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LA RAZON EN LA HISTORIA G. W. F. Hegel Introducci6n: Antonio Truyol CEASEMINARIDS Y | EDICIONES., S.A. ‘su confianza en el rumbo del despliegue del Espiritu del mundo, cuyos avatares se resuelven en formas de racionalidad creciente. La filosofia hegeliana en ‘su conjunto es en el fondo uns teologia secularizada de la historia, justificacién witima del Espiritu, teo- dicea, Axroxto TauroL Mayo, 1972 16 Primer esbozo (1822 y 1828) TIPOS DE HISTORIOGRAFIA [Curso empezado el} $1318; [repetido ot) s02¢1028. Sefiores: El objeto de nuestro curso es la historia floséfica, Lo que vamos @ recorrer es la historia general de Ia humanidad, con el propésito, no de obtener de ella reflexiones generales para ilustrarlas mediante ‘ejemplos extraidos del curso de los acontecimientos, sino de presentar el contenido mismo de la historia, universal. 'No puedo para ello apoyarme en ningun texto; pero en mi Filosofia del Derecho, §§ 341-360(*), he dado de manera mis precisa el concepto de tal historia universal e indieado los principios 0 periodos que forman el armazén de su estudio. Alli podréis encontrar, en su forma abstracta, los momentos fundamentales que en ella distingo. ‘Voy a consagrar esta Introduccién a la idea general de la historia filosdfica. Para ello, me propongo deseribir, examinar y comparar los otros modos de tratar Ia historia. Distingo tres maneras de escribirla: a hictoria original; 19 [La historla original]* a) En cuanto a la historia original, cabe dar de ella una imagen precisa citando nombres como los de Herodoto 0 Tucfdides. Se trata de historiadores que han descrito, sobre todo, Ins acciones, acontect- tmatentos y situaciones por ellos vividos, que estuvieron personaimente atentos a su espiritu, que hicieron pasar al reino de la representacién espiritual lo que era acontecimiento exterior y hecho bruto, y que transformaron el mero suceso en algo espiritual, en luna representacién de su sentido interno y externo. No de otra manera procede el poeta cuando dae Ja materia de sus impresiones la forma de In repre- sentacién sensible. Cierto que en ls obra de esos istorladores hallamos como ingredientes informes y Telatos ajenos, pero solo en cuanto materia prima, contingente y subordinada. También el poeta es ‘tributarlo de su cultura, de su lengua.y de los cono- etmientos recibidos, pero su obra le pertenece por entero. De manera andloga, el historisdor integra en un conjunto lo perteneciente al pasado, lo desper- digado en el recuerdo subjetivo y contingente y mantenido s6lo en la fluides de 1a memoria, y 10 deposita en el templo de Mnemosina para conferirle durecién inmortal. Tales historiadores trasplantan Jos hechos del pasado a un mejor suelo, superior ‘al mundo de Ia caducidad en el que se dessrroliaron, y los elevan al reino de los espiritus inmortale: donde, como en Ios Campos Eliseos de los antiguos, Jos héroes realizan eternamente aquello que los tnmortaliz6. = Dams entre corchetes 10s eplerates, nfindidos pare fac tar 1a lectura y que no figuran ‘en el origiaal, De esta historia original excluyo los mitos, las tradiciones, los cantos populares y los poemas en general, porque todos ellos son modos confusos de conmemoracién, propios de pueblos cuya conciencia permanece asimismo confusa. Mas tarde volveré sobre Ja cuestién de saber cudles son las relaciones entre un pueblo y su conciencia de la historia, Ni los, pueblos de conciencia confusa ni su confusa historia ueden convertirse en objeto de la historia flloséfica, ccuyo fin es conocer Ia Idea en Ia historia, spreender el espiritu de los pueblos que han tomado conciencia de su principio y saben lo que son y lo que hacen. ‘Mas adelante veremos cufl es la relacién entre Ia historia (historia) y la crénica (res gestae). Jos acontecimientos, los actos y las situaciones de Is actualidad en una obra de y para la representacién. De ello resulta que: a) el contenido de esas historias es necesariamente limitado: su materia esencial Ia cconstituye lo que estd vivo en la propia experiencia del historiador y en los intereses actuales de los, hombres, 1o