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Contenidos
• § 64. Diferencias y semejanzas entre la responsabilidad contractual y la extracontractual
• § 65. Las fronteras entre la responsabilidad contractual y la extracontractual
• § 66. Responsabilidad por ilícitos precontractuales
• § 67. Responsabilidad por ilícitos contra el orden de la competencia
• § 68. Concurso de responsabilidades contractual y extracontractual
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§ 64
Diferencias y semejanzas entre la responsabilidad contractual y la
extracontractual
a. Origen y sentido de la distinción entre los estatutos de responsabilidad
contractual y extracontractual
774. Orígenes romanos de la distinción. En las Instituciones de Gayo, la
distinció n entre las obligaciones que nacen del contrato y del delito constituye
la summa divisio del derecho de obligaciones.1La forma en que las obligaciones
nacen determina, en consecuencia, la primera gran ordenació n sistemá tica de la
disciplina. En esta ordenació n, sin embargo, las obligaciones contractuales
ocupan el lugar prevalente y las extracontractuales aparecen má s bien como un
anexo de aquéllas.2En una primera etapa, se comprenden bajo la noció n de
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contrato todas las obligaciones que tienen su origen en diversos tipos de actos
lícitos, pero ya en el período clá sico aparece el consentimiento como el
concepto central.3De este modo se explica que el contrato haya sido luego
distinguido de otros tipos de fuentes ‘cuasicontractuales’, 4caracterizadas por no
tener por antecedente la convenció n, mientras el tratamiento del delito doloso
(delito propiamente tal) y del delito culposo (cuasidelito) haya permanecido
como una categoría relativamente homogénea.
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775. Lugar central del contrato en el derecho moderno de las
obligaciones. A pesar de la antigua genealogía de la gran divisió n del derecho
de obligaciones, éste ha sido desarrollado sistemá ticamente a partir del
derecho de los contratos. En Pothier, la idea de obligació n es expuesta a la luz
de las obligaciones contractuales, para luego tratar en una breve secció n,
denominada “de las otras causas de las obligaciones”, las obligaciones
cuasicontractuales, cuasidelictuales y legales. El predominio del contrato es
acentuado por la codificació n civil. El Có digo chileno, luego de enumerar las
fuentes de las obligaciones (artículo 1437), establece las reglas de formació n
del contrato (artículos 1438 y siguientes) y luego, bajo el epígrafe “Del efecto de
las obligaciones”, trata en verdad de los efectos de los contratos y, en especial,
de la responsabilidad contractual (artículos 1545 y siguientes), limitando la
responsabilidad por delitos y cuasidelitos a un breve título hacia el final del
Libro IV.5No es extrañ o, entonces, que el derecho de la responsabilidad
extracontractual contenga remisiones permanentes a normas de
responsabilidad contractual.
b. Enumeración y análisis crítico de las diferencias entre la responsabilidad
contractual y la extracontractual
776. Criterios e importancia práctica de la distinción.
c. La doctrina civil puso tradicionalmente un fuerte énfasis en las diferencias
entre la responsabilidad contractual y la extracontractual: 6
• la responsabilidad contractual tiene por antecedente la convenció n voluntaria
y la extracontractual el hecho ilícito, que no está antecedido de una relació n
jurídica obligatoria;
• la capacidad contractual está sujeta a reglas má s estrictas que la
extracontractual (artículos 1447 y 2319);
• la culpa presenta diferencias sustantivas (porque só lo admite gradació n en
materia contractual) y probatorias (porque se presume que el incumplimiento
es culpable en materia contractual, mientras que el demandante debe probarla
en sede extracontractual);
• el deudor debe ser constituido en mora para que haya lugar a la
responsabilidad contractual (artículo 1557), mientras que en materia
extracontractual basta el hecho que causa el dañ o;
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• en materia extracontractual, la regla general es la solidaridad entre quienes
han cometido el hecho ilícito (supra Nº 278), a diferencia de la simple
conjuntividad en materia contractual (artículo 1511 I);
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Como lo ha afirmado la jurisprudencia, la culpa supone que el demandado no
haya efectuado la deliberació n prudencial que le resulta exigible, de modo que
só lo se puede atribuir negligencia a quien estaba en la situació n o tenía el deber
de prever el efecto dañ oso de su acció n. En otras palabras, no puede haber
negligencia en una conducta que previsiblemente no amenaza riesgo alguno
(supra Nº 48).
La pregunta por la previsibilidad vuelve a presentarse respecto de los dañ os
subsecuentes a un dañ o inicial (como ocurre con el atropellado por un
conductor imprudente, quien luego fallece porque contrae una infecció n en el
hospital). El infractor de las reglas del trá nsito podía prever el atropello y ello
forma parte del juicio que califica su conducta de negligente. La pregunta
siguiente es si los perjuicios subsecuentes a ese dañ o inicial también deben ser
previsibles para que haya lugar a la responsabilidad. É sta es una pregunta que
ha sido tratada tradicionalmente como una cuestió n de causalidad; en verdad,
se refiere al límite por sobre el cual las consecuencias dañ osas de un ilícito civil
ya no pueden ser objetivamente atribuidas al hecho inicial del demandado;
porque por má s que un hecho culpable sea condició n necesaria de otros dañ os,
debe interrumpirse en algú n punto la secuencia de los dañ os mediatos por los
cuales se responde.
En este libro se ha sostenido que ésa es una pregunta referida a la exigencia de
que el dañ o sea directo, a cuyo respecto no es la previsibilidad el criterio
relevante para atribuir responsabilidad por esos dañ os subsecuentes; todo
indica que en esta sede es preferible atender a las consecuencias que
objetivamente corresponden al curso ordinario de los acontecimientos
posteriores al dañ o inicial, segú n el criterio de la causa adecuada (supra Nos 256
y 257). Por eso, aunque subjetivamente imprevisible, el conductor negligente
que atropella a otro puede ser hecho responsable de los dañ os subsecuentes
que se siguen del accidente de la ambulancia que lo lleva de urgencia al hospital
e incluso de los derivados de un error médico incurrido en el tratamiento
(porque éstos no son anormales, atendido el curso causal iniciado por el
demandado, y porque pertenecen al á mbito de riesgo que éste creó con su
negligencia).
