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Crisis de conciencia: alienación, guerra psicológica y cultura revolucionaria

Leopoldo Ferreiro Morlet

Rebelión

“El hombre nuevo… El hombre del siglo XXI

es el que debemos crear, aunque todavía

es una aspiración subjetiva y no sistematizada.”

Ernesto Guevarai

Palabras preliminares

La alienación es un fenómeno social que aparece descrito en los textos de Karl Marx

como un rasgo típico de la sociedad capitalista. Es el objeto de estudio de los famosos

Manuscritos económico-filosóficos de 1844. Sin embargo, es más, es una pieza clave

de la dinámica de la lucha de clases. Es parte fundamental de la dominación total de la

clase burguesa sobre el proletariado.

La explicación de este fenómeno consiste en una piedra angular de la concepción

que Marx construyó sobre el proceso revolucionario que deberá desembocar en la

liberación de la humanidad.

La teoría de la alienación ha dado lugar a numerosos debates en el seno del

marxismo y fuera del mismo, por la fuerza intrínseca que posee, por su capacidad

explicativa y, sobre todo, por su potencial revolucionario en el marco de la lucha por el


socialismo y en el seno mismo de las sociedades dirigidas por partidos comunistas,

como demuestra Adam Schaffii.

Para nosotros es un instrumento fundamental para la comprensión de la actual crisis

política de la lucha del proletariado mundial, en el momento mismo de la crisis más

profunda que jamás haya vivido el régimen de la esclavitud asalariada.

En estas fechas que corren, el capitalismo parece quebrarse al desplegar

prácticamente todas sus capacidades destructivas, no precisamente las productivas, en

una perspectiva que nos aterra y prácticamente mantiene maniatados en el borde de la

barbarie y la posible destrucción del género humano.

Por esto, lo que se expondrá en seguida no es un esfuerzo por describir o interpretar

la evolución del debate sobre la teoría la alienación, ni tampoco el desarrollo de la

misma teoría en el pensamiento de Marx. Mucho menos se trata de dar una lección

sobre los elementos constitutivos de esta concepción. No, de lo que se trata es de

proyectar la luz que nos presta sobre varios aspectos del momento presente, momento

de crisis estructural de la sociedad capitalista.

Las ideas expresadas son motivadas por la actitud manifiesta de nuestros jóvenes en

esta universidad y están inspiradas por ellos y por mi experiencia como estudiante en

esta institución, como docente en varias instituciones de educación superior y como

obrero industrial que fui.

I. Nuestro tiempo, nuestro problema

Ante nuestros ojos se despliega el mayor poder destructivo que la humanidad haya

construido en toda su historia. Para mostrarlo, sólo consideremos tres ejemplos del

mismo: el efecto enteogénico sobre el clima en el mundo, las guerras de agresión de


las potencias imperialistas contra los pueblos musulmanes y la proliferación del

consumo de drogas ilícitas.

Estos procesos provocan en las poblaciones del mundo una convicción de que no

hay esperanza de un futuro para la humanidad, sobre todo entre la juventud. Pese a los

esfuerzos del poder mediático de los grandes capitalistas, la ilusión de una sociedad

prometida, donde el modelo del hombre posmoderno, solitario y autónomo, en su

casona de lujo, armado con su veloz automóvil, su ordenador personal, su televisor y su

teléfono móvil, prende poco o no prende contra la depresión y la angustia que se

apoderan de las generaciones más nuevas, sometidas a presiones sociales enormes,

especialmente marcadas por la pobreza y el desempleo. No es necesario demostrar

mucho esto. Las llamadas “revoluciones árabes” nos lo muestran a las claras, como lo

confirman los movimientos de indignados en España, o las revueltas estudiantiles en

las capitales de las potencias imperialistas como Inglaterra y Francia, los amplios

movimientos estudiantiles en Chile y Brasil y, dolorosamente, las batallas contra el

crimen organizado, específicamente contra las bandas de narcotraficantes en México y

Brasil, donde los ejércitos y policías se comportan como ejércitos de ocupación contra

sus propios pueblos y causan miles de víctimas entre la población civil.

Es, además, un lugar común hablar de la generación perdida.

Al mismo tiempo, la sociedad capitalista ha desplegado un enorme potencial

tecnológico que ha aumentado la riqueza social a proporciones multimillonarias. En un

esfuerzo económico que involucra a prácticamente toda la humanidad, la producción de

bienes y servicios ha crecido mucho, pero no es para el beneficio de la propia

humanidad, sino para su descomposición.


Sólo consideremos las cifras del valor del PIB de algunos países, como Estados

Unidos, la Unión Europea, China o, incluso como economía “emergente”, la de México

con más 14 billones de dólares las dos primeras, 10 billones de dólares el gigante

asiático y un billón y medio de dólares nuestro país. iii Aquí “billón” es una medida del

sistema métrico decimal y no del inglés, pues un billón significa para nosotros un millón

de millones, a diferencia del inglés que significa mil millones.

