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El Dios de La Misericordia
El Dios de La Misericordia
Resumen: El autor del artículo explica el tratado teológico sobre Dios y es misionero de la mi-
sericordia. Tratando de unir ambas facetas, habla aquí del «Dios de la misericordia»,
caracterizándolo con siete adjetivos o expresiones verbales. En primer lugar, se trata
de un Dios «sospechoso», según las críticas de los llamados «maestros de la sospecha».
El único modo de superar estas críticas es conocer a Dios tal como Él es, escucharle,
puesto que es un Dios que se revela, abriendo su corazón a los hombres. El contenido
de esta revelación es el misterio de Dios, que lo caracteriza como un Dios «trinitario».
Esta comunión trinitaria no es cerrada, sino que incluye a los hombres. Dios, en la
visión cristiana, es «inclusivo». El quinto de los rasgos alude a la experiencia cristiana
de Dios, especialmente en los místicos y santos: es un Dios «padecido» o «vivido». Se
extraen también las consecuencias prácticas de la fe en un dios misericordioso para la
praxis. Por último, el artículo ensaya una sistematización filosófica de la misericordia
divina. Tal y como se ha revelado en Jesucristo, Dios «da que pensar».
Abstract: The author of this paper is a professor for Trinitarian Theology and he is also a
missionary of mercy. Trying to unite both facets, he presents the «God of mercy», cha-
racterizing Him with seven adjectives or verbal expressions. First, He is a «suspect»
God, according to the criticisms of the so-called «masters of suspicion». The only
way to overcome these criticisms is to know God as He is, listening to Him, since
He is a God who reveals Himself, opening his heart to mankind. The content of this
revelation is the mystery of God, that characterizes Him as a «Trinitarian» God. This
Trinitarian communion is not closed, but includes mankind. God, in the Christian
vision, is «inclusive». The fifth of the traits alludes to the Christian experience of God,
especially in the mystics and saints: he is a «suffered» or «lived» God. The practical
consequences of faith in a merciful God for praxis are also extracted. Finally, the paper
rehearses a philosophical systematization of divine mercy. As revealed in Jesus Christ,
God «provides food for thought».
(Prot. IM/1788/2016/P).
4 Francisco, Carta apostólica Misericordia et Misera 9.
5 Si tratara de escribir una lista completa de agradecimientos, creo que no bastarían las
páginas de este artículo. Pero me ciño a los que me parecen ineludibles. Ante todo, a Daniel Ri-
quelme, con quien he compartido y comparto la misión. Antonio Jesús García Ferrer ha acompa-
ñado el proceso espiritual (semejante a un parto) por el que un joven profesor de teología se fue
convirtiendo en misionero de la misericordia. A D. Francisco Conesa (ahora, obispo de Menorca)
le debo gran parte de la teología que sé, y el estímulo constante para no dejar de estudiar y servir
a la Iglesia con la caridad intelectual. Last but no least, quiero mencionar la doctora Aurora
Crespo, que ha leído con paciencia y amistad estas páginas y me ha hecho preciosas sugerencias.
6 Durante el año jubilar y su preparación, he publicado dos textos en los materiales de uso
interno del Plan Diocesano de Pastoral, que constituyen una primera aproximación a los temas
aquí tratados, cf. D. García Guillén, «El Rostro de la Misericordia. Presentación de la Bula
“Misericordiae Vultus” del papa Francisco», en: Encuentro con Cristo, rostro de la misericordia
del Padre. Programación Diocesana de Pastoral 2015-2016, Diócesis de Orihuela-Alicante, Ali-
cante 2015, 117-137; Idem, «Mientras vamos de camino. Una mirada peregrina al Jubileo de la
Misericordia», en: El encuentro con Cristo, camino de la misión. Programación Diocesana de
Pastoral 2016 – 2017, Alicante 2016, 27-46. Algunas secciones del presente trabajo aparecieron
antes en esos textos.
7 Para lo que sigue, cf. D. García Guillén, «Creer, sólo en Dios. El lugar del objeto en
el acto de fe», en: J.L. Cabria–R. de Luis Carballada (ed.), Testimonio y sacramentalidad.
Homenaje al profesor Salvador Pié-Ninot, San Esteban, Salamanca-Madrid 2015, 113-143 (es-
pecialmente, 133-140).
8 Cf. W. Bruegemann, Teología del Antiguo Testamento. Un juicio a Yahvé. Testimonio.
9 Cf. P. Ricoeur, Freud: una interpretación de la cultura, Siglo XXI, México DF-Buenos
Aires 200411, 32-35.
10 Cf. M. Acquaviva, «I filosofi e la misericordia», Fides et Ratio Taranto 9 (2016), 37-
20124, 32.
12 M. Bakunin, citado en H. de Lubac, El drama del humanismo ateo, 38.
13 K. Marx, citado en: W. Kasper, La misericordia, 23.
14 Cf. F. Nietzsche, Así habló Zaratustra, Planeta, Barcelona 1992, 107-109. Seguimos esta
traducción, que modificamos según el original alemán para distinguir entre misericordia («Bar-
mherzigkeit») y «compasión» («Mitleid»).
15 Ibidem, 105.
16 Ibidem, 111.
17 «Si he de ser compasivo, no quiero ser llamado así; y, si lo soy, séalo solamente a distan-
Cordovilla – J.M. Sánchez Caro – S. del Cura Elena (ed.), Dios y el hombre en Cristo, Fs.
Olegario González de Cardedal, Salamanca 2006, 71-93; O. González De Cardedal, ««Dionisio
contra el Crucificado». La fe en Cristo después de Nietzsche», Teología 80 (2002) 11-52.
