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Presenta: Perla Espino Marín.

1.- Definición y perspectiva de la


biomasa.
El término de biomasa, en sentido amplio, se refiere a cualquier tipo de materia orgánica que haya
tenido su origen inmediato como consecuencia de un proceso biológico.

Así pues, el concepto de biomasa comprende tanto a los productos de origen vegetal como a los
de origen animal. El denominador común por el que ambos reciben el nombre único de biomasa
es porque la materia orgánica proviene, directa o indirectamente, del proceso de fotosíntesis: por
ello, la biomasa se presenta de manera periódica y no limitada en el tiempo y, por tanto, de forma
renovable.

En la actualidad, se ha aceptado el término biomasa para denominar al grupo de productos


energéticos y materias primas de tipo renovable que se originan a partir de la materia orgánica
formada por vía biológica. Quedan excluidos de este concepto, los combustibles fósiles o los
productos orgánicos derivados de ellos, aunque también tuvieron un origen biológico en épocas
remotas.

La biomasa es una de las formas de energía renovable, cuyo origen es propiamente solar.

El término biomasa se utiliza también en el campo de la Ecología para expresar la materia orgánica
total presente en un ecosistema determinado, y en Microbiología Industrial para referirse a la
cantidad de microorganismos presentes en un fermentador o producidos en un cultivo.

Naturaleza de la biomasa.

La biomasa está compuesta principalmente por hidratos de carbono, lípidos y proteínas o


prótidos, en una proporción relativamente variable, según su origen animal o vegetal.
Por ejemplo, la biomasa animal, a diferencia de la vegetal, tiene un escaso contenido en hidratos
de carbono, y un mayor contenido proteico y lipídico.

En la biomasa vegetal, la materia orgánica está constituida en su mayoría por hidratos de carbono,
principalmente en forma de compuestos lignocelulósicos o amiláceos y, en menor proporción, por
lípidos y compuestos orgánicos nitrogenados (básicamente proteínas).

Los hidratos de carbono son los que proporcionan una mayor eficiencia energética de todos los
principios inmediatos.

En general, los principios inmediatos no se reparten por igual en todos los órganos de los
vegetales. De esta manera, las semillas de las leguminosas son ricas en proteínas, los frutos de las
especies oleaginosas en lípidos, la raíz de la remolacha azucarera en glúcidos, etc.

La biomasa vegetal recibe diferentes calificativos, según el compuesto o grupo de compuestos


predominantes en su constitución. En efecto, como los hidratos de carbono son los principios más
abundantes en este tipo de biomasa, la clasificación se realiza atendiendo a la forma en la que se
encuentran prioritariamente estos compuestos.

BIOMASA VEGETAL. HIDRATOS DE CARBONO EN FORMA DE:


Lignocelulósica. -Lignina.
-Celulosas (hemicelulosa y holocelulosa).
Amilácea. -Polisacáridos de reserva (almidón o inulina).
Azucarada. -Azúcares monosacáridos (glucosa o fructosa).
-Disacáridos (sacarosa).

No obstante, la biomasa vegetal también se puede clasificar según su contenido hídrico. De esta
forma, se puede distinguir entre:

a) Biomasa seca. Aquella que posee menos de un 13% de humedad.


b) Biomasa semiseca o fresca. Se caracteriza por un mayor contenido de agua que la anterior
(un tejido vegetal fresco puede llegar a tener un porcentaje superior al 90% de humedad).
c) Biomasa oleaginosa. Es importante resaltar que algunos tipos de biomasa contienen un
abundante contenido en aceite (las pipas de girasol, por ejemplo, pueden tener más de un
50% de su peso en seco).
Otros grupos de plantas, conocidas como laticíferas (látex), tienen hidrocarburos y esteroles como
productos específicos de su metabolismo.

De todas formas, aunque la proporción relativa de los compuestos lipídicos en las plantas
oleaginosas y laticíferas es superior a la normal, siempre están en una pequeña proporción con
relación a la biomasa total de las plantas que los producen.

