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LOS VALORES PERDIDOS DE NUESTRA SOCIEDAD

Hoy en día, contemplamos una compleja situación política en el Perú, en la cual se destaca la
constante presencia de múltiples actos de corrupción por parte de nuestras autoridades. uno de los
casos más resonados últimamente es aquel aquel de los Intocables Ediles, una banda delictiva que
operaba en La Victoria, estando coludidos con las autoridades para poder delinquir sin restricciones,
lo cual refleja la profunda crisis que agita el escenario político peruano. Sin embargo, este lamentable
episodio no es señal sino de una crisis más profunda que tiene por campo de acción al peruano
mismo: una radical crisis de carácter moral en la conciencia colectiva peruana. Esta crisis se
manifiesta en distintos aspectos de la convivencia diaria entre los peruanos, ya que lamentables
vivencias cotidianas como los robos, el acoso y los problemas familiares no son otra cosa que el fruto
de la falta de valores. Al ladrón le hace falta justicia, al acosador, respeto, y a la familia disfuncional,
sensibilidad. Nosotros como jóvenes creyentes nos cuestionamos esta narrativa: ¿en verdad el Perú
tiene que ser así?¿qué podemos hacer al respecto? Afortunadamente, en tiempos recientes, la Iglesia
ha avalado arduamente la defensa de la cultura de valores. En su encíclica Veritatis Splendor, San
Juan Pablo II nos ofrece distintas enseñanzas en torno al desarrollo de una auténtica moral humana.
Estas son más que pertinentes para nuestra situación de crisis actual ya que no solo fomentan la
convivencia moral entre católicos, sino que representa un llamado a todos los individuos de las
distintas sociedades alrededor del mundo, por lo que creemos que ofrece una alternativa de solución
frente al complicado panorama peruano: fomentar los valores morales en todo estrato de la sociedad,
cosa por la que ciertamente debemos velar nosotros como creyentes, ya que es un aspecto de la
convivencia pacífica que se encuentra muy dañado hoy por hoy.

En primer lugar, en los tiempos actuales se ha dejado de lado la razón y por tanto las bases de la
moralidad se ven afectadas. En una sociedad en la que prima el relativismo, la dignidad, la verdad y el
bien son conceptos cada vez más olvidados. Justificándose en la afirmación de que todo es relativo y
nada un absoluto, las personas cometen actos que desde su punto de vista creen ciegamente pueden
ser correctos. Como aquel policía que se deja sobornar, puesto que su salario no le alcanza para la
comida del día, o al adolescente que comete actos impuros en su conciencia pues cree que no le está
haciendo ningún mal a nadie. Pese a ello, podemos afirmar que detrás de esta falta de sentido moral,
se esconde una desconexión categórica, en la sociedad de hoy en día, entre el uso de la razón y el
actuar diario. Esta es una realidad preocupante, dado que para elegir hacer el bien, se ha de seguir la
moral, que se conoce usando la razón. Una persona que se guía por sus impulsos y no por la razón,
¿no es un esclavo de su cuerpo y de los placeres? Es por ello que para ejercer el bien de manera
correcta es necesario el razonamiento y el correcto uso de la libertad, pues las normas morales son de
un inalienable “carácter racional, y por lo tanto universalmente comprensibles y comunicables” (n.
36). El policía que ha sido sobornado, se ha dejado llevar por una presunta necesidad material,
dejando de lado la honradez y la verdad. ¿Cuál de las dos decisiones forja a una persona para buscar
el bien común?¿El que ha cometido un mal por una gran tentación o el que lo ha rechazado
voluntariamente? De la misma forma se puede emitir juicios de valor entre dos opciones y siempre
habrá una que sea preferible a la otra. Debemos defender la opción que esté de acuerdo con la razón y
la ley inscrita en el corazón de los hombres, reconociendo que “la justa autonomía de la razón
práctica significa que el hombre posee en sí mismo la propia ley, recibida del Creador” (n. 40). Esta
ley representa la Ley que el Creador ha dispuesto para que el hombre pueda ser feliz, que es la moral,
y que se encuentra en lo más profundo de cada uno de nosotros.
En segundo lugar, hablando con respecto a la justicia, su práctica es completamente vital para la vida
de todo ciudadanos del Perú y del mundo. Como sabemos, la justicia tiene como objetivo mostrar la
verdad de lo que se le debe a persona pues consta de entregarle al prójimo lo que le corresponde. Es
considerada una de las 4 virtudes cardinales, aquellas que el hombre puede practicar por sí mismo
dado el gran sentido de justicia con que nace todo ser humano, siendo un valor universal que a todos
nos hace falta. Teniendo como ejemplo a los políticos, ellos cargan con el deber de brindarle al pueblo
lo que necesitan, lo que merecen, ya sea con distintas obras o trabajos para la comunidad. Esto
contrasta la viveza criolla de nuestro Perú con la que muchos ejercen su labor de servidores públicos,
ya que esta suele constar más que nada de aprovecharse de distintas oportunidades para cometer
injusticias sin ser detenidos, cosa de la que naturalmente se queja la ciudadanía. En vista de esto,
debemos pensar y siempre tomar en cuenta a la justicia en todo momento independientemente de cuán
conveniente nos sea ser “vivos”, pues esto, a la larga, perjudica a los peruanos y daña al “vivo” pues
le hace perder el sentido de la moral. Por eso hemos de actuar siempre procurando mantener la justicia
y la verdad, que son inseparables. Juan Pablo II, citando a San Agustín, enfatiza que de la verdad
“deriva toda ley justa y actúa rectamente en el corazón del hombre que obra la justicia, no saliendo
de él, sino como imprimiéndose en él, como la imagen pasa del anillo a la cera, pero sin abandonar
el anillo" (n. 51). Es así como el hombre que conoce la verdad no solamente buscará la justicia, sino
que también buscará preservarla en todo momento y en toda circunstancia.

