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7.4.

El aviso legal
En cualquier libro que comencemos a leer nos encontraremos, en sus primeras páginas,
con expresiones como: «Reservados todos los derechos», «Derechos reservados conforme
a la ley», «Las características de esta edición son propiedad de […]», «Se prohíbe la
reproducción total o parcial de esta obra», «Derechos reservados para todas las ediciones
en castellano» y, sobre todo, en el caso de obras con ya algunos años de por medio,
extensos mensajes como:
«Este libro no puede reproducirse total o parcialmente, incluido el diseño de
tapa, por ningún método gráfico, electrónico o mecánico, incluyendo los sistemas
de fotocopia, registro magnetofónico o de almacenamiento y alimentación de
datos, sin expreso consentimiento del editor».

Los anteriores mensajes se conocen como «aviso legal» y, su finalidad, es la de informar


al público acerca del carácter protegido de la obra y la necesidad, en su caso, de solicitar
las respectivas autorizaciones para los actos de reproducción, distribución, comunicación
pública, transformación, etc.
En algunos casos, la finalidad no sólo es informativa, sino que pudiéramos decir que,
incluso, es intimidatoria pues el respectivo aviso legal puede estar acompañado de
advertencias en las que se incluyen multas o penas privativas de la libertad. Tomemos
como ejemplo lo que ocurre en los productos americanos, en los que es frecuente
encontrar el sello de advertencia del FBI y en el que se nos advierte que los actos de
piratería serán castigados por las leyes federales de los Estados Unidos de América.
El aviso legal, sin embargo, no es exclusivo de los libros, sino que también podemos
encontrarlo en los avisos publicitarios, los programas de televisión, las películas, páginas
de internet, entre muchas otras obras. La redacción suele ser diversa, dependiendo de
cada obra, pero, en general, se dispone la prohibición para el uso no consentido de la obra
(salvo la respectiva licencia de uso que, claramente, se le confiere al adquirente).
En caso de que un tercero se plantee utilizar la obra, el aviso legal le permite saber a quién
recurrir y las consecuencias de no hacerlo. En términos normativos, debe indicarse que no
existe una obligación expresa de la inclusión de este aviso en nuestras obras, más bien se
trata de un acto voluntario, aunque, como lo hemos ya indicado, toda forma de
protección adicional a nuestra obra, siempre es bienvenida.

7.5. Símbolos (el Copyright)


De acuerdo con la Real Académica Española, un símbolo corresponde a un elemento u
objeto que «por convención o asociación» viene a ser considerado como «representativo
de una entidad, de una idea, de una cierta condición». De este modo, lo que caracteriza al
símbolo es, ante todo, que parte de un acuerdo, convención o asociación por lo que, sí
queremos dotar a nuestra obra de un símbolo, requeriremos, antes que nada, que otras
personas estén de acuerdo, que «convengan» en relación a la idea, entidad o condición
que se busca representar.
En el ámbito de la propiedad intelectual existe en todo el mundo una idea acerca del
símbolo que representa a la propiedad intelectual, este símbolo es el siguiente: © que,
como se sabe, en el contexto anglosajón identifica al Copyright. En la práctica, cualquier
persona, al momento de observar este símbolo quizá no lo identifica con la propiedad
intelectual y los derechos de autor, más, sin embargo, sí que lo relaciona con ideas como:
reservado, propiedad, derechos, registro, compañía, u otros elementos que, de manera
más o menos genérica coinciden en la idea de que pertenece a alguien y que, más allá de
la adquisición que hagamos del producto con ese símbolo, algunas conductas estarán
permitidas y otras no.
La difusión global de este símbolo se ha debido, además de la amplia influencia del
Copyright anglosajón, a instrumentos como la Convención Universal sobre Derechos de
Autor (CCU, por sus siglas en inglés) que, en su artículo III.1 dispone:
«Todo Estado contratante que, según su legislación interna, exija como condición
para la protección de los derechos de los autores, el cumplimiento de
formalidades tales como deposito, registro, mención, certificados notariales,
pago de tasas, manufactura o publicación en el territorio nacional, considerara
satisfechas tales exigencias, para toda obra protegida de acuerdo con los
términos de la presente Convención, publicada por primera vez fuera del
territorio de dicho Estado por un autor que no sea nacional del mismo, si, desde
la primera publicación de dicha obra, todos sus ejemplares, publicados con
autorización del autor o de cualquier otro titular de sus derechos, llevan el
símbolo © acompañado del nombre del titular del derecho de autor y de la
indicación del año de la primera publicación; el símbolo, el nombre y el año
deben ponerse de manera y en sitio tales que muestren claramente que el
derecho de autor está reservado». (art. III.1 UCC)».

