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Así pues, el concepto de biomasa comprende tanto a los productos de origen vegetal como a los
de origen animal. El denominador común por el que ambos reciben el nombre único de biomasa
es porque la materia orgánica proviene, directa o indirectamente, del proceso de fotosíntesis: por
ello, la biomasa se presenta de manera periódica y no limitada en el tiempo y, por tanto, de forma
renovable.
La biomasa es una de las formas de energía renovable, cuyo origen es propiamente solar.
El término biomasa se utiliza también en el campo de la Ecología para expresar la materia orgánica
total presente en un ecosistema determinado, y en Microbiología Industrial para referirse a la
cantidad de microorganismos presentes en un fermentador o producidos en un cultivo.
Naturaleza de la biomasa.
En la biomasa vegetal, la materia orgánica está constituida en su mayoría por hidratos de carbono,
principalmente en forma de compuestos lignocelulósicos o amiláceos y, en menor proporción, por
lípidos y compuestos orgánicos nitrogenados (básicamente proteínas).
Los hidratos de carbono son los que proporcionan una mayor eficiencia energética de todos los
principios inmediatos.
En general, los principios inmediatos no se reparten por igual en todos los órganos de los
vegetales. De esta manera, las semillas de las leguminosas son ricas en proteínas, los frutos de las
especies oleaginosas en lípidos, la raíz de la remolacha azucarera en glúcidos, etc.
No obstante, la biomasa vegetal también se puede clasificar según su contenido hídrico. De esta
forma, se puede distinguir entre:
De todas formas, aunque la proporción relativa de los compuestos lipídicos en las plantas
oleaginosas y laticíferas es superior a la normal, siempre están en una pequeña proporción con
relación a la biomasa total de las plantas que los producen.
Formación de la biomasa.
La energía que se puede obtener de la biomasa proviene, en última instancia, de la luz solar. En
efecto, gracias a la fotosíntesis, los organismos autótrofos combinan el carbono del CO2
atmosférico con el hidrógeno del H2O que captan del suelo. De esta reacción bioquímica se
obtiene materia orgánica en forma de glúcidos (compuestos muy energéticos), y se libera oxígeno
a la atmósfera.
Las moléculas orgánicas de la biomasa contienen energía acumulada en sus enlaces susceptible de
ser liberada en los procesos de combustión. Tal y como se ha mencionado con anterioridad, dicha
energía procede de la luz solar captada por los vegetales en el proceso fotosintético, el cual da pie
a la reducción del carbono mineral y posibilita la formación de los distintos tipos de moléculas
orgánicas, a través de los complejos mecanismos metabólicos de los seres vivos.
La materia orgánica integrante de la biomasa puede proporcionar su energía de forma directa, por
combustión, o bien a través de compuestos originados por transformación de la biomasa primaria
(alcoholes e hidrocarburos), que también devuelven la energía que contienen en sus enlaces al ser
oxidados, ya sea en motores de explosión o en quemadores diseñados a tal efecto.
El empleo de la biomasa con fines energéticos necesita de un proceso previo con el fin de
transformar la biomasa en la materia prima idónea para su posterior tratamiento, según sea la
naturaleza final del combustible deseado.
Sólidos:
Leña sin procesar.
Astillas.
Pellets.
Briquetas.
Triturados finos (menores de 2 mm).
Carbón vegetal.
Líquidos:
Alcoholes.
Biohidrocarburos.
Aceites y ésteres derivados de ellos.
Gaseosos:
Gas de gasóleo.
Biogás.
Hidrógeno.
Evolución y perspectivas de la biomasa como fuente de energía.
A finales de la década de 1970, la biomasa se empezó a considerar como una potencial fuente de
energía. En el transcurso de estos años, han ocurrido una serie de profundos cambios en los
sectores energético, agrícola y medioambiental, que han motivado que lo que entonces se
vislumbraba como una posibilidad, hoy se perfile como una alternativa real para un futuro más o
menos inmediato.
