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TEMA I Derecho Union Europea
TEMA I Derecho Union Europea
HISTÓRICA.
a) El Tratado CECA.
Tras la 2ª Guerra Mundial los aliados establecieron en los Acuerdos de
Potsdam un sistema de distribución de la explotación de la cuenca del Ruhr,
con el fin de poner en marcha un sistema general de reparaciones por daños
de guerra en el marco de la reconstrucción europea y del aprovechamiento de
un gran valor estratégico, e igualmente para limitar y controlar el nivel de la
industria del carbón y el acero alemana. Cuando en 1947 EEUU y el Reino
Unido deciden transferir en su zona la administración a las autoridades
alemanas, Francia y el BENELUX reaccionaron con preocupación. En 1949
se acordó la internacionalización del Ruhr con la participación de Alemania
(en una situación de desigualdad), junto a los aliados, en la explotación y en
el control del carbón y del acero de la cuenca. Tras esta experiencia de un
sistema de administración internacional de la cuenca del Ruhr, Francia dará
el paso siguiente: una administración europea.
El 9 de mayo de 1950, en el Salón de l´Horloge del Ministerio de Asuntos
Exteriores del quai d´Orsay de París, Robert Schuman, titular de dicho
Ministerio, realizó una Declaración, concebida y elaborada por Jean
Monnet, Comisario del Plan de Modernización y Equipamiento, que ha
pasado a la Historia con su nombre y en virtud de la cual proponía a la
República Federal Alemana «la puesta en común de sus producciones de
carbón y acero y la institución de una nueva Alta Autoridad, cuyas
decisiones vincularán a Francia, Alemania y los países que se adhieran a la
misma», con el fin de establecer « los primeros cimientos concretos de una
Federación Europea indispensable para la preservación de la paz». Éste fue
el detonante formal del proceso de integración europea. La originalidad
estaba en el método (supranacionalidad) y la peculiaridad en su objeto
(carbón y acero).
Conforme a los términos de la Declaración Schuman, las producciones
completas de carbón y acero de Francia y Alemania deberían ponerse bajo el
control de una Alta Autoridad. La iniciativa unilateral francesa contaba con
la aquiescencia previa del Canciller federal Adenauer y a ella se sumaron
Italia y los países del BENELUX (Bélgica, Holanda y Luxemburgo). El
Reino Unido rechazó sumarse. Las negociaciones culminaron con la firma
del Tratado de la Comunidad Europea del Carbón y del Acero (CECA),
el 18 de abril de 1951, el cual, ratificado posteriormente por todos los
Estados firmantes, entró en vigor el 23 de julio de 1952.
El propósito político primordial consistía en poner definitivamente fin al
antagonismo franco-alemán combinándolo con un objetivo económico.
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La inspiración política del proceso daba estímulo a un nuevo espíritu de
convivencia y de solidaridad en torno al futuro de Europa Occidental. Este
pensamiento puede observarse en el Preámbulo del Tratado CECA.
Al llamamiento de Schuman respondieron, además de Alemania, Italia y los
tres Estados del BENELUX. El Reino Unido no quiso sumarse debido a sus
intereses económicos más centrados en sus explotaciones coloniales.
La originalidad de la CECA residía en su carácter supranacional. Éste se
concretó, fundamentalmente, mediante cinco aspectos. Primero, la
constitución de una Alta Autoridad que ejercía con independencia las
competencias ejecutivas creadas por el Tratado y que estaba integrada por
nueve miembros (ocho nombrados de común acuerdo por los gobiernos de
los Estados miembros, por lo que no eran ni representantes de éstos ni cada
Estado designaba a sus candidatos, y el noveno era elegido por los ocho
miembros originarios). Su primer presidente fue Jean Monnet. En segundo
lugar, hay que destacar que las Instituciones supranacionales pueden adoptar
decisiones por mayoría que, en contra de lo que suele ser habitual en el
ámbito internacional, vinculan a todos los Estados miembros, aun contra
su voto y, por tanto, contra su voluntad. El tercer aspecto era, por un lado,
la vinculatoriedad de sus actos respecto a los Estados miembros y a las
empresas de los sectores implicados y, por otro, que tanto el Derecho
originario de los Tratados como esos actos que adoptaban las Instituciones
sobre la base de aquellos podían crear derechos y obligaciones para los
Estados y las personas físicas y jurídicas que podían ser invocados ante
los Jueces y Tribunales nacionales, incluso con preferencia sobre el
Derecho interno. Cuarto, la posibilidad de contar con unos recursos
financieros propios, basados en las exacciones sobre las producciones de
las empresas del sector. Y quinto, que la solución de controversias surgidas
por la actuación de las Instituciones de la CECA y de los Estados miembros
se reconducía a una instancia judicial propia e independiente: el Tribunal
de Justicia.
El esquema institucional se completó con un Consejo de Ministros y una
Asamblea Parlamentaria. El primero estaba integrado por los Ministros de
los Estados miembros, y suponía una atenuación de la supranacionalidad. La
Asamblea Parlamentaria la componían diputados nacionales designados por
los Parlamentos de los Estados y cuyas funciones legislativas se limitaban a
dictámenes no vinculantes y sus funciones de control comprendían la
posibilidad de una votación de censura, por mayoría de dos tercios, a la Alta
Autoridad en la sesión en la que ésta le presentaba el informe anual.
Con este Tratado se creó un mercado común, sustituyendo a seis mercados
nacionales, de carbón, acero, coque y chatarra. Se fijaron los precios del
carbón artificialmente altos para salvaguardar la reestructuración de la
decadente industria belga. La inclusión de la chatarra industrial en el Tratado
se debía a que era la principal materia prima de la endeble industria italiana.
Francia se aseguraba un acceso al carbón del Ruhr y equiparaba los costes de
producción con respecto a Alemania al producirse un aumento de los de ésta.
También conseguía colocar parte de su producción industrial en Alemania y
se garantizaba un control y una regulación diaria de las producciones de
carbón y acero a través de un órgano encargado de gestionar este mercado
común, limitando la capacidad competitiva industrial de Alemania.
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Por otro lado, el objetivo alemán era fundamentalmente político, aunque
tuviera que pagar el precio económico necesario. Aunque contaba con una
Constitución (la Ley Fundamental de 1949) se encontraba sujeta a
numerosos controles y limitaciones a su soberanía. Estaba vigente un
Estatuto de Ocupación que reducía sus competencias en política exterior,
en defensa o en política comercial. También sus industrias, su producción
estaban sujetas a un plan de desmantelamiento dirigido por las potencias
ocupantes y una Autoridad Internacional administraba el carbón del Ruhr.
Lo más urgente era recuperar la soberanía política cuanto antes. La CECA
reconocía un mayor estatus independiente a la República Federal,
limitando el control de los aliados, y, a largo plazo, la anclaba en la Europa
Occidental frente a las presiones políticas procedentes de la Europa Oriental
y de la URSS y de la República Democrática Alemana y de los partidos de
izquierda internos.
La Comunidad Europea del Carbón y del Acero tuvo una influencia
fundamental en el proceso de integración europea, al quebrar los
principios sobre los que había residido hasta entonces la cooperación
internacional. El método supranacional había nacido y la aproximación
sectorial económica a la integración también, aunque no faltaron intentos de
extenderla al ámbito político.
Los pilares básicos de la CECA se fundaban en el establecimiento de un
mercado común, unos objetivos comunes y en unas instituciones dotadas de
poderes efectivos e inmediatos. Con la CECA se iniciaba un proceso
irreversible de federalización parcial o funcional, basado en la
progresividad, que afectaba a un sector bien concreto y limitado, pero
decisivo en la estrategia económica y política de esos seis Estados
fundadores de la CECA. El éxito político-económico de la nueva Comunidad
fue muy reconocido; el propio Reino Unido firmó un acuerdo de asociación
a la CECA el 21 de diciembre de 1954.
El Tratado de la CECA preveía su término a los cincuenta años, por lo que
expiró el 23 de julio de 2002.
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De este modo, se firmó el Tratado del Atlántico Norte en Washington el 4
de abril de 1949. La creación de la OTAN por diez Estados europeos (Reino
Unido, Francia, Bélgica, Holanda, Luxemburgo, Italia, Dinamarca, Islandia,
Noruega y Portugal) y por dos Estados americanos (EE.UU. y Canadá) dejó
sumido en un largo letargo al Tratado de Bruselas (UEO).
Evidentemente, la creación de la OTAN no se inscribe en el proceso de la
unidad europea sino en el marco de la confrontación Este-Oeste.
Por otro lado, esto no quería decir que la naciente Europa de la CECA no
sintiera la necesidad de un sistema de defensa propio como respuesta
comunitaria a la «guerra fría».
El Gobierno francés, presidido en 1951 por René Pleven, encargó a Jean
Monnet un plan similar al Plan Schuman, denominado «Plan Pleven»,
mediante el cual se preveía la creación de una Comunidad Europea de
Defensa (CED, Tratado firmado el 27 de mayo de 1952).
Con esta iniciativa Francia trataba de evitar el resurgimiento de un ejército
alemán autónomo mediante la creación de un ejército europeo que quedara
absorbido en el conjunto. Pero la CED no despertó el mismo entusiasmo que
la CECA.
Por otro lado, para dar legitimidad democrática, se propuso por parte del
Ministro italiano Alcide de Gasperi la creación de una Comunidad Política
Europea (CPE). Sus competencias serían las relaciones exteriores, la
coordinación de las políticas económicas y el establecimiento de un mercado
común fundado en la libre circulación de personas, bienes y capitales. Pero
la división política en Francia abocó a su rechazo, con lo que se abandonó la
CED y, con ella, también la CPE.
Posteriormente se permitió a Alemania e Italia formar parte del Tratado de
Bruselas, que fue modificado mediante los cuatro Protocolos de París de 24
de octubre de 1954. De este modo el Pacto de Bruselas se denominó Unión
Europea Occidental (UEO), que permitió el rearme alemán, aunque con
prohibiciones, límites y controles severos. Más tarde facilitó el ingreso de
Alemania en la OTAN (5 de abril de 1955).
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europeos, poniendo en peligro los propios Tratados de Roma. Gracias a la
torpeza británica en las negociaciones y a la rotunda negativa del General de
Gaulle, se evitó que la CEE se diluyese en un área de libre comercio que
englobaría más de diecinueve Estados Europeos. El resultado final fue la
creación de la Asociación Europea de Libre Comercio en 1960, integrada
por Reino Unido, Portugal, Dinamarca, Austria, Suecia, Suiza y Noruega.
Desde 1958 quedaron constituidas las tres Comunidades Europeas, de las
cuales, tras la expiración del plazo de vigencia del Tratado CECA en julio de
2002, se mantuvieron dos.
El núcleo esencial de la CEE era la creación de un mercado común,
trascendiendo tanto un área de libre comercio (en el que los Estados
miembros eliminan aranceles entre ellos y cuotas de producción) como una
mera unión aduanera (donde al área de libre comercio interior se suma una
arancel aduanero exterior común). Un mercado común engloba tanto un área
de libre comercio como una unión aduanera, pero implica además unas
políticas económicas comunes que eviten diferencias competitivas entre
Estados y para cuya gestión se precisaba un órgano supranacional específico.
La unión aduanera era, pues, un elemento fundamental y para su
consecución se estableció un período transitorio en tres fases de cuatro años
cada una:
- Primera fase (1958-1961), reducción de aranceles interiores un 30% a
decidir por unanimidad.
- Segunda fase (1962-1965), reducción hasta un 60 % de forma
automática,
- Tercera fase (1966-1969), reducción total.
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comercio. Estas concesiones vinieron por la incorporación al Tratado de una
actuación de la Comunidad en el ámbito de los Países y Territorios de
Ultramar franceses (origen de la actual Política Comunitaria de Cooperación
al Desarrollo) y por la creación de una Política Agrícola Común (PAC).
La estructura institucional diseñada por los Tratados de Roma de 1957
supone un cambio cualitativo importante en relación con su antecesor
Tratado de París de 1951. En aquéllos se observa un reforzamiento del
carácter intergubernamental de las Comunidades en detrimento de la
originaria supranacionalidad del proceso de integración,
institucionalizándose respectivamente en la naturaleza y competencias del
Consejo de Ministros (representantes de los Gobiernos y de los Estados
miembros) y de la Comisión: aquél pasa a adoptar decisiones vinculantes
sobre las propuestas de ésta, aunque perviven elementos supranacionales
esenciales como la votación por mayoría cualificada. De este modo, los
Estados miembros consiguen retener el control último sobre la dirección del
proceso de integración económica. Otras manifestaciones de esa
degeneración de la supranacionalidad fueron la eliminación del sistema de
recursos propios y el nombramiento por los Estados de los miembros de la
Comisión.
Junto a Comisión y Consejo, se prevén también una Asamblea y un
Tribunal de Justicia, ambos con competencias similares a las ejercidas en
la CECA. Hay que destacar, además, que al tiempo que se firmaban los
Tratados constitutivos se celebraba un Convenio relativo a ciertas
Instituciones comunes que afectaba precisamente al Tribunal de Justicia y a
la Asamblea, los cuales devenían desde entonces órganos comunes a las tres
Comunidades.
La Comunidad Económica Europea tenía por principal objetivo la
realización de un mercado común articulado a través de la libre circulación
de trabajadores, servicios, bienes y capitales, así como por la previsión de
unas políticas comunes en diferentes ámbitos. La sectorialización de la
CECA y del Euratom se difuminaba en el caso de la CEE y la potencialidad
expansiva de su objeto la erigió como el catalizador del proceso de
integración europea.
a) La primera ampliación
El proyecto comunitario ha ido evolucionando durante el transcurso de los
años y se ha visto favorecido por la experiencia del propio proceso de
integración. Dicha evolución se sintetiza en los conceptos de ampliación y
profundización.
Cada ampliación suele coincidir con una fase de profundización, y conlleva
una atribución de nuevas competencias y funciones a las instituciones
comunitarias y un perfeccionamiento de la propia estructura institucional,
además de otros aspectos de la integración europea.
El desarrollo de la ampliación se ha producido en varias etapas. La
década de los setenta empezó con signos favorables para el proceso de
integración. La unión aduanera, prevista su entrada en vigor para el primer
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día de la década, se había en realidad adelantado muchos meses y con ella un
nuevo acuerdo financiero basado en recursos propios obtenidos de la
exacciones agrícolas, de los aranceles comunes de la participación en los
ingresos del IVA. De esta manera la financiación de la Política Agrícola
Común estaba asegurada y se podían estudiar nuevos campos de acción. Al
mismo tiempo, una nueva solicitud de adhesión británica fue esta vez
acogida por el nuevo Presidente de la República, Georges Pompidou. En
1973 se produjo la efectiva incorporación del Reino Unido, Irlanda y
Dinamarca, tras la firma y ratificación de sus Tratados de adhesión el año
anterior (Noruega rechazó la ratificación en referéndum). La Europa de los
seis se convertía así en la Europa de los nueve. Se precisó la adaptación del
sistema institucional, se asimiló una economía como la británica (58
millones más de consumidores se añadieron al mercado europeo para los
productos franceses y manufacturados alemanes), mientras que su imperio
colonial fue asociado en la nueva Política Comunitaria de Cooperación al
Desarrollo.
c) La cuarta ampliación
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Tras la laboriosa negociación del Tratado de la Unión Europea en 1991, se
firmó en Oporto el 2 de mayo de 1992 un complejísimo Tratado entre la
CEE y la EFTA sobre el Espacio Económico Europeo. Este Tratado tuvo
que ser modificado antes de su firma debido al Dictamen 1/91 de 14 de
diciembre de 1991 del TJCE sobre su incompatibilidad con el TCE y, de
nuevo, ante el rechazo del pueblo suizo mediante el Protocolo de 17 de
marzo de 1993. Al consumarse la cuarta ampliación en 1995 el complejo
acuerdo sobre el EEE se aplica sólo a Liechtenstein, Islandia y Noruega, al
dejar de pertenecer a EFTA Austria, Finlandia y Suecia.
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este acervo antes de la adhesión. Para la aplicación efectiva del Derecho
Comunitario se les exigió que hicieran los cambios necesarios en sus
estructuras administrativas y económicas.
Ninguna ampliación había suscitado tanta preocupación por la adaptación
jurídico-política de los Estados candidatos. De hecho, se llevó a cabo un
análisis sistemático (screening)1 por separado del acervo: explicación del
acervo, facilitar su adopción con la prestación de asistencia técnica y cálculo
de las dificultades país por país. Cada país se comprometió a presentar su
propio programa nacional de adopción del acervo.
Con la firma el 16 de abril de 2003 del Tratado de Adhesión a la UE
culminaba un largo y difícil período de negociaciones con diez Estados del
Centro y Este de Europa (República Checa, Estonia, Chipre, Letonia,
Lituania, Hungría, Malta, Polonia, Eslovenia y Eslovaquia).
El Tratado entró en vigor el 1 de mayo de 2004 pasando la UE y sus
Comunidades de quince a veinticinco Estados miembros. Desde esa fecha
del 2004 la UE engloba a veinticinco países y a 454 millones de ciudadanos.
e) La sexta ampliación
Las negociaciones prosiguieron de un modo tan flexible y propicio para
Rumania y Bulgaria. Su Tratado de Adhesión se firmó el 25 de abril de
2005. Entraría en vigor el Tratado el 1 de enero de 2007.
1
El examen analítico del acervo o «screening» constituye la fase de preparación de las negociaciones de
adhesión. Se trata de una fase esencial, ya que sirve de base a las negociaciones bilaterales entre la Unión
Europea y cada uno de los países candidatos. El «screening» realizado de manera conjunta por la
Comisión y cada uno de los países candidatos permite a estos últimos familiarizarse con el acervo y
exponer su capacidad para ponerlo en práctica. El «screening» también tiene como objetivo identificar los
ámbitos del acervo en los que han de realizarse progresos para que las legislaciones de los países
candidatos sean compatibles con las normas comunitarias. Dichos ámbitos se dividen en capítulos que se
negocian de manera individual. Si es necesario actualizar el acervo, se puede llevar a cabo un «screening»
en el transcurso de las negociaciones de adhesión.
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Su mecánica ha sido prácticamente idéntica a las de ejercicios anteriores: el país
europeo que cumple con las condiciones de Copenhague y Madrid para entrar
(Estado democrático, economía de mercado, aceptación del acervo comunitario
y participación en el juego institucional europeo) solicita el ingreso (cosa que
Croacia hizo el 21 de febrero del 2003, diez años después de haber entrado en
Naciones Unidas en 1992, tras su independencia en 1991 al final de la compleja,
dolorosa y cruenta guerra de los Balcanes y seis años antes de entrar en la
OTAN en el 2009).
Por último, tenemos que decir que el resto de candidatos son Islandia,
Macedonia, Montenegro, Serbia y Turquía, aunque con un horizonte bastante
lejano en el caso de este último Estado, principalmente por el giro involucionista
que está experimentando últimamente en muchos aspectos (BREXIT).
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La actuación más compleja fue la creación efectiva de la Política
Agrícola Común. Su inclusión en el Tratado fue una clara concesión a la
agricultura francesa, que a finales de los años cincuenta producía más de lo que
podía consumir. El reto para la Comisión fue configurar una PAC que
garantizase a los agricultores un nivel de vida adecuada, que no generase
excesiva sobreexplotación y que no enemistase a los socios comerciales de la
Comunidad.
Nació en estas fechas también lo que ha venido en llamarse la
«Comitología». Cuando era necesaria la intervención de la Comisión, para ello
se instituyó un Comité especial de Agricultura, integrado por representantes de
los Estados miembros, encargado de asesorar y controlar a aquella en las
competencias que el Consejo atribuía a la Comisión.
El resultado de toda esa actividad fue la necesidad de erigir una auténtica
Administración en el seno de la Comisión, dotada de un personal a su servicio
con un régimen jurídico adecuado que garantizase la independencia de los
funcionarios.
Al mismo tiempo, se imponía la oportunidad de racionalizar la estructura
de las Instituciones integradas de Consejo y Comisión, procediendo a la fusión
de las tres que en cada caso existían para las respectivas Comunidades, lo cual
no se logró hasta el Tratado de Bruselas de 1965.2
La Comisión se vio apoyada en esta época por la jurisprudencia del
Tribunal de Justicia, que formuló alguno de los grandes principios jurídicos del
proceso de integración europea. Así, en 1963 en el asunto Van Gend en Loos
consideró que los tratados no pueden ser comprendidos como meros acuerdos
intergubernamentales y las competencias europeas no pueden ser legitimadas
exclusivamente en términos de de Derecho Internacional, consagrando el efecto
directo del Derecho Comunitario. Por otro lado, en 1964 expresó de forma
rotunda, en la sentencia Costa v. ENEL, la peculiaridad de las Comunidades
Europeas al afirmar la primacía del Derecho Comunitario sobre el Derecho
nacional sobre la base de que los Estados miembros habían transferido de forma
definitiva derechos de soberanía a las Comunidades, por lo que el Derecho
Comunitario no podía ser derogado o modificado por el Derecho nacional.
2
Tratado por el que se establece un Consejo único y una Comisión única de las Comunidades Europeas
(conocido como el Tratado de Fusión de Ejecutivos), Bruselas 8 de abril de 1965.
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La primera crisis interna de las Comunidades estalló en 1965: es la
llamada crisis de la “silla vacía”, al abandonar Francia su presencia en el
Consejo como consecuencia del paso de una etapa, dentro del período
transitorio, a otra que suponía la adopción de decisiones por mayoría cualificada.
Francia consideraba que el sistema de adopción de decisiones, previsto en los
Tratados por mayoría cualificada, debería fundarse en la unanimidad para
aquellas decisiones que supusieran un interés muy importante para un Estado
miembro. Se estaba refiriendo en concreto al acuerdo para un precio común del
grano en el seno de la Política Agrícola Común. Dos fechas eran claves a este
respecto, el 30 de junio de 1965, cuando expiraba el provisional sistema de
financiación de la PAC y era preciso aprobar otro. La segunda, el 1 de enero de
1966, cuando terminaría la segunda fase del período transitorio fijado en el
Tratado CEE y se extendería el voto por mayoría cualificada a ámbitos como la
PAC.
Su interpretación no fue aceptada puesto que era una violación flagrante
de los Tratados. Por ello Francia abandonó el Consejo (no las Comunidades
Europeas) en junio de 1965. La crisis se cerró al volver Francia a asistir a las
sesiones del Consejo desde enero de 1966.
La salida a la crisis se encontró en el conocido como compromiso de
Luxemburgo, acuerdo político en virtud del cual, cuando en el seno del Consejo
un Estado invocase que un asunto que se pretende someter a votación por
mayoría cualificada para su adopción afecta a intereses nacionales que considera
muy importantes, entonces no se procederá a tal votación, sino que se seguirá
negociando hasta que se encuentre una posición satisfactoria para todos los
Estados que pueda ya sí ser votada. Es decir, aunque un asunto jurídicamente
debería ser adoptado por mayoría cualificada, en virtud de este compromiso de
facto pasará a ser adoptado por unanimidad si un Estado alega que están en
juego intereses esenciales para él.
La crisis de la silla vacía marcó el final de la etapa fundacional.
También en esta época se dio solución al problema pendiente de la
unificación institucional. En el Convenio de 8 de abril de 1965 se creó un
Consejo único y una Comisión única, así como un órgano auxiliar del Consejo
único (el Comité de Representantes Permanentes –COREPER-); el citado
Tratado entró en vigor en 1967.
En los años sesenta y setenta se trató de dar cumplimiento pleno a los Tratados,
en los sesenta acometiendo el término del período transitorio (realización de la
Unión Aduanera y establecimiento de la Política Agrícola Común) que, al ser de
doce años para los Estados fundadores, expiró el 1 de enero de 1970
Al comienzo de 1970 y 1971 se hicieron algunas reformas flexibles en el sistema
de financiación de las Comunidades Europeas, hasta acometer en 1975 una
importante reforma dotando a éstas de un sistema de financiación propio y
atribuyendo al Parlamento Europeo importantes poderes de codecisión. También
en 1975 se inició una política de solidaridad mediante la creación del Fondo
Europeo de Desarrollo Regional (FEDER). Se democratizó el Parlamento
Europeo al acordar dar aplicación plena a las previsiones de los Tratados
fundacionales relativas a un Parlamento Europeo elegido por sufragio universal.
Las primeras elecciones fueron en julio de 1979.
La «cumbre» de Jefes de Estado o de Gobierno, reunida en octubre de 1972 en
París, había solicitado a las Instituciones la confección de un Informe sobre
«relaciones de los Estados miembros en una unión europea». Nuevamente en el
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año 1974 se encargó al primer ministro belga, Leo Tindemans, la redacción de
un Informe de síntesis sobre la consecución de la Unión Europea; el informe
Tindemans, presentado en diciembre de 1975, estableció con precisión las
reformas necesarias para profundizar en las Instituciones y en las competencias
de las Comunidades Europeas. Pero la década de los setenta finalizó sin el
acuerdo de ningún cambio, a excepción de la reforma presupuestaria.
Podemos mencionar los siguientes hechos en la evolución de las Comunidades
en la década de los setenta:
- Adelanto de la unión aduanera.
- Nuevo acuerdo financiero basado en recursos propios obtenidos de las
exacciones agrícolas, de los aranceles comunes y de la participación en
los ingresos del IVA.
- Incorporación a la Comunidad del Reino Unido, Irlanda y Dinamarca en
1973.
- Tras la debilitación de la Comisión después de la crisis de la silla vacía,
el liderazgo del proceso de integración lo tomaron los Estados miembros
mediante un nuevo foro extraño al sistema institucional comunitario: las
cumbres (la primera fue la de la Haya en 1969), continuadas ya
regularmente tres veces al año a través del Consejo Europeo desde
1974.
- Los Jefes de Estado o de Gobierno van a dirigir la integración
comunitaria y encauzar una cooperación política europea que había
quedado fuera de aquella.
- La privación del Consejo Europeo de capacidad jurídica decisoria,
respetándose las competencias de la Comisión en el proceso decisorio
(especialmente, el monopolio de iniciativa legislativa).
- Fortalecimiento de la legitimidad democrática del Parlamento Europeo
mediante la elección directa de sus miembros. Como dijimos antes, las
primeras elecciones no tendrían lugar hasta junio de 1979, pero supuso
una transformación cualitativa de la Institución.
- Con la crisis económica y la interrupción del crecimiento económico
(crisis monetaria internacional y crisis de la energía por la escalada de
precios del petróleo) la situación era recesión, desempleo e inflación.
- Las víctimas de esta situación son la proyectada Unión Monetaria
Europea y el libre comercio.
- Una de las consecuencias de la primera ampliación fue la efectiva
implantación de la Política regional, articulada a través del Fondo
Europeo de Desarrollo Regional, cuyos principales beneficiarios fueron
Italia, Reino Unido y Francia.
- Especial impulso político de la Política Social. La crisis económica
impidió dar credibilidad al Fondo Social Europeo previsto en el Tratado
y el Consejo se limitó a una actividad legislativa puntual y a la creación
de las primeras Agencias europeas en las que articular la participación de
los sectores implicados.
- Respecto a la cooperación política europea, en 1970 el informe
DAVIGNON sentó las bases de la cooperación política europea y limitó
su contenido a las relaciones exteriores. Posteriormente, el Informe de
COPENHAGUE de 1973 instauró una “colegialidad europea” en materia
política que se tradujo en una obligación de concertación, según la cual
«cada Estado se compromete, como regla general, a no fijar
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definitivamente su propia posición sin haber consultado a sus socios».
Además, los Ministros de Asuntos Exteriores se reunirían al menos
cuatro veces al año y el Comité Político –creado en 1970-, una vez al
mes.
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El Acta Única también es importante por la formalización por vez primera en los
Tratados de la cooperación política europea (art. 30 AUE) que se había
desarrollado durante la década de los setenta fuera del marco comunitario. De
esta manera se fue creando una “acervo” político europeo que el Acta Única de
1986 no hizo sino codificar en Título III: «Disposiciones sobre la Cooperación
Europea en materia de política exterior».
Como su intencionalidad integradora última, erigen esta reforma de los Tratados
en un hito ambivalente del proceso de integración, pues significa la plena
realización de los objetivos de las Comunidades mediante la consecución del
mercado único europeo y sentaba las bases para trascender el marco comunitario
a través de una mutación cualitativa que conduciría la creación de la Unión
Europea.
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- El Título IV: recoge las Disposiciones por las que se modifica el
Tratado constitutivo de la Comunidad Europea de la Energía Atómica.
- El Título V: lleva por título Disposiciones relativas a la política exterior
y de seguridad común. A diferencia de los tres Títulos anteriores, en este
caso no se inserta en el Tratado de la Unión Europea ni un Tratado
específico ni una Comunidad. Se trata, única y exclusivamente, de una
política, pero esta vez directamente de la Unión Europea en cuanto tal.
Una política que tiene sus objetivos definidos y sus instrumentos de
actuación determinados. Se trata de un ámbito de actuación autónomo
con respecto al ámbito comunitario de las tres Comunidades,
caracterizado por funcionar conforme a criterios propiamente
intergubernamentales, a diferencia del método estrictamente
comunitario inspirado en principios supranacionales.
- El Título VI: se dedica a las Disposiciones relativas a la cooperación en
los ámbitos de la justicia y de los asuntos de interior, igualmente una
política propia de la Unión Europea articulada según principios
intergubernamentales.
- El Título VII: por último, incluía las Disposiciones Finales.
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reforma constitucional; y hacia fuera, ad extra, diez o quince Estados europeos, del
Centro y Este de Europa (los PECO´s), esperando ver cumplido su deseo de integrarse
en la Unión Europea.
La Conferencia Intergubernamental comenzó sus trabajos en marzo de 1996 en Turín
(Italia) y los terminó mediante la adopción del Tratado de 2 de octubre de 1997 en la
ciudad holandesa de Ámsterdam (en vigor desde el 1 de mayo de 1999).
Hubo algunas reformas positivas que afectaron al Parlamento Europeo, pues se hizo una
importante extensión y simplificación de la codecisión. Se ancló a la UE en los
principios democráticos del Estado de Derecho, previéndose un sistema de sanciones
para el Estado miembro que violase de forma grave y persistente los derechos humanos.
Se reconoce expresamente la competencia del TJCE en materia de violación de
derechos fundamentales.
El Tratado de Ámsterdam incluyó en el Tratado de la UE un Título VII denominado
«Disposiciones sobre una cooperación reforzada». La introducción de ese mecanismo
de flexibilidad se encamina a permitir a los Estados que lo deseen establecer una
cooperación más estrecha y avanzada que la permitida conforme a los procedimientos e
instrumentos comunitarios e intergubernamentales existentes. En un primer momento la
cooperación reforzada supondría un medio para desbloquear mínimamente avances
imposibles por el veto de la unanimidad. La idea subyacente es que, al permitir a ciertos
Estados una integración más profunda en temas concretos, ello impulsaría y arrastraría
al resto. La previsión de la cooperación reforzada era ya de por sí importante, pero su
regulación era tan cautelosa que resultaba demasiado onerosa su utilización.
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incidir, de ahí que se establezca una regulación general (nuevo Título VII del TUE),
insertando las disposiciones específicas para los diferentes pilares en los respectivos
articulados.
La regulación general de las cooperaciones reforzadas viene, pues, recogida de
forma autónoma y rige, salvo disposición en contrario, sobre todos los tipos de
cooperaciones reforzadas independientemente del pilar en el que operan. El objetivo
general de este mecanismo es permitir a los Estados miembros que lo deseen establecer
una cooperación más estrecha y profunda en determinados temas, siempre y cuando los
objetivos particulares perseguidos por dicha cooperación no puedan alcanzarse en el
seno del Consejo en un plazo razonable limitándose a las disposiciones pertinentes de
los Tratados. Es la conocida como «cláusula de último recurso»: sólo se puede recurrir a
la cooperación reforzada cuando han fracasado las negociaciones y, a fortiori, las
votaciones en el Consejo en las que desembocan los procedimientos comunitarios e
intergubernamentales previstos.
En cuanto a la participación, el número mínimo de Estados miembros necesario para
impulsar una cooperación reforzada es, actualmente, de nueve, mientras que el
Tratado de Niza prevé un número de ocho.
Se establecen límites a la hora de celebrar este instrumento de integración: la
cooperación en cuestión deberá respetar, primero, los Tratados; segundo, el marco
institucional único de la Unión; tercero, los acervos comunitarios, de la PESC y de la
cooperación policial y judicial en materia penal, encomendándose, además al Consejo y
a la Comisión que velen por la coherencia de las decisiones que se tomen en el seno de
cada cooperación con las políticas de la Unión y de las Comunidades; y cuarto, a la
integración del acervo de Schengen5 en la Unión Europea. La cooperación deberá
permanecer dentro de los límites de las competencias de la Unión o de la Comunidad y
no podrá hacer siquiera referencia a los ámbitos que sean competencia exclusiva de la
Comunidad. Tampoco podrá afectar negativamente ni al mercado interior ni a la
cohesión económica y social, ni obstaculizar ni discriminar los intercambios entre
Estados miembros, provocando distorsiones de competencia entre ellos.
El lanzamiento de una cooperación reforzada permite a los Estados miembros
participantes hacer uso de las Instituciones, procedimientos y mecanismos establecidos
en los Tratados. Los actos y decisiones necesarios para realizar la cooperación reforzada
serán adoptados conforme a las disposiciones institucionales pertinentes de los
Tratados. Todos los miembros del Consejo podrán participar en las deliberaciones, pero
sólo aquellos que representan a los Estados miembros participantes en dicha
cooperación reforzada tomarán parte en la adopción de decisiones. Para la mayoría
cualificada, se atenderá a la proporción de los votos ponderados y del número de los
miembros del Consejo que se establece en los Tratados, mientras que la unanimidad
queda constituida únicamente por los votos de los miembros del Consejo a los que
concierne la cooperación.
Estos actos y decisiones adoptados por los Estados miembros en el marco de una
cooperación reforzada deberán ser aplicados por ellos mismos, pues no sólo les vinculan
sino que serán directamente aplicables, evidentemente sólo en los Estados miembros
participantes, pues los que quedan fuera de la cooperación a lo único que quedan
obligados es a no poner trabas a la realización de la cooperación reforzada. Respecto a
la financiación de los gastos que ocasione una cooperación reforzada –salvo los gastos
administrativos de funcionamiento institucional- , aquellos correrán a cargo de los
Estados miembros participantes.
5
Firmado el 14 de junio de 1985 en Schengen, una localidad de Luxemburgo.
18
En el Consejo Europeo de Niza las Instituciones proclamaron la Carta de Derechos
Fundamentales de la Unión Europea, preparada por una Convención integrada por
representantes de los Jefes de Estado o de Gobierno, de la Comisión, del Parlamento
Europeo y de los Parlamentos nacionales. La Carta no fue adoptada formalmente y
quedó pospuesta para una Conferencia Intergubernamental.
Además, la Constitución viene completada por los dos Anexos del Tratado CE (lista de
productos agrícolas y países territorios de ultramar) y por 36 Protocolos (entre los que
cabe destacar el Estatuto del Tribunal de Justicia, del Banco Central Europeo, del Banco
Europeo de Inversiones, el relativo a Schengen o a la Unión Económica y Monetaria).
Finalmente, se incluyen 41 Declaraciones relativas a disposiciones de la Constitución o
19
de los Protocolos y 7 Declaraciones unilaterales realizadas por algunos Estados
miembros.
Se proclama expresamente la primacía del Derecho de la UE sobre todo el Derecho
interno de los Estados miembros, lo que no es una novedad, y se reitera la cláusula de
cooperación leal. Se reorganiza el sistema de normas: utiliza el concepto de ley europea
para el acto aprobado en procedimiento legislativo que incluye a los dos cuerpos
legislativos (Consejo y Parlamento Europeo) y en las materias que la Constitución
reserva a la ley europea. Esta norma creará iguales derechos y obligaciones para todos
susceptibles de ser exigidos en todo el territorio de los Estados miembros. Por el
contrario la ley marco europea no creará derecho uniforme al dejar ciertos márgenes de
decisión a los Estados miembros (retoma el concepto de directiva).
Como puede observarse, a pesar de que una de las excusas de su elaboración era la
simplificación del Derecho originario para hacerlo más accesible a los ciudadanos, el
resultado final es un mamotreto de difícil manejo para los especialistas y prácticamente
inabordable para los ciudadanos.
La Constitución pone fin a la estructura en «pilares» de la Unión Europea, aunque no
asume la Comunidad Europea de la Energía Atómica, que sigue existiendo con su
propio Tratado. Otro aspecto importante a destacar es que se dota finalmente a la Unión
Europea de personalidad jurídica.
Su entrada en vigor quedó supeditada a la ratificación por todos y cada uno de los
Estados miembros de la Unión conforme a sus procedimientos constitucionales internos.
Y si uno de los Estados miembros no ratificase la Constitución, ésta no entraría en
vigor, continuando la vigencia de los Tratados vigentes.
Por poner un ejemplo, en Francia la Constitución europea fue rechazada en un
referéndum el 29 de mayo de 2005. (Resultados: Sí 45,13% - No 54,87% - tasa de
participación 69,34%).
20
protagonismo del Parlamento Europeo, acrecienta la democracia y la
legitimidad de las actuaciones de la Unión.
A la escucha de los ciudadanos: gracias a la "iniciativa ciudadana" (art.
11 TUE), un grupo de al menos un millón de ciudadanos de un número
significativo de Estados miembros puede pedir a la Comisión que haga
propuestas de legislación.
Reparto de tareas: la relación entre los Estados miembros y Unión
Europea queda más perfilada gracias a una clasificación precisa de las
competencias de cada cual.
Retirada de la Unión: el Tratado de Lisboa prevé explícitamente por
primera vez la posibilidad de que un Estado miembro se retire de la
Unión. (art. 50 TUE)
2. Una Europa más eficaz, con métodos de trabajo y votación simplificados,
instituciones modernas y adaptadas a la Unión de los Veintisiete (Veintiocho
con la incorporación de Croacia desde el 1 de julio de 2013) y más capacidad
para actuar en los ámbitos prioritarios para la UE de hoy.
Eficacia en la toma de decisiones: la aprobación por mayoría
cualificada en el Consejo se amplía a otras políticas, con el fin de
agilizar las decisiones e incrementar su eficacia. A partir de 2014 la
mayoría cualificada obedecerá al principio de doble mayoría (mayoría de
los Estados miembros y de la población), que refleja la doble legitimidad
de la Unión. La doble mayoría se alcanzará cuando los votos favorables
representen, como mínimo, el 55% de los Estados miembros y el 65% de
la población.
Un marco institucional más estable y racionalizado: el Tratado de Lisboa
crea el cargo de Presidente del Consejo Europeo elegido por dos años
y medio, vincula directamente la elección del Presidente de la Comisión
a los resultados de las elecciones europeas, prevé nuevas disposiciones
relativas a la futura composición del Parlamento Europeo e introduce
normas más claras sobre las cooperaciones reforzadas y los aspectos
financieros.
Mejorar la vida de los europeos: el Tratado de Lisboa mejora la
capacidad de la UE para abordar cuestiones que hoy día son prioritarias
para la Unión y sus ciudadanos. Es el caso de la actuación en el campo
de la justicia, la libertad y la seguridad, ya sea para luchar contra el
terrorismo o combatir la delincuencia. Lo mismo ocurre, en cierta
medida, con otros campos como política energética, salud pública,
protección civil, cambio climático, servicios de interés general,
investigación, política espacial, cohesión territorial, política comercial,
ayuda humanitaria, deporte, turismo y cooperación administrativa.
3. Una Europa de derechos y valores, libertad, solidaridad y seguridad, que
potencie los valores de la Unión, conceda rango de Derecho primario a la Carta
de los Derechos Fundamentales, establezca nuevos mecanismos de solidaridad y
garantice una mejor protección a sus ciudadanos.
Valores democráticos: el Tratado de Lisboa especifica y consolida los
valores y objetivos sobre los que se basa la Unión. Dichos valores
constituyen un punto de referencia para los ciudadanos europeos y
representan lo que Europa puede ofrecer a sus socios de todo el mundo.
Derechos de los ciudadanos y Carta de los Derechos Fundamentales
(la libre circulación de mercancías, servicios, capitales y personas): el
21
Tratado de Lisboa conserva los derechos ya existentes e introduce otros
nuevos. En particular, garantiza las libertades y los principios enunciados
en la Carta de los Derechos Fundamentales, cuyas disposiciones pasan a
ser jurídicamente vinculantes. La Carta contiene derechos civiles,
políticos, económicos y sociales.
Libertad de los ciudadanos europeos: el Tratado de Lisboa conserva y
consolida las "cuatro libertades" y la libertad política, económica y social
de los ciudadanos europeos.
Solidaridad entre los Estados miembros: el Tratado de Lisboa
establece que la Unión y los Estados miembros actúan conjuntamente
con espíritu de solidaridad si un Estado miembro es objeto de un ataque
terrorista o víctima de una catástrofe natural o de origen humano.
También se hace hincapié en la solidaridad en el sector de la energía.
Mayor seguridad para todos: la Unión tiene más capacidad de
actuación en el campo de la justicia, la libertad y la seguridad, lo que
redunda en beneficio de la lucha contra la delincuencia y el terrorismo.
Las nuevas disposiciones sobre protección civil, ayuda humanitaria y
salud pública también pretenden impulsar la capacidad de la UE para
enfrentarse a las amenazas contra la seguridad de los ciudadanos
europeos.
4. Hacer de Europa un actor en la escena global combinando los instrumentos
con que cuenta la política exterior europea a la hora de elaborar y aprobar
nuevas políticas. Gracias al Tratado de Lisboa, Europa está en condiciones de
expresarse con más claridad ante sus socios internacionales. Se ponen en juego
todas las capacidades económicas, humanitarias, políticas y diplomáticas de
Europa para fomentar sus intereses y valores en todo el mundo, respetando los
intereses particulares de los Estados miembros en el marco de las relaciones
exteriores.
La figura del Alto Representante de la Unión para Asuntos Exteriores y
Política de Seguridad —que también es Vicepresidente de la Comisión—
da mayor peso, coherencia y visibilidad a la actuación exterior de la UE.
El nuevo Servicio Europeo de Acción Exterior asiste al Alto
Representante en el desempeño de sus funciones.
La personalidad jurídica única de la Unión fortifica su poder de
negociación, convirtiéndola en un actor más eficaz a escala internacional
y un socio más visible para otros países y organizaciones internacionales.
El desarrollo de la Política Europea de Seguridad y Defensa conserva un
sistema especial de toma de decisiones. Sin embargo, también prepara el
terreno para la cooperación reforzada de un grupo más reducido de
Estados miembros.
22
Mecanismo Europeo de Estabilidad (MEDE), y otro, el Tratado de
Estabilidad, Coordinación y Gobernanza en la Unión Económica y
Monetaria (TECG), abierto al conjunto de Estados de la UE y del que se
han autoexcluido Reino Unido y Chequia.
23
En la comprensión del Tratado de la UE, se le ha asemejado a la conformación
arquitectónica de un templo griego: el frontispicio o frontón estaría comprendido
por el Título I del TUE, donde se contienen las «Disposiciones comunes»,
referidos a la creación de la Unión Europea, sus objetivos, principios y
elementos constitutivos.
Luego estarían los tres pilares sobre los que reposa la Unión. El pilar central y
más sólido es de carácter comunitario (las tres Comunidades); el segundo pilar
es de naturaleza intergubernamental, se trata de la Política Exterior y de
Seguridad Común (PESC). El antecedente normativo de este pilar está en el
Título III, artículo 30 del Acta Única Europea “La Cooperación Europea en
materia de Política Exterior”; el tercer pilar, igualmente de carácter
intergubernamental estaría comprendido por la cooperación policial y judicial en
materia penal.
Por último, el basamento estaría constituido por el Título VII, que regula la
cooperación reforzada entre los Estados miembros, y el Título VIII con las
Disposiciones Finales: acervo comunitario, competencias del Tribunal de
Justicia, procedimiento de revisión y de nuevas adhesiones, derogaciones,
entrada en vigor, período de vigencia, lenguas oficiales, etc.
5.3. En el Tratado de Lisboa
24
- Título V: Disposiciones generales relativas a la acción exterior de la
Unión y disposiciones específicas relativas a la política exterior y de
seguridad común.
- Título VI: Disposiciones finales.
25
El objetivo de transformar cualitativamente las relaciones que se emprendieron en 1951
y 1957 puede situarse cronológicamente en los años setenta.
Debemos recordar que el Informe Tindemans sobre la Unión Europea fue el
documento más comprometido con este objetivo. Este informe fue solicitado por el
Consejo y presentado en 1975, en el cual se observa que la construcción de la Unión
Europea se llevaría a cabo de forma progresiva mediante la consolidación y desarrollo
de las Comunidades Europeas, mediante la ampliación a nuevas políticas. Pero la Unión
Europea no pasaba de ser un mero valor político, sin concreción jurídica alguna y sin
mención en los Tratados constitutivos. Ya en 1983, mediante la Declaración Solemne
sobre la Unión Europea que adoptó el Consejo Europeo en Stuttgart aparece la idea de
síntesis que representa el proyecto de Unión Europea: la consecución por los Estados
miembros mediante la Unión Europea «una concepción común, global y coherente» de
dicho proceso. Pero en 1983 la Unión Europea era todavía exclusivamente comunitaria.
El Proyecto Spinelli de Tratado de la Unión Europea (Parlamento Europeo de 14 de
febrero de 1984), seguía basándose en las Comunidades Europeas, pero con la novedad
de que incluía además el sistema monetario europeo y la cooperación política.
El primer texto que recogió el objetivo de la Unión Europea fue el Acta Única Europea
de 1986 (entraría en vigor el 1 de julio de 1987). Sin embargo no se adoptó la decisión
de constituir la Unión Europea. La novedad fue el acuerdo de introducir, junto al pilar
comunitario, aunque separado de éste, el pilar intergubernamental de la Cooperación
Política Europea (CPE) en el Título III del Acta Única, lo cual suponía un Tratado
dentro de otro Tratado.
Finalmente el artículo A del Tratado de la Unión Europea de 7 de febrero de 1992
firmado en Maastricht (en vigor desde el 1 de noviembre de 1993) hizo realidad aquel
objetivo de su realización:
Por el presente Tratado, las Altas Partes Contratantes constituyen entre sí una Unión
Europea, en los sucesivo denominada «Unión».