20 «El Dios cuya muerte anuncia Nietzsche no es solamente el Dios de la metafísica; es
precisamente el Dios cristiano» H. de Lubac, El drama del humanismo ateo, 109. El rechazo del
Crucificado aparece con más claridad al final de Ecce homo: «¿Me ha comprendido? Dionisos
contra el Crucificado, cf. F. Nietzsche, citado en H. de Lubac, El drama del humanismo ateo,
112, nota 299.
21 «Yo comparo a Nietzsche con Jesús. Jesús fue muerto por los hombres por haberles
anunciado al Padre que está en los cielos. Nietzsche se mató a sí mismo, su inteligencia se
sumergió en la noche, por haber proclamado, aceptado, querido, “la muerte de Dios”» H. de
Lubac, Por los caminos de Dios, Encuentro, Madrid 1993, 136.
22 F. Nietzsche, Carta a la señora Baumgartner, en: O. González de Cardedal, «“Dionisio
Scripta theologica 43 (2011), 547-592. Entre los autores que analiza Conesa, podemos citar (por
su expresivo título) el libro de C. Hitchens, Dios no es bueno. Alegato contra la religión, Debate,
Barcelona 2008.
29 Cf. J. Vidal Talens, Un Déu digne de l’home, Saó, València 1995.
30 «Dios es el fundamento de la esperanza; pero no cualquier dios, sino el Dios que tiene un
rostro humano y que nos ha amado hasta el extremo, a cada uno en particular y a la humanidad
en su conjunto» Benedicto XVI, Carta encíclica Spe Salvi, 31.
31 H. de Lubac, El drama del humanismo ateo, 68.
32 Cf. O. González de Cardedal, La entraña del cristianismo, Secretariado Trinitario, Sa-
«Ver, oír y tocar con la fe. A propósito de la Encíclica Lumen Fidei» en: J. L. Cabria – R. de Luis
Carballada (ed.), Testimonio y sacramentalidad, 87-111; Z.J. Kijas, «Warum ist das Hören
so wichtig im Glauben? Hören auf Gottes Wort nach dem Beispiel der Heiligen», Miscellanea
francescana, 114 (2014), 38-53.
que el hombre presta a Dios por la fe se describe en Lumen Fidei con tres
verbos muy precisos: reconocer la voz de Dios, acogerla en libertad y seguir-
la en obediencia. Esta última expresión, «obediencia de la fe», que hemos
leído en Dei Verbum, procede también de las cartas de Pablo (Rom 1,5;
16,26), e insiste nuevamente en el sentido del oído. Una de las principales
oraciones de Israel, el Shemá, comienza precisamente con el imperativo de
escuchar: «escucha Israel» (Dt 6,4). También en los libros proféticos encon-
tramos continuas llamadas a escuchar la palabra que Dios dirige al pueblo
(Is 1,2; Jer 22,29; Miq 1,2; Mal 2,2…). Y lo mismo en los escritos poéticos
y sapienciales, como el salmo que la liturgia llama «invitatorio» que expresa
un deseo para los creyentes: «ojalá escuchéis hoy su voz» (Sal 95,7).
Esta prioridad que el Primer Testamento concede al sentido del oído,
contrasta con sus reticencias frente a la visión: algunos textos afirman que
se puede ver a Dios, mientras otros niegan esta posibilidad39. El mismo tex-
to del Decálogo comienza con una locución de Dios, que invita a escuchar
sus palabras, pero prohíbe al hombre fabricarse imagen alguna de lo divino
(Ex 20,1-4). Tanto la preferencia por lo auditivo frente a lo visual, como la
prohibición de las imágenes, creo que han de interpretarse como un recor-
datorio permanente de la diferencia que existe entre Dios y los hombres. El
Dios de la Biblia no es un Dios imaginado o concebido por la mente huma-
na. Incluso cuando revela su nombre, Dios manifiesta que no quiere dejarse
aferrar en conceptos o categorías manidas. El «yo soy el que soy» (Ex 3,14)
parece ser una advertencia a los hombres: sabrás quién soy si me ves actuar
en tu historia40.
Al hombre no le está permitido fabricarse imágenes de lo divino. La
única imagen posible es la que el mismo Dios ha dejado en la tierra: el ser
humano, hombre y mujer, que el creador hizo a su imagen y semejanza. El
Nuevo Testamento radicaliza esta opción divina: el Dios invisible se hace
visible en la carne de Jesucristo (Jn 1,14). La Imagen eterna se hace tempo-
ral, visible y tangible. Dios se expresa en la vida de su Hijo. Nuevamente,
pide del hombre no «imaginarse» a Dios, sino acogerlo en el modo humilde
y escandaloso en el que se ha manifestado a Él: «a Dios nadie lo ha visto, el
La dialettica fra visibilità e non visibilità divina nella Bibbia ebraica, Editrice Pontifica Univer-
sità Gregoriana (Analecta Biblica 155), Roma 2004.
40 Cf. B.S. Childs, El libro del Éxodo. Comentario crítico y teológico, Verbo Divino, Estella
2003, 109; W. Zimmerli, Manual de teología del Antiguo Testamento, Cristiandad, Madrid 1980,
18-19.
Unigénito que está en el seno del Padre nos lo ha narrado» (Jn 1,18). Y si la
encarnación resulta escandalosa, todavía es más sorprendente que la mayor
manifestación del amor divino sea la cruz41.
