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HVEMD TACOS historia 16 Esparta Pedro Saez, J. F. Rodriguez Neila, Lorenzo Abad y A. Blanco |. f 125 ptas CUADERNOS historia 16 espafiola + 3: La Enciclopedia * & *7: La Mesta » : El reino nazari de Gra- La Desamortizacion « 9: La tra Cartago » 13: La Espafia de Alfonso X » 14: Esparta « 16: La Rovolucién rusa + 16: Los Mayas » 17: La peste negra 18: El nacimiento del castellano « 1 Alemania » 20: Los celtas en Espafia » 21: El nac 23: Los Sumerios * 26: Las Comunidades » 25: Los Omey: Roma * 27: Los Aztecas * 28: Economia y sociedad en la Esp Prusia y los origenes de jiento del Islam + 22: La Il Repdblica Esp * 26: Numancia contra lel siglo XVII * 29: Los ‘Abbasies » 30: El desastre del 98 « 31: Alejandro Magno » 32: La conquista de México « 33: El Islam, siglos XI-XIII » 34: El boom econémico espafiol » 36: La | Guerra Mun« |! Guerra Mundial (2) + 37: £1 Mercado Coman « La disgregacién del Islam + (1) «36: La Los judios en la Espafia medieval » 39: El Los Iberos « 43: El naci- : La Coro- 48: Las Germa- La conquista del Peri» 63: Jaime | y su época » 54: Los Etruscos « 55: La Revolucin Mexicana « 56: La culture espafiola del Siglo de Oro » Hitler al poder » 88: Las guerras tabras + 53: Los origenes del monacato « 60: Antonio Pérez « 61: Los Hititas » 62: Don Juan Manuel y su época « 63: Si- ‘mén Bolivar » 64: La regencia de Maria Cristin: Segunda Guerra Mut vales » 69: Economia y Internacionales: Obr * 65: La Segunda Guerra Mundial (1) » 66: La (2) « 67: La Segunda Guerra Mundial (y 3) + 68 Las herejias met iglo XVIII » 70: El reinado de Alfonso XI 73: La caida del Imperio Romano + 74 ior del Imperio Antiguo de Egipto = 76: Los cencilios medievales » 77: Arte y cultura de la llustracién en Espafia + 78: Apocalipsis nuclear » 79: La conquista de Canarias * 80: La religion romana * 81: E| Estado espafiol en el Siglo de Oro + 82: El «crack» del 29 Latina despertar de Africa » $1: El nacioné de nialismo 83: La conquista de Toledo « 85: El Camino de Santiago » 86: La Guerra de los Treinta Afios » 87: El Catalan «88: Lae conforonciae do paz y la croacion de ta ONU = 89: El Trienio Liberal» 90° El ismo vasco + 92: La Espafia del Greco * mensa * 94: La independencia del mundo arabe %: La Espafia de Recaredo + 96: Colo- 10 » §7: La Espafia de Carlos V + 98: El Tercer Mundo y el problema del historia INFONMALIUN Y HEVISTAS, S.A PRESIDENTE: Juan Toms de Salas. 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Universidad de Sevilla A\ 2222" 228 distancia temporal que nos se para de la antigua Esparta, la sola mencion de su nombre despierta aun un recuerdo de gloria militar, de austeridad, de disciplina, de férrea organizacién estatal. Para el historiador Esparta es también un capitulo de la Historia muy sugestivo. La geografia de Esparta no explica ni con mucho el sistema politico-social-econémico que adopto este estado en la antigledad. No le ne- Soldado espartano (figura co sigio VV OO Mucoo Britton, gamos cierta influencia, pero ni el marco geogra: fico del estado, ni los recursos de que dispuso predestinaron su organizacién. Lo mismo cree: mos que sucedid con los demas estados grie- gos En esa geogratia, dos son los nombres que mas repetidamente encontramos entre los esc tores que aluden al paisaje laconio: el rio Eurotas y las montarias de! Taigeto. E! Eurotas fluye, precisamente, entre el Taigeto y el Parén, la otra cadena montafiosa de Laconia, creando un estrecho aunque fértil valle sobre todo en su curso medio, donde se asenté la ciudad de Esparta ‘Ambas cadenas montafiosas terminan forman: do dos peninsulas que enmarcan el golfo lacéni co. Las montafias del Peloponeso central se en cargan de cerrar el valle de Laconia por el norte Pero no podemos limitarnos sdlo a Laconia cuando una tegién colindante por el este, la Mesenia, tuvo su destino unido a Esparta duran te siglos. Zona fértl, regada por el ria Pamisos y sus afluentes, y, sin embargo, no explotada en todas sus posibilidades por los lacedemonios. Los origenes Si la ciudad de Esparta no ha librado restos arqueologicos anteriores al siglo