El presente Tratado constituye una nueva Etapa en el proceso creador de una Unión
cada vez más estrecha entre los pueblos de Europa, en la cual las decisiones serán
tomadas de la forma más próxima posible a los ciudadanos.
La Unión tiene su fundamento en las Comunidades Europeas completadas con las
políticas y formas de cooperación establecidas por el presente Tratado. Tendrá por
misión organizar de modo coherente y solidario las relaciones entre los Estados
miembros y entre sus pueblos.
Si nos fijamos bien en el segundo párrafo del artículo citado, se mantiene la idea
tradicional de una «unión cada vez más estrecha entre los pueblos de Europa».
Aunque terminológicamente hablando en el Tratado no hay nada que la caracterice
como federal, sin embargo, está impregnada de una influencia federal. Ello puede
comprobarse en los artículos 1 a 7. Ejemplos de este carácter federal son la Unión
Económica y Monetaria y la ciudadanía de la Unión y su estatuto jurídico.
El fundamento de la Unión está en las tres Comunidades Europeas existentes. Las
Comunidades Europeas son el pilar más sólido de la Unión.
Además de las Comunidades, se ha completado con las políticas y formas de
cooperación establecidas en el TUE. Nos referimos a aquellos ámbitos en los que hay
cooperación intergubernamental, es decir, la política exterior y de seguridad común
(PESC) entre la Unión y sus Estados miembros y la cooperación policial y judicial
(CJAI) entre los Estados miembros. Las políticas en estos ámbitos competenciales
conducen a los objetivos de la Unión, pero no utilizan instrumentos de integración ni el
método comunitario, sino de cooperación intergubernamental, estando al margen del
26
sistema jurídico propio de las Comunidades, aunque participe parcialmente del sistema
institucional.
En este sentido, debemos entender el ente político de la Unión Europea como un todo, y
las Comunidades Europeas y las formas de cooperación intergubernamental (PESC y
CJAI) son las partes o los pilares sobre los que se sustenta el proceso en su conjunto.
En definitiva, la Unión Europea debe ser entendida como idea de síntesis o concepto
común, global y coherente del proceso de integración progresiva en la que se hallan
inmersos los Estados miembros que la componen.
27
— mantener y desarrollar la Unión como un espacio de libertad, seguridad y justicia,
en el que esté garantizada la libre circulación de personas conjuntamente con medidas
adecuadas respecto al control de las fronteras exteriores, el asilo, la inmigración y la
prevención y la lucha contra la delincuencia,
— mantener íntegramente el acervo comunitario y desarrollarlo con el fin de examinar
la medida en que las políticas y formas de cooperación establecidas en el presente
Tratado deben ser revisadas, para asegurar la eficacia de los mecanismos e
instituciones comunitarios.
Los objetivos de la Unión se alcanzarán conforme a las disposiciones del presente
Tratado, en las condiciones y según los ritmos previstos y en el respeto del principio de
subsidiariedad tal y como se define en el artículo 5 del Tratado constitutivo de la
Comunidad Europea.
El Tratado de Lisboa, como sabemos, procede a unificar las Comunidades bajo una
entidad común que sería la Unión Europea, que ahora sí que tiene subjetividad jurídica
internacional, por lo que dejan de existir dos artículos distintos que enumeren los
objetivos, que se unifican como objetivos de la Unión en el citado artículo 3, que
sustituye al artículo 2 TUE con el siguiente texto:
1. La Unión tiene como finalidad promover la paz, sus valores y el bienestar de sus
pueblos.
2. La Unión ofrecerá a sus ciudadanos un espacio de libertad, seguridad y justicia sin
fronteras interiores, en el que esté garantizada la libre circulación de personas
conjuntamente con medidas adecuadas en materia de control de las fronteras
exteriores, asilo, inmigración y de prevención y lucha contra la delincuencia.
3. La Unión establecerá un mercado interior. Obrará en pro del desarrollo sostenible
de Europa basado en un crecimiento económico equilibrado y en la estabilidad de los
precios, en una economía social de mercado altamente competitiva, tendente al pleno
empleo y al progreso social, y en un nivel elevado de protección y mejora de la calidad
del medio ambiente. Asimismo, promoverá el progreso científico y técnico.
28
La Unión combatirá la exclusión social y la discriminación y fomentará la justicia y la
protección sociales, la igualdad entre mujeres y hombres, la solidaridad entre las
generaciones y la protección de los derechos del niño.
La Unión fomentará la cohesión económica, social y territorial y la solidaridad entre
los Estados miembros.
La Unión respetará la riqueza de su diversidad cultural y lingüística y velará por la
conservación y el desarrollo del patrimonio cultural europeo.
4. La Unión establecerá una unión económica y monetaria cuya moneda es el euro.
5. En sus relaciones con el resto del mundo, la Unión afirmará y promoverá sus valores
e intereses y contribuirá a la protección de sus ciudadanos. Contribuirá a la paz, la
seguridad, el desarrollo sostenible del planeta, la solidaridad y el respeto mutuo entre
los pueblos, el comercio libre y justo, la erradicación de la pobreza y la protección de
los derechos humanos, especialmente los derechos del niño, así como al estricto
respeto y al desarrollo del Derecho internacional, en particular el respeto de los
principios de la Carta de las Naciones Unidas.
6. La Unión perseguirá sus objetivos por los medios apropiados, de acuerdo con las
competencias que se le atribuyen en los Tratados.
29
6.2. Principios de la Unión.
El artículo 6 del TUE afirma de forma expresa: “La Unión se basa en los principios
de libertad, democracia, respeto de los derechos humanos y de las libertades
fundamentales y el Estado de Derecho, principios que son comunes a los Estados
miembros”. El artículo 2 Tratado de Lisboa recoge este mismo principio: “La Unión se
fundamenta en los valores de respeto de la dignidad humana, libertad, democracia,
igualdad, Estado de Derecho y respeto de los derechos humanos, incluidos los
derechos de las personas pertenecientes a minorías”. Hay que hacer notar la novedad
del texto vigente al prestar también atención a los derechos de las minorías.
Este principio posee una dimensión externa y otra interna. Por lo que se refiere ala
dimensión externa de este principio, su respeto es una exigencia para el Estado que
desee adherirse a la UE. Yen su dimensión interna es una exigencia para permanecer
en la UE.
- Principio de solidaridad.
30
El artículo 1 del TUE confía a la Unión la misión de “organizar de modo coherente y
solidario las relaciones entre los Estados miembros y entre sus pueblos.” Este principio
está también recogido en el Preámbulo del texto del Tratado cuando afirma el deseo de
“acrecentar la solidaridad entre sus pueblos, dentro del respeto de su historia, de su
cultura y de sus tradiciones”.
El Tratado de Lisboa recoge este mismo principio por doquier, v.gr. en el artículo 2
in fine “Estos valores son comunes a los Estados miembros en una sociedad
caracterizada por el pluralismo, la no discriminación, la tolerancia, la justicia, la
solidaridad y la igualdad entre mujeres y hombres.”
El justo entendimiento de este principio consiste en considerar legítima la defensa de
los intereses nacionales y este principio no lo impide. En sentido negativo sería
insolidario todo acto de defensa de los intereses nacionales si ello supone el perjuicio
desproporcionado de los objetivos comunes de los Estados miembros.
El Tratado de Maastricht recogió por primera vez una declaración de este tipo. La
identidad nacional de los Estados miembros y su respeto tienen el límite de que éstos
habrán de estar dotados de gobiernos basados en los principios democráticos y en el
respeto a los derechos humanos.
Este principio se halla expresado en el artículo 6.3 del TUE de forma rotunda a la vez
que de forma escueta: “La Unión respetará la identidad nacional de sus Estados
miembros.”
En el texto vigente, desde el 1 de diciembre de 2009, del Tratado de Lisboa se afirma
así en su artículo 4: “La Unión respetará la igualdad de los Estados miembros ante los
Tratados, así como su identidad nacional, inherente a las estructuras fundamentales
políticas y constitucionales de éstos, también en lo referente a la autonomía local y
regional. Respetará las funciones esenciales del Estado, especialmente las que tienen
por objeto garantizar su integridad territorial, mantener el orden público y
salvaguardar la seguridad nacional. En particular, la seguridad nacional seguirá
siendo responsabilidad exclusiva de cada Estado miembro”.
31
En el Tratado de Lisboa aparece este principio recogido de forma expresa en el tercer
párrafo del artículo 4.3: “Conforme al principio de cooperación leal, la Unión y los
Estados miembros se respetarán y asistirán mutuamente en el cumplimiento de las
misiones derivadas de los Tratados”.
De este principio se derivan tres deberes generales:
- Colaboración activa, o deber de adopción de todas las medidas generales
o particulares apropiadas para asegurar el cumplimiento del Derecho de
la Unión (originario y derivado).
- Deber de abstención de adoptar todas aquellas medidas que puedan
poner en peligro la realización de los fines de los Tratados.
- Deber de facilitar a las Instituciones el cumplimiento de sus misiones,
principalmente en lo que se refiere a facilitar las informaciones que
requieran las Instituciones para el adecuado desarrollo de sus misiones.
Las Instituciones de la Unión Europea sólo pueden ejercer las competencias que
les han sido atribuidas en los Tratados, es decir, tienen el derecho y la obligación
de actuar dentro de los límites de las competencias atribuidas. Es un principio que
rige la delimitación de las competencias. Este principio lo encontramos en el artículo 5
del TCE: “La Comunidad actuará dentro de los límites de las competencias que le
atribuye el presente Tratado y de los objetivos que éste le asigna”. Expresamente
declarado aparece en el TUE, artículo 5.1 y 5.2:” 1. La delimitación de las
competencias de la Unión se rige por el principio de atribución. El ejercicio de las
competencias de la Unión se rige por los principios de subsidiariedad y
proporcionalidad.
2. En virtud del principio de atribución, la Unión actúa dentro de los límites de las
competencias que le atribuyen los Estados miembros en los Tratados para lograr los
objetivos que éstos determinan. Toda competencia no atribuida a la Unión en los
Tratados corresponde a los Estados miembros.
El Tratado de Lisboa lo recoge en su artículo 5.2 casi literalmente tal como aparece en
el artículo visto arriba.
- Principio de subsidiariedad.
32
El TCE en su artículo 5 afirma este principio: “En los ámbitos que no sean de su
competencia exclusiva, la Comunidad intervendrá, conforme al principio de
subsidiariedad, sólo en la medida en que los objetivos de la acción pretendida no
puedan ser alcanzados de manera suficiente por los Estados miembros, y, por
consiguiente, puedan lograrse mejor, debido a la dimensión o a los efectos de la acción
contemplada, a nivel comunitario.”
Este principio lo hallamos claramente expresado en el Preámbulo del TUE y en el
artículo 5.
Respecto al Tratado de Lisboa, este principio emerge en el artículo 5 prácticamente
con el mismo tenor literal que en el TUE:” El ejercicio de las competencias de la
Unión se rige por los principios de subsidiariedad y proporcionalidad.” Es decir, es un
principio regulador del modo de ejercicio de las competencias compartidas entre los
Estados y la Unión Europea.
- Principio de proporcionalidad.
El artículo 5, párrafo tercero del TCE advierte que ninguna acción de la Comunidad
excederá de lo necesario para alcanzar los objetivos del presente Tratado. Es un
principio que establece que los medios empleados y las acciones llevadas a cabo por la
Comunidad deben ser proporcionados al objetivo que persiga.
El artículo 5 del TUE se refiere a este principio en 5 ocasiones, y el artículo 12
también lo recoge para referirse al mismo y al deber de respeto del mismo que tienen
que cumplir los distintos Parlamentos nacionales.
El Tratado de Lisboa lo recoge en el párrafo 4º del artículo 5:”En virtud del principio
de proporcionalidad, el contenido y la forma de la acción de la Unión no excederán de
lo necesario para alcanzar los objetivos de los Tratados”.
Termina este artículo con la expresión de la obligación de su aplicación por parte de
las Instituciones de conformidad con el Protocolo sobre la aplicación de los principios
de subsidiariedad y proporcionalidad.
33
De lo dicho arriba se desprende que al Derecho creado por el Tratado, nacido de una
fuente autónoma, no se puede oponer, en razón de su específica naturaleza original una
norma interna, cualquiera que sea ésta, ante los órganos jurisdiccionales, sin que al
mismo tiempo aquél pierda su carácter comunitario y se ponga en tela de juicio la base
jurídica misma de la Comunidad.
Este principio significa que las normas de la Unión pueden tener por sí mismas un
efecto pleno de manera uniforme en la totalidad de los Estados miembros desde el
momento de la entrada en vigor de las mismas. Estas normas crean derechos y
obligaciones para todos los que puedan verse afectados por su ámbito de aplicación. Las
autoridades públicas están obligadas a la salvaguardia de tales derechos y obligaciones.
Este principio ha sido el resultado de la interpretación de los Tratados. La referencia
constante a la estructura y objetivos de la Unión, unida al carácter específico y a la
autonomía del ordenamiento de la Unión, junto con la participación de los pueblos de
los Estados miembros en la construcción europea han intervenido en la construcción de
este principio.
La primera referencia a este principio por parte del Tribunal de Justicia de la Unión
Europea (en adelante TJUE) tuvo lugar en la sentencia Van Gend en Loos, de 5 de
febrero de 1963.
La gran aportación de esta sentencia es el hecho de haber dejado claro que los Tratados
de la Unión no son tratados al uso como otros muchos, sino algo más que meras normas
internacionales, en la idea de que tales Tratados expresan que existe una serie de
complejas relaciones que superan las que establecen los Estados de forma general.
De acuerdo con este principio, el respeto a los Tratados y a los actos de las Instituciones
se impone a cualquiera (Estados miembros, Instituciones y particulares) que pueda verse
afectado por dichas normas de la Unión.
Las disposiciones de los Tratados se destinan en primer lugar a regular las relaciones
entre Estados, pero el TJUE considera que éstas pueden ser invocadas por los
particulares si deducen, de las obligaciones asumidas por los Estados, derechos en su
favor que deben ser protegidas por las jurisdicciones nacionales. El Tribunal lleva a
cabo esta deducción a partir de una concepción de una Comunidad de pueblos frente a
la concepción de organización de Estados. Las Comunidades Europeas, precedente de la
UE, son también algo más que meras organizaciones internacionales: son una
Comunidad de pueblos y una Comunidad de Estados.
Por tanto, lo que tenemos en las normas de la Unión es el ejercicio de derechos y
obligaciones en el marco de la creación de un mercado común que puede afectar
directamente a los particulares.
34
- Principio de transparencia y proximidad.
A partir del Tratado de Maastricht se hizo más insistente el objetivo de alcanzar una
mayor transparencia en la toma de decisiones y de una mayor apertura hacia la
ciudadanía. Dicho objetivo quedó reforzado en el Tratado de Ámsterdam, que en su
artículo 1 dice lo siguiente: “El presente Tratado constituye una nueva etapa en el
proceso creador de una unión cada vez más estrecha entre los pueblos de Europa, en la
cual las decisiones serán tomadas de la forma más abierta y próxima a los ciudadanos
que sea posible.”
El Tratado de Lisboa incorpora este principio en el artículo art. 11: “Con objeto de
garantizar la coherencia y la transparencia de las acciones de la Unión, la Comisión
Europea mantendrá amplias consultas con las partes interesadas.” Y en el artículo
15.3, párrafo 3º. También en su artículo 4 respecto al Proyecto de Decisión del Consejo
Europeo relativa al ejercicio de la Presidencia del Consejo cuando proclama que la
Conferencia estima que la Comisión, cuando ya no cuente con nacionales de todos los
Estados miembros, debería prestar especial atención a la necesidad de garantizar una
total transparencia en las relaciones con todos los Estados miembros.
E igualmente se afirma la transparencia de los trabajos de las instituciones, órganos
y organismos de la Unión en el apartado 28, letra d) del artículo 5.
Podemos observar cómo ya en el Tratado de Lisboa el principio de transparencia se ha
extendido de forma generalizada a prácticamente a todos los ámbitos de actuación de la
Unión.
La transparencia desde la perspectiva del derecho de acceso a las autoridades a los
documentos comunitarios, es objeto de atención cuando se trata el derecho de
ciudadanía de la Unión. A este respecto hay que decir que existen normas aprobadas y
códigos de conducta sobre el acceso a los documentos.
Igualmente hay que destacar la elaboración de un programa anual de trabajo que
permite conocer las prioridades legislativas para cada período y calendarios trimestrales
que detallan el ritmo de la acción normativa.
Este principio tiene carácter general y apareció ya en el TUE en su artículo 6.4: “La
Unión se dotará de los medios necesarios para alcanzar sus objetivos y para llevar a
cabo sus políticas.”
El artículo 2.6 del ya vigente Tratado de Lisboa afirma este principio: “La Unión
perseguirá sus objetivos por los medios apropiados, de acuerdo con las competencias
que se le atribuyen en los Tratados.” La suficiencia de medios para perseguir sus
objetivos, que quedó plasmada en el TUE, ofrece ahora en el nuevo Tratado un
ingrediente adicional de la necesidad de que éstos sean apropiados, que estén en
consonancia con las competencias atribuidas por los Tratados. Por tanto, los medios de
que se valga la Unión para la consecución de sus objetivos deben cumplir el doble
requisito cuantitativo y cualitativo, respectivamente, de suficiencia y adecuación a
dichos objetivos.
35
Este principio fue declarado y reconocido por el TJUE en el año 1991 en íntima relación
con los principios de eficacia directa y de primacía vistos más arriba.
El Tribunal recuerda, en relación con otras sentencias famosas que mencionaremos más
adelante en este curso (Simmenthal y Factortame), que los jueces nacionales tienen el
deber de garantizar la plena eficacia del Derecho de la Unión y la protección de los
derechos que confiere a los particulares. De acuerdo con ello, la eficacia de tal
protección estaría debilitada si sus destinatarios, los particulares, no pudieran obtener
una reparación cuando sus derechos son lesionados por una violación o incumplimiento
del ordenamiento imputable a un Estado miembro.
El fundamento de este principio lo hallamos en el artículo 4.3 TUE: la obligación de
adoptar todas las medidas para asegurar el cumplimiento de los Tratados.
36
sin romper su equilibrio institucional y conservando la naturaleza funcional de
órganos internacionales que se les confirió desde el principio.
El sistema del ordenamiento jurídico internacional se distingue porque los sujetos
originarios no sólo son los titulares de la soberanía sino que también retienen el
ejercicio de la misma. En este sentido, no proceden a delegarla en instituciones que
puedan ejercerla de una manera general, como los órganos constitucionales en los
sistemas jurídicos internos de los Estados, razón por la cual, desde el punto de vista
político, su legitimidad no es directa, sino mediata y canalizada a través de los
Estados miembros. Asimismo, la enmienda o la modificación de la norma
convencional creada también será administrada por ellos directamente y de forma
discrecional y únicamente tendrá validez cuando hayan expresado su consentimiento
a estar vinculados por ella de acuerdo con los sistemas establecidos en sus
respectivas constituciones.
De igual modo, cuando atribuyen competencias a una entidad por ellos creada, como
pueda serlo la Unión Europea, lo hacen de una manera parcial, específica y expresa,
referida a la gestión y consecución de los objetivos comunes en ella establecidos y
limitado a las materias reguladas en el ámbito del tratado en cuestión, de acuerdo
con el principio de derecho internacional de que la limitación, renuncia o delegación
de la soberanía nunca se presume, no puede ser implícita ni deducida, sino que tiene
que ser claramente y expresamente realizada, preferentemente en acto formal y
escrito, en el que quede establecida.
El Parlamento Europeo es un órgano de una organización internacional en cuyo
procedimiento de elección se incluye la participación de los ciudadanos europeos,
pero no en su cualidad de titulares de la soberanía del conjunto de los Estados de la
Unión. Esta es una característica que se reservan los Estados. Ellos son el poder
constituyente y los que disponen de las competencias soberanas de la Unión. La
ciudadanía no es más que un elemento sustancial del procedimiento establecido para
la elección del Parlamento Europeo.
En el TFUE se aumenta su nivel de competencias, sobre todo porque el
procedimiento de codecisión se generaliza de tal manera que, de acuerdo con el
apartado 1 del artículo 294, se transforma en el procedimiento legislativo
ordinario, que define con enorme precisión el propio artículo 294, con lo cual se
consolidan las competencias de decisión de este órgano y, por lo tanto su
participación en el desarrollo de las políticas de la Unión. Este procedimiento
«consiste en la adopción conjunta por el Parlamento Europeo y el Consejo, a
propuesta de la Comisión, de un reglamento, una directiva o una decisión».
Las respectivas constituciones de los Estados definen la naturaleza del ejercicio de
las competencias que cada poder puede realizar. Pero los órganos del Estado, sobre
todo los que tienen encomendadas las funciones legislativas y ejecutivas no tienen
limitación alguna para dar respuesta a cualquier tipo de situación que genere la
sociedad y respecto de la cual tengan que actuar. Sus competencias en este sentido
son de carácter originario y general.
En cambio, en un tratado constitutivo de una organización internacional se delimitan
perfectamente las competencias que los órganos pueden ejercer. Estos se encuentran
con su poder de actuación limitado a aquellas competencias necesarias para la
consecución de los objetivos establecidos en el tratado por los Estados miembros y
no podrán modificarlas en ningún sentido por ellos mismos. Se necesitará la
actuación de los Estados mediante el procedimiento de revisión establecido en el
propio tratado para introducir cualquier enmienda en ellas, aunque también es
verdad que una vez que las competencias han sido atribuidas a las instituciones, en
37
este caso de la UE, la atribución tiene carácter definitivo, en tanto en cuanto el
tratado permanezca en vigor.
- El principio de atribución.
En su apartado 2, el citado artículo 5 del TUE dispone:
«En virtud del principio de atribución, la Unión actúa dentro de los límites de las
competencias que le atribuyen los Estados miembros en los Tratados para lograr
los objetivos que éstos determinan. Toda competencia no atribuida a la Unión en
los Tratados corresponde a los Estados miembros».
- El principio de subsidiariedad.
El apartado 3 del artículo 5 del TUE establece:
- El principio de proporcionalidad.
El apartado 4 del artículo 5 del TUE establece:
38
«En virtud del principio de proporcionalidad, el contenido y la forma de la acción
de la Unión no excederán de lo necesario para alcanzar los objetivos de los
Tratados».
Este principio se refiere a los actos concretos que puedan adoptar las instituciones
de la Unión, que al determinar su contenido deben procurar que no exceda de lo
necesario para alcanzar el objetivo propuesto, estableciendo un criterio de economía
de medios para mantener la actuación de la Unión en los límites de lo
imprescindible para obtener un resultado eficaz.
- El principio de especialidad.
El apartado 6 del artículo 2 del TFUE establece que:
39
materia determinada. Esto cambia en el Tratado de Lisboa. Las competencias
específicas pueden ser a su vez competencias de control y competencias de
acción.
2. Competencias de control
CLASES DE COMPETENCIAS
40
e) la política comercial común.
2. La Unión dispondrá también de competencia exclusiva para la
celebración de un acuerdo internacional cuando dicha celebración esté
prevista en un acto legislativo de la Unión, cuando sea necesaria para
permitirle ejercer su competencia interna o en la medida en que pueda
afectar a normas comunes o alterar el alcance de las mismas.»
41
3. En los ámbitos de la investigación, el desarrollo tecnológico y el espacio,
la Unión dispondrá de competencia para llevar a cabo acciones, en
particular destinadas a definir y realizar programas, sin que el ejercicio de
esta competencia pueda tener por efecto impedir a los Estados miembros
ejercer la suya.
En este apartado hay que decir que puede ocurrir que, en algún caso
concreto, en sectores que corresponden al ejercicio de competencias
exclusivas de las instituciones comunitarias (caso previsto en el apartado 4
del artículo 4 del TFUE), se produzca una situación en que los Estados
pudieran reclamar la posibilidad de adoptar actos por sí mismos, de forma
unilateral o colectiva, para llevar a cabo acciones efectivas en ese ámbito de
competencias reservado a las instituciones.
Respecto a la cuestión de quién debería encargarse de su gestión, el TJCE ha
declarado que si la obligación de financiar el acuerdo correspondía a la CE,
sería competencia exclusiva de ésta. Pero si la financiación corría a cargo de
los Estados, aunque fuera una materia que entrara de lleno en el ámbito de la
política comercial común, éstos tendrían una competencia compartida.
42
política económica y de empleo (arts. 2.3 y 5 TFUE) y la política exterior y
de seguridad común (arts. 2.4 TFUE y el Título V TUE).
En relación con la política económica y de empleo, la Unión actúa
principalmente con arreglo a una competencia de coordinación, ejercida,
generalmente, mediante “orientaciones generales”. En el caso de la política
económica, el art. 5.1 TFUE establece que tales orientaciones generales
serán impulsadas por los Estados miembros “en el seno de la Unión” y se
adoptarán por el Consejo. Por consiguiente, se trata de un ámbito
eminentemente intergubernamental, en el que el papel de la Comisión y del
Parlamento Europeo, tal como se establece en el TFUE, es secundario.
El ámbito de la política exterior y de seguridad es todavía más
intergubernamental, hasta el punto de que sus disposiciones han quedado
desplazadas del TFUE y se encuentran recogidas en el Título V del TUE,
donde el papel del Consejo Europeo y del Consejo es muy importante, las
decisiones se adoptan por unanimidad o por consenso y donde existe un
régimen autónomo de fuentes, con una intervención testimonial por parte de
la Comisión y del Parlamento.
5. Competencias generales.
Además de las competencias citadas anteriormente, el TFUE incluye dos
títulos competenciales que permiten a la Unión intervenir en condiciones
muy generales. Son las llamadas «cláusulas de flexibilidad», cuya previsión
43
responde a la capacidad de la Unión para llevar a cabo políticas cuya
pertenencia a un tipo de competencia despierta dudas.
Citamos dos:
- El art. 352 TFUE.
El art. 352 TFUE es un precepto con fuerte arraigo en la historia de la
Unión (art. 235 TCEE y 308 tras la reforma del Tratado de Ámsterdam).
El art. 352 TFUE se basa en una premisa fáctica y en un doble requisito
material: la premisa fáctica es la necesidad de adoptar una medida; el
doble requisito material es la vinculación de la medida con las políticas
definidas en los Tratados y con al menos uno de los objetivos fijados por
los Tratados. Una vez cumplidos los tres elementos, la Unión podrá
ejercer “poderes de actuación” que no hayan sido previstos por los
Tratados constitutivos. Pero la Unión no puede utilizar el art. 352 TFUE
para adoptar medidas en políticas ajenas a las expresamente previstas en
los Tratados.
El Tribunal de Justicia ha declarado que el art. 352 TFUE debe limitarse
a los ámbitos ligados a las políticas y objetivos de los Tratados, ya que en
caso contrario el precepto se utilizaría como instrumento de reforma
indirecta de los Tratados (Dictamen 2/94).
Para poner en práctica el art. 352 TFUE exige la iniciativa de la
Comisión, una votación unánime en el Consejo y la aprobación previa
del Parlamento Europeo. También obliga a la Comisión a remitir a los
Parlamentos nacionales todas las propuestas formuladas con base en el
art. 352 TFUE, en el marco del procedimiento de control del principio de
subsidiariedad.
44
La misma facultad tienen los Estados respecto de medidas nacionales
posteriores, para la protección del medio de trabajo o del medio
ambiente, basándose en novedades científicas.
• Con base en el art. 114 TFUE son posibles también otros mecanismos
de actuación unilateral de los Estados miembros, distintos a los de los
apartados 4 y 5, con la condición de que se deban a razones imperiosas
no económicas enumeradas en el art. 36 TFUE.
Finalmente, destacamos que el art. 115 TFUE tiene una base jurídica
distinta a la prevista en el art. 114 TFUE. De acuerdo con este artículo, la
Unión podrá adoptar Directivas para la aproximación de las
disposiciones nacionales «que incidan directamente en el establecimiento
o funcionamiento del mercado interior». De modo diferente al art. 114
TFUE, que incide directamente sobre normas nacionales relativas al
mercado, el art. 115 TFUE permite a la Unión armonizar normas
nacionales cuyo objeto no es la regulación del mercado, pero que tienen
un efecto sobre el mismo. Es el caso de ámbitos como el fiscal, laboral o
cultural, con evidente incidencia potencial en el mercado.
45
En relación con esta cuestión, hay que hacer referencia a la uis expansiva del
artículo 352 TFUE. Este artículo tiene especial trascendencia debido a que
pone a disposición del Consejo y del Parlamento Europeo, a propuesta de la
Comisión, medios de acción tanto para lograr los objetivos marcados por los
Tratados (art. 3 TUE), como para alcanzar los objetivos de cada una de las
disposiciones específicas en los casos que no se prevean expresamente las
competencias necesarias o resulten insuficientes.
La abusiva utilización de esta cláusula hizo que se solicitara su supresión,
pero ni en la Convención para el Futuro de Europa ni en las Conferencias
Intergubernamentales de 2004 y 2007 se estimó la conveniencia de su
supresión. Ejemplos de la utilidad de esta cláusula es las posibilidades
proporcionadas para la protección de los consumidores, el medio ambiente o
la política regional, competencias que no estaban otorgadas por los Tratados.
La novedad del artículo 352 TFUE en el Tratado de Lisboa consiste en el
procedimiento: se exige la previa aprobación del Parlamento Europeo y no la
mera consulta como había venido ocurriendo hasta el año 2009.
Igualmente, los Parlamentos nacionales deben ser avisados por la Comisión
de estas propuestas para su comprobación de que no violarán el principio de
subsidiariedad, es decir, que la UE no extenderá su competencia más de lo
necesario para resolver eficazmente un problema de alcance europeo.
Las condiciones o límites para su utilización son las siguientes:
- Que sólo puede ser utilizado para alcanzar un objetivo de la UE.
- Debe ser necesaria la acción de la UE.
- Que el Tratado no “haya previsto los poderes de acción necesarios al
respecto”. Es decir, que su utilización tiene carácter subsidiario.
7. La cooperación reforzada.
46
intereses comunes, siempre que lo reclamen los propios Estados, por las
instituciones de la Unión.
Esta concepción ha estado siempre presente de alguna manera en el desarrollo
del sistema de integración europeo.
De este modo, la comunicación de la Comisión al Consejo del 20 abril de 1978
que analizaba una serie de reflexiones de conjunto referentes a los problemas de
ampliación, consideraba que «los principios actuales del orden jurídico
comunitario permiten afrontar los problemas que se puedan plantear por el
hecho de una mayor diversidad de las situaciones políticas, económicas y
sociales. El principio de unidad del derecho comunitario se encuentra, en
efecto, atemperado por el principio de no discriminación y, en este sentido, es
perfectamente factible que, al establecer sus reglamentaciones, las instituciones
comunitarias puedan tener en cuenta las diferencias objetivas de situación entre
los Estados miembros».
En la práctica, esta concepción ya se ha reflejado en cierta forma en el Acuerdo
y en el Protocolo social anexo al TUE, en que se permitió al Reino Unido y a
Dinamarca el sistema de «opting-out», aunque se tratase de cuestiones concretas
para las que se formuló una reglamentación particular, mientras que el Tratado
de Ámsterdam estableció una normativa de carácter general en el Título del TUE
dedicado a la cooperación reforzada.
47
Estados miembros puedan hacer uso de la cooperación reforzada. Las
características de este mecanismo, de acuerdo con el citado artículo son las
siguientes:
48
seguridad común de la Unión, así como a la Comisión, para que ésta dictamine,
en particular, sobre la coherencia de la cooperación reforzada prevista con las
demás políticas de la Unión. La transmitirá igualmente al Parlamento Europeo,
pero sólo a título informativo.
- Para autorizar una cooperación reforzada el Consejo se pronunciará por
unanimidad, de los votos de los representantes de los Estados miembros
participantes.
- Todos los miembros del Consejo podrán participar en sus deliberaciones, pero
únicamente participarán en la votación los miembros del Consejo que
representen a los Estados miembros que participan en una cooperación
reforzada.
- Los gastos resultantes de la aplicación de una cooperación reforzada que no sean
los gastos administrativos ocasionados a las instituciones serán sufragados por
los Estados miembros participantes, a menos que el Consejo, por unanimidad de
todos sus miembros y previa consulta al Parlamento Europeo, decida otra cosa.
- El Consejo y la Comisión velarán por la coherencia de las acciones emprendidas
en el marco de una cooperación reforzada, así como por la coherencia de dichas
acciones con las políticas de la Unión, y cooperarán a tal efecto.
1. Introducción
49
El apartado 2 de ese mismo artículo establece el ámbito de actuación de las
instituciones cuando dispone que «cada institución actuará dentro de los límites de las
atribuciones que le confieren los Tratados, con arreglo a los procedimientos,
condiciones y fines establecidos en los mismos. Las instituciones mantendrán entre sí
una cooperación leal».
Recordemos también el apartado 1 del artículo 4 del TUE, donde se dice que
«toda competencia no atribuida a la Unión en los Tratados corresponde a los Estados
miembros».
En razón de esto último, las instituciones comunitarias se asimilan, con sus
propias peculiaridades, a las de las Organizaciones Internacionales, diferenciándose de
las de los Estados miembros.
En un Estado, las instituciones, constituidas para la organización y el gobierno
de la sociedad, de las que ellas mismas surgen y de la que reciben directamente su
legitimidad y el mandato concreto de su actuación, se conciben como garantes
esenciales y del propio mantenimiento de un sistema de convivencia cuyo fin prioritario
es la paz social. De acuerdo con ese objetivo, la ciudadanía delega en ellas de forma
directa e inmediata el ejercicio de los poderes, competencias y funciones necesarias para
alcanzar ese objetivo. Característica básica de estas instituciones es que teniendo como
legitimación la voluntad de los ciudadanos, quienes han delegado en ellas el ejercicio de
la soberanía de la que es titular, sus competencias no tengan más límites que los de
procedimiento que aparezcan en la propia Constitución o en las leyes. Ejemplo de ello
es el hecho de que los Parlamentos nacionales se pueden ocupar de la regulación y el
control de cualquier materia que surja en la vida social.
Por el contrario, el sistema de instituciones de la Unión Europea posee unas
características muy distintas. La CE fue creada mediante un tratado internacional
multilateral, celebrado entre Estados soberanos, no mediante una Constitución. La
legitimación le viene de ese grupo de Estados que lo han elaborado y consensuado y por
cuyo consentimiento ha entrado en vigor.
El objetivo del logro de la paz social que tienen las instituciones del Estado ha
quedado ya asumido por los Estados miembros. Este objetivo no pertenece a las
instituciones de la Comunidad. Sus objetivos son aquellos que se le atribuyen en el
tratado por el que se constituye y que informan toda la vida de la organización y son la
referencia básica para la interpretación de sus actos y del alcance y finalidad de sus
competencias.
Por otro lado, es característica de las organizaciones internacionales que todo lo
relativo a sus objetivos, competencias, poderes, funciones, decisiones, acciones y
actuaciones de todo tipo se encuentra establecido de forma específica en su tratado
constitutivo.
No existen más atribuciones, delegaciones o transferencias que las que
taxativamente se establecen en los Tratados.
Un tratado como el TUE implica la cesión de competencias que normalmente
estarían en el ámbito interno del Estado. La delegación, cesión o cualquier alteración
en el régimen de competencias de un Estado soberano, nunca se presume, sino que
tiene que estar expresa y taxativamente formulado.
En la Unión Europea, las instituciones tienen que actuar en función de la
consecución de objetivos que suponen la adopción de actos y de decisiones que
suponen el ejercicio de competencias correspondientes a la realización de un orden
en determinados sectores de la actividad social, que de estar regulados por normas
estatales han pasado a una regulación común por esas instituciones. Es más, a
medida que el proyecto comunitario ha ido teniendo éxito, su dimensión ha ido ganando
50
mayor amplitud con la adición de elementos que se encontraban bajo la soberanía de los
Estados miembros.
Los sistemas de cooperación entre los Estados han ido decantando las
situaciones y los sectores en los que se podía flexibilizar y funcionalizar el ejercicio de
la soberanía. También cobra importancia los puntos de convergencia del interés común,
cuya gestión puede ser realizada por instrumentos, mecanismo o instituciones comunes.
Los sectores de competencia que se atribuyen al control de las instituciones de la
Unión Europea están en función de las posibilidades de desarrollo de las condiciones de
estabilidad y paz social que un control conjunto y común pueda garantizar. De esta
forma existen muchas materias que son competencias de las instituciones de los Estados
miembros que pueden pasar a formar parte del ámbito de competencia de las
instituciones comunitarias, siempre que los Estados miembros lo consideren necesario
para la consecución de los objetivos comunes.
Esta situación se puede identificar en el desarrollo del sistema institucional de la
Unión Europea en la asignación de objetivos en los Tratados y en la atribución de las
competencias necesarias para su consecución.
La transformación de las instituciones responde a ese dinamismo: los Estados
siguen controlando la acción respecto de las cuestiones que consideran esenciales,
siguen conservando las competencias más directamente relacionadas con la
organización de la sociedad y, más en particular, el poder de decisión para atribuir a la
Unión o mantener en su propio ámbito la facultad de actuar en un sector determinado.
El mantenimiento por parte de los Estados miembros del ejercicio de ese poder
de decisión, de esa facultad para generar y atribuir las competencias y para determinar a
quién corresponde su ejercicio, define esencialmente el carácter de las instituciones de
la Unión.
Ninguna de las instituciones puede generar nuevas competencias sino que se
tienen que atener a las que les atribuyen los Tratados. Es cierto que hay
competencias implícitas y las posibilidades que ofrece el artículo 352 TFUE, sin
embargo las instituciones tendrán que atenerse a lo que se estipula en el Tratado, con la
limitación explícita de poder utilizar esta disposición únicamente para la consecución de
un objetivo relacionado con el funcionamiento del mercado común y de acuerdo con el
procedimiento previsto.
El sistema institucional de la UE, es decir, los órganos encargados de ejercer las
competencias atribuidas a la Unión, así como también las de gestión de los acuerdos de
cooperación entre los Estados miembros que les atribuye el TUE, está establecido en el
artículo 13, donde se establece que las instituciones de la Unión son:
- El Parlamento Europeo.
- El Consejo Europeo.
- El Consejo.
- La Comisión Europea.
- El Tribunal de Justicia de la Unión Europea.
- El Banco Central Europeo.
- El Tribunal de Cuentas.
Por el hecho de ser la Unión Europea una organización internacional, su estructura
institucional no funciona de acuerdo con el principio de división de poderes, propio
del carácter constitucional del Estado soberano, sino con arreglo a los principios de
«distribución de funciones» y al de «equilibrio institucional».
1.2. La Comisión.
51
1.2.1. Naturaleza.
El artículo 213.2 del TCE ya establecía claramente que «los miembros de la Comisión
ejercerán sus funciones con absoluta independencia y en interés de la Comunidad».
En el último párrafo del artículo 17 del TUE se recoge también este carácter
fundamental de la Comisión al establecer «que La Comisión ejercerá sus
responsabilidades con plena independencia. Sin perjuicio de lo dispuesto en el apartado 2
del artículo 18, los miembros de la Comisión no solicitarán ni aceptarán instrucciones de
ningún gobierno, institución, órgano u organismo. Se abstendrán de todo acto
incompatible con sus obligaciones o con el desempeño de sus funciones».
a) Número de miembros.
6
Desde el Tratado de Fusión de 1965 la Comisión es una Institución común a las Comunidades Europeas;
sustituyó a la Alta Autoridad de la CECA y a las Comisiones de la CEE y del EURATOM.
7
Cf. con el artículo 17.4 y 5 del vigente Tratado de Lisboa.
8
Artículo 213.1«El Consejo podrá modificar, por unanimidad, el número de miembros de la Comisión».
52
Por otro lado, el punto 2 del Protocolo del Tratado de Niza establecía una limitación:
«cuando la Unión cuente con 27 Estados miembros… el número de miembros de la
Comisión será inferior al número de Estados miembros» y «serán elegidos con arreglo
a una rotación igualitaria cuyas modalidades adoptará el Consejo por unanimidad». Es
decir, el Consejo determinará tanto el número de comisarios como el sistema de
rotación por el que se elegirá a éstos con base en la nacionalidad. La Constitución
Europea introducía pequeñas modificaciones o matizaciones sobre el modelo expuesto,
pero finalmente posibilita que sea el Consejo, por unanimidad, el que determine el
número de comisarios y el método de elección de los mismos. Ya sabemos que dicha
Constitución no entró en vigor debido a los resultados negativos de los referenda
celebrados en los distintos países de los Estados miembros (Francia y Países Bajos).
c) La Presidencia.
53
Hasta este año 2019 en que se han celebrado elecciones al Parlamento Europeo el
Presidente de la Comisión Europea ha sido el luxemburgués Jean-Claude Juncker, que
comenzó su cargo el 1 de noviembre de 2014. Tras los resultados de las elecciones al
Parlamento Europeo de este año, la nueva presidenta de la Comisión es la alemana
Ursula Von der Leyen.
d) Los miembros.
A partir de esa fecha estará compuesta por un número de miembros que serán
los dos tercios del número de Estados miembros, a menos que el Consejo
Europeo decida por unanimidad modificar dicho número. En ese momento, los
miembros de la Comisión serán seleccionados de entre los nacionales de los
Estados miembros mediante un sistema de rotación estrictamente igual entre
dichos Estados miembros, que permita tener en cuenta la diversidad
demográfica y geográfica del conjunto de todos ellos. Este sistema será
establecido por unanimidad del Consejo Europeo de conformidad con el
artículo 244 TFUE.
54
Europeo. Una vez aprobado por el Parlamento Europeo, la Comisión será
nombrada por el Consejo Europeo, por mayoría cualificada.
El punto 3 del artículo 17 establece que «el mandato de la Comisión será de cinco
años».
La cesación colectiva puede producirse por la moción de censura (vid. art. 234
TFUE) que puede presentar el Parlamento Europeo, tal como veremos en el
tema dedicado al Parlamento Europeo, al que nos remitimos.
a) Estatuto.
Los miembros de la Comisión tienen que ser nacionales de los Estados miembros y
son nombrados de común acuerdo por los Gobiernos, sin embargo, ni individualmente
55
ni de forma colectiva los representan y tampoco pueden defender intereses de los
Estados ni de los particulares. No dependen del mantenimiento de la confianza de sus
Gobiernos ni del Consejo, que en ningún caso podrán cesarles. Recordemos que sólo
podrá cesarles el Tribunal de Justicia.
Todavía se insiste más en esa independencia en ese mismo párrafo, pero ahora es en el
ejercicio del cargo, es decir, con anterioridad al ejercicio del cargo y durante el ejercicio
del mismo.
b) Organización.
Actualmente, la Comisión está compuesta por 27 comisarios. Uno de ellos ejerce las
funciones de presidente. En el momento actual la Comisión está integrada por ocho
vicepresidentes.
Cada uno de los Comisarios está asistido por su Gabinete, compuesto por funcionarios
europeos y nacionales y en los que, al menos, tienen que estar representadas tres de las
nacionalidades comunitarias. Tienen una gran importancia, pues, de hecho, las
sesiones de la Comisión se preparan en la reunión de jefes de gabinete.
En su organización administrativa interna, la Comisión está integrada por una
Secretaría General, las Direcciones Generales, que a su vez se articulan en
Direcciones y éstas en divisiones, Oficinas.
El papel del Presidente de la Comisión ha experimentado una evolución, adquiriendo
progresivamente mayor importancia política. En los orígenes de la Institución el papel
del Presidente era meramente administrativo y protocolario. En la actualidad el
Presidente es la figura más relevante en la Comisión y sus funciones se han ido
ampliando poco a poco. Las funciones del Presidente son las siguientes (artículo
17.6):
a) definirá las orientaciones con arreglo a las cuales la Comisión desempeñará sus
funciones; (orientación política)
b) determinará la organización interna de la Comisión velando por la coherencia,
eficacia y colegialidad de su actuación;
c) nombrará Vicepresidentes, distintos del Alto Representante de la Unión para
Asuntos Exteriores y Política de Seguridad, de entre los miembros de la Comisión.
56
TFUE): «las responsabilidades que incumben a la Comisión serán estructuradas y
repartidas entre sus miembros por el Presidente, de conformidad con lo dispuesto en
el apartado 6 del artículo 17 de dicho Tratado».
c) Funcionamiento.
57
lado, la Comisión ha establecido mecanismos que le permiten reservarse
determinadas medidas susceptibles de ser adoptadas por habilitación y también
ha previsto la facultad de reexaminar las decisiones tomadas mediante
habilitaciones. La jurisprudencia valora que el sistema de habilitación se limite a
determinadas categorías de actos (de administración y de gestión) que excluyen
las decisiones de principio.
1.2.4. Competencias.
9
Sentencia de 29 de septiembre de 1998, caso C-191/95, asunto Comisión v. Alemania, Rec. 1998, p. I-
5449, nn. 34-37; de 8 de junio de 1999, caso C-198-97, asunto Comisión v. Alemania, Rec. 1999, p.I-
3257.
58
g) Adoptará las iniciativas de la programación anual y plurianual de
la Unión con el fin de alcanzar acuerdos interinstitucionales.
59
Éstas aparecen recogidas expresamente en los Tratados y puede ser
tanto normativas (elaboración de reglamentos, directivas y decisiones
en ámbitos determinados), como ejecutivas (autorización de medidas
de salvaguardia a los Estados miembros).
El Tratado de Lisboa hace suyos los cambios previstos en el fallido Proyecto de Tratado
Constitucional en relación con esta institución, que se refieren al tamaño de la misma y
a la elección de su Presidente. En relación con la primera cuestión 10, el Tratado de
Lisboa en su artículo 17.4 y 5 adopta una solución de compromiso, según la cual hasta
el 31 de octubre de 2014 la Comisión estará compuesta por un nacional de cada Estado
10
El Tratado Constitucional no quiso recoger el proyecto de la Convención que contemplaba una
composición de la Comisión en dos niveles, el primero constituido por el Colegio de Comisarios, formado
por el Presidente, el Vicepresidente-Ministro de Asuntos Exteriores y trece Comisarios europeos
seleccionados por un sistema de rotación en condiciones de igualdad entre los Estados miembros y el
segundo nivel formado por Comisarios sin derecho a voto procedentes de todos los demás Estados
miembros. Finalmente se inclinó por la solución de compromiso del artículo 17.4 y 5.
