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CONSTRUIR UNA FUERZA POPULAR

PARA EL CAMBIO PORGRESISTA

Superar la incertidumbre y allanar el camino de la unidad


La situación política que vive Venezuela tiene procesos de significación que demandan
atención tanto en el análisis como en la asunción de líneas que permitan sacar el mejor
provecho en la perspectiva de la derrota del régimen y la apertura de un proceso d
e cambios hacia el progreso de nuestro pueblo. Su complejidad se resume en buena
medida en que existen desarrollos que apenas nos permiten ser concluyentes en c
uanto a determinar si una tendencia es dominante o no. Y además dicha complejidad
está cruzada por apreciaciones muy diversas en las fuerzas opositoras sobre cómo ate
nder la política actual, cuestión que nos obliga a buscar alternativas para la lucha
popular y la perspectiva revolucionaria, en medio de controversias con quienes
buscamos aunar esfuerzos para configurar una opción con perspectivas de triunfo.
Como primer dato perceptible, vemos que los resultados del 26-S cambian la circu
nstancia venezolana. Ciertamente sus resultados eran en buena medida previsibles
. En cualquier caso, iban a cambiar la composición de la Asamblea Nacional (AN). L
a presencia de la oposición era un hecho. Hubo la posibilidad de que la oposición ga
nase la mayoría de la AN, de haber desarrollado una política más acertada, de identifi
cación y vinculación con las amplias mayorías, basada en un programa de claro contenid
o progresista y en el impulso de sus luchas por demandas inmediatas. Esto debemo
s tenerlo presente cuando abordemos el comportamiento del partido para la presen
te etapa, sobre todo porque el gobierno chavista al parecer tiene entre sus obje
tivos convertir al parlamento en escenario importante de la farsa, en arena de c
irco. En cualquier caso, la AN pudiese tener una importante actuación de cara a la
s elecciones de 2012, dependiendo en buena medida de cómo jueguen los factores polít
icos allí presentes. Los factores hegemónicos de la oposición parecen asignarle una re
levancia principal. Aunque la AN no necesariamente sintetiza toda la situación nac
ional, sí pudiese tener importancia de primer orden, aunque ello estará sujeto a la
política que se adelante en escenarios distintos y de mayor tenor político, a lo cua
l debería estar articulada la oposición parlamentaria, dado el hecho de que el chavi
smo ganó ese espacio, lo que le brinda amplia mayoría y empuja a que la oposición se d
esgaste en cuestiones subalternas que a fin de cuentas terminan siendo parte de
la parodia ―al menos ésa parece ser la intención chavista.
A escala internacional, hay evidencias claras acerca de la situación revolucionari
a en uno u otro punto de las cadenas imperialistas. Siendo las mejores muestras
de esta afirmación los acontecimientos en Túnez, en Egipto, en Libia y en otros países
árabes, aunque los sucesos en Europa ―particularmente en Grecia e Italia― indican que
esta tendencia bien puede manifestarse en países y naciones de mayor desarrollo c
apitalista, cuestión que también debemos tener presente en la circunstancia venezola
na.
Asimismo, las cosas no terminan de evidenciar un rumbo claro en materia de recup
eración del sistema capitalista mundial. La recesión aún no es superada. El crecimient
o de Estados Unidos, Alemania y Japón sigue siendo débil como para afirmar que ya se
salió del vértice inferior de la curva que marca el despegue de la economía mundial.
En virtud de lo cual, las potencias imperialistas juegan a la manipulación de sus
monedas como mecanismo para aumentar su competitividad en vez de elevar sustanci
almente la composición del capital. Esto es, alcanzar la competitividad mediante l
a implantación de innovaciones científico tecnológicas en el proceso de producción y men
os trabajo humano, proceso que, por el contrario se ve frenado a pesar de que lo
s grandes capitalistas cuentan con innovaciones hoy frenadas en virtud de la cri
sis. Así, las perspectivas del crecimiento del precio del crudo no son claras, con
todo y que se ha venido incrementando. Los factores geopolíticos parecen estimula
r esta subida del precio más que la relación oferta/demanda como se demuestra actual
mente con la subida del barril que ya se coloca en 100 dólares a raíz del conflicto
en varios países petroleros y particularmente en Libia.
Existen tendencias en pleno desarrollo que deben ser permanentemente analizadas
hasta tener elementos suficientes como para ubicar su realización de manera más clar
a. Eso no significa que nos quedemos a contemplar su desarrollo. Al contrario, d
ebemos tener la capacidad para apreciar su desenvolvimiento y prever ulteriores
avances, al menos de aquellas tendencias de importancia para la situación política,
por lo cual nuestras iniciativas deben ajustarse a esos desenvolvimientos y sobr
e esta base realizar las maniobras, pues, si no, viviremos marchas y contramarch
as seguramente controversiales, o se generarán polémicas producto de esa situación. Es
to, por ejemplo, se manifestará en la materia unitaria, en el sentido de que uno u
otro escenario de lucha pudiese alcanzar un desarrollo de significación para lueg
o brindar la primacía a otro, aunque éste no necesariamente sea el único aspecto que s
e derive de la controversia.
Lo antes dicho nos fuerza a definir políticas que atiendan las cuestiones principa
les, pero que también contemplen las tendencias aún no formadas de manera clara. Ade
más, debe atender la acumulación de fuerzas que demanda la correlación política y sobre
todo contribuir a acelerar el desenmascaramiento y la descomposición del régimen y d
el orden dependiente y semicolonial del Estado venezolano. Tarea compleja en su
formulación y mucho más en su realización, lo que obliga a que el partido tenga bien d
efinido su papel, en cuanto a su atención y ulterior desarrollo. Aparte del papel
del partido en la presente etapa, queda claro que debemos definir una certera líne
a de vinculación con la lucha de masas, de elevación de su conciencia, de marcar un
rumbo ―en teoría y práctica― que permita salir al paso a cualquier eventualidad que dema
nde la presencia de un fuerte movimiento de masas con una correcta conducción.

