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NEOLENGUA. NEO… ¿QUE?

ANTÍDOTOS

1. Estar alerta
2. Pensar con rigor: ir al verdadero significado de
las palabras. Elaborar bien los planteamientos.
3. Vivir los ideales valiosos, con convicción y
entrega.

ENCÍCLICAS QUE ADVIERTEN SOBRE LOS ERRORES DE LAS


DIFERENTES IDEOLOGÍAS

- Liberalismo:
 Libertas praestantissimum (20-6-1888) León XIII

- Modernismo:
 Mirari vos, Gregorio XVI, 1832
 Quanta cura y Syllabus, Pío IX, 1846
 Pascendi Dominici gregis, Pío X, 1907

- Socialismo, comunismo, nihilismo:


 Quod apostolici numeris, 1878, León XIII
 Divini Redemptoris, 1932, Pío XI

- Relación Iglesia – Estado


 Diuturnum illud, 1881, León XIII
 Vehementer nos, 1906, Pío XI
 Summi Pontificatus, 1939, Pío XII

- Masonería
 Humanum Genus, 1881, León XIII

- Nacionalsocialismo (nazismo)
 Mit Brennender Sorge, 1937, Pío XI

- Teología de la Liberación
 Libertatis nuntius, Instrucción – Congregación para la Doctrina de la Fe, 1984
 Libertatis Conscientia
 Congregación para la Doctrina de la Fe, 1986
LA FIDELIDAD A LA VERDAD ES LA FIDELIDAD A CRISTO, PALABRA ENCARNADA

Extractos de Introducción al Cristianismo, Joseph Ratzinger

Tertuliano describió con palabras sencillas y majestuosas la posición cristiana cuando dijo:
“Cristo no se llamó a sí mismo costumbre, sino Verdad.”

Si además miramos a las ruinas que quedan de las hipótesis, a la sagacidad inútilmente
empleada y a la lógica vana tal como nos la presenta la historia, quizá nos falte la valentía
de encontrar la verdad propia y escondida, la verdad que supera lo que está al alcance
de la mano. Sin embargo, la imposibilidad de encontrar una salida no es tan fatal como
parece a primera vista.

Agustín cuenta en sus confesiones cómo fue decisivo para su conversión el hecho de que Mario
Victorino5 se convirtiese. Durante mucho tiempo se había negado a entrar en la Iglesia porque
creía que su filosofía tenía todos los elementos esenciales del cristianismo que él aceptaba
plenamente. Decía que sus ideas filosóficas le habían llevado a las ideas centrales del
cristianismo; por eso no creía necesario institucionalizar sus convicciones haciéndose miembro
de la Iglesia. Él veía en la Iglesia -como muchos intelectuales de antes y de ahora- el platonismo
del pueblo que él, como perfecto platónico, no necesitaba. Creía que lo esencial era la idea; y
quien, a diferencia del filósofo, no era capaz de comprenderla en sí misma, tenía que entrar en
contacto con ella mediante la organización eclesial. Un día cayó en la cuenta del error de esta
opinión; entonces entró en la Iglesia y de platónico se convirtió en cristiano. El gran platónico
comprendió que la Iglesia es algo más, y muy distinto, de una institución exterior y de una
organización de ideas. Comprendió que el cristianismo no es un sistema de ideas, sino un
camino. El nosotros de los creyentes no es un accesorio secundario para espíritus mediocres; es,
en cierto sentido, la cosa misma; la co-humana comunidad es una realidad que se halla en un
plano distinto de las puras .ideas.. El platonismo nos da una idea de la verdad; la fe cristiana nos
ofrece la verdad como camino, y sólo por ese camino se convierte en verdad de los hombres.
La verdad como puro conocimiento, como pura idea, es inoperante. Será la verdad de los
hombres en cuanto camino que ellos mismos reclaman, pueden y deben recorrer.

El Dios que es Logos nos garantiza la racionalidad del mundo, la racionalidad de nuestro ser, la
adecuación de la razón a Dios y la adecuación de Dios a la razón, aun cuando su razón supere
infinitamente a la nuestra y a menudo nos parezca oscuridad. El mundo viene de la razón, y esta
razón es persona, es amor – esto es lo que la fe bíblica dice sobre Dios-. La razón puede hablar
de Dios, debe hablar de Dios, si no quiere verse disminuida. Logos significa razón, inteligencia,
pero también palabra –un sentido que es palabra, que es relación, que es creativo-.

Si ni el mundo ni el hombre vienen de una razón creadora, que porta en sí misma la medida y
se inscribe en la existencia del hombre, entonces lo único que queda son las normas de tráfico
de la conducta humana, que se justificarán o rechazarán según su utilidad. Lo único que queda
será la consideración de los resultados, es que se llama ética teleológica o proporcionalismo.
¿Pero es que hay alguien realmente capaz de juzgar más allá de los resultados de nuestro
momento? ¿Es que una nueva clase de señores va a tener en sus manos la llave de la existencia,
la administración de los hombres? Si de lo que se trata es de
considerar los resultados, entonces desaparece la inviolabilidad de la dignidad humana, porque en ese
caso ya no hay nada que sea bueno o malo por sí mismo.

Si para la imagen cristiana de Dios es decisiva la palabra clave logos –la palabra al principio, la razón y el
amor creador- y si el concepto del logos constituye a la vez el centro de la cristología, de la fe en Cristo,
lo que ocurre entonces es que se refuerza aún más la inseparabilidad de la fe en Dios y de la fe en su hijo
Jesucristo hecho hombre.

Si Dios no está en Cristo, entonces se sitúa en una lejanía incalculable, y si Dios ya no es un Dios para
nosotros, entonces es un Dios ausente y por tanto ningún Dios: un Dios que no puede actuar no es Dios.

La fe no es fruto de mis pensamientos, me viene de afuera; la palabra no es algo de lo que dispongo y


cambio a mi gusto, sino que se anticipa a mí mismo, a mi idea. La nota característica del acontecimiento
de la fe es el positivismo de lo que viene a mí, de lo que no nace en mí ni me abre, de lo que yo no puedo
dar; por eso se da aquí una supremacía de la palabra anunciada sobre la idea, de manera que no es la
idea quien crea las palabras, sino que la palabra predicada indica el camino del pensamiento.”

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Caius Marius Victorinus, conocido también Victorino el Africano (Cartago, h. 300-Roma?, h. 382) fue un filósofo neoplatónico, retórico y polemista
cristiano. Fue un estudioso de la lengua latina y, antes de su conversión al cristianismo, alcanzó fama en todo el Imperio romano como maestro de retórica,
por lo que le fue erigida una estatua en el Foro de Trajano (de la que hablaría san Agustín en sus Confesiones), en tiempos del emperador Constancio Cloro.
Es considerado el máximo representante de la escuela retórica africana (dominante en el Bajo Imperio) y principal precursor de la teología agustiniana.

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