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EL ARTE NAMBAN EN EL MÉXICO VIRREINAL RODRIGO RIVERO

LAKE

EL ARTE NAMBAN
EN EL MEXICO VIRREINAL

RODRIGO RIVERO LAKE

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Defensa de la Ciudad de Viena contra los Otomanos.


Único Biombo Byō-bu Namban Novohispano.
Biombo de D. José Sarmiento y Valladares, Conde de
Moctezuma y Tultenco, 32° Virrey de México (1643-
1708)
(Rs) término japonés a la técnica
Juan y Miguel González. Ca. 1697-1701
Col. Rodrigo Rivero Lake, Arte y Antigüedades Int.

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PRISIÓN DE CUAUHTÉMOC

Episodios de la conquista de México


Óleo sobre madera con incrustaciones de nácar.
Veinticuatro tablas, 97 x 53 cm.
Miguel y Juan González. 1698.
Museo de América, Madrid.

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LA NOCHE TRISTE

Episodios de la conquista de México


Óleo sobre madera con incrustaciones de nácar.
Veinticuatro tablas, 97 x 53 cm.
Miguel y Juan González. 1698.
Museo de América, Madrid.

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Y EL MUNDO ADQUIRIO
FORMA DE MUNDO

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EUROPA Y ASIA

La Historia Universal no se entiende sin la presencia de Asia desde


tiempos inmemoriales. Su influencia en el mundo occidental será
siempre permanente. Los registros más antiguos – datan del inicio
de nuestra era- señalan que algunos productos medicinales, objetos
suntuarios y de uso cotidiano provenían de lugares exóticos y
desconocidos traídos en exóticas leyendas del otro extremo de la
Tierra.
Los orígenes de esos profundos intercambios humanos y
comerciales entre Occidente y Oriente, realizados en largas
travesías partiendo del Mediterráneo, concluyendo en remotas
lejanas partes de oriente, lo mismo en sus tornaviajes, perdiéndose
en la historia de la humanidad. Alejandro Magno, el Conquistador
(Pella, 356 a. C. – Babilonia, 323 a. C.), pionero en estas aventuras
llegando más allá de los límites del mundo de entonces. Llegó a la
India y cimentando la tradición de buscar lugares exóticos y
desconocidos -tradición que retomarían los navegantes y viajeros
de los siglos XV y XVI-. El camino trazado por su audacia sirvió
para que el imperio romano, en el momento de su esplendor,
entrara en contacto con el universo oriental.
Roma sostuvo un intercambio comercial con India, ampliando su
mundo recibiendo exóticas mercaderías de Oriente. Para el año 120
de nuestra Era, cincuenta embarcaciones partían anualmente de la
India llevando estos productos a distintas ciudades del imperio
romano. Bajo la hegemonía de los césares, Europa conoció la seda
de las remotas regiones de China, propiciando una nueva industria
en la actual Italia.

¿Pero qué ruta seguían los romanos para llegar al Asia Meridional y
al Lejano Oriente, si fue hasta el siglo XV cuando los portugueses
establecieron una ruta de navegación desde el Mediterráneo hasta
la India, bordeando África, por el cabo de Buena Esperanza y
Madagascar?

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Consciente de la geografía de su época, Roma aprovechó las


características geográficas que proporcionaba el istmo de Suez y
utilizó un primitivo, pero efectivo, canal -abierto originalmente por
los egipcios- para expandir sus dominios desde Siria a diversos
puertos de la India.
Así, el estrecho que hoy se denomina Suez, significó el primer
vínculo entre Europa y Asia siglos antes de la era cristiana.
Paradójicamente, tiempo después, ambos continentes quedaron
enlazados en dirección opuesta, hacia el poniente, a través de
México, cuando América se convirtió en el puente, último eslabón,
que unió finalmente al mundo entero.

¿Pero qué ruta seguían los romanos para llegar al Asia Meridional y
al Lejano Oriente ¿el actual estrecho de Suez, existente desde la
época faraónica, fue aprovechada por Roma quien utilizó este
primitivo, pero efectivo, canal para expandir sus dominios desde
Siria a diversos puertos de la India. Así fue dragado por primera vez
en el siglo primero por parte de los romanos.
Fue hasta el siglo XV cuando los portugueses establecieron una
ruta de navegación desde el Mediterráneo hasta la India, bordeando
África, pasando por cabo de Buena Esperanza, Madagascar,
Ormuz, sus fuertes en India, acabando hasta el muy lejano Japón

LOS CUATRO CONTINENTES (BIOMBO BYŌBU)

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Óleo sobre tela 250m x 600 cm.


Juan Correa (ca. 1646.1716)
Col. Fomento Cultural Banamex, México.

En este biombo fueron sustituidas las caras de los reyes


franceses por los de España, gobernada entonces por Carlos
II, el Hechizado.

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MAPA DE ASIA
Enricus Fad. Ab. Langren, 1505.
Col. Rodrigo Rivero Lake, Arte y Antigüedades.
Desde tiempos inmemoriales la presencia de Asia en la
conciencia occidental provocó un claro interés por ir a su
encuentro.

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EL CANAL QUE UNIO A DOS CONTINENTES

El famoso llamado hoy canal de Suez, fue dragado y cavado por


primera vez durante la época de los faraones egipcios. Permitía la
rápida navegación de cualquier puerto europeo al continente
asiático. Heródoto (484 a. C. – 425 a. C.), el famoso historiador
señalaba que el lecho del Nilo bastaba para que las embarcaciones
tuvieran comunicación con los mares que unían al mundo comercial
de aquella época.
Aristóteles, en su estudio de Meteorología, expresa que quizás el
primer faraón en iniciar las obras fuese Sesostris (dinastía XII), allá
en el segundo milenio a.C. Unos 650 años después el faraón Necao
II (610 a 595 a. C.) prosiguió con la construcción, uniendo el lago
Timsah con los lagos Amargos. No continuó hasta el mar porque un
oráculo le advirtió que el canal serviría como punto de acceso para
una invasión. Heródoto informó de que 120.000 hombres perdieron
la vida en este proyecto.
Es el emperador persa Darío I el Grande -cuando Egipto era parte
del imperio persa- quien termina e inaugura personalmente el
primer canal hoy de “Suez “o canal de los Faraones en el año 500
a.C.
Con cuarenta y cinco metros de ancho, “el canal estaba alimentado
por el Nilo” -escribió Heródoto-. “Se deriva de él un poco más arriba
de Babasté hacia el mar Eritreo, cerca de Patymos, ciudad de
Arabia. Tiene una longitud de cuatro jornadas de navegación y la
anchura suficiente para que pasen de frente por él dos trirremes.”
El célebre canal construido por la mano del hombre siglos antes de
Cristo desapareció por el movimiento implacable del desierto, cuyas
tormentas de arena cubrieron su cauce. El emperador Trajano (53
d.C.-117 d.C.), dentro de su política de mejora de las vías públicas,
ordenó dragarlo, recibiendo el nombre de Río de Trajano o
Augustus amnis, por lo que la zona recibió el nombre de
Augustamnica. El mantenimiento no fue constante y a finales del
siglo III estaba cegado de nuevo.

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También bajo el gobierno del emperador Adriano (117-138 d.C.),


fue reconstruido; se dragó para que fuera posible su navegación y
evitar que encallaran las embarcaciones.
En el año 641, el califa Úmar ibn al-Jattáb ordenó limpiarlo y se
mantuvo operativo hasta que el califa abasí Al-Mansur ordenó
cerrarlo por motivos militares. Eln historiador Douglas Simonet,
Douglas en su obra “El canal de los Faraones”, expresa que “Con
la conquista árabe de Egipto en el siglo VII el canal entra en la
última etapa de su historia el canal fue abierto en el invierno del
641-642 dD.C. y estuvo operativo hasta finales del siglo VIII bajo el
nombre de “Canal del comandante del Fiel”.
Es un hecho que el expansionismo del islam hacia Occidente
iniciado en el año 622 por Mahoma, transformó las condiciones
políticas, sociales y culturales del mundo de entonces. Las huestes
musulmanas conquistaron ciudades y reinos, se apoderaron de
España, extendieron sus dominios por África y llegaron hasta la
India.
Para consolidar su poder y proteger al imperio islámico de las
invasiones enemigas, en el 778 d.C. el califa Abu Ya'far Abdalah ibn
Muhámmad al-Mansur tomó una decisión que cambiaría la
geopolítica planetaria: mandó a cubrir el canal. A partir de entonces
y durante más de diez siglos permaneció cerrado por este conducto
el tránsito marítimo.
La distancia entre Europa y Asia se alzó como una inmensa
muralla que frenó el desarrollo y la compenetración de las dos
civilizaciones. Desde el siglo VIII las principales rutas comerciales
quedaron en poder del islam y comenzó el presunto oscurantismo
que sumió a nuestro mundo en el más profundo recogimiento.
Al establecerse el paso entre Occidente y el Lejano Oriente se
abrieron las puertas de un nuevo mundo, rico, exótico, paradisiaco
que fascinó a propios y extraños. Un destino que parecía estar
llamado a escribirse de manera común entre Europa y Asia tomó
otros derroteros. Los dos mundos civilizados y cultos quedaron
separados y alejados se volverían a unirse. La distancia entre
Europa y Asia había quedado alzada como una inmensa muralla
que frenó el desarrollo y la compenetración de las dos
civilizaciones. Desde el siglo VIII las principales rutas comerciales

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quedaron en poder del islam y comenzó el presunto oscurantismo


que sumió a nuestro mundo en el más profundo recogimiento.
Sería hasta 1854 cuando Fernando de Lesseps creó la Compañía
del Canal que inició su construcción. ; Con una espectacular fiesta
naval en 1869, Eugenia de Montijo, emperatriz de Francia, esposa
de Napoleón III, en 1869 con una espectacular fiesta naval lo
inauguró con con el el nombre de canal de Suez. , Así el mundo
volvió a unirse nuevamente.

A voyage round the world, George Anson, Londres, 1740.


Col. Rodrigo Rivero Lake, Arte y Antigüedades México.
El bloqueo establecido por el mundo árabe y su monopolio
sobre el comercio con Asia fueron los motores que impulsaron
a españoles y portugueses a buscar nuevas rutas hacia el
Lejano Oriente.

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GALEAZA Y GALEÓN
A mediados del siglo XVI .
Museo Naval, Madrid .
Número de catálogo 575.

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A voyage round the world, George Anson, Londres, 1740.


Col. Rodrigo Rivero Lake, Arte y Antigüedades México.

VISTA DE FONDEADERO DE HUMATAC EN LA ISLA DE


GUAM.
Firmado por Fernando Brambilla, Museo Naval, Madrid.
Número de catálogo 2956.

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POSTRADOS ANTE ASIA

Durante los siglos XII y XIII se desarrolló en España y Portugal un


claro interés por los descubrimientos. El Medio y el Lejano Oriente
volvieron a fascinar a los europeos gracias a las crónicas y
narraciones realizadas por viajeros y navegantes como Benjamín
Tudela o Marco Polo, y a otros relatos de falsos viajes, como el
caso de Sir John Mandeville, -escribió el historiador Edmundo O
‘Gorman en La invención de América- el alucinante brillo de
fastuosidad, riqueza y misterio que hizo de ellas el imán de todas
las codicias”.
Poco se sabe del viajero y comerciante español-judío, Benjamín
Tudela (1130- 1173 d.C.), quien recorrió las tierras del Medio
Oriente durante la segunda mitad del siglo XII. Sus viajes se
iniciaron entre 1159 y 1167, durante el reinado en Navarra de
Sancho VI el Sabio, y su regreso a España ocurrió entre 1172 y
1173. Durante catorce años visitó Egipto, Palestina, Persia y
Bizancio dejando sus impresiones en la obra “Libro de Viajes
“traducido primero al hebreo y más tarde al latín, la versión en
castellano tuvo que esperar hasta 1918.
De mayor importancia fue el viajero veneciano, Marco Polo (1252-
1324), que desde muy joven se lanzó a la búsqueda de tierras
ignotas, reavivando la pasión por el conocimiento de regiones
alejadas del mundo occidental y fascinando a los europeos con sus
descripciones y relatos de Asia. Siendo aún muy joven acompaño a
su padre Nicolló y a su tío Maffeó en una larga travesía por el
Mediterráneo, el golfo Pérsico, Persia, el Khorasán, el Parir y el
desierto de Gobi, para llegar en 1275 a Shang-tu, residencia
veraniega del rey de los mongoles Kublai Khan.
Durante 23 años, Marco Polo asimiló la cultura, las tradiciones y las
costumbres de Catay, se ganó la confianza del emperador y tuvo
conocimiento de las islas de Cipango, bautizadas con el nombre de
Japón por españoles y portugueses varios siglos después.

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Marco Polo pudo apreciar el dominio marítimo que Catay tenía en el


siglo XIII. Con barcos de 120 metros de eslora -cuando las
carabelas europeas apenas alcanzaban los 34 metros- surcaban
comerciando los mares de Asia. Resulta paradójico que con su
amplio conocimiento de la navegación no hayan sido los chinos
quienes conquistaran y dominaran América, como lo hicieran los
europeos con barcos cuatro veces más pequeños.
Sin embargo, las descripciones que dejó Marco Polo acerca de Asia
provocaron un claro interés por ir a su encuentro. La concepción de
riquezas inimaginables, de exóticos lugares y de sitios míticos
invadió la literatura occidental y, al mismo tiempo, propició la
búsqueda de las especias; posibilidad de dotar a los alimentos de
un mejor olor y sabor, se convirtió en una necesidad, de una forma
de cultura y en una nueva veta para el comercio, que con el paso de
los siglos acarreó inmensa riqueza a muchos países europeos y el
surgimiento a las nuevas colonias.
¿Cuál es el secreto de la afanosa búsqueda de las especias?
Desde luego, lo exótico llamaba poderosamente la atención, pero,
aunque desde nuestra perspectiva actual pudiera parecer inaudita,
otra de las razones para conseguir especias era quitar el mal olor a
las personas. Los guerreros, nobles y reyes que regresaban de las
expediciones, batallas, peregrinaciones y de las cruzadas lo hacían
impregnados de olores insoportables; a su llegada había que
colocar botafumeiros y demás parafernalias para combatir los
humores. Por último, las especias eran imprescindibles para
conservar los alimentos en momentos en que la refrigeración ni
siquiera era imaginable.

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MAPAMUNDI JAPONES.
Mapamundi pintado al estilo occidental en las clases
impartidas por los jesuitas.
Col. Chohyo Murayama, Osaka.

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EL NUEVO MUNDO

El bloqueo establecido por el mundo árabe y su monopolio sobre el


comercio con Asia fueron los motores que impulsaron a españoles,
novohispanos y portugueses a buscar nuevas rutas, por más
peligrosas que pudieran resultar tales empresas marítimas. Y
mientras Colón descubría América navegando hacia el poniente en
1492, pocos años después en 1497, Vasco de Gama, en el nombre
de Portugal, partía con tres naves y 160 hombres; navegó por la
costa oeste de África doblando en el cabo de Buena Esperanza -al
sur del continente negro- y vía Ormuz logró llegar a la India, que
supuso era el fin del mundo. Sin embargo, al desembarcar encontró
mercaderes musulmanes -seguramente mozárabes- los cuales a su
llegada le preguntaron en español: “¿Y tú, de donde diablos
vienes?”.
Indudablemente, las rutas descubiertas por Colón y Vasco de
Gama, con la victoriosa campaña de reconquista encabezada por

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los Reyes Católicos en España, anunciaron el fin del imperio


islámico y su monopolio sobre el comercio asiático.
Con el descubrimiento de América las acciones colonizadoras
comenzaron a sucederse de manera vertiginosa. Y ante la
posibilidad de un conflicto entre España y Portugal -cuyos
navegantes ya recorrían los mares en busca de nuevos hallazgos-
el Papa intervino con una serie de bulas acerca de la pertenencia
de los territorios descubiertos y por descubrir, que culminó con la
firma del tratado de Tordesillas, el 7 de junio de 1494.
Con este documento, Castilla y Portugal dividieron el océano
Atlántico con un meridiano trazado de polo a polo a 370 leguas al
oeste de las islas Azores y Cabo Verde; hacia el occidente los
territorios descubiertos y por descubrir pertenecerían a España;
hacia el oriente serían posesión de Portugal.

Con el tratado de Tordesillas, Portugal garantizó el monopolio de la


ruta del oriente bordeando África -establecida por Vasco de Gama
entre 1497 y 1498-, obligando a España a buscar comunicación con
Asia por otras vías. América se convertiría así, en el puente natural
comercial y cultural entre España y Asia.
América interpuso su destino entre Europa y Asia para despertar la
imaginación de los hombres, guardada herméticamente durante
siglos entre las catedrales góticas, los cantares de gesta y las
campanas de los monasterios. La Edad Media se despidió de la
historia universal y el imaginario se combinó con la mentalidad
religiosa, con las artes, con las artes y con las ciencias para unir y
fusionar culturas. En 1492, la humanidad cambió su historia, y “el
mundo -escribió Octavio Paz- comenzó a tener forma y figura de
mundo”.
España se lanzó a la conquista del nuevo continente y, como
escribió el célebre poeta chileno Vicente Huidobro en su poema
“Gloria y Sangre” publicada en 1936, en la obra en “Madre España.
Homenaje de los poetas chilenos”:Carlos Pellicer en su célebre
poema “Romance de fierro malo”:

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Abrió el siglo XVI


Como ese arroyo que allá lejos se convierte en héroe
He ahí el futuro saliendo de su herida
El pulso de los bosques entonados y proféticos
El barco de la gran aventura dominando sus olas
La bandera de pájaros que llegan de regiones increíbles
He allí España entre abrazos y cánticos y sonido de sangre
Ese dulce sonido del mito que se torna espiga
He ahí la ruta que sube hacia el milagro
He ahí un planeta empujado por hombres hacia el amanecer

como sandía la América


y por comérsela viva
y en una llaga bebérsela
saltó en sonajas de viaje
desde el mar hasta la selva.
Los tropeles europeos
descerrajaron la puerta
y a puntapiés se escuchaban
los gritos de una Edad Nueva.

La situación de Europa hacia finales del siglo XV, con un claro afán
de establecer una nueva ruta a la seda o a la especiería, llevaron a

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Cristóbal Colón a encontrarse con el nuevo continente. El marino


genovés, sin embargo, consideró que las islas descubiertas
formaban partes de “las Indias”, particularmente de Cipango (Japón)
y Catay (China).
Y lo creyó así al observar la belleza de los lugares descubiertos. De
hecho, en su tercer viaje (1498), el almirante de la mar océano
pensó que había llegado al sitio original donde se hallaba el
Pparaíso terrenal al descubrir uno de los cuatro ríos que regaban el
jardín del Edén, y que no era otro que el Orinoco Su deducción no
era del todo extraña; por el conocimiento que se tenía acerca de las
bellezas del Lejano Oriente, los sabios medievales habían
establecido que el paraíso debía encontrarse en la región más
remota de Asia.
Por momentos también se pensó que Perú era la tierra prometida,
el lugar donde se fundían la Jerusalén terrestre con la celestial, y
que sus habitantes habían sido elegidos para compartir su vida con
la del hijo de Dios -durante la evangelización varios templos trataron
de construirse emulando al de Jerusalén-.
Un sinnúmero de historias surgió con el descubrimiento y, sin
embargo, Colón murió sin saber que su aventura marítima lo habían
llevado a descubrir el Nuevo Mundo.
Con el descubrimiento de América el interés por Asia no disminuyó,
se avivó como una hoguera. El Nuevo Mundo sería rápidamente
conquistado y colonizado, pero sobre los dominios asiáticos aún
prevalecía un velo de misterio y seducción.
Los hidalgos veían en Asia -escribió el historiador Luis González y
González- el lugar donde estuvo el paraíso terrenal, donde se
situaban las atroces tierras de Gog y Magog, los tesoros de Ofir, las
delicias de la corte china y los purgatorios de monstruos, amazonas,
princesas encantadas y cristianos cautivos, el sitio adecuado para
ejercer todos los hechos de fuerza, amor y fortuna necesarios para
perpetuar su fama. El ámbito asiático era la parte del mundo que
parecía prestarse mejor a la aventura caballeresca, la única que
trasciende a la historia y a la literatura, la única que conservaba el
nombre a la eternidad.
México tenía un destino escrito: cumpliendo con la cita, unió a
España con China y Japón, abriéndole la puerta milenariamente

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buscada hacia la ruta de la especiería, que se abría ahora por el


poniente.

BIOMBO NAMBAN-NOVOHISPANO VIRREINAL

Paneles (paneru).
Desembarco de Cortés. Madera, laca, óleo y pigmentos.
Decorado en oro y embutido en concha nácar. 166 x 110 cm.
Atribuido a Miguel y Juan González.
Museo Nacional del Virreinato, Tepotzotlán. Instituto
Nacional de Antropología e Historia, México.

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LA CONQUISTA DE MÉXICO

Sin lugar a dudas, Hernán Cortés es el personaje histórico más


influyente de toda una generación de audaces expedicionarios que
le sucedieron en la conquista y descubrimiento del Nuevo Mundo; y
a su vez, el conquistador del imperio más poderoso de la América
precolombina estuviera influenciado por la lectura de obras como “Il
Milione”, los viajes de Marco Polo, conocido también como “El libro
de las maravillas”, escrito en latín al cual tuvo acceso Cortés
durante su temprana juventud como estudiante de leyes bajo la
tutela de un escribano vallisoletano.
La conquista del Nuevo Mundo era un paso necesario para
continuar el camino en busca de Asia. Al internarse en la América
continental en 1519, Hernán Cortés escribió una hazaña de
proporciones épicas.
Como todo un visionario, el conquistador avanzó desde Veracruz
-donde fundó el primer ayuntamiento de México- y en noviembre
entró en México-Tenochtitlan. A lo largo del trayecto usó la razón
para ganarse aliados y la supremacía tecnológica militar europea la
fuerza de las armas para derrotar a sus enemigos.
La alianza con los tlaxcaltecas y otros indígenas fue determinante
para su victoria. Entre el 18 y el 23 de septiembre de 1519 Cortés
entra a Tizatlán, una de las cabeceras de Tlaxcala, sellando la
alianza entre españoles y tlaxcaltecas. El pueblo indígena aceptó el
reconocimiento de vasallaje respecto a Carlos V, soberano de
España. Cortés, por su parte, se comprometió a respetar la
autonomía y la forma de gobierno tlaxcalteca, y fue cuidadoso en
adherir a diversos señoríos, de tal forma que, al sobrevenir un
primer episodio fallido en su afán por conquistar la Gran
Tenochtitlan, el episodio de la Noche Triste en 1520 - gracias a las

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alianzas con esos pueblos, pudo recuperarse, y aprovisionarse y


concretar su obra. .

Hernán Cortés inició el sitio de la Ciudad de México el día 30 de


mayo de 1521 con 800 españoles y 75 mil guerreros indígenas
originarios de Tlaxcala, Huexotzingo y Chalco. Como era previsible,
cortó el principal suministro de agua de Tenochtitlan, el acueducto
de Chapultepec, y aprovechó la profundidad del lago de Texcoco
para botar trece bergantines de los cuales al final, uno tuvo que ser
eliminado por fallas técnicas, dejando solo a los famosos doce
bergantines de Cortés. que construyó usando los batimentos
rescatados de las naves quemadas.
Cuauhtémoc, último rey mexica, logró reunir trescientos mil
hombres y preparó la defensa de la plaza acopiando víveres,
levantando fortificaciones y quitando los puentes que unían a las
principales calzadas de la ciudad con tierra firme, dejando abierta
sólo la del Tepeyac a través de la cual recibirían alimentos hasta
que los españoles cortaron la última salida y Tenochtitlan quedara
completamente aislada.
La defensa de la ciudad fue ardua, pero fallidaépica. El sitio se
prolongó durante setenta y cinco días en que los españoles
encontraron grandes dificultades para avanzar a través de los
canales y acequias de Tenochtitlan. Derribaron casas, muros y
jardines para crear caminos firmes por donde proseguir la marcha,
al tiempo que desde el exterior los bergantines hostilizaban el
perímetro de la ciudad. El 13 de agosto de 1521, día de San Hipólito
el asedio rindió frutos a los españoles y el imperio azteca
protagonizó el fin de sus días.
Tenochtitlan inhóspita. las acequias cegadas cargadas de
cadáveres flotantes que contaminaban los aires, casas destruidas,
el suministro de agua potable cortado. Por algún tiempo la ciudad
sería inhabitable. Cortés decidió entonces establecer su residencia
en Coyoacán.

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Cortés decidió fundar sobre los restos de Tenochtitlan la capital de


la de la el denominó, Nueva España. Con el paso de los siglos, el
islote donde se asentaba la capital del imperio azteca se había
convertido en un lugar legendario para todos los pueblos indígenas
que vivieron o no bajo el yugo del pueblo del sol. Era por sí mismo
un símbolo de poder. El conquistador lo sabía y no quiso edificar la
nueva ciudad en otro sitio, ni siquiera en Coyoacán, lugar que llamó
“su amada villa”. Resultaba evidente, sin embargo, que construir
sobre las ruinas de Tenochtitlan era un peligro. La misma situación
geográfica de la isla que tanto había favorecido al triunfo español
podía revertirse en su contra.

Al respecto, la historiadora Ana Rita Valero de García Lascuráin


expresa en su obra “La ciudad de México-Tenochtitlán, su primera
traza “ : “Edificó contra voluntad de todos por sobre agua y por el
peligro que en ella tienen de cada día los españoles que en ella
moran por causa de los indios y por las por las 8 calzadas que
podrían romper y tomar a todos los hispanos en corral y hacer de
ellos lo que quisiesen pudiendo hacer esta ciudad en Coyoacán o
en Texcoco que eran lugares en tierra firme donde estuvieran mejor
y no dónde está.”
Cortés decidió correr el riesgo y trató de alcanzar para la nueva
ciudad la majestad que rodeó por siglos a la gran Tenochtitlan. No
se equivocó.

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MAPA DE LA CIUDAD PREHISPANICA MÉXICO-


TENOCHTITLAN ATRIBUIDO A HERNÁN CORTÉS .
Papel, 8 x 11 pulgadas.
Praeclara Ferdinandi Corteis de Nova maris Oceani Hyspania
Narratio, ca. 1524, España.
Jay I. Kislak Foundation , 1987.051.00.0001.

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MAPA DE CIUDADES EUROPEAS.


Map of the World and Plans of Twenty-eight Cities MS.
Pareja de biombos de ocho hojas.
Comienzos del siglo XVII.
Imperial Household Agency, 178 x 465 cm.
En esta página aparecen Venecia, Ámsterdam, Colonia,
Cuzco, México, Adén, Frankfurt del Meno y Cefalonia.

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MANDA CORTÉS A ECHAR NAOS AL PIQUE.


Episodios de la conquista de México
Óleo sobre tabla con incrustaciones de nácar.
Veinticuatro tablas, 97 x 53 cm.
Miguel y Juan González. 1698.
Museo de América, Madrid.

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HÁCESE LA VILLA RICA POR MANDATO DE CORTÉS A


QUE AYUDAN LOS INDIOS TOTONACAS.
Episodios de la conquista de México
Óleo sobre tabla con incrustaciones de nácar.
Veinticuatro tablas, 97 x 53 cm.
Miguel y Juan González. 1698.
Museo de América, Madrid.

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FRAY BARTOLOMÉ DE OLMEDO BAUTIZA SIETE INDIAS


Y CORTA LAS MANOS A LOS INDIOS ESPÍAS DE
XICOTÉNCATL.
Episodios de la conquista de México
Óleo sobre tabla con incrustaciones de nácar.
Veinticuatro tablas, 97 x 53 cm.
Miguel y Juan González. 1698.
Museo de América, Madrid.

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Ç
ENTRADA DE CORTÉS A MÉXICO .
Episodios de la conquista de México
Óleo sobre tabla con incrustaciones de nácar.
Veinticuatro tablas, 97 x 53 cm.
Miguel y Juan González. 1698.
Museo de América, Madrid.
Número de inventario 101.

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EL ARTE NAMBAN EN EL MÉXICO VIRREINAL RODRIGO RIVERO
LAKE

RECIBIMIENTO DE MOCTEZUMA. DANZAS DE LOS


MEXICANOS EN CANOAS POR LA LAGUNA.
Episodios de la conquista de México
Óleo sobre tabla con incrustaciones de nácar. Veinticuatro
tablas, 97 x 53 cm.
Miguel y Juan González. 1698. Museo de América, Madrid.
Número de inventario 101.

pág. 36
EL ARTE NAMBAN EN EL MÉXICO VIRREINAL RODRIGO RIVERO
LAKE

ESCENAS DE LA CONQUISTA DE MÉXICO.


Biombo, Anónimo, ca. Finales del siglo XVII.
Col. Fomento Cultural Banamex, México.

Biombo. Atribuido a Juan Correaca.


Finales del s. XVII.
Col. Fomento Cultural Banamex, México.
130 años-130 obras de Fomento Cultural Banamex. 2015.

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EL ARTE NAMBAN EN EL MÉXICO VIRREINAL RODRIGO RIVERO
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VISITA CORTÉS A MOCTEZUMAY RECIBEN A LOS DEMÁS


LOS REYES QUE LO ACOMPAÑAN.
Episodios de la conquista de México
Óleo sobre tabla con incrustaciones de nácar.
Veinticuatro tablas, 97 x 53 cm.
Miguel y Juan González. 1698.
Museo de América, Madrid.
Número de inventario 101.

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EL ARTE NAMBAN EN EL MÉXICO VIRREINAL RODRIGO RIVERO
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CORTÉS APREHENDE A MOCTEZUMA.


Biombo de estrado mexicano de cinco hojas, describiendo
escenas de la conquista de México. Óleo sobre tela con
apliques de yeso.
Namban Novohispano.
Col.RRL Antigüedades Internacional.

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CABALLERO AGUILA FRENTE A LA EXPOSICIÓN DE LAS


CABEZAS DE LOS CONQUISTADORES Y SUS CABALLOS.
En esta obra se puede apreciar la confusión de los aztecas al
no saber si los hombres eran uno con sus caballos y no saber
cuál es la cabeza principal.

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EL ARTE NAMBAN EN EL MÉXICO VIRREINAL RODRIGO RIVERO
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PEDRADA Y FLECHAZO A MOCTEZUMA


Episodios de la conquista de México
Óleo sobre tabla con incrustaciones de nácar.
Veinticuatro tablas, 97 x 53 cm.
Miguel y Juan González. 1698.
Museo de América, Madrid.
Número de inventario 101

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PERSONAJE QUE APEDREA A MOCTEZUMA


Biombo de estrado mexicano de cinco hojas, describiendo
escenas de la conquista de México.
Namban Novohispano.
Col.RRL Antigüedades Internacional

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LA MATANZA DEL TEMPLO MAYOR


Por Pedro de Alvarado, Biombo. Anónimo, ca. Finales del s.
XVII.
Óleo sobre tela. Col. Fomento Cultural Banamex, México.

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BATALLAS DE ALEJANDRO FARNESIO


Biombo namban-mexicano virreinal.
Madera, laca, óleo y pigmentos.
Decorado en oro y embutido de concha nácar .
Juan y Miguel González, México, 1690.

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UNA NUEVA RUTA


HACIA LA ESPECIERÍA

LA MAR DEL SUR

Una vez concretada la conquista de la Gran Tenochtitlan,Aún no se


disipaba el humo de los cañones y arcabuces españoles, cuando
Cortés, previsor e incansable, ya tenía en mente un nuevo y
ambicioso plan: ir en busca del mar del Sur -descubierta por Vaco
Núñez de Balboa en 1513- a través del territorio novohispano para
luego organizar una expedición con destino a la especiería. En
1522, en su tercera carta de relación con fecha 15 de mayo, don
Hernando escribió sus planes al rey Carlos V:
“Yo tenía noticia de la otra mar del Sur, y sabía que estaba a doce
y a trece y a catorce jornadas de aquí; y estaba muy ufano, porque
me parecía que en la descubrir se hacía a vuestra majestad muy
grande y señalado servicio, especialmente que todos los que tienen
alguna ciencia y experiencia en la navegación de las Indias, han
tenido por muy cierto que descubriendo por estas partes la mar del
Sur, se habían de hallar muchas islas ricas de oro y perlas y
piedras preciosas y especiería, y otros muchos secretos y cosas
admirables; y esto han afirmado y afirman también personas de
letras y experimentadas en la ciencia de la cosmografía. Y con tal
deseo (…) despaché cuatro españoles y les mandé que no parasen
hasta llegar a la mar que en descubriéndola tomasen la posesión
real.”
Y aunque la respuesta de Carlos V tardaría en llegar, desde 1522,
Cortés estableció en Zacatula (en la costa del actual Estado de
Guerrero) un astillero para la construcción de navíos con el
propósito de encontrar dentro de los límites del territorio
novohispano un estrecho que comunicara el Atlántico con el
Pacífico. Dichas instalaciones portuarias construidas por iniciativa
de Cortés, más tarde serían trascendentales en la conquista de las

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Filipinas y el comercio transoceánico del Galeón de Manila. un


astillero y ordenó la construcción de navíos con el propósito de
encontrar dentro de los límites del territorio novohispano un
estrecho que comunicara el Atlántico con el Pacífico.
En poco tiempo las costas, mojadas por las aguas de la mar del
Sur, se convirtieron en la base de operaciones de donde partirían
las expediciones para explorar de norte a sur la costa oeste de
América, y los viajes hacia el poniente que internaron a decenas de
navegantes en las aguas del océano Pacífico.
No era la primera vez que se intentaba encontrar un paso que
uniese el Atlántico y el Pacífico. Unos años antes de la conquista de
México, Fernando de Magallanes -experto navegante portugués, de
40 años de edad y con gran experiencia militar-, propuso a la
corona española circunnavegar la tierra con la intención de hallar un
paso por América que comunicara ambos océanos. Cabe
mencionar que el proyecto había sido rechazado anteriormente por
el rey de Portugal.
Como el tratado de Tordesillas impedía a España recorrerla ruta de
las especias -en manos de los portugueses-, el proyecto de
Magallanes parecía la mejor alternativa para encontrar un camino
por el poniente. De ahí que la empresa de Magallanes contara con
la venia de Carlos V.
Tras un año de preparativos, el 20 de septiembre de 1519 partieron
de Sevilla doscientos treinta y nueve hombres bajo el mando de
Magallanes, distribuidos en las carabelas Trinidad, San Antonio,
Victoria, Concepción y Santiago.
Luego de un periplo de más de doce meses explorando las costas
de América del Sur y afrontando diversos infortunios -motines,
naufragios, condiciones climáticas adversas- el 21 de octubre de
1520, Magallanes inició el recorrido de un tortuoso estrecho de 540
kilómetros que le permitió encontrar el paso del océano Atlántico a
las aguas del Pacífico que después se conocería como estrecho de
Magallanes.
Don Fernando continuó con el viaje de circunnavegación y llegó un
archipiélago del continente asiático que por entonces fue bautizado
con el nombre de San Lázaro, y años después con el de Filipinas.
Desgraciadamente, en abril de 1521 en Cebú, Magallanes fue

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herido de muerte. El capitán Juan Sebastián Elcano tomó el mando


de los ciento diez hombres que permanecían con vida. Navegó a
través del océano Índico, costeando África, mientras el hambre y el
escorbuto hacía estragos en la tripulación. Finalmente, el 8 de
septiembre de 1522, Elcano llegó a Sevilla acompañado tan solo
por 18 hombres. Su experiencia en el viaje de circunnavegación
sería importantísima para futuras exploraciones.

El descubrimiento del estrecho de Magallanes en 1520 abrió la


posibilidad de que se estableciera finalmente una ruta directa entre
España y Asia por el poniente. En 1522, Carlos V encargó a fray
Francisco José García Jofre de Loaísa, comendador de la orden de
San Juan, la organización de una armada para continuar las
exploraciones y consolidar las posesiones españolas en las tierras
de Asia. La expedición, además, se encargaría de probar la
conveniencia de la nueva ruta que resultó larguísima, lenta y
riesgosa, pues el estrecho se encontraba en la región más al sur del
continente americano.
Para tratar de garantizar el éxito de la expedición, Loaísa se hizo
acompañar por Sebastián Elcano y aprovechó su vasta experiencia
en la ruta que seguirían. Sin embargo, el viaje fue marcado por el
infortunio. Las naves zarparon de la Coruña e hicieron alto en la isla
de Cuba, continuaron hacia el sur del continente americano y
atravesaron el estrecho de Magallanes. Los vientos y las corrientes
dispersaron a la flota y, por si fuera poco, durante la travesía murió
el capitán Loaísa, al que siguió Sebastián Elcano, el 4 de agosto de
1526, debido al escorbuto. Solo uno de los barcos, la Santa María
de la Victoria, pudo llegar a las Molucas o islas de las Especias,
aunque también naufragó y los sobrevivientes se refugiaron en
Tidore y en 1536, después de su epopeya regresarían a España,
repatriados.
Ante la ausencia de noticias, el rey Carlos V tomó en consideración
la propuesta hecha por Cortés en su carta de 1522 y le encomendó
prepara una expedición que buscara “las ocho naos” de García de
Loaísa y “otra armada de tres naos” comandada por Sebastián

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Caboto, cuyo paradero se desconocía. La carta del rey, escrita en


1526, señalaba:
“He visto por vuestras relaciones que hacéis memoria de los cuatro
bergantines que teníades hechos y echados al agua en la costa del
mar Sur; y como decís que las teníades hechas para el propósito
del descubrimiento de la especiería, por la gran confianza que yo
tengo de vuestra voluntad, he acordado de encomendaros a vos
este negocio. Por ende, yo os encargo y mando, que luego que esta
recibáis, deis orden como dos de las dichas carabelas, o una de
ellas con el bergantín, o como mejor os pareciere vayan en
demanda de las islas de Maluco hasta hallar nuestras gentes.”
Al parecer Cortés estaba dispuesto a comandar personalmente la
expedición; quería hallar la anhelada ruta de la especiería y cubrirse
nuevamente de gloria. Había una fascinación personal por lograr la
empresa, un impulso caballeresco, impregnado de valor y audacia
que movía las fibras más sensibles del conquistador. Para ello, de
finales de 1526 a principios de 1527, puso todo su empeño en los
preparativos del viaje y en su quinta carta de relación escribió al rey:
“Mil navíos de la Mar del Sur están, como a vuestra majestad he
dicho, muy a punto para hacer su camino, porque luego como
llegué a esta ciudad comencé a dar prisa y ya fueron partidos, sino
por esperar ciertas armas y artillería y munición que me trajeron de
esos reinos, para poner en los dichos navíos. Y yo espero en
Nuestro Señor que en ventura de vuestra majestad tengo de hacer
este viaje un muy gran servicio, porque ya no se descubra estrecho,
yo pienso dar por aquí camino para la Especiería”.
Don Hernando creía casi con una fe religiosa que Asia se
encontraba muy cerca de América, de ahí su gran entusiasmo, pues
la habilidad de los navegantes españoles estaba por demás
demostrada, Cortés suponía que su aventura en la mar del Sur
tendría éxito. El historiador alemán del siglo XIX Leopold von
Ranke, padre del método filológico de la Historia, ha denominado
esta suposición que tenían los navegantes sobre la pequeñez de la
esfera terrestre como el “más fecundo error de los tiempos”, el que
llevó a los españoles a encontrarse, primero con América, y luego
con la ruta de la especiería hacia poniente.