En el mundo soplan vientos de cambio

Lo que más resalta en la situación internacional es la circunstancia revolucionaria


en Túnez, en Libia, en Egipto y la elevación de la protesta política en varios de los
países árabes, así como las reacciones populares en Albania. A finales de 2010, los mo
vimientos populares, las protestas contra las medidas restrictivas del gasto que
afectan sensiblemente a los trabajadores alcanzaron niveles de significación en G
recia, Italia e Inglaterra. La propagación por los manifestantes de consignas con
contenido revolucionario refleja la elevación de la conciencia de la gente y apunt
a a situaciones de mayores perspectivas en un sentido revolucionario. En el caso
de Túnez, el ser un país pequeño no significa que sea menor su importancia, por el co
ntrario, esto puede representar el traslado de la tendencia revolucionaria de Amér
ica Latina a África, cuestión que habla de la vigencia de la teoría del eslabón débil de l
a cadena imperialista, que ubica la posibilidad revolucionaria allí en el anillo q
ue se debilita producto del freno del desarrollo de las fuerzas productivas por
las relaciones de producción imperantes y los nexos de dependencia con el imperial
ismo. Recordemos que en Sierra Leona y otras partes de África, así como en América Lat
ina, esta tendencia ha creado condiciones revolucionarias, con el lamentable des
enlace de perderse ―al no haber una vanguardia revolucionaria sólidamente arraigada
a las masas― las enormes posibilidades que en cada caso brindaban las condiciones
objetivas y subjetivas.
En general, estas situaciones se ven atizadas por la crisis cíclica del sistema ca
pitalista y por la crisis general; éstas son las que van creando mejores condicion
es objetivas y subjetivas para esos estallidos que requieren de una vanguardia c
apaz de orientar a las masas hacia objetivos superiores, más allá de la mera superac
ión del momento crítico. La oligarquía, el bloque de la dominación capitalista, busca re
mozar los Estados dependientes y semicoloniales y darle así continuidad a la explo
tación capitalista y la dominación imperialista, objetivos logrables mientras no sur
jan vanguardias en capacidad de cambiar de manera radical el curso de los aconte
cimientos. Lo que obliga a definiciones más precisas en función de una línea internaci
onalista que recree nuevos escenarios para la reinstauración del movimiento comuni
sta internacional. Una de cuyas primeras cuestiones debe ser caracterizar correc
tamente la situación mundial, que desde nuestra perspectiva no puede ser algo dist
into a ratificar lo señalado por Lenin: “Vivimos la etapa de descomposición del capita
lismo, de tránsito a la sociedad socialista”.
La crisis general del sistema imperialista ha alcanzado niveles que conducen a q
ue la incertidumbre siga siendo la principal determinación de las naciones y países
de las cadenas imperialistas. No es de extrañar que los países capitalistas más desarr
ollados hayan culminado el Foro Económico Mundial de este año en Davos “con el convenc
imiento de que todavía queda mucho por hacer para superar la peor crisis financier
a y económica desde la Gran Depresión”. Esto se evidencia, por ejemplo, en que el crec
imiento de EEUU sigue parejo al incremento de su deuda pública cuyo porcentaje del
PIB alcanza niveles extraordinarios, acercándose a 100 por ciento del PIB de 2010
, esto es, superando los 14 billones (millones de millones) de dólares. Por su par
te, China ―además de haberse convertido en la verdadera locomotora del sistema capit
alista mundial― mantiene una deuda estadounidense cercana a 1 billón de dólares. Japón,
por su lado, otros 900 mil millones más. La deuda global se acerca a 50 billones d
e dólares. En esta circunstancia, se incrementan las articulaciones de capitales i
mperialistas, lo que supone, en las primeras de cambio, un atemperamiento de sus
contradicciones, que a la postre se incrementarán pues cada imperialismo pugna po
r hacerse de mayores espacios en el mercado en una rivalidad creciente, así como d
e mayores volúmenes de plusvalía para saciar la voracidad del capital productivo y e
speculativo. Esto, alcanzar tal grado de explotación del trabajo de los obreros qu
e producen plesvalía que sea suficiente para satisfacer la ganancia del capitalist
a dueño de los medios de producción, así como la que demanda el tenedor de acciones o
papeles de la deuda pública de cualquier mercado.
Por su parte, EEUU, buscando recuperarse económicamente ―principalmente por lo costo
so que resulta el crecimiento de su deuda―, traslada la elevación de la lucha de cla
ses a sitios muchas veces muy lejanos de su propia geografía, localizando allí los c
apitales para sobreexplotar a los trabajadores en los países dependientes y semico
loniales, o en potencias imperialistas con las cuales articula sus capitales, so
bre todo China. La guerra de monedas es otro de los elementos que pudiesen enlen
tecer el crecimiento de Europa y en general del capitalismo a escala planetaria.
Las naciones imperialistas, principalmente EEUU, manipulan las paridades en fun
ción de estimular sus exportaciones y con ello el crecimiento de sus economías, sólo q
ue la misma respuesta obtiene de parte de otros mercados con los que compite. Así,
los estadounidenses, frenando la competitividad vía innovaciones tecnológicas, la a
lcanza dejando caer el dólar frente al euro, al yuan chino o el yen japonés. Por su
parte, Europa toda busca reducir el salario de los trabajadores, mientras aument
a la presión tributaria, lo cual empobrece a los trabajadores, para alcanzar mayor
competitividad frente a estadounidenses y asiáticos. Queda evidenciado claramente
que la competitividad capitalista de estos tiempos, se alcanza por la vía del inc
remento de la explotación del trabajo, por la localización de capitales en espacios
donde el precio de la fuerza de trabajo los hace atractivos, con mercados intern
os importantes, entre otros aspectos, o abaratando artificialmente los productos
expresado en la guerra de monedas. La división internacional del trabajo parece a
fianzarse basada en estos elementos, lo que explica que EEUU, Europa y Japón prese
nten ritmos de crecimiento muy pequeños en comparación con Asia, parte de África y Améri
ca Latina, principalmente Brasil. La guerra de divisas estimula también el crecimi
ento en las economías llamadas “emergentes”.
Todo nos hace suponer que la economía mundial presentará un crecimiento por debajo d
e lo esperado y que habrá peligros que pueden conducir a una caída del producto brut
o de varias economías importantes, cuestión ésta que frenaría la posibilidad de superar
firmemente la crisis cíclica y los estallidos bursátiles, y con ello produciría un may
or ralentamiento del crecimiento, dada la guerra de divisas que bien puede trans
formarse en una guerra comercial. Esto conduce, a su vez, a que los capitales bu
squen protegerse mediante el refugio que brinda el oro así como algunas materias p
rimas que pueden presionar al alza en sus precios de manera correspondiente con
el crecimiento de su demanda. Cuestión que se explica porque el oro, principalment
e, es respaldo, precísamente de cualquier signo monetario, siendo su tendencia alc
ista casi una constante, mientras las monedas, sobre todo el dólar, buscan ser aba
ratadas unas frente a otras. La circunstancia europea, por su parte, no deja de
ser preocupante: la aplicación de políticas impositivas, restrictivas del gasto, par
a garantizar compromisos establecidos con el FMI, auguran una elevación de la luch
a de clases en países hasta ahora ejemplos de paz social. Es en este mercado donde
las cosas pueden ser más explosivas en relación con el resto del mundo capitalista
desarrollado.