x a.C., no ocurte lo mismo con Terapne o Amiclea, ciuda des de la Laconia con abundantes restos de €poca micénica Estos aqueos, usando el étnico empleado por Homero, 0 protohelenos como también se les llama, parece que alcanzaron el Peloponeso a comienzos del segundo milenio 0 auizé algo mas reciente, segun se desprende de ciertos elementos nuevos que se mezclan con la infiuen- cla que ejerce la Creta minoica. La naturaleza de estos aqueos esta atin lejos de ser claramente definida si tenemos en cuenta su relaciOn, segun dltimas tendencias historicas, con los dorios Es precisamente a los dorios a quienes se atribuye la formacién del estado espartano. La Sustitucién y sometimiento —si hubo tal— de los aqueos por los dorios es capitulo de la historia gtiega que aun obtiene interpretaciones encon- iradas. El mismo nombre de dorios se acepta por los investigadores de manera un poco convencional Es on ol mito dol rotorno do los Horaclidas donde encontramos la primera interpretacion al profundo cambio que se produce en el Pelopo- nneso hacia el 1200 a. C Segin el mismo, los dorios, procedentes de la Dorida y anteriores ocupantes de la Ftiotide, man JONI REGIONES DE LA ANTIGUA GRECIA 1,2,3 Lemon “4 vonou 5 wecans hacia el sigloxi U xi a.C. segin los calculos genealégicos que los antiguos indicaban y bajo la guia de los descendientes de los Heréclidas, habrian vuelto a su territorio de origen, el Peloponeso, Los tres jefes de los dorios serian Temeno, Crestonte y Aristodemo que, llevando a su pue- blo hasta el golfo de Corinto, habrian cruzado el iar ent Naupacto y avanzado hacia Laconia y Mesenia a través de la Argélida, sometiendo a sus habitantes, ‘A Temeno, segtin a tradicion, le correspondié la Argélida, a Cresfonte Mesenia y a los dos hijos de Aristodemo, Euristenes y Procles, la La- conia. Esta tradicion es, a grandes rasgos, la Que conocemos como invasion doria o aun como el retomno de los Herdclidas En la antigedad, esta tradicién fue aceptada como verdadera y alin se sigue manteniendo Por una parte de la investigacién historica actual El desoubrimiento de la época micénica y su aparentemente inexplicable e improvisado fin, vi no a afadir nuevos defensores de la tradicion, Fs indudable que el mundo griego, a partir de los comienzos del sigio xia. C. experimenta un cambio profundo: las majestuosas tumbas micénicas son abandonadas, los castillos de los principes caen en ruinas y la arquitectura entra en regresién 0 casi en abandono al igual que la 2 lamba y emplaze ‘mento oe Esporte y sin enor Potoo0 (aba) » OG 2 a Qe YSU EXPANSION EN EL PELOPONESO Micio dl terror eepartaney su expansion ‘ene! vale bajo det Eurotas —> Lineasexpansivas del estade expartano © Aiea expartanas 1 Chudades de ts periecos LD Aturas superiores « 500 m. pintura o la escultura, con cambios en los estilos atiisticos y con la desaparicién de la escritura. Estos cambios bruscos parecian la mejor con- firmacién a la tradicion de la invasion doria y de hecho, como ya hemos dicho, aun se sigue pen- sando asi por parte de ciertos estudiosos de reconocido prestigio. La tesis opuesta a esta invasion tiene su ori- gen en las teorias del estudioso aleman K. | Beloch, que piensa, con fundados argumentos, que los cambios que se producen a comienzos dol siglo xi a. C. habria que explicarlos por cau- a5 internas, no por invasiones. Esta es la se- gunda tendencia, con mas o menos variaciones, que sigue otra parte de la critica actual. En todo caso, la fundacion de la ciudad de Esparta no parece ser anterior. por los datos arqueolégicos de que disponemos, al. siglo ix a. C. Se supone que para'esta fecha ya domina- ria la llanura formada por el alto valle de! Euro- tas, aunque las luchas que marcan la consolida- cién del estado espartano se presenten muy oscuras, La expansion lacedemonia A partir del siglo vit a. C., Esparta acometera una politica de expansién en el Peloponeso que va a desembocar, al cabo de algo mas de siglo y medio de luchas, en la hegemonia lacedemo- nia en la peninsula. Los capitulos principales de esta expansion quiz debamos verios en lo que la tradicion his- toriogratica