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Radiactividad en los alimentos, alerta en Japón

La radiación liberada al medio ambiente en Japón ha contaminado plantas y


animales y se ha introducido en la cadena alimentaria

Tras soportar un terremoto de gran magnitud, un tsunami con olas


superiores a diez metros y varias alertas nucleares por escapes de
radiactividad como consecuencia de los graves daños sufridos en algunos de
los reactores de las centrales cercanas a las costas afectadas, Japón se
enfrenta ahora a una amenaza silenciosa: la posible contaminación radiactiva
de sus alimentos. Esta secuencia de graves incidentes en el país nipón ha
provocado escapes radiactivos al medio ambiente y ha elevado los niveles de
radiación, que se han introducido en la cadena alimentaria.

• Autor: Por MAITE PELAYO


• Última actualización: 25 de marzo de 2011

Después de sufrir un terrible desastre natural que ha dañado varios reactores


de algunas de sus centrales nucleares y ha provocado que la radiactividad
escapara al medio, los habitantes de Japón se enfrentan a la amenaza de una
posible contaminación radiactiva de sus alimentos. Como consecuencia de
los escapes de radiactividad registrados en los últimos días en algunos de los
reactores de las centrales nucleares japonesas afectadas por el seísmo y la
gran masa de agua que después impactó contra ellas, se han evacuado las
zonas cercanas a las fugas en un perímetro de seguridad. El objetivo es
evitar que las personas resulten afectadas de forma directa por los elevados
niveles de radiactividad, sobre todo, por inhalación de las partículas
radiactivas.

Alcance de la contaminación

Las consecuencias para la salud de estas fugas dependerán de la intensidad


y duración de las exposiciones. Sin embargo, la radiación liberada al medio
ambiente también ha contaminado plantas y animales y se ha introducido en
la cadena alimentaria, por lo que hay riesgo de que la contaminación llegue a
través de los alimentos hasta regiones muy alejadas de la zona del accidente
nuclear. Los responsables en seguridad alimentaria han detectado partículas
de yodo radiactivo en el agua de consumo en varias áreas de Tokio y otras
ciudades del país, situadas a cientos de kilómetros de las centrales
afectadas.
Las autoridades sanitarias japonesas han detectado radiación en la leche y
las verduras

También se ha detectado radiación en algunos alimentos de origen animal,


como la leche, y en productos agrícolas, como verduras. Aunque las
autoridades japonesas insisten en que los niveles de radiación registrados en
alimentos y agua no representan un "riesgo inmediato para la salud", la
Organización Mundial de la Salud (OMS) ha declarado que los niveles de
contaminación de los alimentos afectados por el escape son "muy
preocupantes" y mucho más serios de lo indicado en un inicio.

Mientras los controles se intensifican y el Gobierno japonés paraliza la venta


de alimentos procedentes de las zonas afectadas por la fuga, la población
pone especial interés en determinar el origen exacto de los alimentos que
consume.

LA RADIACTIVIDAD (pasarlo del último párrafo a acá antes de fuente


de radiación)

La radiactividad es una propiedad natural de algunos elementos químicos. En


esencia, consiste en la capacidad de estos para emitir partículas u ondas
electromagnéticas. Esta propiedad se debe a una descompensación entre el
número de neutrones (partículas elementales neutras) y protones (partículas
elementales positivas) del núcleo del átomo, que provoca una inestabilidad y
una liberación de la energía acumulada en forma de partículas u ondas. La
radiactividad natural está causada por elementos que emiten radiaciones de
forma espontánea, como es el caso del uranio, el torio o el radón, entre otros.

Los radionucleidos son nucleidos radiactivos. Un nucleido es una especie


atómica, es decir, un conjunto de átomos iguales, caracterizado por el
número de protones y neutrones con que cuenta. Los radioisótopos, por otro
lado, son isótopos radiactivos. Un isótopo es cada uno de los distintos
nucleidos que tienen el mismo número atómico (número de protones) y, por
tanto, pertenecen al mismo elemento químico, pero que difieren entre sí en
el número de neutrones, según define el Consejo de Seguridad Nuclear.

Fuentes de radiación

El ser humano está expuesto de forma continua a radiación procedente de


numerosas fuentes, tanto naturales como artificiales. El Consejo de
Seguridad Nuclear (CSN) estima que alrededor de un 70% de la exposición
media total a la radiación por parte de la población española se debe a
radiación natural, cuyas fuentes pueden dividirse en externas e internas.
Entre las externas destacan la radiación provocada por los rayos cósmicos y
los rayos gamma emitidos por los materiales radiactivos naturales de la
tierra y gases como el Radón.
La radiación recibida por vías internas depende del hábitat de cada individuo
y de los alimentos y bebidas que consume. Estos últimos suponen un 8,7%
de esa radiación. De este 8,7%, más de la mitad (60%) procede del Potasio
40, principal fuente de radiación interna que se introduce a través de los
alimentos. El resto de la radiación depende del propio hábitat.

