Está en la página 1de 20

FACULTAD DE HUMANIDADES Y CIENCIAS

UNIVERSIDAD NACIONAL DEL LITORAL

Seminario de Literatura Española


Infancia Perdida
Adultos/Niños y Niños/Adultos en República Luminosa de Andrés Barba

Juan Diego Doldán


juan.d.doldan@gmail.com
30/11/2021

Docente: Dr. Germán Prósperi (Titular); Dra. María Julia Ruiz (Ayudante de
cátedra)
En República Luminosa aparecen o se configuran imaginarios de niños atípicos, es
decir, asociados a ciertos carácteres a los cuales no estamos acostumbrados. El
principal ciclo que identificamos es la triada Robar-Matar-Morir. A su vez, los
adultos del texto permiten la existencia de la triada mencionada con anterioridad. Ya
que no hacen nada al respecto para impedirla (por eso esta idea de permitir).
Es decir, se coloca a los niños en situaciones de poder frente a los adultos. Ya que es
siempre luego de una acción de los niños que los adultos hacen algo. Poniéndolos en
un lugar más reactivo que activo, lo cual podría interpretarse como marca de pasividad
o de dominación.
Y es, a partir de esto, que conjeturamos que se produce una inversión de papeles,
siendo que los adultos pasan a ocupar el lugar correspondiente a los niños y viceversa.

Infancia Perdida:
Adultos/Niños y Niños/Adultos en República Luminosa de Andrés Barba

El presente trabajo busca hacer un análisis del proceso de creación de dos figuras
contradictorias que se gestan en el interior de la novela Republica Luminosa (2017) de
Andrés Barba. Dichas figuras son por un lado, los adultos que actúan como niños
(Adultos/Niños) y, por el otro, nos encontramos con niños que ocupan la posición de
Adultos (Niños/Adultos). De igual modo, identificamos la manera en la que se dan
dos procesos que generan la existencia de ambas figuras: Procesos de adultización y
proceso de infantilización. Sin embargo, es interesante observar cómo estos procesos
luego se revierten con el desarrollo de su proceso opuesto. Es decir, primero nos
encontramos con adultos que sufren un cambio que decanta en la infantilización
convirtiéndolos en adultos-niños, pero luego estos adultos-niños vuelven a ocupar su
rol de adultos a través del proceso opuesto, la adultización. Lo mismo, pero con los
procesos invertidos, ocurre con la figura de los niños. Es por eso que el presente
trabajo busca hacer un desarrollo de cómo se irán conformando ambas
transformaciones a lo largo de la novela mencionada, sosteniendo que son procesos
que se irán construyendo a lo largo de todo el texto desde su inicio hasta el final. Se
consideró analizar de manera separada la conformación de niños-adultos y de
adultos-niños. Pero dado que son un procesos que se desarrollan de manera conjunta,
se analizarán en paralelo a lo largo del trabajo.

Vuelta a la Infancia y Madurez Precoz


Conformación de Niños/Adultos y Adultos/Niños

Ya desde el comienzo, en la primera oración de la novela se filia a la figura de los


infantes con un imaginario al que no se los tiene tan asociado: La muerte. “Cuando me
preguntan por los 32 niños que perdieron la vida en San Cristóbal(...)” (Barba; 2017,
6). Es decir, no estamos sosteniendo que los niños no mueren, nadie nunca sería tan
iluso de pensar eso, lo que sostenemos en este trabajo es que el imaginario de la
muerte y el de la niñez son términos que parecen tener entre sí hasta una relación de
antonimia, dado que “La infancia y la adolescencia se identifican con la vida como
iniciación. La infancia es el nacimiento y alumbramiento” (Bustelo; 2007, 24) Por eso
consideramos que este inicio, esta apertura del texto no es menor, ya que se están
sentando las bases de lo que se sostendrá a lo largo de la novela: Estos niños no son
niños normales, dado que, entre otras cosas, son niños que mueren.