Mantener la sorpresa ante la revelación de Dios, por escandalosa
que resulte para la corrección política de cada época, es una de las tareas
de la teología. Su misión le impulsa a resistir la permanente tentación de
atenuar los rasgos concretos con los que Dios mismo ha querido manifes-
tarse a los hombres. También la teología tiene rasgo de ser idólatra, como
ha mostrado Adolphe Gesché42. Según el teólogo belga, la imagen de Dios
puede pervertirse desde la ética y la filosofía, pero también existe una ido-
latría teológica, que opera de modo inverso a los dos primeros tipos men-
cionados. Si la deformación ética y filosófica dan por buenas imágenes de
Dios que son falsas, la idolatría teológica parte del «Dios vivo y verdadero»
pero lo convierte en falso para adaptarlo a las propias necesidades. Aunque
comiencen por una escucha del Dios revelado, algunas teologías interpre-
tan la revelación desde categorías filosóficas, sociológicas o culturales que
acaban por falsearla.
Para evitar la «idolatría teológica» denunciada por Gesché, algunos
autores contemporáneos han invitado a la teología a que rompa con las ata-
duras del pensamiento filosófico, rechazando una idea demasiado general de
Dios, para centrarse en la novedad del Dios manifestado por Jesucristo. Jo-
seph Moingt, por ejemplo, celebra la muerte del dios de los filósofos que va
permitir el nacimiento de una idea de Dios mucho más cercana a lo revelado
en Jesús43. Más radical aún, Thomas Ruster ha propuesto evitar las exposi-
ciones demasiado generales de Dios («dios consabido») para centrarse en
las metáforas bíblicas, mejor cuanto más impactantes. Con ello, Ruster cree
que los teólogos podrán cumplir mejor el mandato bíblico de no fabricarse
otros dioses44.
Estas propuestas pueden tomarse como serias advertencias frente a
los excesos de una concepción general de lo divino. Pero no son una alter-
41 Cf. D. Barthélemy, Dios y su imagen. Esbozo de una Teología Bíblica, Fundación Maior,
Madrid 2011.
42 Cf. A. Gesché, «Sobre la idolatría siempre posible», en: Idem, Dios (Dios para pensar,
Salamanca 2007.
44 Cf. T. Ruster, El Dios falsificado. Una nueva teología desde la ruptura entre cristianismo
nativa real para el discurso cristiano sobre Dios45. Una cosa es esforzarse
por resaltar la novedad del Dios que se muestra en Jesucristo, y otra muy
distinta destruir el lenguaje común, que permite a la teología dialogar con
hombres y mujeres de otros credos y formas de pensamiento. Como indica
Kasper, «si se separa al Dios de la Biblia del Dios de los filósofos, la teología
corre peligro de encaminarse hacia un gueto erigido por ella misma»46.
Se plantea entonces la cuestión de subrayar la novedad del Dios de
Jesucristo sin romper los vínculos con otros discursos sobre lo divino. Una
propuesta de mérito es la del teólogo argentino Ricardo Ferrara que, para-
fraseando a Aristóteles, afirma que Dios se dice de muchas maneras. Por
eso, entre el discurso filosófico de Dios y el discurso teológico se produz-
can tanto correspondencias como profundas paradojas47. Ferrara sitúa su
propuesta en el ámbito del ser: siempre se trata del mismo Dios, aunque
hablemos de Él con distintos lenguajes. Una respuesta más atenta a la sen-
sibilidad filosófica de la Modernidad es la que encontramos en el teólogo y
cardenal Walter Kasper. A la pregunta sobre la identidad entre el Dios bus-
cado por la razón y el Dios confesado por la fe, Kasper responde desde una
metafísica de la libertad, inspirándose en J.E. Kuhn, un teólogo que enseñó
en el siglo XIX en la facultad de teología de Tubinga. Hay que partir de la vi-
sión filosófica de Dios, para evitar el riesgo de aislamiento que hemos leído
más arriba. Pero esta visión ontológica de Dios necesita un correctivo. Dios
se ha «autodeterminado», revelándose históricamente en Jesucristo por el
Espíritu Santo. Esta generosidad divina hace que no sea suficiente tener una
idea general de Dios48. En su libro sobre la misericordia, Kasper ha resu-
mido esta antigua intuición suya señalando que «resulta posible partir de la
comprensión filosófica del ser, para luego interpretarla con mayor detalle y
precisarla desde la comprensión bíblica de Dios»49.
45 Una revisión crítica de estas posturas puede encontrarse en A. Cordovilla, Crisis de Dios
2005.
48 Cf. W. Kasper, El Dios de Jesucristo, Sígueme, Salamanca 20118, 180, 335, 346. En el
prólogo a las últimas ediciones, destaca la importancia de esta intuición tomada de Kuhn: la
verdad cristiana proporciona una definición más precisa de Dios, que la concreta, la purifica y
la mejora, cf. W. Kasper, «Prólogo. Nuevos aspectos de la doctrina sobre Dios», Ibidem, i-xxviii
(aquí ix-x).
49 W. Kasper, La misericordia, 90 y las respectivas notas al final del libro, cf. Ibidem, 222
50 Cf. A. Gesché, «Aprender de Dios lo que Él es», en: Idem, Dios (Dios para pensar, III),
83-119.
51 Gregorio Nacianceno, Discurso 31,26 (Biblioteca de Patrística 30, 252-253). Puede en-
contrarse un comentario en D. García Guillén, «Padre es nombre de relación». Dios Padre en la
teología de Gregorio Nacianceno, Editrice Pontifica Università Gregoriana (Analecta Gregoriana
308), Roma 2010, 307-316.
52 Cf. F. Courth, Der Gott der dreifaltigen Liebe, Bonifatius (Amateca, 6), Paderborn 1993,
113-115.