antigua llamo las guerras de Mese- nia. Estas se nos han conservado bastante fabu- ladas en Pausanias que, alejado temporalmente de los hechos, utizé como fuente dos epopeyas alejandrinas escritas por Miron y por Rhianus. La primera de estas guerras se presenta como tuna invasién de los espartanos en las ricas tierras de Mesenia con el fin de anexionarlas a Laconia. En ella, segun Pausanias, el héroe me: senio es Aristodemos, quien, @ pesar de su re- sistencia en el monte’ Itome, sucumbe a las ar- mas espartanas. La anexidn de Mesenia trae aparejada la conversién de sus habitantes en ilotas © siervos, sin ningun tipo de derechos y bastante oprimidos. Los beneficios de esta anexién parece que fueron acaparados por la nobleza espartana Ello habria dado lugar a algunas disensiones intermas en la misma Esparta si nos atenemos a lo que la tradicion establece cuando nos descri be los motivos que impulsaron la fundacién colo- nial de Taras 0 Tarento en la peninsula italiana. Hacia la segunda mitad del siglo wi a. C., se gun la cronologia mas aceptada, tiene lugar la llamada Segunda Guerra de Mesenia, atenién- donos también en este caso a la terminologia de Pausanias. La causa de la misma se cree fue una revuel- ta de los mesenios contra el yugo lacedemonio, Parece que cost6 bastante sofocar esa revuelta. El éxito espartano se achaca, seguin la tradicion historiografica antigua, a la traicién del rey de Orcomenos, uno de los aliados de los mesenios. Esta Segunda Guerra de Mesenia marca uno de los hitos fundamentales de Ia historia de Es- parta, e inaugura una nueva época. Su fin signi- fica el comienzo de una serie de reformas tanto politicas como econémicas e ideolégicas que configuraran el estado espartano en sus aspec- tos mas caracteristicos. A esta segunda guerra esta asociado el nom- bre de Tirteo. Sin entrar en detalles de su origen, que Atenas parece atribuirse, este poeta, de cil. ya obra se han conservado algunos tragmentos, representa el primer especimen de poesia pa- triotica. Sus llamadas al valor, a la abnegacién de los soldados, a la defensa de su tierra, tienen gran interés para el conocimiento histérico de la épo- ca. Por una parte, muestra que el ejército espar- tano estaba en un estado de conmocién y desor- den como no volveremos a encontrarlo mas tar- de en época clasica. Pero también hallamos una concepcién nueva, la de| soldado-ciudadano lu- chando hombro con hombro con sus compafe- ros para defender el suelo patio. Esto implica un cambio profundo puesto que la transtormacién de la tactica militar trajo consi- go que los estuerzos individuales pasaran a te- ner menos valor que la fuerza cisciplinada de combatientes solidarios Como Aristoteles ya entrevid, esta nueva tact: ca habia arrastrado cambios politicos entre los que quizas el mas importante era el acceso de un mayor numero de personas al gobierno del estado. En todo caso, la poesia de Tirteo predi- ca una estrecha moral y un sacrificio total del ciudadano a su ciudad. Liga del Peloponeso Pero si ello era propio de un estado de guerra no es menos cicrto que on la vida cotidiana también quedé este ideal que un sistema de leyes, tradiciones y usos consagré, y que tuvo por fin el sometimiento del individuo’a la comuni- dad y la preeminencia de las virtudes guerreras por encima de todo. Esto no es mas que lo que se ha dado en llamar a constitucién de Licurgo. Pero las uerras de Mesenia no significaron en absoluto el fin de la politica de expansion de Esparta en el Peloponeso. Sus objetivos inme diatos se centraron en la Arcadia y la Argélida asi como en la Elide, es decir, el resto de la peninsula peloponesia Sin embargo, la politica de anexién dara paso a partir de este momento a la de alianzas, no sin recurrir la fuerza en caso de oposicion a las mismas. En realidad, eran tratados firmados con dichas ciudades, pero siempre Esparta en regimen de preponderancia. A mediados de! siglo vi aC. y mediante este sistema de anexiones y alianzas, Esparta creaba Cabeza de mujer 2° halos en'o ‘Acropolis e Esparta! lo que los modernos han llamado la Liga del Peloponeso. Esta Liga se basaba en una