60
miembro, mientras que a partir del 1 de noviembre de 2014 estará compuesta por un
número de miembros correspondientes a los 2/3 del número de Estados miembros,
incluidos el Presidente y el Alto Representante de la Unión Europea, a menos que el
Consejo Europeo decida por unanimidad modificar dicho número. Ya dijimos arriba
que el Consejo Europeo ha decidido que la Comisión siga estando compuesta por un
nacional de cada Estado miembro.
Respecto al sistema de rotación, hay que decir que el Consejo Europeo, de conformidad
con el artículo 244 del Tratado de Funcionamiento de la Unión Europea, deberá
establecer un sistema, de acuerdo con el artículo 17.5 TUE, que deberá ser
«estrictamente igual entre los Estados miembros que permita tener en cuenta la
diversidad demográfica y geográfica del conjunto de dichos Estados». Hay que decir
que esta previsión para el futuro no cuenta con claros apoyos. A los Estados grandes no
les convence la rotación, que supondría no contar con un nacional en dicha institución
durante toda una legislatura.
El contenido del artículo 17.7 del Tratado de Lisboa «El Parlamento Europeo elegirá al
candidato por mayoría de los miembros que lo componen. Si el candidato no obtiene la
mayoría necesaria, el Consejo Europeo propondrá en el plazo de un mes, por mayoría
cualificada, un nuevo candidato, que será elegido por el Parlamento Europeo por el
mismo procedimiento», aporta una mayor parlamentarización del procedimiento, puesto
que aumenta la intensidad de la intervención del Parlamento, de modo que el cambio
aporta una mayor legitimidad democrática al cargo de Presidente de la Comisión.
2. El Consejo Europeo.
61
1974 celebrada en París los días 9 y 10 de diciembre, reunirse con sus Ministros de
Asuntos Exteriores, tres veces al año y cuando las circunstancias lo requiriesen.
Más que un acto de constitución del Consejo Europeo, la Conferencia de París es
el momento en el que se materializa, como consecuencia de un proceso gradual de
“institucionalización”, una práctica internacional que se había iniciado en París los días
10 y 11 de febrero de 1961, cuando por primera vez, los Jefes de Estado o de Gobierno
de las CC.EE. y sus Ministros de Asuntos Exteriores se reúnen con el fin de “organizar
una cooperación política más estrecha”.
El artículo 4 del TUE de Maastricht lo instauró y lo introdujo como órgano
impulsor de la Unión, formado como hemos dicho por los Jefes de Estado o Jefes de
Gobierno de los Estados miembros.
La participación tanto de los Jefes de Estado como de Gobierno da respuesta a la
estructura política de los Estados miembros, como Francia y Finlandia, en la que éstos
ostentan ambos cargos. El Consejo Europeo difiere así del Consejo de Ministros, por su
distinta composición dado que este último está integrado por los representantes de los
Estados miembros (art. 203 TCE y 16.2 del TUE vigente tras Lisboa). En el Consejo
Europeo es además miembro de iure el Presidente de la Comisión.
En el Tratado de Lisboa se le considera por primera vez Institución (art. 13
TUE).
El artículo 15.2 del TUE vigente tras Lisboa dispone que «el Consejo Europeo
estará compuesto por los Jefes de Estado o de Gobierno de los Estados miembros, así
como por su Presidente y por el Presidente de la Comisión. Participará en sus trabajos
el Alto Representante de la Unión para Asuntos Exteriores y Política de Seguridad».
Y el mismo artículo en su apartado 1 establece que «el Consejo Europeo dará a la
Unión los impulsos necesarios para su desarrollo y definirá sus orientaciones y
prioridades políticas generales. No ejercerá función legislativa alguna».
El Consejo Europeo presenta la especial característica de contar con una doble
naturaleza: es un órgano comunitario que mantiene su carácter intergubernamental. Y
es un órgano político que opera siguiendo la lógica intergubernamental.
La Declaración de Stuttgart de 19 de junio de 1983 puso de manifiesto su papel
protagonista alcanzado en la construcción europea y confió una misión impulsora y
orientadora de la política general que lleva a cabo mediante la adopción de decisiones
de principio. Constituye la institución suprema de la UE, debido a que no tiene
restringidas sus atribuciones, y está facultado para abordar cualquier cuestión de interés
en cualquier ámbito de la Unión.
Las decisiones las adopta por consenso (artículo 15.4 TUE) “excepto cuando los
Tratados dispongan otra cosa”, pudiendo la oposición de un Jefe de Estado o de
Gobierno de un Estado miembro obstruir su adopción. Al Consejo europeo actualmente
se le deben importantes progresos, porque no sólo opera como motor o instancia de
impulso político general sino como instancia “de decisión y de arbitraje”.
Sus conclusiones exponen las orientaciones políticas y las decisiones
efectivamente logradas en las que se indica con claridad las etapas del procedimiento
establecidas para su puesta en práctica. Su actuación es especialmente relevante en el
ámbito de las Relaciones Exteriores (PESC), y en la Política Europea de Cooperación
así como cuando promueve una mayor coherencia de la acción de la Unión,
correspondiéndole, a su vez, la adopción de las posiciones comunes.
En relación con las reuniones del Consejo Europeo, el Tratado de Lisboa en el
artículo 15 TUE prevé que el Consejo Europeo se reunirá “dos veces por semestre”
mediante convocatoria de su Presidente, es decir, dos por cada Presidencia rotatoria del
Consejo de conformidad con la Decisión que el Consejo Europeo adopte según lo que
62
está previsto en el artículo 136 TFUE. También el artículo 15 TUE prevé que el Consejo
Europeo podrá reunirse de manera extraordinaria por convocatoria de su Presidente
“cuando la situación lo exija” (sic). Esto es un traslado de una práctica que el propio
Consejo Europeo de Sevilla había plasmado en sus “Normas para la organización de los
trabajos del Consejo Europeo”.
Otro asunto de interés es el que se refiere a los lugares de reunión.
Tradicionalmente, los lugares de reunión eran las capitales o ciudades del Estado que
ejercía la Presidencia rotatoria. Pero a la ingente movilización de recursos humanos y
económicos se unió también las complicaciones de seguridad por ser utilizadas por los
movimientos de contestación política; por ello a partir del Tratado de Niza y mediante
una Declaración aneja al Tratado se estableció que una reunión del Consejo Europeo
por Presidencia se celebraría en Bruselas y que cuando la Unión contara con dieciocho
miembros, todas las reuniones del Consejo Europeo se celebrarían en Bruselas.
Actualmente, el Reglamento interno del Consejo Europeo establece claramente que se
reunirá en Bruselas, salvo “circunstancias excepcionales”, que tiene que apreciar por
unanimidad el Consejo de Asuntos Generales o el COREPER.
Al frente del Consejo se halla la Presidencia. En este sentido hay que decir que
tras la entrada en vigor del Tratado de Lisboa y de conformidad con el artículo 15.5 que
establece que «el Consejo Europeo elegirá a su Presidente por mayoría cualificada
para un mandato de dos años y medio, que podrá renovarse una sola vez. En caso de
impedimento o falta grave, el Consejo Europeo podrá poner fin a su mandato por el
mismo procedimiento», hay una presidencia fija durante ese período de tiempo. Desde el
1 de diciembre de 2009, en que comienza la vigencia del Tratado de Lisboa, hasta el año
2014 ha sido presidente del Consejo Europeo el belga Herman Van Rompuy. Tras las
elecciones al Parlamento Europeo celebradas en 2014 ha sido presidente del Consejo
desde el 1 de diciembre de 2014 el polaco Donald Tusk. Actualmente, el presidente del
Consejo es el belga Charles Michel, tras las últimas elecciones al Parlamento Europeo
en la primavera del año 2019.
64
incompatibilidad, como hemos dicho antes, de que no podrá ejercer mandato nacional
alguno, lo que supone una interesante potencialidad pues permitiría en el futuro que una
misma persona ejerciera dos cargos europeos, por ejemplo las presidencias del Consejo
Europeo y de la Comisión.
Podrá ser removido de su cargo por el propio Consejo Europeo por mayoría
cualificada sólo por “impedimento” o “falta grave”.
Sus funciones, no demasiado bien definidas, tienen una dimensión interna y una
externa. La interna está dirigida esencialmente a organizar la propia actividad del
Consejo Europeo y a su relación con el Parlamento Europeo. De acuerdo con el artículo
15.6 TUE, el Presidente del Consejo Europeo:
En cuanto a las funciones que los Tratados adjudican al Consejo Europeo, hay
que decir que éstos son realmente amplias y de extraordinaria importancia. Sería largo
detallar todas ellas, que se irán viendo a lo largo del desarrollo de cada uno de los temas
del Curso. Pero sí podemos sistematizarlas. En este sentido, podemos hablar de
funciones constitutivas, funciones de orientación y dirección general, funciones
institucionales especiales y funciones como instancia de solución de conflictos
sistémicos.
Las funciones constitutivas contienen el conjunto de funciones que permiten al
Consejo modificar disposiciones y procedimientos establecidos en los propios tratados,
es decir, en las normas constitutivas, por ejemplo: las formaciones del Consejo de
Ministros y las reglas de rotación de sus Presidencias (art. 236 TFUE), la adopción del
sistema de rotación de la Comisión a partir de 2014, si esto hubiera llegado a suceder,
que no ha sucedido (art. 17.5 TUE), decidir el cambio del procedimiento de adopción de
decisiones del Consejo en cualquier ámbito de unanimidad a mayoría cualificada, así
como el paso en el TFUE del procedimiento legislativo especial al ordinario (art. 48.7
TUE) (cláusulas pasarela).
Las funciones de orientación y dirección general de la Unión responden a su
función primigenia y esencial de impulsión y orientación. Pueden mencionarse la
prevista en el artículo 22.1 TUE para la totalidad de la acción exterior de la UE fijando
los “intereses y objetivos estratégicos”, las orientaciones generales en PESC, incluida la
PCSD (art. 26.2) o las orientaciones estratégicas de la programación legislativa y
operativa del ELSJ (art. 68 TFUE), además de otras.
65
Las funciones institucionales especiales son aquellas en virtud de las cuales el
Consejo Europeo es responsable de los nombramientos de las más altas instancias de la
Unión (su propio Presidente, el Alto Representante), propuesta del Presidente de la
Comisión (arts. 15, 18 y 17 TUE), nombramiento del Presidente, Vicepresidente y los
Consejeros del BCE (art. 283 TFUE), constatar la existencia, en su caso, de una
violación grave y persistente por parte de un Estado miembro de los valores del artículo
2 (democracia y derechos humanos).
Finalmente, el Consejo Europeo también lleva a cabo funciones como instancia
de solución de conflictos sistémicos. Podemos citar como ejemplos la capacidad de
parar un proyecto de acto legislativo en el campo de la seguridad social cuando un
miembro declare que le perjudica en determinados aspectos y acuda al Consejo (art. 48
TFUE), en la cooperación judicial si un miembro considera que una directiva
armonizadora afecta a aspectos fundamentales de su sistema penal (art. 82.3 TFUE), en
cooperación policial si fracasa el Consejo en la adopción de actos legislativos
especiales en cooperación operativa y un grupo de al menos nueve Estados solicitan la
intervención del Consejo Europeo (art. 87.3 TFUE).
3. El Consejo de Ministros.
El Consejo es una institución que por una decisión11 propia adoptada el 8/11/1993, tras
la entrada en vigor del Tratado de Maastricht, se denominaba «Consejo de la Unión
Europea». Antes de este cambio de nombre se denominaba «Consejo de las
Comunidades Europeas». La finalidad de esta nueva denominación era poner de
manifiesto que las declaraciones que adoptaba en el marco de la política exterior y de
seguridad común se harían en nombre de la Unión Europea. Es una Institución única y
común12 para las Comunidades Europeas desde el Tratado de Fusión de Ejecutivos de
1965. Es la Institución política clave de la Unión Europea, ejerciendo a su vez
competencias tanto legislativas como ejecutivas. En el seno de la estructura
institucional europea, el Consejo incardina la intergubernamentalidad del proceso
de integración al incluir a los Gobiernos de los Estados miembros. Por ello, en su
dinámica interna de funcionamiento prima más la diplomacia y la negociación entre
representantes de intereses nacionales que la actuación colegiada de una voluntad
integrada. No obstante esto, el Consejo no es un órgano interestatal o puramente
internacional, sino el órgano de una organización supranacional que trasciende y
supera la mera suma de sus componentes intergubernamentales para ejercer las
competencias cedidas a aquella organización, de manera que en su seno los Estados
pierden su condición de actores individuales y se convierten en miembros de un
órgano colegiado supranacional.
En él están representados los Estados miembros como tales, reuniendo de este
modo en su seno al poder constituyente de la Unión y ejerciendo la función del
poder legislativo que, sin embargo, a partir de las reformas de Maastricht y de
Ámsterdam, comparte con el Parlamento Europeo.
En una organización como es la europea, son los Estados miembros los que mantienen
el ejercicio de la soberanía y, por lo tanto, quienes establecen cómo y en qué medida se
deben ejercer los poderes, funciones y competencias que han atribuido en los Tratados a
la Unión Europea. Por consiguiente, el Consejo es aquí la institución que representa
al poder constituyente constituido y, al mismo tiempo, ejerce las competencias que
11
Decisión (93/591/UE, Euratom CECA, CE) del Consejo de 8.11.1993 relativa a su denominación tras la
entrada en vigor de la Unión Europea, DO, n.º L 281, de 16.11.1993.
12
Ésta se regula en el artículo 7 del Tratado CE y en el 3 Euratom.
66
este poder ha atribuido a la Unión. Por ello, conjuntamente con el Parlamento
Europeo, asume la función legislativa y otras importantes, entre ellas la ratificación de
los Tratados, porque su propia existencia está unida al mantenimiento del compromiso
de los Estados miembros de permanecer integrados en la Unión Europea.
Es una institución en la que están representados los intereses nacionales y, por ello,
encarna el principio de la representación de los Estados integrados en la Unión, es
decir, el principio de la representatividad territorial. El Consejo asume los más
importantes poderes de decisión en las Comunidades Europeas y en la Unión, porque la
creación de las Comunidades Europeas y, más tarde, de la Unión, así como su dinámica
propia, está condicionada a la existencia y permanencia de los Estados miembros.
Su naturaleza es compleja e híbrida o ambigua. Es decir, el carácter
intergubernamental sólo es válido desde una perspectiva política, en atención al proceso
de negociación o a la concertación de compromisos entre los propios representantes de
los Estados miembros. Desde una perspectiva jurídica nos hallamos ante un órgano
previsto en los Tratados con un desdoblamiento funcional. Así, cuando se reúnen los
Ministros, oficialmente son considerados miembros del Consejo con capacidad de
decisión. En este supuesto no es necesario que actúen como los representantes de los
Estados en el seno de una Conferencia intergubernamental, sometiendo sus actuaciones
a los procedimientos constitucionales nacionales, salvo ciertos casos previstos en los
Tratados. Se demuestra así la especificidad del Consejo en relación a una conferencia
intergubernamental. Esta singularidad se evidencia en el hecho de que sus miembros
pueden asimismo presentar un recurso contra un acto adoptado por el Consejo aunque
se haya pronunciado a favor del mismo en su seno. Por otro lado, esta institución es sin
duda representativa de los Estados miembros, y debido a que expresa la legitimidad
estatal, sus miembros, cuando adoptan las decisiones comunes, actúan en representación
de sus respectivos Estados. Su objetivo ha de ser por consiguiente: «armonizar los
intereses nacionales con el interés comunitario».
En resumen, el Consejo es considerado como una institución que es representativa
y al mismo tiempo depositaria de la legitimidad estatal; garantiza tanto la
representación de los Estados miembros como la inserción y defensa de sus
intereses.
El Acta Única introdujo la mayoría cualificada que sustituye a la unanimidad para la
adopción de las decisiones tendentes a la armonización de legislaciones, aunque ha de
recurrir a la unanimidad cuando resuelva que las decisiones en esa materia se adopten
por mayoría cualificada. Sin embargo, la relevancia de la unanimidad se ha limitado
al recortar los Tratados los supuestos de aplicación, reservándose para las
cuestiones «constitucionales» o «cuasiconstitucionales».
3.2. Composición.
67
modo en un miembro del poder ejecutivo. Interesaba reproducir literalmente esta
disposición por los numerosos equívocos que en ocasiones se suscitan con relación a la
representación de los Estados miembros en esta Institución. En primer lugar, es
necesario señalar que se trata de representantes de los Estados miembros facultados
para comprometer al Gobierno de dicho Estado, lo que imposibilita que del
Consejo formen parte representantes de otras entidades políticas territoriales que
se representen a sí mismas y no al Estado miembro en cuestión. En segundo lugar,
ese representante del Estado miembro parece que debiera ser «de rango ministerial»,
si bien el contenido de esa expresión es muy flexible en la práctica, permitiendo la
presencia de representantes que estrictamente no son de rango ministerial. El
rango ministerial puede serlo en el nivel regional o autonómico, siempre que el
Gobierno del Estado miembro faculte a esa persona para comprometer su voluntad caso
por caso. En tercer lugar, al Derecho europeo le es indiferente quién es el representante
concreto del Estado miembro en una reunión del Consejo con tal de que su
representación sea válida y, como dice el Tratado, comprometa al Gobierno de dicho
Estado miembro. En este sentido, no es necesario que se trate estrictamente de un
miembro del Gobierno de un Estado miembro, ni siquiera que forme parte de la misma
Administración que aquél, pudiendo el Gobierno hacerse representar por el titular de un
órgano de otra Administración Pública de ese Estado. Pero el voto habrá de delegarse en
un Estado miembro que esté representado por un miembro del Gobierno (art. 239
TFUE). Esta cuestión está muy presente en el debate político español ante las
reclamaciones de las Comunidades Autónomas para participar en las sesiones del
Consejo cuando se traten cuestiones que, según el Ordenamiento español, son
competencia exclusiva de las Comunidades Autónomas. Jurídicamente, como hemos
visto, tal presencia sería posible siempre que quedase evidente que no se están
representando a sí mismas (cosa que prohíbe el Derecho europeo) sino que representan
al Estado miembro en cuanto tal. Cuestión diferente es la vertiente práctica a través de
la cual articular esa posible participación. Evidentemente, queda descartado, por
reducción al absurdo, que la representación española estuviera integrada por un
representante de cada Comunidad Autónoma. Sí sería posible que el Estado confiase la
delegación española a uno o varios representantes autonómicos, dejando siempre a salvo
que actúan como representantes del Estado y que su actuación vincula al Gobierno de
aquél, si bien tal opción de desaparición completa del Gobierno del Estado se revela
poco realista en la medida en que en el orden del día de las sesiones del Consejo no sólo
se van a tratar asuntos que internamente son competencias exclusivas de las
Comunidades Autónomas. El 9 de diciembre de 2004, la Conferencia para Asuntos
de las Comunidades Europeas decidió la forma de participación de las
Comunidades Autónomas en las sesiones del Consejo. En un primer momento se
barajó la posibilidad de que, cada semestre, fuera un mismo Consejero autonómico el
que acompañara al Ministro en cuestión a las reuniones del Consejo, siendo rotatoria la
designación de dicho Consejero. Finalmente, se ha decidido que se designará al
representante autonómico que acompañará al Ministro en cada reunión de la
Conferencia Sectorial previa al Consejo en cuestión. Tal designación se hará por
consenso y, de no alcanzarse éste, no habrá representación autonómica en la delegación
española. Además, se afirma explícitamente que la responsabilidad de la actuación en el
seno del Consejo es del Gobierno.
La voluntad del Consejo es independiente de la de sus miembros, actúa en
nombre propio y adopta sus decisiones con un procedimiento particular. Éstas
tienen fuerza obligatoria sin que se requiera una ulterior ratificación por los
Estados Miembros. Este órgano está integrado por los ministros competentes para
68
comprometer a los Estados miembros de la Unión. De este modo, su composición
varía en función de las materias previstas en el orden del día.
Es único si bien se le ha calificado como «corazón multiforme» del marco
institucional único previsto en los Tratados, debido a la diversidad de sus
formaciones en razón de la materia. Las distintas formaciones modifican la
composición del Consejo que se configura en razón del tema a tratar en cada sesión.
Esta composición permite la especialización por la diversificación técnica de
los temas y facilita los complejos debates. Esta configuración no ha estado exenta de
problemas porque genera cierta incoherencia de la acción. Por ello se ha confiado al
Comité de Asuntos Generales la coordinación de las distintas formaciones en sus
sesiones formales, que se articula con un sistema de información permanente y con la
aprobación formal de cada nueva formación. Su número se ha visto reducido
notablemente, de 22 pasó a 16. En el Consejo Europeo de Sevilla (junio de 2002)
pasó a ser 9. Tras el Tratado de Lisboa hay un total de diez formaciones.
Actualmente, se prevé un mecanismo de rotación que ha de ser adoptado por una
decisión del Consejo Europeo por mayoría cualificada, con la salvedad del Consejo de
Asuntos Exteriores que lo preside el Ministro de Asuntos Exteriores.
La formación más relevante y la que se reúne con más frecuencia es el Consejo
de «Asuntos Exteriores», al que asisten los ministros de Asuntos Exteriores y, a partir
de la entrada en vigor del Tratado de Lisboa, es presidido por el Alto Representante de
la Unión para los Asuntos Exteriores y la Política de Seguridad.
Otra formación relevante, y que se ha escindido de la anterior a partir del
Tratado de Lisboa, es el Consejo de Asuntos Generales (CAG). Se encarga de los
temas de organización y funcionamiento de la UE, y que no sean competencia de un
Consejo especializado. Dependiendo de cada Gobierno, a esta formación acuden los
Ministros de Asuntos Europeos o los de Exteriores. El art. 16.6 TUE le encarga velar
por la coherencia de los trabajos de las otras formaciones y preparar las reuniones del
Consejo Europeo y garantizar la continuidad de sus trabajos junto al Presidente del
Consejo Europeo y de la Comisión.
Ya en el Tratado por el que se establece una Constitución para Europa
constitucionalizaba directamente dos formaciones (art. I-24): el Consejo de Asuntos
Generales (que velará por la coherencia de los trabajos de las diferentes formaciones,
preparará las reuniones del Consejo Europeo y garantizará la actuación subsiguiente, en
contacto con el Presidente del Consejo Europeo y la Comisión) y el Consejo de Asuntos
Exteriores (que elaborará la acción exterior de la Unión atendiendo a las líneas
estratégicas definidas por el Consejo Europeo y velará por la coherencia de la actuación
de la Unión). Esta misma doble formación se contempla tras el Tratado de Lisboa en el
artículo 16.6, párrafos 2º y 3º respectivamente.
Como hemos dicho anteriormente, se reúne en formaciones diferentes en
función de la materia sobre la que versará su actuación. El Reglamento interno del
Consejo establece las siguientes formaciones:
1. Asuntos Generales.
2. Asuntos Exteriores.
3. Asuntos Económicos y Financieros (incluido el presupuesto).
4. Justicia y Asuntos de Interior (incluida la protección civil).
5. Empleo, Política Social, Sanidad y Consumidores.
6. Competitividad: Mercado Interior, Industria e Investigación (incluido el
turismo).
7. Transporte, Telecomunicaciones y Energía.
69
8. Agricultura y pesca
9. Medio Ambiente.
10. Educación, Juventud y Cultura y Deporte (incluido el sector audiovisual).
70
- El «COREPER II», formado por los Jefes de las Representaciones
Permanentes.
Son numerosos los grupos de trabajo creados por el COREPER. Éstos se
encargan de la discusión y preparación técnica de la decisión adoptada. Están formados
por miembros de las Representaciones Permanentes y, en casos de necesidad, por
funcionarios de la administración nacional que se desplazan para tal fin.
En definitiva, el Comité actúa como nexo de unión y comunicación entre el
Consejo y las restantes instituciones comunitarias. Asimismo, coadyuva y
supervisa los trabajos de los grupos de expertos.
La presidencia la ejerce el embajador del Estado miembro cuyo representante en
el Consejo asuma la presidencia. Con la entrada en vigor del Tratado de Lisboa habrá un
sistema dual, con presidencia permanente en el Consejo de Asuntos Exteriores a cargo
del Alto Representante de la Unión (y Vicepresidente de la Comisión) a fin de lograr
una mayor visibilidad, coherencia y eficacia en materia de acción exterior y con
presidencias rotatorias para el resto de formaciones. Una segunda excepción al sistema
general es el Eurogrupo (Consejo de los Estados que tienen como moneda el euro).
Salvo para las dos excepciones citadas, la presidencia rotatoria se ejerce, de
forma sucesiva, por cada Estado miembro, durante un período de seis meses. Pero el
orden preciso se acuerda, desde la entrada en vigor del Tratado de Lisboa, por el
Consejo Europeo por mayoría cualificada y puede ser modificada como consecuencia
de circunstancias especiales que afecten a un Estado (procesos electorales, etc.). Los
Estados miembros que ejercen la Presidencia colaboran estrechamente en grupos de
tres, denominados «tríos». Este sistema fue instaurado por el Tratado de Lisboa en
2009. El trío fija los objetivos a largo plazo y elabora el programa común decidiendo los
temas y principales asuntos que el Consejo deberá abordar durante un periodo de 18
meses. Con arreglo a este programa, cada uno de los tres países elabora su programa
semestral con mayor detalle.
Este sistema rotatorio semestral en la presidencia del Consejo se aplica tanto a
sus reuniones a nivel de ministros como de Consejo Europeo, o de su órgano auxiliar
(COREPER) y a los dos centenares de grupos de trabajo (permanentes o temporales)
dependientes de éste. De este modo, todas las presidencias en la esfera del Consejo se
ejercen por personas de una misma nacionalidad que aseguran así una cierta
coordinación y continuidad en las actividades del Consejo. Obviamente la persona
(ministro o secretario de Estado) que ejerce la presidencia del Consejo variará según la
temática a tratar en cada sesión; es decir, según sean Consejos sectoriales o de asuntos
generales.
La presidencia del Consejo es una función política – y no meramente un
rango honorífico- que da al Estado que la ejerce un poder de coordinación y
dirección de los trabajos, de impulso y conciliación de los intereses nacionales y de
representación.
El cargo del Presidente tiene una gran relevancia práctica, ya que de él
depende la gestión y la actividad del Consejo para lograr los objetivos que se le
confían. Si bien las prioridades no son uniformes para cada Presidencia. Una vez
convocadas las sesiones del Consejo, la Presidencia establece un orden del día
provisional, dirige los debates y las votaciones, firma los acuerdos y ordena su
notificación o publicación. Es igualmente responsable de la ejecución de las acciones
comunes y se le confía además una relevante función diplomática, debido a que su
misión negociadora es fundamental, tanto en el seno del Consejo, en el que procura que
se pacten soluciones de compromiso. De este modo, hacia el exterior en el ejercicio de
su función representativa debido a que expresa la posición de la UE en las
71
Organizaciones Internacionales y Conferencias Internacionales a la vez que representa a
la Unión en las materias de la PESC. Esta función es compartida con el «Alto
Representante de la Unión para Asuntos Exteriores y Política de Seguridad». Sin
embargo, la duración limitada dada la rotación semestral de la Presidencia le resta cierta
credibilidad frente a terceros Estados, ya que son frecuentes e inevitables los cambios de
posiciones, según las prioridades de cada Presidencia.
El Presidente es asistido en sus funciones por órganos administrativos auxiliares:
el Secretario General (artículo 240.2 TFUE): «El Consejo estará asistido por una
Secretaría General, que estará bajo la responsabilidad de un Secretario General
nombrado por el Consejo». Al frente del aparato administrativo es el responsable que
garantiza la permanencia del órgano. El Consejo lo nombra por unanimidad, para un
período de 5 años, es asistido por el Secretario General Adjunto. Al Secretario
General le corresponde adoptar las medidas materiales necesarias para el buen
desarrollo de los debates y de los procedimientos. El contacto con las distintas
delegaciones le ha inducido a actuar de mediador en las negociaciones. En su misión
cuenta con el asesoramiento legal del Director del Servicio Jurídico del Consejo, o de su
representante. Por su parte, la Presidencia puede también recabar el asesoramiento del
Jurisconsulto. Y los Ministros son, a su vez, asistidos por los representantes
permanentes, por sus adjuntos y por las delegaciones.
72
El recurso a la votación es el poder concreto más importante y eficaz que se
asigna a la Presidencia. Frente al abuso del consenso hasta 1986, el Reglamento Interno
del Consejo permite a su presidente en ejercicio decidir por sí solo cuándo un punto del
orden del día será objeto de votación formal. Los miembros del Consejo sabrán así que,
agotada la deliberación sin acuerdo, tales divergencias no serán obstáculo para que, si se
reúne la mayoría cualificada, la propuesta normativa sea adoptada.
También pueden solicitar una votación los Estados miembros o la Comisión;
esta institución puede solicitar una votación en razón de que goza de paridad frente al
Consejo y, además, éste delibera sobre sus propuestas normativas y vela por el
cumplimiento de los Tratados. Pero, a diferencia del poder otorgado al Presidente del
Consejo, cuando la Comisión o un Estado miembro solicitan la votación, se precisa que
estén a favor de proceder a la votación la mayoría de los miembros del Consejo.
La asistencia de la Secretaría General del Consejo cumple funciones de gran
importancia para el Consejo y su Presidente en ejercicio. Está formada por funcionarios
formalmente independientes y estructurada de la siguiente forma: el Secretario
General y el Secretario General Adjunto (nombrados, desde la entrada en vigor del
Tratado de Niza, por mayoría cualificada), su Gabinete (protocolo, prensa, seguridad,
etc.), el servicio jurídico (análisis de los actos, contenciosos ante el Tribunal de
Justicia, etc.) y varias Direcciones Generales.
Además de asumir las funciones propias de Secretaría en las reuniones del
Consejo (también del Consejo Europeo, del COREPER, de los comités y grupos de
trabajo) y de preparar la documentación que acompaña a cada punto del orden del día,
son el apoyo imparcial de la presidencia: un apoyo técnico propio, de carácter colectivo
y comunitario frente al soporte nacional de la Representación Permanente y de la
Administración nacional. Los funcionarios de la Secretaría General aseguran, también,
además de calidad técnica, una coordinación a la dispersa y heterogénea estructura del
Consejo.
Constituye un éxito para una Presidencia si al finalizar su mandato semestral ha
conseguido hacer progresar en su conjunto las propuestas pendientes, culminar algunas
y desbloquear otras. De igual modo, si un determinado asunto se presentara muy
controvertido, el Presidente puede optar por evitar un debate que ahonde las diferencias,
propondrá un estudio más detallado en niveles inferiores, o asumirá la responsabilidad
de promover acuerdos o mayorías cualificadas tan amplias como sea posible,
conociendo los obstáculos que plantean los Estados y proponiendo compromisos.
Se presume que las propuestas de la Comisión reflejan el interés comunitario,
pero no siempre los Estados lo ven de este modo, y por ello a veces se da un
enfrentamiento de un Estado con la Comisión. Si la Comisión es parte en el
enfrentamiento, pierde entonces credibilidad para conciliar a los Estados. Por esta razón,
el compromiso de la Presidencia en los casos de enfrentamiento entre los Estados
miembros o de éstos con la Comisión, puede ser la alternativa aceptable y esta misión
conciliadora se ha ido perfilando como una labor delicada en el período presidencial.
Como no basta ser neutral sino que hay que parecerlo, el Presidente en ejercicio
del Consejo no encabeza la delegación de su país durante el semestre ni toma la palabra
en defensa del interés nacional. Otro miembro del Gobierno de ese Estado defenderá los
intereses nacionales. Esto requiere un notable esfuerzo para doblar la presencia en toda
la infraestructura del Consejo.
El Presidente en ejercicio del Consejo no preside la Unión Europea ni
representa formalmente a ésta. Sólo preside y representa al Consejo mismo.
Un Estado miembro, cuando asume la presidencia, elabora un programa de
prioridades e intenciones para el semestre que se presenta al Parlamento Europeo por el
73
jefe de Gobierno y rinde cuentas al término del mismo; el presidente o, en su caso, el
ministro de Asuntos Exteriores o ministros sectoriales asisten a todas las sesiones
plenarias del Parlamento Europeo; también suelen tener algún encuentro con el Comité
Económico y Social y unas estrechas y continuas relaciones con el Presidente de la
Comisión.
Sin embargo, al haberse creado una presidencia estable para el Consejo Europeo,
la del Consejo pierde la función de representación, coordinación y portavocía en las
relaciones diplomáticas y protocolarias con terceros Estados y organizaciones
internacionales.
En resumen, la presidencia da a los Estados la oportunidad de ofrecer y mejorar
la imagen de su país engrandecido por su pertenencia a la Comunidad y, evidentemente,
los Estados medios y pequeños con el ejercicio de la presidencia pueden alcanzar la
categoría de “grandes” Estados.
74
La escala de reponderación se ha organizó en torno a un ensanchamiento o
estiramiento de la escala de votos de 0 a 29 para poder operar los ajustes: al triplicar los
votos (antes de Niza la escala era de 0 a 10) 13, permite ampliar las posibilidades de
diferenciación entre los Estados y crear la apariencia ante la opinión pública de los
Estados medios y pequeños de que éstos no perdieron peso en las votaciones. Todos los
Estados multiplicaron sus votos. También es cierto que la compensación es mayor a
favor de los cinco grandes.
En relación con la mayoría cualificada tenemos que distinguir los siguientes
puntos:
● Nuevo procedimiento a partir del 1 de noviembre de 2014:
A partir del 1 de noviembre de 2014 se aplica en el Consejo un nuevo procedimiento
para la votación por mayoría cualificada. Según este procedimiento, cuando el
Consejo vote una propuesta de la Comisión o del Alto Representante de la Unión
para Asuntos Exteriores y Política de Seguridad, deberán cumplirse dos condiciones
para alcanzar la mayoría cualificada:
La minoría de bloqueo (es decir, que impida por poco la mayoría) se constituye con
trece Estados en contra; o al menos cuatro14 Estados que representen más del 35 % de la
población de la Unión.
13
Esta escala anterior adjudicaba a los países miembros de entonces los siguientes votos: Alemania,
Francia, Reino Unido e Italia tenían 10 votos cada Estado; España, 8 votos; Holanda, Bélgica, Grecia y
Portugal, 5 votos; Suecia y Austria, 4 votos; Dinamarca, Finlandia e Irlanda, 3 votos; y Luxemburgo, 2
votos.
14
Puesto que el 35 por 100 podría ser reunida por tres grandes Estados. Este contrapeso lo exigió España
para contrarrestar a los grandes y fue aceptada en la CIG de 2007.
75
estos representen al menos el 65% de la población de la UE,
Cualquier Estado miembro podrá solicitar que se compruebe que los votos
favorables representan como mínimo el 62% de la población total de la UE. De no ser
así, no se adoptará la decisión.
La gran novedad del Tratado de Niza es la red demográfica del 62 por 100 de
población a fin de asegurar la legitimidad democrática de las decisiones adoptadas por
mayoría cualificada. El Tratado de Lisboa lo recoge en el Protocolo nº 36 Sobre las
Disposiciones Transitorias, artículo nº 3 DISPOSICIONES RELATIVAS A LA
MAYORÍA CUALIFICADA, que dice lo siguiente: «Cuando el Consejo Europeo o el
Consejo adopten un acto por mayoría cualificada, cualquier miembro del Consejo
Europeo o del Consejo podrá solicitar que se compruebe que los Estados miembros que
constituyen la mayoría cualificada representan como mínimo el 62% de la población
total de la Unión. Si se pusiere de manifiesto que esta condición no se cumple, el acto
en cuestión no será adoptado».
76
Sensu contrario, se inaugura una nueva minoría para bloquear no medida en
voto ponderado, sino en términos de población si cualquier Estado miembro exige el
contraste de población. Es decir, que si se reúne en contra de una propuesta un
porcentaje de población superior al 35 por 100, se puede vetar su adopción.
77
que en contra de no importa qué Estados. A tal efecto, cada Estado miembro del
Consejo dispone de un voto. La norma de la mayoría simple se aplica salvo disposición
en contrario (art. 238, apartado 1 TFUE). Aunque se trata del procedimiento decisorio
por defecto, solo se aplica a unos pocos asuntos. Se prevé, por ejemplo en los siguientes
casos:
3.4. Competencias.
78
en ámbitos de la UEM tiene que decidir en cooperación con él. En la inmensa mayoría
de las decisiones restantes consulta su opinión.
Otra competencia del Consejo es garantizar la coordinación de las políticas
económicas generales de los Estados miembros, de las acciones de los Estados
miembros con la Comunidad (los artículos 119 a 126 TFUE y varios protocolos
sientan las bases de esa política de coordinación, incluidas las normas de disciplina
financiera y presupuestaria que deben respetar los Estados miembros para mantener la
unión monetaria). El artículo 5 TFUE establece que «los Estados miembros
coordinarán sus políticas económicas en el seno de la Unión. Con este fin, el Consejo
adoptará medidas, en particular las orientaciones generales de dichas políticas».
En el marco de la UEM, el Consejo tiene la máxima importancia. El Consejo se
encarga de la vigilancia de las políticas económicas y presupuestarias de los Estados
miembros y puede sancionar a un Estado miembro en caso de déficit presupuestario.
En materia de relaciones exteriores también corresponde al Consejo ejercer en lo
esencial la responsabilidad de las relaciones económicas externas de la Unión: autoriza
la apertura de las negociaciones de los acuerdos internacionales, da las instrucciones y
manifiesta el consentimiento de la Unión tanto en los acuerdos comerciales y de
asociación como en otros acuerdos internacionales de carácter económico.
En materia de PESC y de cooperación policial y judicial, el Consejo actúa en
nombre de la Unión; salvo la definición de los principios y de las orientaciones
generales que corresponde al Consejo Europeo, al Consejo se le ha atribuido el poder de
concertar a los Estados miembros en su seno, definir las posiciones y las acciones
comunes y ejecutarlas. Además, velará por la unidad, la coherencia y la eficacia de la
acción de la Unión. En materia judicial y policial el Consejo es también el máximo
responsable.
En resumen, las competencias del Consejo de la Unión son las siguientes:
El Consejo de la Unión Europea ejerce un poder legislativo, generalmente en
codecisión con el Parlamento Europeo (mediante el procedimiento ordinario
(art. 289.3 TFUE), previsto de forma generalizada para la gran mayoría de los
ámbitos cubriendo el conjunto del mercado interior; mediante un procedimiento
especial, art. 289.2 TFUE).
El Consejo asegura la coordinación de las políticas económicas generales de
los Estados miembros (artículos 119 a 126 TFUE y varios protocolos).
El Consejo define y pone en práctica la política exterior y de seguridad
común en virtud de las orientaciones generales definidas por el Consejo
Europeo.
El Consejo celebra, en nombre de la Comunidad y de la Unión, los acuerdos
internacionales entre ésta y uno o varios Estados u organizaciones
internacionales.
El Consejo asegura la coordinación de la acción de los Estados miembros y
adopta medidas en el ámbito de la cooperación policial y judicial en materia
penal.
El Consejo y el Parlamento Europeo constituyen la autoridad presupuestaria
que adopta el presupuesto de la Comunidad.
El Consejo es una de las Instituciones habilitadas para adoptar actos no
legislativos siempre que caso por caso se prevea su adopción, es decir, tiene que
tener necesariamente su base jurídica directamente en el Tratado (principio de
atribución de competencias).
79
4. El Parlamento Europeo.
80
Posteriormente, ha sufrido una importante modificación mediante la Decisión de 23 de
septiembre de 2002. El Acto contiene las reglas de fondo aplicables en las elecciones
europeas y constituye un acuerdo internacional, es Derecho originario, puesto que lleva
a ejecución las previsiones de los Tratados y modifica algunas previsiones de los
mismos, integrándose en los mismos y sujetándose al control jurisdiccional del TJCE
respecto de su interpretación.
Las sucesivas elecciones se han ido celebrando mediante sufragio universal
desde junio de 1979 y cada cinco años. El artículo 14.3 TUE dispone lo siguiente:
«Los diputados al Parlamento Europeo serán elegidos por sufragio universal directo,
libre y secreto, para un mandato de cinco años ». En España, las últimas elecciones al
Parlamento Europeo se celebraron el día 25 de mayo de 2014, con una participación del
43,81 %. La participación de los ciudadanos en las elecciones al PE ha venido siendo
baja y cada vez más decreciente. Podemos observar en este gráfico la evolución en
porcentajes de dicha participación a lo largo del período 1979-2009.
81
Hemos hecho referencia en temas anteriores a que la creación de las
Comunidades Europeas y, posteriormente, de la Unión Europea supone un proceso de
cesión de competencias por parte de los Estados miembros a favor de las nuevas
organizaciones. Este proceso de atribución competencial puede ser considerado desde
dos perspectivas.
82
Desde una perspectiva positiva, la cesión implica un apoderamiento a favor de
las nuevas Instituciones del ejercicio de dichas competencias, lo cual lleva consigo la
creación de un peculiar sistema institucional en el que se hizo de facto residir
originariamente la soberanía europea en el binomio Comisión-Consejo. Si tenemos en
cuenta que el Consejo está integrado por representantes de los Gobiernos de los Estados
miembros, se entiende que el gran reto del proceso decisorio europeo fuera suplir la
falta de legitimación democrática de la que con razón se acusó desde un principio a
aquél. A esta necesidad subviene una Institución específica europea: el Parlamento
Europeo. Sin embargo, esta Institución se ha visto acusada de falta de legitimación
democrática en razón, por un lado, de su originaria y deficiente composición y, por otro,
de su minusvaloración competencial. Ambos aspectos, no obstante, han experimentado
una evolución muy favorable hasta el punto de que aquella tacha originaria se continúe
alegando más por inercia que por responder a una realidad material.
Desde una perspectiva negativa, lo relevante es analizar quién se ve despojado
de esas competencias (normalmente es el Legislador interno). Las competencias cedidas
hacen referencia fundamentalmente a la función legislativa propia de los Parlamentos
nacionales. De este modo, el proceso de integración europea supone, indirectamente,
una alteración competencial del sistema político interno, toda vez que competencias
propias del Legislador nacional son transferidas a un Legislador Comunitario
caracterizado originariamente por la regla «la Comisión propone y el Consejo (los
Ejecutivos nacionales) dispone». Todo ello implica la resistencia de los Parlamentos
nacionales a verse preteridos de una construcción supranacional a la que contribuyen
originariamente accediendo a transferir competencias y funciones que el sistema
político interno les atribuye. Pretensión reforzada ante la constatación de la insuficiencia
del papel que desempeña el Parlamento Europeo en el sistema institucional europeo,
bien a través de instrumentos de participación en el propio sistema institucional
comunitario, bien en el ámbito interno, participando en la determinación y control de la
política nacional sobre la Unión Europea.
El Parlamento Europeo encarna supuestamente la legitimación del proceso de
integración europea cuando lo cierto es que él mismo se encuentra a la búsqueda de su
propia legitimidad funcional, maltrechos ambos en las últimas elecciones europeas por
la escasa participación ciudadana: directamente, el Parlamento e, indirectamente, el
propio proceso de integración. Al no existir un pueblo europeo que elija al Parlamento
se produce de hecho una «nacionalización» tanto de la dinámica que conduce a la
elección de los parlamentarios europeos –al venir los discursos de los candidatos
completamente determinados en función de la incidencia nacional de la Unión Europea
y no de ésta en cuanto tal- como del funcionamiento interno e institucional del propio
Parlamento, pues muchas veces se articula no atendiendo a un pueblo europeo o a
intereses europeos en sí, sino que obedece más bien a intereses puramente nacionales.
Esto evidencia que el Parlamento europeo es una Institución cuya autoridad y
representatividad europea puede resultar en ocasiones ambigua. Para paliar esa
debilidad estructural, el Tratado sostiene la existencia de partidos políticos a escala
europea en la medida en que son un importante factor para la integración en la Unión
Europea por cuanto contribuyen a la formación de la conciencia europea y a expresar la
voluntad política de los ciudadanos europeos. Para ello se ha aprobado un estatuto
propio relativo a los partidos políticos a escala europea, en especial en lo referente a su
financiación.
La Declaración Schuman de 9 de mayo de 1950 proponía crear un órgano- la
Alta Autoridad- cuyas decisiones serían independientes de los Gobiernos nacionales y
vincularían a dichos Estados y a las personas, físicas y jurídicas, afectadas. Sin
83
embargo, en un primer momento no se preveía otro control que no fuese el jurídico a
través de recursos ante un nuevo Tribunal de Justicia. El control político, en cambio, no
quedaba asegurado. Para ello se creó, primero, una Asamblea Común (que
representaría a los pueblos de los Estados miembros). Sobre esta doble legitimidad ha
pivotado desde entonces el sistema institucional de las Comunidades Europeas.
El proceso, en definitiva, responde a la articulación propia de las relaciones
de poder en los sistemas políticos occidentales, caracterizados por constituirse en
Estados democráticos y de Derecho, donde todo poder debe verse adecuadamente
controlado. El control jurídico y político era claro, pero no así la legitimación
democrática de ese poder. El alumbramiento de esa Asamblea no debe llevar a engaño,
pues las competencias que se le atribuyeron en un primer momento y su propia
composición obligaban a fundamentar democráticamente la construcción europea a
través de un proceso de legitimación indirectas (Gobiernos nacionales y Parlamentos
nacionales). La historia, pues, del Parlamento Europeo, es la historia por configurar una
auténtica Institución democrática, tanto desde el punto de vista de su composición,
como de las funciones propias que se atribuyen a un órgano parlamentario en las
democracias occidentales.
El proceso de integración europea ha sido acusado en numerosas ocasiones de
haberse desarrollado en ausencia de una bien fundamentada legitimación democrática.
Este reproche estaba ciertamente justificado por las graves carencias competenciales
que presentaba el Parlamento Europeo en sus orígenes. Sin embargo, el reforzamiento
de su papel, hasta haberlo erigido no sólo en co-Legislador europeo junto al Consejo
sino en un activo controlador de la Comisión europea, unido a la ampliación de
competencias en el Tratado de Lisboa, obligan a replantearse, si no formalmente, al
menos sí sustancialmente, los argumentos con los que acompaña dicha imputación.
El artículo 190.4 TCE establecía que la elección sería «de acuerdo con un
procedimiento uniforme en todos los Estados miembros».