O pensemos en el dato estimado del valor total del tráfico de drogas en el mundo,

según la Oficina de Naciones Unidas para las Drogas y el Crimen: 320 mil millones de

dólares.iv Cifra impresionante, pese a que debe ser tomada con reservas pues en los

datos que aportaba el Observatorio Geopolítico de las Drogas en las vísperas del siglo

XXI se consideraba el monto muy por arriba: cerca de 400 mil millones de dólares.

De esa riqueza producida por todos los trabajadores del mundo se apodera una

minoría rapaz que se congrega en el llamado Club Bilderberg, integrado por invitación

emitida por el presidente en turno, por unas 130 personas de la realeza europea, los

principales accionistas de las grandes corporaciones, los políticos gobernantes en las

potencias imperialistas y algunos dirigentes de los países llamados emergentes. v Su

actual presidente es Étienne Davignon, político y hombre de negocios belga, según el

diario español Hoy.vi Entre los poderosos que participan se cuentan, según la misma

fuente, la reina Beatriz de Holanda, el director de la Organización Mundial del

Comercio, Pascal Lamy, el presidente del Banco Central Europeo, Jean Claude Trichet,

el ex secretario de Defensa de EEUU Donald Rumsfeld, el veterano político

norteamericano Henry Kissinger, el banquero David Rockefeller o el matrimonio Gates.

Y la agencia EFE agrega al final de la nota que citamos: “Entre los principales

impulsores figuran el ex ministro belga Paul Van Zeeland, el príncipe Bernardo de


Holanda y el judío polaco y asesor político Joseph Retinger. Otros asistentes activos

son el estadounidense Donald Rumsfeld, el irlandés Peter Shuderland o el ex

presidente del Banco Mundial Paul Wolfowitz.”

Paul Joseph Watson, editor de Prison Planet.com nos informa que los pasados días

del 9 a 12 de junio de 2011 se reunió el mencionado Club de la oligarquía mundial en el

Hotel Suvretta House in St. Moritz, Suiza, en nota publicada el lunes 6 de junio de este

año, en la cual consigna que el dirigente Dominique Baettig, del más grande partido de

ese país, el Partido Popular Suizo, exigió al fiscal general de la Federación arrestar a

Henry Kissinger como criminal de guerra si se presentaba a la reunión del Club, de la

cual es un asiduo asistente. La acusación se basa en la documentación existente en

ese país europeo por la complicidad de Kissinger en numerosos crímenes de guerra en

Indochina, Bangladesh, Chile, Chipre y Timor Este con base en las disposiciones de las

Convenciones de Ginebra sobre la materia. vii Desde luego, esta acusación no es una

novedad. Lo nuevo es que la opinión pública está ahora más informada sobre las

actividades de esta plutocracia criminal y belicista.

Según datos publicados en 2007, la distribución de la riqueza mundial era así:

“En el planeta, el 1% de los adultos más ricos acapara el 40% de los activos

globales, el 2% detenta más de la mitad y el 10% concentra el 85.1% de la riqueza

global. En el extremo opuesto, la mitad más pobre de la población adulta del mundo

únicamente posee el 1.1% de la riqueza global.” viii

De este modo, el potencial productivo de la humanidad se halla concentrado en unas

cuantas manos que, de acuerdo con la revista Forbes, no rebasa a las mil personas al

contabilizar a los multimillonarios del mundo. ix


Pero esa riqueza no está para las necesidades de las personas, como puede verse

tan solo en las crisis humanitarias que se viven en Somalia y en Palestina. Esa riqueza

está orientada a la generación de más riqueza, vale decir, es capital que debe

valorizarse, convertirse en más capital. Por lo mismo, gran parte de esa riqueza es de

consumo peligroso para la humanidad, insano y hasta destructivo, no sólo porque está

constituida por armamento estratégico y convencional, sino porque está constituida por

bienes de consumo que atentan contra el planeta. Consideremos tan sólo todos los

productos ligados al transporte, basados en la quema de combustibles fósiles: el

petróleo.

Esa riqueza amenaza al planeta en los efectos enteogénicos tan denunciados por

distintos científicos y organizaciones especializadas en estudios del ambiente. De forma

tal que es un hecho el fenómeno típico de la alienación, pero no individual como suele

identificársele, sino genérica: nuestra producción se vuelve contra nosotros como una

fuerza extraña que amenaza con destruirnos.

De esta tendencia han dado cuenta numerosos autores, pero destaca la autoridad

moral y política del camarada Fidel Castro quien ha venido denunciando la demencial

irresponsabilidad de los dirigentes del mundo burgués en sus famosas Reflexiones.

No sólo se trata de que dicha riqueza es ajena a nosotros mismos, sino que se

contrapone a nuestra propia existencia.

Así, los descubrimientos científicos y las tradiciones más antiguas, también se

vuelven contra nosotros. Es el caso del consumo creciente de drogas. Pese a que los

datos disponibles de Naciones Unidas nos refieren que menos del 4% de la población

mundial consume drogas, es decir cerca de 250 millones de personas x, vemos con
claridad que se ha creado un problema de dimensiones mundiales que significa un

enorme esfuerzo económico, político y militar para presuntamente eliminarlo.

