testificadora del Espíritu. El élder B. H.
Roberts escribió: “Para que se conozca, la
verdad debe declararse; y mientras más
clara y completa sea la declaración, mejor
la oportunidad que tiene el Espíritu Santo
de testificarle al alma del hombre que la
obra es verdadera” (New Witnesses for
God, 2:7-8.)
Principio nº 2: El gran artista sabe que la
aptitud técnica no es el objetivo, sino un
medio para lograr un fin.
Aunque es importante dominar las apti-
tudes técnicas de cualquier medio, el
gran arte es mucho más que la exhibición
de supremacía técnica. Una vez vi cómo
un pianista tocó una pieza musical sin
falla alguna, o al menos así me pareció, y
con tal rapidez que no se le veían las ma-
nos. Me sentí profundamente impresio-
nado con su destreza. Me di cuenta, no
obstante, que la presentación enfocó mis
pensamientos en él y no en la música
misma. Tuve la misma experiencia en
otra ocasión al encontrarme de pie ante
una pintura tan realista que parecía foto-
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grafía. El talento del pintor era evidente;
pero de nuevo me encontré admirando al
artista. La obra misma no era muy inspi-
radora.
Lo mismo puede suceder en la en-
señanza. He participado en clases en que
la destreza del maestro sobre ciertas ha-
bilidades ha sido tanto obvia como im-
presionante. Para algunos fue su maes-
tría sobre las Escrituras o sobre la historia
de la Iglesia; para otros, fue su habilidad
de contar historias, guiar una conversa-
ción o recitar citas de memoria. Estos
maestros habían pagado el precio de la
maestría de valiosas aptitudes de en-
señanza, pero algo faltaba y me fui de es-
tas clases profundamente impresionado
por las destrezas, pero carente de la in-
spiración de sus lecciones.
El gran artista utiliza su talento para
hacer que nuestros pensamientos y sen-
timientos se concentren en el mensaje de
la obra de arte misma, sin utilizar la pieza
de arte, sea consciente o inconsciente-
mente, como medio para ganarse nuestra
admiración. De manera similar, el gran
maestro utilizará sus aptitudes para cen-
trar nuestros pensamientos y sentimien-
tos en el Evangelio. A esas destrezas
nunca se les permite que se apoderen del
escenario, opaquen el mensaje o tomen
precedente por sobre la participación del
alumno o del Espíritu. Para el gran
artista o maestro, las técnicas constituyen
el medio por el cual se logra un fin, lo que
nos lleva al tercer principio.
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Principio nº 3: El objetivo del gran artista
es impactar la mente y el corazón para
bien.
Al arte puede y debe, en ocasiones, entre-
tenernos. Pero el gran artista comprende
que el arte puede servir un propósito
mucho más elevado. La intención del
arte, según yo comprendo, es que el
artista tome un sentimiento, una visión o
un valor existente en la mente o en el co-
razón y, a través de un medio, sea pin-
tura, baile, palabras u otras formas, rec-
rear ese sentimiento o visión en la mente
y el corazón de otra persona. Discernir si
algo es digno de ser plantado en otro co-
razón, es peso que cae sobre los hombros
de todo artista. El gran artista sólo inten-
tará colocar en el corazón alguien más
aquello que contribuya a que la otra per-
sona sea mejor. El élder M. Russell Bal-
lard escribió: “El propósito de Dios para
el artista es el de inspirar, el de darnos
visiones de nosotros mismos que de otro
modo no tendríamos, el de hacernos me-
jor de lo que habríamos sido de otro
modo. El mundo es mejor para el arte y
para el artista justo en él. En la búsqueda
por lograr la grandeza en el arte, sea en la
pintura, la danza, la música, el drama, el
filme, la escultura o la palabra escrita,
siempre debemos primero ir tras el logro
de los propósitos de Dios” (Ensign, Julio,
1996, pág. 10.)
El gran maestro no sólo es alguien que
comunica hechos e información, sino al-
guien que ve su papel como algo más que
la preparación y la presentación de
grandes lecciones. El gran maestro busca
la participación y la contribución del
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alumno y del Espíritu, y trabajará con el-
los hasta lograr un ambiente de aprendi-
zaje que impacte a todos los presentes,
incluso al maestro mismo. Ese ha sido el
principio motor tras El Énfasis en la En-
señanza. Mucho más que un juego de
técnicas, el Énfasis ha constituido un in-
tento por enfocarse en el hecho de que
ocurrirá un mayor impacto en el salón de
clase cuando el maestro, el alumno y el
Espíritu contribuyen.
Antes de ir al próximo principio, me gus-
taría ofrecer tres breves observaciones
relacionadas con nuestro empeño por
impactar la mente y el corazón. Primero,
esta cita de un compositor:
“[El arte] comienza con una idea creativa,
pero también comprende disciplina, refi-
namiento y crítica.
Para que tengan una idea. ¿Cuál es su
privilegio de ello? Debemos darnos
cuenta de que tal como hay buenas ideas,
hay malas ideas. También debemos estar
dispuestos a aceptar crítica para equili-
brar el ego, para ver una y otra vez si lo
que tenemos que decir realmente vale la
pena decirlo. ¿Tiene esto la capacidad de
alcanzar a los demás o estamos simple-
mente emocionando a las personas?
¿Debe revisarse el trabajo --o abandon-
arse—a favor de alguna idea diferente o
más digna de consideración? Por su-
puesto que esto es difícil para quien ha
trabajado ya en 80 páginas de manu-
scrito, pero es el único acto responsable”
(Bernard Rands, Brigham Young Maga-
zine, Febrero, 1995, pág. 31.) El gran
maestro sabe que aceptar sugerencias y
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estar dispuesto a cambiar, es también “el
único acto responsable”.
La segunda observación. De una artista,
en este caso una bailarina, que advierte
contra el peligro de impactar emocional-
mente el corazón suponiendo que es el
espíritu. Ella escribió: “Mi preocupación
es que tanto los creadores como el púb-
lico a veces participan en un fenómeno
que llamo espiritualidad falsa. La espiri-
tualidad falsa aparece cuando el arte se
utiliza de tal manera que las respuestas
físicas y emocionales se sienten o se rep-
resentan erradamente como iluminacio-
nes espirituales” (Pat Debenham, BYU
Studies, Vol. 41, No. 3 (2002), pág. 59.)
La tercera observación tiene que ver con
la exposición y el impacto. Nuestro
comisionado, el élder Kerr, nos ha pedido
que aumentemos tanto la exposición
como el impacto. Para un artista, el modo
de aumentar la exposición es generando,
primeramente, arte que impacte. El gran
arte que en verdad impacte contará con
un aumento en su exposición. La mejor
herramienta con la que contamos para
que los alumnos se inscriban –y se man-
tengan en clase—es la enseñanza que los
impacte. El alumno que se vea impac-
tado por la enseñanza eficaz y espiritual,
hablará de ello, lo que logrará un au-
mento en la exposición.
Principio #4: El gran artista crea arte
único; no copias.
¿Cómo es una gran pieza de arte? ¿Como
la obra “Noche estrellada” de Van Gogh o
como la “Mona Lisa” de Da Vinci? ¿A-
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caso una gran pieza musical suena como
“Claro de Luna” de Beethoven o como la
“Overtura de 1812” de Tchaikovsky? ¿Se
parece la gran literatura a la de Shake-
speare o Mark Twain? La respuesta es
obvia. Aunque las grandes obras maes-
tras comparten características comunes,
no tienen una apariencia ni un sonido
particular. Entonces, ¿Cómo es la gran
enseñanza? Tal como otras formas de
arte, los ejemplos de enseñanza magistral
no se parecen, pero comparten caracterís-
ticas comunes.
La Oficina Central recientemente dis-
tribuyó un DVD que muestra a varios
maestros demostrando el programa Énfa-
sis en la Enseñanza. Se pretende que es-
tos ejemplos muestren algunas caracterís-
ticas comunes presentes en la enseñanza
eficaz. Esas características incluyen, por
ejemplo, localizar y centrarse en prin-
cipios de las Escrituras, ayudar al alumno
a participar, y buscar enseñar y aprender
por el espíritu. No se pretende que los
ejemplos del DVD constituyan un
proyecto de arte que todos sigamos paso
por paso ni que sea una copia fiel de éste.
La intención del DVD, de hecho, fue de-
cirle al maestro: “Mire, ésta es una obra al
estilo Van Gogh; esta otra al estilo Rem-
brandt; esta otra, al estilo Rafael. Son
ejemplos de arte que impacta. No se
parecen. Pero todas impactan porque
comparten algunas características
comunes. Busque descubrir cuáles son
esas características y qué principios y ap-
titudes ayudaron a lograrlas. Luego, bajo
la influencia del Espíritu y siguiendo las
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sugerencias apropiadas, encuentre su
propio estilo y voz característicos”.
Ahora, una nota final antes de seguir con
el próximo principio. Debe resaltarse que
el gran artista no sólo evita copiar a los
demás, sino que tampoco duplica sus
propios éxitos pasados. Da Vinci produjo
una gran obra de arte con su “Mona
Lisa”, y no pasó el resto de su vida
pintándola una y otra vez. Nuestro deseo
de ser grandes maestros puede no permi-
tirnos el privilegio de tomar un plan de
lecciones de hace cuatro años. La diver-
sidad de alumnos y la dirección del
espíritu, a menudo mandan que nuestra
preparación para cada experiencia en el
salón de clase sea un esfuerzo artístico
nuevo y único. Y finalmente, principio
número cinco.
Principio nº 5: El gran artista es influenci-
ado por el espíritu de Dios.
En una conferencia general, élder Dallin
H. Oaks dijo: “Es mi creencia que muchos
de los grandes descubrimientos y logros
en las ciencias y en las artes, son el pro-
ducto de revelación de Dios. Los que han
buscado y que han pagado el precio con
su sudor, se han visto magnificados por la
inspiración” (Conference Report, Abril
1989, pág. 37.)
Como ejemplo de ello, élder Bruce C.
Hafen escribió sobre la inspiración de un
artista:
“Poco antes de morir, Johannes Brahms
dio una entrevista muy personal sobre su
vida, en la que describió el poderoso
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lugar de la inspiración celestial en su siendo tan difícil como es, no hay nada
composición. Atribuyó mucho de su don como el momento en que, en el salón de
a las impresiones directas del “Nazare- clase, uno se convierte en instrumento en
no’…También predijo que ningún ateo las manos del Espíritu y éste comienza a
compondría jamás grandes y duraderas impactar y a cambiar vidas.
obras musicales, porque sin la creencia en
Dios, un compositor no tiene acceso a la Testifico del Artista Magno, el Señor Jesu-
fuente de inspiración divina” (Expres- cristo. Él es el creador de la noche estrel-
sions of Faith, pág. 78.) lada original, y la inspiración tras todo lo
que es bueno y bello. Él es, también, el
Doctrina y Convenios enseña de manera más fino ejemplo de lo que significa ser
muy clara que el arte de la enseñanza no maestro. Ruego que Él nos bendiga al
puede tener el impacto que el Señor pre- buscar emular Su habilidad artística tanto
tende que tenga, ni puede calificarse aquí como un día en los mundos por ve-
como “gran enseñanza” a menos de que nir. En el nombre de Jesucristo. Amén.
se tenga la participación del Espíritu
(42:14). Doctrina y Convenios también
enseña sobre los dones del Espíritu que
están disponibles para bendecirnos y
ayudarnos. Algunos de estos dones están
directamente relacionados con la en-
señanza (46:17-18). Todos nosotros po-
demos pedirle al Señor más ferviente-
mente estos dones de la enseñanza.
Nunca seremos “grandes maestros” a
menos que tengamos Su Espíritu y
busquemos Sus dones espirituales.