Dentro del texto se construyen dualidades opuestas que se filian entre sí; el ejemplo
más claro es el que estamos desarrollando: Los niños/adultos y los adultos/niños. Sin
embargo, estas dualidades opuestas (encarnadas siempre en una misma figura, una
misma entidad) están presentes en muchas otras instancias del texto. Moira, por un
lado, la perra vieja, quien es la encargada de darles la bienvenida a San Cristóbal, es
un animal que se nos presenta en forma de un aparente sacrificio, ya que en las
primeras páginas del libro se establece una muerte casi inminente (una perra que ya
era vieja sufriendo un accidente de tránsito muy violento), siendo que sin embargo
sobrevive hasta el momento en el que el narrador decide relatar lo sucedido en San
Cristóbal. Por otro lado, tenemos la canción que el narrador filia con San Cristóbal: La
última rosa de verano. Éste la describe como una canción “(...) en la que parecen
sonar dos realidades a la vez: por un lado una melodía un poco sentimental y por otro
un despliegue abrumador de técnica” (Barba; 2017, 9). La misma San Cristóbal es
definida como una unificación de dualidades entre el contraste que se produce entre la
ciudad y la selva. Sin irnos más lejos, el mismo narrador en los primeros compases
hace mención a la idea que estamos explicando “(...) (siempre he odiado las
cualidades infantiles en los adultos y las «adultas» en los niños)”(Barba; 2017, 13).
No se pretende profundizar en esto más que la alusión realizada con anterioridad, pero
dado que la hipótesis central del trabajo son dos dualidades que (entre otras cosas) se
contraponen, consideramos pertinente realizar el comentario.
No se debe dejar de lado el hecho de que no hay momentos exactos en los que se
produzcan estas transiciones (Adultos → Niños; Niños → Adultos). Lo que sí existe
son momentos en los que este quiebre se hará más evidente, pero consideramos que
todo el proceso de transformación se va dando a lo largo de la novela, teniendo
momentos clave en los que este traspaso será más notorio que en otros.
Primero, la aparición de los 32 niños es un hecho que desconcierta a los adultos. No
tienen explicación de cómo sucede pero a la vez deciden (casi de manera total e
implícita) que tal situación no estaba ocurriendo, es decir, no prestan atención al hecho
de que 32 niños habían ingresado al pueblo y estaban mendigando en la calle.
Prefieren suponer que esto no estaba aconteciendo. Vamos a permitirnos el hecho de
pecar de coloquiales en esta parte, pero esta idea (recurrente en los adultos) se podría
sintetizar en la frase si no lo veo no existe; idea o pensamiento que se relaciona más
con el sentir de un infante que con la capacidad de razonamiento de un adulto: ya que
este tipo de lógica tiene su origen en la no comprensión de la ley de la permanencia de
los objetos, una de las primeras leyes que se aprenden cuando niño: el hecho de que
las cosas van a seguir estando o no independientemente del nivel de atención que se le
preste. En resumen, se filia la figura del conjunto de adultos con un pensamiento de
características inherentemente infantiles.

Como le oí decir a una compañera del municipio hace no mucho tiempo, «el problema de los
altercados es que durante aquellos años sólo nos permitíamos pensar en voz baja». La palabra
«robo», la palabra «ladrón», la palabra «asesinato». (Barba; 2017, 13)
Sintetizada la idea antes desarrollada en este extracto; nadie quería hacer mención ni a
los niños ni a los estragos (crímenes) que estaban ocasionando, justamente porque el
hablarlo, el decirlo, era otorgarle entidad; una vez que se nombra algo ya no se puede
hacer de cuenta que no existe “Nombrar es otorgar un destino, escuchar es obedecer.”
(Barba; 2017, 13)

En el siguiente capítulo nos encontramos con esta escena

(...) exponer primero una situación ya desbocada, ofrecer para ella una solución inalcanzable
y acusar como responsable de todo al adversario político. Pero si se deja a un lado la retórica,
el discurso de la señora Plante resulta muy ilustrativo de la forma en que el mundo infantil
nos había empezado a incomodar a todos. (Barba; 2017, 14)

Por un lado se produce (después de mucho tiempo) una discusión entre los adultos
sobre qué iban a hacer con el problema de los niños. Pero, por el otro, la escena es
propia de una discusión entre infantes; se proponen soluciones imposibles a la vez de
que nadie se hace responsable sobre qué se va a hacer, efectivamente, para solucionar
el problema. Así mismo se menciona la idea de una incomodidad producida por el
mundo infantil, lo cual es curioso que ocurra cuando, en reglas generales, el mundo
infantil no tiene mucha injerencia sobre el mundo adulto, sino todo lo contrario,
siendo este último quien determina las reglas del primero. Es en este punto cuando se
evidencia (porque ya se estaba desarrollando con anterioridad) la lenta, paulatina pero
constante pérdida de poder por parte de los adultos por sobre los niños.

A la vez sostenemos la idea de que se produce esta inversión de roles porque


prácticamente en todo el cuerpo de la novela, los adultos van a estar siempre en una
posición reactiva frente a los niños que ocupan la posición de actividad. Es decir, es
frente al accionar de los niños que posteriormente serán los adultos quienes deban de
actuar. En la mayor parte del libro esto se dará de esta manera y no a la inversa. Serán
los niños quienes marcarán el ritmo, obligando a los adultos a acomodarse a este
accionar. Situación que, generalmente, se da a la inversa: Los niños actúan en relación
a lo que los adultos habilitan.

