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TEMA 3.- LENGUAJE Y PENSAMIENTO.

 
 
1.- Introducción.
 
            La relación que mantienen lenguaje y pensamiento es un problema que no sólo
compete a la lingüística, sino a otras disciplinas como la sicología y la filosofía. De ahí
que para estudiar este asunto en toda su dimensión vayamos a abordarlo desde cuatro
puntos complementarios: la ontogénesis, o nacimiento del lenguaje en el individuo, el
procesamiento del lenguaje desde el punto de vista de la sicología del enunciado y la
neurolingüística, los fundamentos lógicas y sicobiológicas y culturales de la sintaxis,
haciendo hincapié en las posibles homologías entre la forma lógica y la forma
gramatical de los enunciados, y, por último, , la relación entre conciencia y lenguaje.
 
 
 
2.- La ontogénesis.
 
 
            Para Chomsky la ontogénesis se relaciona con la estructura profunda e innata
que todo individuo posee: ésta es el conjunto de estructuras universales de la frase, y es
de índole sintáctica. A la estructura profunda se le añade una teoría heurística por la que
el individuo decodifica la sintaxis del idioma particular, que le viene del exterior. Para
él, por tanto, la ontogénesis tiene su origen en una aportación orgánica puramente
lingüística. En un principio fue apoyado por la escuela innatista, para la que la
adquisición del lenguaje se da por una predisposición biológica innata en el hombre.
 
            No obstante, ya Jakobson le criticó a Chomsky que se valiera de un método
deductivo analítico. De esa manera, le arguyó, no se podían aclarar las verdaderas
causas neurobiológicas del lenguaje. Esta fue la tarea emprendida en parte por Piaget:
para éste, toda conducta humana se relaciona con la maduración de una aportación
orgánica. El lenguaje, concretamente, se relaciona con el desarrollo de la inteligencia, y
no con una maduración cognitiva no específicamente lingüística, como afirmaba
Chomsky. Tal desarrollo de la inteligencia y su concreción en el fenómeno del lenguaje
es como sigue:
 
   Inteligencia sensorio - motora: El individuo siente sensaciones y articula 
movimientos: Coordina éstos y los va asociando a resultados externos hasta ser capaz
de llevar a cabo voluntariamente una pauta motora en busca de un determinado
resultado externo. Así sucede con la emisión de los primeros fonemas. En esta etapa
la madre adecua su lenguaje al niño mediante el baby talk. Desde el tercer mes la
madre potencia los sonidos pertinentes de entre el balbuceo, que no es más que una
respuesta acústica no diferenciada. Con el tiempo el niño, por refuerzo materno, va
adecuando las pautas motoras de sus órganos articulatorios hasta conseguir un
determinado resultado externo: los primeros fonemas. El niño empieza por esbozar
las primeras vocalizaciones, ya en el sexto mes reconoce y enuncia algunos rasgos
suprasegmentales; en el décimo mes el niño es capaz de diferenciar un buen número
de fonemas. No obstante, la fonética no termina de alcanzarse hasta los cinco o los
seis años, pues no sólo es aprendida por discriminación auditiva, sino también por el
propio uso del lenguaje: las diferenciaciones fonéticas son relevantes en la medida en
que sirven de soporte a distinciones de significado.
 
   Inteligencia simbólica - representativa (o simpráxica, según la terminología de
Luria): Llega a evocar con pautas motoras realidades ausentes, es decir símbolos,
mediante determinadas pautas motoras. Esta inteligencia puede ser alcanza por los
chimpancés. Vigotsky le adujo a Piaget que es el lenguaje el que genera la
inteligencia simbólica y no al revés: Piaget le respondió que los sordomudos,
carentes de lenguaje, también poseen esta inteligencia.
 
 
   Inteligencia constructivo - operatoria (o sinsemántica, según la terminología de
Luria): El niño adquiere la sintaxis y combina símbolos mentalmente, alcanzado una
etapa de la inteligencia exclusivamente humana.
 
