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2 LA ÉTICA TELEOLÓGICA
La prudencia entendida como sabiduría práctica es una virtud del intelecto, que
habilita para deliberar bien acerca de las cosas buenas y malas, no en sentido
parcial, sino para realizar una vida buena, feliz, y actuar en consecuencia. No es
pues un saber acerca de “las cosas más nobles por naturaleza”, es decir, de las
cosas inmutables, “superiores, maravillosas, arduas y divinas”, que son objeto de
la sabiduría teórica (sophía), sino de los bienes humanos, y “el hombre no es lo
más excelente de cuanto hay en el universo”. Sin embargo, es la virtud más alta
en el orden práctico, y ambas formas de sabiduría son necesariamente deseables
por sí mismas, porque son virtudes y porque la posesión y el ejercicio de cada una
son, a su modo, causa de felicidad.
Puesto que está referida a las acciones, que son siempre singulares y no llegan a
ser conocidos sino por la experiencia, su adquisición supone mucho tiempo y gran
experiencia de vida. Por lo mismo, aunque en su forma más perfecta implica un
saber general y particular de “lo que es justo, bello y bueno para el hombre”, tiene
primacía este último, dado que las acciones se refieren a lo particular, por lo que
se da el caso de que algunos saben actuar bien gracias a su experiencia de vida y
conocimiento de lo concreto, aunque no puedan dar razón de los principios
generales de sus acciones. Aristóteles subraya este carácter práctico de la
prudencia al afirmar que es útil “no para conocer las virtudes, sino para hacerse
virtuoso”.
La doctrina señala a Bentham y Stuart Mill como los precursores del utilitarismo
clásico, que, a partir de sus obras, influyeron en los demás utilitaristas. Estos
autores estaban preocupados por la reforma legal y social, hasta el punto de
afirmar que: “si algo puede ser identificado como motivo fundamental subyacente
al desarrollo del utilitarismo clásico era el deseo de ver cambios en las prácticas
sociales”.
El utilitarismo clásico está fuertemente marcado por un perfil consecuencialista,
doctrina según la que un acto es correcto en atención a sus consecuencias. No
importan las circunstancias o la naturaleza de ese acto, ni lo que sucede antes de
él. La forma de pensar y desarrollar determina idea gana importancia en relación
con lo que se consigue en un momento posterior. El utilitarismo es la especie más
influyente del consecuencialismo, “una especie tan influyente que a veces se
confunde con el propio género.
Mill establece una relación entre individualidad y sociedad, que puede resumirse
en cuatro preceptos:
En suma, el hombre es libre incluso para optar por actuar contrariamente a la ley,
y ser penado por ello. Por ese motivo, solo puede ser penado el comportamiento
consciente, ya que debe haber capacidad de interpretar la norma, comprender la
desaprobación de la conducta y entender la punición derivada de la infracción.