Durante la década de 1980, el sector agrícola estuvo caracterizado por un aumento constante en
las producciones de los cultivos tradicionales, como consecuencia de una mejora continua de las
técnicas de laboreo, junto con la siembra de nuevas variedades mejor adaptadas a cada zona.
Concretamente, en Europa, la producción de cereales pasó de 3,77 t/ha en 1980 a 4,77 t/ha en
1990 (un incremento del 26,5%), con un crecimiento de la población europea de tan sólo un 3%
(de 318,2 a 327,7 millones de habitantes) durante ese mismo período. Esta situación llegó a
originar un serio problema a causa de la producción sistemática de excedentes de productos
alimenticios en algunas regiones, mientras que en otras, los incrementos de producción no se
lograban con tanta facilidad.
En este sentido, hay que pensar necesariamente en el sector energético, ya que el consumo de
energía es varias veces superior al de alimentos, expresados ambos en térmicos calóricos. A nivel
mundial, la relación media entre el consumo de energía per cápita y el de alimentos es de 20,5,
oscilando entre los 6,7 de los PVD y los 111,1 de Canadá, donde el consumo de energía per cápita
es máximo.
Por este motivo, la utilización de los biocombustibles en sustitución de los combustibles fósiles
puede ser una de las vías para frenar el deterioro ambiental, provocado por el incremento de
anhídrido carbónico en la atmósfera.
Situación actual en la Unión Europea
En referencia a los países productores de energía a partir de biomasa, Francia ocupó el primer
lugar gracias a una política de incentivos fiscales favorables, con aproximadamente un consumo de
9.800 ktep/año, lo que representó el 20,7% del total de la UE en ese año. A continuación, se
situaron Suecia y Finlandia, que cuentan con unos excelentes recursos en esta materia y un gran
desarrollo en los sistemas de calefacción de distrito y de aplicación industrial. España ocupó el
sexto lugar con cerca de 3.600 ktep producidos, repartidos por un igual entre el sector doméstico
e industrial.
Con la situación actual, el potencial de la biomasa en forma de energía se estima en unos 135x10´6
tep/año, a pesar de que un cálculo más realista situaría esta cifra en aproximadamente 70x10´6
tep/año.
Las estimaciones realizadas para el año 2010 sitúan la contribución de la biomasa en 62 Mtep,
bastante menos que el objetivo acumulado1 del Libro Blanco, cifrado en 135 Mtep.
Las previsiones apuntan hacia un crecimiento en el uso de la biomasa en los próximos años con
nuevos programas de investigación y desarrollo sobre la aplicación de sistemas de pirólisis y
gasificación.
El número de plantas de incineración de RSU ha bajado de las 415 existentes en 1993 a las 304
actuales, debido a los siguientes factores:
Tal y como se ha mencionado con anterioridad, la biomasa es una vía indirecta de captación de la
energía solar. Su rendimiento es muy bajo (como máximo el 1% de la energía solar incipiente); sin
embargo, su interés ha crecido en los últimos años por las diversas ventajas que presenta respecto
de la captación directa de energía solar:
Las inversiones necesarias (laboreo, simientes, etc.) son mucho menores que las
requeridas por la captación física.
La captación biológica es una técnica menos elitista. Esto permite una independencia
científica para muchos países. Asimismo, al poderse adaptar a instalaciones a pequeña
escala, permite también la independencia energética en centros consumidores, tales como
agricultores, ganaderos, etc.
La producción de biomasa es adaptable a todos los climas y suelos: por ello, es útil para
todos los países.
La generación de residuos urbanos e industriales se ha incrementado mucho en los
últimos años, de tal manera que su gestión y tratamiento suponen uno de los principales
problemas ambientales de nuestra sociedad. La producción de energía a partir de estos
residuos permite evitar ciertos problemas medioambientales, y constituye una opción
limpia y efectiva para su eliminación.
Sin embargo, hay que tener en cuenta también algunos inconvenientes que presenta la biomasa
como fuente de energía: