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C E N T RO DE ESTUDIOS FILOSÓFICOS TOMÁS DE A QU I N O

F I L O S O F Í A D E L A B S O LU T O

LA NECESIDAD DE DEMOSTRAR LA EXISTENCIA DE DIOS


Gonzalo Castro Beltrán

La cuestión acerca de Dios

Entre las particularidades del hombre está la tendencia de conocer el por qué de las cosas de alre-
dedor en todas las categorías que apliquen: constitución, posición, relación, unidad, pluralidad, posibili-
dad, limitación, etc. El objetivo de esta profunda reflexión acerca de los objetos es hallar la verdad en
ellos, una necesidad intelectual para satisfacer su deseo de sentido en el mundo. Pero su investigación on-
tológica no termina con lo externo, lo mismo aplica a sí mismo, como un ser en el mundo y, a la vez, esen-
cialmente distinto a los objetos externos, al mismo tiempo que comparte algunos rasgos. Pero entre lo dis-
tintivo del hombre es la racionalidad, la capacidad de preguntarse por el sentido último, la causa última y
legítima de todo cuanto existe, involucrándolo a él mismo. De una investigación de esa magnitud se da
cuenta de dos cosas: que está ante una realidad cognoscible y que él mismo es un sujeto cosgnoscente 1.
Ambas interactúan en el flujo de conocimiento para revelar el ser de las cosas gracias a la capacidad huma-
na de conocer la verdad. Sin embargo, dicha capacidad —denominada por los medievales como lumen na-
turale—, no se intuye como producto humano, puesto que la ejerce desde un principio y en ella no se ha
involucrado la voluntad, aunque sí se le atribuye su perfeccionamiento.

El hombre y el mundo, dos entidades involucradas en un mismo problema: el ser y la existencia, se


investigan para conocer su ser concreto. Pero la búsqueda de la verdad en ellos no se limita a la informa-
ción proporcionada por la sensibilidad, pues podría ser equívoca o ser una ilusión, busca sustentar el fun -
damento de los hechos. Así pues, se esfuerza en la investigación para ponerse en contacto con la realidad
por medio del intelecto y encontrar en ello el sentido de todo cuanto existe, y así pensar y obrar de la ma -
nera correspondiente al ser de los objetos y de su condición humana.

Ahora bien, ¿la respuesta al misterio ontológico se encuentra delimitada por lo dado en la expe-
riencia o es posible continuar hasta una realidad supramundana? El sentido de su existencia lleva a pensar
sobre el propósito de ser en el aquí y en el ahora. Está seguro que hubo un principio y fin de su existencia,
lo mismo con los individuos de su comunidad. Las realidades de lo experienciable: individuo, mundo y so-
ciedad, están entrelazadas y, por tanto, la conducta, fruto del sentido averiguado de su existencia, animan-
do el ejercicio de su voluntad y libertad, repercutirá en el modo que se conduzca hacia ellos. Si el sujeto se
pone en actitud crítica en su investigación, se dará cuenta que el sentido no está dado por la materialidad
de lo cognoscible, sino a una causa trascedente. Lo cognoscible no exclusivo de la razón, hay algunas cues-
tiones dadas inexplicables empíricamente, y más bien se presentan como misterio. Su fundamento se en-
cuentra en algo o alguien superior al hombre, y de ello depende su posibilidad. De Sahagún describe un
proceso gradual de conocimiento en tres etapas2:

1. Existencial. Es la primera experiencia de saberse en el mundo.


2. Fenomenológica. Se encuentra el sentido existencial individual y colectivo.
3. Trascendental. Indaga los presupuestos para hacer posible la experiencia.
1 De Sahagún, Dios, horizonte del hombre, 8.
2 Ibíd., 16.

1
En el último paso es donde el hombre encuentra como fundamento de todo lo existente al Ser Absoluto,
al que es Totalmente Otro y sin el cual no sería posible conocer la propia experiencia de lo real. A lo largo
de la historia y de las culturas, el sentido último de la existencia universal ha sido abordado por las religio-
nes, y todas lo atribuyen a un ser absoluto al que llaman Dios. De él depende el principio, el fin y el orden
del universo, y el ser y destino de la humanidad. Visto así, la existencia de Dios determina el sentido de la
realidad, por ello muchos coinciden en demostrar su existencia.

El rechazo a abordar el problema de la existencia de Dios

La existencia de Dios ha pasado a ser un problema de poca importancia en una sociedad seculari-
zada, ello como resultado de un proceso de cambio en la concepción de Dios iniciada en la Modernidad.
A partir de la Crítica de la Razón Pura de Kant terminaron por refutar los argumentos hasta ahora acepta-
dos de la demostración de la existencia de Dios, heredados de la escolástica. Si el conocimiento no viene
dado por el objeto, sino por el sujeto, entonces es imposible conocer a un Absoluto trascendente al sujeto,
anterior al espíritu, pensante, perfecto, entre otros atributos divino. Más bien la idea de Dios es resultado
de una proyección subjetivo-moral, idea que sólo puede aceptarse como verdadera mediante la fe 3. Sería a
partir de entonces que la cuestión de Dios sería rechazada por filosofías ateas y agnósticas. Por ejemplo,
Feuerbach diría que Dios es la proyección de los deseos más altos del hombre que quisiera fuesen reali -
dad, como instrumento de esperanza para anhelar su realización; o como Marx, para quien Dios sería una
técnica de alienación de la clase proletaria por parte de los dueños de los medios de producción.