53 Cf. F. García López, «Dios Padre en el Antiguo Testamento, a la luz de las interpretaciones
momento de esa alianza es el Éxodo. Varias veces se dice que Dios ha en-
gendrado al Pueblo de Israel al sacarlo de Egipto (Ex 4,22; Dt 14,1 y 32,5).
Cuida al pueblo como un buen padre lo hace con sus hijos (Is 1,2-3; 63,16;
64,7; 30,1-9; Jer 3,4-22; 31,9; Os 11,1).
La paternidad de Dios se manifiesta sobre el pueblo entero. Aun así,
a veces se destaca la protección paterna de Dios sobre algunas personas,
como David y el Mesías que él prepara (2 Sam 7,14; 1 Crón 17,13; Sal 2,7;
89,27; 110,3b). Pero la paternidad de Dios no se restringe a su relación
con los reyes: en los salmos encontramos designaciones de Dios como el
«Padre de huérfanos y protector de viudas» (Sal 68,6), o la certeza de quien
exclama: «si mi padre y mi madre me abandonan, el Señor me acogerá» (Sal
27,10). El libro de la Sabiduría lleva esta idea al límite. Los perseguidores
dicen del creyente judío: «si el justo es hijo de Dios, él le asistirá y le librará
de las manos de sus enemigos» (Sab 2,18)54.
El Dios de Israel, que no se dejaba llamar «Padre», acaba consintien-
do este nombre con tal que se recuerde quiénes son sus hijos predilectos:
quienes más sufren. Por eso, el nombre de Padre no resulta suficiente para
expresar su protección. Hay que decir que es «un Padre maternal». Es ver-
dad que en ningún lugar del Antiguo Testamento se dice que Dios sea una
madre, ni aparece invocado como tal. Pero en algunos textos su lenguaje
es inequívocamente maternal. El segundo Isaías formula el sufrimiento del
pueblo exiliado con estas palabras: «Yahvéh me ha abandonado, el Señor
me ha olvidado» (Is 63,12) y entonces Dios le responde: «¿Acaso olvida
una mujer a su niño de pecho, sin compadecerse del Hijo de sus entrañas?
Pues aunque esas llegasen a olvidar, yo no te olvido» (Is 63,13). Algo similar
encontramos en la experiencia del Éxodo, cuando el pueblo echa de menos
las ollas de Egipto y se queja amargamente a Moisés. Él se dirige a Dios, di-
ciéndole: «¿Acaso he sido yo el que ha concebido a todo este pueblo y lo ha
dado a luz, para que me digas: “Llévalo en tu regazo, como lleva la nodriza
al niño de pecho, hasta la tierra que prometí con juramento a sus padres”?»
(Nm 11, 12-13). En los dos textos encontramos la idea de que Dios ha «pa-
rido» a su pueblo al sacarlo de Egipto.
54 Sobre este texto y su importancia dentro de una lectura teológica de la Biblia, cf. A. Gi-
ménez González, «Si el justo es Hijo de Dios, le Socorrerá» (Sab 2,18). Acercamiento canónico
a la filiación divina del justo perseguido en Sab 1-6, Verbo Divino (ABE Monografías y Tesis 48),
Estella 2009.
55 Remito a la excelente explicación de Juan Pablo II, Carta encíclica Dives in Misericordia,
4, nota 52. Son también muy atendibles las sabias palabras de O. González de Cardedal, La
entraña del cristianismo, 43-59.
56 Como replicando a Rudolf Otto sin citarlo por nombre, Hans Urs von Balthasar señala
frase elementos tan dispares (al menos, a primera vista) como palabra, carne
y devenir. La carta de Pablo a Tito muestra la misma sorpresa describiendo
la venida del Hijo para salvarnos: «se manifestó la bondad de Dios nuestro
Salvador y su amor al hombre, no por las obras de justicia que hubiéramos
hecho nosotros, sino, según su propia misericordia…» (Tit 3,4-5). Mientras
Juan destaca la novedad de la carne asumida por la Palabra, la carta a Tito
habla de «manifestación» de algo que estaba oculto, en línea con los otros
textos paulinos que hablan del «misterio»59. Si Pablo se centra en el amor
y misericordia de Dios, Juan habla del «logos», es decir, la palabra y razón
universal. Uniendo las perspectivas que ofrecen ambos textos, observamos
que el amor, la bondad y filantropía divinas no son un concepto abstracto.
Las entrañas de misericordia de nuestro Dios se han hecho carne.
Los últimos papas han insistido mucho en esta novedad que la encar-
nación aporta a nuestra visión de Dios y su misericordia. San Juan Pablo II
lo expresa con belleza al inicio de su encíclica sobre la misericordia:
Cristo confiere un significado definitivo a toda la tradición veterotes-
tamentaria de la misericordia divina. No sólo habla de ella y la explica
usando semejanzas y parábolas sino que, además y ante todo, él mis-
mo la encarna y personifica. El mismo es, en cierto sentido, la miseri-
cordia. A quien la ve y la encuentra en él, Dios se hace concretamente
«visible» como Padre «rico en misericordia»60.
59 Cf. R. Penna, Il «Mysterion» paolino. Traiettoria e costituzione, Paideia, Brescia 1977.
60 Juan Pablo II, Carta encíclica Dives in Misericordia, 2. Sobre la misericordia en el magi-
sterio del papa polaco, cf. E. Olk, Die Barmherzigkeit Gottes als zentrale Quelle des christlichen
Lebens. Eine theologische Würdigung der Lehre von Papst Johannes Paul II, Eos Verlag, St.
Ottilien 2011.
61 Para lo que sigue, cf. D. García Guillén, «El Rostro de la Esperanza. Lectura cristológica
sión, cf. D. García Guillén, «Una Iglesia en salida. A propósito de Evangelii Gaudium», Facies
Domini 6 (2014), 53-94 (aquí 62-68)
tología I: El Camino BAC (Normal 651), Madrid 2005, 591-660; H. J. Sieben–W. Löser–M.