Cierro con comentarios del presidente

Spencer W. Kimball. “Ser artista signi-
fica trabajo arduo, paciencia y longani-
midad. Miguel Angel dijo: ‘Soy hombre
pobre de pocos méritos, y trabajo laborio-
samente en el arte que Dios me ha
dado… me siento más exhausto de lo que
haya estado el hombre’ “(Ensign, Julio
1977. pág. 4). La enseñanza, la “más fina
de las bellas artes” es trabajo exhaustivo.
Demanda lo mejor de nosotros y requiere
que vivamos de manera tal que el
Espíritu influya en nuestro trabajo. Pero
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Introducción para los empleados de la Iglesia
Presidente Gordon B. Hinckley
Estoy contento de
hablarles a los em-
pleados de la Iglesia
alrededor del
mundo; ustedes son
parte de una familia
muy grande. La
Iglesia ha llegado a
ser un empleador
importante, y uno bueno para el cual tra-
bajar. Las cosas son diferentes de cuando
yo comencé como empleado.
Mucho antes de ser Autoridad General
fui empleado de la Iglesia. Soy el em-
pleado más antiguo de los empleados ac-
tivos de la Iglesia. He estado en estas
oficinas por 70 años, desde el verano de
1935. Eso es mucho tiempo, mucho más
de lo que cualquiera de ustedes estará.
Recibí mi diploma universitario antes de
ir a la misión. Era la época de la Gran
Depresión. Pocos misioneros salían en esa
época. Gran parte de mi misión estuve en
la oficina europea de la Iglesia en Lon-
dres, Inglaterra. Cuando me relevaron,
mi presidente de misión, que era miem-
bro del Quórum de los Doce, me pidió
que me reuniera con la Primera Presiden-
cia y que los pusiera al tanto de la situa-
ción en las misiones de Europa.
Al regresar a casa me comuniqué con el
secretario de la Primera Presidencia. El
me hizo una cita con el presidente Heber
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J. Grant y sus consejeros, el presidente
Clark y el presidente McKay. El resultado
final fue que las Autoridades estableci-
eron un nuevo comité, que era responsa-
ble de toda la información escrita, los
programas de radio (no había televisión
en esa época), y otros materiales de rela-
ciones públicas. Era el comienzo del tra-
bajo de los asuntos públicos de la Iglesia.
Se lo veía como un experimento.
Había una oficina vacía en las Oficinas
Administrativas de la Iglesia y me la of-
recieron; pero no tenía muebles; tuve que
llevar mi propia mesa y máquina de es-
cribir. ¿Se imaginan?
Seis de los miembros del Consejo de los
Doce Apóstoles pertenecían al comité.
También se me pidió que trabajara en
otra cosa; el programa de seminarios, que
funcionaba bajo la dirección del hermano
John A. Widtsoe, de los Doce. Me
pidieron que enseñara una clase de semi-
nario todas las tardes al concluir la escu-
ela. Las Autoridades querían ver si fun-
cionaría. Ese fue un desafío muy grande.
Me pagaban 65.00 dólares al mes por el
trabajo con el comité en el Edificio Ad-
ministrativo de la Iglesia y 35.00 dólares
mensuales como maestro de seminario.
No tenía ningún tipo de beneficios; no
teníamos seguro médico ni dental. Se es-
peraba que nosotros pagáramos nuestros
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propios gastos médicos y dentales. El
primer año no había vacaciones;
comenzaban más adelante con unos po-
cos días y aumentaban hasta un máximo
de dos semanas después de años de em-
pleo.
No contábamos con plan de jubilación;
nosotros teníamos que proveer para
nuestra vejez. No había ningún plan de
ahorros como el 401K. No teníamos nin-
guna clase de seguro; se consideraba una
responsabilidad personal.
En el Edificio Administrativo había tres
secretarias que ayudaban a todo el Con-
sejo de los Doce y también a mí. La
Primera Presidencia tenía dos secretarias.
Al final del primer año, tanto la gente de
Seminario como el Quórum de los Doce
querían que trabajase tiempo completo.
Entonces, tomé la determinación de tra-
bajar para los Doce. Me aumentaron el
sueldo a la magnífica cantidad de 125
dólares al mes sin ningún tipo de benefi-
cios.
Al año siguiente me aumentaron a 150
dólares al mes. Cuando le dije a mi pro-
metida que nos podíamos casar porque
ahora sacaba 150 dólares al mes y tenía
150 dólares en el banco, me dijo: “¿Quiere
decir que además de conseguir un hom-
bre tengo 150 dólares en el banco?
Cada tanto recibía ofrecimientos de tra-
bajo; como resultado obtuve un aumento
de sueldo. En esos días no teníamos au-
mentos anuales.
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A pesar de todo eso, era un privilegio
maravilloso trabajar para la Iglesia.
Conocí personalmente a los Presidentes
de la Iglesia y a sus consejeros; a todos los
del Quórum de los Doce y del Primer
Consejo de los Setenta, como se llamaba
entonces; y también al Obispado Presi-
dente. Todos me llamaban por mi primer
nombre; eran muy amables conmigo,
muy considerados y me alentaban
mucho.
Trabajé mucho. No había semana de 40
horas ni pago por horas extra. Había que
hacer un trabajo y pasábamos el día y la
noche trabajando hasta que se terminaba.
Después de estos 70 años, aún tengo unas
tijeras que me dieron la primera semana
que vine a trabajar. Son un recuerdo ate-
sorado de esos primeros días. Había un
gran espíritu de consagración en esos
días. La Iglesia tenía muy poco dinero y
se gastaba con mucho cuidado.
Vivíamos con frugalidad, pero el Señor
nos bendecía mucho. En esos primeros
años construí una casa; compramos
automóviles cuando los necesitábamos y
los pagábamos al contado, nada lujoso,
pero adecuados.
No tengo palabras para expresarme sobre
mi esposa, que crió a nuestros cinco hijos
maravillosos y los cuidó durante esos
años. Aunque nuestra entrada era poca,
no recuerdo que alguna vez haya faltado
la comida en la mesa. Comíamos comida
sencilla preparada en casa, pero era nutri-
tiva y sabrosa.
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En total, los empleados de la Iglesia eran
pocos. Como les indiqué, sólo éramos seis
empleados en el Edificio Administrativo.
No había un Edificio de las Oficinas Gen-
erales de la Iglesia. El Obispado Presi-
dente se componía de unos ocho emplea-
dos. No había presidencias de área, ni
oficinas de área, ni directores de asuntos
públicos, ni nada por el estilo. Pero ex-
istía un gran espíritu de dedicación entre
nosotros. Sabíamos que estábamos traba-
jando para la Iglesia del Señor y, por lo
tanto, trabajábamos para el Señor. Nos
comportábamos en consecuencia y
estábamos felices con lo que hacíamos.
Cuántos cambios que han ocurrido. Los
he visto todos. En los primero años de mi
empleo trabajé en calidad de miembro de
la Mesa General de la Escuela Dominical,
y luego como miembro de una presiden-
cia de estaca, y más tarde como presi-
dente de estaca.
Se me llamó como Autoridad General en
1958 y como miembro del Quórum de los
Doce en 1961. He sido miembro de la
Primera Presidencia desde julio de 1981,
y Presidente de la Iglesia desde 1995, por
más de diez años.
La Iglesia ha crecido en el mundo y ahora
tenemos más miembros fuera de los Es-
tados Unidos y Canadá que dentro de es-
tos países. Nuestras actividades se han
extendido por muchas naciones; tenemos
miles de empleados, una gran organiza-
ción en las Oficinas Generales de la Igle-
sia, con oficinas subalternas alrededor del
mundo.
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Cada uno de nosotros tiene una respon-
sabilidad seria y sagrada. Estamos gas-
tando los diezmos de la gente; sus ofren-
das consagradas al Señor. El dinero que
recibimos como salarios y para otros gas-
tos, es sagrado.
Al venir ustedes a trabajar a esta gran or-
ganización, tienen mucho que ofrecer. Su
actitud ejercerá un gran impacto. Pueden
hacer avanzar la obra y edificar el reino;
sus relaciones con otras personas pueden
brindar oportunidades misionales muy
significativas.
Al trabajar y conocer la obra, quizás pue-
dan ver dónde sea necesario hacer mejo-
ras. No duden de hablar de eso; todos
trabajamos aquí para encontrar solucio-
nes a los problemas y entonces ponerlas
en práctica con honestidad y sinceridad.
Ustedes son parte de esto, la obra del
Señor. Tienen derecho a la guía del
Espíritu Santo. Oren acerca de su trabajo;
hablen con el Señor sobre ello y busquen
Su inspiración, su guía y dirección. Con-
sidérense parte de un gran equipo, una
gran familia, todos unidos para cumplir
con un propósito impresionante.
La causa en la cual están embarcados es
la más grandiosa sobre la tierra. Por fa-
vor, den lo mejor de ustedes mismos; al
hacerlo, encontrarán satisfacción en su
trabajo. No sólo será su fuente de recur-
sos, sino que más importante aún, la
causa de su satisfacción. Deben estar
orgullosos de trabajar para La Iglesia de
Jesucristo de los Santos de los Últimos
Días.
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Les deseamos felicidades y un gran sen-

tido de logro, no importa cuál sea su re-
sponsabilidad.