La economía venezolana: más dependencia, más vulnerabilidad, más rentismo

Una de las circunstancias que penden como amenaza al régimen chavista es la cuestión
económica. Por una parte, la recesión no ha sido superada. La economía, durante 2010,
apenas anunció el inicio de la superación de la tendencia recesiva, situándose el cre
cimiento del PIB en -1,9 por ciento. Para 2011 el crecimiento pudiese ser un poc
o mejor, pero con una inflación similar o cercana a la de 2010. La deuda pública alc
anza entre 28 y 30 por ciento del PIB, partiendo de un cálculo que toma como base
una paridad de 2,60 bolívares por dólar. Pero, si el cálculo se efectúa ubicando el dólar
a 4,30, algunos economistas concluyen en que la deuda pública alcanza 55 por cient
o del PIB. Si tomamos la tasa de 5,30, usada por el Sistema de Títulos en Moneda E
xtranjera (Sitme), el endeudamiento asciende a 65 por ciento del PIB, afirmado p
or el economista García Banchs, en un estudio realizado a finales del ejercicio de
2010. La deuda interna, específicamente, se sitúa en unos 100 millardos de bolívares.
Para este año se calcula que la deuda pública interna se ubicará en 54 mil millones d
e bolívares, 54 por ciento más elevada que la contratada en 2010. Según cifras oficial
es, la deuda pública se ubica en 64.115 millones de dólares, de los cuales la deuda
externa representa 54 por ciento y la interna 46 por ciento. Por su parte, según cál
culo de algunos economistas no oficialistas, la deuda global alcanza más de 110 mi
l millones dólares. García Banchs agrega que, aunque el Estado venezolano presenta c
ifras a los mercados internacionales a una tasa de 2,60, desde el exterior ya se
están haciendo trabajos en los cuales se calcula la deuda nacional con los difere
ntes tipos de tasas. Esto se podría traducir en pagar mayores intereses por los pa
peles que se lancen al mercado.
Ciertamente la capacidad de endeudamiento del Estado venezolano es correspondien
te con el aval que representa el petróleo y otras riquezas naturales. Si la compar
amos con la deuda estadounidense veríamos que en términos relativos, claro está, se tr
ata de una deuda soportable. Como señalamos anteriormente, la deuda de EEUU está cer
ca de 100 por ciento del PIB de 2010. Sin embargo, en nuestro caso, en virtud de
l proceso de destrucción de capitales, del desmantelamiento del aparato industrial
y agrícola, cualquier vaivén a la baja del precio del crudo conduciría a una situación
de mayor déficit presupuestario, lo cual tendrá como respuesta el consabido endeudam
iento púbico y más presión tributaria, medidas éstas que el gobierno sabe que son pernic
iosas en condiciones preelectorales. Ante ello, el régimen preferirá recurrir al end
eudamiento y al incremento de la espiral inflacionaria, así como a una eventual de
valuación. De allí el consiguiente incremento del gasto, dados los compromisos que d
eberá asumir el Estado para cancelar esos servicios. Esto explica que, a pesar del
alto precio del crudo, el presupuesto de ingresos y gastos se consolida siempre
con base en el endeudamiento público, la manipulación cambiaria y la inflación. Esto
es, por ser los gastos superiores a los ingresos, el gobierno busca hacer se de
recursos vía deuda pública, mediante la devaluación, con lo cual obtiene más bolívares con
los mismos dólares, y mediante la emisión de papel moneda sin respaldo, mientras el
aparato productivo sigue estancado, por lo cual la inflación se hace más amenazante
. Se gasta más de lo que se percibe, en términos reales y nominales. Todo lo cual co
nduce a un traspaso de capitales a la oligarquía financiera mediante el incremento
de la deuda pública así como mediante negocios garantizados por el aval que supone
el Estado. Recordemos que los compromisos contraidos por el Estado con la banca,
supone amortización de capitales y pago de una tasa de interés que debe ser superio
r a la inflación. Con ellos los bancos ven atractivo comprar papeles de deuda fren
te al riesgo de invertir en un aparato productivo estancado y poco competitivo.
El elemento más pernicioso de la política económica del régimen sigue siendo seguir a pi
e juntillas la orientación que conduce al afianzamiento extremo del papel de Venez
uela en la división internacional del trabajo. Circunstancia claramente explicada
desde la teoría y que la vida se ha encargado de corroborar de manera fehaciente.
De seguir por este camino, nos rezagamos en todas la materias, salvo petróleo, al
menos así dice la teoría, que en nuestro caso parece contradicha, dado que incluso e
n la producción de este rubro hemos perdido ventajas comparativas por la conducción
que se le ha dado a esta empresa. Ello explica entonces el manejo del sector ext
erno y la inserción de Venezuela en Mercosur, manteniendo relaciones comerciales c
on EEUU muy sólidas. Entretanto, perdemos ventajas y contribuimos con el desarroll
o en otras latitudes donde es muy alta la composición de capitales, brindando elev
adas cuotas de ganancia al adquirir bienes por encima de su valor pero más baratos