            Estas dos últimas inteligencias suponen la adquisición de la morfología y la
sintaxis. El niño adquiere los primeros símbolos y recibe las primeras valencias
semánticas de los términos categoremáticos, es decir, el plus de sentido derivado del uso
de la los verbos, los adjetivos, los nombres y los adverbios. Esta habilidad empieza a
consolidarse entre los dieciocho y los veinte meses, cuando el niño es capaz de emitir
una holofrase, es decir un núcleo semántico que todavía no ha admitido las valencias
sintácticas: por ejemplo ¡agua! Cuando el niño quiere decir Mamá dame un vaso de
agua.
 
            El dominio total de la sintaxis se produce a los tres años, cuando el individuo es
capaz de crear emisiones cuyo significado no sea una mera yuxtaposición de elementos
sino cuando la construcción sea desde el punto de vista sicológico una gestalt, es decir,
un todo orgánico donde el significado y el lugar que ocupa cada elemento le viene dado
por su relación con los demás componentes de su misma construcción. De este modo se
da una semántica química, no aditiva, que demuestra que se han adquirido las valencias
sintácticas y semánticas y los términos sincategoremáticos, o relacionantes.
 
 
3.- Procesamiento de lenguaje. Psicología del enunciado y neurolingüística.
 
            La neurolingüística se ocupa de las bases neurológicas del comportamiento
lingüístico, fundamentalmente a partir de las patologías afásicas cerebrales. Sus
resultados se pueden complementar con los de la sicología cognitiva como la de Piaget,
que se ocupa de las maduraciones cerebrales. De hecho la sicología del enunciado es
una subdisciplina de ella, y estudia, desde un punto de vista sicológico, la codificación y
decodificación de enunciados en la comunicación. Hay dos grandes teorías acerca del
procesamiento del lenguaje: la realista y la hipotético -  deductiva.
 
            El modelo realista de Luria propone un proceso de codificación basado en cuatro
pasos: en el hemisferio izquierdo se produce una motivación que ha de ser codificada.
Esta motivación equivale a una proposición con sujeto y predicado lógicos, que se
toman con matriz semántica. En un segundo momento, el predicado lógico se traduce en
una palabra, que trata de desglosarse para construir un sujeto y un predicado
gramaticales. Luego la zona anterior del hemisferio izquierdo añade las valencias
sintácticas y semánticas para su correcta sintaxis. Por último el cerebro comprueba si el
resultado se corresponde  con la motivación primera y, si es así, se procede a la emisión
del enunciado. Lógicamente, el proceso de decodificación seguirá el camino inverso al
descrito.
 
            El modelo hipotético - deductivo de Chomsky expone que al lenguaje le
corresponde una unidad mínima, la palabra, la combinatoria de éstas se da en la frase,
que tiene una forma gramatical que comprende sujeto y predicado gramaticales; cuando
varias frases se combinan se da el texto en la estructura superficial. El pensamiento
tiene como unidad mínima al concepto, que tiene una forma lógica con sujeto lógico, o
expresión retenida[1], y predicado lógico, o expresión añadida[2]. Cuando los conceptos
se relacionan forman proposiciones: la combinatoria de proposiciones es el pensamiento
propiamente dicho en la estructura profunda. Para él forma lógica y forma gramatical no
siempre coinciden por lo que la decodificación supone que el hablante - oyente ideal
descubre la forma lógica que subyace a la gramatical.
 
 
 
 
            No obstante, al margen de estas dos posturas, cabe apuntar que forma gramatical
y forma lógica no siempre coinciden. La filosofía del lenguaje define la proposición
como un acto de cognición dirigido a un objeto determinado del pensamiento. Este
modo de conocer se organiza en un sujeto lógico que expresa el concepto acerca del
objeto de pensamiento y un predicado lógico que manifiesta el concepto de las
propiedades que se le asignan al sujeto lógico.
 