Les dejo mi amor y mi bendición, al invi-

tarlos a esta gran oportunidad de ayudar
en la edificación del reino de Dios, en el
sagrado nombre de Jesucristo. Amén.

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Garry K. Moore
Hermanos y her-
manas, qué gran
gozo es para mí es-
tar con ustedes. En
mi mente puedo ver
a muchos de uste-
des, mis queridos
amigos y colegas,
que se encuentran por todo el mundo.
No he tenido oportunidad de visitar los
casi 140 países donde prestan servicio,
pero sí algunos de ellos y a muchos de
ustedes. Qué enorme bendición ha sido
para mí conocerlos y visitar sus clases y a
sus familias. Han tenido y siguen teni-
endo un enorme impacto en el SEI y en
mí y en mi familia.
[video: President Hinckley’s portion of
the DVD]
¿Acaso no es absolutamente maravilloso
el presidente Hinckley? Los directores de
Área recibirán este nuevo DVD en los
próximos meses y compartiremos y
comentaremos el resto del mismo con
ustedes. Al escuchar al presidente Gor-
don B. Hinckley, lo que sintió cuando se
contrató como empleado de la Iglesia
hace 71 años me hizo pensar lo mismo
con respecto a mí cuando empecé a traba-
jar en el SEI hace casi 40 años. Mi salario
para comenzar fue mayor que el del
presidente Hinckley, pero casi el catorce
por ciento de lo que hoy en día recibe un
profesor que recién comienza. No había
secretarias para ayudar a los maestros en
esos años. Todos enseñábamos una gran
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cantidad de clases y además, cada uno de
los maestros era responsable de las finan-
zas, informes y otros deberes administra-
tivos. No había vacaciones anuales y los
beneficios eran limitados. Nuestro
salario se determinaba por el número de
días que enseñábamos, más unos cuantos
días antes y después del año escolar.
Para complementar nuestro ingreso du-
rante los meses en que no había clases, la
mayoría de nosotros teníamos trabajos
temporarios. Yo trabajaba en los campos
petroleros, techaba casas, entregaba cor-
respondencia y cualquier otro trabajo
temporal que podía encontrar. Esos eran
los días de proyectores de películas de
rollo, grabadoras de carrete y, por su-
puesto, de las series Tom Trails.
En esos años la mayoría de los educa-
dores religiosos del SEI vivían y enseña-
ban en unos pocos estados del oeste de
los Estados Unidos. Todos nos reunía-
mos en BYU durante unas semanas para
capacitarnos durante el verano. Entonces
era fácil familiarizarse con cada persona
que formaba parte de la familia del SEI.
Con la expansión del mismo a otras par-
tes de los Estados Unidos y luego a otros
países fuera de esta nación, la capacita-
ción del verano en BYU ya no fue posible
y éstas se discontinuaron. Finalmente el
simposio de agosto reemplazó la capaci-
tación de verano en BYU. El simposio era
maravilloso y continuó más de 20 años,
pero cada año, un porcentaje cada vez
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menor de nuestra creciente familia mul-
tiétnica del SEI no podía asistir.
Durante ese mismo periodo, las Autori-
dades Generales cambiaron la manera en
que muchas cosas se hacían en la Iglesia.
Por ejemplo, se descontinuó la conferen-
cia de junio de la Asociación de Mejo-
ramiento Mutuo, todos los festivales de
baile y eventos atléticos de la Iglesia y la
costumbre de traer a los obispos y a los
presidentes de estaca a la conferencia
general para recibir capacitación. Las
Autoridades Generales adoptaron la in-
stalación del sistema de satélite en la Igle-
sia y ahora lo usan para eventos como las
sesiones de capacitación de líderes y la
transmisión de las conferencias generales
y regionales.
En esos primeros años todos los progra-
mas del SEI iniciaban en agosto o sep-
tiembre y terminaban en mayo. La may-
oría de los empleados del SEI eran maes-
tros de seminario porque había tres o cu-
atro veces más alumnos de seminario que
de instituto.
Miren cuándo y dónde los programas del
SEI principian hoy [video]. El mes apare-
cerá en la parte superior acompañado del
lugar donde inicia la escuela ese mismo
mes en todo el mundo.
[slide] Vean el número de inscripciones
en seminario e instituto que hay actual-
mente. Noten la cantidad casi exacta de
estudiantes de seminarios e institutos,
con un número mayor de estudiantes de
institutos fuera de los Estados Unidos
que dentro de este país.
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Obviamente ese crecimiento y diversidad
ha requerido de muchos cambios en los
procedimientos del SEI y en sus políticas.
Puedo decirles, con muchos años de ex-
periencia personal, que al decidir cómo y
cuándo hacer cambios en el SEI es una
responsabilidad desafiante y a la vez nos
hace sentir humildes. Por ejemplo, fue
difícil descontinuar el simposio, el cual
todos nosotros disfrutábamos. Les ase-
guro que los líderes del SEI tratan de
hacer todo lo posible para mantener el
sentimiento de familia, y nuestros valores
básicos a la vez que ajustamos nuestras
prácticas y procedimientos para satisfacer
las condiciones y necesidades actuales.
Afortunadamente el Señor ha sabido
desde el principio lo que sería necesario
para llevar a cabo Su obra en cada era y
amorosamente provee los medios necesa-
rios. El presidente Joseph Fielding Smith
hizo este comentario profundo:
“Leo en las Escrituras, si es que las enti-
endo correctamente, que muchos de los
profetas de la antigüedad, al desplegarse
su visión, vieron escenas correspondien-
tes a la historia de los hijos de los hom-
bres hasta el fin de los tiempos y el Señor
les reveló las condiciones que prevale-
cerían en la tierra en esta generación”.
Ellos vieron, si comprendo correcta-
mente, nuestros automóviles, nuestros
ferrocarriles; vieron, con probabilidad, la
comunicación que se efectuaba sobre la
faz de la tierra tan maravillosamente por
la telefonía o mediante alambres por los
que las noticias eran transmitidas. Vieron,
supongo, a los aviones volar en medio de
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los cielos, porque podemos leer en las
profecías de estas antiguas Escrituras,
muchas cosas que indican que todo esto
les fue revelado a los profetas de la an-
tigüedad.
“Pero estos maravillosos descubrimien-
tos y conveniencias no eran para la época
de ellos”. “…Las costumbres y las condi-
ciones que prevalecen ahora fueron man-
tenidas en reserva, no porque seamos me-
jores o más dignos que los santos de épo-
cas anteriores, ni porque tengamos mayor
inteligencia, sino porque estamos vivi-
endo en la Dispensación del cum-
plimiento de los Tiempos, cuando el
Señor está recogiendo todas las cosas en
una y preparando a la tierra para el gran
reinado milenario; y es necesario que to-
dos estos descubrimientos, estas maravil-
losas invenciones y conveniencias, sean
dadas a conocer a los hijos de los hom-
bres.
Los que efectúan estos descubrimientos
son inspirados de Dios, de lo contrario
nunca lo harían.” (Doctrina de Salvación,
Compilado por Bruce R. McConkie, 3
volúmenes [1954-1956]).
Nosotros, en el SEI, estamos tratando de
seguir lo mejor posible el ejemplo de las
Autoridades Generales al usar estos ma-
ravillosos inventos que el Señor ha
proveído para ayudarnos a cumplir con
nuestra parte de la obra. Ya no es posible
que todos estemos juntos en un mismo
lugar, pero, gracias al sistema de satélite
de la Iglesia, todo educador religioso en
el mundo puede participar en esta trans-
misión de satélite anual y en la Tarde con
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una Autoridad General. Éstas se han
convertido en nuestra reunión familiar de
capacitación de SEI. Aún con esta sor-
prendente tecnología, existen algunos
cambios. Por ejemplo, Randy mencionó
que esta transmisión se está traduciendo
a 23 idiomas, y aún así muchos en nues-
tra familia del SEI que no hablan inglés
están en desventaja porque no podemos
traducir los servicios a cada idioma
donde tenemos empleados. Aún cuando
sería ideal, no es práctico tener a toda la
familia del SEI participando en esta re-
unión simultáneamente debido a los dif-
erentes husos horarios donde residen
miembros de esta gran familia.
No creo que los cambios efectuados en la
Iglesia y en el SEI se deban a que lo hecho
anteriormente haya estado mal o equivo-
cado. Las condiciones han cambiado y la
revelación continúa y se incrementa. El
Señor dijo que nos daría línea por línea,
precepto por precepto, un poco aquí y un
poco allí (véase 2 Nefi 28:30). Estoy
agradecido porque el Señor conoce el fin
desde el principio y también las necesi-
dades de nuestra época.
Al mirar hacia el futuro, ¿qué cambios se
tendrán que hacer cuando la Iglesia tenga
50 o 100 millones de miembros en lugar
de los 12 millones actuales? ¿Qué cam-
bios tendrá que hacer el SEI cuando sir-
vamos a millones en lugar de los aproxi-
madamente 750.000 que tenemos actual-
mente? En lo personal me siento emo-
cionado al ver que el futuro se convierte
en una realidad. Es mi experiencia per-
sonal y mi testimonio de que si escucha-
mos y estamos dispuestos a seguir, Dios
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inspirará a los líderes para hacer los cam-
bios y proveer los medios que son nece-
sarios para que el reino y el SEI continúen
creciendo y avanzando por todo el globo.
Hace algunos años un colega del SEI
compartió conmigo un poeta titulado “El
viejo cuervo.” He aquí el poema:
El viejo cuervo se hace lento en su volar.
Lo que no hace el cuervo joven al flotar.
Aquello que el viejo conoce,
El joven desconoce.
Al saber tantas cosas el viejo
Del joven cuervo el amo sigue siendo.
¿Qué ignora el lento y viejo cuervo?
Ignora el secreto del raudo volar.
El joven cuervo vuela arriba, y abajo
Y rápido alrededor del viejo se apresta a
volar.
¿Qué ignora el rápido y joven cuervo?
Ignora el destino que lejos lo ha de llevar.
Cuando recibí este poema, me vi como el
joven cuervo del poema, pero ¡miren lo
que me sucedió! Habiéndome convertido
en el “Viejo cuervo” se me ha pedido que
comparta algunos pensamientos acerca
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de lo que significa ser un empleado del
SEI.
Primero, ésta es la obra del Señor.
Su propósito divino de llevar a cabo la
vida eterna de cada uno de Sus hijos no
cambiará ni Su reino fallará. Él proveerá
la inspiración y los medios para lograr Su
obra. Como empleados del SEI y de la
Iglesia tenemos el privilegio de participar
en Su obra, y debemos estar dispuestos y
ser eficaces al hacer nuestra parte. Siem-
pre debemos hacer nuestra parte a Su
manera y no a la nuestra.
Después, ya sea enseñando o adminis-
trando, nosotros sólo podemos lograr la
obra del Señor bajo la inspiración del
Espíritu del Señor.
Como Grant nos ha dicho, no importa
cuán talentosos, conocedores o carismáti-
cos seamos, si confiamos en nuestras
propias habilidades, no tendremos éxito.
En Doctrina y Convenios 42:10 se nos
dice que debemos enseñar los principios
del Evangelio como se encuentran en las
Escrituras y las palabras de los profetas.
El versículo 14 añade que enseñamos por
el Espíritu y “Si no recibi[mos] el
Espíritu, no enseña[remos]”. Doctrina y
Convenios 50 dice: Debemos “predicar la
palabra de verdad por el Consolador” y
luego agrega que si lo hacemos de otro
modo, “no es de Dios” (versículos 17 y
20). Cuando confiamos en nuestros
propios talentos podremos entretener, di-
vertir y tal vez impartir información, pero
no enseñamos. Doctrina y Convenios
42:13 nos recuerda que para poder tener
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el Espíritu debemos “observar los con-
venios y reglamentos de la Iglesia para
cumplirlos”. Por lo tanto nuestra vida
debe ser un ejemplo de lo que enseña-
mos. Nuestro objetivo en el SEI dice que
debemos enseñar a nuestros estudiantes
tanto por el precepto como por el ejem-
plo. Las películas inapropiadas, la
música o lenguaje profano, el material
pornográfico, la deuda, la ira, la conten-
ción familiar y una multitud de otros
males de nuestro tiempo son ofensivos
para el Espíritu. Debemos evitarlos a toda
costa. Nuestra eficacia como maestros se
ve afectada cuando estas cosas están pre-
sentes en nuestra vida. Cada año, lamen-
tablemente, perdemos a algunos de nues-
tros amados colegas que han cedido ante
estas cosas; es desalentador. Por favor,
ustedes permanezcan atentos y alertas.
En Doctrina y Convenios se nos enseña
que, cuando enseñamos por el Espíritu, y
los estudiantes aprenden por el Espíritu,
al menos tres bendiciones se hacen pre-
sentes: nos comprendemos el uno al otro,
ambos nos edificamos y nos regocijamos
juntamente (véase D. y C. 50:22). Eso es
enseñar a la manera del Señor, como
Grant, tan maravillosamente ha ilustrado.
Ese tipo de enseñanza lleva los principios
del Evangelio no solamente a nuestra
mente sino también al corazón tanto del
estudiante como del maestro. Los asun-
tos administrativos también se deben en-
señar de la misma manera.
Enseguida, debemos vernos a nosotros
mismos no solamente como empleados
del SEI, sino también como empleados de
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la Iglesia. Somos parte de una gran fa-
milia de empleados de la Iglesia.
En ocasiones el SEI es considerado por
otros empleados de la Iglesia como “los
de la otra Iglesia”. Nunca debemos pen-
sar o actuar como si fuéramos “la otra
iglesia”. De hecho, si estamos haciendo
nuestro trabajo a la manera del Señor, eso
no sucederá. Debido a que la unidad
dentro de la familia de empleados de la
Iglesia es esencial para que el reino siga
adelante como debe ser. A cada em-
pleado de la Iglesia y a cada departa-
mento se le ha dado una responsabilidad
única, así como a los programas de Hom-
bres Jóvenes, Mujeres Jóvenes y Jóvenes
Adultos. No debemos competir o tratar
de hacer el trabajo de otros. En su lugar,
debemos tomar ventaja del servicio y el
enfoque que ellos nos puedan propor-
cionar, y apoyarlos totalmente en lo que
hagan. No desearíamos que otro depar-
tamento de la Iglesia organice y enseñe
las clases de seminario o instituto porque
ellos piensen que lo pueden hacer mejor
o más barato de lo que nosotros po-
demos. De la misma manera no debemos
tratar de hacer aquello que se les pide a
ellos hacer debido a que nosotros pensa-
mos que lo podemos hacer mejor, más
barato o más rápido. Debemos trabajar
conjuntamente, cada quien haciendo su
propia parte. Los servicios compartidos
y el uso compartido son conceptos clave
que los empleados de la Iglesia y del de-
partamento deben continuar implemen-
tando. Porque la responsabilidad que
nos han asignado es enseñar el Evange-
lio, algunas cosas que necesariamente
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hacemos son únicas. Sin embargo, a me-
nos que haya una razón mayor para que
seamos diferentes, el SEI seguirá las
políticas y procedimientos para otras
agencias de la Iglesia y empleados. Lam-
entablemente, algunas de nuestras “gen-
tes” han percibido estos cambios como si
el “SEI se estuviera volviendo una corpo-
ración en lugar de una familia.” La reali-
dad es que el SEI está más apegado con
las políticas generales de la iglesia y los
procedimientos. Esperamos que com-
prendan y apoyen ese orden. El sentido
de familia siempre fue importante en el
SEI y es algo que no queremos perder
jamás. Aparte de ser una familia del SEI,
también somos parte de la familia mayor
de empleados de la Iglesia. Es algo simi-
lar a cuando nuestros hijos se casan y tie-
nen a sus hijos. Ellos forman sus propias
familias pero no dejan de ser parte de
nuestra familia. Harán algunas cosas dif-
erentes en sus familias, pero queremos
que continúen siendo y sintiéndose parte
de nuestra gran familia.
El presidente Hinckley lo dijo de esta
manera en el DVD, [clip] Considérense
como parte de un gran equipo, una gran
familia, todos unidos trabajando para lle-
var a cabo un enorme propósito.” (“Ex-
pectativas” al trabajar en el reino del
Señor [DVD educativo para los emplea-
dos de la Iglesia y los misioneros de
servicio, 2006]). Conozcamos a algunos
de los miembros de nuestra gran familia
de empleados de la Iglesia.
[video: employees around the globe from
“Out of Small Things” DVD]
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Es un privilegio ser un empleado de la
Iglesia y del SEI.
¿A dónde más puede una persona traba-
jar para una organización que no se
puede comprar o fusionar con un compe-
tidor? ¿Qué otra organización tiene profe-
tas, videntes y reveladores como su mesa
de directores? ¿Quién más puede trabajar
con colegas tan calificados y compro-
metidos que deben ser dignos de tener
una recomendación para el templo vi-
gente para mantener su empleo? ¿Quién
más puede trabajar en una causa que ti-
ene tantas consecuencias y recompensas
eternas? ¿En qué otro empleo oramos
juntos, testificamos y dependemos del
Espíritu Santo para recibir inspiración y
ayuda?
El ser no solamente empleado de la Igle-
sia, sino también empleado del SEI, nos
otorga privilegios únicos. Uno de esos es
la bendición de estudiar y enseñar de las
Escrituras diariamente. El presidente
Howard W. Hunter habló de ese privile-
gio en una Tarde con una Autoridad
General en 1989:
Mi empleo con el SEI me ha dado este
privilegio de estudiar y enseñar de las
Escrituras durante muchos años. Ese
privilegio solo, ha cambiado mi vida y la
de mi familia. Por ello estoy eternamente
agradecido. Nunca olvidemos qué gran
bendición es estudiar y enseñar a la ju-
ventud acerca de las Escrituras. Es una
gran bendición que nunca podrá refle-
jarse adecuadamente en nuestro salario.
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Ser un empleado del SEI y de la Iglesia es
un deber sagrado y solemne que requiere
de mucho trabajo y de un gran espíritu
de consagración. Siempre cumplamos
con el trabajo a pesar de los obstáculos.
mos con buen ánimo cuanta cosa esté a
nuestro alcance; y entonces podremos
permanecer tranquilos, con la más com-
pleta seguridad, para ver la salvación de
Dios y que se revele su brazo.”