d) Sin embargo, no conviene extremar esta diferencia. En efecto, aunque en
materia de responsabilidad extracontractual la previsibilidad no es
determinante al momento de establecer los perjuicios por los cuales se
responde en caso de haberse actuado con culpa o con dolo, porque no resulta
aplicable la norma que hace responsable al deudor doloso incluso de los
perjuicios imprevisibles (artículo 1558 I), tampoco en ese tipo de
responsabilidad es indiferente si el responsable ha actuado con dolo. Ocurre
que es un principio jurídico má s general que quien actú a con dolo asume las
consecuencias de su conducta de una manera má s extensa que si ha obrado con
mera negligencia, de modo que al momento de definir los perjuicios
objetivamente atribuibles al hecho del ofensor debe entenderse que el dolo
hace que la responsabilidad se extienda incluso a los perjuicios extraordinarios,
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§ 65
Las fronteras entre la responsabilidad contractual y la extracontractual
a. Protección de terceros por medio de acciones contractuales
790. Acciones contractuales en beneficio de terceros que sufren daño
(estipulación implícita a favor de otro).
b. En virtud del principio de privacidad del contrato, por regla general só lo quien
es parte puede demandar la responsabilidad que resulta del incumplimiento de
obligaciones contractuales. En consecuencia, si el dañ o lo sufre un tercero, la
responsabilidad será extracontractual, aunque el ilícito consista en un
incumplimiento contractual.34La aplicació n mecá nica de este principio suele
llevar a resultados formal-mente inobjetables: el incumplimiento de deberes de
seguridad laboral da lugar a responsabilidad contractual respecto del
trabajador, pero es extra-contractual la acció n que ejercen las víctimas de dañ o
reflejo (supra Nº 502); lo mismo vale para los dañ os que se siguen de un
contrato de transporte.35b) El derecho conoce caminos para escapar al conflicto
axioló gico que plantea la circunstancia que la responsabilidad respecto de la
víctima di-recta se sujete a reglas diferentes de aquellas aplicables a la acció n
del có nyuge o de los hijos que sufren dañ o reflejo. En nuestra tradició n jurídica
se suele asumir una estipulación tácita en favor de otro, de modo que la parte
acreedora de un deber de seguridad (el pasajero en un contrato de transporte,
por ejemplo), al convenir en los deberes de cuidado, no só lo lo hace para sí, sino
también para sus padres, hijos o có nyuge. De acuerdo con esta doctrina, el
á mbito protector de las obligaciones de seguridad del contrato se extiende a las
personas que está n en tal cercanía con el acree-
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dor, que deben entenderse protegidas respecto de su integridad de la misma
manera que este ú ltimo.36El fundamento de esta extensió n del á mbito personal
de protecció n puede encontrarse en el principio de buena fe contractual, pues
pertenece a la naturaleza de los contratos de trabajo, transporte o médicos que
las obligaciones de seguridad son debidas en cautela de la persona que es
contraparte, pero no só lo en su propio interés, sino también en el de sus
personas má s pró ximas.37En circunstancias que la estipulació n por otro se
perfecciona respecto del beneficiario por el acto tá cito o expreso de aceptació n
(artículo 1449), debe entenderse que el ejercicio de la acció n de
responsabilidad contractual supone esa aceptació n.38b. Responsabilidad
extracontractual por participar en el incumplimiento contractual de otro
791. Principios jurídicos en juego: discusión acerca de la protección
extra-contractual de los créditos.
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ció n laboral (artículo 159 Nº 2), no son imaginables hipó tesis de interferencia
en derechos contractuales del empleador si un tercero negocia con el
trabajador la incorporació n a su empresa.
796. Efectos del ilícito en el contrato celebrado por el demandado. El ilícito
cometido en la celebració n del segundo contrato puede ser de gravedad
suficiente para dar lugar a una acció n de nulidad absoluta, por resultar este
segundo contrato contrario a las buenas costumbres comerciales (artículos
1461 y 1467). En tal caso, la acció n de nulidad tiene por objeto impedir que el
segundo contrato haga imposible el cumplimiento del primero, de modo que su
finalidad prá ctica es precisamente obtener una satisfacció n en naturaleza del
interés del demandante. En casos de urgencia, el demandante podrá solicitar
las medidas cautelares dirigidas a ese objetivo. 56797. Cúmulo de acciones. Los
ilícitos de interferencia en contrato ajeno dan lugar a una concurrencia
cumulativa de responsabilidades (infra Nº 838), porque existe acció n contra el
contratante incumplidor, con fundamento en el derecho de contratos, y contra
el tercero que ha intervenido ilícitamente en ese incumplimiento, con
fundamento en la responsabilidad extracontractual. Como es obvio, no se trata
de obligaciones simplemente conjuntas, sino de acciones que tienen causas
diferentes (un incumplimiento contractual y un ilícito extracontractual), de
modo que se puede demandar el total al contratante incumplidor y al tercero
que intervino ilícitamente en la relació n contractual. En circunstancias, sin
embargo, que no se pueden acumular las pretensiones indemnizatorias que
cubren el mismo dañ o, el pago efectuado por uno de los deudores extingue la
obligació n. Es un caso típico de obligaciones in solidum, que presentan
analogías con las solidarias (supra Nº 278 b). A su vez, el dañ o reclamado es de
cará cter puramente patrimonial, porque no afecta un bien corporal en
particular, sino el interés patrimonial que representa el contrato (supra § 23 g).
§ 66
Responsabilidad por ilícitos precontractuales
a. Introducción
798. Ámbito de la responsabilidad precontractual: deberes de cuidado y
buena fe en la negociación contractual.
b. La doctrina tradicional del contrato pone atenció n en el consentimiento, porque
asume que las partes son responsables de decisiones que adoptan dentro de su
á mbito de auto-nomía privada. Por eso, lo que ocurre en el período
precontractual es relevante principalmente desde la perspectiva de los vicios
del consenti-
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miento, que dan lugar a la rescisió n del contrato precisamente porque no existe
genuina intenció n de obligarse.
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promesa, de modo que tampoco puede haber contrato; por otro, existe un grado
variable de confianza que debe ser honrada por quien la ha creado. Extender en
exceso el principio de que no hay responsabilidad sin consentimiento, puede
dejar sin reparació n dañ os que resultan del abuso o de no tomar en
consideració n el interés de la contraparte; por el contrario, extender en exceso
los deberes precontractuales supone intro-
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ducir riesgos de responsabilidad en una fase caracterizada por la ausencia de
voluntad de obligarse.
No debe extrañ ar, en consecuencia, que la materia sea objeto de sutiles
distinciones en la doctrina y jurisprudencia contemporá neas, atendiendo a las
posiciones relativas de las partes y a la intensidad que hayan tenido las
negociaciones contractuales. En este libro só lo pueden ser analizados los
criterios generales para atribuir responsabilidad precontractual, teniendo en
vista el conflicto que suele existir entre el principio de que sin voluntad no hay
obligación, que se expresa en el valor obligatorio de la promesa, y el principio
de la confianza, que acentú a los deberes de colaboració n que surgen para las
partes antes de que consientan en un contrato.
b) La distancia existente entre el contrato convenido y el que se encuentra en
estado de negociació n se muestra en que durante este ú ltimo período cada
parte asume que la otra está cuidando sus propios intereses. En el common law
esta idea se expresa en el principio caveat emptor, en cuya virtud corresponde
al comprador comprobar lo que está adquiriendo.66También la tradició n del
derecho civil ha sido histó ricamente reticente a exigir especiales deberes de
cuidado en la fase de negociació n, porque se ha asumido que la mejor garantía
de un acuerdo justo es precisamente que cada cual persiga su propio interés.
