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La dimensión política de los derechos económicos,

sociales y culturales
UNA INVITACIÓN AL DEBATE

Manuel Canto
Miguel Concha
Andrés Pérez
Carlos Sanjuan
Maribel Wolf
Primera edición : 28 de marzo de 2006

DR © Terre des Homme France


DR © Red Mexicana de Investigadores SC
Tamaulipas 66, Colonia Condesa
Delegación Cuauhtémoc, CP 06140
México, DF.

« Este documento fue realizado con la ayuda financiera de la Comunidad Europea. El contenido de
este documento es responsibilidad exclusiva de Terre des Hommes France y en algún modo debe
considerarse que refleja la posición de la Unión Europea »

Impreso y hecho en México / Printed and made in Mexico

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Índice
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Presentación …....................................................................................................................................3

Los Derechos Económicos, Sociales y Culturales y la izquierda latinoamericana,


Manuel Canto y Maribel Wolf …........................................................................................................5

Dimensión política de los Derechos Económicos, Sociales y Culturales para América Latina
Carlos San Juan Victoria …............................................................................................................... 8

La izquierda social y los Derechos Económicos, Sociales y Culturales,


Manuel Concha …..............................................................................................................................13

Los Derechos Económicos, Sociales y Culturales y la izquierda necesaria para la sociedad possible,
Andrés Pérez Baltodano …............................................................................................................... 16

Como producto de la discusión,


Diez tesis sobre los Derechos Económicos, Sociales y Culturales ….............................................. 24

2
Presentación
===========

En el año 2000 Terre des Hommes France y sus contrapartes en América latina, decidieron llevar
adelante un programa de experiencias de promoción de los Derechos Económicos, Sociales y
Culturales (DESC) en diferentes países: Brasil, México, Nicaragua, Guatemala, Venezuela,
Argentina, mismas que fueron recogidas en un libro publicado por Icaria en 2004 “Las exigencias
de la sociedad civil, las responsabilidades del Estado”. El programa concertado pretendía reforzar
la capacidad de las organizaciones sociales para la negociación de políticas públicas y el acceso a la
justicia. Se quiso experimentar las posibilidades de conseguir avances en la negociación de esas
políticas y en la reparación de las violaciones inflingidas a los afectados. Este programa, basado en
la idea de exigibilidad de los DESC, fue definido en ese momento como “un proceso político que
integra la “justiciabilidad “ de los derechos .” (Conclusiones del Seminario de Barcelona noviembre
2000).

Los aportes que ahora presentamos tienen como objetivo iniciar una reflexión sobre la base de las
preguntas que se fueron acumulando a partir de las experiencias, las que se condensaron en un
texto: “Los DESC y la izquierda latino americana”, elaborado por Maribel Wolf y Manuel Canto
encargados durantes estos años de dar seguimiento y analizar el programa de actividades decidido
en el 2000, sobre este texto algunos especialistas de la región escribieron ensayos breves, que junto
con el texto generador se presentan en este documento, e intercambiaron opiniones basadas en sus
conocimientos y experiencia, las que se contienen en la parte final de esta publicación. No se ofrece
un documento acabado, por lo contrario, aspira a producir respuestas capaces de influir en otras
redes de dialogo, tanto en América Latina como en Europa; si desde nuestros propios espacios de
organizaciones nos interesamos en el análisis y las evoluciones de tendencias políticas y sus
perspectivas se debe a que reconocemos que no se pueden defender los derechos económicos,
sociales y culturales (DESC), base de nuestro trabajo, fuera de su contexto político, del cual
queremos recordar algunos de sus rasgos fundamentales.

Las democracias actuales en América Latina se encuentran en una situación precaria, puesto que sus
economías dependen de los criterios de libre comercio decididos desde los países desarrollados:
Estados Unidos y Europa, los cuales disponen de ventajas económicas comparativas considerables.
En Europa, los países industrializados mantienen un nivel consumista de sus poblaciones capaz de
acallar los reclamos sociales. Los consumidores ven poco y ven mal, no perciben que se están
afectando gravemente sus derechos ciudadanos, ganados duramente en décadas pasadas a través de
las luchas sociales.

En América latina la mayoría de los gobiernos, por convicción o por interés se adhieren al dogma
del neoliberalismo basado en intereses extranjeros y son incapaces de responder, ni por voluntad
política, ni con medios, a las aspiraciones y a los derechos de los millones de pobres de sus países,
que debiendo ser ciudadanos que construyen democracia, son victimas de ese injusto destino. Si
bien una acuciante pobreza asuela a todos los países de la región, incluyendo a los de mayores
economías como Brasil y México, recordemos que más grave aún es que el continente
latinoamericano siga siendo el mas inequitativo del mundo.

Recientemente, pero de manera sostenida, hemos podido constatar una evolución continental hacia
la izquierda democrática, que se diferencia sensiblemente de la izquierda que en el pasado reciente
provocó los levantamientos alzados en armas contra las dictaduras. Esta evolución política, unida al

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movimiento también continental que desde la sociedad civil levanta la bandera de la democracia
participativa, en la cual estamos todos comprometidos, exige de nuestra parte imaginación para
pensar el futuro, apoyándonos en el análisis de experiencias pasadas. Podemos situar en los Foros
Sociales Mundiales (FSM) realizados a partir del año 2001 una importante movilización social.
Desde esa fecha se ha visto emerger en países como Brasil, Venezuela y Bolivia, y otros en
perspectiva, gobiernos electos que tienen una gran inserción social.

En este nuevo contexto, tratamos de iniciar una primera fase de reflexión sobre la dimensión
política de los DESC, que se apoya por un lado en las inquietudes recogidas desde diferentes
espacios de concertación de la sociedad civil de ambos Continentes en los que hemos participado y
por el otro en las experiencias realizadas desde nuestro propio espacio a partir del año 2000 para
despertar una conciencia de derechos integrales, en particular los derechos económicos, sociales y
culturales. Consideramos que los DESC pueden ser un medio de canalizar las luchas sociales para
producir soluciones a los problemas de educación, salud, trabajo, vivienda... todavía pendientes,
pero que para realizarse requieren ciertamente de tener una perspectiva y un alcance políticos.

Durante el seguimiento realizado en varios países, hemos podido percibir que despertar una
conciencia de derechos supone una conciencia y un ambiente de democracia para que los afectados
puedan obtener respuestas a sus demandas de parte de las instituciones públicas, en los diferentes
órdenes de gobierno: alcaldías, gobiernos territoriales o nacionales conformes a las legislaciones
vigentes. Pero también hemos visto la escasa voluntad política de los Estados, más interesados en
responder a los dictámenes comerciales que a las demandas sociales, lo cual de nueva cuenta pone
la acción política como condición sin qua non para la realización y garantía de los DESC.

En la perspectiva anterior, no podemos dejar de considerar a la cooperación internacional, que si


bien es vista como un factor que pueda influir en las políticas sociales de los países dependientes
para responder a los intereses de las mayorías pobres de los pueblos, debe ser analizada dentro su
propio contexto, es decir, en ocasiones sobredeterminada por sus gobiernos que les dictan
orientaciones más congruentes con el dogma neoliberal que con las demandas sociales y políticas de
sus contrapartes, lo que la convierte en un conglomerado de diversos y contradictorios intereses y
en factor de transmisión de los lineamientos de las políticas globalizadas y excluyentes.

La sociedad civil organizada, dependiente hasta ahora para su acción de esa cooperación
internacional ofrece ocasionalmente análisis críticos, aunque por lo general de corto alcance. La
cooperación europea tampoco tiene un nivel crítico y de influencia suficiente. Tratando de ejecutar
proyectos sobre objetivos impuestos, con espacios de libertad muy limitados y en un contexto
viciado, solo tiene capacidad en el mejor de los casos para limitar los daños y en el peor, es
participe y/o cómplice de las políticas que impiden los avances democráticos y de la integralidad de
los derechos humanos.

Los foros internacionales se ven también bastante limitados para ser espacios de negociación con
las fuerzas internacionales, avasalladas por el poderío norteamericano, no obstante aparecen como
un referente necesario en la lucha por los derechos.

Todo lo anterior nos genera la convicción que el debate sobre la dimensión política de los DESC
podría ser un aporte de fundamental importancia para todos aquellos que desde la sociedad civil
luchan por una transformación que para ser eficaz ya no pueda ser sólo en el ámbito nacional, sino
gestada a la vez desde muchos territorios y desde muchas condiciones sociales y culturales.

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Los DESC y la izquierda latinoamericana
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Manuel Canto
Maribel Wolf

El problema

Un nuevo ciclo de ascenso de las izquierdas a los gobiernos parece ir perfilándose en América
Latina. Brasil, Chile, Uruguay, Venezuela, con todas las reservas del caso, son sin duda intentos de
izquierda por gobernar, en el futuro próximo no sería imposible que en México y Nicaragua se
pudieran también instalar partidos de izquierda en el gobierno. Si a lo anterior añadimos la
consideración de la independencia del gobierno argentino en materia de finanzas internacionales y
la presión política que los indígenas ejercen en Bolivia y Ecuador, no parecería entonces sólo
basada en el optimismo la afirmación inicial.

Tomar en serio las oportunidades que una coyuntura como la descrita abre implica plantearse el
dilema que habitualmente enfrentan los partidos de izquierda al llegar a los gobiernos: por un lado,
la necesidad de dar respuesta a las demandas sociales –cuya reivindicación estuvo a la base de su
triunfo electoral- que requiere de reformas en las políticas sociales y económicas, pero por otro, los
requerimientos de estabilidad política que implican acuerdos con las distintas fuerzas sobre todo las
de los organismos multilaterales, los lleva a prolongar las políticas de los gobiernos anteriores,
incluidos sus efectos excluyentes sobre las mayorías, con lo que estas terminan desilusionándose del
gobierno que eligieron, o bien, si la izquierda en el poder pretende llevar adelante reformas,
experimentan el embate de las minorías poderosas que desestabilizan de tal manera el aparato
productivo que terminan por anular los efectos de las reformas. Redistribución y estabilidad
económica, reformas socieconómicas y estabilidad política, al final de cuentas: desarrollo y
gobernanza, parecen términos difíciles de conciliar.

Ante estos dilemas lo que suele ocurrir es que los gobiernos de izquierda ponen en práctica algunos
programas sociales, que si bien pueden aliviar en algo las carencias de la sociedad, no modifican las
tendencias a la exclusión. Las estrategias económicas neoliberales pueden coexistir con ajustes
marginales a las políticas sociales, que tampoco cambian sus orientaciones dominantes.