Todos sabemos que nuestra primera y A mí me parece que este es el espíritu con
principal responsabilidad es nuestra sal- el cual el presidente Hinckley nos está
vación personal y la de nuestra familia. urgiendo a hacer nuestra parte en la obra
Todos tenemos llamamientos en la Iglesia del Señor.
y somos empleados de ella. A pesar de
nuestras demandas, siempre debemos Si estamos trabajando con ese espíritu
cumplir con nuestro trabajo en el SEI creo que seremos un empleado que obe-
como lo hizo el Pastor y no los “asalaria- diente no solamente a los mandamientos
dos” a quienes se refiere el Salvador en el sino también a las políticas y procedi-
capítulo 10 de Juan. El trabajo de enseñar mientos.
los principios del Evangelio a la juventud
Una de mis Escrituras favoritas está en
es de suma y eterna importancia. Merece
Doctrina y Convenios 82:10, [slide] “Yo,
nuestros mejores esfuerzos. Nuestro tra-
el Señor, estoy obligado cuando hacéis lo
bajo no es un empleo más. Es un encargo
que os digo; mas cuando no hacéis lo que
sagrado. Por favor sean muy cuidadosos
os digo, ninguna promesa tenéis.” Sé que
al comprometerse con segundos empleos.
los mandamientos del Señor y las normas
Estoy muy agradecido por lo que las
de la Iglesia y del SEI no se encuentran
Autoridades Generales han hecho con los
exactamente en el mismo nivel de impor-
salarios de los empleados del SEI. Ello
tancia; sin embargo, creo que la obedien-
me ha hecho posible no tener que buscar
cia gozosa es algo que nos compromete
un segundo empleo como hice los prime-
con ambos. Cuando somos obedientes
ros años antes de ser un empleado del
somos bendecidos. Como dice en Doc-
SEI de tiempo completo. Los efectos del
trina y Convenios 130:21, [slide]
principio, “un hombre no puede servir a
“Cuando recibimos una bendición de
dos señores” (Mateo 6:24) son reales y
Dios, es porque se obedece aquella ley
probablemente inevitables, no importa
sobre la cual se basa.” El ser obediente en
cuán duramente tratemos de trabajar en
todos los aspectos de nuestro empleo y
más de un empleo. En Doctrina y Con-
de nuestra vida personal nos trae grandes
venios sección 123, el Señor y el Profeta
bendiciones al SEI, a nosotros y a nues-
José aconsejaron a los santos [slide] “con-
tras familias.
su[mad] y agot[ad] [vuestras] vidas” en
hacer su deber y “atender a estas cosas Otra observación. Aun cuando enseñe-
con gran diligencia.” Y concluye diciendo mos a multitud de alumnos, nuestro in-
“Por lo tanto, amados hermanos, haga- terés debe ser “el uno”.

