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El Mal (Nota Revista)
El Mal (Nota Revista)
El mal nos interpela a todos con su inquietante presencia en nuestras vidas. Sin
embargo, en la enseñanza no reviste la importancia que merece ¿Por qué hay mal
en el mundo? ¿Por qué lo permite Dios? ¿El mal entra en sus planes? ¿Debemos
resignarnos frente al mal? Algunas reflexiones sobre este gran misterio banalizado
en nuestra cultura.
El mal es privación
Esta tradición de pensamiento consideró el problema del mal en toda su
gravedad. No buscó respuestas “facilistas”.
Probablemente, la debilidad de los planteos modernos descriptos, todavía tan
difundidos en la actualidad, radica en una aproximación superficial al tema del mal, de
su terribilidad y de la necesidad de combatirlo. Así como la teodicea leibniziana olvida
la gravedad del mal al convertirlo en un momento del plan de Dios, el ateísmo hace algo
similar al convertir al mal en la ley de la vida contra la que no se puede luchar. Si no
hay Dios y no hay parámetros para lo bueno y lo malo, el mal es un hecho bruto de
nuestra misma existencia y no el fruto de una elección libre. Así como el optimismo
superficial no puede responder a la pregunta Si Deus est, unde malum? (si Dios existe,
¿de dónde viene el mal?), el ateísmo, siempre pesimista, no puede responder tampoco a
Si Deus non est, unde bonum? (si Dios no existe, ¿de dónde viene el bien?).
Por este motivo, sólo una profunda y valiente mirada sobre el mal puede ayudar
a enfrentar estos problemas (Ver recuadro Una mirada valiente).
El principio fundamental acerca del mal sostenido por la tradición a la que
aludimos consiste en que el mal es privación, herida, falta. No es una cosa o un ser, sino
la ausencia, en un ser determinado, de un bien que le compete por naturaleza. Podemos
definirlo como la ausencia de un bien debido. Nótese que, si se habla de algo “debido”,
debe haber un orden o parámetro respecto del cual se lo considere, de tal forma que
tiene que haber un orden natural pensado por Dios. Desde esta perspectiva, por tanto,
sólo puede hablarse de mal si hay Dios.
Dispuestos a profundizar en este mal que es privación, cabe decir en primer
lugar que existen distintas clases de mal. No es lo mismo una enfermedad grave que un
asesinato. En el primer caso, el del llamado “mal físico”, no hay participación de la
libertad humana, sino que se trata de males que nos llegan como “impuestos” más allá
de nuestra conducta, como fruto de nuestra materialidad. En el segundo caso, en
cambio, el del mal moral, se trata del resultado de actos libres. Siempre se ha
considerado a los males de esta segunda categoría como los más graves e inadmisibles
en absoluto (Ver recuadro Las clases de mal).