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UNIVERSIDAD MAYOR DE SAN ANDRÉS

FACULTAD DE CIENCIAS PURAS Y NATURALES


CURSO PREFACULTATIVO
LIN 99
EXAMEN PRIMER PARCIAL/30

Lee atentamente el siguiente texto y luego de 45 minutos se te enviará el cuestionario de la lectura


comprensiva que hayas tenido.

El Logos de Marshall McLuhan, profeta del Internet y místico de la


comunicación

Marshall McLuhan un teórico de la comunicación sui generis, un hombre capaz de ver el futuro, con
inclinaciones místicas y una lucidez aún inapreciada en su entendimiento del paisaje de fusión entre el
hombre y su comunicación.

Cuando en las décadas de los 40s y 50s la gente veía televisión y escuchaba la radio hipnotizada, muy
pocos sabían que estos medios es taban transformando radicalmente el mundo, al punto de programar
mentalmente una nueva sociedad y generar un nuevo ambiente planetario. Una persona más lúcida y
preclara que las demás lo estaba diciendo pero pocos eran los que lo escuchaban (precisamente p orque
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estaban embotados, embebidos en ese nuevo ambiente). Hoy sabemos que lo que un profesor de
literatura de Edmonton estaba diciendo en un lenguaje electrizante y a vec es hermético, es lo que ha
sucedido en gran medida sobre la faz del planeta —solo con el surgimiento de Internet hemos podido
por fin dimensionar lo que decía McLuhan.

El escritor Norman Mailer alguna vez observó que Mcluhan “tenía el cerebro más veloz que jamás le he
conocido a alguien, y nunca sabía si lo que estaba diciendo era profund o o sólo basura”. La velocidad
mental de Marshall McLuhan y la profundidad de lo que era capaz de captar puede ser apreciada en la
siguiente afirmación, escrita en 1962:

«El nuevo medio, cualquiera que sea —puede ser la extensión de la conciencia— incluirá a la televisión
como su contenido, no como su ambiente. Una computadora como un instrumento de comunicación
aumentaría la recuperación [de información], haría obsoleta la organización masiva de las bibliotecas,
recuperaría la función enciclopédica del individuo y la haría girar en una línea privada de datos
comercializables rápidamente personalizados».
Antes que Steve Jobs hiciera el parangón entre las computadoras y el Gran Hermano con su famoso
lanzamiento de la primera Mac, Marshall McLuhan, quien también acuñó el término “surfear” para
referirse a navegar en la información, dijo hace 20 años: "las computadoras serán el LSD del mundo de
negocios" (curiosamente el LSD fue lo que alimentó la imaginación de Jobs y de Bill Gates para crear
este modelo de negocio global).

Asimismo, hoy todos entendemos que vivimos en una “aldea global” como resultado de las nuevas
tecnologías, pero Mcluhan lo había vislumbrado hace casi 50 años:

En vez de dirigirse hacia una vasta librería de Alejandría, el mundo se ha convertido en una
computadora, un cerebro electrónico, exactamente como una pieza de ciencia ficción infantil. Y al
exteriorizarse nuestros sentidos, el Gran Hermano se coloca en nuestro interior. Así que, al menos de que
estemos conscientes de esta dinámica, nos moveremos hacia una fase de terro r pánico, exactamente
habitando un mundo pequeño de ta mbores tribales, interdepend encia total y coexistencia
superimpuesta.

Es justamente la conciencia de McLuhan lo que le permite percibir el futuro, que en realidad es el


presente, porque, como la sociedad pre-alfabetizada que describe, McLuhan accede al espacio acústico
de la cultura oral donde todo sucede al mismo tiempo, de forma holográfica y estereoscópica. Este
experto en James Joyce y ferviente católico converso (curiosamente es también otro católico, Pierre
Teilhard de Chardin, el otro gran anticipador de Internet con la noósfera) no solo es el más brillante
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teórico de la comunicación, es un artista en el sentido de que « el artista siempre está involuc rado en
escribir una historia detallada del futuro porque es la única persona consciente de la naturaleza del
presente [...]. Suyo es el poder no tanto de prever como la alerta de reconocer lo que ya está
inmediatamente presente» .

