Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
net/publication/327070740
CITATIONS READS
0 1,275
1 author:
SEE PROFILE
Some of the authors of this publication are also working on these related projects:
All content following this page was uploaded by Guillermo Ruiz Pérez on 17 August 2018.
Índice
1. La ruptura con Hegel 2
2. Francia, Engels, Tesis ad Feuerbach y La Ideología alemana 6
3. El Capital: crítica de la economía política 13
a. Mercancía: esencia y atributos 14
b. El proceso de intercambio y la producción de plusvalor 20
4. Apéndice 24
5. Bibliografía 24
Tan pronto como desde la filosofía se pretende proponer una visión general de Karl Marx
(1818-1883), aparecen dificultades en dos ámbitos: en la demanda de concreción que requiere
semejante empresa y en la tarea de despojar de todas las atribuciones ideológicas e históricas
la exposición de su teoría. Por el primer lado, habremos de considerar cuáles son los
principales bloques que deben tratarse, yendo a las fuentes directas del autor y
desarrollando la lógica que contienen, más allá de un desglose conceptual pormenorizado.
Por otro—y estando en estrecha relación con lo anterior—, analizar las líneas maestras de
Marx protegerá de una caída sempiterna en juicios valorativos e históricos resultantes que
estorben el análisis filosófico.
Dividiremos el escrito en una primera parte donde se narrará las vicisitudes del
joven Marx, sus raíces en las lecturas de Hegel y, a través de Feuerbach, el giro contra el
idealismo derivado de aquel, en esa suerte de «inversión» de la que habla Louis Althusser en
Contradicción y sobredeterminación. Rota ya la línea de continuación con los jóvenes
neohegelianos, de la necesidad de una filosofía verdaderamente en contacto con una
realidad que ya no deber ser interpretada sino alterada emerge un materialismo histórico
que producirá un concepto de historia que la entiende como determinada «en última
instancia»1 por las condiciones materiales de producción de las sociedades y por la división
social del trabajo. Dedicaremos la segunda parte de la exposición a El Capital, entendiéndose
Tras completar su formación básica en Trier, Marx marcha a Bonn y Berlín, donde
completará los estudios universitarios. Allí entra en contacto con los movimientos juveniles.
Específicamente, se asociará con los «jóvenes hegelianos», que en el aquel momento
formaban el grupo Doktor klub, y particularmente con Bruno Bauer. Semejante experiencia
con las tendencias filosóficas que recorrían Berlín, como ecos del idealismo, desencantó a un
Marx joven pero ya dispuesto a la crítica contra las pretensiones puramente teoréticas del
pensamiento. No tardará en abandonar aquella izquierda hegeliana de jóvenes guiados por
Bauer para dar un paso al lado. Tal movimiento quedará reflejado en sus colaboraciones en
el Rheinische Zeitung, donde llegará a ser editor jefe.
La estancia en en el Rheinische Zeitung no quedó en el mero ejercicio intelectual sino
que permitió a Marx conocer de primera mano las circunstancias concretas de la política y
sociedad del momento, adquiriendo así las primeras motivaciones para plantear una crítica
que para él debe enraizarse en la realidad, en la acción práctica, para tener verdadero efecto.
Es decir, una posición que enfrenta directamente la situación alemana tanto social como
intelectual, en tanto que el idealismo ha mantenido una posición donde la toma de tierra con
lo concreto está cortocircuitada. No sólo mira Marx con recelo esa tendencia del pensamiento
alemán sino que certifica la incapacidad de este pueblo de hacer una crítica pertinente. La
situación de Alemania, a ojos del joven Marx, queda en permanente demérito en su
comparación con el mito de la Francia revolucionaria. El pueblo alemán carece de las
condiciones para ello:
Este derrumbe del mito fija aun más la crítica al idealismo: la realidad retorna una y
otra vez a los ojos de un Marx que ya no puede sino entender una filosofía de la actividad
humana, atenta meramente a las condiciones de lo real. La crítica que hace de Hegel—como
máximo representante de aquel idealismo—queda así registrada en Introducción a la Crítica de
la Filosofía del Derecho de Hegel. En líneas generales, rechaza Marx la concepción del Estado de
Hegel en tanto que expresión objetiva del espíritu o como máxima expresión de la Idea en la
forma de Espíritu objetivado, es decir, como sujeto. Para Hegel, la familia y la sociedad civil
quedan meramente como fases previas en el desarrollo dialéctico del Espíritu.