Ley de Propiedad Intelectual (RDL 1/1996) prevé el símbolo © en su artículo 146


indicándonos en su primer párrafo que podrá ser empleado por el «titular o cesionario en
exclusiva de un derecho de explotación sobre una obra o producción protegidas por esta
Ley».
En cuanto a sus efectos prácticos y jurídicos, debemos de indicar que la inclusión de este
símbolo nunca está de más. Si bien es cierto, una obra autorial no requiere de registro
para ser protegida, la inclusión de símbolos como este sí que dan una idea ante la
colectividad que se trata de una obra protegida y, de esta manera, el efecto del símbolo
© puede incidir como un instrumento disuasorio para todo aquel que eventualmente
pudiera infringir nuestros derechos autoriales.
Además, la Ley de Propiedad Intelectual en el mismo art. 146 prevé un símbolo adicional
que corresponde a: (p) y que podrá ser empleado por los productores o cesionarios en las
copias de fonogramas o sus envolturas.

7.6. ISBN, ISSN y ISRC


Otra información con la que seguramente nos hemos topado al momento de tomar un
libro en nuestras manos, y que normalmente se inserta en la contraportada acompañando
el código de barras, es el ISBN, cuya significación es: International Standard Book
Number.
Se trata de un identificador empleado exclusivamente para el caso de los libros de uso
comercial, creado originalmente en 1966 en el Reino Unido y, hoy día, usado a nivel
mundial. La utilidad de este número es que permite dotar de unicidad a cada obra (no
existen dos mismos ISBN para obras distintas) además de permitir una rápida clasificación
del libro pues, los diversos dígitos del número nos brindan información acerca del país en
el que se elaboró, el idioma en el que está escrito, el editor, el número de artículo, la
temática del libro, su número de páginas, acabados, entre otros datos.
En España, el ISBN se encuentra previsto normativamente en la Ley de la lectura, del libro
y de las bibliotecas (Ley 10/2007), concretamente en su artículo 8.1 que indica:
La referida Ley, nos indica que será la Agencia Española del ISBN a quien le corresponda
desarrollar el sistema del ISBN en España y será la que proporcionará al Ministerio de
Educación, Cultura y Deporte, los registros actualizados del ISBN. Además de esta Agencia,
a nivel mundial existe la Agencia Internacional del ISBN cuya labor consiste en emitir
diversas recomendaciones y orientaciones dirigidas a optimizar el funcionamiento del
sistema de ISBN.
El Real Decreto 2063/2008, de 12 de diciembre, desarrolla la Ley 10/2007 en lo relativo al
ISBN y, nos indica que deberán emplear el ISBN las diversas publicaciones monográficas.
Las personas físicas que deseen obtener un ISBN directamente, esto es, sin la
intermediación de una editorial, deberán realizar la solicitud respectiva ante la Agencia
Española del ISBN la cual, tras valorar la solicitud respectiva, proporcionará el código de
trece dígitos correspondiente al ISBN. En el caso de los editores, éstos deberán solicitar
el ISBN con carácter previo ante las Oficinas del Depósito Legal (BARBERÁN MOLINA
2020).
Es muy importante precisar que el ISBN tiene únicamente una función identificativa
limitada a la difusión y comercialización de la obra, por lo que no comporta elemento
alguno de valoración de la obra registrada. De este modo, la obtención del ISBN no es, en
primer lugar, un trámite obligatorio a realizarse y, en segundo lugar, no implica el
reconocimiento alguno de derechos por lo que, una obra con ISBN frente a otra que no lo
tiene no significa que la primera disponga de mayores derechos frente a la segunda
Un identificado que desempeña las mismas funciones que el ISBN pero que se restringe a
las publicaciones seriadas es el International Standard Serial Number (ISSN) que,
igualmente, se encuentra previsto por la Ley 10/2007 y el Real Decreto 2063/2008, éste
último en su Anexo I nos aclara que las publicaciones seriadas corresponden a aquellas
que se: «editan en partes sucesivas y destinadas en principio a continuar
indefinidamente», como ejemplos de estas tenemos a los periódicos, las publicaciones
periódicas, los diarios, las revistas, etc.
A diferencia del ISBN no indica ni el país ni el editor, se trata de cifras asignadas
secuencialmente que, sin embargo, al momento de asignarse se vinculan con el título de
la publicación seriada, razón por la cual, una modificación en el título de la serie implicaría
la necesidad de requerir un cambio en el ISSN.
En el caso español, la gestión del ISSN corresponde a la Biblioteca Nacional de España, I