En cuanto a las fuentes artificiales, destacan los usos médicos, ciertos


hábitos de vida (como viajes en avión), actividades industriales que implican
utilización de radiaciones ionizantes, las pruebas nucleares y la industria
nuclear. Los accidentes nucleares que liberan radiactividad al medio son
situaciones de alto riesgo que generan contaminación por partículas
radiactivas tanto en el aire, porque se desplazan en nubes tóxicas, como en
el suelo, porque se depositan en él, en el agua y en los seres vivos y
persisten en el medio ambiente durante años. Los estudios realizados hasta
el momento demuestran cómo la población media de España está expuesta a
niveles de radiación muy por debajo de los límites de seguridad.

Cadena de radiocontaminación

La entrada de los radionucleidos en los alimentos se produce por adsorción


desde el suelo o por su deposición en las plantas desde la atmósfera.
Después, pueden llegar a las personas por consumo directo de estos
vegetales o bien de animales o sus derivados, como la leche, que se han
alimentado con pastos o piensos contaminados. A este proceso se le
denomina cadena de radiocontaminación. Aunque la dosis ingerida sea muy
baja, la contaminación radiactiva tiene alto interés toxicológico debido a que
el cuerpo humano carece de mecanismos de descontaminación. Además,
algunos radionucleidos cuentan con afinidad por ciertos tejidos, de manera
que se acumulan progresivamente en ellos.

Algunos elementos radiactivos se desintegran en periodos cortos, por lo que


suponen un peligro en casos puntuales de accidentes, mientras que otros de
vida media o larga se mantienen en el entorno largos periodos de tiempo y
se convierten en contaminantes permanentes. Exposiciones intensas o
continuadas a radiactividad se relacionan con el desarrollo de enfermedades
degenerativas celulares como el cáncer. El objetivo de la vigilancia de
radionucleidos a través del estudio de la dieta es disponer de datos sobre su
ingesta real en el tiempo y contar con una herramienta que facilite la
evaluación de riesgos en situaciones específicas.

Un caso particular

La relación entre alimentos y contaminación radiactiva recuerda el accidente


ocurrido en Chernóbil en 1986. Lo único positivo que se puede extraer de esa
catástrofe nuclear es la experiencia. Tras el accidente, la Unión Europea
estableció límites en los niveles de radiactividad para alimentos y adoptó
medidas legales de control y muestreo, sobre todo, en la importación de
países terceros, unas acciones que se han revisado y se han actualizado a lo
largo de los años. En países como España se registran otro tipo de
parámetros de referencia que implican unas limitaciones de ingesta de cada
uno de los radioisótopos y que se denominan "límites de incorporación anual
por ingestión".

Aunque ya se han cumplido 25 años desde el incidente de Chernóbil, las


autoridades sanitarias europeas advierten de que ciertos elementos
radiactivos (Cesio 134, 137) pueden permanecer en algunos alimentos de
origen silvestre como setas, bayas, animales de caza y peces carnívoros de
agua dulce, por lo que recomiendan intensificar su control.

Pastillas de yodo, siempre por prescripción facultativa

Las pastillas de yoduro potásico tienen como misión evitar que el yodo
radiactivo, una de las partículas contaminantes de los alimentos afectados
por radiactividad, se introduzca en la glándula tiroides y afecte a ésta de
forma negativa. Sin embargo, esta pastilla, que debe tomarse siempre con
prescripción médica, no evita en ningún caso el contacto y entrada del yodo
radiactivo en otras partes del organismo, ni sus efectos en distintas partes
del cuerpo. Tampoco revierte los daños causados en la tiroides por yodo
radiactivo ni los ya originados en otros órganos.

Por último, no protege de los efectos de otros elementos radiactivos que no


sean yodo, debido a que el mecanismo de protección es evitar que el
organismo asimile yodo externo, en este caso radiactivo, porque tiene a su
disposición el ingerido a través de las pastillas. Por tanto, resulta inútil
intentar protegerse de una eventual contaminación radiactiva a través de
este tratamiento sin recomendación médica, además de ser posible que su
ingestión desencadene alergias y serios efectos secundarios.

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