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Por diversas circunstancias, Cortés no pudo comandar la


expedición y eligió a su primo Álvaro de Saavedra y Cerón para
encabezarla. El capitán llevaba una serie de cartas traducidas al
latín (considerada por Cortés como “lengua más general del
universo”) dirigidas al “rey de la isla o tierra adonde llegase”, a los
reyes de Cebú en las Filipinas, y de Tidore en las Molucas,
explicándoles la majestad de Carlos V. “emperador del universo”,
ofreciendo su amistad y pidiendo noticias de las armadas perdidas.
Además, entre los navegantes de Saavedra iba un moro como
traductor del árabe y un hindú para las lenguas orientales.
Aunque algunos autores señalan que la expedición partió del puerto
de la Navidad (en el actual Estado de Jalisco), el excelente biógrafo
de Cortés, José Luis Martínez, establece que zarparon de
Zihuatanejo el 31 de octubre de 1527, La Florida era la nave
capitana que llevaba cincuenta hombres; la Santiago estaba al
mando de Luis Cárdenas y tenía cuarenta y cinco tripulantes. Se
hacían acompañar por un bergantín, el Espíritu Santo, al mando de
Pedro de Fuentes, con quince hombres. La travesía no fue fácil. A
mediados de diciembre, después de mes y medio de navegación,
Santiago y Espíritu Santo se perdieron y jamás se volvió a saber de
ellos. Con sus cincuenta hombres, Saavedra continuó el viaje y
finalmente tocó tierra en un archipiélago de las Molucas. Existe la
versión de que la expedición de Saavedra descubrió el archipiélago
de Hawái, pues relatan que el 28 de noviembre de 1527, se avistó
tierra al norte, aproximadamente en la longitud de Hawái, pero no
se encontró de nuevo después de una búsqueda de dos días.
El 24 de febrero de 1528 llegaron a una isla grande, Mindanao, una
de las Filipinas. Los nativos asaltaron la nave y le cortaron un ancla,
pero pudo seguir adelante. En otra isla, Saavedra entabló
relaciones amistosas con los naturales y para demostrarlo, de
acuerdo con la costumbre de la región, se sangró un brazo y bebió
recíprocamente con el rey local, sangre del nuevo amigo. Allí
recibieron presentes de comida y especias, clavo y canela,
rescataron a dos españoles y supieron que otros se encontraban en
la isla de Tidore como cautivos; eran los sobrevivientes de la
expedición de García de Loaísa que estaban bajo las órdenes del
capitán Hernando de la Torre quien poco después escribió al rey:

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“Sabrá Vuestra Majestad que al tiempo que vino el capitán


Saavedra teníamos necesidad de muchas cosas (…) y llegó a muy
buen tiempo y nos puso muy grande alegría con su venida, y nos
maravillamos mucho en decir que venía de la Nueva España,
porque acá había muy poca noticia de tal tierra, y trajo muchas
cosas de que teníamos extrema necesidad. Y por cierto este ha
sido uno de los mayores servicios que don Hernando Cortés a
Vuestra Majestad ha hecho en poner tan buena diligencia en
cumplir su mandato”.

Saavedra reparó su nave, La Florida, y salió de Tidore el 3 de junio


de 1528 con el vehemente propósito de volver a México. Sin
embargo, fracasó en su primer intento y fue necesario volver al
archipiélago. Nueve meses después, el 8 de marzo de 1529, realizó
su segundo intento procurando navegar hacia el noreste, pero fue
imposible. Saavedra murió el 19 de octubre y aunque los
sobrevivientes intentaron seguir hacia México nunca encontraron el
camino de regreso y volvieron a Tidore en el mes de diciembre. Los
pocos hombres que sobrevivieron llegaron a España en 1534
siguiendo la ruta portuguesa, es decir, navegando hacia el poniente
y bordeando África. A pesar de las pérdidas humanas y el triste fin
de la expedición, Saavedra había logrado establecer la ruta de ida.
En 1541, el virrey don Antonio de Mendoza autorizó una nueva
expedición hacia el poniente al mando de Ruy López de Villalobos
que zarpó los primeros días de noviembre de 1524. Su viaje amplió
el conocimiento de la ruta hacia el oriente: durante su travesía
descubrió las actuales islas Revillagigedo, Coral, Jardines y Palaos.
Llegó el día 2 de febrero a una isla a la que bautizó como Caesarea

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EL ARTE NAMBAN EN EL MÉXICO VIRREINAL RODRIGO RIVERO
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Caroli, en honor del emperador, que actualmente es conocida como


Mindanao. a Mindanao el 2 de febrero de 1543, Ddespués a
Sarangani y a Leyte, que designó Filipina en honor de Felipe II.
Mientras lo flota de Villalobos se encontraba en Tidore recibió
noticias de que un español de Galicia de nombre Pero Díaz, había
vuelto de Borneo en un barco japonés. Villalobos pidió más
informes y Díez escribió una carta en la cual relataba cómo en
mayo de 1544 había partido de Patani, al sur de Tailandia, Ningpo y
Nanking. García de Escalante Alvarado, cronista de la expedición,
escribió al rey:

“De allí atravesaron a la isla de Japón, que está en treinta y dos


grados; es tierra muy fría, (…) y por la costa los pueblos que vieron
son pequeños, y en cada isla hay un señor, y el rey de todos no
supo decir a dó residía. La gente destas islas es bien dispuesta,
blanca e barbada, el cabello pelado, son gentiles, sus armas son
arcos y flechas; leen y escriben como los chinos, y en la lengua
parecen alemanes. Las mujeres son en gran manera blancas y
hermosas, andan vestidas a manera de castellanas, de paño o
seda, conforme a su estado. Tienen muchos caballos que andan,
las sillas no tienen arzón trasero, y los estribos son de cobre.
Tienen todos los bastimentos, ganados y frutas que en la tierra
firme; hay mucha azúcar, tienen halcones y azores con los que
cazan, no comen vaca, es tierra de muchas frutas, en especial de
melones, labran la tierra con bueyes y arados, traen calzado de
cuero, y en las cabezas traen calpetes, como albaneses, de cerda,
quítanselos los unos a los otros por cortesía. Son islas de mucha
pesquería.”

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EL ARTE NAMBAN EN EL MÉXICO VIRREINAL RODRIGO RIVERO
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El informe de Pero Díaz, escrito en español, fue la primera relación


de un occidental sobre Japón. Villalobos tenía intención de regresar
a México para referir sus experiencias y tan interesante hallazgo.
Pero al emprender el viaje de regreso los tifones lo rechazaron seis
veces consecutivas. En el séptimo intento, Villalobos cayó enfermo
y murió en brazos del futuro santo Francisco Javier también
conocido como San Francisco Xavier, (cofundador de la Compañía
de Jesús), quien, al ver los repetidos e infructuosos esfuerzos por
encontrar la ruta de regreso a México, escribió:
“Es necesario da aviso al emperador que no manden más armadas
por la vía de la Nueva España a descubrir islas porque tantas
cuantas fueren todas se han de perder (…) Son tan grandes las
tempestades en gran manera que los navíos no tienen ninguna
salvación”.

MAPA DEL OCÉANO PACÍFICO


A voyage round the world, George Anson, Londres, 1740, Col.
RRL.

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PUERTO DE ZIHUATANEJO, EN EL S. XVIII


A voyage round the world, George Anson, Londres, 1740, Col.
RRL.
Desde 1522, Cortés estableció en Zacatula ( en la costa del
actual estado de Guerrero) un astillero y ordenó la
construcción de navíos con el propósito de encontrar, dentro
de los límites del territorio novohispano, un estrecho que
comunicara al Atlántico y al Pacífico.

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PLANO DEL FUERTE DE SAN DIEGO Y BAHÍA DE


ACAPULCO
Ca. 1760. Col. Archivo General de Indias, Sevilla.

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GALEONES DEL SIGLO XVII SEGÚN GRABADO DE LA


ÉPOCA.

Galeón castellano y galeón holandés.


Museo Naval, Madrid. Número de catálogo 585.

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ESTRECHO DE MAGALLANES .
SIGLO XVIII, A voyage round the world, George Anson.
Londres, 1740. Col. RRL Antigüedades México.
Luego de un periplo de más de doce meses explorando las
costas de América del Sur y afrontando diversos infortunios
-motines, naufragios, condiciones climáticas adversas-, en
septiembre de 1520, Fernando de Magallanes inició el
recorrido de un tortuoso estrecho de 540 kilómetros que le
permitió encontrar, el 21 de octubre, el paso del océano
Atlántico a las aguas del Pacífico que fue bautizado con el
nombre de estrecho de Magallanes.
El descubrimiento del estrecho de Magallanes en 1520 abrió
la posibilidad de que se estableciera finalmente una ruta
directa entre España y Asia por el poniente.

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EL ARTE NAMBAN EN EL MÉXICO VIRREINAL RODRIGO RIVERO
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Biombo. Namban novohispano, siglo XVIII. Col. Particular,


España.
Una de las influencias que llegaron a la Nueva España
procedentes de Asia fueron las peleas de gallos que pronto
arraigaron en la tradición popular mexicana.

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EL ARTE NAMBAN EN EL MÉXICO VIRREINAL RODRIGO RIVERO
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FRAY ANDRÉS DE URDANETA.


(1508-1568), descubridor de la ruta del tornaviaje.
The Catholic Encyclopedia, volumen XV.
© Robert Appleton Company.

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MAPA DEL TORNAVIAJE


Localizado por el P. Mariano Cortés en la Biblioteca de Lima.
De la obra de Andrés Henestrosa, Viaje y tornaviaje a
Filipinas 1564, México 1975.
Ed de Bruno Pagliai.

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EL TORNAVIAJE

Al iniciar la segunda mitad del siglo XVI, la ruta hacía el continente


asiático era conocida. El regreso, sin embargo, parecía imposible:
las corrientes en contra y la dirección de los vientos hacían del
océano Pacífico un lugar de difícil navegación. Los marinos que se
aventuraban a llegar a los archipiélagos de Asia generalmente no
regresaban a México, permanecían en aquellas tierras o morían en
el intento.
Pero la riqueza comercial, social y cultural de Asia y lo que podía
representar para España y México era tan importante como para no
dejar de intentarlo. En 1559, el rey Felipe II ordenó al virrey don Luis
de Velasco que dispusiera de todos los recursos para realizar un
nuevo viaje hacia las islas del poniente. La expedición tendría como
objeto continuar con los descubrimientos, la colonización y el
comercio, pero sobre todo encontrar una ruta para regresar a la
Nueva España de manera segura. Para tan difícil empresa el virrey
dispuso de dos hombres con arrestos suficientes para cumplir con
semejante encomienda: Miguel López de Legazpi y Andrés de
Urdaneta.
Hombre piadoso, fundador en la Nueva España de la cofradía del
Santísimo Nombre de Jesús, escribano público y Alcalde Mayor de
la Ciudad de México, Miguel López de Legazpi (1502-1572) era la
persona indicada para comandar la expedición. Difería de los viejos
conquistadores en la utilización excesiva de la fuerza que sólo
empleó en situaciones extremas. Entre 1564 y 1571 encabezó la
conquista y colonización de las islas del poniente que se
encontraban en el océano Pacífico.
Andrés de Urdaneta (1498-1568) pariente de López de Legazpi, por
su parte, era literalmente un viejo lobo de mar; experto cosmógrafo

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EL ARTE NAMBAN EN EL MÉXICO VIRREINAL RODRIGO RIVERO
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y navegante había sido compañero de fray García Jofre de Loaísa y


de Sebastián Elcano en la infortunada expedición de 1525.

Durante ocho años se estableció en las islas Molucas (ubicadas en


la región oriental de la actual Indonesia) sirviendo de soldado, de
capitán y en varios cargos de la Real Hacienda, además de haber
navegado en numerosas ocasiones por los mares de Oceanía. Su
clara vocación religiosa lo llevó a cambiar la azarosa vida del
marino por la tranquilidad espiritual: en 1533 tomó los hábitos en el
convento de San Agustín en la Ciudad de México. Sus amplios
conocimientos en la región del Pacífico llegaron a oídos de Felipe II
quien decidió sacarlo de su retiro religioso para incorporarlo a la
expedición de Legazpi. Sin dudarlo, fray Andrés se echó a la mar.
En septiembre 24 de 1559, según se documenta en el blog
Memoria Política de México, en el despacho que el rey envía a
don Luís de Velasco, virrey de la Nueva España, sobre el
descubrimiento de las islas del poniente, expresa que “La carta que
os parece que se escriba a fray Andrés de Urdaneta de la orden de
Sanct Agustín que está en esa ciudad para que vaya en esos
navíos por la experiencia que tiene de las cosas de aquellas islas
de la especiería por haber estado en ellas, os mando enviar con
ésta y otra para su provincial encargándole que dé orden cómo
vaya hacer se las habéis de dar para que se cumpla lo que en esto
le encargamos.”
El 21 de noviembre de 1564 zarparon del puerto de Navidad (en el
actual estado de Jalisco) el galeón San Pedro -al mando de Legazpi
y Urdaneta- acompañado por el San Pablo, el San Juan y el
patache San Lucas. La flota estaba compuesta de 150 marineros,
integrada por 200 soldados y cuatro religiosos agustinos. El 13 de
febrero de 1565, Legazpi entró a Leyte y extendió el nombre de
Filipinas a todas las islas de la región conocidas hasta entonces.
La calidad humana de Legazpi y su clara intención de tender un
puente de comunicación y comercio con aquellas regiones lo
impulsó a liberar a un grupo de chinos que se encontraban
prisioneros y devolverles sus pertenencias. El conocimiento de este

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EL ARTE NAMBAN EN EL MÉXICO VIRREINAL RODRIGO RIVERO
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hecho, rápidamente propagado por la región, permitió establecer las


primeras relaciones formales entre Asia y Nueva España.
Pero el éxito completo de la expedición dependía del regreso a
México. Antes de 1565 las expediciones que llegaron al archipiélago
de las Filipinas quedaron varadas en Asia y, en el mejor de los
casos, los hombres que lograron regresar a la península Ibérica lo
hicieron en calidad de prisioneros al navegar por aguas
portuguesas.

Legazpi permaneció en las Filipinas para continuar la colonización y


entregó el mando del galeón San Pedro a fray Andrés de Urdaneta
con la intención de que buscara la ruta de regreso a Nueva España.
El 1 de junio de 1565, el noble fraile zarpó de Cebú. Navegó desde
las Filipinas hacia el norte y cerca de la región meridional de Japón
descubrió una corriente cálida, estrecha y rápida, similar a la del
Golfo, llamada kurio-shio o corriente negra -por la oscuridad de sus
aguas- que facilitaba la navegación y, en palabras del marino
Sebastián Vizcaíno parecía un “río caudaloso”. Esteban Rodríguez,
piloto mayor del barco, y excelente cronista de la expedición, hasta
su muerte- fue el primer europeo que constata la circulación de los
vientos en el anticiclón del Pacifico. Esta crónica la completó su
sustituto, Rodrigo de Espinosa.
Ésta fue la llave que abrió la ruta de regreso a México, aunque es
muy posible que los japoneses conocieran de tiempo atrás camino
hacia la Nueva España, pues fueron ellos quienes acuñaron el
término kurio-shio para referirse a la corriente negra del
Pacífico.
Urdaneta aprovechó el descubrimiento y navegó hacia el este. No
son contratiempos: lo extenso de la travesía produjo escasez de
alimentos y agua. Algunos de sus hombres enfermaron de
escorbuto por la falta de cítricos, otros murieron. Con todo, el
galeón San Pedro llegó a las costas de la Alta California para
después navegar hacia el sur bordeando el litoral hasta la bahía de
Acapulco a donde arribó el 3 de octubre, luego de una travesía de

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cuatro meses y tres días. El exitoso viaje de regreso cobró


numerosas víctimas: dieciséis hombres murieron en el trayecto;
otros llegaron agonizantes y solo una docena logró desembarcar a
salvo.
Una relación del tornaviaje, publicada por el historiador Manuel
Orozco y Berra en el siglo XIX, permite apreciar las dificultades que
atravesaron Urdaneta y sus hombres al conseguir tan riesgosa
hazaña.

“La navegación fue próspera y acertada, aunque de muy gran


trabajo, por ser ten larga e ir nao tan pobre de gente y regalo. El
Padre Urdaneta tomó a su cargo el gobernarla, así por ser tan
necesaria su inteligencia, como porque el piloto y el maestre,
murieron en saliendo del puerto. Luego murieron otras catorce
personas de las pocas que venían, y las que quedaron estaban tan
enfermas que cuando llegaron a Acapulco no había un hombre que
pudiese echar las anclas; porque con el trabajo de las islas, poco
regalo de la nao, y de la inclemencia del Norte, todos se rindieron,
de modo que quedó todo el gobierno y las faenas, sobre los
hombros de aquel famoso argonauta y de su compañero”.
En la Nueva España se recibió con beneplácito el arribo de
Urdaneta. El virrey, la Real Audiencia y los habitantes de la ciudad
quedaron maravillados ante la diversidad de productos traídos de
Asia. Dos generaciones de hombres habían intentado
infructuosamente encontrar la ruta de regreso y finalmente estaba
trazada. La grandeza de México se empezó a vislumbrar. Su vasto
territorio estaba llamado a ser el eje del mundo (Axis Mundi), pues
durante los siguientes tres siglos todo el comercio hispano-
mexicano-americano entre Europa y Asia se realizaría a través de
las costas novohispanas. Los mexicanos comenzaron así a navegar
con cartas de la Casa de Contratación de Sevilla y las armas de su
majestad.

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EL ARTE NAMBAN EN EL MÉXICO VIRREINAL RODRIGO RIVERO
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“Y los de México están muy ufanos con su descubrimiento, que


tienen entendido que serán ellos el corazón del mundo -señala una
relación de la época-. Traen en este navío de aviso que es venido
agora acá, jengibre, canela, oro en polvo, cera y otras cosas, para
dar muestra de lo que en aquella tierra hay y muchas bugerías y
otras cosas muy galanas. Y aunque no las trajeran, harto traían en
descubierto y hallado la navegación por aquestas partes, que es de
cosa de mucha calidad”.
El tornaviaje de Urdaneta -así llamada la travesía de regreso de las
Filipinas – y la colonización emprendida por Legazpi en las Filipinas,
que culminó con la fundación de Manila (1571) -primera capital
occidental en Asia -, fueron fundamentales para el asentamiento
definitivo en el célebre archipiélago y representaron el inicio formal
del rico y asombroso intercambio comercial entre México y Asia.
La expedición de Legazpi y Urdaneta tuvo otro tipo de implicaciones
además de las comerciales. Fue la primera que partió de una
colonia española -Nueva España-, para colonizar otras regiones del
globo terráqueo. Significó además de una demostración de que los
mexicanos podían realizar grandes empresas: los hombres que
conformaban la expedición era criollos, mestizos y naturales
nacidos en Nueva España en los años inmediatos a la conquista.
De ahí que desempeñaran un papel importante en la colonización
mexicana de toda Asia. Las Filipinas se convirtieron en una
capitanía general gobernada desde la lejana Ciudad de México,
caso único en la historia de la humanidad en el que una colonia,
descubre, puebla y gobierna a otra ubicada al otro lado del mundo.
Tan notable fue la participación de los mexicanos en el proceso de
colonización de Filipinas que, en 1566 se publicó en Barcelona la
“copia de una carta venida de Sevilla a Miguel Salvador de
Valencia. La que narra el venturoso descubrimiento que los
mexicanos han hecho, navegando con la armada que su majestad
mandó hacer en México”.
Cuando Legazpi murió en 1572 varios jóvenes criollos mexicanos
continuaron la colonización; entre ellos, los nietos de Legazpi,
Felipe y Juan Salcedo -conocido este último como el “Hernán
Cortés de Filipinas”- y también se encontraban Andrés de Ybarra,
de orígenes vascos. En la Nueva España, uno de los oidores de la
Audiencia de México, don Francisco de Sande fue nombrado

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gobernador de Filipinas en 1575, y antes de viajar llevó a cabo un


reclutamiento voluntario por el cual se reclutaron 178 soldados de
los cuales 38 eran novohispanos.
Desde los primeros años de colonización en Filipinas, México se
hizo presente. El 6 de febrero de 1579 el papa Gregorio XIII expidió
la bula de erección de la Santa Iglesia Catedral de Manila, y el rey
Felipe II nombró a fray Domingo de Salazar –que tenía cuarenta
años de realizar labor evangélica en México– primer obispo de
Filipinas. Por si fuera poco, en los siglos siguientes, tres mexicanos
ocuparon la mitra arzobispal de Manila: Miguel de Poblete
Casasola, de 1648 a 1667; Carlos Bermúdez González de Castro,
de 1725 a 1729; y Manuel Antonio Rojo del Río Lafuente Lubían y
Vieyra, quien además de gobernador y capitán general de Filipinas
entre 1759 y 1764.
El historiador Carlos Pereyra en si obra Las huellas de los
conquistadores escribió acerca de la importancia de América y
particularmente de México en las expediciones hacia el continente
asiático:
“No hubo una sola expedición importante en la que no estuviese
ausente el factor americano. Los pocos caballos con que contaban,
procedían de las estancias. De ellas sacaban los cerdos que solían
llevar vivos a las expediciones, y el tocino, que constituían el
principal matalotaje. Las estancias de los conquistadores
proporcionaban también el maíz y el cazabe, elemento primordial de
la manutención. Sin el cereal americano y el tubérculo de la yuca no
se habría podido dar un solo paso”.
Para México el establecimiento de relaciones comerciales con Asia
no fue tarea sencilla. Manila era un punto estratégico para el
comercio; se localizaba en el centro de un arco formado por los
reinos de la lejana India, China, Japón y la cadena de islas que
unen Malaca con las anheladas Molucas. El gran intercambio de las
especias se desarrollaba en las islas del sur y sobre todo en Asia
continental.
Pronto, las relaciones comerciales con la costa sur de China se
enfocaron al envío de seda a los mercados americano y europeo, y
a cambio fue enviada plata mexicana y alguna peruana.

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Las primeras relaciones con Japón llegarían un poco después


gracias a la información, y por momentos, a intervención de los
chinos y de comerciantes japoneses que llevaban y traían productos
y mercancías a la próspera Manila, donde ya existía una colonia
japonesa. En todo ese gran intercambio comercial México se
convirtió en el eje. Así lo describió Bernardo de Balbuena en su
Grandeza Mexicana:

“Quién de tus ricas flotas los haberes,


de que entran llenas y se van cargadas,
dirá, si tú la suma de ellas eres?
En ti están sus grandezas abreviadas:
tú las basteces de oro y plata fina;
y ellas a ti en cosas más preciadas.

En ti se junta España con la China,


Italia con Japón, y finalmente
un mundo entero en trato y disciplina.
En ti de los tesoros del poniente,
se goza de lo mejor; en ti la nata
de cuanto entra su luz cría el oriente”.

Sólo bastaron cuarenta y seis años, desde que Hernán Cortés


pisara costas mexicanas, para hacer del océano Pacífico el vínculo
entre dos puntos de la tierra. A partir de 1565, Asia y México
quedaron unidos por una ruta marítima que desde entonces escribió
su propia historia, y durante 250 años sin interrupción mantuvieron

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relaciones comerciales, culturales y sociales; siendo México el


centro neurálgico.
El tornaviaje también permitió la creación de una de las compañías
navieras más famosas de la historia universal: la Nao de China o
Galeón de Manila, también conocida como Galeón de Acapulco,
que a partir de 1571 inició su primera travesía comercial. Tocaba la
hora de los navíos hispano mexicanos y la conquista del océano
Pacífico.

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MAPA DE ACAPULCO Y MANILA.


A voyage round the world, George Anson.
Londres, 1740. Col. RRL Antigüedades México.

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LA BAHÍA DE ACAPULCO. Grabado, 1642.


Col. RRL Antigüedades México.

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ARCÓN DE MADERA.
60 x 134 x 64 cm.
S.XVII
En el interior de la tapa tiene una vista de la ciudad de Manila.
Col. Museo José Luis Bello y González, Puebla, México.
Fotografía de: Carlos Varillas Contreras.

BIOMBO DE LA CIUDAD DE MÉXICO


Vista de Pájaro, siglo XVIII.
Museo Franz Mayer, México.

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LOS HONGS DEL OESTE EN CANTÓN


Óleo sobre tela, 34 X 65 pulgadas. Anónimo.
Pintura de las factorías europeas en China donde aparece la
bandera española. Ca, 1780.
Cortesía de Martyn Gregrory, Londres.

EL GALEÓN DE MANILA

Para los novohispanos iniciar tratos comerciales con Oriente no fue


una tarea sencilla. Cuando finalmente Legazpi fundó la ciudad de
Manila, una de las primeras capitales occidentales en Asia,
comprendió que allí le sería imposible lograr una parte importante
del comercio de las especias, que era el fin principal de toda aquella
empresa; las especias se producían más al sur y en Asia
continental.
Si bien en Mindanao se daba la canela, el famoso árbol del clavo, la
preciadísima especia de las Molucas, no se producía en Filipinas, y
las rutas del comercio iban hacia Malaca y la India sin tocar Luzón.

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Los mexicanos no veían allí tampoco un comercio provechoso de


productos manufacturados. Filipinas tenía casi exclusivamente
materias primas que los chinos adquirían a muy bajo precio y
devolvía transformadas en tesoros artesanales. Y aunque los chinos
ya comerciaban en el archipiélago por lo menos desde el siglo VII,
no se establecieron allí hasta que se realizó el tratado comercial con
ellos.
Un hecho casual hizo que la historia cambiara. Antes de entrar a
Filipinas, Legazpi y sus hombres rescataron un junco, pequeña
embarcación de Cantón, que estaba a punto de naufragar frente a
la costa filipina. Los tripulantes de la infortunada embarcación
recibieron tan buen trato de los novohispanos que los comerciantes
cantoneses quedaron impresionados ante la bondad de los
denominados “castillas”. Así, Legazpi propició una buena relación
con los chinos. Por otra parte, al llegar a las islas se encontró que
estaban gobernados por los musulmanes, y a través de largas
conversaciones con su rey, lo convenció de que era más importante
ser súbdito de la Corona española que un simple monarca local.
Una vez más fue la fama de su calidad humana la que le otorgó el
triunfo.
Al año siguiente llegaron a Manila algunos de aquellos juncos y se
inició la relación comercial. Aunque se suscitaron algunos
enfrentamientos con los chinos, con el tiempo cambió la actitud
hacia los españoles y lograron establecerse las primeras relaciones
formales entre chinos y españoles de Filipinas.
La Nao de China -denominada también Galeón de Manila- recorrió
la ruta México-Filipinas de manera ininterrumpida durante
doscientos cincuenta años. En Asia era conocida como la Nao de
Acapulco, pues zarpaba del famoso puerto mexicano.
Del nuevo intercambio comercial, México recibía una impresionante
cantidad de mercaderías y exóticos tesoros: telas de seda china, de
algodón, seda cruda y en rama, especias, labores orientales,
maderas nobles, trabajos en cobre, nidos de salangana, aceite de
algalia, arroz, mango, tamarindo, clavo, pimienta y azafrán, entre
muchos otros.

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Tiempo después los intercambios incluyeron lacas, biombos y


marfiles. México, por su parte enviaba barras de plata y oro, pesos
acuñados, cochinilla procedente de Oaxaca, cacao, café, maíz,
azúcar, todas las variedades de chiles, agujas de punto, jabón,
piezas de cuero, pieles de nutria, barajas y sombreros, caballos,
ganado, aceite y vino, entre otros.
La plata se convirtió en el producto de mayor demanda. En los dos
siglos y medio que duró el tráfico comercial con Oriente se calcula
que salieron de la Nueva España cerca de 400 millones de pesos
en plata. La vox populi, según anotó Alexander von Humboldt,
señalaba a manera de burla que el galeón partía a Filipinas lleno de
“plata y frailes” oriundos de México.
En Manila, los comerciantes chinos -llamados sangleyes- formaron
su propio barrio denominado El Parián, sitio en el cual vivían y en
donde crearon talleres para la elaboración de toda clase de
artesanías. Ese nombre –El Parián- llegó por vía de las de las naos
hasta la Plaza Mayor de la ciudad de México, en donde se
estableció un mercado de igual nombre que se mantuvo durante
200 años, hasta su saqueo en 1828, durante el gobierno de
Guadalupe Victoria; finalmente fue demolido en 1843.
La ciudad de Manila vivía del comercio que se realizaba con
América y los artesanos chinos encauzaban su habilidad sobre
temas y asuntos occidentales, como es evidente en múltiples piezas
de marfil procedentes de toda Asia. Una de las muchas historias
que se cuentan es la del comerciante chino que vendió a un
homólogo español una nariz de madera a manera de prótesis para
sustituir la que éste había perdido a causa de una enfermedad. El
chino pensó que ningún novohispano tenía nariz, entonces se puso
a fabricar prótesis semejantes y llevó a vender un cargamento de
narices falsas, tan grandes como para “ennarizar” a casi todos los
extranjeros de las Filipinas.

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Originalmente, las embarcaciones que zarpaban de México lo


hacían del puerto de Navidad (en la costa del actual Estado de
Jalisco), pero los navegantes descubrieron en Acapulco mayores
seguridades para sus embarcaciones y facilidades para las
maniobras de fondeo, pues su bahía era más profunda y tranquila.
El lugar, sin embargo, también tenía sus bemoles.
Las altas temperaturas de Acapulco dejaron huella en la historia de
la Nao de la China. La bahía era conocida como “la puerta del
infierno” o “el infierno abreviado”; llegó a decirse que era “sepulcro
de los mexicanos y filipinos”, y el barón de Humboldt lo describió
como “lúgubre y romántico”. Algunos viajeros, sin embargo, lo
consideraron el “puerto más seguro y hermoso de todos estos
mares”. No exageraban, cientos de navíos podían maniobrar dentro
de él sin estorbarse.
Por su conformación física, durante mucho tiempo el viento no sopló
al interior de la bahía, sin embargo, a finales del siglo XVIII, el
guardián del puerto tuvo la atrevida iniciativa de hacer un corte en la
montaña que separaba al mar de la ciudad; de esa forma Acapulco
pudo recibir el fresco beneficio de la brisa. En poco tiempo la había
alcanzó la fama y notoriedad en México, Asia y el mundo entero.
La llegada de la Nao de la China era motivo de manifestaciones
públicas. Se hacían rogativas en las iglesias de México cuando se
anunciaba que el galeón estaba cerca de la costa. El encargado de
informar al virrey del arribo de la nave era un gentilhombre llamado
“de Pliegos”; acto seguido se ordenaba un repique general.
El primer punto donde podía divisarse la nao era el cabo de San
Lucas; una vez avistada, se dirigía al puerto de Navidad y ahí
desembarcaba el gentilhombre quien era conducido a la Ciudad de
México para ver al virrey. A mediados del siglo XVIII se prohibió esa
costumbre y se ordenó que se vigilara si la nave fondeaba en
alguna bahía, como algunas veces sucedió, con el fin de arrojar en
tierra mercancía que venía sin registro. Para evitar el contrabando
también se prohibió que salieran a recibirla canoas o cualquier tipo
de embarcación. Sin embargo, como ocurrió con muchas otras
disposiciones virreinales, la orden terminaba cediendo a la famosa
máxima de la época “acátese, pero no se cumpla”.

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Una vez que la Nao de la China atracaba en el puerto, se


organizaba la importante feria de Acapulco, considerado por
Humboldt como “la más famosa del mundo”. A ella acudían
poderosos comerciantes novohispanos y de otros virreinatos de
América buscando adquirir variados y exóticos productos
procedentes de Asia.

El traslado de mercancías a la Ciudad de México debía pasar


invariablemente por la Real Aduana donde los arrieros con sus
recuas de mulas y carros hacían alto para las revisiones y pagos
correspondientes de acuerdo a los impuestos de comercio que
existían. En la capital del virreinato, la gente esperaba ansiosa la
llegada de tan exóticas mercaderías procedentes del llamado
Lejano Oriente.
En su conocida obra, Ensayo Político sobre el reino de la Nueva
España, el científico y viajero Alexander von Humboldt escribió:
“Luego de que llega a México la noticia de haberse avistado el
galeón en las costas, se cubren de gente los caminos de
Chilpancingo y Acapulco; los comerciantes se dan prisa para ser los
primeros a tratar con los sobrecargos que llegan de Manila.
Ordinariamente se reúnen algunas casas poderosas de México para
comprar todos los géneros juntos y ha sucedido venderse el
cargamento antes que en Veracruz se tuviese noticia del galeón.
Esta compra se hace casi sin abrir bultos. Es menester confesar
que este comercio entre dos países, tres mil leguas distantes uno
de otro, se hace con bastante buena fe, y tal vez aun con más
honradez que el comercio entre algunas naciones de la Europa
civilizada”.
Con la Nao de China, México se convirtió en el vínculo comercial
entre Asia, Europa y América del Sur. Parte de las mercancías
llegadas al puerto de Acapulco se trasladaban a la Ciudad de
México y luego a Veracruz donde se embarcaban para España. La
metrópoli hacía lo mismo para enviar sus productos al oriente.
Acapulco era el sitio de donde partía la distribución del gran
comercio con Asia.

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Los galeones que surcaron la mar del Sur durante dos siglos y
medio eran los navíos prototípicos que fueron construidos entre los
siglos XVI y XVIII para responder a las nuevas necesidades
planteadas por el incremento de la actividad comercial realizadas
por europeos. Se construyeron con grandes dimensiones para
soportar cargas de hasta dos mil toneladas.

Los galeones fueron construidos en los puertos de Bagatao y en


Cavite por carpinteros chinos quienes utilizaban las mejores
maderas que podían encontrarse en el mundo. A la excelente
calidad de estas maderas se debía que los galeones poseyeran la
gran solidez que les permitía vencer tan dura travesía. Cada nave
era como un castillo en el mar. Además, su dureza y flexibilidad
impedían la entrada de las balas de los cañones, razón por la cual
llegó a decirse que cuando los piratas tomaban las naos lo hacían
“por aburrimiento” después de un prolongado asedio.
En teoría debían realizarse dos viajes por año, pero el Galeón de
Manila estuvo sujeto a cierta morosidad administrativa, a los
ataques de los piratas, los naufragios, los conflictos con los
sangleyes o artesanos chinos, japoneses y malayos de los parianes
y a la controversia que los comerciantes asentados en Filipinas
sostuvieron con la posición monopólica de la Corona, de tal suerte
que las naves llegaban irregularmente al puerto de Acapulco.
Para los navegantes y comerciantes era fundamental tener
presentes las fechas en que la nao zarpaba hacia Filipinas. El viaje
de ida partía entre el fin del otoño y el inicio de la primavera, a más
tardar el último día de marzo. Se dirigían primero hacia el sur a una
latitud de trece grados, para después navegar al oeste a través del
Pacífico. En cuanto pasaban Guam, ponían proa hacia los
estrechos de San Bernardino y cruzaban el archipiélago filipino con
dirección a Cebú, en los primeros años, y posteriormente a la bahía
de Manila. Después de esa fecha resultaba demasiado peligroso

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aventurarse a la navegación debido a las corrientes marítimas y los


vientos del monzón.
La travesía de Acapulco a Manila era rápida y en ocasiones
agradable. Por mucho tiempo fue conocido como “el viaje de las
damas”. Los vientos alisios impulsaban la nave en forma casi
constante durante los dos meses que duraba el trayecto entre
Acapulco y Guam en donde la escala era obligada, ya que había
fortificaciones y población mexicana a las que era necesario brindar
asistencia.

No sólo los marineros se aventuraban a cruzar las aguas del


majestuoso Pacífico. Junto a los capitanes, soldados, casados y
“grillos” -personas obligadas a realizar el viaje-, invariablemente
marchaban los misioneros, -que desempeñaron un papel primordial
en la cristianización y en el vasto intercambio cultural desarrollado
con las sociedades asiáticas-. Conforme transcurrió el tiempo, la
Nao de la China también dio cabida a comerciantes, civiles e
incluso mujeres y niños. Todos aquellos viajeros dejaron una
profunda huella étnica y cultural en la historia de las relaciones
entre México y Asia.
Para el viaje a México, el galeón era cargado con mercancías en el
puerto de Cavite -astillero ubicado al sur de Manila que servía a la
vez de pequeña fortificación portuaria- y luego se anclaba frente a
las murallas de Manila. Allí se celebraba una procesión con la
virgen de la Paz y del Buen Viaje. El arzobispo bendecía la nave y a
la tripulación, repicaban las campanas de todos los templos de la
ciudad y el gobernador daba la orden de zarpar.
El viaje de regreso a México debía de realizarse en el mes de junio
para aprovechar las corrientes marinas y los vientos del monzón.
Cuatro o cinco semanas después de haber abandonado la bahía, la
nave entraba al océano Pacifico por el estrecho de San Bernardino.
Este tramo era apacible y había comida fresca adquirida en los

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diferentes puertos e islas por las cuales pasaban los navíos.


Después se iniciaba un verdadero calvario.
El galeón llegaba a ir tan sobrecargado que los tripulantes apenas
encontraban espacio para acomodarse. El rey solo proporcionaba
agua y bizcochos. Aquellos que llevaban dinero lograban adquirir
cerdo salado y arroz hervido. Sin embargo, una vez en mar adentro,
los bizcochos se agusanaban, la carne de cerdo se echaba a perder
produciendo olores insoportables y el agua se tornaba verde.
Algunos pasajeros llevaban gallinas vivas que ponían un huevo
diario, pero al acercarse el invierno dejaban de hacerlo.
El chocolate era el único que se conservaba; lo guardaban en el
interior de los tibores chinos con tapas de hierro y solo era
consumido por los pasajeros de alto rango. Como fuese, los viajeros
padecían enormes privaciones y con frecuencia los marineros
realizaban el trayecto con medias raciones de alimentos.

En los seis meses de la travesía, el galeón se convertía en un foco


de infecciones que diezmaba a la tripulación. Por falta de cítricos los
viajeros padecían de escorbuto -terrible mal que revienta la piel,
provoca la caída de los dientes, y hace sangrar las encías hasta
provocar la muerte.
Sin embargo, cuando la nao divisaba las costas americanas, en las
islas cercanas a Mazatlán -según relata el navegante Sebastián
Vizcaíno- se encontraban pequeños y agradables frutos que los
indígenas que los indígenas llamaban xocohiztles, y que al comerse
en abundancia sanaba a los enfermos.
Durante el proceso de evangelización, los franciscanos establecidos
en el norte de California cultivaron grandes extensiones de cítricos
para que, en el momento de llegar las naves, los viajeros y
tripulantes pudieran curarse del escorbuto -hoy esta región es la
segunda productora de cítricos del mundo gracias a la labor de los
misioneros mexicanos.
La muerte también acompañaba al Galeón de Manila. Los decesos
durante la travesía alcanzaron proporciones alarmantes. Hubo
ocasiones en las que, al aproximarse el fin del viaje, se arrojaban a

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la mar hasta cuarenta cadáveres en un día. En 1606 se registró la


muerte de 80 hombres, pero el caso más dramático ocurrió en
1643, cuando el galeón San José tardó más de un año en alcanzar
su destino. Se le divisó frente a las costas de San Blas, pero no
detuvo su travesía en Acapulco como era obligado. Extrañadas, las
autoridades enviaron un patache para encontrarlo, y
desgraciadamente dieron con él frente a las costas de Huatulco,
con toda su tripulación muerta.
En ambos viajes, los galeones no solo debían alistarse para afrontar
las dificultades propias de la naturaleza -vientos y corrientes- o la
escasez de agua y alimentos, también debían tomar providencias
para defenderse de un peligro latente: la piratería de toda índole y
origen. Chinos, malayos, japoneses, musulmanes y europeos en
más de una ocasión interceptaron la Nao de la China para
saquearla y robarla.

Durante los doscientos cincuenta años que duró la ruta del Galeón
de Manila se perdieron treinta naves. Cuatro de ellas cayeron en
poder de corsarios ingleses, una se incendió en mitad del océano y
toda la tripulación pereció. El galeón Santa Margarita, que zarpó de
Manila en 1600, intentó infructuosamente remontarse hasta los
cuarenta grados latitud norte durante cerca de ocho meses. Sin
alimentos ni capitán, el desenlace sólo podía ser trágico. La nave
encalló en las Islas Marianas, en donde, dos años después, el
Jesús María rescató a dieciséis sobrevivientes de los doscientos
sesenta hombres de la tripulación.
Uno de los percances sufridos por la Nao de China fue
determinante para el establecimiento de relaciones comerciales y
culturales entre México y Japón.
En 1608 el galeón San Francisco naufragó en las costas japonesas.
Entre los sobrevivientes se encontraba don Rodrigo de Vivero de
Aberruza, que regresaba a México tras haber gobernado Filipinas
como capitán general interino. Don Rodrigo de Vivero y Aberruza
(1564-1636), primer conde del Valle de Orizaba y encomendero de
Tecamachalco fue hijo de don Rodrigo de Vivero y Velasco,
personaje importante en la Nueva España por ser oficial colonial, y

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por estar emparentado con el virrey Luis de Velasco. El infortunado


suceso permitió a Vivero internarse en territorio japonés y acercarse
a su cultura, costumbres y vida cotidiana.
Después de una larga estancia y gracias a la intervención del piloto
William Adams -navegante europeo establecido en Japón que logró
ganarse el aprecio y la consideración del shogun gracias a su
discreción, inteligencia y saber cosmográfico- fue posible la
construcción de otro galeón llamado Buenaventura, en el que Vivero
y sus hombres pudieron continuar el viaje hacia Acapulco. La grata
impresión causada a don Rodrigo por el universo japonés, lo
impulsó a llevar a México una misión comercial japonesa que fue la
primera en tocar tierras novohispanas.