Schneider, Theologie der Mysterien des Lebens Jesu, Patristisches Zentrum Koinonia-Oriens
(«Edition Cardo», 142), Köln 2007; P. L. Vives Pérez, «Apuntes teológicos sobre los misterios
de la vida de Cristo», Facies Domini 2 (2010), 13-42.
73 De la inabarcable bibliografía, destaco los trabajos que me han resultado especialmente
Santo (cristología desde dentro)74. Esta última tiene mucho que ver con la
experiencia de misericordia que cada cristiano tiene en su vida eclesial (nos
ocuparemos de ella al hablar del «dios inclusivo»). Una cristología ascen-
dente de la misericordia se fija en la condición humilde en la que nació el
Hijo de Dios, y en su opción concreta por los pobres y marginados. En este
ámbito, resulta imprescindible la perspectiva aportada por los evangelios
sinópticos. En cambio, una teología descendente de la misericordia presen-
ta al Hijo eterno como revelación concreta de la misericordia del Padre,
teniendo como centro la reflexión del cuarto evangelio.
Otro capítulo imprescindible son las llamadas «parábolas de la mise-
ricordia» recogidas en el evangelio de Lucas75. Estas sencillas narraciones
describen la compasión divina en términos muy concretos, tratando de con-
vertir al receptor en agente de misericordia. Esta finalidad práctica se per-
cibe en las tres parábolas que aparecen en el capítulo quince del evangelio
según san Lucas. El hecho que desencadena la narración es, de acuerdo con
el evangelista, que «los fariseos y los escribas murmuraban, diciendo: “Ese
acoge a los pecadores y come con ellos”» (Lc 15,2). La parábola del Buen
Samaritano –de la que nos ocuparemos más adelante– tiene también una
finalidad práctica: cambiar la actitud del letrado, que empieza preguntando
a quién debe ayudar, y termina escuchando una invitación al compromiso:
«Anda y haz tú lo mismo» (Lc 10,37). En último término, el buen samari-
tano ha de identificarse con el mismo Jesucristo, que socorre al hombre que
ha sido herido en el camino de su vida76. De este modo, la invitación que
recibe el letrado encubriría una llamada al seguimiento de Jesús. La pará-
bola del Hijo pródigo (Lc 15,11-32) presentaría una imagen del Padre que
acoge siempre a sus hijos en su vuelta a casa, sea porque se marcharon sea
porque se indignan ante la misericordia incondicional de Dios con los pe-
cadores. Mateo ha recogido otra imagen de la misericordia del Padre, que
Francisco denomina «parábola del siervo despiadado» (Mt 18,21-35)77. En
ella, Jesús recuerda la obligación de perdonar de corazón cada una de las
ofensas que se reciben, puesto que Dios Padre nos ha perdonado previa-
mente a nosotros.
74 Cf. O. González de Cardedal, Fundamentos de Cristología II: Meta y Misterio. BAC
78 No hay mucho escrito sobre la pneumatología de la misericordia, cf. E. Olk, Die Bar-
80 No puedo extenderme en esta bella teología de la unción. Se encontrarán preciosas re-
flexiones en los trabajos reunidos en el volumen de L.F. Ladaria, Jesús y el Espíritu: la Unción,
Monte Carmelo, Burgos 2013.
81 «El Jordán parece ser el momento puntual del retorno del Espíritu a la humanidad
en el segundo Adán, contrapunto de aquel otro momento puntual en que el Espíritu se alejó
completamente del ser humano» G. Hernández Peludo, Cristo y el Espíritu según el «In Ioan-
nis Evangelium» de san Cirilo de Alejandría, UPSA («Plenitudo Temporis», 11), Salamanca
2009, 289.
85
Cf. R. Ferrara, El misterio de Dios, 466-468.
86
Destacan los trabajos monográficos de B. de Margerie, Les perfections du Dieu de Jésus
Christ, Cerf, Paris 1981 y W. Krötke, Gottes Klarheiten. Eine Neuinterpretation der Lehre von
Gottes «Eigenschaften», Mohr Siebeck, Tübingen 2001.
87 Cf. W. Kasper, La misericordia, 216, nota 33.
88 Gregorio Nacianceno, Discurso 38,8 (SCh 358, 118,14-15; Biblioteca de Patrística 2,
52). El mismo texto aparece también en Discurso 45,4 (PG 36, 628C).
89 Contamos ya con algunas aportaciones, cf. L.F. Ladaria, El Dios vivo y verdadero, 38,
nota 51, de entre las que podemos destacar las clarificadoras reflexiones de H. Urs von Baltha-
sar, Theologik II: Wahrheit Gottes, Johannes, Einsiedeln 1985, 128-138. De entre las propuestas
más breves, cf. C. Garcia Andrade, «Los atributos divinos a la luz de la Trinidad», Communio
22 (2000), 134-151; D. Staniloae, Dios es amor, Secretariado Trinitario, Salamanca 1995.
90 Se trata de una perspectiva que incorporan muchos tratados recientes, cf. Á. Cordovilla,
516.
92 Josep Maria Rovira Belloso ha estudiado el Evangelio de Juan, detectando tres tipos de
relación entre el Padre del Hijo: relación de origen, participación y comunicación, cf. J. M. Ro-
vira Belloso, Tratado de Dios uno y trino, Secretariado Trinitario, Salamanca 1993, 461-463.