Es un fenómeno caracterizado como criminal por Naciones Unidas desde 1988,

cuando se firmó la Convención de las Naciones Unidas contra el Tráfico Ilícito de

Estupefacientes y Sustancias Sicotrópicas, estableciéndose el régimen prohibicionista

en el mundo, mediante el cual el gobierno de los Estados Unidos se convirtió en el

adalid del control de las drogas ilícitas, dirigiendo una gran cruzada contra los

ciudadanos del mundo en nombre de una supuesta incapacidad de los mismos para

discernir sobre su propia salud mental.

Como lo explica Antonio Escohotado, se trata de una operación política en gran

escala destinada a controlar la mente humana. xi Dice el autor:

“Pero si la meta es conquistar la mente de los hombres, es también cierto que la

concreta existencia adjudicada hoy a individuos y grupos no puede esquivar

desgarradoras contradicciones, cuyo espontáneo desarrollo conspira a favor de la

cultura y contra la barbarie farmacológica. Basada la vida sobre el consumo masivo de

evanescencias y trivialidades, quienes gestionan los colectivos contemporáneos tienen

razones para temer una ampliación de la conciencia subjetiva tanto como los carceleros

para temer que sus presos les abandonen por la vía del suicidio.”

Así, hoy es ampliamente conocido que entre las tácticas de los invasores de

Afganistán e Irak se extiende la intentona de “ganar las mentes y los corazones de los

nativos”, es decir, convencerlos de las virtudes de su propia esclavitud.

Y, en este terreno, es indiscutible el servicio que prestan a sus intereses los

combates contra las drogas, así en esta terminología imprecisa y falaz, pues su
verdadero objetivo es controlar los mecanismos para estandarizar un conformismo

histórico que nos ponga en los senderos del Mundo Feliz o de la descripción orweliana.

Y en todo ello juega su gran papel el Ministerio de la Verdad, constituido por las

grandes agencias de prensa y los monopolios mediáticos, cuya estructura no es objeto

de esta presentación, pero que se reduce a cinco agencias y un número también

reducido de empresas de telecomunicaciones que dominan el espacio hertziano desde

los satélites de comunicación, controlados a su vez por las agencias espaciales de los

Estados Unidos.

Este oligopolio de la información se ocupa de la parte clave de la guerra psicológica:

la construcción de los enemigos de la libertad de mercado. Entre ellos figuran los

musulmanes, los traficantes y los movimientos de liberación nacional, en cuyas filas

militan los comunistas, antiguos demonios de las pesadillas paranoicas de los

dictadores del gran capital, todos ellos equiparados en el mismo fantasma del

terrorismo internacional, como se denomina estratégicamente toda fuerza disidente y

libertaria en el argot del militarismo imperialista.

Así, sin tener que avanzar muchos elementos, hemos visto que se ha descrito

internacionalmente a los enemigos del mercado con los nombres más diversos, pero

sobre todo, con los nombres que les demonizan y convierten en lo contrario de lo que

son. De este modo, los comunistas en la desfalleciente URSS o frente al Muro de

Berlín, eran los “conservadores” y los hoy guardianes del monopolio son los liberales,

los defensores de las libertades y, mientras torturan y asesinan ciudadanos de distintas

nacionalidades, son los defensores y calificadores de los derechos humanos.

¿Contradictorio o paradójico? No, sólo oximoron y la verdad oficial.


La prensa, la radio y la TV, los demiurgos de nuestros deseos como diría el viejo

Adrono, los que nos dictan que debe gustarnos y qué no, son parte de esa maquinaria

maravillosa que la humanidad ha construido para su propia destrucción, no por su

calidad intrínseca, sino precisamente por su uso, determinado por la propiedad privada

de esos medios que, en realidad, son espacios públicos.

Un elemento básico de la construcción de la demonología contra la liberación de la

humanidad es el uso de todos los recursos para adormecer a la población, para usar

palabras de Aníbal Ponce, educador latinoamericano.

La difusión selectiva y clandestina de las drogas psicotrópicas es de una gran utilidad

estratégica. De entrada, su consumo constituye una estupidización directa de los

usuarios, abusadores o no, y de los adictos. Simultáneamente, su prohibición constituye

el pretexto perfecto para la represión directa, pero es también cobertura para la

represión selectiva. Es un “sambenito” para descalificar a todo disidente, como por

ejemplo la acusación sistemática contra las guerrillas en Colombia, Sri Lanka y

Afganistán, de ser narcotraficantes o, cuando menos, proteger o aliarse con los

narcotraficantes, dentro del ejercicio de la contraversión proyectiva de los rivales. La

acusación de los crímenes que practican las potencias imperialistas. Como sucede

claramente en Libia, donde la OTAN “protege” a los civiles, mientras bombardea a la

población leal al régimen enemigo.