Pero así los naufragios por causas naturales no hacían mella en la


Nao de la China, la piratería sí. El más célebre de los piratas fue Li
Ma Hong que llegó a reunir hasta cuatro mil hombres y mil mujeres
con los cuales asolaba la región. Su refugio se encontraba en
Taiwán y en las islas Pescadores; desde ahí, en 1574, organizó una
invasión a Manila -tan solo tres años después de que los españoles
la habían fundado-. El audaz golpe permitió a Li Ma Hong dominar
casi por completo las Filipinas, pero las tropas novohispanas se
repusieron y lograron derrotarlo.
El listado completo de incidencias del Galeón de Manila recopilado
por la el Museo Naval de España señala que en 1587 el Santa Ana
fue apresado por Thomas Cavendish frente a las costas de Baja
California; la nao San Diego fue hundida en 1600 en la Bahía de
Manila por los navíos del holandés Oliver Van Noort ; en 1709 el
inglés Woodes Rogers se apoderó de la nave Nuestra Señora de la
Encarnación y Desengaño; en 1743 George Anson -también inglés-
consiguió asaltar el galeón Nuestra Señora de Covadonga; el San
Sebastián y el Santa Ana por George Compton en 1753; y en 1762

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el Santísima Trinidad y Nuestra Señora del Buen Fin fue apresado


con todo su cargamento por Samuel Cornish.
Por su parte, Mariano Juan y Ferragut, capitán de la Armada
Española y miembro del Instituto de Historia y Cultura Naval, indica
que “En cuanto a los hundidos y desaparecidos fueron veintiséis y
debemos tener en cuenta que cada uno de estos buques realizó
muchas carreras de Filipinas. Es de destacar el naufragio del navío
Nuestra Señora del Pilar, magistralmente narrado en la obra
“Historia de un navío” del doctor ingeniero Jesús García del Valle”.
El último galeón, la nao San Fernando El Magallanes, partió de
Manila en 1811 y llegó a las costas mexicanas a finales del mismo
año. La guerra de independencia le obligó a permanecer anclado
por mucho tiempo. En octubre de 1813, las cortes liberales de Cádiz
persuadieron al rey Fernando VII de suprimir la compañía de
navegación que mantenía el monopolio comercial entre Acapulco y
Manila desde el año 1565.

No era la primera vez que la Corona española intentaba quitar a los


criollos mexicanos el control de las relaciones comerciales entre
Nueva España y Asia para ponerlo en manos exclusivamente
españolas. Durante la época de las reformas borbónicas a finales
del siglo XVIII, el rey Carlos III envió a México al visitador y
posteriormente virrey, don José de Gálvez a imponer orden en la
administración, la economía y las finanzas públicas de las colonias
americanas. Sin embargo, la Nao de China siguió su próspero
destino hasta la segunda década del siglo XIX.
En 1815, mientras México continuaba con su guerra de
independencia, el galeón Magallanes zarpó de las costas
mexicanas para emprender lo que sería el último viaje de la
legendaria Nao de China. Terminaba una larga época, una historia
de éxitos y fracasos en la que cientos de personas participaron para
escribir una página indeleble en las relaciones entre México y Asia.

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Desde que en 1565 Urdaneta estableció el tornaviaje y comenzó la


historia de la Nao de la China, las relaciones con Asia estaban
llamadas a ser fundamentales para la historia del arte y la
proyección de la cultura mexicana. Si bien es cierto, que uno de los
objetivos principales de la empresa naviera fue el comercio de las
especias, estos prodigiosos galeones transportaron objetos y
mercancías, pero también ideas, gustos, preceptos religiosos,
vocablos, conceptos arquitectónicos y pictóricos, fundamentos
estilísticos, voces populares, costumbres gastronómicas, elementos
culturales que marcaron la vida y las costumbres de Filipinas, Asia y
México durante doscientos cincuenta años. Dos de estos
elementos, que en México adquirieron características propias e
inéditas, fueron los biombos y las lacas.

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LA DEVOCION GUADALUPANA Y LOS PUENTES


TRANSOCEÁNICOS DE LA FE

En plena época de descubridores y conquistadores, llegó hasta lo


que hoy conocemos como Islas Filipinas ( o “Islas Felipinas”, en
honor al Príncipe de Asturias y futuro rey Felipe II ) el explorador de
origen portugués Fernando de Magallanes (1480-1521), descubridor
del estrecho que lleva su nombre, quien viajaba por la zona en
misión encomendada y financiada por el rey español Carlos I,
reclamando por ello su propiedad a nombre de la Monarquía
Española.Cuando los expedicionarios españoles llegan a las
Filipinas se encontraron con una serie de comunidades dispares
que vivieron relativamente aisladas en sus islas hasta el siglo XVI,
cuando Fernando de Magallanes reclamó la región para España y
empezó el proceso de evangelización.
En esta región del sudeste asiático la unidad política más
desarrollada eran el barangay, término de origen malayo-polinesio
que hace referencia tanto a la embarcación como a los grupos de
hasta 50 familias que prosperaban en aldeas independientes bajo el
liderazgo de un datu o jefe. No poseían ni un gobierno centralizado
ni una cultura o religión común, y fue gracias a la presencia de los
misioneros hispanos que las Filipinas y sus habitantes adquieren
una identidad única que suma rasgos culturales tradicionales y
españoles.
DEs también durante el siglo XVI, cuando el Islam comienza a
extenderse por este archipiélago asiático y todo apuntaba a que la
religión musulmana lograría su la conquista espiritual de la región,
no obstante con la presencia de los expedicionarios españoles y
novohispanos s, concretamente Magallanes y Legazpi, el proceso
evangelizador de introducción del catolicismo y el proceso de
cristianización de las Filipinas se hizo proyecta, contundente e
imparable; , como un fenómeno que permanece hasta nuestros días
pues aunque con la firma del Tratado de París de 1898 este
territorio dejó de pertenecer a la Corona Española, se
calculcalculándose al día de hoy a que cerca de un 90 por ciento
de su población profesa la religión católica.

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La evangelización de El proceso de cristianización de las Filipinas


inicia aformalmente con el arribo de Magallanes a la isla de Sámar
el 16 de marzo de 1521. Sin embargo, y aun cuando el
expedicionario muere el 27 de abril de 1521 Fernando de
Magallanes fallece luchando contra econtra una tribu encabezada
por el jefe tribal Lapu Lapu en la isla de Mactán; , sitio muy cercano
a donde el 27 de abril de 1565 Legazpi funda la Villa de San Miguel
(actual Cebú), y que hasta 1571 fuera cabecera de los dominios
españoles en Filipinas hasta 1571, y punto de partidabase para la
conquista del archipiélago.
La gran cruz erigida por Magallanes a su arribo a Cebú permanece
aún en este sitio, marcando el arranque de la cristianización de las
Filipinas y junto a la veneración del máximo símbolo cristiano, aún
se mantiene presente la adoración al Santo Niño de Cebú, figura
que le entregara Magallanes el 14 de abril de 1521como presente al
rajá Humabón y a su consorte Humamay, el 14 de abril d.e 1521.
El historiador Pablo Jesús Lorite Cruz en En el su estudio titulado
“La influencia de la Virgen de Guadalupe en San Miguel de Cebú y
el resto de las Filipinas, así como en Guam” el historiador Pablo
Jesús Lorite Cruz documenta que “Curiosamente la Virgen de
Guadalupe será patrona de Cebú (…) y desde aquí se proyectará al
resto del archipiélago. Parece ser que, tres años después de la
fundación de la ciudad, una imagen de la Virgen con la iconografía
de la advocación fue llevada a Filipinas; posteriormente llegarán
otras advocaciones marianas. En principio vemos que es un lugar
donde San Miguel y la guadalupana están estrechamente unidos,
como en muchos lugares de la península Ibérica e Iberoamérica.
Llegados a este punto, lo lógico es plantear brevemente cómo el
Espíritu Santo se fue posando en las tierras Filipinas, y por tanto,
dónde fueron surgiendo las primeras diócesis”.
Por supuesto, el punto de partida de este milagro y fenómeno
sucede en el Tepeyac, ciudad de México, se encuentra en el
temprano México virreinal con y sin abundar en el relato de la
mariofanía de Nuestra Señora de Guadalupe; , el culto guadalupano
que tiene su origen entras las cuatro apariciones que presencia San
Juan Diego Cuauhtlatoatzin, indígena de la etnia chichimeca entre
el 9 y el 12 de diciembre de 1531.

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Según la narración que realiza En texto Nican Mopohua , el


aventajado discípulo de Fray Bernardino de Sahagún, Antonio
Valeriano (1521–1605) describe, según el en el texto Nican
Mopohua cuyo título completo de esta obra, cómo : es "Aquí se
cuenta se ordena como hace poco milagrosamente se apareció la
Perfecta Virgen Santa María, Madre de Dios, nuestra Reina; allá en
el Tepeyac, de renombre Guadalupe".

El cronista español fray Juan de Torquemada, autor de la


monumental obra “Monarquía indiana”, documenta que “Antonio
Valeriano, Indio, vecino de Azcapotzalco, a una legua de esta
ciudad, gobernador de esa parte de la ciudad de San Juan, cual
llaman Tenochtitlan, donde como buen conocedor de latín, lógico y
filósofo, sucedió a sus maestros en el Colegio de Tlatelolco y luego
fue elegido gobernador de México y gobernaba más de 35 años los
indios de esta Ciudad, con grande aceptación de los Virreyes, y
edificación de los Españoles: y por ser Hombre de muy buen
Talento, tuvo noticia el Rey de él, y le escribió una carta muy
favorable”.
LEs importante determinar tanto la autoría del Nican Mopohua (en
lo cual coinciden cronistas e historiadores de diversas épocas,
como Bernardino de Sahagún, Fernando Alvarado Tezozómoc,
Edmundo O ‘Gorman y más recientemente Miguel León Portilla), da
, como la veracidad adel relato de los milagros ocurridos, pues
según narra la tradición guadalupana, Antonio Valeriano escuchó la
historia narrada por el propio Juan Diego, quien falleció en 1548. El
hecho y la controversia es que el Nican Mopohua fue escrito en
1556, aunque su publicación en náhuatl por parte del bachiller
sacerdote criollo novohispano Luis Lasso de la Vega (1605-1660)
ocurriría hasta el año 1649 como parte de un libro más amplio
titulado Huei tlamahuiçoltica (El gran acontecimiento con que se le
apareció la Señora Reina del cielo Santa María, nuestra querida

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Madre de Guadalupe, aquí cerca de la Ciudad de México, en el


lugar nombrado Tepeyácac), que compendia además la obra Nican
Motecpana de Fernando de Alva Ixtlilxóchitl, en el cual se enlistan
14 milagros atribuidos a la Virgen de Guadalupe.
Lo cierto es que el culto guadalupano en la Nueva España fue
recibido en sus inicios con cierta reticencia por parte del clero
peninsular, y según la investigación realizada por la historiadora y
académica mexicana Gisela von Wobeser Hoepfner en su obra
Antecedentes iconográficos de la imagen de la Virgen de
Guadalupe, “El 5 de septiembre de 1556 el arzobispo de México,
Alonso de Montúfar, predicó un sermón en la ermita del cerro del
Tepeyac, situado al norte, en las inmediaciones de la ciudad de
México, durante el cual exaltó diversos milagros realizados por la
Virgen de Guadalupe.1 Francisco de Bustamante, el prior de la
orden franciscana, no estuvo de acuerdo con lo dicho por Montúfar,
por lo cual, tres días después, a su vez, abordó el tema en un
sermón que predicó durante una misa solemne , en honor a la
natividad de la Virgen, celebrada en el convento de San Francisco
de México, en presencia del virrey, los miembros de la Real
Audiencia, las máximas autoridades civiles y religiosas del
virreinato, así como de una nutrida concurrencia de fieles. (…)
Sostuvo que el culto a la Virgen de Guadalupe, por ser muy
reciente, carecía de un fundamento sólido, como, por ejemplo, era
el caso de Nuestra Señora de Loreto; por lo cual ninguno de los
milagros atribuidos a la imagen estaba comprobado y era
reprobable la conducta de quienes los difundían; que la "invención"
y "publicación" de dichos milagros constituía idolatría e iba contra
las enseñanzas que los religiosos habían dado a los naturales…”
Sin embargo, y de acuerdo a la investigación de la académica von
Wobeser realizada tomando como fuente la compilación de los
Testimonios Guadalupanos de Ernesto de la Torre Villar y Ramiro
Navarro de Anda, “El arzobispo Montúfar, como principal impulsor
del culto guadalupano y de los milagros atribuidos a la Virgen, se
sintió atacado por Bustamante, por lo cual presentó una denuncia
en su contra. Ésta dio lugar a una averiguación en la que
testificaron nueve personas: tres clérigos, dos funcionarios de la
Real Audiencia, un allegado a Montúfar y tres vecinos de la ciudad
de México (…) Gracias a estos testimonios se sabe que, en 1556,
unos 25 años después de la fundación de la ermita, el culto a la

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Virgen de Guadalupe se había extendido a todos los sectores de la


población y ya no era privativo de los indios, como lo había sido al
principio. Ricos y pobres de la ciudad de México y de las
inmediaciones acudían los domingos y días festivos al Tepeyac a
escuchar misa y a llevar ofrendas a la Virgen.”
A partir de ese momento el culto guadalupano se convirtió en
parte de la identidad mexicana novohispana. Pero las raíces
devocionales de esta imagen tienen su origen en el culto a la
Virgen de Guadalupe de Extremadura, en España, y se conoce
que tanto Cristóbal Colón, quien bautiza la isla antillana de
Karukera con el nombre de Guadalupe en 1493; así como
Hernán Cortés, quien en algunos de los pasajes más difíciles
de su vida se encomienda a la patrona extremeña y reina de la
hispanidad en cuyo santuario se venera la, figura sedente de la
virgen de Guadalupe realizada en madera negra que fuera
objeto de adoración de Alfonso XI “El justiciero”.
En este punto es imprescindible mencionar que la devoción
guadalupana señala la construcción de los puentes de la fe que
más allá del hecho y el milagro, el fenómeno guadalupano es punto
de encuentro que permea y común de denominador que ha
trascendido en la cultura, el arte y las tradiciones tanto en América y
Europa, como en Asia, y prácticamente en todo el planeta.
Son muchas y muy relevantes las coincidencias que ocurren en
relación a las milagrosas apariciones de la Virgen de Guadalupe
tanto en España, como en México (y también en Filipinas, aunque
con algunas diferencias) pues estás suceden a naturales humildes
en paisajes rocosos (sierras, cuevas y peñascos) cercanos a sitios
con agua (ríos y fuentes) y la petición de la virgen es que se
construya en el sitio de la aparición y aunque en un principio dichas
mariofanías son tomados con cierta reticencia por las autoridades
eclesiásticas, la prueba que confirma ambos milagros son objetos
de hechura divina que son venerados hasta la fecha con una
devoción tan poderosa que en España, la virgen de Guadalupe es
considerada la reina de la hispanidad, es la patrona de México, la
emperatriz América y a partir de la época virreinal su fidelidad se
extiende hasta la Capitanía General de Guatemala, el Virreinato de
Nueva Granada y el Virreinato del Perú, por el norte hasta la Alta
California, el Territorio de Nutka, las Provincias Internas y el

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Territorio de La Luisiana, por el este hasta España, la Capitanía


General de Cuba, la Capitanía General de Santo Domingo y la
Provincia de La Florida; y, por el oeste hasta la Capitanía General
de Filipinas y la Gobernación de Taiwán.
Quizá Quizá eel verdadero milagro de Nuestra Señora de
Guadalupe está en el hecho de que, superando fronteras, razas,
procesos políticos y sociales, la devoción guadalupana ha
permeado no solo el espíritu de sus fieles creyentes, y se ha
transformado en objetos artísticos que enriquecen la cultura
planetaria, a través del amor y la esperanza que inspiran,
construyendo a través de la fe, los indestructibles puentes
transoceánicos que, sin lugar a dudas, invocan la eternidad.

ALEGORIA DE LA NUEVA ESPAÑA


Corrida de toros, Anónimo, siglo XVIII.
Óleo sobre tela, 211 X 176 cm.
Col. Fomento Cultural Banamex, México .

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BIOMBO DE LA PLAZA MAYOR DE MÉXICO


Museo de América, Madrid.
Foto: Joaquín Otero.

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ACCIÓN DE LA REAL COMPAÑÍA DE FILIPINAS. 1785.


Col. RRL Antigüedades México.

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CARTA DE GÁLVEZ A DON FRANCISCO DE SAAVEDRA


En esta carta se menciona la creación de la Compañía de
Indias Orientales Españolas y se recomienda no venderle
acciones a los criollos mexicanos por ser poco manejables.
Aranjuez, 25 de mayo de 1789.
Col. RRL Antigüedades México.

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ATAQUE A UN GALEÓN DE MANILA.


A voyage round the world, George Anson.
Londres, 1740. Col. RRL Antigüedades México.

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RETRATO DE DON ESTEVAN DE LA CARRERA Y PRADO,


Caballero de la orden de Calatrava, comisario de la Guerra
del Ejército de América y tesorero del Puerto de Acapulco.
Col. de Jan y Frederick Mayer.
Denver Museum, Denver, Colorado.

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Museo de la Ciudad de Kobe.

JAPÓN, LA MANZANA
DE LA DISCORDIA

EL PROCESO DE LA REUNIFICACIÓN

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Durante los siglos VII y VIII el poder japonés estaba centralizado en


la figura del emperador quien era considerado descendiente de la
gran diosa sol, Amaterasu. Con un linaje que provenía de la
divinidad, el poder del emperador era incuestionable.
Hacia el siglo X la situación política comenzó a transformarse.
Nobles señores, grandes terratenientes y guerreros consolidaron
poderes locales con lo cual hicieron sentir su influencia en la corte.
Su creciente poderío llevó en el siglo XII a enfrentar en guerra a los
dos grupos más importantes: los Taira y los Minamoto. En 1185, en
la batalla de Dannoura, Minamoto Yoritomo alcanzó la victoria y
consolidó su poderío al margen del poder imperial. A la corte no le
quedó más remedio que reconocerlo como “gran general que
domina a los bárbaros” (seiitaishogun).
En los siguientes setecientos años la estructura política japonesa
quedó claramente definida. Los emperadores, establecidos en Kioto
mantenían la soberanía religiosa de Japón y los shogunes
apoyados por los daimyos (señores feudales) y los guerreros
(samurái), controlaban el poder político, económico, militar e incluso
cultural. De esta forma, el emperador se convirtió en una figura
simbólica, con atribuciones exclusivamente religiosas.
Durante la Edad Media japonesa la consolidación de los poderes
locales provocó un sinnúmero de conflictos armados entre los
señores feudales (daimyo) que buscaban llegar a convertirse en los
nuevos shogunes.
Para garantizar su poder, los propios shogunes concedieron
privilegios a los daimyos; de esa forma se aseguraron la lealtad de
los guerreros.
En su ensayo “Una época de unidad y esplendor” dentro de la obra
Momoyama. La edad de oro del arte japonés 1573-1615 (1995),
Fernando García Gutiérrez S.J. señala que un ejemplo de estas
concesiones “lo tenemos en los siglos XIV y XV en que los
shogunes Ashikaga se ganaron el apoyo de poderosos clanes de
guerreros concediéndoles un rango especial llamado shugo, con
prerrogativas militares, administrativos y fiscales sobre una o varias
provincias del territorio. De este modo, el poder de los shogunes y
el del mismo emperador quedaron reducidos a poco o más de la

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capital, ya que los grandes señores feudales tenían a veces


repartido gran parte del país”.
Este proceso político que convirtió el territorio japonés en un
enorme campo de batalla -donde cada familia buscaba la
hegemonía sobre sus rivales- duró 101 años (1467-1568) y fue
conocido como el período Sengoku Jidai o la época de las
“Provincias en Lucha”. Durante este tiempo se crearon las
condiciones sociopolíticas y económicas que abrieron la puerta al
proceso de reunificación.
Hacia mediados del siglo XVI, el poder político de Japón estaba
fragmentado y en manos de varios señores feudales independientes
entre sí, pero unidos mediante un emperador que no reinaba de
facto, sólo de jure, y transmitía su poder en forma hereditaria.

Alrededor de 1551 varios caudillos japoneses iniciaron el proceso


de unificación de todos los territorios. Entre ellos sucesivamente se
encontraban Oda Nobunaga (1534-1582), primer reunificador,
Toyotomi Hideyoshi (1536-1598) y Tokugawa Ieyasu (1543-1616)
-este último, fundador de la dinastía que lleva su nombre-.
Nobunaga reunió suficiente poder para asumir el control del
gobierno en 1568 y, apoyado en sus aliados con una campaña
militar que duró cinco años, acabó con los shogunes Ashikaga, la
familia más poderosa por entonces.
El triunfo y ascenso de Nobunaga y sus sucesores fue posible en
buena medida, gracias a la influencia portuguesa presente en Japón
desde la década de 1540. Quizá la aportación tecnológica más
importante llevada a territorio japonés por los portugueses fueron
las armas de fuego. El uso de la pólvora para la guerra transformó
la situación política.

En una ocasión, Diofo Zeimoto, quien acompañaba a Fernando


Mendes Pinto -uno de los primeros portugueses conocidos en
Japón-, mató tres milanos y dos palomas frente a Nautakin, príncipe
de Tanegashima. Tan complacido quedó Nautakin con lo que vieron

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sus ojos de inmediato le ofreció mil talegas de plata (equivalente


aproximadamente a cuarenta kilos) por la espingarda.
Cuando los súbditos se percataron del gran aprecio y admiración
que sentía su príncipe por el arma de fuego “rápidamente mandaron
hacer, a partir de esa, otras del mismo tipo -escribía Mendes Pinto-;
así que el fervor por este apetito y curiosidad se incrementaron
enormemente a partir de entonces, de manera tal que cuando
nosotros dejamos aquel lugar cinco meses y medio después
existían ya en aquellas tierras alrededor de seiscientas de ellas.
En 1556, la última vez que Mendes Pinto visitó el archipiélago, ya
existían en Japón alrededor de treinta mil arcabuces. Gracias al uso
de las espingardas el proceso de unificación se apresuró; fortaleció
a los ejércitos de los shogunes y determinó también el avance del
poder absoluto. Paradójicamente, la unidad japonesa apoyada en el
uso de armas de fuego -llevadas en primera instancia por los
portugueses- significaría tiempo después la salida de las órdenes
monásticas cristianas y el rechazo a la presencia occidental en
Japón.
Bajo el gobierno de Nobunaga comenzó el periodo Momoyama
(1573-1615), considerado por sus importantes transformaciones
sociales, políticas y una brillante innovación artística. El ascenso de
Nobunaga al poder, sin embargo, no llevó la paz definitiva a Japón;
las guerras internas continuaron y en 1582 fue asesinado.
De manera natural el poder recayó en Toyotomi Hideyoshi. Nacido
en Nakamura en 1536, su origen campesino no fue obstáculo para
que desde joven se incorporara en el ejército de Nobunaga. En
poco tiempo demostró sus cualidades para la guerra y se convirtió
en el general más capaz de su época. Estaba hecho para las armas
y durante la guerra acabó con varios guerreros daimyos -señores
feudales japoneses-. Al asumir el poder, Hideyoshi continuó con la
unificación de Japón y estableció su gobierno en Kioto.
A juicio de Hideyoshi, la unidad política y territorial de Japón sólo
era posible sin la presencia del cristianismo y en 1587 promulgó la
primera expulsión de los jesuitas por considerarlos sediciosos. Ante
su evidente superioridad guerrera, en 1588 todos los daimyos le
juraron lealtad y se llevó a cabo la famosa “caza de espadas”,
proceso por el cual los campesinos fueron desarmados.

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EL ARTE NAMBAN EN EL MÉXICO VIRREINAL RODRIGO RIVERO
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Hacia 1591 Hideyoshi ya había derrotado a sus últimos enemigos


del noreste de Japón y logró unificar el territorio y el poder en torno
a su persona; se convirtió así en el caudillo principal, en el shogun o
taiko.
Durante esos años se realizaron los primeros intentos por
establecer relaciones comerciales entre Japón y Nueva España que
luego de fracasar -en buena medida por las intrigas de los
portugueses-, en 1597 provocaron la crucifixión de veintiséis
cristianos, entre franciscanos y japoneses convertidos al
cristianismo. Entre los miembros de la orden de San Francisco se
encontraban el lego mexicano originario de Puebla, Felipe de Jesús,
el primer santo mexicano.

Un año después, Hideyoshi falleció sin haber podido establecer un


shogunato hereditario, y tras un breve periodo de lucha asumió el
poder el caudillo Tokugawa Ieyasu. Bajo el mando del nuevo
shogun se desarrollarían las principales relaciones comerciales con
México y terminaría el periodo Momoyama.

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ESPINGARDA.

Madera decorada con incrustaciones de bronce


representando un dragón.
Periodo Momoyama (1573-1615), ca.1600.
Col. Privada. Cortesía de Jorge Welsh.
Quizá la aportación tecnológica más importante llevada al
territorio japonés por los portugueses fueron las armas de
fuego. El uso de la pólvora para la guerra modificó
definitivamente la situación política.

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EL ARTE NAMBAN EN EL MÉXICO VIRREINAL RODRIGO RIVERO
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ODA NOBUNAGA.
Seda con color, anónimo, 1538.
Museo de la Ciudad de Kobe.
Bajo el gobierno de Nobunaga (1534-1528) comenzó el
periodo Momoyama (1573-1615) considerado uno de los más
dinámicos en la historia de Japón.

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TOYOTOMI HIDEYOSHI.
Con la muerte de Nobunaga el poder cayó en Toyotomi
Hideyoshi (1536-1598).
Nacido en Nakamura en 1536, su origen campesino no fue
obstáculo para que desde joven se incorporara en el ejército
de Nobunaga.

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EL ARTE NAMBAN EN EL MÉXICO VIRREINAL RODRIGO RIVERO
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RETRATO DE MASUDA MOTOYOSHI


Siglo XVI.
Col. Privada, Tokio.
Rollo vertical. Seda con color.

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LOS JESUITAS EN JAPON

Aunque la existencia de Japón (Cipango) se conocía desde finales


del siglo XV por los escritos de Marco Polo, no hubo contacto con
esta tierra hasta 1542, cuando una nave portuguesa arribó a la isla
de Tanegashima, frente a las costas de Kyushu. Este
acontecimiento representó el primer encuentro directo entre
Occidente y Oriente. A partir de entonces y durante casi todo el
siglo XVI Portugal mantuvo un monopolio comercial con Japón,
apoyándose en los jesuitas para la evangelización.
Con el apoyo de Portugal, la recién fundada Compañía de Jesús
(1540) encontró terreno fértil para llevar la palabra de Dios al
continente asiático. La evangelización comenzó en la India con la
prédica de uno de los fundadores de la orden, el quinto jesuita,
Francisco Javier, quien llegó a Goa en 1542 y durante siete años
recorrió el sur de la India, Ceilán y Malaca entre muchos otros
lugares, llevando consigo el don de lenguas. De la fuerza de su
palabra, José Mendes Pinto diría: “contra viento, contra monzón,
contra mar y contra raza”. En 1622 fue canonizado junto con el
fundador de la orden, Ignacio de Loyola, cuya obsesión había sido
cristianizar el mundo entero para mayor gloria de Dios.

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EL ARTE NAMBAN EN EL MÉXICO VIRREINAL RODRIGO RIVERO
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En 1564, el misionero Francisco Javier se encontró en Japón con


Ruy López de Villalobos, quien había partido de México en 1542 y
cuya expedición se topó con Pero Díaz, español que escribió una
de las primeras relaciones occidentales sobre Japón. Con la
intención de dar aviso de tan interesantes noticias sobre los
japoneses, Villalobos intentó regresar a Nueva España, pero
fracasó en siete ocasiones y finalmente murió en los brazos del que
sería el primer santo jesuita.
Francisco Javier continuó obsesivamente su tarea evangelizadora y
en 1549 llegó a la ciudad de Kagoshima, en Japón, después de
haber llevado el cristianismo a las tierras del apóstol evangelizador
Santo Tomás, quien fundara en el sur de la India las primeras
iglesias católicas del mundo. Entre sus acompañantes iba un
japonés que le siguió desde Goa llamado Anjiró, que al convertirse
al cristianismo fue bautizado con el nombre de Pablo de Santa Fe.
Su presencia en Japón fue muy importante en el proceso de
evangelización. A los ojos de Francisco Javier, los japoneses eran
“la mejor gente hasta ahora encontrada” y le parecía que “no se
podría encontrar mejores entre los gentiles”. Francisco Javier fue
sin más, la primera piedra del cristianismo en Japón.
Comenzó así la ardua tarea de la Compañía de Jesús por
cristianizar Japón y apoyar las relaciones comerciales con Portugal.
Durante los siguientes años, los jesuitas desplegaron un gran
esfuerzo para cumplir su misión. Paradójicamente, la
evangelización encontró terreno fértil en Japón durante las guerras
por la reunificación. Nobunaga aprovechó a los jesuitas para sus
fines políticos, alentando la evangelización cristiana para hacer
contrapeso al poder religioso preestablecido en Japón. Con el
tiempo, Hideyoshi, sucesor de Nobunaga, iniciaría el proceso (1587)
de expulsión del cristianismo del territorio japonés.
Sin obstáculos graves de orden político, el proceso de
evangelización pronto dio sus frutos: hacían 1582, Japón contaba
con dos seminarios, uno en Kioto y otro en Arima, 150 mil
cristianos, 200 iglesias, 20 padres y 30 auxiliares seminaristas y
catequistas en su mayor parte japoneses.
A pesar de la expulsión de los jesuitas decretadas por Hideyoshi en
1587 y el martirio, en 1597, de 26 religiosos franciscanos, entre los
cuales había 18 misioneros japoneses, el proceso evangelizador

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creció vertiginosamente. Entre los japoneses conversos había


daimyos -a quienes en ocasiones los jesuitas denominaban reyes-
monjes y budistas e inclusos campesinos que llegaron a alcanzar
entre todos, según se dice, el sorprendente número de trescientos
mil adeptos o fieles. En 1614 Ieyasu ordenó el cierre de las iglesias
y se prohibió finalmente la práctica de la religión católica, la cual ya
amenazaba el poder político y comercial de los monjes budistas y
sintoístas.
Desde un principio los portugueses monopolizaron el comercio con
Japón tratando de evitar el control de los españoles y los
mexicanos.
Lo mismo sucedió con la Compañía de Jesús que en aquella región
sustituyó paulatinamente a sus misioneros de origen mestizo. Esta
situación demostraba que la lucha de intereses políticos desatada
en Europa a raíz de los viajes de conquista y colonización se había
extendido hasta Japón.
La corriente anti hispánica creció más a partir del nombramiento del
napolitano Alessandro Valignano (1539-1606) como visitador de las
Indias Orientales, ocurrido en 1573. Los jesuitas querían impedir a
toda costa la presencia de las órdenes monásticas en la zona;
Japón debía ser cristianizado por los misioneros de la Compañía de
Jesús, ya que habían sido los primeros en llegar a esas tierras.
Aunque dominicos, agustinos filipinos -como se denominaron los
encargados de evangelizar estas regiones asiáticas- y franciscanos
mexicanos provenientes de Manila ya se encontraban presentes en
los dominios japoneses.
La presencia de los jesuitas tuvo profunda influencia en la cultura
japonesa. No sólo en la cuestión religiosa o en el ámbito de la
guerra, como se mencionó anteriormente con la introducción de las
armas de fuego. El terreno de la medicina se vio ampliamente
beneficiado.
El conocimiento aportado por los europeos constituyó otra rama de
aprendizaje: el namban-igaku o medicina occidental.
El principal responsable de la introducción del namban-igaku fue
Luis de Almeida (1525-1586). Durante su juventud estudió
medicina, pero su evidente capacidad para el comercio le permitió
amasar una considerable fortuna que lo llevó hasta la India, lugar en

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donde conoció al jesuita Baltasar Gago. Este encuentro fue


fundamental en la vida de don Luis, quien se entusiasmó con los
trabajos apostólicos de la Compañía de Jesús en Japón a tal punto
que dejó atrás el comercio para entregarse de lleno a las misiones.
Posteriormente profesó como hermano lego y por indicación de
Valignano, fue ordenado antes de su muerte.
Con sus propios recursos, en 1566 Almeida fundó un hospital con
farmacia, orfanato, leprosario y sala de operaciones en la población
de Funai. Según relatan las crónicas, decenas de japoneses de
distintos rumbos recorrían cientos de leguas para escuchar las
lecciones de medicina de don Luis. Luego regresaban a sus
poblaciones y ponían en práctica la medicina namban, que
combinaban con los conocimientos propios de cada región.

La principal innovación de la medicina namban fue la utilización de


medicamentos, plantas medicinales y el uso de la cirugía,
desconocidas hasta entonces en Japón. Don Luis introdujo
medicamentos y remedios que provenían de India, China y hasta de
las tierras americanas, región a la que los jesuitas habían llegado
después de su acercamiento al continente asiático. De esta forma
los japoneses conocieron remedios como la ipecacuana de Brasil
-que servía de vomitivo- o la cinchona de los Andes, de la cual se
extraía quinina y un remedio contra la malaria, así como varios
productos del virreinato novohispano.
El conocimiento de los jesuitas portugueses en farmacopea se
extendió rápidamente a todo lo largo y lo ancho de Japón gracias a
sus escuelas. En principio contaban con una por cada iglesia. Hacia
1583 había alrededor de 200, con cerca de 12 mil estudiantes. Su
conocimiento se perpetuó aun después de la expulsión de los
portugueses del imperio.

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BIOMBO DE SEIS HOJAS S. XVII.

Col. Museo de Arte de Filadelfia.


Foto: Graydon Wood, 1998.

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MAPA DE JAPON
Antonio Cardim, S.J.
Fasciculus e Iapponicis Floribus, Roma, 1646.

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SAN IGNACIO DE LOYOLA


Por Agustín del Pino.
Enconchado.
Óleo sobre madera embutida con concha nácar. Siglo
XVIII. TL19355.
Col. New World Spanish Colonial, Denver Art Museum.
Cortesía de Jan y Frederick R. Mayer.

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EXVOTO ANONIMO
Nau Sta. Cruz, Milagro de San Francisco Xavier.
Museo Marítimo de Lisboa. Siglo XVII. Inv. PN-1-90.
La recién fundada Compañía de Jesús (1540) encontró
terreno fértil para llevar la palabra de Dios a Japón.
La evangelización comenzó en la India con la prédica de uno
de los fundadores de la orden, el quinto jesuita, Francisco
Xavier, quien llegó a Goa en 1542. En 1622 fue canonizado
junto con el fundador de la orden, Ignacio de Loyola.

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RETRATO DE SAN FRANCISCO XAVIER (1506-1552) Siglo


XVII.
Panel con marco. 61 X 50 cm.
Museo de la Ciudad de Kobe, Japón.

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DESEMBARCO DE MERCADERIA
Portugueses sentados en sillas plegables .
Biombo Namban byōbu. Realizado por Kano Domi. ca. 1593-
1600.
La llegada del barco Negro (detalle).
Museo Nacional de Arte. Antiga, Lisboa.

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BIOMBO NAMBAN, ATRIBUIDO A KANO DOMI

Siglos XVI-XVII (1593-1600).


Hojas con pintura a témpera sobre papel de arroz revestido de
hoja de oro.
172.8 X 380.8 cm. Inv. 1639.
Foto Francisco Matías.
Museo Nacional de Arte. Antiga, Lisboa.

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BIOMBO NAMBAN REALIZADO POR KANO NAIZEN (1603-


1610)

Hojas con pintura a témpera sobre papel de arroz revestido de


hoja de oro.
178 X 366 cm. Inv. 1640.
Foto Francisco Matías.
Museo Nacional de Arte. Antiga, Lisboa.

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BYOBU
Jesuita y japoneses frente a un altar en pintura de biombo
namban (primeros occidentales en Japón).
Principios del siglo XVII. Casa Imperial. Pareja de biombos de
seis hojas, color sobre papel dorado, 155.8 X 335.5 cm.

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VISTA Panorámica DE LA BAHIA DE NAGASAKI


Biombo de seis hojas de 1.57 X 3.62 m.
Papel coloreado, Museo de la Ciudad de Kobe, Japón.

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LA MISIÓN DE VALIGNANO

Alessandro Valignano (1539-1606) era un hombre de extraordinario


talento, disciplinado y enérgico, cuyo carácter influyó
poderosamente en el desarrollo de las misiones en Asia -como lo
hizo el jesuita Mateo Ricci quien introdujo en China la fe cristiana y
la cultura occidental-. Visionario e innovador, Valignano no se
conformó exclusivamente con impulsar la inmersión jesuita en Asia,
fue también el gran promotor de la presencia japonesa en Europa y
gran artífice del intercambio cultural y artístico entre ambos
continentes.
Nacido en 1539 en Chieti, en el abruzo meridional italiano,
Valignano formaba parte de una familia rica cuya amistad con Gian
Pietro Carrafa, obispo local y posteriormente el papa Pablo IV, le
abrió las puertas de la vida religiosa con un futuro prometedor. Al
terminar sus estudios de Derecho, el Sumo Pontífice le otorgó una
abadía cuando apenas tenía dieciocho años de edad y lo hizo
canónigo de la catedral de Chieti dos años después.

Sin embargo, con la muerte de su mecenas en 1559, la suerte le dio


la espalda. Valignano se metió en líos juveniles y después de una
trifulca en Venecia, donde salió a relucir su espada sobre el rostro
de un desconocido, conoció la prisión.
Con su ingreso a la Compañía de Jesús en 1566 encontró el
sentimiento de la disciplina y el orden. El acercamiento a los
jesuitas fue definitivo en su formación intelectual y espiritual. En
1571 recibió el nombramiento de maestro de novicios y dirigió
personalmente los exámenes de muchos hombres que tiempo
después fueron los más importantes misioneros en Asia. Su
designación a los treinta y cuatro años de edad como visitador de
las Indias Orientales en 1573 le otorgó un poder equivalente al del
propio director de la orden jesuita sobre esta vasta y efervescente
extensión del planeta.
En 1577 este fornido jesuita de 1 metro 80 centímetros de estatura,
recorrió a pie el sur de la India y buena parte de Asia estableciendo

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nuevas misiones: al norte del río Ganges en la India, en las islas


Molucas, Malaca y Japón -lugar, este último, por el que mostró una
profunda fascinación-. En una carta dirigida al general de la orden
jesuita, Valignano escribió sobre los japoneses: “son un pueblo
digno de confianza, talentoso, no dado a muchos vicios. Su
situación económica no es buena y comen con moderación. Tras
recibir el bautismo son bastante capaces de apreciar los asuntos
espirituales”.
Su arribo a Japón como visitador en las Indias Orientales para
consolidar la tarea emprendida por los jesuitas en los territorios
portugueses ocurrió el 25 de julio de 1579. Su estancia de más de
dos años le permitió conocer el “carácter contradictorio” de los
japoneses y advertir que tenían maneras y costumbres muy buenas
“con las cuales se pueden comparar con los más nobles, prudentes
y bien criadas naciones que hay en el mundo y tienen otras tan
malas y que no pueden ser peores; las cuales, con tener cierta
contradicción, es cosa maravillosa ver cómo se pudieron juntar en
los mismos, tan subido de grado”. Durante su estancia en Japón
impulso el intercambio cultural entre Occidente y Oriente,
determinante para el surgimiento de nuevas corrientes en el arte.

La misión de Valignano fue favorecida por Roma. Entre 1572 y


1585, Gregorio XIII, el “Papa de las misiones”, tuvo una actitud
enormemente liberal respecto al trabajo de los jesuitas en Asia y
financió personalmente la creación de colegios en Japón. Alejandro
Valignano murió en Macao en 1606 habiendo desarrollado un
trabajo profundo en toda Asia cuyos resultados en diversas zonas
resistieron persecuciones, prohibiciones y el paso del tiempo.

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ALESSANDRO VALIGNANO, S.J. (1539-1606).


De la obra de J.F. Schütte, S. J., Valignanos Mission
grundsätze für Japan, vol. I, Roma, 1951.

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MARTIN HARA

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MIGUEL CHIJIWA

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MANCIO ITO
RETRATOS DE TRES DE LOS NOBLES DE KYUSHU
pintados por Urbano Monte durante su visita a Milán en
julio de 1585. De Beniamino Gutiérrez. La prima
ambascieria giapponese in Italia, Milán, 1938.