vivo y actual en su medio. El autor describe aquetlo en lo que de un modo u otro ha participado, o al menos 1o que ha vivido: 6pocas poco extensas, figuras individuales de hombres y de hechos. Lo que elabora es su propia experiencia. vital, y en Ia composicién de su cuadro utiliza rasgos aisiados, no reflexivos, para ofrecer a la posteridad una imégen tan precisa como Ia que é1 mismo tenia ‘ante los ojos o la que le ofrecian los relatos igual- mente intuitivos de otros. b) Otro rasgo caracteristico de esos historiado- a neo haerttinananetvin sa caschtintlee tam res es la unidad de espiritu, la comunidad de cultura existente entre el escritor y las acciones que refiere, los acontecimientos de que su obra se compone. Esto le dispensa de la reflexién, porque, al vivir dentro del espiritu del acontecimiento, no’ necesita trascenderlo, como exige la comprensién reflexiv: Semejante comunidad de espfritu existe incluso cuan- do la sociedad se halla marcadamente dividida en estamentos y la cultura y las méximas morales de- Penden de aquél en que el individuo esta encuadrado. En esie caso, el historiador debe pertenecer al de los estadistas y los jefes militares cuyos fines, in- tenciones y actos han dado forma al mundo politico que describe. En la medida en que el espiritu de ese mundo politico se encuentra formado y elaborado, el jefe politico o militar convertido en su historiador es también consciente de si. Un aspecto esencial de su vida y de su accién ha sido precisamente la con- ciencia que ha tenido de sus fines y de sus intereses, ‘asf como de sus principios; y un aspecto de su ac: cidn, la manera en que se ha ezplicado ante los dems para injluir en su juicio y poner en movimien- to su voluntad. Los discursos son actos entre hombres, e incluso actos muy esenciales y eficaces. Clerto que a menudo ofmos a quienes han visto mal recibida su oracién Justificarse diciendo: «No eran mas que palabras.» Si es asi, si s6lo se trata de palabras, hay que decla- rarlos inocentes; porque, en efecto, la charlataneria g0za del privilegio de la inocencia. Pero los discursos en un pueblo, de pueblo a pueblo, de los pueblos 0 los principes, ‘son actos, y como tales constituyen un objeto esencial de la historia, y en particular de la historia antigua. ‘Lo importante no son en tal caso las reflexiones personales mediante las que el autor interpreta y pre- ‘senta esa conciencia; antes bien, debe dejar a los in- dividuos y los pueblos decir por s{ mismos lo que quieren y oémo saben que lo quieren. No se trata de darnos una interpretacién personal de las motivacio- nes y los sentimlentos de aquéllos, o de traducirlos al lenguaje de la propia conciencia. Las palabras que el historiador pone en boca de individuos y pueblos no ‘son postizas, fabricadas por él. Acaso sea él quien ha elaborado esos discursos, pero su contenido y su sen- tido fueron los mismos en boca de aquellos a quienes hace hablar. As{, leemos en Tucidides los discursos de Pericles, el politico mas profundamente cultivado, mis auténtico, més noble; y los de otros oradores, embajadores, etc. Lo quo en ellos expresan esos hom: bres son tanto las miximas de su pueblo como las propias, tanto Ja conclencia de las situaciones poli- ticas como Ia de Ia naturaleza ética e intelectual y. los principios directivos de los objetivos y scciones de quienes los pronuncian. El historiador no ha te- nido que reflexionar por cuenta propia; Io que hace aparecer a través de los discursos de los oradores no es una conciencia ajena, prestada por él, sino la clvi- lizacién y la conciencia propias de quienes hablan. Si queremos conocer la historia sustancial y apre- hender el espiritu de las naciones, si queremos par- ticipar en su vida, hemos de estudiar a fondo a esos historiadéres originales y prestarles una atencién que nunca resultaré excesiva, Y si lo que deseamos no es convertirnos en historiadores de oficio, sino distru- tar de la historia, casi podemos limitarnos a su leo- ture’. Por lo demés, tales historladores no son tan nume- rosos como cabria esperar. Ya he nombrado @ Herodoto, el padre de la historia, es decir, el primero