Formación de la biomasa.

La biomasa energética puede entenderse como el conjunto de compuestos orgánicos, de origen


vegetal o animal, incluyendo todos los materiales procedentes de su transformación natural o
artificial, susceptibles de ser utilizados con fines energéticos. Entre éstos se citan los residuos
agrícolas y forestales, cultivos energéticos, residuos animales, residuos industriales y urbanos, etc.

La energía que se puede obtener de la biomasa proviene, en última instancia, de la luz solar. En
efecto, gracias a la fotosíntesis, los organismos autótrofos combinan el carbono del CO2
atmosférico con el hidrógeno del H2O que captan del suelo. De esta reacción bioquímica se
obtiene materia orgánica en forma de glúcidos (compuestos muy energéticos), y se libera oxígeno
a la atmósfera.

A mediados del siglo XIX se formuló la ecuación fundamental de la fotosíntesis:

La materia orgánica obtenida de los procesos fotosintéticos constituye lo que se denomina


producción primaria.

La producción primaria es la cantidad de materia orgánica producida por los organismos


autótrofos en una unidad de área y en un período de tiempo determinado.
Por medio de este proceso bioquímico, la energía solar se convierte en energía química acumulada
en diferentes compuestos orgánicos (polisacáridos, grasas), para ser incorporada y transformada
por los organismos heterótrofos, incluyendo al hombre que, a su vez, la convierte mediante
procedimientos artificiales para obtener bienes de consumo.

Desde un punto de vista de aprovechamiento energético, la biomasa se caracteriza por tener un


bajo contenido en carbón, y altas concentraciones de oxígeno y compuestos volátiles. Estos
últimos, formados por cadenas largas del tipo CnHm en presencia de dióxido de carbono,
monóxido de carbono e hidrógeno, suponen alrededor de las 2/3 partes del poder calorífico de la
biomasa.

El poder calorífico de la biomasa depende de su naturaleza y de su grado de humedad. De esta


manera, los valores de los poderes caloríficos se pueden dar en base seca o en base húmeda.
Biomasa para fines energéticos

Las moléculas orgánicas de la biomasa contienen energía acumulada en sus enlaces susceptible de
ser liberada en los procesos de combustión. Tal y como se ha mencionado con anterioridad, dicha
energía procede de la luz solar captada por los vegetales en el proceso fotosintético, el cual da pie
a la reducción del carbono mineral y posibilita la formación de los distintos tipos de moléculas
orgánicas, a través de los complejos mecanismos metabólicos de los seres vivos.

La materia orgánica integrante de la biomasa puede proporcionar su energía de forma directa, por
combustión, o bien a través de compuestos originados por transformación de la biomasa primaria
(alcoholes e hidrocarburos), que también devuelven la energía que contienen en sus enlaces al ser
oxidados, ya sea en motores de explosión o en quemadores diseñados a tal efecto.

La concepción moderna de la utilización de la biomasa con fines energéticos supone la aplicación


de los conocimientos científicos y técnicos que se poseen en la actualidad, para optimizar el
proceso de captación y acumulación de la energía solar a través de la fotosíntesis, y el desarrollo
de procedimientos, a nivel industrial, que sean capaces de transformar económicamente la
biomasa en un combustible fácilmente utilizable.

El empleo de la biomasa con fines energéticos necesita de un proceso previo con el fin de
transformar la biomasa en la materia prima idónea para su posterior tratamiento, según sea la
naturaleza final del combustible deseado.

De esta forma, pueden utilizarse los siguientes tipos de procedimientos:

 Mecánicos (astillado, trituración, compactación).


 Termoquímicos (pirólisis y gasificación).
 Biotecnológicos (microbianos o enzimáticos).
 Extractivos.

Para obtener los siguientes tipos de combustibles:

 Sólidos:
 Leña sin procesar.
 Astillas.
 Pellets.
 Briquetas.
 Triturados finos (menores de 2 mm).
 Carbón vegetal.
 Líquidos:
 Alcoholes.
 Biohidrocarburos.
 Aceites y ésteres derivados de ellos.
 Gaseosos:
 Gas de gasóleo.
 Biogás.
 Hidrógeno.
Evolución y perspectivas de la biomasa como fuente de energía.