Y un buen día resultó que robaban. «¡Parecían tan buenos!», exclamaban algunos, pero tras
ese grito había una ofensa personal: «Parecían tan buenos y nos han engañado, esos pequeños
hipócritas.» Eran niños, sí, pero no como nuestros niños. (Barba; 2017, 16)

La Lengua de las Mariposas:


Niños hablando y adultos no entendiendo

“Según uno de los agentes los niños contestaron a las preguntas «en una lengua
incomprensible»” (Barba; 2017, 17). Esta es la primera vez que se hará mención a otra
de las cuestiones centrales que nos sirven para fundamentar la hipótesis que estamos
desarrollando: La imposibilidad de comprender la lengua de los niños por parte de los
adultos. En un desarrollo normal de la infancia, son los niños quienes no comprenden
y deben de aprender la lengua de los adultos, siendo estos últimos los encargados de
enseñarles la lengua (sabemos que este proceso no es algo que se deba dar de manera
explícita, no es necesaria una intervención directa por parte de los adultos para que los
niños aprendan una primera lengua). Entonces, nos encontramos con un grupo de
adultos/niños qué deben aprender una nueva lengua debido a que la propia no es útil
para comunicarse con quienes tienen el poder: los niños/adultos. Dicho de otro modo,
quien tiene el poder es quien nombra e impone una lengua, dejando a quien es
nombrado la obligación de aprender la lengua si desea comunicarse. Como
mencionamos, esto generalmente ocurre cuando los niños deben de aprender la lengua
de los adultos, pero en este caso es a la inversa, siendo los adultos quienes deben
aprender la lengua de los niños.

(...) por mucho que especuláramos sobre qué significaba lo que decían o dónde se escondían
por las noches, por mucho miedo que les tuviéramos y por muy poco que nos atreviéramos a
reconocerlo, aquellos niños ya habían empezado a cambiar los nombres de todo. (Barba;
2017, 24)
Este fragmento evidencia lo mencionado con anterioridad: sólo puede nombrar quien
tiene el poder de decir. Y en este caso, esa potestad estaba a cargo de los niños.

Una figura muy importante que sirve para ejemplificar que, si bien es principalmente a
causa de la aparición de los 32, el resto de niños de la comunidad de San Cristóbal
también comienzan a ocupar posiciones típicas del rol de los adultos o al menos
comienzan a poner en tensión su sentir de infantes. La figura de la niña Otaño es el
ejemplo más relevante de esto que estamos sosteniendo. Por un lado, se nos presenta
como una niña escritora: es la única imagen que se vincula con el rol propio de la
escritura, aparte de la mención a los diarios y a trabajos publicados sobre el tema, pero
es al primer personaje que se filia directamente con esta profesión. Por el otro lado, y
continuando con lo antes mencionado sobre la lengua, es ella quien descubre la
“gramática” de la incomprensible lengua de los 32. Es decir, figura doblemente
rupturista: niña escritora e investigadora. Se nos la presenta como “(...) una niña
precoz, [que] entendía de una manera vaga que se había producido una ruptura entre
su manera de ser niña” (21). Es Otaño la primera en toda la novela en admitir y asumir
que su forma de niñez y su imaginario de ser niña no eran compatibles con esos otros
individuos de su misma edad, produciendo esto un efecto de quiebre en su manera de
percibirse como infante, lo mismo que ocurrirá con el resto de niños de San Cristóbal.
Si bien, los adultos-niños del texto ya comenzaban a admitir esta falencia de su marco
teórico sobre la infancia que ahora les estaba disputando el poder, nunca se admite de
manera explícita hasta muy entrado el desarrollo del cuerpo del texto.

Las entiendo y no las entiendo, dice Teresa Otaño: y a continuación: ¿Hablan en lenguaca? Al
igual que cientos de miles de niños de todo el mundo, Teresa Otaño había creado una lengua
secreta para comunicarse con sus amigas sin ser comprendida. (Barba; 2017, 22)

El lenguaje de los 32 parte de una primicia básica (el lenguaca, el intercalar ca/co
entre las sílabas de las palabras, un juego de niños) pero se profundiza. Por un lado,
sorprende el hecho de que es algo tan elemental o sencillo y los adultos no se pudieron
dar cuenta, por el otro, es el hecho de que haya complejizado este lenguaje. La cita
anterior sirve para mostrar cómo este lenguaje se vuelve más difícil y sofisticado: para
Otaño es incomprensible en muchos aspectos, a pesar de que ella conoce la lengua de
la que surge, lo que da a entender que se produce una profundización y un desarrollo
de ésta. Implicando esto que la lengua infantil de Teresa no es la misma que la que
hablan estos niños, porque estos no son niños, son niños/adultos. Es decir, se produce
un diferenciamiento entre la lengua de los infantes de la ciudad en contraposición con
la lengua de los 32. Que si bien, como se mencionó, tiene las mismas bases de origen,
la lengua de los 32 posee un nivel de profundización y sofisticación más elevado.

