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ee, Jean-Pierre Vernant = VASE UNA VEZ... 3 “. an Pierre Vernant relat tn este libro los mitas de la Grecia Antigua, Evoca ol orien db verse, la guerra de los diases y los vénculos que la humanidad teje incesantemente con vino. Dela castracién de Urano a las artimatas de. Zeus, de la creacin de la muje thes de Ulises, de las aveniuras de Europa al destino cojo de Edipo y la persecucidy ot argonas, el autor nos hace escuchar los viejos mitos, siempre vivos, El autor, quien ha dedicado su vida a la mitologia griega, nos permite abora descifvae we itido, frecuentemente miiltiple. Es en este encuentro del narrador ‘con el sabio donde iginalidad de la obra. Escribe Veraus en el prologo: “Cuando mi nieto era pequeto y pasaba sus vacaciones oom ‘misery conmigo se estableci6 entre nsotrs una ley tan inviclable como la higiem y las vidas: cada moche, cuando legaha la bora de ir a la cama, su voz me llama dese ye arto, a wnces con impaciencia: '; Abuelo, la historia, la historia!’ Yo messentaba su la e narrabe una leyenda griega. Me encaniaba transmitirle de manera directa, de mi hwy 1 of, algo de est universe griego al que esty apegado y caya supervivencia en acla via nosotros me parece mds necesaria que munca en el mundo actual. He tratado de nartar coms sila tradicin dees mitos pudiena perpetuarse, La ws qe vray durante siglhs, Wegabe directamente a los oyente: griegos, y que ba callado, ys siera que la excucharan los lectores de boy y que en ciertas pdginas de este libro, slo ly rado, sea su eco el que siga reionand Erase una vez... mw lat reside la El Universo, los Dioses, ISBN 950-557-904-7 Nh los Hombres, Edipo a destiempo Tras la muerte tragica de Penteo y luego de la partida de Cadmo y de Agave, el trono esta desierto y el orden de la ciudad, totalmente alterado.@Quién ser rey?);Quién encar- nard las virtudes del soberano, su capacidad de imponer el orden? Normalmente, la sucesién recaeria en Polidoro, el otto hijo de Cadmo. Su esposa es hija de uno de los Sembrados, Ctonio, hombre del terror y lo subterrineo. Se llama Nicteis, la nocturnidad, lo nocturno, Es hermana o pariente proxima de una serie de personajes, en particular Nicteo y Lico (el lobo), relacionados con los gegenés, los Sembrados que re- presenran la violencia guerrera. Penteo mismo tenia un origen doble. Por su madre Agave descendia de Cadmo, el soberano designado por los dioses, quienes le habian entregado a una diosa como esposa para destacar de algun modo la calidad de su poder soberano. Por su padre Equién descendia de los Sembrados; el nom- bre “viperino” del padre evoca a un personaje femenino, Equidna, mitad mujer y mitad serpiente, hermana de las Gorgonas, “monstruo irre le que yace en las profundi- dades secretas de la tierra” y que da a luz, entre otras cala- midades, a Cerbero, el can del infierno, y a la Quimera de tres caberas a quien Belerofonte matara con ayuda del ca- ballo Pegaso. Penteo esti dividido entre la descendencia soberana de Cadmo y esos personajes nacidos de la tierra, 163 164 ERASE UNA VEZ.. EL UMIVERSO, LOs piosés, Los HoMres “/ de aspecto nocturno y monstruoso. Desde la espantosa muer te de Penteo, el trono esti vacante. Polidoro lo ocupa por poco tiempo, y luego el poder pasa a su hijo Labdaco -el Cojo-, descendiente legitimo, pero cuya filiacion es en efec to coja, porque por su padre desciende directamente de Cadmo y la diosa Harmonia, pero por su madre Nicteis esté emparentado con los Espartanos surgidos de la tierra de Tebas, armados y hechos para la guerra descle su nacimien to. Cuando muere su padre, Libdaco es demasiado joven para asumir las funciones reales. Por consiguiente, las primeras épocas de esta monarquia tebana estaran Henas de incstabilidad y divisién. Tiempos de violencia, desorden, usurpacion, durante los cuales el ono, lejos de pasar de padre a hijo mediante una sucesion regular y legitima, salta de mano en mano a través de luchas y tivali- dades que oponen a los Sembrados entre ellos y con el poder real legitimo. Cuando muere Labdaco, su hijo Layo tiene apenas un afo, y el trono nuevamente queda vacante. Lo ocupan Nicteis y