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Anna Molina y Andrea Afonso

Educación social, acompañamiento y vulnerabilidad: hacia una


antropología de la convivencia

En este artículo presentado por Jordi Planella hace todo un recorrido sobre aquello que
entendemos y lo que debería ser una buena práctica de acompañamiento, conocer y
dejarnos conocer más allá de la postura - usuario y educador/a- y diferentes tácticas
pedagógicas para ser mucho más humanos, haciendo así un estudio antropológico por tal de
revisar actuaciones que han ido sucediendo a lo largo de la historia y su evolución.

Hace toda una introducción sobre la evolución del término acompañamiento y que tanto se
puntualiza a lo largo de nuestra carrera en diferenciar entre ayudar y acompañar.
Este concepto comienza a ser utilizado en el ámbito de la educación y trabajo social en torno
a los años setenta, con dos objetivos principales: luchar por aquellas personas que se
encuentran más excluidas por la sociedad y cambio en la visión educativo - de asistencia a
solidaridad-. Este concepto tan importante que comienza a practicarse, lo hace desde una
finalidad: promocionar la autonomía y no descontextualizar a la persona atendida.

Aparecen diferentes autores, cuya función trata de revisar las diferentes formas
epistemológicas que constituyen el acompañamiento como praxis profesional. Uno de estos
autores es Paul (2004), plasma un cuadro dividido en tres variables del acompañamiento
basado en la acogida pedagógica, vinculación y refuerzo de la autonomía, teniendo en
cuenta los inicios de la pedagogía en este caso en la antigua Grecia.
1. Relacional ( a alguien).
2. Espacial ( para ir dónde él va).
3. Temporal (al mismo tiempo que él).
Anna Molina y Andrea Afonso

En nuestra profesión tal y como describe el autor una de las claves principales es descubrir a
la persona, y hace una crítica sobre todo aquello que anteponemos como por ejemplo:
informes, diagnósticos, entablar jerarquías y límites unidireccionales y distancia entre el
profesional y en este caso el usuario, etc. antes que conocer a la persona más allá del motivo
por el cual está acudiendo a ti. Necesitamos clasificar sus dimensiones para aproximarnos a
ellos y ayudarlos, pero no únicamente debe basarse en eso la praxis del
educador/trabajador social.

Hace mención en el artículo, a conceptos y herramientas que no se nos enseña en las aulas y
que tan necesarias son para establecer un buen vínculo y acompañamiento. Una de estas
herramientas es la expresión corporal que nosotros ofrecemos a la persona atendida y
también el lenguaje no verbal que estamos transmitiendo y nos está comunicando la
persona que tenemos enfrente, permitiendo así un buen desarrollo en las relaciones
humanas.

Las cuatro dimensiones son las siguientes:

“El hombre no se limita a vivir y a sobrevivir, sino que a través de sus funciones intelectuales
busca dar sentido a su vida”. En muchas ocasiones, los propios educadores sociales tratamos
a las personas atendidas como seres sin capacidad de reflexión crítica ni con poder de
decisión sobre qué es aquello correcto o no. No lo hacemos de manera intencionada ni
mucho menos por hacer daño, pero sí, que podemos llegar a sentirnos superiores a las
dimensiones intelectuales de los usuarios y aislarlos de sus capacidades creando de este
modo personas más dependientes a nosotros.

La segunda dimensión hace referencia a la emoción y la experiencia. Estas emociones no


solo hemos de enseñarlas al resto de personas sino que también encontrar nuestro propio
equilibrio para ejercer una buena práctica profesional y de esta forma poder identificar
sensaciones que no puedan hacernos sentir bien o que nos bloqueen a la hora de una
intervención de riesgo -por ejemplo-.

La dimensión social, pone en eje como bien dice la palabra la importancia de tejer relaciones
ya que somos seres que necesitamos de los demás para vivir, crecer y evolucionar. No
estamos capacitados para vivir aislados de la sociedad, por eso, es tan importante la
identificación de casos de exclusión social como pasa mucho en la tercera edad.
Por último, está la dimensión espiritual y qué sentido tiene nuestra vida, los valores,maneras
de vivir, creencias, etc. Esta dimensión debe ser respetada, y el educador debe tenerla
presente ya que esta dimensión espiritual va mucho más allá de la religión tal y como
expone el texto. Es la libertad de elección de cada uno sobre cómo y de qué manera quiere
ser, sentir y relacionarse.
Anna Molina y Andrea Afonso

Algunas de las técnicas que nos ofrece el autor Jordi Planella para acercarnos mucho más a
las personas y caminar conjuntamente son 3 tácticas básicas. La primera es aprender a
escuchar y silenciar nuestras ideas y vivencias personales y desvincularse. La segunda
técnica es aprender a mirar, creer totalmente en las potencialidades de la persona y no
mirarla como un caso más de servicios sociales por ejemplo. Y por último la tercera técnica
es dejarse transformar por el otro, abrirse a una relación recíproca. Debemos permitir que el
otro descubra en nosotros nuestra persona y no solamente nuestra profesión al igual que
nosotros con el resto.

