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Cuando Jesucristo nació, el cielo festejó. Los ángeles lo hicieron con un canto, y
siendo que los ángeles son mensajeros de Dios, y que solamente hacen lo que
Dios les manda, podemos inferir que Dios también celebró el nacimiento de su
Hijo. La Palabra nos manda celebrar las obras de Dios (Sal. 89:5; 145:4; Is. 12:4),
y ¡qué obra tan grande es la encarnación de Jesucristo!
Por cierto, ¿cuál fue la reacción de los pastores al ver a Jesús? ¡Celebraron! “Y los
pastores se volvieron, glorificando y alabando a Dios por todo lo que habían oído y
visto, tal como se les había dicho” (Luc. 2:20). [i]
Así como los magos, los creyentes debemos celebrar la Navidad como un tiempo
de adoración. Si no hay adoración en nuestra celebración, nuestro festejo es
hueco y, si me permites decirlo, mundano
3. El ejemplo de Jesucristo
He escuchado la siguiente objeción: “No debemos celebrar la Navidad, ya que la
Biblia no manda su celebración”. [ii] Sin embargo, en el evangelio de Juan vemos
que Jesucristo mismo celebró una fiesta que no era mandada en las Escrituras.
La fiesta de la dedicación era celebrada por los judíos ya que era algo digno de
celebrarse. Jesucristo, siendo judío, la celebró. Nosotros no somos judíos, así que
no tenemos por qué celebrar esta fiesta (además, el Nuevo Testamento es claro
en el libro de Hebreos que toda celebración del Templo, con sus rituales y fiestas,
se han cumplido por y en Jesucristo). Sin embargo, encontramos este principio:
que la Biblia admite (por el ejemplo de Jesucristo mismo) el derecho a celebrar
algo digno de celebrarse.
4. El principio de Pablo
El apóstol Pablo es muy práctico. Pero su práctica está basada en teología
profunda. En Romanos y Corintios escribe principios similares (aunque la situación
en las dos ciudades no era idéntica). El debate en cuanto a celebrar ciertas
fechas, comer o abstenerse de ciertas comidas es resuelto de la siguiente manera:
“El que guarda cierto día, para el Señor lo guarda. El que come, para el Señor
come, pues da gracias a Dios; y el que no come, para el Señor se abstiene, y da
gracias a Dios. Porque ninguno de nosotros vive para sí mismo, y ninguno muere
para sí mismo. Pues si vivimos, para el Señor vivimos, y si morimos, para el Señor
morimos. Por tanto, ya sea que vivamos o que muramos, del Señor
somos. Porque para esto Cristo murió y resucitó, para ser Señor tanto de los
muertos como de los vivos. Pero tú, ¿por qué juzgas a tu hermano? O también, tú,
¿por qué desprecias a tu hermano? Porque todos compareceremos ante el
tribunal de Dios” (Rom. 14:6-10).
Pablo nos recuerda lo que en verdad importa: glorificar a Dios.
Independientemente de si celebras o no celebras, no eres mejor o peor creyente.
Dios ve tu corazón (algo de mucho peso). Dios no se centra en si celebras, sino
por qué celebras.
Pero de igual manera, hay libertad para celebrar la Navidad, y la gran mayoría de
la iglesia por 1800 años (aproximadamente) ha celebrado el nacimiento de
Jesucristo. Así que si celebras, ¡hazlo para la gloria de Dios!
Para su Gloria
La Biblia dice: “hacedlo todo para la gloria de Dios”. Este mes de diciembre
tenemos la oportunidad como creyentes de ser luz en las tinieblas. Cada vez más
la fiesta del nacimiento de Jesucristo se convierte en una excusa para todo tipo de
exceso. Nosotros podemos ser el ejemplo de lo contrario, celebrando con gozo y
alegría, participando de dar regalos y recibirlos, comer pavo y tomar chocolate,
cantar himnos navideños (¡y enseñarlos a nuestros familiares!), sabiendo que es
un tiempo principalmente de adoración.
[i] Celebrar y glorificar no son cosas opuestas: “Así los hijos de Israel que estaban
en Jerusalén celebraron la fiesta solemne de los panes sin levadura por siete días
con grande gozo; y glorificaban a Jehová todos los días los levitas y los
sacerdotes, cantando con instrumentos resonantes a Jehová” (2 Crón. 30:21).
[ii] Esta parece ser una aplicación del “principio regulativo” de adoración. Sin
embargo, este principio ha sido abusado y aplicado de manera excesiva, tanto que
algunos han prohibido el uso de instrumentos en la congregación debido a dicho
principio. Aunque estoy acuerdo con este principio en bastantes aspectos, creo
que usarlo para prohibir la Navidad es un exceso.