nternational Standard Recording Code, mejor conocido como ISRC y que solemos
encontrar en la contraportada de las diversas obras audiovisuales (principalmente las
grabaciones musicales, videos, podcasts, audiolibros, etc.). Entidad de Gestión de
Derechos de Propiedad Intelectual (AGEDI).
SWC (International Standard Work Code), para el caso de las composiciones musicales; el
ISMN (International Standard Music Number), para las publicaciones de música escrita; el
DOI (Digital Object Identifier), para las publicaciones electrónicas; el
NIPO (Número de Identificador de Publicaciones Oficiales), para las publicaciones a cargo
de la Administración Federal del Estado y sus Organismos;

7.7. Registro de propiedad intelectual


La Ley de Propiedad Intelectual (RDL 1/1996) dedica su título II, del Libro Tercero, al
Registro de la propiedad intelectual disponiendo en su artículo 144 la organización y
funcionamiento de éste. La Ley indica que se tratará de un único registro en todo el
territorio nacional, aunque éste se conformará por el Registro Central del Ministerio de
Cultura y por los correspondientes Registros Territoriales de las Comunidades Autónomas.
El artículo 145 de la Ley de Propiedad (RDL 1/1996) clarifica algunas cuestiones
indicándonos que, pueden ser objeto de inscripción en el Registro los derechos de
propiedad intelectual de las diversas obras protegidas por las propia Ley. Además, indica
que el registro es público y que, «Se presumirá, salvo prueba en contrario, que los
derechos inscritos existen y pertenecen a su titular en la forma determinada en el asiento
respectivo», esto último es de relevancia pues permite dotar a las obras que en dicho
registro se incluyen de tal presunción, la cual, nos auxiliará ante los eventuales litigios que
pudieran presentarse.
Debe precisarse que, la inscripción de la obra en el Registro no es una inscripción
constitutiva, esto es, que dé lugar al reconocimiento de los derechos de autor, en tanto
que, éstos se originan no a partir de algún registro sino a del mismo acto de creación de la
obra. La inscripción en el Registro, por tanto, es meramente voluntaria, aunque, como
hemos dicho, el disponer de esa presunción legal puede sernos de gran utilidad.
Además de lo anterior, el Registro nos proporciona información valiosa, no sólo en
relación a la inscripción de la obra, sino también en aspectos como: los diversos actos y
contratos que afectan a la obra y que pueden tener incidencia en los derechos autorales;
la transmisión mortis causa e inter vivos que, en su caso, se haya dado; los eventuales
gravámenes que puedan existir; las demandas, sentencias y demás información jurídica
que pueda afectar a la obra. Este Registro, además, es de carácter público por lo que
podrá accederse a esa información siempre que se desee y se satisfagan los requisitos que
en cada caso señala la Ley (ROGEL VIDE y SERRANO GÓMEZ 2008).
El respectivo procedimiento a seguir para la inscripción de una obra en el Registro, así
como consideraciones adicionales en relación a su estructura y funcionamiento son
desarrolladas en el Reglamento del Registro de la Propiedad Intelectual (RD 281/2003).
En todo caso, entre las diversas obras que pueden registrarse tenemos: obras literarias,
científicas y dramáticas; composiciones musicales; coreografías y pantomimas; obras
cinematográficas y audiovisuales; esculturas; dibujos y pinturas; grabados y litografías;
tebeos y cómics; obras plásticas; obras fotográficas; proyectos, planos y diseños de
arquitectura e ingeniería; maquetas; gráficos, mapas y diseños de topografía;
producciones fonográficas; base de datos; programas de ordenador; páginas electrónicas
y multimedia; entre muchas otras.

