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Un acercamiento a la filosofía moral Kantiana y a quienes son merecedores de

consideración moral.

Introducción

Este breve informe descriptivo versa sobre Kant y su filosofía moral. Comenzamos
describiendo porque solo la buena voluntad es buena en sí misma, para luego abordar la
concepción de imperativo en nuestro autor, los tipos que de estos concibe, para finalizar
con el más importante en este contexto, el categórico. A continuación profundizamos en la
justificación que nos ofrece Kant sobre qué seres son merecedores de consideración moral,
donde conceptos como racionalidad, dignidad, entre otros, entran su argumentación.

Desarrollo

En la Fundamentación de la metafísica de las costumbres (1785), Kant comienza


mencionando en él lo que sigue: “Ni en el mundo, ni, en general, tampoco fuera del mundo,
es posible pensar nada que pueda considerarse como bueno sin restricción, a no ser tan sólo
una buena voluntad.” (Kant, 2007, p. 7/4:393). Esto quiere decir que las posesiones
materiales, por ejemplo, el dinero, pueden ser objeto de abuso, por ello es por lo que no
pueden ser bienes puros. Asimismo lo son los talentos, como el talento para actuar que
mostrase un estafador. Esto también puede ser dicho de rasgos del carácter, como la
valentía. El caso es que todo lo mencionado puede ser empleado para un mal fin, pero esto
no puede suceder con la buena voluntad, pues ella es un bien en sí mismo. Para Kant dado
que nuestras voluntades no son en sí mismas bienhechoras, la ley moral se nos transforma
en un imperativo. Ya que los principios que guían nuestra voluntad pueden diferir de los
principios objetivos que rigen la moralidad. Así, en palabras de Copleston: “La razón pura
práctica da órdenes, y nuestro deber consiste en vencer los deseos que entren en conflicto
con esas órdenes” (Copleston, 1994, p. 303).
Un imperativo para Kant es el que se expresa con la noción de “deber-ser”, evidenciando de
esa manera la relación entre lo que por un lado sería una ley objetiva de la razón y, por otro,
una voluntad que dado que es subjetiva no se guía necesariamente por ella. Existen 3 clases
de imperativo: los hipotéticos: que configuran determinadas acciones como medios para un
fin, estos pueden ser prácticos o asertóricos y refieren a propósitos posibles o reales,
respectivamente; y el categórico, que no es medio sino que fin en sí mismo. Este último
“declara la acción objetivamente necesaria en sí, tiene el valor de un principio apodíctico-
práctico” (Kant, 2007, p. 29/4:415). Son las acciones buenas per se; no refiere a la materia
de estas o a sus consecuencias, sino al principio y la forma de donde ellas emergen. El
imperativo categórico alinea las máximas que fungen como principios de la voluntad con la
ley universal; también puede llamársele imperativo moral, ya que trata sobre la conducta
libre en general. El imperativo categórico representa el único que se enuncia en ley
práctica, los demás solo son principios, ya que en tanto medios para un fin son
contingentes, en cambio, el imperativo moral no deja a la voluntad espacio de elección. El
imperativo moral es único y es descrito de la siguiente forma “obra sólo según una máxima
tal que puedas querer al mismo tiempo que se torne ley universal” (Kant, 2007, p.
35/4:421). A continuación Kant nos entrega otra formulación: “obra como si la máxima de
tu acción debiera tornarse, por tu voluntad, ley universal de la naturaleza” (Kant, 2007, p.
35/4:421). El imperativo categórico es el criterio para juzgar la moralidad de particulares
principios del actuar, no es una especie de silogismo del que es posible derivar una
particular conclusión, sin embargo, es factible mencionar que de él derivan las leyes
morales (Copleston, 1994).

Ahora bien, un aspecto que nos interesa abordar es la justificación que despliega Kant sobre
quienes son merecedores de consideración moral, esto es, a quienes debemos tomar en
cuenta al momento de actuar moralmente. Para Kant si existe algo que per se posea valor
absoluto, algo que sea un fin en sí mismo, solo en tal entidad podrá recaer el sostén de un
posible imperativo categórico. Es por ello por lo que Kant menciona que solo los seres
racionales (también personas) por naturaleza son fines en sí mismos, de tal, no pueden ser
utilizados como medios. Estos “…son fines objetivos, esto es, cosas cuya existencia es en sí
misma un fin, y un fin tal, que en su lugar no puede ponerse ningún otro fin para el cual
debieran ellas servir de medios” (Kant, 2007, p. 42/4:428). Es la naturaleza racional la que
representa el fin en sí mismo, y de este han de derivar las leyes volitivas. En consecuencia
con lo anterior y en una nueva formulación del imperativo categórico este queda como
sigue: “obra de tal modo que uses la humanidad, tanto en tu persona como en la persona
de cualquier otro, siempre como un fin al mismo tiempo y nunca solamente como un
medio” (Kant, 2007, p. 42/4:429). Aquí cabe precisar que las palabras “al mismo tiempo” y
“nunca solamente” cumplen un rol relevante, esto porque es inverosímil no hacer uso como
medio de los demás seres humanos. Por ejemplo, cuando voy al zapatero él representará el
medio para arreglar mis zapatos, esto es, él mismo no será el fin de mi acto. Para esos casos
Kant menciona que debemos evitar tratarlos “solamente” como medios para nuestros fines
(Copleston, 1994). Puede hablarse de “un reino de los fines” conformado por los seres
racionales sometidos a la ley de tratarse a sí mismos y a los demás como fines y nunca
como medios; y del mismo modo en tanto que actúan como legisladores universales no
sometidos a voluntad externa, sino a la libertad de la suya propia (voluntad).