Este expediente se usó con sonoros fracasos en Kosovo, donde el presunto ejército

de liberación, el ELK, está constituido por los criminales más connotados de ese

enclave colonial. Así lo demuestran Matt McAllester y Jovo Martinovic en un artículo

muy aleccionador publicado originalmente en GlobalPost y traducido al español por


Sinfo Fernández en la reproducción de la revista electrónica Rebelion, la que lo ha

puesto a la disposición de los hispanoparlantes. xii

Hay todo un consenso sobre el uso de estos expedientes de guerra psicológica

contra el movimiento popular. Su objetivo es la criminalización de los

revolucionarios y la anulación de la voluntad de lucha de los pueblos.

De suyo, el consumo de drogas lícitas, como el alcohol, el tabaco, los fármacos

tranquilizantes, etc., tiene las mismas funciones de “soma” que las ilícitas y su uso es

ampliamente difundido en tanto sirve perfectamente a los propósitos del capital, aunque

tenga desde luego sus propiedades benéficas y necesarias.

Y, azorados, los jóvenes de hoy, ven como natural este dominio omnipresente. Es

tiempo de que se le desenmascare. Queremos contribuir a esto.

Dejemos, por tanto, este ejercicio meramente descriptivo.

II. La teoría de la alienación

A los 26 años de edad, Karl Marx escribió lo que se publicó casi cien años después.

Los manuscritos económico-filosóficos, cuyo destino en 1844 no era su publicación,

sino parecen más bien los apuntes del fundador del materialismo histórico para nuevas

consideraciones.

No obstante, sin olvidar que ha habido un debate muy intenso sobre los mismos, el

valor teórico de estas reflexiones es altamente estimado por marxistas y no marxistas.

Centralmente, escribe Marx en los Manuscritos… acerca de la enajenación, producto

de la propiedad privada, lo siguiente:

“La enajenación del trabajador en su producto significa no solamente que su trabajo

se convierte en un objeto, en una existencia exterior, sino que existe fuera de él,
independiente, extraño, que se convierte en un poder independiente frente a él; que la

vida que le ha prestado al objeto se le enfrenta como cosa extraña y hostil.” xiii

Más adelante nos dice que no sólo es un aspecto económico:

“En consecuencia, cuanto más se apropia el trabajador el mundo exterior, la

naturaleza sensible, por medio de su trabajo, tanto más se priva de víveres en este

doble sentido; en primer lugar, porque el mundo exterior sensible cesa de ser, en

creciente medida, un objeto perteneciente a su trabajo, un medio de vida de su trabajo;

en segundo término, porque este mismo mundo deja de representar, cada vez más

pronunciadamente, víveres en sentido inmediato, medios para la subsistencia física del

trabajador.”xiv

Para establecer, definitivamente, que la enajenación consiste:

“Primeramente en que el trabajo es externo al trabajador, es decir, no pertenece a su

ser; en que en su trabajo el trabajador no se afirma, sino que se niega; no se siente

feliz, sino desgraciado; no desarrolla una libre energía física y espiritual, sino que

mortifica su cuerpo y arruina su espíritu. Por esto el trabajador sólo se siente en sí fuera

del trabajo, y en el trabajo fuera de sí. Está en lo suyo cuando no trabaja y cuando

trabaja no está en lo suyo. Su trabajo no es, así, voluntario, sino forzado, trabajo

forzado. Por eso no es la satisfacción de una necesidad, sino solamente un medio para

satisfacer las necesidades fuera del trabajo.”xv

En este primer manuscrito Marx define a la enajenación, para determinar en el

tercero que el comunismo es la “superación positiva de la propiedad privada en cuanto

autoextrañamiento del hombre, y por ello como apropiación real de la esencia humana

por y para el hombre; por ello como retorno del hombre para sí en cuanto hombre
social, es decir, humano; retorno pleno, consciente y efectuado dentro de toda la

riqueza de la evolución humana hasta el presente.” xvi

Retengamos de este párrafo la distinción entre la condición del hombre en sí y para

sí.

Años después, relacionado con esta situación enajenada, Marx describirá un aspecto

esencial del capitalismo en su obra más reconocida, El Capital, cuando devela el

fetichismo de la mercancía. Escribió:

“Por el contrario, la forma de mercancía y la relación de valor entre los productos del

trabajo en que dicha forma se representa, no tienen absolutamente nada que ver con la

naturaleza física de los mismos ni con las relaciones, propias de cosas, que se derivan

de tal naturaleza. Lo que aquí adopta, para los hombres, la forma fantasmagórica de

una relación entre cosas, es sólo la relación social determinada existente entre

aquéllos.”xvii

“A esto llamo el fetichismo que se adhiere a los productos del trabajo no bien se los

produce como mercancías, y que es inseparable de la producción mercantil.”

Mas adelante, profundizando su reflexión, escribió:

“A éstos (los productores), por ende, las relaciones sociales entre sus trabajos

privados se les ponen de manifiesto como lo que son, vale decir, no como relaciones

directamente sociales trabadas entre las personas mismas, en sus trabajos, sino por el

contrario como relaciones propias de cosas entre las personas y relaciones sociales

entre las cosas."