Por lo anterior, la cuestión acerca de la existencia de Dios en el presente resulta para muchos inú -
til, pues es como un tema trillado, sin sentido a las necesidades actuales que han sido cubiertas por la cien -
cia, la técnica y el pensamiento lógico. Aunque no se prohíba profesar una creencia en un Ser Absoluto,
esta se deja como un derecho individual libre a respetar y tolerar, como un medio de dar sentido a la vida,
tal y como conciba a la deidad.

Una razón moderada para rechazar el problema consiste en negar la posibilidad de conocimiento.
Si el Absoluto es un ser que rebasa los límites del entendimiento humano, sería una tarea vana intentar
comprender la existencia de Dios, la cual sería un conocimiento dado por revelación de la divinidad. Así
pues, el conocimiento de la existencia de Dios dependería de la voluntad divina; y su interpretación, subje-
tiva (o colectiva para un grupo humano), lo cual es ajeno a un estudio racional.

Otra forma de evadir la pregunta es apelar a la evidencia suficiente, tanto en sentido positivo
como negativo. El sentido negativo es el tomado por lo general por no creyentes cuando exigen como
prueba la comprensión de la esencia de Dios por la razón únicamente, de preferencia científicamente. El
sentido positivo sería el que refutaba Tomás de Aquino a quienes afirman que su existencia es evidente en
sí misma, suficientemente clara para el entendimiento y por tanto, no hace falta demostración 4. También,
aunado al motivo anterior, si el conocimiento de la existencia de Dios es revelado, no es necesario razonar
la existencia su existencia, puesto que es un conocimiento dado. Este tipo de evasión es regularmente to-
mado por gente sencilla que se maravilla de la naturaleza, el cuerpo humano, la armonía universal, que no
les es posible atribuirla a un azar, sino a una mente ordenadora: Dios. Bajo tal argumento, no hace falta
demostrar que existe, puesto que él mismo se manifiesta a los sentidos. O bien, puede el hombre creyente

3 Cfr. Seifert, Conocimiento de Dios, 19-20.


4 Cfr. S.G. I, 10.

2
argumentar por la experiencia religiosa que ha tenido, como un encuentro con lo divino, totalmente cierto,
según su testimonio subjetivo.

Necesidad de fundamentar la existencia de Dios

Aunque parezca un problema de creencias personales, o un sinsentido e imposibilidad para averi-


guar su comprensión definitiva, si se aborda en serio, la cuestión de Dios ha de ser tomada adecuadamente
desde la fe y la razón, según corresponda a cada ámbito. Dado que la respuesta del hombre ante lo Abso-
luto condiciona el sentido de la vida en su contexto y la forma de estar en el mundo, se vuelve necesario
dar fundamentos convincentes y bien estructurados a la existencia de Dios. Pero no sólo atañe a los cre-
yentes, el problema también involucra a los no creyentes, pues no aceptar a una deidad como fundamento
último de la realidad afecta su existencia. Y no sólo eso, la cuestión acerca de Dios plantea preguntas a re -
flexionar acerca de la realidad cercana al hombre. A continuación se darán unas breves razones para ahon -
dar el problema, tanto para creyentes como para no creyentes.

A los creyentes

La experiencia religiosa es evidentemente un hecho subjetivo, como acontecimiento de un llamado


de lo divino a mantener una comunión con él desde lo más íntimo de su ser, en una actitud de abandono a
la providencia. Tal acontecimiento inicia con una incidencia en el sentimiento, los cuales vibran ante la
presencia de la deidad. Luego sigue con un discernimiento consciente de lo experimentado, para purificar
los sentimientos generados e identificarlos verdaderamente con una causa divina. Por último, una vez or -
denada la experiencia religiosa se procede a responder con causas firmes, en su realidad, a la vocación di-
vina5. Aunque la experiencia religiosa acontece y es interpretada en lo individual, hay muchos factores que
podrían corromper el encuentro con el Absoluto, y proceder de manera equivocada. De no hacer un dis -
cernimiento adecuado, correría el riesgo de atribuir a la experiencia más elementos subjetivos o meramen-
te humanos más que divinos. Podría caer en cualquiera de los reduccionismos: razón, sentimiento o vo-
luntad, lo cual sería una experiencia humana más que religiosa.