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No son lo programas, las lecciones o el
tener salones llenos de alumnos que
serán exaltados, sino que son la persona y
las familias. En 3 Nefi el Señor enseñó a
multitudes pero también mostró innu-
merables ejemplos de interés por el “in-
dividuo.” Los administradores asistentes
compartieron algunos maravillosos
ejemplos de maestros que se enfocan en
el individuo. Redoblemos nuestros es-
fuerzos y asegurémonos de concentrar-
nos en el estudiante, en lo individual.
Hace poco he meditado en las implica-
ciones personales de una declaración
hecha a los educadores religiosos del SEI
en el 2001. En sus comentarios a los
miembros del SEI, esa noche el élder
Maxwell les dijo, [slide] “Parte del apos-
tolado debe ser convertirnos en miem-
bros que dan su máximo rendimiento
pero con un mínimo mantenimiento en la
Iglesia. Esos miembros no son sobresali-
entes; cuando mueran ellos no desean
que se anuncie su muerte en los progra-
mas de noticias. Ellos han hecho lo que el
Padre Celestial esperaba de ellos y lo han
hecho sumisa y humildemente” (Glorifi-
cad a Cristo [Una velada con el élder
Neal A. Maxwell, 2 de febrero de2001],6).
[slide: Become “high yield/low mainte-
nance employees” ]
Me siento intrigado por el concepto de
“máximo rendimiento, mínimo manten-
imiento”. Me ha hecho preguntarme:
¿cuánto mantenimiento requiero y qué
tan alto es mi rendimiento?” Para contes-
tar esa pregunta, he llegado a la conclu-
sión de que debo evaluar cada aspecto de
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mi vida y de mi trabajo por separado. Por
ejemplo, en el pago de diezmos puedo
dar mi máximo rendimiento, requiriendo
mínimo mantenimiento. Pero cuando se
trata de mi historia familiar puedo ser un
miembro que da un mínimo de rendi-
miento. Lo que significa que necesito
mucho ánimo y recordatorios, y aún así
mi rendimiento es muy bajo.
Ese proceso de evaluación se aplica a
nuestro trabajo en el SEI. Puedo ser
maestro de alto rendimiento, mínimo
mantenimiento en el salón de clase, pero
de bajo rendimiento, alto mantenimiento
en mis deberes administrativos como in-
formes o finanzas. Para ser un empleado
exitoso del SEI y de la Iglesia, necesito
mejorar cada aspecto de mi desempeño.
Especialmente aquellos en los que req-
uiero mucho mantenimiento o en los que
mi desempeño es muy bajo.
Reconocemos que no alcanzaremos la
perfección, pero podemos y debemos es-
tar mejorando humilde y sumisamente.
La principal responsabilidad para lograr
las mejoras necesarias descansa en cada
uno de nosotros de manera individual,
no en nuestros líderes.
En la sección 58 de Doctrina y Convenios
se nos dice que no debemos ser compe-
lidos en todo, sino que debemos estar
consagrados a una causa buena y hacer
muchas cosas de nuestra propia volun-
tad. ¿No será otra manera de decirnos
que somos personalmente responsables
para ser de alto rendimiento y bajo man-
tenimiento en todos los aspectos de nues-
tras responsabilidades?
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Además de nuestra mejora personal, to-
dos podemos y debemos llevar a cabo
cambios y mejoras en el SEI. Creemos
que el SEI debe ser un departamento de
alto rendimiento y bajo mantenimiento.
La admonición del presidente Hinckley
fue:
[clip] “Al servir y familiarizarse con la
obra, podrán saber dónde se pueden
hacer mejoras. No vacilen en hacer notar
esto. Todos aquí estamos trabajando para
buscar soluciones a los problemas y luego
llevar a cabo esas soluciones con honesti-
dad y franqueza.
La causa en la cual están embarcados es
lo más grande de la tierra. Por favor den
lo mejor de ustedes mismos. Al hacerlo,
encontrarán satisfacción en su trabajo.
[Esa es una declaración clave]. No sólo
será la fuente de sus ingresos, pero más
importante aún, la fuente de su satisfac-
ción…
“Les deseamos toda la felicidad y un gran
sentimiento de éxito, no importa cual sea
su responsabilidad” (en Trabajando en el
Reino del Señor).
Ahora bien, como empleados del SEI, de-
bemos ser frugales con los fondos sagra-
dos que nos son encomendados.
El presidente Hinckley dijo que él con-
serva una pintura de la “ofrenda de la
viuda” en su oficina, para recordarle su
responsabilidad de ayudar a asegurarse
de que los fondos sagrados de los diez-
mos se gasten apropiadamente. Su rec-
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ordatorio para nosotros es [slide] “Cada
uno de nosotros tiene una responsabili-
dad sagrada y solemne. Estamos gas-
tando los diezmos del pueblo, sus ofren-
das consagradas al Señor. Los fondos que
recibimos como salarios y para otros gas-
tos son sagrados” (en Trabajando en el
Reino del Señor).
Al revisar de qué manera se han usado
los fondos sagrados asignados al SEI,
hemos considerado prudente hacer algu-
nos ajustes. Creemos que esos ajustes no
solamente nos ayudarán a usar mejor los
fondos que nos han sido encomendados,
sino que nos ayudarán a ser más eficaces
para lograr nuestro objetivo. Cada uno
de nosotros debe evaluar con cuidado
cómo utilizar esos sagrados presupuestos
que nos han sido encomendados.
El presidente Hinckley también nos dio
algunos consejos maravillosos acerca del
uso de los fondos que nos han encomen-
dado en forma de salarios y beneficios.
Nos recordó que pagáramos en efectivo
siempre que fuera posible y que comié-
ramos alimentos sencillos, saludables,
preparados en casa. No creo que quisiera
decir que una comida de vez en cuando
en un buen restaurante con nuestra
esposa fuese algo malo, pero creo que se
refirió a que viviéramos modestamente y
dentro de nuestro presupuesto. Mi
esposa es maravillosa en ese aspecto.
LaNell siguió el consejo de ser madre y
esposa de tiempo completo y ha hecho
que nuestra calidad de vida sea mejor si-
endo una sabia consumidora, y culti-
vando y usando sus aptitudes para con-
feccionar cortinas, tapizando los muebles
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desgastados, habilitando gabinetes, colo-
cando loseta vinílica, cortando el cabello
a la familia, cosiendo vestidos y confec-
cionando ropa para ella y nuestras hijas,
y una multitud de otras cosas. Nos ha
ayudado a vivir bien con el salario que yo
recibo como empleado del SEI sin que
ella tenga que salir de casa y descuidar a
nuestros nueve hijos.
La siguiente sugerencia es que con-
tinuamente encontremos nuevo signifi-
cado y gozo en nuestro trabajo.
Nunca debemos sucumbir a la tentación
de hacer el mismo trabajo año tras año
tras año o de perder el gozo en lo que
hacemos. Con demasiada frecuencia,
cuando a alguien se le pregunta “¿Y
cómo te va en el trabajo?” la respuesta es,
“Ay, ya sabes, siempre es lo mismo.” Qué
expresión tan lamentable de un senti-
miento tan íntimo. Espero que no sea eso
lo que reflejen nuestros sentimientos ac-
erca de nuestro trabajo en el SEI. Hay co-
sas que debemos hacer y que por necesi-
dad son repetitivas y rutinarias.
Permítanme compartir una maravillosa
cita del élder Maxwell acerca de las tareas
rutinarias y repetidas y hallar nuevo sig-
nificado y gozo renovado en lo que hago:
[slide]:
¿Estamos listos para la rutina y repetición
que son una necesidad organizacional
simplemente porque la gente es la gente y
también porque en cualquier organiza-
ción o institución existe la repetición y la
rutina?
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Chesterton hace notar nuestra baja capa-
cidad para encarar la monotonía y dice
en un conmovedor pasaje: Es posible que
Dios diga cada mañana, “Hazlo de
nuevo” al sol; y cada noche, “Hazlo de
nuevo” a la luna. Puede que no sea una
necesidad automática lo que hace que las
margaritas sean iguales; puede ser que
Dios confeccione las margaritas de
manera separada, pero nunca se ha can-
sado de hacerlas” ([G. K. Chesterton, Or-
thodoxy [Garden City, New York: Dou-
bleday Image Books, 1959] 20–21.) El
élder Maxwell continúa, “El gozo divino
en lo que nos parece ser mera repetición
es una clave del carácter sublime de Dios.
Dado que debemos, en ocasiones, aceptar
lo que nos parece ser una rutina, es decir,
experiencias que se repiten, nosotros
también, si lo intentamos, podremos hal-
lar nuevo significado y gozo renovado en
las experiencias repetidas. El curso de
Dios es un eterno giro pero no es un giro
monótono. Dios nunca se fastidia, pues
alguien que tiene amor perfecto nunca se
fastidia. Siempre hay mucho por conocer,
mucho por hacer, muchas maneras de
ayudar, muchas posibilidades por lograr”
(Neal A. Maxwell, Una Manera más Exce-
lente [1967] 84—85). Todos sabemos que
hay una gran diferencia entre veinte años
de experiencia y un año de experiencia
repetida veinte veces.
El presidente Hinckley nos aconseja, “Por
favor den [a nuestro trabajo] lo mejor de
ustedes mismos. Al hacerlo, hallarán sat-
isfacción en su trabajo. No solamente
será la fuente de su ingreso, sino más im-
portante, la fuente de su satisfacción.”
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Espero que todos podamos encontrar fe-
licidad y éxito en cada asignación del SEI.
Si me hubieran dejado elegir, probable-
mente no hubiera tenido las maravillosas
asignaciones del SEI que he tenido. Al-
gunas de ellas han requerido que
mudemos a nuestra familia cuando algu-
nos de nuestros hijos eran adolescentes.
Otras asignaciones me han requerido
hacer trabajo administrativo y dejar de
ser maestro de clase, que tanto amo.
Otras han requerido que tenga horarios
cambiantes o que esté lejos de casa.
Nunca se me forzó a que aceptara estas
asignaciones. LaNell y yo oramos acerca
de cada asignación que me han ofrecido
hemos aceptado porque sentimos que ha
sido lo correcto para nosotros. Al volver
la vista al pasado, agradecemos a un am-
oroso Padre Celestial por la maravillosa
forma en que ha bendecido nuestra vida,
y la de nuestra familia por medio de estas
asignaciones. No siempre ha sido fácil,
pero definitivamente ha valido la pena.
Permítanme recomendarles que sean re-
ceptivos a los nuevos desafíos y nuevas
oportunidades cuando se presenten.
Hace algunos meses, el élder W. Rolfe
Kerr compartió conmigo una cita de
James Michener de su libro Chesapeake:
[slide]
Un barco, del mismo modo que un ser
humano, se desplaza mejor cuando se
encuentra ligeramente en contra del vi-
ento, cuando se ve la necesidad de man-
tener las velas atesadas y conservar el
rumbo fijo. Los barcos, al igual que los
hombres, andan mal cuando el viento
está directamente detrás de ellos y los
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empuja con descuido, por lo que no exige
el prestar atención a la dirección ni el
ajustar las velas; el viento parece favor-
able, puesto que sopla en la dirección que
uno lleva, pero en realidad es destructivo
debido a que conduce a la pasividad y al
descuido. Lo que hace falta es el viento
ligeramente en oposición al barco, ya que
ello mantiene la tensión, se vigorizan las
energías y las ideas germinan, porque los
barcos, al igual que los hombres, reac-
cionan ante el reto que se les imponga.
(James A. Michener, Chesapeake [1978],
566], citado por Carlos E. Asay, “Conser-
vemos el rumbo exacto”, Liahona, julio
1996, pág. 65) Las nuevas asignaciones
del SEI generalmente nos proveen con
nuevos retos y oportunidades de creci-
miento.
Empiezo a comprender el gozo de re-
conocer regularmente la ayuda del Señor
y sus bendiciones en mi vida y en esta
obra.
Soy muy bendecido al tener una oficina
con una hermosa vista del Templo de Salt
Lake. Paso mucho de mi tiempo en reun-
iones y fuera de ella. Durante los últimos
años, me he tomado un momento antes
de salir para ver hacia fuera de mi
oficina, hacia el templo, y decir, por lo
general verbalmente, Padre Celestial,
“Gracias por permitirme ser parte de esta
gran obra”. Y le expreso mi deseo de me-
jorar al hacer mi trabajo y hacerlo a Su
manera, no a la mía. Ha sido una experi-
encia muy satisfactoria. Se las re-
comiendo.
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[slide: We can learn much from the “old
crows”]
Recientemente tuvimos la oportunidad
de pedir a algunas parejas que se han ju-
bilado que compartieran sus sentimientos
acerca de su carrera en el SEI. Hubiéra-
mos deseado incluir algunos comentarios
de estas parejas del SEI de países fuera de
los Estados Unidos, pero no fue posible.
Probablemente me meta en problemas
por decir esto, especialmente con las
esposas, pero escuchemos algunas reflex-
iones y consejos de algunos “viejos cuer-
vos.”
[video: couples]
[slide: Spouses play a unique and impor-
tant role in CES]
Ustedes, maravillosas esposas, son ex-
tremadamente importantes para el éxito
del SEI. Deseamos que continúen par-
ticipando. Los cambios recientes en
políticas de hospedaje fueron necesarios
pero de ninguna manera tenían la inten-
ción de disminuir o excluir a las esposa
de participar de la capacitación. De
hecho los presupuestos de capacitación
no fueron reducidos con la esperanza de
que al tener al esposo y la esposa en las
reuniones de capacitación locales, ten-
drán mayor oportunidad de asistir con
sus esposos. Queremos que sepan que
las amamos y que estamos agradecidos
por quienes son y lo que hacen por el SEI
y por nosotros. Las grandes bendiciones
que he recibido durante mi carrera se de-
ben mayormente debido al maravilloso
apoyo, ánimo y amor de mi ángel, mi
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esposa LaNell. Sepan que soy muy listo
al no referirme a ella como un “viejo cu-
ervo,” pero me gustaría que ella, en rep-
resentación de todas ustedes, comparta
sus sentimientos acerca de lo que es ser
una esposa SEI.
Qué maravilloso honor, privilegio y
desafío es ser esposa de alguien que tra-
baja en el SEI. Estamos en la mira de los
demás. Recuerdo una ocasión en que
Gary llegó a casa del trabajo y me encon-
tró en la lavandería doblando pañales de
tela. Nos abrazamos y me dijo: “Cariño,
¿qué hiciste hoy? Y yo le dije: “mi amor,
volví a hacerlo. No sé cuál de los 12.000
pañales de tela estaba doblando en ese
momento, pero yo sé que nuestro Padre
Celestial podría haber creado un mundo
sin bebés que alimentar y rodillas que
sangraran, y con adolescentes capaces de
crecer sin necesidad de consejos ni
desafíos, y con esposos que pensaran
como esposas; pero también sé que Dios
está más interesado en que nos convirta-
mos en menos de cómo somos y en más
de cómo Él es. Por lo que ha creado estos
momentos sagrados y cada uno de ellos
es una oportunidad para que nosotros les
pasemos Sus valores a nuestros hijos y
esposos y para que recibamos de ellos. Y
sé que amo a mi esposo. Nos casamos
porque amamos al Señor. Encontré un
hombre que comparte mi testimonio.
Amo a sus colegas del SEI y el corazón de
las esposas que lo han dado todo para
dominar el arte del trabajo doméstico,
que es el arte de crear mundos sin fin, y
quienes poseen dentro de sí el ardiente
deseo de la devoción y la dedicación a la
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crianza de Sus hijos no sólo en una hora