Es el ser racional el limitante al actuar libre del ser humano. La voluntad humana siempre
es legisladora, de lo contrario no podría pensarse como fin en sí mismo. Igualmente, solo el
ser racional posee dignidad debido a que no responde a otra ley más que la que se da a sí
mismo. Así lo aclara Kant:
“En el reino de los fines todo tiene o un precio o una dignidad. Aquello que tiene

precio puede ser sustituido por algo equivalente, en cambio, lo que se halla por
encima de todo precio y, por tanto, no admite nada equivalente, eso tiene una

dignidad” (2007, pp. 47-48/4:434).

Lo único que constituye la condición para ser un fin en sí mismo no posee valor relativo,
sino uno esencial, a saber, la dignidad. Las cosas que tienen valor en función de nuestros
fines poseen un valor comercial o afectivo, pero es aquello que los dota de valor, esto es,
nuestra capacidad de poder valorarlas, lo que contiene dignidad (Ortiz Millán, 2020).
Es la legislación la que establece todo valor, por eso mismo es que necesariamente debe
contener dignidad, un valor que no puede relativizarse; es con la palabra “respeto” que se
da la estimación que un ser racional debe entregarle. Es por ello por lo que: “La autonomía
es, pues, el fundamento de la dignidad de la naturaleza humana y de toda naturaleza
racional” (Kant, 2007, p. 49/4:436). Con ello queda evidenciado que solo los seres
humanos son fines en sí mismos para Kant, pues sólo estos poseen dignidad, de tal, es
imperativo que nos tratemos como fines respetando nuestra dignidad. Esto aparece explicito
en La metafísica de las costumbres (1797), donde menciona:

La humanidad misma es una dignidad; porque el hombre no puede ser utilizado

únicamente como medio por ningún hombre (ni por otros, ni siquiera por sí mismo),

sino siempre a la vez como fin, y en esto consiste precisamente su dignidad (la

personalidad), en virtud de la cual se eleva sobre todos los demás seres del mundo

que no son hombres y sí que pueden utilizarse, por consiguiente, se eleva sobre

todas las cosas. (…) está obligado a reconocer prácticamente la dignidad de la

humanidad en todos los demás hombres, con lo cual reside en el un deber que se

refiere al respeto que se ha de profesar necesariamente a cualquier otro hombre.

(2005, pp. 335-336)

En estas palabras se evidencia que el ser humano se configura como una suerte de
excepcionalidad por sobre los demás seres, lo que le permite servirse de estos ya que siendo
el único ser que representa un fin en sí mismo, todo lo que queda fuera del círculo de la
humanidad se le presenta como medio para sus fines.

Conclusión

Hemos visto como para Kant solo la acción buena, la buena voluntad, es bienhechora en sí
misma; esto es así porque el principio por el cual se lleva a cabo lo es, independiente de las
consecuencias que esta pueda generar. También apreciamos que el ser humano debe guiar
su voluntad por los principios de la moral, acomodar los principios de la volición a estos
que no siempre coinciden. Asimismo comprendimos que un imperativo es un “deber ser”, y
que los hay en 3 tipos: 2 hipotéticos (prácticos o asertóricos), que son los que determinan
medios para un fin, y el categórico, que expresa que una acción es buena en sí misma. Este
último también es conocido como imperativo moral y elimina a la voluntad su capacidad de
elección. Finalmente, abordamos la justificación kantiana sobre quienes son merecedores
de consideración moral, donde se vislumbró que exclusivamente los humanos en tanto seres
racionales pueden ser fines en sí mismos, poseedores de dignidad. Puesto que somos seres
con capacidad de conferir valor a las cosas, tenemos dignidad, que a la vez, es gracias a
nuestra autonomía. Humanidad es igual a dignidad, sentencia Kant; solo a nuestra especie
le debemos respeto, solo nosotros somos otros fines, más lo no humano queda reducido a
mera cosa, a instrumento, a medio del que el ser humano puede servirse. Bastará adentrarse
próximamente en lo respectivo a si esta visión puede aplicase tal como es descrita por Kant
a los animales no humanos o adquiere en estos matices que en este primer acercamiento a
su filosofía moral no aparecen.

Referencias
 Copleston, F. (1994). Historia de la filosofía Tomo III. De la filosofía kantiana al
idealismo. Ariel. Pp. 291-326.
 Kant, I. (2007). Fundamentación de la Metafísica de las Costumbres, Texto íntegro
de la Trad. M. García Morente, Edición de P. Rosario Barbosa.
 Kant, I. (2005). La metafísica de las costumbres. Trad. A. Cortina y J. Conill,
Editorial Tecnos.
 Ortiz Millán, G. (2020). Kant y los animales. En Flores Farfán, L. y Linares
Salgado, J. (coord.). Los filósofos ante los animales. Historia filosófica sobre los
animales: Renacimiento y Modernidad. (pp. 175-197). Almadía.

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