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En el mundo se vive diversidad de problemas y Venezuela no es la excepción.

Existen
problemas sociales, culturales, económicos y hasta energéticos. Y he allí, un lío difícil y
complejo.

Venezuela tiene un gran vacío en la parte de generación eléctrica.

En el 2010, podemos notar uno de los escenarios más caóticos en lo que se refiere a este
tema. El corazón energético, mejor conocido como la central hidroeléctrica Simón Bolívar
(Guri), tenía una pérdida aproximada de 9 y 15 centímetros al día. En ese año, el ítems de
demanda de electricidad era de unos 16.755 megavatios. Se tomaron medidas “rigurosas”,
se racionaba la luz de dos horas en el sistema residencial, así se logró que las
precipitaciones disminuyeran un 60%. Aparentemente, todo estaba mejor dentro de lo que
cabía.

En el 2016, pasó lo que no se esperaba por la mayoría de los ciudadanos. Se produjo un


escenario mucho más caótico. Los analistas decían que el colapso estaba cerca. Hubo cierre
parcial de los C.C (centros comerciales), se redujo el tiempo de jornada de trabajo y hasta
se hizo un cambio en el huso horario.

Luego de esto, la crisis en materia eléctrica dejó de ser tema de primera plana, de
conversación diaria, frecuente y común. Se disminuyó y no se hizo sentir por temporadas.
Al parecer, al país le había llegado a una parcial solvencia energética… Pero no, y en estos
momentos ya no es simplemente un tema de conversación, un titular en un periódico o una
noticia por televisión, va más allá de eso; es una situación monótona y tediosa, una
situación a la cual todos nos hemos ido acostumbrando gracias a su frecuencia en la mayor
parte del país. Sorprendentemente, más aún en Caracas, la capital.

Desde hace un año, son persistentes los cortes y apagones, son el pan de cada mes.

La conocida estatal Corpoelec, anunció antes del 15 de marzo del presente año unos planes
de racionamiento del servicio eléctrico en cuatro estados del país, durante por lo poco: 4
horas diarias. Este plan se empezó a aplicar en los estados Barinas, Mérida, Portuguesa y
Táchira “por tiempo indefinido” dicho por la misma empresa.

“En Venezuela, ahora más que nunca hay grandes posibilidades de enfrentar un apagón
nacional; las posibilidades son mayores que en cualquier otro país”. Así también, fue
afirmado por Miguel Lara, ingeniero electricista especialista en sistemas de potencia, quien
durante 30 años trabajó en la OPSIS, oficina responsable, hasta 2004, de coordinar la
operación y planificación del sistema eléctrico venezolano.

La parte gubernamental del país, culpa a la sequía de verano de los problemas de


electricidad.
De esta manera, únicamente se consigue mitigar la crisis eléctrica, evadirla y hacer como si
no estuviera. No hacerle frente al deterioro del sistema, lo que logra es ir empeorándolo
más.

Los analistas y expertos en la materia, culpan a la falta de mantenimiento y desviación de


los recursos que son destinados con fines de mejoría y acaban en temas totalmente
diferentes.

Venezuela ha retrocedido aproximadamente 20 años en materia energética. Este enorme lío


viene desde hace más de 15 años y el Estado venezolano no ha realizado lo necesario para
evitar una catástrofe y mejorar la situación actual. Las plantas trabajan a un 10% o 20% de
sus capacidades, lo cual ha ocasionado que hasta el aeropuerto de Maiquetía quede a
oscuras y paralizado.

Esto podría ser tildado como canibalismo eléctrico. Lo que se enfrenta es realmente grave y
necesita ser atacado por los responsables. Hace falta más mantenimiento, más equipos, más
espíritu de trabajo e interés en mejorar. Hacen falta herramientas, líneas de transmisión y
ganas de eliminar esta crisis. Hace falta preocupación. Hace falta trabajo, esfuerzo y
empeño.

Venezuela pide a voces y a oscuras que el problema sea resuelto.

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