serie de tratados de cada una de las ciudades con Esparta, unidas a su vez en un pacto federal entre si En principio estaba garantizada la plena auto nomia de las ciudades confederadas, que no pagaban tributo ni recibian guarniciones espar tanas. Después del siglo a. C. estas condicio nes se endurecerian Su principal érgano decisorio, ya que no exis: tian magistrados federales, era la asamblea fe- deral, en la que cada ciudad tenia un voto. Es- parta tenia practicamente asegurada la mayoria, dado que las paquefias ciudades, par temor siempre votaban sus resoluciones. Fue este largo periodo de expansion y, sobre todo el posterior a la llamada Segunda Guerra de Mesenia, el que forjd de forma casi estable ya a fines del siglo vi a.C. el sistema politico espartano. Sistema politico que condicioné los avatares bélicos del siglov a.C. y de los que Esparta no pudo beneficiarse en toda su medida or la fuerza misma de sus instituciones Las guerras médicas Buena prueba de ese prudente egoismo es- partano fue el caso omiso que hicieron al tratado de alianza que habian tirmado con Creso, rey de Lidia (550 a. C.) cuando los persas destruye: ron este reinado. Lo mismo ocurrié cuando el rey petsa Ciro aplasté la revuelta de las ciuda- des griegas de la Jonia, limitandose a observar enmartt sg Vita. C. ‘Orta. Esparta la situacién y a proferir vagas amenazas contra los persas. Bien es verdad que Esparta se habia erigido fen Grecia como la mayor combatiente contra las tiranias y buena prueba de ello fue la ayuda prestada a Atenas para derrocar al tirano Hip- pias. Sin embargo, los ertores de Cleomenes, fey espartano autor de la gesta, pusieron en peligro la misma liga por sus intenciones contra los progresos de la nueva democracia ate- riense. Indudablemente Esparta combatia las tiranias no para favorecer democracias, sino un sistema Politico afin al suyo: la oligarquia. En la primera expedicion persa contra Grecia fueron los atenienses los que tuvieron que librar en solitario la victoriosa batalla de Maraton (490 aC.) ante el retraso en la llegada al teatro de operaciones de las tropas espartanas. Retra- 80 que Esparta justiic por motives religiosos y rituales Cuando los griegos tienen conocimiento de la segunda campana persa, de unos efectivos muy considerables, se disponen a establecer una es- trategia con el fin de contrarrestaria. A pesar de que el mando tanto por tierra como por mar queda en manos de Esparta, en teoria la mayor potencia militar griega del momento, surgen se- rias disensiones entre los aliados helenos. Los espartanos consideraban que habla que hacer trente a los persas en el isimo de Corinto Quedaba patente que no querian alejar el grue 50 de su ejército fuera del Peloponeso ante el temor, constante entre los espartanos, de revuel tas de ilotas. Sin embargo, y ante la presencia inminente de los persas, cedié a la voluntad de los aliados en cuanto a defender la Grecia central. Aun a sabiendas de que era empresa perdida, Leéni- das se dispuso a defender el paso de las Termopilas. Pero de nuevo, y aduciendo razones religio: sas, el numero de espartanos en esta empresa fue muy reducido: sdlo trescientos. El resto esta- ba compuesto por aliados. El valor y la disciplina militar espartana queda- ron, claramente de manifiesto, pero fueron insufi ciantes para datener el gran ejércita parsa | 66- nidas y sus trescientos espartanos sucumbieron en la empresa Siguiendo la estrategia del ateniense Temisto- cles, el Atica fue abandonada; la batalla se pian- ted por mar con aplastante Victoria griega en Salamina. Mientras, los peloponesios defendian elistmo Al afto siguiente, tras invadir los persas el Ati ca, los espartanos retrasaron de nuevo su ayuda Escutura espartans det sigio Va. C. alld torea do Acropols y ‘que se supone uno ‘be Ldn aed fe ante las insistentes peticiones de los atenienses. Solo cuando atisbaron intentos de firmar la paz con los persas pusieron en marcha su ejército ‘que, unido al ateniense, derrotd a los invasores en Platea (479. C.) poniéndose de relieve el valor militar espartano, La posterior batalla naval de Micala y el casti- 0 