En esta concepción el artista es fundamentalmente alguien que ha depurado las puertas de la


percepción, de la misma forma que el chamán de las culturas tribales acústicas. Y como decía William
Blake, depurar la percepción le da acceso a “un mundo infinito”, es decir no -lineal, atemporal e
inagotable. Por esto puede percibir el futuro, porque, al igual que el pasado, el futuro está cifrado
también en la información del instante actual, como un fractal. El artista también es aquel capaz de
sustraerse del ambiente o programa cultural para afianzar su individualidad y ejercer su conciencia
arquimídea (abrir el ojo de águila):

El anti-ambiente es una forma indispensable de percep ción, ya que los ambientes, co mo tales, son
imperceptibles. Su poder para imponer las reglas de piso d e nuestra vida perceptual es tan completa que
no hay espacio para el diálogo o la interfa z. Por esto la necesidad del a rte o de anti-ambientes.
El ser humano tiene la tendencia a fundirse con el ambiente, a integrarse con el medio, precisamente
porque no reconoce que está ahí, como el éter. Al no darnos cuenta de que la tecnología es una
extensión de nosotros mismos, al no percibir que la TV amplía nuestros ojos pero también los amputa,
caemos en un estado de narcosis narcisista, en la que nos enamoramos de nuestras prótesis, sin ejercer
la crítica, es decir, nos infatuamos e hipnotizamos, disolviendo las fronteras y ahogando el diálogo con la
alteridad. «Todos somos robots cuando nos involucramos acríticamente con nuestra tecnología, [...] nos
convertimos en los órganos sexuales del mundo de las máquinas», decía McLuhan. Lo que ha ocurrido
es que sin darnos cuenta nos hemos vueltos cyborgs mediáticos: la TV, la radio y e Internet no están
haya afuera transmitiendo mensajes, están adentro de nuestra mente transmitiéndose a sí mismos.

Todos conocen una frase de McLuhan, “el medio es el mensaje” (y el masaje masivo). Si bien esta frase
es una especie de holograma que, bien entendida, contiene toda la información de nuestra logósfera —
al igual que la máxima hermética “como arriba, es abajo” cifra todo el universo— la obra de McLuhan
ha sido reducida a un mero concepto, un tanto esotérico, que lo aleja convenientemente de la cultura
que critica y al grueso de la población de su obra. McLuhan se volvió famoso como el incomprensible
teórico de la comunicación en los sesenta y setenta, del cual todos sabían que era brillante (y que decía
que “el medio era el mensaje”) pero que nadie leía a fondo o que si lo hacían no lo discutían porque
amenazaba el statu quo de los medios de comunicación. En Pijama Surf está publicado un ensayo sobre
la televisión como una version actualizada del opio popular de Marx . La premisa de ese ensayo es que el
ultimo tabú de la TV es hablar sobre sí misma (de sus características fisiológicas) justamente porque al
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colocarse enfrente de un espejo, como la Medusa, se autodestruiría en un loop infinito de
intracomunicación. McLuhan amenaza el fundamento de los medios masivos de comunicación porque
revela que son medios masivos de programación mental (al ser también extensiones de nuestra mente),
sin importar su contenido, algo que en un inicio posiblemente, de saberse, habría limitado o al menos
modificado la forma en la que se difundieron por el mundo.

He aquí la frase mítica (mística), que conecta a McLuhan con el dios mensajero Hermes:

El medio es el mensaje. Esto es simplemente para decir qu e las consecu encias personales y sociales de
cualquier medio —esto es, de cualquier extensión de nosotros mismos— son el resultado de la nueva
escala que es introducida en nuestras vidas por cada ex tensión de nosotros mismos o por cada nueva
tecnología.

Lo que McLuhan intuye es que nos convertimos en los medios de comunicación que creamos
(¿autodevoración del golem: autogol?) porque no están separados de nosotros mismos, son extensiones
de nuestro cuerpo, son modificaciones corporales que a su vez nos modifican (de la misma manera que
la mujer que aumenta sus senos o quien se aplica cirugía plástica modifica su propia imagen corporal y
afecta su psique). Esta es la gran conciencia de McLuhan: señalar la importancia de estudiar un medio
por su propia anatomía y no tanto por lo que aparentemente transmite. La diferencia es como la de
quien juzga a una persona solo por lo que dice y quien juzga a una persona por lo que es –integrando
una percepción multidimensional que incluye tanto su lenguaje corporal, como su energía, porque eso
es lo que está comunicando, ese es el verdadero mensaje. En este sentido la invitación es a reflexionar a
propósito de los medios que tenemos, porque eso es lo que seremos (las prótesis nos hacen Proteos).
En cierta forma son, como decía Terenc e McKenna, nuestro sistema operativo.