Hasta ahora las elecciones europeas se han desarrollado en cada Estado miembro
de acuerdo con disposiciones nacionales específicas para los comicios europeos a falta
de una “ley” electoral uniforme. El Tratado de Ámsterdam añadió al citado artículo
190.4 TCE otra alternativa la tradicional exigencia de un procedimiento uniforme: el
proyecto del PE podrá elaborarse «de acuerdo con principios comunes a todos los
Estados miembros»
En este sentido, el Tratado de Lisboa vigente, en su artículo 223 dispone y
mantiene esa doble posibilidad: «El Parlamento Europeo elaborará un proyecto
encaminado a establecer las disposiciones necesarias para hacer posible la elección de
sus miembros por sufragio universal directo, de acuerdo con un procedimiento
uniforme en todos los Estados miembros o de acuerdo con principios comunes a todos
los Estados miembros».
La reforma del Acta Electoral Europea en el 2002 establece unos principios
comunes y aproxima la regulación de diversos aspectos electorales. Esta nueva Decisión
rige los comicios europeos desde junio de 2004.
El nuevo Acto relativo a la elección de los diputados al PE establece como
principios predeterminados los siguientes:
84
o mediante subdivisiones, por ejemplo, regionales (Alemania, Bélgica, Italia, Irlanda,
Polonia, Reino Unido), con tal de que una u otra opción no desvirtúen el carácter
proporcional del sistema electoral europeo.
- se permite la votación de listas con voto de preferencia, es decir, bloqueadas
(España, Francia, Grecia y Portugal), o de listas en que el elector puede expresar sus
preferencias (Dinamarca, Italia, Bélgica, Países Bajos), o con mezcla de ambas
(Luxemburgo).
- podrán establecer un umbral mínimo para la atribución de escaños; a escala
nacional, ese umbral no podrá superar el 5 por 100 de los votos emitidos.
- cabe la posibilidad de establecer límites a los gastos de la campaña electoral de
los candidatos,
- nadie puede votar más de una vez,
- las fechas de la elecciones se predeterminan en el Acta.
Otras cuestiones quedan remitidas al derecho nacional de cada Estado miembro,
con la condición de que las particularidades propias por las que se rigen, según el
derecho nacional, no desvirtúen el principio básico del régimen electoral europeo
(carácter proporcional del modo de elección).
Todos los ciudadanos de la Unión tienen el derecho a ser electores y elegibles
en las elecciones al Parlamento Europeo en su lugar de residencia.
El artículo 22 del TFUE (antiguo artículo 19.2 del TCE) en su párrafo 2º
establece que «todo ciudadano de la Unión que resida en un Estado miembro del que
no sea nacional tendrá derecho a ser elector y elegible en las elecciones al Parlamento
Europeo en el Estado miembro en el que resida, en las mismas condiciones que los
nacionales de dicho Estado».
Este derecho se desarrolló mediante una Directiva 15 que prevé que todos los
ciudadanos de la Unión, tengan o no la nacionalidad de su Estado miembro de
residencia, puedan ejercer en él, en igualdad de condiciones con los nacionales, su
derecho a ser electores y elegibles en las elecciones al Parlamento Europeo.
En España rige la Ley Orgánica del Régimen Electoral (LOREG), cuyo título VI
«Disposiciones especiales para las Elecciones al Parlamento Europeo» fue introducido
en 1987 para regular las elecciones europeas en España. Esta ley ha sido modificada en
1994 para adaptar nuestro Derecho electoral al citado artículo 19.2 TCE y a la Directiva
93/109/CE; también fue modificada en el año 2003 para remitir al ordenamiento
jurídico europeo en relación con el número de escaños que se pueden elegir en España.
En España se ha optado por listas bloqueadas y circunscripción electoral única
para todo el territorio nacional; prohíbe la acumulación de mandatos parlamentarios y
establece causas de inelegibilidad, en contradicción con el AEE, que sólo admite
incompatibilidades.
Las incompatibilidades de origen europeo o prohibición de simultanear el
mandato parlamentario europeo con otras responsabilidades son las siguientes:
- miembro del Gobierno de un Estado miembro (miembros del Consejo).
- miembro de la Comisión,
- Juez, Abogado General o Secretario del TJUE o del Tribunal de Primera
Instancia (hoy denominado Tribunal General).
- miembro del Tribunal de Cuentas o del Comité Económico y Social o del
Comité de las Regiones,
- miembro del Comité Ejecutivo del Banco Central Europeo, miembro del
Consejo de Administración, del Comité de Dirección o empleado del Banco Europeo de
Inversiones;
15
Directiva 93/109/CE, de 6.12.1993 (DO nº L 329, de 30.12.1993).
85
- Defensor del Pueblo Europeo;
- miembro de comités u organismos creados por los Tratados o en aplicación de
los mismos;
- miembros del consejo de administración o del comité de dirección o empleados
del Banco Europeo de inversiones;
- funcionarios o agentes en activo de las Instituciones o se sus organismos
especializados.
- a partir de las elecciones de junio de 2004 la calidad de diputado al PE era ya
incompatible con la de miembro de un Parlamento nacional.
4.1. Composición y funcionamiento.
86
de escaños. El artículo 14.2 TUE dispone que «el Parlamento Europeo estará
compuesto por representantes de los ciudadanos de la Unión. Su número no
excederá de setecientos cincuenta, más el Presidente. La representación de los
ciudadanos será decrecientemente proporcional, con un mínimo de seis
diputados por Estado miembro. No se asignará a ningún Estado miembro más
de noventa y seis escaños».
a) El Presidente y la Mesa:
El PE aprueba su propio Reglamento interno en el que se
desarrolla el modo de ejercicio de sus competencias.
Elige a su propio Presidente (tras las últimas elecciones de 2019, ha
sido elegido el italiano David Sassoli, quien sucede al anterior Antonio Tajani)
por mayoría absoluta, a catorce vicepresidentes y a cinco cuestores (quienes
se ocupan de las cuestiones administrativas y económicas de los diputados), todos
ellos por un período de dos años y medio, es decir, que en cada mandato del PE
(cinco años) se procede a la elección de dos Mesas. La costumbre es que, en la
elección de los miembros de la Mesa, se tenga en cuenta una representación
proporcional tanto de nacionalidades como de grupos políticos.
El Presidente del PE dirige el conjunto de actividades
parlamentarias. Dispone de todos los poderes cuando preside las deliberaciones
(da la palabra, somete a votación los asuntos, proclama los resultados, hace
observar el Reglamento, etc.) y representa al PE en el interior de la UE y en las
relaciones internacionales.
Cada período anual comprende doce sesiones; la sesión anual se inicia
el segundo martes de marzo de cada año y se denomina período parcial de sesión
a la reunión que tiene lugar cada mes (de tres a cinco días) (artículo 229
TFUE).También puede reunirse en sesión extraordinaria a petición de la
mayoría de sus miembros, del Consejo o de la Comisión.
Los cuestores son responsables, bajo las instrucciones de la Mesa, de
los asuntos financieros y administrativos que conciernen directamente a los
eurodiputados.
87
b) Los Grupos políticos:
Los parlamentarios se agrupan por afinidades políticas y no por
nacionalidades. Para que un grupo político pueda constituirse se requieren
dos condiciones, que sean, al menos, 25 diputados (antes era 16) y que en cada
grupo esté representada al menos la cuarta parte de los Estados miembros.
Está prohibido pertenecer a más de un grupo político. Aquellos parlamentarios
que no deseen adherirse a ningún grupo político no están en la obligación de
hacerlo. Cada grupo político elige su presidente; la pertenencia a uno de ellos no
carece de trascendencia ya que supone tener un mayor peso en los trabajos
parlamentarios a través de la Conferencia de Presidentes, que reúne en torno al
Presidente del Parlamento Europeo a los presidentes de los grupos políticos.
En el Parlamento Europeo existen en la actualidad 7 grupos
políticos. Habría que mencionar un grupo más donde estarían los no inscritos en
ninguno de los anteriores.
88
El Presidente del Parlamento determina la realización de los trabajos del
Parlamento y fija todos los detalles de la programación legislativa:
89
c) La organización del trabajo:
Cada curso parlamentario comprende doce sesiones ordinarias, una por cada
mes (denominada cada una de ellas período parcial de sesiones). Además de en
sesión ordinaria, el Parlamento Europeo puede reunirse en sesión
extraordinaria cuando así lo decidan la mayoría de sus miembros o lo soliciten
el Consejo o la Comisión.
Las cuestiones relativas a la organización de los trabajos parlamentarios, al
orden del día de las sesiones y las comparecencias son competencia de la
Conferencia de Presidentes, compuesta, como dijimos antes, por el Presidente
del Parlamento y por los Presidentes de los grupos políticos.
Además de trabajar en pleno, el PE puede desarrollar sus funciones en
Comisiones parlamentarias.
Para preparar el trabajo del Parlamento en las sesiones plenarias, los diputados
se organizan en comisiones permanentes especializadas en los distintos
ámbitos.
Las comisiones parlamentarias16 son actualmente veinte.
El número de sus miembros oscila entre 25 y 71 y cada una cuenta con un
presidente, una Mesa y una secretaría; su composición política refleja la del
Pleno.
Las comisiones parlamentarias se reúnen una o dos veces al mes en Bruselas y
sus debates son públicos.
En las comisiones parlamentarias los diputados europeos elaboran enmiendas
y presentan propuestas legislativas e informes de propia iniciativa. Examinan las
propuestas de la Comisión y del Consejo y, si procede, redactan informes que
habrán de presentarse al Pleno.
Por último, el Parlamento Europeo puede constituir subcomisiones y
comisiones temporales especiales que se ocupan de problemas específicos, o
bien comisiones de investigación en el marco de sus competencias de control
para indagar sobre supuestos casos de mala administración de la legislación
comunitaria. El artículo 226 TFUE regula la constitución de una comisión
temporal de investigación.
Las delegaciones del Parlamento Europeo mantienen relaciones con los
Parlamentos de los países no pertenecientes a la Unión Europea y desempeña un
papel importante en el desarrollo de la influencia de Europa en el mundo.
La Conferencia de Presidentes de Comisión reúne a todos los Presidentes de las
comisiones parlamentarias temporales o permanentes; la Conferencia de
16
I. Comisión de Asuntos Exteriores (que recibe asistencia de dos subcomisiones: de la Comisión de
Derechos Humanos y de la Comisión de Seguridad y Defensa), II. Comisión de Desarrollo, III.
Comisión de Comercio Internacional, IV. Comisión de Presupuestos, V. Comisión de Control
Presupuestario, VI. Comisión de Asuntos Económicos y Monetarios, VII. Comisión de Empleo y
Asuntos Sociales, VIII. Comisión de Medio Ambiente, Salud Pública y Seguridad Alimentaria, IX.
Comisión de Industria, Investigación y Energía, X. Comisión de Mercado Interior, y Protección del
Consumidor, XI. Comisión de Transportes y Turismo, XII. Comisión de Desarrollo Regional, XIII.
Comisión de Agricultura y Desarrollo Rural, XIV. Comisión de Pesca, XV. Comisión de Cultura y
Educación, XVI. Comisión de Asuntos Jurídicos, XVII. Comisión de Libertades Civiles, Justicia y
Asuntos de Interior, XVIII. Comisión de Asuntos Constitucionales, XIX. Comisión de Derechos de
la Mujer e Igualdad de Género, XX. Comisión de Peticiones.
90
Presidentes de Delegación está integrada por los Presidentes de todas las
delegaciones interparlamentarias permanentes.
El Parlamento Europeo cuenta con la asistencia de una Secretaría General. El
Parlamento tiene a su servicio unos 4 600 funcionarios reclutados mediante oposición
en todos los países de la Unión. Desempeñan su labor bajo la autoridad del Secretario
General.
Los grupos políticos tienen sus propios colaboradores y los diputados disponen
de asistentes parlamentarios
d) El sistema de votaciones:
La regla general es que la votación exigida sea la de mayoría absoluta de los votos
emitidos. El artículo 231 TFUE dispone lo siguiente: « Salvo disposición en contrario
de los Tratados, el Parlamento Europeo decidirá por mayoría de los votos emitidos. El
reglamento interno fijará el quórum».
Para cuestiones específicas y concretas los Tratados o el Reglamento interno
pueden exigir otras mayorías. Por ejemplo, el rechazo en el procedimiento de
codecisión, así como la aprobación de enmiendas, exige una mayoría absoluta de los
diputados que componen el PE; la moción de censura a la Comisión (artículo 17.8 TUE
y párrafo 2º del artículo 234 TFUE) o el rechazo del presupuesto exigen una doble
mayoría de dos tercios de los votos expresados y la mayoría absoluta de los miembros
que componen el PE; las enmiendas al presupuesto exigen una mayoría de cinco sextas
partes en la segunda lectura.
El quórum fijado por el Reglamento Interno es de acuerdo con la última
modificación de diciembre de 2009, que establece que «habrá quórum cuando se
encuentre reunida en el salón de sesiones la tercera parte de los diputados que
integran el Parlamento».
Toda votación será válida, sea cual fuere el número de votantes, a no ser que en el
momento de la votación el Presidente constate, previa solicitud de cuarenta diputados
como mínimo, que no existe quórum. Si la votación revela que no hay quórum, se
incluirá en el orden del día de la siguiente sesión.
4.2. Competencias.
91
Aunque el Parlamento Europeo ha sido la institución más débil desde el punto de
vista competencial frente al Consejo o la Comisión, los sucesivos tratados han realizado
una importante ampliación de ellas, sobre todo en lo que a las funciones legislativas se
refiere. El Parlamento Europeo posee competencias presupuestarias, legislativas y de
control, pero éstas no se encuentran sistematizadas, sino diseminadas a lo largo del texto
de los Tratados.
Los poderes que los Tratados constitutivos atribuían al Parlamento europeo para adoptar
actos normativos eran meramente consultivos. La situación cambia a partir de la
Declaración Común del Parlamento Europeo, el Consejo y la Comisión de 4 de marzo
de 1975 sobre el procedimiento de concertación (DO nº 89, 24-4-1975), y la
participación del PE en la producción normativa se ha ido consolidando, profundizando
y ampliando mediante las sucesivas modificaciones de los tratados. Así, la mayor
participación del Parlamento se produce mediante el procedimiento de codecisión.
En este sentido, después de la reforma de Lisboa, el apartado 1 del artículo 14 del TUE
establece que el Parlamento Europeo ejercerá conjuntamente con el Consejo la función
legislativa y la función presupuestaria.
Esta formulación está hecha en términos generales en lo que respecta al ámbito de los
Tratados, por lo que Consejo y Parlamento tienen competencias para adoptar decisiones
respecto de cualquier materia comprendida en los Tratados y siempre que éstos no
dispongan otra cosa.
92
Por otra parte, aunque no tiene atribuida la iniciativa legislativa, que ya hemos visto que
corresponde a la Comisión, sin embargo, de acuerdo con el artículo 225 del TFUE, el
Parlamento, por decisión de la mayoría de sus miembros, podrá solicitar a aquella que
presente las propuestas oportunas sobre cualquier asunto que el Parlamento estime que
requiera la elaboración de un acto comunitario para la aplicación del presente Tratado,
de forma que también puede provocar la iniciación del proceso de adopción de
decisiones, aunque sea en última instancia la Comisión quien tenga la competencia de
iniciarlo formalmente con la elaboración y presentación de su propuesta.
Por lo tanto, es una competencia plena en este aspecto que se atribuye al Parlamento y
que le proporciona rango de colegislador necesario, junto al Consejo. Es decir, que
cuando actúa siguiendo el procedimiento de colegislación previsto en el artículo 294 del
TFUE su acuerdo final con el Consejo es absolutamente necesario para que el acto
pueda ser adoptado.
Por otra parte, de acuerdo con el artículo 295, intervendrá en la adopción de acuerdos
interinstitucionales que sean necesarios para el funcionamiento de la Unión, junto con el
Consejo y la Comisión.
93
comisiones y su debate en el pleno, aprueba una resolución al respecto. Además, la
Comisión presenta al PE Informes sectoriales respecto a temas concretos de la política
comunitaria.
Respecto al tercer tipo de control, el artículo 226 del TFUE establece que «en
cumplimiento de sus cometidos y a petición de la cuarta parte de los miembros que lo
componen, el Parlamento Europeo podrá constituir una comisión temporal de
investigación para examinar, sin perjuicio de las competencias que los Tratados
confieren a otras instituciones u órganos, alegaciones de infracción o de mala
administración en la aplicación del Derecho de la Unión, salvo que de los hechos
alegados esté conociendo un órgano jurisdiccional, hasta tanto concluya el
procedimiento jurisdiccional.
La existencia de la comisión temporal de investigación terminará con la presentación
de su informe.
El Parlamento Europeo determinará las modalidades de ejercicio del derecho de
investigación mediante reglamentos adoptados por propia iniciativa, con arreglo a un
procedimiento legislativo especial, previa aprobación del Consejo y de la Comisión».
94
228 TFUE) y controla su actividad mediante el Informe que éste debe presentarle y es
consultado por el Consejo para el nombramiento de los miembros del Tribunal de
Cuentas y de los miembros y al presidente del Comité Ejecutivo del Banco Central
Europeo.
95
Tribunal de Justicia e introdujo otras modificaciones menores en el sistema
jurisdiccional comunitario.
Tras la reforma del Tratado de Niza se modifica el contenido de varios de los preceptos
que el TCE dedica al TJCE (arts. 220 a 245). La expiración de la vigencia del Tratado
CECA y la consiguiente desaparición como tal organización internacional el 23 de julio
de 2002 produjo que el artículo 8 del Tratado de Niza derogase el Estatuto del Tribunal
de Justicia de la CECA y que el artículo 7 derogase los Protocolos sobre el Estatuto del
Tribunal de Justicia anejos al TCE y al TCEEA y los sustituyera por un nuevo Protocolo
sobre el Estatuto del Tribunal de Justicia, que anexa al TUE, al TCE y al TCEEA.
El Tratado de Niza llevó a cabo la constitucionalización del TPI y su artículo 10 previó
la derogación de la Decisión 88/591/CECA,CE,Euratom de 24 de octubre de 1988 por
la que fue creado, excepto su artículo 3, «en la medida en que el Tribunal de Primera
Instancia ejerza, en virtud de dicho artículo, competencias atribuidas al Tribunal de
Justicia por el Tratado constitutivo de la Comunidad Europea del Carbón y del Acero».
El contenido de esta Decisión 88/591 se incluyó, con numerosas modificaciones, en el
nuevo Tratado TCE tras Niza o en el nuevo Estatuto del TJCE. El nuevo Tratado de
Niza llevó a cabo una reordenación de las disposiciones aplicables al TJCE entre el TCE
y el Estatuto, incluyendo en este último contenidos formal pero no materialmente
constitucionales. Esto puede observarse en el párrafo 2º del nuevo artículo 245 TCE del
Tratado, que establece dos procedimientos diferenciados de reforma del Estatuto: el
procedimiento del artículo 48 TUE, necesario para la modificación de las normas del
TCE sobre el TJCE, se aplicará sólo al Título I del Estatuto, donde se regula el estatuto
de los jueces y de los abogados generales; y los demás títulos del Estatuto se reforman
mediante el procedimiento abreviado del nuevo artículo 245 TCE.
En relación a los Reglamentos de Procedimiento de las dos instancias comunitarias, el
Tribunal de Justicia y el Tribunal de Primera Instancia, también puede observarse esta
misma flexibilidad, puesto que el del Tribunal de Justicia lo establecería el Tribunal y se
exigiría la aprobación del Consejo por mayoría cualificada (vid. párrafo final del art.
223 TCE) y el del TPI lo establecería este mismo órgano de acuerdo con el Tribunal de
Justicia, mediante la aprobación del Consejo por mayoría cualificada (artículo 224.5º
TCE). Anteriormente, para la aprobación de los Reglamentos de Procedimiento se
necesitaba la unanimidad del Consejo.
96
Derecho de la Unión», pero no menciona a los jueces nacionales como componentes
esenciales de la estructura jurisdiccional comunitaria.
Dentro de las novedades que presentaba el Tratado Constitucional en materia
jurisdiccional, podemos destacar la que aparece contenida en el Protocolo sobre la
aplicación de los principios de subsidiariedad y proporcionalidad. Se trata de la
legitimación activa indirecta de los parlamentos nacionales (a través de su Estado) y la
legitimación activa directa del Comité de las Regiones para interponer recurso de
anulación contra la normativa comunitaria por vulneración del principio de
subsidiariedad.
El Tratado Constitucional también introducía pequeñas modificaciones en relación con
el recurso de anulación, las cuestiones prejudiciales y el recurso de incumplimiento.
Como ya hemos indicado, el TJUE, órgano especializado e independiente, es la
instancia judicial llamada a vigilar el respeto del Derecho comunitario. Es la institución
que encarna el interés de la justicia en las Comunidades y es el eje central de protección
jurisdiccional del Derecho comunitario. De este modo, se erige en un auténtico poder
judicial ya que para el ejercicio de esa labor los Tratados le han otorgado un conjunto de
competencias que van desde la vigilancia del respeto de la legalidad comunitaria por
parte de las Instituciones hasta el control del respeto de este ordenamiento jurídico
por parte de los Estados. Además, por medio de la competencia prejudicial, se
salvaguarda la integridad e identidad del ordenamiento jurídico comunitario.
Su jurisdicción es obligatoria y permanente. Sus decisiones gozan de fuerza
declarativa y, en ocasiones, ejecutiva y se imponen tanto a los Estados miembros como
a las Instituciones comunitarias y también a los particulares.
Es el órgano judicial supremo, dentro del ordenamiento comunitario, al que están
sometidos, tanto el Tribunal de Primera Instancia (Tribunal General tras el Tratado de
Lisboa) y las Salas jurisdiccionales (Tribunales especializados desde el Tratado de
Lisboa). Es el Tribunal de Justicia el que garantiza, en última instancia, la unidad en la
interpretación y aplicación del Derecho comunitario, y por consiguiente, a él le
corresponde garantizar la unidad jurisprudencial.
El artículo 19 del TUE tras Lisboa dispone que «el Tribunal de Justicia de la Unión
Europea garantizará el respeto del Derecho en la interpretación y aplicación de los
Tratados ». La regulación básica de este artículo 19 TUE se halla desarrollada de forma
amplia en los artículos 251 a 281 TFUE. El Estatuto del TJUE está recogido en el
Protocolo número 3 anejo al TUE, al TFUE y al TCEEA. De conformidad con el
artículo 281.2 TFUE, el Parlamento Europeo y el Consejo, con arreglo al procedimiento
legislativo ordinario, podrán modificar las disposiciones del Estatuto, excepto su Título
I (estatuto de jueces y abogados generales) y su artículo 64 (régimen lingüístico). El
Parlamento Europeo y el Consejo se pronunciarán bien a petición del Tribunal de
Justicia y previa consulta a la Comisión, bien a propuesta de la Comisión y previa
consulta al Tribunal de Justicia.
Como hemos dicho más arriba, con el artículo 19 TUE el Tribunal de Justicia de la
Unión Europea es el nuevo nombre de la Institución que asume la función jurisdiccional
en la arquitectura institucional de la UE. Pero el TJUE, que es una institución única, está
integrado por dos instancias diferentes, que con el Tratado de Lisboa cambiaron
también de denominación, es decir:
- La instancia superior se sigue denominándose «Tribunal de Justicia».
- La instancia intermedia se llama «Tribunal General», tras la
desaparición de la inadecuada denominación anterior Tribunal de
Primera Instancia.
97
En el TFUE se halla la regulación que permite la creación de instancias inferiores,
denominadas «tribunales especializados». En 2004 tuvo lugar la creación del Tribunal
de la Función Pública de la Unión Europea. Pero el Reglamento 2015/2422 del Estatuto
del TJUE ha operado una modificación que ha supuesto la desaparición del mismo,
siendo absorbidos sus jueces y su contencioso por el Tribunal General desde el 1 de
septiembre de 2016.
5.1.1. Composición.
98
El estatuto de los jueces y de los abogados generales, está conformado por
un conjunto de obligaciones y derechos. Puede consultarse el Protocolo nº 3 sobre
el Estatuto del Tribunal de Justicia de la Unión Europea, como hemos dicho antes.
La primera obligación es la de prestar juramento en audiencia pública del
Tribunal de Justicia, comprometiéndose a «ejercer sus funciones con toda
imparcialidad y en conciencia y de que no violará en modo alguno el secreto de
las deliberaciones», de conformidad con el artículo 1 del Estatuto del Tribunal de
Justicia de la Unión Europea anexo al TUE en el Protocolo nº 3, así como a
guardar el secreto de las deliberaciones.
Dentro del catálogo de obligaciones y derechos que se recogen en dicho
Estatuto podemos destacar los siguientes:
- Los Jueces gozarán de inmunidad de jurisdicción. Después de haber
cesado en sus funciones, continuarán gozando de inmunidad respecto de los actos
realizados por ellos con carácter oficial, incluidas sus manifestaciones orales y
escritas (art. 3 del citado Estatuto).
- Los Jueces no podrán ejercer ninguna función política o administrativa.
No podrán, salvo autorización concedida con carácter excepcional por el
Consejo, por mayoría simple, ejercer ninguna actividad profesional, retribuida o
no (art. 4 del Estatuto).
- En el momento de asumir sus funciones, se comprometerán
solemnemente a respetar, mientras dure su mandato y aún después de finalizar
éste, las obligaciones derivadas de su cargo y, en especial, los deberes de
honestidad y discreción en cuanto a la aceptación, una vez terminado su
mandato, de determinadas funciones o beneficios (art. 4 del Estatuto).
- Aparte de los casos de renovación periódica y fallecimiento, el mandato
de los Jueces concluirá individualmente por dimisión (art. 5).
- Salvo los casos en que sea aplicable el artículo 6, los Jueces continuarán
en su cargo hasta la entrada en funciones de su sucesor.
- Los Jueces sólo podrán ser relevados de sus funciones o privados de su
derecho a pensión o de cualquier otro beneficio sustitutivo cuando, a juicio
unánime de los Jueces y de los Abogados Generales del Tribunal de Justicia,
dejen de reunir las condiciones requeridas o incumplan las obligaciones que se
derivan de su cargo (art. 6 del Estatuto).
- Los Jueces que cesen en sus funciones antes de la expiración de su
mandato serán sustituidos por el tiempo que falte para terminar dicho mandato
(art. 7 del Estatuto).
Los jueces son elegidos por un período de seis años y su mandado es
renovable sin limitación alguna, el artículo 253 TFUE dispone claramente que
«los jueces y los abogados generales salientes podrán ser nuevamente
designados». El mismo artículo establece renovaciones parciales cada tres años.
Una crítica constante ha sido manifestada sobre la corta duración de dicho
mandato y por ello se han propuesto modificaciones. La solución que más
consenso tiene es aquella que extiende el mandato a un período de nueve años
pero sin renovación.
De conformidad con el artículo 253 TFUE los jueces eligen de entre ellos
al Presidente del TJUE mediante votación secreta y por mayoría. Los abogados
generales no pueden ser candidatos, debido a las funciones encomendadas al
Presidente. Tampoco pueden participar en la elección del Presidente. El mandato
del Presidente tiene una duración de tres años renovable, según dispone el
párrafo 3º del artículo 253 TFUE: «los jueces elegirán de entre ellos al Presidente
99
del Tribunal de Justicia por un período de tres años. Su mandato será
renovable.».
De conformidad con el artículo 8 del Reglamento de Procedimiento del
Tribunal de Justicia, las funciones del Presidente serán las siguientes: «el
Presidente dirigirá los trabajos y los servicios del Tribunal; presidirá las vistas y
las deliberaciones».
La carga de trabajo del Presidente ha aumentado mucho en los últimos
años y, en consecuencia, el TJUE cuenta desde 2012 con la figura del
Vicepresidente del TJ, quien formará parte siempre de la Gran Sala como el
Presidente y asiste a éste en el ejercicio de sus funciones, sustituyéndole en caso
de impedimento o de vacancia de la Presidencia.
Desde 1994 a 2004 fue Presidente del TJ el español Gil Carlos Rodríguez
Iglesias, desde entonces hasta 2015 lo fue el griego Vassilios Skouris.
Actualmente ocupa dicho puesto el belga Koen Lenaerts.
100
que el asunto sea juzgado sin conclusiones del abogado general, si no plantea
ninguna cuestión de Derecho nueva. Hay asuntos en los que por diversas
razones (recursos de incumplimiento no discutidos o asuntos de escasa relevancia
para el ordenamiento jurídico comunitario, o asuntos que requieran la aplicación
mecánica de una jurisprudencia bien consolidada) no necesiten desarrollo de una
jurisprudencia previa del Tribunal, pero en aquellos asuntos que necesiten
desarrollo de una jurisprudencia previa del Tribunal y que resuelvan salas de
cinco jueces y, por supuesto, en los asuntos donde no hay jurisprudencia previa o
de gran importancia que se atribuyan a la Gran Sala, hay que considerar que debe
mantenerse la intervención de los abogados generales, puesto que sus
conclusiones han contribuido mucho al desarrollo de la jurisprudencia
comunitaria.
Anualmente, el TJUE designará de entre los abogados generales un primer
abogado general (artículo 10 del Reglamento de Procedimiento del Tribunal de
Justicia), cuya función será la de «decidir la atribución de los asuntos a los
Abogados Generales inmediatamente después de que el Presidente haya
designado al Juez Ponente. En caso de ausencia o de impedimento de un
Abogado General, adoptará las medidas necesarias.»
La figura del Abogado General carece de equivalente en el Derecho
español; presenta semejanzas con la del Comisario del Gobierno en el Consejo de
Estado francés. Como decíamos más arriba, su función, según el artículo 252
TFUE, consiste en «presentar públicamente, con toda imparcialidad e
independencia, conclusiones motivadas sobre los asuntos que, de conformidad
con el Estatuto del Tribunal de Justicia de la Unión Europea, requieran su
intervención».
Las conclusiones constituyen una propuesta motivada de solución del
litigio, que el abogado general presenta, con plena imparcialidad e independencia,
al final de la fase oral y cuyo objetivo es facilitar la labor de los jueces a la hora de
elaborar la sentencia. Ahora bien, las conclusiones no producen ningún tipo de
efectos para las partes en el litigio ni en relación con los terceros.
Las conclusiones se publican en la Recopilación de la jurisprudencia del
Tribunal de Justicia de la Unión Europea conjuntamente con la sentencia y
contribuyen a la formación y desarrollo de la jurisprudencia del Tribunal de
Justicia. Generalmente, las conclusiones exponen de forma más detallada que las
sentencias los diferentes aspectos del litigio y aportan un análisis más profundo de
las diferentes soluciones posibles, siendo frecuentes en las mismas las referencias
doctrinales.
Los jueces pueden seguir la propuesta del abogado o puede adoptar
una solución diferente.
En resumen, las conclusiones del abogado general constituyen una pieza
importante en el funcionamiento de un órgano jurisdiccional como el Tribunal de
Justicia, que tiene la misión de decidir en primer y única instancia bastantes
recursos y en cuyas sentencias no se admite la figura del voto particular.
La intervención de los abogados generales en los procedimientos
sustanciados ante el Tribunal de Justicia de la Unión Europea se ajusta a las
exigencias del derecho a un procedimiento contradictorio, previsto en el apartado
1 del artículo 6 del Convenio Europeo para la Protección de los Derechos
Humanos y de las Libertades Fundamentales. Los abogados generales disfrutan de
un estatuto de miembro del TJUE y su actuación es totalmente imparcial con
respecto a las partes en los procedimientos; por ello no son aplicables las
101
sentencias del Tribunal Europeo de Derechos Humanos que han considerado
violaciones del derecho a un procedimiento contradictorio la imposibilidad de
responder a las conclusiones de un representante del Ministerio Público y la
participación de un miembro del mismo en las deliberaciones del Tribunal. El TJ
ha considerado que esta sentencia del TEDH no es aplicable a la función del
abogado general en los asuntos sustanciados ante la jurisdicción comunitaria,
debido a la posición institucional de los abogados generales, cuyo estatuto es
idéntico al de los jueces y está caracterizado por una total independencia y porque
su participación en los procedimientos se sitúa fuera del debate entre las partes.
5.1.4. El Secretario.
102
Procedimiento del Tribunal de Justicia). De conformidad con el artículo 13 del
Estatuto del Tribunal de Justicia los ponentes adjuntos serán elegidos «entre
personas que ofrezcan absolutas garantías de independencia y posean la
competencia jurídica necesaria, serán nombrados por el Consejo, por mayoría
simple.
Prestarán juramento ante el Tribunal de Justicia de que ejercerán sus
funciones con toda imparcialidad y en conciencia y de que no violarán en modo
alguno el secreto de las deliberaciones».
El artículo 24 del RPTJ especifica que ayudarán al Tribunal en el estudio
y en la tramitación de los asuntos que le hubieren sido sometidos, asistirá al
Presidente en el procedimiento sobre medidas cautelares y a los Jueces Ponentes
en su tarea, funciones para las que dependerán, según los casos, del Presidente
del Tribunal, del Presidente de una de las Salas o de un Juez Ponente.
Habría que mencionar por último a los Letrados, los cuales son
colaboradores personales de jueces y abogados generales, contando cada uno
con tres de ellos. Son juristas de elevada cualificación, cuyo estatuto concreto
no está bien definido ya que no aparece referencia a ellos en los textos jurídicos
propios del Tribunal. Aun cuando se les han asimilado a personal del Tribunal,
no han estado nunca sometidos a la autoridad del Secretario del Tribunal, como
el resto de funcionarios de esta institución.
Son parte del gabinete de jueces y abogados generales, y tienen el
estatuto de contratados, con una duración ilimitada, condicionada al mandato del
juez o abogado general del que dependan.
103
La Gran Sala está formada por quince jueces y de acuerdo con el
artículo 27 del RPTJ, estará compuesta, para cada asunto, por el Presidente del
Tribunal de Justicia, formando parte de ella también el Vicepresidente y, en las
condiciones establecidas en el Reglamento de Procedimiento, tres de los
Presidentes de Salas de cinco Jueces y otros Jueces. El quórum necesario para
que la Gran Sala pueda deliberar está fijado por el artículo 17 del Estatuto en
once jueces.
El Pleno lo forman todos los jueces y está presidido por el Presidente del
Tribunal. Su quórum lo establece el artículo 17 del Estatuto en diecisiete jueces.
El Tribunal tendrá libertad de elección entre los diferentes tipos de salas,
salvo que un Estado miembro o una institución comunitaria partes en el proceso
soliciten la actuación de la Gran Sala.
El artículo 44.3 del RPTJ establece que el Tribunal atribuirá a las salas de
cinco o de tres jueces todos los asuntos que se le sometan, en la medida en que la
dificultad o la importancia del asunto o circunstancias particulares no requieran
que el asunto se atribuya a la Gran Sala.
Teniendo en cuenta la práctica precedente del Tribunal, hay una
previsibilidad de que correspondan a las salas de tres jueces los asuntos que
requieran la aplicación de jurisprudencia asentada, a las salas de cinco jueces los
asuntos necesitados de desarrollo de jurisprudencia consolidada y a la Gran Sala
los litigios que requieran decisiones de principio por ausencia de jurisprudencia
previa.
El artículo 16 del Estatuto en sus párrafos 4º y 5º establece el carácter
excepcional de la atribución de asuntos al Pleno, dice literalmente el artículo
citado: «El Tribunal de Justicia actuará en Pleno cuando se le someta un asunto
en aplicación del apartado 2 del artículo 228, del apartado 2 del artículo 245,
del artículo 247 o del apartado 6 del artículo 286 del Tratado de
Funcionamiento de la Unión Europea.
Asimismo, cuando considere que un asunto del que conoce reviste una
importancia excepcional, el Tribunal de Justicia podrá decidir, oído el Abogado
General, su atribución al Pleno».
Es decir, asuntos concretos como la destitución del Defensor del Pueblo
o el cese de miembros de la Comisión o del Tribunal de Cuentas y asuntos de
importancia excepcional que el Tribunal, oído el abogado general, decida
atribuir al Pleno.
En relación a la organización administrativa, hay que señalar que al
igual que las otras Instituciones comunitarias, el TJUE cuenta con una
infraestructura administrativa para desempeñar sus funciones con la necesaria
independencia. Destacan dentro de esta organización los gabinetes de los
miembros, la Secretaría y algunos servicios administrativos, como el de
traducción y el de investigación y documentación.
Los jueces y los abogados generales desempeñan sus funciones con la
asistencia de un gabinete, formado por tres letrados y tres personas que se
encargan de las funciones de Secretaría con rango de administrativos y auxiliar,
cuyos puestos están vinculados directamente con el mandato del miembro.
Mencionamos arriba la Secretaría dirigida por un Secretario adjunto que
depende jerárquicamente del Secretario del Tribunal, que desarrolla las
funciones clásicas de una Secretaría judicial. La pluralidad de lenguas de
procedimiento ha requerido el establecimiento de secciones lingüísticas dentro
de la Secretaría que se ocupan, en función de la lengua, de la realización de
104
todas las actuaciones requeridas por la constitución y gestión de los expedientes
de todos los procedimientos, así como de las comunicaciones con los agentes y
abogados de las partes. Otra sección de la Secretaría se encarga del archivo de
toda la documentación de carácter procesal, que se incorpora a los sistemas
informáticos internos del Tribunal para facilitar su utilización.
El TJUE cuenta, además, con los servicios administrativos característicos
de cualquier Institución comunitaria. Entre ellos están los servicios de biblioteca,
investigación y documentación e informática jurídica por el gran apoyo que
ofrecen al trabajo jurisdiccional del TJUE.
Otro servicio administrativo de gran importancia en el funcionamiento
del Tribunal es la Dirección de Traducción, formada un numeroso grupo de
juristas lingüistas, que se organizan en divisiones de traducción hacia cada una
de las lenguas comunitarias.
Por último y en este apartado debemos hacer alusión al hecho de que el
multilingüismo condiciona ineludiblemente el funcionamiento del TJUE. El
régimen lingüístico aplicable a los procedimientos sustanciados en el TJUE se
regula en los artículos 29 a 31 y 110 del RPTJ.
105
b) Cuarenta y siete Jueces a partir del 1 de septiembre de 2016;
c) Dos Jueces por Estado miembro a partir del 1 de septiembre de 2019.
5.2.3. Competencias.
«El Tribunal General será competente para conocer en primera instancia de los
recursos contemplados en los artículos 263, 265, 268, 270 y 272, con excepción de los
que se atribuyan a un Tribunal especializado creado en virtud del artículo 257 y de los
106
que el Estatuto reserve al Tribunal de Justicia. El Estatuto podrá establecer que el
Tribunal General sea competente en otras categorías de recursos.
Contra las resoluciones dictadas por el Tribunal General en virtud del presente
apartado podrá interponerse recurso de casación ante el Tribunal de Justicia limitado
a las cuestiones de Derecho, en las condiciones y dentro de los límites fijados en el
Estatuto.
2. El Tribunal General será competente para conocer de los recursos que se
interpongan contra las resoluciones de los tribunales especializados.
Las resoluciones dictadas por el Tribunal General en virtud del presente apartado
podrán ser reexaminadas con carácter excepcional por el Tribunal de Justicia, en las
condiciones y dentro de los límites fijados en el Estatuto, en caso de riesgo grave de
que se vulnere la unidad o la coherencia del Derecho de la Unión.
3. El Tribunal General será competente para conocer de las cuestiones prejudiciales,
planteadas en virtud del artículo 267, en materias específicas determinadas por el
Estatuto.
Cuando el Tribunal General considere que el asunto requiere una resolución de
principio que pueda afectar a la unidad o a la coherencia del Derecho de la Unión,
podrá remitir el asunto ante el Tribunal de Justicia para que éste resuelva.
Las resoluciones dictadas por el Tribunal General sobre cuestiones prejudiciales
podrán ser reexaminadas con carácter excepcional por el Tribunal de Justicia, en las
condiciones y dentro de los límites fijados en el Estatuto, en caso de riesgo grave de
que se vulnere la unidad o la coherencia del Derecho de la Unión.
El TG, en un proceso de recepción progresiva de transferencias de competencias,
conoce en primera instancia de determinados tipos de asuntos o resuelve recursos contra
resoluciones de tribunales especializados.
En efecto, conoce en primera instancia de los recursos contemplados en los artículos
(uid. supra) 263, 265, 268, 270 y 272 TFUE, quedando exceptuados aquellos que se
atribuyan a un tribunal especializado creado de acuerdo con la previsión del artículo 257
y los que el Estatuto reserve al TJ. Por tanto, el TG conoce de todos los recursos
directos, excepto los de incumplimiento, que interpongan las personas físicas y
jurídicas.
A este respecto, hay que prestar atención al artículo 51 del Estatuto, pues reserva en
exclusiva al TJ los recursos de anulación y por omisión que tienen por objeto el control
jurisdiccional de la actividad normativa de base y la resolución de conflictos
interinstitucionales. El criterio utilizado para identificar estos recursos reservados al TJ
es el de la naturaleza del demandado. De este modo, son competencia del TJ aquellos
recursos de anulación y por omisión interpuestos por un Estado miembro o una
Institución, y sean parte demandada el Parlamento, el Consejo o el Parlamento y el
Consejo, e igualmente el resto de recursos de la misma naturaleza presentados por una
Institución en los que la parte demandada sea el BCE o la Comisión. Por tanto, el TG
será competente para conocer de los recursos de los Estados miembros en los que sean
parte demandada la Comisión o el BCE.
Además, el artículo 51 del Estatuto contempla dos series de excepciones con relación al
criterio anterior:
• Atribuye al TG los recursos de anulación y por omisión que interpongan los Estados
miembros contra decisiones del Consejo en materia de ayudas al Estado, de aplicación
de las normas generales sobre protección comercial contra prácticas ilícitas y contra
actos del Consejo mediante los que éste ejerce competencias de ejecución.
• Quedan reservados al TJ los recursos interpuestos por los Estados miembros contra los
actos de la Comisión en materia de cooperación reforzada.
107
El artículo 256.3 TFUE establece la competencia del TG para conocer de las cuestiones
prejudiciales en materias específicas determinadas por el Estatuto. Por otro lado, si el
TG considera que el asunto requiere una resolución de principio que pueda afectar a la
coherencia del Derecho de la Unión, podrá remitir el asunto ante el TJ para que éste
resuelva.
En relación a la competencia para conocer de las cuestiones prejudiciales (art. 256.3
TFUE) en materias específicas determinadas por el Estatuto, hay que decir que, puesto
que el Estatuto guarda silencio a este respecto, la cuestión queda aplazada sine die. En
consecuencia, se mantiene una situación caracterizada por el monopolio de la
competencia prejudicial reservada al Tribunal de Justicia.
El apartado 2 del artículo 256 TFUE también reserva al TG la competencia para conocer
de los recursos interpuestos contra las resoluciones de los tribunales especializados. A
su vez, el TJ podrá reexaminar con carácter excepcional las resoluciones dictadas por el
Tribunal General en virtud de esta competencia, cuando se estime que haya riesgo grave
de que se vulnere la unidad o coherencia del Derecho de la Unión.
El artículo 256.1 incluye la previsión de que el Estatuto pueda establecer que el TG sea
competente en otras categorías de recursos.
Contra las resoluciones que dicte el TG que resuelven en primera instancia recursos
directos podrá interponerse recurso de casación ante el TJ limitado a cuestiones de
Derecho. Las resoluciones del TG contra las que es posible plantear el recurso de
casación en un plazo de dos meses son las siguientes:
• Resoluciones que ponen fin al proceso (sentencias, autos de desistimiento o
sobreseimiento).
• Resoluciones que resuelven parcialmente la cuestión de fondo.
• Resoluciones que ponen fin a un incidente procesal de incompetencia o
inadmisibilidad.
• Resoluciones relativas a medidas provisionales, suspensión de ejecución de un acto o
suspensión de la ejecución forzosa.
El recurso de casación se limita a las cuestiones de derecho. Los motivos que se pueden
invocar en el marco de un recurso de casación están taxativamente establecidos en el
artículo 58 del Estatuto, y son los siguientes:
- Incompetencia del TG.
- Irregularidades del procedimiento ante el TG que lesionen intereses de la
parte recurrente.
- Violación del Derecho de la Unión.
108
El Tratado de Niza previó la creación de tribunales autónomos denominados
«salas jurisdiccionales» para conocer de aquellos tipos de contenciosos, que generan
gran cantidad de recursos y que necesitan de la intervención de jueces especializados,
como los siguientes:
- Los resultantes de la aplicación de una normativa sectorial específica y
con una relación sólo indirecta con el conjunto del Derecho de la UE
(como la función pública o los contenciosos generados por los títulos
europeos de protección de determinados derechos de propiedad industrial
y comercial).
El Tratado de Lisboa sigue manteniendo este tipo de solución pero con la denominación
más apropiada de «tribunales especializados», constituyendo la instancia inferior del
TJUE.
La posibilidad de crear tribunales especializados adjuntos al Tribunal General se halla
en el artículo 257 TFUE. Se encargarán de conocer en primera instancia determinadas
categorías de recursos interpuestos en materias específicas. El reglamento por el que se
cree un tribunal especializado fijará las normas relativas a la composición de dicho
tribunal y precisará el alcance de las competencias que se le atribuyan.
De conformidad con dicho artículo, los miembros de los tribunales especializados serán
elegidos entre personas que ofrezcan absolutas garantías de independencia y que posean
la capacidad necesaria para el ejercicio de funciones jurisdiccionales. Su designación la
lleva a cabo el Consejo por unanimidad.
Igualmente, los tribunales especializados establecerán su Reglamento de Procedimiento
de acuerdo con el TJ y previa aprobación del Consejo.
El artículo 257 TFUE también establece que contra las resoluciones dictadas por los
tribunales especializados podrá interponerse ante el Tribunal General recurso de
casación limitado a las cuestiones de Derecho o, cuando el reglamento relativo a la
creación del tribunal especializado así lo contemple, recurso de apelación referente
también a las cuestiones de hecho.
El único tribunal especializado que se ha constituido es el Tribunal de la Función
Pública de la Unión Europea, mediante la Decisión del Consejo de 2 de noviembre de
2004, para resolver los litigios del contencioso de la función pública de la UE. Al entrar
en vigor el Tratado de Lisboa dicha Decisión fue derogada y el contenido se incorporó
como Anexo I del Estatuto.