3 La revolución teórica de Marx. Louis Althusser. cap. Sobre el joven Marx. Ed. Siglo XXI.
!3
Guillermo Ruiz Pérez Agosto 2018
El estado de Hegel es, para Marx, una abstracción que queda por encima de la vida
del hombre. Será en ese punto donde pueda encontrarse el paralelismo que hace Marx
respecto de Feuerbach: esa concepción del Estado de Hegel es para Marx la transposición en
el plano político de la idea de alienación del hombre en la religión de Feuerbach. Marx
trabajará ese concepto feuerbachiano en uno de los dos artículos publicados por el en 1844
en el Deutschfranzösische Jahrbücher—siendo uno de ellos la Introducción a la Crítica de la
Filosofía del Derecho de Hegel. En él analiza la idea de alienación del hombre en una instancia
sobrenatural y su proyección sobre ella, pretendiendo llegar a una explicación que permita
conocer sobre qué bases se produce semejante acontecimiento. El punto de partida será una
inversión de los presupuestos: no será las instancias superiores al hombre particular—como
podría argumentarse al modo hegeliano—las que determinan al hombre, sino que es este, en
tanto que sujeto particular y real, el que determina aquellas. Es decir, que no es la
infraestructura la que queda determinada por la superestructura sino al revés;
concretamente en el caso de la religión: es el hombre el que la crea y no es este un resultado
de aquella.
Pero, una vez establecida la premisa de esa ilusión, el siguiente paso no puede ser
sino su abolición. Si tal estructura superior al hombre y creada por él no es sino el reflejo de
una ilusión; si su separación de la actualidad real del mundo dirige al hombre a un estado de
las cosas que lo aliena respecto de su realidad concreta, no queda más que la crítica para su
derrumbe. Destruir esa asistencia fantasmagórica que es la religión es lo que devolverá al
hombre a su verdad:
Será sobre esa tarea sobre la que Marx considera que debe trabajar la crítica. Carece
de sentido mantenerse en la tradición en tanto que concepción de la filosofía como
interpretación del mundo. Para devolver al hombre del más allá—de esas ilusiones
autoelaboradas—al más acá—a su realidad concreta—la filosofía debe actuar en el mundo:
debe realizarse. Debe abandonar el plano de la teoría y penetrar en el mundo. Y para Marx
esa filosofía práctica debe adoptar la forma de revolución social, encarnada concretamente
por el proletariado.
Es ciertamente obvio que existe una importante influencia de Hegel en Marx. Por
ejemplo, es notorio el origen de la idea de alienación y de superación. Sin embargo, como
hemos ido viendo, ciertos puntos lo separan de él, especialmente su rechazo a la noción de
historia como automanifestación o autoexpresión del Absoluto definido como Espíritu. El
concepto marxiano de la realización de la teoría a través de la práctica sí puede mostrar
reminiscencias hegeliana, aunque desde una diferencia radical: la realidad fundamental para
Marx es la Naturaleza y no la Idea o Logos.
Pese a ello, Marx muestra profunda admiración por Hegel, al que reconoce el
descubrimiento haber del carácter dialéctico de los procesos históricos, aunque a la vez le
critique el concepto idealista de hombre como autoconciencia, quedando la actividad
espiritual del hombre por encima de su acción práctica. Mientras que para Hegel los
procesos de alienación y de superación son interpretados en su relación con la conciencia,
para Marx forman parte de la realidad objetiva. Por tanto, teniendo en cuenta todas las
trazas hegelianas en Marx, puede decirse que la influencia es importante en tanto que queda
establecida como una inversión, donde el movimiento dialéctico tiene lugar en la realidad
sensible. La alienación del hombre, en el más acá respecto de las formaciones ilusorias que él
mismo construye, será para Marx la que se produce en el trabajo manual donde el hombre
queda alienado en el producto objetivo de su trabajo, el cual ya no le pertenece a él sino al
productor. Esa alienación en modo alguno puede ser superada por un proceso meramente
de pensamiento sino que sólo puede ser abolida a través de la práctica, es decir, de la acción
8 Ídem
!5
Guillermo Ruiz Pérez Agosto 2018
actual de una revolución social que abola la propiedad privada y se inicie la transición al
comunismo.
Es el desencanto con esa tradición idealista, alejada a todas luces de la realidad de las
cosas, lo que lleva a Marx a alejarse del grupo de jóvenes hegelianos y poner la vista en
Francia, en busca de ese mito, como decíamos antes en palabras de Althusser, que resultará
no ser más que una ilusión.