Más abajo agrega:

“Por consiguiente, el que los hombres relacionen entre sí como valores los productos

de su trabajo no se debe al hecho de que tales cosas cuenten para ellos como meras
envolturas materiales de trabajo homogéneamente humano. A la inversa. Al equiparar

entre sí en el cambio como valores sus productos heterogéneos, equiparan

recíprocamente sus diversos trabajos como trabajo humano. No lo saben, pero lo

hacen. El valor, en consecuencia, no lleva escrito en la frente lo que es. Por el contrario,

transforma a todo producto del trabajo en un jeroglífico social.”

De este modo, nos encontramos cómo la enajenación en el capitalismo aparece en

dos dimensiones. La primera, relativa a la separación del trabajador de su producto y su

extrañamiento, y la segunda relativa a la conversión de ese producto en mercancía, la

cual propicia que las relaciones sociales se vean más como relaciones entre las cosas.

Es decir, que el trabajador y, con él, el mundo, se cosifiquen.

Sí, pues el trabajador es tal para el capital estrictamente en tanto mercancía que

produce más mercancías, no como persona, sino como cosa.

Esta objetivación de los seres humanos es la clave de nuestro tiempo.

En el sentido descrito por Marx, posteriores pensadores aportaron respecto a la

teoría de la alienación para desentrañar las condiciones de nuestro mundo

contemporáneo.

No es nuestro propósito referir la historia de la teoría de la alienación o enajenación,

sino sólo establecer que se han desarrollado esfuerzos considerables para desplegar

esta teoría en varios campos del saber. Y precisamente en la lucha por constituir al

proletariado como clase, como partido político capaz de derribar el régimen burgués y

establecer la sociedad de transición hacia la eliminación de las clases sociales, es un

esfuerzo por superar la enajenación.

Para el efecto de elevar la lucha económico corporativa de los trabajadores a lucha

política y, eventualmente, a lucha político militar, para seguir la tesis de Gramsci xviii, es
necesario que el proletariado se sacuda esa condición alienada y avance en su

consciencia de clase.

Porque una cosa es la existencia de la clase proletaria y otra que sus integrantes

asuman su condición, primero, real, de desposeídos e identifiquen sus intereses con los

de los demás trabajadores, y luego asuman su tarea histórica, vale decir, su

consciencia de clase, su propia ideología como escribió Georgy Lukacs xix.

Desde el lado de la psicología también se ha abordado el tema de la enajenación y la

consciencia de clase. Desde los trabajos pioneros de Wilhelm Reich, el libro sobre la

sociedad capitalista estadounidense de Erich Fomm, las reflexiones al respecto de

Herbert Marcuse, el trabajo de Fritz Pappenheim que lleva precisamente por título La

enajenación del hombre moderno y el trabajo de Adam Schaff relativo a la historia de

concepto, de su teoría y del debate en torno de la misma. xx

Es indiscutible el interés y la utilidad práctica de la teoría marxista de la alienación y

aquí sólo mencionamos referentes para la interpretación que abajo se desarrollará

sobre nuestro periodo. La filosofía de la praxis, como gustaba Gramsci de definir al

materialismo histórico, es antes que nada el análisis concreto de situaciones concretas

como estableció el gran dirigente de los revolucionarios rusos de principios del siglo XX,

el inolvidable Vladimir Ilich Ulianov.

III. Algunas hipótesis sobre la crisis de conciencia actual.

No se trata aquí de una mera reflexión teorizante de la situación, se trata más bien

de una invitación a la acción.

La estrategia del imperialismo, decíamos, es anular la voluntad revolucionaria de

los trabajadores del mundo. Y los titulares del poder del gran capital están

dispuestos, mediante sus grupos en el poder, desde los strausianos estadounidenses,


verdaderos fascistas, hasta las huestes de la socialdemocracia y el oportunismo, a que

se realice a cualquier costo. Como ya vimos, en sus consideraciones juveniles, Marx

sostenía claramente que para el capital la desaparición física de los trabajadores, su

muerte, era un accesorio natural, propio del despliegue del proceso de producción.

Jamás la burguesía se ha preguntado, como clase, sobre los significados de su proceso

económico, sólo importan los resultados inmediatos. Ha sido la lucha de los propios

trabajadores la que ha impuesto ciertas reformas al régimen de explotación, mismas

que se han presentado como la humanización de la esclavitud asalariada, pero nada de

eso cambia el fondo de la misma.

Ni siquiera los cambios tan pregonados por el despliegue de la mal llamada

globalización.

Por esto, las hipótesis que queremos arriesgar son las siguientes:

1. Existe una gran ofensiva expropiadora del capital desde 1980; la anulación

del trabajo y de todas las fuerzas productiva

2. Se constituye una cruzada mundial por la balcanización del mundo en un

nuevo reparto de los recursos estratégicos, petróleo, agua y minerales:

Yugoslavia, Irak y el Medio Oriente entero, África, Bolivia y Centroamérica.

3. Hay una guerra contra los pobres del mundo: se trata de eliminar la

migración.

4. En México se despliega un plan estratégico de contención de la migración

latinoamericana a EUA. Los Z son parte de ese plan, como Al Qaida es parte de

la estrategia de sometimiento en los países musulmanes.

5. Hay una clara guerra psicológica: el objetivo, someter a todos los pueblos

en la estrategia de la aldea global.