Por último, nos parece más que pertinente la mención de que el texto de Otaño, que
servirá para que los adultos posteriormente descubran el funcionamiento de la lengua
de los 32, no es más que el diario íntimo de la niña, texto asociado (en la
contemporaneidad) a un género propiamente infantil. Un texto infantil es la principal
herramienta teórica (¿antropológica quizás?) que tienen los adultos para comprender
las bases del funcionamiento de esta nueva sociedad que estaba surgiendo delante de
sus ojos.

No seas infantil:
Adultos actuando como niños

La narración de la noche de navidad es otro claro ejemplo de adultos actuando como


niños. La escena en cuestión es la siguiente.

(...) pero como nadie lo hizo y el sentido común solo se pierde cuando más se necesita, la
noche del veinte de diciembre –y con un secretismo del que en ese momento estábamos
orgullosos– se repartieron más de tres toneladas de productos básicos comprados con las
donaciones de caridad y el presupuesto que nos había quedado de ese año y se dejaron en
puertas de casas, comedores, residencias, etc.
El amanecer fue espantoso. Cuando la ciudad despertó sobre las seis de la mañana casi todos
aquellos regalos tan prolijamente dispuestos la víspera habían sido reventados (Barba; 2017,
22)

Ya de por sí, dejar de noche bolsas de comida afuera de las casas esperando que al otro
día las mismas sigan estando en su lugar, resulta un plan impensable hasta en el más
tranquilo de los poblados. Pero si a eso se le suma el factor de que existían 32 “niños”
que estaban siendo un problema constante para la administración y seguridad de la
ciudad, resulta imposible de considerar siquiera la idea de realizar dicha idea. No era
necesario prever demasiado como para suponer que un plan como este tenía muchas
más chances de salir mal que de, efectivamente, poder ser concretado. Y este accionar
con falta de lógica (o sentido común, como se menciona en la cita anterior) es propio
del imaginario que se tiene sobre los niños. Es propio de la infancia no pensar con
lógica por el simple hecho de la emoción que genera, en este caso, el dar una sorpresa.
Lo más interesante es que los adultos no actúan con estupidez o negligencia, sino con
inocencia, otro adjetivo propio de la infancia. El problema es que no se está hablando
de niños, sino de adultos responsables de la administración de una ciudad.

El asalto al supermercado Dakota implica un punto de quiebre en la novela. Durante la


mayor parte del texto hasta que esta escena es narrada, constantemente se hacen
menciones a lo sucedido. Dicho de otra forma, se produce una antelación del hecho,
planteandolo así como algo sumamente significativo. Efectivamente, esto resulta ser
de esta manera ya que se produce una de las rupturas más grandes en relación al
imaginario que estos adultos tienen sobre los niños; nos encontramos con niños que
roban y, posteriormente, matan. La idea del robo ya se había mencionado con
anterioridad en pequeños hechos aislados e individuales, así como también existían
sucesos de vandalismo. Pero el asalto al supermercado implica un accionar en
conjunto por parte de los 32 (a pesar de que no todos hayan participado de él) y, como
se menciona, la idea de asalto posee una carga significativa profunda y
sustancialmente diferente a la de un robo. Pero, la ruptura más importante se produce
con los asesinatos perpetrados por los niños. “Se ha dicho muchas veces que los niños
asesinos componían un grupo reducido dentro de la comunidad, que los que
cometieron los asesinatos fueron solo cinco o seis (...)” (Barba; 2017, 29).