Será en París donde Marx encuentre una situación mucho más propicia para el desarrollo de
su pensamiento. Estudiará allí a los economistas clásicos y entrará en contacto tanto con los
socialistas alemanes en el exilio como con socialistas franceses y rusos. Con ello va aclarando
aun más la idea de que la filosofía alemana queda, en comparación con la vocación socialista
francesa, muy alejada de realidad y que por ello mismo era incapaz de dar una sola
indicación práctica sobre el momento histórico. Sin embargo, la situación histórica de esa
Francia, como ya hemos visto, no cumplirá con las expectativas del propio Marx. Del mismo
modo que hará Engels en Inglaterra, Marx descubre en Francia una verdadera división del
trabajo y una cara del capitalismo que le devuelve de la fantasía a la concreción, retirando así
cualquier atisbo de ilusión. Esa realidad radicalmente nueva carecía de rastro en los textos
alemanes. El conocimiento de esa situación francesa tendrá un verdadero calado en Marx.
Por su parte, la relación con los socialistas y la aproximación al movimiento le llevó a
conocer la relación entre el capitalismo desarrollado y la lucha de clases con sus reglas
particulares, centrándose en el movimiento efectivo de la historia al margen de aquellos
conceptos universales de los filósofos.
La amistad con Friedrich Engels también comenzará en París, al regreso de éste de
Inglaterra, alrededor de 1844. Tan fructífera relación—tanto profesional como personal,
como es bien conocido—se mantendrá en adelante como un verdadero tándem. Con él
escribirá en esos años La Sagrada Familia y, posteriormente, La ideología alemana. Éste último
texto será concebido ya en tiempo en que están en Bruselas, habiendo sido Marx expelido de
tierras francesas. También allí escribirá Marx un conjunto de anotaciones que serán un
testimonio clave para comprender su particular concepción de filosofía, dando un paso más
respecto del materialismo feuerbachiano. Las Tesis sobre Feuerbach contienen once sentencias
en las que Marx reflexiona sobre la necesidad de una filosofía de la práctica, que no se centre
únicamente en la realidad de la cosa—al modo feuerbachiano—sino que además aplique
sobre ella un principio de actividad.
!6
Guillermo Ruiz Pérez Agosto 2018
Aquí están, para Marx, las carencias de ambos sistemas: el idealismo se ha separado
completamente de la realidad de las cosas y el materialismo de Feuerbach, en tanto que
concibe en última instancia la teórica como la más alta de las actividades humanas, pierde el
fuelle que definitivamente lo instalaría en la actividad verdaderamente práctica:
Ése será el paso que Marx quiere dar. La filosofía debe entenderse únicamente en ese
último estadio, el de la crítica disolutoria y vuelta a la realidad efectiva de las cosas,
replegando el desdoblamiento y su «contradicción» para restituir al hombre sobre su base
terrenal. La primera fase de comprensión queda estéril frente a lo que Marx pide de la
filosofía; es hora de actuar:
«Hasta ahora los hombres han formado siempre ideas erróneas sobre ellos,
sobre lo que son y sobre lo que deberían ser. Han establecido sus relaciones de
acuerdo con sus ideas de Dios, etc. Los productos de sus cerebros se les han ido de
las manos. Ellos, los creadores, se han arrodillado delante de sus creaciones»15
Pero que en el fondo no son más que ovejas, ilusiones. Aquí está el objetivo de Marx
y Engels en La ideología alemana: restituir la condición del hombre a su realidad concreta
material, despojada de cualquier ilusión. Ahora es el momento de liberar al hombre de ello,
de esas «quimeras, ideas, dogmas, seres imaginario» que no son sino el yugo bajo el que está
condenados. Y el verdugo, la filosofía alemana: esa que deja al mundo real en manos de
«ideas, imágenes, conceptos» y que establece la verdad de éste como «producto del mundo
de las ideas». La labor de la filosofía debe consistir en eso, en actuar a través de la crítica
como catalizador de un cambio práctico, efectivo: «ése ha sido el caso hasta ahora, pero tiene
que ser cambiado»17. Un caso que encuentra su epítome en el sistema hegeliano, como origen
y trasfondo sobre el que se ha desarrollado. Es sobre las coordenadas hegelianas donde se
genera la problemática: «pero, de hecho, todos los problemas están originados en un sistema
«Olvidan, sin embargo, que ellos mismos no enfrentan sino frases contra esas
frases, y que no están en modo alguno combatiendo el mundo real existente cuando
únicamente combaten frases de este mundo»18
Marx quiere combatir no contra frases sino contra «el mundo real». De ese pathos se
sucederá en las páginas siguientes un primer esquema de lo que será la concepción