Por eso, tradicionalmente el derecho privado só lo ha reconocido acciones por el
dolo cometido durante las negociaciones; sea que se exprese positivamente, en
declaraciones falsas u otros actos de ocultamiento de la verdad, o
negativamente, por reticencia, al omitir informació n acerca de vicios de la cosa
sobre la cual recae el consentimiento.
c) Sin embargo, la regla ha sido atenuada en el derecho privado de esta época,
que ha tendido a establecer deberes de colaboración basados en el principio de la
buena fe durante la negociación del contrato. No se trata de transformar la
negociació n en una obligació n de contratar (lo que só lo ocurre en el caso del
contrato forzoso, ordenado por la ley), ni de limitar el á mbito de lo que
legítimamente puede ser objeto de la convenció n (como ocurre con las reglas
de orden pú blico), sino de procurar el cuidado, veracidad y lealtad que se tiene
derecho a esperar de la otra parte en un proceso de negociación, que, por
definició n, puede o no conducir al consentimiento. 67De este modo, surgen
durante el período de tratativas contractuales deberes de seguridad, que tienen
por fin evitar accidentes a la persona o bienes de la contraparte; deberes de
veracidad e información, que evitan el error y favorecen la decisió n informada;
y, en general, deberes de lealtad y de discreción, que tienen por antecedente un
contexto preciso de protecció n de la confianza que una parte tiene derecho a
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entre las partes con motivo de la negociació n.91f. Responsabilidad por infracción
a deberes positivos de información 92811. La información en el derecho de
contratos. En un mundo ideal de informació n completa, que puede ser
adquirida sin costo alguno, cada parte toma sus decisiones sobre la base de
preferencias que tienen por antecedente todos
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los hechos relevantes. En esta hipó tesis, bajo el supuesto de que el mercado es
competitivo, está asegurado el consentimiento racional y libre y una ó ptima
asignació n de recursos. En el mundo real, por el contrario, la informació n está
distribuida asimétricamente, pero de ello no se sigue per se que sea ilegítimo
que cada parte la utilice en su favor. Por eso, la pregunta esencial reside en
saber cuá ndo una parte debe entregar informació n a su contraparte; o, lo que
es lo mismo, cuá ndo no es lícito conservarla como propia. 93Por otro lado, las
ciencias del comportamiento humano han comenzado a acentuar que el ó ptimo
de informació n no necesariamente coincide con la cantidad. Puede ocurrir que
un exceso de informació n resulte contraproducente a efectos de la decisió n
razonable de una persona lega, que tampoco puede dedicar mucho esfuerzo a
descifrarla.94No debe extrañ ar, en consecuencia, que los deberes de informació n
constituyan un conjunto muy complejo y diferenciado de principios y normas,
cuya infracció n suele dar lugar a responsabilidad civil.
812. Lugar sistemático de los deberes de información.
n. Los deberes de informació n se plantean con ocasió n de la negociación o
celebración de un contrato o con motivo de su ejecución. Por regla general, la
informació n determinante para la formació n del consentimiento (esto es,
aquella que habría motivado a la contraparte a no contratar o a hacerlo en
términos diferentes a los convenidos) da lugar a responsabilidad
precontractual, porque es objeto de deberes de conducta que son exigibles
cuando aú n no existe contrato entre las partes; 95sin embargo, no debe
desatenderse que esos deberes só lo dan lugar a responsabilidad si el contrato
llega a celebrarse. Por el contrario, la informació n que debe prestarse en la fase
de ejecució n del contrato (como la referida al adecuado funcionamiento de una
má quina que ha sido vendida) es inequívocamente objeto de obligaciones
contractuales, sea que hayan sido expresamente pactadas o deriven del deber
de cumplir el contrato de buena fe (artículo 1546).
b) El incumplimiento de deberes de informació n puede dar lugar a un vicio del
consentimiento, en cuyo caso el demandante suele tener la acció n rescisoria y
una acció n indemnizatoria por los perjuicios derivados de la nulidad (supra Nº
808).96Pero aunque ello no ocurra, sea porque el
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error no es sustancial, sea porque el dolo no resulta determinante en la
decisió n de contratar, la acció n indemnizatoria tiene por fundamento un deber
de cuidado que no deriva del contrato propiamente tal (en tal sentido, la acció n
indemnizatoria que reconoce el artículo 1861 por vicios redhibitorios es por
incumplimiento de deberes precontractuales). La excepció n está dada por las
garantías contractuales que una parte conviene con la otra, relativas a
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cuestiones de hecho que esta ú ltima garantiza en virtud de una clá usula
contractual expresa, las que naturalmente pasan a formar parte de las
obligaciones contraídas en razó n del contrato.
813. Información apropiable y deberes de información.
o. La informació n suele ser un bien econó mico, que posee valor para quien se
aprovecha de ella en exclusividad. Puede ocurrir que esta informació n resulte
de estudios o inversiones de quien la obtiene. Es el caso, por ejemplo, de quien
investiga el potencial uso agrícola de tierras hasta entonces infértiles o invierte
en el conocimiento de las preferencias de la gente en los diversos mercados; lo
justo y eficiente es que ese esfuerzo sea aprovechado por quien lo realiza,
porque admitir la apropiació n es una retribució n a un esfuerzo que la
contraparte no ha efectuado y es un incentivo para obtener informació n
socialmente valiosa. Por eso, no se puede establecer un principio general que
obligue a entregar a la otra parte toda la informació n relevante de la que ésta
carece; la pregunta se refiere, por el contrario, a cuá l informació n debe ser
compartida con la contraparte (en el caso de negociaciones cara a cara) y con el
pú blico en general (tratá ndose de bienes o servicios de oferta masiva).97
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Un ejemplo clá sico fue planteado por Ciceró n: “si un hombre honrado hubiere
transportado una gran cantidad de trigo de Alejandría a Rodas, durante la
escasez y el hambre de los rodios y en una muy grande carestía de víveres; si el
mismo sabe que muchos comerciantes partieron de Alejandría con sus naves y
las hubiere visto en camino cargadas de trigo dirigiéndose a Rodas, ¿debiera
decir esto a los rodios o, callá ndose, habrá de vender el suyo lo má s caro que
pueda ”.98El propio Ciceró n discurre en el diá logo sobre la base de argumentos
de justicia y utilidad. La pregunta mantiene actualidad, pues se trata de
distinguir la informació n que la parte experta tiene derecho a utilizar en su
favor y la que debe, por el contrario, transmitir a su contraparte. La tendencia
del derecho comparado es que una informació n estratégica, que tiene que ver
con las condiciones del mercado y que no ha sido adquirida en ejercicio de una
funció n o cargo que le impida usarla para su propio beneficio, puede ser
legítimamente aprovechada en su favor por el comerciante. 99b) En definitiva, la
responsabilidad por omitir informació n acerca de un hecho que es importante
en la decisió n de negocios de la contraparte só lo nace si el demandado tenía un
deber positivo de información, el cual tendrá que estar especialmente
justificado, pues la negociació n contractual parte del supuesto de que cada
parte cautela su propio interés. En presencia de un deber legal o de buena fe de
informar, la omisió n de entregar informació n por la parte que la conocía o
debía conocerla puede ser entendida como fraude. Por eso, la responsabilidad
por dolo por reticencia siempre supone que se haya infringido una regla que
obligue a informar.100Esta regla, como es usual en los deberes de cuidado, puede
o no haber sido establecida por la autoridad.