¿Es posible pensar que en un marco de políticas públicas que tengan por objetivo la
modificación de tendencias a las exclusión los DESC puedan contribuir a generar un consenso
sobre la necesidad de operar reformas socieconómicas para mantener la estabilidad política, el
desarrollo y la expansión de la democracia?

Las ofertas ideológicas de la izquierda

Frente a lo anterior, podemos decir que por lo contrario, existe un consenso internacional sobre la
permanencia de las políticas actuales, aunque también cada vez más se cae en la cuenta de su
insostenibilidad, podríamos decir que el consenso neoliberal es un consenso pasivo por la falta de
ofertas discursivas alternativas por parte de los partidos de izquierda, quienes en la situación actual
parecen más preocupados en el dominio del marketing, pretendiendo con ello el triunfo electoral,
que en la creación de una oferta convincente de reformas sociales, no sólo a sus electores, sino
también a hacia aquellos que si bien no votarán por la izquierda, sí serán quienes sea gobernados y
de cuya oposición o aceptación dependerá la gobernabilidad. El afán por la sola victoria electoral

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obnubila la reflexión, no sólo sobre la oferta a la sociedad, sino sobre la misma estrategia de
gobierno, generando con ello un vacío ideológico. Las propuestas son sustituidas por genéricos
postulados a la justicia social, al combate a la pobreza, que por carecer de un sustento conceptual y
de una estrategia consecuente, terminan por convertirse en promesas incumplidas. Hasta ahora la
mayoría de los candidatos de izquierda que tienen posibilidades reales de ganar las elecciones
sienten la necesidad de ofrecer garantías –antes que a sus simpatizantes porque ya los tienen
seguros- a sus adversarios, en primer lugar a los empresarios y a través de ellos a los E.U. de
Norteamerica, de que en la economía las cosas no variarán significativamente, que se procurará por
los pobres pero sin alterar las condiciones fundamentales de la economía.

Por lo contrario, cuando la izquierda pretende tener un discurso propio, hasta ahora no hace más que
refugiarse en el viejo estatismo que a cada problema social opone una misma respuesta: la creación
de una nueva agencia de gobierno, sin darse cuenta que el dominio de los organismos multilaterales
tienen sobre la arena internacional vuelve inviable las alternativas pensadas sólo sobre el Estado
nacional, siendo indispensable tener en cuenta no sólo a los actores internacionales, sino sobre todo
a la misma sociedad, pero para ello no hay puentes discursivos en el pensamiento de izquierda. ¿Es
posible postular a los DESC como sustento de una propuesta ideológica alternativa?

Partidos y OSC

Sabemos que hasta ahora los DESC son tomados sólo como un deber ser, con un valor sólo moral,
sin eficacia jurídica y política, y que por lo contrario, convertirlos en principios exigibles por la vía
política y justiciables por la vía jurídica es una condición fundamental para que puedan ser
asumidos en una estrategia de izquierda. Para ello hay que formularse diversas preguntas, tales
como ¿hay algún orden de prelación entre el aspecto jurídico y el político de los DESC?,
podríamos responder en un primer momento que la lucha por su justiciabilidad y por su exigibilidad
debe de ser simultánea, sin embargo las experiencias nos dicen que cada uno de ellos requiere de
estrategias propias, no es lo mismo luchar por adecuaciones legislativas que por modificaciones en
las políticas públicas, es más, no son los mismos sujetos los que luchan por unas y otras, para poner
un solo ejemplo: las maneras de actuar de las organizaciones de promotoras y defensoras de los
Derechos Humanos, son bastante distintas de las que utilizan las que pretender influir sobre
políticas públicas o sobre el desarrollo, pero además, para poder incluir en las propuestas de los
partidos políticos de izquierda parece necesaria la interlocución entre ellos y las OSC, interlocución
que no siempre ha sido fácil, frecuentemente tienden a no entenderse las funciones específicas que
les corresponden a unos y otras, ¿hay estrategias que puedan ser comunes?, ¿es posible un pacto
entre ambos tipos de organización?

El sistema de Naciones Unidas

Uno de los aspectos más importantes para la vigencia de los DESC es el papel que desempeña el
sistema de Naciones Unidas, sin embargo no es una novedad hablar de las dificultades y
limitaciones que ésta tiene para cumplir su mandato ¿es posible pensar en su fortalecimiento?,
pero a la vez sabemos de una dinámica que se genera en particular sobre los DESC Actualmente
existe en la Organización de las Naciones Unidas (ONU), en el Grupo de trabajo sobre el Protocolo
facultativo al PIDESC una discusión en el sentido de conceder – en un plazo lejano- aceptar un
Protocolo a “la carta”, es decir que cada estado que lo suscribiese pudiera elegir los derechos ESC
que le parecen justiciables y los que no, en función de sus políticas internas . Ese postulado es
inaceptable para las OSC puesto que ataca el principio mismo de la idea de dignidad humana de
indivisibilidad de todos los derechos ya reconocida en la Declaración de derechos humanos de

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1948, en el PIDESC y en las declaraciones de Teheran y Viena, pero desafortunadamente no se
puede excluir que caminemos a una solución “pragmática “ de ese tipo. ¿Puede eso representar un
avance como algunos lo pretenden?, ¿cuáles serían los costos y cuáles los beneficios de avances
limitados, restringidos a las dinámicas nacionales?

A modo de conclusión

La asunción por los partidos políticos de los DESC en sus programas políticos tal vez pase porque
primero las organizaciones sociales los asuman, sin embargo estas también se enfrentan a
restricciones: el tiempo que llevan los procesos, la dificultad práctica de la vinculación entre
situaciones concretas y derechos, El reto para todo partido de izquierda es por supuesto alcanzar el
poder, pero el reto para un partido democrático de izquierda es pensar cómo realizar su programa
sabiendo que por definición la estancia en el poder es temporal. No se puede ya pensar que sólo al
llegar al poder se harán las reformas necesarias, porque ni la estancia en el poder es permanente, ni
un solo período de gobierno es suficiente para promover las reformas que son necesarias, ya no es
admisible que el logro de los objetivos políticos se ponga “para cuando se llegue al poder”, sino
también para cuando se salga de él. El asunto entonces es cómo se convence a la sociedad de las
reformas necesarias, sabiendo que ella es la que sí permanece. ¿cómo convencer a los partidos que
esto es lo fundamental?

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Dimensión política de los DESC para América Latina
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Carlos San Juan Victoria1

El documento base se interroga sobre las capacidades alternativas de los Derechos Económicos,
Sociales y Culturales (DESC) con la finalidad de sustentar un horizonte político renovado al menos
en los siguientes planos:
• Como nuevos consensos que hagan compatible el desarrollo con la democracia y la inclusión en
los Estados Nación latinoamericanos.
• Un acercamiento entre Organismos No Gubernamentales (ONG) y partidos políticos en el
marco de políticas públicas que articulen al nuevo consenso.
Pero no sólo como programa de un líder o de un partido, sino como políticas de Estado.
Y en la necesidad de fortalecer un orden global alternativo.

En este documento sugiero algunas respuestas a estos interrogantes decisivos. Los organizo sobre
tres contradicciones que me parecen recorren a la política latinoamericana y mexicana, y que
permiten márgenes de acción inmediato pero también advierten que estamos ante un camino de
mediano y de largo plazo.

Dicho en pocas frases sugiero:


• Que el debate sobre los DESC se inscribe en un momento continental de urgencia para resolver
una crisis política que frenó el proceso decisorio de las Reformas Estructurales2, pero su parte
oculta es una intensa polarización y exclusión social donde un nuevo orden se asienta en el
suelo incierto de la exclusión masiva. Sin descartar otras soluciones, muchas de las fuerzas
sociales y políticas apuestan a una solución que pase por formular un consenso, que bajo la
hegemonía intelectual y política hoy vigente, no considera a los DESC. En este espacio
contradictorio los DESC pueden abrir otro horizonte de formulación, el de una negociación
equilibrada entre amplios intereses sociales no considerados y las plataformas de los grupos de
poder mejor posicionados, cuyo centro es otro orden capitalista, no de rapacidad salvaje, que
permita hacer negocios pero también ciudadanías sostenibles, y en ese sentido, de creación de
una sociedad civil (la pluralidad de formas asociativas y organizativas de la sociedad) fuerte.

• Pero además se sugiere que llegar a un efectivo acuerdo con un sólido consenso pasa por otra
contradicción, la que se abre entre sociedad y partidos que monopolizan la política, y que están
fuertemente interferidos por los grupos de poder local y globales. Ahí los DESC pueden
permitir una refundación de la relación entre partidos y sociedad que, en un horizonte de largo
plazo, apueste en medidas inmediatas y mediatas para “producir” mas y mejor tejido de
sociedad civil y ciudadanía.

• Finalmente, que es posible un acuerdo con los gobiernos ya constituidos para empezar a
implementar los DESC en rubros de ámbitos estratégicos como el crecimiento y la expansión
del bienestar.

1 Red Mexicana de Investigadores de la Sociedad Civil


2 Por Reformas Estructurales se ha venido entiendo las adecuaciones al mercado de la economía y la sociedad de los
países latinoamericanos.

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¿Por qué la urgencia del consenso?

La emergencia de personajes y partidos políticos a la izquierda del espectro político


latinoamericano coincide con otros dos procesos:

a) las inciertas expectativas que generan los ciclos cortos, frágiles y poco dinámicos de
crecimiento bajo el modelo neoliberal globalizado, donde se expanden sentimientos de
inseguridad ante el futuro, se segmentan y degradan las ciudadanías, y que, junto a cierta
desilusión hacia la democracia, hacen aún mas volátil el voto y las preferencias electorales;

b) pero además, y después del relativo éxito continental de las políticas de ajuste y de reformas
estructurales de primera generación, realizados bajo atribuciones de un fuerte presidencialismo
(Menem y Salinas serían las figuras emblemáticas); las llamadas reformas estructurales de
segunda generación se encuentran frenadas en el escenario político actual donde se preserva el
Presidencialismo pero se reconoce a una pluralidad política en avance y acotada por la falta de
expectativas reales ante las reformas.

Con ello se abre una coyuntura inédita y de fuertes potencialidades, donde se puede acentuar la
alternancia y el relevo de equipos políticos, de discursos, de horizontes de expectativas y de
reformulación de consensos. El tren rápido de la modernización neoliberal se frena un momento de
manera simultánea en varios países. Parecen necesarios acuerdos básicos en los equipos de mando
pero incluso algunos conatos de rebelión en los vagones abre la posibilidad de consulta a los
pasajeros de primera clase, de segunda y hasta de tercera.