 
4.- Fundamentaciones lógicas, sicobiológicas y culturales de la sintaxis.
 
            Lenguaje y pensamiento forman una unidad dialécticamente contradictoria: si se
asigna un papel absoluta al pensamiento exagerando su influencia sobre el lenguaje,
estaremos ante una orientación lógica, como la de Chomsky; mientras que si se le
otorga una relevancia absoluta al lenguaje sobre el pensamiento, se dará una postura de
orientación neohumboldtiana, como la de Sapir y Whorf. Para Chomsky, la estructura
profunda es sintáctica y de base universal. Si tal sintaxis es de índole universalista,
también se puede definir como la estructura lógica de la mente. De ahí que, para este
autor, la estructura profunda sea el recurso innato que tienen los hombres para
conceptualizar el mundo: las lenguas sólo difieren en las piezas léxicas.
 
             La postura opuesta la representan lingüistas como Sapir y Whorf. Para ellos el
individuo hereda la concepción que la lengua de su comunidad ha hecho de la realidad,
realidad que, por lo demás, no es más que una corriente de impresiones sólo asible en
parte por la lengua. Siendo esto así, las lenguas son las que regulan nuestro
comportamiento y nuestro pensamiento en el seno de una comunidad. Por eso no
pueden permitir un universalismo lingüístico o conceptual - de hecho, en sus trabajos
antropológicos descubrieron lenguas que carecen de forma gramatical -: entre las
lenguas sólo es posible un cierto parentesco.
 
            Por otro lado, desde un punto de vista filogenético, afirma esta escuela que los
componentes sintácticos se crearon para expresar los predicados y sujetos lógicos pero,
por la independencia en la evolución de las lenguas, los mecanismos para marcar el
tema y el rema fueron haciéndose muy diversos, no sólo porque las lenguas las marquen
de distintas maneras, sino porque hay unas que las señalan más que otras: así el español,
mediante el orden envolvente del orden de palabras señala más tema y rema que el
orden fijo que presentan las lenguas anglosajonas.
 
            Una línea muy parecida es la que sigue Vigotsky: filogenéticamente, el trabajo
generó el lenguaje por la necesidad de comunicación entre los individuos. Al principio
la palabra tuvo un carácter simpráxico: evocaba objetos ausentes y experiencias
pasadas. Luego adquirió una naturaleza sinsemántica y conceptual: no evocaba objetos
o hechos concretos sino abstracciones de ellos, categorizando la realidad a través de
conceptos, que posibilitan el pensamiento abstracto. Esta categorización de la realidad
que hace una lengua pasará de generación en generación hasta conformar la
cosmovisión de una lengua. No obstante un individuo puede emanciparse en cierta
medida de los significados de su lengua mediante el sentido que le dé a los mismos a
través del uso del lenguaje.
 
            No obstante hoy se acuerda una postura intermedia: hay una relación de
interdependencia mutua entre pensamiento y lenguaje. Así, Watson piensa que hay que
centrase en cómo funciona esta relación, más que en la preeminencia de uno sobre el
otro, pues hay dos axiomas inexcusables: en primer lugar, el pensamiento es un lenguaje
interior, mientras que el lenguaje es un intento de exteriorizar el pensamiento; en
segundo lugar, es indudable que el hombre sólo puede razonar al margen de la
impresión sensorial inmediata a través de conceptos generados lingüísticamente.
 
            Junto a estas funciones cognoscitiva y comunicativa del lenguaje, autores como
Richelle, Piaget y Vigotsky apuntan una tercera: la regulativa, por la que el individuo
organiza mentalmente sus propias conductas. Piaget y Vigotsky coinciden en que el
niño usa egocéntrica y autísticamente el lenguaje para planear acciones sin un fin
comunicativo.
5.- Las relaciones entre el pensamiento y el lenguaje en la filosofía contemporánea.
 