El criterio normativo má s empleado es la buena fe, en cuya virtud se asume que
la comunicació n es condició n esencial de cualquier emprendimiento
cooperativo, como es el contrato. De ahí que la buena fe, en este contexto,
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da que el derecho difícilmente puede penetrar en las razones, algo similar vale
para quien sin esfuerzo, por azar, toma conocimiento de una calidad de una
cosa que le agrega valor y es desconocida por quien la posee. 109815. Deberes
especiales de información en relaciones fiduciarias y con expertos.
q. Fuera de las hipó tesis generales referidas en el pá rrafo anterior, los deberes de
informació n también se pueden construir atendiendo a la naturaleza fiduciaria
de la relación y a la calidad de experto con que actúa una de las partes. Lo comú n
de estas hipó tesis es que la otra parte tiene la legítima expectativa de obtener
una particular colaboració n de la parte que tiene el deber.
b) De especial importancia en el derecho moderno son los deberes de
informació n que tienen quienes mantienen relaciones de naturaleza fiduciaria,
como típicamente ocurre con quienes administran patrimonios ajenos. El caso
má s característico es el deber que tienen los directores y gerentes de las
sociedades anó nimas de informar a los accionistas, inversionistas y acreedores
de títulos de deuda acerca de los hechos esenciales relativos a la compañ ía (Ley
de sociedades anó nimas, artículo 46; Ley de valores, artículo 9º; supra Nº 632).
En verdad, el acceso a la informació n determina dos deberes de lealtad
concurrentes: ante todo, el de informar a los accionistas y al pú blico
inversionista en general y, correlativamente, el de no aprovecharse para
beneficio personal o de personas relacionadas de informació n que obtienen en
razó n de sus cargos y que aú n no es de conocimiento pú blico (infra Nº 827).
Má s circunscrito es el deber de informació n de los profesionales y empresas
que tienen una relació n de confianza con el principal. Así, por ejemplo, un
abogado o un banco tienen el deber de informar razonablemente al cliente
sobre los hechos y riesgos esenciales para que sea éste quien adopte las
decisiones de importancia respecto de los asuntos encomendados. En estos
casos es característico que se puede esperar má s que la mera decencia, porque
la relació n de confianza lleva implícito un requerimiento positivo de
cooperació n,110en atenció n a que no resulta lícito negociar en una actitud
puramente estratégica cuando se tienen deberes de fidelidad que surgen de la
relació n.111
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r. Má s generalizados son los deberes de informació n y consejo que el derecho
contemporá neo ha desarrollado para los expertos en sus relaciones con los
legos. En atenció n a la asombrosa divisió n del trabajo y del conocimiento, todos
debemos participar en mú ltiples contratos en que las asimetrías de informació n
son insuperables, a menos que al momento de contratar nos hagamos asesorar,
a su vez, por expertos.
En esta materia se suelen confundir dos situaciones diferentes: el poder de
mercado, que pertenece al derecho de la libre competencia, y la posició n
relativa que se posee en razó n del conocimiento especializado.112El má s
poderoso empresario suele encontrarse en la situació n de una persona
corriente cuando compra un equipo de audio o se somete a una intervenció n
quirú rgica. Y no se puede esperar que el lego iguale la informació n del experto
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(supra Nº 248), de modo que los perjuicios indemnizables son los causados por
la confianza que la contraparte puso en la declaració n o en el hecho del
demandado, bajo el supuesto de que el curso conductual del demandante haya
estado determinado por ese engañ o.127822. Maniobras fraudulentas y
reticencia dolosa.
aa. Las maquinaciones dolosas para engañ ar a la contraparte son ilícitas per se.
Má s difícil de construir es el dolo por reticencia, caracterizado porque una de
las partes omite informació n que habría resultado decisiva para la decisió n de
negocios de la otra parte. Se trata de una extensió n a los deberes de
informació n de la clá sica distinció n entre la responsabilidad por acciones y
omisiones: en la medida que se tiene un deber de comunicar informació n a la
otra parte, y se omite hacerlo, a pesar de que es conocida (o debe ser conocida)
por quien tiene el deber de proporcionarla, la omisió n da lugar a una reticencia
dolosa, que participa de los efectos del dolo, tanto a efectos de la acció n
rescisoria como de la indemnizatoria (supra Nº 819).
b) Las reglas sobre reticencia dolosa se aplican especialmente respecto de
consumidores e inversionistas en valores de oferta pú blica, de acuerdo con los
principios de publicidad que inspiran esos ordenamientos (supra Nº 816).
823. Deber de informar y deber de veracidad en la relación entre las
partes de una negociación.
bb. En los pá rrafos anteriores han sido analizadas diversas situaciones en que se
exige informar a la contraparte o al mercado en general (supra Nos 811 y
siguientes). Asumido que la informació n fraudulentamente falsa da
inequívocamente lugar a responsabilidad, sea por dañ os causados a la
contraparte en la negociació n o a terceros que confían en ella, cabe revisar en
este pá rrafo las hipó tesis má s difíciles, en que la informació n resulta falsa por la
mera negligencia del demandado.
b) Si con anterioridad a la celebració n de un contrato, una parte entrega
informació n a la otra por deber o simplemente para inducirlo a contratar, debe
entenderse implícitamente comprendido un deber de cuidado respecto de la
verdad de lo expresado. Sin embargo, de acuerdo con las reglas generales de la
responsabilidad por culpa, el error só lo da lugar a responsabilidad cuando
pudo ser evitado empleando el debido cuidado; lo contrario significaría atribuir
responsabilidad civil estricta por una declaració n inocentemente erró nea (esto
es, entregada con justa causa de error). 128En consecuencia, la responsabilidad
entre las partes de un contrato por informació n erró nea se rige por los
principios de la negligencia (salvo que expresa o contextualmente una parte
haya dado a la otra una garantía de veracidad de lo que ha declarado).