Su composición es de siete Jueces nombrados por el Consejo, para un período de seis
años renovable, previa convocatoria de candidaturas y consulta a un comité compuesto
por siete miembros elegidos entre antiguos miembros del TJ y del TG y juristas de
reconocida competencia.
En su composición el Consejo ha procurado que en su composición la procedencia
geográfica de los distintos Estados miembros fuera lo más equilibrada posible, pero
dada la dificultad de su aplicación y por otras causas, el TFPUE ha dejado de existir en
septiembre de 2016. Sus jueces y su contencioso han pasado a formar parte del TG.
5.4. EL PROCEDIMIENTO.
109
Justicia y en los respectivos Reglamentos de Procedimiento del TJ, del TG y del
TFPUE. A continuación haremos una exposición general del procedimiento ante el
TJUE.
La finalidad de esta primera fase del procedimiento estriba en que los jueces y
abogados generales puedan disponer de una exposición exhaustiva de los hechos y
motivos del litigio y las alegaciones y pretensiones de las partes. No se permite invocar
motivos nuevos a lo largo del procedimiento, salvo que se funden en elementos de
hecho o de derecho que hayan aparecido durante el procedimiento.
El desarrollo de esta fase escrita, aun cuando presenta caracteres comunes a
todos los recursos, presenta ciertas diferencias según se trate de recursos directos,
recursos de casación o procedimientos prejudiciales. Así, en los recursos directos, la
fase se inicia con el escrito de interposición de la demanda, que se notifica al
demandado para que presente el escrito de contestación. Posteriormente, los litigantes
110
tienen ocasión de completar dichos escritos, con uno de réplica del demandante y otro
de dúplica del demandado.
Cuando se trata de un recurso de casación contra una resolución del Tribunal
General, la fase escrita comienza con el escrito de interposición del recurso, al que sigue
el escrito de contestación y, si el Presidente lo autoriza expresamente previa petición
motivada de las partes, se pueden presentar también escritos de réplica y dúplica.
La fase escrita en los procesos prejudiciales se inicia con la remisión de la
resolución del órgano jurisdiccional nacional que plantea la cuestión prejudicial al
Tribunal de Justicia. La diferencia procedimental con el resto de procedimientos en esta
fase es su carácter no contradictorio, de forma que las partes que pueden intervenir en el
procedimiento tienen un plazo improrrogable de dos meses a partir de la notificación
de la citada resolución de remisión para presentar sus observaciones escritas.
Tras la presentación de todos los escritos procesales, el juez ponente emite un
informe preliminar a la reunión general del Tribunal de Justicia en el que determina sin
son necesarias medidas adicionales de instrucción que requieran diligencias de prueba,
plantea preguntas a las partes para que éstas las respondan por escrito y propone la
formación jurisdiccional que deberá juzgar el fondo del asunto. Además, se pronunciará
sobre la posible omisión de las conclusiones del abogado general, si el asunto no plantea
cuestión de derecho nueva. Una vez concluidas estas actuaciones, se termina la fase
escrita del procedimiento.
Esta fase oral sirve de complemento a la fase escrita del procedimiento, pero es
de menor importancia. El vigente Reglamento de Procedimiento permite su supresión en
algunos casos. El artículo 44 bis y 120 del Reglamento de Procedimiento permiten la
supresión de la vista en los recursos directos si existe conformidad expresa de las partes,
en los recursos de casación siempre que no haya objeción de una parte basada en la
necesidad de completar sus argumentos mediante una exposición oral, y en las
cuestiones prejudiciales si los interesados no han solicitado la presentación de
observaciones orales.
El párrafo 4º del artículo 20 del Estatuto del TJUE dispone que «La fase oral
comprenderá la lectura del informe presentado por el Juez Ponente, la audiencia por
el Tribunal de Justicia de los agentes, asesores y abogados y las conclusiones del
Abogado General y, si ha lugar, el examen de testigos y peritos». La aplicación de este
precepto se ha alterado en la práctica.
Respecto al informe para la vista, cuya redacción compete al juez ponente y
que resume los hechos, motivos y alegaciones de las partes, no se lee en la vista, sino
que es enviado a los letrados de las partes tres semanas antes de la vista. Las
conclusiones del abogado general, que sólo existen en los asuntos que planteen
cuestiones de derecho nuevas, son siempre escritas y se presentan con posterioridad a la
celebración de la vista, por lo que no forman parte, en sentido estricto, de la fase oral del
procedimiento.
La finalidad de esta fase reside en la posibilidad de que los letrados de las partes
analicen sintéticamente los aspectos más complejos de los escritos procesales,
resaltando y clarificando ante los jueces y ante el abogado general los fundamentos de
sus pretensiones a la vez que permite a los jueces formular las cuestiones que
consideren necesarias a los letrados, lo que hacen en ocasiones en términos bastante
estrictos y apremiantes.
111
5.4.4. Conclusiones, deliberación y sentencia.
Desde un punto de vista formal, las conclusiones del abogado general forman parte de la
fase oral del procedimiento, pero en la práctica dichas conclusiones se sitúan en un
momento posterior del procedimiento. Los abogados generales sólo indican en la vista
la fecha de presentación de sus conclusiones, que se redactan por escrito y se
distribuyen entre los miembros del Tribunal antes de ser leídas en una vista posterior
por el abogado general presente en la misma. Y además ya no se realiza una lectura
completa del texto de las conclusiones, sino de la propuesta de solución presentada por
el abogado general a los jueces.
La lectura de las conclusiones supone la terminación del procedimiento y la entrada
del asunto en la fase de deliberación por parte de los jueces, con el fin de dictar
sentencia.
La sentencia supone la resolución normal de los procedimientos. El Tribunal utiliza los
autos para resolver los incidentes procesales, las peticiones de justicia gratuita o las
cuestiones de inadmisibilidad. Las deliberaciones de los jueces para elaborar la
sentencia se pueden iniciar de diferentes formas, según el criterio del juez ponente. Si
hay coincidencia con la solución propuesta por el abogado general, lo normal es la
elaboración por parte del juez ponente de un proyecto de sentencia que somete a los
demás jueces de la formación. En otros casos, se comienza mediante una nota de
introducción a la deliberación, con el fin de alcanzar una base de acuerdo para la
redacción del proyecto de sentencia.
Las deliberaciones son intensas porque no existe la figura de los votos particulares para
permitir a los jueces adoptar opiniones individuales u opiniones disidentes.
La sentencia tiene fuerza obligatoria y tiene el efecto de cosa juzgada desde el día de su
pronunciamiento. Puesto que el TJUE es una jurisdicción que resuelve siempre en
última instancia, sus sentencias no son recurribles ante ningún otro Tribunal, de manera
que contra ellas sólo pueden plantearse “recursos” de carácter extraordinario, como los
de revisión, interpretación de sentencia, oposición u oposición de tercero.
6. El Tribunal de Cuentas.
El Tribunal de Cuentas es una de las siete Instituciones de la Unión 17. Fue creado
por el Tratado de Bruselas de 22 de julio de 1975, por el que se modificaron
determinadas disposiciones financieras de los Tratados constitutivos de las
Comunidades Europeas y del Tratado por el que se crea un Consejo único y una
Comisión única de las Comunidades Europeas de 1965. Ha sido calificado como la
«conciencia financiera» de la Unión, al establecer el Tratado por el que fue creado un
régimen de financiación íntegra de las Comunidades Europeas mediante recursos
propios. Por consiguiente, la autonomía financiera llevó a la intensificación del control
financiero en la ejecución del presupuesto. Además del control externo del PE, los
Tratados han establecido otro sistema más de control externo no político a través del
Tribunal de Cuentas.
Originariamente no era Institución, pero con el Tratado de Maastricht su
categoría se elevó, por fin, a Institución de las Comunidades Europeas y con el Tratado
17
Vid. artículo 13 TUE.
112
de Ámsterdam también va a ser mencionado en el artículo 5 del Tratado de la Unión
Europea. El Tribunal de Cuentas fue desde su creación hasta el Tratado de Maastricht
de 1992, un órgano auxiliar de la coautoridad presupuestaria de la Unión (Consejo y
Parlamento Europeo).
Es, pues, una Institución de naturaleza administrativa y no judicial, que ejerce
funciones de control externo de las cuentas y de consulta que posee plena
independencia en el interés general de la Unión. Sin embargo, aunque es una Institución
en el sentido formal definido por el artículo 13 TUE, ese Tratado no define sus
funciones y se remite al Tratado de Funcionamiento, debido a que materialmente ejerce
sus tareas de control asistiendo al Parlamento y al Consejo.
6.2. Composición.
113
Por su parte, el Secretario General es el funcionario de mayor grado de la institución,
que es nombrado también por el Tribunal. El Secretario es el responsable de la
secretaría del Tribunal, y tiene como tareas la gestión del personal y de la
administración del mismo, incluida la formación profesional y el servicio de traducción,
así como de cualquier otra tarea que el Tribunal le encomiende.
El funcionamiento interno de este órgano de control externo se basa en la colegialidad y
en la división de trabajo. De este modo, a cada miembro se le confía un sector
específico de verificación y control, aunque tienen el deber de estar informados de los
otros sectores de control. Finalmente, los informes por sector se estudian de modo
colegiado, resultando en un dictamen o informe de carácter definitivo, que se aprueba
por mayoría de sus miembros. Con estos dictámenes o informes, el Tribunal de Cuentas
no pretende sino contribuir a mejorar la gestión financiera de los fondos de la UE en
todos los niveles, garantizando a los ciudadanos de la Unión la optimización de dichos
recursos.
6.4. Competencias.
La institución que nos ocupa posee una serie de competencias de gran amplitud, puesto
que, junto con la función básica de examinar las cuentas de la totalidad de los ingresos y
gastos de la UE, es decir, fiscalizar la utilización de la voluminosa masa presupuestaria
por organismos nacionales y de la Unión (art. 287.1 TFUE), posee la facultad de asistir
a la Autoridad Presupuestaria. Así el informe anual del Tribunal de Cuentas es tomado
en cuenta de modo fundamental en la decisión del Parlamento Europeo de aprobar o
desaprobar la gestión presupuestaria de la Comisión.
a) Competencia fiscalizadora.
114
también la regularidad de la operación, es decir, si ha quedado reflejada
correctamente desde un punto de vista contable. Por el contrario, el criterio de
buena gestión financiera no obedece a criterios jurídicos, sino que se trata de
apreciaciones sobre el buen juicio de la operación tanto desde la perspectiva de
la oportunidad política o económica, criterios éticos, la adecuada organización
interna y el funcionamiento de los controles internos, la adecuación a los
objetivos perseguidos, su coherencia con otras acciones, etc.
El control que lleva a cabo el TC es a posteriori, es decir, en el momento final
de la operación cuando ya hay un pago o transferencia en un ejercicio cerrado;
pero no excluye que los controles puedan efectuarse antes del cierre de las
cuentas del ejercicio presupuestario, lo que facilita la rectificación de cualquier
irregularidad.
El control se realiza también sobre la documentación contable, y, si fuera
necesario, también se puede desplazar al lugar mismo de ejecución del gasto,
ya sea en los servicios administrativos de la Unión como de las
Administraciones públicas en los servicios administrativos de la Unión como
de las Administraciones públicas de los Estados miembros o en las
dependencias de cualquier persona física o jurídica que perciba fondos del
presupuesto. Este control en el territorio de los Estados miembros se efectuará
en coordinación con las Instituciones de control nacional u organismos
competentes, sobre todo para no gravar las estructuras administrativas de la
Unión de control y para hacerlas más eficaces. Las Instituciones y los Estados
se comprometen a suministrar todo documento y toda información necesaria al
cumplimiento de su misión (artículo 287.3 TFUE).
El resultado global de sus actividades de control se recoge en el Informe
Anual que debe realizar después del cierre de cada ejercicio (art. 287.4 TFUE).
La realización del Informe exige un comportamiento coordinado de las
Instituciones y órganos conforme a un calendario fijado por el Reglamento
financiero.
El Tribunal de Cuentas envía a las Instituciones y órganos auxiliares las
observaciones que cree deberán figurar en el Informe anual. Aquéllas tienen un
plazo para enviar sus respuestas. El Informe anual, junto con las respuestas de
las Instituciones, se publica en el Diario Oficial de la UE.
b) Competencia consultiva.
115
En consecuencia, cabe concluir que la incidencia del trabajo del Tribunal de
Cuentas en el presupuesto comunitario es importante, puesto que dicho trabajo
redunda en la elaboración de una serie de documentos relevantes, que son los
siguientes:
Con la entrada en vigor del TUE en 1993 tuvo lugar el establecimiento de una Unión
Económica y Monetaria (UEM). El proceso de unión monetaria se identifica en su
esencia con el Banco Central Europeo (BCE) y con el Sistema Europeo de Bancos
Centrales (SEBC) (art. 282 TFUE).
La UEM debía realizarse por etapas. En el Consejo Europeo de Madrid de junio de 1989
se aprobó su calendario, que constaba de tres fases:
- 1ª fase: 1 de julio de 1990.
- 2ª fase: 1 de enero de 1994.
- 3ª fase: 1 de enero de 1999.
El objetivo de la 1ª fase era la completa liberalización de los movimientos de capital
entre los Estados miembros. La 2ª fase suponía asumir unos planes de convergencia
para conseguir la estabilidad económica de los países que iban a tener una moneda
común. La 3ª fase significó la fijación definitiva de los tipos de cambio de las monedas
de los Estados que iban a participar en la fase última de la unión monetaria. Se creó una
moneda única común para todos esos países participantes: el euro. A partir del 1 de
enero de 2002 las monedas nacionales fueron sustituidas por el euro.
Para regular la 2ª fase se creó el Instituto Monetario Europeo, que puso las bases para
la creación del futuro Banco Central Europeo.
Su creación data del 1 de junio de 1998. Se encuentra regulado en los artículos 127 a
133 y 282 a 284 del TFUE, además de en un Protocolo (nº 4) adicional anexo al TFUE
titulado «Sobre los Estatutos del SEBC y del BCE».
La 3ª fase dio comienzo el 1 de enero de 1999. Durante esta fase se fijaron
definitivamente los tipos de cambio de las monedas de los Estados participantes desde
el principio de la fase definitiva de la unión monetaria. En ella se creó una moneda
única para todos estos países (el euro). A partir del 1 de enero de 2002 las monedas
nacionales de los doce primeros países que participaron en este proceso fueron
sustituidas por el euro. Otro hecho importante de esta fase es la creación del Banco
Central Europeo (BCE), cuya principal función es elaborar una política monetaria única
para los Estados que comparten esa moneda común.
La sede del BCE se halla en Francfort (Alemania), de acuerdo con la Decisión tomada
por los Jefes de Estado y de Gobierno de los Estados miembros el 29 de octubre de
116
1993. Posee personalidad jurídica propia. El Tratado de Lisboa lo incluye entre las
instituciones de la UE (art. 13 TUE). Posee autonomía financiera y personalidad jurídica
propia, por lo que la Unión no se responsabiliza de los daños que pueda causar el BCE
(vid. art. 340 TFUE). El último presidente ha sido Mario Draghi desde el 1 de
noviembre de 2011, quien ha sido sustituido por Christine Lagarde a partir del 31 de
octubre del año 2019.
Hay que hacer mención del Sistema Europeo de Bancos Centrales (SEBC), conjunto
institucional formado por los bancos centrales de todos los Estados miembros, en el
que se integra el BCE. Tenemos que mencionar el “Eurosistema”, constituido por el
BCE y los bancos centrales de los Estados miembros cuya moneda es el euro. Los
bancos centrales nacionales siguen existiendo y mantienen su personalidad jurídica. Los
principios por los que se rige son los de jerarquía y descentralización. De acuerdo con
el primer principio, el BCE ocupa la cima de esta estructura institucional, puesto que los
bancos centrales nacionales se ajustan a las orientaciones e instrucciones del BCE. Los
bancos centrales pueden ser llevados ante el TJUE por el BCE. De acuerdo con el
segundo principio, el BCE recurrirá a los bancos centrales nacionales para la ejecución
de operaciones que correspondan a las funciones del SEBC (art. 12.1, in fine de los
Estatutos).
El SEBC lo componen el BCE y los bancos centrales nacionales de los distintos Estados
miembros, en el que se incluyen también los bancos centrales de los Estados miembros
“sometidos a una excepción”, que son los que no participan en la zona euro. De acuerdo
con ello, está compuesto por veintinueve entidades con personalidad jurídica propia.
Podemos distinguir los siguientes órganos del BCE, que los son igualmente del SEBC.
El Consejo de Gobierno: compuesto por los miembros del Comité Ejecutivo y por los
Gobernadores de los bancos centrales nacionales de los Estados miembros cuya moneda
es el euro (art. 283.1 TFUE). Es el órgano más importante del SEBC. Se encarga
principalmente de adoptar las orientaciones y decisiones necesarias para garantizar
el cumplimiento de las funciones del SEBC y de formular la política monetaria de
la Unión.
En cuanto al procedimiento de votación, hay que decir que depende de la cuestión que
se trate. La regla general es la mayoría simple, disponiendo cada miembro de un voto.
El Presidente disfruta de un voto de calidad en caso de empate. Este procedimiento se
modifica si el número de gobernadores en el Consejo de Gobierno no excede de
dieciocho.
Hay que mencionar también el sistema de voto ponderado, donde los votos de los
distintos miembros del Consejo de Gobierno dependen de la participación que cada
banco central nacional tenga en el capital suscrito del BCE.
El Estatuto contempla también supuestos en los que la decisión debe tomarse por
mayoría de dos tercios del Consejo de Gobierno y un caso en el que se exige la
unanimidad de los mismos.
El Comité Ejecutivo: compuesto por un Presidente, un Vicepresidente y cuatro
miembros más. El período de su nombramiento es de ocho años, por el Consejo
Europeo por mayoría cualificada, con base en una recomendación del Consejo y tras
consulta previa al Parlamento Europeo. Este mandato no es renovable.
Le corresponde la función de poner en práctica la política monetaria siguiendo las
orientaciones y decisiones emanadas del Consejo de Gobierno, dando instrucciones a
los bancos centrales nacionales. Igualmente, prepara las reuniones del Consejo de
Gobierno y la gestión ordinaria del BCE. Puede desempeñar aquellas funciones que le
delegue el Consejo de Gobierno.
117
Las decisiones que adopta el Comité Ejecutivo se realizan mediante el procedimiento de
mayoría simple. Cada miembro del órgano posee un voto y el Presidente, en caso de
empate, tiene la capacidad de un voto decisivo.
El Consejo General: existirá este órgano si hay Estados miembros que se acojan a una
excepción. Compuesto por el Presidente y el Vicepresidente del BCE y por los
Gobernadores de todos los bancos centrales nacionales de los Estados miembros. El
resto de los miembros del Comité Ejecutivo pueden participar en las reuniones del
Consejo General, pero sin derecho a voto. También pueden participar en las reuniones
de este órgano el Presidente del Consejo y un miembro de la Comisión pero sin derecho
a voto. La principal función que desempeña es constituir un foro de cooperación que
mantenga vinculados a la política monetaria de la Unión a los Estados miembros
que estén acogidos a una excepción. Sus funciones están recogidas en al art. 47 del
Estatuto. Es un órgano de carácter transitorio con un número limitado de competencias
y con la función principal de tratar de inducir a los Estados miembros acogidos a una
excepción a participar con carácter pleno en la tercera fase de la UEM.
El Presidente del BCE preside las reuniones de los tres órganos que acabamos de ver,
dispone del voto de calidad para resolver los empates en las votaciones y es la persona
que compromete legalmente al BCE frente a terceros, además de desempeñar la función
de representar a esta Institución en el exterior.
El Consejo de Supervisión. Este órgano está compuesto por un Presidente, un
Vicepresidente (elegido entre los miembros del Comité Ejecutivo), cuatro
representantes del BCE y un representante de la autoridad nacional competente en
materia de supervisión de cada Estado miembro participante en el Mecanismo Único de
Supervisión18. El Presidente y el Vicepresidente son nombrados por el Consejo por
mayoría cualificada, a propuesta del BCE y previa aprobación del Parlamento Europeo.
El Consejo de Supervisión es el encargado de elaborar y ejecutar las funciones de
supervisión prudencial atribuidas al BCE. No obstante, el órgano formalmente decisorio
en materia de supervisión es el Consejo de Gobierno, ya que el Consejo de Supervisión
se limita a presentarle “proyectos completos de decisiones para su adopción por éste”.
Se ha previsto que el Consejo de Supervisión adopte sus decisiones por mayoría simple,
disponiendo cada miembro de un voto.
18
El Mecanismo Único de Supervisión (MUS) es un sistema de supervisión bancaria en Europa. Está
integrado por el BCE y las autoridades supervisoras competentes de los países de la UE participantes.
Sus objetivos principales son:
velar por la seguridad y la solidez del sistema bancario europeo
potenciar la integración y la estabilidad financieras en Europa
asegurar la coherencia de la supervisión
118
Mantenimiento de la estabilidad de precios (arts. 127.1 y 282.2 TFUE y art. 2 de los
Estatutos).
Apoyo a las políticas económicas generales en la Unión (arts. 127.1 TFUE y 2 de los
Estatutos).
Favorecer una eficiente asignación de recursos de conformidad con los principios
establecidos en el artículo 119 TFUE.
Funciones:
Las funciones se hallan expresadas en los arts. 3 y ss. de los Estatutos y en el artículo
127.2 TFUE, correspondiendo éstas al BCE y a los bancos centrales nacionales. Son las
siguientes:
Su principal función es definir y ejecutar la política monetaria de la Unión (es una
competencia exclusiva de la Unión, vid. art. 3.1.c TFUE). La política monetaria engloba
una serie de poderes como la apertura de cuentas en el BCE y en los bancos centrales
nacionales a entidades públicas, las operaciones tanto de cambio como de crédito en el
mercado abierto, el establecimiento de reservas mínimas para las entidades de crédito
establecidas en los Estados miembros y la realización de determinadas operaciones
financieras exteriores.
La segunda función consiste en realizar operaciones de cambio de divisas. Se
incluyen también las operaciones con monedas de aquellos Estados miembros que no
participan en la tercera fase de la UEM.
Capacidad para poseer y gestionar las reservas oficiales de divisas de los Estados
miembros (arts. 127.2 TFUE y 30.1 de los Estatutos).
La promoción de un buen funcionamiento del sistema de pagos en la Unión
(arts.127. TFUE y 3.1 de los Estatutos). La concreción de esta función la realiza el
artículo 22 de los Estatutos al decir que “el BCE y los bancos centrales nacionales
podrán proporcionar medios y el BCE dictar reglamentos, destinados a garantizar unos
sistemas de compensación y liquidación eficientes y solventes dentro de la Unión, así
como con otros países”.
Además de las funciones señaladas se pueden mencionar otras: el control sobre la
emisión de billetes de banco y de moneda metálica en la Unión (art. 128 TFUE y 16
de los Estatutos), funciones de recopilación de información estadística (art. 5 de los
Estatutos), función consultiva del BCE (art. 127. 4 TFUE y 4 de los Estatutos) y la
contribución a la «buena gestión de las políticas que lleven a cabo las autoridades
competentes con respecto a la supervisión prudencial de las entidades de crédito y la
estabilidad del sistema financiero».
En todas estas funciones las personas que integran los órganos rectores están obligados
por la exigencia de confidencialidad (art. 37.1 de los Estatutos) en relación con la
información sometida a secreto profesional.
Las cuentas financieras del SEBC están excluidas del presupuesto de la Unión,
indicador de la independencia del Eurosistema.
119
Además de los actos típicos antes citados, el BCE puede adoptar orientaciones e
instrucciones dirigidas a los bancos centrales nacionales que deben cumplir
obligatoriamente (arts. 12.1 y 14.3 de los Estatutos). Las orientaciones tienen un
carácter más general, dejando una cierta discrecionalidad a sus destinatarios; las
instrucciones son de naturaleza más concreta y con un carácter más ejecutivo.
b) Poder sancionador: este poder está reconocido en el artículo 34.3 de los Estatutos.
El marco normativo dentro del cual se desarrolla esta competencia sancionadora
está regulado por el Reglamento 2532/98, modificado por el Reglamento (UE)
2015/159 del Consejo de 27 de enero de 2015. Este Reglamento recoge un
mecanismo de investigación que tiene carácter contradictorio y susceptible de
revisión judicial y en el que participan los bancos centrales nacionales
121
El CES no experimenta cambios notables en el Tratado por el que se establece una
Constitución para Europa, salvo tal vez por el hecho de que el Comité de las
Regiones es citado y regulado antes, en reconocimiento a la importancia política de
su composición.
1.2. Composición
Bélgica 12 Lituania 9
Bulgaria 12 Luxemburgo 6
Chequia 12 Hungría 12
Dinamarca 9 Malta 5
Alemania 24 Países Bajos 12
Estonia 7 Austria 12
Irlanda 9 Polonia 21
Grecia 12 Portugal 12
España 21 Rumanía 15
Francia 24 Eslovenia 7
Croacia 9 Eslovaquia 9
122
Italia 24 Finlandia 9
Chipre 6 Suecia 12
Letonia 7
1.3. Representación
124
1.5. Competencias
125
El CES debe ser consultado en las siguientes materias previstas en Tratado de
Funcionamiento de la UE:
126
responsabilidad clave de control del principio de subsidiariedad y le otorga cierta
legitimación activa ante el Tribunal de Justicia.
El CdR podrá recurrir al Tribunal de Justicia con el fin de salvaguardar sus
prerrogativas (artículo 263 del TFUE). Dicho de otro modo, puede iniciar un proceso
ante el Tribunal de Justicia si considera que no se le ha consultado cuando debería
haberse hecho o si los procedimientos de consulta no se han aplicado correctamente
(anulación de actos).
El derecho a interponer un recurso en virtud del artículo 8 del Protocolo (n.º 2) sobre la
aplicación de los principios de subsidiariedad y proporcionalidad, anejo al Tratado
de Lisboa, en el caso de que los procedimientos de consulta no se hayan aplicado
correctamente, permite al Comité de las Regiones instar al Tribunal de Justicia a que
compruebe si un determinado acto legislativo que incide en el ámbito de competencias
del Comité cumple el principio de subsidiariedad.
El CdR está compuesto por representantes de las regiones y de los entes locales. El
número total de miembros y el reparto por Estados miembros coincide plenamente con
lo previsto para el Comité Económico y Social.
Con arreglo a lo dispuesto en la Decisión (UE) 2019/852 del Consejo, de 21 de mayo de
2019, el CdR está compuesto por 329 miembros y un número idéntico de suplentes,
repartidos como hemos tenido ocasión de ver más arriba cuando hablamos del Comité
Económico y Social.
Para el período del 26 de enero de 2020 al 25 de enero de 2025, el Consejo ha adoptado
la Decisión (UE) 2019/2157, de 10 de diciembre de 2019, por la que se nombran
miembros y suplentes del Comité de las Regiones. El 20 de enero de 2020, el Consejo
adoptó la Decisión (UE) 2020/102 por la que también se nombran los miembros y
suplentes que fueron propuestos por los respectivos Estados miembros después del 20
de diciembre de 2019.
Hay que resaltar que el Comité representa a las regiones y a los entes locales; constituye
la dimensión institucional del principio de subsidiariedad. Sin duda, las regiones
hubieran preferido no compartir la representación de los organismos subestatales con
los entes locales e, incluso, excluir a otras regiones de diferente nivel competencial o sin
nivel competencial en los Estados no regionalizados; pero los Estados han querido dar
un papel moderador a los municipios pues son el escalón más inmediato en el que cobra
realidad el principio de subsidiariedad.
Por otro lado, no todos los Estados miembros tienen la misma organización político-
administrativa; algunos carecen de división regional o si existen las regiones
administrativas no son comparables con las regiones de Estados federales o
semifederales como Alemania, Austria, Bélgica, España o Italia. El Comité de las
Regiones tiene una composición heterogénea por lo que respecta a las regiones mismas;
y además tiene que debatir y consensuar sus opiniones con los municipios.
La dual representatividad del CdR no puede alterar el derecho de autoorganización
político-jurídica (principio de la identidad nacional que ha de respetar la UE), es decir,
si un Estado miembro no está estructurado en regiones – o niveles similares – no puede
verse obligado a proponer representantes regionales y la propuesta recaerá en los entes
locales.
127
Pero si un Estado miembro está organizado mediante entes regionales y locales, en la
propuesta nacional y en la posterior Decisión del Consejo de la Unión se ha de tener en
cuenta la vinculación de la representatividad de los nombrados con los entes regionales
y con los entes locales.
El Tratado, tras la reforma de Niza, ha precisado que sus miembros deberán ser
titulares de un mandato electoral o que ostenten responsabilidad política ante una
asamblea elegida (actual art. 300.3 TFUE). También ese precepto exige que si termina
su mandato electoral o ya no responde ante una asamblea política su mandato concluirá
automáticamente.
Los Gobiernos proponen los candidatos titulares y los suplentes; en España, el Senado
acordó que, de los veintiún miembros, diecisiete fueran representantes propuestos
por la Comunidades Autónomas y los cuatro restantes por la Federación Española
de Municipios y Provincias (FEMP) (año 1993). El Consejo hace el nombramiento
formal por unanimidad, a propuesta de la Comisión, aunque es un mero formulismo
pues el Consejo adopta la lista que le proponen los Estados miembros.
La organización y el estatuto del CdR sigue el modelo del CES: los miembros no
tendrán mandato imperativo y ejercerán sus funciones con absoluta independencia
velando por el interés general de la Comunidad; el mandato será por cinco años
(renovable) y elegirán a su Presidente (por dos años y medio).
El CdR asiste a la Comisión, al Consejo y al PE en sus respectivas competencias
normativas.
Hay seis “comisiones” encargadas de estudiar las distintas políticas y elaborar los
dictámenes que se debaten en el pleno:
Política de Cohesión Territorial
Política Económica y Social
Educación, Juventud, Cultura e Investigación
Medio Ambiente, Cambio Climático y Energía
Ciudadanía, Gobernanza y Asuntos Institucionales y Exteriores
Recursos Naturales
128
- transportes (art. 91);
- empleo (arts. 148 y 149);
- política social (art. 153); Fondo Social Europeo (art. 164); formación profesional (art.
166.4);
- educación (art. 165.4);
- cultura (art. 167);
- salud pública (art. 168);
- redes transeuropeas (art. 170);
- medio ambiente (art. 192);
- cohesión económica y social: acciones necesarias fuera de los fondos (art. 175);
normas generales (art. 177); decisiones de aplicación relativas al FEDER (art. 178).
129
se refería a un ámbito que debía ser decidido mediante codecisión. Otra puntualización
importante es que la codecisión sólo se preveía para determinadas materias del antiguo
Tratado de la Comunidad Europea. En la posterior reforma introducida por el Tratado
de Ámsterdam se incrementaron en una quincena los ámbitos que pasaron a ser
decididos conjuntamente por el Consejo y el Parlamento Europeo. Tras las reformas
introducidas por el Tratado de Lisboa se amplían los ámbitos materiales y el número de
las normas que se aprobarán por el procedimiento legislativo ordinario.
El Tratado de la Unión Europea, tal como ha sido modificado por el Tratado de Lisboa,
ha abordado la distinción entre la función legislativa, que atribuye de forma conjunta
al Parlamento Europeo y al Consejo (arts. 14 y 16 TUE), y la ejecutiva o no legislativa,
que atribuye, por separado, al Consejo, a la Comisión y a otras Instituciones,
entendiendo que en lo no establecido corresponde a los Estados miembros (art. 291.1
TFUE). Esa distinción expresa, entre la función legislativa y la ejecutiva, aporta
transparencia a las funciones de las Instituciones y al sistema de actos.
La función legislativa parte de un concepto que no se describe en el Tratado y que habrá
que deducir del contexto general de los Tratados de la Unión como la capacidad de
decidir los elementos esenciales de un régimen jurídico en un ámbito dado,
estableciendo los principios que lo rigen, los objetivos generales y los elementos
esenciales que conllevan las opciones políticas fundamentales.
Desde el punto de vista sustantivo, un acto legislativo debe expresar las opciones
políticas fundamentales, los elementos esenciales del régimen jurídico en cuestión, los
objetivos generales y los principios que lo rigen. Necesariamente su base jurídica tiene
que estar prevista directamente en el Tratado (principio de atribución de competencias).
El Tratado de Lisboa proclama que son actos legislativos los adoptados mediante un
procedimiento legislativo, ya sea ordinario, ya sea especial (art. 289.3 TFUE). La
definición es formal y esa categorización viene condicionada por el procedimiento de
adopción. Este procedimiento rige para la adopción de actos en las materias que el TUE
y el TFUE reservan expresamente a este procedimiento. Emulando la práctica interna
hay, pues, materias de “reserva de acto legislativo”.
La distinción entre funciones conlleva racionalizar los procedimientos de la Unión a
este respecto; permite una mayor lógica de la toma de decisiones y, por tanto, una
mayor transparencia de dicho proceso para los ciudadanos responsabilizando al
Parlamento y al Consejo de las decisiones más importantes. La tarea de los
colegisladores debería concentrarse en la definición de grandes objetivos y principios de
la legislación de la Unión más que en disposiciones detalladas y de carácter técnico, que
se corresponderían con la función ejecutiva.
Los actos legislativos, cualquiera que sea el procedimiento – ordinario o especial- de
adopción, pueden ser cualquiera de los tres tipos bien conocidos: reglamento, directiva
y decisión.
130
Se aprueban, pues, conjuntamente por el Parlamento Europeo y por el Consejo con
participación paritaria de los dos cuerpos legislativos, mediante un sistema de doble
lectura o debate. Este procedimiento se caracteriza por su transparencia y carácter
público tanto en el Parlamento como en el Consejo (art. 294 TFUE).
Desde el Tratado de Maastricht ha sido y seguirá siendo una característica determinante
de los actos legislativos de la Unión el hecho de que no se puede aprobar una norma
legislativa sin el acuerdo del Parlamento Europeo. La garantía de la legitimidad
democrática de las normas de codecisión o del procedimiento legislativo ordinario del
artículo 294 TFUE significa que la ciudadanía de la Unión tiene asegurado que no se
puede adoptar ninguna norma legislativa que, además de la mayoría cualificada del
Consejo -en determinados casos, la unanimidad-, no tenga la aprobación mayoritaria del
Parlamento. Los actos legislativos ordinarios se aprueban, con carácter general, por
mayoría del Parlamento y por la mayoría cualificada del Consejo prevista en el Tratado,
salvo que se establezca expresamente la unanimidad (art. 16.3 TUE).
Los ámbitos sujetos al procedimiento legislativo ordinario son muy numerosos; más de
noventa preceptos contienen las bases jurídicas para adoptar actos legislativos
ordinarios en materias muy diversas y fundamentales como no discriminación,
ciudadanía, mercado interior, espacio de libertad, seguridad y justicia,
aproximación de legislaciones, transportes, empleo, cooperación aduanera, política
social, igualdad de oportunidades y de trato, protección de consumidores, redes
transeuropeas, cohesión económica y social, investigación y desarrollo, medio
ambiente, cooperación al desarrollo, transparencia, lucha contra el fraude, etc.
Hay que recordar que, a veces, en un mismo ámbito material pueden coexistir varios
procedimientos de decisión, de modo que la adopción de los principios o líneas básicas
de un sector se aprueben en procedimiento legislativo ordinario, mientras que acciones
concretas se adoptan mediante procedimientos legislativos especiales o mediante actos
no legislativos con consulta al Parlamento Europeo.
La primera lectura
131
o varias comisiones del Parlamento en función de la complejidad y diversidad de
ámbitos afectados; una comisión será la que emita el informe principal.
Con carácter previo, cada comisión parlamentaria deberá examinar la
pertinencia del fundamento jurídico y su respeto a los principios de subsidiariedad,
proporcionalidad y respeto a los derechos fundamentales. También debe estudiar sus
repercusiones financieras, así como velar por la calidad de la redacción y mejorarla si
fuera necesario.
Después será examinada la propuesta de resolución legislativa por el
Pleno. Éste vota, en primer lugar, las enmiendas, después la propuesta, modificada en
su caso. La «resolución legislativa» del PE es la declaración por la que el PE aprueba o
propone enmiendas a la propuesta de la Comisión: es la posición del PE en primera
lectura (art. 294.3 TFUE).
132
El COREPER, al examinar el trabajo de los comités, confirma, si lo cree
procedente, los puntos que ya fueron aceptados por las delegaciones a nivel de grupo. El
COREPER centra su debate sobre aquellos otros aspectos que no alcanzaron un acuerdo
en los grupos de trabajo.
Tanto en sus reuniones formales como en todos los contactos, el COREPER
tratará de alcanzar nuevos acuerdos sobre la propuesta de la Comisión o bien posiciones
consensuadas o unánimes en torno a una modificación de la propuesta; también, en
ocasiones, sugerirá a la Comisión la modificación pertinente que permitirá un acuerdo
mayoritario sobre su propuesta.
Mientras está preparando su posición le llega la posición del
Parlamento Europeo. Jurídicamente el Consejo se pronuncia sobre la posición del
Parlamento e indirectamente sobre la propuesta misma de la Comisión. Luego, la
votación del Consejo sólo se puede producir una vez que ha llegado la posición del
PE.
El Consejo va a deliberar y decidir a partir de la preparación de su posición
por el COREPER. Las reuniones del Consejo, semanales, se desarrollan conforme a un
orden del día preparado por el COREPER y dividido en dos Partes: la Parte A y la Parte
B.
Un punto en la Parte A del orden del día del Consejo significa que el
COREPER recomienda al Consejo que los apruebe de forma global y automática,
sin entrar en su discusión. Cuando el COREPER incluye una propuesta en la Parte B
recomienda al Consejo que delibere y decida sobre aspectos de una propuesta que
no reúne la mayoría necesaria de las delegaciones en los grupos de trabajo ni en el
COREPER. También le puede estar recomendando que mantenga un debate de
conjunto sobre un sector o política de la Unión. En los puntos B también puede haber
votación en esa sesión si el orden del día así lo expresa.
El Consejo tiene dos opciones ante la posición del Parlamento Europeo:
133
b) No aprobar la posición del Parlamento y presentar enmiendas. Las
enmiendas del Consejo a la propuesta de la Comisión necesitan una
votación por unanimidad del Consejo (art. 293.1 TFUE). La posición
del Consejo puede incluir parte de las enmiendas del PE – aceptadas o
no por la Comisión- pero no todas. El Consejo tampoco tiene plazo en
su primera lectura. El Consejo transmite su posición al PE.
La segunda lectura
En esta segunda fase tanto el Parlamento Europeo como el Consejo tienen un plazo
de tres meses ampliables a un mes a petición de cualquiera de dichas Instituciones.
134
correcciones o modificaciones. Después se firma por los dos Presidentes y se
publica en el Diario Oficial.
b) Pero si no aprueba todas las enmiendas del Parlamento, el Presidente del
Consejo tiene que convocar necesariamente el Comité de Conciliación, de
acuerdo con el Presidente del Parlamento Europeo: es un órgano mixto
compuesto por tantos representantes gubernamentales como Estados miembros y
el mismo número de parlamentarios.
En el seno del Comité de Conciliación y durante seis semanas (prorrogable a dos
más), los trabajos se centrarán exclusivamente en las enmiendas propuestas por
el PE y en la posición del Consejo. En esta fase la Comisión ya no podrá
modificar su iniciativa, aunque participará activamente propiciando el acuerdo
entre los dos legisladores.
135
Hay que señalar que los procedimientos legislativos especiales son muy casuísticos, ya
sea en materia de iniciativa, ya de consultas o de votación; caso por caso, se marca el
itinerario que seguirá cada acto, frente a la uniformidad del procedimiento ordinario.
Se prevén tres actos legislativos del Parlamento Europeo en los siguientes preceptos y
con estas características procedimentales:
Cada año y en vistas al presupuesto del año siguiente, cada Institución establece
antes del 1 de julio un estado de los gastos previstos y lo remite a la Comisión.
La Comisión reelabora con estos datos unas «previsiones» en un anteproyecto de
presupuesto que comprende:
- las previsiones realizadas por cada Institución.
- un dictamen de la Comisión, dando su opinión sobre aquéllas y,
eventualmente, conteniendo previsiones diferentes.
- una previsión de ingresos y gastos.
136
El proyecto se presenta por la Comisión al Parlamento y al Consejo, a más
tardar, el 1 de septiembre del año que precede al de su ejecución (art. 314.2
TFUE). La Comisión puede modificar su proyecto hasta la convocatoria del
Comité de Conciliación. El Consejo tiene un plazo máximo hasta el 1 de
octubre.
El Consejo examina el proyecto en primer lugar y en primera lectura. Si tuviera
intención de apartarse del proyecto o de las previsiones realizadas por otras
Instituciones, consultará a la Comisión y, en su caso, a las Instituciones
afectadas. Esta consulta no le compromete a nada, pero tiene obligación de
hacerla – forma sustancial del procedimiento presupuestario- cuando pretenda
apartarse del proyecto.
El Consejo adopta su posición sobre el presupuesto por mayoría cualificada.
Antes de llegar a la votación se busca el consenso, pero cuando llega la fecha
límite de envío al PE se hacen las votaciones. Una vez aprobada su posición, el
Consejo se lo envía al Parlamento Europeo junto con un informe.
Desde el envío del proyecto de presupuesto, el Parlamento Europeo dispone de
cuarenta y dos días para su examen en primera lectura. A resultas de su
examen, el Parlamento tiene varias opciones:
137
- Si lo rechazan ambas Instituciones o sólo una de ellas con el silencio de la otra,
entonces se entenderá rechazado, debiendo presentar la Comisión un nuevo
proyecto.
- Si el Parlamento lo rechaza y el Consejo lo aprueba, también deberá presentar
un nuevo proyecto la Comisión.
- Si el Parlamento lo aprueba y el Consejo lo rechaza, el Parlamento tiene
catorce días desde la fecha del rechazo en el Consejo para decidir por tres
quintas parte de los votos emitidos y por mayoría absoluta de los miembros que
lo componen (es una doble mayoría de “responsabilidad”) que confirma sus
enmiendas. Si no se logra esa mayoría tan exigente, se mantendrá la línea
acordada por el Comité de Conciliación y se considerará definitivamente
adoptado. Significa que el Parlamento acepta el texto modificado por el Consejo.
138
ii) acuerdo de adhesión de la Unión al Convenio Europeo para la Protección de los
Derechos Humanos y de las Libertades Fundamentales;
iii) acuerdos que creen un marco institucional específico al organizar procedimientos
de cooperación;
iv) acuerdos que tengan repercusiones presupuestarias importantes para la Unión;
v) acuerdos que se refieran a ámbitos a los que se aplique el procedimiento legislativo
ordinario o, si se requiere la aprobación del Parlamento Europeo, el procedimiento
legislativo especial.
En caso de urgencia, el Parlamento Europeo y el Consejo podrán convenir en un plazo
para la aprobación.
c) previa consulta al Parlamento Europeo en los demás casos. El Parlamento
Europeo emitirá su dictamen en un plazo que el Consejo podrá fijar según la
urgencia. De no haberse emitido un dictamen al término de dicho plazo, el Consejo
podrá pronunciarse.
139
1. El Derecho Comunitario originario: Rasgos específicos. 2. El Derecho
Internacional. 3. Los principios generales del Derecho. 4. El Derecho Comunitario
derivado. Los actos típicos: A) El reglamento; B) La directiva; C) La decisión; D)
Dictámenes, y recomendaciones; E) Los actos atípicos. 5. La costumbre comunitaria.
140
Parlamento Europeo por sufragio universal directo firmada en Bruselas el 20 de
septiembre de 1976.
Igualmente, algunas modificaciones parciales son llevadas a cabo por:
Pero las modificaciones generales por excelencia son las llevadas a cabo mediante el
procedimiento de revisión contemplado en los Tratados constitutivos y que, tras los
trabajos de las correspondientes Conferencias Intergubernamentales, desembocaron
en:
b)Un segundo núcleo de modificaciones del Derecho originario, proveniente de los actos
de naturaleza convencional que se producen con motivo de las adhesiones de nuevos
Estados miembros o para poner término a su aplicación.
141
El primero ha cobrado una relevancia excepcional como consecuencia de las seis
ampliaciones de que han sido objeto las Comunidades Europeas (las tres primeras) y la
Unión europea (las tres últimas). La segunda situación, la terminación del Tratado,
sólo ha tenido lugar de manera excepcional en relación con Groenlandia, pero en
cualquier caso hubo de ser canalizado a través del procedimiento de revisión antes
aludido. Estos actos convencionales son:
142
Junto a esta diversificación de las normas originarias de la Unión, hay que añadir los
actos que pueden adoptarse en la PESC. Aquí permanece un modelo menos integrado
y la peculiar atribución de competencias, debilitan todavía más los factores de
unificación. El artículo 40 TUE establece claramente la diversidad y autonomía de los
procedimientos previstos para la PESC (Título V del TUE) y las otras competencias de
los artículos 3 a 6 del TFUE. A pesar de que el artículo 24 TUE excluye la
competencia del TJ sobre el pilar PESC (Título V del TUE), sí se la reconoce sobre el
respeto del artículo 40 TUE y del control de legalidad de las medidas restrictivas que
afecten a personas físicas.
La complejidad y disfuncionalidad derivada de esta pluralidad y diversidad de las
normas constitutivas de la Unión Europea se agrava todavía más por la introducción
de ciertos grados de diversificación en las obligaciones. Destacan los introducidos por
el Protocolo 15 sobre determinadas disposiciones relativas al Reino Unido de Gran
Bretaña e Irlanda del Norte, o las excepciones en varias materias para Dinamarca,
recogidas en el Protocolo 22, o el Protocolo 19 sobre el acervo de Schengen integrado
en el marco de la Unión Europea, o el Protocolo (nº 30) de Polonia y Reino Unido
excluyéndose de la aplicación de la Carta de Derechos Fundamentales de la UE, etc.
b) Supremacía. Nos referimos a la que tienen las normas constitutivas sobre las derivadas
y la consecuente subordinación de éstas a aquellas. Quiere decir esto que la norma
constitutiva confiere al Derecho derivado su fundamento, alcance y límites. No
existe en el ordenamiento jurídico de la Unión una determinación expresa de la
jerarquía normativa ni siquiera en la relación entre la norma constitutiva y la derivada.