En tercer lugar, el hombre debe actuar con responsabilidad para hacer uso de la libertad y llegar a su
plenitud. Cuando la voluntad de la persona está basada en el Amor, deja de lado los obstáculos y es
capaz de entregar su alma por eso que ama. Mientras que cuando está basada en el odio o la
indiferencia, vemos muy limitadas nuestras decisiones y cargamos con el peso del rencor. Es con un
auténtico manejo de la libertad y conocimiento la verdad que podemos actuar en base al bien y por
tanto al amor. Cuando uno es engañado, no conoce lo que decide y por ende su libertad se ve
menguada, lo que lo puede llevar a cometer malas decisiones. Este mismo es el caso cuando uno está
apegado a los bienes materiales, a la concupiscencia. Solo cuando uno se libera de la dependencia de
lo material, logra ser auténticamente libre (n. 103) pues su voluntad solo se dispone a buscar la
verdad. Por el contrario, se debe de actuar con madurez y en base a la solución más razonable y
adecuada a realidad. Es con la verdad que conocemos las diferentes posibilidades que tenemos, lo que
nos hace más libres a la hora de elegir. Es con la verdad que el hombre se vuelve más responsable de
sus actos puesto que ha actuado voluntariamente siendo consciente de la realidad que le rodea. Es
ejerciendo la libertad en la verdad que una persona sabe que, por ejemplo, el robo es injusto y por
tanto no lo hace, que no denunciar el mal va contra el amor, por tanto lo evita. De esta forma, la
verdad aplicada a la libertad nos ayuda a mantener el orden en las cosas y, por tanto, en la sociedad.

En síntesis, se puede decir que la solución ante el grave problema moral en la sociedad peruana recae
en la fomentación de una cultura que enfatice lo crucial que son la razón humana, la justicia, la
libertad y el amor para el auténtico progreso colectivo. Con ciudadanos conscientes de estos cuatro
pilares de la buena convivencia, entre muchos otros, se forjará una conciencia colectiva de moral en
nuestra sociedad que logre cultivar en las personas el deseo auténtico de buscar ser libres, y para esto,
buscar la moral. Un deseo auténtico ayuda a, si es que no garantiza, que cada uno de nosotros consiga
la satisfacción y felicidad propios de aquel que obedece a la ley natural que lleva dentro de sí. Así, se
desarrolla una armonía orgánica entre cada uno de nosotros, por lo que urge que nosotros como
jóvenes llamemos a la gente a reflexionar en torno a estos valores y su rol dentro de del desarrollo de
una sociedad. San Juan Pablo II recalca que “en la existencia moral, (el hombre) más crece en la
libertad a la cual está llamado mediante el servicio de la verdad, la caridad y la justicia" (n. 107).
Por consiguiente, gente con valores no solamente resuelve sus problemas personales o emocionales,
sino que, igual que la crisis que buscamos solucionar, sus efectos se expanden a todos los aspectos de
la sociedad. Un hombre que es justo y honrado con su familia lo seguirá siendo cuando se le ofrezca
una coima, o una mujer verdaderamente honesta y prudente con sus amigos, lo seguirá siendo al hacer
campaña política. Sin embargo, el cambio viene siempre de uno mismo para los demás, por lo que
hemos de procurar aplicar estos principios en nuestras vidas para así inspirar a aquellos en nuestro
alrededor a buscar vivir con sus valores claros y siempre presentes.

Integrantes:
● Alonso Ayque
● Kevin Bravo
● Luis Cáceres
● Jackeline Domínguez

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