infringido a la ciudad de Tebas por su alian- za con los persas concluyeron la guerra con victoria griega Los afios que siguen a Platea estan marcados ‘en Esparta por la figura de Pausanias y por las revireltas de Ios aliacios pertenecientas a la | iga del Peloponeso. Y todo ello en ese espacio de tiempo, que Tucidides llama la Pentecontecia en el que Atenas aprovecha de forma exhaustiva el éxito conseguido en las guerras médicas. La creacién de la liga atico-délica le da predo- minio en toda Grecia y le lleva, seguin Tucidides, una inevitable guerra contra Esparta. El estado lacedemonio no supo aprovechar su participacién en las querras médicas. De nue- vo la situacion de su politica interior determinaba su politica exterior. Los temores a revueltas y Su muy particular estructura econémica, campesina y pastoril, dieron via libre a Atenas para obtener todo tipo de beneficios En cuanto a Pausanias, con una personalidad Un tanto extrana, trato de hacer su politica part- cular creando recelos tanto en Atenas como en Esparta. Su mayor error, que pago con la muer- te, fue activar una revuelta de ilotas, lo que en Esparta presuponia it en contra de los cimientos mismos del estado. No menos problemas les cre6 la politica filode- mocratica de Temistocles, el estratega atenien- se, en el Peloponeso y que marca, junto con la reconstruccion de las murallas de Atenas (Muros Largos), el comienzo de los roces entre los dos: estados. Ni siquiera la ayuda prestada por Ate nas a Esparta en la revuelta de {os ilotas de 464 a. C. pudo ir subsanando esas diferencias Las guerras del Peloponeso Mucho se ha escrito sobre las causas que desencadenaron las guerras del Peloponeso Como punto de arranque para los investigadores actuales esta la obra de Tucidides, historiador ontemporaneo de los hechos, que cia los ori- genes en el imperialismo ateniense y su potencia aval tras las guerras médicas. Para él, era ine- vitable el choque entre las dos potencias grie- gas Aunque el planteamiento de Tucidides ha sido y es ain objeto de discusién entre distintos estu- diosos, no podemos ignorar la carga ideolégica que acomparié a estas querras. Atenas trataba de imponer la democracia en los estados de su liga A ello se oponian los dligarcas todavia en el poder en algunos esta dos, mirando esperanzados a Esparta, leader de la oligarquia. Habria también que afadit las Peete || & Aen % tora prs LAS GUERRAS MEDICAS (500-479 a. C:) presiones financieras que Atenas ejercia sobre sus aliados, a diferencia de Esparta. Los roces directos comenzaron cuando Atenas firmé una serie de tratados que ame- nazaban los intereses de Corinto, aliado pelo- poriesio, er el golfo del mismo nombre. Es- parta no intervino hasta el 457 aC. con el fin de establecer su dominio sobre la Beocia, zona en conflicto, ‘Aunque el éxito acompané a los espartanos, éste fue efimero puesto que Atenas recuper6 prontamente el dominio de esta zona y comenz6 a inquietar a los lacedemonios en las costas de Su pais. Diversos choques en la Grecia central llevaron a las dos potencias a firmar la paz de los treinta aos (446 a. C.) no sin antes haberse presentado los espartanos ante las pueras mis- mas de Atenas. De nuevo os intereses de Corinto fueron la causa de la reanudacion de las hostilidades. Sera Arquidamo el que astente e! mando miitar peloponesio. En repetidas ocasiones se presen- tara ante los muros mismos de Atenas devastan- do sus campos mientras los atenienses se dedi- caran a una guerra de pirateria en las costas del Peloponeso consiguiendo algunas plazas fuertes y capturando en una de estas ocasiones a 120 espartanos en la isla de Esfacteria Estos espartanos seran una de las causas de la firma de la paz de Nicias. Tal era la crisis demogratica que atravesaba Esparta A pesar de la oposicion del espartano Brasi- das por sus éxitos en la Calcidica, se llega, tras su muerte, a fitmar la antedicha paz de Nicias (421 a. C.) Aigunos aliados de la Liga del Peloponeso que se consideraban perjudicados por el acuer- do de paz, crearon otra liga al margen de Espar- ta, Esta intervino para restablecer la situacion anterior y los derroté