Esta supremacía está implícita, se infiere de una norma de alcance general y de los
procedimientos previstos para el control jurisdiccional del respeto de la norma
constitutiva, de la actividad de la Unión en la conclusión de acuerdos internacionales y
del mecanismo mismo de revisión de las normas constitutivas.
El artículo 5 TUE ofrece una norma de alcance general. Al sujetar el ejercicio de
las competencias de las Instituciones a las condiciones y fines previstos en las normas
constitutivas, somete a esas mismas condiciones y fines la competencia normativa.
En relación con el control jurisdiccional del TJ, la práctica totalidad de los recursos
son directa o indirectamente aptos para asegurar esa jerarquía. Pensemos en los
recursos de nulidad, de omisión o el control de legalidad de determinados actos de la
PESC.
También deben mencionarse las disposiciones relativas a acuerdos internacionales
celebrados por la Unión y el sistema de control previo de la compatibilidad de dichos
acuerdos con las normas constitutivas comunitarias previsto en el artículo 218.11
TFUE.
Además, respecto a las normas relativas a la preeminencia sobre Tratados anteriores
celebrados entre Estados miembros, se prevé la vigencia de estos últimos sólo en la
medida en que sean compatibles con los Tratados, o las normas sobre los tratados
celebrados con anterioridad por los Estados miembros con terceros.
Finalmente, la preeminencia de las normas constitutivas se infiere del
procedimiento ordinario y simplificado de revisión, del artículo 48 TUE, que sigue
manteniendo la necesidad para su materialización de las ratificaciones de “todos los
Estados miembros” o hasta en los casos excepcionales la no oposición de un
Parlamento nacional.
143
número de normas de los Tratados la capacidad de producir efectos directos sobre los
particulares, cuando la norma tiene ese carácter incondicional y formula con
claridad y precisión la obligación o el derecho. Abrió la brecha con aquella
obligación de no hacer y reconoció los efectos entre el particular y el Estado, después
incluyó las obligaciones positivas y el efecto entre particulares. El Tribunal ha ido
desgranando un elevado número de disposiciones de los Tratados que gozan de estos
efectos. Dos consecuencias parecen evidentes: la primera, que no siempre resulta tarea
fácil determinar esa efectividad directa de una disposición, y la segunda, que esta
dificultad sólo puede subsanarse acudiendo a la jurisprudencia del Tribunal ya
establecida o, en caso de dificultad especial, acudiendo al propio Tribunal a través de
los procedimientos adecuados, en particular a través de las cuestiones prejudiciales.
El artículo 48 del TUE exige para la adopción del texto del Tratado que se haga «de
común acuerdo» por los Estados miembros.
c) La ratificación del Tratado modificativo: el artículo 48 no deja lugar a dudas al
establecer que «las modificaciones entrarán en vigor después de haber sido
ratificadas por todos los Estados miembros, de conformidad con sus respectivas
normas constitucionales». Esta fase se resuelve en los ámbitos constitucionales de los
144
Estados miembros donde se forja el consentimiento del Estado en obligarse por el
tratado modificativo y se desarrolla a través del procedimiento jurídico internacional
solemne de manifestación del consentimiento en Tratados internacionales.
Sin poner en duda la legitimidad de cualquier Estado en su aceptación o rechazo de
una modificación, se ha puesto en cuestión la conveniencia de una disposición como el
artículo 48 que, al sujetar a una ratificación unánime las modificaciones, puede
permitir que un solo Estado impida el desarrollo y avance de la construcción europea.
En la modificación de Lisboa se ha intentado abrir una cierta brecha con una doble vía.
En primer lugar, con la enigmática disposición del 48.5 TUE y en segundo lugar con
la introducción o ampliación de supuestos de revisiones simplificados.
145
La singularidad propia de este ordenamiento jurídico y su inextricable vinculación con
el Derecho Internacional y con los ordenamientos jurídicos nacionales producen una
conjunción que se manifiesta de una manera especial en la cuestión de la función de
los principios generales en el mismo. Dentro de la categoría general de los principios
tienen cabida varias subcategorías de distinta naturaleza y función. Se pueden
distinguir:
a)Los principios constitucionales del sistema. Son los principios recogidos en las normas
constitutivas, que informan todo el ordenamiento jurídico de la Unión. Aquí se
encuentran los principios de atribución, subsidiariedad, proporcionalidad, no
discriminación, etc.
b)Los principios generales del Derecho de la Unión. Han sido apreciados
jurisprudencialmente como exigencias de racionalidad para la aplicación del Derecho
de la Unión. Todos ellos provienen de una labor de interpretación judicial. Los límites
de esta labor se encuentra en su incapacidad para colmar vacíos normativos
sustituyendo al poder constituyente que se ejerce en procedimiento de revisión. El TJ,
en su amplio margen de apreciación, lleva a cabo su doble función de garante del
respeto del Derecho en su interpretación y aplicación (art. 19 TUE) y en los caracteres
del ordenamiento jurídico de la Unión, por definición incompleto, evolutivo y
heteronormativo.
Algunos de los principios formulados por el TJ han pasado, por decisión de los
Estados miembros, a las normas constitutivas para formar parte de aquella primera
categoría. Ejemplo es el caso de la salvaguarda de los derechos humanos en el
Derecho de la Unión que, sustanciada por el TJ en el ámbito de los principios
generales del Derecho, son reconocidos hoy, como consecuencia de lo dispuesto en el
artículo 6 TUE, en la Carta de Derechos Fundamentales de la Unión Europea.
Estos principios ocupan una posición jerárquicamente superior al Derecho derivado en
el Derecho de la Unión.
Rasgos específicos.
146
c. ENEL de 15 de julio de 1964. En la primera de ellas advirtió el Tribunal que en los
Tratados constitutivos de las CCEE de entonces había algo más que un mero agregado
de normas: el Tratado CEE es algo más que un acuerdo que crea obligaciones mutuas
entre los Estados, el preámbulo del Tratado lo confirma, que crea órganos que
institucionalizan derechos soberanos cuyo ejercicio afecta tanto a los Estados
miembros como a sus nacionales; los nacionales de los Estados miembros están
llamados a colaborar por medio del Parlamento Europeo y del Comité Económico y
Social al Funcionamiento de la Comunidad; el papel del Tribunal de Justicia, cuya
finalidad es asegurar la unidad de interpretación del Tratado por los órganos
jurisdiccionales nacionales confirma que los Estados han reconocido al Derecho
comunitario una autoridad susceptible de ser invocada por sus nacionales ante sus
jurisdicciones; la Comunidad constituye un nuevo ordenamiento jurídico de Derecho
Internacional.
La segunda Sentencia del Tribunal, calificó los Tratados constitutivos como un
ordenamiento jurídico propio.
Este concepto se reitera y se amplía en la Sentencia de 13 de febrero de 1969 (caso
Walt Wilhelm)19 que establece: «el Tratado CEE ha instituido un ordenamiento
jurídico propio, integrado en el sistema jurídico de los Estados miembros y que se
impone a sus órganos jurisdiccionales; que sería contrario a la naturaleza de tal
sistema admitir que los Estados miembros pudieran adoptar o mantener en vigor
medidas susceptibles de comprometer el efecto útil del Tratado; que la fuerza
imperativa del Tratado y de los actos adoptados para su aplicación no puede variar
de un Estado a otro por efectos de actos internos, sin dificultar el funcionamiento del
sistema comunitario y poner en peligro la realización de las finalidades del Tratado;
que, por tanto, los conflictos entre la norma comunitaria y las normas nacionales en
materia de acuerdos entre empresas, deben ser resueltos por la aplicación del
principio de la primacía de la norma comunitaria»
Por consiguiente, en los tres casos el Tribunal de Justicia entendió el Derecho de las
CCEE de entonces, no como mero agregado de normas, sino como un
ordenamiento jurídico. Es decir, la comprensión de las normas y actos jurídicos de la
UE lleva a tratarlos como un sistema normativo, específico y particular, que es el
Derecho de la Unión, un verdadero ordenamiento, cuya esencia jurídica resulta de la
profunda y compleja interrelación con los ordenamientos jurídicos internos.
Además, los Fundamentos de derecho de las Sentencias que hemos citado no sólo
afirman que el Derecho comunitario constituye un ordenamiento jurídico, sino que,
además, extraen varias importantes consecuencias y principios, como el de
integración del ordenamiento comunitario en los sistemas jurídicos de los Estados
miembros, el efecto útil, o la primacía del Derecho comunitario.
El término «fuentes del derecho» es polisémico, lo cual hace que sea difícil de precisar
su sentido cuando se le utiliza, puesto que contiene concepciones jurídicas distintas.
Hay que advertir que este término alude a un concepto bastante complejo y, al decir de
algunos, uno de los confusos y perturbadores de la ciencia jurídica.
Desde el inicio del proceso que se inició con la constitución de la primera Comunidad
Europea, la del Carbón y del Acero en 1951, en el pensamiento de los precursores de
la Unión Europea, se pretendió ir más allá de una organización internacional
convencional. El Tratado de la CECA, en su exposición de motivos, decía establecer:
«los cimientos de una comunidad más amplia y profunda entre pueblos tanto tiempo
divididos por conflictos sangrientos…». Los Tratados de la CEE y CEEA serán pasos
19
Sentencia del Tribunal de Justicia de las Comunidades Europeas, de 13 de febrero de 1969, asunto
14/68, caso Walt Wilhelm contra Bundeskartellamt, Rec. 1969, pág. 1.
147
decisivos en la dirección de alejar a las Comunidades Europeas del modelo
convencional de organización internacional. Así, el Tratado de la CEE se fundará,
como aclara su exposición de motivos, en la disposición de los Estados firmantes: «a
crear las bases de una unión cada vez más estrecha entre los pueblos europeos». En la
exposición de motivos del Acta Única se enuncia el propósito decidido de:
«transformar el conjunto de relaciones entre sus Estados en una Unión Europea», que
se concretará en el Tratado de la Unión pocos años después.
El ordenamiento jurídico comunitario tiene su origen en la transferencia a las
Comunidades Europeas (CECA, CEE y CEEA) y a la Unión Europea de competencias
de los Estados miembros, transferencias que se producen a través de sucesivos
Tratados, en base a las previsiones establecidas en los derechos nacionales de los
Estados miembros. Así, es característica principal del ordenamiento jurídico
comunitario la de estar constituido por las competencias transferidas por los Estados
miembros que se ejercen por instituciones independientes de éstos.
Los sujetos del Derecho comunitario son no sólo los Estados miembros y las
propias instituciones comunitarias, como sucede de ordinario en el ámbito del
Derecho internacional, sino también las personas físicas y jurídicas, públicas y
privadas, susceptibles de ser sujetos de derechos y obligaciones en los Estados
miembros. En este sentido, el Derecho comunitario es un derecho integrado en el
sistema jurídico de los Estados miembros, que se relaciona con el derecho emanado de
poderes, instituciones u órganos de los Estados miembros desde el principio de la
primacía.
El Derecho comunitario o de la Unión Europea no tiene, pese a su enorme expansión
desde que en 1951 se suscribiera el Tratado de la CECA, la vocación de sustituir
paulatinamente a los derechos nacionales, ni siquiera se manifiesta en todos los
órdenes de la vida. Así, el Derecho comunitario es un derecho selectivo, que
establece grandes objetivos, cuya consecución compete a la Unión y a los Estados
miembros. A la primera, a través del conjunto de instituciones y órganos mediante el
ejercicio del conjunto de competencias que le atribuyen los Tratados, y a los Estados
miembros a través del ejercicio de sus propias competencias. La relación entre las
instituciones de la Unión Europea y los Estados miembros y, en consecuencia, de los
ordenamientos jurídicos emanados de una y otros se explica a través del principio de
atribución, así como mediante los principios de subsidiariedad y proporcionalidad
ya estudiados. Dichos principios sirven para encauzar y comprender la actuación de la
Unión en cuanto productora de normas y ejecutora de las mismas. Es decir, que los
objetivos de la Unión y los Estados miembros deben entenderse como
compartidos y sus actuaciones en todos los órdenes como complementarios y en
modo alguno como contrapuestos o antagónicos.
La naturaleza del Derecho de la Unión Europea, que constituye un ordenamiento
jurídico propio, integrado en los sistemas jurídicos de los Estados miembros, trae
como consecuencia, puesta de manifiesto por la Sentencia Costa/Enel, que los órganos
judiciales de los Estados miembros sean los órganos judiciales primarios del Derecho
de la Unión Europea, cuyo sistema jurisdiccional culmina en el Tribunal de Justicia de
la Unión Europea.
Es posible mantener el término “fuentes” para referirse a la existencia de un conjunto
de “categorías normativas” formalmente diferenciadas. Pero si la carencia de una
norma sobre producción normativa en un ordenamiento concreto nos priva de
canalizar a través de la forma la información acerca de los poderes que las producen,
mostrando de este modo una jerarquización o determinación de zonas de competencia
y su sustanciación dentro del complejo modelo de relación de un ordenamiento
148
jurídico, es posible que la confusión que puede producir la utilización del concepto de
“sistema de fuentes” no merezca la pena su uso.
El Derecho de la Unión Europea es un caso de excepcional complejidad en el sentido
que estamos hablando. Estamos ante un orden jurídico cuyo punto de partida era
un modelo relativamente sencillo diseñado en normas convencionales
internacionales que proporcionaban “datos poco consistentes” desde el punto de
vista de la organización del sistema de producción de normas. Realmente, con
excepción de las propias normas constitutivas (Tratados internacionales) y una
tipología de actos sin una relación de jerarquía y diferenciados esencialmente en
función de sus efectos, su alcance respecto de la mediatización estatal y la
identificación de sus destinatarios, no había nada más. A este respecto, tenemos que
señalar el carácter significativamente evolutivo del sistema y, de manera muy
especial, la relevante labor del Tribunal de Justicia. Ambos elementos han
permitido superar sus deficiencias, mediante la elaboración de un marco complejo y
peculiar que, si bien no puede asimilarse en sentido estricto a un “sistema de fuentes”,
sí merece calificarse como un verdadero sistema de normas y actos jurídicos.
La Unión Europea y las Comunidades Europeas son organizaciones jurídicas en un
doble sentido. Por una parte han sido creadas y transformadas mediante normas y, por
otra parte, se rigen por normas. A los Tratados constitutivos que crearon los
precedentes de la Unión Europea (CECA, CEEA y CEE), a los que los modifican y a
los Tratados de adhesión de nuevos Estados miembros se les denomina Derecho
originario, mientras que el conjunto de normas que emanan de los órganos e
instituciones competentes de la Unión Europea constituyen el Derecho derivado.
Es decir, el sistema de normas de la Unión Europea se apoya en una summa divisio
entre las normas originarias y derivadas que estaba presente desde el origen de la
construcción europea.
La norma originaria se identifica sustancialmente con los Tratados constitutivos y las
normas convencionales que los han modificado a lo largo del tiempo, y cuyo último
exponente general es el Tratado de Lisboa que ha modificado el TUE y el TCE
(denominado ahora TFUE). Sus características básicas pueden agruparse en torno a
tres ejes fundamentales:
a) Se trata de normas jurídico-internacionales tanto desde un punto de vista formal como
material, por consiguiente son normas regidas por las normas de Derecho
Internacional general que se aplican a los tratados internacionales.
b)Revisten una dimensión «constitucional» que se manifiesta en sus contenidos
(establecen los principios, determinan los poderes y funciones atribuidos y sus límites,
estructuran el sistema institucional y la distribución de sus poderes y funciones así
como los procedimientos para sus ejercicio y control) y en la garantía de su
preeminencia sobre cualquier otra norma.
c) Como elemento de regulación, el derecho originario de la Unión Europea contiene
regulaciones materiales específicas (como las relativas a las libertades comunitarias,
a las reglas de competencia o a las políticas comunes). Constituyen un conjunto de
normas que podrían ser objeto de regulación por normas no originarias, pero los
Estados decidieron su inclusión en esta categoría por la importancia que les otorgan a
sus contenidos que, de este modo, se ven protegidos por la supremacía de la norma
primaria y por asegurar la necesidad de su consentimiento para una eventual
modificación. Aunque este fenómeno no es ajeno a las Constituciones modernas, que
suelen regular ámbitos sociales importantes de forma directa, lo cierto es que en la
Unión Europea estas normas son abrumadoramente mayoritarias y en muchos casos se
encuentra poco justificada su inclusión en la categoría de las normas originarias. El
149
nuevo TFUE reproduce la mayor parte de las disposiciones materiales contenidas en
los anteriores Tratados.
2. El Derecho Internacional.
150
«En sus relaciones con el resto del mundo, la Unión afirmará y promoverá sus
valores e intereses y contribuirá a la protección de sus ciudadanos. Contribuirá a la
paz, la seguridad, el desarrollo sostenible del planeta, la solidaridad y el respeto
mutuo entre los pueblos, el comercio libre y justo, la erradicación de la pobreza y la
protección de los derechos humanos, especialmente los derechos del niño, así como al
estricto respeto y al desarrollo del Derecho internacional, en particular el respeto de
los principios de la Carta de las Naciones Unidas».
Las obligaciones impuestas por un acuerdo internacional [la Carta] no pueden tener
por efecto menoscabar los principios constitucionales del TCE (ahora TFUE).
Este artículo 351 contempla los efectos de la entrada en vigor del Tratado CE en
relación con los convenios internacionales que previamente a la entrada en vigor del
Tratado hubieran suscrito uno o varios Estados miembros con uno o varios terceros
Estados. A tal efecto, en el texto transcrito se establece una regla según la cual el
Tratado no afecta a los derechos y obligaciones que resulten de dichos convenios.
151
Continúa el artículo disponiendo lo siguiente:
«En la medida en que tales convenios sean incompatibles con los Tratados, el Estado
o los Estados miembros de que se trate recurrirán a todos los medios apropiados para
eliminar las incompatibilidades que se hayan observado. En caso necesario, los
Estados miembros se prestarán ayuda mutua para lograr tal finalidad y adoptarán, en
su caso, una postura común».
152
Esta fórmula establece claramente la obligatoriedad, pero no aclara su eventual
integración en el orden jurídico de la Unión, ni su alcance en relación con la jerarquía
ni sus posibles efectos en relación con los particulares. De nuevo, serán la
interpretación sistemática y la jurisprudencia del TJ los que han permitido precisar su
alcance.
En relación con su integración en el Derecho de la UE, la sentencia Haegeman de 3 de
abril de 1974 estableció que
Las conclusiones a que podemos llegar son que el Derecho de la Unión se rige por un
sistema de “recepción automática” de estos tratados y, en consecuencia, no sujeta a
ningún acto de transformación ni de ejecución. Conviene tener presente que los
acuerdos celebrados por la UE se introducen en el Derecho de la Unión a través de un
acto jurídico interno (reglamento o decisión). El artículo 17.1.d) del Reglamento
interno del Consejo obliga a la publicación de los acuerdos en el DO incluyendo su
fecha de entrada en vigor.
En relación con su jerarquía, varios instrumentos parecen avalar la preeminencia de
los Tratados constitutivos sobre los tratados celebrados con terceros. El de mayor
trascendencia es la previsión en el artículo 218.11 TFUE de la posible solicitud (por el
PE, el Consejo, la Comisión o un Estado miembro) “previa a la entrada en vigor” de
un dictamen al TJ para que éste se pronuncie sobre la compatibilidad del tratado en
cuestión con los Tratados y, lo que es fundamental, que en caso de que el Tribunal
determinase dicha incompatibilidad sería necesaria para su conclusión de una previa
revisión de los Tratados constitutivos. Por otra parte, aunque el Tribunal ha excluido la
posibilidad de solicitud del dictamen a posteriori de la conclusión del Tratado, ha
señalado que los Estados miembros o las Instituciones legitimadas disponen del
recurso de anulación contra la decisión del Consejo de concluir el acuerdo e incluso de
solicitar medidas cautelares.
Por tanto, se puede concluir sobre la supremacía de las normas constitutivas sin
necesidad de asimilarlo en sentido estricto a un “control de constitucionalidad”. Con
relación al derecho derivado, se deduce una exigencia lógica de cumplir las
obligaciones contraídas en el plano internacional y evitar las consecuencias de un
incumplimiento.
Respecto al efecto directo, una vez integrada la norma convencional en el orden
jurídico de la Unión es coherente que cuando presente las características de claridad,
precisión e incondicionalidad pueda gozar del “efecto directo”. Pero hay que decir que
la cuestión no está resuelta. En una sentencia de 12 de diciembre de 1995, el TJ reiteró
la jurisprudencia sentada en el asunto International Fruit Company en el siguiente
sentido:
«la cuestión del efecto directo de las disposiciones de un acuerdo celebrado por la
Comunidad con países terceros requiere, invariablemente, un análisis del espíritu, el
sistema y la letra de dicho acuerdo».
153
otros. Es la única solución posible cuando concurren competencias estatales y de la
Unión, o cuando así lo exigen las modalidades de financiación del acuerdo en
cuestión. El TJUE ha confirmado en su jurisprudencia el recurso a los acuerdos mixtos
en esas circunstancias, extendiendo a ellos sus competencias de control en lo que
concierne al ámbito competencial europeo.
3. Los principios generales del Derecho.
Los principios generales del Derecho representan la fuente no escrita más importante
del derecho comunitario, materializados a través de la aplicación de las normas y
concretamente mediante la jurisprudencia del Tribunal de Justicia que cada vez con
mayor frecuencia recurre a ellos en cumplimiento de su misión de garantizar en el
marco de su propias competencias, el respeto del Derecho en la aplicación e
interpretación del Tratado (art. 220 TCE, art. 19.1 del TUE tras Lisboa).
Los principios generales comunes a los derechos de los Estados miembros podemos
considerarlos como punto de partida que, junto a los principios del Derecho
internacional y principios generales estrictamente de Derecho comunitario,
proporcionan la base, a partir de la cual, se desarrollan las normas necesarias para
resolver un problema a escala comunitaria. El carácter sui generis del Derecho
comunitario y su vinculación con el Derecho internacional y con los ordenamientos
jurídicos nacionales producen una conjunción que se manifiesta de una manera
especial en la función de los principios generales en el orden comunitario.
El Tribunal de Justicia es el encargado de la determinación de los mismos. Particular
relevancia tiene la inclusión por el Tribunal del respeto a los derechos fundamentales
como parte integrante de los principios generales del derecho que asegura el Tribunal.
En este sentido tiene una especial significación la Sentencia de 17 de diciembre de
1970 (asunto 11/70, caso Internationale Handelsgesellschaft mbH). El Tribunal se
planteará y resolverá que, para la apreciación de la validez de los actos adoptados por
las instituciones de la Comunidad no se puede tener en cuenta otra fuente que el
propio Derecho comunitario.
A los principios generales del Derecho se referían los Tratados de modo más o menos
directo antes de la reforma operada por el Tratado de la Unión. En efecto, el artículo
288 del TCE (actual 340 TFUE en el Tratado de Lisboa vigente) (antes y después de
su reforma por el TUE) se remite a los «principios generales comunes a los Derechos
de los Estados miembros» a la hora de establecer el principio de responsabilidad
extracontractual de la Comunidad por los daños causados por sus instituciones o sus
agentes en ejercicio de sus funciones.
El preámbulo del Acta Única hizo referencia a los derechos fundamentales y el
Tratado de la Unión dio un paso considerable al considerar que los derechos
fundamentales integran los principios generales del Derecho comunitario, al establecer
en su artículo 6.2 (antes F.2) que: «La Unión respetará los derechos fundamentales tal
y como se garantizan en el Convenio Europeo para la Protección de los Derechos
Humanos y de las Libertades Fundamentales firmado en Roma el 4 de noviembre de
1950, y tal y como resultan de las tradiciones constitucionales comunes a los Estados
miembros como principios generales del Derecho comunitario». Sin embargo, el
Tribunal de Justicia de las Comunidades Europeas en su Dictamen 2/94 se manifestó
en contra de que la Comunidad Europea pudiera adherirse al citado Convenio Europeo
en la medida en que «entrañaría un cambio substancial del actual régimen comunitario
de protección de los derechos humanos», que según el Tribunal precisaría la
modificación del Tratado de la Comunidad Europea. Posteriormente, el Tratado de
Ámsterdam reforzó la línea iniciada por el Tratado de la Unión al que incorpora como
154
apartado 1 del artículo 6 del TUE: «La Unión se basa en los principios de libertad,
democracia, respeto de los derechos humanos y de las libertades fundamentales y el
Estado de Derecho, principios que son comunes a los Estados miembros».
Considerable trascendencia tiene la reforma del Tratado de la Unión que ha llevado a
cabo el Tratado de Ámsterdam en el sentido de dar entrada al Tribunal de Justicia
en la fiscalización, de acuerdo con el artículo 46, d) del TUE, de la actuación de las
instituciones de acuerdo con el parámetro del respeto a los derechos
fundamentales establecido en el artículo 6.2 del TUE, en los ámbitos en que los
Tratados reconocen competencia al Tribunal de Justicia. Por otra parte, el Consejo
Europeo celebrado en Colonia los días 3 y 4 de junio de 1999 previó la elaboración de
una Carta de Derechos Fundamentales de la Unión Europea, que fue proclamada
por el Consejo Europeo celebrado en diciembre de 2000, sin que se integrara en los
Tratados. Se previó su incorporación en el Proyecto de Constitución Europea que,
puesto que no entró en vigor, no sirvió para mucho. Finalmente, la Carta se
incorpora al Tratado de Lisboa con lo cual alcanza el rango jurídico de derecho
originario. El citado artículo 6 TUE dispone que « la Unión reconoce los derechos,
libertades y principios enunciados en la Carta de los Derechos Fundamentales de la
Unión Europea de 7 de diciembre de 2000, tal como fue adaptada el 12 de diciembre
de 2007 en Estrasburgo, la cual tendrá el mismo valor jurídico que los Tratados».
Ello servirá para subsanar las deficiencias más sobresalientes del Derecho de la Unión
Europea, pese a que el Tribunal de Justicia haya construido un sistema de derechos
fundamentales a partir de los materiales precarios que suministran los Tratados de la
Unión y de las Comunidades Europeas, particularmente a partir del artículo 6 del
TUE.
Hemos hecho referencia a la singularidad propia de este ordenamiento jurídico y,
también, a su inextricable vinculación con el Derecho Internacional y con los
ordenamientos jurídicos nacionales. Este rasgo produce una conjunción que se
manifiesta de una manera especial en la cuestión de los principios generales. De este
modo, dentro de la categoría general de los principios, en Derecho Comunitario tienen
cabida varias categorías de distinta naturaleza y función. Podemos distinguir de modo
sintético las siguientes categorías:
a) Los principios «constitucionales» del sistema, que son los principios recogidos en las
normas constitutivas, posición desde la que irradian e informan todo el ordenamiento
jurídico comunitario. Entre ellos se encuentran los principios de atribución,
subsidiariedad, proporcionalidad, no discriminación, etc.
b)Los principios generales del Derecho Comunitario, no conocen formulación en una
norma concreta del Derecho Comunitario, su formulación ha tenido lugar a partir de la
apreciación jurisprudencial como exigencia de racionalidad para la aplicación del
Derecho Comunitario. Provienen en su totalidad de una labor de «interpretación»
judicial cuyo límite indiscutible se halla en su incapacidad para colmar vacíos
normativos sustituyendo «al poder constituyente que se ejerce en el procedimiento de
revisión». El Tribunal de Justica ha gozado y goza de un amplísimo margen de
apreciación cuyo doble fundamento, como ya hemos afirmado, se encuentra en su
propia función de garante del respeto del Derecho en su interpretación y aplicación
(artículo 19.1 TUE) y en los caracteres del ordenamiento jurídico comunitario, que ya
hemos caracterizado como incompleto, evolutivo y heteronormativo.
Por otra parte, es posible destacar una serie de principios interpretativos materiales
de especial fuerza, que se deducen de los Tratados y que el Tribunal de Justicia ha
utilizado, con frecuencia, en sus sentencias. Entre los muchos principios que ha ido
155
decantando el Tribunal nos referiremos aquí a los principios de igualdad, cooperación,
solidaridad, no discriminación, subsidiariedad, proporcionalidad y confianza
legítima.
El principio de igualdad se deduce o establece en gran número de preceptos, los que
se refieren a la creación de un mercado interior sin fronteras interiores (artículo 26
TFUE), a la igualdad entre mujeres y hombres (artículo 2 TUE), en la creación de la
ciudadanía de la Unión (artículos 9 TUE, 18-25 TFUE), en la garantía de un nivel
equitativo a la población agrícola (artículo 39 TFUE), en la posibilidad de que los
ciudadanos de la Unión Europea, residentes en un Estado diferente al de su
nacionalidad, puedan votar en las elecciones al Parlamento europeo o elegir y ser
elegidos como ediles municipales en los municipios de su residencia con
independencia de su nacionalidad (artículo 22 TFUE), en la igualdad de la retribución
entre trabajadores y trabajadoras en el artículo 157 TFUE), etc.
El principio de cooperación, de leal cooperación, de los Estados miembros y las
instituciones comunitarias y de la Unión Europea para asegurar el cumplimiento de los
fines de la Unión, se deduce directamente del artículo 10 TCE y de los artículos 13.2 y
4.3 del TUE en el Tratado vigente de Lisboa. El Tribunal de Justicia en reiteradas
Sentencias así lo ha reconocido y de acuerdo con ellas los Estados miembros y las
Instituciones Comunitarias están vinculadas al principio de leal cooperación. Dicho
principio obliga positivamente a los Estados miembros a adoptar todo tipo de medidas
que garanticen la eficacia del Derecho comunitario y de la Unión, incluso mediante
normas de naturaleza penal. Debe entenderse que la obligación de cooperación se
extiende a las Instituciones comunitarias en sus relaciones con los Estados miembros.
El principio de solidaridad entre los Estados miembros se deriva de la adhesión a la
Comunidad e impide que los intereses nacionales puedan romper de modo unilateral el
equilibrio entre beneficios y cargas derivadas de dicha pertenencia. Este principio se
deduce de una interpretación sistemática de los artículos, entre otros, 2 TUE, 107
TFUE (art. 87 TCE) y 131 (art. 109 TCE).
El principio de no discriminación es de los que ha tenido una mayor proyección
jurisprudencial. Dicho principio no sólo prohíbe la discriminación con base en la
ciudadanía sino cualquier discriminación a través de procedimientos indirectos que
produzca el mismo resultado discriminatorio. La jurisprudencia ha puesto de
manifiesto que el principio general de igualdad, de que deriva la prohibición de
discriminación, es uno de los principios fundamentales del Derecho comunitario. La
proyección de ese principio se ha producido sobre el derecho procesal, pensiones,
retribución laboral, igualdad de trato fiscal a los estudiantes, libertad de circulación de
los trabajadores, organización común de mercados, etc.
Principio de subsidiariedad. Una de las cuestiones que ha suscitado un mayor debate
y controversia es el del ámbito competencial de la Comunidad y de la Unión. Se ha
interpretado por algunos sectores de opinión que la Comunidad estaba ampliando sus
competencias más allá de los Tratados, con base en débiles habilitaciones de éstos.
Lo cierto es que la técnica legislativa utilizada en los Tratados ha permitido una
expansión considerable de competencias de la Comunidad. No podía ser de otro modo,
al encomendar los Tratados a las Instituciones la consecución de una serie de fines en
extremo genéricos, o indefinidos, en vez de establecer competencias concretas sobre
materias específicas. La reacción más significativa ente este estado de opinión se en
encuentra en el artículo 5 del TCE redactado por el Tratado de la Unión
(originariamente como art. 3B) y actualmente también en el artículo 5 TUE y en la
formulación de nuevas competencias como en el caso de la educación, formación
profesional, cultura, etc. Recordemos también que el Protocolo nº 2 del Tratado se
156
denomina Sobre la aplicación de los principios de subsidiariedad y
proporcionalidad.
Mayor luz arroja el punto 3º del artículo 5 TUE al establecer lo siguiente: «En virtud
del principio de subsidiariedad, en los ámbitos que no sean de su competencia
exclusiva, la Unión intervendrá sólo en caso de que, y en la medida en que, los
objetivos de la acción pretendida no puedan ser alcanzados de manera suficiente por
los Estados miembros, ni a nivel central ni a nivel regional y local, sino que puedan
alcanzarse mejor, debido a la dimensión o a los efectos de la acción pretendida, a
escala de la Unión». Del punto transcrito se deduce, sensu contrario, que la Unión
Europea tiene competencia exclusiva sobre ciertos ámbitos. Y la intervención de la
Unión se subordina a que los objetivos de una determinada acción no puedan ser
alcanzados suficientemente por los Estados miembros y, sin embargo, puedan ser
alcanzados con la intervención de la Unión.
La intervención de la Unión Europea se rige por el principio de proporcionalidad o
intensidad, o principio de moderación, es decir, «en virtud del principio de
proporcionalidad, el contenido y la forma de la acción de la Unión no excederán de
lo necesario para alcanzar los objetivos de los Tratados». El Protocolo nº 2 sobre la
aplicación de los principios de subsidiariedad y proporcionalidad parte del Tratado de
Ámsterdam. En él se establece que las Instituciones de la Unión Europea al ejercer sus
competencias deben respetar los principios de subsidiariedad y de proporcionalidad.
También establece una serie de límites a la operatividad de los citados principios.
Dichos principios tienen como límite: el respeto de las disposiciones generales (arts.
335-358 TFUE) y los objetivos de la Unión Europea y en particular el acervo
comunitario y el equilibrio institucional.
Sobre la aplicación del principio de proporcionalidad, el Tribunal de Justicia ha
establecido que «exige que los actos de las Instituciones comunitarias no rebasen los
límites de lo que resulta apropiado y necesario para el logro de los objetivos
legítimamente perseguidos por la normativa controvertida».
El Tribunal de Justicia ha formulado y modulado el principio de confianza legítima.
Así, el derecho a reclamar su aplicación se extiende a todo particular que se encuentre
en una situación de la que se desprenda que la Administración comunitaria le hizo
concebir esperanzas fundadas (STPI de 17 de diciembre de 1998, caso Embassy
Lomousines & Services contra Parlamento Europeo20), exigiéndose, además, la buena
fe como requisito concurrente (STJCE de 12/5/1998, caso Landbrugsministeriet-EF-
Direktoratet/Steff-Houlberg Export I/S y otros21). Por otra parte ha establecido el
Tribunal que la aplicación del principio no es procedente en materias en que las
Instituciones comunitarias estén dotadas de un amplio margen de apreciación al elegir
los medios para realizar una determinada política (por ejemplo la política comercial
común).
Junto a los anteriores principios hay que considerar el conjunto de libertades que se
deducen directamente de los tratados, que han tenido un extenso y profundo
tratamiento jurisprudencial de entre los que destacan las libertades de circulación de
mercancías, personas, capitales, establecimiento, prestación de servicios, competencia,
prohibición de medidas de efecto equivalente, tutela de derechos de propiedad
industrial y comercial.
20
Asunto T-203/96.
21
Asunto C-366/95, Rec. 1998 pág. I-2661.
157
4. El Derecho Comunitario derivado. Los actos típicos (Arts. 249 CE (288 TFUE),
161 Euratom):
De acuerdo con los criterios expuestos en el punto anterior, hay que entender que todo
el Derecho no comprendido en las normas constitutivas es un «Derecho derivado»
en el sentido de que encuentra su «fundamento, alcance y límites» en la norma
constitutiva independientemente de su diversidad de naturaleza y forma. Se trata
de un sistema de enorme complejidad. El sistema de jerarquía que se quiso introducir
para racionalizar el modelo tampoco se ha establecido de forma expresa en el Tratado
de Lisboa, pero la reordenación y la nueva distinción entre actos legislativos y actos
no legislativos supone un punto de partida para elaborar una teoría más elaborada
sobre la aplicación del principio de jerarquía en el sistema jurídico de la Unión.
Antes de abordar de modo particular cada una de las distintas normas de carácter
institucional, es preciso referirnos a una serie de cuestiones de carácter general:
158
- Publicación, notificación y vigencia. La publicidad en cada lengua oficial de la
Unión es un requisito formal sustancial en relación con la aplicación del acto. No
afecta a su validez, sino a su eficacia. Desde 1958, la publicación se realizó en el
Diario Oficial de las Comunidades Europeas (DOCE), que, a partir del Tratado de
Niza, se sustituyó por la actual denominación de Diario Oficial de la Unión Europea
(DOUE).
Los actos que, según el artículo 297 TFUE, han de ser publicados en el Diario Oficial
son:
- Motivación de los actos. El artículo 296 TFUE dispone que «los actos jurídicos
deberán estar motivados y se referirán a la propuestas, iniciativas, recomendaciones,
peticiones o dictámenes previstos por los Tratados».
Estamos ante un requisito formal sustancial cuyo desconocimiento o insuficiencia
puede dar lugar a una declaración de nulidad por parte del TJUE.
La motivación exige que en el acto en cuestión se contemplen tres elementos:
159
acto para alcanzarlos. La discrecionalidad ha sido limitada por el TJ y ha exigido que
las razones del acto deben aparecer de «manera clara e inequívoca» o marcando la
intensidad de la motivación en función de la propia naturaleza y finalidad del acto.
Especial relevancia adquiere en este sentido el «Protocolo 2 sobre la aplicación de los
principios de subsidiariedad y proporcionalidad». El artículo 5 del Protocolo 2 regula
de manera detallada la exigencia de motivación de los proyectos de actos legislativos
en particular.
Los actos típicos son aquellos actos de las instituciones cuya naturaleza y alcance
definen los Tratados, con mayor o menor precisión, como aquellos mediante los cuales
las instituciones deberán adoptar sus decisiones para el ejercicio de sus competencias
para la consecución de los objetivos del Tratado.
Como hemos dicho anteriormente, ni antes en el TCE, ni ahora en el TFUE se
determina la existencia de ningún tipo de jerarquía entre las normas más generales y
básicas que pueden adoptar el PE y el Consejo, el Consejo y, por delegación, la
Comisión, y las disposiciones más específicas que pueda adoptar la Comisión. Lo
único que las distingue puede ser su alcance o su generalidad o especificidad, no un
rango jurídico previamente establecido.
En el TFUE los actos típicos se encuentran, como hemos dicho anteriormente, en el
artículo 288 y tienen la característica común de referirse a la realización de la misión
de las instituciones, por lo que pueden definirse como actos específicamente
concebidos como instrumentos de actuación que tienen efectos jurídicos para terceros.
Se distinguen así de las disposiciones de alcance interno y de organización de la Unión
Europea.
A) El reglamento.
Mediante el reglamento la Unión puede ejercer el poder de legislar directamente para
los sujetos de derecho de los ordenamientos de los Estados miembros sin tener que
pasar por las instancias nacionales. En los sectores de competencias en los que se
prevé la posibilidad de adoptar esta norma, las instituciones de la Unión imponen
obligaciones y establecen derechos directamente para todas las personas físicas y
jurídicas que actúen en ese sector de actividad.
El artículo 288 del TFUE dispone que tendrá un alcance general, será obligatorio en
todos sus elementos y directamente aplicable en todos y cada uno de los Estados
miembros.
a)Alcance general.
El TJCE, en diversas sentencias ha ido delimitando distintos aspectos de este carácter
general, declarando que el reglamento no es aplicable a unos destinatarios limitados,
sino a categorías determinadas de forma abstracta y global, siendo ésta una
característica esencial y necesaria para que una norma pueda ser considerada como
reglamento.
Por el contrario, si la determinación de los destinatarios se establece en función de una
situación concreta, en la que no se pueden encontrar implicados más que algunos de
ellos, la norma adoptada respecto de esa situación se referiría a uno sujetos que se fijan
de antemano, careciendo así de alcance general y no pudiéndose considerar como
reglamento, aunque haya sido adoptada en esa forma.
160
El TJCE adoptó en 1972 una sentencia en el asunto Granaria en donde define esta
característica de una forma que se puede considerar definitiva, al declarar que “no
puede admitir que un Estado miembro aplique de manera incompleta o selectiva las
disposiciones de un reglamento de la (entonces) Comunidad, obstaculizando así la
aplicación de algunos elementos de la legislación comunitaria respecto a los cuales
hubiera manifestado su oposición o considerado contrarios a determinados intereses
nacionales” y que “el alcance objetivo de las normas adoptadas por las instituciones
comunes no puede ser modificado por las reservas u objeciones que los Estados
miembros hayan formulado durante la elaboración”.
Esto significa que en el debate correspondiente a la elaboración de la norma que debe
tener lugar en el seno de la institución que finalmente la adopte, los representantes de
los Estados miembros podrán alegar todos los argumentos que estimen necesarios en
ese momento para la defensa de sus intereses.
Ahora bien, una vez llegados a un acuerdo y adoptada la norma por la mayoría
necesaria para ello, se constituye en un acto unilateral del Consejo o del Parlamento y
el Consejo, si es de acuerdo con el procedimiento legislativo ordinario, que actúan
como instituciones de la Unión, ejerciendo las competencias que como tales los
Tratados les atribuyen. En ese momento los Estados miembros ya no pueden realizar
reservas ni obstaculizar su aplicación sino que, por el contrario tienen que colaborar
para que despliegue la totalidad de sus efectos.
c) Directamente aplicable.
El reglamento es una norma directamente aplicable en todos los Estados miembros. Su
publicación en el DOUE es un requisito necesario para su eficacia y aplicabilidad,
derivada de su carácter obligatorio para todos los sujetos del derecho comunitario, tal
y como lo ha considerado explícitamente el TJCE en su jurisprudencia al mantener
que por su naturaleza y por su función en el sistema de fuentes del derecho de la
Unión, produce efectos inmediatos y, como tal, resulta adecuado para conferir a los
particulares derechos que las jurisdicciones nacionales están obligadas a proteger.
La aplicabilidad directa del reglamento significa que tiene validez automática en el
conjunto de la Unión, sin necesidad de interposición del poder legislativo de los
Estados miembros, desplegando sus efectos de carácter general y obligatorio de
manera efectiva y uniforme, de tal modo que puede conferir derechos e imponer
obligaciones a los Estados miembros, a sus órganos y a los particulares, tanto personas
físicas como jurídicas, tal y como lo hace la ley en los sistemas jurídicos internos de
los Estados miembros.
En este sentido el TJCE considera que el reglamento debe desplegar la plenitud de sus
efectos de una manera uniforme en todos los Estados miembros a partir de su entrada
en vigor y durante todo el tiempo de su vigencia. Como decía el TJCE en su sentencia
en el asunto Simmenthal (1978), “de esta manera estas disposiciones son una fuente
inmediata de derechos y obligaciones para todos aquellos a quienes conciernan, tanto
si se trata de los Estados miembros o de particulares que sean partes en relaciones
jurídicas que regule el derecho comunitario”.
Por eso también considera el Tribunal que es contraria a lo dispuesto en el Tratado
toda reproducción por actos legislativos nacionales de las disposiciones de los
reglamentos, porque “la aplicabilidad directa de un reglamento exige que su entrada
en vigor y su aplicación a favor o a cargo de los sujetos de derecho se realicen sin
ninguna medida que pueda suponer su recepción en el derecho nacional”.
161
B) La directiva.
De acuerdo con el artículo 288.3 del TFUE, la directiva es una norma cuyos
destinatarios son únicamente los Estados miembros. Se puede dirigir exclusivamente a
uno de ellos, a varios o al conjunto de los Estados miembros.
Al Estado o a los Estados miembros que sean sus destinatarios les obligará en cuanto
al resultado que en la norma se persigue, dejando a las instituciones internas del
Estado miembro destinatario de la norma la elección de la forma y de los medios para
incorporar su contenido a su sistema jurídico interno y así llevar a cabo de la forma
más eficaz el objetivo que establezca. Este procedimiento se denomina transposición.
Cuando la directiva tenga como destinatarios a todos los Estados miembros de la
Unión, se publicará en el DOUE y entrará en vigor en la fecha que en ellas se fije o, a
falta de ella, a los veinte días de su publicación.
Las directivas que tengan como destinatario a un Estado miembro nada más o a varios
de ellos (pero no a la totalidad) se notificarán a sus destinatarios y surtirán efecto a
partir de tal notificación.
En este caso su publicación en el DOUE sería a título informativo, pero no
constituirán un requisito para su eficacia.
El TJCE en su jurisprudencia ha ido estableciendo el criterio de aplicación de la
directiva, interpretando que la libertad que el Tratado deja a los Estados miembros, en
lo que respecta a la elección de formas y medios de ejecución de la directiva, mantiene
intacta su obligación de elegir la forma y los medios más adecuados para garantizar su
efecto útil. La competencia que se deja a los Estados miembros a este respecto está en
función del resultado que el Consejo y la Comisión se hubieran propuesto conseguir al
adoptar la directiva correspondiente. En este sentido, la elección de la forma y los
medios de ejecución ha de interpretarse en función del fin perseguido, por lo que el
Estado o los Estados miembros destinatarios deben utilizar para la transposición de la
directiva a su ordenamiento interno el tipo de norma que mejor se adapte a la
ejecución de la obligación que supone el contenido de la directiva, de tal manera que
nunca podría utilizar una disposición meramente administrativa cuando se trata de
incorporar un contenido general y abstracto, que lógicamente debería ser incluido en
una norma de tipo legislativo.
Sus efectos son:
La directiva no es de alcance general, el Tratado prevé que sólo vincula a sus
destinatarios o sea a los Estados, aunque una vez que la misma pasa por las medidas
legislativas o reglamentarias internas, adquiere en su nivel final un efecto normativo.
la directiva vincula en cuanto al resultado, lo que significa que los estados
disponen de total libertad para elegir el acto jurídico de transposición de la directiva
(ley, decreto, sentencia, circular) y la designación de los servicios encargados de
aplicarla.
en principio la directiva no es directamente aplicable, sólo vincula a los
Estados Miembros, y sólo para ellos tiene efectos obligatorios, pero no tiene efectos
jurídicos para otros sujetos de derecho (particulares).
162
sea suficientemente precisa, o aún sin ser precisa, que de su incumplimiento por el
Estado miembro se deriven perjuicios a un particular.
C) La decisión.
163
de derecho en las que se base la condena de los interesados, a fin de permitir, tanto a
ellos como al TJCE en caso de recurso, conocer los elementos esenciales del
razonamiento de la Comisión al imponer dicha multa.
D) Dictámenes y recomendaciones.
A esta categoría pertenecen los actos que, por diversas razones, no están incluidos en
los tipos considerados como actos típicos. Algunos de ellos sólo tienen un alcance
interno, mientras que otros pueden tener efectos jurídicos fuera del ámbito de las
instituciones. Se denominan “actos atípicos” y tienen su origen en la práctica de las
instituciones.