Ley de Propiedad Intelectual (RDL 1/1996), hace una mención especial para el caso de los
programas de ordenador, podrán ser objeto de registro sus versiones anteriores, actuales
y sucesiva; igualmente, podrán registrarse sus programas derivados. El Reglamento del
Registro de la Propiedad Intelectual (RD 281/2003), por su parte, en su artículo 14n indica
que serán objeto de registro, en el caso de los programas de ordenador: la totalidad de su
código fuente, un ejecutable del programa, una descripción del programa, su lenguaje de
programación, el entorno operativo, un listado de sus ficheros, el diagrama de flujo y, en
su caso, el número de depósito legal.

Sobre la estructura, funcionamiento y requisitos para efectuar una inscripción en el


Registro de propiedad intelectual: Real Decreto 281/2003, de 7 de marzo. Disponible en la
sección A fondo.

Vídeo 2: Tutela de la propiedad intelectual II

7.8. Respaldo notarial


La figura del notario ha acompañado la historia de la humanidad desde muchos siglos, al
día de hoy ésta figura pervive y la razón radica en la importancia de su función. La Ley del
Notariado (Ley de 28 de mayo de 1862) dispone que el notario es «el funcionario público
autorizado para dar fe, conforme a las leyes, de los contratos y demás actos
extrajudiciales».
De este modo, la función del notario consiste en dar fe de una determinada situación a
efecto de que ésta pueda disponer de un valor jurídico. Los actos del notario se
encuentran investidos de una presunción de verdad reconocida por la Ley, de modo tal
que, quien acude ante un notario a protocolarizar una determinada situación dispone de
esa presunción jurídica de verdad.
Entendido lo anterior, es posible acudir ante un notario a efecto de que éste pueda dar fe
respecto de nuestro carácter de autor de una determinada obra y, al mismo tiempo,
proceder a realizar un depósito notarial que se efectúa mediante la denominada «acta de
depósito» en la que se hace constar el día, hora y las especificados propias de la obra que
se coloca en depósito.
Barberán Molina (2020), señala que, en los últimos años, este tipo de registro ha tenido
una gran importancia atendiendo a la facilidad con la que puede realizarse el depósito, así
como a las seguridades que ofrece para que la obra no sea objeto de algún uso indebido
(como pudiera ocurrir en los Registros públicos). Además, también resulta de gran utilidad
para el registro de las obras digitales, como pudieran ser las páginas web.