Aná logamente a lo que ocurre con la responsabilidad por expresiones, quienes
deben entregar información en la etapa precontractual tienen un deber de
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veracidad y no de verdad; pero el alcance del deber de cuidado está deter-
minado por la posició n de quien yerra y de las circunstancias del error, segú n
las reglas generales de la responsabilidad por negligencia (supra § 10 b y Nº
406).
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menos que el informe esté naturalmente dirigido a personas indeterminadas,
como ocurre con ocasió n de la colocació n de valores en el pú blico. Atendidos
sus fines regulatorios generales, es razonable que se asuma una regla má s
amplia de responsabilidad de conformidad con la Ley de valores; este
ordenamiento establece una responsabilidad solidaria de los auditores con los
administradores de sociedades emisoras de valores de oferta pú blica que
infrinjan disposiciones legales o reglamentarias, de modo que los deberes de
cuidado correlativos se entienden establecidos en favor de cualquier
inversionista (artículo 55 III).
e) También puede asumir responsabilidad quien da informació n o consejo a
alguien que tiene la intenció n de contratar con un tercero, de quien se solicitan
referencias personales o comerciales. Es el caso de la recomendació n acerca de
la honorabilidad comercial de un cliente que un banco entrega a un tercero
interesado en celebrar una operació n que envuelve un saldo de precio; o del
informe de auditoría que es preparado por en-cargo de una de las partes de una
negociació n para ser presentado a la otra. No se trata, en estos casos, de una
opinió n o informació n divulgada a un conjunto indeterminado de interesados,
sino a terceros determinados con quienes pretende contratar quien pide la
opinió n.
En estos casos la responsabilidad puede ser construida contractualmente como
una especie de contrato en favor de tercero; pero ello usualmente significaría
extender la figura del artículo 1449 bajo una ficció n de que existe un contrato
entre quien provee la opinió n o informació n erró neamente falsa y el tercero
que confía en ella. Por eso, todo indica que la responsabilidad debe ser
calificada de extracontractual: el auditor que con negligencia informa
erradamente el inventario del mandante que negocia la venta de una compañ ía
es responsable extracontractualmente frente al tercero, porque convino en
proporcionar una opinió n o informació n precisamente para que el tercero
actuara en la confianza de que el informe era correcto. En consecuencia, no se
excede el á mbito de riesgo creado por el contrato celebrado con quien hizo el
encargo, si es demandado de indemnizar los perjuicios causados a ese
tercero.132La responsabilidad puede estar sujeta a limitaciones, en la medida
que el dañ o, ademá s de la negligencia del profesional, es objetivamente
atribuible a quien lo sufre, por no haber tomado las precauciones que le
resultan personalmente exigibles, segú n las reglas generales (supra § 34).
f) A pesar de que en la tradició n del derecho civil, a diferencia del common law,
por lo general, no se exige que los deberes de cuidado tengan un beneficiario
definido, las preguntas acerca de los límites personales de la responsabilidad
por informaciones falsas se presentan con similares contornos. Ante todo, la
obligació n contractual de los auditores y profesionales es de medios, de modo
que del mero error no se infiere directamente la culpa o al menos se admite la
excusa de diligencia profesional (supra
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justos ni eficientes, sea porque se trata de monopolios naturales, esto es, donde
las economías de escala del negocio determinan una tendencia a que haya un
solo oferente;152en estos casos la ley suele establecer una obligació n de servicio
pú blico, en condiciones de precio y calidad fijados por la autoridad (servicio
eléctrico domiciliario, agua potable, servicios sanitarios). La obligació n de
contratar en condiciones no discriminatorias también se extiende a mercados
que aú n no son suficientemente competitivos, donde un oferente posee una
posició n dominante.153La Ley de consumidores y la jurisprudencia sobre libre
competencia también han reconocido una especie de contrato forzoso al
prohibir una negativa injustificada de venta, que afecta a quien ofrece al pú blico
productos o servicios.154En estas situaciones, existe un deber positivo de con-
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tratar establecido por la ley o por la jurisprudencia con fundamento en la ley,
de modo que la omisió n puede dar lugar a responsabilidad civil.
En el derecho de la libre competencia, la obligació n de contratar es un antídoto
contra el poder de mercado (de modo que debe entenderse que só lo existe
respecto de quien tiene una posició n de dominio de mercado); en el derecho de
los consumidores es una poderosa garantía de universalidad de la oferta al
pú blico y una limitació n a la discriminació n arbitraria.155
§ 67
Responsabilidad por ilícitos contra el orden de la competencia
829. La competencia como marco de una economía de contratos.
a. La preocupació n contemporá nea por la competencia libre y leal está deter-
minada por una mayor reflexividad acerca de los supuestos de un orden
econó mico activado por un régimen de libertad de contratació n.
b) El derecho de la libre competencia tiene por objeto neutralizar posiciones de
poder de mercado y, en tal sentido, forma parte de la constitució n econó mica de
un orden basado en la libre elecció n de los consumidores. La competencia es un
proceso de descubrimiento por completo imprevisible, porque supone una
ordenació n descentralizada (esto es, de mercado) del comportamiento
empresarial. Por eso, só lo puede ser definida negativamente, a partir de las
restricciones a la competencia.
Un ordenamiento especial señ ala el complejo á mbito normativo de la libre
competencia y establece un tribunal especializado (Tribunal de defensa de la
libre competencia) para pronunciarse sobre los actos lícitos o ilícitos que
pueden afectar la competencia, así como para establecer las medidas
correctivas y aplicar sanciones (DL 211/1973, modificado sustancialmente por
la ley Nº 19.911).
La competencia puede estar restringida por el desarrollo natural del mercado
respectivo o por actos ilícitos dirigidos a construir una posició n de dominio de
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embargo, hay ciertos principios y reglas bá sicas que deben observar los
competidores a efectos de que el mercado permanezca competitivo o
desafiable. Estos principios son el trasfondo econó mico estructural de la
doctrina del contrato como ejercicio de la autonomía privada, de modo que
expresan las relaciones má s profundas entre el orden jurídico de derecho
privado y el orden espontá neo del mercado.156b) De lo expuesto se sigue que no
deben ser confundidos los dos planos del derecho de la libre competencia: el
del control preventivo y mera-
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mente correctivo de posiciones de dominio de mercado y la potestad
sancionadora que tiene por antecedente la comisió n de ilícitos contra el orden
de la competencia.
