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Opinión de Aquiles Córdova Morán:

Los problemas del país reclaman la


unidad popular
Por Ing. Aquiles Córdova Morán, líder del Movimiento Antorchista Nacional • 20
Agosto 2015
Estados / Distrito Federal

http://www.antorchacampesina.org.mx/noticias.php?id=13956#.Vq2F0-6_K1s

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El CONEVAL acaba de dar a conocer los resultados del programa


gubernamental “Cruzada contra el hambre” cuyo objetivo es, obviamente,
combatir la llamada “pobreza alimentaria” que afecta, según el conteo oficial, a
siete millones de mexicanos en números redondos. Según el reporte aludido, la
cruzada contra el hambre logró, en el tiempo que lleva funcionando, una
reducción  de poco más del 50% de ese número, esto es, que poco más de 3.5
millones de hambrientos han logrado salir de su espantosa miseria y ya están
consumiendo lo suficiente para poder llevar una vida normal. Y como era de
esperarse de nuestra política aldeana, de inmediato tocaron a rebato las
campanas del triunfalismo y la Secretaria de Desarrollo Social (SEDESOL) en
persona salió a los medios a festinar el éxito de un programa que administra y
aplica, justamente, la Secretaría que ella encabeza.

Sin embargo, aunque yo sería tal vez el último mexicano a quien se le ocurriría
negar o menospreciar el fruto de este valioso esfuerzo, soy de los que piensan
que, ni éste ni otro avance semejante debe obnubilar la razón ni conculcar el
derecho a intentar su redimensionamiento contextualizándolo y contrastándolo
con la entera realidad económica y social del país, con el tamaño de la pobreza
y la desigualdad que hay en él. Así sabremos si el desbordado optimismo de la
señora Secretaria de SEDESOL está justificado o si es mejor tomar los hechos
sólo como punto de partida para mayores y más difíciles esfuerzos. Pasemos,
pues, a ello. Según mediciones de especialistas competentes y respetados, la
llamada pobreza extrema (que incluye por supuesto a quienes padecen
hambre) no baja de los 20 millones de mexicanos; y la pobreza a secas, el total
de los llamados pobres sin más adjetivos, rebasa los 55 millones según cifras
oficiales. Es importante señalar que de este total, 2 millones son pobres
“nuevos”, es decir, que se incorporaron a esta categoría en los últimos meses
según el reporte del CONEVAL para el año 2014. La misma titular de
SEDESOL ha dicho que el incremento se debe a los que nacieron en el período
estudiado y no a que hayan caído en pobreza quienes antes no la sufrían, con
lo cual parece querer librar de responsabilidad a la política social en vigor.
Pero, aceptando que sea así, resulta ineludible la conclusión de que, si un
nuevo miembro de la familia resulta pobre al nacer, ello sólo puede ser, o
porque nace en una familia pobre o porque su nacimiento lanzó a toda su
familia a las filas de la pobreza, puesto que no puede haber un recién nacido
pobre en el seno de una familia que no lo es. Esto último agravaría el problema
en vez de disculpar a las políticas públicas.  

Pero retomemos el hilo del discurso. Julio Boltvinik, investigador de El Colegio


de México, empleando un procedimiento de medición distinto al de los
organismos oficiales, asegura que “en dos años” del sexenio actual, hemos
rebasado los 100 millones de pobres, lo que califica como “una vergüenza”. Y
no hay duda de que lo es. Esto quiere decir que, ya se tome como cierta la cifra
oficial de 55 millones, o la que da Boltvinik de más de 100 millones, el éxito de
la “Cruzada contra el hambre” de poco más de 3.5 millones de pobres es
realmente una simple gota de alivio en un océano de pobreza. Por otro lado,
están los indicadores de la creciente desigualdad, de la polarización social que,
si bien no es idéntica a pobreza, sí es un factor decisivo que la incrementa y
acelera, sobre todo allí donde, como en México, el pastel de la renta nacional
es demasiado pequeño como para que a los pobres les toque una tajada
suficientemente grande. OXFAM México publicó en junio de este año un
estudio a cargo del conocido economista Gerardo Esquivel, en el cual se dice:
“Menos del uno por ciento de la población en México, alrededor de un millón de
personas, concentra el 43% de la riqueza del país”; y luego “…el 10% de la
población más rica del país concentra el 64.4% de la riqueza nacional…”. Y
sigue: “El 10% más rico de la población es más rico de lo que pensábamos.
Comparado con todos los otros países de los que tenemos datos, es el país
con mayor nivel de concentración (de riqueza e ingreso) en el 1% (de la
población, se entiende, ACM)”. ¿Queda alguna duda de la existencia y
gravedad del fenómeno?