materialista de la historia, la cual encuentra su más concentrada premisa en aquella que
afirma que tanto «las relaciones entre las diferentes naciones» como «toda la estructura
interna de una nación en sí» dependen del grado de desarrollo que haya alcanzado su
producción, lo cual se manifiesta en el grado de división del trabajo que haya llevado a cabo
tal sociedad. La importancia de tal premisa no radica en el aspecto cuantitativo en relación a
los niveles de producción sino que adquiere una resonancia muy particular en tanto que ese
mismo grado de desarrollo productivo y de división del trabajo—sea, para Marx, las
condiciones materiales existentes en un determinado momento en un pueblo concreto—es el
determinante «en última instancia» de «la producción de ideas, conceptos, conciencia»: la
actividad mental de los hombres aparece como un «efluvio directo de su comportamiento
material». Parémonos un instante en dos aspectos importantes. Por un lado, la idea esencial,
en términos básicos, es que las condiciones de la superestructura es un reflejo o producción
que emana de la infraestructura; lo material condiciona lo mental y no al revés. Es por eso
que puede decirse que de alguna manera Marx plantea un hegelianismo invertido, donde las
instancias de superestructura—Estado, leyes, ideología—no establecen su relación con la
sociedad civil en términos de esencia-fenómeno, al modo de Hegel, para quien el Estado es
«la verdad la sociedad civil»19. De modo contrario, Marx establece que son las condiciones
de infraestructura—relaciones sociales y de producción—la esencia condicionante del
Estado, quedando la analogía invertida: el Estado—la ideología, las leyes—no es más la
verdad de sino un producto resultante de las condiciones materiales de producción y las
relaciones sociales, determinado «el última instancia» por éstas. Esa es la inversión de la
posición marxista respecto de la tradición alemana: el sentido vectorial del proceso.
«En contraste directo con la filosofía alemana, la cual desciende del cielo a la
tierra, aquí la cuestión es ascender desde la tierra al cielo»20
18 Ídem.
19 La revolución teórica de Marx. Louis Althusser. p.91
20 La ideología alemana. Karl Marx.
!9
Guillermo Ruiz Pérez Agosto 2018
Es establecer la inversión de lo que hasta ese momento había predicado los ecos del
idealismo: «no es la conciencia la que determina la vida, sino la vida la que determina la
conciencia». Donde terminan las frases, empieza la vida real y el conocimiento verdadero.
La dialéctica de Marx queda así con la marca de esa forma invertida de hegelianismo; él
mismo lo aclara en el prólogo de la segunda edición de El Capital, dejando en negro sobre
blanco su distancia respecto de Hegel y, al mismo tiempo, reconociendo su herencia: sí,
Hegel vio el movimiento dialéctico más claramente que ningún otro, pero queda plantear su
tesis dada la vuelta.
«Más aun, se sigue que cada clase que aspira a la dominación, incluso cuando
su dominación, como es el caso del proletariado, lleve a la abolición de la vieja
forma de sociedad en su totalidad y de la dominación en general, primero debe
conquistar el poder político para así representar su interés bajo la forma de interés
general»26
«El comunismo es para nosotros no un estado de las cosas que deba ser
establecido, un ideal al que la realidad tenga que ajustarse. Nosotros llamamos
comunismo al movimiento real que abole el presente estado de las cosas. Las
condiciones de ese movimiento resultan de las premisas ahora existentes»27
La escritura de un primer manuscrito de su obra fundamental lleva a Marx unos tres años,
entre 1861 y 1863. Los continuos problemas de salud que padecía, especialmente la
archiconocida hidradenitis supurativa—que siempre pretendía cubrir con la densidad de su
barba—, desembocaban en intensos dolores y una progresiva dificultad para sus tareas. Del
total de la obra, únicamente el primer volumen será editado personalmente por él y
entregado en mano a la imprenta para su publicación; el segundo y tercer volumen correrá a
cargo de Engels, tras una labor de recomposición de los manuscritos que Marx dejara. El
tomo primero será, verdaderamente, el caballo de batalla de la obra. No sólo por llevar
íntegra y únicamente la firma de Marx sino porque en él se exponen los argumentos más
sugerentes concernientes al análisis del modo de producción e intercambio capitalistas. En él
se encuentran tres bloques teóricos importantes: el estudio de la mercancía, su modo de
producción, el fenómeno del intercambio y el fetichismo de la mercancía, como fenómenos
intrínsecos al capitalismo; el análisis del plusvalor y su papel en la estructura de explotación
en la cadena de producción capitalista; y el proceso de acumulación de capital.