La responsabilidad civil en materia de libre competencia tiene su antecedente
en la comisió n de ilícitos competitivos. Por eso, su origen no se encuentra en
situaciones ‘naturales’, debidas a la estructura o a la evolució n de un mercado,
que son corregidas por el Tribunal de defensa de la libre competencia mediante
resoluciones que fijan las condiciones para el desarrollo de una actividad (DL
211/1973, artículo 18 Nos 2 y 3). De ello se sigue que la responsabilidad no
deriva de la sola circunstancia de adquirirse una posició n de dominio de
mercado, sino de una conducta torcida dirigida a producir ese efecto
monopó lico o del abuso de una posició n de dominio de mercado ya existente.
En consecuencia, el antecedente de la responsabilidad civil está dado por la
calificació n jurídica de la conducta como ilícita por el Tribunal de defensa de la
libre competencia, esto es, en la culpa civil infraccional (supra § 10 d 1 y DL
211/1973 y Nº 832). Por el contrario, no hay lugar a responsabilidad civil si el
Tribunal de la libre competencia se limita a dar directivas, a efectos de facilitar
la competencia (como usualmente ocurre al autorizar fusiones o al
pronunciarse sobre la estructura de ciertos mercados), sin dar por constatado
ningú n ilícito que merezca alguna de las sanciones referidas en el artículo 26
del DL 211/1973.157c) Los ilícitos contrarios a la libre competencia está n
construidos en la forma de una cláusula general, que prohíbe ejecutar o
celebrar cualquier acto, hecho o convenció n que impida, restrinja o entorpezca
la libre competencia o tienda a producir esos efectos (DL 211/1973, artículo 3
I).
Por vía ejemplar, la ley entiende que son ilícitos los acuerdos de precios, de
producció n, de asignació n de zonas o cuotas de mercado (artículo 3º II letra a);
el abuso de posició n dominante, que se expresa en fijació n de precios,
imposició n de la venta de otro producto (ventas atadas), el acuerdo o
imposició n de zonas o cuotas de mercado, así como cualesquiera otros actos
abusivos (artículo 3º II letra b); asimismo, se establecen como ilícitas las
prá cticas predatorias, consistentes en vender bajo los costos con la finalidad de
expulsar a un competidor y adquirir luego control del mercado, así como las de
competencia desleal que persigan igual finalidad (artículo 3º II letra c).158
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§ 68
Concurso de responsabilidades contractual y extracontractual
a. Aspectos sustantivos de la concurrencia de responsabilidades
838. Delimitaciones conceptuales.
b. Los mismos hechos (o hechos que parcialmente se superponen) pueden
satisfacer los supuestos de aplicació n de distintas normas. En general, existen
tres hipó tesis alternativas para resolver las preguntas de concurrencia que se
plantean en esos casos: i) puede existir un conflicto de normas, que debe ser
resuelto mediante exclusió n de uno de los ordenamientos en concurrencia, de
conformidad con el principio de especialidad; ii) puede darse por establecida
una concurrencia cumulativa, en cuya virtud las pretensiones se acumulan; o
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iii) se puede aceptar que las pretensiones coexisten, en la forma de una
concurrencia alternativa, que concede al actor una opció n de acciones.185La
regla general debe ser que las acciones se pueden acumular si existe un mero
concurso impropio de acciones, esto es, si las pretensiones son diversas y no
excluyentes entre sí. Por el contrario, la concurrencia da lugar a una opció n de
acciones si existe un concurso propio de acciones, caracterizado porque una
misma pretensió n se puede sostener en dos normas diferentes. 186Distinta es la
situació n si se entiende que existe un conflicto de normas, que dan lugar a una
misma pretensió n, en cuyo caso debe deter-minarse cuá l de los ordenamientos
en pugna debe aplicarse excluyentemente a la relació n jurídica entre las partes.
b) El llamado concurso de responsabilidades contractual y extracontractual no
se refiere a una eventual acumulació n de pretensiones indemnizatorias que
tienen dos fuentes diferentes, porque ello conduciría a la doble reparació n de
un mismo dañ o y al enriquecimiento sin causa correlativo. La pregunta
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tanto las normas supletorias del derecho de contratos como los deberes
generales de cuidado que nos debemos en nuestro trá fico recíproco.
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Siguiendo esa línea de pensamiento, la doctrina dominante en el derecho
comparado señ ala que no hay razó n ló gica para excluir la aplicació n del
estatuto de responsabilidad extracontractual. 192El argumento determinante
radica en que los deberes generales de cuidado que se tienen respecto de la
persona y la propiedad de los demá s pueden ser definidos por el contrato (y, en
tal sentido, el contrato predomina); por el contrario, a falta de esa
determinació n convencional, no se puede entender que haya intenció n
implícita de excluir la aplicació n de norma alguna del derecho comú n. Por eso, a
falta de regla contractual que excluya la aplicació n de algú n ordenamiento,
debe entenderse que el actor puede optar por el estatuto legal que le resulte más
conveniente, a menos que haya alguna razón específica para que prevalezca el
estatuto contractual (como ocurre, por ejemplo, con el predominio de la regla
del artículo 1547, sobre el cuidado que debe aplicar el deudor en contratos
gratuitos). É sta es esencialmente la doctrina asumida en los derechos españ ol,
alemá n e italiano, que, por regla general y con reservas como las anotadas,
reconocen al actor el derecho a optar por el fundamento jurídico que resulte
má s conveniente a su pretensió n.193843. Discusión de la procedencia de la
opción: ¿criterio abstracto o ratio iuris
e. En pocas á reas del derecho de obligaciones se muestra con má s nitidez que en
la opció n de acciones, la tendencia a razonar de una mane-ra puramente
mecá nica y conceptual, que desatiende la finalidad de los institutos en
juego.194Desde un punto de vista estrictamente conceptual es sencillo concluir
que no procede la opció n, porque en casos de conflicto de normas debe
prevalecer el contrato en virtud del principio de especialidad; pero esa
conclusió n no es irrefutable, ni siquiera de acuerdo con sus propios supuestos.