A grandes rasgos, sugiero que se abre una coyuntura con tres posibles salidas:
i. Impulsar una continuidad de estas políticas y de realizar las reformas estructurales sin espacios
de negociación con los intereses ciudadanos, imponiendo la hegemonía empresarial ahora
dominante, y con ello, se haría mas frágil la convivencia social por la acentuación de una forma
histórica de capitalismo sin restricción para expoliar gente, ahorros, recursos naturales.
ii. En segundo lugar, riesgos de ruptura no política sino de inestabilidad y de descomposición
social por la gravedad y extensión de las exclusiones. Con ello la estabilidad que requieren las
inversiones globales, de suyo volátiles, entra en una gran interrogante.
iii. En tercer lugar, la posibilidad de un Acuerdo Nacional que logre un equilibrio entre los
requerimientos de los poderes globales y locales, junto a las necesidades básicas de la
población, y que considere prioritaria la construcción de un suelo social sólido, con una fuerte
sociedad civil y procesos de construcción de ciudadanía.

Sin embargo esta apertura y movilidad tiene dos grandes acotaciones.


• La primera es que existe un enorme consenso ideológico y político sobre la única ruta asumida
como responsable y posible. Es la ruta precisamente en crisis, responsable de la fragilidad,
inestabilidad y exclusión del estilo de crecimiento. Ese consenso, pacientemente armado durante
veinte años, en dura lucha contra herejías calificadas como “populismo, estatismo,
totalitarismo”, se auto califica como el “centro político”, en torno al cual gira la pluralidad
política, y que acota las posibilidades reales de cambio.

• La segunda acotación es que el nuevo orden global y de los Estados Nación es un orden de
poder real y simbólico. No sólo es un asunto de hegemonía de ideas sino de estructuras y
relaciones de poder que obligan a cualquier gobierno en América Latina, del signo ideológico
que sea, a abrir y fomentar mercados, no a fomentar los derechos ciudadanos; a orientar los

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excedentes a las deudas, no a las capacidades nacionales; a premiar a los capitales volátiles, no
al trabajo.

Para agregar otro elemento a la complejidad de esta coyuntura, baste mencionar que la necesidad
del consenso, aparte de los otros elementos reseñados, viene de dos grandes espacios sociales, por
lo menos, y con sentidos no necesariamente coincidentes.

• Por un lado el espacio de los poderes nacionales y globales que miran también con desencanto a
la democracia y a las clases políticas emergentes que al parecer no pueden operar y conducir las
reformas estructurales que terminen por abrir campos de inversión en energía, educación, salud,
seguridad social, etc. Estos poderes decisivos, por el momento le apuestan a reformular un
consenso que sienten ya ganado por tantos años de lucha contra el estatismo latinoamericano, y
ese gesto, sabiendo que no han dudado en otros momentos de recurrir a la fuerza de la represión
civil y militar, no es menor.

• Y está el otro espacio, diverso y disperso, de la resistencia pero también de la desilusión, de la


critica pero también del desánimo, donde segmentos del empresariado pequeño, de clases
medias asalariados, del mundo obrero, campesino, del feminismo, de los indígenas, de los
jóvenes y de las mujeres; intentan como pueden crear otras bases para transitar el presente y el
futuro. Es el espacio de una gran coalición social potencial, que por vez primera movilice a los
“perdedores” del nuevo orden, pero también a los actores sociales, como el feminismo, que han
logrado avances sustantivos en los últimos años.

Si en el primer espacio el problema central para formular un consenso es cómo continuar el


proceso exitoso de reformas y de generar expectativas que controlen la angustia social, en el
segundo espacio el asunto es otro, se trata de frenar el anterior impulso y abrir una negociación que
considere toda esa plataforma de vida hasta ahora escasamente representada en el consenso en
curso, en otras palabras, se trata de reformular el consenso anterior, y es en esta lógica que se
inscriben los DESC.

Con estos matices en mente, regreso a la primera afirmación, en el sentido de que los DESC en su
contenido conceptual, permiten imaginar otro horizonte para la urgencia del consenso. ¿De que
manera múltiple, polifacética, se colocan los DESC en la actual coyuntura?

• Como plataforma para expresar la voz de los sin voz , de la enorme pluralidad cultural, de
formas de vida económica y cultural cuyas carencias y restricciones se han agudizado en veinte
años de ajustes y reformas del modelo neoliberal. Los DESC en esa perspectiva, deben ser un
vector globalizado que permite unificar las diversidades locales y nacionales para incidir en las
decisiones mayores. Por ello es vital que los DESC sean difundidos y apropiados por la
pluralidad enorme de organizaciones sociales y civiles intermedias, y sean llevadas a los brotes
de inconformidad y resistencia de barrios, zonas fabriles, áreas rurales, rutas de migrantes. Los
DESC antes y a la vez que consenso nacional, debe ser la coraza conceptual que ayude a
reconstituir a los sujetos sociales y a sus capacidades de incidencia.

• Como disenso necesario para reformular el consenso ahora vigente . Los DESC requieren de
modelos de desarrollo orientados a las personas, a las localidades y a las naciones, a despertar
sus potencialidades. Requieren de ciudadanías de alta intensidad, portadoras de estatutos
integrales de derechos y reconocidas como actores sociales y políticos. Necesitan de una
Democracia abierta a la pluralidad de intereses y no monopolizada por grupos de poder. Son

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contraparte de Estados con responsabilidad social, con instituciones y leyes que hagan exigibles
y justiciables los derechos, con capacidades para promover de manera directa la fuerza y las
potencialidades de la sociedad. Son contraparte, en una frase, de Estados sociales de Derecho.
Desde ese horizonte posible, deben criticar y señalar las insuficiencias actuales consenso, para
provocar un disenso capaz de dar nuevas bases a los acuerdos futuros.

• Como esbozo de un Acuerdo Nacional que considere urgente conciliar el crecimiento del
sector privado pero también y de manera prioritaria del sector social, y la ampliación del
bienestar, capaz de ganar mas autonomía nacional para la elaboración propia de políticas de
Estado que no sean la simple repetición de las fórmulas del Consenso de Washington; y esto
plantea una reorientación fundamental de las rutas hasta ahora probadas. Ese Acuerdo Nacional
que considere a los DESC, tiene que plantearse la renegociación de las reformas estructurales
y la apertura de un paquete nuevo de reformas económicas y de Estado que hagan viable otra
forma de convivencia. Dada la plena vigencia de las relaciones de poder globales y nacionales,
se trataría mas que nada de abrir un proceso aún limitado pero de alto contenido simbólico,
donde se dieran los primeros pasos para formular políticas de Estado en el ámbito del
crecimiento hacia el horizonte estratégico de “producir” mas sociedad civil y ciudadanía como
formas solidarias de vida, concebido como la promoción de las potencialidades sociales, locales
y regionales de ciudadanos, organizaciones, cooperativas, asociaciones, etc.

¿Se puede superar el desencuentro entre Política Profesional y sociedad?

En su corta vida, el sistema de partidos ha acumulado un fuerte descrédito social por sus signos
persistentes de corrupción, de promoción de intereses de los grupos de poder, de monopolio auto
referente y por ello, de ausencia de políticas de alianzas y de compromisos con coaliciones sociales;
y sobre todo, de alta ineficacia para acordar plataformas comunes dentro de la pluralidad que
permita avanzar en tareas nacionales.

En la coyuntura actual coinciden márgenes mas amplios de competencia real entre un pluralismo
partidario, su homogeneidad negativa, donde todos se parecen en los atributos mas repelentes, una
alta volatilidad de las preferencias electorales resultado neto de la desconfianza hacia todos los
partidos y el incremento del abstencionismo. En el colmo de las paradojas, los partidos como
espacios de elaboración de propuestas nacionales y de puntos de consenso, empiezan a ser
acompañados y en ocasiones rebasados por iniciativas sociales varias que responden al vacío
tangible. En esta democracia partidaria, si se quiere avanzar, se deberá resolver la desilusión hacia
la democracia.

Muchas de las clases políticas creen que esta crisis la resuelven con marketing y con mass media.
Los DESC plantean otro horizonte de oportunidades: un baño de sociedad donde la desilusión se
resuelva por tres vías:
• el compromiso de los partidos para avanzar en los derechos integrales y de manera especial en
los DESC ahora fuera de las agendas públicas,
• asumir el déficit de representación de las coaliciones amplias de los “perdedores” promoviendo
su debida expresión en Congresos y niveles de gobierno,
• y la firma de plataformas para la tarea común nacional, centradas en Políticas de Estado hacia el
crecimiento y el bienestar, en le horizonte estratégico de “producir sociedad civil y ciudadanía”;
que deberán ser fomentadas a nivel presupuestal, legislativo y de políticas de gobierno. Ello
requiere de manera paralela que las muy diversas organizaciones civiles se asuman como punta
de lanza, y en ese sentido sumen a sus lineas plurales de trabajo, una coincidencia estratégica:

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la promoción de coaliciones sociales amplias, de plataformas para la tarea común y de enlace
con las instituciones políticas.

De lograrse esa conexión entre Partidos y organizaciones civiles y sociales promotoras de


coaliciones amplias, se podrá rescatar a algunos de estos institutos de la profesionalización extrema
de la política y de la ocupación oligárquica; asegurándoles en una circunstancia de mayor
competencia y de homogeneidad negativa, un plus de identidad con la ciudadanía. Entonces se
podría hablar de un horizonte de refundación partidaria, que pasa por un Pacto con la Ciudadanía
para resolver el relativo desalojo y sub representación de los intereses populares pero también
cambie el estatuto de corto plazo de sus ofertas para pasar al horizonte de las políticas de Estado, y
se siga hacia la construcción de políticas alternativas en gobiernos locales y nacionales,
fundamentadas en los derechos, y orientadas a fomentar con recursos y respeto a la autonomía, de
una pluralidad de formas asociativas.

¿Qué se puede hacer en el corto plazo además de bien votar?