en relación con la producción nacional. En definitiva, mientras obtenemos extraordi
narias ganancias por concepto del precio del crudo, brindamos ganancias enormes
en la compra de bienes producidos más baratos pero que nos venden por encima de su
valor. Ello paraliza el aparato productivo y disminuye el empleo productivo. Co
n las superganancias petroleras se mantiene la capacidad de demanda social, pero
en perspectiva la economía se encamina hacia un verdadero desastre.
En el marco del capitalismo, estos elementos se convierten en un freno de primer
orden en el desarrollo de las fuerzas productivas, expresado principalmente en
las limitaciones que suponen al proceso de concentración de capitales. De allí el en
carecimiento del crédito en esa conjunción perversa entre altas tasas de intereses p
ara compensar la inflación, mientras se estimula la capacidad de demanda social si
n desarrollo ni crecimiento económico, se desprotege el aparato productivo interno
con la consiguiente pérdida de capacidad competitiva, mientras se incrementa la i
mportación de bienes que pueden producirse en el país. He allí lo fundamental de la po
lítica económica chavista de cara a las leyes del desarrollo del régimen de producción c
apitalista. En definitiva, se produce un freno brutal al desarrollo de las fuerz
as productivas, mientras se mantiene la ficción de que hay desarrollo endógeno, lo q
ue evidencia que los diversos dislates chavistas son puro engaño y fantasía.
Si nos atenemos a cifras oficiales, los índices de pobreza y desempleo indican una
importante disminución. Ciertamente, podemos dar algo de crédito a estos indicadore
s, pues el consumo se ha incrementado en la medida en que la importación ha crecid
o de manera galopante, a la par del desmantelamiento de nuestras capacidades pro
ductivas, y en particular del aparato industrial. Recordemos que EEUU satisfizo
alrededor de 50 por ciento de todas las importaciones que realizó Venezuela en 201
0, si bien obtuvimos un superávit cercano a 19 mil millones de dólares. El comercio
entre EEUU y Venezuela creció en 2010 en alrededor de 34 por ciento en relación con
el ejercicio fiscal precedente. Las importaciones durante 2010 se situaron en 38
mil millones de dólares.
El déficit fiscal, por su parte, se incrementará de manera importante. El presupuest
o pautado para 2011 es de 204 mil millones de bolívares, 28 por ciento más que los 1
59 mil millones de 2010, aunque esta cifra se ha incrementado con las asignacion
es de créditos adicionales, que durante ese período superaron los 34 mil millones de
bolívares. Si el aumento de 28 por ciento en el presupuesto se contrasta con las
estimaciones de una inflación para 2011 de 30 por ciento, en términos reales estaría c
ayendo el gasto público nuevamente. Se trata de una caída del gasto social en términos
reales que se ve aún más afectado por el crecimiento de la deuda por déficit así como l
a que contrae Pdvsa y otras empresas del Estado, para mantener su capacidad oper
ativa así como algunos planes de desarrollo. A su vez, en la Ley de Endeudamiento
para 2011 se prevé un aumento de 54 por ciento en relación con 2010, al pasar de 35
a 54 mil millones de bolívares. Esto se traduce en que 26 por ciento del gasto tot
al en 2011 estará financiado con deuda, según García Banchs, quien indica, además, que e
n este ejercicio el gobierno será más dependiente del endeudamiento. El déficit fiscal
estaría por el orden de 4 puntos del PIB, resultado de la política económica que dest
ruye el aparato productivo. Si se toma en cuenta la devaluación de la moneda decre
tada a finales de año, es probable que ―por el alto porcentaje de endeudamiento de V
enezuela― el gobierno tenga más dificultades para colocar su deuda correspondiente a
l año en curso.
Esta circunstancia nos permite afirmar que la inflación para 2011 será probablemente
similar a la de 2010. Quienes calculan estas tendencias están persuadidos de que
la recesión junto con el incremento del gasto público, y por ende el déficit fiscal, c
onducirán a que esta tendencia se sostenga, derivando en una probable mayor estanf
lación, o sea, se mantiene la inflación así como el estancamiento.
La construcción de viviendas es uno de los asuntos jerarquizados por el gobierno c
havista dado el déficit de más de 2 millones de unidades, lo cual lo convierte en ex
plosivo. Con la promesa de construir 150 mil unidades este año, apenas se logrará at
emperar el malestar de quienes demandan de manera perentoria soluciones habitaci
onales. De cumplirse esa meta, apenas se correspondería con el crecimiento anual d
e la demanda de este bien. Además, ello repercutiría negativamente en el manejo de l
as finanzas públicas de no incrementarse los ingresos por la vía de la subida de pre
cio del crudo o del ritmo de crecimiento de la producción nacional, lo cual parece
ser la tendencia dominante.

El régimen chavista: ni socialismo, ni independencia, ni democracia

La realización de esta política económica ―que en lo fundamental no ha variado desde 198