Lico, quienes lo conservarin por mucho tiempo, sobre todo él; dieciocho afios, por lo que sabemos. Durante ese lapso, el pequefio Layo no esti en condiciones de ejercer Ia soberanta. Lico y Nicteis serin eliminados por personajes extranos a Tebas, Ilamados Anfién y Zeto. Llegado el momento, entre garin el trono a su duefio legitimo. Mientras los usurpadores lo manticnen alejado del poder, Layo permanece en el exi lio. Es adulto cuando encuentra refugio en Corinto con el ey Pélope, quien le ofrece In generosa hospitalidad de su palacio, EDIPO A DESTIEMPO 165 Generaciones torcidas Entonces sucede un episodio que tendri consecuencias im- portantes. Layo se enamora de Crisipo, un joven hermoso, hijo de Pélope. Lo frecuenta asiduamente, lo lleva consigo en su carro, se conduce como tn hombre mayor frente a un joven, le enscia a ser hombre, pero a la vez trata de tener con el una relacion erética que el hijo del rey rechaza. Apa- rentemente, Layo intenta obtener por la violencia lo que no ha conseguido mediante la seduccién y el prestigio. Tam- bién se dice que Crisipo, indignado y escandalizado, se sui cida. Pelope lanza sobre Layo una maldicién solemne: pide que la estirpe de los Labdacidas, lejos de perpetuarse, sea aniquilada. Libdaco significa “el cojo”; el nombre de Layo no es tan aro, puede significar tanto un jefe del pueblo como un hom- bre “torpe” En efecto, Layo se conduce torpemente en todas sus relaciones. La sucesién deberia ser suya, ya que por su padre Libdaco, su abuelo Polidoro y su bisabuclo Cadmo, el trono de Tebas le pertenece. Sin embargo, lo han apartado, desviado, alejado: la sucesién esté torcida. Layo presenta otra desviacion, porque a la edad en la que podria pensar en una esposa busca los amores de un joven varén. Pero sobre todo entorpece el juego amoroso al tratar de obtener por Ia vio- Iencia aquello que Crisipo no quiere darle espontineamen: te, Entre ellos no hay reciprocidad, charis, juego amoroso. El impulso erotic, por ser unilateral, esti bloqueado. Ademés, Layo es huésped de Pélope, y esa telacién de hospitalidad implica una amistosa reciprocidad de prestaciones y contraprestaciones. Lejos de retribuir a su anfitrién con la misma moneda, Layo trata de tomar al hijo contra su volun- tad y provoca su suicidio. 166 ERASE UNA VEZ... EL UNIVERSO, LOS DIOSES, LOS HOMBRES Lico, que ejercia el poder, es reemplazado por Anfién y Zeto, quienes mueren a su vez. Layo vuelve a Tebas; los ciu- dadanos lo acogen con jubilo, felices de confiar nuevamente el trono a alguien que les parece digno. Layo se casa con Yocasta. Ella es también en gran medida descendiente de Equién. Es la bisnieta de uno que, como Cionio, representa lz herencia de nocturnidad y sombra. El matrimonio de Layo y Yocasta ¢s estéril. Layo va a Delfos a preguntarle al oriculo qué debe hacer para tener un primo- génito con el fin de que el camino de ln soberania pueda seguir una linea recta. =Si tienes un hijo —dice el ordculo—, éste te matara y se acostari con su madre. Espantado, Layo vuelve a Tebas y desde entonces mantie- ne con su esposa relaciones tales que aseguren que no que- dara embarazada, La historia rela que un dia, estando be- rracho, Layo se permite plantar en el jardin de su esposa (por decirlo a la manera de los griegos) una semilla que va a ger miner. Yocasta da a luz un nino. Los esposos deciden deshs- cerse del descendiente, mater a su hijo. Laman a uno de los pastores que en el verano llevan las manadas reales a pastar al Citerdn. Su misién seri matar al nifio, dejarlo en el monte para que lo devoren las bestias 0 las aves. El pastor toma a la criatura, le perfora el talén, pasa una cortea a través del agujeto y se va con su carga sobre la es: palda como si fuera una presa. Llega a la montafia con sus manadas y el nifio le sonrie. Vacila, decide que no puede aban- donarlo. Divisa a un pastor corintio que trae sus ovejas a la ouza ladera del monte y le pide que se lleve al nifto. El corintio piensa en el rey Polibo y la reina Peribea, que no tienen hijos y desean tenerlos. Se lleva al pequefio con Ia herida en el talén. Felices por ese regalo inesperado, los soheranos lo crian EDIPOA DESTIEMFO 167 