y, en él sentido que ahora nos ocupa, el mas grande » Al margen: Distinguir las Bibliss de los diversos pueblos. Cada pueblo tiene su lbro fundamental: la Biblia, Homero, ee. 23 de los historiadores; y también Tucldides. Ambos son de una admirable ingenuidad. No menos original es la Retirada de los diez mil, de Jenofonte; y mir habria que citar a Polibio. Los Comentarios, de Céser. son una obra maestra de sencilles y concisién debide ‘a un gran espiritu. Este género de historiadores nc pertenece sdlo a la Antigiledad. Para que puedan surgir, es preciso que la cultura de un pueblo hays aleanzado clerto grado de florecimiento y, ademés, que no se aisle en la pura espiritualidad y en la erudicién, sino que se hage solidaria de la direccién politica y militar. La Edad Media conté con gran mimero de genuinos cronistas, como lo eran los ‘monjes, pero no se trataba de hombres de Estado; y si hubo obispos cultivados al frente de los negocios ublicos, les faltaba la conciencia politica. En los tlempos ‘modernos el cambio en las condiciones he sido total. Nuestra cultura transforma todo aconte ‘eimiento en relato. Los tenemos excelentes, sencillos, inteligentes y precisos, sobre todo en materia de acontectmtentos militares. No hay inconventente er. situarlos al par de los de César, y resultan incluso més instructivos si consideramos Io rico de su contenido, es decir, Ia exactitud de sus informactones en cuanto a los medios y las circunstancias. Esta es In ocasién de recordar diversas Memoiret francesas, en buena parte dedicadas a pequefias series de acontecimientos, a anécdotas con frecuencia mez: guinas y restringidas a un terreno mezquino, perc muchas veces también debidas a grandes ingenios ¥ ablertas a Ambitos més amplios e interesantes. Obré maestra del género son las Memoires del cardenal de Retz, En Alemania escasean tales escritos de maes. tros que hayan sido a Ia vez personajes histéricos ‘Excepeién honorable es la Histoire de mon temps, de Federico 11. Porque no basta con haber, sido contem: Pordneo de los acontecimientos que se harran y estar ‘len informado de ellos. El autor debe pertenecer @ Ia clase y al medio social de los actores que describe; hha de compartir sus opiniones, su manera de pensar y su cultura, Para conocer bien los hechos y verlos en. su verdadero Iugar hay que estar situado en la cumbre, no contemplarios desde abajo, por el ojo de la cerradura de Ia moralidad 0 de cuslquier otra, sapiencia. En nuestra época es indispensable elevarse sobre 1 limitado punto de vista de los estamentos y beber en Ia fuente de quienes son depositarios del derecho del Estado y ostentan el poder de gobernar; con tanta més raz6n cuanto que los estamentos a los que les esta mds o menos vedado el acceso a Ja influencia politica directa se entusiasman con los principios morales y ven en ellos un medio para consolarse de su inferioridad y descalificar a los estamentos supe- riores. [La historia reftexiva] 8) Podemos calificar de refleriva a la segunda de Jas maneras de escribir Ia historia. Esta forma tras- clende fa actualidad en ta que el historiador vive p: tratar el pasado ms lejano como actual en espiritu Es la especie més variada, y engloba a cuantos sole mos considerar como historiadores. Lo que en ella cuenta es Ia elaboracién de los materiales histéricos, ¥ el espirit que preside este trabajo de elaboracion ifiere del espirifu det contenido. De ahf Ia impor. tancia decisiva de ta eleccién de los principios que + Al margen: La historia orginal séio puede abarcar cortos perfodon, La necesiad de ‘une concepelin global conduct. a In historia reflexive: @) Compendia 6) su contrario:imitecén Ge la historia original con extapotactones. 