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LA EMBAJADA DE LOS JÓVENES

El 20 de febrero de 1582, Valignano dejó Japón y partió rumbo a


Europa acompañado de cuatro nobles adolescentes japoneses -la
llamada “embajada de los jóvenes”- con el fin de atraer la atención
de los prelados, de la aristocracia europea, de los reyes ibéricos y
del Papa hacia la obra emprendida por los jesuitas en Japón, y en
esa forma obtener para la Compañía de Jesús el monopolio
misionero en esa región de Asia; objetivo que logró finalmente el 28
de enero de 1585.
Los cuatro jóvenes de diecisiete años de edad, habían sido
educados en el Colegio de la Compañía de Jesús en Arima, y
conocían la lengua portuguesa. Eran de estirpe noble: Martín Hara,
Julián Nakaura, Mancio Ito, hijo del daimyō de Hyūga, y Miguel
Chijiwa, nieto del daimyō de Arima. Los integrantes de la embajada
tenían que usar trajes japoneses en todas las visitas oficiales a las
familias reales; ante otros grandes señores se presentarían como
estudiantes católicos.
A fines de 1548 fueron recibidos solemnemente por Felipe II en el
Real Monasterio de San Lorenzo del Escorial. Como presente

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entregaron dos armaduras y diversas armas que fueron enviadas al


Alcázar de Madrid, donde ingresaron en el guardajoyas. El rey
también recibió un biombo decorado con un mapa de China y otros
objetos entre los que se contaba un cuenco de madera con un
cerco de oro y un escritorio de bambú enviado por Oda Nobunaga.
El monarca examinó detenidamente cada objeto distinguiendo que
la ejecución era muy diferente de la china. Lo sabía porque a lo
largo de su vida siempre mostró especial interés por los objetos
exóticos.
La embajada de los jóvenes recorrió España, Roma y Portugal. El
Papa los recibió con gran pompa en 1585 y no dejaron de
sorprenderle los hermosos presentes que le entregaron. En 1581, el
shogun Oda Nobunaga había regalado a Valignano un valioso juego
de tablas pintadas por Kano Eitoku, mismas que destinó como
obsequio para el Sumo Pontífice.

Durante el viaje por Europa, Valignano hizo lo posible para


impresionar a sus acompañantes japoneses; deseaba mostrarles “la
gloria y grandeza de la cristiandad y del mundo occidental”. Al
respecto escribió: “deben ver todo lo sobresaliente y grande, como
edificios, iglesias, palacios, jardines y cosas similares, como objetos
de plata en las ricas sacristías, y cosas edificantes y nada que
produzca un efecto contrario”. Consciente de que todas las
experiencias de los jóvenes serían conocidas por el shogun y Japón
entero, Valignano dispuso también una serie de regalos para
Nobunaga entre los que se hallaban varios biombos creados en
Italia, cuyo diseño fue supervisado por los jóvenes japoneses.
Según refiere mi amigo el gran estudioso del arte jesuita en América
y Asia, Alexander Gauvin Bailey, en Italia los embajadores
japoneses posaron para connotados pintores como Tintoretto y
Urbano Monte, quienes lograron plasmar en algunas de sus obras
el espíritu japonés. La famosa embajada de Valignano regresó a
Japón en 1590 con libros impresos ilustrados, gobelinos, tapices y
óleos italianos -gran intercambio cultural-, pero sobre todo con la

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experiencia de cuatro jóvenes japoneses que se habían acercado a


lo más selecto del mundo occidental de entonces.
Dos obras causaron particular interés entre los japoneses:
Theatrum Orbis Terrarum de Abraham Ortelius, que contenía la
descripción de las principales ciudades del mundo, y la Civitates
Orbis Terrarum de George Braun y Joris Hoefnagel con
ilustraciones de las urbes más bellas. Ambas servirían de
inspiración para los biombos pintados por artistas japoneses al final
del siglo XVII y comienzos del siglo XVIII en los que aparecen las
ciudades de Sevilla y México.

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LITOGRAFIA

Aquille Jubinal, Gaspard Sensi, La Armería Real ou collection


des principales de la galeríe D' armes Anciennes de Madrid.
París, 1839, vol. II. Real Biblioteca, Madrid.
Hecha a principio del siglo XIX, la armería y las piezas
entregadas a Felipe II por la embajada de los jóvenes a
nombre del emperador japonés Nobunaga se encontraban en
maravilloso estado de conservación. Durante el reinado de
José I, la colección entera fue trasladada a una buhardilla a
fin de utilizar el lugar para un baile en honor de su hermano
Napoleón. Para 1849, Isabel II ordenó una catalogación
donde estos grabados fueron usados como fichas,
posteriormente hacia la década de 1870, Jean Laurent realizó
las placas fotográficas donde se percibían pocos cambios,
pero se le adosaron armas de otra procedencia, lo cual fue
considerado como falta de memoria histórica . En 1839,
algunas de ellas fueron dibujadas por Aquiles Jubinal y
descritas por Gaspar Sensi, información que llegó hasta
nuestros días.

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CASCO Y MASCARA ( KABUTO)


Periodo Momoyama. Documentada en 1584, Real Armería,
Palacio Real, Madrid, Patrimonio Nacional. E-133. 10055007.
En el año de 1584 llegó la primera delegación japonesa a
Lisboa promovida por el conocido jesuita Alessandro
Valignano, visitador de la Compañía de Jesús en Asia. Tardó
dos años en llegar, siendo esta la primera embajada japonesa
a Europa precedida por los jóvenes nobles cuyos nombres ya
cristianizados como Julián Kakura, Martín Hara, Mancio Ito y
Miguel Chijiya pretendían enseñar a la Europa del momento la
gran obra evangelizadora de la Compañía de Jesús y
conservar así la hegemonía evangelizadora en el Japón por el
beneplácito que logró esta embajada del Papa.

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ARMADURA

(casco, máscara, pecho y espaldar )

Periodo Momoyama. Documentada en 1548. Acero. Real


Armería, Palacio Real, Madrid, Patrimonio Nacional. E-135.
10055004.
Esta armadura, junto con varias piezas, fue recogida en el
inventario de 1793 hecho por Ignacio Abadía en la Real
Armería de Madrid en la página 5. Se sabe que ingresaron
con la llegada de la denominada embajada de los jóvenes, la
cual fue solemnemente recibida por el rey Felipe II en el Real
Monasterio de San Lorenzo del Escorial.
Es muy importante tener en mente que para el año de 1580
Felipe II había llegado a tomar el trono portugués uniéndose
así los más fuertes intereses en el Japón, bajo la tutela de un
solo gobernante.
Es por ello que esta embajada fue tan importante en España,
aunque la Compañía de Jesús portuguesa era la que
promovía la evangelización en el Japón.

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JESUITAS EN JAPON (detalle).


Pareja de biombos namban.
Cada uno se compone de seis hojas.
1.728 X 3.808 mm.
Atribuido a Kano Domi.
Témpera sobre papel de arroz, revestido de hojas de oro.
Japón, pintado entre 1593-1600. Depósito del Ministerio de
Finanzas, Museo Nacional de Arte Antiga, Lisboa.

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LA ESCUELA KANO Y EL ARTE NAMBAN

LA ESCUELA KANO

Junto a los conflictos políticos y sociales generados por la


unificación del poder político durante el periodo Momoyama (1568-
1614), en el plano artístico surgió la famosa escuela Kano que
impulsó y desarrolló el arte namban-jin, término que significa
“bárbaros del sur” y que fue utilizado primeramente por los chinos
quienes denominaron así a cualquier extranjero que pisara su
territorio, incluso a los japoneses.
La escuela de pintura más importante del periodo Momoyama fue la
de la dinastía Kano, promovida por Oda Nobunaga, quien encontró
en Kano Eitoku (1543-1590) a un artista genial capaz de realizar
una obra de imponderable dimensión estética. El célebre artista
japonés -nacido en Kioto dentro de una familia que guardaba una
profunda tradición pictórica- estableció una de las mayores
innovaciones artísticas de la época al desarrollar todo un estilo para
decorar con paisajes monumentales, las puertas corredizas de los
interiores de palacios y casas.

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Los Kano fueron una familia de pintores japoneses cuyos orígenes


se remontan al siglo XV y se extienden hasta el XIX. Como pintores
oficiales de la corte, bajo los sucesivos “shogunatos”, los Kano
dominaron los movimientos artísticos durante varios siglos.
Realizaron obras dentro de una amplia variedad de estilos: desde
escenas de gran colorido hasta delicados dibujos en tinta negra,
siempre como representantes de la escuela de pintura decorativa
profesional.

El fundador de la familia fue Kano Masanobu (1453-1490) que,


mediante extensiones monocromáticas en tinta china, logró crear
dibujos sutiles y delicados. Su hijo Kano Motonabu (1476-1539)
continuó con el estilo idealizado de su padre, pero incorporó una
pincelada firme que caracterizó gran parte de la pintura Kano
posterior.
El miembro más sobresaliente de la familia, como se mencionó
anteriormente, fue Kano Eitoku (1543-1590), cuyas enormes tablas
y paneles, también llamados Hikido, de gran colorido marcaron
nuevas pautas de fuerza y suntuosidad expresivas, aunque también
se convirtió en un maestro en el estilo sutil de la tinta utilizado por
sus antepasados. Su obra representa el espíritu extravagante del
periodo Azuchi-Momoyama (1568-1600), que debe su nombre a dos
de los castillos de los jefes militares Oda Nobunaga y Toyotomi
Hideyoshi, cuyos interiores decoró Eitoku con brillantez.
Kano Eitoku pintaba sobre un fondo de oro que iluminaba los
oscuros interiores de los castillos y se complementaba muy bien
con el carácter rimbombante de los aventureros militares de la
época. Entre las características de la escuela Kano destacaban la
claridad de composición, la riqueza cromática y los fondos dorados.
Para el artista y sus discípulos no existía preocupación alguna por
las leyes occidentales de la perspectiva ni del claroscuro,
destacando las siluetas nítidas en contraste sobre el fondo de oro.
La escuela de Kano se especializó en el arte de la academia china
de la dinastía Ming, y llegó a manejar con maestría la relación entre
el primer plano, el plano medio y el fondo de la pintura.

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EL ARTE NAMBAN EN EL MÉXICO VIRREINAL RODRIGO RIVERO
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“Es interesante pensar -escribió Miki Tamon- que la cultura europea


fue probablemente la fuerza impulsora en aquel proceso en el que
la escuela de Kano quitó de ella lo antiguo y llegó a ser una escuela
de ricas pinturas de pared, tomando como propios algunos
elementos de la escuela de Yamato-e. Sin embargo, el contacto de
las dos culturas tuvo que cortarse antes de que sus tremendas
posibilidades pudieran llegar a realizarse”.

El talento de Kano Eitoku fue su mejor carta de presentación ante


Nobunaga, quien le encargó la decoración de su castillo de Azuchi,
y más tarde, Hideyoshi le pidió también que decorase la fortaleza de
Osaka y el Palacio de Jurakudai. Entre las obras de Kano Eitoku
destaca la decoración del salón principal que da al jardín del Juko-
in, subtemplo del Daitoku-ji, importante templo Zen de Kioto. En las
puertas corredizas de dos esquinas diagonalmente opuestas están
representados un imponente ciruelo y unos pinos gemelos cuyos
troncos repiten las verticales de los postes del rincón, mientras que
sus ramas se extienden a derecha e izquierda unificando las tablas
contiguas. El biombo realizado por Eitoku, Leones Chinos, que
también se conserva en Kioto, denota el estilo pictórico audaz y de
brillante colorido, preferidos por el samurái.
Uno de los pintores más sobresalientes de esta escuela fue Kano
Domi, asociado a la orden franciscana, que anduvo entre Kyushu y
Nagasaki en 1592 y llegó a Manila en 1603. Se puede asegurar que
por su gran experiencia y poder creativo fue el primer pintor namban
que llegó a México y colaboró con la dinastía González, ya que la
manera de pintar sobre las hikido de los palacios japoneses
constituyó un antecedente de los biombos, las tablas y los
enconchados mexicanos-novohispanos namban-jin.
A reserva de explicar en capítulos posteriores las relaciones entre
Japón y México-Nueva España y la forma en que llegaron los
japoneses a tierras americanas, es necesario mencionar que por

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EL ARTE NAMBAN EN EL MÉXICO VIRREINAL RODRIGO RIVERO
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facilidad lingüística los japoneses cristianizados adoptan


regularmente un nombre español.
Uno de sus preferidos fue el apellido González. Esto se conoce por
la cantidad de cristianos “japones” -este era el término utilizado- que
lo eligieron y que existen en los registros de las embarcaciones.
Era común que adoptaron el nombre de Juan o Miguel González.
Entre los muchos que llegaron a México se puede citar al japonés
Luis de Enciso que se estableció en Sayula, Jalisco, como señala
Thomas Calvo en su obra Los japoneses en Guadalajara, durante
el 600 mexicano. Enciso adquirió grandes áreas de tierra y celebró
varios contratos con el cambio de nombre del japonés al castellano
siendo albacea de importantes personajes de su región y de su
época.
De esta manera se sabe que Tomás González Villaverde, el primero
que se conoce dentro de esta genealogía, tuvo un hijo llamado
Miguel González, nacido en 1664, de acuerdo con un contrato en el
que se menciona, mediante el cual fueron realizados unos
enconchados o “tablas de maque”. El apellido González fue
característico de la zona de Pátzcuaro, lugar donde se encontraba
una de las principales aduanas de la Nueva España y por donde los
inmigrantes debían pasar forzosamente.
Lo importante de este hecho es que cuando se inició la creación y
exportación del arte namban a Portugal y el resto de Europa, varios
japoneses llegaron a México a bordo de la Nao de China, se
establecieron en Pátzcuaro y comenzaron a desarrollar sus propias
obras influenciadas, desde luego, por el namban del periodo
Momoyama. En el contrato publicado en el Archivo de Notarías por
Guillermo Tovar de Teresa tenemos el primer antecedente de la
familia González, y encontramos que esta es fundamental para
quien se refiere al tema de los enconchados y las lacas.

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FOUR ACCOMPLISHMENTS
Tinta con color sobre papel.
Kano Shoei
1979. 4b.2 /97
© The Cleveland Museum of Art.

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TIGRES Y LEOPARDOS
La escuela de pintura más importante del periodo Momoyama
fue la dinastía Kano, promovida por Oda Nobunaga, quien
encontró en Kano Eitoku (1543-1590) a un artista genial
capaz de realizar una obra de imponderable valor estético.
Kano estableció una de las mayores innovaciones artísticas
de la época al desarrollar todo un estilo para decorar las
puertas corredizas de los interiores de los palacios y casas
con paisajes monumentales.

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TIGRE Y LEOPARDO
Tabla pintada de doble hoja que representa un tigre y un
leopardo. Escuela Kano, Japón, Siglo XVII. The Cleveland
Museum of Art.

LEONES CHINOS
Biombo de seis hojas. Papel de color y hoja de oro, 222.8 x
452 cm.
Kano Eitoku (1543-1590)
The Cleveland Museum of Art.

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FOUR ACCOMPLISHMENTS
Tinta con color sobre papel. Kano Shoei
1979.4b2 7/97
©The Cleveland Museum of Art.
Entre las características de la Escuela Kano destacan la
claridad de composición, la riqueza cromática y los fondos
dorados. Para el artista y sus discípulos no existía
preocupación alguna por las leyes occidentales de la
perspectiva ni del claroscuro, destacando las siluetas nítidas
en contraste sobre sobre el fonde de oro. La escuela de Kano
se especializó en el arte de la academia china de la dinastía
Ming, y llegó a manejar con maestría la relación entre el
primer plano, el plano medio y el fondo de la pintura.

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PINTURA DE VIAJE
Óleo sobre tela y caja de madera.
México, Siglo XVIII. 110 X 65 cm. Aprox.
Col. Manuel González, México.

Emaki-mono o pintura para enrollarse, característica del arte


japonés. Su origen debe encontrarse en la cultura china. Las
escuelas de pintura namban europeas radicadas en el Japón
usaron esta técnica de enrollar las pinturas para ser
transportadas. Estos objetos fueron creados en Kioto y en
Osaka, agregando las técnicas europeas de color y
perspectiva. Este tipo de pinturas pasó también a México
Nueva España, donde apareció, ya en el siglo XVIII, esta
pieza mexicana. El óleo se enrollaba y se guardaba en la caja
que viene adherida a la tela.

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LLEGADA DE LOS PORTUGUESES A JAPÓN

Biombo namban, Siglo XVI.


Escuela Kano, Japón. Mobilier et Objets D'Art I. Guimet,
Musée National des Arts Asiatiques-Guimet, París . 18653.
Foto: R.M.N.
Los biombos namban fueron pintados, en su mayoría, en
juegos de dos, y pueden ser clasificados por su contenido.
La mayor parte de ellos presenta del lado derecho el
recibimiento del capitán portugués con los misioneros y su
séquito, y del lado izquierdo, la llegada de la gran Nao al
puerto japonés. Siempre se aprecia el sorprendente navío con
lujo de detalles.

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PORTUGUESES Y JESUITAS COMERCIANDO CON


JAPONESES

Biombo namban, Japón. 1960.193.2 8/98 © The Cleveland


Museum of Art.
El arte namban-jin fue mandado a hacer por comanda, por los
portugueses o por los propios japoneses, según su gusto y
estilo, para describir hechos memorables relativos a los
portugueses. Estos objetos se exportaban y llevaban de
Japón a Europa para su uso y para la adaptación de sus
costumbres y necesidades.

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BIOMBO NAMBAN QUE REPRESENTA EL ARRIBO DE LOS


PORTUGUESES A JAPÓN EN EL SIGLO XVI.
Hoja 5. Escuela Kano. Papel . Japón, Siglo XVII. Mobilier et
Objets D'Art I. Guimet, Musée National des Arts Asiatiques-
Guimet, París
En este detalle del byō-bu namban de la escuela Kano, vemos
nuevamente el asombro japonés reflejado en los detalles de
las vestimentas de los pantalones bombachos y las golas al
cuello de los comerciantes portugueses.
Aquí se ilustra la entrada del “ capitao-mor” o el capitán del
barco acompañado por su séquito donde resaltan los
asombrosos sirvientes negros y los grandes perros
portugueses -que tanta impresión causaron- , siempre
acompañados por comerciantes que transitan por alguna calle
de Japón.

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BIOMBO NAMBAN ATRIBUIDO A KANO NAIZEN. SIGLO


XVII.
Hojas con pintura a témpera sobre papel de arroz revestida de
hoja de oro. 178 x 366 cm. Inv. 1641 .
Foto: Francisco Matías. Museo Nacional de Arte Antiga,
Lisboa.

BIOMBO NAMBAN ATRIBUIDO A KANO DOMI.


Siglos XVI-XVII. Hojas con pintura a témpera sobre papel de
arroz revestida de hoja de oro. 172.8 x 380.8 cm. Inv. 1638.
Museo Nacional de Arte Antiga, Lisboa. Foto: Francisco
Matías.
Son estos biombos las únicas fuentes de información donde
se representan las vestimentas reales de la época de los
comerciantes y marineros portugueses y mexicanos
novohispanos. Los pantalones denominados “bombacha” o
bombachos que tan de moda estaban en Europa en esos
momentos, fueron copiados y usados por los japoneses de
todas las clases sociales, incluso el mismo emperador , el
cual aparece varias veces representado con esa vestimenta.

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SILLA PLEGABLE.
Madera y laca. 86.5 X 50 X 51.5 cm. China, ca. 1579.
Monasterio de El Escorial, Madrid, Patrimonio Nacional
( 10014256).
El intenso comercio entre Japón, China y Manila se refleja
principalmente en los objetos de uso cotidiano. En todos los
biombos namban de los barcos negros encontramos pintadas
innumerables sillas plegables de origen chino, desde las más
sencillas hasta las de forma de herradura, mismas que serán
usadas y apreciadas tanto por los ibéricos como por los
europeos en general. Al rey Felipe II -quien unificó las dos
coronas peninsulares en 1581-, lo aquejaban una serie de
males -como la gota- que le hacían prácticamente
insoportable estar sentado. De ahí que, de acuerdo con sus
inventarios, casi todas sus sillas, incluso las de andas, fueran
de origen asiático o chino, como esta que se conserva en el
Real Monasterio de San Lorenzo de El Escorial.

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CAJA PARA ALIMENTOS.


Laca Urushi, Namban. Atribuido a Kano Naizen. Instituto
Portugués de Museos. División de Documentación
Fotográfica.
Foto: Carlos Monteiro. Ifn 10823 Inv. 68 cx. Século XVII.
En todo lugar y en toda acción, el poder y la riqueza deberían
de ser notorios. Así las cajas para contener el tan apreciado
sushi, al cual se le guardaba un respeto y formalismo como a
una ofrenda religiosa. Este tipo de cajas denominadas en
español porta-viandas, posee varios pisos ya que conlleva
toda una ceremonia. La decoración nashiji hace sobresalir a
los personajes Namban-Jin.

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EL ARTE NAMBAN

El término namban fue acuñado formalmente por los habitantes de


Japón para referirse, en primera instancia, a los portugueses que
llegaban procedentes de Macao y de Malaca, y a los mexicanos-
novohispanos que provenían de Manila, sitios localizados al
suroeste del archipiélago nipón.
En el arte namban-jin quedaron reflejados el esplendor y riqueza de
la nueva clase gobernante, sus grandes palacios y templos ricos en
oro, y el gran asombro que causó entre los japoneses la presencia
de los portugueses en sus dominios. Durante los años del periodo
Momoyama (1573-1614) y bajo la influencia de la escuela Kano, las
artes florecieron con nuevos estilos y formas en la pintura, el
mobiliario, la arquitectura y el vestido. Los textiles, la moda y la
cerámica resurgieron con nuevos materiales y elementos
decorativos.

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EL ARTE NAMBAN EN EL MÉXICO VIRREINAL RODRIGO RIVERO
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La llegada de los misioneros cristianos a Japón, a partir de 1542,


significó el primer contacto directo, cultural y artístico entre ambas
regiones de la tierra. Fue el propio jesuita Francisco Javier quien
introdujo los primeros objetos de arte europeo. El señor Shimazu
trató de informarse sobre Europa y la India a través del Anjiro, el
intérprete de Francisco Javier llegado desde Goa. Se sabe que
Anjiro enseñó a Shimazu una pintura de la Virgen de las que había
llevado de Europa. El shogun la admiró por horas y quiso que su
madre tuviera una copia de ella, pero no había quien la hiciera.
A partir de esos primeros contactos, ocurridos a mediados del siglo
XVI, los japoneses quedaron impresionados con el mundo europeo
llevado por los portugueses. Todo lo que llegaba en los “barcos
negros” -así se referían a ellos- llamaba su atención: la distribución
de los galeones, sus mástiles, los hombres que ascendían y
descendían por ellos, el vigía -que comúnmente eran de raza negra.

Un elemento que en todo momento resultó atractivo y curioso


fueron las razas caninas europeos -los grandes mastines de guerra-
descritas detalladamente en los biombos. Los japoneses ya
conocían a los perros -provenientes de China y de tamaño muy
pequeño-, de hecho, bajo el gobierno de Kamakura (1192-1333)
existía un juego popular llamado inumono que se realiza con canes,
sin embargo, el tamaño de las razas europeas los asombró de tal
forma que los artistas nipones también dejaron testimonio de su
presencia en Japón en los biombos.

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EL ARTE NAMBAN EN EL MÉXICO VIRREINAL RODRIGO RIVERO
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También llamaron su atención las costumbres y usos de los


europeos, sus pantalones bombachos, su vestimenta y el uso de
gafas -recreadas, por supuesto, en las obras de arte japonesa-. Se
trataba de los anteojos oscuros que protegían del sol y que fueron
muy populares entre los jesuitas y los nobles de todo el mundo. Los
cristales, conocidos por los egipcios en el año 2500 a.C., fueron
llevados por los fenicios al Mediterráneo. Los anteojos, inventados
en Florencia por Salvino Begli Amati en 1280 significaron para los
japoneses algo digno de asombro y, dadas las características de la
psicología nipona, de ser copiado.
El arte namban-jin fue mandado a hacer por comanda por los
portugueses o por los propios japoneses, según su gusto y estilo,
para describir hechos memorables relativos a los europeos. Estos
objetos se exportaban y llevaban de Japón a Europa para su uso y
para la adaptación de sus costumbres y necesidades. Por lo tanto,
el arte namban es el resultado palpable y la expresión más singular,
consecuencia del sincretismo entre las culturas portuguesa y
japonesa.

“La pintura namban se divide en dos tendencias -señala Fernando


García Gutiérrez-: una de derivación e importada por los
misioneros, que es preferentemente de carácter religioso; y otra de
escuela japonesa realizada por artistas locales, ya maduros en la
técnica de la pintura tradicional, que pintaban a su manera,
generalmente sobre biombos, las escenas y costumbres de los
extranjeros. Estas obras del segundo grupo son las primeras
imágenes que ponen de manifiesto el encuentro de dos
civilizaciones, hasta entonces desconocidas entre sí, y en ellas se

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puede ver el estupor que sintieron los japoneses ante aquel


occidente tan remoto para ellos”.
Casi todos los artistas del periodo namban se formaron en los
colegios o seminarios jesuitas. Entre los más renombrados en los
documentos de la época se encuentran Jacobo Niwa, cuyas obras
fueron especialmente admiradas en Pekín donde ayudo a Mateo
Ricci; Mancio Taichiku; Leonardo Kimura -discípulo de Niccoló-,
Luis Shiwozuaka, Pedro Joan; Mancio Joan; Yamada Emonsaku
-que tomó parte en la rebelión de Shimabara-; Kijima Saburosuke y
Nobutaka, entre otros. Todos ellos fueron los primeros en asimilar el
arte occidental, que siglos más tarde iba a tener una importancia tan
grande en el desarrollo del arte japonés.

POLVORERA.

Laca Urushi, polvo de oro. Namban, periodo Momoyama.


Instituto Portugués de Museos. Museo Nacional de Arte

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Antiga. Foto: Luis Pavao. Ifn 02996 Inv. 931 Div. Finales del
siglo XVI.
Los adornos tan ricamente colocados en una pieza denotaban
el gran poder o importancia de su poseedor y sólo eran
permitidas ciertas riquezas en los adornos a samuráis damios,
cuyo rendimiento en registrado se media como los impuestos
en (koku) donde cada koku equivalía a 13, 8 litros. Aunque los
samuráis despreciaban las espingardas o armas de fuego
porque iban contra las leyes marciales, o arte de bu, esta
polvorera demuestra haber pertenecido a un poderoso
personaje. Revestida en laca espolvoreada en oro con la
tencina (Nashiji) con aplicaciones en plata (heidatsu). Los
personajes portugueses o novo-hispanos con los
característicos pantalones bombachos, largas narices
sobresaliendo en uno de ellos los botones de las ropas que no
se conocieron en Japón hasta la llegada de ellos.

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TRÍPTICO NAMBAN.
Marfil y plata. 20.6 X 3.55.cm.
Siglo XVIII. COL RRL.
Antigüedades Internacional.

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EL ARTE NAMBAN EN EL MÉXICO VIRREINAL RODRIGO RIVERO
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En este tríptico están recreadas varias escenas del Nuevo


Testamento. En la parte central, la multiplicación de los
panes, en la hoja derecha, la decapitación de San Juan
Bautista y Cristo con los fariseos, y en la hoja izquierda la
entrada del niño Jesús al templo y el regreso del hijo pródigo.
Esta representación gloriosa, primera por la tridimensionalidad
al estilo japonés, conserva simultáneamente varias historias
en una escena. Esta pieza tiene bisagras de plata. Las
marcas de laca que pueden observarse en la parte posterior
de este tríptico son de gran interés: tiene una especie de
girasol que en japonés se llama mon y que pertenece a una
familia shogun de nombre Matsudaira.

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VISTA DE LA PLAZA MAYOR DE LA CIUDAD DE MEXICO.


Con escudo de don Lope Díez de Aux y Armendáriz, primer
marqués de Cadereyta y 16º Virrey de la Nueva España.
Biombo namban mexicano. Óleo sobre tela y oro. 2.30 x 3 m.
1635-1640. Col. RRL.
Este biombo, a diferencia de todas las piezas namban
mexicanas novohispanas, presenta vestigios del ensamble
original que lo sustentaba. Este ensamble en madera en
forma de cuadrículos de aproximadamente 20 cm es el
ensamble exacto usado en la construcción de los biombos
tradicionales japoneses mismo que dejó marcada la tela
pintada con vestigios de las marcas de estos bastidores.
Así se demuestra que no sólo en el estilo, la perspectiva, los
materiales son netamente japoneses, sino en la construcción
misma de la pieza, cosa que no sólo demuestra
históricamente la presencia indiscutible de los maestros de la
escuela namban japonesa en suelo mexicano, sino también
en la construcción básica de las piezas namban mexicanas.
Esta técnica constructiva de los biombos se menciona en el
libro Unfolding Beauty, del Cleveland Museum of Art, dentro
del capítulo “The Construction of Byobu”, por Ephraim Jose y
con dibujos de Koyo Kunishi.

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BIOMBOS BYŌ-BU

Dentro de esta corriente artística, el biombo era un elemento


importante del refinamiento de la burguesía oriental que los
portugueses adoptaron de inmediato.
De todas las artes decorativas surgidas de Japón en esa época la
más sobresaliente fue la del biombo. Además de formar parte de la
vida cotidiana de los japoneses, los biombos del periodo
Momoyama ofrecen una visión de los parámetros estéticos que
prevalecían en el momento del encuentro entre Portugal y Japón, y
son un reflejo alegórico y simbólico, de transparencia narrativa
incomparable, de aquel histórico momento.
Como la mayoría de los objetos del arte japonés, los biombos son
originales de la cultura madre, la China, en donde se conocen
desde el siglo VIII. Los japoneses adoptaron su uso, realizaron
diversas modificaciones en sus materiales y los bautizaron como
byō-bu (protección contra el viento).
La presencia portuguesa durante los años de unificación política de
Japón fue, como se dijo anteriormente, determinante en el
desarrollo del arte. Un testimonio visual de esta influencia se
observa en los llamados namban byō-bu, que aparecieron por
primera vez a principios de la década de 1590, cuando Toyotomi
Hideyoshi ordenó la decoración de su castillo de Nagoya con
pinturas hechas por artistas de la escuela Kano, en particular por
Kano Mitsunobu (1560-1605). En 1593, cuando esta importante
construcción fue terminada y los pintores se encontraban de
regreso a Kioto en Nagasaki.

En la ciudad imperial observaron y dibujaron a los portugueses y a


todo lo que se encontraba asociado con los namban-jin: la vida
comercial de la ciudad, así como la parte cristiana. De acuerdo con
Tadeo Takamizawa, dentro de este marco histórico surgió la idea de
realizar biombos mostrando a los europeos. Los ejemplos más
antiguos datan de los años 1593-1605 y probablemente fueron
hechos por petición de ricos mercaderes que vivían en las afueras

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de Kioto. Estaban basados en las pinturas hechas por los artistas


de la escuela Kano en Nagasaki.
Los biombos namban hechos en el taller de Kano Anisen y que
pertenecen a las colecciones del Museo Nacional de Arte Antiga de
Lisboa, son un vívido testimonio pictórico de los contactos
establecidos entre los portugueses y los japoneses durante el
periodo Momoyama (1573-1603) y principios del periodo Edo.
Por otra parte, Hasegawa Tohaku, contemporáneo de Kano Eitoku,
desarrolló un estilo diferente y más decorativo para los biombos de
gran tamaño. En su Biombo del arce, que se conserva actualmente
en el templo de Chishaku-in, Kioto, el tronco del árbol aparece en el
centro y las ramas se extienden casi hasta el borde, creando una
composición más plana y menos arquitectónicas que las de Eitoku,
con un efecto suntuoso. Su biombo de seis hojas Pinar (Museo
Nacional de Tokio) es una excepcional representación de un
bosque envuelto en la niebla, realizado en tinta monocroma.
Entre las obras de temas no religiosos llaman la atención los
biombos que tomaron como tema central la llegada de las naves
europeas a Japón, junto con el recibimiento que les daban los
japoneses. La popularidad que alcanzaron pone de manifiesto el
interés que despertó entre los nipones todo lo extranjero, y la
curiosidad con que querían saber de sus vidas y costumbres.
Aunque en estas pinturas se puede ver alguna influencia de
Occidente, los materiales empleados y la técnica pictórica son
enteramente tradicionales de Japón. Los artistas que pintaron los
biombos son casi todos desconocidos, aunque por su estilo parece
que muchos provienen de la célebre escuela de Kano, de la
segunda parte del periodo de Momoyama; entre ellos sabemos que
estaban Kano Anisen, Kano Sanraky y Kano Mitsunobu.

En lo que concierne al influjo artístico recíproco entre los europeos y


los japoneses es posible señalar que el estilo pictórico tendió a ser
caligráfico con fuertes bosquejos incluyendo la característica
bidimensional del modelado. Estos políticos desarrollaron una
cantidad limitada de sombreados y una sofisticada técnica para
representar la profundidad espacial utilizando una perspectiva
isométrica. Todo ello se refleja claramente en muchos de los

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biombos mexicanos. Esto se puede apreciar, sin lugar a dudas, en


la pieza denominada Biombo con la salida del virrey de Cadereyta
(1635-1640), específicamente en las hojas que reflejan la
perspectiva del palacio Virreinal.

ARQUETA JAPONESA.
Anónimo. Siglo XVI tardío. Soporte de manufactura europea
del siglo XVIII. Madera, laca, oro, concha nácar y cobre.
Foto: Mark Sexton. Peabody Essex Museum.

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COFRE JAPONÉS.
Anónimo, ca. 1630. Laca, madera, concha nácar y cobre.
Regalo de Laurence W. Senteinss. Peabody Essex Museum.

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CAJA RECTANGULAR
Laca, nácar, madera.
Época Choson, Dinastía Yi, Siglo XVII.
Musée des Arts Asiatiques-Guimes, París.
Foto: P. Pleynet.
Dentro del arte namban, había dos clases de lacas (urushi), la
de uso típicamente japonés (en que figuraban personajes,
objetos y escenas hasta entonces nunca vistos)y los
destinados a los europeos.

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SANTO DOMINGO
Oratorio para colgar, Japón, periodo Momoyama, 1573-1615.
Madera laqueada en negro (urushi) decorada en laca dorada
(Kōdaiji maki-e)…) y embutida con madreperla (raden) y
herrajes con cobre dorado. 15.5 X 2.5 cm.
Cortesía de Jorge Welsh, Londres-Lisboa.

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BARGUEÑO
Laqueado de negro y oro (maki-é) incrustaciones de
madreperla (raden). Siglo XVII. Periodo Edo (inicio) 32.5 X
46.5 X 30.5 cm.
Porto. Col. particular, s. inv.

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MESA DE LACA.
“La característica del uroshi reinante en el periodo Momoyama
reflejaba el gusto del “esplendor” -refiere el especialista Yayoi
Kawamura- ; y era una época en que la decoración a base del
makie dorado sobre fondo negro invadía todos los objetos:
platos, copas, elementos de tocador, llenando hasta las
armaduras, pasando por las maletas, mesas de juegos y
muebles”. Cortesía George Welsh. Londres-Lisboa

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HOSTIARIO.
Laca Urushi y madre perla. Namban período Momoyama,
Instituto Portugués de Museos. División de Documentación
Fotográfica. Foto: Carlos Monteiro. Ifn 04656 Inv. 18cx.
Seculo XVI-XVII.
Estas cajas cilíndricas con tapa plana denominadas cobaco,
tenían la función de contener las hostias y forman parte de los
objetos Namban católicos japoneses menos preservados. En
la tapa superior se encuentran las iniciales IHS con la cruz
central y los tres clavos de Cristo clavados al corazón como
aparecerán en los tibores manufacturados para los Agustinos
de Manila. La profusa decoración comúnmente de hierbas o
campanillas trepadoras (kuzu) iguales a las que presentan los
marcos Namban mexicano-virreinal.

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LOS PORTUGUESES.

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Detalle de biombo namban que representa la llegada de los


portugueses a Japón en el siglo XVI. Detalle de Kurofune,
hojas 1 y 2.
Escuela Kano. Siglo XVII, papier paravent, Japón. Musée des
Arts Asiatiques-Guimes, París.
Foto Arnaudet.
Un tema de enorme importancia recreada en estas obras era
el de los caballos. En virtud de las funciones religiosas y en su
calidad de interlocutores entre los seres humanos y las
deidades niponas, los caballos jugaron un papel de primera
importancia en la decoración de innumerables relicarios
japoneses y no sólo en las tablas de grandes dimensiones. Si
bien esta característica del arte japonés del periodo
Momoyama se ve reflejada en ciertas tablas y biombos
novohispanos, como el de Las Batallas de Alejandro Farnesio,
resulta interesante señalar que la representación de estos
equinos es conocida con el término japonés estilístico
genérico de “ema”.

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LACAS (urushi)

Las lacas del periodo Momoyama, tanto las del mercado local como
las namban, llevaban el sobrenombre de kodaiji, término emanado
del pequeño templo memorial dedicado a Hideyoshi en el Kodaji-ji
de Kioto.
Una gran cantidad de objetos religiosos se realizó con la técnica de
la laca negra, (kodi'ji makie) tradicionalmente japonesa, conocida
como urushi. Sobresalen piezas ornamentales con polvo de oro y
plata (nashiji), con patrones o modelos embutidos en madreperla
(raden) que florecieron en Japón durante el periodo de Momoyama
(1573-1615).
Dentro del arte namban, había dos clases de lacas (urushi), la de
uso típicamente japonés en que figuraban personajes, objetos, y
escenas hasta entonces nunca vistos, y las piezas destinadas a los
europeos. Las obras enviadas a Europa podían ser civiles o
religiosas. Los objetos civiles eran arcas o cofres con tapa de medio
cañón, escritorios y cajas; los religiosos eran trípticos, hostiarios,
atriles para la sagrada escritura y aguamaniles bautismales.
La realización tradicional de la laca -desde su base de madera
hasta el proceso de pulido final- era en extremo difícil, requería de
muchos cuidados y podía llevarse meses o incluso años. Los
diseños de las lacas Momoyama fueron realizados mediante
técnicas de rociar, sobre los dibujos, polvos u hojuelas de diversos

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metales antes de que la laca se endureciera. De esta forma las


partículas de metal se adherían a las líneas del patrón.
Dentro de la variedad técnica existente, una de las más
representativas, elaboradas y, por tanto, apreciadas es el makie.
Consiste en proyectar el diseño artístico esparciendo los polvos de
oro sobre el urushi fresco (adhesivo) después de preparar la
superficie con numerosas capas de urushi negro que ofrecen un
profundo brillo y elegante belleza. Los dorados polvos van
dibujando los diseños planteados sobre el fondo negro. Tras el
tratamiento con el oro, otras capas de urushi transparente se
aplican como acabado final.
La mayoría de los modelos que sirvieron como base a los trabajos
de laca estaban pintados con desenvoltura y casi siempre eran
representaciones de flores y pastos altos. Esta misma técnica
-desde el libre diseño a tinta sobre la madera, el embutido de
madreperla, la aplicación de la laca- la encontramos en la
manufactura de los paneles enconchados mexicanas del siglo XVII
y principios del XVIII, al igual que el espolvoreado de metal y
concha nácar molida; es el caso del enconchado de San Antonio de
la colección Arena.
La utilización elaborada del oro en la pintura demuestra la intensa
preocupación por utilizar el resplandeciente metal, el más puro
símbolo de poder y fortuna, característica definitoria de esos
tiempos en que la nueva clase triunfante japonesa quería demostrar
su poder y opulencia.

De cualquier modo, más allá de la función simbólica ostentosa, el


oro en forma de hojuelas delgadas, con sus cualidades luminosas,
era importante dotar de una grandiosa claridad visual a las pinturas
realizadas en tablas, mediante la yuxtaposición contrastada de
elementos pictóricos. Estas aplicaciones en oro las podemos
percibir en una escritura pictórica lineal dentro de los paneles
enconchados mexicanos, en los biombos en arcos que enmarcan
las escenas y en las nubes namban que caracterizan estas obras
de arte.

