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2 LA ÉTICA TELEOLÓGICA

El término teleología proviene de los dos términos griegos Télos (fin, meta,


propósito) y Logos (razón, explicación). Así pues, teleología puede ser traducido
como «razón de algo en función de su fin», o «la explicación que se sirve de
propósitos o fines». Decir de un suceso, proceso, estructura o totalidad significa
en términos de cierta tradición filosófica, que dicha meta o sentido son la razón de
ser del suceso mismo, lo que le justifica en su ser.

La teleología no se centra en las acciones propiamente dichas o en cómo respetan


el sistema de normas. La ética teleológica, se preocupa por el efecto final. La
esencia de todas las formas de la ética teleológica fue definida excepcionalmente
por el fundador del utilitarismo, Jeremy Bentham: "el máximo bienestar para el
máximo número". En consecuencia, el impacto de la sociedad como un todo es lo
que determina la moral. Este enfoque difiere de la deontología, ya que no se basa
en un conjunto de reglas muy estrictas; las acciones pueden ser morales o
inmorales según las circunstancias.

La ética teleológica es la que se ocupa en discernir qué es el bien no moral antes


de determinar el deber, y se considera como moralmente buena la maximización
del bien no moral. La ventaja está en permitir un enraizamiento de la acción moral
en la naturaleza del hombre, dándole un sentido; el inconveniente más claro es el
conflicto entre los bienes que los distintos individuos se proponen y que
difícilmente puede llevar a una conciliación. Las éticas deontológicas, por su parte,
salvan la contradicción de propuestas individuales de bien, pero desligan lo moral
del concepto de vida buena, sea individual o política.

ARISTÓTELES, LA FELICIDAD, LA VIRTUD Y PRUDENCIA

El fin último de toda actuación humana es la búsqueda de la felicidad y es


concebida por Aristóteles como la actividad del alma conforme a virtud. Lo que
Aristóteles quiere decir con su definición de la felicidad (actividad del alma según
virtud), se debe comprender cuál es su filosofía acerca de lo que llama la función
del hombre. Para Aristóteles analizar la función del hombre es estudiar su
psiquismo. Y en el estudio del psiquismo humano, pensaba que en el alma
humana existía una parte irracional y otra racional. La parte irracional del alma
realiza dos funciones: una nutritiva y la otra apetitiva. La nutritiva no tendría nada
que ver con la parte racional del alma y, por ello, tampoco con la virtud y la
felicidad humana. La parte apetitiva, sin embargo, aunque irracional, por tender a
actuar como le apetece, y, por tanto, en muchas ocasiones, en contra de los
designios de la razón, puede también seguir los dictados de tal razón
obedeciéndola. Pues bien, el vicio sería el resultado de la actuación en sí de la
parte apetitiva del alma; la virtud y, por tanto, la felicidad, es posible cuando la
parte irracional del alma actúa de acuerdo con los designios de la razón. En este
contexto, las virtudes relacionadas con la parte apetitiva del alma la denomina
Aristóteles como virtudes éticas o morales.

Pero, además, según Aristóteles, existen virtudes relacionadas directamente, no


con la parte apetitiva-irracional del alma sino con la parte racional. Tales virtudes
son denominadas intelectuales.

Las virtudes intelectuales deben su origen y su incremento principalmente a la


enseñanza y, por ello, requieren experiencia y tiempo. Por su parte, las virtudes
éticas proceden, en cambio, del hábito y de la costumbre y no son por naturaleza.
En ellas, primero es la operación y después la capacidad, a diferencia de las
cosas que son por naturaleza. Antes de pasar, sin embargo, al estudio de las
virtudes (éticas e intelectuales) es necesario tener en cuenta la diferencia que
establece Aristóteles entre ciencias teóricas y ciencia prácticas. Las ciencias
teóricas no persiguen ningún fin o utilidad y sus verdades son necesarias
(matemática, física). Las ciencias prácticas son contingentes y tratan sobre
cuestiones que pueden ser de varias maneras.

Aristóteles se aleja del intelectualismo socrático que vincula a la virtud con el


conocimiento. Para él, la virtud será la disposición del alma, es decir, la capacidad
y la aptitud de esta para comportarse de un modo determinado: “No basta que la
acción tenga un carácter determinado para que la conducta sea justa o buena; es
preciso también que el hombre actúe de un modo determinado ante todo, que
actúe a sabiendas; en segundo lugar, que proceda en razón de una decisión
consciente y que prefiera esa acción por si misma; finalmente, que actúe desde
una posición firme e inquebrantable”

La prudencia entendida como sabiduría práctica es una virtud del intelecto, que
habilita para deliberar bien acerca de las cosas buenas y malas, no en sentido
parcial, sino para realizar una vida buena, feliz, y actuar en consecuencia. No es
pues un saber acerca de “las cosas más nobles por naturaleza”, es decir, de las
cosas inmutables, “superiores, maravillosas, arduas y divinas”, que son objeto de
la sabiduría teórica (sophía), sino de los bienes humanos, y “el hombre no es lo
más excelente de cuanto hay en el universo”. Sin embargo, es la virtud más alta
en el orden práctico, y ambas formas de sabiduría son necesariamente deseables
por sí mismas, porque son virtudes y porque la posesión y el ejercicio de cada una
son, a su modo, causa de felicidad.