25 AAR han de regir el método interpretativo y de exposicion de los hechos historicos. Entre nosotros, alemanes, la reflexién —y la inteligencia— estén muy diversi- ficadas: cada historiador se construye su propia metodologia. Ingleses y franceses suelen saber cémo debe escribirse la historia; todos sus historiadores se hallan impregnados de las representaciones de una cultura comtin, mnientras que entre nosotros cada ‘cual se las ingenia para moverse en torno a su propia. particularidad. De ello se sigue que ingleses y fran- ceses tienen excelentes historiadores, mientras que entre nosotros, si consideramos 1a critica de los libros de historia tal como se ha desarrollado en los liltimos diez 0 veinte afios, podremos comprobar que el autor de cada juicio empieza por exponer su propia teoria sobre la manera como debe escribirse Ja historia, para pasar después a oponerla a Ia del bro criticado. Estamos siempre a la busqueda de un modo de escribir la historia, a) En general se pretende una visién de conjunto de la historia de un pueblo, de un pais o incluso del mundo. Los libros de este género son necesaria- merte compilaciones basadas en los historiadores ori- sginales de! pasado, los relatos existentes y algunas in- formaciones particulares. Tales obras no tienen ya caréeter de testimonio; su fuente no es la intuicion ni el lenguaje de la intuicién. Esta primera forma de historia reflexiva es continuacién de la anterior en cuanto no se propone sino presentar la totalidad de Ww historia de un pais 0 del mundo. Lo decisivo es aqui ‘saber si la historia debe o no entrar en detalles *. > Wola do un alumno (curso do 1628): Los diversos com: pendtos de historia natural, lu Historia romana, de Tito Livi, In de Diodoro de Sicilia, etc, la Historia de Suiza, de Johannes von Miller (1782-180, son compilaciones de ese género. Cuando festa bien ‘hechas, constituyen un instrumento de trabajo Indispensable; pero no hay una modida exacta para su valor, 26 Los autores de este género tratan de escribir ta historia de un modo tan vivo, que el lector se imagine escuchar el relato de los acontecimientos & los propos contemporéneos y tastigos oculares. Pero la tentativa resulta siempre més 0 menos desgraciada. La obra debe poseer una cierta unidad de tono, pero su autor es un individuo perteneciente a una determinada cultura, mientras las épocas de que trata son nece- sariamente diversas, como lo son los autores de que se sirve; y el espfritu al que el historlador hace hablar es muy diferente del de aquellas épocas. De este modo ocurre que 1o que el historiador presenta como espfritu de la época corre el riesgo de ser su propio espiritu erigido en duefio y sefior‘. Asf, ‘Tito Livio hace hablar a los antiguos reyes de Roma, a los c6nsules y @ los generales como s6lo podia hacerlo un hébil abogado de su tiempo, y tales Giscursos ofrecen el més violento contraste con las vviejas leyendas auténticas, como la fébula de Menenio Agripa sobre el estémago y los miembros. El mismo historiador nos da descripciones minuciosas y com- pletas de combates y otros acontecimientos como si los hublese presenciado, pero empleando un tono y dando pruebas de una precisién en le percepelén de los detglles que hubleran sido impostbles en las épocas de que habla. Ademés, los rasgos caracteris- ticos de sus descripelones pueden aplicarse a batallas de todos Jos tiempos, y su nitidez contrasta con 1a imprecision y la inconsecuencia que reiran en otros pasajes referentes a hechos de importancia capital. Para valorar la diferencia entre un complador de ese tipo y un historiador original, basta comparar la Historia de Polibio con la manera en que ‘Tito 4 Alusién al verso de Goothe: «Lo quo Hamais espiritu de ta gece 0 ea mks ue of spirit de Hos eatore de In cas (Fausto, a1 ee Livio Ia utiliza, extracta y abrevia. Al querer retratar flelmente Ins épocas que describe, Johannes von ‘Milller * nos ha dado una narractén torpe, falsamente solemne y pedantesca. Relatos de este t!po se encuen: tran en el viejo Tschudy’, pero presentados de un modo mucho més agradable, espontineo y natural que aquella manera seudoarcaica, artifictal y afecteda. [Adicién marginal en ef manuserito:] Los historiadores no son més eapaces que nosotros de revivir totalmente el pasado y de presentarlo de manera plenamente intultiva y vivlente, Como cada cual, el historiador pertenece a su época, a sus necesidades y a sus intereses, y honra lo que venera, Consideremos, manera de ejemplo, una época cual- quiera: aunque Ia vida griega presenta multitud de aspectos