7.9. Entidades de gestión


La Ley de Propiedad Intelectual (RDL 1/1996) dedica su título IV, del Libro Tercero, a la
«Gestión colectiva de los derechos reconocidos en la ley», se trata, en esencia, de una
forma más realista de administración de los derechos autorales (patrimoniales),
dispuesta por la propia Ley y encomendada a organismos de gestión colectiva.
Se dice que es más «realista» en atención a que, el desarrollo de las nuevas tecnologías
físicamente imposibilitaría que el autor, de manera individual, pudiera administrar y vigilar
los diversos contratos de cesión de derechos, y su remuneración respectiva, ante la amplia
pluralidad de sujetos interesados en hacer uso de la obra, se piense, por ejemplo, en el
caso de las emisoras de radio o, como ocurre hoy día con las plataformas Spotify, Apple
Music o incluso Youtube.
Mediante la gestión colectiva de derechos, el autor, artista o intérprete simplifica la
gestión de sus derechos de explotación delegando esta actividad a organismos
especializados en la materia y denominados precisamente organismos de gestión
colectiva (OMPI 2018).
En España, los principales organismos de gestión colectiva de derechos son: la Sociedad
General de Autores y Editores (SGAE), para el caso de los directores de cine,
compositores, guionistas, escritores, editores, etc.; Artistas Intérpretes Sociedad de
Gestión (AISGE), dedicada a la gestión de los derechos de actores, dobladores, bailarines y
los directores de escena; la Sociedad de Artistas Intérpretes o Ejecutantes de España (AIE),
para el caso de los artistas musicales sobre actuaciones fijadas; el Centro Español de
Derechos Reprográficos (CEDRO), para autores y editores de libros, revistas y demás
publicaciones; la Visual Entidad de Gestión de Artistas Plásticos (VEGAP) para los
creadores visuales; Derechos de Autor de Medios Audiovisuales (DAMA) para los autores
del medio audiovisual; la Entidad de Gestión de Derechos de Propiedad Intelectual
(AGEDI) que se ocupa de los productores de fonogramas; entre otros (ROGEL VIDE y
SERRANO GÓMEZ 2008).
Ahora bien, colocamos a las entidades de gestión de derechos como una estrategia de
tutela de los derechos de autor en razón de que, si bien es cierto, estas entidades son, de
una parte, un mecanismo dispuesto por Ley para la administración de derechos, de otra
parte, son también una forma de defensa del autor frente a todo aquel que pudiese
vulnerar sus derechos autorales. En efecto, el artículo 150 de la Ley de Propiedad
Intelectual (RDL 1/1996), dispone que «Las entidades de gestión, una vez autorizadas
conforme a lo previsto en este título, estarán legitimadas en los términos que resulten de
sus propios estatutos, para ejercer los derechos confiados a su gestión y hacerlos valer
en toda clase de procedimientos administrativos o judiciales».
Debe tenerse presente que, las entidades de gestión resultan también afectadas por el
uso no autorizado que pudiera darse de los derechos patrimoniales sobre una obra (se
piense en la reproducción, distribución o comunicación pública), de modo tal que serán las
primeras interesadas en vigilar los derechos confiados a estas. Además, se trata de
entidades que disponen recursos económicos, profesionales expertos en la materia y,
diversos convenios de colaboración con otras entidades, nacionales e internacionales, que
les permiten una mayor vigilancia y, consecuentemente, una mayor protección a los
derechos de autor.

Para conocer las diversas entidades de gestión españolas, así como los trámites, requisitos
y costos necesarios, ver: «Gestión colectiva de los derechos de propiedad intelectual».
Ministerio de Cultura y Deporte, Gobierno de España. Disponible en la sección A fondo.