Habrá que asumirlo en toda su dureza, los DESC no figuran hoy en las agendas públicas, los
partidos no tienen ya no digamos una política hacia la ciudadanía, mucho menos hacia los DESC, la
cultura que los maneja en su dimensión global como Pacto Internacional y como derechos sociales
en la Constitución mexicana tampoco es demasiado amplia, y las organizaciones sociales y civiles
que los entienden y promueven tampoco son una mayoría. En contraparte la mayor fragilidad para
la convivencia pacífica de los Estados nacionales latinoamericanos, reside precisamente en un
nuevo orden que no garantiza mínimos de empleo y bienestar así como de afirmación de la
pluriculturalidad. El mayor desasosiego de la sociedad mayoritaria se refleja en lo que estos
derechos de segunda generación quieren proteger. Y aunque desplazadas o minimizadas, las
instituciones, presupuestos y legislaciones nacionales y globales que los consagran, permanecen en
pié cuando el diagnóstico del mundo muestra que ahí reside la mayor fragilidad y riesgo para la
convivencia.

A pesar de su mínimo tamaño en el escenario político profesional, tienen una enorme potencialidad
como referente para un horizonte de futuro que a todos convenga, y que resuelva el mayor malestar
de la sociedad. Por ello es que su valor simbólico debe ser rescatado y permitir compromisos ya con
las coaliciones gobernantes. Los mínimos exigibles serían:
• una amplia educación en torno a los DESC, en modelos que permitan afianzar las autonomías
sociales y de los ciudadanos, y el despliegue colaborador de instituciones estatales, privadas y
sociales.
• la recuperación prioritaria de los andamiajes legales, institucionales y presupuestales que aún se
preservan,
• la puesta en operación de modelos de atención en políticas estratégicas como el crecimiento y el
bienestar, no en esquemas estatalistas, clientelares o de atención a consumidores individuales,
sino en modelos de fomento a capacidades colectivas, a la generación de redes sociales de
colaboración, a la orientación de recursos financieros, cuadros científicos y tecnológicos, hacia
la pluralidad asociativa de las sociedades latinoamericanas.
• la creación de instituciones de exigibilidad y de justiciabilidad en materia de los DESC
siguiendo y mejorando el ejemplo de los derechos electorales,
• y llevados al máximo, llegar a un punto de consenso nacional donde las reformas estructurales
se negocian y rediseñan desde esta perspectiva de construir sociedad civil y ciudadanías
sostenibles sobre la base de los DESC.

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La izquierda social y los DESC
===========================
Miguel Concha3

Antes de responder a las preguntas que se plantean en el Documento Base, a propósito de la


izquierda latinoamericana y los Derechos Económicos, Sociales y Culturales, me permito remitir a
los lectores al artículo de Gerardo Pisarello, titulado “El Estado Social como Estado constitucional:
mejores garantías, más democracia”4 en el que el autor atribuye un papel fundamental a la sociedad
civil organizada, para lograr lo que él llama “una remoción garantista y democrática de los límites
del Estado social tradicional, que permita su conversión de simple Estado social legislativo y, sobre
todo, administrativo, en verdadero Estado social constitucional” (p. 24), en el marco de la actual
globalización neoliberal.

Si el papel de estas garantías políticas y jurisdiccionales resulta esencial a la hora de recomponer el


estatuto efectivo de los derechos sociales, -dice el autor en el cuerpo de su artículo-, conviene no
perder de vista que un programa constitucional de garantías institucionales de los derechos, por más
exhaustivo que fuera su diseño, resultaría incompleto, irrealista y en última instancia, fútil, sin la
existencia y permanente promoción de múltiples y robustos espacios ciudadanos en condiciones de
garantizar socialmente la eficacia de las aludidas garantías institucionales y de conjurar su ya
probada tendencia a la autoprogramación.

Sin una clara identificación de las obligaciones y de los sujetos obligados, los derechos pierden toda
su fuerza reivindicativa. Pero los obligados, a su vez, sólo son concebibles si existen actores
capaces de obligar” (p. 45). A ello se debe que Pisarello encabece su artículo con los siguientes
conceptos de Cornelius Castoriadis (1979): “Todas las leyes no son sino pedazos de papel sin la
actividad de los ciudadanos; jueces y tribunales no podrían permanecer imparciales e incorruptibles
en una sociedad de borregos ‘individualistas’ que se desentendieran de lo que hace el poder. La
libertad, la autonomía, implica necesariamente la participación activa e igualitaria en todo poder
social que decide sobre asuntos comunes”.

Mi perspectiva no es, pues, la de los actores políticos, identificados éstos únicamente con los
partidos que luchan por acceder al poder, sino la de los actores sociales, particularmente las
organizaciones civiles de derechos humanos, que en su promoción de los derechos humanos
integrales son también actores políticos, que junto con otras organizaciones sociales, y en diálogo
crítico con los partidos, luchan por la construcción de ciudadanía y el establecimiento de un Estado
republicano y democrático de derecho, que en su constitución tenga como uno de sus ejes
transversales el reconocimiento, la protección y las garantías de cumplimiento de los derechos
humanos integrales. De hecho, en México, y gracias al esfuerzo de más de diez años de las
organizaciones civiles y sociales, y a su búsqueda de perseverante interlocución con todos los
partidos representados en los órganos del Estado, las actividades de apoyo en la defensa y
promoción de los derechos humanos son reconocidas de manera explícita como actividades de
interés público.

3 Centro de Derechos Humanos Fray Francisco de Vitoria, OP.


4 Gerardo Pisarello, “El Estado social como Estado constitucional : mejores garantías, más democracia”, en Víctor
Abramovich, M. J. Añón y Christian Courtis (comps), Derechos Sociales. Instrucciones de uso, Ediciones Coyoacán,
México, 2003.

13
Abordaré entonces mi respuesta desde mi experiencia en el movimiento civil de derechos humanos
en mi país. Lo primero que vale la pena subrayar, es que las organizaciones de derechos humanos
en México han tenido un desarrollo significativo de 20 años a la fecha. Casi desde un principio se
plantearon con bastante claridad el tema de la universalidad, indivisibilidad, integralidad e
interdependencia de los derechos humanos, porque en la elaboración de sus informes sobre las
violaciones a los derechos humanos en el país, cuidaban de precisar no únicamente el tipo de
violaciones que se cometían, los lugares y los presuntos responsables a los que podrían imputarse,
sino también el sector social de las víctimas y las circunstancias en las que se producían. Ello
inmediatamente arrojaba que se trataba principalmente de líderes sociales del campo o la ciudad,
pertenecientes a sectores más vulnerables de nuestra población (indígenas, campesinos, obreros,
maestros, estudiantes), o de colectivos que se encontraban luchando por sus derechos sociales.
Luego, y particularmente en la década de los 90, la investigación puso en claro que las víctimas se
encontraban de manera frecuente también entre miembros de partidos de oposición al Partido
Revolucionario Institucional (PRI)5, entonces todavía el partido oficial, que luchaban por la
democracia electoral y la recuperación de los postulados sociales de la Revolución Mexicana.

Posiblemente el hecho de que la represión social y política no se haya dado en México de manera
tan cruenta como en otros países de América Central o el Cono Sur, haya propiciado que se
percibiera con mayor claridad que las violaciones más graves a los derechos humanos se daban en
circunstancias políticas y sociales más evidentes de opresión, explotación, exclusión y marginación.
Sin embargo, no fue sino hasta hace 10 años cuando las organizaciones civiles de derechos
humanos se plantearon en México la necesidad de promover mediante la educación formal e
informal la toma de consciencia de las personas y los grupos de la sociedad civil como titulares de
los derechos económicos, sociales y culturales, y no simplemente como objetos focalizados de
políticas públicas de combate a la pobreza, más o menos extensas o complementarias, como lo
viene haciendo el gobierno desde finales de la década de los 80. De hecho, parece que las
organizaciones civiles mexicanas, con la solidaridad de organizaciones sociales, de obreros,
campesinos, indígenas y sectores urbano-populares, se han distinguido en América Latina por el
hecho de que en dos ocasiones han sido capaces de presentar ante el Comité de Derechos
Económicos, Sociales y Culturales del Pacto Internacional de Derechos Económicos, Sociales y
Culturales en Ginebra, sendos informes que han permitido a este órgano de las Naciones Unidas la
elaboración de observaciones y recomendaciones particulares al gobierno mexicano. Se ha venido
conformando incluso para ello una red de organizaciones civiles y sociales que promueven y
defienden desde distintas plataformas estos derechos, compartiendo y tomando en cuenta sus
experiencias y análisis acerca de las causas que generan su violación, y elaborando propuestas para
lograr su cumplimiento. Han surgido incluso organizaciones, como el Centro de Derechos Humanos
“Fray Francisco de Vitoria, O.P.”, A.C., que desde hace tres años se han dado a la tarea de elaborar
informes anuales sobre la situación del derecho a la alimentación, a la salud, a la educación, a la
vivienda, al trabajo y al medio ambiente sano, analizando las causas que propician su violación y
evaluando con el criterio de los derechos humanos integrales las políticas sociales.

Dado el desarrollo notable que en los últimos años han venido teniendo las organizaciones
feministas y de derechos humanos de las mujeres, últimamente se han hecho esfuerzos
considerables por integrar en estos informes la perspectiva de género. Hay además esfuerzos por
realizar informes especializados que relacionan de manera más amplia el modelo de desarrollo
social con la política económica y la violación a los derechos económicos, sociales y culturales.
Para ello se acude al asesoramiento de académicos especializados en la investigación de distintas
problemáticas sociales, quienes con trabajo de campo en situaciones reales, realizan sus estudios en

5 Partido que, si bien con cambios de nombre, gobernó en México de 1928 al 2000.

14
Centros de Educación Superior (Universidad Nacional Autónoma de México, Universidad
Autónoma Metropolitana, El Colegio de México, Universidad Iberoamericana), y están abiertos a
enriquecer sus análisis con las perspectivas y los criterios de los derechos humanos integrales.

Todo lo anterior ha facilitado una articulación cada vez más intensa entre las organizaciones civiles
de derechos humanos, las organizaciones sociales y sectores académicos democráticos que luchan
por un Proyecto Alternativo de Nación. Hoy en día en México se habla en efecto de una Reforma
del Estado, que desatore la transición a la democracia, empantanada por la gestión del actual
gobierno federal. Una Reforma del Estado que consolide un nuevo pacto político, y no se limite
simplemente a una reforma administrativa, como lo han pretendido los regímenes pasados, ni se
acote con una reforma institucional que no tenga como fundamento una reingeniería democrática
del Estado, que recoja la expectativa de la sociedad civil por un nuevo pacto social. Para ello,
recogiendo las luchas sociales, se elaboran entre todos, no sin dificultad, agendas mínimas y
máximas que sirven como objetivos estratégicos comunes y como condiciones irrenunciables para
la interlocución con los partidos políticos que buscan efectivamente un cambio en México. También
para relacionarse o articularse en mayor o menor medida con “La Otra Campaña” que promueve el
Ejército Zapatista de Liberación Nacional. En dichas agendas siempre aparece como eje transversal
de una u otra manera el respeto, protección y realización de los derechos humanos integrales. No se
entiende en México un nuevo pacto social, no se entiende en México un nuevo pacto político, ni por
lo mismo una Reforma del Estado, sin la participación activa de la sociedad civil y la incorporación
en la Constitución y las leyes de instituciones y mecanismos de exigibilidad de los derechos
humanos. Por ello la lucha por la defensa y promoción de los derechos humanos se ha venido
transformando en los últimos años en México de una lucha social a una lucha política, que ha
forzado a otros actores, como algunos de los partidos, sobre todo de izquierda, a tener que asumirla
de alguna manera en sus programas.