Puesto que está referida a las acciones, que son siempre singulares y no llegan a
ser conocidos sino por la experiencia, su adquisición supone mucho tiempo y gran
experiencia de vida. Por lo mismo, aunque en su forma más perfecta implica un
saber general y particular de “lo que es justo, bello y bueno para el hombre”, tiene
primacía este último, dado que las acciones se refieren a lo particular, por lo que
se da el caso de que algunos saben actuar bien gracias a su experiencia de vida y
conocimiento de lo concreto, aunque no puedan dar razón de los principios
generales de sus acciones. Aristóteles subraya este carácter práctico de la
prudencia al afirmar que es útil “no para conocer las virtudes, sino para hacerse
virtuoso”.

JEREMY BENTHAM Y STUART MILI. LA UTILIDAD

La doctrina señala a Bentham y Stuart Mill como los precursores del utilitarismo
clásico, que, a partir de sus obras, influyeron en los demás utilitaristas. Estos
autores estaban preocupados por la reforma legal y social, hasta el punto de
afirmar que: “si algo puede ser identificado como motivo fundamental subyacente
al desarrollo del utilitarismo clásico era el deseo de ver cambios en las prácticas
sociales”.
El utilitarismo clásico está fuertemente marcado por un perfil consecuencialista,
doctrina según la que un acto es correcto en atención a sus consecuencias. No
importan las circunstancias o la naturaleza de ese acto, ni lo que sucede antes de
él. La forma de pensar y desarrollar determina idea gana importancia en relación
con lo que se consigue en un momento posterior. El utilitarismo es la especie más
influyente del consecuencialismo, “una especie tan influyente que a veces se
confunde con el propio género.

En la medida en que el consecuencialismo fundamenta un acto en sus


consecuencias, puede afirmarse que se opone a la ética deontológica. Para la
deontología, lo que hace que una elección sea correcta es su conformidad con
una norma moral. Las normas morales deben ser obedecidas por su mera
existencia. Lo correcto debe prevalecer sobre el bien; en consecuencia, si una
conducta no es consonante con lo correcto, no puede ser practicada, con
independencia del resultado que dejaría de producir. Para la deontología, en
suma, los actos son correctos o incorrectos en sí mismos. Por ejemplo, quebrar
una promesa es un comportamiento equivocado en sí mismo, con independencia
de sus consecuencias. Para el consecuencialista, la quiebra de una promesa
puede ser correcta o errada, dependiendo del bienestar que ello pueda producir.
Cuando alguien miente para salvar la vida de otro, su conducta será reprobada por
los deontologistas y aprobada por los consecuencialistas. La principal diferencia
entre el deontologismo y el consecuencialismo, de forma sintética, es la siguiente:
para los deontologistas, una conducta es equivocada si viola una regla, mientras
que para los consecuencialistas la conducta equivocada es la que no logra
maximizar sus efectos.

Jeremy Bentham construyó su pensamiento basándose en cuatro subprincipios:

 Consecuencialismo: la cualidad moral de un comportamiento debe ser


evaluada de acuerdo con sus consecuencias;
 Hedonismo: la consecuencia positiva es aquélla que produce mayor placer, la
negativa es la que genera dolor y sufrimiento;
 Agregacionismo: en la evaluación de una conducta, debemos sumar las
porciones de felicidad e infelicidad, para hallar el balance final;
 Maximacionismo: debemos optar por el comportamiento que produzca mayor
saldo de felicidad para el mayor número de personas afectadas por nuestras
opciones.

La utilidad para Bentham es la propiedad de un objeto por la cual éste tiende a


producir beneficios, ventajas, placer, felicidad, o a prevenir la verificación de dolor,
sufrimiento, insatisfacción, infelicidad. Algo es correcto dependiendo de su utilidad,
que se mide por las consecuencias que una acción tiende a producir. Para
Bentham, la legislación debe preservar al máximo la libertad de las personas, que
es esencial para buscar la felicidad. Las intervenciones en la libertad se hacen
necesarias cuando la seguridad de la persona está amenazada, disminuyendo su
felicidad.

Para Mill, un elemento central de su teoría es el consecuencialismo., las acciones


deben ser consideradas de acuerdo con sus consecuencias. El hombre debe
actuar de modo que pueda maximizar el placer. Al ser diferente del resto de los
animales, el ser humano tiene facultades más elevadas y capacidad de
razonamiento, lo que le hace considerar para su felicidad únicamente las
gratificaciones. El concepto de placer para los animales es más restrictivo que el
concepto humano de felicidad. La conciencia lleva al hombre, de este modo, a
buscar el placer en su comportamiento. Al argumentar que la consecuencia que se
busca en una conducta es la felicidad.

Según Mill, la búsqueda del placer no es un mero hedonismo vulgar; el autor


diferencia los placeres por su calidad, no solo por su intensidad o duración, lo que
lo aleja de Bentham, para el que “todos los placeres tienen igual valor”, y son
equivalentes en intensidad y duración.

Mill establece una relación entre individualidad y sociedad, que puede resumirse
en cuatro preceptos:

 Cada uno tiene el derecho de desarrollar su propio “plan de vida”.


 Nadie puede interferir en los derechos de los demás.
 El sujeto puede optar por menoscabar los derechos de otros.
 Al escoger provocar un daño a un tercero, cabe la punición apropiada.

En suma, el hombre es libre incluso para optar por actuar contrariamente a la ley,
y ser penado por ello. Por ese motivo, solo puede ser penado el comportamiento
consciente, ya que debe haber capacidad de interpretar la norma, comprender la
desaprobación de la conducta y entender la punición derivada de la infracción.

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