7.10. El depósito legal


Como hemos dicho, actualmente no se prevé ningún registro a fin de que los derechos
autorales sean jurídicamente reconocidos, no obstante, esto no siempre fue así. La Ley de
Propiedad Artística y Literaria de 1847, así como la Ley de Propiedad Intelectual de 1979
disponían el depósito legal como un requisito ineludible a fin de quedar reconocida la
protección autoral. Este registro, a la par de permitir el reconocimiento frente a terceros
de un derecho de autor permitía al Estado español enriquecer su acerbo cultural toda vez
que se ordenaba depositar ejemplares de la obra ante la Biblioteca Nacional, el Ministerio
de Instrucción, las Bibliotecas Provinciales, en su caso, y el Ministerio de Fomento (ROGEL
VIDE y SERRANO GÓMEZ 2008).
En la actualidad, la Ley de Propiedad Intelectual (RDL 1/1996) no dispone el requisito de la
inscripción como condición para el reconocimiento de los derechos de autor, sin embargo,
sigue previendo la figura del depósito legal. Así, en la Disposición adicional primera se
indica que:
«El depósito legal de las obras de creación tradicionalmente reconocido en
España se regirá por las normas reglamentarias vigentes o que se dicten en el
futuro por el Gobierno, sin perjuicio de las facultades que, en su caso,
correspondan a las Comunidades Autónomas».

Las disposiciones que han venido a normar esta previsión se encuentran en la orden del
Ministerio de Educación correspondiente al 30 de octubre de 1971, por la que se expide el
Reglamento de Régimen interior del Instituto Bibliográfico Hispánico (BOE-A-1971-1474)
y por la orden de 20 de febrero de 1973, por la que se modifican algunos artículos del
Reglamento antes indicado (BOE-A-1973-313). Sin embargo, su reglamentación más
precisa y detallada fue expedida en el año 2011 mediante la Ley de Depósito Legal (Ley
23/2011) la que, en su artículo 1, dispone que el depósito se configura como la:
«institución jurídica que permite a la Administración General del Estado y a las
Comunidades Autónomas recoger ejemplares de las publicaciones de todo tipo
reproducidas en cualquier clase de soporte y destinadas por cualquier
procedimiento a su distribución o comunicación pública, sea ésta gratuita u
onerosa, con la finalidad de cumplir con el deber de preservar el patrimonio
bibliográfico, sonoro, visual, audiovisual y digital de las culturas de España en
cada momento histórico, y permitir el acceso al mismo con fines culturales, de
investigación o información, y de reedición de obras, de conformidad con lo
dispuesto en esta ley y en la legislación sobre propiedad intelectual».

Como hemos indicado, el depósito legal no es un requisito constitutivo para el


reconocimiento de los derechos autorales, más, sin embargo, a partir de la Ley 23/2011 sí
que constituye una obligación para todos los editores que tengan su domicilio legal en
España y, en caso contrario, a los productores e impresores (art. 8 Ley 23/2011). Las
obras a depositar se refieren a todo tipo de publicaciones, producidas o editadas en
España, por cualquier procedimiento de producción, edición o difusión, y distribuidas o
comunicadas en cualquier soporte o por cualquier medio, tangible e intangible. Lo
anterior incluye las ediciones, reediciones, versiones, ediciones paralelas y actualización
de las publicaciones de signos, señales, escritos, sonidos o mensajes de cualquier
naturaleza, incluidas las producciones audiovisuales, y los recursos multimedia y
electrónicos. El artículo 4 de la Ley 23/2011 ofrece un amplio catálogo de obras que
requieren depósito legal y se aconseja prestar atención a él.
El número de depósito legal queda precedido por la expresión «DL», acompañada de un
identificador para la provincia o localidad y, a continuación, el número de constitución del
depósito y el año en el que se efectúa.
En el ámbito digital es de destacar el Real Decreto por el que se regula el depósito legal
de las publicaciones en línea (RD 635/2015), donde se indica que las publicaciones en
línea forman parte del patrimonio documental y bibliográfico de España por lo que se
deberá proceder a su depósito legal (art. 1). El Real Decreto en cuestión no regula lo
previsto a las publicaciones electrónicas en soportes tangibles, por lo que éstas se rigen
por lo dispuesto en la Ley 23/2011. El ámbito de aplicación del Real Decreto, por tanto, se
circunscribe a la publicación en línea, entendiéndose por tal:
«Información o contenido de cualquier naturaleza difundido en un soporte
electrónico no tangible, archivado en un formato determinado y susceptible de
identificación y tratamiento diferenciado, que sea objeto de difusión. Los sitios
web se consideran publicaciones en línea» (art. 2e, Ley 23/2011).