9 a la actualidad― ha perfilado una estructura económica muy clara. Así, la oligarquía f
inanciera contempla entre sus fracciones al sector bancario, el vinculado a los
grandes negocios petroleros y el importador. La gran burocracia tecnocrática de es
tos sectores, de igual manera, se suma tanto desde el punto de vista del proceso
de producción como de sus códigos ideológicos. Los sectores medios ―con los vaivenes qu
e le imprimen las variantes de la política económica, la expansión de la demanda y las
perspectivas del sector externo― se mantienen en la incertidumbre, se debaten ent
re la agonía y la expansión, siendo la tendencia dominante la primera.
Por su parte, el sector improductivo de los trabajadores se ha expandido de una
manera importante. Mientras, el sector productivo, aquellos trabajadores que pro
ducen plusvalía, algunos vinculados al comercio y la banca, ha visto disminuir su
número, producto del proceso de desindustrialización. Así, se calcula que la cantidad
de trabajadores vinculados a la gran industria está cercana a 600 mil. Muchos de l
os trabajadores productivos se realizan en el marco de la pequeña y mediana produc
ción, que se desarrolla en el marco de las limitaciones del proceso de concentración
de capitales. Por su parte, el proletariado agrícola y los semiproletarios en est
e sector se mantienen estancados, dado el resultado de la política agraria y agrícol
a. Todo lo cual repercute significativamente de manera negativa en la fuerza cap
az de sindicalizarse, así como en las perspectivas políticas de la clase obrera. Mie
ntras, el sector de trabajadores vinculados a la llamada economía informal, de ser
vicios reproductivos del capital variable, así como los sectores lumpenizados, ent
re otros, han visto crecer su reproducción con las consecuencias que conlleva en e
l comportamiento político de amplios sectores muchas veces inclinados hacia el ind
ividualismo, el escepticismo, el conservadurismo o la colaboración.
La configuración de un bloque dominante determinado encuentra en sus componentes m
uchas fisuras que en cualquier momento pueden abrir grietas profundas hasta lleg
ar a resquebrajar al régimen e incluso inestabilizar el orden imperante. Este dato
tiene significación cuando ubiquemos las perspectivas políticas y, en ellas, las po
sibilidades de una descomposición acelerada del régimen chavista y del statu quo. Es
to señala los retos del partido, si de verdad buscamos jugar papel de vanguardia a
nte una eventualidad de ese calibre. Por lo pronto, el imperialismo y el bloque
de la dominación parecen conformarse con lo que brinda Chávez.
Recordemos que esta forma de dominación ―basada en buena medida en un discurso seudo
socialista― no termina de ser del mayor agrado del imperialismo y de la oligarquía.
Aunque se convierte en una necesidad cuando, en determinadas circunstancias, sólo
este tipo de forma de dominación permite apaciguar los deseos de cambio y canaliza
r la situación explosiva que hace peligrar el orden. Que a todas luces es el caso
venezolano de estos tiempos. Donde la fraseología revolucionaria y socialista enma
scara la dominación burguesa, de su ideología y de su metafísica, y logra confundir a
importantes sectores de la sociedad.
Ello es lo que a fin de cuentas termina por asignarle ese rango de incertidumbre
al régimen chavista, aunque a momentos se presente como inexpugnable dado que se
apropia de las consignas populares, de la cultura del cambio revolucionario, ent
re otras cosas, mientras afianza los nexos de dependencia con el imperialismo. R
ecordemos, además, que esta forma de dominación encuentra en el petróleo y otras rique
zas la base material para realizar el despotismo, un tanto al estilo asiático, con
muy buenos resultados, sobre todo porque inserta políticas dadivosas que atempera
n la lucha de clases. Sin embargo, como hemos señalado, la materia petrolera también
se encuentra en cuestión habida cuenta de los vaivenes de su precio en el mercado
internacional y de los problemas del capitalismo mundial, a lo que se suman las
limitaciones de la industria venezolana y de su empresa, todo lo cual permite e
stablecer de manera clara que la incertidumbre es el dato de mayor relevancia.
La superestructura jurídico-política erigida por el chavismo, como señalamos antes, mu
estra debilidad. Se trata de un régimen que encuentra en el discurso socialista no
sólo un aval, sino correspondencia con la conciencia que imperó en la mayoría naciona
l, a diferencia de aquellos que levantaron una superestructura “socialista” ―más propiam
ente los de la órbita soviética― proviniendo de procesos de construcción del socialismo
científico, de democracias populares, o de formas de ejercicio de un nuevo poder e
n función de echar las bases del socialismo, pero en los cuales se restauró el capit
alismo. Ello conduce a que las limitaciones sean mayores, sobre todo por las gra
ndes contradicciones entre el discurso y las realizaciones cada vez más ajenas al
socialismo, además de la ineficacia, la corrupción y el derroche, entre otros males.
A esto hay que agregar otro obstáculo: al régimen, en el marco de las ideas hegemónic
as ―en gran medida propagadas por el mismo y asumidas como línea de acción―, se le dific
ulta concretar una perspectiva totalitaria. Recordemos que la superestructura no
son sólo las instituciones, sino que incluye las ideas, la cultura, entre otras e
xpresiones. En definitiva es el inmenso edificio institucional e ideológico el que
no logra estabilizarse por el cúmulo de contradicciones en su seno. Esta cuestión e
s importante considerarla toda vez que la contradicción entre la estructura y la s
uperestructura puede entrar fácilmente en un proceso de descomposición acelerada por
lo endeble que resulta de cara a las tremendas contradicciones entre la palabra
y las realizaciones gubernamentales.
No olvidemos aquel principio, o ley del desarrollo social, según el cual “la estruct
ura económica de la sociedad [es] la base real sobre la que se levanta la superest
ructura jurídica y política y a la que corresponden determinadas formas de concienci
a social”. El régimen capitalista de producción encuentra en la democracia representat
iva ―y en las formas de conciencia que coadyuvan con las relaciones imperantes y e
l mercado burgués― la superestructura correspondiente para ejercer el dominio de cla
se de los capitalistas sobre los trabajadores. Por lo tanto, formas de dominación
como la chavista le terminan siendo útiles en situaciones extremas.
Hasta ahora, para citar un ejemplo, el régimen ha adelantado iniciativas con relev
ancia en la superestructura, tales como las comunas, los consejos comunales, a l
os que se une el llamado control obrero, entre otras. La oposición al responder es
as cuestiones ha caído no pocas veces en la trampa. De seguro esta cuestión se segui
rá manifestando dado que el chavismo parece haber definido el afianzamiento de est
as formas superestructurales como mecanismo para preservarse, sobre todo por la
incertidumbre que provoca en la oposición, además de que logra captar voluntades del
pueblo, algunos con sincera fe por el “proceso”, los más por intereses particulares.
En los últimos tiempos el régimen chavista no logra hacerse de mayores índices de acep
tación producto de los problemas descritos grosso modo líneas atrás. El carisma del líde
r del proceso viene menguando, aunque es de reconocerse que aún mantiene un nivel
muy elevado de aceptación en sectores depauperados de la población. Es evidente que
la estrategia chavista descansa en la confianza de que podrán seguir manteniendo l
a farsa afianzados en el carisma del líder. A ello se agrega la profusión del discur
so “socialista” y la propagación como principales obras los “logros” de las empresas de pr
oducción social, la atención a la vivienda y las medidas para atender los desastres
provenientes de las lluvias, principalmente manipulando cuestiones que no han si
do eficazmente atendidas pero que mediante la propaganda logran presentar como e
xpresiones del carácter popular del régimen. La ofensiva desarrollada en diciembre y
enero indiscutiblemente que alcanzó en buena medida la meta trazada por el régimen
en esa dirección. El reglamento de funcionamiento y de debates de la Asamblea Naci
onal, a su vez, representa un golpe para los factores parlamentarios de la oposi
ción venezolana; igualmente, la Ley Habilitante deja a la oposición con menos margen
de protagonismo en la arena parlamentaria.