La creencia en Dios y su afirmación de existencia exige dar razón de ese ser al que se adora y con
el que se compromete la existencia. Entonces se ha de preguntar el creyente: ¿el dios al que adora es un
ser absoluto en sí mismo o es un producto de la imaginación?, ¿las respuestas son verdaderas?, ¿las revela -
ciones verdaderamente proceden de Dios?, ¿la conducta expresada a partir de la experiencia religiosa co -
rresponde con la realidad? Dar respuesta a semejantes cuestiones no se puede dejar a experiencias sensi -
bles subjetivas, sobre todo si profesar una creencia en el Absoluto implica dar a conocer ese Ser a otros
para que experimenten también un encuentro personal.

A los no creyentes

El pensamiento racional de la realidad consiste en el fundamento primario de lo existente, ya que


tanto el filósofo como las personas alrededor son contingentes, pueden existir o no haber existido nunca,
todo tiene un principio y va hacia un final. Aun con la contingencia de los elementos de la realidad se pue-
de decir que hay ser. El filósofo se preguntaría: ¿por qué existe algo y no nada? Siendo críticos en el pro -
cedimiento del origen de la realidad, no es posible atribuirla a la nada, es algo que presuntamente existe
por sí mismo y es el principio de todo cuanto existe. Al mismo tiempo, ese algo parece trascender a lo em-
pírico y experimental. El fundamento de la realidad se ha intentado argumentarlo desde la materialidad del

5 Cfr. Alessi, Los caminos de lo sagrado,

3
mundo, pero no responden satisfactoriamente a la pregunta. Todo parece apuntar hacia un ser trascenden-
te y absoluto.

Pero lo anterior genera más preguntas. Para empezar, ¿qué es lo absoluto? Si por ello se entiende el
fundamento último de la realidad, habría que aclarar qué es lo real, es decir, ¿qué hace que una cosa sea? Si
se rechaza a Dios diciendo que no es real, habría que tener claro el criterio de realidad para argumentar
eso, y esa investigación comprometería la epistemología y la metafísica de lo que se tiene por seguro como
real.

Y ya que se atribuye al absoluto ese fundamento, ¿puede ser tratado como un objeto, una fuerza o
alguien personal con quien se puede tener un encuentro? Si fuera un ser personal, ¿entonces podría tener
esencias semejantes, aunque muy superiores, a las humanas, entre otras exclusivas de lo absoluto? Aunque
el filósofo haya ido por la vía de la razón, su investigación lo llevará a un absoluto semejante a lo que el
creyente llama como Dios. Por tanto, su investigación serviría para purificar racionalmente la experiencia
religiosa, y salvarla de atribuciones antropomórficas y de actitudes que pervierten la relación divina 6. La fi-
losofía del absoluto auxiliaría a la fe a aproximarse al ser de Dios y a verificar la posibilidad de su existen-
cia como un ser en sí mismo, y no una creación humana.

Conclusiones

La naturaleza humana tiende a buscar la verdad de las cosas para dar sentido a su vida y encontrar
el sentido del mundo. Pero la investigación necesariamente conduce a hallar la causa fundamental a una
realidad trascendente al mundo y a la experiencia. Comienza por una etapa existencial, luego a una feno-
menológica del sentido y termina por la trascendente, en la cual se encuentra con una causa presuntamen -
te suprema, absoluta, que existe en sí misma y de ella depende la armonía del universo. Las religiones se
han ocupado también de esa tarea de encontrar la verdad y el sentido a la realidad, y mediante una expe-
riencia religiosa han llamado a ese absoluto Dios.

Sin embargo, muchos creen que demostrar su existencia es un tema superado o es inútil, sea por
imposibilidad metodológica o por ser lógicamente evidente (positiva o negativamente), pero el problema
atañe a creyentes y no creyentes porque su existencia (o rechazo) condicionan el sentido de la vida y de la
forma de conducirse en el mundo ante la sociedad. Para los creyentes es necesaria para discernir —dentro
de toda la experiencia religiosa que atañe todas las dimensiones de su ser— que los mensajes sean verda-
deramente divinos, y no un constructo humano atribuido a un ser absoluto, de modo que su creencia y ex-
periencia sean comunicables. Para los no creyentes, la cuestión de Dios compromete las categorías de rea-
lidad, ser, existencia y causalidad de lo que considera por la razón verdadero. Aunque la filosofía esté limi -
tada a la condición humana, sus resultados llegan a suponer la existencia de un ser absoluto trascendente a
lo empírico e inteligible. Y sin pretenderlo como objetivo, los resultados se asemejan a la idea creyente de
Dios.

6 Ibíd., 14-15.

4
BIBLIOGRAFÍA

Alessi, Adriano, Los caminos de lo sagrado. Introducción a la filosofía de la religión. Madrid: Ediciones Cristiandad,
2004.
De Aquino, Tomás. Suma contra los gentiles. 6a ed. Trad. por Carlos Ignacio González. México: Porrúa, 2018.
De Sahagún Lucas, Juan. Dios, horizonte del hombre. Madrid: BAC, 1994.
Seifert, Josef. Conocimiento de Dios por las vías de la razón y del amor. Trad. por Pedro Jesús Teruel. Madrid: En-
cuentro, 2013.
Weissmahr, Béla. Teología natural. Trad. por Claudio Gancho. Barcelona: Herder, 1986.

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