como si fuer st hijo, Este retofio, nieto de Libdaco el Cojo, hijo de Layo que fue separado del poder y se desvi6 a su vez del camino recto de las telaciones de hospitalidad y amoro- sas, este nifio se encuentra lejos de su patria, su tierra natal, ignidad real de miembro de la dinastia Labdacida. Lo rian, crece y cuando llega a la adolescencia todos admiran su presencia, sti valor, su inteligencia. Los jovenes de la aris- tocracia corintia no dejan de sentir celos y malevolen “Un presunto hijo” Aunque no es realmente cojo, Edipo lleva en su pie la marca de Ia marginacién que le han impuesto, de la distancia que lo separa del lugar que le corresponde, de lo que constituye st verdadero origen, Se encuentra en un estado de desequili- brio. Como hijo de rey, todos ven en él al sucesor designado del rey Pélibo, pero en Corinto se sabe y se murmura que no es hijo del pais. Un dia, durante una rifia con nifios de su edad, uno le espeta: —iDespués de todo, eres un hijo presunto! Edipo acude a su padre y le cuenta que uno de sus camara las Jo ha llamado ‘hijo presunto” como si no fuera verdadera- mente su hijo. Péliko lo reconforta lo mejor que puede sin decitle formalmente: “No, de ninguna manera, ti eres hijo de tu madre y mio” Se limita a decitle: —Son tonterias sin importancia. Cosas que dice la gente por envidia La respuesta no satisface a Edipo, quien decide consultar al oriculo de Delfos acerca de su nacimiento. {Es 0 no hijo de Polibo y Peribea? El ordculo no responde claramente a esa pregunta, pero si le dice: 168 ERASE UNA VEZ... EL UNIVERSO, LOS DIOSES, LOS HOMBRES —Mataris a tu padre y te acostarés con tu madre. Edipo esta horrorizado: su pregunta inicial acerca de si es © no el hijo verdadero se desvanece ante esta revelacién ¢s- pantosa, Debe huir lo antes que pueda, poner toda Ia distan- cia posible entre él y aquellos 2 los que considera su padre y su madre. Irse al exilio, alejarse, marginarse, recorrer el ma- yor camino posible. Entonces, como Dioniso, se convierre en un errante. No tiene tierra bajo las suelas, no tiene patria. En carro 0 a pie, va directamente de Delfos a Tebas. Sucede que en ese momento en Tebas reina la peste y Layo decide ir a Delfos para consultar al oriculo. Parte con una co- mitiva muy pequefia, apenas un cochero y uno o dos hombres. He aqui entonces al padre y al hijo ~aquél convencido de que fete ha muerto, éste seguro de que su padre es otro- recorrien- do el mismo camino en sentido inverso. Se encuentran en un cruce de tres caminos, por donde no pueden pasar dos carros al mismo tiempo; cada uno esti en el suyo. Layo considera que su cortejo real tiene priotidad; le dice al cochero que le haga a ese joven la sefial de apartarse: —Apartate del camino, déjanos pasar —exclama el coche ro, y azota a uno de los caballos de Edipo, o quizi golpea a éste en el hombro. Edipo se siente ofendido: a pesar de su exilio voluntario, como principe € hijo de rey no esti dispuesto a darle paso a cualquiera. Enfurecido por el azote, mata de un golpe al co- chero y luego al mismo Layo, mientras uno de los hombres del séquito real, espantado, huye de vuelta a Tebas. Edipo considera que ha sido apenas un incidente, que ha actuado. en legitima defensa, y reanuda su camino. Llegard a ‘Tebas mucho més adelante, cuando lx desgracia golpea a la ciudad bajo la forma de un monstruo con cabera y senos de mujer, cuerpo y patas de leona: la Esfinge. En los por- EDIPO A DESTIEMFO 169 tales de Tebas, desde una columna o desde un pefiasco, el mons- trio se complace en formular enigmas a los jévenes de la ciu- dad, Todos los afios, exige que le sean enviados los mejores jovenes de Tebas, los varones mas bellos, para enfrentarla. A vveces se dice que quiere copular con ellos. Sea como fuere, les presenta el enigma y cuando no saben responder, los mata. Asi, todos los afos Tebas pierde a Ia flor de su juventud. Cuando Edipo atravicsa uno de los portales de Tebas, advierte el terror en todos los rostros. Se pregunta qué sucede. El regente que cocupa el lugar de Layo, Creonte, es hermano de Yocasta y tam- bign pertenece a la estirpe de los Sembrados. Ve a ese joven de rostro bello y porte audaz, y