A esto se añade que la economía crece a tasas mínimas desde hace varios
años. La CEPAL acaba de reducir su pronóstico para este año del 3 al 2.4% de
crecimiento, pero no es la única que hace este amargo reajuste. Dice la propia
CEPAL, que este magro crecimiento no obedece sólo a causas internas, sino
también a factores internacionales como “…el crecimiento moderado de
Estados Unidos, la caída del precio del petróleo y la depreciación del dólar”. Y
no hay que olvidar que las expectativas de recuperación de la economía
norteamericana están lejos de ser halagüeñas; que el precio del petróleo acaba
de caer por debajo de los 40 dólares y que se avizora un incremento de la
oferta con la entrada de Irán al mercado petrolero, lo que provocará nuevas
caídas, que la devaluación del dólar tampoco es una variable bajo nuestro
pleno dominio y que la devaluación del peso es una exigencia de nuestros
exportadores para poder competir en el mercado mundial. No se ve, pues, la
luz al final del túnel. Dice la CEPAL: “La forma más eficaz de disminuir la
pobreza es con ingresos. Lo que persiste son las desigualdades, la
concentración del ingreso en pocas manos y por eso se requieren acciones
redistributivas, a partir de reformas fiscales, de programas sociales y de
inversiones productivas en donde sea más necesario”. “El salario es la llave
maestra”. Gerardo Esquivel, por su parte, afirma: “La política fiscal favorece a
quien más recursos tiene, puesto que se grava el consumo por encima del
ingreso; carece de impuestos a las ganancias del capital en el mercado
accionario; reduce la tenencia y el pago de predial”. ¿Se puede hablar más
claro?

No hay duda, pues: Antorcha tiene razón. Urgen reformas al modelo económico
que nos hagan menos dependientes del mercado norteamericano y de las
exportaciones petroleras y que apliquen, cuando menos, 4 acciones básicas:
1).- reforma fiscal progresiva que eleve los ingresos del gobierno pero no a
costa de los más pobres; 2).-  reorientación del gasto público hacia los que
menos tienen, que incluya las inversiones productivas necesarias; 3).-
incremento salarial para fortalecer el mercado interno y elevar el nivel de vida
de las masas y 4).- creación de empleos suficientes para todos mediante la
reactivación del crecimiento económico. Pero es claro que la simple necesidad
del cambio no basta para que pueda efectuarse sin más, porque hay intereses
muy poderosos que se oponen precisamente porque son los beneficiarios
directos de la situación actual. Hace falta apoyarse en el pueblo organizado;
hace falta hablarle claro, convencerlo y nuclearlo en torno a éste o parecido
programa de reformas, para que respalde con todo su peso al  partido o
gobierno que esté dispuesto a encabezarlas. Esta fuerza popular, por
supuesto, no debe hacer uso de métodos que violenten la ley, la paz pública y
los derechos de nadie; simplemente debe limitarse a ser un contrapeso de los
intereses creados, un poder disuasivo que permita con su sola presencia y
acción legal la ejecución de las reformas, que deben ser pacíficas y
concertadas con todos los intereses y todas las fuerzas que existen y operan
en nuestra sociedad, si ellas lo permiten.

La elección presidencial de 2018 ofrecerá una inmejorable oportunidad a todas


las fuerzas, partidos y candidatos que aspiren a gobernar al país, para mostrar
de qué material están hechos. Deberán plantear con toda claridad una
propuesta de cambio, una reforma profunda del modelo económico que ataque
y resuelva eficazmente los problemas capitales de nuestro desarrollo. ¿Quién
será el que se aviente al ruedo y tome al toro por los cuernos? ¿Lo hará el PRI
y sus aliados? ¿Lo hará López Obrador y sus partidarios dejando atrás esa
visión maniquea y superficial de que todo el problema se reduce a la
corrupción? No lo sé. Pero si sé que quien asuma el reto tiene la victoria
asegurada. Antorcha, por lo pronto, sólo exige que se la vea como un intento
serio más por generar el apoyo popular de que hablo y que se deje de atacarla
con vilezas y de intentar desaparecerla a periodicazos, represión, asesinatos,
secuestros y bloqueo a sus demandas a favor de los desamparados. Y está
lista para sumarse a quien quiera que demuestre la claridad y los tamaños
suficientes para respetarnos y para ponerse a la cabeza del cambio que el país
demanda. Que conste.

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