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Historias de apodos y apellidos

A la memoria de Jesús de Laureano,


hombre de profundas raíces abaraneras,
y gran erudito en asuntos de nuestro pueblo.

Mi abuelo Jerónimo me contó una vez que, el primer día de escuela, el maestro le pregunto su
nombre:

- ¿Cómo te llamas?
- ¿Yo?, Carlista.

Fue una respuesta espontánea, lo primero que le vino a la cabeza. Porque así era como lo conocían
en el pueblo. Y ese era su nombre más que el de Jerónimo.

El tío Roque vivía en “el otro lao”. Su trabajo estaba en el río; construía y arreglaba presas. Sus
hijos eran conocidos como los Roques. Un día, uno de los hijos dejó el camión que conducía en La Era
mientras entraba a una tienda. Un policía, que era también del pueblo, se acercó y le dijo:

- El camión está mal aparcado; tienes que quitarlo ya.


- Tengo que comprar una cosa, es un momento.
- O lo quitas ahora mismo o te multo.
- Pero es que…
- Ni es que, ni nada. Tu nombre, dime tu nombre.
- Roque.
- Encima tomándome el pelo. Pues ahora la multa va a ser más gorda.
- Pero si me llamo Roque.

Y es que nuestro querido protagonista y sus hermanos son todos Roques de apodo, pero este
hermano se llamaba Roque de verdad, y de ahí la confusión del policía y también de Roque que no
entendía nada. Este Roque (D.E.P.) es el que vivía en “el otro lao” junto al Puente Viejo.

Para muchos de los abaraneros (o todos) que vivieron en aquella época, el apodo era más
importante que el nombre que figura en el registro civil. Porque así es como nos entendemos. Uno nace y
es Facundo, Cutillas o Pacho. Y a veces, en este pueblo (con tantos Gómez), sin el apodo no vas a ningún
sitio. Pongo un ejemplo. Un señor forastero viene buscando a una persona y pregunta a un paseante que
baja de la Ermita:

- Voy buscando a Antonio Gómez Gómez, ¿sabe usted donde vive?


- Podría ser. Pero no se a que Antonio se refiere usted, ¿Caniquí, Carlista, Omingo, Pelona?
Como se puede apreciar el nombre y apellidos sirve de poco en muchos casos. La cosa resultaría
mucho más clara si dices:

- ¿Dónde vive Antonio Gómez de Omingo?


- Baja por esta calle y antes de llegar a la Plaza Vieja a mano izquierda.

Ahora sí. Y da igual a quien le preguntes, porque aquí, por el apodo, nos conocemos todos.

Otro ejemplo de que los nombres no sirven de mucho en este pueblo es la anécdota del cartero
que venía buscando a una persona de la que no sabía su dirección. En otros sitios las cartas que no
vienen bien dirigidas se devuelven al remitente, pero aquí es diferente. Oí contar una vez que enviaron
una carta sin dirección, que ponía únicamente Jesús Tornero, Abarán y llegó a su destino. El caso es que
el cartero se cruza con un Picardías y como no está seguro del parentesco que tiene con el destinatario
de la carta le pregunta:

- Oye, ¿tú conoces a José Miñano Tornero?


- Pues no.

Después de tres o cuatro días buscando, el cartero encuentra al destinatario y le entrega la carta.

- Oye, ¿tú no eres hermano de este Picardías?


- Pues sí.

Parcos en palabras. Cuando los dos hermanos se ven:

- ¡Nene! ¿Es que no sabes cómo me llamo?


- Como siempre te decimos Pepe.

Seguro que si le hubiera dicho, busco a Pepe Picardías, se hubiese ahorrado de subir y bajar muchas
cuestas.