Hay una inevitabilidad del matrimonio entre el medio y el mensaje de los medios de comunicación:
comunicar su forma, su fisionomía, su física (en el caso de la TV: los rayos catódicos, su ratio de 29
imágenes por segundo, sus ondas electromagnéticas que mimetizan nuestras ondas cerebrales). Lo que
McLuhan logra comprender es que los medios en sí mismos son información —la materia es mente. Más
que comunicar información sobre la última Guerra, la televisión está comunicándose a ella misma, su
información (como diría Aeolus Kephas, en el fondo todas las cosas comunican lo que son ), su propio
código genético, por decir una metáfora. Si la televisión, está compuesta por programas, son sus
átomos, es un medio cuya ontología es la programación, ergo, programa. Mucho menos importante que
cuál es el programa que vemos es que es un programa —sin que esto sea bueno o malo— y como tal, al
ser una extensión de nosotros mismos con la que interactuamos en un espejo narcisista, inserta un
programa en nuestra psique (nos in-forma, literalmente). Y si la televisión es un medio que, como su
nombre lo indica, ve a distancia, tele-ve, nos permite ver lo que no está aquí —al tiempo que dejamos
de ver lo inmediato, el presente (y empeñamos nuestra capacidad de televidencia en una extensión y no
en una intención).
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Internet está comunicando su información también, comunicando su sí mismo. En este sentido, lo que
se comunica es el Internet entero (no un bit o una página), una red de interconexión: un link no es sobr e
algo, es un vínculo en nuestro cerebro, es una red que se entreteje. Internet es la extensión del cerebro
y en su retroalimentación regresa a nuestro cerebro todos los cerebros.

La luz también es información que se comunica a sí misma y crea un ambiente que habitamos, “un foco
de luz crea un ambiente por su sola presencia” («Si estás viendo esta habitación, toda la habitación está
envuelta en la luz que entra a tu pupila y se desenvuelve en la imagen y en tu cerebro. La luz en su
sentido general es el medio por el cual el universo se desenvuelve en sí mismo», David Bohm). De
manera genial McLuhan extrapola lo que la física cuántica estaba por comprender, que la ontología
primigenia del mundo es la información (“la bomba atómica es información”, dijo contro versialmente).
En el fondo es la información la que se comunica a sí misma, una información que McLuhan veía como
medio del espíritu o Logos: Cristo es tanto el hombre como el mensaje divino.

Hay algo místico en la fusión del medio con el mensaje. De nuevo como hiciera William Blake, McLuhan
borra la división heredada de la cultura visual entre el cuerpo y el espíritu, entr e el hardware y el
software. Hay un impulso gnóstico en la tecnología —ya lo decía Arthur C. Clarke, “la tecnología
suficientemente avanzada es indistinguible de la magia”—, un deseo de imbuir en el planeta nuestro
espíritu, de programar la naturaleza, de hacernos omnipresentes en el espacio. Se pueden argumentar
que existen mejores medios para hacer esto, pero es innegable que estamos extendiendo no solo
nuestros sentidos sino nuestra conciencia en el mundo —siempre de manera multilateral, ya que
aquello a lo que dotamos de nuestra conciencia siempre entabla un loop de retroa limentación (quizás
no haya sido advertido, pero McLuhan al señalar que los medios de comunicación y la tecnología son
una extensión de nosotros mismos implica que no hay división entre lo externo y lo interno, que existe
una subyacente unidad entre todas las cosas: tú eres tu TV que, a su vez, te ve).

«La civilización es completamente el producto de la alfabetización fonética y, al disolverse con la


revolución electrónica, redescubrimos una conciencia tribal e integral que se manifiesta en un cambio
radical de nuestras vidas sensoriales». Esta sociedad electrónica, dice McLuhan, habita en «un mundo
resonante similar a la vieja cámara tribal de ecos donde la magia vive otra vez».