De esta cita lo relevante es la forma en la que se los menciona: por un lado, se filia al
sustantivo niño con un adjetivo para nada frecuente; el de asesinos. Y a parte de eso,
el plural es otro factor que profundiza la destrucción del imaginario de niños que
tenían los adultos de San Cristóbal. Un niño no es asesino, y mucho menos un
conjunto de ellos. A la vez que durante todo el relato de la “carnicería” que ocurre en
el supermercado Dakota, se menciona el hecho de que no parece un plan orquestado
con anterioridad, aunque de igual manera se puedan extraer fragmentos que indican
una organización o una misma sintonía por parte de los 32. Es en la narración de este
hecho donde se profundiza la idea de la mente colmena que se menciona a lo largo de
todo el texto. No vamos a indagar más en este aspecto, ya que todo el tratamiento que
se realiza de los niños como seres extraterrestes o se los vincula con elementos
sobrenaturales requeriría un trabajo propio en sí mismo, pero no se podía dejar de lado
la mención a este hecho.
“Todos sabíamos perfectamente lo que teníamos que hacer. De las dos declaraciones,
la segunda me quitó el sueño durante meses.” (Barba; 2017, 31). En este fragmento se
evidencia lo tratado con anterioridad, por un lado, la pasividad de los adultos por parte
del accionar de los niños, la ubicación de estos últimos en una posición reactiva ante
el accionar de los primeros. Por el otro, el hecho de que todos sabían lo que había que
hacer, es decir, todos los adultos coinciden (al menos el narrador) en que había que
tomar una decisión, y sabían cuál era esa decisión, pero dado que aún continúan en su
posición de adultos/niños, continúan fingiendo que el problema no existe o que se va a
solucionar de manera mágica o esporádica y ajena a ellos.
El Señor de las Moscas
De niños que conforman una sociedad y adultos que la destruyen

Como se mencionó, el libro se divide en dos a partir del asalto al supermercado.


Comienzan a verse pequeños vestigios por parte de los adultos que buscan por un lado
solucionar el problema que habían decidido ocultar, pero por el otro se comienza a
dejar de ver (mencionar) a los niños como un menor grupo de infantes realizando
destrozos y se los comienza a denominar como una sociedad en desarrollo, con sus
costumbres, su mitología y sus ritos. Es decir, se los comienza a dejar de considerar
como niños (dentro de los parámetros del imaginario que tenían los adultos) y se los
ve como miembros de una sociedad nueva que amenazaba a la propia. Como ya
detallamos anteriormente, esta sociedad ya poseía su propia lengua (la profundización
del lenguaca). A la vez que vamos a observar diferentes escenas que contribuyen a dar
la pauta de que esta sociedad de niños estaba comenzando a delimitar sus propias
reglas; nos encontramos con escenas de ritos funerarios, escenas de elementos
arquitectónicos, entre otras. Por citar solo algunos ejemplos de los dicho
anteriormente:

“No era solo un enterramiento infantil realizado por otros niños sino algo tan incomprensible
y real como la prueba de otra civilización. Otro mundo.” (Barba; 2017, 71)

“Por qué, si hemos admirado tanto esas pinturas rupestres del amanecer de la conciencia
humana, no podíamos admirar también, y por los mismos motivos, el extraordinario decorado
luminoso que construyeron los 32 en aquella alcantarilla de San Cristóbal?”
(Barba; 2017, 72)

Un dato no menor es el hecho de que se produce un traslado físico, una migración de


esta sociedad que se mueve desde su lugar de fundación (la selva) a las alcantarillas
(la ciudad). Este evento se podría tomar como una evolución en términos de avance
social/tecnológico, en el cual abandonan su estadio tribal para comenzar a
conformarse como una ciudad. No olvidemos que su anterior localización estaba
determinada por la vegetación de la selva en contraposición a su nuevo asentamiento
marcado por los muros de piedra que conforman las alcantarillas. A la vez de que
cuando se lo menciona a este lugar se lo hace de la siguiente manera “Por algún
comentario al paso me dio a entender también que el diseño de aquella catedral de luz
fue totalmente «democrático».” (Barba; 2017, 73) Mencionar este espacio como una
catedral (siendo que su anterior hogar era denominado como asentamiento) da la
pauta, como se dijo, de una evolución en términos de sociedad, a la vez de que la idea
de catedral abre la puerta a todo el imaginario religioso que la palabra connota. Y, por
último, no consideramos inferior, la idea de democracia mencionada al final de la cita.
En síntesis, en una sola oración, nos dan la pauta del desarrollo tecnológico, político y
religioso que se estaba dando en el seno de esta nueva sociedad que no llega a
conformarse.

“Hoy sabemos por el cadáver de una de las niñas, una chica de trece años, que estaba
embarazada” (Barba; 2017, 35). Si bien, los casos de embarazo infantil no son poco
frecuentes en nuestra sociedad, es un detalle que colabora a la continua conformación
de estos niños como alteridades. Y no solo eso, sino que da la pauta de que esta
pequeña sociedad nueva que se estaba conformando, ya iba a tener una descendencia,
es decir, buscaba o iba a ser perpetuada en el tiempo. Además, dentro del universo
generado por el texto, es la primera figura de una mujer embarazada que se menciona,
siendo no menor el hecho de que se trate de un infante y no de un adulto.