6. La juventud sobra y hay que deshacerse de ella.

7. La barbarie es parte del cálculo de la oligarquía mundial.

Una revista necesaria

Reflexionemos un poco sobre la historia reciente del mundo. No haremos aquí un

largo y profundo recuento, eso lo dejamos a especialistas que pueden ocuparse en

espacios más grandes de los procesos en su despliegue molecular. Sólo

consideraremos, con los riesgos que esto implica al soslayar muchas variables, las

líneas centrales del curso de la lucha de clases en el mundo contemporáneo.

Cuando en 1974 se firmaron los Tratados de París que pusieron fin a la guerra de

Vietnam y el heroico pueblo de esa nación indochina triunfó, muchos revolucionarios

asumieron que era perfectamente posible la victoria del socialismo en un plazo corto, es

más, que era inevitable. La alegría del momento anuló la visión analítica de una gran

mayoría de militantes del movimiento revolucionario. Con excepción de las fuerzas

revolucionarias ya enfrascadas en procesos político militares como en Centroamérica,

Colombia, Timor y otros países, así como algunas organizaciones en nuestra América,

los partidos y frentes de masas dirigidos por socialistas asumieron que era sólo

cuestión de esperar el arribo del futuro luminoso. Las victorias sucesivas en Portugal de

la revolución de los claveles y de la liberación de Angola, Mozambique, Guinea y Cabo

Verde, así como el golpe de Estado contra Haille Selassie en Eiopía, parecían confirmar

esta hipótesis.

Desde luego, hubo quienes cuestionaron tal desacierto y abandono de las teorías

científicas sobre la revolución. El derrumbe del capitalismo no era una situación ni

inevitable ni inmediata. Pronto, con el desarrollo del proceso revolucionario en Irán se

vio que el proletariado no estaba precisamente en el curso histórico central en todo el


mundo. La revolución de los ayatolas cuestionó muchas aseveraciones de las visiones

eurocéntricas de la teoría.

Posteriormente, en un proceso de muchas dificultades para el movimiento comunista,

en Polonia se vivió una paradoja política que inició la parálisis de las visiones

dogmáticas, revisionistas y reformistas. La llamada izquierda vivió uno de los debates

más intensos y desconcertantes de su historia, mientras los obreros se oponían

activamente a un régimen instaurado en su nombre y derrocaban al Partido Obrero

Unificado de Polonia, ni más ni menos, dirigidos por los católicos polacos.

Asimismo, en el debate de la llamada izquierda desde principio de los 70 se venía

gestando un proceso liquidacionista en el seno de los partidos comunistas europeos,

especialmente luego del ascenso popular del 68. Proceso que culminó con el desarrollo

del llamado eurocomunismo, cuyo punto culminante fue el llamado “compromiso

histórico” del Partico Comunista Italiano, bajo la dirección de Enrico Berlinguer, cuyo

oportunismo jamás pudo ver cristalizado su anhelo de participar en el gobierno burgués

y sí, en cambio, rindió las banderas del movimiento obrero más avanzado de la época.

Estas derrotas políticas dieron lugar a una derrota ideológica de dimensiones

históricas, mientras el capital reiniciaba su ofensiva en gran escala. Primero mediante la

modificación de los procesos de trabajo en las industrias de vanguardia, luego mediante

la adopción de las llamadas políticas de choque, especialmente mediante las medidas

reconocidas como “neoliberales” de los gobiernos de Ronald Reagan en Estados

Unidos y de Margaret Tatcher en Gran Bretaña. Casi imperceptiblemente la clase

obrera europea fue sometida, mediante la rendición no declarada de las directivas y

direcciones revisionistas, oportunistas y reformistas que se entregaron a la burguesía

sin lucha y rindieron a las centrales obreras. No haremos detalle de los sucesos de
España, donde el engaño de la “transición a la democracia” alcanzó cotas ejemplares

para todos en el mundo. Algunos años después, Felipe González disertaba en todas

partes y hasta quería dirigir la transición en Cuba, más correctamente dicho, la

rendición al imperialismo.

Aún hoy hay trasnochados que se creen esa historieta del Pacto de la Moncloa como

la receta perfecta para negociar el poder con la burguesía. En México quizá resulten

paradigmáticos los casos de José Woldenberg y de Profirio Muñoz Ledo. En esto el

fracaso del PRD mexicano es también ejemplar.

De este modo, la década de los 80 representó para el movimiento revolucionario,

para los movimientos obreros y populares y, en general, para el esfuerzo democrático,

una época de derrotas y retrocesos enormes. Desde luego, la historia no es lineal y

también hubo triunfos de los pueblos, pero la dialéctica entre la revolución y la

restauración nos muestra un saldo negativo para la primera.

Por ejemplo, al tiempo que el Frente Sandinista condujo un proceso armado exitoso

en Nicaragua que permitió la toma de poder en 1979, estimulando la revolución en sus

vecinos El Salvador y Guatemala, la contraofensiva del imperialismo no se hizo esperar

y nos impusieron una severa invasión en la Grenada socialista como preludio a la larga

guerra de baja intensidad contra los pueblos centroamericanos que, como todos

sabemos ahora, condujeron a derrotas de la revolución y que, con resultados muy

disparejos, apenas se van recuperando las fuerzas del cambio con gobiernos

socialdemócratas en Nicaragua y El Salvador.