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“La característica del urushi reinante en el periodo Momoyama


reflejaba el gusto del “esplendor” -refiere el especialista Yayoi
Kawamura-; y era una época en que la decoración a base del makie
dorado sobre fondo negro invadía todos los objetos: platos, copas,
elementos de tocador, llenando hasta las armaduras, pasando por
las maletas, mesas de juego, muebles. Incluso los gobernantes que
tras terminar las guerras comenzaron a construir templos,
decoraron su interior con el makie, grandes superficies como
techos, vigas, marcos de puertas, etc. Fueron cubiertas con
generosas decoraciones doradas”.
La producción del urushi del arte namban tuvo un lapso muy breve
de esplendor que se reduce aproximadamente a medio siglo. De
1570 a 1590 fueron los años de su florecimiento. En 1575, los
jesuitas construyeron un templo cristiano llamado Namban-ji en
Kioto -templo de los bárbaros del sur- que marcó la expansión del
cristianismo en Japón y permitió a los portugueses entrar en
contacto con las lacas para ellos desconocidas hasta entonces
-hecho que favoreció la creación de numerosos objetos bajo esta
técnica que debían ser enviados a Europa.
El centro de la producción artística del periodo fue Kioto, capital en
donde se desarrollaban y florecían las mejores artes de la época y
que contaba con grandes talleres, bien organizados, capaces de
responder a las demandas de los europeos.
Según refiere el especialista Yayoi Kawamura, “todos los objetos de
urushi del arte namban hechos para los europeos tienen
características que los diferencian del urushi japonés de la época.

El tratamiento del horror vacuí de la superficie sin dejar ningún


espacio fondo libre, contrario a la estética japonesa tradicional; la
aparición de incrustaciones de nácar apenas utilizadas en el urushi
japonés, que incrementaron la decoratividad de los objetos junto
con la decoración a base de “makie” plano, el trabajo del urushi más
bien rápido, justo para lograr una riqueza visual llamativa sin
preocuparse por la perfección en los detalles de los objetos. Estas
características son resultados, por una parte, de las exigencias de
los gustos de los demandantes y, por otra parte, de las

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comodidades de los artesanos ante los clientes no muy exigentes


en cuanto a la labor minuciosa”.
Un tema de enorme importancia recreada en estas obras era el de
los caballos. En virtud de las funciones religiosas y en su calidad de
interlocutores entre los seres humanos y las deidades niponas, los
caballos jugaron un papel de primera importancia en la decoración
de innumerables relicarios japoneses y no sólo en las tablas de
grandes dimensiones. Si bien esta característica del arte japonés
del periodo Momoyama se ve reflejado en ciertas tablas y biombos
novohispanos como el de Las batallas de Alejandro Farnesio,
resulta interesante que la representación de estos equinos se
conozca con el término japonés estilístico genérico de ema.
Si se analiza la forma en que están constituidos los biombos de Las
batallas de Alejandro Farnesio y las tablas es posible apreciar que
no sólo los japoneses llegaron a México, sino también malayos y
gran cantidad de chinos. Respecto a los chinos, la relación con
México era ya muy antigua, pues para ese momento existía ya una
segunda generación de asiáticos en Nueva España; lo demuestra el
acta de matrimonio de nuestro personaje radicado en Guadalajara,
Jalisco.
De vuelta a Las batallas de Alejandro Farnesio y a las tablas de
enconchados en nácar con vistas de la Ciudad de México, es
posible observar que la orilla de ambos está hecha en laca negra
con un sinnúmero de motivos florales y de animales, de
procedencia japonesa, y otros como pueden ser las uvas, traídas a
la Nueva España y a Filipinas por los peninsulares están
expresados de una manera sincrética, de origen mediterráneo.
Cuando una de las piezas de concha nácar se ha desprendido de
alguna de las tablas se ha encontrado que el dibujo base, anterior a
la aplicación de la concha, está realizado con tinta china y con un
pincel que recuerda los de origen asiático.

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En un diario de viaje del siglo XVII, el padre fray Francisco de


Ajofrín dejó una descripción de la Aduana Real de Pátzcuaro donde
encontró lacas. “Tiene suficiente ramo de comercio en cobres,
azúcar y otros frutos peculiares del país, como también en las
mercancías y géneros que vienen de la Europa. Aquí fabricaban los
indios aquellas pinturas famosas de pluma, sin entrar otro color ni
barniz, valiéndose de la abundancia de aves que crían de gran
primor y lustre. Ya han olvidado este ejercicio, pero no el de pintar
bateas maqueadas o acharoladas. Hoy florece un célebre pintor,
indio noble, llamado don José Manuel de la Cerda, que ha
perfeccionado mucha esta facultad, de suerte que excede en primor
y lustre a los maques de la China. Vi una docena de bateas grandes
de fresno que estaba pintando para la excelentísima señora
Marquesa de Cruillas, Virreina de Méjico, dignas de la persona de
tan elevado carácter”.
Las lacas clásicas en el arte japonés tendían comúnmente a no
utilizar la madreperla. En contraste, las lacas namban hacen gran
uso de ella dentro de la técnica llamada raden en Japón, utilizando
modelos simétricos y arabescos trenzados, muy ceñidos entre sí,
que recrean vides o plantas trepadoras, flores, diversos árboles y
aves, así como patrones puramente geométricos, todo lo cual
puede dar una impronta que remita al arte islámico.
Podemos también aseverar que la influencia coreana en las lacas
japonesas y por tanto en las novohispanas es altamente impactante
y notoria, ya que el trabajo de madreperla sobre carey -muy popular
en toda nuestra América- aparece en piezas de las provincias
jesuitas de Chiquitos, en la actual Bolivia, y en todos los virreinatos
de América, particularmente en el de la Nueva España.

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En el biombo (byō-bu) namban de la vista del Palacio Virreinal de


México con escudo del virrey de Cadereyta (1635-1641), el primero
datado mexicano, encontramos huellas de armazón cuadriculado, lo
mismo que las nubes doradas usadas profusamente en la escuela
Kano.

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LA BATALLA DE AUMALA. Col. RRL.

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Esta publicación, cortesía de la investigación de doña


Conchita Romero de España, nos aporta una vez más un lazo
de unión entre la escuela Kano y la namban, que ahora
denominamos Namban Mexicana Novohispana. La academia
creada por Niccolò S.J. en el Japón, no solo aportó los ya
mencionados grandes pintores, sino también se preocupó por
traer una imprenta e imprimir tanto en latín como en japonés,
obras importantes de la literatura clásica griega y de la
occidental de los pensadores del momento, como diccionarios
de estas y otras lenguas.
Así, la producción artística seguía los patrones tradicionales
impuestos por el Concilio de Trento a la evangelización
católica en todo el mundo, la cual debería de seguir un
estricto lenguaje óptico para que las escenas bíblicas siempre
fueran representadas en la misma composición por todas las
zonas misioneras del mundo. Así, esta idea muy japonesa de
copiar estrictamente lo deseado, se transporta a México con
los pintores emigrados del Japón y crean la escuela Namban
Mexicana Novohispana donde los paneles de Las batallas de
Alejandro Farnesio son copiadas exactamente a los grabados
occidentales nada más cambiándoles el formato para poderle
dar cuerpo al byo-bu.

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BATALLAS DE ALEJANDRO FARNESIO

Biombo namban-mexicano virreinal.


Madera, laca, óleo y pigmentos. Decorado en oro y embutido
de concha nácar.
Juan y Miguel González, México, 1690.
Col. RRL Antigüedades Internacional.
Provenance duques del infantado, Chamartín de la Rosa,
Madrid. España.

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VISTA DE LA PLAZA MAYOR DE LA CIUDAD DE MÉXICO


Con escudo de don Lope Díez de Aux y Armendáriz, primer
marqués de Cadereyta y décimo sexto virrey de la Nueva
España.
Biombo namban mexicano. 2.30 X 3 metros.
Óleo sobre tela y oro, 1635-1640.
Col. RRL. Antigüedades Internacional.
En lo que concierne al influjo artístico recíproco entre los
europeos y los japoneses es posible señalar que el estilo
pictórico tendió a ser caligráfico con fuertes bosquejos,
incluyendo la característica bidimensional del modelado.
Estos pintores desarrollaron una cantidad limitada de
sombreados y una sofisticada técnica para representar la
profundidad espacial utilizando una perspectiva isométrica.
Todo ello se refleja claramente en el denominado “Biombo
con la salida del Virrey de Cadereyta” (1635-1640) ,
específicamente en las hojas que reflejan la perspectiva del
Palacio Virreinal.

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BIOMBO CON EL ESCUDO DEL VIRREY DE CADEREYTA


(1635-1641)
El primer biombo datado mexicano. Encontramos huellas de
un armazón cuadriculado, lo mismo que las nubes doradas
que se usaron profusamente en la escuela Kano.

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DETALLE DE ENCONCHADO NAMBAN


Namban mexicano-virreinal. Laca Urushi, madera, oro,
concha nácar y óleo.

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ALTAR DE VIAJE CON IMAGEN DE LA VIRGEN Y EL NIÑO


Namban, Japón. Laca Urushi, madera, oro, concha nácar y
pigmentos.
Escuela de Giovanni Niccolò ca, 1600.
Peabody Essex Museum, Salem. Mass. Foto Jeffrey Dykes.
Giovanni Niccolò (1562-1626), misionero jesuita oriundo de
Nápoles, fundó la Academia de pintura y grabado en el puerto
de Nagasaki donde se enseñaba a los estudiantes a pintar y
grabar al estilo occidental, principalmente arte sacro para las
comunidades conversas al catolicismo en Japón y para
satisfacer una creciente moda en Europa por estas exóticas
obras artísticas.

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SALVATOR MUNDI
23 X 17 cm.
Óleo sobre lámina de cobre. Namban, Japón. Escuela de
Giovanni Niccolò. Universidad de Tokio, Biblioteca A100:
1649.
Firmado por Sacam Iacobus, quien puede ser el afamado
pintor Jacobo Niwa. Es esta la única pintura cristiana fechada
y firmada que existe. La escuela de pintura de Niccolò poseía
los grabados de Jesús como Salvator Mundi de Martín de
Vos y Theodor Galle, imagen que sabemos fue muy apreciada
por Niccolò. Jacobo Niwa -uno de los alumnos favoritos de
Niccolò- fue enviado a China, posteriormente donde adquirió
fama como pintor. Su cara tiene trazos del estilo de arte
japonés, a pesar de las orillas de un brillante oro en las
vestiduras de Cristo, mismas que son usadas en algunos de
los retratos de los samuráis, y para resaltar el brillo de sus
armaduras.

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EL ARTE NAMBAN EN EL MÉXICO VIRREINAL RODRIGO RIVERO
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ESCENA OCCIDENTAL. VIEJO LEYENDOLE A UN JOVEN


Color sobre papel 126 X 48.7 cm.
Escuela Kano Namban Bunka-Kan, Osaka Museum, Japón.
El asombro provocado por los libros y grabados occidentales,
dieron como fruto la creación de centros importantes de
enseñanza para los japoneses conversos interesados en las
imágenes europeas, que tomaron esos elementos y los
mezclaron con las escuelas tradicionales japonesas de
pintura. Esto resultó en una muy sublime adaptación a las
costumbres locales, como en el biombo de la colección del
Namban Bunka-Kan, de Osaka, donde encontramos a un par
de personajes vestidos a la usanza europea y uno de ellos
incluso lleva gola al cuello, comentando ambos un libro, con
una escena al fondo de una montaña que nos recuerda al
Japón.
Este tema de un viejo solitario monje, fue uno de los favoritos
en su tiempo, lo mismo que músicos en la misma pasiva
actitud tocan en la melodiosa calma, como la muy conocida
en forma de Kakemono atribuida a Nobukata en el 1590 en la
Yamato Bunka Kan en Nara.

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GIOVANNI NICCOLÒ S.J. Y LA ACADEMIA DE ARTE


JESUITA JAPONÉS DE SAN LUCAS

En su afán evangelizador, la Compañía de Jesús se valió de todos


los medios a su alcance para cumplir su misión. Aprovecharon las
artes, la arquitectura y la pintura para mostrar a los pueblos
asiáticos los temas esenciales de la religión católica. Incluso, en
1575 la Compañía intentó enviar a Japón a Giuseppe Valeriano
S.J., pintor y arquitecto jesuita, considerado el más refinado de la
época, quien deseaba dejar fundada la “Iglesia perfecta” con su
Manual de arquitectura jesuítica. Sin embargo, sus obras y los
trabajos que debía desarrollar en España e Italia impidieron que
viajara más allá de Lisboa. Y aunque nunca llegó a Japón su obra
fue conocida en esta región.
El interior de Valignano por la educación, cultura y arte oriental se
materializó en la fundación, en 1583, de una academia de arte
llevada desde Europa, concebida como escuela o seminario de
pintores -la más grande de Asia- conocida erróneamente por los
estudiantes como la Academia de San Lucas. Valignano entregó la
dirección del recinto al hermano Giovanni Niccolò S.J. (1563-1626),
artista profesional.
Niccolò era napolitano de Nola, ingresó a la Compañía de Jesús en
1577 y trabajó en Nápoles y Roma antes de comenzar sus viajes
por Asia en 1581. Hombre de gran probidad y elegancia, poseía un
enorme talento para las matemáticas, la relojería, la pintura y el
grabado -que enseñaba con facilidad a los jóvenes-. Su capacidad
para el trabajo pesado era manifiesta y fue considerado visionario e
innovador, al igual que su contemporáneo Bernardo Bitti en Perú.

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EL ARTE NAMBAN EN EL MÉXICO VIRREINAL RODRIGO RIVERO
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El taller del padre Niccolò era el único sitio en donde los aspirantes
a artistas tenían acceso a material pictórico occidental. Las pinturas,
los impresos, los mapas y los libros ilustrados eran la fuente básica
para la pintura ilusionista al estilo europeo. Se importaron varios
miles de grabados del viejo continente que tenían gran demanda
entre los nuevos católicos japoneses. Su taller estuvo localizado
inicialmente en una parte del seminario de Arima, luego fue llevado
a Nagasaki, en 1602, y Amakusa. Después de la primera expulsión
cristiana se estableció en Makao, hasta 1614.
“El P. Niccolò enseñó a sus alumnos japoneses los métodos de
pintura occidental -refiere Fernando García Gutiérrez-. Giovanni
Niccolò pintó algunos cuadros del Salvador mientras enseñaba en
Nagasaki y Arima. Más tarde también al ser trasladado este
seminario de la Compañía de un sitio a otro de Japón debido a la
mayor o menor libertad religiosa. Se sabe que este centro estuvo en
Nagasaki, Hirado, Arima, Hachirao, Shik; entre otros sitios”.
Además de la enseñanza de las técnicas de la pintura europea,
Niccolò también dedicó su tiempo a la creación de instrumentos
musicales, órganos de bambú y relojes. Al shogun Tokugawa
Ieyasu le obsequió uno que además de indicar la hora, señalaba los
días del mes y el movimiento del sol y la luna. Sin embargo, ni su
escuela, ni sus presentes, ni el impacto del arte de Niccolò entre los
japoneses fue suficiente para eludir la persecución religiosa. En
1614, Niccolò y sus estudiantes fueron deportados a Macao de
acuerdo con un decreto de Tokugawa que prohibió el cristianismo
en Japón.
La escuela creada por Niccolò dio lugar a obras de arte que
permitieron aventurarnos en recreaciones europeas realizadas por
la mano y el ojo de los japoneses, añadiéndoles elementos
autóctonos decorativos, vestidos o báculos, y casi siempre
imprimiéndoles un sabor festivo. Una de las obras más impactantes
de este género es la que representa a San Miguel matando al
dragón. Se trata de un óleo sobre tabla que se encuentra en el
seminario de São José en Macao.

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EL ARTE NAMBAN EN EL MÉXICO VIRREINAL RODRIGO RIVERO
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Esta obra maestra fue pintada probablemente en 1614 para la


nueva iglesia de la Universidad Jesuita por un japonés miembro del
Seminario de Pintores. Como se conoce al grupo que integraba este
Seminario, se puede aventurar que el autor de esta obra única se
encuentra entre los siguientes: Luis Shizuoka, Mancio João, nacido
en 1571, Leonardo Kimura; Mancio Taichiku; Watano Mancio,
nacido en 1573; Pedro João (1566-1620), todo ellos sobresalientes
discípulos o dojoku de la Escuela de Niccolò.
Antes de 1591, se sabe que muchas de las tablas namban
(conocidas como las tablas de los bárbaros del sur), fueron alumnos
entregadas como parte de la dote de uno de los principales
guardaespaldas de Hideyoshi. Otras se encontraban decorando las
casas de los daimyos y samuráis. Por lo que se sabe, su verdadera
autoría corresponde al artista japonés cristiano Nobukata (activo de
1591-1608) y a Yamada Emonsaku.
Seguramente ambos fueron alumnos de los que se llamó Seminario
de Pintores, sin embargo, varias de las características de las tablas
continúan siendo motivo de debate para determinar su verdadera
autoría. Emonsaku, trabajó a las órdenes de Matsukara Shigemasa
en el castillo daimyō cristiano de Shimbara, en donde percibía un
salario por decorar el recinto con biombos al estilo europeo
namban-jin.
La constante persecución religiosa dentro del territorio japonés
provocó la sangrienta rebelión de la isla Shimbara -del cual
Emonsaku fue testigo participante-. Entre 1637 y 1638, treinta y
siete mil hombres, mujeres y niños, encabezados por Masuda
Tokisiada, a quien consideraban “mensajero del cielo para

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EL ARTE NAMBAN EN EL MÉXICO VIRREINAL RODRIGO RIVERO
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establecer en esta tierra el orden cristiano”, encabezó un


levantamiento que en los primeros días logró derrotar a una fuerza
de cien mil hombres enviada por el shogun.

Una vez repuesto de la derrota, Matsudaira Nobutsuna, emisario del


shogun, se encargó de preparar el sitio del castillo de Shimabara
ocupado por los rebeldes. Para ello solicitó ayuda de los
holandeses que pusieron a su disposición el buque De Rijp. La
embarcación partió de Jirado y se encargó de bombardear la
fortaleza desde el mar. Después de varios días de asedio, el 11 de
abril de 1638 la fortaleza fue tomada. Todos los prisioneros, que se
dice que llegaban a 37 mil personas, incluyendo mujeres y niños,
fueron ejecutados. La victoria del shogun significó la erradicación
casi completa del cristianismo en la región.
Tras la caída del castillo en 1638, Emonasaku -uno de los pocos
cristianos que sobrevivieron- fue retenido por las fuerzas del
shogun, debido a su destreza para pintar y durante algún tiempo
trabajó para él. Posteriormente viajó con los franciscanos a Manila y
ahí se embarcó hacia América. Emonasaku es sin duda uno de los
artistas que a la postre emigrarían a la Nueva España, y uno de los
creadores de la escuela namban mexicana-virreinal. En México la
creación de este tipo de obras iniciaría una década después, es
decir, alrededor de 1670.
Indudablemente, el Seminario de Pintores de Niccolò influyó en la
corriente pictórica japonesa de las décadas siguientes. Muy pocas
de sus obras fueron firmadas. “Qué habría sucedido -se pregunta
Alexander Gauvin Bailey, el estudioso de Oxford sobre el tema- si a
los jesuitas se les hubiera permitido permanecer, después de 1615,
en Japón y la tercera y cuarta generación de artistas nipones
hubieran continuado representando imágenes cristianas? La
respuesta a esta interrogante probablemente subyace en la
creación de pinturas fascinantes mantenidas ocultas por los
cristianos japoneses llamados kakure kirishitan en sus casas
ubicadas en las islas occidentales de Nagasaki y en muchas otras
partes de Japón que han salido a la luz pública en los últimos
tiempos como prueba de la solidez de la cristianización”.

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EL ARTE NAMBAN EN EL MÉXICO VIRREINAL RODRIGO RIVERO
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Definitivamente, si los jesuitas se hubieran quedado, el arte japonés


se hubiera transformado.

Como parte de la persecución religiosa iniciada en 1587 con la


expulsión de los jesuitas -cuya aplicación a gran escala se realizó
hasta 1614-, fue en el taller de fundición de la academia de Niccolò
donde se realizaron las placas -al estilo flamenco y con base en los
mismos grabados de santos y vírgenes que habían servido para la
cristianización- que serían utilizadas posteriormente en la
ceremonia de apostasía, consistente en pisotear las imágenes
religiosas para manifestar el rechazo a la religión católica y salvarse
de ser ejecutado por profesar un culto prohibido.
La continua y terrible persecución religiosa obligó a varios
hermanos jesuitas y a miles de conversos a viaja a Manila entre
1614 y 1624. En ese éxodo se incluyen algunos artistas, entre los
cuales suponemos se encontraba el hermano Thaddeus, pintor que
también debió haber viajado a México -junto con Kano Domi y
Emonsaku, aunque en distintos momentos- llevando consigo la
influencia namban a la Nueva España para influir en su arte y
cultura.
Se creó así el estilo namban-jin en el periodo del México virreinal, el
cual ha dejado valiosísimas piezas que, diseminadas por el mundo,
dan fe de la simbiosis cultural que matizó la producción artística de
México.

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EL ARTE NAMBAN EN EL MÉXICO VIRREINAL RODRIGO RIVERO
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EL ARTE NAMBAN EN EL MÉXICO VIRREINAL RODRIGO RIVERO
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EUROPEO (KOMOJIN ZU)


Papel con color, S. XVIII. Matsui Genchu, Museo Municipal de
Kobe.
El talle del padre Niccolò era el único sitio en donde los
aspirantes a artistas tenían acceso a material pictórico
occidental. Las pinturas, los impresos, los mapas y los libros
ilustrados eran la fuente básica para la pintura ilusionista al
estilo europeo. Se importaron varios miles de grabados del
viejo continente que tenían gran demanda entre los nuevos
católicos japoneses. Su taller estuvo localizado inicialmente
en una parte del seminario en Arima, luego fue llevado a
Nagasaki en 1602. Después de la primera expulsión cristiana
se estableció en Macao en 1614. En el rostro de ambas obras
obras la nariz es prácticamente igual.

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EL ARTE NAMBAN EN EL MÉXICO VIRREINAL RODRIGO RIVERO
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CRISTO CRUCIFICADO, marfil namban, Japón. Siglo XVII.


Col. RLL, Antigüedades México.

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LA TERCERA CAIDA
Óleo sobre madera 180 X 116 cm .
Col. RRL. Antigüedades México.
Este tipo de pintura que siempre se ha catalogado en España
como de procedencia española ha aparecido en diversos
lugares en Japón en forma esporádica. La más conocida es
un óleo de San Pedro, el cual se conservó dentro de un
templo budista de Funabashi en la prefectura de Chiba en
Japón, donde se le adoraba como un santo budista, y que hoy
se encuentra en el Museo Namban Bunka-Kan de Osaka.
En el Museo Nacional de Tokio existen tres ejemplos más de
San Lorenzo, San Esteban y San Vicente de gran influencia
manierista. Esta pieza me la proporcionó mi gran amigo y
anticuario Lawrence Pereira, quien antes de morir aceptó
vendérmela, ya que provenía de la iglesia de Fort Aguada en
Goa. En esta iglesia, en una placa grande de mármol,
aparece la inscripción en español que nombra que dicha
iglesia fue patrocinada con los fondos de un marqués cuyo
título también está relacionado con el virreinato mexicano y
cuya conexión entre Manila, México-Japón, Goa, es
entendible.

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EL ARTE NAMBAN EN EL MÉXICO VIRREINAL RODRIGO RIVERO
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ATRIL NAMBAN
Técnica maki-e… madreperla (raden) y oro. Japón, periodo
Momoyama. Instituto Portugués de Museos. División de
Documentación Fotográfica. Ifn. 04657. Inv. 37Div.
Foto: José Pessoa.
Podemos apreciar tanto en el atril namban japonés como en
el de barniza de Pasto colombiano que los dos tienen el
mismo color de base negra que podríamos denominar
comúnmente maqui-e de la laca urishi. La construcción que
parte de una sola pieza de donde se dividen las articulaciones
por cortes en la madera.

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EL ARTE NAMBAN EN EL MÉXICO VIRREINAL RODRIGO RIVERO
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En el atril namban las orillas son rectas con esquineras en


bronce repujado mientras que en el atril de barniz de Pasto
son onduladas. La aplicación de concha nácar sobre el atril
namban se simula en el de Pasto con los brillos dorados y
plateados, siendo tan símil la construcción, manufactura y
diseño de ambos que es innegable que fueron hechos por un
mismo artesano.
ATRIL DE BARNÍZ DE PASTO
Colombia, S. XVII, madera, laca, papel de oro, plata y barniz
de Pasto. 25.5 X 23.8 X 25 cm.
Col. RRL

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EL ARTE NAMBAN EN EL MÉXICO VIRREINAL RODRIGO RIVERO
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ARQUETA O COFRE
Laca (urushi) policromada, Michoacán, México. S. XVIII.
Taller de los De la Serna.
Cortesía de Benjamín Barush Steinitz, París.
En esta arqueta, ya profusamente ilustrada y comentada,
encontramos que al levantar las tapas secretas laterales se
abre unos cajones ocultos en laca de maqui-e negro con
aplicaciones y diseños netamente japoneses.
Esta es, sin duda, otra muestra real de la presencia de
artistas namban originarios de la escuela Kano del Japón en
tierras mexicanas.

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ESCRITORIO ARQUILLA
Perteneció a don Cristóbal Bernardo de Quiroz, quien fuera
secretario del rey Carlos II de España y ganó el título de
marqués de Monreal en 1683.
Esta pieza seguramente fue un regalo de su hermano Gabriel
Bernardo de Quiroz, obispo de Popayán ( Colombia ).
Una gran influencia namban se puede apreciar tanto en los
cordones que decoran los cantos de la caja como en la
construcción y en varios diseños más .

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LA INFLUENCIA DEL ARTE JAPONÉS EN AMÉRICA

A partir de la comprobada llegada a la Nueva España, vía Manila,


de varios de los artífices de la escuela Kano proveniente del Japón,
de los artistas formados en la academia de Niccolò, y de todo ese
enorme acervo de creadores espontáneos expertos en las artes
combinadas de las escuelas tradicionales japonesas y europeas, se
puede afirmar que tuvieron una amplia influencia y magníficos
resultados en los llamados enconchados o tablas embutidas en
nácar, como las lacas, realizadas en la Nueva España.
Por su obra se puede asegurar que varios de ellos no sólo llegaron
al puerto de Acapulco o fueron bajados en algún punto de las
costas mexicanas, sino también estuvieron presentes en alguna de
las afamadas ferias comerciales que se realizan en dicha ciudad,
puerto a donde llegaban naves de todos los confines de los
virreinatos del centro y del sur de América para recolectar y adquirir
las necesarias especias, los tesoros exóticos y además extrañas
mercancías traídas de Asia.
Sin lugar a dudas, diversas embarcaciones de otros virreinatos
fueron el vehículo por el cual algunos japoneses que no
permanecieron en México, siguieron rumbo al sur de América,
particularmente a Colombia, acompañando a marinos, soldados u
otros artistas.
Esta inmigración queda patente en el tamaño, en la forma de
construcción tanto en las proporciones como ensambles, y en el
colorido de las famosas piezas realizadas en la provincia de Pasto
en la actual Colombia.
La manufactura de estas piezas se logra con la resina lechada del
árbol, que después de ser mascada se aplica como una pequeña y
ligera capa, que después de ser mascada se aplica como una
pequeña y ligera capa, que llamamos de barniz de Pasto.

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EL ARTE NAMBAN EN EL MÉXICO VIRREINAL RODRIGO RIVERO
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Las capas vargueño tienen la mismísima proporción y tamaño de


las arquetas namban: la forma de la tapa posterior, la cual se abate
entre dos ligeras salientes laterales y deja paso a las pequeñas
patas que tiene formando un vacío en la parte inferior. Las arquetas
de tapa en forma de cañón presentan muy peculiarmente dos
formas muy similares, pero con una pequeña diferencia, ya que, al
estar cavadas de una sola pieza para darles el vacío interior, las
namban japonesas tienen las tapas laterales pegadas en una sola
pieza al lateral del cuerpo que constituye la base de la caja. En
cambio, las del barniz de Pasto colombianas presentan la misma
peculiaridad de tener abovedadas la tapa, pero los laterales están
cortados del cuerpo, pero los laterales están cortados del cuerpo,
de los laterales de la base de la arqueta, y pegados a la tapa; al
abrirse tienen un forro lateral interior que sobresale de dentro de la
caja dando la impronta de ser una arqueta namban.
Los atriles o portalibros namban tienen lo mismo que los de barniz
de Pasto, la típica construcción que conocemos de origen islámico
de una pieza que se dobla para quedar plana al igual que los atriles
de origen indo portugués. Aquí podemos suponer que también
hubo inmigrantes, ya fuera portugueses educados en la India, o
indo portugueses educados en la India, indo portugueses de alguno
de los múltiples fuertes de las costas malabares o del occidente de
la India en Gujerat, de donde proviene la famosísima princesa
Esmirna, quien se bautizara con el nombre de Catalina de San
Juan y que en la ciudad de Puebla de los Ángeles, en el virreinato
novohispano mexicano creara la indumentaria nacional mexicana
de la china poblana.

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EL ARTE NAMBAN EN EL MÉXICO VIRREINAL RODRIGO RIVERO
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También cabe la posibilidad de que fuera un artista japonés que


hubiera estado en India, y que al ver la gran ventaja del ensamble
de estos atriles lo haya traspasado a estas lejanas tierras del
virreinato.

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ARQUETA
Verde, café y amarillo. Barniz de Pasto, Colombia. Col. RRL.
Finales de siglo XVII. Se pueden ver los diseños de influencia
namban en las orillas y la esquina.

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Remanencia de oro, antiguamente dorado.


Diseños mon de los shogunes. Col. RRL.

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UN DIFÍCIL ACERCAMIENTO

MÉXICO- NUEVA ESPAÑA Y JAPÓN:


UN DIFÍCIL ACERCAMIENTO

JAPONESES EN MANILA

Las relaciones entre México y Japón se desarrollaron de un modo


sui generis. Constituyen un capítulo aparte en el contexto de la
historia novohispana, no exento de hechos épicos y dramáticos
dignos de mención que durante siglos marcaron diferencias entre
los habitantes de ambas naciones, pero también acentuaron
semejanzas en el arte y la cultura, el comercio, la tecnología, la
religión, las costumbres y el diario acontecer.
Los primeros tratos comerciales entre novohispanos y japoneses se
desarrollaron propiamente en la última década del siglo XVI, sin
embargo, desde tiempo atrás, juncos procedentes de Japón
llegaban a las islas del archipiélago filipino para vender sus
mercancías y adquirir diversos productos.
Desde luego, la presencia novohispana en la región despertó la
curiosidad de los japoneses y fue un motor fundamental para las
relaciones comerciales. La mejor prueba de ello fue el
establecimiento de una comunidad japonesa en Luzón y otra en
Manila donde lograron desarrollar un barrio similar al que tenían los
chinos. La ciudad filipina contó así con dos plazas para el comercio,
el Parían de los sangleyes donde se encontraban los chinos, y el
Parián de los japoneses, al norte de la ciudad. Como el comercio

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EL ARTE NAMBAN EN EL MÉXICO VIRREINAL RODRIGO RIVERO
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con Japón no era abierto, en ocasiones las transacciones en


pequeña escala estaban determinadas por el contrabando.
A finales del siglo XVI había cerca de 1,500 japoneses residiendo
en Manila, los cuales en su mayoría se dedicaban al comercio
dentro del llamado Parián de los japoneses que hacía la
competencia al de los chinos. El número se incrementó cuando los
shogunes del imperio del Sol iniciaron la persecución religiosa en
contra de los cristianos y Manila se convirtió en un puerto seguro y
permanente para los expulsados de Japón.
Uno de los casos más notables fue el de la hermana Julia Naito, de
origen japonés, quien fundó en Filipinas el primer refugio para
mujeres japonesas cristianas perseguidas, que prestó sus servicios
de 1614 a 1656 y fue conocido como el Beaterío de Miyako.
Durante todo el siglo XVI el acercamiento de América y Europa con
Japón fue determinante por su propia situación política, social y
religiosa.
Si bien hacia 1570 la colonización definitiva de Filipinas a cargo de
la Nueva España estaba en pleno desarrollo y comenzaba el gran
intercambio comercial con China y Asia continental por medio del
Galeón de Manila, el acercamiento con Japón tardó algunas
décadas más debido a la presencia y monopolio de los portugueses
desde 1543, a la garantía otorgada por el Sumo Pontífice para que
solo la Compañía de Jesús se encargara de la evangelización en
los dominios japoneses, y a su situación interna.
El proceso de unificación japonés despertó también el interés de su
gobernante por extender su territorio hacia los archipiélagos
cercanos e incluso hasta Asia continental. En 1580, una
considerable fuerza japonesa -con 27 barcos- al mando del pirata
nipón llamado Taizufu desembarcó al norte de Luzón, se apoderó
de Cagayán, construyó una fortaleza y estableció tratados
comerciales con los señores locales. La respuesta hispánica no se
hizo esperar.
“Se tuvo nueva de que por las costas de Cagayán -escribió el
historiador Juan Gil- andaban muchos navíos de uno de estos
piratas o wako, Taizufú, robando y matando a cuantos topaban, y el
gobernador D. Gonzalo de Ronquillo encomendó al capitán Juan
Pablo de Carrión poner coto a sus correrías”.

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EL ARTE NAMBAN EN EL MÉXICO VIRREINAL RODRIGO RIVERO
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“En el curso de las operaciones se produjo un encuentro con un


bajel enemigo, la escaramuza desembocó en batalla formal y una
galera española bien artillada peleó con una nave japonesa; y fue
cosa muy digna de ver la bravura y fiereza con que los nipones, sin
descorazonarse al quedar desarbolado su barco por un cañonazo
certero, se lanzaron al abordaje de la galera, de que era general el
sobrino del gobernador, Juan Ronquillo, pues por tiempo de una
hora les ganaron el espolón y las arrumbadas a los españoles,
estando a pique a matar a su artillero, Juan de Alcega, que luego
llegó a su vez al rango de general y logró rendir en ocasión ilustre la
almiranta de Olivier van Noort”.
Tras algunos enfrentamientos, los japoneses fueron expulsados de
la isla. A partir de entonces los novohispanos guardaron un
profundo respeto por la fuerza guerrera de sus vecinos y buscaron
fortalecer sus posesiones ante la posibilidad latente de una nueva
invasión.
El tiempo, sin embargo, los convirtió en aliados. Mexicanos y
japoneses participaron unidos en varios acontecimientos políticos y
militares de la región. En 1579, cuando los novohispanos intentaban
establecer relaciones con la Conchinchina, el rey de Cambodia,
Apram Langara, sufrió la invasión de las tropas del rey de Siam
quien tenía inclinaciones por los portugueses.
El capitán general de las Filipinas, Gómez Pérez Dasmariñas
acababa de ser asesinado por sus remeros chinos y su sobrino,
quien tomó temporalmente el mando y envió al capitán Juan Pérez
Gallinato a socorrer al rey de Cambodia.
La tropa mexicana-novohispana estaba compuesta por 17
capitanes, entre peninsulares, criollos y mestizos; 60 naturales que
pudieron haber sido tlaxcaltecas, aliados siempre de los españoles,
criollos y mestizos mexicanos y filipinos, y 60 samuráis japoneses.
Los novohispanos arremetieron contra sus enemigos y la batalla se
extendió por varias horas. Cuando salió el sol “vióse el daño hecho
-refiere fray Gabriel de San Antonio-, los palacios derribados, la

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tierra llena de muertos, las calles corriendo sangre, las mujeres


daban voces: unas por los maridos, otras por los hijos, otras por los
hermanos, y estaba la ciudad que parecía que se quemaba Roma,
acababa Troya o destruía Cartago”.
Los nativos se reorganizaron y “fueron tantos los que se juntaron
que parecían nubes de langostas y cubrían la tierra y otra cosa no
se veía en el aire, sino arcos, flechas y saetas”. Mexicanos y
japoneses combatieron juntos y luego de una feroz resistencia,
muertos y heridos finalmente se alzaron con la victoria sometiendo
a los siameses.
No fue la batalla de Cambodia el único hecho de armas en que
participaron los japoneses como aliados de españoles y mexicanos.
El gobernador de Filipinas, Gómez Pérez Dasmariñas, se apoyó en
ellos para su infortunada campaña en la gran China. Mestizos,
japoneses, castellanos y portugueses se alistaron a las órdenes del
también mestizo Gouvea “para salir por la costa de China”. En la
rebelión de los sangleyes de 1603, los japoneses se pusieron de
parte de los españoles. En el socorro enviado a Maluco, en 1607,
sirvieron como grumetes en las naos San Pedro y San Pablo, los
japoneses León Antonio, Sancho y Pablo.
Si bien para los novohispanos el establecimiento de relaciones
comerciales con Japón era conveniente por los beneficios
económicos que podía traer, de mayor importancia era el aspecto
geográfico y estratégico. Los galeones que partían de Manila
necesitaban navegar hacia el norte, muy cerca de la costa japonesa
hasta encontrar la corriente negra (kurio-shio) que conducía hasta
América. De ahí que necesitaran la asistencia de puertos japoneses
a lo largo de una ruta, sobre todo antes de adentrarse en unan
travesía que duraba seis meses. Por ello, los puertos japoneses
eran los únicos que podían servir a los intereses españoles.

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FELIPE DE JESÚS
Talla en madera dorada y policromada, 135 cm de altura, s.
XVI.
Catedral Metropolitana, México.
Foto: Martha López .

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Grabado de Juan Ravenet, siglo XVIII. Museo Naval, Madrid


2973.

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COPIA DE UNA CARTA venida de Sevilla a Miguel Salvador


de Valencia en la que narra el venturoso descubrimiento que
los mexicanos han hecho navegando con la armada que su
Majestad mandó hacer en México. En Viaje y Tornaviaje a
Filipinas 1564, México, 1975, ed. Andrés Henestrosa.

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EL REY FELIPE II
Alonso Sánchez Coello, Benifayó, Valencia, ca. 1530-Madrid,
ca. 1590 (atribución).
Óleo sobre tela 113 X 91.5 cm.
Conaculta-INBA, Museo Nacional de San Carlos, Instituto
Nacional de Bellas Artes, México.
El rey Felipe II ocupó el trono español, y bajo su reinado, en
1580 unificó bajo su poder la corona portuguesa. Impulsó
nuevos viajes y exploraciones que partieron desde la Nueva
España e intentó establecer relaciones comerciales con
Japón.

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TOYOTOMI HIDEYOSHI
Jonno-Ji, Kioto.
Madera policromada, 53 cm de altura, Siglo XVII.

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LA AMBICIÓN DE JAPÓN

Al comenzar la década de 1590, Hideyoshi se encontraba próximo a


lograr la unificación definitiva de Japón; dirigía la campaña de
Odawa para someter a la región del este. Durante el largo proceso,
iniciado con Nobunaga, se fue creando una conciencia de unidad en
torno a los valores y tradiciones japonesas donde no cabía el
elemento extranjero, particularmente en el ámbito religioso. De ahí
que tres años antes, la noche del 24 al 25 de julio de 1587,
Hideyoshi decretara el primer edicto de expulsión de los jesuitas.
En su obra Confrontación transpacífica, el historiador Lothar Knauth
establece: “el decreto era muy claro: los primeros dos párrafos se
referían a la inaceptabilidad general del cristianismo. El tercero
anunciaba la prioridad de las leyes japonesas y el cuarto
especificaba los delitos de los padres jesuitas y ordenaba la
expulsión en veinte días”. Pero Hideyoshi no cerró la posibilidad del
intercambio comercial; consciente de su importancia, en el decreto
estableció claramente el respeto a los “mercaderes en tanto que no
interfieran con las prédicas budistas (…) y en tanto se limiten a
actividades comerciales”.
Apoyado en su poderoso ejército, y no sin cierta pretensión,
Hideyoshi -que había comenzado otra campaña militar, pero esta
vez sobre Corea- envió una embajada a Manila con una carta para
sus autoridades pidiendo la sumisión de las Filipinas a la soberanía
japonesa. “La carta - señala el historiador Lothar Knauth -
comenzaba con la declaración de la unificación de Japón, el
establecimiento de relaciones tributarias con Corea y su resolución
de conquistar la China de Ming. Mencionaba que primero había
pensado en preparar ejércitos y enviarlos a las Filipinas, pero que
había decidido mejor enviar a alguien para que pudiera explicar el
tributo que debía enviarse”.
Aunque los novohispanos jamás entregarían las Filipinas a los
japoneses, la respuesta del gobernador de Filipinas, Pérez
Dasmariñas, fue cautelosa. Informó al rey de España, Felipe II, que
la conversación de la colonia dependía del establecimiento de
relaciones cordiales con Japón y preparó una embajada

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encabezada por el fraile dominico Juan Cobo, hombre erudito, con


gran conocimiento del idioma chino.
La misión diplomática española partió en julio de 1592. Juan Cobo
llegó a Nagasaki y se encontró con la abierta hostilidad de los
jesuitas que consideraron su presencia como una amenaza a sus
intereses (Valignano había hecho lo posible para que ninguna otra
orden religiosa llegara a Japón a cristianizar). A pesar de todo,
Hideyoshi recibió a Juan Cobo en Nagoya y la entrevista se realizó
en un ambiente de cordialidad. No se llegó a ningún acuerdo, sin
embargo, el gobernador japonés envió de regreso a Manila una
nueva carta -donde insistía en la tributación -y algunos obsequios
para el gobernador, entre los que iba una espada que contenía la
inscripción: “Ahí te envío esta muestra de amor hermano: pasa la
mar para que me reconozcas”.
Durante el viaje de vuelta a Manila la nave donde viajaba Juan
Cobo naufragó y el dominico murió a manos de indígenas de la
costa de Taiwán. En 1593 el gobierno novohispano envió un nuevo
embajador, el franciscano Pedro Bautista que durante algún tiempo
permaneció como rehén en tierras japonesas. Las relaciones entre
Manila y Japón cayeron en un impasse y el gobernador español
decidió esperar a que llegaran instrucciones de la Ciudad de
México.