Se trata de un número abierto de actos de naturaleza un tanto oscura y efectos jurídicos
indeterminados cuya presencia en el orden jurídico de la Unión es lo único
164
indiscutible. «Decisiones del Consejo», «Decisiones del Consejo y de los
representantes de los Gobiernos de los Estados Miembros», «Resoluciones»,
«Programas» suelen encuadrarse en esta categoría de actos atípicos. La razón de su
existencia puede ser porque, unas veces, los Tratados han previsto la competencia pero
no ha precisado el tipo de acto correspondiente para su ejercicio; otras veces se trata
de actuaciones de las Instituciones sobre ámbitos en los que hay una cierta debilidad
en la determinación de la competencia pero que no excluye ciertas posibilidades de
actuación institucional y se ha eludido aludir a los actos típicos; en otras ocasiones los
actos internos (reglamentos internos de las Instituciones) prevén la adopción de ciertas
regulaciones no contempladas en las categorías generales (un caso ilustrativo fue la
“Decisión” del Parlamento Europeo de 9 de marzo de 1994 sobre el Defensor del
Pueblo Europeo).
El artículo 296.1 del TFUE dispone que «cuando los Tratados no establezcan el tipo
de acto que deba adoptarse, las instituciones decidirán, en cada caso, conforme a los
procedimientos aplicables y al principio de proporcionalidad».
Observamos en la literalidad del artículo una “flexibilidad” que unida a ciertas
indeterminaciones como que las Instituciones adoptarán «principios», «reglas»,
«normas», «orientaciones», «instrucciones», etc.
Su justificación está en las necesidades que plantea la práctica para la consecución de
los objetivos de los Tratados. Su razón de ser es la de servir para solucionar algún tipo
de dificultad surgida en la aplicación del ordenamiento jurídico de la Unión.
El hecho de no encontrar fundamento en ninguna norma de los Tratados no les
invalida porque no se adoptan para ejercer directamente competencias de las
instituciones y, por lo tanto, no despliegan de inmediato efectos jurídicos para
terceros, sino que se utilizan en el ámbito interno de las instituciones como elementos
necesarios para la adopción de otros actos que sí servirán para el ejercicio de las
competencias que las instituciones tienen atribuidas.
Se puede considerar que los principales actos sin denominación son:
a) Los actos internos, entre los que se pueden distinguir, por una parte, los actos relativos
a la organización y al funcionamiento de las instituciones y, por otra parte, los
preparatorios de actuaciones concretas como, por ejemplo, los “programas” que las
instituciones deben elaborar antes de adoptar las directivas que regulen sectores
determinados de actividad. Estos actos no tienen efectos fuera del ámbito institucional.
b)Los acuerdos institucionales, que constituyen al mismo tiempo una forma alternativa
de arreglo de los conflictos interinstitucionales y un sistema pactado de proceder a
sentar las bases para regular una determinada materia, haciendo posible la posterior
adopción de decisiones o de los correspondientes actos que se deban adoptar respecto
de la materia objeto del acuerdo. Son respuestas programáticas y puntuales a
problemas recurrentes en la aplicación de determinadas disposiciones de los Tratados
y su adopción es fruto de una transacción entre las instituciones implicadas que
simplifica y estructura la regulación de la materia en cuestión. Por su trascendencia y
por el desarrollo que alcanza como acto jurídico codificador de toda una serie de
acuerdos precedentes, es importante el “Acuerdo interinstitucional de 6 de mayo de
1999 entre el Parlamento Europeo, el Consejo y la Comisión sobre la disciplina
presupuestaria y la mejora del procedimiento presupuestario” (DOCE C172 1999).
Dada su creciente importancia, el TFUE los regula en el artículo 295 al disponer que
“el Parlamento Europeo, el Consejo y la Comisión llevarán a cabo consultas
recíprocas y organizarán de común acuerdo la forma de su cooperación. A tal efecto
y dentro del respeto a los Tratados, podrán celebrar acuerdos interinstitucionales que
podrán tener carácter vinculante”.
165
c) Los actos peculiares, que son aquellos que no responden a una posible clasificación
previa pero que las instituciones tienen que adoptar en un momento determinado para
regular situaciones puntuales. Aunque no estén previstos en los tratados tienen que
adoptarse, por lo menos, en conformidad con su espíritu. Su límite natural y básico es
el de no entrar en contradicción con ninguna norma de derecho precedente.
22
El artículo 1.1 del Código civil español dice textualmente: «Las fuentes del ordenamiento jurídico
español son la Ley, la costumbre y los principios generales del derecho». El mismo artículo en su
apartado 3º establece que «la costumbre sólo regirá en defecto de Ley aplicable, siempre que no sea
contraria a la moral o al orden público y que resulte probada».
166
TEMA V: LAS RELACIONES DERECHO DE LA UNIÓN EUROPEA-
DERECHO NACIONAL.
167
a) La aplicabilidad directa (o inmediata) como principio de recepción del
Derecho Comunitario se puede considerar como aquella propiedad de
una norma comunitaria que hace que no precisa de interposición
normativa para integrarse en el ordenamiento interno de los Estados
miembros.
b) El efecto directo debe considerarse como la posibilidad para los
particulares (personas físicas o jurídicas) de invocar la norma
comunitaria ante las jurisdicciones nacionales para que sea aplicada
por estas en sus relaciones con la Administración pública del Estado
miembro o frente a otros particulares.
168
denominadas, entonces, Comunidades Europeas son también “algo
más” que unas organizaciones internacionales: son una Comunidad de
pueblos y una Comunidad de Estados.
Hay que entender que los pueblos de los Estados miembros están
presentes como participantes en la construcción europea (piénsese en
el Parlamento y en el Comité Económico y Social). Es decir, la UE se
crea en virtud de las atribuciones, en materias restringidas, de
“derechos soberanos, y sus sujetos no son solamente los Estados
miembros sino también sus nacionales”. Efectivamente, en todas las
Constituciones de Estados democráticos la soberanía reside en el
pueblo (no en las Instituciones del Estado) y del pueblo emanan los
poderes del Estado (art. 1.2 de la Constitución española). Por
consiguiente, lo que se dilucida en las normas de la Unión es el
ejercicio de derechos y obligaciones en el marco de la creación de
un mercado común que puede afectar directamente a los
particulares.
Por otro lado, el Tribunal opone a los Estados miembros sus propios
actos, es decir, las obligaciones asumidas en los Tratados y su
compromiso de respeto y cooperación leal (art. 4.3 TUE, antiguo art.
10 TCEE), así como haber aceptado el mecanismo de cooperación
judicial (el procedimiento prejudicial) del artículo 267 TFUE (antiguo
art. 177 TCEE), mediante el cual los Estados han reconocido que las
personas físicas y jurídicas puedan hacer valer sus derechos y
obligaciones contenidos en las normas de la Unión ante los jueces
nacionales a favor de sus pretensiones. En el caso Van Gend en Loos
no hay una invocabilidad estricta fundada en el destinatario concreto
del derecho, sino en una invocabilidad amplia («los beneficiarios»), la
cual es más que suficiente para el TJCE.
En los Tratados hay disposiciones que, de forma clara y expresa,
establecen directa y exclusivamente derechos y obligaciones para los
particulares (así los arts. 101, 102… TFUE). El valor excepcional de la
sentencia Van Gend en Loos es que declara efectos para los
particulares de una obligación de abstención impuesta a los Estados
miembros.
El Tribunal de Justicia sitúa en un marco de teoría general del Derecho
la necesaria correlación entre obligación y derecho, obligación de los
Estados de no aumentar los aranceles y derecho de los particulares a
confiar en los compromisos de los Estados y beneficiarse de su
cumplimiento.
A la luz de la sentencia Van Gend en Loos, el efecto directo significa:
169
En cuanto a los requisitos para determinar la eficacia directa, la
jurisprudencia los ha simplificado en dos:
170
Es decir, el artículo 119 TCE (hoy 157 TFUE) “impone a los Estados una
obligación de resultado que debía ser imperativamente realizada en un
plazo determinado”, esa obligación de resultado debe ser aplicada
directamente en las relaciones entre particulares. Llegado el caso, los
órganos jurisdiccionales deben proteger los derechos que la disposición
atribuye a los administrados, frente a discriminaciones establecidas en
disposiciones legislativas o convenios colectivos o contratos de trabajo.
171
misma adoptar las medidas legislativas internas para que se cumplan los
objetivos esenciales marcados por ésta. Por tanto, es necesaria una recepción
o transposición de la Directiva en el ordenamiento interno de cada Estado
miembro destinatario por medio del acto legislativo que el mismo estime
oportuno y en el plazo que establezca la propia Directiva. Si la Directiva es
correctamente transpuesta en Derecho interno, es esta normativa interna
adoptada por el Estado miembro la que podrá, en su caso, invocar el
particular. De esta manera la Directiva, en principio, tan sólo producirá un
efecto indirecto.
Ahora bien, si un Estado miembro obligado a cumplir una Directiva no
adopta la normativa interna para cumplirla en el plazo previsto o la normativa
interna adoptada no transpone correctamente dicha Directiva, los particulares
ya no tendrían norma interna que invocar. Por ello, el TJCE ha considerado
que en estos casos de incumplimiento de la Directiva por parte de un Estado
miembro, los particulares podrán invocar directamente los derechos que se
derivan de la propia Directiva. De esta manera ha conferido cierta eficacia
directa a las Directivas.
Sin embargo, sólo se producirá dicho efecto directo de una Directiva en
determinadas circunstancias, a saber:
172
el asunto “Grad” (17/12/70) si una Decisión del Consejo de 1965 relativa a
la armonización de determinadas disposiciones que incidían en la
competencia en el transporte por ferrocarril, carretera y por vía navegable
podía ser invocada por particulares. El TJCE respondió por primera vez
afirmativamente.
Dado el carácter obligatorio de las Decisiones, podrían producir efectos
análogos a los Reglamentos, ya que son obligatorias en todos sus elementos
para el destinatario y sería incompatible con el carácter imperativo que el
artículo 288 reconoce a la Decisión negar que, en principio, los particulares
afectados puedan invocar la obligación que establece. En efecto, el efecto útil
de dicho acto se debilitaría si a los nacionales del Estado de que se trate se les
privara de la posibilidad de invocarlo ante los órganos jurisdiccionales de
dicho Estado y éstos no pudieran tomarlo en consideración como elemento
integrante del Derecho de la Unión.
2. El principio de primacía.
2.1. Fundamento.
173
Esta atribución entraña una limitación definitiva, en determinados ámbitos,
de sus derechos soberanos en favor de este ordenamiento jurídico, por lo que
no puede prevalecer una norma nacional posterior sobre estos derechos
definitivamente transferidos.
4.ª Los Estados miembros han aceptado que los Tratados y el Derecho
derivado se apliquen sin discriminación basada en la nacionalidad de los
particulares (art. 18 TFUE). Si se permitiera que cada Estado pudiera alterar
la regla común, las obligaciones y derechos de los particulares variarían de
un Estado a otro a causa de medidas unilaterales de los Estados; la
invocación de normas constitucionales o legislativas permitiría a algunos
nacionales de los Estados miembros escapar a las reglas comunes y recibir
así un trato diferente del de los otros nacionales de la Comunidad; de ahí que
el principio de no discriminación no pueda quebrarse sin afectar a la
existencia misma de la Unión.
La primacía es condición existencial del Derecho de la Unión, pues éste no
podría existir si se admitiese que cada Estado miembro pudiera, en razón de
sus intereses, derogarlo o modificarlo unilateralmente.
A diferencia de la eficacia directa, que es una característica relativa, la
primacía es una característica absoluta y la condición existencial de la propia
Unión. Para el Tribunal, la primacía es la “regla fundamental para la
existencia de la Comunidad”. La eficacia directa contribuye a la integración;
la primacía condiciona la existencia misma de la integración.
174
La Sentencia Simmenthal25 de 9 de marzo de 1978 desarrolló nuevamente la
firmeza jurisprudencial del principio de primacía. Son varios los efectos que
el Tribunal deduce de este principio:
a) el primero, si la norma interna incompatible es anterior a la norma de la
Unión, ésta hace “inaplicable de pleno derecho, desde su entrada en
vigor, toda disposición contraria de la legislación nacional”. Es decir, se
excluye la aplicación de la norma interna anterior y prevalecerá la norma
de la Unión posterior.
b) el segundo efecto, si la norma interna incompatible es posterior a la
norma de la Unión, la vigencia de esta última “impide la formación
válida de nuevos actos legislativos nacionales en la medida en que fueran
incompatibles con las normas comunitarias”.
c) el tercero es que, ya sea la norma interna anterior o posterior, el órgano
judicial no debe esperar a la que la norma interna incompatible sea
derogada ni debe plantear la cuestión de constitucionalidad;
d) el cuarto es que el juez del litigio concreto puede y debe excluir la norma
interna y aplicar la norma de la Unión.
25
La sociedad italiana Simmenthal compraba carne bovina en Francia y en la frontera italiana era
sometida al pago de unos derechos de control sanitario en virtud de una ley de 1970. En un primer
proceso en 1976, el Tribunal de Justicia declaró que dichas medidas eran contrarias al Tratado, pero la
Administración no ejecutó la sentencia alegando que la ley que impuso la tasa era posterior a la ley que
aprobó el Tratado CE en Italia y aún no había sido derogada o declarada inconstitucional. Ante este nuevo
problema el juez italiano planteó otra cuestión prejudicial al Tribunal, a fin de que se pronunciase si, ante
una ley nacional ulterior contraria a una norma de la Unión, el juez nacional debería considerarla,
inaplicable de pleno derecho sin esperar a su abrogación por el legislador o por el órgano competente
para declararla inconstitucional.
175
disposición interna o la práctica legislativa, administrativa o judicial que le
impide garantizar la plena eficacia de la norma de la Unión debe ser
declarada incompatible “con las exigencias inherentes a la naturaleza misma
del Derecho comunitario”.
Aunque el Derecho interno no le confiera la facultad de exclusión o
inaplicación de la norma interna, el Derecho de la Unión le confiere ese
poder de exclusión de la ley nacional y de sustitución por la norma de la
Unión: el juez no aplicará la ley interna “en virtud de su propia autoridad”,
es decir, de la autoridad que le confiere el Derecho de la Unión para
garantizar la aplicación íntegra de este ordenamiento.
Hay que tener en cuenta que la obligación de excluir la aplicación de una
norma interna incompatible con una norma comunitaria atañe no solo a los
jueces sino a todos los poderes públicos, incluidas las administraciones
autonómicas y las administraciones locales.
26
Sentencias de 6 de mayo de 1980, Comisión c. Bélgica, 102/79, y de 17 de diciembre de 1980,
Comisión c. Bélgica 149/79.
176
El Tribunal de Justicia reconoció en 1991 de forma clara y precisa el principio
de la responsabilidad del Estado por los daños causados a los particulares como
consecuencia de la violación del Derecho de la Unión.
El Tribunal consideró en el asunto Francovich y Bonifaci27 de 1991, que al no
reunir la Directiva 80/987 –relativa a la protección de los trabajadores
asalariados en caso de insolvencia del empresario- los requisitos básicos de
precisión e incondicionalidad para producir efecto directo, en estos casos, “la
reparación a cargo del Estado es particularmente indispensable” para garantizar
la plena eficacia de la norma comunitaria.
Se trataba de una directiva no ejecutada pero que no tenía efecto directo, pues
dejaba condicionada a la transposición la elección del sistema de financiación de
la garantía salarial, y no podía ser invocada por los particulares. Pero el juez
italiano preguntaba también al Tribunal si un Estado miembro está obligado a
reparar los daños que resulten para los particulares de la no adaptación de la
directiva.
Recuerda el Tribunal que los jueces nacionales deben garantizar la plena eficacia
del Derecho de la UE y la protección de los derechos que confiere a los
particulares y que esa eficacia estaría en cuestión, con la consiguiente
debilitación de la misma, si los particulares no pudieran obtener una reparación
cuando sus derechos son lesionados por una violación de este ordenamiento
imputable a un Estado miembro.
El Tribunal considera que el principio de responsabilidad del Estado por
violación del Derecho de la Unión es inherente al sistema del Tratado. El
fundamento se halla en el artículo 4.3 TUE: « Los Estados miembros adoptarán
todas las medidas generales o particulares apropiadas para asegurar el
cumplimiento de las obligaciones derivadas de los Tratados o resultantes de los
actos de las instituciones de la Unión ».
Este principio que analizamos aquí es válido para cualquier supuesto de
violación del Derecho de la Unión independientemente de cuál sea el órgano del
Estado miembro a cuya acción u omisión se deba el incumplimiento, lo que
significa, de acuerdo con el Derecho Internacional, que la responsabilidad del
Estado nace cualquiera que sea el órgano interno causante del ilícito, incluso
aunque sea un órgano constitucionalmente independiente.
El reconocimiento del principio se extiende en relación con los daños causados
por la violación de cualquier norma del ordenamiento de la Unión. Surgiría,
pues, un derecho a ser indemnizado por el Estado cuando concurran tres
requisitos, a tenor de la sentencia Francovich:
177
Cuando la violación es imputable a una autoridad en un ámbito en el que
dispone de un margen de apreciación amplio para adoptar opciones normativas,
los particulares lesionados tienen derecho a una indemnización cuando:
Los tres requisitos son necesarios y suficientes para generar el derecho a obtener
reparación. Si tenemos en cuenta que la apreciación de tales requisitos varía en
función de cada situación, el Tribunal admite que las normas internas de
responsabilidad sean más favorables, en ese caso se aplicarán éstas y no los
criterios establecidos por el Tribunal. Por tanto el principio comunitario de la
responsabilidad del Estado tiene el carácter de mínimo con relación a las
legislaciones nacionales.
Para calificar la violación como suficientemente caracterizada, el criterio
decisivo es el de la inobservancia manifiesta y grave de los límites impuestos a
su facultad de apreciación.
Los jueces nacionales tendrán en cuenta la relación de causalidad entre la
infracción y el daño para precisar el daño resarcible; la cuantía se determinará
aplicando las normas nacionales.
178
a ello una norma nacional, entonces debe excluir la aplicación de la norma
nacional que le impide conceder medidas provisionales.
La plena eficacia de la norma europea se encontraría completamente
disminuida si una regla de Derecho nacional pudiese impedir al juez, que
está conociendo de un litigio regido por el Derecho de la Unión y que debe
decidir sobre la existencia de los derechos invocados teniendo como base ese
Derecho, acordar las medidas cautelares que pretendan garantizar la plena
eficacia de su decisión jurisdiccional. El juez nacional, a la vista de las
circunstancias del litigio, decide la conveniencia de la suspensión cautelar de
la ley nacional. No está obligado a dictar tal suspensión, sino facultado
para su adopción, si es necesaria para proteger los derechos invocados y
asegurar la ejecución de su sentencia y, si es necesario, excluir la norma
interna que le impida dictar medidas cautelares de suspensión de una ley.
La solicitud y la concesión de medidas cautelares ha de fundarse en la
concurrencia de dos condiciones clásicas:
179
- tiene serias dudas sobre la validez de la norma comunitaria en que se basa
aquél,
- adopta la suspensión de forma provisional y limitada a los aspectos
discutidos, y
- plantea la cuestión prejudicial de invalidez.
- en caso de urgencia,
- que sobre la parte demandante pese la amenaza de un perjuicio grave e
irreparable, y
- siempre que tenga en cuenta debidamente el interés de la Unión.
180
Unión. No se necesitan procedimientos especiales o diferentes de los
existentes en el Derecho procesal interno. Es el llamado principio de
equivalencia. Es decir, los jueces nacionales llevan a cabo la protección
jurisdiccional de los derechos fundados en normas de la Unión haciendo uso
de sus sistema procesal interno.
En tercer lugar, el acceso a las vías procesales nacionales no podrá hacerse
en condiciones menos favorables que para las reclamaciones fundadas en
normas internas y tampoco en condiciones tales que hagan prácticamente
imposible el ejercicio de los derechos conferidos por el orden jurídico
comunitario. Es el denominado principio de efectividad.
En cuarto lugar, toda decisión nacional que aplique Derecho de la Unión
debe ser motivada, susceptible de control jurisdiccional, y que ese control
sea efectivo. El denominado «derecho al juez» es un principio esencial de la
Comunidad de Derecho.
Hay que hacer referencia al asunto Johnston (Sentencia de 15 de mayo de
1986, Marguerite Johnston c. Chief Constable of the Royal Ulster
Constabulary, 222/84), planteado por una policía irlandesa, despedida al
transformarse el cuerpo de policía en cuerpo armado reservado a los varones
debido a la conflictiva situación en Irlanda del Norte. La ley británica de
transposición preveía la posibilidad de despido justificado por razones de
seguridad nacional y seguridad pública y para ello bastaba –como prueba
irrefutable- que lo apreciara la autoridad administrativa. Sin embargo, la
afectada recurrió, amparada por la Directiva 76/207 sobre igualdad hombre y
mujer, la cual preveía expresamente que los Estados miembros deben
garantizar, por medio de sus órganos jurisdiccionales nacionales, el respeto a
las disposiciones de la Directiva (art. 6).
Para el Tribunal de Justicia, el régimen británico “permite a las autoridades
competentes privar a los particulares de la posibilidad de alegar, por vía
jurisdiccional, los derechos reconocidos por la Directiva”, y por ello es
“contraria al principio del control jurisdiccional efectivo consagrado por el
artículo 6 de la Directiva”, que dice textualmente:
181
convalidación pero la administración francesa rechazó su solicitud sin
motivación alguna.
Este asunto muestra otros perfiles del derecho al recurso jurisdiccional: las
decisiones deben ser motivadas para que el derecho al juez sea un derecho
útil y efectivo.
Para el Tribunal de Justicia, el libre acceso al empleo constituye un derecho
fundamental atribuido a cualquier trabajador; la existencia de una vía de
recurso jurisdiccional contra cualquier decisión de una autoridad nacional
que impida el ejercicio de este derecho es esencial para garantizar al
particular la protección efectiva de su derecho. Además, añade el Tribunal, la
eficacia del control jurisdiccional, que debe abarcar la legalidad de los
motivos de la decisión impugnada, implica que el Juez al que se recurre
pueda exigir de la autoridad competente la comunicación de estos motivos.
Es decir, la autoridad nacional competente tiene la obligación de darles a
conocer los motivos en que se basa la negativa, en la misma decisión o
posteriormente a petición de los interesados.
Finalmente, hay que decir que el Tribunal ha estimado que, además de la
existencia de vías procesales, éstas deben ser eficaces. Por ejemplo, una
indemnización inferior al daño causado no garantiza el objetivo de una
norma:
182
del Estado en la formación de normas, queda eliminada toda utilidad de este
concepto de fuentes que manejamos en su sentido material. Igualmente, la
carencia de una norma que estructure el sistema de producción normativa y que
establezca una jerarquía entre los diversos tipos reduce a unos niveles mínimos
su utilidad formal.
Sí es posible mantener el término “fuentes” para referirse a la existencia de un
conjunto de “categorías normativas” formalmente diferenciadas. Pero si la
carencia de una norma sobre producción normativa en un ordenamiento concreto
nos priva de canalizar a través de la forma la información acerca de los poderes
que las producen, traduciendo así una jerarquización o determinación de zonas
de competencia y su sustanciación dentro del complejo modelo de relación de un
ordenamiento jurídico, es posible que no compense la confusión que puede
derivarse de una utilización del concepto de “sistema de fuentes”.
El Derecho de la Unión Europea es, ciertamente, un caso de excepcional
complejidad en este sentido. Sabemos que se trata de un orden jurídico que
partió de un modelo relativamente sencillo diseñado en normas convencionales
internacionales que proporcionaban “datos relativamente poco consistentes”
desde el punto de vista de la organización del sistema de producción de normas.
En realidad, aparte de las propias normas constitutivas (Tratados
internacionales) y una tipología de actos sin una relación de jerarquía y
diferenciados esencialmente en función de sus efectos, su alcance respecto
de la mediatización estatal y la identificación de sus destinatarios, no había
nada más. El carácter marcadamente evolutivo del sistema y, de manera muy
especial, la relevante labor del TJ, apoyada en un importante cuadro contencioso
previsto en los Tratados, han permitido, en cierto modo, superar sus deficiencias,
elaborando un marco muy complejo y peculiar que, si por las razones antes
aducidas no puede asimilarse en sentido estricto a un “sistema de fuentes”, bien
merece calificarse como un verdadero sistema de normas y actos jurídicos.
La libre y voluntaria manifestación del consentimiento de los Estados de ser
miembros de la Unión Europea y, en consecuencia, de obligarse por los Tratados
constitutivos y por los actos de las Instituciones, produce la atribución de
competencias internas a favor de la UE. Esta atribución, en determinadas
materias, y su ejercicio efectivo por las Instituciones, es el punto de partida de la
existencia del ordenamiento jurídico de la Unión.
La pertenencia de un Estado a la UE produce una distribución de
competencias entre el Estado miembro y la Unión; el Estado se reserva un
conjunto de competencias bajo su soberanía y, por tanto, regidas por el Derecho
nacional. Pero en las materias cedidas rigen los Tratados y los actos de las
Instituciones o Derecho derivado. Por tanto, los dos ordenamientos jurídicos
coexisten en el interior de cada Estado miembro.
Ambos ordenamientos, el interno y el de la Unión, tienen unos mismos
destinatarios. El hecho de que compartan una misma clase de sujetos de derecho
hace que se genere una frecuente relación entre la norma de la Unión y la norma
nacional. Esas relaciones entre el Derecho de la Unión y el Derecho interno
están condicionadas, como sabemos por los principios de eficacia directa,
primacía y también por el principio de autonomía.
El Derecho de la Unión debe su nacimiento a normas de Derecho Internacional y
en el mismo se regulan relaciones entre Estados, pero es evidente que los
Tratados y los actos de las Instituciones desbordan el marco internacional
clásico de las relaciones entre Estados para incorporar como destinatarios
183
habituales de esas normas a los nacionales de sus Estados miembros y a los
propios poderes públicos de los Estados.
El Derecho de la UE es un subsistema del Derecho Internacional con
caracteres singulares, entre otros la ausencia de cualquier condición de paridad
y de reciprocidad en la formación y aplicación del Derecho derivado, el cual se
adopta por las Instituciones en un proceso complejo en el que no siempre están
representados los Estados miembros como tales (por ejemplo, la Comisión, el
Parlamento Europeo, el Banco Central Europeo). El Tribunal de Justicia ha
confirmado, refiriéndose al antiguo Tratado CE, que
184
constitucional porque refleja la estructura política, jurídica y económica de la
UE y facilita la organización de los poderes. Siempre ha estado expreso en los
Tratados desde la fundación misma de las Comunidades Europeas en 1951
y 1957.
El artículo 4.3 TUE es una expresión formal y limitada de este principio. En
efecto, su formulación literal no es muy diferente de la obligación que se recoge
en otras organizaciones internacionales o del principio pacta sunt seruanda. Sin
embargo, a partir de ese precepto en el que se recogen determinadas
obligaciones generales dirigidas a los Estados miembros, el Tribunal de Justicia
ha tejido un complejo principio de Derecho inherente a la estructura política y
jurídica de la Unión. En centenares de sentencias se ha referido a este principio
de colaboración leal. Este principio «se encuentra en la base del sistema
comunitario» y rige «las relaciones entre la UE y sus Estados miembros», así
como de éstos con las Instituciones y las relaciones de éstas entre sí.
Los tres deberes generales que se derivan del artículo 4.3 TUE son:
1) Colaboración activa o deber de adopción de todas las medidas generales o
particulares apropiadas para asegurar el cumplimiento del Derecho de la
Unión (originario y derivado): cada Estado miembro, de conformidad con el
principio de autonomía, debe ejecutar el Derecho de la Unión en su
territorio, adoptando las medidas necesarias para asegurar la plena eficacia
de las disposiciones de la Unión y garantizando la tutela de los derechos que
reconocen a los particulares.
Tiene especial importancia en la fase de ejecución del Derecho de la Unión,
debido a que los Estados miembros gozan de autonomía institucional y
procedimental al tiempo que están obligados a asegurar una aplicación
uniforme.
2) Deber de abstención de adoptar todas aquellas medidas que puedan poner
en peligro la realización de los fines de los Tratados. Precisamente, el deber
de colaboración impide a los Estados miembros adoptar decisiones
contrarias a los compromisos asumidos. La primera sentencia que se refirió
al deber de colaboración leal fue la sentencia Costa c. ENEL (15 de julio de
1964, 6/64) relativa al respeto de la primacía del Derecho de la Unión. Ahora
bien, su amplia formulación no se limita sólo a evitar adoptar normas
nacionales contrarias a normas de la Unión, sino que establece una
obligación amplia de abstención con lo que pueda perjudicar los objetivos de
los Tratados. Y por otra parte, no toda infracción del Derecho de la Unión
comporta deslealtad. La violación de este principio se refiere a
comportamientos de los Estados que reflejen «un desvalor particular» o en
palabras del Tribunal de Justicia una violación caracterizada e inadmisible
que afecte a las bases mismas del ordenamiento comunitario.
3) Deber de facilitar a las Instituciones el cumplimiento de sus misiones.
Este deber se concreta fundamentalmente en la obligación de los Estados
miembros de facilitar las informaciones que requieran las Instituciones para
el adecuado desarrollo de sus misiones. En relación con este deber, el
Tribunal de Justicia ha aceptado la aplicabilidad de este precepto.
185
- obligación de alcanzar los objetivos de la Unión: lograr una integración cada
vez más estrecha aceptando los principios de progresividad o evolutivo y
profundización en la integración;
- el Estado debe contribuir con su presencia y participación en las
Instituciones;
- los Estados tienen el deber de llegar a un acuerdo en las Conferencias
Intergubernamentales;
- los Estados miembros no pueden ejercer sus competencias, incluso en
ámbitos no atribuidos a la Unión, si causan perjuicio a los intereses de ésta;
- la Comisión tiene el deber de facilitar la ejecución de las disposiciones de la
Unión y colaborar con los órganos estatales encargados de la aplicación del
Derecho de la Unión;
- los Estados miembros tienen el deber de actuar como gestores del interés
común.
186
El conjunto de la Constituciones de los Estados miembros de la Unión
Europea permite, de modo más o menos explícito, la transferencia a
organizaciones internacionales de competencias legislativas, ejecutivas y
jurisdiccionales. Con base en estas habilitaciones (véanse como ejemplos:
art. 92 de la C. de Holanda; art. 49 bis de la C. de Luxemburgo; art. 34 de la
C. de Bélgica; art. 11 de la C. de Italia; arts. 23 y 24 de la C. de Alemania;
art. 20 de la C. de Dinamarca; art. 29, 4, apartados 3º a 6º de la C. de Irlanda;
preámbulo de la Constitución de 1946 y arts. 53, 53.1, 88, 1 a 4 de la C. de
Francia; art. 28 de la C. de Grecia; art. 93 de la C. de España; etc. ) por una
parte, los Tratados se integran en el derecho nacional de los Estados
miembros y, por otra, legalizan la transferencia a la Unión Europea de
competencias o atribuciones constitucionales de los Estados en todos los
órdenes previstos por los Tratados.
Cuando hablamos de recepción en el ámbito del Derecho, nos estamos
refiriendo al modo en que se inserta un determinado Derecho en otro
Derecho u ordenamiento jurídico. Por tanto, nos estamos refiriendo en este
punto a la recepción o inserción de los Tratados de la Unión y al
procedimiento que se sigue para que tenga lugar esa recepción o
inserción. En el Derecho español se sigue el procedimiento general previsto
en el artículo 96.1 de la Constitución española:
Todos los Tratados de la Unión Europea, una vez que han sido ratificados,
forman parte del Derecho aplicable en España, aunque hay que hacer notar
que tales Tratados conservan su propia autonomía. El Tratado de Adhesión
entró en vigor el 1º de enero de 1986, exactamente como se había pactado, y
en esa fecha se publicaron en el BOE todos los Tratados constitutivos de las
Comunidades vigentes hasta esa fecha.
Tras la adhesión, se han celebrado nuevos Tratados de reforma, los cuales
pasaron a formar parte integrante del Derecho aplicable en España desde la
fecha pactada por los Estados miembros. Es evidente que la inserción o
recepción no depende de la publicación interna sino de la fecha pactada
internacionalmente por los Estados miembros. La eficacia directa para los
particulares se completa a partir de la publicación interna, desplegando la
plenitud de efectos internos. En todo caso, una vez publicado en el BOE, su
aplicación se retrotrae a la fecha pactada para la entrada en vigor por todas
las Partes.
En el Tratado de Adhesión a la Unión Europea por el que se incorporan
nuevos Estados, la ratificación se efectúa por las Altas Partes Contratantes de
conformidad con sus respectivas normas constitucionales. Hay que entender
por Altas Partes Contratantes no sólo a los Estados que se incorporan a la
Unión Europea, sino también los que ya eran Estados miembros.
Por otra parte, el Acta de adhesión incorporada al Tratado de adhesión,
establece que: «Desde el momento de la adhesión, las disposiciones de los
Tratados originarios y los actos adoptados con anterioridad a la adhesión por
las Instituciones obligarán a los nuevos Estados miembros y serán aplicables
en dichos Estados en las condiciones previstas en dichos Tratados y en la
presente Acta».
187
3.2. La recepción del Derecho derivado y del acervo comunitario.
En este apartado también hay que abordar la recepción de los actos que se
han aprobado con posterioridad a la adhesión. Generalmente, las
Constituciones, entre las que se incluye la española, no hacen referencia a la
inserción de los actos de las Organizaciones internacionales en el Derecho
interno a pesar de la importancia tan significativa que ha cobrado tales actos.
La explicación de esto está en el hecho de que la atribución de competencias
normativas implica aceptar los procedimientos establecidos en los propios
Tratados para la formación de los actos de las Instituciones.
El artículo 96.1 de la Constitución establece lo siguiente:
188
Corresponde a las Cortes Generales o al Gobierno, según los casos, la
garantía del cumplimiento de estos tratados y de las resoluciones emanadas
de los organismos internacionales o supranacionales titulares de la cesión».
189
En este punto tenemos que hacer mención del principio de cooperación leal,
que es un precepto clave en la arquitectura jurídica de la UE. El artículo 4.3
TUE reclama la colaboración estrecha y continua de los Estados miembros y les
exige adoptar «todas las medidas generales o particulares apropiadas para
asegurar el cumplimiento de las obligaciones» derivadas de los Tratados y de
los actos de las Instituciones.
190
El segundo paso es tener en cuenta si la materia a desarrollar –no la materia
regulada por la norma de la Unión- es prerrogativa de las Cortes o en qué
medida afecta a las materias y al alcance de la competencia reglamentaria del
Gobierno para decantar la opción en cada caso o el reparto de las tareas de
ejecución.
No hay pues automatismos basados en la naturaleza formal de la norma de
la Unión: no es correcta la dicotomía «reglamento-ejecución por el
Gobierno» y «directiva-desarrollo por las Cortes». Lo que importa es el
contenido material de la disposición que necesita de un desarrollo y el
margen de discrecionalidad que deja a las autoridades internas para su
aplicación.
Además, ese párrafo segundo del artículo 93 de la Constitución es
incompleto. Parece evidente que, incluso desde la óptica del Estado, también
los jueces están llamados de manera preferente a aplicar el Derecho de la
Unión y en ellos está descansando el control interno de su cumplimiento. Por
tal motivo, todos los procedimientos judiciales existentes en cada Estado
miembro son susceptibles de ser utilizados para reclamar la protección
judicial efectiva de los derechos que dicho orden confiere a los particulares.
También se echa en falta en ese artículo 93 una referencia a la aplicación del
Derecho de la Unión por las Comunidades Autónomas. Desde luego, si la
materia es competencia autonómica, las Comunidades Autónomas
procederán a su desarrollo a la luz de su respectivo Estatuto de Autonomía.
Por otra parte, si ese párrafo se refiere a la garantía del cumplimiento, no
sólo al cumplimiento en sí, tampoco es muy correcta su redacción, pues la
garantía o responsabilidad del cumplimiento no es cierto que corresponda en
unos casos al Gobierno y en otros a las Cortes, sino siempre al Estado, al
Estado en su conjunto, es decir, a España como Estado miembro.
191
fiscal, afecta a derechos fundamentales, supone la modificación o la
derogación de una ley en vigor, etc.
192
incompatibilidad entre una norma nacional y una norma de la Unión, incluso de efecto
directo, deba ser eliminada definitivamente mediante disposiciones internas de carácter
obligatorio que tengan el mismo valor jurídico que las que deben ser modificadas.
Esto significa que la utilización de las circulares administrativas, incluso
publicadas en los boletines oficiales, advirtiendo de la inaplicación de una norma
interna, no son el medio adecuado para asegurar el pleno efecto de las normas dela
Unión.
De acuerdo con tal artículo un Tratado no puede ser modificado, derogado o suspendido
de forma unilateral, ni por una ley de Cortes, ni por una ley autonómica, ni por un
decreto-ley, sino mediante la voluntad concertada de los Estados partes que acordaron el
mismo.
La fuerza de resistencia del Tratado frente a la ley es la garantía de la primacía del
Tratado sobre las leyes anteriores y posteriores contrarias. Por consiguiente, las leyes
internas quedarán inaplicadas en caso de contradicción con un Tratado en vigor para
España. Todo Tratado internacional goza de primacía sobre la ley (estatal o autonómica)
y es susceptible de aplicación directa.
La primacía y la eficacia directa del Derecho de la Unión en España tiene también su
apoyo de forma más específica en el artículo 93 de la Constitución mediante el cual
aquel ordenamiento puede desplegar con plenitud sus características específicas.
Los Tratados internacionales y el Derecho que deriva de ellos pueden crear en España,
por sí mismos, derechos y obligaciones directamente exigibles por los particulares e
invocables ante los órganos judiciales y administrativos.
En definitiva, los Tratados de la Unión en España forman parte del ordenamiento
interno en cuanto tales Tratados (recepción automática), en el sentido de que ni la
eventual autorización de las Cortes ni la publicación de tales Tratados en el BOE los
transforme en normas internas. En consecuencia, en España las normas internas
quedarán inaplicadas en caso de contradicción con un Tratado comunitario o con un
acto que derive de dichos Tratados.
193
términos de jerarquía, sino acudiendo a soluciones que se funden en el
principio de coherencia.
Los Tratados internacionales sólo gozan en España de jerarquía supralegal
(art. 96.1 CE). Pero en el caso de los Tratados comunitarios esta situación
debe ser examinada también de acuerdo con el precepto específico (art. 93).
Por un lado tenemos que los Tratados de la Unión no pueden violar los
principios básicos de los sistemas constitucionales que han permitido esa
atribución, y por otro, en los ámbitos atribuidos a la Unión, los Tratados
prevalecen sobre toda norma interna. Es decir, la Constitución sigue rigiendo
plenamente en los ámbitos que permanecen bajo el ejercicio de la soberanía
nacional, pero en las materias atribuidas a la Unión rigen los Tratados (y el
Derecho derivado).
El artículo 95.2 de la Constitución española prevé la posibilidad de un
control previo de la constitucionalidad de los Tratados sobre los que se
proyecte prestar el consentimiento del Estado. Si cualquiera de las Cámaras
(por mayoría simple) o el Gobierno observasen una contradicción entre la
Constitución y el texto del Tratado, «cuyo texto estuviera ya definitivamente
fijado, pero al que no hubiere prestado aún el consentimiento del Estado»
(art. 78.1 LOTC), podrán requerir al Tribunal Constitucional para que
declare la existencia o la inexistencia de esa contradicción. También la
reforma constitucional podría hacerse para tal fin sin necesidad de acudir al
Tribunal Constitucional si la contradicción entre el Tratado y la Constitución
pareciese evidente. En definitiva, se trata de evitar todo conflicto con la
Constitución.
Este control previo ha sido utilizado en dos ocasiones y siempre por el
Gobierno de la Nación. La primera vez en relación con el Tratado de
Maastricht, sobre la compatibilidad del antiguo artículo 8.B.2. del Tratado de
la Comunidad Europea (derecho de sufragio pasivo de los ciudadanos de la
Unión en las elecciones municipales) con el artículo 13.2 de la Constitución
(que excluía este derecho para los extranjeros).
El Tribunal Constitucional afirmó en su Declaración de 1 de julio de 1992
que el antiguo artículo 8.B.2 del Tratado de Maastricht entraba en
contradicción con el artículo 13.2 de la Constitución. Las Cortes Generales
aprobaron la primera reforma de la Constitución modificando el artículo 13.2
en el sentido de añadir los términos “y pasivo”, para permitir el ejercicio del
derecho de sufragio activo y pasivo a los extranjeros.
El segundo control tuvo lugar con ocasión del referéndum popular
consultivo sobre la prestación del consentimiento al Tratado por el que se
establece una Constitución para Europa de 29 de octubre de 2004. El
Tribunal Constitucional estimó que no existía contradicción alguna entre el
fracasado Tratado europeo de 2004 y la Constitución española.
En el año 2011 se llevó a cabo otra reforma constitucional consistente en la
modificación del artículo 135 mediante la introducción del concepto de
estabilidad presupuestaria.
Existen ciertos límites constitucionales a la atribución de competencias.
El artículo 93 de la Constitución no dice que puedan atribuirse “las”
competencias constitucionales, sino que se puede atribuir “el ejercicio de
competencias”. Es decir, determinadas competencias, solamente algunas
competencias.
194
Los límites se encontrarían en una atribución de soberanía que pusiera en
peligro la pervivencia de la propia Constitución y del Estado mismo,
afectando a los elementos esenciales como el Estado social y democrático
(pluralismo político y sindical, imperio del Derecho), la unidad nacional, la
lengua común oficial, el sistema autonómico, la estructura constitucional de
los poderes públicos, el respeto a los derechos y libertades fundamentales
reconocidos en el Título I. El Tribunal Constitucional en su Declaración de
13 de diciembre de 2004 así lo reconoció al referirse a límites inevitables
materiales no recogidos expresamente en el artículo 93, que derivan
implícitamente de la Constitución.
Si un nuevo Tratado es incompatible con la Constitución española y la
contradicción no puede salvarse con el artículo 93, entonces cabe la reforma
de la Constitución.
195
Por otro lado, tenemos que referirnos al conflicto entre la norma de la
Unión y la ley posterior. Ya hemos visto que este conflicto se soluciona con
la inaplicación de la norma interna. En el Derecho español tal doctrina
jurisprudencial se ha acomodado perfectamente en la tradición jurídica
española. Sin embargo hay que mencionar algunos problemas en la doctrina
del Tribunal Constitucional:
196
entre la ley y la norma de la Unión basta la doctrina constitucional y
comunitaria de inaplicación por el juez del litigio concreto o por el
órgano administrativo. Es la solución más proporcionada y adecuada.
Pero hay casos de frontal contradicción de una norma interna, cuya
adopción ha sido provocada por la norma de la Unión y su campo de
aplicación se limita a los ámbitos comunitarios, se ha vulnerado la
Constitución (arts. 93 y 96). Si, además, es una norma con un ámbito de
aplicación muy amplia y la situación originada no es pacífica en el
sentido de inaplicación de la norma nacional, puede obligar a muchos
ciudadanos a tener que litigar, produciéndose un problema grave de
tutela efectiva. Sería aconsejable por seguridad jurídica y tutela judicial
efectiva que el Tribunal actuase para evitar la situación de proliferación
de procesos judiciales para solicitar la inaplicación de una ley contraria
al Derecho de la Unión.
En cuanto al respeto del Derecho de la Unión y el recurso de amparo
y la tutela judicial efectiva, tenemos que decir que el respeto a los
artículos 24.2 y 93 de la Constitución también se puede plantear en un
recurso de amparo constitucional contra sentencias que no apliquen
correctamente el Derecho de la Unión o se nieguen arbitrariamente a
plantear la cuestión prejudicial al Tribunal de Justicia o no sigan su
jurisprudencia o, incluso, apliquen normas de la Unión que no estén en
vigor (directivas pendientes de plazo de transposición o no transpuestas
pero de efecto horizontal). Aquí el comportamiento del TC español y
otros es diferente.
En España el TC se niega a controlar si ha habido “el derecho al juez
legal”: si se ha seguido jurisprudencia constitucional, si era pertinente
plantear la cuestión prejudicial, etc. Ello crea una situación de
indefensión de los particulares en el caso de una incorrecta o arbitraria
aplicación o inaplicación del Derecho de la Unión por parte de los jueces
españoles.
Recordemos que la jurisprudencia asentada tras las sentencias Costa c.
ENEL, Simmenthal y Ford España consistía en que el juez nacional
podía por su propia autoridad dejar inaplicada una ley interna en caso de
contradicción o incompatibilidad con el Derecho de la Unión Europea.
Sin embargo, alguna sentencia del Tribunal Constitucional ha sido
divergente de tal jurisprudencia al no permitir al juez nacional español
dejar inaplicada una ley interna sin tener que plantear cuestión de
constitucionalidad o esperar su derogación.
Tampoco la jurisdicción de la Unión vincula la inaplicación de la ley
interna al previo planteamiento de la cuestión prejudicial. Los jueces
españoles reciben la seria advertencia de que no pueden dejar de
inaplicar una ley interna, no pueden seleccionar la norma adecuada al
caso, interpretarla y motivarla por sí mismos, sin plantear el prejudicial o
seguir jurisprudencia de la Unión. Pero pueden aplicar las leyes internas
frente a las normas de la Unión sin que el no planteamiento viole la tutela
judicial. Hay aquí un doble rasero o doble vara de medir.
Las consecuencias de la doctrina jurisprudencial del TC son las
siguientes:
197
- Si no controla la conformidad de los actos del poder judicial a las
obligaciones de la Unión, protegidas expresamente por la Constitución, no se
garantiza en España “el derecho al juez legal del Derecho comunitario”.
- El TC se ha negado a conceder amparo cuando se le solicita la anulación de
sentencias del órgano judicial competente en última instancia por haberse
negado a plantear el recurso prejudicial ante el TJ o por haber aplicado
manifiestamente mal el Derecho de la Unión.
- También se ha negado, aun habiendo jurisprudencia del TJUE, a controlar si
el órgano judicial había seguido o no la doctrina del Tribunal de Justicia.