Lo anterior vuelve muy oportuno plantearse la pregunta acerca de los DESC en una política
alternativa de izquierda, pues desde la experiencia se comprueba la distancia que todavía hay que
remontar, para que los partidos o los movimientos políticos que se autocalifican como de izquierda
realmente asuman en sus estrategias a los derechos humanos integrales como objetivos estratégicos
para un proyecto alternativo de Nación. Da la impresión que las organizaciones civiles y sociales
van delante de la organización política actual y sus partidos. Existe hoy una izquierda social, que
utiliza a nivel nacional los instrumentos y mecanismos de protección internacional de los derechos
humanos, en la formulación de sus programas y proyectos de reforma. Por ello considero también
oportuno traer a cuento el artículo arriba citado de Pisarello, quien, desde un punto de vista
histórico-político, y teniendo en cuenta la cultura política neoconservadora de Estados Unidos, que
cristalizó en el neoliberalismo, plantea una metodología política y jurídica para utilizar desde la
sociedad civil a nivel nacional y global los instrumentos y mecanismos internacionales de
protección de los DESC, comprometidos por las actuales políticas económicas y reformas del
Estado.

Es cierto que hoy en día observamos una crisis de la Organización de Naciones Unidas y de otros
organismos multilaterales. Pero existe un paradigma de derechos humanos que está ahí, y que los
pueblos defienden en su lucha política. Es un paradigma retomado por la izquierda social, con todas
sus implicaciones a nivel nacional e internacional. Un paradigma laico, que contiene ciertamente
valores humanistas y cristianos, que debe ser retomado por los partidos de izquierda.

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Los DESC y la izquierda necesaria para la sociedad posible
====================================================
Andrés Pérez Baltodano

“El reto para todo partido de izquierda es por supuesto alcanzar el poder, pero el reto para un
partido democrático de izquierda es pensar cómo realizar su programa sabiendo que por
definición la estancia en el poder es temporal. No se puede ya pensar que sólo al llegar al poder se
harán las reformas necesarias, porque ni la estancia en el poder es permanente, ni un solo período
de gobierno es suficiente para promover las reformas que son necesarias, ya no es admisible que el
logro de los objetivos políticos se ponga “para cuando se llegue al poder”, sino también para
cuando se salga de él. El asunto entonces es cómo se convence a la sociedad de las reformas
necesarias, sabiendo que ella es la que sí permanece. ¿cómo convencer a los partidos que esto es
lo fundamental?”

Quisiera empezar por el párrafo final del documento base porque me parece que las ideas que
contiene son claves para iniciar la articulación del pensamiento, los puentes discursivos y las
estrategias políticas necesarias para la renovación de la izquierda y para la promoción de los DESC.
Las preguntas que se derivan de este párrafo son fundamentalmente tres:

1. ¿Cómo lograr que el sentido y la naturaleza de las reformas necesarias sean internalizadas por la
sociedad, de tal manera que dejen de ser simplemente propuestas de partidos o de gobierno para
convertirse en aspiraciones sociales institucionalizadas que empujen a los partidos y gobiernos a
considerarlas como prioritarias? Este problema tiene un importante contenido cultural
2. ¿Cómo trascender las visiones gobiernocéntricas que orientan hoy las acciones de la izquierda
latinoamericana y promover la articulación de visiones estadocéntricas6 que gradualmente o
rápidamente (dependiendo de las oportunidades) faciliten la creación de estructuras de poder y
relaciones sociales justas y durables que incluyan la institucionalización de los DESC. Este
problema tiene un importante contenido estructural.
3. Qué papel pueden jugar los DESC en la transformación estructural y cultural de la sociedad?

Las preguntas anteriores resaltan la dimensión superstructural de la dinámica social. Constituyen


ejes de reflexión que invitan a pensar en el Estado y la cultura –entendida ésta como un sistema de
subjetividades y sentidos que nos ayudan a definir lo que es bueno, posible y prioritario. Resaltar la
dimensión superestructural de la realidad es importante ya que intentamos articular estrategias de
lucha que nos permitan aprovechar las oportunidades que ofrece el juego democrático electoral al
mismo tiempo que minimizamos sus obstáculos y desventajas. En otras palabras, los problemas que
analizamos en este documento son problemas que asumen la existencia de la democracia electoral y
del capitalismo, como los marcos de acción de la izquierda en la América Latina de hoy.

El reto cultural. Tal como los señala el documento base, nos enfrentamos a un consenso neoliberal;
es decir, a un sistema de valores institucionalizado que goza de legitimidad normativa dentro de las
clases dominantes, pero también dentro de la clase media y porciones importantes de los sectores
populares. En este sentido, el neoliberalismo no ha fracasado, como a veces decimos cuando
analizamos el tremendo costo social que ha generado. Este costo social no puede verse como
6 Hablamos del Estado en un sentido amplio: como sistema de dominación que se articula mediante una burocracia, una
red de poderes no reconocidos como estatales que facilitan la reproducción de la dominación, y, finalmente, una cultura
–entendida ésta como un sistema de significados y subjetividades.

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evidencia del fracaso del neoliberalismo, a menos que asumiéramos –y no somos ingenuos para
hacerlo―que el neoliberalismo buscaba resolver los problemas de pobreza y exclusión en nuestro
continente y en el resto del mundo. El neoliberalismo se ha institucionalizado, precisamente porque
a pesar de su brutal costo social, logra aparecer hoy como un orden natural contra el que no se
alzan alternativas explícitas y viables.

La izquierda en América Latina no puede evadir la tarea que significa enfrentar los valores
culturales que contribuyen a la legitimación del neoliberalismo. La lucha contra el neoliberalismo
demanda un trabajo cultural que ayude a promover en el pueblo formas de razonamiento que hagan
visible la realidad del neoliberalismo y lo muestren como un sistema y una ideología que son
contrarios a los valores fundamentales de la humanidad.

¿Cómo lograrlo? Los DESC pueden ser la punta de lanza para enfrentar la realidad y la cultura
neoliberal. El carácter desestabilizador (de la normalidad cultural dentro de la que vivimos) de los
DESC debe ser aprovechado para realzar la cruda realidad del neoliberalismo. Es precisamente la
radicalidad de los derechos económicos, sociales y culturales (su fuerza contraintuitiva y
contracultural) lo que puede contribuir a generar la capacidad de asombro que es necesaria para ver
con ojos críticos la realidad del mercado que hoy se impone como única e inevitable.

Creando puentes discursivos. No hay duda de que, como lo señala el documento base, se necesitan
puentes discursivos para desestabilizar la cultura neoliberal y promover a los DESC. El principio
fundamental que debe servir de base para la creación de estos puentes disursivos es el de la
intersubjetividad. La izquierda necesita establecer una comunicación intelectual y afectiva con los
dominados de hoy. Y para hacerlo, debe aprender a ver el mundo como lo ven las masas; y a hablar
del mundo, la justicia y la democracia, haciendo uso de las visiones, los códigos y el lenguaje que
usan los excluidos. Esto no significa desechar el vocabulario conceptual de las ciencias sociales y,
en particular del marxismo. Significa contextualizar el pensamiento de las ciencias sociales dentro
de la realidad cultural profunda de nuestro continente.

Para desenmascarar el neoliberalismo, entonces, necesitamos entender las definiciones básicas del
bien y del mal, de la justicia y de la injusticia, de lo posible y de lo imposible, que manejan las
grandes mayorías de nuestros continentes. Hablo de definiciones incrustadas en la mente y en los
huesos de la gente; hablo de creencias fundamentales; hablo, para llegar a dónde quiero llegar, de la
ética y de la moralidad religiosa de las masas: base primaria de la cultura política latinoamericana.
La ética y la moralidad religiosa son instrumentos que pueden servir como referentes
contrafactuales que ayuden a revelar la inmoralidad del neoliberalismo. El contraste revelador del
que hablo puede lograrse contraponiendo la racionalidad sustantiva cristiana con la racionalidad
instrumental neoliberal.

Una racionalidad es una estructura lógica de premisas y principios que sirven para explicar,
justificar y orientar la acción humana. El funcionamiento del sistema económico capitalista se nutre
de una racionalidad que Max Weber y otros definen como “instrumental”. De acuerdo con esta
racionalidad, la bondad o maldad de una acción se determina en función de resultados materiales,
alcanzados de acuerdo con las reglas del mercado y susceptibles de ser cuantificados. Las
implicaciones humanas de esos resultados, no forman parte de la problemática que aborda la
racionalidad del mercado. Así, los indicadores convencionales que sirven para evaluar el desarrollo
económico de las sociedades son ciegos a la injusticia social, la degradación del ambiente y la
pérdida de la dignidad humana. Peor aún, esos indicadores son capaces de registrar desgracias
sociales, políticas y ambientales como aportes positivos a la economía. Por ejemplo, la creciente

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industria para la prevención del crimen en los Estados Unidos también tiene una contribución
positiva de 65 mil millones de dólares a la economía nacional y un impacto positivo en el Producto
Interno Bruto de ese país.

La naturaleza instrumental del pensamiento económico que orienta la acción del mercado se ha
agudizado durante los últimos treinta años. Más y más, los programas de estudio en el campo de la
economía en las universidades norteamericanas se concentran en el análisis e investigación del
fenómeno económico, como si éste fuera independiente de su contexto político y social. De ahí que,
el estudio de la historia económica, la economía política y otros intentos de relacionar la economía
con su contexto, estén siendo rápidamente desplazados por una creciente obsesión con el uso de las
matemáticas en el diseño de modelos económicos. Lo que importa en la construcción de esos
modelos, como lo señala Milton Friedman, no es que sus premisas sean empíricamente válidas sino
que éstas sean consistentes dentro del modelo que se construye. Lo que interesa, desde esta
perspectiva, no es tanto la realidad social sino la estructura de los modelos económicos. En
resumen: la realidad social debe adaptarse a los modelos.