El objetivo del trabajo: estudiar las leyes que regulan «el modo de producción
capitalista y las relaciones de producción e intercambio a él correspondientes»28. Y «en sí y
para sí» las leyes de ese movimiento; es la estructura lógica del sistema lo que interesa a
«Mi punto de vista, con arreglo al cual concibo como proceso de historia
natural el desarrollo de la formación económico-social, menos que ningún otro
podría responsabilizar al individuo por relaciones de las cuales él sigue siendo
socialmente una creatura por más que subjetivamente pueda elevarse sobre las
mismas.»29
a.1. Valor de uso, valor de cambio y forma equivalente y relativa del valor.
29 Ídem.
30 El Capital. Libro Primero. Karl Marx. Ed. Siglo XXI. Trad. Pedro Scaron.
!14
Guillermo Ruiz Pérez Agosto 2018
31 El Capital. Libro Primero. Karl Marx. Ed. Siglo XXI. Trad. Pedro Scaron. p.46.
32Muchísimas matizaciones se encuentran acerca de esto y que por cuestiones de espacio no desarrollaremos
aquí, centrándonos únicamente en los aspectos generales de la teoría marxista. Sería necesario acudir a la fuente
misma para distinguir los matices referidos a la diferente cualificación del trabajo, el concepto de trabajo
socialmente necesario, etc. La posición de Marx a este respecto, especialmente por la contingencia de las
determinaciones de las que depende el trabajo socialmente necesario y su cierta arbitrariedad, favorece un nuevo
punto a la teoría del valor-trabajo.
!15
Guillermo Ruiz Pérez Agosto 2018
un momento dado33 y sobre la cantidad promediada que se requiere de tal fuerza de trabajo
humano «en condiciones normales» para la producción de una determinada mercancía. El
valor es la solidificación concreta de trabajo humano abstracto en un determinado objeto.
Una mercancía dada estudiada desde su valor de uso, por ejemplo, se entiende como
el resultado de un proceso de actualización que parte de un «material natural» concreto y
que está catalizado por «trabajo humano». Por consiguiente, desde esa perspectiva el valor
de uso no sólo está determinado por el trabajo humano sino también por el material
empleado para su realización. Desde el otro lado, la determinación del valor de cambio o
valor de la mercancía—en tanto que remanente de la operación de eliminación de todo lo
relacionado al valor de uso— no dependerá más que de una cuantificación de la extensión
temporal del trabajo humano empleado. Eso es lo que permite, como ya se ha comentado, la
conmesurabilidad de las mercancías que, en definitivas, reducidas a su valor simple, son
iguales y sólo difieren en modo cuantitativo.
33Condiciones que, por lo general, varían a lo largo de la historia, siempre en una relación con respecto al valor
del tipo siguiente: «cuanto mayor sea la fuerza productiva del trabajo, tanto menor será el tiempo de trabajo
requerido para la producción de un artículo, tanto menor la masa de trabajo cristalizada en él, tanto menos su
valor», y viceversa.