Es de destacar que, en el caso de las publicaciones en línea, a estas no les será asignado
un número de depósito, sin embargo, los editores o productores de las publicaciones
podrán obtener un número de ISBN u otro identificado numérico estándar aceptado por
los organismos internacionales competentes (art. 6.4 RD 635/2015 y 14.6 Ley 23/2011)
Al igual que como ocurre con la Ley 23/2011, el RD 635/2015 dispone la obligación de
efectuar el depósito legal de todo sitio web y las publicaciones que en ellos se
contengan, siempre que se refieran a patrimonio bibliográfico, sonoro, visual, audiovisual
o digital de las culturas de España y, siempre que: a) estén en cualquiera de las lenguas
españolas oficiales; b) estén producidas o editadas por cualquier persona física o jurídica
que tenga su domicilio, residencia o establecimiento permanente en España y; c) estén
producidas o editadas bajo un nombre de dominio vinculado al territorio español.
Ahora bien, a diferencia de la Ley 23/2011, en el caso del RD 635/2015, el depósito legal
es llevado a cabo por los denominados «gestores del depósito legal de las publicaciones
en línea», los que dependen de la Biblioteca Nacional o de las Comunidades Autónoma
por lo que, en estos casos, la obligación recae en los gestores, debiendo el titular de la
obra meramente «permitir» que el correspondiente depósito se lleve a cabo (BARBERÁN
MOLINA 2020).
En general, sobre el depósito legal, Rogel Vide y Serrano Gómez (2008), sostienen que
cumple con cuatro importantes objetivos: 1.- La recopilación y conservación de material
bibliográfico; 2. La redacción y publicación de la bibliografía nacional; 3.- El control
estadístico; y 4. La formación de colecciones bibliográficas a lo largo del territorio español.
A efectos de la tutela de los derechos autorales, el depósito legal permite, de una parte,
dejar constancia de un ejemplar de nuestra obra con su correspondiente fecha de
registro y que, ante algún eventual procedimiento contencioso podría servirnos de prueba
para atestiguar la titularidad de nuestros derechos. De otra parte, el depósito legal
permite el conocimiento de nuestra obra ante el público en general el que también
puede erigirse en un guardián de nuestros derechos pues, el depósito, tal y como ocurría
desde 1847, sigue siendo una gran herramienta que permite acercar el conocimiento a un
mayor número de personas pues, las obras depositadas en las respectivas oficinas de
depósito continúan compartiendo sus fondos con las diversas bibliotecas nacionales,
autonómicas y regionales.