En efecto, una argumentació n ló gico-formal puede también llegar a la
conclusió n inversa, porque cuando una situació n de hecho es calificable bajo
distintos conjuntos de normas, puede entenderse que no existe un conflicto de
normas que se excluyen recíprocamente, sino una concurrencia alternativa
(supra Nº 838), de modo que al actor corresponde optar por la acció n que le
resulta má s favorable.195En consecuencia, los esfuerzos por resolver el
problema desde un punto de vista puramente ló gico no conducen a un
resultado concluyente.196
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f. La cuestió n puede aclararse con ayuda de criterios auxiliares que atiendan a la
ratio iuris. Se ha visto que si el contrato contiene reglas individualizadas que
regulan la específica relació n entre las partes, debe entenderse que esta
regulació n consentida excluye al estatuto extracontractual. Es lo que ocurre,
ante todo, cuando las partes han convenido expresamente una cierta materia.
Pero también puede concluirse lo mismo respecto de las normas legales
supletorias del derecho de contratos, en la medida que se entienda que
efectivamente forman parte implícita del acuerdo contractual (como podrá
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acciones por ambos tipos de responsabilidad en un mismo juicio. En
circunstancias que las pretensiones indemnizatorias o de reparació n en
naturaleza sean idénticas y tengan por fundamento el mismo dañ o (en un caso
de responsabilidad médica, por ejemplo), es inequívoco que ambas
pretensiones no pueden acumularse, porque ello daría lugar a un
enriquecimiento sin causa. Sin embargo, nada impide que se demande la
responsabilidad por incumplimiento contractual y subsidiariamente por ilícitos
extracontractuales, o viceversa, segú n la regla del artículo 17 II del Có digo de
Procedimiento Civil. A falta de texto expreso, podrían presentarse preguntas
respecto de la interposició n alternativa de ambas acciones; sin embargo, es
difícil encontrar una razó n para impedir al actor demandar la indemnizació n, o
incluso la reparació n en naturaleza, con fundamento contractual o
extracontractual, segú n estime procedente el tribunal.
847. La confusión de regímenes de responsabilidad es inadmisible.
h. Bajo la hipó tesis de que se acepte la opció n entre acciones de fundamento
contractual y extracontractual, cabe preguntarse si debe exigirse la integridad
de la acció n entablada, esto es, si resulta aceptable que la acció n se funde
parcialmente en uno y otro estatuto de responsabilidad. É se sería el caso si el
demandante, por un lado, invoca el contrato como antecedente de la
responsabilidad por el hecho de terceros (que lo favorece, porque en mate-ria
contractual el demandado responde de los hechos de los agentes como si fueran
propios), y, por otro, alega el ilícito extracontractual a efectos de la
determinació n de los perjuicios reparables (que también le favorece porque esa
responsabilidad no está limitada por la previsibilidad del dañ o). La respuesta es
inequívoca en el sentido de que el derecho es indivisible, con la consecuencia de
que el régimen aplicable es la responsabilidad contractual o extracontractual,
pero no una mezcla de ambas, 204pues de lo contrario elementos de la
responsabilidad que está n interconectados orgá nicamente entre sí podrían ser
aleatoriamente utilizados fuera de su contexto normativo. 205En consecuencia, el
actor podrá optar entre ambos estatutos (o pedir que el demandado sea
condenado de acuerdo con un estatuto y en subsidio por el otro), pero no puede
pedir que la responsabilidad por el hecho ajeno se rija por el derecho de
contratos (que le favorece) y la acció n se dirija solidariamente contra los varios
obligados de acuerdo con las reglas de la responsabilidad extracontractual (que
también le favorece). Lo mismo vale en materia probatoria, de prescripció n, de
previsibilidad del dañ o indemnizable y en las demá s materias en que un
régimen de responsabilidad puede resultar puntualmente má s ventajoso.
b) A la inversa, sí puede ocurrir, en razó n de la ratio legis del ordenamiento
contractual preterido, que la opció n del actor por la responsabilidad extra-
contractual deba ceder en algú n punto crucial.206Así, si el acreedor de un
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contrato de prestaciones médicas opta por la acció n de responsabilidad extra-
contractual, la indemnizació n no se puede extender a los perjuicios
imprevisibles, ni el demandado puede verse sujeto a un grado de diligencia
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agente oficioso contra el interesado para que le reembolse las expensas ú tiles o
necesarias cuando el negocio ha sido bien administrado (artículo 2290). La
cuestió n se reduce, en tales casos, a determinar si la acció n indemnizatoria se
rige por las normas de la responsabilidad contractual o extracontractual. En
definitiva, la pregunta es por el estatuto de responsabilidad aplicable cuando se
trata de incumplimientos en á mbitos del derecho de obligaciones distintos del
contractual y extracontractual.
851. Propuestas doctrinarias respecto del régimen común de
responsabilidad.
k. Por regla general, la doctrina chilena ha estimado que el estatuto comú n y
supletorio es el de responsabilidad contractual. Ante todo, porque es el ú nico
que está regulado genéricamente a propó sito de los efectos de las obligaciones;
en efecto, las normas del Título XII del Libro IV del Có digo Civil se refieren
genéricamente a los efectos de las obligaciones, a diferencia del título
equivalente del Có digo francés, que se refiere só lo a las obligaciones
contractuales.211Se ha señ alado, ademá s, que diversas disposi-
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ciones referidas a obligaciones legales y cuasicontractuales establecen una
responsabilidad por culpa leve (por ejemplo, artículos 256, en materia de patria
potestad; 391, respecto de la responsabilidad del tutor o curador que
administra bienes del pupilo; 2308, relativo a la responsabilidad del comu-
nero), mientras que otras, segú n las circunstancias, restringen la
responsabilidad a la culpa grave o la extienden incluso hasta la culpa levísima
(artículo 2288). La gradació n de la culpa, por completo ajena a los delitos o
cuasidelitos, sería sintomá tica de que el estatuto de responsabilidad
contractual constituye el régimen de derecho comú n.212b) Los argumentos
anteriores no resultan en absoluto convincentes. En su extremo formalismo,
infieren una consecuencia general en una materia que no pertenece al sentido
de las disposiciones en que se apoyan.213Por otra parte, en este libro ha sido
discutida la tesis de que en materia extracontractual se responda de toda culpa,
y no só lo por culpa leve, segú n la regla general del artículo 44; así, se ha
mostrado la inconsistencia de adoptar, por un lado, el modelo de la persona
prudente y, por el otro, fijar el está ndar de cuidado en la falta de aquella
esmerada diligencia que un hombre juicioso emplea en la administració n de sus
negocios importantes (supra Nº 44). De lo anterior se sigue que en materia
extracontractual se responde de culpa leve y que las normas que establecen la
culpa leve como antecedente de la responsabilidad por incumplimiento de
obligaciones legales y cuasicontractuales só lo reiteran un principio general de
responsabilidad civil: el derecho civil espera de las personas que actú en como
lo haría un hombre prudente, un buen padre o madre de familia, colocado en
las mismas circunstancias.