importantes que nos acomodan, resulta imposible simpatizar con los grlegos y sentir como ellos, incluso sobre cosas de importancia capital. Nos interesa Atenas, por ejemplo, en grado sumo, como Patria nobilisima de un pueblo civilizado; también Partictpamos en las hazafias de sus ciudadanos, en Jos peligros que corrieron; y, no obstante, nos es imposible stmpatizar con ellos cuando los vernos rosternarse ante Zeus y Minerva y atormentarse con el problema de los sacrificios el dia de la batalla de Platea', o cuando nos enfrentamos con Ia exis- tencia de Ia esclavitud. El inconvenlente —cuestisn de tono, de ambiente— es que no tenemos la capa- Johannes von, Miler (1752190), Die Geschichte ter ‘Schwetzertschen Eldgenossenschaft. (Historia de In. Confese Faclon sulzs}, Lotprig, 17861800, 5 vols. Ma adelante ae refiere Hlogel a su Historia: general (Tubingn, 1810). « Aegidius Tschudi (1505-1872), eronista, mulzo empliamente utilizado por Johannes von Miler. : * Batalla contra los perses, en 489, Of. Herodoto, IX, 23. 28 cidad de simpatia que posee el perro, aunque podamos comprender a un perro, adivinar su modo de ser, Sus apegos, sus maneras. Para conseguir, si no la comprensién simpética, al menos Ja reconstitucién intuitiva y viviente del pasado, se ha probado otro método: el que da la sensacién de vida mediante la intuicién, a través de una imdgen precisa y detallada de las cirounstancias, del medio, de las mentalidades, etc. [Sigue el texto principal:] Toda historia de este género, que pretende abarcar laigos periodos,"o_Inchiso el conjunto de Ia historia universal, debe necesariamente renunciar_a la repre- sentacion indivi fa reall Tesumirse sh _abstrasciones tir numerosos hechos y_acontecimientos, sino también i¢ el Us ito, el en! iento, es el 30 r. Cliando decimos, por ejemplo, ‘Se libr6 tina batalla, se obtuvo una victoria, se puso sitio a..., estamos ‘ante representaciones fenerales que reducen vastos conjuntos a una simple deter- minacin destinada a la representacién. Cuando se narra el sitio de Platea, al comienzo de la guerra del Peloponeso, con Ia huida de parte de sus habi- tantes, la toma de Ja ciudad y la matanza de quiches en élla habfan permanecido, o también Ia despra- clada expedicién de los atenienses a Sicilia, no se hhace sino abreviar Io que Tucfdides expone con multiples detalles y el més vivo interés. Pero, ya lo hemos dicho, toda vision de conjunto debe nece- sariamente apoyarse en este tipo de representaciones reflexivas, y esa visién de conjunto no es menos necesaria. Naturalmente, tal tipo de relato resulta cada vez més &rido. Nos hartamos de ver cémo 29 ——— ss aan ie ase Tito Livio cuenta un centenar de batallas contra los volscos contentandose a veces con decir: «in aquel afio tuvo lugar una guerra victoriosa contra 10s volscos.» Semejante manera de escribir la historia carece de vida; su forma y el cardcter abstracto de Sus representaciones empobrecen el contenido. Por Teaccicn contra tales procedimientos general- ‘mente admitidos, algunos historiadores han intentado recobrar una cierta vivacidad intuitiva describiendo de manera exacta y vivida los rasgos particulares del pasado e integriindolos, sin reconstitucién arbi- traria, en un cuadro fiel y minucioso (Ranke) *. Pero Ja masa abigarrada de detalles, de intereses mezqui- nos, de hazafias de soldados y de asuntos privados sin influencie alguna en los intereses politicos no puede ser reducida a unidad e impide reconocer el fin universal. Presentar una serie de rasgos indivi- duales —como en las novelas de Walter Scott— y relacionarlos morosamente —como en las correspon- dencias y las cr6nicas— es un procedimiento que nos desvia hacia multitud de casos particulares y contingentes, acaso histéricamente exactos, pero que, ejos de iluminar, oscurecen el interés principal. En realidad, se ceberia dejar a Walter Scott el ouidado de tales ‘reconstituciones pintorescas de las naderias y las peculleridades individuales del pasado. Pero todo ello se desvanece cuando se pretende trazar el, euadro de los grandes intereses que agitan a los Estados. Aqui los rasgos deben ser caracteristicos, representativos del espiritu del tiempo; y acciones y situaciones politicas han de ser descritas de un modo idéneo, en forma que ponga de relieve su interés universal. b) Este primer tipo de historia reflexiva nos * El gran historiador Leopoldo von Ranke (1795-1006) estaba entonces en los comlenzos de st carrer. 