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El estado de fragilidad es un síndrome clínico-biológico caracterizado por una

disminución de la resistencia y de las reservas fisiológicas del adulto mayor ante


situaciones estresantes, a consecuencia del acumulativo desgaste de los sistemas
fisiológicos, causando mayor riesgo de sufrir efectos adversos para la salud como:
caídas, discapacidad, hospitalización, institucionalización y muerte. La prevalencia
reportada oscila entre un 7 y un 12 % en la población mayor de 65 años. La mayoría
de los autores coinciden en que las manifestaciones clínicas más comunes son una
disminución involuntaria del peso corporal, de la resistencia y de la fuerza muscular,
trastornos del equilibrio y de la marcha y una declinación de la movilidad física. Varios
estudios han relacionado el síndrome de fragilidad con biomarcadores y reactantes de
fase aguda, inflamación, metabolismo y coagulación, en particular: proteína C reactiva,
altos niveles del factor VIII de coagulación y fibrinógeno, insulina, glicemia, lípidos y
proteínas como la albúmina.

Sarcopenia

Inmune

Con la edad comúnmente ocurren alteraciones en el sistema inmune;  estas


modificaciones se conocen como “inmunosenescencia”. 1, 2 Se trata de un fenómeno de
disminución de la función que implica cambios, tanto en los mecanismos inespecíficos
de defensa, como en la inmunidad adaptativa. 1

Entre las manifestaciones de este deterioro se señala susceptibilidad incrementada a


las enfermedades infecciosas (influenza y tuberculosis), 1, 3 condiciones patológicas
relacionadas con inflamación (enfermedades cardiovasculares, enfermedad de
Alzheimer), enfermedades autoinmunes (artritis reumatoide), al cáncer, y respuesta
reducida ante la vacunación. 2
REPERCUSION DEL ENVEJECIMIENTO SOBRE EL SISTEMA
ENDOCRINO

El envejecimiento produce cambios en la cantidad, composición celular y


función del tejido endocrino secretor que, globalmente, se caracterizan por una
disminución de la respuesta al estrés y por la activación de sistemas de
regulación orientados a compensar la pérdida de función como, por ejemplo,
el mantenimiento de la función gonadal (zona reproductiva )mediante un
aumento en la secreción de la hormona luteinizante (LH) y una disminución
en el metabolismo de la testosterona.

Anatómicamente se producen cambios comparables en todas las glándulas


endocrinas. Cada glándula disminuye de tamaño y desarrolla áreas de atrofia
que se acompañan de cambios vasculares y de fibrosis. Adicionalmente,
muchas glándulas muestran una tendencia a formar adenomas ( tipo de tumor
no-cacerígeno o benigno que puede afectar a diversos órganos. ). Por el
contrario, las concentraciones circulantes de la mayor parte de hormonas no se
alteran durante el envejecimiento, aunque sí se ha descrito una disminución en
su respuesta al estrés. No obstante, se ha comunica do una disminución, con la
edad, de las concentraciones circulantes basales de la hormona estimulante del
crecimiento (GH), renina, aldosterona, triyodotironina y DHEA1-4.
SISTEMA NERVIOSO CENTRAL E HIPOTALAMO

El envejecimiento fisiológico de los ejes neuroendocrinos se caracteriza por


una alteración de los patrones de secreción hormonal, lo que se ha podido
cuantificar recientemente mediante el estudio de los perfiles secretorios
hormonales de 24 h. Por ejemplo, se ha observado una disminución de la
amplitud de los pulsos nocturnos de la LH y GH y una desaparición de los
pulsos diurnos de GH en el perfil secretorio del sujeto anciano. Además,
tienen lugar cambios, aún más sutiles, en los sistemas de retroalimentación
periférica dentro de ejes acoplados, por ejemplo, aumento de la sensibilidad
del eje LH-testosterona y disminución de la sensibilidad del eje
adrenocorticotropina (ACTH)-cortisol. Estas alteraciones preceden a cualquier
cambio en las concentraciones hormonales en sangre, lo que realza el impacto
de la edad sobre los mecanismos de control que coordinan la secreción
hormonal5. Se ha descrito, además, un fallo progresivo de la glándula pineal
que se manifiesta en un descenso gradual de los valores de melatonina con la
edad. Este descenso se ha considerado un marcador del envejecimiento en el
humano6,7.

El envejecimiento se asocia también a alteraciones en las funciones


hipotalámicas de termorregulación, control de la presión arterial y de la
sensación de sed. El anciano presenta un mayor riesgo de desarrollar
hipotermia, trastornos hidroelectrolíticos e hipertensión arterial sistólica. Las
alteraciones en la regulación del agua y del sodio corporal con la edad 
Problemas de sueño
A medida que una persona se hace mayor los ciclos del sueño cada vez son más cortos, pero
en la tercera edad se producen incluso durante el día, y en muchos casos resulta muy difícil
conciliar el sueño nocturno, con lo que las noches se hacen muy largas, sirviendo para evocar
momentos del pasado que en algunas ocasiones resultan muy tormentosos, y obsesivos,
influyendo en el estado de ánimo y en muchos casos favoreciendo el mal carácter en
personas mayores.

Incontinecia

Con la edad, disminuye la capacidad de la vejiga, la capacidad para retrasar la micción, se


producen con más frecuencia contracciones involuntarias y se debilita la capacidad contráctil
de la vejiga. Por lo tanto, es más difícil retrasar la micción que, además, tiende a ser
incompleta. Los músculos, los ligamentos y el tejido conjuntivo de la pelvis se debilitan, lo
que contribuye a la incontinencia. En las mujeres posmenopáusicas, la disminución de los
niveles de estrógenos puede producir uretritis y vaginitis atróficas, y disminuir la fuerza del
esfínter uretral. En los varones el aumento de tamaño de la próstata obstruye parcialmente
la uretra y ocasiona un vaciado incompleto de la vejiga a la vez que aumenta la presión
sobre el músculo vesical. Estos cambios se producen en muchos ancianos normales que
controlan la orina, y aunque pueden favorer la incontinencia no la causan.
La incontinencia reduce en gran medida la calidad de vida, causando vergüenza,
aislamiento y depresión. La incontinencia es a menudo uno de los motivos por los que los
ancianos requieren atención en un centro asistido. La orina irrita la piel y contribuye a la
formación de úlceras por presión  en personas que están encamadas o permanecen
sentadas durante largos periodos. Las personas mayores con incontinencia imperiosa tienen
un mayor riesgo de sufrir caídas y fracturas mientras se apresuran a ir al baño.

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