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Abnegación del yo (abnegación moral)

La abnegación de sí mismo es la respuesta de lo contrario que se pregunta o aquella falta de


abnegación con la que nos comportamos en orden a la concupiscencia que padecen los
actos que son específicos de las facultades del alma. La abnegación se refiere, pues, a la
concupiscencia que, con causa en la soberbia del espíritu y en el sensualismo de nuestro
ego o vital, padecen nuestras facultades anímicas. Aclaro. Distingo el ego del yo. El ego se
dice del alma; el yo del espíritu o persona. [carta F. 25/12/68]

Las concupiscencias son tres: en la mente, apego al juicio; en la voluntad, apego al deseo;
en la facultad unitiva, apego a la felicidad. La falta de abnegación tiene: asumente, la vida;
subsumente, el goce. Jesucristo tiene la palabra justa para las tres concupiscencias y su
causa. Hago mía, en consecuencia, la sentencia de San Juan de la Cruz con la precisión del
nuevo término: ninguna concupiscencia en la mente, ninguna concupiscencia en la voluntad
y ninguna concupiscencia en la facultad unitiva. Esta nada es la nihilación de toda
concupiscencia. La nihilación, finalmente, de la felicidad, no impugna la esperanza de
aquel goce que hallamos en nuestra unión divina. [carta F. 25/12/68]

Lo que se quiere indicar con la abnegación del yo es: niéguese a sí mismo —en virtud de su
yo—, a hacer del mundo una filosofía propia con el fin de extraer de él este disfrute. [c.m. F
09/04/88 p. 5]

[…] es condición indispensable de este diálogo con las personas divinas, que
yo me enfrente ante mí mismo, que yo me oponga a mí para ponerme del lado
de Él como la suprema razón de las cosas, para darle siempre la razón y no
desvirtuar razón alguna suya. Sólo podemos hablar con Dios, o podemos obtener la
respuesta de Dios al diálogo que nos proponemos, si verdaderamente hemos llegado a esa
condición que Cristo dice en el Evangelio: ¿odias tu alma, la odias con toda tu alma, odias
tus ideas, tus sentimientos, tus deseos, con toda tu alma, y odias tu alma con toda tu alma?;
porque aquel que odia verdaderamente su alma y sus deseos y sus ímpetus y sus razones
reivindicativas de la justicia, ése, entonces, es el que puede obtener este diálogo. Aquel que
odia su alma la halla, y aquel que la ama la perderá. No dice que odiemos el espíritu, dice
que odiemos nuestra alma. Yo os pregunto a vosotras misioneras identes: ¿odiáis vuestra
alma? Decidme cuál es el grado de odio de vuestra alma. Entonces, si este grado de odio
fuese perfecto, yo sobraría detrás de esta mesa, en este instante, y oiría la voz divina en
sagrado himno a Aquel que cantan los justos, los bienaventurados, los beatíficos, en la vida
eterna. Porque sólo hablan de una cosa, que es lo que es Dios mismo para ellos y entre
ellos: fuente de su suprema felicidad. [claustro F. 11/05/72 p. 4]

¿Abnegación del yo? ¡Hombre!, no me voy a disolver, yo soy yo, tengo percepción de mí,
me contemplo a mí, estoy en referencia a mí, naturalmente. Este yo en mí —o yo en yo
—, se presenta en la mente, claro, como un juicio de mí, que no es otra cosa
que la estimación que yo tengo de mí y que tengo que defender como sea,
porque incluso parece que entra en la legítima defensa. Y también, naturalmente,
el supremo deseo de mi yo, porque soy el sujeto del deseo. ¿Qué es lo que deseo?: yo, lo yo
de mí, de lo que sea. ¿O es que yo —nirvana— me voy a perder, me voy a disolver? ¿No
me ha hecho Dios, yo? El santo, ¿no será entonces un yo “yoísimo”? [c.m. F. 30/06/84 p.
11]

Condiciones para seguir a Jesús

Abnegación

Objeto de aplicación
- La abnegación se refiere a la concupiscencia que, con causa en la soberbia
del espíritu y en el sensualismo de nuestro ego o vital, padecen nuestras
facultades anímicas
La vivencia de la falta de abnegación
- La falta de abnegación tiene: asumente, la vida; subsumente, el goce.
- No vivo mi abnegación del yo. Yo soy yo, tengo percepción de mí; me
contemplo a mí, estoy en referencia a mí, naturalmente, este yo en mí, o yo en
yo, se presenta en la mente, como un juicio de mí, que no es otra cosa que la
estimación que yo tengo de mí, el supremo deseo de mí
Las concupiscencias son tres: en la mente, apego al juicio; en la voluntad,
apego al deseo; en la facultad unitiva, apego a la felicidad.
Renunciarse para seguir a Jesús

<<El que ama a su padre o a su madre más que a mí, no es digno de mí; el
que ama a su hijo o a su hija más que a mí, no es digno de mí. El que no tome
su cruz y me siga, detrás no es digno de mí. El que encuentre su vida, la
perderá; y el que pierda su vida por mí, la encontrará (Mt 11,37-39).
Lucas 18:11
El fariseo puesto en pie, oraba para sí de esta manera:
``Dios, te doy gracias porque no soy como los demás
hombres: estafadores, injustos, adúlteros; ni aun como este
recaudador de impuestos.
(Juan 8,13-16)
Los fariseos le dijeron: <<Tu testimonio no vale, pues das
testimonio de ti mismo>>. Jesús respondió: <<Aunque yo dé
testimonio de mí mismo, mi testimonio es válido, porque sé
de dónde he venido y adónde voy; pero vosotros no sabéis de
dónde vengo ni a dónde voy, Vosotros juzgáis según la carne;
yo no juzgo a nadie; y si juzgo, mi juicio es verdadero,
porque no estoy yo solo, sino yo el que me ha envidado.
(1Juan 4,20) Si alguno dice: <<Yo amo a Dios>>, y a la vez
odia a su hermano, es un mentiroso; pues quien no ama a su
hermano, a quien ve, no puede amar a Dios, a quien no ve.

Papa Francisco. Cada uno de nosotros – subrayó el Papa –


tiene de hecho un estilo, “un modo de medirse a sí mismo, a
las cosas y a los demás” y será el mismo que usará el Señor
con nosotros. Por lo tanto – explicó – quien mide con
egoísmo, así será medido; quien no tiene piedad y para solo
trepar en la vida “es capaz de pisotear la cabeza de los
demás”, será juzgado de la misma manera, es decir “sin
piedad”. A esto, el Papa contrasta el estilo de vida del
cristiano y explica cuál es el modelo:

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