 
            Ya los presocráticos equipararon lenguaje y razón: ser un animal racional
implicaba ser un ente capaz de usar el lenguaje para comunicarse y para razonarse a sí
mismo y al mundo. De este modo el lenguaje es el logos mismo en cuanto expresa una
estructuras inteligible la realidad. Posteriormente, los sofistas, aceptando lo anterior
plantearon la idea de que las palabras fueran meras convenciones nacidas en el seno de
una comunidad que tenía la necesidad de entenderse.
 
            Con Aristóteles y los estoicos nació la idea del concepto, o noción, entendido
como un conjunto de abstracciones acerca de las cosas que nos permite razonar. Tales
abstracciones se fundaban en una serie de rasgos universales. Esta idea vertebró la
filosofía del lenguaje en la Edad Media y la Edad Moderna. De un lado estaban los que
muestran una actitud de confianza en el lenguaje, representada por los racionalistas, que
siguen la postura realista medieval en la cuestión de los universales: los rasgos básicos
abstractos son innatos en nuestro pensamiento y son la base para que el lenguaje
conforme nuestro pensamiento; si no fuera así, arguyen, sería imposible entender
algunas de las cosas particulares.
 
            Por otro lado están los que desconfían del lenguaje, que continúan la tradición
nominalista medieval, para quienes los universales son producto de las inducciones
cognitivas humanas. En este grupo que desconfían del lenguaje se encuentran Hobbes,
Berkeley, Hume y Locke. En todos ellos se pone de relieve que el lenguaje es un
instrumento capital para el pensamiento. No obstante, no hay que cesar de someter a
crítica al lenguaje con el fin de no caer en las trampas que puede tender, principalmente
aquélla que nos hace creer que a cualquier expresión le corresponde una determinada
realidad a la que designa.
 
            Es en todos estos antecedentes en los que se fundan los problemas acerca de la
filosofía del lenguaje en la actualidad. Así, las doctrinas pragmatistas estiman que el
razonamiento humano sólo puede alcanzar la esencia de la realidad a través de la
intuición, mientras que el lenguaje está condenado a limitarse a apresar la realidad
manipulándola, es especialmente representativo, por su influencia, Wittgenstein. Este
autor llegó a afirmar que la filosofía es una lucha contra el embrujamiento de la
inteligencia por medio del lenguaje. En efecto, el pensamiento se ve mediatizado por un
lenguaje que es incapaz de conceptualizar fidedignamente la realidad. Los significados
de las lenguas no se corresponden tanto con la designación de la realidad como por las
relaciones pragmáticas y sociales que presentan en el uso: hay tantos significados como
usos tenga una palabra o una expresión.
 
            En este sentido, Wittgenstein hizo ver que la expresión del propio pensamiento,
en cuanto cúmulo de razonamientos acerca de las percepciones personales del mundo,
no se pueden expresar. De este modo estaríamos condenados a comunicar una serie de
sinsentidos los unos con los otros, en cuanto seríamos incapaces de mostrar nuestra
verdadera concepción del mundo. De ahí que concluyera en su Tractatus Logicus-
Philosophicus que todo aquello que puede ser dicho puede decirse con claridad y de lo
que no se puede hablar mejor es callarse.
 
            Algunos autores, como Carnap, apelaron contra estas últimas ideas de
Wittgenstein aduciendo que la intersubjetividad de una comunidad lingüística permite el
mutuo entendimiento porque un pensamiento que no compartiera una parte de la
conceptualización de la realidad de su comunidad sería sicológicamente muy
improbable.
 
            De otro lado tenemos doctrinas más o menos existenciales de la comunicación,
como la de Heidegger,  que entienden el lenguaje es pura manifestación de la persona
más que de la realidad. Para él el lenguaje es la manifestación del ser, de modo que se
convierte en la expresión de las circunstancias existenciales del individuo y no en una
categorización fiable de la realidad. La filosofía moderna supone, pues, una continua
fiscalización acerca de cómo el pensamiento se refleja en lenguaje. 

También llamada presuposición o tema.


[1]

Denominada también foco o rema.


[2]

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