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SÍNTESIS DE LA HOMILÍA REALIZADA EN LA CELEBRACIÓN DE LA SANTA MISA

DEL DOMINGO 13 DE JUNIO CON LOS SEMINARISTAS

Vivimos un tiempo “especial”, distinto a la de los años anteriores. Estamos más en casa.
Aprovechemos para crecer, sentar bases doctrinales, madurar en la fe, ser más espirituales, más
humanos; tenemos mas tiempo para rezar, para leer, para madurar y actuar con criterio y
sabiduría. Recuerdo lo que dijo San Cipriano; << es propio del falto de educación hablar a gritos,
así, por el contrario, es propio del hombre respetuoso orar con un tono de voz moderado1>>.
Significa simplemente que el patrimonio cultural está y es propio de la Iglesia.

San Marcos nos cuenta que Jesucristo << hablaba en parábolas a sus oyentes, pero a sus
discípulos se lo explicaba todo en privado>> (Mc 4,34). Jesús tenía un trato muy especial,
familiar, con los doce, estaba con ellos y ellos con Él. Los discípulos se sentían a gusto con él. De
esa manera, Iban adquiriendo sabiduría, comprendían las parábolas, los signos que realizaba
Jesús; se asombraban de los milagros que no eran simples sucesos excepcionales. Tenían un
conocimiento que se vincula a la sabiduría que viene de Dios. Podemos adquirir conocimiento,
pero no la sabiduría, porque la sabiduría no se adquiere por un cumulo de conocimientos. Sin
embargo, hay personas sencillas que manifiestan una gran sabiduría, viven en la simplicidad en
la sencillez. Se manifiesta en ellos el arte de saber vivir, crean una convivencia agradable con los
demás, cultivan los valores humanos.

La sabiduría divina la podemos recibir; para ello necesitamos contemplar, saber asombrarse
como los niños. Contemplemos la creación, el agua que corre, un niño que juega, las flores, el
firmamento, las aves, sobre todo, no olvidemos la capacidad que tenemos de amar y ser
amados.

La parábola del grano de mostaza2 nos enseña que la semilla es fundamental para la
vida, en un simbolismo muy sencillo que nos revela la grandeza del Reino de Dios. La tierra de
por si tiene la capacidad de dar vida, aunque desde luego hay que cuidarla y protegerla para que
de fruto. Los antepasados comprendieron que la “Pachamama”, era como el vientre de una
mujer que da vida y alimenta a sus hijos. Así podemos decir que la virgen María, fue esa tierra
fértil donde fue fecundada La Palabra.

En conclusión, esa semilla es Cristo encarnado. Sí, pues hemos recibido el kerigma, se
nos ha predicado a Jesucristo. “La palabra se hizo carne y puso su morada entre nosotros” (Jn 1,
14)

Esta semilla es Cristo y cuando esté maduro seremos sus auténticos discípulos y daremos la vida,
derramaremos nuestra sangre, como los mártires y tantos cristianos que como fruto maduro
dieron y dan testimonio con su propia vida. Así, entenderemos las parábolas desde Cristo, con
él y en él.

Por lo tanto, cuidemos la Semilla en nuestro corazón, para que dé fruto, es decir para
poder dar la vida como Cristo ha dado y sigue dándolo por nosotros.

P. Julio Murillo López


Rector

1
Del Tratado de san Cipriano, obispo y mártir, Sobre la oración del Señor.
2
Mc 4, 30.

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