34 El Capital. Libro Primero. Karl Marx. Ed. Siglo XXI. Trad. Pedro Scaron. p.56-57.
!16
Guillermo Ruiz Pérez Agosto 2018
donde se realiza la relación social entre propietarios, puesto que, trazando la línea de
continuidad con lo dicho, esa forma de valor es la manifestación externa de la determinación
cuantitativa del valor intrínseco del objeto, es decir, del trabajo humano solidificado en él y
que resulta necesariamente de la división social del trabajo; un trabajo humano que sólo por
sí mismo no es valor, sino que tan pronto como se realiza en un objeto externo a través del
proceso de producción, actualiza el componente de valor de la mercancía. Dice Marx: «La
fuerza de trabajo humana en estado líquido, o el trabajo humano, crea valor, pero no es
valor. Se convierte en valor al solidificarse, al pasar a la forma objetiva». Se requiere de esa
objetividad para que el valor pueda no sólo manifestarse sino existir propiamente. Es en el
cuerpo del objeto donde reside el valor; su manifestación, en la forma del valor de otra
mercancía distinta dada en el intercambio 35 y frente a la cual se contrapone:
Con respecto a la forma equivalente del valor, Marx encuentra varias características
definitorias. Por un lado, la forma de equivalente de una mercancía condiciona que el valor
de uso de esta «manifieste su contrario, el valor»; pero el valor de la otra mercancía. Es decir,
el valor de uso de una mercancía que adopta la posición de forma de equivalente de otra
mercancía, en el punto del intercambio, manifiesta la forma del valor de la mercancía
respecto de la cual se está enfrentando. La razón de ello está en que, pese a que toda
mercancía posee un quantum de valor determinado por el tiempo de trabajo abstracto
humano se ha solidificado en su producción, ese valor es inexpresable por sí, como
identidad consigo mismo. El valor se manifiesta únicamente en una relación diferencial. Así,
«como ninguna mercancía puede referirse a sí misma como equivalente, y por tanto tampoco
puede convertir a su propia corteza natural en expresión de su propio valor, tiene que
referirse a otra mercancía como equivalente, o sea, hacer de la corteza natural de otra
mercancía su propia forma de valor». Para que esta operación tenga viabilidad, ambas
mercancías deben ser conmensurables en tanto que poseen valor que es medible bajo la
misma magnitud—tiempo de trabajo socialmente necesario—pero, a su vez, deben contener
valores de usos diferenciales, pues «nadie cambia una chaqueta por una chaqueta». Si no
fuera así, el valor sería imposible de manifestarse puesto que no habría superado el estado
de identidad consigo misma. De esta manera, al ser diferentes pero a su vez contener una de
35Distinta pero, a fin de cuentas, en el análisis del valor de cambio o valor de una mercancía, reducibles a su
forma más pura de resultado de fuerza de trabajo humano solidificado. Esa común esencia es la que—como ya se
ha expuesto—permite que ambas mercancías sean siquiera enfrentables en el mercado y, por tanto,
conmensurables.
36 El Capital. Libro Primero. Karl Marx. Ed. Siglo XXI. Trad. Pedro Scaron. p.65.
!17
Guillermo Ruiz Pérez Agosto 2018
las mercancías la forma de equivalente del valor de la otra mercancía a la que se enfrenta,
sucede que ahora pierde total importancia la concreción del trabajo humano solidificado y
únicamente cuenta como trabajo abstracto humano, que es realmente la única unidad
conmensurable. Ésa es la segunda peculiaridad de la forma de equivalente: «el hecho de que
el trabajo concreto se convierta en la forma en que se manifiesta su contrario, el trabajo
abstractamente humano». De toda estas relaciones que se establecen entre las mercancías
durante el intercambio, una última característica de la forma de equivalente será su
capacidad de transformar el trabajo privado en trabajo «bajo la forma inmediatamente
social». No nos detendremos en este análisis mucho más allá de esta presentación de la
forma simple del valor, y no recalaremos en los pormenores que Marx va analizando de sus
formas derivadas y desplegadas del valor. Nuestra objetivo aquí se centra más en la
comprensión de la pieza que juega el valor de las mercancías, de su génesis y su
manifestación, de modo simple y general. Esa forma general del valor llegará al final del
análisis de Marx entorno a las formas relativas y equivalentes simples, de manera que tras el
proceso desplegado, resultaría una mercancía que representara la forma de equivalente de
todas las demás mercancías y así adoptara la forma relativa general. Es decir, una mercancía
que es intercambiable por todas las demás y que por ello mismo sería pura «gelatina de
trabajo humano indiferenciado».
«Él37 es la reducción de todos los trabajos reales al carácter, que les es común,
de trabajo humano; al de gasto de fuerza humana de trabajo»38
Ahora pasaremos a analizar un aspecto clave del concepto de mercancía, que es su carácter
fetichista. Marx pretende desengañarnos de una visión naíf de las mercancías: «su análisis
demuestra que es un objeto endemoniado, rico en sutilezas metafísicas y reticencias
teológicas». Esas sutilezas, dice Marx, no derivan del valor de uso de las mercancías, que en
definitiva son sus condiciones naturales de existencial material. Tampoco, por otro lado,
resulta el carácter místico de las mercancías de las determinaciones de su valor, puesto que
éste se cuantifica en función del tiempo de trabajo humano dedicado en la producción y «en
todos los tipos de sociedad necesariamente hubo de interesar al hombre el tiempo de trabajo
que insume la producción de los medios de subsistencia». ¿De dónde procede, por tanto, ese
halo de fetiche que poseen las mercancías? Ya hemos comentado cómo, debido a la división
social del trabajo, una vez las mercancías se llevan al mercado, el intercambio representa una
relación social de éstas. En una sociedad capitalista los hombres se relacionan entre sí en
tanto que propietarios de mercancías; lo que realiza la mercancía es una objetivización de la
relación social existente entre ellos. Es decir, construye un reflejo de suprasensibilidad de las
mercancías, en tanto que éstas ya no son meros objetos sensibles que puedan intercambiarse,
sino que representan una verdadera interacción social.