La infancia no se percibe (generalmente) como algo contrario a la adultez, es más un


complemento de esta. Un espacio de acompañamiento del adulto en relación al
infante, a la vez que los parámetros sociales determinarán la conformación de este
individuo. Si bien existen casos en la literatura de "comunidades/sociedades"
conformadas solo por infantes (El ejemplo más clásico es El Señor de las Moscas).
Estas sociedades generalmente no se plantean como directamente contrarias o en
disputa a la sociedad de adultos. Suelen ser una sociedad alternativa que se plantea en
un contexto particular (generalmente en ausencia de la autoridad de los adultos). Es
por eso que en este caso resulta llamativo cómo la sociedad de los niños
choca/contrapone directamente con la sociedad de los adultos. Se genera un territorio
de conflictos ante una nueva sociedad en gestación que estaba buscando su lugar,
contra la vieja sociedad que pretende permanecer y sostener su sistema de
organización ante esta que se plantea como contraria.

Se menciona el hecho de que la lógica, la visión de mundo que poseían los adultos ya
no sirve o comienza a verse amenazada por esta otra lógica o concepción que estaba
ganando terreno. En un mundo de niños, la lógica del mundo de los adultos ya no
sirve. Lentamente la autoridad y el poder de los adultos queda relegado, se va
deteriorando. Pero no olvidemos que es en este punto que los adultos comienzan a
imponer una resistencia, si esto se diera en los primeros compases de la novela, los
adultos no opondrían una lucha como la que se comienza a plantear. Los adultos
finalmente ven amenazado (o al menos son consciente de ello, dejan de intentar
ocultarlo) su control o su poder y deciden no estar dispuestos a perderlo.
El punto más evidente de esto se da con el caso de los niños Zapata y sus “poderes
telepáticos”.

Cuando una sociedad comienza a dudar de todo, la pregunta que hay que hacerse no es:
¿existe la telepatía?, sino: ¿en qué lugar estamos heridos? Pero seguramente ni Víctor Cobán
ni ninguno de nosotros habríamos sido capaces de responder a esa pregunta, por eso
preferíamos preguntarnos sencillamente por la telepatía. (Barba; 2017, 39)

Los adultos abandonaron toda lógica, los niños destruyeron sus bases más sólidas de
pensamiento y en la desesperación comenzaron a aceptar cualquier cosa que sirviera
para explicar este fenómeno que fue el encuentro con estos niños tan dispares a los
suyos (o a la idea que poseía de lo que implica serlo). Lo importante es la manera en
la que el hecho de la telepatía se plantea de una forma verosímil, debiéndose esto al
momento del relato en el que nos encontramos: La sociedad de los adultos ya había
tocado fondo, el sentimiento de verse no solo abrumados sino acorralados por las
alteridades los dejaba en una posición de desesperación en la cual cualquier ser
humano es capaz de aceptar cualquier idea con tal de que esta le de una sensación
mínima de seguridad. Es decir, cuando el sistema de ideas no alcanza para solucionar
o responder una pregunta, se comienza a creer en cualquier idea que pueda brindar
una respuesta, por más mística o mágica que está fuera.
Posteriormente, “Tras la revelación de la mentira de los hermanos Zapata, San
Cristóbal se convirtió en un lugar tenso para vivir” (Barba; 2017, 42) Los adultos se
vieron engañados por esta nueva primicia que parecía ser una explicación salvadora,
dado que si efectivamente estos niños se comunicaban por telepatía, entonces no se
trataba de niños normales, no eran como nuestros niños y es por eso que no pudimos
hacer nada. Porque no eran niños contra los que pudiéramos enfrentarnos.

De regreso a la normalidad
Adultos que toman el control y niños que mueren

Hasta este punto hemos desarrollado ejemplos del proceso de conformación de los
Adultos/Niños y de Niños/Adultos. En este momento comenzaría la segunda parte del
trabajo en la cual detallaremos el proceso de re-conformación de los Adultos/Niños en
Adultos y de los Niños/Adultos en Niños. Es decir, se desarrolla un proceso de vuelta
a la normalidad. Si previamente lo que desencadena los procesos detallados con
anterioridad es la pasividad de los adultos delante del accionar de los infantes, este
apartado se encuentra marcado por la ejecución del procedimiento contrario: como el
accionar de los adultos devuelve a los niños a su posición de dominados.

Por si fuera poco, el episodio del supermercado generó un recrudecimiento de la violencia.


Ese fin de semana hubo dos atracos más, uno en una gasolinera y otro en el banco más
importante de la ciudad. Nuestra policía local no daba abasto. (Barba; 2017, 36)

Es a partir del asalto al supermercado que todo el pueblo de San Cristóbal se ve


sumido en un caos, comienzan a profundizarse los hechos de vandalismo, asesinatos y
robos. No olvidemos que el asalto fue perpetrado por los niños, y es a partir de este
hecho que los adultos comienzan a profundizar el estado de anarquía comenzado por
los infantes. Dicho de otra forma para que se entienda, generalmente son los niños
quienes ven las barreras de lo permitido y lo prohibido ante el accionar adulto, en este
caso es lo contrario, se podría simplificar con la frase de: si ellos pueden hacerlo (los
niños) nosotros (los adultos) también.