30 se conduce a una segunda manera de contemplar la historia. Se trata de la historia pragmédtica, que, en realidad, carece de nombre particular, pues su fin es el comin @ toda historia: dar una imagen des- arrollada del pasado y de su vida. La historia no nos presenta una totalldad viva en la que podriamos tomar parte, sino un mundo reconstruido mediante Ja reflexién, 'y cuyo espiritu, preocupaciones y civilt- zacién pertenecen al pasado. Ante é1 experimentamos, inmediatamente la necesidad de algo actual, pero semejante actualidad no existe en la historia; es el punto-de vista del entendimiento, la actividad subje- tiva, el trabajo del espiritu quien la hace nacer. Los hechos tienen una apariencia gris; pero el fin —el Estado, la patria—, Ia manera en que los entendemos, ‘su conexién interna, 1o Universal que en ellos reside, eso es algo permanente, vélido en el presente, en el pasado y para siempre. Cada Estado es un fin para si; debe conservarse en el mundo exterior, y su desarrollo y su evolucién internos constituyen la serle necesarla de grados por los que son utilizadas Ja racionalidad, la Justicia y la consolidacién de la Ubertad. Existe un sistema de instituciones: a) la ‘constitucién es el propio sistema en cuanto tal; b) su contenido es aquello por lo que los intereses verda- deros son Uevados a Ia conciencia y traducidos en la realidad. Cada progreso no es una simple conse- cuencia exterior, una necesidad de la conexién, sino una necesidad residente en la cosa misma, en el concepio, que es la verdadera cosa. Un Estado ‘moderno, la historia del Imperio Romano Germénico, clertas personalidades relevantes, grandes aconteci- mlentos como la Revolucién Francesa, necesidades importantes... pueden constituir el objeto y el fin de un historiador, pero son a 1a ver el fin del pueblo, el fin de la propia época, y se erigen en punto de referencia, 31 ete emi Por abstractas que parezcan, estas reflexiones prag- méticas se refleren a la actualidad, y el relato que hace revivir el pasado es a Ia vez una llamada a Ia ‘vida presente. Del espfritu del eseritor depende que tales reflexiones resulten verdaderamente interesantes y 1 La peor forma de historia pragmética es 1a menuda Psicologia que se detieny en los méviles de los Personajes histéricos y cree hallarlos no en el concepto, sino en las inclinaciones y pasiones de esos personajes. Para ella, Ia corsa misma carece de Poder, de eficacia. Viene después Ia compilacion ‘moralizante, que, saltando de una época a otra, sazona, ‘sus habladurfas con refiexones sacadas de la edift- eacién cristiana y de la elocuencia parenética, *[Una segunda especte de historia reflexiva es, ues, 1a prazmdtica. Cuando tenemos que vérnoslas: on el pasado, que ocuparnos de un mundo lejano, el espfritu alcanza, como recompensa de su esfuerzo, una clerta apertura sobre la realidad actual. Los ‘acontecimientos son diversos, pero su conexiGn, 10 universal, su fondo interno, es uno y el mismo. Esto es lo que elimina el pasado como tal y actualiza el acontecimiento. Las condiciones generales, el encade- namiento de las circunstanclas, no estén ya soterra- dos, como antes, en los hechos particulares, indivi. duales, sino que pasan también a ser un hecho: no es ya lo particular, sino lo universal, lo que ahora aparece en la superficie. Serfa vano querer elevar hechos puramente individuales a tal untversalidad; ero el ingenio del historiador se mide por su capa. cfldad para desarrollar plenamente la conjuncién de Jos hechos. = los corchetes enclerran os tragmentos tomados por oyen- tes de Hegel, . 