LA CIUDAD IMPERIAL

En 1569, Gaspar Vilela fue invitada por un vasallo cristiano de


Omura Sumitada, para visitarlo en una villa pesquera localizada en
la costa de Hizen. Después de convertir a sus criados al
cristianismo y de quemar el templo budista, Vilela ordenó la
edificación de una iglesia cristiana bajo la advocación de Todos los
Santos.
A partir de ese momento la presencia jesuita en la región y la
llegada del Gran Barco de Macao, de origen portugués, impulsaron
la fundación de Nagasaki en 1571. En la primavera de ese año, la
tierra ofrecida a los misioneros a petición de Cosme de Torres fue

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dividida en seis partes y distribuida entre los vasallos de Omura y


los cristianos desterrados de otras regiones.

En poco tiempo Nagasaki se convirtió en un puerto comercial de


suma importancia. En 1579 -a tan sólo ocho años de su fundación-
la ciudad contaba con cuatrocientas casas. Varias decenas de
portugueses contrajeron matrimonios con mujeres nativas y
decidieron establecerse ahí.
En 1580, la Compañía de Jesús logró que Nagasaki fuera cedida a
favor de la orden para sus fines evangelizadores. La negociación
fue realizada por Alessandro Valignano quien aceptó reconocer que
la soberanía sobre la propiedad de la tierra quedaba -como un
privilegio- baja lo jurisdicción de Omura. Los portugueses por su
parte se comprometieron a pagar una cantidad anual que sería
utilizada para la manutención de los sacerdotes y la fortificación de
la ciudad. Esta situación cambió en 1586 cuando Nagasaki fue
invadida por las fuerzas de Shimazu Yoshihisa, y a partir de 1587,
el shogun Toyotomi Hideyoshi la convirtió en ciudad imperial.

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“Se embarca el bienaventurado Felipe de Jesús, para volver a


su patria, aparece en el cielo la prodigiosa cruz que anuncia
su martirio, se levanta una tormenta y lo arroja a las costas
del Japón”.
“Vida de San Felipe de Jesús protomártir de Japón y patrón
de su patria México”. Montes de Oca, impresor, 1801. Col.
RRL.

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PINTURA LATERAL DEL ALTAR DE SAN FELIPE DE JESÚS


Traslado de San Felipe de Jesús y otros franciscanos rumbo
al martirio. Catedral Metropolitana, México. Foto: Martha
López.

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“Cortan los verdugos por afrenta, parte de la oreja izquierda al


bienaventurado Felipe de Jesús y sus esclarecidos
compañeros”.

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“Vida de San Felipe de Jesús protomártir de Japón y patrón


de su patria México”. Montes de Oca, impresor, 1801. Col.
RRL.

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MARTIRES DE NAGASAKI
Catedral de Cuernavaca, México, ca. 1598.

LOS MARTIRES DE NAGASAKI

En 1596 dos galeones zarparon de Manila con destino a México. El


San Jerónimo llegó a la bahía de Acapulco sin contratiempos a
principios del año siguiente y regresó a Manila en la primavera. El
San Felipe no corrió con la misma suerte. El mal tiempo lo arrojó a
la isla de Shikoku en donde el daimyō local, Chosokabe Motochika,
ordenó a sus barcos remolcar al San Felipe a la bahía de Urado.
Los japoneses lo hicieron encallar en un banco de arena y con el
pretexto de ponerlo a flote lo descargaron por completo.

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A pesar de las protestas del capitán Matías de Landecho, los


tripulantes fueron encerrados. Con la intención de impresionar al
daimyō, uno de los navegantes novohispanos extendió ante la
mirada atónita del japonés, un mapamundi en el cual estaban
señalados todos los dominios de la Corona Española.

El daimyō Motochika preguntó cómo habían logrado tantas


conquistas, y el soberbio piloto español respondió que “nada era
más fácil, pues primero enviaban misioneros que convertían
religiosamente a los pueblos y cuando era oportuno enviaban
tropas”.
Motochika comunicó a Hideyoshi lo sucedido, recomendó la
confiscación de la carga del galeón español e informó que en la
embarcación venían varios frailes franciscanos. Los portugueses y
jesuitas cercanos a Hideyoshi no perdieron tiempo para la intriga:
acusaron a los españoles de ser piratas y dijeron que el San Felipe
estaba realizando un reconocimiento de los puertos japoneses.
Esta versión y el incidente del mapa crearon un sentimiento
abiertamente hostil en contra de los novohispanos y particularmente
contra los franciscanos.
Hideyoshi ordenó entonces la confiscación de todas las mercancías
del galeón, las cuales fueron transportadas por los japoneses en
ochenta y tres barcos, al tiempo que varios tripulantes del San
Felipe -entre los que iban los franciscanos- marcharon a Osaka
para entrevistarse personalmente con Hideyoshi y solicitar la
devolución del cargamento. El gobernante envió de vuelta a
Filipinas a la tripulación de la nave española, impidió el regreso de
los franciscanos y confiscó la mercancía.
La actitud antiespañola del obispo de Japón, el jesuita portugués
Pedro Martínez, fue determinante en la suerte de los frailes
novohispanos. Cabe recordar que los franciscanos habían
establecido una base permanente en Japón en 1593, contraria a los
deseos de Valignano. Provenientes de la Nueva España, los frailes
construyeron conventos en lugares como Miyako (hoy Kioto) en el
año de 1594, en donde lograban reunir a miles de personas en
espacios abiertos mediante exhortos en voz alta, haciendo sonar
campanas y actuando tal y como lo habían hecho anteriormente en

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ciudades de México y Manila. Era tal el encono que tenían los


jesuitas en contra de los franciscanos en Japón, que el obispo
Martinez prohibió sus actividades misioneras bajo amenazas de
castigo eclesiástico. Incluso llegó a prohibir a los conversos
japoneses que entraran a las iglesias franciscanas.

El 8 de diciembre de 1596, Hideyoshi ordenó la aprehensión de los


“monjes de las Filipinas”. Los primeros en ser detenidos fueron los
franciscanos de Osaka y Kioto. Tres japoneses jesuitas corrieron la
misma suerte. Eran veintiséis monjes detenidos en total.
“Sacaron a los dichos padres y compañeros -refiere una relación de
la época- amarradas las manos, con sogas al pescuezo como a
malhechores, y en unos carros que para esto estaban aparejados,
los subieron, primero al Santo Comisario, como capitán, y luego los
demás; y con grande acompañamiento de gente de armas los
fueron llevando por las calles de la ciudad (Miyako)”.
Los prisioneros llevaban adelante una tabla de ciprés, en que iba
escrita la sentencia dictada por el shogun el 8 de enero de 1597:
“Por cuanto estos hombres de Luzón vinieron a mi reyno con título
de Embajadores y se quedaron en él predicando y enseñando la
Ley de los Cristianos, que yo había prohibido rigurosamente los
años pasados, mando que por el caso referido sean llevados a
Nagasaki, donde sean crucificados con los japoneses que hubieren
convertido, y todos queden en las cruces levantados, de donde
nadie los quitará para escarmiento de otros; y de nuevo prohíbo con
rigor que nadie ose jamás de aquí adelante predicar esta Ley ni ser
su autor, so pena de morir con toda su generación, aunque uno solo
la quebrante”.
Expuestos en carretas, los prisioneros fueron conducidos de Tokio a
Nagasaki a través de las ciudades de Kioto, Osaka y Sakai. A lo
largo de la procesión recibieron insultos, humillaciones y vejaciones
de la gente. En algunas poblaciones las mujeres se compadecieron
de los cristianos y pidieron por sus vidas. Un mes duró el suplicio

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que comenzó el 3 de enero con un escarmiento público: a cada uno


de los mártires se les cortó la oreja izquierda.
Una vez en Nagasaki, “los padres y japoneses (mártires) estaban
rodeados de nosotros -refiere la relación-, atadas las manos con
sogas a las gargantas, y asido cada uno de dos sayones, que
nunca los vi más naturales (…) Comenzaron con mucha presteza a
hacer los hoyos para hincar las cruces, y hacíanlo en el mesmo
lugar que ponían los malhechores.

Acabados de hacer los hoyos, fueron poniendo enfrente cada uno


una cruz, las cuales son de esta hechura y cada una tiene cinco
argollas: una que coge el pescuezo, y dos en los brazos de arriba,
que cogen las muñecas de las manos y otras dos en el tramo de
abajo, que cogen las gargantas de los pies y entre los dos brazos
está una estaca sobre que se sienta el padesciente”.
El 5 de febrero de 1597, en la colina de Nishizaka en Nagasaki, los
26 cristianos fueron martirizados. El primero en morir fue el lego
Felipe de las Casas, mexicano natural de Puebla que con el tiempo
llegaría a los altares con el nombre de San Felipe de Jesús, primer
santo mexicano.
Las argollas que debían sostenerle las piernas estaban mal
colocadas por lo que el cuerpo resbaló y la del cuello comenzó a
ahogarlo. Para terminar con su vida y con la del resto de sus
compañeros de suplicio, varios hombres “comenzaron a lancear,
dando a cada uno dos lanzadas desde el un costado, atravesando
el cuerpo, de modo que entrando la lanza por un lado salía del
hombro derecho, dejando hecha en cada uno una Cruz en lo interior
del pecho”. Felipe de Jesús murió repitiendo el nombre de Jesús
tres veces, pero con la serenidad de los justos.
El resto de los hombres siguió el mismo derrotero del martirio. Sus
cuerpos quedaron durante varios meses colgados en aquella colina
como escarmiento a la desobediencia. Treinta años después el
Papa Urbano VII los beatificó; por entonces, todavía vivía la madre
de Felipe de Jesús y asistió a la celebración a la Ciudad de México.
San Felipe fue canonizado el 8 de junio de 1862 por el Papa Pío IX.

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A partir del momento de la crucifixión, el sitio fue visitado por


propios y extraños; alrededor de su historia se creó un halo de
santidad que ha llevado a cientos de miles de personas a conocer el
lugar del martirio.
Tiempo después de las ejecuciones se erigió en aquel lugar el
santuario de la Colina de los Mártires.

La noticia del martirio y la enorme pérdida financiera por lo sucedido


con el San Felipe causó alarma en Manila. El gobernante de Japón
había mostrado solo una parte de su poderío y la posibilidad de una
invasión seguía presente. El gobernador de Filipinas decidió enviar
a un nuevo emisario, pero esta vez aceptó la tributación. Era
necesario garantizar la paz con Japón.

Luis Navarrete Fajardo fue designado para encabezar la misión.


Sus instrucciones eran claras: mostrar su respeto a Hideyoshi y
tratar de recuperar algo de la mercancía confiscada en 1596. El
embajador novohispano llevó obsequios de oro y plata, espadas,
telas preciosas y como gran atracción, un elefante. La entrevista se
realizó en Nagasaki, y Fajardo fue tratado con amabilidad, sin
embargo, lo más que pudo conseguir fue la promesa de que
cualquier barco que llegara a Japón sería respetado siempre y
cuando no fueran enviados más misioneros.
Quizá en ese momento el acuerdo no representó beneficio alguno
para los novohispanos, pero el tiempo demostró que contar con el
permiso de fondear en las bahías de Japón -donde el Galeón de
Manila podría refugiarse de las tempestades-, sería fundamental
para la salvaguarda del comercio con México.

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En 1598 falleció Hideyoshi. Curiosamente en el mismo año murió el


rey de España Felipe II. Ambos decesos significaron una
transformación importante en la geopolítica de sus naciones. Los
nuevos gobernantes propiciaron relaciones más cordiales y
respetuosas entre Japón y España durante las dos primeras
décadas del siglo XVII.

“Muere el buen Felipe de Jesús, el primero de sus


compañeros crucificado y es atravesado con tres lanzas
logrando por esto la palma de protomártir entre aquellos
mismo protomártires”.
“Vida de San Felipe de Jesús protomártir de Japón y patrón
de su patria México”. Montes de Oca, impresor, 1801. Col.
RRL.

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ALTAR DE LA CAPILLA DE SAN FELIPE DE JESÚS


Catedral Metropolitana, México. Foto: Martha López.

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MÁRTIRES DEL JAPÓN.

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Talavera de la Reina, Triana, Sevilla.


Convento de San Francisco, Lima, Perú. En las pilastras del
patio central del convento de San Francisco en Lima, Perú, se
encuentran las imágenes de los franciscanos martirizados en
Nagasaki en 1597, pintados y manufacturados en el taller de
Hernando Valladares en Triana, Sevilla, entre 1630 y 1638.
Existe también una serie de menor tamaño e importancia en
el local de la tercera orden franciscana, de origen sevillano,
pero de 1801.

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La crucifixión de los franciscanos en 1597 ordenada por el


daimyo Hideyoshi impresionó enormemente a todo el mundo
cristiano, incluso Lope de Vega escribió al respecto y toda la
cristiandad quedo sorprendida por esta cruenta masacre. En
el caso del Perú, la tradición cuenta que esta serie de azulejos
españoles de Talavera de la Reina fueron obsequiados por
Catalina Guanca, hija del cacique de Huanacayo y ahijada del
conquistador Francisco Pizarro.

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RETABLO DE LOS MÁRTIRES JAPONESES.


Capilla del Santísimo Templo de San Francisco en Quito,
Ecuador, Siglo XVII. Foto: Chistoph Hirtz.

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“Celebra regocijada México, la beatificación de su esclarecido


hijo el bienaventurado Felipe de Jesús”.
“Vida de San Felipe de Jesús protomártir de Japón y patrón
de su patria México”. Montes de Oca, impresor, 1801. Col.
RRL.

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DON RODRIGO DE VIVERO

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“El año de 1609, a 30 de septiembre, día del glorioso San Jerónimo,


se perdió la nao San Francisco, en que yo salí de las Filipinas
-escribió don Rodrigo de Vivero y Velasco-, habiendo servido allí a
Su Majestad en el gobierno de ellas; y aunque las tormentas y
naufragios, que hasta este punto se padecieron eran copiosas para
hacer una larga relación, no sé si en sesenta y cinco días que duró
la navegación hasta que llegó esta desdichada hora, se han pasado
en la mar del Norte y del Sur mayores desventuras. El fin de ellas y
principios de otras fue hacerse pedazos la nao en unos arrecifes en
la cabeza del Japón”.
Con esta descripción comienza la relación escrita por Rodrigo de
Vivero sobre Japón, lugar que conoció minuciosamente debido a su
infortunado naufragio acaecido en 1609; no obstante, esta situación
le permitió establecer los cimientos de una relación comercial más
formal entre España, la Nueva España y el imperio japonés.
Apenas un año antes, Rodrigo de Vivero había llegado a Manila con
el nombramiento de gobernador interino de las Filipinas. “Hombre
de amplia cultura, especialmente para su tiempo y de clara visión
política”, don Rodrigo era sobrino del virrey de la Nueva España,
don Luis de Velasco, el joven, y partió de Acapulco en marzo de
1608. Luego de una travesía de tres meses desembarcó en Cavite,
Filipinas, el 13 de junio.
Durante su breve gobierno enfrentó la escasez de recursos para
garantizar la defensa de Filipinas: la falta de tropas y de
armamento.
Para su fortuna, en abril de 1609 llegó don Juan de Silva con el
nombramiento de gobernador definitivo, y don Rodrigo se ocupó de
preparar el viaje de regreso. Para ello dispuso de tres galeones, el
San Francisco, el Santiago y el Santa Anna. Las tres naves
partieron del puerto de Cavite el 25 de julio de 1609, pero los
vientos las llevaron hacia las costas japonesas.

El San Francisco naufragó el 30 de septiembre en la costa de


Kanto. De los cuatrocientos tripulantes sobrevivieron trescientos,

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incluido Rodrigo de Vivero. Su relato no podía ser más dramático:


“todos los que escapamos estuvimos colgados de las jarcias y
cuerdas, porque la nao se fue partiendo en pedazos, y el más
animoso esperaba por credos su fin, como se le iba llegando a
cincuenta personas que se ahogaron sacadas de los golpes y olas
de la mar; de entre los demás que nos libramos, saliendo unos en
maderos, otros en tablas y los que quedaron últimamente en un
pedazo de la popa, que fue el más fuerte y el que se conservó hasta
llegar a tierra”.
Sin saber a ciencia cierta cuál sería la actitud de los japoneses, los
náufragos pasaron las primeras noches en la provincia de Kazusa
en medio de la incertidumbre.
A diferencia de lo sucedido en 1597 con los franciscanos del galeón
San Felipe -que terminaron sus días martirizados-, al sobrevenir el
naufragio de la nao San Francisco, Rodrigo de Vivero pudo
comprobar la nueva hospitalidad de los japoneses.
El cambio de actitud obedecía a las importantes transformaciones
que se habían desarrollado dentro del Japón en los últimos diez
años.
El nuevo emperador, Tokugawa Ieyasu, había aceptado el Tratado
de Comercio y Amistad presentado por Luis Navarrete Fajardo en
1598, por el cual Japón se comprometía a respetar los galeones
mexicanos provenientes de Manila o Nueva España que se vieran
obligados a fondear en cualquier puerto japonés.
La mejor prueba de la honorabilidad del Imperio del Sol Naciente -y
el respeto que otorgaba a su palabra empeñada en un tratado-
quedó demostrado en 1609. Al sobrevenir el naufragio, Rodrigo de
Vivero recibió toda la ayuda posible. Incluso, el piloto inglés William
Adams, asesor del emperador japonés, construyó una nueva
embarcación -con ayuda de los mexicanos- para que Vivero pudiera
continuar su viaje al puerto de Acapulco.

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Mientras se realizaba la construcción de la nueva embarcación, los


españoles enviaron dos delegados a las ciudades de Tokio: Edo y
Suruga que luego de 24 días regresaron con una invitación para
visitar la corte.
Rodrigo de Vivero encabezó la misión y fue recibido por el shogun
Tokugawa en una solemne audiencia. También fue bien tratado por
Ieyasu en Suruga.
Al entrar en Yendo, Vivero se mostró asombrado por el trazo de la
ciudad. “Las calles y sitios de esta ciudad tienen tanto que ver,
cuanto que hay que considerar en su gobierno, porque puede
competir con el de los romanos. Pocas calles hay, una mejor que
otra, sino todas en igualdad y proporción, anchas, largas y
derechas, mucho más que las de nuestra España. Las casas son de
madera y de dos altos algunas, aunque no todas. Y dado caso que
parecen mejor las nuestras por de fuera, el primero de aquellas por
de dentro les hace grandísima ventaja y la limpieza de las calles es
de manera que dirán que no las pisa nadie”.
En la relación que hizo de su estancia en Japón, Vivero puso
especial énfasis e interés en la ausencia de bandidos en los
caminos, apreció las señales que marcaban las distancias en las
rutas principales, la eficiencia de las posadas para los viajeros y el
excelente funcionamiento de la posta de caballos y del servicio del
transbordador y de lanchas. A lo largo del trayecto, las muestras de
afecto fueron evidentes.

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“En todas partes me hospedaron y agasajaron y regalaron con el


amor que pudieran; el más estimado de su rey y reino. Y el día que
hube de entrar en la Corte y famosa ciudad de Edo, salieron
muchos caballeros a pedirme que fuese su huésped, y no pude
hacer elección porque, por orden del Príncipe, me tenían posada, a
la cual llegué a las cinco de la tarde, tan acompañado de la gente
que salió a recibirme y de la ciudad, que con la novedad de los
forasteros, personas y trajes, que otra vez no habían visto, iba
infinita; de suerte que fue menester detenerlo y hacer fuerza en las
calles, con ser bien anchas, para pasar adelante. Y corrió la voz de
los recién llegados, de manera que en ocho días, que la primera vez
estuve en esta ciudad, no me dejaron sosegar un momento”.
En Edo, Vivero pudo percatarse del grado de organización y
desarrollo que tenían los japoneses para el comercio y los negocios.
Al igual que en Manila o en México, existía un Parián o plaza de
comercio donde se realizaba todo tipo de operaciones comerciales,
pero a diferencia del novohispano de la Ciudad de México, la
limpieza era una de sus mayores características. Había también
portales separados de acuerdo con los diversos oficios: carpinteros,
zapateros, herreros, mercaderes. Ninguno podía ocupar un espacio
que no les correspondiera de acuerdo con su actividad.
Uno de los barrios que mayor impresión le causó a Vivero fue el de
la pescadería donde se comerciaba todo tipo de especies de mar y
río. “El barrio de la verdura y de la fruta está también de por sí y no
es menos de ver que todo lo que he dicho -escribió Vivero-, porque
demás de la abundancia y diversidad, la limpieza con que está
puesto causa apetito a los compradores”.
La esperada entrevista con el shogun en Yendo finalmente llegó. La
recepción, como toda la travesía, también impresionó a Vivero que
tiempo después escribiría:

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“El príncipe me esperó en una sala grande, que en medio de ella


había tres escalones; y seis y ocho pasos adelante, estaba sentado
en el suelo, sobre este género de esteras que he dicho, y como un
paño cuadrado, como alfombra, de terciopelo carmesí guarnecido
de oro; y él vestido de verde y amarillo con dos ropas de las que
llaman kimones, y ceñida encima su espada y daga, que dicen
katana. En la cabeza no tenía más que unas cintas de color
trenzado el cabello con ellas: es un hombre de treinta y cinco años,
moreno, de buen rostro y estatura. Mandaron los secretarios quedar
a los que iban conmigo, y así entraron ellos dos solos hasta
ponerme en mi asiento, que aunque también era en el suelo, como
el del Príncipe, estaba cerca de él cosa de cuatro pasos a su
izquierdo. Mandóme luego cubrir y sonriéndose dijo a los intérpretes
que cuanto se había holgado de verme y conocerme, le daba pena
parecerle que debía estar melancólico de mi pérdida y que los
hombres tan principales no se debían entristecer de los sucesos
torcidos que no se causaran por su culpa; que me alentase; que en
su reino estaba, donde en todo lo que se me ofreciese me había de
hacer merced”.
Don Rodrigo – cuya preocupación al frente del gobierno de las
Filipinas había sido la seguridad de las islas- aprovechó su cercanía
para entregar un tratado elaborado por él mismo, el cual contenía
varios puntos sustanciales.
El shogun permitiría el establecimiento de una factoría para el
comercio novohispano en Kanto con lugares de almacenaje,
astilleros e iglesias. En caso de naufragio, en cualquier parte del
Japón, no se haría ningún daño a los intereses mexicanos y
filipinos. Todos los servicios se harían al coste más bajo, de
acuerdo con las costumbres japonesas. El shogun debería enviar
uno de sus altos vasallos como embajador a la corte española. Los
artículos para España o Manila estarían exentos de todo impuesto.
Mineros mexicanos deberían ser enviados a las minas de Japón a
enseñar sus más modernos procesos de extracción -que eran la
vanguardia de su época a nivel mundial.

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También se proveerían facilidades espirituales para los mineros


cristianos y se establecerían representantes del shogun y del rey
español en los centros mineros. Puesto que era un gran honor estar
aliado al “más grande rey del mundo”, los holandeses deberían de
ser expulsados de inmediato. Todos los puertos serían sondeados,
de manera que los barcos novohispanos que sufrieran tormentas,
pudieran ser remolcados. El tratado debería estar escrito en tres
copias y marcado con el sello del shogun. Una copia sería para el
monarca español, pero como no era aceptable que actuara bajo su
propia responsabilidad en un país tan lejano, regresaría dentro de
dos años con una respuesta. El único punto que no aceptaron los
japoneses fue el referente a la expulsión de los holandeses.
Para sellar el pacto, Ieyasu le ofreció a Vivero la nave que
bautizaron con el nombre de San Buenaventura, construida por
manos japonesas y mexicanas bajo la supervisión del inglés William
Adams, para que regresara a México. En ella viajaría también el
clérigo Alonso Muñoz, nombrado embajador de Japón ante el rey de
España y ante el virrey de la Nueva España, y un grupo de
japoneses.
La petición de los mineros mexicanos no era descabellada; al
comienzo del siglo XVII, el virreinato de la Nueva ya era reconocido
como un importante productor de plata. Los mineros mexicanos
poseían las técnicas más innovadoras en la extracción y refinación
de metales en el mundo, de ahí que las monedas acuñadas en
México fueran de tan buena calidad y reconocido valor. No había
gobernante asiático que no las aceptara, y para tal efecto sólo
mandaban grabar en ellas su nombre, el de sus ciudades o reinos.
De hecho, se puede afirmar que la moneda acuñada en la capital
novohispana fue la primera de circulación internacional.
Antes de partir, Vivero intentó negociar nuevamente con la corte
japonesa el asunto de los holandeses en el país, única clausula de
las capitulaciones que no se acordó en la primera audiencia con
Ieyasu, y el 27 de agosto de 1610 abordaron el galeón
proporcionado con Ieyasu, y el 27 de octubre divisaron el puerto de
Matanchén en Nayarit.

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Tiempo después, el inglés William Adams -quien inspiraría la novela


Shogun de James Clavell- afirmó que el galeón San Buenaventura
estaba tan bien construido que los españoles no quisieron
devolverlo a los japoneses y en un viaje posterior pagaron por la
nave su precio en plata mexicana. Rodrigo de Vivero partió llevando
con él una misión comercial japonesa que fue la primera en arribar
a costas mexicanas.

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MONEDAS DE PLATA
Monedas novohispanas con chops o sellos chinos.
Duranta siglos, las monedas novohispanas sirvieron como
forma de pago en varios países orientales. Col. RRL.

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TSUNENAGA ROKUEMON HASEKURA (1571-1622).


Óleo sobre tela. 196 X 146 cm.
Anónimo Circolo della Caccia Roma. Col. Conte Paolo Emilio
Cavaza.

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EL TIEMPO DE LAS EMBAJADAS

JAPONESES EN MÉXICO, LA PRIMERA EMBAJADA (1610)

Los acercamientos entre mexicanos y japoneses realizados en Asia


desarrollaron un claro interés de Japón por enviar embajadores al
continente americano. Los primeros japoneses que pisaron tierras
novohispanas llegaron con Rodrigo de Vivero a bordo del célebre
galeón San Buenaventura. Arribaron al puerto de Matanchén el 27
de octubre de 1610, y el 13 de noviembre desembarcaron en
Acapulco. Con el anuncio de su llegada, la corte virreinal vivió por
unos días entre la ansiedad y la euforia, anhelando conocer los
lejanos visitantes.
Los novohispanos conocían Japón solo por las narraciones de los
navegantes que habían tenido oportunidad de embarcarse hacia
Filipinas y regresar con bien. Muchas historias, algunas verdaderas
y otras, producto de la imaginación fantástica de la época, envolvían
a los japoneses en un halo de misterio. El propio Rodrigo de Vivero,
en la relación de su viaje escrita tiempo después, se refirió con gran
asombro a la ceremonia del seppuku:
“Esta nación japona se desvanece con valentía y arrogancia (…)
tiene más de bárbaros que de gente discreta y de razón; pues no
solo se muestran osados en las guerras, sino en matarse a sí
mismos, sin querer que lo haga el verdugo, cuando por algún delito
son condenados a muerte, que, en tal ocasión, es acto positivo de
su nobleza juntar los deudos, los amigos y caballeros, y hacerles un
parlamento de que sean testigos que mueren con osadía y sin
rendirse al temor, y encargándoles sus hijos. Luego, echan mano a
la katana, que traen ceñida, y córtanse de por medio, con tanta
braveza e impiedad, que suele quedar el medio cuerpo a una parte,
alabando las circunstancias y convidados esta hazaña bestial y
bárbara. Es esta nación poco liberal en dar y comúnmente
impaciente y mal sufrida”.
Don Rodrigo de Vivero arribó a la ciudad de México a las seis de la
tarde del 16 de diciembre de 1610. Venía acompañado por un

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embajador del shogun Ieyasu, de nombre Josquendono, a quien se


le conoció, después de recibir las aguas del bautismo, como
Francisco de Velasco. Una carroza enviada por el virrey salió al
encuentro de los viajeros a Chapultepec. Venía con ellos un
sacerdote franciscano que servía de intérprete.
Josquendono y su séquito entraron en la Ciudad de México en un
desfile triunfal, solo equiparable a la ceremonia de la entrada de
virreyes o al famoso “paseo del pendón” con el que se
conmemoraba la caída de Tenochtitlan y la fundación de la capital
novohispana.
El diplomático oriental venía acompañado por un grupo de 23
comerciantes que debían iniciar a la brevedad tratos directos con
los mexicanos y conocer las técnicas de la minería novohispana. El
shogun Ieyasu estaba muy interesado en este último aspecto.
Como muestra de buena voluntad, amistad y comercio por parte de
Ieyasu -y de acuerdo con la costumbre-, la embajada traía
presentes para el virrey Luis de Velasco. Es lógico suponer que
entre los exóticos regalos viajaban biombos, lacas y las tan
apreciadas armas de filo japonesas.
El recibimiento brindado por la sociedad fue impresionante; chicos y
grandes, nobles y plebeyos, religiosos y seglares no pudieron
menos que admirarse al ver los rostros con tonalidad amarilla, la
forma de los ojos, las extrañas indumentarias de los visitantes que
sólo conocían por las narraciones de quienes habían estado en
Asia. Una descripción de la época señalaba:
“Estos japoneses son, de acuerdo con su naturaleza más bajos de
la estatura media, son de color olivastro, pero creo que este color
no sea natural, sino adquirido en el viaje al pasar una zona
particularmente tórrida, ya que siendo el lugar de las Indias cercano
al círculo ártico, lugares muy fríos, no pueden por naturaleza ser
sino blancos, tienen los ojos breves y pequeños, y la nariz en el
medio un poco levantada, pero ancha al final. Tienen la cabeza
rapada de un modo singular, dejando solamente largo al más
posible el cabello a la altura de la sien, y recogido estrechamente lo
atan detrás de la nuca con un lazo de plata, reduciéndolo a un
mazo, de tal manera que se parece al mono de algunos frailes:
portan dos armas y el vestido como se ha dicho antes”.

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Pero quizá el retrato más importante, amplio y minucioso de la


presencia de los japoneses en Nueva España fue escrito por
Chimalpahin. El cronista indio era originario del pueblo de
Amecameca, que se encontraba en la antigua provincia de Chalco.
Descendiente de la nobleza de la región Chimalpahin nació en 1579
y fue bautizado con el nombre de Domingo Francisco de San Antón
Muñón Chimalpahin Cuauhtlehuanitzin.
Al cumplir los 15 años se trasladó a la ciudad de México y durante
varios años prestó sus servicios en la iglesia de San Antonio Abad,
lugar al que ingresó como donado, sin la obligación de profesar y
con la posibilidad de instruirse ampliamente. Cuando el primer
grupo de japoneses entró a la ciudad de México en 1610,
Chimalpahin tenía 31 años y como el resto de los habitantes de la
capital novohispana, también se sumó al entusiasmo generalizado.
En su diario, el cronista escribió:
“Todos ellos venían vestidos como allá se visten: con una especie
de chaleco (largo) y un ceñidor en la cintura, donde traían su katana
de acero que es como una espada, y con una mantilla, las sandalias
que calzaban eran de cuero finamente curtido que se llama
gamuza, y eran como guantes de los pies. No se mostraban
tímidos, no eran apacibles o humildes, sino que tenían aspecto de
águilas (fieras)”.
La primera embajada fue uno de los acontecimientos más sonados
del comienzo del siglo XVII. El momento culminante de la visita fue
la conversión de algunos a la fe cristiana. La iglesia de San
Francisco se vistió de gala el domingo 23 de enero de 1611 para el
bautizo de dos personas que habían venido de Japón. La
ceremonia fue solemne, asistió mucha gente y todas las órdenes
monásticas establecidas en México estuvieron presentes. “El
primero que se bautizó fue el señor noble de Japón -escribió
Chimalpin-, quien recibió en el bautismo el nombre de don Alonso, y
fue su padrino don Fernando de Altamirano, capitán de la guardia;
el segundo japonés que se bautizó recibió el nombre de Lorenzo, y
fue su padrino Pedro Altamirano. Se bautizaron en la fiesta de san
Ildefonso y al lunes siguiente se bautizó otro japonés con el nombre
de Felipe”.

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Con el paso de los días, la Ciudad de México comenzó a recuperar


su vieja tranquilidad. La ostentación, el lujo y la soberbia de los
españoles, más que las virtudes guerreras y la inteligencia natural
de los japoneses, convirtieron a los recién llegados prácticamente
en extranjeros de moda.
El virrey don Luis de Velasco, hijo (1534-1617) se las arregló para
tener tres japoneses a su servicio -según refiere el Diario del
historiador indígena Chimalpahin-. Incluso cuando don Luis regresó
a España al término de su segundo periodo de gobierno (1607-
1611), los llevó consigo, encariñado con sus prendas o deseos de
alardear de su exótica servidumbre en la metrópoli. Dos de sus
criados viajaron con él al Viejo Mundo: uno a quien el virrey dio en
el bautismo su propio nombre, como solía hacerse con los indios, y
que pasó en consecuencia a llamarse Luis de Velasco; y otro que
fue conocido al cristianarse como Juan Antonio.
A la muerte de don Luis, el japonés bautizado como Luis de
Velasco, “natural de las Indias”, sirvió como maestre en el navío
Nuestra Señora de Atocha que partió a una misión en las Filipinas,
pero desgraciadamente naufragó en Trafalgar en 1619. Pobre y
necesitado después de la tragedia, Velasco solicitó permiso para
volver a la Nueva España en compañía de otros dos criados.
Juan Antonio, el otro japonés, vivió por algunos años en España,
pero al parecer en malas condiciones, pues desde el momento
mismo en que pisó la metrópoli trató de conseguir el permiso de
vuelta en dos ocasiones en 1611, licencia que le concedió el
Consejo de Indias. Sin embargo, por diversas circunstancias no
pudo realizar el viaje y todavía en 1624 discutían en el Consejo si
podían autorizar la petición del japonés Juan Antonio, que solicitaba
por una sola vez la concesión de 50 ducados de ayuda de costa, la
cual le fue concedida. Para otros japoneses la situación no se tornó
tan difícil: se establecieron en México y paulatinamente se
integraron a diferentes oficios.

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LAS ISLAS MISTERIOSAS

El descubrimiento, conquista y colonización de los numerosos


archipiélagos del Pacífico llevó a los navegantes a crear infinidad de
historias fantásticas y leyendas sobre las aguas de aquel inmenso
océano. Una de ellas relataba que cerca de Japón existían dos islas
que los marineros habían bautizado con el nombre de Rica de Oro y
Rica de Plata. Alrededor de ambas islas se había creado un mito
semejante al de El Dorado, las ciudades Cíbola y Quivara o la
Fuente de la Eterna Juventud. Algunos navegantes afirmaban
haberlas visto con sus propios ojos -aunque nadie podía ubicarlas
con precisión- y contaban que en ellas había grandes riquezas.
En los primeros años del siglo XVI el tema de las islas Ricas fue
ampliamente debatido en la corte española. Era sin duda el
momento propicio para enviar nuevas expediciones en su
búsqueda. El proceso para establecer relaciones con Japón desde
Manila y la Nueva España estaba en marcha, y era posible
aprovechar las rutas ya conocidas. Las ventajas de su
descubrimiento podían ser enormes; al inmenso caudal que
acumularía sum majestad el rey, se sumaba la posibilidad de que la
Nao de China encontrara en ambas islas un refugio, un puerto
intermedio para volver más seguro el trayecto entre la Nueva
España y Filipinas.
Uno de los más vehementes impulsores del proyecto fue Hernando
de los Ríos Coronel, reconocido cosmógrafo que aseguraba tener la
ubicación exacta de las islas. Al llegar a la corte española como
procurador de Manila, don Hernando contagió con su optimismo al
propio rey. De esa forma comenzó a plantearse la futura expedición,

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EL ARTE NAMBAN EN EL MÉXICO VIRREINAL RODRIGO RIVERO
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a pesar de que otros experimentados navegantes, como Rodrigo de


Vivero, consideraban las Ricas, islas “imaginarias y nunca vistas por
nadie”.

La viabilidad de la expedición o la cuestión sobre la existencia o no


de las islas pronto pasó a un segundo plano; la gran discusión
recayó sobre el lugar donde debía organizarse el viaje. El interés de
Ríos Coronel era obtener la autorización del rey para que partiera
de Filipinas; sin embargo, las grandes aportaciones que habían
realizado los novohispanos al descubrimiento y colonización del
Pacífico les permitía considerar como un derecho legítimo la
organización del viaje a las Ricas.
En tanto la corona española decidía sobre el asunto, en México, el
virrey don Luis de Velasco y Castilla encomendó a Sebastián
Vizcaíno (1548-1628) un posible plan de navegación. Nacido en
Huelva, España, Vizcaíno era navegante y explorador, y gozaba de
gran experiencia en las lides marítimas ya que en 1596 había
dirigido una expedición a la Baja California. Entre 1602 y 1603
exploró y estudió cuidadosamente la costa pacífica del norte del
cabo Mendocino; encontró una bahía que llamó Monterrey en honor
del administrador español Gaspar de Zúñiga y Acevedo, conde de
Monterrey, y envió un barco hacia el norte desde Cabo Blanco,
situado en la costa suroeste del actual estado de Oregón.
El 11 de julio de 1609, Sebastián Vizcaíno advirtió que para
encontrar las islas Ricas lo más conveniente era emprender el viaje
saliendo de Acapulco en el mes de enero, “por ser tiempo apacible”,
de esa forma se evitaban los gastos que supondría hacer el viaje
desde Filipinas, tener que zarpar de Cavite, invernar en puerto y
“efectuar el reconocimiento en tiempos de neblinas y oscuridad”.

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EL ARTE NAMBAN EN EL MÉXICO VIRREINAL RODRIGO RIVERO
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Las argumentaciones se extendieron más de un año y aunque


parecía inevitable el pronunciamiento del rey por la travesía desde
las Filipinas, el 5 de junio de 1610 expidió una cédula por la cual
dejaba en manos del virrey Velasco la resolución final, no sin antes
escuchar los argumentos de don Hernando de los Ríos Coronel. La
afabilidad del virrey, su buen talante y ánimo conciliador terminaron
por convencer al cosmógrafo. El 31 de diciembre de 1610, Ríos
Coronel anunció al monarca que habían determinado enviar la
expedición desde la Nueva España por ser menos costoso para la
Hacienda Real.
El arribo de Rodrigo de Vivero a la Nueva España en octubre de
1610, luego de casi un año de permanecer en Japón, fue
fundamental para la decisión final del virrey. Con don Rodrigo llegó
a México la primera embajada japonesa. Este hecho le dio un
sentido diferente a la expedición que se planeaba y tendría un doble
propósito: enviar una embajada novohispana a Japón para
agradecer la ayuda prestada a Vivero y buscar las islas Ricas.
Al respecto, Ríos Coronel escribió al rey sobre las ventajas del
proyecto:
“Y respondiendo a lo que Vuestra Excelencia tan bien advierte, que
puede tener inconbeniente descubrir estas islas, estando tan
vezinas del Japón, y que no sabe como los tomará el emperador, y
que trate ahora en tiempo que él ofrece puertos, descubrir otros allí
cerca, asta que con él esté asentado por Su Majestad tomarlos en
su reino, y que entonces se hará con menos gasto y más facilidad,
digo, señor, que la ocasión presente para hazer este
descubrimiento luego parece que la a traído Dios a las manos, y en
otro ningún tiempo tan bien como aora se pude hazer por el camino
que se me ofrece, en esta manera: en respuesta de la embajada
que enbìa a Vuestra Excelencia le enbìa el descubridor al Japón a
invernar, diciendo que Vuestra Excelencia le enbía también para
descubrir aquella navegación desde las Filipinas y ver si vuestras
naos pueden sin peligro ir por allí y tomar puerto que les ofrece y
mirar el viaje, si ay bajos o islas de que poder guardarse, y que
vientos corren por todo el año para que, una vez tratado, y visto, y
aun sondado toda aquella costa, quedará muy satisfecho con esto y
aun se le haze una gran lisonja y con la verdad se le engaña (…) y
se me dize teniendo en Japón puerto no es necesario buscar otro,
digo que conbiene tener sabido éste y es de mucha importancia, lo

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EL ARTE NAMBAN EN EL MÉXICO VIRREINAL RODRIGO RIVERO
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uno porque las cosas del Japón están sujetas a mudanza, como es
notorio, y lo que aora es fácil tomar por puerto allí, puede después
no conbenir; lo otro porque algunas vezes será contingente por
diversos acontecimientos no poder tomar puerto, y es bien tengan
adelante donde reparar y para otros muchos sucesos que pueden
acaecer conbiene tenelle savido. Y esta es la mejor ocasión que se
puede ofrecer “.