Como educadores, sabemos que los sujetos con los que tratamos tienen y demandan unas
necesidades específicas que muchas veces vienen establecidas en los diagnósticos que nos
llegan de ellos. Destacamos que el autor cuestiona dichas necesidades, muchas veces
construidas socialmente, y aporta esta nueva mirada en educación social que es preguntar a
los sujetos sobre ellas y no imponerlas por parte de los profesionales. Si realmente
queremos empoderar a los sujetos a que salgan de este núcleo de exclusión y vulnerabilidad,
debemos escuchar sus demandas reales y no trabajar en base a las que nosotros creemos.
Durante la trayectoria universitaria hemos tratado mucho el tema de saber atender a las
necesidades reales de los usuarios para que puedan tener un proceso que realmente les
beneficie, los empodere y los dignifique. Son ellos la finalidad de la acción y no nosotros.
El autor nos explica cuatro tipos de necesidades planteadas por Bradshaw (1983): la
necesidad normativa, aquella que establece el profesional como modelo de referencia; la
necesidad experimentada, aquella que el individuo siente; la necesidad expresada, aquella
que tira adelante y se trabaja; y la necesidad comparativa, a partir de necesidades globales.

“De situaciones exclusivamente intelectualizadas pasamos a situaciones hipercorporalizadas.


Aquellos sujetos excluidos y diagnosticados son, a menudo, más cuerpo que mente.”
(Planella, 2008) Los prejuicios corporales son un elemento de exclusión y vulnerabilidad en
nuestra sociedad, pues los sujetos que demandan ayudas sociales se encuentran muy
estigmatizados por su apariencia física. La apariencia juega un papel muy relevante en
nuestra sociedad, nos permite acceder a diferentes esferas sociales y, en consecuencia,
también actúa como factor de exclusión. Olvidamos muchas veces que el cuerpo nos viene
dado, que no podemos decidir sobre él, y que la vulnerabilidad de los cuerpos la hemos
establecido nosotros mismos en nuestra conciencia. Es por eso que se debe trabajar el
cuerpo de los sujetos, cambiar su visión acerca de él y que se refuercen en quererse a ellos
mismos tal como son derrumbando los estereotipos y la imposición de cuerpos válidos.
Debemos trabajar en aquello que el autor menciona como proyecto de ideación corporal.

La convivencia con nuestros iguales debe ser entendida como la “antropología del vivir con”
ya que compartimos la existencia con otros. El autor propone 2 visiones acerca de la
antropología de la convivencia.
Anna Molina y Andrea Afonso

Se refiere a la primera visión como “Estos sí que son humanos: notas para una educación
social “humanizante” y antipaternalista”. El autor nos plantea situaciones para que nos
lleven a la reflexión relacionadas con el concepto de discapacidad. Lo cuestiona por ser
puramente social e impuesto, por ser los sujetos que identificamos con esa diversidad de
capacidades necesitados de alguien que los proteja de por vida y no tratados como sujetos
en su plenitud. Utiliza la palabra “monitor” haciendo referencia a su significado literal de
repetir algo proyectado para hablarnos de su desacuerdo sobre el modelo “clínico”, que
tenemos los educadores sociales, de la intervención. Con las discapacidades psíquicas, por
ejemplo, tenemos un concepto muy paternalista para intervenir, anulandolos de derechos y
condicionarlos a siempre ser tratados como niños incapaces de decidir sobre ellos mismos.
Propone la mirada humanizadora del acompañamiento y no de la cura. Nos parece de
relevancia esta mirada que propone porque rompe con las intervenciones sociales
impositivas de necesidades y de actuar con el fin de conseguir el propio bien de la persona
pero sin hablarlo con ella.
Como se ha comentado anteriormente si de verdad queremos cambios reales y no parches,
debemos preguntar y escuchar a la persona, siempre tratándola como sujeto pleno y no con
la condición de “anormales” por sus diferencias en comparación con los modelos sociales de
sujeto.

Por otro lado, la segunda visión es “Pedagogía del “otros-y-el-nosotros”. Disidencia para
liberar al otro, a aquel que es oprimido, y de esta manera saldrá el hombre que es y no por
su condición de vulnerabilidad. Liberar a los sujetos para superar la condición social de
opresor-oprimido.

CONCLUSIONES

“Alterando la diferencia de los sujetos es posible recorrer algunos pasos hacia una forma de
convivencia más consolidada” (Planella, 2008). Esta frase concluyente del artículo es lo que
nos ha movido y hecho pensar a nosotras su lectura. Nos ha dado pie a reflexionar sobre qué
tipo de convivencia queremos tener y que pedagogía y visión tal y como propone el autor
queremos llevar a cabo en nuestra praxis profesional.