La importancia del apodo en Abarán es de tal calibre que ha sido hasta motivo de debate en los
periódicos desde tiempos remotos. En el Diario de Murcia de 20/11/1887 podemos leer:

“Abarán es el pueblo de los José Gómez Gómez; y así no hay medio de entenderse sin
recurrir a los alias. Pero aunque sea así, ¿está bien que en el Boletín Oficial y para fines electorales
se publiquen motes como Burra menor y otros? ¿Por qué no se había de recurrir al tercero o cuarto
apellidos? ¿o acaso serán Gómez Gómez hasta la cuarta generación?”
Extracto del censo electoral de Abarán de 1914

Me viene ahora a la cabeza la película “Ocho apellidos vascos” que en Abarán sería casi
siempre el Gómez repetido varias veces acompañado de otros como Molina, Yelo, Tornero que
habitan nuestro pueblo desde hace 538 años. Y otros como Carrillo, Carrasco, Martínez o
Velandrino que llegaron después y se quedaron entre nosotros. Algunos han llegado más
recientemente. ¿De dónde vienen los apellidos? Los hay que vienen de un nombre, de un lugar, de
un oficio, de una peculiaridad. Me llamó la atención un apellido llegado a Abarán hace
aproximadamente un siglo: San Nicolás. Buscando su origen, encontré que su antepasado fue un
niño que abandonaron en la puerta de una iglesia de Murcia. Su nombre: San Nicolás. Y ese fue su
apellido. Después de varias generaciones el apellido se quedó simplemente en Nicolás.

Antiguamente, la forma de llamar a los hijos no era como ahora. Si tu nombre era Fernando
López y a tu hijo le ponías Sancho, se llamaría Sancho Fernández, que viene a significar Sancho hijo
de Fernando. Y si al hijo de Sancho le ponen Rodrigo, su nombre sería Rodrigo Sánchez y así
sucesivamente. Pero como no había una ley que te obligara a que fuese así necesariamente, a
veces se cogía el apellido de la madre o de algún abuelo. O incluso, el nombre del oficio que
desempeña (Pedro Herrero) o el pueblo del que procede (Juan Sevilla) o a alguna característica
física (Moreno, Calvo). Con el tiempo surgieron problemas. Por ejemplo, uno reclamaba una
herencia alegando ser hijo o pariente de un noble rico. Al no haber registros escritos y mucho
menos pruebas de ADN las situaciones podían ser de mucha complejidad. En 1501, el Cardenal
Cisneros aprueba la norma que obliga a los hijos a llevar los apellidos del padre. Tras el Concilio de
Trento en 1563, las parroquias quedaron encargadas de registrar los datos de bautismo,
matrimonio y defunción de sus feligreses. Poco a poco se va normalizando el uso de los apellidos
del padre y la madre, siendo lo más habitual en el siglo XVIII. Este uso se convierte en obligación
con la ley del Registro Civil de 1870 donde se concreta que se deben utilizar los apellidos del padre
y de la madre como “procedimiento de identificación pública, inequívoca, racional e igualitaria.”
Escaleras de Cutillas, llamadas así por vivir un Cutillas en la casa cuya fachada vemos a la derecha.
En la foto, su esposa Joaquina González haciendo lía.

Los apodos también tienen su origen y a veces su fin. Los orígenes pueden ser nombres, apellidos,
trabajos, peculiaridades, defectos físicos, anécdotas, costumbres. Contaré a continuación el origen de
algunos apodos tal y como me lo han contado.

Animero.- Apodo antiguo ya desaparecido. Era el de la familia que se encargaba de las ánimas; es
decir, ayudaba al paso de las almas por el purgatorio. El apellido de esta familia era Yelo. Vivían en la
calle que actualmente se llama Animeros; recibió este nombre por ser la calle donde ellos vivían.

Borde.- El abuelo de esta familia iba a la taberna y decía: “Dame un vaso de vino, pero hasta el
borde”

Campanero.- Un antepasado figura en el libro de bautismos como dependiente de la iglesia y con


toda seguridad encargado del cuidado y toque de las campanas.
Cañamones.- Aunque no se sabe con seguridad, parece ser que tenían un pequeño establecimiento
donde vendían cañamones torraos, así como garbanzos y otros frutos secos.