c) Descartados los argumentos que pretenden inferir inductivamente el
régimen de derecho comú n a partir de disposiciones aisladas del Có digo Civil,
puede argumentarse, en un sentido inverso a la doctrina reseñ ada, que la
responsabilidad contractual es especial porque tiene por antecedente el
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[43] Así, el BGH en el caso líder de la jurisprudencia alemana (NJW 1981, 2184,
referido por Medicus 1997 267). En el caso, la empresa estatal de ferrocarriles
había intervenido en la venta que un propietario de tierra agrícola había
celebrado con el operador de un aero-puerto, en cuya virtud éste adquiría la
propiedad necesaria para la operació n; la empresa de ferrocarriles se hizo
cargo de las indemnizaciones contractuales que el vendedor podía deber a su
contraparte en razó n del incumplimiento del contrato; aunque la Corte negó
que hubiera un deber general de protecció n de los créditos ajenos, estimó que
la opera-ció n atentaba contra las buenas costumbres, porque había sido
incitada por la empresa de ferrocarriles y mostraba una completa
desconsideració n respecto del afectado, siendo expresiva de una inaceptable
falta de lealtad en el trá fico econó mico, de modo que la invocació n por el
demandado de la relatividad de la relació n contractual expresaba una abusiva
tensió n del orden jurídico a favor de los propios intereses. En un fallo posterior,
el mismo tribunal estimó que la acció n de perjuicios contra el tercero só lo
podía ser concedida si a la luz del ‘cuadro de conjunto de la operació n’ se
podían tener por contravenidas ‘percepciones fundamentales
(Grundanschaungen) del trá fico leal entre personas que conviven bajo el mismo
derecho’ (BGH, NJW 1988, 902).
[44] Weir 2002 180.
[45] Este criterio puede ser también determinante al momento de discernir
legislativamente acerca de las acciones que se deben reconocer al acreedor bajo
el derecho de contratos; bajo la influencia del aná lisis econó mico del derecho se
ha propuesto que el acreedor só lo tenga acció n indemnizatoria, porque puede
ocurrir que al deudor le convenga má s indemnizar que cumplir y, si la
indemnizació n está correctamente determinada, también al acreedor le resulta
indiferente ser indemnizado que recibir el pago en naturaleza; una discusió n
general de la materia desde el punto de vista contractual en Posner 1992 161;
especialmente diferenciado, incluyendo en el aná lisis el valor de proteger la
confianza, Shavell 2004 312 y 375.
[46] La discusió n de la idea de un incumplimiento eficiente ha sido muy
importante en la doctrina econó mica del contrato; específicamente respecto del
ilícito de intervenció n en contrato ajeno, Epstein 1999 580, con referencias
bibliográ ficas; una crítica normativa al aná lisis econó mico del incumplimiento
contractual eficiente en Fried 1981 161.
[47] Un aná lisis distanciado de la materia en Shavell 2004 312 y 375; con
énfasis en el valor econó mico de la confianza en las relaciones contractuales,
Posner 1992 416, Cooter/ Ullen 1997 249; en el texto se siguen los argumentos
de Epstein 1999 581 y Epstein 1987 passim.
[48] Viney 1995 382, para el derecho francés; Larenz/Canaris 1994 452, para el
alemá n; Markesinis/Deakin et al. 2003 510, para el inglés; Prosser/Keeton et
al. 1984 982, para el norteamericano.
[49] Como marco de referencia es interesante tener en consideració n lo
expuesto a propó sito de las exigentes condiciones que el derecho privado
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(supra § 29); sobre el dañ o provocado por informaciones falsas (Nú ñ ez 2006
Capítulo I § 3 E).
[123] Prosser/Keeton et al. 1984 728, Abraham 2002 265, Epstein 1999 546.
La entrega de informació n maliciosamente falsa da lugar a los delitos penales
tipificados por el artículo 59 de la Ley de valores.
[124] Prosser/Keeton et al. 1984 737.
[125] Digesto 4.3.1.2, con cita de Labeó n referida por Ulpiano.
[126] En general, sobre las formas de manifestació n del dolo precontractual,
Nú ñ ez 2006 Capítulo I § 3 B.
[127] Restatement/Torts II 548 A.
[128] Por completo distinta es la situació n en el plano de los vicios del
consentimiento, porque el error no requiere de un juicio de reproche sobre la
conducta de la contraparte.
[129] Abraham 2002 271; en el derecho inglés se entiende que si una persona
hace una declaració n falsa resulta responsable, a menos que pruebe que tomó
el cuidado razonable para evitar el error (Markesinis/Deakin et al. 2003 117,
con referencia al caso líder Hedley Byrne & Co. Ltd. v. Heller & Partners Ltd.,
1964, AC 465).
[130] En Caparo Industries Plc v. Dickman (1990) 2 AC 605, se estimó que un
informe de auditoría erró neo, que llevó a un accionista a hacer una oferta de
compra de acciones de una sociedad cuyo valor efectivo era nulo, no daba lugar
a responsabilidad en la medida que no se podía hacer distinció n alguna entre
un accionista y un tercero interesado en adquirir acciones o bonos emitidos por
una sociedad, porque el fin de la norma no es proteger a accionistas
individuales en sus decisiones de inversió n, sino resguardar el interés colectivo
de que la compañ ía sea debidamente administrada, con la consecuencia de que
la acció n pertenecería só lo a la sociedad; por el contrario, en Candler v. Crane
Christmas & Co. (1951) 2 KB 164, se había estimado que si el informe de
auditoría fue preparado teniendo en vista un negocio en particular, los
auditores pueden resultar responsables frente a una clase definida de
interesados, como son los adquirentes que confiaron en la declaració n (Van
Gerven 1998 260; Markesinis/Deakin et al. 2003 118, críticos respecto de la
limitació n de responsabilidad frente al pú blico; un espléndido desarrollo, con
igual orientació n crítica, en Cane 1996 176). Má s allá de la manera como se
juzguen los fundamentos de las decisiones referidas, éstas muestran las
dificultades que plantea la responsabilidad por errores atribuibles a mera
negligencia en la informació n, en el doble sentido de la determinació n del deber
de cuidado exigible y de las personas que la regla de cuidado persigue proteger
(supra § 29).
[131] Restatement/Torts II § 552 establece la responsabilidad de quienes a
título oneroso y en el ejercicio de su negocio, profesió n o empleo proporcionan
informació n falsa para la guía de otros en sus decisiones de negocios; la
responsabilidad alcanza el dañ o patrimonial que se sigue de la confianza
justificada en la informació n y tiene lugar a condició n de que no se haya
ejercido el cuidado o competencia en la obtenció n o comunicació n de la
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