Es, una vez más, contra la naturalidad del proceso contra lo que Marx dispara. La
objetivización resultante de la división del trabajo presenta como dada, natural, las
relaciones entre las mercancías, y no relacionándose los productores más que a través del
mercado, son éstas las que manifiestan «lo que son, vale decir, no como relaciones
directamente sociales trabadas entre las personas mismas, en sus trabajos, sino por el
contrario como relaciones propias de cosas entre las personas y relaciones sociales entre las
cosas». Naturalmente esta circunstancia sólo se alcanza una vez que el intercambio ha
llegado a tal punto que el proceso de producción queda enfocado en su totalidad al
intercambio mismo. Es decir, cuando el proceso material histórico ha alcanzado el estado de
producir exclusivamente para llevar al mercado.
Marx encuentra el problema, por tanto, en esa naturalidad. Se ha hablado de ellos en
varias ocasiones. El autor lo entiende en contraposición con su concepto de voluntariedad;
en tanto que natural, el proceso se ha hecho necesario y, por tanto, ajeno al control de
aquellos que quedan dentro de sus márgenes. Este movimiento se encuentra en repetidas
ocasiones, como veremos en el análisis del plusvalor: Marx encuentra un proceso
subterráneo de determinaciones que regulan de forma natural la manifestación sensible de
las relaciones humanas y productivas; tras haber hecho, propone la eliminación de esa falla
entre el control voluntario de las acciones y las determinaciones necesarias a través de la
elevación de ese mismo proceso al nivel consciente.
«La figura del proceso social de vida, esto es, del proceso material de
producción, sólo perderá su místico velo neblinoso cuando, como producto de
39 El Capital. Libro Primero. Karl Marx. Ed. Siglo XXI. Trad. Pedro Scaron. p.88-89.
!19
Guillermo Ruiz Pérez Agosto 2018
40 El Capital. Libro Primero. Karl Marx. Ed. Siglo XXI. Trad. Pedro Scaron. p.97.
41 Ídem. p.180.
!20
Guillermo Ruiz Pérez Agosto 2018
42 El Capital. Libro Primero. Karl Marx. Ed. Siglo XXI. Trad. Pedro Scaron. p.186-187.
!21
Guillermo Ruiz Pérez Agosto 2018
mercado se rigen según una ley de igualdad, por la cual el desplazamiento de una mercancía
por otra o por dinero sólo se produce cuando las dos entidades son conmensurables y
poseen una relación de igualdad cuantitativa. Es cierto, dice Marx, que en un momento dado
podría suceder que alguien vendiera por menor valor del que compra o que alguien
comprase por más valor del que vende, pero esa sería, por un lado, una excepción que iría
contra la propia regla del intercambio y, por otro, lo único que sucedería es que se
reasignaría de una manera diferente el valor existente, pero en modo alguno se produciría
más valor que el dado. Por ser claros: dado un valor arbitrario cualquiera, si alguien compra
una camisa con un valor de 100 € por un precio de 90 €, eso quiere decir que está
intercambiando un valor de 90 € por otro de 100 € y, claramente, está extrayendo del
mercado un valor un 10% superior del valor que introdujo. Pero eso sucede, si miramos la
imagen completa del proceso, sólo en la medida en que alguien está vendiendo tal camisa 10
€ por debajo de su valor. Y, por tanto, lo único que ha ocurrido es que el valor total dado se
ha redistribuido en 110 y 90 €, pero el total sigue siendo 200 €. No hay producción alguna de
valor sino simple redistribución. Es por ello—y aquí reside una interesante mirada por parte
del análisis de Marx—que no es en el intercambio donde se produce en modo alguno el
plusvalor. Es cierto que el esquema parece indicar lo contrario cuando observamos la
fórmula D-M-D’, pero que ahí se efectúe la potencialidad del plusvalor no significa que sea
su causa.