32 Este es el momento de recordar las reflexiones morales que suelen introducirse en Ia historia: del conocimiento de ésta se cree poder sacar una ense- fianza moral, y es frecuente emprender el trabajo histdrico s6lo en vista de tal beneficio. Pero, si bien es cierto que los buenos ejemplos elevan el alma, en especial Ia de la juventud, y conviene utilizarlos para Ia educacién moral de ios nifios, los destinos de los pueblos y de los Estados, sus intereses, condi- ciones y complicaciones constituyen una esfera muy otra que la de la moral. (Los métodos morales son algo muy sencillo, y para tal ensefianza Ia historia biblica es mds que sufictente. En cambio, las abstrac- clones moralizantes de los historiadores no sirven ara nada.) ‘Se recomienda a los reyes, a los politicos y a los pueblos instruirse ante todo mediante I experiencia de la historia, Pero lo que la experiencia y la historia nos ensefian es que pueblos y gobiernos nunca aprendieron nada de la historia, que jamés han obrado con arreglo a las méximas que de ella hubieran Podido sacarse. Cada época, cada pueblo, se hallan en condiciones tan particulares, constituyen una situacion tan especial, que s6lo en funcién de esa situacién tinica deben decidir; y los grandes carac- teres son precisamente aquéllos que, en cada ocasién, han dado con la solucién apropiada, En el tumulto de los acontecimientos del mundo, una méxitfia general sirve de tan poco como el recuerdo de las situaciones anélogas que hayan podido producirse en el pasado, porque un pélido recuerdo carece de fuerza en medio de la tempestad que sopla sobre el Presente, no tiene el menor poder sobre el mundo More y vivo de la actualidad. (EI elemento que con- forma la historia es de naturaleza muy diferente a las reflexiones sacadas de esa misma historia, Ningin caso se parece exactamente a otro, Su semejanza 33 adenine: bee Santa fortuita no autoriza a creer que lo que ba estado bien en un caso podria estarlo igualmente en otro, Cada pueblo vive su propia situacién y para saber Jo que es justo en un momento dado no hace ninguna falta empezar por dirigirse 2 la historia.) A este respect, nada tan insulso como la continua referencia, los ejemplos griegos y romanos, a la manera de los franceses durante la Revolucién. Nada hay tan diferente como 1a naturaleza de aquellos pueblos y Ia de nuestra época. Johannes von Miller, en su Historia universal, como en su Historia suiza, tenia esas mismas intenciones morales y queria ofrecer principes, gobiernos y pueblos, y en particular al pueblo suizo, tales ensefianzas, Reunié en un reper- torio especial méximas y reflexiones y con frecuencia da, en su correspondencia, el ntimero exacto de las que ha fabricado durante la semana. Esas sentencias las fue sembrando en sus relatos, pero sdlo en contados casos logran insertarse en’ el contexto de un modo vivo. Sus reflexiones son muy superficiales, Jo hacen aburrido y no cuentan seguramente entre Jo mejor de su pluma, (Las reflexiones deben ser concretas.) Para que las reflexiones sean verdaderas @ interesantes, hay que tener sdlidamente afianzada Ja intuleién de las situaciones, una intuicion Ubre y amplis, as{ como un sentido profundo de la Idea tal como’ ésta se presenta en la historia, El espiritu de las leyes, de Montesquieu, cbra a la vez sdlida y Profunda, es un buen ejemplo, ‘De ello resulta que toda historia reflexiva puede ser reemplazada por otra. Al ser los materiales accesibles a cualquier escritor, todos pueden facil- mente considerarse aptos para ordenarlos y elabo- rarlos, haciendo en ellos valer su espiritu como si fuera el de las diversas épocas. Al multiplicarse hasta Ja saciedad las historias de ese género, se ha vuelto a Ja historiografia descriptiva, Tales obras, en las 34 que todo se halla descrito bajo todos sus aspectos, tienen sin duda algun valor, pero apenas propor: cionan mas que materiales. Los alemanes nos conten- tamos con ello; pero los franceses saben crear con ingenio una realidad actual y referir el pasado a las condiciones presentes. ¢) La tercera manera de la historia reflexiva es la manera critica, Hemos de hablar de ella porque con arreglo a sus normas se trata hoy la historia en Alemania, No se da la historia misma, sino una historia de la historia, una critica de las fuentes y und encuesta sobre su verdad y su credibilidad. As{ est escrita la