Esa dialéctica de la lucha de clases nos mostró su cara más cruda con la derrota del

movimiento comunista en Europa oriental. Es lugar común hablar de la caída del muro

de Berlín, fórmula que encierra el triunfo ideológico de la burguesía, pues no hubo tal,
sino que fue derrumbado por las ilusiones de una clase trabajadora que creyó más en el

aparador capitalista que en las realidades del trabajo socialista. Hoy día los más de 2

millones y medio de desempleados (6.5% de la fuerza laboral) son testigos del fracaso

del modelo capitalista, aunque se informa que es una tasa más baja de la que se

presentó en el 2006, cuando alcanzó más del 10% (unos 4 millones de parados,

cantidad semejante a la alcanzada durante la crisis de 1930, cuando hubo 5 millones.)

En efecto, a finales de la década de los 80 la revolución en el mundo retrocedió con

costos atroces. Si consideramos la situación africana o la de los pueblos europeos,

especialmente los que vivieron bajo la dirección de los partidos comunistas, el

panorama es desolador. A tal punto que en los 90 se arribó a la convicción del fin de la

historia en otra treta ideológica destinada a anular cualquier aspiración utópica. Sin

embargo, esa ilusión, alimentada por la hegemonía casi indiscutida de los Estados

Unidos que nos llevó a inicios del siglo XXI al horror de las intervenciones más

agresivas y sangrientas de la historia contemporánea en Afganistán e Irak, completada

ahora por la invasión aérea de Libia, por la balcanización de África, sometida a la doble

presión de las guerras interminables y las sequías que producen crisis humanitarias en

que casi mil millones de personas pueden morir de hambre.

El régimen de George Bush creyó realmente que no había más para la revolución y

sus políticas delirantes amenazan a todos los pueblos del mundo. La vesanía de los

gobiernos del mundo que se han sometido a los designios del poder yanqui parecía

convencernos de que habíamos llegado, pese a su evidente falsedad, al fin de la

historia. La desesperanza se convirtió en divisa de la juventud.

No obstante, desde el fondo de los pueblos se siguen levantando las fuerzas del

futuro y las etnias originarias de América nos iluminaron las utopías de nuevo. EN pleno
periodo reaccionario, los indígenas de México se levantaron en armas en una acción

aparentemente desesperada y destinada, en palabras del propio Subcomandante

Marcos, a que el cielo les cayera encima para modificar el panorama político no sólo de

México, sino del mundo entero. 1994 será por eso un año inolvidable.

Y desde ese fondo de dignidad de los pueblos, cuyo estandarte ha sido sin duda el

ejemplo de Cuba, surgieron nuevos y poderosos movimientos en la América Latina, en

Bolivia, Ecuador, Brasil e, inesperadamente y contra toda expectativa, un movimiento

revolucionario encabezado por militares educados en Estados Unidos, los militares que

constituyeron el Movimiento de la Quinta República en Venezuela, bajo la dirección de

Hugo Chávez. Estos fenómenos sociales dieron al traste con uno de los proyectos

hegemónicos del imperio del Norte: el ALCA. Bajo la dirección activa e inteligente de los

presidentes de Venezuela, Argentina y Brasil, surgió una alternativa, la ALBA y, por

primera vez desde el fin de la segunda guerra, los gobiernos americanos dijeron no a

los dictados del imperialismo. Otro viento sopla desde el Sur y estimula a la Revolución,

pero también la reacción es terrible. Por esto, el escenario de máxima confrontación

esté también en Sudamérica, precisamente en Colombia, donde las FARC mantienen

su esfuerzo político militar desde hace más de 40 años. Permanecen y ahora enfrentan

una ofensiva directa del ejército de los Estados Unidos.

La dialéctica de la revolución y la restauración da un nuevo vuelco en la historia y el

imperialismo no es más el hegemónico, pero sus promociones ideológicas continúan y

se empeñan en derrotar la esperanza de los pueblos. Pese a que la desesperanza se

ha extendido entre la juventud de mundo, aún persisten las publicitadas ilusiones sobre

un futuro de progreso en el marco capitalista.


No obstante, la ideología cuando prende en las masas se vuelve una fuerza material

muy poderosa, según una fórmula de Marx, y las ilusiones que el aparador capitalista

impuso fueron más fuertes que el horror que ahora viven las masas en los países que

vivieron el llamado socialismo real.