Venezuela no aguanta más engaños ni falsos cambios

El análisis de las condiciones objetivas así como las perspectivas del régimen nos ind
ican que pudiera presentarse una situación revolucionaria, cuestión posible en un es
cenario en el cual permanentemente las luchas de los trabajadores, de los poblad
ores de los barrios, de variadas comunidades, entre otros, viven en permanente l
ucha demandando solución a los ya crónicos problemas nacionales.
El régimen presenta signos claros de agotamiento, cuestión percibida por muchos sect
ores nacionales e internacionales. Dicho agotamiento se ve reflejado, en primer
lugar, en la contradicción entre el discurso y la realización de políticas que favorec
en claramente al capital financiero. En segundo lugar, en la ineficacia que pres
enta toda la institucionalidad en la atención de los problemas más urgentes del pueb
lo, tales como inseguridad, vivienda, empleo, salario suficiente, entre otros. S
e suma, como dijimos antes, el agotamiento de la figura carismática de Chávez. Ya la
gente tiende a cansarse de tanta demagogia e histrionismo, acompañado de la tal r
epolarización, que tiende a crear angustias en la gente, muchas veces sin que exis
tan razones ciertas para ello, como no sea una estrategia de permanente camorra
política.
Es evidente que sectores de la oposición atentos a esta tendencia buscan sacarle p
rovecho para sustituir al régimen, aunque en términos generales sólo para dar paso al
continuismo que mantiene las cadenas de dependencia y sujeción de las grandes pote
ncias imperiales. Ésa es la puja que hay entre todos quienes buscamos una salida a
la circunstancia política, toda vez que también estamos presentes quienes pugnamos
por una salida progresista, popular y nacionalista. Ello debemos tomarlo en cons
ideración a la hora de formular nuestra política. De un lado tenemos que el agotamie
nto del chavismo puede dar paso al afianzamiento de tendencias anticomunistas, d
e hecho, somos de la idea de que han brotado y se han estimulado tendencias cada
vez más reaccionarias y revanchistas frente al chavismo que ―al identificar esta fo
rma de dominación burguesa con socialismo― terminan por hacer un servicio al gobiern
o, instados miopemente por el espíritu que los anima en materia política y de presen
tarse como alternativa cierta. Pero, de otra parte, están presentes las tendencias
políticas en el seno de la masa chavista que también cuentan a la hora de sumar en
una dirección, pero que se ven frenados por el elemento antes señalado. Ello resta p
otencialidades a la perspectiva de cambio, o al menos de superación del régimen.
Por otra parte, la base social de este régimen es tremendamente endeble. Dada su n
aturaleza, el sector lumpen ―uno los componentes más importantes del chavismo, no sólo
poco firme, sino también oportunista en extremo― termina siendo una debilidad que,
en caso de pérdida de perspectivas, de seguro no tendrá miramientos para saltar la t
alanquera. Los trabajadores se mueven con recelo frente a uno y otro color. Los
chavistas no terminan de hacerse fuertes entre la clase obrera no sólo porque no p
resentan una perspectiva de organización genuina defensora de sus intereses, sino
por la política a favor de la explotación, de la flexibilización laboral, entre otros,
que impone el régimen ―por supuesto, siempre amparados en discurso engañoso―. Pero la o
posición no logra convertirse en hegemónica debido a las limitaciones políticas frente
a la organización sindical y la defensa de la clase.
De tal manera que tanto la superestructura como la base social chavista terminan
siendo débiles y, en perspectiva, poco fiables de ser puntales ante una eventual
sacudida de los precios del crudo o de resquebrajamiento acelerado del bloque de
la dominación. En cualquier caso, de lo que se trata es de establecer el desarrol
lo y afianzamiento de tendencias en las formas de conciencia social en la actual
circunstancia.