La racionalidad sustantiva cristiana. La ética humanista cristiana, a diferencia del pensamiento


económico capitalista, está basada en una racionalidad que Weber identifica como “sustantiva”.
Esta racionalidad se basa en principios universales y absolutos. Desde una perspectiva sustantiva, la
bondad o maldad de una acción no se mide por sus resultados materiales, ni por su mayor o menor
eficiencia, sino por su apego a principios fundamentales como la solidaridad, la justicia social y la
dignidad humana. El Catecismo de la Iglesia Católica (incumplido e ignorado por la misma Iglesia),
por ejemplo, señala en su apartado 1931: “El respeto a la persona humana pasa por el respeto del
principio: Que cada uno, sin ninguna excepción, debe considerar al prójimo como otro yo,
cuidando, en primer lugar, de su vida y de los medios necesarios para vivirla dignamente”. Estos
principios reflejan una ética absoluta e independiente que, como explica Weber, “se impone sin
condiciones”. Mientras que dentro del marco de una racionalidad instrumental, la posibilidad de una
vida digna depende de la capacidad del individuo para operar con éxito dentro del mercado, la
racionalidad que sustenta el pensamiento humanista cristiano establece que la dignidad de las
personas es la variable independiente a la cual debe adaptarse la organización de la economía y la
sociedad. En el apartado1881 del Catecismo encontramos lo siguiente: “Cada comunidad se define
por su fin y obedece en consecuencia a reglas específicas pero el principio, el sujeto y el fin de
todas las instituciones sociales es y debe ser la persona humana.” Desde esta perspectiva, los
modelos económicos deben formularse en función de la dignidad humana.

Los DESC solamente pueden defenderse como parte de una racionalidad substantiva que acepte
como premisa inviolable, el principio de la dignidad humana. Para defenderlos, es necesario
desenmascarar la racionalidad instrumental que típicamente se aplica cuando se debate la bondad o
necesidad de estos derechos. Hay que defender y promover los DESC defendiendo y promoviendo
la racionalidad que les otorga valor y significado.

Los DESC y la desestabilización de la cultura religiosa que es compatible con el neoliberalismo.


Vale la pena aclarar que el uso de la racionalidad sustantiva cristiana para desestabilizar la cultura
neoliberal y promover los DESC, no puede ignorar que existen dimensiones de la cultura religiosa
latinoamericana que retardan y hasta imposibilitan el desarrollo de estos derechos en nuestro
continente. En este sentido, es importante plantear la promoción de los DESC, no solamente como
una punta de lanza para la desestabilización del aparato cultural neoliberal, sino también, como un
instrumento de lucha que puede servir para modernizar, humanizar y democratizar la cultura
religiosa dominante. La idea de los derechos forma parte de una visión moderna de la vida. Esta

18
visión asume que los miembros de la sociedad aceptan su condición como dueños (potenciales al
menos) de su historia. Desde esta perspectiva, la promoción de los DESC (al igual que la promoción
de cualquier proyecto social, político o económico moderno) enfrenta un obstáculo fundamental en
América Latina: la cultura política pragmática resignada y la cultura religiosa providencialista que
imperan.

El pragmatismo-resignado constituye una forma de pensar la realidad que empuja a los miembros
de una comunidad a asumir que lo políticamente deseable debe subordinarse siempre a lo
circunstancialmente posible. Sus expresiones políticas varían en función del poder de los grupos
que conforman la sociedad nacional. En los grupos tradicionales dominantes, se expresa en una
actitud de indiferencia ante el fenómeno de la pobreza y la marginalidad social de las masas. En los
gobiernos de izquierda, en una tendencia a “atemperarse a las circunstancias”. Y en los grupos
marginales, en las actitudes fatalistas adoptadas con relación a su propia miseria. Tanto la
indiferencia de las élites como el fatalismo de las masas expresan un sentido de irresponsabilidad
ante la historia. Desde una perspectiva pragmática resignada, las limitaciones históricas impuestas
por la realidad del momento se aceptan como el marco de referencia fundamental para la acción
humana. A su vez, esta realidad se percibe como una condición histórica determinada por fuerzas
ajenas al pensamiento y a la acción social organizada. Así, desde una perspectiva pragmática-
resignada, la política se concibe como la capacidad para ajustarse a la realidad del poder constituido
y, de manera especial, al poder de las fuerzas internacionales que condicionan la realidad nacional.
Ese pragmatismo-resignado encuentra una de sus principales raíces en la cosmovisión
providencialista reproducida por la Iglesia Católica y otras iglesias. El providencialismo expresa
una visión de la historia como un proceso gobernado por Dios, en concordancia con sus planes y
propósitos.

El pensamiento pragmático-resignado dominante en el desarrollo político de América Latina es un


pensamiento pre-moderno y, por lo tanto, incongruente con la idea de los derechos ciudadanos y de
la democracia. Es incongruente, con la idea de los DESC.

Movámonos a la segunda pregunta/problema: ¿Cómo trascender las visiones gobiernocéntricas que


orientan hoy las acciones de la izquierda latinoamericana y promover la articulación de visiones
estadocéntricas que gradualmente o rápidamente (dependiendo de las oportunidades) faciliten la
institucionalización de estructuras de poder y relaciones sociales justas y durables.

Hablamos del Estado en un sentido amplio: como sistema de dominación que se articula mediante
una burocracia, una red de poderes no reconocidos como estatales que facilitan la reproducción de
la dominación, y, finalmente, una cultura –entendida como un sistema de significados y
subjetividades. La institucionalización de los DESC requiere de la reconfiguración del Estado
latinoamericano y, más concretamente, del modelo de relaciones entre Estado y sociedad que
predomina en nuestra región. Más aún, la institucionalización de los DESC es incompatible con el
modelo de relaciones Estado-sociedad que promueve el neoliberalismo. La reconfiguración
necesaria de las relaciones entre Estado y sociedad en América Latina implica dos cosas: promover
el desarrollo de la capacidad de regulación social del Estado y facilitar la creación de un poder
social con la capacidad de domesticar y democratizar el poder del Estado. Hablar del desarrollo de
la capacidad de regulación social del Estado es hacer referencia a la necesidad de ampliar la
capacidad (administrativa, legal, etc.) del Estado para ordenar las relaciones sociales dentro de los
espacios territoriales nacionales de la región. Es continuar el incompleto proyecto de construcción
de Estados Nacionales en América Latina.

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El neoliberalismo ha truncado el desarrollo del Estado de América Latina ya que ha orientado su
desarrollo en función de los imperativos del mercado global, que con frecuencia son contrarios a las
necesidades y aspiraciones sociales de la región. Más aún, el Estado Neoliberal es incompatible con
la idea de los DESC porque éstos son incongruentes con los intereses del capital global. La
transformación del Estado latinoamericano para su adecuación con la lógica de los DESC también
implica promover la organización de la población de nuestras sociedades para crear un poder social
con la capacidad de domesticar y democratizar el poder del Estado. Esto significa que la democracia
tiene que dejar de ser un simple ejercicio electoral para transformarse en un proceso permanente de
construcción de aspiraciones colectivas. De este proceso surgiría el verdadero consenso que
necesita un nuevo orden social: un consenso que trascienda las visiones elitistas de los grupos que
hoy controlan el poder y que no comparten el drama existencial que significa ser pobre y excluido
en América Latina.

Es importante señalar que el desarrollo de la participación política popular y de los niveles de


organización de la sociedad son procesos que refuerzan el desarrollo de la capacidad de regulación
social del Estado. La organización de la sociedad contribuye al desarrollo del poder del Estado, que
funciona mejor cuando los sujetos que gobierna no están atomizados. Al mismo tiempo, con una
regulación social más eficaz un Estado permite a la sociedad canalizar más eficazmente sus
demandas. El desarrollo de la participación política popular y de los niveles de organización de la
sociedad es, además, imprescindible para preservar la autonomía que cualquier Estado nacional
requiere hoy para enfrentar las presiones del mercado global y las influencias políticas
transnacionales. Son precisamente los Estados democráticos del mundo -anclados en sociedades
civiles organizadas dentro de estructuras de derechos estables- los que hoy logran navegar mejor en
las turbulentas aguas de la globalización. La izquierda, entonces, tendría que orientar una buena
parte de sus esfuerzos a la construcción de una capacidad social que otorgue a los pobres el poder
de reclamar los derechos que por justicia y humanidad les corresponde. La justicia social de la
izquierda tiene que diferenciarse claramente de la caridad social y de la visión meramente
asistencialista dentro de las que se articulan hoy las políticas sociales neoliberales.

El sistema de las Naciones Unidas y los DESC

¿Es posible pensar en el fortalecimiento de los DESC dentro del sistema de las Naciones Unidas?
No tengo una respuesta directa para esta importante pregunta. Pero quisiera señalar las limitaciones
del cosmopolitanismo y del liberalismo internacional que informa mucho del pensamiento de las
Naciones Unidas.

El cosmopolitanismo. Como lo señalan algunos estudiosos de esta perspectiva, es un marco de


referencia moral que sirve para identificar principios que deben ser universalmente compartidos, así
como para rechazar por injustas, todas aquellas prácticas, reglas e instituciones fundamentadas en
principios que no todos los países pueden adoptar. Muchos “globalistas” argumentan que el espacio
de poder transnacional creado por la globalización ofrece la oportunidad de institucionalizar este
marco moral. En este sentido, el espacio transnacional es percibido como una “nueva frontera”, que
no está limitada por las condiciones estructurales que han promovido la distribución desigual del
poder entre los países y las regiones del mundo. “El reto ahora”, señala Martin Albrow, uno de los
exponentes de esta visión, “es escapar al pesimismo intelectual y articular una era para todo los
habitantes del mundo”. Desdichadamente, la idea de una ciudadanía global y de una sociedad
mundial que puede funcionar democráticamente dentro del espacio transnacional creado por la
globalización, es utópica. Si bien es cierto que este espacio ha aumentado la interacción y la
comunicación entre los actores y los movimientos sociales transnacionales del Norte y del Sur,

20
también es cierto que estas interacciones e intercambios no necesariamente promueven lo que
Habermas llama “la expansión de un mundo que es intersubjetivamente compartido”.
Un espacio de poder sólo puede operar democráticamente cuando éste funciona como un “marco de
referencia”; es decir, cuando funciona como un espacio mental creado por la experiencia colectiva
de personas que comparten un conjunto similar de oportunidades de vida. Las sociedades que
representan los actores sociales del Norte y del Sur que participan en el espacio de poder y conflicto
transnacional creado por la globalización no comparten las mismas oportunidades. Las estadísticas
son contundentes: A finales de los 1990s, las sociedades de los países de mayores ingresos –es
decir, un quinto por ciento de la población mundial, controlaba el 86 por ciento del GDP del mundo.
El quinto por ciento más pobre de la población del mundo, por otra parte, controlaba apenas el 1 por
ciento del GDP del planeta. De nuevo, el quinto por ciento más rico del mundo controlaba el 68 por
ciento de las inversiones internacionales directas, en tanto que el quinto por ciento más pobre
controlaba apenas un 1 por ciento de esas inversiones. Otro indicador: el quinto por ciento más rico
del mundo era el dueño del 74 por ciento de las líneas telefónicas del globo, en tanto que el quinto
por ciento más pobre apenas poseía un 1.5% de éstas (UNDP, 1999, 3).

