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Había transcurrido ya la primera mitad del siglo XX para que recién entrara en vigencia un

concepto que hoy parece elemental pero que, aún así, no se aplica del todo: La tierra es de
quien la trabaja.

Con sus pututus y los viejos fusiles mausers que habían traído del Chaco, quechuas y
aymaras de Bolivia consolidaron, el 2 de agosto de 1953, su derecho propietario sobre las
tierras de sus antepasados.

La Ley INRA, aprobada en 1996, abre el camino para el saneamiento de la tierra bajo el
concepto de que esta debe cumplir una función económico social.

Es decir que quien reclama ser propietario de la tierra debe justificar que está haciendo un
uso de ella. Esa ley fue perfeccionada en el gobierno del presidente Evo Morales para
agilizar los trámites y evitar que los grandes terratenientes sigan recurriendo a triquiñuelas
para que el saneamiento no se realice.[ CITATION Jua08 \l 16394 ]

EL SISTEMA DE HACIENDA

El sistema de hacienda fue introducido por los españoles mediante extensiones de tierra que
la Corona Española concedía a los conquistadores, población incluida, en las regiones de
Cochabamba, Tarija, Chuquisaca y otras, constituyendo así un régimen de apropiación
personal que empezó a coexistir con el otro de la propiedad comunal. A los indios de
hacienda se los llamaba colonos y cada colono trabajaba gratuitamente 4 días a la semana
para los propietarios a cambio de una parcela de 200 metros cuadrados para provecho
propio. A contraprestación de los frutos que esa parcela le proporciona al colono, éste y
quienes componían su familia, debían cumplir además con un considerable número de
obligaciones en provecho exclusivo del patrón o de las autoridades militares, civiles y de la
iglesia, labores por las que no recibían pago alguno. Como si ello fuera poco, el sistema
establecía una contribución indígena que a manera de impuesto, una vez aplicada, permitió
en gran medida la supervivencia del Estado y de los gobiernos de turno. [ CITATION Jua08 \l
16394 ]

LOS SINDICATOS AGRARIOS

Con tanto entusiasmo y discreción habían sido aplicadas las leyes del despojo que, al
promediar el Siglo XX, los hacendados, gamonales o patrones, además de dueños de vidas
y de grandes feudos, tenían una marcada influencia política y hasta se ufanaban de gozar
cierto prestigio social. Durante unos 25 años el nuevo régimen agrario pudo enriquecer a
los hacendados sin mayores sobresaltos. Sin embargo, ya en 1921, en Santiago de Machaca
(La Paz) y en 1927 en Chayanta (Potosí) los indígenas se levantaron buscando inicialmente
se les libere de los impuestos a los que estaban sometidos. Este proceso fue interrumpido
por la Guerra del Chaco, que enfrentó militarmente a Bolivia y Paraguay y en la que
indígenas de todo el país participaron en defensa de la propiedad de nuestros recursos
naturales. Luego de 3 años de guerra (1932-1935), los resultados fueron: 50.000 muertos,
25.000 prisioneros y 245.500 kilómetros cuadrados de territorio perdido, además de una
economía nacional en ruinas “La Guerra devastó las comunidades obligadas a contribuir
con reclutas, alimentos y otros tributos como el 25% pro vialidad y el 20% pro defensa
nacional. Pero también las haciendas fueron despobladas, afectando a los terratenientes.
Los destacamentos encargados del reclutamiento fueron considerados como enemigos y
tanto patrones como jilakatas instruían a colonos y comunarios esconderse y, en su caso,
huir de ellos. Así se perdían soldados y agricultores. Para los sobrevivientes, se hizo patente
la injusticia que pesaba sobre los aymaras, quechuas, guaraníes, etc., en la misma patria por
la que derramaron su sangre”. Al respecto, este autor destaca además que “los
excombatientes retornaron a sus comunidades o a las haciendas como colonos, con dos
evidencias. Primera: el poder estaba con quien tenía para sí las armas, en cuyo manejo ellos
ya eran veteranos y en la conciencia de la realidad que ellos habían adquirido. Segunda, los
hacendados eran menos aptos que ellos para una solución de fuerza y sólo faltaba igualarlos
o superarlos en términos ideológicos”. Tras tres años de combates en el Chaco Boreal, el
armisticio fue firmado en junio de 1935 y el tratado de paz y límites fue establecido 3 años
más tarde en Buenos Aires, con los auspicios de la desaparecida Liga de Naciones. Es así
que tras la Guerra del Chaco, en cuyos horrores parece constituirse la nación, tras más de
un siglo de fundada la república, resurge el movimiento indígena demandando
explícitamente a manera de “plan de lucha”, su derecho inalienable a organizarse en
función de sus intereses, a su libertad política mediante la Ley del Sufragio Universal y a la
tierra mediante la Ley de Reforma Agraria. [ CITATION Jua08 \l 16394 ]

Bibliografía
Calizaya, J. C. (2008). BREVE HISTORIA DEL REPARTO. De la titulación colonial a la Reconducción
Comunitaria, 96.

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