La unidad es por una alternativa popular, democrática y progresista


Fieles al principio de concertar la unidad social y política de los factores y sec
tores sociales en contra del enemigo principal, para avanzar y alcanzar metas en
cada etapa de la lucha revolucionaria, debemos ubicar este proceso de la manera
más objetiva posible, tomando en cuenta las aspiraciones de los sectores con los
cuales buscamos aunar esfuerzos por objetivos comunes.
Desde la óptica de buena parte de los factores opositores, hay un conjunto de elem
entos de la superestructura imperante que bien pudieran dejarse intactos, o remo
zarlos en caso de estar resquebrajados. Se trata de elementos de la superestruct
ura jurídica, en algunos aspectos de significación económica y social ―tanto en sus prin
cipios como en sus probabilidades de realización―, que favorecen al gran capital. Po
r ejemplo, la Constitución encierra aspectos que afianzan la centralización de los c
apitales, la inversión capitalista en el marco de la división internacional del trab
ajo (DIT), como hemos venido señalando. Asimismo, hay leyes como la de hidrocarbur
os que garantiza la desnacionalización de la industria petrolera. Para sólo citar as
pectos notorios que nos hacen pensar que pudiesen encontrar una perspectiva de p
ervivencia, dado que se corresponden con demandas del capital para cualquier perío
do o forma de dominación, de superarse el régimen chavista desde una perspectiva pro
imperialista. Ello se articula con la defensa que se hace de la Constitución, ele
mento táctico de importancia para frenar las pretensiones centralizadoras en extre
mo de Chávez, pero que dejan la idea de que la Constitución sirve para la transición y
más allá. Recordemos que ella estuvo consensuada por factores diversos pero todos c
omprometidos con la salvación del sistema en condiciones de peligro, pero, a su ve
z, de remozamiento a favor del gran capital y el imperialismo. En definitiva, en
ese sentido, hay coincidencias estratégicas de varios partidos opositores con el
chavismo.
Hemos dicho que pudiese crearse una nueva circunstancia revolucionaria, pues, en
última instancia, aquello de que la estructura económica entra en conflicto con la
superestructura ―de que el desarrollo de las fuerzas productivas encuentra un fren
o en el marco de las relaciones sociales de producción― en el caso venezolano adquie
re una connotación concreta. La implantación, por un lado, de una superestructura qu
e propende cada vez más a ser una imitación caricaturesca y perversa del socialismo
encuentra tremendas contradicciones con una estructura económica claramente oligárqu
ica. Por otra parte, las fuerzas productivas del país son de tal potencialidad que
al verse frenadas ―tanto por las relaciones imperantes como por las demandas del
capital financiero, principalmente del papel de Venezuela en la DIT― fuerzan más tem
prano que tarde a la situación revolucionaria. Esta circunstancia está presente si n
os ubicamos en estas verdades generales del marxismo. Pero veamos algunas de las
determinaciones señaladas anteriormente: la desindustrialización, la destrucción de f
uerzas productivas, materiales y humanas, que se reflejan en los datos, en la re
alidad viva, en las perspectivas del aparato productivo, del empleo, entre otros
aspectos, apuntan claramente en esta dirección. Si le unimos las debilidades supe
restructurales indicadas, el cuadro queda más completo. Por ello nos hemos detenid
o un poco para justificar esta complejidad del momento político y sus perspectivas
.
De otro lado, en la circunstancia política actual, los sectores que representan lo
s intereses oligárquicos no logran reunir las condiciones como para impulsar una p
olítica capaz de construir la victoria. Ésta es una de las determinaciones que condu
cen a que debamos sortear las limitaciones presentes en muchos partidos opositor
es, ya que se debaten entre el interés particular y la eficacia política de cara a p
olíticas que bien pueden rendir mejores perspectivas para la derrota del régimen. El
lo explica, por ejemplo, que centren su política en el parlamento y no en la lucha
de calle. Igualmente esto crea limitaciones a la hora de formular programas de
naturaleza progresista, pues pueden representar un peligro para los intereses de
l gran capital.
Sin embargo, dada la naturaleza del régimen, así como el serio daño que produce y ha p
roducido a la perspectiva revolucionaria venezolana, la unidad con estos factore
s controvertibles resulta de imperiosa necesidad, apostando desde nuestra óptica p
or la creación de una circunstancia que permita un avance hacia una verdadera y pr
ofunda transformación de la sociedad venezolana. Además, la perspectiva de los parti
dos opositores apunta en la dirección de derrotar y superar el chavismo, independi
entemente de sus aspiraciones de clase. En última instancia, estas fuerzas represe
ntan reservas importantes contra el régimen. De nuestra parte, debemos no sólo contr
ibuir al diseño de una política que apunte a la eficacia, sino también incidir en la c
onciencia de las masas, hasta despertar los deseos de un cambio real y así forjar
una fuerza material concreta, que sirva de base objetiva para incidir en los fac
tores indicados.
En este contexto, la política de unidad y alianzas presenta rasgos, algunos tenues
, que pueden conducir a grandes diferencias. Por una parte, todos los factores d
e la oposición reivindican la unidad. Además, se establece desde diversos escenarios
que es necesario trascender positivamente el nivel unitario que ha alcanzado la
MUD, sin negar a ésta. Se han desarrollado dos líneas principales: la inspirada por
los factores mayoritarios de la MUD que apuesta porque la AN sea el escenario p
rincipal de la lucha política y la de otros sectores que ubicamos la necesidad ―por
las limitaciones que aquélla tiene― de jerarquizar otros espacios y formas de lucha,
así como la vinculación que debe tener la acción parlamentaria con ellos, si en verda
d se quiere contribuir con la configuración de una alternativa frente al chavismo.
Por su parte el gobierno también busca que esto sea así: frenar las luchas populares
de calle. De allí que no es de extrañar que le brinde espacios a la oposición parlame
ntaria para que tenga algo de “protagonismo” en la AN. Es más, podemos afirmar que est
e escenario seguramente presentará espectáculos que acapararán la escena política. Sobre
todo porque ―a partir de la Ley Habilitante y la modificación del reglamento de deb
ates del parlamento― las cuestiones principales se ventilarán de una manera distinta
a la prevista por la oposición.
Entonces, los escenarios creados nos indican la necesidad de trabajar por una un
idad superior cuyo fundamento sean las luchas, la plataforma de luchas del puebl
o venezolano, inscrita en una propuesta programática de democracia, desarrollo y b
ienestar.
En general, los factores políticos ―algunos de ellos en pleno proceso de redefinicio
nes en algunas materias― se inscriben en lo afirmado desde el comienzo: no se han
configurado con claridad las tendencias en este terreno de la subjetividad. Por
lo que no podemos ser definitorios en varios aspectos, siendo el de la unidad un
o de ellos. Aunque sí debemos definir claramente que, en cualquier caso, urge prep
ararnos para afrontar las vicisitudes del proceso unitario apuntalando, de todas
todas, la unidad con base en el programa mínimo y la plataforma de luchas popular
es. Asimismo, debemos adelantar una política que pueda prever lo más posible las ten
dencias y su realización. En materia unitaria ya existen alrededor de cinco escena
rios y no podemos establecer de manera clara cómo se terminará configurando cada uno
de ellos ni cuál se convertirá en el más importante, todo dependerá de las políticas que
se definan en el seno de cada uno de ellos o en conjunto, así como de otras circun
stancias que acá no podemos analizar.