en la sala de clases, sino hora tras hora
por días, semanas, meses y años y están
dispuestas a hacerlo nuevamente. Que el
Señor las bendiga, maravillosas mujeres,
porque es un esfuerzo conjunto mediante
el cual el reino de Dios se establece. Y
comparto este testimonio en el nombre de
Jesucristo, nuestro Maestro, amén.

Gracias, cariño. El empleo en el SEI ha

sido y continúa siendo una enorme ben-
dición para LaNell y para mí, y para
nuestra familia. Agradecemos a Dios por
permitirnos participar en el crecimiento
de Su reino.

Deseo terminar expresando mi amor por

cada uno de ustedes y mi aprecio a un
amoroso Padre Celestial por el privilegio
de ser no sólo miembro, sino empleado
en la empresa que establece el reino de
Dios sobre la tierra. En el nombre de Je-
sucristo. Amén

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Reconciliaos con la voluntad de Dios
Élder Paul V. Johnson

Es un privile-
gio estar con ustedes
hoy. He estado con
ustedes y con sus
alumnos en muchos
países y entornos. El
Señor está pre-
parando a esta gen-
eración para las
grandes responsabilidades y misiones
que tendrá, y qué oportunidad es partici-
par en esta espléndida tarea.

Estamos complacidos con sus es-
fuerzos y el de todos los voluntarios al-
rededor del mundo que aman a los jóve-
nes y se dedican a la obra. Les transmito
la estima y gratitud de la Mesa Directiva
de Educación, por las consecuencias de
sus esfuerzos sobre el reino. Sé que su
trabajo tiene una profunda influencia en
cientos de miles de vidas. Lo he visto en
mis propios hijos y en los jóvenes que he
conocido en todo el mundo. He es-
cuchado el agradecimiento de los padres
y de los líderes de los jóvenes y de los
jóvenes adultos. Es una obra maravillosa,
desafiante y emocionante en la que esta-
mos embarcados. Me siento afortunado
de poder trabajar junto a ustedes.

Las oportunidades que tengo para
hablar con ustedes son escasas y por
tanto me ha costado decidir qué tema
sería el más adecuado para esta capacita-
ción. He sentido que debo hablar en este
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día sobre un tema que parecería enfo-
carse más en nuestra vida personal que
en los detalles sobre la dirección o en los
programas del SEI; y sin embargo, es un
tema tan importante para lo que somos y
lo que hacemos que afecta nuestra vida
personal, nuestras familias, nuestros lla-
mamientos en la Iglesia y nuestras asig-
nación del SEI. Les pido que piensen en
cómo aplicar este tema personalmente y
en sus asignaciones del SEI. Sus implica-
ciones llegan a todos los aspectos de
nuestra vida en la tierra y en las eterni-
dades, como un factor determinante de
nuestro destino final.

Deseo hablar sobre el uso de nues-
tra voluntad personal y específicamente
sobre la lucha por someter nuestra volun-
tad a la de Dios.

Teníamos el albedrío, la capacidad
para actuar de acuerdo a nuestra volun-
tad, en al vida preterrenal (véase Alma
13:3--4). El albedrío también existió
desde el comienzo del estado terrenal.
Alma explicó que después de la Caída,
Adán y Eva “…fueron separados de la
presencia del Señor, tanto temporal como
espiritualmente; y así vemos que llegaron
a ser personas libres de seguir su propia
voluntad” (Alma 42:7). Todos nosotros
nos encontramos en la misma posición,
somos personas que podemos seguir
nuestra propia voluntad. Dios no nos
forzará a hacer Su voluntad. Él nos per-
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mite ejercitarla para determinar lo que
haremos. Podemos disponer nuestra vol-
untad a favor del hombre natural o del
adversario y al fin encontrar la miseria, o
podemos determinar ejercitarla a favor
de nuestro Padre y encontrar gozo y paz
eternos. El grado al cual adaptamos nues-
tra voluntad a la de Dios, determina
nuestro crecimiento personal, poder y
destino.

