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De los sermones de San Bernardo de Claraval

Sermón 15 sobre el Cantar de los Cantares,n. 6

EL NOMBRE DE JESÚS: LUZ, ALIMENTO, MEDICINA

¿De dónde crees que llega la luz tan intensa y veloz de la fe a todo el mundo, sino de la pre-
dicación del nombre de Jesús? ¿No nos llamó Dios a su maravilloso resplandor por la luz de este
nombre? Iluminados por su luz, que nos hace ver la luz, exclamará Pablo con Razón: Antes sí, erais
tinieblas, pero ahora sois luz en el Señor (…).

Pero el nombre de Jesús no es sólo luz, también es alimento. ¡No te sientes reconfortado
siempre que lo recuerdas? ¿Hay algo que sacie tanto el espíritu del que lo medita? ¿O que pueda re -
parar tanto las fuerzas perdidas, fortalecer las virtudes, incrementar los hábitos buenos y honestos,
fomentar los afectos castos? Todo alimento es desabrido si no se condimenta con este aceite; insípi -
do, si no se sazona con esta sal. Lo que escribas me sabrá a nada, si no encuentro el nombre de Je -
sús. Si en tus controversias y disertaciones no resuena el nombre de Jesús, nada me dicen. Jesús es
miel en la boca, melodía en el oído, júbilo en el corazón.

Y también es medicina. ¿Sufre alguno de vosotros? Si penetra Jesús en su corazón y de allí


pasa a la boca, inmediatamente clareará la luz de su nombre y, disipándose toda oscuridad, volverá
la serenidad. ¿Ha cometido alguien un delito? ¿Corre desesperado tras el lazo de la muerte? Si invo-
ca el nombre de la vida, al punto respirará alientos de vida. ¿Quién se obstinó ante este nombre de
salvación en la dureza de su corazón, en la indolencia de su desidia, en el rencor de su alma, en la
molicie de su acedía? Si alguna vez se le agotó a alguien la fuente de las lágrimas, ¿no se le arrasa -
ron de repente los ojos y corrió mansamente su llanto al invocar a Jesús? ¿Quién temblaba aterrado
ante un peligro y no recobró al instante la confianza, venciendo el miedo, cuando recurrió al poder
de su nombre? Cuando alguien fluctuaba zarandeado en un mar de dudas, ¿no vio brillar la certeza
en cuanto invocó la luz de este nombre? Si pronuncio este grito de socorro, ¿le faltaron las fuerzas
al que, a punto de desaparecer, se desesperaba en la adversidad?

Estas son las enfermedades y achaques del alma; pero he aquí su gran remedio. Si necesitas
pruebas, te dice: Invócame el día del peligro, yo te libraré y tú me darás gloria. Nada como él repri-
mirá la violencia de la ira, sosegará la pasión de la soberbia, curará la llaga de la envidia, reducirá el
furor de la lujuria, extinguirá el fuego de la sensualidad, apagará la sed de la avaricia, eliminará el
prurito de todo apetito vergonzoso.

Cuando pronuncio el nombre de Jesús, evoco el recuerdo de un hombre manso y humilde de


corazón, bueno, sobrio, casto, misericordiosos, el primero por su rectitud y su santidad. Evoco al
mismo Dios todopoderoso, que me convierte con su ejemplo y me da fuerzas con su ayuda. Todo
esto revive en mí, cuando escucho el nombre de Jesús. De su humanidad extraigo un testimonio de
vida para mí; de su poder, fuerzas. Lo primero es un jugo medicinal; lo segundo es como un estímu-
lo al exprimirlo. Y con ambos me preparo una receta que ningún médico puede superarla.

Aquí tienes, alma mía, tu catálogo, resumido en la esencia de este nombre, Jesús, salvífico
de verdad, que nunca falló en cualquier epidemia. Llévalo siempre en tu corazón. Tenlo siempre a
mano, para que todos tus sentimientos y acciones te lleven a Jesús. Él precisamente te ha invitado a
que procedas así: Grábame como un sello en tu brazo, como un sello en tu corazón (…). El nombre
de Jesús enderezará tus malas obras y perfeccionará las defectuosas; y controlará tus sentimientos,
para que no se adulteren, o para que se orienten cuando se desvíen.

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