Con una metodología exegética más depurada, el reciente estudio de C.R. Sosa Siliezar, La
condición divina de Jesús. Cristología y creación en el evangelio de Juan, Sígueme, Salamanca
2016, señala cinco ámbitos en los que se da una sinergia o cooperación entre el Padre y Jesús: la
creación, el trabajo, la representación, la oración y la resurrección.
93 Cf. P. Coda, Dalla Trinità. L’avvento di Dio tra storia e profezia, Città Nuova, Roma
2011, 310-312.
te», en: H. J. Sieben–W. Löser–M. Schneider, Theologie der Mysterien des Lebens Jesu, 40-75
(aquí 74).
101
Cf. G. Greshake, Der dreieine Gott, 539-554.
102
«Las actitudes de los ángeles, dispuestos en círculo abierto hacia el espectador, hacen
pensar en una conversación o en una consulta de familia (…) Entramos en la conversación de
los Tres, sentándonos a la mesa con ellos» S. Babolin, «El icono de la Trinidad de Rublev. Del
consejo eterno al banquete eucarístico», Communio 22 (2000), 180-189 (aquí 184 y 189).
103 Cf. J. Moltmann, «Die einladende Einheit des dreieinigen Gottes», en: Idem, In der Ge-
schichte des dreieinigen Gottes. Beiträge zur trinitarischen Theologie, Kaiser, München 1991,
117-128.
104 J. Werbick, Gott verbindlich. Eine theologische Gotteslehre, Freiburg-Basel-Wien 2007.
106 Cf. L.M. Romero Sánchez, La eficacia liberadora de la palabra de Jesús. La intención
107 «Este “ánimo, hija” expresa toda la misericordia de Dios por aquella persona. Y por cada
persona descartada. Cuántas veces nos sentimos interiormente descartados por nuestros pecados,
hemos hecho tantos, hemos hecho tantos… Y el Señor nos dice: “¡Ánimo! ¡Ven! Para mí tú no
eres un descartado, una descartada. Ánimo, hija. Tú eres un hijo, una hija”. Y este es el momento
de la gracia, es el momento del perdón, es el momento de la inclusión en la vida de Jesús, en la
vida de la Iglesia. Es el momento de la misericordia» Francisco, Catequesis (31 agosto 2016).
108 N. Calduch, «La mujer del perfume (Lc 7,36-50)», en: I. Gómez-Acebo (ed.), Relectura
cordioso”», 304-306.
borde del camino, se incorpora a la vía principal para que Jesús le cure (Lc
18,35-43). La tarjeta de visita que Jesús presenta a los discípulos de Juan
para acreditar su mesianismo es este ministerio de incluir a quienes están
excluidos. Si éste es el estilo del Maestro, parece lógico que sea también el
de sus discípulos.
110 Cf. E. Olk, Die Barmherzigkeit Gottes, 256-302; J. Vodopivec, «La chiesa nella luce del
mistero della misericordia di Dio» en: J. Saraiva Martins (ed.), Dives in Misericordia. Commen-
to all’Enciclica di Giovanni Paolo II, Paideia (Studia Urbaniana, 13), Brescia 1981, 142-157.
111 Cf. Francisco, Exhortación apostólica Evangelii Gaudium, 14, 23, 35.
112 Francisco, Exhortación apostólica Evangelii Gaudium, 113.
113 Francisco, Bula Misericordiae Vultus 12.
121
Cf. Francisco, Exhortación apostólica Amoris Laetitia, 49.
122
Cf. Francisco, Exhortación apostólica Amoris Laetitia, 243, 246, 297 y 299.
123 Cf. Francisco, Exhortación apostólica Amoris Laetitia, 299 y 308.
124 Cf. Francisco, Exhortación apostólica Amoris Laetitia, 297 y 299.
125 El sacramento recibe varios nombres, que resaltan mejor unos aspectos y disimulan
otros. El Catecismo de la Iglesia Católica ha recogido los siguientes: conversión, penitencia, con-
fesión, perdón y reconciliación (nn. 1423-1424). Sobre los nombres del cuarto sacramento, cf.
C. Giraudo, El sacramento del perdón. Confesión de los pecados y confesión de Dios, Sígueme,
Salamanca 2013, 13-29; F. Millán Romeral, La penitencia hoy. Claves para una renovación,
Desclée, Bilbao 2001, 99-143.
126 Cf. D. Borobio, El sacramento de la reconciliación penitencial, Sígueme (Lux Mundi,
ción de esta dimensión eclesiológica del sacramento, cf. F. Millán Romeral, La penitencia hoy,
173-203.
que «sólo Dios puede perdonar pecados» (Mc 2,7), Jesús ha confiado a sus
discípulos administrar la remisión de las culpas: «a quienes les perdonéis
los pecados, les quedan perdonados; a quienes se los retengáis, les quedan
retenidos» (Jn 20,22). La tarea de la reconciliación no corresponde sólo a
algunos miembros de la Iglesia, sino a todos. En un bello sermón, San Agus-
tín recordaba a sus fieles que también ellos cooperaban a la reconciliación
sacramental de los pecadores, corrigiéndoles e intercediendo por ellos128.
Ahora bien, el «ministerio de la reconciliación» (2 Cor 5,18) se ejerce (val-
ga la redundancia) de modo ministerial, es decir: desde las diferencias de
servicio que existen en la Iglesia. La misión reconciliadora de toda la Iglesia
queda personalizada en el ministro ordenado que celebra el sacramento. La
maternidad de la Iglesia adquiere el rostro del presbítero o el obispo que ad-
ministra el perdón sacramental. Con fuerza lo expresaba el papa Francisco,
en las palabras que dirigió a los misioneros de la misericordia:
Deseo recordaros que en este ministerio estáis llamados a expresar la
maternidad de la Iglesia. La Iglesia es Madre porque siempre genera
nuevos hijos en la fe; la Iglesia es Madre porque nutre la fe; y la Iglesia
es Madre también porque ofrece el perdón de Dios, regenerando a
una nueva vida, fruto de la conversión. No podemos correr el riesgo
de que un penitente no perciba la presencia materna de la Iglesia que
lo acoge y lo ama129.