Contrariamente a lo que se esperaba, el virrey no utilizó el San


Buenaventura -que había traído con bien a Vivero- para la nueva
expedición. Escogió otro galeón, el San Francisco, y le otorgó el
mando a Sebastián Vizcaino. La embajada novohispana tenía como
fin devolverle a la corte de Ieyasu el dinero prestado a Vivero, pagar
7,000 pesos por el San Buenaventura, y llevar de regreso al grupo
de japoneses que viajaron a la Nueva España, de los cuales se
sabe que algunos prefirieron permanecer en México.

VIZCAÍNO EN JAPÓN

El 7 de marzo de 1611, Vizcaíno salió de México con rumbo a la


bahía de Acapulco. Lo acompañaban los franciscanos fray Ignacio
de Jesús, fray Pedro de Bautista y fray Diego Ibáñez, cinco
hermanos legos, su asistente Lorenzo Vázquez, el escribano
Lorenzo Gazcón de Córdoba y el piloto Benito de Palacio. Viajaban,
además, cincuenta y un hombres y veintitrés japoneses que habían

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llegado a la Nueva España con Rodrigo de Vivero, entre los que se


encontraba Tanaka Shōsuke quien fuera bautizado como Francisco
de Velasco.
El anuncio del viaje de Vizcaíno y del regreso de los japoneses a su
tierra causó revuelo en la ciudad de México. En 1612, Martín de
Lezama transcribió un fragmento del diario de Chimalpahin donde
daba cuenta de la marcha hacia Acapulco: “Hoy lunes, séptimo día
de marzo de 1611, fue cuando de aquí de México partió Sebastián
Vizcaino. Fue como General a la China, en navío partió allá a la
China. Entonces, luego fue con los japoneses, se les unió el
príncipe japonés… cuyo nombre es Don Alonso (que) se hizo como
español. Así se regresó luego a su casa. Aquí lo vinieron a rechazar
por la indumentaria con que venía, sólo él, sólo Vizcaíno lo viene a
desagraviar aquí en México. Sólo por dos meses aquí en México
estuvo; se regresaron a su casa 17 japoneses; 3 se quedaron en
México”.
Al arribar a Acapulco el 19 de marzo, don Sebastián solicito al rey
que en caso de dar con las islas Ricas se les concediera el derecho
de poblarlas, se le nombrara capitán de los barcos de Manila por
seis años o en su defecto, embajador permanente en el Japón.
Vizcaíno era por entonces encomendero en la provincia de Ávalos.

El 21 de marzo de 1611 zarpó de Acapulco el navío San Francisco,


lo hizo dos días antes de que partiera la Nao de China que llevaría
a las Filipinas al gobernador Juan de Silva, quien ocuparía el cargo
dejado años atrás por Rodrigo de Vivero.
Durante el viaje surgieron diferencias entre los tripulantes
novohispanos y los japoneses, por lo cual Vizcaíno amenazó con
pena de muerte quien provocara un pleito. Dos meses después de
la partida, el 23 de mayo, el San Francisco avistó tierras japonesas,
pero no pudo fondear debido al mal tiempo. Hasta el 8 de junio no
mejoraron las condiciones climáticas y varios juncos pudieron
acercarse al galeón. En ese primer encuentro desembarcó la
mayoría de los japoneses. Sólo dos continuaron a bordo, y bajaron
con el resto de la tripulación en el puerto de Uraga al que llegaron el
10 de junio de 1611 en medio de disparos de salva y escoltados por
navíos japoneses.

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EL ARTE NAMBAN EN EL MÉXICO VIRREINAL RODRIGO RIVERO
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El mismo día de su arribo, Vizcaíno escribió a Tokugawa Ieyasu que


se encontraba en Suruga y a su hijo, el shogun Hidetada en la
ciudad de Edo. En sus comunicaciones explicaba que el viaje tenía
por objeto la firma de un tratado de comercio y paz, devolver el
dinero prestado a Vivero en 1610 y pagar por el San Buenaventura;
para tal efecto solicitaba permiso de visitar la corte.
Hidetada concedió audiencia en una carta recibida por Vizcaíno el
16 de junio, por lo que el navegante novohispano marchó a Edo
acompañado de 30 hombres armados con mosquetones y
arcabuces a bordo de un junco en el que enarboló el pabellón de la
Corona española. Al llegar a Edo fueron recibidos cordialmente y se
les informó que Hidetada se encargaría de los gastos de la
embajada española durante su estancia en Japón.
Vizcaíno recibió una nueva comunicación donde le fue notificada la
fecha de la audiencia. Al ser cuestionado sobre el protocolo, el
navegante novohispano aclaró que su presentación se realizaría a
la usanza española, sin quitarse los zapatos ni entregar sus armas,
de lo contrario regresaría a la Nueva España. Su arrogancia pudo
llevar al fracaso la misión, sin embargo, los japoneses aceptaron
sus condiciones ya que lo consideraban oficialmente el primer
embajador de la monarquía española.
La mañana del 22 de junio, Vizcaíno acompañado por fray Luis
Sotelo, fray Pedro Bautista, fray Diego Ibáñez, el sargento Juan de
la Oz, el escribano Gazcón de Cardona -que portaba el estandarte
real-, el piloto Benito de Palacio -que cargaba con los regalos- y
Lorenzo Vázquez fueron guiados por dos cortesanos y cuatro mil
guardias. Vizcaíno escribió que la distancia cubierta para llegar al
castillo era “aproximadamente la misma que de Chapultepec al
Palacio Virreinal”, que en las calles había cerca de un millón de
personas y el vestíbulo del castillo de Edo era “tan grande como
una plaza de México”.
Para la audiencia, los japoneses desplegaron todo el boato
imaginable; el lujo y esplendor de la corte dejó impresionados a los
novohispanos.
En el salón donde se encontraba Hidetada había mil cortesanos a
su servicio. Vizcaíno hizo unan caravana, entregó sus credenciales
y los regalos: un reloj de oro, un traje impermeable, un rollo de

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EL ARTE NAMBAN EN EL MÉXICO VIRREINAL RODRIGO RIVERO
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papel, dos barricas de vino español, dos juegos de utensilios de


halconero, un carrete de listón con galón de oro para calzado, dos
sillas de montar y tres cuadros pintados con figuras españolas. El
reloj causó gran admiración y pronto fue bautizada como “campana
que toca sola”. Fue colocado en el templo de Kunō-zan, cerca de
Shizouka en donde permanece hasta nuestros días.
El shogun por su parte, con ayuda de los intérpretes Sotelo y
Bautista, pidió ver los retratos de los reyes de España que llevaban
como obsequio para su padre Ieayasu.
Después de un breve intercambio de palabras, la embajada se
retiró. Días después, el 25 de junio, cuando Vizcaíno y sus hombres
se dirigían a la iglesia de San Francisco a escuchar misa tuvo lugar
el primer encuentro con el poderoso daimyō de Sendai, Date
Masamune, a quien acompañaba un contingente de dos mil
hombres. El daimyō pidió al embajador español que sus hombres
dispararan sus arcabuces, el estruendo hizo que algunos de sus
escoltas cayeran de los caballos y Masamune rio de buena gana.
Date Masamune fue el hombre más poderoso y el mejor defensor
del cristianismo en Japón. Su habilidad para el diálogo y el
parentesco con la esposa de Ieyasu le otorgaron gran influencia en
la corte del shogun.
El 29 de junio, Vizcaíno y su comitiva partieron para Suruga en
caballos proporcionados por Hidetada. En el trayecto recibieron una
nota de bienvenida enviada por Ieyasu. La audiencia se realizó la
mañana siguiente de acuerdo con el protocolo español, pero se le
pidió a Vizcaíno que sus hombres no dispararan sus armas. A lo
largo del recorrido se reunió una muchedumbre que curiosa quería
observar la llegada de esos “bárbaros del sur” (namban-jin).
Al llegar a la fortaleza, Vizcaíno tuvo una entrevista con
Kozukedono -secretario de Ieyasu, quien no aceptó ningún
obsequio argumentando que no quería comprometer la decisión de
sus actos- a quien solicitó autorización para construir una
embarcación y recorrer las costas japonesas a fin de trazar un
mapa que facilitara la navegación desde Manila. Días después,
Kozudedono regresó con la respuesta aprobatoria de Ieyasu, quien
puso tan sólo una condición: que Vizcaíno y su comitiva fueran
nuevamente al palacio para que tocaran la guitarra y bailaran. Ese

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EL ARTE NAMBAN EN EL MÉXICO VIRREINAL RODRIGO RIVERO
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era el asombro que causaban entre los japoneses el arte y la cultura


de los namban-jin o bárbaros del sur.
A finales de octubre, Vizcaíno inició el reconocimiento geográfico de
Japón y navegó durante varias semanas. El 2 de diciembre su nave
fue azotada por un maremoto que la dejó en muy mal estado. Para
no arriesgar a sus hombres, Vizcaíno emprendió el viaje de regreso
y llegó a Shiogama el 5 de diciembre de 1611.
En ese lugar, el navegante novohispano dio un paso fundamental
en el intercambio cultural entre Nueva España y Japón: empleó
artistas para que dibujaran los bordes de las costas, debido a que
entre sus hombres no había ningún cosmógrafo con experiencia
para el trabajo. Fue el primer contacto directo de los novohispanos
con los japoneses dedicados exclusivamente a las artes. Una vez
terminada su tarea su tarea, Vizcaíno entregó un mapa a Ieayasu,
otra a Hidetada, conservó uno para el virrey de México y otro para
el rey de España.
Todo parecía marchar bien, pero a principios de 1612 la posición de
Japón frente a los españoles comenzó a cambiar. Mientras Vizcaino
realizaba el viaje de reconocimiento por las costas, holandeses e
ingleses intrigaron en la corte haciendo creer a los japoneses que
los mapas trazados por Vizcaíno serían utilizados a la postre, para
una invasión.
En medio de un clima de suspicacias y desconfianza –que
anunciaba una persecución religiosa-, Vizcaíno se preparó para
regresar a México, no sin antes cumplir con el segundo objetivo de
su misión: tratar de encontrar las islas Rica de Oro y Rica de plata.
La organización del viaje de regreso se llevó prácticamente todo el
año de 1612. En julio, Vizcaíno visitó a Ieyasu en Suruga para
despedirse. En ese lugar supo que se había ordenado la
destrucción de las iglesias cristianas, pero que aún había interés de
Hidetada por establecer relaciones comerciales con España. Como
acto de buena voluntad, le fue entregado el permiso de salida y
diversos regalos para el virrey de la Nueva España.
En una carta, Hidetada agradeció al virrey don Luis de Velasco
todos los obsequios recibidos y expresó su deseo de que se
perpetuara la amistad entre su país y España, que se estableciera
un intercambio comercial pero que el cristianismo no era compatible

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con la cultura de su pueblo y que por ello no serían admitidos más


misioneros.
Finalmente, el 16 de septiembre de 1612, Vizcaíno logró zarpar de
Japón en busca de las islas de Rica de Oro y Rica de Plata, pero no
encontró nada en el sitio señalado por Ríos Coronel; en un segundo
intento navegó más al sur, pero una tormenta destruyó casi por
completo su embarcación y no tuvo más remedio que regresar al
archipiélago japonés a solicitar ayuda.
Ieyasu e Hidetada se desentendieron de Vizcaíno y no le
proporcionaron ningún auxilio. Los españoles tuvieron que empeñar
sus pertenencias para obtener recursos; mientras encontraban la
forma de regresar a México, en julio de 1613 comenzó otra
persecución religiosa en Edo. Gracias a la intervención de Date
Masamune varios franciscanos lograron eludir la muerte.
La permanencia de Vizcaíno en Japón se prolongó casi todo el año
de 1613. Finalmente, el 28 de octubre abordó el barco
proporcionado por Date Masamune que había acordado enviar una
embajada japonesa a México. En esa ocasión Vizcaíno ya no viajó
como comandante, sino como pasajero, situación que lo incomodó.

Ciento cincuenta japoneses y tres franciscanos se embarcaron


rumbo a la Nueva España. En el barco llevaban cinco cajas de
biombos y armas niponas como regalos al virrey, pero los
japoneses que iban en el barco tuvieron fricciones con Vizcaíno y

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EL ARTE NAMBAN EN EL MÉXICO VIRREINAL RODRIGO RIVERO
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prefirieron entregar personalmente los obsequios. A Vizcaíno no le


agradó semejante actitud y los envió como regalo al Palacio Real de
Madrid. Los obsequios iban acompañados de una carta del shogun
Hidetada en la cual era evidente su reserva frente a la
cristianización de los nipones.
La nave llegó al cabo Mendocino el 26 de diciembre, y a la costa
mexicana el 22 de enero de 1614. En la parte final de su informe,
Vizcaíno escribió: “Su Divina Majestad se duela de ellos y les de
salvación y saque de tal ceguedad como está, y a este mal
emperador (shogun), que tanto persigue a los cristianos, le de el
pago que merece, que mientras él gobierne, no hay esperanza de
que hará cosa buena”.

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El señor feudal de Sendai, Date Masamune envió en 1613


una misión a España y Roma qué pasó por México. Esta
embajada estaba encabezada por el misionero franciscano
Luis Sotelo y por Tsunenaga Rokuemon Hasekura.
La familia Hasekura era vasalla de la familia Date desde la
Edad Media. Tsunenaga fue elegido para esta misión por su
gran trayectoria militar en Corea y por varias insurrecciones
contra el shogunato.

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CARTA DE MASAMUNE A LA CIUDAD DE SEVILLA


Esta carta es un facsimilar de la enviada por el daimyo Data
Masamune en 1613 dirigida a la ciudad de Sevilla a la que
calificó como “la más conocida y muy ilustre entre las
naciones del mundo”.
La carta, escrita en papel dorado, fue entregada el 27 de
octubre de 1614 junto con una traducción castellana de la
misma, una espada y una daga que Masamune enviaba como
regalos a través de su embajador, Hasekura. La carta
japonesa está escrita en tinta negra sobre un rectángulo de
papel de arroz de 954 X 367 mm.

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EL ARTE NAMBAN EN EL MÉXICO VIRREINAL RODRIGO RIVERO
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La escritura, en líneas verticales de derecha a izquierda, se


destaca sobre un fondo decorativo con motivos vegetales y
con punteados de oro y plata. En el ángulo inferior izquierdo,
como elemento de validación, presenta la impronta, en tinta
roja, un sello de gran módulo del daimyo Matsamune. Se
trata de un documento de gran solemnidad, procedente de
una cancillería señorial japonesa.

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PORTADA
El día 25 de octubre de 1615 la misión Keicho, comandada
por el padre franciscano Luis Sotelo y el señor Tsunenaga
Rokuemon Hasekura (1571-1622), entró a la ciudad de Roma
después de un largo viaje desde Japón, México y España; la
ceremonia de ingreso a la ciudad incluyó un desfile.
El trayecto fue de dos kilómetros: del portón Angelo en el
Vaticano pasaron por la plaza de San Pedro y frente al
Castillo de Santangelo cruzaron el río Tévere, pasaron por la
avenida principal de Roma, llegaron a la colina Campidolio
hasta la iglesia Arancheri donde se les ofreció alojamiento,
después de varias maniobras políticas y de interés tanto de
los españoles como de las familias vaticanas. En esta crónica
del historiador romano, Scipione Amatti, quien viajó desde
Madrid hasta Roma con la misión, incluida en esta su Historia
del regreso di Voxú del Giapone describe que “el embajador
japonés Don Filipo Francesco Hasekura llevaba ropa
japonesa blanca de seda extraordinariamente hermosa,
bordada en oro y plata, con motivos de flora y fauna (…)”,
ponderando el bello traje con el que se encuentra retratado en
la pintura de la familia Borghese en Roma. Con exquisita
exactitud, se describe el paso de los caballos, el orden y gran
armonía de los japoneses que causaron tal admiración que
fueron comparados con los Reyes Magos que visitaron al niño
Jesús en el pesebre de Belén.

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PAPA PAOLO V (1605-1621)


Antes de convertirse en Papa, el cardenal Camillo Borghese
autorizó a los jesuitas evangelizar China, enviando a Matteo
Ricci que fue fundamental en el proceso. Permitió utilizar la
lengua local para la liturgia, facilitando en esta forma la fácil
cristianización de la gran mayoría de Asia. También desarrollo
las misiones en India, África y América, donde Japón tuvo una
parte importante.

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LA SEGUNDA EMBAJADA: HASEKURA

La embajada enviada por Date Masamune (1567-1636) fue


organizada en los momentos en que Vizcaíno se encontraba en
Japón y tuvo gran influencia de Luis Sotelo, quien tenía particular
interés en que llegara hasta Europa.
Date era el nombre del clan familiar cuya jefatura ostentaba en
decimoséptimo orden de sucesión. Masamune fue uno de los
señores feudales o daimyos más importantes de su época, que
llegó a gobernar un extenso territorio en la parte nororiental de
Japón. Como gran señor de la guerra, mantenía un numeroso
ejército, pudiendo reunir hasta ochenta mil soldados. Fue célebre
por su carácter heroico y emprendedor.
El fracaso de Vizcaíno en la expedición en busca de las islas de
Rica de Oro y Rica de Plata abrió la posibilidad de que Masamune
viera materializada su idea de enviar una embajada a México y
Europa.
Vizcaíno ya no tenía recursos para regresar a la Nueva España “y
viéndose sin remedio ni camino que tomar -refiere una relación de
la época- para salir de este reino, y toda la gente desanimada, y el
general de pesadumbres, que fueron muchas, cayó enfermo, de
que todo iba de mal en peor; de que tuvo noticias que el rey
Masamune y le embió a decir que él quería hacer un navío y tenia
cortada la madera, y le haría buen pasaje y comunidad a él y a su
gente, y que se concertase en su nombre con un criado suyo, y que
se cumpliría todo muy bien”.
La nave fue construida en los astilleros de Japón por manos
mexicanas y japonesas y se le dio el nombre de San Juan Bautista.
Cabe destacar que, con excepción de los oficiales contables, el
resto de la tripulación viajó con sueldos pagados por Date
Masamune, y Vizcaíno sin ningún mando, como un pasajero más.

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El San Juan Bautista arribó a las costas mexicanas el 22 de enero


de 1614, con 184 japoneses en misión diplomática, más un número
desconocido de interesados en el comercio con México-Nueva
España. Semanas más tarde la embajada llegó a la Ciudad de
México. Al respecto, el historiador indígena Chimalpahin escribió:
“Hoy martes, 4 de marzo de 1614 años, ahora por primera vez
vinieron acercarse, a entrar, aquí en la ciudad de México, esos
señores de Japón. Vinieron a caballo, así entraron en medio del sol.
Y venía precediéndolos sus servidores. Estos sólo venían a pie,
traían en lo alto unos como trozos delgados de madera, negros;
¿eran acaso sus lanzas, algo con lo que hace ver, acaso no en
verdad era el modo de presentar a los señores allá en Japón? Y así
solo venían ataviados como ellos andan, como allá se atavían en su
casa, así como con una toga que se ponían y con un ceñidor sobre
ella. Su cabello ataban en el lugar de su nuca. Solamente veinte
vinieron a llegar a México. En el camino habían dejado a aquel
enviado, embajador, que había mandado de su parte de allá, el gran
señor, emperador del Japón. Lentamente con dignidad venía este,
lo traían cinco de sus servidores japoneses. Y uno de nuestros
queridos padres, sacerdote descalzo, de San Francisco, les servía
de intérprete. Así por segunda vez, allá en Acapulco, en la orilla del
agua vinieron a salir de la embarcación de los jóvenes, objetos de
metal, que habían traído, y escritorios, y de algunas tilmas, que
habrían de vender”.
La embajada fue recibida con asombro entre la sociedad, con todos
los honores y agasajos por el virrey, pero también con cierto recelo.
El martirio de Felipe de Jesús en Nagasaki estaba presente en la
memoria de los mexicanos y ni siquiera lo pintoresco de los trajes
japoneses, sus armas y exóticos productos fueron suficientes para
construir lazos de confianza.
Los japoneses traían fama de ser un pueblo belicoso, por lo cual el
virrey ordenó que les fueran retiradas las armas a todos los
visitantes con excepción del embajador del samurái Hasekura
Rokuemon Tsunenaga -caballero de noble estirpe, capitán de los
arcabuceros de la guardia real, de carácter reservado, prudente y
discreto-. De acuerdo con la orden, las armas serían devueltas una
vez que se embarcaran de regreso a su patria.

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“El 5 de marzo de 1614, la autoridad publicó un bando para evitar el


desorden público por la presencia de los japoneses que decía:
“combiene que los dichos españoles, naturales, mestizos, mulatos y
negros procedan con todo lo susodicho con los dichos japones sin
hazerles injurian ni de obra ni de palabra, violencias ni otros
excesos con los que los irriten y den motivo a las dichas contiendas
y diferencias. Por tanto, Su Excelencia manda que ninguna persona
de ningún estado, calidad y condición que sea, así español como
mestizo ni natural, mulato ni negro, no se atraviesen de obra ni de
palabra con ninguno de los dichos japones sobre quitarles contras
su voluntad las dichas mercaderías y rescates y la libertad de
venderlas como y donde quisieren”.
Los japoneses pasaron en México la Semana Santa, y fueron
testigos de la solemnidad de las celebraciones. Durante esos días,
78 fueron bautizados en una espléndida ceremonia. Posteriormente
partieron a Puebla y ahí vieron por vez primera una corrida de toros
y asistieron un juego de cañas.
En todo momento los embajadores japones, incondicionales de
Data Masamune intentaron presentar a su señor como el hombre
más poderoso de Japón y no escatimaron en exagerar su
personalidad.
“Es conocido en el Japón como el soldado más valeroso, en la
guerra y el gobierno, es el más liberal, emprende y termina la
construcción de edificios reales, vive con gran pompa y majestad;
tiene una corte y un servicio mayor que el (shogun) y mayores
gastos que su majestad. Cuando viaja a (Kioto) hay grandes
festividades y más alegría que cuando el mismo (shogun asiste).
Todos los mercaderes, y sus empleados se alegran porque en los
dos o tres meses que el Rey (de Oshu) permanece en la corte,
ganan más que el resto del año, por la multitud de gente que trae
con él, y los muchos señores (daimyo) que van a visitarle y a
festejarle y a causa de los grandes gastos y la prodigalidad
extraordinaria con que los festeja y los favorece”.
Días más tarde, el 24 de marzo, Hasekura entró en la ciudad de
México y se hospedó en una casa junto a la iglesia de San
Francisco.

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EL ARTE NAMBAN EN EL MÉXICO VIRREINAL RODRIGO RIVERO
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Según refiere Chimalpahin, “lo envió el emperador de Japón para


que vaya a Roma a ver al santo padre Paulo V y a dar la obediencia
a la Santa Iglesia, pues todos los japoneses desean hacerse
cristianos. Al llegar a México este dicho embajador, estuvo aquí solo
de paso, solo unos cuantos días estuvo aquí solo de paso, solo
unos cuantos días se quedó aquí para saludar al señor virrey”.

HASEKURA EN EUROPA

El 10 de junio de 1614 concluyó la travesía de la embajada de


Hasekura por la Nueva España. La mayoría de los japoneses
permaneció en tierras mexicanas con el padre Ibáñez. Su intención
era volver a su país lo antes posible. Mientras que Luis de Sotelo, el
padre Ignacio de Jesús, el embajador Hasekura y treinta japoneses
partían rumbo a España a bordo del galeón San Jusephe, el resto
de los japoneses conocieron la vida y costumbres de los
novohispanos durante algunos meses más.
El 14 de octubre de 1614, ese grupo de japoneses se despidió de la
ciudad de México y marchó hacia Acapulco para embarcarse hacia
su tierra. Diez de ellos decidieron permanecer todavía en México,
“negociando y comerciando para vender las mercancías que habían
traído de Japón”. Finalmente salieron de los dominios novohispanos
en febrero del año siguiente,
El viaje de Hasekura, aunque muy largo, transcurrió sin
contratiempos. Antes de adentrarse en el océano Atlántico, el
galeón hizo escala en La Habana -de lo cual no se ha encontrado
descripción alguna-. Luego de tres meses, el navío atracó en
Sanlúcar de Barrameda, el 5 de octubre. Al igual que en la Ciudad
de México su presencia desató el asombro de todos aquellos que
presenciaron el paso de los delegados japoneses. A la cabeza de la
embajada iba Hasekura, el samur, acompañado de treinta hombres.

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EL ARTE NAMBAN EN EL MÉXICO VIRREINAL RODRIGO RIVERO
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“Vino este embajador -señala una crónica de la época- que es


hombre de persona grave, autoridad y calidad, en una nave de
quinientas toneladas del dicho rey de Bojú, la cual ha dejado en
Nueva España a muy buen recaudo de guarda y acompañamientos;
pareciéndole pasaría con más comodidad, sin el mucho que traía,
fuera del ahorro de los excesivos gastos, y así se determinó partir
con hasta treinta personas por todas”.

Una vez en la Península Ibérica, la comitiva se trasladó hacia


Sevilla. Para Luis de Sotelo la vuelta a su lugar de origen como
promotor de una embajada japonesa representó la coronación de
todos sus esfuerzos y sus ya conocidos trabajos evangelizadores
en Asia. La entrada se verificó el 23 de octubre, fecha en la que
Hasekura y sus hombres fueron recibidos por le cabildo, que los
acompañó hasta el alcázar donde fueron hospedados. Los días
siguientes fueron de fiesta popular y estuvieron animados por
banquetes, comedias y bailes. Hasekura no pudo menos que
maravillarse al conocer la Giralda y la catedral, así como el
convento de San Francisco.
Cabe mencionar que los sevillanos jamás habían recibido en la
ciudad una embajada tan exótica. No faltó quien comparara su
llegada desde la isla más oriental del extremo de la tierra con el
periplo realizado por los Reyes Magos. Tan sólo la extensa travesía
era digna de un cantar de gesta. Los japoneses habían recorrido
prácticamente la mitad de la Tierra y fueron recibidos con gran
alegría.
“Estos embajadores, que vienen de partes tan lejanas hasta nuestro
hemisferio opuesto -observa una relación del siglo XVII-, con una
navegación tan larga y peligrosa a través del océano, llegando al
puerto de Acapulco de la Nueva España, que dista del Japón dos
mil leguas, de verdad son dignos de mucha admiración, meritorios
de ser comentados y favorecidos con tantos honores como aquellos

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EL ARTE NAMBAN EN EL MÉXICO VIRREINAL RODRIGO RIVERO
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que se dan en tantos príncipes, y que en tantos lugares por donde


han pasado se les han dado”.

Si larga fue la estancia en Sevilla, más se prolongó en Madrid. Para


ser recibidos por el rey, los japoneses debieron de esperar más de
un mes. Durante este tiempo las autoridades del reino fueron
suspicaces respecto a los objetivos que perseguía la embajada. El
ambiente se encontraba enrarecido por las informaciones que
procedentes de la Nueva España llegaron a oídos del rey en el
sentido de que Japón era escenario de una terrible persecución de
cristianos.
El rey finalmente recibió a Hasekura el 30 de enero de 1615.
Durante la solemne audiencia, el samurái reiteró el deseo de Date
Masamune de cristianizar su reino y de ofrecer su amistad al
soberano español, mientras Sotelo insistía en la necesidad de
mantener relaciones con el shogun para evitar la nociva influencia
de los holandeses.
La estancia de los japoneses en Madrid tuvo su momento más
importante el 17 de febrero del mismo año. En una fastuosa
ceremonia realizada en el monasterio de las Descalzas Reales y
ante la presencia del rey, su familia y la corte, el guerrero Hasekura
fue bautizado con el nombre de Felipe Francisco.
La estancia de los japoneses en Madrid comenzó a ser demasiado
onerosa para la corona española, por lo que se autorizó, en el mes
de agosto, su salida de Madrid con rumbo a Roma
proporcionándoles recursos necesarios para el viaje. En octubre de
1615 la embajada fue recibida por el Senado de Génova y un mes
después hizo su entrada triunfal en Roma.
El recibimiento no fue menos ostentoso que en México o en Sevilla.
Hasekura y el fraile Luis de Sotelo fueron alojados en las
habitaciones del Papa en San Juan de Letrán y recibidos por Paulo

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EL ARTE NAMBAN EN EL MÉXICO VIRREINAL RODRIGO RIVERO
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V el 3 de noviembre de 1615. Durante la audiencia, el franciscano


Gregorio Petrocchi pronunció un sermón en latín donde no dejó de
advertir que quizá por una coincidencia celestial desde aquella
famosa embajada de los jóvenes habían transcurrido exactamente
treinta y tres años, que correspondía a la edad de Cristo.

Todos los habitantes, incluyendo los cardenales, se volcaron a


presenciar el paso de la embajada. Entre los actos protocolarios
que causaron mayor conmoción destacaron el bautizo del secretario
de Hasekura y la concesión a este, por parte del senado romano,
del título de ciudadano y senador de Roma. Contento por las
muestras de cariño recibidas, el samurái se embarcó rumbo a
Génova días después, durante la fiesta de la Epifanía del Señor, y
regresó a Sevilla, a donde llegó enfermo, razón por la cual no pudo
viajar a la Nueva España en 1616 y debió permanecer un año más
en la Península Ibérica acompañado por Sotelo, quien también vio
deteriorada su salud.
Hasekura y Sotelo dejaron Sevilla en julio de 1617, acompañados
por un lego franciscano y cinco japoneses que aún permanecían en
España. Al llegar a México en febrero de 1618 lo esperaba en
Acapulco la misma nave que Masamune había construido para la
travesía entre Japón y Nueva España. Después de siete años de
travesía, Hasekura llegó a Sendai en 1620.

A pesar de las grandes recepciones, festines y audiencias, el motivo


principal de la embajada de Hasekura -cuyo objetivo era establecer
vínculos comerciales y una posible ruta directa entre España y
Japón- no tuvo el éxito esperado. La geopolítica del momento, las
circunstancias propias de Japón y las condiciones geográficas lo
impidieron. Si bien México estaba llamado a ser el puente entre
ambas naciones, el punto de unión del comercio entre Asia y
Europa, Japón estaba próximo a entrar en un largo periodo de
aislamiento internacional al que transitó por voluntad de sus
gobernantes.

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EL ARTE NAMBAN EN EL MÉXICO VIRREINAL RODRIGO RIVERO
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De los japoneses que no continuaron el viaje a Europa y decidieron


permanecer en México, algunos se establecieron definitivamente en
Cuernavaca, y se adaptaron a los usos y costumbres de la sociedad
novohispana. Por momentos no fue fácil su incorporación. Al
ingresar al virreinato tuvieron que entregar sus espadas y katanas
-a los habitantes de México impresionaban el tamaño y filo de las
armas asiáticas-, sin embargo, la solicitud de no portarlas trajo
consigo un percance en el cual resultaron varios heridos.

Otro grupo de japoneses permaneció en Acapulco y no quiso


embarcarse de regreso debido a que la mayoría ya había fundado
su propia familia con mexicanas, creando una nueva casta que se
confundió y mezcló de tal forma que hasta hoy podemos apreciar la
enorme influencia racial japonesa en toda la costa del Pacífico
mexicano.
Su presencia en México quedó indeleblemente plasmada en el arte
y la cultura. Caso notable es que fueron retratados en la famosa
pintura Traslado de la imagen y estreno del santuario de Guadalupe
pintada en México por José Arellano en 1709. En dicha obra los
japoneses aparecían en la azotea de una casa desde donde
presencian el importantísimo acto de traslado de la virgen de
Guadalupe, patrona de México, América y Filipinas.
Esta obra fue realizada para el virrey Francisco Fernández de la
Cueva Enríquez, duque de Alburquerque -gobernó de 1702 a 1711-,
casado con la hija del marqués de Cadereyta, famoso personaje
que mandó a realizar el primer biombo mexicano fechado en 1635
donde se muestra el palacio virreinal de la ciudad de México varios
años antes de la quema sucedida en 1692, como consecuencia del
famoso motín en contra del virrey Gaspar de la Cerda Sandoval
Silva y Mendoza, conde de Galve -que gobernó de 1688 a 1696-,
provocado por una terrible hambruna.
El 28 de abril de 1615, zarpó el San Juan Bautista -la nave de
Masamune- rumbo a Japón con una nueva comitiva novohispana de

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EL ARTE NAMBAN EN EL MÉXICO VIRREINAL RODRIGO RIVERO
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reciprocidad encabezada por fray Diego de Santa Catalina y otros


dos franciscanos. Con ellos regresaban sólo algunos de los
japoneses de la embajada que llevaban consigo un cargamento
importante de productos como tela de lana, basta ribeteada y otros
muchos.
La situación, sin embargo, se tornó difícil para los novohispanos. Un
año antes el shogun había iniciado una nueva persecución religiosa
en contra de los cristianos, y las relaciones entre Japón y Nueva
España, a pesar de las embajadas, los obsequios y las cartas de
amistad estaban por interrumpirse de manera definitiva.

Al enterarse de la nueva persecución, el virrey revocó la orden y el


compromiso hecho a los japoneses de que una vez al año un
galeón novohispano viajaría directamente de México a Japón;
además giro instrucciones, bajo pena de muerte en caso de
incumplimiento, de que todo el comercio con Asia se realizara
exclusivamente a través de Filipinas. Por si fuera poco, debido a la
piratería que asolaba las costas mexicanas se estableció que “todos
los extranjeros debían evitar la Nueva España y no regresar nunca
más a comerciar ahí”. La respuesta de Japón no se hizo esperar, el
shogun decretó pena de muerte para todo japonés que viajara a la
Nueva España.
En 1617 se dieron por concluidas las relaciones oficiales entre
Japón y Nueva España. Ese año regresó la embajada de los
franciscanos enviada a 1615. Su estancia en Japón había sido
poco menos que una pesadilla debido a que los japoneses no
vieron en la presencia de los franciscanos la intención de tender
puentes de amistad y comercio sino un reto a la autoridad del
shogun que desde años atrás había prohibido el ingreso de
cualquier orden monástica cristiana. También en 1617 regresó a
Japón, vía la Nueva España, la embajada de Masamune que había
viajado por España y Roma. Volvían a sus dominios sin el éxito
esperado.
Mientras fue posible el intercambio cultural los juncos japoneses
llevaron a Manila productos para el consumo local y artículos que
eran embarcados en el galeón para Acapulco, entre los que se

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EL ARTE NAMBAN EN EL MÉXICO VIRREINAL RODRIGO RIVERO
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incluían sedas tejidas, innumerables cuerpos de armas, cuchillería,


lanzas, espadas y catanas, pequeños escritorios, cajas y cajones de
madera con barnices y labores. Por su parte, los japoneses
adquirían en Manila productos chinos, puesto que tenían prohibido
el comercio directo con aquéllos.
La situación político-religiosa en el interior de Japón se fue
recrudeciendo y en 1638 cerró sus puertas al mundo entero. El
resultado fue trágico para los cristianos en tierras del imperio: de
acuerdo con algunos informes misioneros, más de trescientas mil
personas fueron sacrificadas, la mayoría eran japoneses conversos.
Asimismo, se decretó una ley que exigía que todo extranjero que
llegara a Japón pisara un crucifijo para demostrar que no era
cristiano.

Desde ese momento la nao de China ya no pudo contar con un


puerto seguro en las costas niponas. Sólo los holandeses
continuaron comerciando con los japoneses en el puerto de
Nagasaki -su interés era exclusivamente económico y no religioso-,
y el inmenso intercambio técnico y cultural de México con Japón
quedó truncado. Las relaciones entre ambas naciones volverían a
establecerse siglos después, cuando el gobierno del general Porfirio
Díaz (1876-1911) anunciaba al mundo la modernización de México
y el reinicio de las relaciones con los asiáticos.

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EL ARTE NAMBAN EN EL MÉXICO VIRREINAL RODRIGO RIVERO
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CASCO Y MASCARA (KABUTO)


Japón, periodo Edo, posiblemente anterior a 1612. Real
Armería, ©. Palacio Real, Madrid. Patrimonio Nacional E-134.
10055006.
A la llegada de la embajada japonesa a Madrid, en enero de
1615, Hasekura Tsunenaga -vasallo del poderoso daimyo
Date Masamune- presentó al rey Felipe III varios regalos entre
los que destacaban objetos de guerra, como esta armadura
completa. Desafortunadamente se perdió gran parte de su
decoración en el incendio que sufrió la Armería Real, en 1884.

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DETALLE DE LOS JAPONESES ENTRANDO AL VATICANO


Mural en la Biblioteca del Vaticano llamado Gran procesión de
los delegados de la embajada Kyushu al Papa Gregorio XII,
en San Pedro, Roma.

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HASEKURA
Bautizado con el nombre de Felipe Francisco “Embajador del
rey japonés a su santidad Paolo V”. Grabado hecho el 6 de
octubre de 1615 para un libro impreso en Roma el mismo año.

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DETALLE
De la transferencia de la imagen e inauguración del Santuario
de la Virgen de Guadalupe . Manuel de Arellano ca. 1709.

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TRANSFERENCIA DE LA IMAGEN E INAUGURACIÓN DEL


SANTUARIO DE LA VIRGEN DE GUADALUPE. Manuel de
Arellano ca. 1709.
Óleo sobre tela, 176 X 260 cm.
Col. Particular, España. El día 30 abril, día de San Felipe,
patrón del primer rey Borbón Felipe V y bajo el gobierno del
virrey nacido en Génova, don Francisco Fernández de la
Cueva y Enríquez, trigésimo cuarto virrey, Duque de
Alburquerque y Grande de España; y del señor arzobispo
Ortega y Montañés; la Virgen de Guadalupe es llevada en
gran procesión ceremonial a su nueva casa, la gran Basílica,
con una gran fiesta. En esta festividad, todas las castas
tomaron parte, los cuatro continentes fueron representados
por gigantes bellamente ataviados con las características
raciales y de vestido de cada uno de ellos, demostrando no
solo que la virgen será su patrona, sino que en esta Nueva
España hay habitantes de los cuatro continentes.
En esta maravillosa pintura se detallaron todos los personajes
y pueblos que a esta festividad asistieron.

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Marcado con el número ocho en la rodela explicativa se


aprecian unos orientales, presumiblemente japoneses,
presenciando dicho acto. Vemos entonces que ya entrado el
siglo XVII y a pesar de la prohibición a los japoneses de
contactar con las demás naciones, la presencia japonesa era
constante. Este hecho es digno de mejor estudio y futuros
descubrimientos.

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Episodios de la conquista de México


Óleo sobre madera con incrustaciones de nácar.
Veinticuatro tablas, 97 x 53 cm.
Miguel y Juan González. 1698.
Museo de América, Madrid.

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TRES BAULES
El baúl negro es de laca namban, el café es de barniz de
pasto y el rojo es un ejemplo de la técnica mexicana. Col.
RRL.