Más aún, la posibilidad de que los actores sociales de los países pobres ejerciten un poder efectivo
dentro del espacio transnacional, está limitado por la brecha que separa a los Estados del Sur del
espacio de poder creado por la globalización, así como también por la brecha que separa a las
sociedades de esos países de sus propias estructuras de poder estatal. En el Norte, los actores
sociales tienen la capacidad de transnacionalizar su poder haciendo uso de los mecanismos de
participación política democrática que los conecta con sus propios Estados. Estos Estados, a su vez,
condicionan y determinan la organización y la naturaleza del espacio transnacional creado por la
globalización. La enorme diferencia que existe entre la capacidad de los actores sociales del Norte y
del Sur para transnacionalizar su poder, haciendo uso de los mecanismos de participación política
disponibles dentro del ámbito nacional, se expresa en el dato siguiente: “De las 738 ONG
registradas en la Conferencia Ministerial de la Organización Mundial de Comercio (OMC) en
Seattle (Washington) en 1999, el 87% provenían de países industrializados (PNUD, 2002, 8).

El argumento liberal internacionalista. La posición liberal internacionalista no comparte el


optimismo de los “globalistas”. Antes bien, esta posición asume que la globalización tiende a
reproducir las relaciones de desigualdad que afectan las relaciones entre Norte y Sur y la pobreza en
los países marginales del planeta. Para neutralizar estos efectos, la posición liberal internacionalista
propone la democratización gradual y negociada de las estructuras y los procesos que operan dentro
del espacio de poder transnacional creado por la globalización. La propuesta de las Naciones
Unidas para la formulación de políticas sociales orientadas a resolver el problema de seguridad
creado por este proceso, se enmarca dentro de esta perspectiva.

La “globalización de la ética”, y más concretamente, la identificación de “bienes públicos globales”


como un imperativo moral para orientar la formulación de políticas económicas y sociales, es un
componente estratégico de las recomendaciones propuestas por las Naciones Unidas para
contrarrestar la inseguridad humana en el mundo. Los “bienes públicos globales” identificados por
las Naciones Unidas incluyen la equidad y el acceso a servicios sociales básicos que, desde esta
perspectiva, deben ser considerados como “derechos universales” (UNDP), 2001, 8). De acuerdo a
esta posición, la construcción de un consenso global para la integración de la política económica y
la política social dentro de un marco ético global, requiere “consultas inclusivas en las que
participen los ministerios claves de los gobiernos y otros actores sociales y económicos, tales como
sindicatos, asociaciones de empleadores y otras organizaciones civiles”. Un proceso “abierto”,
“transparente”, fundamentado en el “diálogo”, es considerado por las Naciones Unidas como un

21
elemento indispensable para “la construcción de un consenso [global que ayude a] reducir las
brechas de comunicación existentes [entre esos actores]” (UNDP, 2001,13).
El enfoque ético propuesto por las Naciones Unidas para institucionalizar derechos universales –
incluyendo los derechos al acceso a servicios sociales básicos―es laudable. Este enfoque, sin
embargo, está basado en una interpretación voluntarista de la historia y del cambio social, que
subestima el poder de las condiciones estructurales que reproducen la desigualdad y la pobreza
alrededor del mundo. Estas estructuras sólo pueden ser modificadas mediante una acción política
organizada que cuente con la fuerza suficiente para transformar las relaciones de poder dentro de las
que opera la sociedad. En Europa, para citar un ejemplo, la consolidación de las políticas sociales y
del Estado de Bienestar, fueron el resultado de la lucha entre las élites --que determinaban la
naturaleza y la organización de la sociedad-- y los grupos marginales que estaban excluidos de estas
decisiones. Esta lucha tuvo como objetivo la definición de los derechos ciudadanos, la
reconstitución del “contrato social”, y la articulación de los mecanismos políticos necesarios para su
cambio y reproducción. Tanto las políticas sociales como el Estado de Bienestar surgieron para
contrarrestar las contradicciones entre la igualdad social proclamada por la democracia y la
desigualdad creada por la racionalidad instrumental que orienta el funcionamiento del mercado. De
igual manera, la integración de la política económica y la política social, dentro del marco ético
global propuesto por las Naciones Unidas, sólo puede ser el resultado de una acción política
organizada, orientada a democratizar las estructuras de poder dentro de las que operan el capital
nacional y el capital transnacional. Las sociedades del Norte pueden organizar este tipo de acción
utilizando las estructuras estatales y los procesos políticos de los que ellas disponen. La capacidad
de las sociedades del Sur para organizarse políticamente y para “moralizar” la política económica,
por otra parte, esta claramente limitada por el déficit democrático que crea la brecha que
históricamente ha separado al Estado de la sociedad en estos países. La tendencia de la
globalización a agrandar esta brecha, y la incapacidad de los Estados del Sur para condicionar el
espacio de poder transnacional creado por la globalización, tienden a reducir, aún más, la capacidad
política de las sociedades de los países débiles del mundo para condicionar las políticas económicas
transnacionales y hacerlas más congruentes con sus necesidades.

Resumen:

• ¿Es posible pensar que en un marco de políticas públicas que tengan por objetivo la
modificación de tendencias a las exclusión los DESC puedan contribuir a generar un consenso
sobre la necesidad de operar reformas socieconómicas para mantener la estabilidad política, el
desarrollo y la expansión de la democracia? . La puerta de entrada a este problema no deben ser
las políticas públicas sino el tipo de Estado y el modelo de relaciones entre Estado y sociedad
que puede ser capaz de formular e implementar políticas públicas fundamentadas en los DESC.
Esta es una de las tareas de largo plazo que la izquierda latinoamericana puede y debe
emprender para trascender la visión gobiernocentrista que hoy domina sus acciones.
• ¿Es posible postular a los DESC como sustento de una propuesta ideológica alternativa? . Es
posible y necesario por ser articulaciones valorativas altamente representativas de la
racionalidad sustantiva cristiana que forma parte de la infraestructura valorativa de la enorme
mayoría de los latinoamericanos. Son un formidable instrumento de lucha por su capacidad
cultural desestabilizadora.
• ¿Hay algún orden de prelación entre el aspecto jurídico y el político de los DESC? El aspecto
cultural debe ser parte de lo político y lo jurídico. Ver lo político y lo jurídico como parte de una
lucha cultural.
• ¿Es posible pensar en el fortalecimiento de los DESC a través de las UN?.Se puede y se debe

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utilizar el mecanismo de las UN, conscientes de sus enormes limitaciones. Las UN y
organismos como las UN pueden jugar un papel importante como apoyo a las transformaciones
estructurales y culturales que deben hacerse en la región. Pero son estas transformaciones,
realizadas a nivel regional y nacional, las que determinarán el futuro de nuestras sociedades.

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COMO PRODUCTO DE LA DISCUSIÓN

Diez Tesis sobre los DESC


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A partir del intercambio sobre los textos se encontró que había algunos puntos en común que más
que cerrar la discusión la abrían a nuevos desafíos, estos son los que se quieren compartir ahora, a
manera de tesis.

1. Las oportunidades de la situación actual en América Latina y la construcción de consensos


sobre los cambios necesarios y posibles.
La posibilidad de que los DESC entren en una lógica de consensos nuevos entre actores políticos,
tiene que ver con la alternancia vivida en varios países de América Latina que muestra que en el
espacio de la política las cosas han tenido cierta flexibilidad, en el espacio de la política
institucional se observan relevos de élites, de grupos de trabajo, de gabinetes o bien de discursos
aún con muchas limitaciones, pero expresan cierta variabilidad política. Lo que sí parece
inamovible son los “consensos” sobre el modelo económico, está la paradoja que la política se
mueve pero sobre la base de la economía que se mantiene estática. Los DESC nunca se han
garantizado como tales en América Latina, pero si han existido usos clientelares, selectivos,
arbitrarios de derechos laborales, agrarios para formar clientelas políticas no un estado de derecho,
sino construcciones caudillezcas con clientelas políticas. El asunto central es que los DESC se
puedan ubicar en la negociación de una forma histórica de capitalismo, no estamos de hablando de
socialismo, sino de una forma histórica de capitalismo que pudiese encontrar un nuevo equilibrio
entre la enorme sociedad excluida y las formas dominantes hegemónicas, culturales, políticas,
económicas que hoy llamamos neoliberalismo.

2. Pero también de una nueva forma de Estado complejo que responda al desarrollo de la
sociedad civil y que genere resultados en lo económico y lo social.
Se requiere de una opción más de corte civilizatorio, donde el problema no es tanto discutir el
modelo, en sí y la posibilidad de cambiarlo por otro, sino dentro de este espacio de fragilidades, se
pudiera encontrar este punto de equilibrio donde lo dominante fueran formas de vida sociales cada
vez más consistentes; la apuesta sería construir sociedad civil como esa pluralidad de formas
asociativas, de formas culturales, de formas políticas, que adquieren consistencia, fuerza,
identidades. Da la impresión que nosotros estamos en negociaciones puntuales que permitan
ampliar una apuesta civilizatoria y en una crítica teórica muy fuerte sobre la posibilidad de crear
una opción alternativa. Los DESC, aparecen como la posibilidad de incorporación de amplios
sectores sociales no representados políticamente, como posibilidad de representación de una amplia
mayoría hoy sin derechos, que requiere la construcción de un Estado complejo, no estamos
hablando de retorno al populismo, sino de Estado de Derecho, pero no vaciado de contenido reales,
de aspectos sustantivos, es decir: un Estado que genere también resultados económicos y sociales
como garantía de los derechos de sus ciudadanos. El poder de desarrollo de la sociedad está
marcado por la constitución de nuevos derechos, nos permitiría pensar en un modelo alternativo de
reforma del estado, alternativo al neoliberal, en caso de Estados incompletos como el nuestro,
tendría de alguna manera proseguir con la formación del Estado. Un partido de izquierda tendría
que plantearse el desarrollo del estado y la formación de la sociedad civil y eso como tarea de largo
plazo.