Lo principal es conformar una fuerza social y política alternativa

Un aspecto cada vez más requerido en la situación política es la conformación de una fue
rza social y política alternativa. En la actualidad hay más elementos que nos fuerza
n a ratificar este objetivo: en primer lugar, para evitar el fracaso de las pers
pectivas posibles de cambio, se requiere de una fuerza material concreta; y, en
segundo lugar, pero no menos importante, debemos impedir que el “cambio” signifique
una continuidad en el sentido de dejar intacto lo fundamental del régimen, es deci
r, que se mantengan instituciones y leyes antipopulares y antinacionales. En est
o el imperialismo sigue realizando experimentos, aprovechando los estallidos polít
icos sucedidos recientemente en Túnez y Egipto, donde se permiten cambios para que
todo siga igual.
Aun cuando no podemos predecir los tiempos para el logro de una situación definito
ria en la lucha contra el régimen, sí podemos adelantar que dicho desenlace tendrá un
carácter más progresista si existe en la contienda un movimiento social y popular fu
erte, enraizado en todas las luchas económicas, reivindicativas, sociales, democráti
cas, que seguramente se desarrollarán en nuestra geografía. Hablamos de una fuerza s
ocial y política alternativa, y la pensamos como un movimiento que puede tener una
influencia decisoria en el rumbo de la circunstancia política y en el carácter de l
a transición. Esto necesariamente implica trabajar tesoneramente en la vinculación d
e las fuerzas de avanzada con las luchas por salario, por empleo, por contrato,
por vivienda, por servicios, contra el alto costo de la vida, contra la corrupción
y el despilfarro, etcétera; en lograr que dichas luchas se articulen mediante una
plataforma común y una coordinación funcional. Debemos confiar en el pueblo y dejar
a un lado cualquier sectarismo o visión excluyente que coarte las potencialidades
de unidad real en las luchas concretas; los partidos pueden y deben jugar un pa
pel de orientación y ayuda en la conducción de las luchas, pero no debemos detenerno
s si la conjugación de esfuerzos de da sobre otras bases donde los partidos juegue
n un papel secundario.

Las luchas sociales requieren de articulación, direccionamiento y perfil político


Este es un requerimiento que tiene carácter de urgencia. Así lo confirma la dispersión
en las acciones y protestas de diversos sectores de la sociedad venezolana, el
debilitamiento y fraccionamiento de las organizaciones sindicales y gremiales, l
as múltiples formas de agrupación intergremial y de confluencia sindical y el carácter
marcadamente local que adquieren las luchas. Al estar focalizadas, las luchas s
e debilitan y no tienen la capacidad de lograr conquistas de importancia. En tod
o caso, eso facilita que sean batidas al detal y que muchas de las acciones term
inen en la frustración por las promesas incumplidas. Para lograr una fuerza política
y social de cambio es necesario que el movimiento de masas cobre confianza en s
us propias fuerzas, en su organización y disposición para el combate político y/o reiv
indicativo.
Esto no se limita a la creación de una organización que sea capaz de integrar a la t
otalidad de movimientos y agrupaciones de masas ―cuestión por demás difícil de lograr a
plenitud―, sino que tiene que ver con la transformación de estas estructuras hoy car
comidas por el burocratismo y la rutina y que tienen poca eficacia como instrume
ntos de lucha. Como ocurre con centrales, federaciones y sindicatos nacionales,
y también con gremios y federaciones estudiantiles y profesionales. A algunas hay
que reanimarlas; otras simplemente hay que trabajar para crearlas, como es el ca
so del movimiento nacional por la vivienda, del movimiento estudiantil y también d
el movimiento universitario, para sólo mencionar algunos.
La creación de instancias de coordinación de las luchas y reclamos sería una medida de
l cumplimiento de esta tarea: unir las luchas para pelearlas juntos sería una figu
ra indicativa del avance en esta búsqueda. El darle carácter político y nacional a los
reclamos nos daría una medida del adelanto en la conciencia del movimiento. La cr
eación y fortalecimiento de estructuras de base significarían un cambio sustancial d
el cuadro político actual, por lo menos introduciría un elemento de gran importancia
en la capacidad de acción del movimiento popular. Sobre esto se tiene experiencia
, pero ahora la labor es más amplia y ha de realizarse en momentos de mucha compet
encia, incluso dentro del mismo campo aliado, pues se atraviesa la lucha por la
hegemonía, que equivocadamente algunas organizaciones interponen sin calibrar el d
año que hacen al movimiento en su conjunto.
Lograr la articulación, direccionamiento y dar perfil político a las luchas sociales
es vital para la suerte del movimiento, para que no se desvíe de sus verdaderos p
ropósitos ni se cambie de rumbo a favor de quienes sólo quieren cambios cosméticos que
no toquen lo sustancial del régimen existente. Y también tendrá un gran peso en que s
e plasme el compromiso con la unidad para las elecciones de 2012 y con su proyec
ción hacia un pacto de gobernabilidad de mayor trascendencia.
Los tiempos en una circunstancia como la que vive Venezuela suelen ser variables
. Como hemos tratado de demostrar en este material, las perspectivas del régimen c
havista no son claras, salvo en cuanto a la posibilidad de aceleración intempestiv
a de la descomposición del bloque dominante. Debemos impulsar con todo ímpetu una co
ordinadora nacional de luchas, así como un frente social que aglutine a sectores d
iversos de la sociedad, en sus expresiones organizativas pero con un sentido de
masas que trascienda la cuestión electoral. Que permita enfrentar la perspectiva d
e quienes oportunistamente sólo quieren hacerse del poder, y además pueda contribuir
de mejor manera en la construcción de la victoria. No se trata de separar la cues
tión electoral de las luchas de las masas. Al contrario, se trata de que la dinámica
permita forzar a una mejor identificación con una perspectiva popular, así como la
búsqueda de mejores condiciones para la difusión de un programa mínimo de contenido de
mocrático, progresista y nacional, con mayor eficacia electoral.

Comité Central de Bandera Roja


Caracas, 12-13 de febrero de 2011

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