El Salvador es el ejemplo perfecto
de cómo adaptar Su voluntad a la del Pa-
dre. Aún en la vida preterrenal sus expre-
siones revelaron ese modelo; Él siempre
pensó: “...Padre, hágase tu voluntad, y
sea tuya la gloria para siempre” (Moisés
4:2). Comparen esto con la respuesta de
Satanás con el fin de ensalzarse: “Heme
aquí, envíame a mí. Seré tu hijo y redi-
miré a todo el género humano, de modo
que no se perderá ni una sola alma, y de
seguro lo haré; dame, pues, tu honra”
(Moisés 4:1). Este enfoque en sí mismo lo
llevaría a rebelarse contra Dios y a
dedicarse desde allí a engañar y cegar a
los hombres y llevarlos cautivos (véase
Moisés 4:4).

Como el Salvador enseñó a la
gente del Libro de Mormón cuando les
dijo: “…vine al mundo a cumplir la vol-
untad de mi Padre. . .” (3 Nefi 27:13). Él
nunca vaciló en hacer la voluntad del Pa-
dre. Todos pensamos en los hechos cul-
minantes en el Jardín de Getsemaní y en
la cruz en donde “la voluntad del Hijo
[fue] absorbida en la voluntad del Padre”
(Mosíah 15:7) y sufrió y murió por noso-
tros. Ese jardín fue el escenario para Su
conmovedora súplica y para la heroica
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expresión que prosiguió: “Padre, si
quieres, pasa de mí esta copa; pero no se
haga mi voluntad, sino la tuya” (Lucas
22:42). El gran sacrificio de la Expiación
no fue la única vez en la que Él cumplió
la voluntad del Padre. Todo lo que había
hecho estaba de acuerdo con la voluntad
del Padre. Durante Su visita a las Améri-
cas, dijo que “se había sometido a la vol-
untad del Padre en todas las cosas desde
el principio” (3 Nefi 11:11).

Deseamos llegar a ser como el Sal-
vador. No hay un camino más directo
para llegar a ser como Él que seguir Su
ejemplo al hacer siempre la voluntad del
Padre; esto es tan sencillo y tan amplio.

Hay muchos ejemplos en las Escri-
turas, y en la historia de la Iglesia, de
gente que tiene éxito al permitir que su
voluntad sea absorbida en la voluntad
del Padre. Podemos mencionar algunos
ejemplos específicos en donde eso es evi-
dente, como cuando se le pidió a Abra-
ham que ofreciera a su hijo; pero también
sabemos que una persona como Abraham
no ofreció ejercer su voluntad sólo para
una gran prueba sino que se había
pasado la vida haciendo la voluntad del
Padre. Había llegado a ser la manera en
que vivía y recibió las bendiciones por
ello. Cuando nos enfrentamos a las
grandes pruebas, también estaremos lis-
tos si pasamos las pruebas diarias de ser
sumisos.

El proceso es sencillamente
conocer la voluntad de Dios y escoger
adaptar nuestra voluntad a favor de la
Suya al hacer Su voluntad con la actitud
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correcta. Esto parece muy sencillo, ¿pero
por qué se convierte en un desafío tan
grande para nosotros? ¿Qué es lo que no
nos deja hacerlo?

En cuanto a conocer Su voluntad,
la gente de esta audiencia la comprende
bien en su vida. Habrá algunas circun-
stancias específicas en donde no sabemos
exactamente lo que deberíamos hacer,
pero en cuanto a la guía total que de-
beríamos tener en nuestra vida, sabemos
lo que debemos hacer. Conocemos los
mandamientos y sabemos que están de
acuerdo con la voluntad de Dios. Hemos
hecho convenios y sabemos que Él nos
hará cumplir con esos convenios. Tene-
mos las Escrituras y la guía de los profe-
tas modernos a nuestra disposición, que
son los medios por medio de los cuales el
Señor revela Su voluntad. Tenemos tam-
bién el don del Espíritu Santo. Sería
difícil para nosotros probar que no
sabíamos lo que debíamos hacer (véase 2
Nefi 2:5, 26--27).

Si las personas vivieran sin el
conocimiento del Evangelio, podrían ser
menos concientes de la voluntad de Dios
para con ellas. Sin embargo, todas las
personas tienen el Espíritu de Cristo y
hasta cierto punto pueden conocer Su
voluntad (véase Moroni 7:16). Cuando
Amulek habló con la gente de Am-
moníah, les explicó: “Nunca he sabido
mucho acerca de las sendas del Señor ni
de sus misterios ni de su maravilloso po-
der. Dije que nunca había sabido mucho
de estas cosas; mas he aquí, me equivoco,
porque he visto mucho de sus misterios y
de su maravilloso poder… Sin embargo,
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endurecí mi corazón, porque fui llamado
muchas veces, y no quise oír; de modo
que sabía concerniente a estas cosas, mas
no quería saber; por lo tanto, seguí re-
belándome contra Dios…”
(Alma 10:5--6). Amulek fue lo suficiente-
mente franco para admitir que sabía lo
que era correcto pero que no quería hac-
erlo. A veces podemos sentirnos inclina-
dos a rebelarnos como lo hizo Amulek,
pero le damos otro nombre a nuestras ac-
ciones, al decir que no sabíamos lo que
debíamos hacer en vez de decir que lo
sabíamos pero no queríamos hacerlo.

Parece que entre los Santos de los
Últimos Días es un desafío más grande
escoger obedecer la voluntad de Dios que
el conocerla. El obedecer la voluntad de
Dios, o en otras palabras, ejercitar nuestra
voluntad a favor de la Suya en todas las
cosas es la parte central de nuestra
prueba en la vida terrenal. Está en el cen-
tro de nuestra buena disposición el
guardar los mandamientos y los conven-
ios. Abarca nuestros pensamientos, de-
seos, palabras y hechos.

El orgullo y el egoísmo nos impi-
den hacer Su voluntad. El élder Neal A.
Maxwell dijo:
Hay muchos de nosotros que nos priva-
mos de llegar al punto de la consagración
porque caemos en el error de creer que si
dejamos que nuestra voluntad quede ab-
sorbida en la del Padre, perderemos la
individualidad (véase Mosíah 15:7). Lo
que en realidad nos preocupa no es re-
nunciar al “yo” sino a las aspiraciones
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egoístas como la posición económica o
social, el tiempo, el reconocimiento y las
posesiones. No es de extrañar que el Sal-
vador nos haya mandado perder la vida
(véase Lucas 9:24). Lo que Él nos pide es
que perdamos el Viejo “yo” para encon-
trar el nuevo. No es cuestión de perder la
identidad sino de hallar la verdadera.
Irónicamente, muchas son las personas
que de todos modos ya se han perdido al
dedicarse demasiado a sus pasatiempos y
al estar absortas en cosas de mucha me-
nor importancia que la Salvación. (“…
absorbida en la voluntad del Padre”, Lia-
hona, enero de 1996, pág. 25).

La cultura y las tradiciones que
van en contra de los principios del Evan-
gelio también tienden a frenar el avance
de cumplir totalmente con la voluntad de
Dios. Estas tradiciones pueden ser de un
país, de una familia o aún ciertas tradi-
ciones que han crecido en una organiza-
ción como es el SEI. José Smith expresó su
preocupación en cuanto a cómo las tradi-
ciones frenaban el avance de algunos de
los santos en aquellos días:
Por varios años he tratado de preparar la
mente de los santos para que puedan re-
cibir las cosas de Dios; pero frecuente-
mente vemos que algunos de ellos, de-
spués de sufrir muchas cosas por la obra
de Dios, estallan en pedazos como el
cristal, en cuanto surge algo que se opone
a sus tradiciones; no pueden resistir el
fuego.
(Enseñanzas del Profeta José Smith, pág.
409).
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El desarrollar la humildad y la
buena disposición para someterse a la
voluntad de Dios es una búsqueda de
toda la vida. Queremos volvernos “...su-
miso, manso, humilde, paciente, lleno de
amor y dispuesto a someterse a cuanto el
Señor juzgue conveniente imponer sobre
[nosotros]” (Mosíah 3:19). Es un proceso
de línea sobre línea. En cada ocasión en
donde sometemos nuestra voluntad a la
Suya, Él nos bendice con crecimiento es-
piritual y aumenta nuestra capacidad
para someterla a un nivel mayor. El élder
Maxwell explicó cómo el Señor puede
utilizar este proceso para ayudarnos a
crecer y a cambiar:
Si nos hemos ablandado, quizás se hagan
necesarios tiempos difíciles. Si nos hemos
echado para atrás demasiado contentos,
tal vez tengamos que recibir una dosis de
descontento divino; la reprobación quizás
nos ayude a comprender mejor. Un
nuevo llamamiento nos saca de la
cómoda rutina de cargos en los cuales ya
nos hayamos capacitado. Se nos puede
despojar de algunos lujos con el fin de
extirpar el cáncer maligno del material-
ismo; o se nos puede abrasar con el fuego
de la humillación con objeto de derretir el
orgullo. Sea lo que sea que nos falte, Dios
se ocupará del asunto.
John Taylor dijo que quizás el Señor de-
cida retorcernos las fibras mismas del co-
razón (véase Journal of Discourses,
14:360). Si hemos puesto el corazón con
mucho afán en las cosas de este mundo,
tal vez sea necesario retorcerlo o que-
brarlo o someterlo a un gran cambio
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(véase Alma 5:12). (Liahona, enero de
1996, pág. 27).

A medida que pasamos por esta
vida cada uno de nosotros tiene diferen-
tes desafíos en donde debemos determi-
nar si vamos a someter nuestra voluntad.
A veces estas pruebas son privadas y en
silencio y otras son públicas y todo el
mundo las conoce pero siempre son im-
portantes. Un joven cuyo nombre no se
sabe enfrentó una de tales pruebas según
lo registra el Nuevo Testamento. Este
joven vino al Salvador y le preguntó que
qué bien haría para tener la vida eterna.
Revisemos el relato con la respuesta del
Salvador:
“. . . si quieres entrar en la vida, guarda
los mandamientos”. “Le dijo: ¿Cuáles? Y
Jesús dijo: No matarás. No adulterarás.
No hurtarás. No dirás falso testimonio”.
“Honra a tu padre y a tu madre; y,
amarás a tu prójimo como a ti mismo”.
“El joven le dijo: Todo esto lo he guar-
dado desde mi juventud. ¿Qué más me
falta?”
“Jesús le dijo: Si quieres ser perfecto,
anda, vende lo que tienes, y dalo a los
pobres, y tendrás tesoro en el cielo; y ven
y sígueme” (Mateo 19:17--21).