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3. También tiene que ver con la refundación de los partidos políticos para que sean capaces de
participar en nuevos acuerdos.
Los partidos ejercen actualmente el monopolio de la representación política y también, en ese
ámbito, la dificultad de colocar los DESC. Se requiere para ello trascender el monopolio de la
política, que hoy se vive como democracia consociativa, es decir: una democracia de socios, con
poca apertura a lo social, por ello se requiere la refundación social de los partidos, partidos que
estén dispuestos, para diferenciarse en una competencia política cada vez más fuerte, a establecer
compromisos con la sociedad, en esa perspectiva se ubican los DESC. El reto es particularmente
acucioso para los partidos de izquierda, se supone que estos serían los portadores de propuestas de
reformas en el sentido de los DESC, el asunto es hasta qué punto estarán dispuestos a entrar en una
lógica de DESC, ¿se puede decir que un partido de izquierda es un partido de derechos?, cada vez la
sociedad está más segura que así tiene que ser.

4. Lo fundamental es el desarrollo de sociedad civil,


si bien los DESC tienen como interlocutores a partidos, intelectuales y sociedad civil, es esta última
la que puede conferirles eficacia política. Frente a la tendencia a identificar toda la acción colectiva
con corporativismo, tendencia reforzada por las actitudes clientelares aún de aquellos que se
presentan como los críticos más acérrimos del corporativismo, urge reivindicar el actuar autónomo
en colectividad, en la identificación en torno a proyectos y a consensos éticos, es decir: en el ámbito
de la sociedad civil.

5. Los DESC y la creación de una cultura de derechos que sea el puente para la construcción
de consensos.
¿Cómo lograr que el sentido y la naturaleza de las reformas necesarias sean internalizadas por la
sociedad de tal manera que dejen de ser simplemente propuestas de partidos o de gobiernos para
convertirse en aspiraciones sociales institucionalizadas que empujen a los partidos y gobiernos a
considerarlas como prioritarias?. para contraatacar esa cultura o esa función del mercado, es
necesario articular una serie de valores alternativos. La creación de cultura de derechos es un
ejercicio de comunicación y de transmisión de nuevas ideas, por eso la identificación de estos tres
tipos de actores partidos, intelectuales y sociedad civil), porque son los vehículos que permiten
crear esos puentes discursivos. Para ello es necesario que se tenga en cuenta la diversidad cultural
de los países, las visiones tienen que nacionalizarse; es decir, tienen que ubicarse con la
especificidad histórica de cada país. La lucha cultural hay que hacerla con cultura. La lucha por
contrarrestar los valores del mercado hay que hacerla mediante la articulación de un sistema de
valores alternativos. En América Latina no se puede desconocer la importancia de la raíz cristiana
de su cultura, lo que aparece entonces es la posibilidad de encontrar en los valores sustantivos
cristianos, aquellas ideas, aquellos argumentos, que pudiesen servir para demostrar lo absurdo del
liberalismo. Si bien se puede considerar como una oportunidad la que ofrece una cultura popular
con raíces cristianas y valores propicios a un planteamiento de DESC, pero habría que tener
cuidado; primero porque no siempre coincide el planteamiento de los DESC, como están en los
instrumentos internacionales de protección de los Derechos Humanos, con los planteamientos de la
iglesia católica, apostólica y que volvió a ser romana, cuando creímos que ya se había superado la
centralización romana. Hay que tener cuidado que las políticas publicas, la conformación del
estado, el establecimiento de las instituciones tienen que ser de naturaleza laica, puede tener
inspiración de valores, religiosos, cristianos, pero tiene que ser laico, el laicismo es un logro de
desarrollo de la civilización no solo occidental de la civilización global.

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6. Reforma del Estado y Proyecto Alternativo de Nación como base de un nuevo pacto social.
Un cambio en la cultura plantea la problemática de un Proyecto Alternativo de Nación, que ha
venido surgiendo del movimiento social, del movimiento político, de una verdadera transición a la
democracia, cuya consolidación demanda hoy llevar adelante una autentica Reforma del Estado,
que no sea solamente una reforma administrativa, ni tampoco que se quede en una reforma de
instituciones, sino en una reforma del Estado en un nuevo acuerdo político, que haga frente a la
desilusión, a la decepción, la desconfianza a fondo, se requiere de la generación de un nuevo pacto
social y de un nuevo pacto político y de consolidar con ello la transición a la democracia, la
Reforma del Estado refiere a un Proyecto Alternativo de Nación y en la formulación de éste es
donde se plantea la alianza entre las organizaciones civiles de Derechos Humanos y el resto de las
organizaciones sociales, en lo que es la defensa, promoción de los DESC. No se puede alcanzar un
nuevo pacto social y que siga una democracia restringida, limitada, consociada, controlada.

7. La dimensión práctica de los DESC en las estrategias de los sujetos sociales.


Sin duda que los DESC son de una elevada utilidad dado que a través de ellos la gente realmente
entiende su situación y una vez que entiende la situación se pregunta qué es lo que sigue, pero es ahí
donde no hay respuestas suficientes. Una alternativa de respuesta es seguir el proceso judicial, esto
es que denunciamos situaciones violatorias, elegimos una que sea paradigmática y la llevamos a
tribunales nacionales e internacionales y nos sustentamos en el sistema de Naciones Unidas y a la
vez, cabildeamos para que nuestras leyes se vayan adecuando a los tratados internacionales. Ahí hay
una ruta, que es la ruta que han seguido las organizaciones de derechos humanos y algunas otras
que están más en el ámbito del desarrollo. Esta ruta siendo totalmente necesaria parece que presenta
dos o tres dificultades. Una de ellas, es el tiempo de espera, no siempre las organizaciones sociales
están dispuestas a esperar los años que transcurren entre el inicio de los procesos y la decisión de
alguna instancia internacional; pero incluso cuando se obtienen laudos favorables ellos no son
garantía que las acciones gubernamentales y las políticas públicas se orienten en torno de los DESC,
¿como pasar de la exigibilidad y la justiciabilidad a su transformación en políticas públicas?. Un
sentido inegable que tienen los DESC es ubicarse como criterios de orientación de las políticas, ante
la crisis actual de paradigmas los DESC son una fundamentación no ideológica de las políticas,
porque están fundamentados en pactos internacionales. En este sentido, si pensamos que pueden ser
criterios de orientación de prácticas políticas habrá que ver hasta que punto pueden inspirar
planteamientos de reformas, acotadas en su contenido pero abiertas en su horizonte, los DESC ¿no
podrían tener la característica de ser precursores del sentido de propuestas políticas estratégicas?.
Esto nos permite debatir con otras propuestas tanto de políticas como a nivel ideológico, son un
vehículo para la reactualización de las ideologías.

8. Otra Forma de Globalización y los DESC.


La lucha por identificar los valores alternativos al neoliberalismo, tiene que darse en un nivel
global, aunque el énfasis se ponga en la lucha a nivel nacional. La oportunidad de los DESC es a
nivel global, aunque sin olvidar que el sistema de la ONU está en crisis, pero que la ONU esté en
crisis no significa que esté en crisis en el resto del mundo. Sigue estando vigente el paradigma de
derechos humanos, le toca a los pueblos defenderlos y en su luchas sociales y políticas impulsarlos.

9. Las reivindicaciones sociales y los DESC.


No podemos olvidar que es en las reivindicaciones concretas en las que la población aprende el
valor y la utilidad de los derechos, de ahí que un proceso de apropiación social de los DESC
requiere como método la vinculación con las causas de la sociedad, lo que pasa porque los
contenidos de los derechos contribuyan a dar forma a las múltiples demandas de los diversos sujetos
sociales.

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10. Las perspectivas: alcances y limitaciones.
Se está cerrando un ciclo de 20 años de reformas en América Latina. Los DESC pueden ser parte de
un discurso político renovado, pero sin olvidar que hay una posibilidad que este ciclo concluya con
la descomposición y la polarización social, que si no estalla es por un conjunto de prácticas
culturales de una especie de patrimonios de sobrevivencia que van desde la ilegalidad, la
criminalidad y la migración; pero que también expresan valores de reciprocidad y de solidaridad
entre parientes, localidades pequeñas, etc., donde la posibilidad de plantear los DESC implicaría
una labor de sincretismo, entre nociones occidentales de derecho y practicas de resistencia y
patrimonios culturales. Está también la oportunidad de los Acuerdos Nacionales, de una correlación
de fuerzas que permite ubicar a los DESC en una ruta también muy difícil, pasan por la lucha
hegemónica, por una lucha que implica plantear los DESC en un paradigma alternativo. Junto con
ello está la posibilidad de abrirlo a un conjunto de interlocuciones a través de las cuales se generen
procesos de construcción y reconstrucción de Estado, cuyo fundamento no es otro sino la
construcción de ciudadanía.

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La dimensión política de los Derechos
Económicos, Sociales y Culturales. Una invitación al debate,
se terminó de imprimir en marzo de 2006.
La edición consta de 1000 ejemplares.

Ediciόn:
mc editores
Texcaltitla 27, Col. Santa Rosa
Xochiac, 01830, México, D. F.
Teléfonos (52) (55) 2650 3422 y 0964
mceditores@hotmail.com

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Terre des Hommes France y sus contrapartes en América Latina
decidieron llevar a cabo un programa de experiencias de promoción de los
Derechos Económicos, Sociales y Culturales (DESC) en diferentes
países : Brasil, Nicaragua, Guatemala, Venezuela, Argentina y México.
Despertar una conciencia de derechos integrales, en particular los
derechos económicos; sociales y culturales, puede ser un medio para
canalizar las luchas sociales con el propósito de solucionar los problemas
de educación, salud, trabajo, vivienda...todavía pendientes, pero sabemos
que para realizarlo se requiere tener perspectiva y alcance políticos.

El debate sobre la dimensión política de los DESC podría ser un aporte


fundamental para todos aquellos que desde la sociedad civil luchan para
una transformación que con la finalidad de ser eficaz ya no puede darse
sólo en el ámbito nacional, sino que debe gestarse a la vez de muchos
territorios y desde múltiples condiciones sociales y culturales.

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