43 El Capital. Libro Primero. Karl Marx. Ed. Siglo XXI. Trad. Pedro Scaron. p.199.
44«Y para extraer valor del consumo de una mercancía, nuestro poseedor de dinero tendría que ser tan
afortunado como para descubrir dentro de la esfera de la circulación, en el mercado, una mercancía cuyo valor de
uso poseyera la peculiar propiedad de ser fuente de valor; cuyo consumo efectivo mismo, pues, fuera
objetivación de trabajo, y por tanto creación de valor»
!22
Guillermo Ruiz Pérez Agosto 2018
«El obrero trabaja bajo el control del capitalista, a quien pertenece el trabajo
de aquél.
(…) Pero, en segundo lugar, el producto es propiedad del capitalista, no del
productor directo, del obrero.»45
45 El Capital. Libro Primero. Karl Marx. Ed. Siglo XXI. Trad. Pedro Scaron. p.224.
46Apuntamos aquí todo grosso modo y no podemos reparar en demasiados detalles, aunque conviene decir que la
circunstancia de adquisición la entendemos bajo un régimen no enajenable de la mercancía—es decir, el obrero
no puede enajenar su fuerza de trabajo—cuyo uso queda limitado por una cantidad de horas precisas y cuya
remuneración está reglamentada por una forma asalariada acordada. Es importante tener en vista que todo el
esquema se comprende bajo un régimen de trabajo asalariado, y será la extracción de un uso por encima de su
propio valor lo que produzca el plusvalor. En definitiva, Marx lo llamará explotación.
!23
Guillermo Ruiz Pérez Agosto 2018
de la que hablábamos, la de producir valor por encima de su propio valor. Este último se
llamará tiempo de plustrabajo—y plustrabajo al trabajo invertido durante ese tiempo—frente a
aquel primero, que se conoce como tiempo de trabajo necesario—y trabajo necesario al trabajo
efectivizado en esas horas. La relación entre los resultados de ambos momentos será la
verdadera medida de la explotación, que Marx dará en llamar tasa de plusvalor: unidades de
plustrabajo por cada unidad de trabajo necesario ( p/v ).
Concluimos de todo ello que el capitalista vuelve al mercado con el mismo valor que
adquirió conservado y con un valor añadido, materializado en el plusproducto. El esquema
D-M-D’ revestía totalmente una forma de relación social y de división del trabajo, fundada
en la explotación de una clase y que, aunque se manifieste en el intercambio, tiene su origen
en la producción de mercancías destinadas al mercado. Ésta es la crítica marxista: no se trata
de que este o aquel capitalista explote a este o aquel obrero sino de que la estructura misma
del sistema capitalista—donde la división social del trabajo y el desarrollo ha llegado a un
nivel determinado en el cual existe una clase desprovista y otra poseedora de capital—es en
sí misma explotadora, por su propia lógica de funcionamiento.
4. Apéndice
Hemos presentado un camino arduo en un espacio brevísimo. Los textos que hemos
trabajado han llevado consigo, en el caso de grandes estudiosos marxistas, prácticamente
una vida de lecturas y relecturas. La obra de Karl Marx aparece como una trampa
inesquivable en la que se cae una y otra vez si no se la despoja de todo el traje ideológico que
reviste. Como a menudo los motivos aparecen al finalizar una tarea, podemos decir que la
elección temática—con las dificultades que el autor conlleva y la notable extensión de su
obra—y su análisis han sido guiados por una vocación de conocimiento concreto de la cosa.
En definitiva, de ir a las fuentes y tratar de comprender el proceso de exposición que Marx
intenta llevar a cabo en sus obras principales. Nos dejamos—lo sabemos—una cantidad
innumerable de aspectos no matizados o tan siquiera comentados; el lector entenderá las
pretensiones de este escrito. Es, por tanto, una introducción o un amago de introducción,
que nos ha servido de autoaclaramiento de concepto básicos del marxismo y así dar un
primer paso hacia una posterior profundización.
5. Bibliografía
!24
Guillermo Ruiz Pérez Agosto 2018
- Estudios:
7. Althusser, L., & Harnecker, M. (2004). La revolución teórica de Marx. México: Siglo
Veintiuno.
8. Althusser, L., Balibar, E., & Brewster, B. (2009). Reading Capital. London: Verso.
9. Sweezy, P. (1970). The theory of capitalist development. New York: Modern Reader
Paperbacks.
10. Zizek, S. (2013). Less than nothing. London, U.K.: Verso.
11. Schumpeter, J., Schumpeter, E., & Sacristán, M. (2012). Historia del análisis económico.
Barcelona: Ariel.
12. McLellan, D. (2007). Karl Marx. Basingstoke, Hampshire: Palgrave Macmillan.
13. Copleston, F. (1994). A history of philosophy, v.VII. New York: Image Books.
!25