Una vez concluida esta lectura, más allá de lo que hemos podido ver reflejado en el texto y
reflexiones del autor Jordi Planella, hemos querido puntualizar alguna de las observaciones.
Más allá de esta puntualización, que seguidamente expondremos, ha sido un artículo que
hemos querido enfocarlo como guía para nuestras futuras prácticas educativas por lo que
ofrece diferentes técnicas de acompañamiento, observación, empoderamiento del otro y,
sobretodo, tener presente que nosotros también podemos estar en algún momento en el
otro lado de la mesa y cuál es el trato que nos gustaría recibir.
Anna Molina y Andrea Afonso

Desenmascarar al profesional para humanizarlo mucho más, es uno de los puntos que
hemos querido destacar en nuestra reflexión y conclusión final. Hace mención y por ende
hemos querido inspeccionar en nuestra experiencia profesional dentro del ámbito educativo
al igual que en las prácticas sobre los límites que llegamos a poner delante del otro por tal
de no mostrar nuestras debilidades y sobre todo como somos nosotros como personas más
allá de nuestra profesión. Para nosotras, es una manera de humanizar mucho más el vínculo
que llega a establecerse y de ser así un reflejo que nosotras también tenemos una historia y
una experiencia que incluso en algún momento podremos utilizar como ejemplo a la
motivación para el otro.

Otro punto a mencionar son las diferentes herramientas que ofrece a partir de cuatro
dimensiones - ya expuestas en los puntos anteriores-. Estas herramientas y dimensiones,
somos conscientes que siempre deben ir acompañadas de una teoría y aprendizaje dentro
de una aula ya que una acción puede hacerla cualquiera pero una buena acción con una
finalidad,no. Pero más allá de esta teoría que se necesita, es lo que más damos en las
sesiones plenarias dentro de una aula y poco aprendemos sobre la observación, el silencio o
el lenguaje corporal, por ello, creemos que el texto trabajado de Jordi Planella, debería ser
una lectura obligatoria para todas, no solo por las habilidades sociales que muestra, sinó
también por la búsqueda a nuestro propio equilibrio personal a la hora de abordar cualquier
intervención.

Cuando trabajemos como profesionales de la educación social, debemos tener siempre en


cuenta que no debemos forzar a las personas atendidas a que hagan lo que nosotros
creemos que es lo mejor para ellas. Tenemos el deber de enterrar el paternalismo que lleva
arrastrando nuestra profesión a lo largo de los años y prestar atención, respetar y escuchar.
El otro tiene mucho que decirnos antes de poner en marcha cualquier intervención
consensuada entre ambos, por muy difícil que sea. En otros casos, los menos posibles,
cuando el atendido carece de libertad reflexiva, deberemos tomar decisiones coercitivas
pero si no, el otro debe ser escuchado y deben ser atendidas sus necesidades reales. Estas
necesidades reales solo las iremos descubriendo a partir de la escucha, los silencios y la
deliberación.

Otro tema sobre el que nos ha hecho pensar el texto es sobre los cuerpos de las personas
atendidas. Nunca antes habíamos leído sobre ello y nos ha resultado realmente importante
y enriquecedor en cuanto a la idea de que el cuerpo es uno de los mayores factores que
genera rechazo y exclusión. Siempre hemos tenido en mente la presencia de los cánones de
belleza en nuestra sociedad pero no la afectación y vulnerabilidad que estos generaban. Por
ejemplo, tenemos claro que un cuerpo puede generar rechazo a uno mismo y derivar a un
diagnóstico de salud mental - trastorno de la conducta alimentária- más allá de lo efímero de
lo tangible que se ve cuando hay una desnutrición o daños físicos y a consecuencia una
Anna Molina y Andrea Afonso

acción de emergencia, no habíamos reparado en ir más allá de lo que hemos oído y visto en
los medios. El cuerpo, puede generar exclusión y no aceptación al resto de ciudadanía,
incluso nosotras mismas en algún momento hemos hecho miradas de juicio en personas que
tienen algún tipo de diversidad funcional, algo que les hace “diferente al resto”, quizás, es
una reflexión que creemos tener presentes como educadoras sociales, pero nos ha ido bien
hacernos una autorevisión y sobretodo pensar más allá de las apariencias aceptadas
socialmente como diferentes.

BIBLIOGRAFÍA
Anna Molina y Andrea Afonso

BRADSHAW, J. (1983): Una tipología de necessitat social. Barcelona: Generalitat de


Catalunya.

PLANELLA, J. (2008, junio). Educación social, acompañamiento y vulnerabilidad hacia una


antropología de la convivencia. OEI.
https://rieoei.org/historico/deloslectores/2358Planellav2.pdf

PAUL,M. (2004): L'accompagnement: une posture professionnelle spécifique. París:


L’Harmattan.

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