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CONCLUSION

DE CÓMO LOS JAPONESES LLEGARON A MÉXICO

De acuerdo a la presente investigación podemos afirmar que el


ingreso de japoneses al territorio de la Nueva España y su
consiguiente influencia en el arte colonial mexicano se realizó por
dos vías claramente definidas. En la Nao de China, pero de manera
clandestina, es decir, sin registro alguno; y por medio de las
embajadas enviadas por los shogunes a partir de 1610.
Muchos de estos japoneses se habían formado dentro del arte
namban en territorio japonés, pero al sobrevenir las persecuciones

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religiosas en contra de los cristianos debieron abandonar sus


tierras.
Tal fue el caso de Emonsaku, quien fue retenido por las fuerzas del
shogun, debido a su destreza para pintar, y durante algún tiempo
trabajó para él. Posteriormente viajó con los franciscanos a Manila y
allí se embarcó hacia América. Emonsaku es sin duda uno de los
artistas que a la postre emigró a la Nueva España siendo uno de los
creadores del arte namban. En México, la creación de obras
mexicano virreinales se inició alrededor de 1670.
El éxodo de jesuitas y franciscanos japoneses y de otros miles de
conversos cambió la historia. Muchos fueron enviados a Manila
entre 1614 y 1624, incluyendo algunos artistas entre los cuales
suponemos se encontraba el hermano Thaddeus, pintor que
también debió haber llegado a México llevando consigo la influencia
del arte namban.

Se creó así el arte namban-jin en el periodo del México virreinal, el


cual ha dejado valiosísimas piezas que, diseminadas por el mundo,
dan fe de la simbiosis cultural que matizó la producción artística de
México.
Otro de los artistas importantes fue Kano Domi, asociado a la orden
franciscana, que anduvo entre Kyushu y Nagasaki en 1592, y llegó
a Manila en 1603. Se puede asegurar que por su gran experiencia y
su maravilloso poder creativo fue el primer pintor namban que se
asentó en México y colaboró con la dinastía González, ya que la
manera de pintar sobre las puertas corredizas de los palacios
japoneses constituyó un antecedente de los biombos Byō-bu, las
tablas kurofune y los enconchados mexicano novohispanos
namban-jin (Urushi-makie).
Fue notorio que los japoneses cristianizados adoptaban
regularmente un nombre español, por facilidad lingüística. Uno de
sus preferidos fue el apellido González. Un caso específico es el de
la familia de japoneses de la que forman parte Juan y Miguel
González quienes se establecieron en la ciudad de México para
crear la técnica novohispana-japonesa. Además de ellos, muchos

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cristianos “japones” -éste era el término utilizado- que existen en los


registros de las embarcaciones y en diversas partes de Asia,
incluyendo los archivos de Goa que he podido consultar, utilizaron
nombres hispanos. Empezó a llamarme profundamente la atención
que los nombres de los capitanes que tenían comercio con la India,
en su parte indo portuguesa, y que provenían de Japón, tuvieran el
mismo apellido.
Se sabe, por otra parte, que Tomàs González Villaverde, el primero
que se conoce dentro de esta genealogía, tuvo un hijo llamado
Miguel González, nacido en 1664. Don Tomàs tenía como segundo
apellido el de Villaverde y sus tres hijos -Miguel, Juan y Antonio- se
apellidaron González de Mier. Ambos apellidos son característicos
de la zona de Pátzcuaro, en donde se encontraba la aduana del
Galeón. Del único que se conoce el nombre de acuerdo con las
actas y los contratos es de Juan.

Una persona en especial tuvo gran importancia para el desarrollo de


la familia. Don José Sarmiento y Valladares, conde de Moctezuma
Tultengo, fue el trigésimo segundo virrey de la Nueva España y
casó con la tercera condesa de Moctezuma, Doña María Jerónima
Moctezuma.
Al regresar a España se le nombró duque de Atlixco y grande de
España. En su entrada oficial a la Ciudad de México cayó del
caballo frente al arco triunfal construido para su recibimiento,
colocado en la plaza de Santo Domingo. A este virrey se le debe el
patrocinio de los grandes artistas japoneses de apellido González.
Lo importante de este hecho es que cuando se inició la creación y
exportación del arte namban a Portugal y el resto de Europa, varios
japoneses llegaron a México a bordo de la Nao de China, se
establecieron en Pátzcuaro y comenzaron a desarrollar sus propias
obras influenciados desde luego, por la creación artística del
periodo Momoyama. En el contrato publicado por Guillermo Tovar y
de Teresa en el Archivo de Notarías tenemos el primer antecedente

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de la familia González, y encontramos que ésta es fundamental


para el tema de los enconchados y lacas.
Según consignan Teresa Castelló de Yturbe y Marita Martínez del
Río, “de las series de tablas que con el tema de la Conquista de
México hizo Miguel González en el siglo XVII, sólo dos están
firmadas. Una de ellas, que consta de 22 tablas, está en el Museo
Nacional de Bellas Artes de Buenos Aires, Argentina. La segunda
serie de veinticuatro tablas se conserva en el Museo de América en
Madrid, junto con otra serie de doce tablas más grandes que no
tienen firma y una tabla de San José, procedente de la colección
Osborne de Madrid hoy en la colección de Eva Garza Laguna”.
Hubo en Madrid tres series más con el mismo tema de la conquista
de México. La tercera serie conocida con este tema consta
únicamente de dos tablas y la compró en Londres en el año de
1935 don José Gómez-Acebo, ignorándose actualmente su
paradero pues fueron vendidas a la muerte de dicho señor. En
México, el Museo Franz Mayer tiene en su colección cuatro tablas
con el mismo tema y, aunque no están firmadas, indiscutiblemente
son de la escuela de los González.

Al respecto, deseo señalar que en los biombos que representan


escenas de la conquista, se ha especulado mucho acerca del hecho
de que los González no fuesen mexicanos, sino españoles, por la
falta de conocimiento histórico sobre todo partiendo del biombo de
la conquista de México, que se encuentra diseminado entre
Tepotzotlán y la colección Franz Mayer, así como de los biombos
que hay en el Museo de América de Madrid, en los cuales se indica
que los conquistadores entraron por Zempoala, como un error
histórico.
Aunque existen diversas teorías en torno a la nacionalidad de los
González, en este estudio se demuestra que estos excepcionales
artistas fueron japoneses que emigraron a México, enriqueciendo
con las técnicas propias del arte namban-jin, en lo general, y de los
enconchados en lo particular, la realización de biombos y tablas.

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Entre las diversas características formales y temáticas que me


permiten asegurar la nacionalidad nipona de los González se
encuentra la flora recreada en las tablas y biombos de su autoría. El
tipo de vegetación que ornamenta diversas escenas históricas y
religiosas plasmadas en las obras de los González es
eminentemente japonesa y no pudo haber sido concebida por mano
española. No obstante, consigno aquí la tesis de don Manuel
Toussaint, quien concluyó en su estudio sobre el problema de los
González que “es más probable que estos artistas hayan sido
españoles y que trabajaron en la Metrópoli”. Toussaint considera
que su estilo, aunque barroco, es distinto al de los de Correa, los
Villalpando, los Juárez y otros pintores de la misma época que
trabajaban en México.
Aunque las obras pusieron de manifiesto la historia de la conquista
y sus distintos episodios, difiero con varios autores que le atribuyen
la misma implicación. Se debe recordar que el tema era utilizado
tanto en México como en España. El excepcional coleccionista
Franz Mayer, gran conocedor de este y otros asuntos virreinales,
opinó que los González pintaron a fines del siglo XVII y principios
del XVIII en ambos países.

Por otro lado, un tema de enorme importancia recreado es estas


obras es el de los caballos. En virtud de las funciones religiosas y
en su calidad de interlocutores entre los seres humanos y las
deidades niponas, los caballos jugaron un papel de primera
importancia en la decoración de innumerables relicarios japoneses,
y no sólo en las tablas de grandes dimensiones. Si bien esta
característica del arte japonés del periodo Momoyama se ve
reflejado en ciertas tablas y biombos novohispanos, como el de Las
batallas de Alejandro Farnesio, resulta interesante señalar que la
representación de estos equinos, es conocida con el término
japonés estilístico genérico de ema.
Si se analiza la forma en la que están constituidos los biombos de
Las batallas de Alejandro Farnesio y las tablas, es posible apreciar
que no sólo japoneses llegaron a México, sino también malayos y

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gran cantidad de chinos. Respecto a estos últimos, la relación con


México era ya antigua pues para ese momento existía ya en
nuestras tierras la segunda generación de chinos.
De vuelta a Las batallas de Alejandro Farnesio y a las tablas
enconchados en nácar con vistas de la ciudad de México, es
posible observar que la orilla de ambos está hecha en laca negra,
con un sinnúmero de motivos florales y animales, de procedencia
japonesa, y otros, expresados de una manera sincrética, de origen
mediterráneo, como pueden ser las uvas, traídas a la Nueva
España a Filipinas y a Japón por los peninsulares. Cuando una de
las piezas de concha nácar se ha desprendido de algunas de las
tablas, he encontrado que el dibujo base, anterior a la aplicación de
la concha está realizado con tinta china y con un pincel que
recuerda a los de origen asiático.
En un diario de viaje del siglo XVII, el padre fray Francisco de
Ajofrín dejo una descripción de la Aduana Real de Pátzcuaro donde
encontró lacas: “Tiene suficiente ramo de comercio en cobres,
azúcar y otros frutos peculiares del país, como también en las
mercancías y géneros que vienen de la Europa. Aquí fabricaban los
indios aquellas pinturas famosas de pluma, sin entrar otro color ni
barniz, valiéndose de la abundancia de aves que crían los montes,
muy exquisitas en su color y variedad”.

“He visto algunas pinturas de gran primor y lustre. Ya han olvidado


este ejercicio, pero no el de pintar bateas maqueadas o
acharoladas. Hoy florece un célebre pintor, indio noble, llamado don
José Manuel de la Cerda, que ha perfeccionado mucho esta
facultad, de suerte que excede en primor y lustre a los maques de la

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China. Vi una docena de bateas grandes de fresno que estaba


pintado para la excelentísima señora Marquesa de Cruillas, Virreina
de México, dignas de la persona de tan elevado carácter”.
De igual forma, el cronista Chimalpahin, en su Diario (1760-1766),
dejó testimonio de la presencia y permanencia de los japoneses que
llegaron a bordo de la Nao de China en 1610 y 1614 como parte de
importantes embajadas que buscaban comerciar con lo
novohispanos. Si bien es cierto que buena parte de ellos continuó
rumbo a Europa o regresó a Japón, el propio Chimalpahin refirió
que varios decidieron permanecer en la Nueva España para
siempre.
Algunos otros continuaron su recorrido hacia Sudamérica
embarcándose en las naves que frecuentaban los puertos y ferias
comerciales novohispanas.

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DEFENSA DE LA CIUDAD DE VIENA CONTRA LOS


OTOMANOS
Biombo.
Madera con maki-e embutida en concha nácar. Juan y Miguel
González, ca. 1697-1701.
Col. Museo Nacional del Virreinato.

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CRONOLOGIA COMPARADA EUROPA,


JAPON Y LA NUEVA ESPAÑA

- 775 El expansionismo del islam y el bloqueo de las rutas


comerciales hacia el oriente transforman las condiciones
políticas y culturales del mundo de entonces.

- 1159-1167 El viajero y comerciante español-judío, Benjamín


Tudela, recorre Egipto, Palestina, Persia y Bizancio dejando
sus impresiones en el libro Itineriario.

- 1275 Luego de viajar por el Mediterráneo, el golfo Pérsico,


Persia, el Khorasán, el Parir y el desierto de Gobi, Marco Polo

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llega a Shang-tu, residencia veraniega del rey de los


mongoles Kublai Khan.

- 1338 Dentro de Japón, en el ámbito político y militar, Ashikaga


Takauji es designado shogun. En la historia universal
acontece el cenit de la civilización árabe en Granada bajo el
reinado de Yusuf I y su hijo Muhammad V (1333-1391).

- 1367 En Japón, Yoshimitsu se convierte en el tercer shogun


Ashikaga.

- 1397 Yoshimitsu construye el Kinkaku (Pabellón Dorado) en el


distrito de Kitayana en Kioto.

- 1453 Los turcos conquistan Constatinopla.

- 1467 Estalla la guerra de Ónin. En la década siguiente Kioto


es destruida y la autoridad central colapsa. Comienza el
sengoku jidai o la era del campo en guerra.

- 1477 Fin de la guerra de Ōnin.

- 1482 El retirado shogun Ashikaga Yoshimasa empieza la


construcción de la villa Higashiyama.

- 1483 Kano Masanobu pinta Ocho vistas de los ríos Hsiao y


Hsiang para Yoshimasa.

- 1490 Muere Yoshimasa.

- 1492 12 de octubre. Cristóbal Colón llega a América.

- 1494 7 de junio. A instancias del papa Alejandro VI, se firma


el tratado de Tordesillas por el cual España y Portugal dividen
el océano Atlántico por un meridiano trazado de polo a polo, a
370 leguas al oeste de las islas Azores y Cabo Verde: hacia el
occidente los territorios descubiertos y por descubrir serían de
España, hacia el oriente quedarían bajo posesión de Portugal.

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- 1497 Julio. Vasco de Gama parte con tres naves y 160


hombres, navega por la costa oeste de África doblando por el
cabo de Buena Esperanza -al sur del continente negro- y vía
Ormuz llega a la India de la que toma posesión en nombre de
la corona portuguesa.

- 1498 En su tercer viaje al continente americano iniciado en


mayo, Colón considera haber llegado al sitio original donde se
hallaba el paraíso. Cree que el Orinoco es uno de los cuatro
ríos que regaban el jardín del Edén

- 1506 Muere el pintor Toyo Seshu (nacido en 1420)

- 1507 Tosa Mitsunoba pinta una serie de pantallas plegables


que representan escenas de Kioto, un prototipo del más tarde
Rakuchu rakugai-zu. Miguel Ángel comienza a pintar la
bóveda de la Capilla Sixtina.

- 1513 Vasco Núñez de Balboa llega al océano Pacífico. Kano


Motonobu y Soami pintan pantalla para el comisario de abad
del Daisen-in, Kioto.

- 1519 29 de abril. Hernán Cortés llega a las costas del golfo de


México y funda el Ayuntamiento de la Villa Rica de la Vera
Cruz. 7 de septiembre. El senado de Tlaxcala ofreció la paz a
Cortés y acepta el reconocimiento de vasallaje con respecto a
Carlos V, soberano de España.

- 1520 30 de junio. Los españoles son derrotados por los


aztecas en la jornada conocida como La Noche Triste.
Octubre. Magallanes descubre en América del Sur el estrecho
que une las aguas del Atlántico con las del Pacífico y hoy lleva
su nombre.

- 1521 30 de mayo. Cortés inicia el sitio de Tenochtitlan. 13 de


agosto. Cae Tenochtitlán, se consuma la conquista de México.

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- 1522 15 de mayo. En su tercera carta de relación, Cortés le


comunica al rey Carlos V su intención de enviar una
expedición para encontrar una salida a la mar del Sur (el
Pacífico) por el territorio novohispano. 8 de septiembre. Luego
de la muerte de Magallanes, ocurrida en abril 1521, Juan
Sebastián Elcano concluye el viaje de circunnavegación al
desembarcar en Sevilla.

- 1525 Por órdenes del rey Carlos V, fray García Jofre de


Loaísa organiza una expedición para marchar a Asia
siguiendo la ruta de Magallanes. En el accidentado viaje
fallecen Loaísa y Elcano.

- 1527 31 de octubre. Una expedición organizada por Cortés y


comandada por su primo Álvaro de Saavedra Cerón parte en
busca de Loaísa y para continuar las expediciones en los
archipiélagos de Asia.

- 1528 Enero. Saavedra establece la ruta hacia el continente


asiático partiendo de las costas novohispanas. En la isla
Tidore, encuentra sobrevivientes de la expedición de Loaísa.

- 1529 En repetidas ocasiones Saavedra intenta encontrar la


ruta que lo lleve de regreso a la Nueva España pero fracasa y
muere el 19 de octubre. Kano Motonobu pinta pantallas para
el palacio.

- 1530 Se descubre una mina de plata en Iwami. Muere Kano


Masanobu (nacido en 1434).

- 1532 Miembros de la secta Ikko atacan el templo Nichiren


Kemponji en Sakai y obligan a Miyoshi Motonaga al haraquiri.
Partidarios de la secta Nichiren forman la Confederación
Lotus, se arman y toman el control de la capital. Yamashima
Honganji es destruido por las fuerzas de la Confederación
Lotus. Ishiyama Honganji de Osaka se convierte en el cuartel

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general de la secta Tierra Pura y Verdadera. Francisco Pizarro


comienza la conquista del Perú.

- 1534 Nace Nobunaga.

- 1536 En este año probablemente nace Toyotomi Hideyoshi,


aunque algunas fuentes afirman que fue en 1537. Ishiyama
Honganji comienza a presentar en público piezas del teatro
Noh.

- 1539 Miyoshi Nagayoshi y sus aliados ocupan Kioto. Kano


Motonobu comienza a pintar para Ishiyama Honganji.

- 1540 Ignacio de Loyola funda la Compañía de Jesús.

- 1541 Kano Motonobu es comisionado por el daimyō Ouchi


Yoshikata para pintar los kurofune de oro y abanicos para
comerciarlas con China.

- 1542 Los primeros comerciantes portugueses llegan a las


costas japonesas; se establecen en Tanegashima. Las
primeras armas occidentales se introducen en Japón. Nace
Tokugawa Ieyasu. En lo cultural, Kano Motonobu pinta
pantallas para el comisario del abad Reiun-in, Myoshinji. El
jesuita Francisco Javier llega a Goa (India) en 1542 y durante
siete años recorre el territorio indio, Ceilán y Malaca entre
muchos otros lugares. Noviembre. El virrey don Antonio de
Mendoza autoriza una nueva expedición hacia el poniente al
mando de Ruy López de Villalobos.

- 1544 En Tidore, Villalobos recibe noticias de la existencia de


Japón. Intenta regresar a México, pero fracasa. Muere dos
años después en brazos del jesuita Francisco Javier.

- 1545 Piratas japoneses atacan China.

- 1548 Naves portuguesas atracan en la provincia de Bungo,


marcando el inicio del comercio en los puertos de Kyushu.
Tiene lugar el último viaje de carácter oficial a China. Nace

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Onene, conocida más tarde como Kita no Mandokoro o


Kodaiin.

- 1549 Francisco Javier llega a la ciudad de Kagoshima en


Japón, para continuar con la tarea evangelizadora iniciada en
Goa. Establece una misión cristiana.

- 1555 Nobunaga toma el control del castillo Kiyosu. Muere el


maestro del té Takeno Joo.

- 1556 El portugués Luis de Almeida funda un hospital con


farmacia, orfanato, leprosario y sala de operaciones en la
población de Funai en Japón, convirtiéndose en el primer
introductor del namban-igaku.

- 1557 Los portugueses llegan a Macao.

- 1558 Hideyoshi, conocido después como Kinoshita Tokishiro,


retiene a Nobunaga.

- 1559 Nobunaga se convierte en el líder militar de Owari. El


jesuita portugués Gaspar Vilela llega a Kioto. Muere Kano
Motonobu. Nace Kano Sanraku, primer miembro de la dinastía
de creadores de biombos conocida con ese apelativo.

- 1560 Nobunaga vence a Imagawa Yoshimoto en Okehazama


y empieza su ascenso al poder. El shogun Ashikaga Yoshiteru
presenta tres pares de pantallas policromáticas de oro de los
pintores de la corte imperial, Kano y Tosa.

- 1561 Uesugi Kenshin y Takeda Shingen se enfrentan de


nuevo en Kawanakajima. Onene se casa con Hideyoshi. Nace
Kano Mitsunobo.

- 1562 Nobunaga e Ieyasu hacen una alianza con miras a la


unificación de Japón.

- 1563 Kano Shoei pinta un nehan-zu enorme para Daitokuji.

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- 1564 Muere Miyoshi Chokei (nacido en 1522). Su vasallo


Matsunaga Hisashide se convierte en el señor de la guerra
más poderoso de las provincias que rodean la capital. Llegada
a Kioto del padre Frois quien estará a cargo de la misión
jesuita de 1564 a 1587. 21 de noviembre. Zarpa del puerto de
Navidad (en el actual estado de Jalisco) una nueva expedición
al mando de Miguel López de Legazpi y fray Andrés de
Urdaneta.

- 1565 13 de febrero. Legazpi entra a Leyte y extiende el


nombre de Filipinas a todas las islas de la región conocidas
hasta entonces. 1 de junio. Legazpi permanece en Filipinas y
entrega el mando de la expedición a fray Andrés de Urdaneta
para que encuentre una ruta de regreso a la Nueva España.
Urdaneta descubre una corriente cálida, estrecha y rápida,
similar a la del Golfo, llamada kurio-shio o corriente negra que
facilita la navegación y establece el tornaviaje.

- 1566 La ciudad de Sakai se ve amenazada por un combate


entre Hisashide y el clan de Miyoshi. Kano Eitoku pinta las
pantallas corredizas Pájaros y flores de la cuarta estación y
Las cuatro consumaciones, creadas para el Jukoin, Daitokuji.

- 1567 Nobunaga reforma el castillo del pueblo de Inabayama y


le pone el nombre de Gifu. Se enfrentan los clanes de
Matsunaga y Miyoshi en Nara, el Daibutsuden en Todaije es
consumido por el fuego. Nobunaga comienza a utilizar el lema
de “Gobernar por el imperio de la fuerza”. En cuanto al arte,
Kano Eitoku pinta pantallas corredizas para el kampaku
Konoe Sakihisa.

- 1568 Nobunaga entra a Kioto y designa como shogun a


Ashikaga Yoshiaki. Matsunaga Hisashide se somete a
Nobunaga, sellando el acto con una ceremonia de té para

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reforzar la alianza. Se construyen iglesias católicas al estilo


namban-jin en Kioto y Nagasaki.

- 1569 Nobunaga da permiso oficial al cristianismo de hacer el


proselitismo en Kioto. El clan de Miyoshi, establecido en
Sakai, ataca al shogun Yoshiaki, pero en enero son
expulsados de Kioto. Sakai es sometido por Nobunaga. Kano
Hideyori pinta los ema, que tienen al caballo como tema.

- 1570 Los monjes soldados de Ikko vencen a las tropas de


Nobunaga cerca de Kioto, marcando el inicio de la guerra de
los Diez Años de Nobunaga, en contra de los Honganji y los
miembros de la secta Tierra Pura y Verdadera.

- 1571 Los novohispanos funda la ciudad de Manila, primera


capital occidental en Asia. Se funda Nagasaki. Inicia sus
travesías el famoso Galeón de Manila, también conocido
como Nao de China o Galeón de Acapulco que durante
doscientos cincuenta años mantendrá abierto el comercio
entre Asia y México. Nobunaga incendia el templo budista de
Enryakuji, el cuartel general de la secta Tendai, en el monte
Hiei.

- 1573 El jesuita napolitano Alessandro Valignano es nombrado


visitador de las Indias Orientales. Hideyoshi adopta el nombre
de Hashiba. Takeda Shingen vence a las fuerzas aliadas de
Ieyasu y Nobunaga en Mitakagahara, se dirige luego hacia el
oeste. Animado por el éxito de Shingen, el shogun Yoshiaki
rompe abiertamente con Nobunaga, el cual lo depone, dando
fin al shogunato Ashikaga. Muere Takeda Shingen. La danza
furyu es un éxito en el Festival de la Estación Bon en Kioto.

- 1574 Nobunaga destruye las fuerzas Ikko en Nagashima.


Kato Kiyomasa se vuelve seguidor de Hideyoshi.

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- 1575 Tiene lugar la batalla de Nagashino en contra de Takeda


Katsuyori, donde se usaron con éxito por primera vez
espingardas en Japón. Nobunaga vende a Takeda Katsuyori y
toma el control de Echizen, hasta entonces bajo el poder de la
secta Tierra Pura y Verdadera. Sen no Rikyu es asignado
como uno de los maestros del té de Nobunaga. Los jesuitas
construyen un templo cristiano llamado Namban-Ji en Kioto
que marca la expansión del cristianismo en Japón y permitió a
los portugueses entrar en contacto con las lacas para ellos
desconocidos hasta entonces.

- 1576 Shibata Katsuie, un partidario de Nobunaga, conduce


una “caza de espadas” en la provincia de Echizen y ordena a
los campesinos continuar con labores de agricultura. Los
grupos religiosos rebeldes son suprimidos. Eitoku y su estudio
son comisionados por Nobunaga para hacer pinturas en el
castillo de Azuchi.

- 1577 Nobunaga declara el castillo de Azuchi como un


mercado libre. Matsunaga Hisashide se vuelve en contra de
Nobunaga, pero es vencido y se hace el haraquiri.

- 1578 El daimyō Yoshishige se convierte al catolicismo. Muere


Uesugi Kenshin. Nobunaga le concede permiso a Hideyoshi
para realizar ceremonias de té formales.

- 1579 25 de julio. Valignano ingresa a territorio japonés para


continuar la tarea emprendida por los jesuitas. Nobunaga
ordena la disputa de Azuchi entre monjes de la Tierra Pura y
Verdadera y miembros de la secta Nichiren; a estos últimos
los declara perdedores, condenando a muerte a tres de sus
participantes. El castillo de Azuchi se convierte en la
residencia oficial de Nobunaga.

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- 1580 El daimyu Kyushu Omura Sumitada cede Nagasaki y


sus alrededores a la Compañía de Jesús. Ishiyama Honganji
se rinde ante Nobunaga. La guerra de los Diez Años en contra
de la secta Tierra Pura y Verdadera llega a su fin. Las iglesias
católicas se establecen en Azuchi. España y Portugal se unen
bajo el gobierno de Felipe II. Una considerable fuerza
japonesa -con 27 barcos- al mando del pirata japonés Tay
Fusa desembarca al norte de Luzón. Enfrentamiento militar
con las fuerzas novohispanas.

- 1581 Nobunaga arremete contra Kongobuji, los cuarteles


generales de la secta Shingon en el monte Koya. En lo
artístico, Nobunaga presenta al clérigo jesuita Alessandro
Valignano una pantalla pintada que será llevada a Roma
como un presente para el Papa. Hideyoshi comienza la
construcción de un castillo en Himeji.

- 1582 20 de febrero. Valignano viaja a Europa acompañado de


cuatro nobles adolescentes japoneses, en lo que se conoce
como “la embajada de los jóvenes”, con el fin de atraer la
atención de los prelados de la aristocracia europea, de los
reyes ibéricos y del Papa hacia la obra de los jesuitas en
Japón. Nobunaga somete al Takeda, extendiendo sus
dominios sobre la región de Kanto, marcando su última
victoria militar. Nobunaga muere en el Honnoji en Kioto.
Hideyoshi hace la paz con el clan Mori y vence a Akechi
Mitsushide en la batalla de Yamasaki. Hideyoshi sucede a
Nobunaga. Se destruye el castillo de Azuchi. Se funda la
misión jesuita en China. El proceso de evangelización
desarrollado por los jesuitas en Japón rinde sus frutos. Cuenta
con 2 seminarios, 150 mil cristianos, 200 iglesias, 20 padres y
30 auxiliares seminaristas y catequistas, en su mayor parte
japoneses.

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- 1583 Tiene lugar la batalla de Shizugatake. Hideyoshi


destruye el Shibata Katsuie. En el ámbito cultural, Hideyoshi
comienza la construcción del castillo de Osaka. El padre
Giovanni Niccolò llega a Japón y pronto funda la Academia de
San Lucas, donde instruye a jóvenes artistas japoneses en la
pintura y grabado de estilo occidental.

- 1584 Diciembre. La “embajada de los jóvenes” es recibida


solemnemente por Felipe II en el Real Monasterio de San
Lorenzo del Escorial. Al año siguiente visitan al Papa en
Roma. Un galeón español llega a las costas de Hirado,
Kyushu. Hideyoshi e Ieyasu se confrontan en la inconclusa
campaña de Komaki. Eitoku continúa trabajando en el castillo
de Osaka. Hideyoshi aprueba la construcción del Enryakuji en
el monte Hiei.

- 1585 Hideyoshi es designado kampaku (regente) y asume el


nombre de Toyotomi. Hideyoshi apadrina una presentación
Noh en el palacio imperial como celebración a su cargo de
kampaku. Hosokawa Yusai presenta en la corte pantallas
plegables con representaciones del monte Fuji. Las iglesias
católicas de Kioto son destruidas.

- 1586 El emperador Go Yosei asciende al trono. Reina de


1586 a 1611. Hideyoshi visita el palacio imperial y expone su
cuarto de té portátil de oro. Eitoku pinta pantallas para el
Ogimachi, un palacio de retiro del emperador.

- 1587 25 de julio. Hideyoshi proclama el primer edicto de


expulsión de los jesuitas. Hideyoshi es designado como daijo
daiyin (gran ministro de Estado) y conquista Kyushu. Tiene
lugar la gran ceremonia del té en el relicario de Kitano. La
mansión Jurakatei de Hideyoshi es terminada en Kioto. Los
artistas Kano son comisionados para pintar en sus casas.

- 1588 Hideyoshi ordena la “caza de espadas”. Ashikaga


Yoshiaki renuncia al shogunato. Unkoku Togan pinta pantallas
corredizas para Obaiin, Daitokuji. El machishu de Kioto lleva a
cabouna danza furyu extravagante en una ceremonia.

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- 1589 Hideyoshi impone una lista de prohibiciones para la


protección del Relicario de Mishima. Se instala una estatua
como retrato del Sen no Rikyu en la entrada del Daitokuji.
Hasegawa Tohaku pinta los techos y pilares en la puerta de
Sammon del Daitokuji.

- 1590 Hideyoshi vence al Hojo de Odawara, alcanzando una


hegemonía total sobre Japón. Hideyoshi reconstruye el
palacio imperial. Muere Eitoku a la edad de cuarenta y ocho
años. Hideyoshi ordena la decoración de su castillo de
Nagoya con pinturas hechas por artistas de la escuela Kano.

- 1591 Hideyoshi domina las fuerzas enemigas en el norte de


Honshu, y logra la reunificación del país bajo la hegemonía de
los señores de la guerra. El edicto redactado por Hideyoshi
prohíbe el cambio de estatus social, ya sea de samurái a
granjero, comerciante o viceversa. Se imprimen los primeros
libros cristianos en Japón. Honganji es trasladado a Kioto,
reconstruida en Rokujo-Horikawa.

- 1592 Hideyoshi invade por primera vez Corea. Kano


Mitsunobu y los miembros del taller de Hasegawa Tohaku
viajan a Hizen en Kyushu a pintar pantallas para el castillo
Nagoya, el cuartel general de Hideyoshi en su invasión a
Corea. Empieza el trabajo en el castillo Fushimi. Julio. Una
misión diplomática hovohispana al mando de Juan Cobo llega
a Nagasaki y se entrevista con Hideyoshi. No se llega a
ningún acuerdo comercial.

- 1593 Nace Toyotomi Hideroyi, hijo de Hideyoshi. Fin de las


hostilidades en Corea. Llegada de las primeras misiones
franciscanas a Japón. Hideyoshi actúa públicamente en
piezas Noh. Muere Hasegawa Kyuzo. Hasegawa Tohaku y
miembros de esa escuela hacen pantallas corredizas para el
Shounji, ahora en el Chishaukin.

- 1594 Hideyoshi ejecuta obras Noh para el emperador Go-


Yozei en el palacio imperial. El castillo Fusimi es terminado.
Kano Mitsunobo y Kano Sanraku son comisionados para
pintar biombos.

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- 1596 Hideyoshi recibe a embajadores Ming de China en


Osaka. En Corea las negociaciones fracasan y el armisticio
coreano colapsa. Comienza la persecución de cristianos. En
lo cultural, Koanbi hace relicarios barnizados en miniatura
para Hideyoshi y Kita no Mandokoro. 8 de diciembre.
Hideyoshi ordenó la aprehensión de los “monjes de las
Filipinas”.
-

- 1597 8 de enero. Hideyoshi condena a muerte a los


franciscanos. 5 de febrero. Veintiséis religiosos franciscanos
entre los que se encuentra Felipe de Jesús y dieciocho
misioneros japoneses son martirizados en Nagasaki. Tropas
novohispanas formadas por mexicanos, mestizos y criollos
auxilian al rey de Cambodia tras la invasión ordenada por el
rey de Siam.

- 1598 Muere Hideyoshi a la edad de 63 años. Las tropas


japonesas se retiran de Corea. El Concilio de la Regencia es
establecido bajo Ieyasu. En lo cultural, Hokoji es reconstruido.
Los jardines y edificios Samboin son terminados en Daigoji.
Felipe II de España muere y lo sucede Felipe III. El nuevo
emperador, Tokugawa Ieyasu acepta el Tratado de Comercio
y Amistad presentado por Luis Navarrete Fajardo por el cual
Japón se compromete a respetar los galeones mexicanos
provenientes de Manila o Nueva España que se vieran
obligados a fondear en puerto japonés.

- 1599 Muere Maeda Toshiie. Ishira Mitsunari intenta asesinar a


Ieyasu. Kita no Mandoroko se muda a Kioto. Toyotomi

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Hideyori se muda del castillo Fushimi al de Osaka, ocupado


antes por Kita. Se construye en Kioto el templo mortuorio
Hokoku, dedicado a Hideyoshi. Kano Soshu pinta las tablas
de los Treinta y seis poetas para el Hokoku. En lo universal,
Inglaterra establece la Compañía Británica de Indias
Orientales.

- 1600 En el ámbito militar, la batalla de Sekigahara permite a


Ieyasu extender su control sobre Japón. La primera nave
neerlandesa desembarca en Kyushu. El inglés William Adams
desembarca en costas japonesas. En el ámbito cultural, el
subtemplo de Kangakuin es establecido en Onjoji, Shiga,
probablemente con un edificio del palacio imperial. En China,
el misionero jesuita Mateo Ricci es recibido por el emperador
en Pekín.

- 1601 Kano Soshu muere. Holanda establece la Compañía


Neerlandesa de Indias Orientales.

- 1602 Muere el poeta renga Satomura Joha.

- 1603 Ieyasu asume el título de shogun y establece un


gobierno militar en Edo. Kita no Mandokoro recibe el nombre
de Kodaiin y se convierte en monja budista. Comienza el
comercio de la foca colorada de Suminokura. En lo cultural
Ieyasu construye el castillo de Nijo en Kioto.

- 1604 Tiene lugar el Festival de Hokoku, una extravagante


celebración conmemorando los siete años de la muerte de
Hideyoshi. Kano Maizen pinta pantallas representando el
Festival de Hokoku. Se establece la Compañía Francesa de
las Indias Orientales.

- 1605 Hidetada, el hijo de Ieyasu, se convierte en el segundo


shogun Tokugawa. El Kobaiji es construido para Kita no
Mandokoro, viuda de Hideyoshi. Kano Mitsunobu pinta en el

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techo del Pasillo del Gran Culto (Hondo), en el Shokokuji.


Cervantes escribe la primera parte de Don Quijote.

- 1606 El castillo Hikone es construido por la familia Ii.

- 1607 El sepulcro Kitano es reconstruido.

- 1608 Ikeda Terumasa reconstruye el castillo de Himeji a gran


escala. Muere Kano Mitsunobi. Aparece la edición de
Sagabon de Los cuentos de Ise. Hudson descubre la isla de
Manhattan.

- 1609 30 de septiembre. Rodrigo de Vivero y Velasco,


gobernador interino de las Filipinas naufraga en la costa de
Japón. Los primeros comerciantes holandeses llegan a Japón.

- 1610 Rodrigo de Vivero y un grupo de comerciantes


japoneses zarpan rumbo a la Nueva España a bordo del
galeón San Felipe. Son los primeros súbditos de Japón en
cruzar el Pacífico y llegar a México. 16 de diciembre. A bordo
de una carroza enviada por el virrey, la embajada japonesa
hace su entrada en la Ciudad de México, en medio de la
expectación de la sociedad novohispana.

- 1611 23 de enero. La iglesia de San Francisco se viste de


gala para el bautizo de dos japoneses que se convierten al
cristianismo. Ieyasu reconstruye el palacio imperial. Marzo.
Sebastián Vizcaíno zarpa con rumbo a Japón para agradecer
la ayuda prestada a Rodrigo de Vivero en 1609 y buscar las
llamadas islas Ricas. 25 de junio. Encuentro en Japón entre
Vizcaíno y Date Masamune, el hombre más poderoso de su
tiempo e importante defensor de los cristianos.

- 1612 Hidetada censura el cristianismo y ordena la destrucción


de la iglesia en Kioto. A los mercaderes chinos se les permite
comerciar en Nagasaki. Kano Tanya se muda a Edo. Retrato
de Osokawa Yusai. Rubens pinta El descenso de la Cruz. El
16 de septiembre Vizcaíno logra zarpar de Japón en busca de
las islas Rica de Oro y Rica de Plata, pero fracasa.

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- 1613 Comerciantes ingleses llegan a Hirado. Hasekura


Tsunenaga manda una delegación a España. Muere Tosa
Mitsuyoshi. Galileo enfrenta a la Inquisición.

- 1614 Las persecuciones de cristianos se intensifican ya que


Ieyasu ordena suprimir el cristianismo en Japón. Tiene lugar la
Campaña de Invierno de Osaka. Kano Sanraku realiza
pinturas cuyo tema son los caballos. Muere Konoe Nobutada.
22 de enero. Vizcaíno y ciento ochenta y cuatro japoneses
llegan a costas mexicanas. 24 de marzo. Hasekura, jefe de la
embajada japonesa, entra en la Ciudad de México. 10 de
junio. Concluye la travesía de la embajada de Hasekura por la
Nueva España. 5 de octubre. La embajada de Hasekura llega
a tierras españolas. 23 de octubre. Hasekura entra a Sevilla y
es recibido con mucho entusiasmo por los españoles,
semanas después visitan el Vaticano.

- 1615 El castillo de Osaka es destruido. Toyotomi Hideyori y su


madre mueren. Ieyasu cede un terreno en Tagamine para una
colonia de artistas. Muere Kaiho Yusho a la edad de 83 años.
Kano Mitsunobu y su estudio son comisionados por la familia
Tokugawa para pintar pantallas para el castillo de Nagoya.
Sanraku se refugia con Shokado Shojo luego de la derrota del
clan Toyotomi. Fallece Furuta Oribe. Los tártaros de Manchu
invaden China.

- 1616 Muere Ieyasu. El gobierno restringe el comercio foráneo


en los puertos de Nagasaki e Hirado.

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- 1617 Se construye en Shizuoca la tumba de Ieyasu, llamada


Toshogu. Muere Kano Naizen.

- 1618 Muere Unkoku Togan a la edad de setenta y dos años.


Toeki toma el control de la escuela Unkoku.

- 1619 Tokugawa Iemitsu es nombrado shogun. Sesenta


cristianos aproximadamente son quemados en Kioto. Kazuko,
la nieta de Ieyasu, contrae matrimonio con el emperador Go-
Mitzunoo.

- 1620 El príncipe Toshihito comienza la construcción de la villa


imperial de Katsura, al suroeste de Kioto.

- 1622 La persecución de cristianos se intensifica en Japón.

- 1623 Iemitsu, hijo de Hidetada, se convierte en el tercer


shogun Tokugawa. Cincuenta cristianos son ejecutados en
Edo. Muere Kano Sadanobu.

- 1624 Con Hidetada, las relaciones entre Japón y España


llegan a su fin. Muere Kita no Mandokoro. Tokugawa Hidetada
erige el templo Kan'ei-ji en Edo. Inglaterra le declara la guerra
a Francia.

- 1629 Abdica el emperador Go-Mizunoo. El shogunato censura


a las mujeres Kabuki. Tienen lugar los primeros
asentamientos ingleses en Massachusetts.

- 1630 La emperatriz Meisho, hija de Go-Mizunoo y nieta del


shogun asciende al trono. Tiene lugar la construcción del Taj
Mahal en India.

- 1635 Se promulga un nuevo edicto que prohíbe el comercio


foráneo. Kano Sanraku muere a la edad de 72 años. Es
fundada en Cambridge, Massachusetts, la Universidad de
Harvard.

- 1636 Comienza el Nikko Toshogu. El emperador Go-Mizunoo


presenta un a alabanza a la emperatriz Chukamonín .

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- 1637 Tiene lugar la rebelión Shimabara en la provincia de


Hizen, alentada por las persecuciones a cristianos. Muere Hon
´ami Koetsu a la edad de 80 años. Es fundada New Haven en
Connecticut.

- 1638 Muere Karasumaro Mitsuhiro.

- 1639 Todos los occidentales que viven en Japón son


expulsados y las relaciones se limitan a Holanda y China.
Muere Shokado Shojo a la edad de 56 años.

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TARRO

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Con incrustaciones de madreperla y diseño de pájaros y


flores, realizados con la técnica maki-e.

MARCO DEL SIGLO XVII


Hecho de pedacería de una tapa namban. Se
encuentra en Lima, Perú, pertenece a las señoras
Belaunde y Gallo.

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