128 Comentando las «llaves» que Jesús entregó a Pedro, señala Agustín: «Me atrevo a decir
que estas llaves las tenemos también nosotros. ¿Qué estoy diciendo? ¿Que también nosotros
atamos y desatamos? También vosotros atáis y desatáis (ligatis et vos, solvitis et vos), pues quien
es atado es separado de vuestra compañía, y cuando es separado de vuestra compañía, es atado
por vosotros. Del mismo modo, cuando se reconcilia, es desatado por vosotros, puesto que tam-
bién vosotros rogáis por él a Dios» Agustín de Hipona, Sermón 229N, n. 2 (PLS 2,581; BAC
447, 363). Sobre el tema, cf. J. Carola, Augustine of Hippo: The Role of the Laity in Ecclesial
Reconciliation, Editrice Pontifica Università Gregoriana (Analecta Gregoriana 295), Roma 2005.
129 Francisco, Discurso en el encuentro con los misioneros de la misericordia (9 de febrero
de 2016).
130 Francisco, Homilía (10 febrero 2016)
131
Francisco, Bula Misericordiae Vultus 17.
132
Concilio de Trento, Decreto sobre el sacramento de la penitencia, capítulos 5 y 6 (Den-
zinger-Hünermann 1681 y 1685); Idem, Canon 9 sobre el sacramento de la penitencia (Denzin-
ger-Hünermann 1709).
133 Concilio de Trento, Decreto sobre el sacramento de la penitencia, capítulo 8 (Denzin-
ger-Hünermann 1692).
de 2016).
138 Cf. D. Borobio, «Penitencia, El Dios de la», en: X. Pikaza–N. Silanes (ed.), Diccionario
de 2016).
141 Según el lema del Jubileo extraordinario, cf. Francisco, Bula Misericordiae Vultus 13.
142 Cf. Francisco, Exhortación apostólica Evangelii Gaudium, 44.
para una mistagogía, San Pablo-Comillas (Teología Comillas, 20), Madrid 2013.
146 Juan de la Cruz, Cántico Espiritual 1 (BAC 15, 738).
147 Pseudo Dionisio Areopagita, Nombres divinos II,9 en: Idem, Obras Completas, ed. T.H.
hasars, Echter Verlag (Bonner Dogmatische Studien 9), Würzburg 1991; D. Moss, «The saints»,
en E.T. Oakes - D. Moss (ed.), The Cambridge Companion to Hans urs von Balthasar, Cam-
bridge University Press, Cambridge 2004, 79-92; A. Sicari, «Hans Urs von Balthasar: teologia
e santità», en: K. Lehmann–W. Kasper (ed.), Hans Urs Von Balthasar. Figura e opera, Piemme,
Casale Monferrato 1991, 251-286.
151 Cf. H. Urs von Balthasar, «Theologie und Heiligkeit», en: Idem, Verbum Caro. Skizzen
154 Cf. A. Sicari, La vida espiritual del cristiano, Edicep, Valencia 2003; Idem, «Los santos
logie des Saints, Carmel, Venasque 1989; Idem, «La teologia dei santi come “Scienza divina” dei
Padri, Dottori e Mistici», PATH 7 (2008) 271-287.
156 Afirma de Teresita: «ihre Lehre sind nicht so sehr ihre Schriften als ihr Leben selbst,
wie denn auch ihre Schriften von fast nichts anderen reden als von ihrem Leben» H. Urs von
Balthasar, Schwestern im Geist, 26.
157 Sobre los vínculos y diferencias entre ambas, cf. H. Urs von Balthasar, Schwestern im
seuls les saints son theólogiens») coinciden con afirmaciones balthasarianas como la siguiente:
«[A]llein der Heilige, welcher tut, was er denkt und einsieht, ist im Vollsinn christlicher Theolo-
ge» H. urs von Balthasar, Herrlichkeit I, 534. Lo hace notar, al inicio de su estudio, J. Konda,
Das Verhältnis von Theologie und Heiligkeit, 5.
159 Puesto que en este número de Facies Domini se publica un bello estudio de Mons. Fran-
cisco Conesa sobre «María, Madre de Misericordia», no abordaremos el argumento.
160 Cf. L. Aróstegui Gamboa, «Teresa de Lisieux: entre el amor misericordioso y la nada»,
en: P. Cebollada (ed.), Experiencia y misterio de Dios, San Pablo-Comillas (Teología Comillas,
12), Madrid 2009, 161-166; E. J. Martínez González, «Sed de amor. Teresa del Niño Jesús y la
misericordia divina», Revista de Espiritualidad 75 (2016), 337-367; A. Olea, «La Misericordia
de Dios en Teresa de Lisieux», Monte Carmelo 124 (2016), 317-331.
161 Cf. L. J. Fernández Frontela, «Entorno histórico de Teresa de Lisieux», Revista de.
164
Francisco, Bula Misericordiae Vultus 24.
165
Cf. Juan Pablo II, Homilía en la canonización de Faustina Kowalska (30 de abril de
2000), n. 2.
