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La excelencia de Mirotic fulmina a un

desdibujado Real Madrid

Las revoluciones marcaron la diferencia en el primer round continental, tras la


tempranera Supercopa, de los clásicos como promesa de lo que está por venir.
El colmillo, la agresividad, el deseo. El temple también de un Barça con varias
marchas más, guiado por la infalibilidad de dos tipos que no tienen parangón a
este lado del charco. Especialmente Mirotic y también Brandon Davies, más
la puntilla de un Laprovittola reivindicativo, desdibujaron por completo al
Real Madrid en el Palau. [93-80: Narración y estadísticas]

El Barça llegaba antes, el Barça viajaba más lejos, el Barça fue demasiado
superior al Madrid. El mismo Barça que sobrevive pese a su plaga de lesiones
-debutó Dante Exum, refuerzo de lujo-, es líder ahora en solitario de esa
Euroliga que ansía tras rozarla en el año 1 de Jasikevicius. No hubo ni
resquicio para los habituales milagros blancos (también con ausencias,
ni Alocén, ni Abalde, ni Randolph, ni Thompkins), no hubo espacio para
que sus torres tuvieran el control, para que su defensa resultara efectiva. Una
de las imágenes de la impotencia fue Yabusele, irreconocible.

El buen amanecer blanco (2-9) fue apenas un espejismo, porque pronto el


Barça se hizo con las riendas, especialmente por el desenfreno de Niko
Mirotic. Su anunciado duelo con Yabusele dejó en evidencia al francés,
sobrepasado por el talento del ex madridista, capaz de hacer daño en cada
circunstancia, de anotar 13 puntos en un suspiro para disparar a su equipo. De
saber leer cada situación, con la inteligencia que le ha dado la madurez,
pasadas ya, parece, sus épocas de egoísmo y precipitación. De acabar con una
exhibición de las que escuecen.

QUEJAS ARBITRALES
Tembló el Madrid pronto, con un parcial en contra (29-12) como una losa de
la que no se conseguía escapar. Atrapado en la trampa defensiva de
Jasikevicius y en la excelencia de otro de sus talentos. Fue le turno de
Brandon Davies, 14 puntos sin fallo, templado e inteligente ante los gigantes
blancos. Heurtel volvió al Palau entre pitos y cánticos hirientes y perdió un
balón en primera línea para empezar. A esas alturas del segundo cuarto todo
eran problemas para Laso, con sólo los triples de Causeur como oxígeno.
Apenas el amor propio de Llull y Rudy para no descarrilar tan temprano,
perdida la batalla del rebote, la de la agresividad y la de las sensaciones.
El Madrid era un quiero y no puedo que intentaba no desquiciarse con el
arbitraje. Pese a los intentos de Heurtel, iba siempre "por detrás", como suele
resumir Laso cuando es dominado, demasiado fallón además, hasta,
alarmantemente, en los tiros libres (erró 10). Porque el Barça era un prodigio
de manos rápidas, de tipos que se dejaban el alma en cada balón dividido, que
asfixiaban al rival -mención especial para Sergi Martínez- esos "cabrones"
que demanda siempre el histriónico Jasikevicius.

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