Hay cierta ambivalencia en cómo se percibe la filosofía comunicacional de McLuh an, si como pesimista y
apocalíptica o utopista y hasta ingenuamente entusiasta de la tecnología. McLuhan en realidad no
define una postura, se dedica a percibir y analizar lo que sucede (y todo sucede simultáneamente: tanto
el cielo como el infierno rezuman y se arremolinan en la unidad comunicacional).

Por una parte McLuhan observa los peligros del renacimiento del espacio acústico. Fue la radio la que
posibilitó a Hitler y a otras figuras la persuasión de las masas y la creación de un comportamiento de
tipo tribal (transmitirse a sí mismo de forma viral, apelando a zonas del cerebro reptileano). Es la
disolución de las fronteras de la aldea global lo que permite que se difunda la publicidad, “una vasta
operación militar para conquistar el espíritu humano”. McLuhan incluso llegó a prohibir a su nieto ver
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television, “ese gigante tímido” que “llevó la brutalidad de la Guerra de Vietnam a las salas de estar de
Estados Unidos”, lugar donde se perdió la guerra y no “en los campos de batalla de Vietnam”. En una
carta a Jaques Maritain, el McLuhan religioso expresa sus temores de que la era de la información está
haciendo la labor del abogado del Diablo en su deseo de reemplazar a Dios, a través del simulacro:

Los ambientes de info rmación eléctrica siendo totalmente etéreos fomentan la ilusión del mundo como
una sustancia espiritual. Es ya un facsímil del cuerpo místico [de Cristo], una manifestación descollante
del Anti-Cristo. Después de todo el Prín cipe de este mundo es un gran ingeniero eléctrico.

Pero al mismo tiempo los nuevos medios basados en un campo acústico y multisensorial, le transmitían
destellos de un regreso al idilio de la comunión.

El campo auditivo es simultáneo, el visual sucesivo. Los modelos de las personas no -alfabetizadas eran
implícitos, simultáneos y discontinuos, y también mu cho más ricos que los del homb re alfabetizado. En
su dependencia a la palabra hablada para obtener información, las personas eran asimiladas en una red
tribal; y ya que la palabra hablada tiene una carga más emocional que la escrita —co municando por la
entonación emociones tan ricas como la alegría , el enojo, el miedo, el sufrimien to — el hombre tribal era
más espontáneo y pasionalmente volátil. El hombre audio-tá ctil participaba en el inconsciente colectivo,
vivía en una mundo mágico integral ordenado por los patrones del mito y el rito, con sus valores divinos
sin ser amenazados, mientras que el ho mbre alfabetizado o visual crea un ambien te altamente
fragmentado e individualizado, explícito, lógico….

Aquí yace la disyuntiva fundamental de la obra de McLuhan: ¿Interiorizaremos al Big-Brother como un


avatar del Gran Ojo Electrónico que Todo lo Ve en nuestra psique o surgirá de nuevo el África interior,
el paraíso feral, jardín de la sinestesia y de la sizigia?

McLuhan no parece decidirse ("no podría hacer un juicio de valor a tan grande escala"), pero tal vez si
todavía estuviera aquí podría leer el futuro en el presente y decirnos hacia dónde nos dirigimos.

Marshall McLuhan estaba en lo correcto al ver que la cultu ra pla neta ria humana sería d e ca rácter tribal.
El próximo gran paso a un holismo planetario es la fusión parcial entre el mundo humano
tecnológicamente transformado con la arcaica ma triz de intelig encia vegetal que es la supra -Men te del
planeta.

Mckenna (el autor de la cita anterior), él sí, no hay duda, era entusiasta de que lo que estábamos
presenciando era básicamente la culminación del largo proceso alquímico de la materialización del
espíritu, del momento en que la nave planetaria tomaría conciencia de sí mi sma, ante la explosión de la
información. Su Dios era la Diosa, Gaia, en cuyo cuerpo el hombre encarnaría el Logos en la cópula
radiante y psicodélica.

Para McLuhan el medio (que era el mensaje) era Cristo «la raza humana en particular ha sido asumida a
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la vida del Divino Logos, que es Cristo», escribió. ¿Puede extrañamente ocultarse en la antesala de la
fusión con las máquinas la fusión con el Logos, la revelación del mensaje que atraviesa la historia, la
comunión entre el Ser universal y su comunicación: su extensión (nosotros)?

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