Estos productos debieron ser muy comunes desde antaño como indica el poema de Vicente
Medina: “Por junto, mi tío Joaquín / en torraos trajinaba / tenía su gran caldera / y sus garbanzos
torraba. / Río arriba, río abajo, / pa las fiestas, le mercaban, / que en el valle de Ricote / era el torraor
de fama. / Con tres burritos morunos / sus costales porteaba / llevando, a más de torraos, / alcagüetas
y avellanas. / Era mi tió Joaquín / conocío en la comarca / por Joaquín el garbancero / ista de las
mesmas ratas…”

Capitoto.- Viene del nombre Asclepiodoto. Por simplificación se quedó en Capitoto y así se le sigue
llamando a sus descendientes.

Charra.- Un antepasado iba a comprar especias con el carro y pasaba por la zona de Salamanca. A
los salmantinos se les llama charros. Un día trajo para su hija un traje típico de allí. Cuando se lo puso,
iba vestida de charra.

Correo (del).- El primer peón cartero que hubo en Abarán fue Francisco Carrillo Yelo, nacido en
1845. Muchos de sus descendientes trabajaron también en Correos, de ahí el apodo. Fue muy conocido
Constantino el Correo, dueño de una imprenta y empresario del Teatro Cervantes.

Facundo.- Son los descendientes de Jose Facundo Gómez Gómez, nacido a finales del siglo XVIII. De
igual forma, vienen del nombre de sus antepasados otros muchos como los Anacletos, Cayetanos,
Ciprianos, Florencios, Jorges, Mateos o Rufos.

Irene (de la).- Es famosa la historia del aliacán contada por Pepe el Carpintero, que le ocurrió a su
tía, la Marica de la Irene. Irene Yelo era tatarabuela de Pepe el Carpintero y por ese motivo se conoce
así a esta familia.

Malicias.- Vendió un burro que no salió nada bueno; inquieto y rebelde. El comprador decía: “si
malicia tiene el burro, más malicia tiene el que me lo vendió”. Y por malicias se quedó el antiguo dueño.

Manca.- Lo digo en femenino porque eran todas hermanas y se las conoce por las Mancas. El
antepasado tenía algún defecto en una mano o alguna falta que le impedía usarla con normalidad.

Perucho.- Hipótesis: Un antepasado nacido en 1775, llevaba los apellidos Ruiz Pérez. Es posible que
de Pérez haya derivado Perucho.

Pinchapuertas.- Con un trozo de rama de olivo y una púa afilada hacían unos dardos que iban
lanzando contra las puertas, normalmente cuando bajaban al pueblo desde la casa que tenían en la
sierra.
Plaitero.- La familia procede de Albudeite. Los primeros que llegaron a nuestro pueblo se dedicaban
a confeccionar esteras y otros productos de pleita. De pleitero se ha derivado plaitero.

Rastrojo.- Era pastor y acostumbraba a meter el ganado en todos los rastrojos.

Regente.- Era el regente (encargado) de la yesera que había en La Garita, donde hoy está la Iglesia
de San Juan Bautista.

Rito.- Llevan este apodo los descendientes de Rita María Hilaria Gómez Carrillo, nacida en el año de
1783.

Seco.- Reciben este apodo todos los descendientes de Joaquín Gómez Yelo (1790) y se cree que les
llamaron así no por ser secos precisamente, sino por todo lo contrario.

Trabuquillo.- Dícese de un tipo de cigarro puro al que era muy aficionado el padre de Joaquín Yelo
Tornero. Este Joaquín casó en 1928 con Encarnación Gómez Gómez de Omingo.

Hay muchos apodos más. Ese gran entusiasta de todo lo nuestro, Indalecio Maquilón de Jerines, se
encargó de recopilarlos. Si alguien está interesado en ampliar la lista aportando alguno más o dar
información sobre el origen de su apodo, para que sea recordado en un fututo, puede escribir a mi
correo electrónico. Gracias a todos y felices fiestas.

José María Gómez Aroca (de Carlista)

Jmgomez53@yahoo.es

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