Historia romans, de Niebuhr’. Lo que esta empresa tiene y debe tener de extraordinario reside no en la cosa misma, sino en la ingeniosidad con que el autor explota las fuentes. (No hay circuns- tancia de la que no obtenga deducciones en favor de Ja credibilidad.) Los tranceses han dado al género numerosos trabajos sélidos y sensatos, pero no han querido presentar este método critico como histérico, limiténdose a formular sus juicios en forma de disertaciones criticas. Entre nosotros, esta pretendida alta critica ha puesto mano en la flologia en general, ast como en las obras de historia, Abandonando el terreno de la historia, su estudio razonable, se ha dado Ubre ‘curso @ las representaciones y las’ combi- haciones més arbitrarias. Esta alta critica ha acabado Por dejar el campo Ubre a quimeras fruto de una vana imaginacién y desprovistas de todo valor histé. rico, Se trata de otra manera de proyectar el presenta en el pasado, sustituyendo los datos histérlcos por clertas invenciones subjetivas cuya popularidad actual ‘s6lo se explica por su temeridad y porque explotan + Berthold Georg Niebubr, Romische Geschichte, Berlin, 1811- 11952, 3 vols. 35 { minucias miserables y parecen contradecir lo de decisivo hay en ta historia, we 2) La ultima especte de historia reflexiva es la historia especial. A primera vista se presenta como Nuestra concepeién de la vida de los pueblos com- Porta més puntos de vista que la de los entigne ¥ debe tomar en consideracién um mimero mayor de fenémenos: Ias historias del arte, de Ia religion, de Ia clencla, de Ia constitucién, del derecho, de ln Propiedad, de la navegacidn, etc, son disciplinas que corresponden @ esos puntos de’ vista generales. En nuestros dias, esta manera de tratar 1a historia es Particularmente apreciada y ha cobrado gran auge, Las historias del derecho y de 1a constitucion son creacion de nuestro tiempo./La historia de la consti tucion se halla intimameniéligada a la historia eneral, por lo que sdlo tlene sentido e inteligibilidad en Ia medida en que se abre a la totalidad del Estado,’ Da excelentes resultados cuando esté sélidamente asada y centrada en io que realmente interesa; pero no debe perderse en lo inesencial y en las apariencias, gomo sucede con la Historia det Derecho romano, de Hugo". A este respecto, Ia Historia del Derecho alemén, de Eichhorn, es mucho més rica en conte. jr Gustav Hugo (17041844) vertié al alemén el ensayo de Gibbon sobre el Derecho romano (Gotinga, 1760) 44 Karl Friedrich Elchhorn (176-1854) es sutor de una Zfisto- ria del Estado y det Derecho alemanes, Gotinga, 18081803: 36 Esas diferentes esferas se hallan en estrecho contacto con el conjunto de la historia de un pueblo. EI problema reside en saber si la conexién con el Conjunto esté bien indicada o se busca en vano en Jas apariencias exteriores. In este ultimo caso, las formas de que tratan esas historias especiales apare- cen como particularidades totalmente contingentes de los pueblos. Pero cuando Ia historia reflexiva se eleva a puntos de vista generales, hay que subrayar que si éstos son realmente auténticos, no constituyen, ya tan sdlo un hilo conductor externo, un orden exterior, sino el alma misma que gobierna los acon- tecimientos y Ins acciones. [La historia fHlosétiea] ‘y)_ Bl tercer género de historia, la historia filos6ti a, se relaciona directamente con esta ultima especie de historiogratia reflexiva. Su punto de vista es igual- mente general, pero no se pliega a una esfera parti cular ni se deja separar abstractamente de los demas Puntos de vista. El punto de vista general de Ia historia filoséfica no es abstractamente general, sino concreto y eminentemente actual, porque es el Espi- ritu que mora eternamente consigo mismo e ignora el pasado. Semejante a Mercurio, conductor de ‘las almas, Ia Idea es en verdad lo que gufa a los pueblos y al mundo, y es el Espfritu, su voluntad razonable Y necesaria, quien ha guiado y continia guiando los acontecimientos del mundo. Aprender a conocer al Espiritu en su papel de gufa: tal es el fin que aqui nos proponemos.]

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