A finales de la década de 1970, la biomasa se empezó a considerar como una potencial fuente de
energía. En el transcurso de estos años, han ocurrido una serie de profundos cambios en los
sectores energético, agrícola y medioambiental, que han motivado que lo que entonces se
vislumbraba como una posibilidad, hoy se perfile como una alternativa real para un futuro más o
menos inmediato.

Hasta ahora, el principal incremento en la utilización de la biomasa como fuente de energía se ha


basado en la de tipo residual; sin embargo, en la actualidad, los cultivos energéticos se contemplan
como una posible alternativa para solucionar, en parte, los problemas derivados de las
producciones excedentarias del sector agrícola, especialmente en la Unión Europea.

Durante la década de 1980, el sector agrícola estuvo caracterizado por un aumento constante en
las producciones de los cultivos tradicionales, como consecuencia de una mejora continua de las
técnicas de laboreo, junto con la siembra de nuevas variedades mejor adaptadas a cada zona.
Concretamente, en Europa, la producción de cereales pasó de 3,77 t/ha en 1980 a 4,77 t/ha en
1990 (un incremento del 26,5%), con un crecimiento de la población europea de tan sólo un 3%
(de 318,2 a 327,7 millones de habitantes) durante ese mismo período. Esta situación llegó a
originar un serio problema a causa de la producción sistemática de excedentes de productos
alimenticios en algunas regiones, mientras que en otras, los incrementos de producción no se
lograban con tanta facilidad.

Esta tendencia al aumento de la productividad de los cultivos tradicionales se ha producido de


forma general en todos los países, tanto en los desarrollados como en los que están en vías de
serlo.

La saturación de la demanda de los productos alimenticios y, por tanto, la generación sistemática


de excedentes agrícolas, hace necesaria la búsqueda de nuevos mercados para colocar las
producciones agrícolas.

En este sentido, hay que pensar necesariamente en el sector energético, ya que el consumo de
energía es varias veces superior al de alimentos, expresados ambos en térmicos calóricos. A nivel
mundial, la relación media entre el consumo de energía per cápita y el de alimentos es de 20,5,
oscilando entre los 6,7 de los PVD y los 111,1 de Canadá, donde el consumo de energía per cápita
es máximo.

En cuanto a las repercusiones medioambientales, los combustibles procedentes de la biomasa


generada en plantaciones energéticas son inocuos a efectos de contribuir al efecto invernadero, ya
que todo el CO2 producido en la "quema" de dichos combustibles ha sido previamente fijado de la
atmósfera, incluso en mayor proporción, ya que no toda la biomasa formada se destina a la
combustión (una gran parte de ella suele quedar inmovilizada en el suelo después de la
recolección).

Por este motivo, la utilización de los biocombustibles en sustitución de los combustibles fósiles
puede ser una de las vías para frenar el deterioro ambiental, provocado por el incremento de
anhídrido carbónico en la atmósfera.
Situación actual en la Unión Europea

En el año 2000, la biomasa supuso el 54% de la contribución de las energías renovables a la


producción de energía primaria de la UE con aproximadamente 47,3 Mtep.

En referencia a los países productores de energía a partir de biomasa, Francia ocupó el primer
lugar gracias a una política de incentivos fiscales favorables, con aproximadamente un consumo de
9.800 ktep/año, lo que representó el 20,7% del total de la UE en ese año. A continuación, se
situaron Suecia y Finlandia, que cuentan con unos excelentes recursos en esta materia y un gran
desarrollo en los sistemas de calefacción de distrito y de aplicación industrial. España ocupó el
sexto lugar con cerca de 3.600 ktep producidos, repartidos por un igual entre el sector doméstico
e industrial.

La utilización principal de la biomasa es para usos domésticos y térmicos.