Como mencionamos, el capítulo del supermercado Dakota es un punto de quiebre, por


un lado es la finalizacion del proceso de conformacion de los niños en adultos,
comentiendo un acto que no solo rompe con todos los imaginarios de niños que se
podían llegar a tener, sino llevando a cabo un hecho que representa un horror en si
mismo: El asesinato en masa. De igual manera conforma un punto de inflexión para
los adultos/niños del relato. Es a partir del siguiente capítulo donde va a comenzar el
lento proceso de re-adultización por parte de los primeros.
Es en este capítulo donde se da la primera incursión a la selva en busca del escondite
de los 32. Por primera vez en todo el libro los adultos están tomando el poder de
accionar, en lugar de simplemente reaccionar. Es decir, si bien esto sucede a partir de
la masacre en el supermercado, el modo de actuar de los adultos hasta ese momento
estaba siendo uno de pasividad total, de unos niños que se quedan inmóviles ante los
hechos ocasionados por los adultos: Los robos, el vandalismo, etc. Es la primera vez
en todo el relato que tienen un plan que busca poner un fin a todo lo sucedido.

“Fue entonces cuando empezó a suceder. Cuando empezaron a desaparecer los niños.
Nuestros niños.” (Barba; 2017, 49) En este momento es donde se da el último accionar
por parte de los niños en su posición de poder. Si bien estos no son causantes directos
de las desapariciones (no los secuestran sino que los niños de San Cristóbal van con
ellos por voluntad propia) es lo que finalmente obliga a los adultos a decidir actuar. Si
bien se habían dado intentos de toma de control por parte de estos, todavía no se había
hecho algo que diera buenos resultados (siquiera que diera resultados)

“Hasta el 10 de marzo la ciudad se limitó a hacer con respecto a las desapariciones lo


mismo que había hecho hasta entonces cada vez que se había visto acorralada:
aguantar hasta que el problema se agostara.” (Barba; 2017, 51) Mención a cómo
continúan en su mayoría con esta lógica de no ver lo que estaba ocurriendo esperando
que el problema se solucione por sí mismo. Pero sin embargo, dado que el proceso de
adultización ya está iniciado, no se darán las mismas escenas de pasividad antes
vistas.

“Había que encontrarlos inmediatamente. Bastaba –dije– con que encontráramos a


uno. Los niños no son adultos, dije, los niños acaban hablando, solo hay que saber
cómo hacerles hablar.” (Barba; 2017, 54) Es el primer indicio explícito de los adultos
intentando retomar el control de la situación. Ya no solo se pretendía encontrar a los
niños, sino también hacer algo al respecto: hacerlos hablar a cualquier costo (promesa
que finalmente se cumplirá). Intentan aún más comenzar a recuperar su lugar ante los
destrozos que los 32 estaban causando al interior de su organización social.

El primer adulto que vuelve a su posición de tal (es decir, que pasa de ser un
adulto/niño a ser un adulto) es el narrador. “Sorprende la rapidez y la eficacia con que
la gente se pliega a comportamientos abusivos en situaciones críticas. Aquella fue la
primera (y última) vez que he extorsionado a alguien en mi vida” (Barba; 2017, 56) y
también:

Siempre que tengo la tentación de pensar que soy mejor que nadie me basta recordar que fui
capaz de torturar durante dos días a un niño de doce años para que delatara a sus compañeros
(Barba; 2017, 68)

Si bien como se mencionó, es todo el conjunto de adultos de San Cristóbal quienes


atraviesan ambos procesos (Infantilización/Adultización) es el narrador quien
evidencia los signos más notorios de la transición a la vuelta de la adultez.
Considerando estos dos eventos mencionados (extorsión y tortura) imposibles de ser
ejectuados por el imaginario de infantes que sostienen los adultos del texto. Es decir,
consideramos que extorsionar y torturar son las primeras acciones propiamente adultas
que realiza el narrador, las cuales dan la pauta de su regreso a la posición de poder que
le había sido usurpada.
Como dijimos, este proceso de vuelta a la normalidad también se da en los niños

“(...) que sabía que algo le iba a pasar y que había tenido miedo durante toda esa noche. No
recordaba por qué estaba solo ni qué había ido a hacer allí, tan lejos de los otros niños. Yo de
verdad creo que no lo recordaba” (Barba, 2017, 65)