7.11. Otros sistemas de protección


A largo de estas páginas hemos dado cuenta de los principales instrumentos a nuestra
disposición para la protección de derechos de autor, sin embargo, tales instrumentos no
son los únicos. El desarrollo de la tecnología avanza y con ello, tanto las diversas obras que
pueden ser objeto de propiedad intelectual, como las diversas técnicas utilizadas para el
empleo ilícito de las mismas.
Un ejemplo de ello son los programas de ordenador que, hemos visto, pueden ser objeto
de inscripción en el Registro de propiedad intelectual, pero también, bajo el auxilio de la
propiedad industrial podrían ser objeto de protección ya sea mediante el derecho de
marcas o, en aspectos como la interfaz gráfica, mediante el diseño industrial. No debe
perderse de vista que, bajo la expresión «programa de ordenador» incluimos aspectos tan
variados como las Apps, redes sociales, blogs, páginas web e, incluso, videojuegos.
A propósito de las páginas web, en estos casos una forma adicional de protegerlas es a
través del «nombre de dominio» el cual permitirá identificar a nuestro sitio web dentro
de los millones de sitios actualmente existentes. A nivel global, una de las principales
organizaciones dedicada a la administración del sistema de nombres de dominio (DNS) es
ICANN (The Internet Corporation for Assigned Names and Numbers), fundada en 1998 con
el objetivo de lograr que «internet sea segura, estable e interoperativa» (ICANN 2012).
Aún en ámbito digital, podemos señalar una medida adicional de protección, o más bien
dicho, diversas medidas por las que nuestra obra puede ser protegida. Seguramente el
lector sabrá que, al momento de navegar en la Web y, encontrarnos con alguna
información que nos es de utilidad, nos enfrentamos a situación como las siguientes: se
puede acceder al documento, pero éste no puede ser copiado, descargado, ni modificado
en forma alguna; se nos permite un acceso único, tras lo cual, la información deja de estar
disponible; la información sólo es accesible si previamente descargamos un programa
específico o bien, mediante un previo registro en el que confirmamos nuestra identidad
con un documento oficial, un número telefónico o una dirección electrónica válida.
Las anteriores situaciones corresponden a lo que se denomina Digital Rights
Management (DRM), Technological Protection Measures (TPM) o, Sistemas Tecnológicos
de Protección y, como su nombre lo indica, se trata de mecanismos tecnológicos,
dispuestos por el propio autor de la obra (o quien tiene sus derechos de explotación)
destinadas a impedir el uso no consentido de la obra y, consecuentemente, a proteger
los derechos de propiedad intelectual existentes sobre la misma.
La Ley de Propiedad Intelectual (RDL 1/1996) prevé estas medidas, concretamente en su
artículo 196, empleando la expresión de «Medida Tecnológica Eficaz», entendida como
«toda técnica, dispositivo o componente que, en su funcionamiento normal, esté
destinado a impedir o restringir actos, referidos a obras o prestaciones protegidas, que
no cuenten con la autorización de los titulares de los correspondientes derechos de
propiedad intelectual».
Además, refiere que la medida será eficaz, «cuando el uso de la obra de la prestación
protegida esté controlado por los titulares de los derechos mediante la aplicación de un
control de acceso o un procedimiento de protección como, por ejemplo, codificación,
aleatorización u otra transformación de la obra o prestación o un mecanismo de control
de copiado que logre este objetivo de protección».
Estos sistemas de protección, son implementados con suma frecuencia y, como hemos
dicho, se dirigen a la protección de los derechos de propiedad intelectual. Sin embargo, el
empleo masivo de los mismos se ha convertido también en un problema pues, colisiona
con diversos principios nacionales e internacionales, así como con algunos de los límites a
la propiedad intelectual que hemos ya tratado (ver infra Tema 4), tal es el caso, por
ejemplo, de la copia privada y, no se diga ya, en tratándose del conocimiento libre (ver
infra Tema 6).
La Ley de Propiedad Intelectual (RDL 1/1996), al respecto, dispone en su art. 197 de un
elenco de diversas hipótesis en las que las medidas tecnológicas deberán facilitar a los
beneficiarios el acceso a las obras y, por tanto, evitar en tales supuestos la
implementación de Medidas Tecnológicas Eficaces, se trata de: a) el límite de copia
privada; b) el límite relativo a fines de seguridad pública, procedimientos oficiales o en
beneficio de personas con discapacidad; d) el límite relativo a la industria de la enseñanza
o de investigación científica o para fines de seguridad pública; e) el límite relativo al
registro de obras por entidades radiodifusoras; f) el límite relativo a las reproducciones de
obras con fines de investigación o conservación y; g) el relativo a la extracción con fines
ilustrativos de enseñanza o de investigación científica.
La Organización Mundial de la Propiedad Intelectual igualmente se ha pronunciado por un
empleo cauto de los DRM o TPM, de modo tal que, puedan ser implementados siempre
que se respeten los diversos límites reconocidos a la propiedad intelectual, entre ellos el
acceso a la cultura, la enseñanza, la educación o la información gubernamental (FICSOR
2010).

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