en Mantinea. En Atenas triunfaban las tesis de Alcibiades de continuar la guerra. Esta se desato de nuevo por el fracaso de la campana ateniense en Sici- lia, debido en gran parte a la ayuda espartana a Siracusa. En el desarrollo de la guerra, los espartanos campaban por el Atica y muchos aliados atenienses desertaban inclinindoce al bando lacedemonio por las promesas de liber- tad que éstos habian ofrecido desde el comien- 20 de las hostilidades. Ante las dificultades financieras y con el fin de llevar la guerra por mar, Esparta no duda en aliarse con los persas, colocando al mando de la flota a Lisandro. Con métodos no demasiado espartanos conseguird la defeccion de la flota ateniense. El final de la guerra se decidird en el Helesponto, al ser derrotada la escuadra ate niense en Aigos Potamos (402 a. C.) El imperialismo de Esparta Todos los testimonios que poseemos del si- glova.C. y comienzos del v a. C. sobre el im perio ateniense. lo presentan como una tirania impopular. Su fin tras la derrota a manos espar- tanas fue saludado con alegria en Grecia, ante la conviccién de que a partir de ese momento comenzaba la libertad Indudablemente Atenas habia administrado su dominio sobre la liga en interés propio, pero Estanuila en bronce de 140, 910 Va. también es quiz exagerado pensar que era uni- versalmente impopular. La defensa de las demio- cracias le habia granjeado simpatias entre el pueblo de diversas ciudades. Esas clases popu- lares de las ciudades aliadas de Atenas, la uni- ca alternativa que ahora tenian era el someti- miento a los oligarcas locales, patrocinados por Espanta Fue precisamente la politica espartana de fa- vorecer las oligarquias, y establecer un control directo sobre las ciudades la que hizo aumentar paulatinamente el descontento ante el nuevo orden. Por su rigida estructura constitucional, por la estricta discriminacién existente entre sus habi- tantes y por sus deficiencias demograficas, Es parta estaba menos adaptada que Atenas para el dominio panhelénico. Los desequilibrios pron- to comenzaron a aparecer Por una parte, por la iniciativa y ambiciones personales de Lisandro, cuya defensa a ultranza de! imperialismo trajo aparejada la hostilidad tan- to entre los conservadores espartanos como en- tre los aliados. Por otra parte, también influia el descontento dentio del estado espartano en el que la mayoria no poseia la paridad de derechos y quedaban por tanto excluidos de los benef Cios de esta etapa imperialista Pero al mismo tiempo, las diferencias entre los iguales eran cada vez mayores dado que las guerras habian minado en gran medida el espiritu de la constitucion de Licurgo. Asimismo, e! mantenimiento de los acuerdos con Persia trala aparejado el abandono de las ciudades de la Jonia, [0 que Esparta no podia permit. Ello la obligd a volverse contra los persas, lo que provocd que éstos a su vez fomentasen en Gre- cia movimientos antiespartanos Los primeros decenios del siglo w a.C. se ca- racterizan por la busqueda de la hegemonia de las tres principales ciudades de Grecia: Esparta, Atenas, que_comienza a resurgir a partir del 395 a.C., y Tebas, que consigue colocarse al mando de la confederacién beocia Esparta, en principio, pudo mantener su hege- monia, como lo demuestra la brilante campana de Agesilao contra los persas y la derrota en la Grecia continental de la liga beocia comandada por Tebas. Contra Atenas no sucedié lo mismo puesto que ésta, aliada con los persas, derroto por mar y por tierra a los espartanos viéndose obligados a firmar la paz del Rey, que fue pro- puesta por el soberano persa Los afios que siguieron a la firma de la paz fueron de reafirmacién de Esparta en la Grecia continental, tanto en el Peloponeso como en el resto. Pero en el 377 aC. los tebanos reorgani: zaron de nuevo la confederacién beocia y al ao siguiente Atenas cred la segunda liga atico-delica La guerra no tard6 en deciararse con suerte adversa para las armas espartanas. A pesar de los dos armisticios firmados en 374 y 371 a. C. el final se precipité en la batalla de Leuctra, con

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