198
normas que puedan afectar a las competencias asumidas por cada Comunidad
Autónoma en su respectivo Estatuto.
Las CCAA llevan a cabo una acción interna (o indirecta) en la integración
europea que se produce en dos fases o direcciones:
- por un lado, se trata de la participación de las CCAA en la elaboración de la
posición nacional (fase ascendente);
- por otro, se trata del desarrollo legislativo y reglamentario de las normas de
la Unión no directamente aplicables que afecten a competencias autonómicas
asumidas en sus respectivos Estatutos (fase descendente),
199
b) Participación interna: la aplicación del Derecho de la Unión.
Al igual que la participación de las CCAA en la formación de la posición
nacional, también la aplicación del Derecho de la Unión debería estar
guiada por el principio de colaboración leal entre Estado y las CCAA y su
instrumento debería ser el diálogo continuado entre ambos.
En la totalidad de los Estatutos de Autonomía se reconoce la competencia
autonómica de ejecución de los Tratados internacionales. Esta cláusula
tiene por finalidad precisar y garantizar el derecho de las CCAA a ejercer
sus competencias materiales cuando éstas se vean interferidas o conectadas
con un Tratado o con una norma de Derecho derivado, adoptando, si fuera
preciso, cuantos actos normativos o de mera ejecución requiera la norma
de la Unión.
En consecuencia, las CCAA pueden desarrollar legislativa y
reglamentariamente el Derecho de la Unión si la materia necesitada de
desarrollo les corresponde según sus respectivos Estatutos de Autonomía
ajustándose directamente a lo exigido o permitido por la norma de la
Unión.
Hay que decir que el TC no siempre ha distinguido claramente “el control
de cumplimiento” con la ejecución misma y la responsabilidad
internacional. Por fin, comprendió la distinción entre el cumplimiento y la
garantía de la ejecución. El control es sobre el ejercicio de la competencia
de ejecución y no puede consistir en el ejercicio directo y exclusivo de la
competencia autonómica por el Estado ni la puede perturbar o cercenar.
La cooperación en la fase de aplicación o fase descendente se ha
instrumentado mediante acuerdos para materias concretas y mediante
acuerdo general.
El acuerdo general logrado en el seno de la Conferencia para asuntos
Relacionados con las Comunidades Europeas en 1995 regula la fase
descendente de la aplicación.
Parte de dos principios básicos: el de la autonomía institucional para el
cumplimiento de las obligaciones comunitarias y el de que dicho
cumplimiento interno debe llevarse a cabo conforme a la distribución de
competencias resultante del bloque de la constitucionalidad.
En materia de Acuerdos, podemos citar el “Acuerdo en materia de ayudas
públicas”, firmado por la Administración del Estado y las CCAA el 29 de
noviembre de 1990 en el seno de la Conferencia para Asuntos
relacionados con las Comunidades Europeas (CARCE). Se abordan
problemas relativos a ayudas públicas y tiene por objeto poner en marcha
un procedimiento eficaz de comunicación entre la Secretaría de Estado
para la Unión Europea y las CCAA en materia de ayudas públicas.
Respecto a los Acuerdos sobre los procedimientos precontenciosos de la
Comisión y los procedimientos ante el Tribunal de Justicia, hay que
mencionar el firmado en 1990 y en 1997. El primero tiene por objeto
regular la cooperación entre el Estado y las CCAA ante la eventualidad de
que actuaciones de éstas puedan ser objeto de control por la Comisión de
la Unión y, en caso de infracción, sometidas a la jurisdicción del Tribunal
de Justicia de la Unión. La finalidad del acuerdo es articular en torno al
principio de colaboración la participación de las regiones en el
precontencioso y en el contencioso ante el Tribunal de Justicia en que
España sea demandada.
200
El segundo tiene por objeto que el Estado asuma el interés de una
Comunidad Autónoma de impugnar una norma comunitaria (recurso de
nulidad) o de interponer un recurso por inacción de una Institución de la
Unión o un recurso contra un Estado miembro y la colaboración mutua
para todo tipo de procedimientos judiciales.
201
- En caso de que exista la norma autonómica pero ésta sea contraria a las
normas de la Unión, los mecanismos serían jurisdiccionales (art. 153 CE). Es
decir, en caso de contradicción la consecuencia inmediata es la inaplicación
de la norma autonómica (conforme a la consolidada jurisprudencia del TJ en
materia de efecto directo y primacía) y su sustitución por la norma de la
Unión.
- Puede ocurrir que la aplicación del Derecho de la Unión por tantas CCAA
lleve a resultados dispares en cuanto al régimen de derechos y obligaciones
que dimanen de una norma de la Unión; en ese caso el mecanismo adecuado
serían las leyes armonizadoras (art. 150.3º).
- La Constitución prevé en el artículo 155 otro mecanismo: el cumplimiento
forzoso. Se trata de un mecanismo compulsivo y para su utilización deben
darse ciertas condiciones. Su uso lleva a la sustitución o actuación directa
por el Estado de la competencia autonómica. Hay que seguir el
procedimiento previsto en ese precepto constitucional.
202
- Presencia de las CCAA en la esfera del Consejo.
El artículo 16.2 TFUE permite la presencia de representantes (regionales)
de nivel ministerial, siempre que el Estado miembro les faculte para
comprometer al Gobierno de dicho Estado.
En un contexto de respeto a la función y representatividad del Consejo y
del reparto competencial interno se alcanzó un acuerdo entre el Gobierno
de la Nación y las CCAA a partir de un acuerdo del Congreso de los
Diputados de 10 de marzo de 1998 a favor de dicha presencia en el
Consejo. El acuerdo de 9 de diciembre de 2004 prevé la participación de
las CCAA en cuatro formaciones del Consejo: en los Consejos de Empleo,
Política Social, Sanidad y Consumidores; Agricultura y Pesca; Medio
Ambiente; y Educación, Juventud y Cultura. Se incorpora a la Delegación
de España un miembro de un Gobierno autonómico, que representa a todas
las Comunidades en los asuntos que afectan a sus competencias.
203
Si la norma de la Unión incurre en motivos para pedir su nulidad, una
Comunidad Autónoma puede iniciar directamente el recurso ante el
Tribunal de Justicia. Las regiones y los municipios, en su calidad de
personas jurídicas, siempre han tenido ius standi o legitimación procesal
para impugnar los actos de la Unión en las mismas condiciones que los
demandantes ordinarios: deberán justificar que le afecta directa e
individualmente y si incurre en los vicios del artículo 263 TFUE, el TJ
anulará la norma en cuestión. La diferencia en materia de legitimación
procesal, como los Estados, el PE, la Comisión y el Consejo, es que los
denominados “demandantes privilegiados” no tienen que justificar la
afectación directa e individual, es decir, el interés de su acción procesal.
Por tanto, las CCAA pueden iniciar el proceso de nulidad, así como los
restantes procedimientos abiertos a las personas jurídicas (recurso por
omisión y por responsabilidad extracontractual).
Por otra parte, una Comunidad Autónoma puede solicitar intervenir en un
asunto pendiente ante la jurisdicción comunitaria en apoyo de las
pretensiones de las partes demandantes, como cualquier persona, si
demuestra interés en la solución de un litigio. Igualmente, las CC.AA. se
pueden personar en el procedimiento prejudicial formulando alegaciones u
observaciones escritas ante el Tribunal de Justicia si son partes en el litigio
ante un tribunal nacional.
Introducción:
En la mayoría de los casos el TJUE constituye primera y última instancia. Su
situación es diferente a la de una jurisdicción suprema de los Estados miembros,
que no conoce más que de litigios que ya han sido objeto de una sentencia previa
a nivel de instancias inferiores.
Funcionalmente se caracteriza:
a) Es una jurisdicción exclusiva porque los asuntos que entran en su ámbito de
aplicación quedan sustraídos a la jurisdicción de los órganos jurisdiccionales
de los Estados miembros. A su vez, los Estados miembros, de acuerdo con el
artículo 344 del TFUE “se comprometen a no someter las controversias
relativas a la interpretación o aplicación de los Tratados a un procedimiento
de solución distinto de los previstos en los Tratados”, es decir, se
comprometen a someterlas exclusivamente al TJUE.
204
b) El TJUE tiene obligación de resolver conforme a Derecho. Tiene que
pronunciarse sobre todos los asuntos que se le someten. Si no existiesen en el
derecho comunitario normas aplicables al punto controvertido, aplicará los
principios generales del Derecho.
c) Su competencia es específica. El artículo 19.1 del TUE establece que el
Tribunal de Justicia de la Unión Europea “garantizará el respeto del Derecho
en la interpretación y aplicación de los Tratados”, de forma que no le está
confiriendo una competencia de carácter general para resolver cualquier tipo
de asunto, sino que sólo la tendrá respecto de aquellos que entren en el
ámbito de aplicación de los Tratados, aunque de igual forma puede resultar
que el propio TJUE tenga que decidir en ciertos casos si tiene o no
competencia jurisdiccional. De esta forma, casi siempre ha considerado que
conviene hacer una interpretación extensiva de las disposiciones relativas a su
competencia.
d) También en este sentido el TJCE consideraba que las disposiciones del TCE
referentes al derecho de actuar de los encausados no podrían ser interpretadas
restrictivamente. Por tanto, en caso de silencio de los Tratados no puede
presumirse una limitación a este respecto.
e) De igual forma, el TJCE (TJUE) estima que sería contrario al objetivo del
artículo 19 TUE interpretar restrictivamente las condiciones de admisibilidad
de un recurso, limitando su utilización únicamente a las categorías de los actos
enunciados en el artículo 288 TFUE, si bien siempre con arreglo a los límites
establecidos en los Tratados, ya que al Tribunal de Justicia no le corresponde
modificar el sistema jurisdiccional impuesto por los Tratados ni sugerir una
revisión de éstos.
f) Igualmente, de acuerdo con el artículo 273 TFUE “el Tribunal de Justicia de
la Unión Europea será competente para pronunciarse sobre cualquier
controversia entre Estados miembros relacionada con el objeto del presente
Tratado, si dicha controversia le es sometida en virtud de un compromiso”. Es
decir, en esta dimensión de sus competencias el TJUE estaría actuando como
un Tribunal arbitral permanente, porque se exigiría un compromiso por las
partes para que pudiera actuar en una controversia específica, pero se
diferenciaría del arbitraje normal en que el Tribunal y el procedimiento
estarían ya institucionalizados, dejándose a los Estados únicamente la decisión
de someterse a él y la delimitación del objeto de la controversia, que además
tendría que encontrarse en el ámbito del TJUE.
g) Asimismo, de acuerdo con el artículo 275 TFUE, aunque el Tribunal no sea
competente para pronunciarse sobre las disposiciones relativas a la PESC ni
sobre actos adoptados sobre la base de ésta, sí que será competente para
“controlar el respeto del artículo 38 del Tratado de la Unión Europea y para
pronunciarse sobre recursos interpuestos en las condiciones contempladas en
el párrafo cuarto del artículo 263 del presente Tratado y relativos al control
de la legalidad de las decisiones adoptadas por el Consejo en virtud del
capítulo 2 del título V del Tratado de la Unión Europea por las que se
establezcan medidas restrictivas frente a personas físicas o jurídicas”.
205
judicial efectiva de los derechos de todos los sujetos del ordenamiento
jurídico comunitario.
De acuerdo con su función, los recursos se pueden clasificar:
a) Los que tienen como objeto el control de las actuaciones de los
Estados miembros, determinando la ilegalidad de las mismas de
acuerdo con las normas y los objetivos de los Tratados.
b) Los que tienen como objeto el control de la legalidad de las
actuaciones de las instituciones comunitarias, por acción o por
omisión, refiriéndose a la validez de los actos o a la legalidad de la
posición de las instituciones que han optado por no actuar.
c) Los que tienen como objeto la interpretación del sentido y el alcance o
la determinación de la validez de los actos comunitarios alegados
ante los órganos jurisdiccionales internos de los Estados miembros.
Estos recursos no tienen carácter contencioso, sino que constituyen un
mecanismo de cooperación jurisdiccional entre el TJUE y las
jurisdicciones nacionales. Sin embargo, ello no impide considerar que, en
la medida en que sirvan para apreciar la validez de los actos
comunitarios, formen parte del mecanismo de control de la legalidad de
las actuaciones de las instituciones comunitarias.
d) Los que tienen por objeto la defensa de los derechos de los sujetos
comunitarios en aquellas situaciones en que se pone en cuestión la
responsabilidad extracontractual de las instituciones comunitarias,
las reclamaciones relativas a las sanciones pecuniarias impuestas por
ellas.
El recurso de incumplimiento que regulan los artículos 258, 259 y 260 del
TFUE tiene como objetivo principal la apreciación de la legalidad de los
actos de los Estados miembros en relación con los Tratados y con el derecho
derivado. Es decir, un recurso para controlar el cumplimiento por parte de los
Estados de sus obligaciones derivadas del Derecho de la Unión. El TJUE
dispone de una competencia obligatoria y exclusiva para la declaración
judicial de los incumplimientos de los Estados miembros y porque las
infracciones pueden ser perseguidas por la Comisión, Institución
independiente de los Estados.
Respecto al concepto de incumplimiento, el artículo 258 TFUE habla de
violación de “una de las obligaciones que le incumben en virtud de los
Tratados”. El sentido de esta expresión debe ser que las fuentes de las
obligaciones que pueden incumplir los Estados son las normas de Derecho
originario, los actos vinculantes –típicos y no típicos- de las Instituciones y
los acuerdos y normas internacionales a que está obligada la UE, e
igualmente las sentencias del TJUE.
Es decir, habrá incumplimiento cuando un Estado infrinja una obligación
impuesta por el ordenamiento de la UE considerado en su conjunto. El
incumplimiento puede consistir en una omisión o en un comportamiento
positivo (por cierto, el más numeroso es la no transposición o la
incorporación incorrecta de las directivas a los ordenamientos internos), que
deben ser imputables a un Estado miembro. Son imputables al Estado todas
las infracciones del Derecho de la UE cometidas por cualquiera de sus
206
órganos, así como las realizadas por las entidades subestatales en los Estados
con estructura territorial compleja.
La legitimación activa para plantear los recursos de incumplimiento
corresponde a la Comisión (excepcionalmente, al Consejo de Administración
del Banco Europeo de Inversiones y al Consejo de Gobierno del Banco
Central Europeo en sus ámbitos competenciales) y a los Estados miembros.
El artículo 258 TFUE establece las fases del recurso: fase precontenciosa de
carácter administrativo y fase jurisdiccional, que se sustancia ante el TJ, que
concluye con una sentencia. En algunos supuestos concretos, como las
ayudas de Estado, hay establecido un recurso de incumplimiento con un
procedimiento acelerado sin fase precontenciosa.
207
La demanda de la Comisión se admite una vez transcurrido el plazo dado
al Estado en el dictamen motivado y si éste no ha puesto fin a su
incumplimiento. Se exige la identificación completa entre el dictamen
motivado y la demanda de incumplimiento que se imputa al Estado.
Si el Estado da fin a su incumplimiento posteriormente al plazo fijado en
el dictamen motivado o durante la fase jurisdiccional del recurso, no
concluye automáticamente el procedimiento, salvo que la Comisión
desista del mismo.
1.3. Sentencia.
208
acciones indemnizatorias permiten un control indirecto de la legalidad de los
actos u omisiones generadores del daño, pero su función principal es la
determinación de la responsabilidad extracontractual de la UE y se estudian
en otro apartado.
A) El recurso de anulación.
209
de la UE para concluir el tratado internacional. No son recurribles las normas de
Derecho originarios ni las normas pertenecientes a los ordenamientos jurídicos de los
Estados.
El TJUE se ha fijado siempre en su jurisprudencia en la sustancia, el contenido del
acto, con independencia de la denominación y la forma que la Institución le haya dado a
dicho acto para identificar las condiciones que debe cumplir una acto recurrible.
Atendiendo a su contenido real, para que un acto pueda ser recurrible en anulación la
jurisprudencia del TJUE exige la concurrencia de tres condiciones, es decir:
- Acto productor de efectos jurídicos obligatorios. El artículo 263 excluye
expresamente el recurso contra los actos no vinculantes, como es el caso de las
recomendaciones y de los dictámenes. Por consiguiente, es necesario que el acto
despliegue efectos jurídicos obligatorios para el demandante.
- Acto definitivo. Sólo son impugnables los actos de las Instituciones que tienen
carácter definitivo. No son atacables mediante recurso de anulación los actos
preparatorios de una decisión final, en tanto que no modifican la situación jurídica de
los sujetos del ordenamiento. Por ejemplo, son inadmisibles los recursos contra los
actos de iniciación de un procedimiento precontencioso en materia de competencia,
dumping o ayudas de Estado. El escrito de emplazamiento por incumplimiento tampoco
es recurrible.
- Acto con efectos jurídicos para terceros. No son impugnables los actos de las
Instituciones de carácter puramente interno, que despliegan efectos únicamente en el
seno de la Institución y no para terceros.
A.2. Legitimación.
- Legitimación pasiva: pueden ser demandadas sólo las Instituciones cuyos actos son
impugnables mediante este recurso.
- Legitimación activa: el párrafo 2º del artículo 263 TFUE permite al TJ conocer de los
recursos de anulación «interpuestos por un Estado miembro, el Parlamento Europeo,
el Consejo o la Comisión». Son los llamados actores privilegiados. El párrafo 3º de ese
mismo artículo habilita al Tribunal para pronunciarse también sobre «los recursos
interpuestos por el Tribunal de Cuentas y por el BCE y por el Comité de las Regiones
con el fin de salvaguardar prerrogativas de éstos».
Además, el párrafo 4º del mismo artículo dispone lo siguiente:
«Toda persona física o jurídica podrá interponer recurso, en las condiciones previstas en
los párrafos primero y segundo, contra los actos de los que sea destinataria o que le
afecten directa e individualmente y contra los actos reglamentarios que le afecten
directamente y que no incluyan medidas de ejecución».
Hallamos, por tanto, dos tipos diferenciados de legitimación activa: los demandantes o
actores privilegiados (Estados miembros e Instituciones de la UE) y demandantes o
actores no privilegiados (personas físicas y jurídicas). Los primeros son privilegiados
porque el artículo 263 TFUE les reconoce una legitimación activa de carácter general
para solicitar la anulación de cualquier acto de las Instituciones y no necesitan justificar
interés alguno para interponer un recurso de anulación.
Por otro lado está la situación del Tribunal de Cuentas, del BCE y del Comité de las
Regiones, que es diferente, puesto que no son Instituciones con competencias generales
para actuar en el ámbito completo de los Tratados, sino que las que tienen son
específicas, y por ello sólo disponen de legitimación activa limitada a la defensa de sus
prerrogativas y respecto de los actos de otras Instituciones que les puedan afectar.
Novedad en el Tratado de Lisboa es que los Estados miembros pueden someter al TJ
un recurso de anulación contra un acto legislativo por vulneración del principio de
210
subsidiariedad, proveniente de una Parlamento nacional o de una de las Cámaras de
éste. El recurso debe ser interpuesto por el Gobierno de un Estado, pero éste se puede
limitar a presentarlo, siendo el Parlamento nacional o una de sus Cámaras el verdadero
autor del recurso. El Comité de las Regiones puede también invocar la vulneración de
tal principio en relación con los actos respecto de los cuales su consulta es obligatoria.
En el marco del recurso de anulación que analizamos, las personas físicas y jurídicas
disponen de una legitimación activa mucho más limitada, ya que únicamente pueden
interponer una demanda de anulación contra los actos de los que son destinatarios
(imposición de una multa, decisión en materia de competencia, etc.), los actos dirigidos
a otros particulares o a Estados miembros que les afecten directa e individualmente, y
los actos reglamentarios que afecten directamente a particulares y que no incluyan
medidas de ejecución.
Las personas físicas y jurídicas disfrutan de legitimación activa cuando solicitan la
anulación de decisiones de las que son destinatarias. Las decisiones de esta naturaleza se
dan en los ámbitos donde las Instituciones realizan una aplicación centralizada de las
normas de la Unión, principalmente en el Derecho de la competencia y en materia de
defensa comercial. Sin embargo, la aplicación de la mayor parte de las normas de
Derecho de la Unión se realiza de forma descentralizada y corresponde a las
administraciones nacionales de los Estados miembros. En estos supuestos, la posibilidad
de que los particulares impugnen mediante un recurso de anulación un acto del que no
son destinatarios constituye una cuestión bastante problemática, sobre todo cuando se
trata de actos normativos de alcance general. Para que un particular tenga legitimación
activa para interponer un recurso de anulación deben concurrir tres requisitos:
afectación directa, afectación individual e interés para ejercitar la acción.
- Interés para ejercitar la acción: los particulares tienen que justificar un interés para
ejercitar la acción y demostrar que su situación jurídica mejoraría con la anulación del
acto que se pretende anular. Este requisito no plantea muchos problemas puesto que en
los actos de los que son destinatarios existe la presunción de que el demandante recurre
el acto porque éste le causa un perjuicio y el interés para ejercitar la acción concurre
siempre. Por otro lado, en los actos de los que no son destinatarios, si se cumplen los
requisitos de la afectación directa e individual conllevaría de forma automática la
justificación del interés para ejercitar la acción. En este sentido, la jurisprudencia del
211
TJUE ha establecido que existe un interés para ejercitar la acción sólo cuando la
anulación de dicho acto puede tener por sí misma consecuencias jurídicas.
La doctrina interpreta esta limitación de la legitimación activa de los particulares en el
recurso de anulación como una laguna del derecho a la tutela judicial efectiva. Esta
carencia podría remediarse haciendo uso de la excepción de ilegalidad en el marco de
recursos por responsabilidad extracontractual o por el planteamiento de cuestiones
prejudiciales de apreciación de validez. La doctrina incluso estima que esta limitación
podría incumplir las exigencias que se derivan del artículo 6 del CEDH.
Se ha propuesto por parte de abogados generales e incluso por el Tribunal General la
modificación de la jurisprudencia restrictiva sobre el requisito de la afectación
individual de las personas físicas y jurídicas para el reconocimiento de la legitimación
activa en los recursos de anulación. Sin embargo, el TJ ha mantenido su jurisprudencia
restrictiva sobre el requisito de la afectación individual de los particulares (sentencias de
25 de julio de 2002, Unión de Pequeños Agricultores c. Consejo, y de 1 de abril de
2004, Comisión c. Jégo-Quéré).
El Tratado de Lisboa se ha hecho eco de esta situación y amplía la legitimación activa
de los particulares para recurrir en anulación introduciendo una última frase en el
párrafo cuarto del artículo 263 TFUE, que permite que las personas físicas y jurídicas
puedan recurrir actos reglamentarios no necesitados de medidas de ejecución, siempre
que les afecten directamente y sin necesidad de probar la afectación individual. Se
mantiene el requisito de la afectación directa e individual para la interposición de
recursos de anulación contra actos de naturaleza legislativa.
El artículo 269 TFUE dispone lo siguiente:
«El Tribunal de Justicia será competente para pronunciarse sobre la legalidad de un acto
adoptado por el Consejo Europeo o por el Consejo en virtud del artículo 7 del Tratado de
la Unión Europea, solamente a petición del Estado miembro objeto de la constatación del
Consejo Europeo o del Consejo y únicamente en lo que se refiere al respeto de las
disposiciones de procedimiento establecidas en el citado artículo.
Esta petición deberá presentarse en el plazo de un mes a partir de la constatación. El
Tribunal se pronunciará en el plazo de un mes a partir de la fecha de la petición».
Es decir, el TJ, a instancias del Estado miembro interesado, podrá pronunciarse sobre la
legalidad de un acto emanado del Consejo Europeo o del Consejo, únicamente en
relación al respeto de las disposiciones de procedimiento que se establecen en dicho
artículo y mediante el cual una de estas Instituciones haya identificado un riesgo claro o
la existencia de violación grave de uno de los valores de la Unión recogidos en el
artículo 2 TUE (dignidad humana, libertad, democracia, igualdad, Estado de Derecho o
respeto de los derechos humanos) por parte de dicho Estado miembro.
La interposición de este recurso debe realizarse en el plazo de un mes partir de la
constatación. El TJ deberá pronunciarse en el plazo de un mes a partir de la fecha de la
petición.
- Incompetencia.
- Violación de formas sustanciales, que afecten a la legalidad formal del acto.
- Violación del TFUE.
212
- Violación de cualquier norma relativa a la ejecución del TFUE.
- Desviación de poder, que afecta a la legalidad material del acto.
Los dos primeros hacen referencia a la legalidad externa de los actos y pueden ser
suscitados de oficio por el TJUE, y los dos últimos afectan a su legalidad interna y
deben ser invocados por la parte demandante.
La incompetencia es un motivo de anulación invocado poco frecuentemente; sin
embargo, las violaciones de formas sustanciales sí constituyen un importante motivo de
anulación. El TFUE no establece las formalidades cuyo incumplimiento supone la
nulidad del acto. Corresponde al TJUE apreciarlas utilizando como criterio si la
irregularidad influye en el contenido del acto o priva al demandante de la posibilidad de
controlar su legalidad. De acuerdo con la jurisprudencia del TJUE los principales
vicios sustanciales de forma son:
- El defecto de motivación o la falta de motivación suficiente del acto, según dispone el
artículo 269 TFUE.
- El incumplimiento de la obligación de consulta de alguna Institución u órgano con
carácter previo a la adopción del acto.
- La violación de las garantías establecidas en los procedimientos contradictorios de
carácter sancionador con objeto de asegurar el respeto de los derechos de defensa.
- La errónea determinación de la base jurídica del acto, cuando conlleva una alteración
de las condiciones de adopción de éste.
El TJUE lleva a cabo el control de legalidad que consiste en verificar que el acto (su
contenido y los elementos de hecho y de derecho que están en la base de su adopción)
es compatible con tal bloque de legalidad del Derecho de la Unión.
Por último hallamos la desviación de poder. De conformidad con la jurisprudencia del
TJUE consiste en que una autoridad administrativa emplee sus atribuciones con una
finalidad distinta de aquella para la cual le fueron concedidas. Par el Tribunal un acto
está viciado de desviación de poder cuando resulte, en función de indicios objetivos,
pertinentes y concordantes, que su adopción se llevó a cabo con el fin exclusivo, o al
menos determinante, de conseguir otros fines distintos de los alegados o de eludir un
213
procedimiento específicamente establecido por el Tratado para hacer frente a las
circunstancias del caso. En la práctica, pocas sentencias han prosperado anulando un
acto por este motivo.
El artículo 263 en su último párrafo establece un plazo de dos meses para interponer los
recursos de anulación, contados a partir de la publicación del acto, de su notificación al
recurrente o, en su defecto, desde el día en que éste ha obtenido conocimiento del
mismo.
El plazo de dos meses trata de preservar la seguridad jurídica, pues sin limitación
temporal ésta se vería comprometida seriamente la validez de los actos de las
Instituciones.
Una sentencia que declara nulo un acto despliega sus efectos de cosa juzgada material y
formal. Respecto al momento a partir del cual produce sus efectos, los produce ex tunc,
es decir, con carácter retroactivo, como si el acto anulado no hubiera existido y si ha
desplegado algún efecto debe ser eliminado.
El párrafo 2º del artículo 264 establece lo siguiente:
«Sin embargo, el Tribunal indicará, si lo estima necesario, aquellos efectos del acto
declarado nulo que deban ser considerados como definitivos».
De acuerdo con ello el TJUE puede declarar la nulidad parcial de un acto, es decir, de
sólo algunas de sus disposiciones.
Este precepto ha servido para que el TJUE pueda modular el efecto retroactivo de las
sentencias de anulación. Ejemplo ilustrativo de esto último es el caso del presupuesto de
la Unión adoptado por el PE y que el TJUE ha declarado nulo. Acudiendo al artículo
264, párrafo 2º, ha mantenido todos los pagos efectuados durante el ejercicio
presupuestario hasta la fecha de pronunciamiento de la sentencia. En otras ocasiones, el
TJUE ha admitido el mantenimiento de los efectos de una directiva declarada nula hasta
la adopción de una nueva directiva que la sustituye.
El artículo 266 TFUE establece lo siguiente:
«La institución, órgano u organismo del que emane el acto anulado, o cuya abstención
haya sido declarada contraria a los Tratados, estarán obligados a adoptar las medidas
necesarias para la ejecución de la sentencia del Tribunal de Justicia de la Unión
Europea».
La Institución o Instituciones de las que emane el acto anulado tienen la obligación de
adoptar las medidas necesarias para ejecutar la sentencia.
Por otro lado, hay que decir que la Institución cuyo acto ha sido anulado por el TJUE no
tiene la obligación de revisar decisiones o actos idénticos o similares que puedan
214
adolecer de la misma irregularidad, a instancias de los destinatarios de éstas que, en su
momento, no interpusieron el correspondiente recurso de anulación. En este sentido,
entendía el TJCE que el alcance de una sentencia de anulación está limitada en dos
aspectos:
- Por una parte, dado que el Tribunal no puede pronunciarse más que respecto del objeto
del recurso, es decir, de aquello que en el mismo se solicita por el demandante, la
anulación que declare no puede ir más allá de la solicitada por el demandante.
- Por otra parte, aunque la autoridad absoluta que caracteriza a las sentencias de
anulación del TJUE se extiende tanto al fallo como a los fundamentos de la misma, una
sentencia anulatoria no puede implicar la anulación de un acto que pudiendo adolecer
del mismo motivo de ilegalidad que el anulado, no haya sido sometido al control del
TJUE mediante la interposición de un recurso de anulación en que se le impugne
específicamente.
El TJUE no establece en sus sentencias las medidas de ejecución necesarias ni
recomendaciones al respecto para las Instituciones. Tratándose de un vicio de forma, la
institución puede subsanarlo y adoptar un acto con idéntico contenido, si es un vicio de
fondo no puede adoptar un acto con dicho contenido. Si la Institución no ejecuta la
sentencia de anulación es posible interponer un recurso por omisión y si la ejecución es
incorrecta cabe de nuevo el recurso de anulación.
Por tanto, se trata de sancionar una omisión ilegal del ejercicio de las competencias de
las Instituciones, que no sólo están facultadas para actuar sino que tienen la obligación
de hacerlo para la realización de los objetivos de los Tratados. Además, este artículo
265 contempla la omisión como la abstención de pronunciarse y no como la adopción
215
de un acto distinto del que los interesados hubieran deseado o considerado necesario.
Como consecuencia de ello, las decisiones negativas de las Instituciones, que rechazan
los requerimientos de los sujetos del ordenamiento, deben impugnarse mediante el
recurso de anulación.
La legitimación activa y pasiva de las Instituciones y de los particulares es muy similar
a la establecida para el recurso de anulación, pero el desarrollo de los recursos por
omisión es diferente, ya que éstos constan de una fase precontenciosa y de una fase
jurisdiccional. La fase precontenciosa se inicia cuando el demandante invita
formalmente a la Institución acusada de la omisión a que adopte una decisión y defina
su postura. Este requerimiento se hace en un plazo razonable desde que es patente la
intención de la Institución de permanecer inactiva.
Respecto de la legitimación de las personas físicas o jurídicas, el artículo 265.3º
establece que podrán recurrir en queja ante el TJUE si la Institución correspondiente no
les hubiera dirigido un acto distinto de una recomendación o de un dictamen. Por lo
tanto, el particular sólo está legitimado para recurrir la inactividad de la
Institución cuando haya omitido la adopción de un acto del que tuviera que ser
destinatario. De esta forma, no puede interponer recurso de inactividad u omisión
contra la posición de una Institución consistente en no adoptar un acto que
necesariamente tendría que ser de carácter general., de los que no pueden ser
destinatarios específicos los particulares.
Según el párrafo 2º del artículo 265, la Institución dispone de un plazo de dos meses
para definir su posición. Si la Institución se aviene a adoptar el acto que funde el
recurso, tendrá como efecto la terminación del proceso ante el TJUE, pero si concluye
dicho plazo sin respuesta a este requerimiento, se abre un plazo de dos meses para la
interposición de la demanda ante el TJUE, con la que se inicia la fase jurisdiccional del
recurso de omisión. A diferencia de las sentencias de anulación, en los recursos por
omisión las sentencias del TJUE se limitan a reconocer o no la abstención como
contraria al Tratado, pero no pueden adoptar el acto, ya que esta prerrogativa compete
en exclusiva a la Institución cuya omisión se declara.
C) La excepción de ilegalidad.
Nos encontramos ante un incidente procesal previsto por el TFUE. Permite el control
incidental de la legalidad de un acto de alcance general en el marco de un litigio
principal en el que se impugna una medida de aplicación de dicho acto. La introducción
de la excepción de ilegalidad se explica por dos razones: la restringida legitimación
activa de los particulares para interponer recursos de anulación contra los actos de
alcance general y el reducido plazo (dos meses) previsto por el artículo 263 TFUE para
solicitar la anulación de un acto.
La excepción de ilegalidad está regulada en el artículo 277 TFUE del modo siguiente:
«Aunque haya expirado el plazo previsto en el párrafo sexto del artículo 263,
cualquiera de las partes de un litigio en el que se cuestione un acto de alcance general
adoptado por una institución, órgano u organismo de la Unión podrá recurrir al
Tribunal de Justicia de la Unión Europea alegando la inaplicabilidad de dicho acto
por los motivos previstos en el párrafo segundo del artículo 263».
216
concreta atacada en el litigio principal. La declaración de ilegalidad produce únicamente
efecto de cosa juzgada entre las partes en el litigio. Sin embargo, la Institución que ha
adoptado el acto declarado ilegal está obligada a adoptar las medidas que se derivan de
la sentencia del TJUE.
En primer lugar, hay que decir que la responsabilidad contractual que puede derivarse
de la actividad de las Instituciones de la Unión Europea y de sus agentes se decide en
los tribunales internos de los Estados miembros, si no existe una cláusula de
sometimiento a la jurisdicción del TJUE.
Sabemos que los Estados miembros han llevado a cabo una transferencia de ejercicio de
competencias soberanas a favor de las Instituciones de la UE, y que éstas, en razón de
esa transferencia, pueden llevar a cabo acciones en el ejercicio de las cuales pueden
lesionar derechos de los administrados. Si ello ocurre, los sujetos deben obtener la
indemnización de los daños y perjuicios causados por la actividad de las Instituciones y
sus agentes. El mecanismo procesal previsto a estos efectos es el recurso por
responsabilidad extracontractual. Este mecanismo permite a los sujetos perjudicados
por las actuaciones de las Instituciones de la UE reclamar los daños y perjuicios
causados por las actuaciones de aquellas o de sus agentes.
De conformidad con el artículo 268 TFUE, el TJUE tiene competencia para conocer de
los litigios relativos a la indemnización por daños, que se halla regulada en el párrafo 2º
del artículo 340 TFUE del modo siguiente:
217
motivó, que se interrumpe si el perjudicado presenta demanda ante el TJUE o
reclamación ante la Institución autora del acto.
En términos generales se puede considerar que los hechos que dan lugar a la
responsabilidad extracontractual de las Instituciones comunitarias son aquellos
constitutivos de falta de servicio, debida a cualquier incumplimiento en la organización
y funcionamiento de la Institución y que se concrete en una asistencia ineficaz, haber
proporcionado datos erróneos a agentes económicos, falta de vigilancia, gestión
negligente, violación del principio de confidencialidad de las informaciones recibidas o
falta grave, consistente en negligencia manifiesta o error inexcusable.
En el ordenamiento jurídico de la UE predomina el principio de administración
indirecta, que quiere decir que la aplicación administrativa del Derecho de la UE
corresponde básicamente a las autoridades de los Estados miembros, siendo excepcional
los supuestos en relación directa de las Instituciones europeas con los particulares. Por
ello las acciones indemnizatorias presentadas contra la UE se refieren normalmente a
daños producidos por la actividad normativa de las Instituciones, que se desarrolla
principalmente en relación con materias de carácter económico. La responsabilidad
extracontractual derivada de la actividad administrativa de las Instituciones es poco
frecuente.
Por otro lado, en lo que se refiere a la responsabilidad extracontractual originada por la
actividad normativa, hay que decir que constituye la parte sustancial del régimen de
responsabilidad de los poderes públicos de la Unión. El TJCE afirmó esta
responsabilidad extracontractual de la CE por su actividad normativa en la sentencia
Zuckerfabrik en 1971, aunque dentro de estrechos márgenes. Posteriormente, las
sentencias posteriores han acentuado su carácter restrictivo para los particulares y ha
bloqueado la actividad legislativa de la Unión contra posibles acciones indemnizatorias.
En los años noventa la consolidación del principio de responsabilidad del Estado por
violación del Derecho de la Unión ha hecho que la responsabilidad extracontractual
alcance a la UE. A partir de la sentencia Bergaderm de 4 de julio de 2000 el Tribunal ha
unificado todo el régimen de responsabilidad de los poderes públicos en el Derecho de
la UE. De este modo, tanto la UE como sus Estados miembros comprometen su
responsabilidad si concurren los siguientes requisitos:
a) Se infringe una norma destinada a conferir derechos a los particulares;
b) La violación es suficientemente caracterizada, y
c) Existe un vínculo de causalidad directo entre la violación y el daño causado.
218
La competencia prejudicial está regulada en el artículo 267 TFUE. La técnica
del reenvío prejudicial, utilizada en los ordenamientos jurídicos de varios
Estados miembros, permite a un órgano jurisdiccional nacional, que está
conociendo un litigio que requiere la aplicación de una norma de la UE, dirigirse
al TJUE para solicitarle que interprete o determine la validez de la norma en
cuestión. Una vez recibida la respuesta del TJUE, el juez podrá resolver el litigio
principal.
Esta técnica o mecanismo es muy útil en el sistema de organización
jurisdiccional descentralizado y caracterizado por la cooperación de la UE.
La descentralización de la aplicación judicial de las normas de la UE supone el
peligro de interpretaciones diferenciadas según las características y
peculiaridades de los distintos Derechos nacionales. Tal peligro queda conjurado
mediante el instrumento de la cuestión prejudicial previsto en el TFUE,
permitiendo al TJUE asegurar la interpretación uniforme del Derecho de la
UE y dejando al mismo tiempo la aplicación efectiva de sus normas a los
jueces nacionales. Se trata de un mecanismo jurídico que se basa en la
cooperación entre el TJUE y los órganos jurisdiccionales nacionales. El TJUE
garantiza mediante la cuestión prejudicial la aplicación uniforme del Derecho de
la Unión y al mismo tiempo proporciona una vía adicional para el control de la
legalidad de los actos de las Instituciones, como complemento a la protección
jurisdiccional de los particulares, que ya sabemos que tienen un acceso limitado
al recurso de anulación.
219
El Tribunal se niega sistemáticamente a verificar la compatibilidad del derecho
nacional del Estado miembro al que pertenece el juez de reenvío o de otro
Estado miembro con el Derecho de la Unión. Esta función de verificación
corresponde al juez nacional y el TJUE se limita en las cuestiones de
interpretación a proporcionar al órgano judicial nacional los elementos de
interpretación necesarios para realizarla.
Las cuestiones prejudiciales de apreciación de validez permiten a los jueces
nacionales interrogar al TJUE sobre la validez de un acto normativo de la UE,
aplicable al litigio principal del que están conociendo. Sólo son factibles las
cuestiones prejudiciales relativas a la validez de los actos de las Instituciones,
concepto que el TJUE ha emparejado con el de legalidad a los efectos del
artículo 263 TFUE. Por tal motivo, los motivos de invalidez coinciden con los
de nulidad, y la invalidez del acto resulta de su incompatibilidad con el bloque
de legalidad del Derecho de la Unión.
Las cuestiones prejudiciales sólo pueden ser planteadas por los órganos
jurisdiccionales, de acuerdo con la naturaleza del mecanismo prejudicial dentro
de un sistema de cooperación entre el juez nacional y el TJUE. Las partes en el
litigio principal disponen sólo de la posibilidad de sugerir al juez la necesidad de
la remisión prejudicial, pero carecen de derecho alguno para exigirle a éste que
la formule.
El artículo 267 TFUE confiere la capacidad para plantear las cuestiones
prejudiciales a todo órgano jurisdiccional de uno de los Estados miembros. El
TJUE ha considerado como elementos determinantes del concepto de “órgano
jurisdiccional” los siguientes: el origen legal del órgano, su permanencia, el
carácter obligatorio de su jurisdicción, el carácter contradictorio del
procedimiento, la aplicación por parte del órgano de normas jurídicas y su
independencia. Estos criterios tan amplios los ha aplicado el TJUE con bastante
laxitud.
Un órgano jurisdiccional nacional queda sometido al mecanismo prejudicial si se
dan los tres requisitos siguientes: aparición ante el juez interno de una cuestión
relativa a la interpretación o a la apreciación de validez de una norma de la
UE; que dicha cuestión surja en un asunto pendiente de resolución; y que, para
poder emitir el fallo, el juez nacional necesite que el Tribunal de Justicia se
pronuncie con carácter previo.
Hay que matizar que cuando concurren estas tres condiciones el órgano
jurisdiccional tiene la facultad de plantear la cuestión prejudicial. Y esta facultad
se convierte en obligación (párrafo 3º del artículo 267):
Respecto al párrafo 3º del artículo 267 TFUE, éste debe ser completado con la
jurisprudencia del TJUE, en el sentido de que la declaración de invalidez de un
acto de la Unión compete en exclusiva al TJUE por motivos de seguridad
jurídica. Como consecuencia de ello, todo órgano jurisdiccional, con
220
independencia de que decida o no en última instancia, está obligado a plantear
una cuestión prejudicial de apreciación de validez ante el TJUE si considera
pertinentes las objeciones suscitadas en el litigio principal sobre la validez de la
norma europea aplicable. El TJUE ha permitido, para garantizar la tutela judicial
efectiva de las partes en el litigio principal, que los órganos jurisdiccionales
nacionales acuerden la suspensión provisional de la ejecución del acto
nacional basado en el reglamento cuya validez se cuestiona.
En todos los casos, los jueces nacionales disponen del poder de apreciación para
determinar si en los litigios de los que conocen se suscitan o no verdaderas
dudas sobre la interpretación o la validez de una norma del Derecho de la Unión.
221
conformidad con la interpretación dada por el TJUE. Los demás órganos
judiciales que deban conocer del mismo litigio también están vinculados por
dicha sentencia. La sentencia prejudicial de interpretación despliega un efecto
general, en el sentido de que la interpretación que realiza de la norma de la
Unión vincula a los órganos jurisdiccionales de todos los Estados miembros que
deban aplicarla en cualquier tipo de litigios, sin detrimento de que cualquier juez
pueda solicitar al TJUE un nuevo pronunciamiento prejudicial sobre la norma en
cuestión.
Respecto a las sentencias prejudiciales de apreciación de validez, el TJUE ha
considerado que tienen un alcance general tanto si el TJUE declara inválido el
acto como si no lo hace. La sentencia que declara inválido un acto obliga al juez
que planteó la cuestión que no puede aplicar el acto en el litigo principal y, a la
vez, produce un efecto erga omnes, ya que todos los órganos jurisdiccionales
deben considerar inválido dicho acto. Ahora bien, el acto declarado inválido, a
diferencia de lo que ocurre en el recurso de anulación, subsiste y sólo puede ser
modificado o abrogado por la Institución que lo adoptó, limitándose el TJUE a
precisar los efectos de la sentencia de invalidez.
Las sentencias prejudiciales producen efectos ex tunc, es decir, desde el
momento de la entrada en vigor de la norma interpretada, si bien el TJUE se
reserva la posibilidad de limitar en el tiempo los efectos retroactivos de la
sentencia en cada caso concreto por motivos de seguridad jurídica.
5. La competencia consultiva.
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La referencia que hace el artículo 218.11 a la “compatibilidad” del acuerdo
con el Tratado, como objeto de control ejercido mediante el cauce de la
competencia consultiva del TJCE, en un primer momento se interpretó
restrictivamente, entendiendo que se limitaba a fiscalizar la compatibilidad
material entre las disposiciones del Tratado CE y el acuerdo en cuestión.
Más tarde el TJCE asumió una interpretación más amplia. En consecuencia,
el control previsto en el artículo 218.11 tiene en realidad un triple objeto: la
compatibilidad material del acuerdo con los Tratados, la regularidad formal
en cuanto al procedimiento de celebración del acuerdo y la existencia de la
competencia comunitaria para celebrar dicho acuerdo.
Los sujetos legitimados para solicitar el dictamen son los Estados
miembros, el Parlamento Europeo, el Consejo y la Comisión. El Parlamento
Europeo no tenía reconocida esta legitimación con anterioridad al Tratado de
Niza, que puso fin a tal situación reconociendo la legitimación del PE para
solicitar dictámenes al TJCE en virtud de ese artículo.
En relación al momento, el Tribunal de Justicia ha situado con claridad su
carácter previo a la conclusión del acuerdo. No es, por tanto, éste un
procedimiento apto para la eliminación de antinomias o para un control de
legalidad de los actos relativos a la celebración del acuerdo con posterioridad
a su conclusión.
La flexibilidad del Tribunal se ha puesto de manifiesto en relación con el
momento del procedimiento en el que cabe la solicitud del dictamen siempre
con anterioridad a la conclusión del acuerdo. Con carácter general, el TJCE
estima que para las cuestiones de la competencia para concluir el acuerdo,
basta con el conocimiento del “objeto general de dicho convenio, la materia
que regula y el alcance institucional”, pudiendo pronunciarse “no sólo una
vez abiertas las negociaciones, sino también antes de que se hayan iniciado
formalmente las mismas”. En cambio, la cuestión de la compatibilidad
material del acuerdo proyectado con las disposiciones del Tratado exige un
conocimiento preciso del texto sobre el que se ha de manifestar el
consentimiento, por lo cual el momento de solicitud del dictamen es
posterior.
Respecto a los efectos del dictamen, puesto que su finalidad fundamental de
este procedimiento es determinar la compatibilidad o incompatibilidad de un
acuerdo con el Tratado CE, el principal efecto del dictamen TJCE consiste
en declarar con carácter obligatorio tal compatibilidad o incompatibilidad. La
parte final del citado artículo 218.11 establece que «en caso de dictamen
negativo del Tribunal de Justicia, el acuerdo previsto no podrá entrar en
vigor, salvo modificación de éste o revisión de los Tratados». Es decir, si el
dictamen es negativo, cabe dos posibilidades: o la modificación del acuerdo
o la revisión del Tratado que eliminara las causas de incompatibilidad.
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