En lo que concierne a los tipos de biomasa, la mayor parte de la producción de energía


corresponde a los residuos de madera, con aproximadamente 20x10´6 tep/año.

Con la situación actual, el potencial de la biomasa en forma de energía se estima en unos 135x10´6
tep/año, a pesar de que un cálculo más realista situaría esta cifra en aproximadamente 70x10´6
tep/año.

Las estimaciones realizadas para el año 2010 sitúan la contribución de la biomasa en 62 Mtep,
bastante menos que el objetivo acumulado1 del Libro Blanco, cifrado en 135 Mtep.

Las previsiones apuntan hacia un crecimiento en el uso de la biomasa en los próximos años con
nuevos programas de investigación y desarrollo sobre la aplicación de sistemas de pirólisis y
gasificación.

El aprovechamiento de la biomasa para la producción de energía ha crecido algo más de un 30%


en la UE durante los últimos diez años.
Teniendo en cuenta el gran beneficio medioambiental que representa la utilización de residuos
sólidos urbanos (en adelante RSU), cabe destacar que actualmente existen 304 plantas de
incineración2 de los RSU a gran escala en Europa, las cuales tienen una capacidad total instalada
de 8.800 MW y eliminan un total de 50 millones de toneladas de residuos. El 70% de esta
producción de energía se dedica a la calefacción centralizada (sobre todo en los países del norte),
mientras que el 30% restante se emplea en la producción de electricidad.

El número de plantas de incineración de RSU ha bajado de las 415 existentes en 1993 a las 304
actuales, debido a los siguientes factores:

 Se ha llegado a la vida útil de la planta.


 Muchas plantas han cerrado debido a las normas de emisiones impuestas por la Directiva
de incineración de la UE de 1996 (96/61/CE de 24 de septiembre) y la Directiva
2000/76/EC relativa a la incineración de residuos.
 Todas las plantas deben incorporar sistemas de recuperación de la energía producida para
poder cumplir con la misma Directiva.
 Desde finales de los años 80, la tendencia ha consistido en construir plantas cada vez más
grandes con el fin de reducir los costes unitarios.

Ventajas e inconvenientes de la biomasa como fuente de energía.

Tal y como se ha mencionado con anterioridad, la biomasa es una vía indirecta de captación de la
energía solar. Su rendimiento es muy bajo (como máximo el 1% de la energía solar incipiente); sin
embargo, su interés ha crecido en los últimos años por las diversas ventajas que presenta respecto
de la captación directa de energía solar:

 Las inversiones necesarias (laboreo, simientes, etc.) son mucho menores que las
requeridas por la captación física.
 La captación biológica es una técnica menos elitista. Esto permite una independencia
científica para muchos países. Asimismo, al poderse adaptar a instalaciones a pequeña
escala, permite también la independencia energética en centros consumidores, tales como
agricultores, ganaderos, etc.
 La producción de biomasa es adaptable a todos los climas y suelos: por ello, es útil para
todos los países.
 La generación de residuos urbanos e industriales se ha incrementado mucho en los
últimos años, de tal manera que su gestión y tratamiento suponen uno de los principales
problemas ambientales de nuestra sociedad. La producción de energía a partir de estos
residuos permite evitar ciertos problemas medioambientales, y constituye una opción
limpia y efectiva para su eliminación.

Sin embargo, hay que tener en cuenta también algunos inconvenientes que presenta la biomasa
como fuente de energía:

 El principal obstáculo que presenta su utilización es su vinculación directa hacia el campo


de la alimentación y ésta, a escala mundial, es deficitaria. Si unimos a esto el hecho de que
las zonas de producción y de consumo de alimentos tienden a desequilibrarse, los
razonamientos de orden ético deberían poner en duda ciertos programas.
 La comercialización de varios tipos de biomasa entra en competencia directa con otros
mercados, además del alimenticio, que también deben ser considerados.
 Finalmente, otro inconveniente que se presenta frecuentemente en trabajos sobre este
tema es el de la correcta evaluación económica de los productos obtenidos de la biomasa.

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