piensa en ese momento que el extranjero tal vez represente la ultima oportunidad de salvar ala ciudad. Le dice que si logra vencer al monstruo, desposari ala reina. Audacia siniestra En su viudez, Yocasta encara la soberania, pero el verdadero poder esti en manos de Creonte. Por eso esti en su derecho al ofrecerle la reina y el trono si vence al monstruo. Edipo va al encuentro de la Esfinge, quien desde su monticulo se dice que el joven es una presa bella. Le formula el siguiente enigma: =De todos los seres que pueblan la tierra, las aguas y el aire, gcuil es el tinico que tiene una sola voz, una sola mane ra de hablar, una sola naturaleza, pero tiene dos, tres y cuatro pies, dipous, tripous, tetrapous? Edlipo reflexiona, acaso piensa en su propio nombre, Oi- dipous, “bipedo” y responder Es el hombre. Cuando es nifio, anda en cuatro patas; ya ‘mayor, se sostiene erecto sobre sus dos piernas, y en la vejez, 170 ERASE UNA VEZ... EL UNIVERSO, LOS DIOSES, LOS HOMBRES se apoya en un bastén para ayudarse en su marcha vacilante, oscilante, Vencida por este alarde de misterioso saber, la Esfinge se arroja de su pefiasco y muere, La ciudad de Tebas, alborozada, festeja a Edipo, lo recibe con gran pompa. Le presentan a Yocasta, la reina, que en re- compensa seri su esposa. Edipo se convierte cn rey de la ciu- dad. Lo merece por su sabiduria y audacia. Es digno descen- diente de Cadmo, a quien los dioses habian honrado al desposarlo con una divinidad, Harmonia, y permitirle fun- dar Tebas. Durante aftos, todo marcha bien. La pareja real tiene cuatro hijos: los varones Eteocles y Polinices, las ninas Ismene y Antigona. De pronto, una peste se abate brutal- mente sobre la ciudad. Todo parecia feliz, normal, equilibra- do; de repente, todo flaquea, parece siniestro. Cuando las cosas suceden ordenadamente, como corresponde, todos los afios crecen los cereales, los arboles dan fruto, las ovejas par ren corderos y las vacas, becerros. La riqueza de la tierra tebana se renueva al paso de las estaciones. Las mujeres tam- bién estin atrapadas en ese gran ciclo renovador de la fuerza vital. Tienen hijos hermosos, fuertes, sanos. Sibitamente, ese curso normal se ve interrumpido, desviado, se vuelve cojo. Las mujeres paren monstruos 0 niflos muertos, abortan. Se secan las fuentes mismas de la vida, Una enfermedad ataca a hombres y mujeres, jévenes y viejos; todos mueren. El pani co es general. Tebas esti enloguecida. (Qué sucede? ;A qué se debe semejante trastorno? Creonte decide enviar un representante a Delfos para in- terrogar al ordculo acerca del origen de la enfermedad in- fecciosa, la epicemia que azota la ciudad y trastorna todo. Los representantes de la vitalidad de Tebas en sus dos ex- tremos, los nifios y los ancianos (los de tres y cuatro pies), EDIPO A DESTIEMPO m acuden al palacio real con ramos de suplicantes. Piden a Edipo que los salve: {Eres nuestro salvador! Nos salvaste una vez del desas: tre, nos libraste de ese monstruo espantoso, la Esfinge, silva- nos ahora de este loimés, esta peste que ataca a seres huma- nos, plantas y animales por igual. Es como si en Tebas todo el ciclo de la renovacién estuviera cortado. Edipo declara solemnemente que investigari hasta descu- brir las raices del mal y vencer el azote. En ese momento, vuelve el enviado de Delfos. El oriculo le ha dicho que el mal no cesari mientras el asesino de Layo permanezca impu ne. Por consiguiente, hay que encontrar, castigar, expulsar de Tebas, excluir definitivamente de la tierra tebana, sepa- rar para siempre a aquel que tiene las manos manchadas por In sangre de Layo. Intego de escucharlo, Edipo hace un nuevo juramento solemne: —Buscaré y descubriré al culpable. Edipo es un investigador, un hombre que interroga e inda- sa. Desde que parti de Corinto en busca de aventuras, tam bién se ha entregado a la aventura de reflexionar, de poner todo en tela de juicio. Nada lo detiene. Iniciar una inve: gacién de tipo policial. Como primera medida, anuncia que todos los que posean informacion deben revelarla; los que estén en contacto con un presunto asesino deben echarlo, el asesino no puede per- manecer en Tebas porque su deshonra pesa sobre