El retorno a la normalidad se evidencia en el hecho de que los niños (el niño en este
caso) vuelve a tenerle miedo a los adultos. Esta escena transcurre previo a la incursión
(invasión) por parte de los adultos a la selva.
Si bien, el fragmento anterior es el regreso a la niñez por parte de unos niños, en el
orden de los sucesos este hecho es posterior al que vamos a mencionar; y este es la
vuelta a la niñez por parte de la hija del narrador. Si el primer adulto que vuelve a
recuperar su lugar de poder es el narrador, es lógico que el primer niño en regresar (de
manera explícita) a la posición de infante, sea su hija

“Verme herido había hecho retraerse por un instante a la adolescente que ya casi era y había
hecho salir de nuevo a la niña. Se le llenaron los ojos de lágrimas y me abrazó el cuello para
darme un beso.” (Barba; 2017, 65).

Es en este punto donde la vuelta a la normalidad ya es inevitable, ya existen dos


entidades que han vuelto (o están en el proceso de volver) a sus respectivas
posiciones.

Solo nos queda hablar de la escena final. La cual, consideramos que se trata de una
escena de sacrificio. Para ello vamos a utilizar la categoría de niño sacer mencionada
por Eduardo Bustello siendo esta

(...) una figura del derecho romano que se traduce por su carácter in sacrificable pero que, a la
vez, cualquiera puede matar quedando impune (...) la característica básica es que su muerte
no entraña ninguna consecuencia jurídica. (Bustelo; 2007, 27)
Entonces, entendemos como niño sacer a aquella figura infantil a la cual se considera
que se debe de proteger pero que sin embargo (y más cuando se trata de un grupo y no
de un individuo aislado) su muerte/ejecución/sacrificio no trae aparejada ninguna
consecuencia. Siendo precisamente lo que ocurre con la muerte/sacrificio de los 32. Si
bien no se da un asesinato de manera directa, es decir, ningun adulto asesina
voluntariamente a ninguno de los niños, es debido a la invasión de estos últimos en su
nuevo hogar, que los niños se ven obligados a esconderse en las sisternas que
posteriormente son inundadas, provocandoles la muerte. Consideramos que esta es
una escena de sacrificio por dos motivos principales: Por un lado, estos niños son
sacrificados en pos de la continuidad de la vieja sociedad a la cual venían a disputarle.
Dicho de otra forma, son sacrificados para que la sociedad de los adultos continúe su
curso, dado que, como se mostró en todo el desarrollo de la novela, ambas sociedades
eran incompatibles. Por el otro lado, anteriormente, se describe al espacio de las
alcantarillas en el cual había emplazado su base como una catedral, es decir, un
edificio religioso.

Conclusión
A lo largo del presente trabajo se ha hecho un desarrollo de cómo las figuras de niños
y de adultos se invierten para, posteriormente, volver a su estado original. Según Julio
Premat “(...) los niños no definen su mundo ; la infancia es una creación de adultos
que ven, en esa etapa diferente de la vida humana, una otredad a la vez radical y
familiar, una manera de explicar al sujeto” (Premat; 2014, 3). Consideramos que este
es el principal conflicto que se desarrolla en República Luminosa, dado que los 32 no
encarnaban esta figura de infancia que poseían los adultos de San Cristóbal. Todo lo
contrario, nos encontramos con un grupo de infantes que, en contra de lo postulado
por Premat, buscan definir ellos mismos qué parámetros regían su infancia. Sin
embargo, siendo esto lo que consideramos más interesante, al salirse de estos
estándares conformados por la sociedad terminan por verse obligados a conformar un
nuevo mundo en el cual estas nuevas formas de ser fueran permitidas. Pero, y esta es
la pregunta con la que queremos cerrar el trabajo, al no encajar con la definición de
niñez que predominaba, estos niños ¿Son verdaderamente niños? ¿o el hecho de haber
negado estos parámetros y haber conformado los propios los convertía directamente
en adultos? Dicho de otro modo, y siendo que la infancia es lo que antecede a la
adultez: ¿Estamos frente a un caso de adultos que no transitaron la infancia? Los niños
del relato, ¿son niños o son adultos vistos como niños por los ojos de quienes se
niegan a aceptar su adultez?
Bibliografía
Barba, Andrés (2017) República Luminosa. Versión Digital ebookmundo.com
Bustelo, S. Eduardo (2007) El Recreo de la Infancia: Argumentos para otro comienzo.
Siglo Veintiuno. Argentina
Premat, Julio (2014) Pasados, Presentes, Futuros de la Infancia. En Cuadernos
LIRICO. Edición en Línea.

También podría gustarte