166 Santa Faustina citada en A. Sicari, «Los santos en la misericordia», 325.
167 Cf. Juan Pablo II, Homilía en la canonización de Faustina Kowalska (30 de abril de
dejado plasmar por la Palabra de Dios a través de la escucha, la lectura y la meditación asidua»
Benedicto XVI, Exhortación apostólica Verbum Domini, 48. De los santos como «exégesis vi-
vida» me ocupé sucintamente en D. García Guillén, «Verbum Abbreviatum», Facies Domini 4
(2012), 31-72 (55-56).
169 Francisco, El nombre de Dios es misericordia. Una conversación con Andrea Tornielli,
dorf 1996, 79-99; J. A. Fitzmyer, El evangelio según san Lucas III, Cristiandad, Madrid 1987,
265-291; A. Pitta, «Las parábolas de la misericordia», 86-92.
171 Cf. F. Bovon, Das Evangelium nach Lukas II, 85.
172
S. Carrillo Alday, El evangelio de Lucas, Verbo Divino, Estella 2009, 223.
173
«Jesus nimmt die Frage auf, indem er sie versteht» F. Bovon, Das Evangelium nach
Lukas II, 88.
174 Cf. J. A. Fitzmyer, El evangelio según san Lucas III, 288.
175 El papa Francisco insiste en este aspecto cuando habla de la «fantasía» de la misericordia
178 Cf. Juan Pablo II, Carta apostólica Novo Millenio Ineunte, 49.
179 «La parábola del juicio final nos descubre el secreto escondido en el prójimo: en él está
presente el mismo Cristo. La del buen samaritano da un paso más (...) El cristiano debe conver-
tirse en Cristo para el otro» M. Gelabert Ballester, Para encontrar a Dios. Vida teologal, San
Esteban-Edibesa, Salamanca-Madrid 2002, 94.
180 Cf. S. Pié-Ninot, «Las obras de misericordia corporales y espirituales», en: Pontificio
186 Thomas Aquinas, Summa Theologiae II/II, q. 32, a. 2. Traducción: Tomás de Aquino,
Suma de Teología III: parte II-IIa, BAC (Maior 36), Madrid 1990, 291.
187 Francisco, Bula Misericordiae Vultus 10.
188 Francisco, Bula Misericordiae Vultus 15.
189 A. MacIntyre, Tras la virtud, Crítica, Barcelona 1987, 233.
193
Cf. M. Acquaviva, «I filosofi e la misericordia», 79-80.
194
Juan Pablo II, Carta encíclica Fides et ratio, 76.
195 Cf. G. Albero Alabort, «Hacia un nuevo tipo de racionalidad. La razón misericordio-
Dios, Salamanca 2005, 19-81. Citaremos el número de tesis precedido del signo «§».
197 K. Hemmerle, «Tesis para una ontología trinitaria», 45 [§ 15].
198 Cf. K. Hemmerle, «Tesis para una ontología trinitaria», 45-50 [§ 15-19].
199 Cf. W. Kasper, La misericordia, 25-28.
200 Cf. P. Gilbert, «Misericordia, virtù dei deboli o dei forti?», 21-33.
san Juan en su primera carta: «nosotros hemos conocido el amor que Dios
nos tiene y hemos creído en él. Dios es amor, y quien permanece en el amor
permanece en Dios y Dios en él» (1Jn 4,16). El amor inspira confianza y
la confianza lleva a conocer mejor a aquel a quien amamos. La sospecha
respecto del amor gratuito y la desconfianza como actitud vital no son las
únicas posibilidades de realización humana. Parece más digno del hombre
saber que es amado y que ha nacido para amar. La confianza en el Dios de
la misericordia no impide pensar. Sucede más bien al contrario. Dios sigue
dejándose buscar y provocando al pensamiento. Poniendo amplitud de mi-
ras donde el camino del hombre parece estrecharse201.
8. Conclusión
¿Cuál será el fruto del Jubileo de la Misericordia? Al convocarlo, Fran-
cisco expresaba su anhelo de que «los años por venir estén impregnados de
misericordia para poder ir al encuentro de cada persona llevando la bondad
y la ternura de Dios»202. Sólo quien ha hecho la experiencia radical de ser
amado y perdonado por Dios, está en condiciones de ofrecer misericordia
a los demás. Sólo una Iglesia que ha vivido profundamente la misericordia
puede anunciarla al mundo. En esto se observa un importante elemento de
continuidad en el Magisterio del Papa Francisco. La exhortación apostólica
Evangelii Gaudium pedía una conversión misionera de la Iglesia. El Jubileo
ha tratado de alimentar esta conversión misionera ofreciendo a la Iglesia un
manantial inagotable. A esta fuente de agua fresca ha de acudir una y otra
vez: la misericordia de Dios Padre manifestada en Jesucristo y administrada
una y otra vez por el Espíritu Santo. De la eclesiología se ha transferido el
acento a la doctrina de Dios.
Johann Baptist Metz, profesor de teología fundamental en Münster
y padre de la «nueva teología política», había advertido hace veinte años
que, en Occidente, «la crisis de Dios se ha cifrado eclesiológicamente»203.
El magisterio del papa Francisco está mostrando que, para lograr la conver-
201 «Tú que en el aprieto me diste anchura» (Sal 4,2). Éste fue el lema del filósofo cristiano
Bernhard Welte, como recordaba Hemmerle poco antes de morir, cf. K. Hemmerle, «Weite des
Denkens im Glauben – Weite des Glaubens im Denken», en: Idem, Unterwegs mit dem dreiei-
nen Gott. Schriften zur Religionsphilosophie und Fundamentaltheologie, Herder (Ausgewählte
Schriften, 2), Freiburg 1996, 354-370.
202 Francisco, Bula Misericordiae Vultus, 5.
203 J. B. Metz, citado en J. Ratzinger, Convocados en el camino de la fe. La Iglesia como