la ciudad. Mientras no lo descubran y lo expulsen de las casas, los san- tuarios y las calles, Edipo no dejara de buscarlo. Necesita saber. Comienza Ia investigacién. Creonte explica al pueblo que Tebas tiene un adivino profesional, que sabe descifrar el vuelo de las aves y acaso por inspiracién divina conocer la verdad: es el viejo Tiresias. Pide que lo convoquen para inte- 171 ERASE UNA VEZ... EL UNIVERSO, LOS DIOSES, LOS HOMBRES rrogarlo sobre los sucesos, pero el adivino no desea mostra se ni que le hagan preguntas. No obstante, lo llevan a la pla za piblica frente al pueblo, el consejo de ancianos, Creonte y Edipo, Este lo interroga, pero Tiresias’se niega a responder. Finge no saber nada. Edipo esta furioso con ese adivino por el que no siente gran respeto. Quién ha sido el mis astuto y sabio: el que supo responder al enigma de la Esfinge con su sola experiencia y capacidad de juicio de hombre racional, o el que no lo supo hacer a pesar de su experiencia y las senales que descifra? Edipo se estrella contra un muro, pero no de ignorancia, porque Tiresias sabe la respuesta, y su sabiduria divina le indica que no debe revelarla, Sabe quién mato a Layo y quién es Edipo porque est en contacto con Apolo, su amo. Es Apolo quien ha dicho “mataris a tu padre y te acos. tarés con tu madre” Tiresias comprende lo que representa Edipo en las desgracias de Tebas, pero no quiere decir pala bra, Esti resuelto a mantener esa actitud hasta que Edipo, en ese momento enfurrecido, comprenda que su silencio no pue- de ser fruto de la casualidad, Este cree que Tiresias y Creonte conspiran para desestabilizarlo y ocupar su lugar. [magina que los dos se han puesto de acuerdo, que acaso Creonte pags al adivino y que el hombre que fue a Delfos tambien participa de la conjura. La célera embarga a Edipo, incapaz de pensar con clari- dad; proclama que Creonte debe abandonar la ciudad inme- diatamente: sospecha que ha organizado el asesinato de Layo, que deseaba su muerte para ejercer el poder por intermedio de su hermana Yocasta. Esta vez, en Tebas, la cima del Estado esta entregada a las fuerzas de la desunién, de la querella desembozada. Yocasta intercede en favor de Creonte y trata de restablecer la armonia entre los dos hombres, las dos es- EDIPO A DESTIEMPO. 13 tirpes. No hay una descendencia pura de Cadmo y otra de los Sembrados, ambas siempre se han mezclado. Labdaco, Layo y Edipo también son descendientes de los Sembrados. Por su parte, Yocasta desciende directamente de Equién, quien re- presenta algo sumamente perturbador. La ciudad esté desga- trada, sus jefes se pelean enttre si, se odian; Edipo continta su investigacion. Un testigo directo, al que se deberia consultar, es el hom- bre que presencié el drama de Layo y se salvé. A su regreso, dijo que un grupo de bandidos asalté el carro real en la ruta a Delfos y maté a Layo y a su cochero. La primera vez que escuché ese relato de la muerte de Layo, Edipo se sintié per turbado en su funcién de juez investigador: le dijeron que todo sucedié en un paso estrecho cerca de Delfos donde se cruzaban tres caminos; recordaba ese lugar a la perfeccién. Pero si bien no sabe a quién matd en ese sitio, lo reconfora el hecho de que ‘un grupo de bandidos atacé a Layo” Su ra- zonamiento es sencillo: “Un grupo... por lo tanto, no fui yo. Son dos hechos diferentes. Yo me crucé con un hombre en su carto que me golped, después pasé el carro de Layo y fue atacado por bandidos, son dos hechos totalmente distintos” Edipo quiere que le traigan a ese personaje que presencié los hechos para escuchar su relato de primera mano, y se tur- ta al saber lo que ha ocurrido. Le dicen que ese hombre, des- de su regreso a Tebas, casi no ha puesto los pies en la ciudad; ‘se ha retirado al campo y nadie ha vuelto a verlo. Es algo extraiio. Hay que hacerlo venir y preguntarle como sucedie: ron los hechos. Traen al desdichado servidor de Layo. Como. juez investigador, Edipo lo acribilla a preguntas, pero el hom- bre no es mis locuaz que Tiresias. Es dificil sacarle informa- cién, aunque Edipo lo amenaza incluso con Ie tortura para hacerlo hablar.

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