Ese fue un momento decisivo para
este joven. El había sido fiel en muchos
aspectos de su vida pero se enfrentaba
ahora a un asunto que le era difícil. Tenía
que decidir entre someter su voluntad a
la del Señor y vender todo lo que poseía o
seguir su propia voluntad y mantener sus
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posesiones. Desafortunadamente, “...oy-
endo el joven esta palabra, se fue triste,
porque tenía muchas posesiones” (Mateo.
19:22).

Puesto que nuestro propósito debe
ser el de volvernos más como nuestro
Padre y Su Hijo no debemos sorprender-
nos que algunas de las pruebas a las que
nos enfrentemos sean hechas específica-
mente para nosotros en forma individual.
Ya que cada uno de nosotros tiene áreas
en su vida que debe cambiar y debili-
dades que deben volverse fortalezas de-
bemos esperar que las pruebas más difíci-
les de la voluntad estén en áreas en las
que nos “retuerzan las fibras mismas del
corazón.” La más grande prueba de este
joven rico no parecía que fuera uno de los
mandamientos que él había guardado
sino una solicitud específica para él de
renunciar a algo en donde tenía puesto su
corazón. ¿Esperamos una prueba menos
difícil en nuestra vida? No queremos caer
en la trampa de pensar que porque las
decisiones de nuestra vida son, en gen-
eral, buenas, podemos ignorar o pospo-
ner la dirección del Señor específica y
personal.

Sabemos que el joven rico habría
recibido grandes bendiciones si hubiera
respondido de manera diferente. Sabe-
mos esto ya que Nuestro Padre Celestial
y Su Hijo sólo nos piden que hagamos
aquello que nos traerá bendiciones y feli-
cidad. La voluntad de ellos es que ten-
gamos gozo. Hablando del Salvador Ja-
cob enseñó: “Él no hace nada a menos
que sea para el beneficio del mundo;
porque él ama al mundo...” 2 Nefi 26:24.
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El tener fe en el amor de ellos por noso-
tros nos ayuda a saber que el hacer su
voluntad siempre nos traerá bendiciones.
Las pruebas pueden ser duras y doloro-
sas pero el resultado a lo largo es siempre
gozo, paz y progreso. El adversario nos
hará creer que el someternos a la volun-
tad de Dios nos traerá pesar, dolor y pena
duraderos; eso es una mentira. Satanás
quiere que creamos que cualquier humil-
lación temporaria, dolor o dificultad por
hacer la voluntad de Dios es mayor que
las bendiciones que vienen por ello. Pero
los desafíos asociados con someter nues-
tra voluntad, nunca sobrepasan las ben-
diciones.

A mí me ha parecido que antes de
recibir una bendición personal consider-
able o un llamamiento exigente debía te-
ner una prueba significativa para ver si
sometería mi voluntad y guardaría los
mandamientos. Esto ha sucedido en épo-
cas en las que no me daba cuenta que
pronto recibiría una bendición o un lla-
mamiento. Después que eso sucedía, ha
sido interesante ver la proximidad de la
prueba a la bendición y me ha hecho
meditar en la relación que habría entre
ellas.

No sé qué pruebas de la voluntad
han experimentado pero estoy seguro
que han constituido un desafío y que se
enfocado mucho en sus necesidades.

¿Por qué es importante obedecer la
voluntad de Dios para nosotros person-
almente? Guardar los mandamientos y
honrar nuestros convenios trae con ello
una multitud de bendiciones. ¿Y su vol-
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untad en cuanto a nuestras necesidades y
deseos personales? Cada uno de nosotros
es hijo o hija espiritual de padres espiri-
tuales. Él conoce quienes somos cada uno
de nosotros hoy en día. Les conoce, sus
pensamientos, sus deseos, sus acciones.
También sabe lo que es bueno, lo que es
mejor y justo para ustedes, para su bene-
ficio y bienestar, para su crecimiento y
desarrollo en rectitud. Sabe lo que necesi-
tan para ayudarles a volver a casa con Él.
Los susurros, las impresiones y los senti-
mientos vienen libremente, pero nosotros
escogemos si los escucharemos o no.
Una persona que se somete constante-
mente a la voluntad de Dios está en el
sendero de recibir grandes bendiciones.
Una persona que se probó a sí mismo de
esta manera es Nefi, el hijo de Helamán,
en el Libro de Mormón. Escuchen las
palabras que el Señor le dijo debido a su
buena disposición de buscar la voluntad
del Señor y de trabajar diligentemente:
“Bienaventurado eres tú, Nefi, por las co-
sas que has hecho; porque he visto que
has declarado infatigablemente a este
pueblo la palabra. . . Y no les has tenido
miedo, ni te has afanado por tu propia
vida, antes bien, has procurado mi volun-
tad y el cumplimiento de mis man-
damientos”.
“Y porque has hecho esto tan infatiga-
blemente, he aquí, te bendeciré para
siempre, y te haré poderoso en palabra y
en hecho, en fe y en obras; sí, al grado de
que todas las cosas te serán hechas según
tu palabra, porque tú no pedirás lo que
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sea contrario a mi voluntad” (Helamán
10:4-5).

Nefi había probado a lo largo de
su vida que haría siempre la voluntad del
Señor y debido a esto el Señor confió en
él completamente y le dio gran poder.
Conocemos bien la historia de Nefi
porque está en las Escrituras pero hay
muchas personas que han probado some-
ter su voluntad a la de Dios. Ha sido in-
teresante ver al presidente Hinckley muy
de cerca. He visto que él tiene una dispo-
sición total a hacer lo que el Señor quiere
que se haga, aún si esto requiere tomar
decisiones difíciles y realizar tareas que
constituyen un desafío.

Los ejemplos de personas que
someten su voluntad no se limita a los
profetas o los líderes de la Iglesia. Hay
muchos santos, anónimos, de quienes se
habla en el tercer capítulo de Helamán
que enfrentaron una gran persecución
pero fueron bendecidos debido a su dis-
posición de entregar su corazón.
“… ayunaron y oraron frecuentemente, y
se volvieron más y más fuertes en su hu-
mildad, y más y más firmes en la fe de
Cristo, hasta henchir sus almas de gozo y
de consolación; sí, hasta la purificación y
santificación de sus corazones, santifica-
ción que viene de entregar el corazón a
Dios” (Helamán 3:35).
Ustedes y yo conocemos a personas que
no son conocidos ni están en posiciones
importantes, quienes tienen la misma ac-
titud de Nefi o del presidente Hinckley.
También recibirán las poderosas bendi-
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ciones personales que se asocian con este
proceso. Estas bendiciones se encuentran
a disposición de todos nosotros. Notarán
que estas personas tienen un nivel de paz
y felicidad poco común. Aunque hayan
enfrentado dificultades y decepciones,
tienen una convicción del amor que el
Señor tiene por ellos y ejercen una poder-
osa influencia beneficiosa en los demás.
Mi propia madre fue un ejemplo de una
mujer santa, deseosa de poner de lado su
voluntad y, aunque nunca se supo, ben-
dijo muchas vidas y conmovió a las per-
sonas con su ejemplo y amor.

La buena disposición de someter
nuestra voluntad a la de Dios es clave
para nuestra Exaltación; es también un
sacrificio único que podemos hacer. El
élder Maxwell explicó:
“La sumisión de nuestra voluntad es la
única cosa exclusivamente personal que
tenemos para colocar sobre el altar de
Dios; todo lo demás que le ‘damos’ es, en
realidad, lo que Él nos ha dado o
prestado a nosotros. Pero cuando nos
sometemos dejando que nuestra volun-
tad sea absorbida en la voluntad de Dios,
entonces verdaderamente le estamos
dando algo. ¡Es la única posesión exclusi-
vamente nuestra que podemos dar! (Lia-
hona, enero de 1996, pág. 27).
Tuve la oportunidad de acompañar al
élder Maxwell a una conferencia de es-
taca unos meses antes de que falleciera.
Lo observé durante ese fin de semana y
me impresionó su actitud hacia su vida,
el servicio y su total sumisión a la volun-
tad del Señor. Él estaba totalmente dis-
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puesto a aceptar cualquier cosa que el “Así pues, Dios os levante de la muerte
Señor deseara de él. Esto se manifestó no por el poder de la resurrección, y también
sólo en sus palabras sino que era evidente de la muerte eterna por el poder de la ex-
en su espíritu y en su semblante. Verdad- piación, a fin de que seáis recibidos en el
eramente había permitido que su propia reino eterno de Dios, para que lo alabéis
voluntad fuera absorbida en la voluntad por medio de la gracia divina” (2 Nefi
de Dios. Sé que hubieron muchas perso- 10:24--25).
nas en esa conferencia que sintieron lo
mismo que yo sentí. Fue también asom- En el nombre de Jesucristo. Amén.
broso darme cuenta del poder de un
hombre débil en el cuerpo pero poderoso
en el espíritu. No tuve duda en mi mente
que el Señor le podría confiar a élder
Maxwell cualquier cosa.

Todos podemos llegar a ese punto final

donde hemos ofrecido libremente nuestra
voluntad total en el altar y obsequiarla
con mucho gusto; llegamos allí línea so-
bre línea. En nuestro viaje veremos que
muchas bendiciones llegan a nuestra vida
y junto con ello gran poder. No podrá ser
el tipo de poder que el mundo busca pero
es mucho más poderoso, duradero y real.
También traemos el poder de la Expia-
ción más completamente a nuestra vida y
damos un paso hacia la recompensa
eterna.

Concluyo con las palabras del profeta Ja-

cob en el Libro de Mormón:

“Reconciliaos con la voluntad de Dios, y

no con la voluntad del diablo y la carne; y
recordad, después de haberos reconcili-
ado con Dios, que tan sólo en la gracia de
Dios, y por ella, sois salvos”.

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