En una encuesta realizada en los llamados países excomunistas por el Pew

Research Center en 2009, nos encontramos con unos sorprendentes resultados que

describen más elocuentemente la dialéctica a la que me he venido refiriendo. La

encuesta trata de medir la nostalgia por el régimen comunista y la experiencia de los 20

años del régimen de los mercados. En un blog situado en Budapest, Hungría, Josko,

autor de Crónicas Húngaras, nos transmite sobre esos resultados lo siguiente:

“De entre los países en los que se ha realizado la encuesta, Hungría es el más

nostálgico ya que el 72% de los encuestados afirman que se vivía mejor, frente al 8%

que piensan que es mejor ahora. En Ucrania o Bulgaria el 62% de los encuestados

piensan que se vivía mejor en el comunismo, frente al 12% ahora (en Ucrania) y el 13%

en Bulgaria (a su vez el 18% de los encuestados búlgaros piensan que la situación es

igual frente a un 13% en Ucrania).

“En Lituania, Eslovaquia o Rusia hay mucha más gente que piensa que se vivía mejor

antes, aunque son menos de la mitad de los encuestados (en Lituania 48% frente al

23%, en Eslovaquia un 48% frente a un 28%, en Rusia 45% frente al 33%).

“Por último, en Polonia o en Chequia, hay más población que piensa que se vive mejor

en la actualidad que durante la época comunista, así lo piensan el 45% de los checos

frente al 39% o el 47% de los polacos frente al 35%.”


Quizá el tema central de esta consideraciones sobre la nostalgia es el centro de toda

reflexión sobre la alienación: el trabajo.

En su naturaleza contradictoria, el trabajo libre nos hace productivos, nos hace

personas, pero también nos hace cosa en su condición alienada, nos convierte, como

ya establecimos al inicio, en elementos adicionales al proceso de producción, meros

apéndices de los procesos de generación de mercancías. Pero es, a la vez, necesario

para poder vivir. Así, aunque vivimos para trabajar y no al contrario, el empleo es la

llave de la vida de las personas en la época actual.

Sin embargo, precisamente la posibilidad de trabajar es la que se nos niega en esta

época, especialmente a los jóvenes. Aunque el desempleo es una condición propia del

capitalismo, es una regla básica para mantener las condiciones de explotación de los

que sí tienen trabajo, su dinámica mundial es una catástrofe hoy día. Sinónimo de la

crisis contemporánea del capitalismo es, simultáneamente, piedra de toque de la crisis

de conciencia en que nos encontramos.

Desde luego, el desempleo, la devastación de los puestos de trabajo y, por tanto, la

práctica inutilidad de las fuerzas más jóvenes del mundo, es un fenómeno extendido en

todo el planeta. Según la OIT, había en 2010 unos 205 millones de desempleados,

pese a la presunta recuperación de la crisis de 2008, pues por tercer año consecutivo el

desempleo en el mundo alcanzó la cifra de más de 200 millones de cesantes. A estos

parados, se suman mil 530 millones de personas con empleos vulnerables o

temporales, según el reporte Global Trends 2011 de esa organización. xxi

La misma fuente nos indica que en cuanto al desempleo juvenil las cosas están así:

“El desempleo juvenil, que ha sido el elemento desencadenante de estallidos

sociales en Grecia y Túnez, tiene una evolución igualmente desalentadora. El número


de personas de edades comprendidas entre 15 y 24 años que buscan activamente

trabajo tuvo una ligera reducción de 79,6 millones a 77,7 millones de personas, con una

tasa de 12,6% de desempleo.

“En algunos países, la situación es aún más grave, con un desempleo juvenil del

40%, mientras que los jóvenes en el sudeste de Asia y el Pacífico tienen 4,7 veces más

probabilidades de estar desempleados que los adultos. Una de las causas

fundamentales de la revolución en Túnez fue el malestar causado por tener un número

creciente de jóvenes sin empleo: la OIT estima que en el norte de África el 23,6% de

jóvenes económicamente activos estaban desempleados en 2010.” xxii

Así, los niveles de alienación se multiplican y se conjugan.

La lucha de clases, favorable hasta hoy en términos generales al capital, con la

resistencia y el triunfo parcial de distintas fuerzas del mundo, se despliega en múltiples

frentes, pero el más importante es el de la conciencia de las personas.

Por esto, la educación es un terreno clave de la lucha. En esto los maestros, desde

la educación básica, tienen un papel fundamental.

La guerra por el control de la mente humana es una realidad y la ignorancia de su

existencia, como la ignorancia en general misma, es una elemento clave de la

permanencia de la dominación del capital.

El control de las masas mediante las ilusiones que el Ministerio de la Verdad

reproduce diariamente, pese a la mala calidad de sus productos, se nos viene encima

mediante las pantallas. A la vez, el terrorismo desde las mismas pantallas y en el

terreno, mediante la guerra selectiva o la guerra abierta, tiene como propósito destruir

toda reserva de lucha, toda disidencia.


En esta guerra multidimensional la lucha por el control de las drogas es también

estratégica. Ya se ha documentado cómo el Pentágono anuló al movimiento pacifista

contra la guerra de Vietnam mediante la difusión en gran escala del uso del LSD. Así

anuló la resistencia de los Sioux a fines del siglo XIX, mediante otra droga potente: el

whisky.

Hoy día, la cocaína, el éxtasis, las anfetaminas, la mariguana y el alcohol son sus

armas sutiles para destruir toda voluntad.

No en balde podemos evocar, mediante una paráfrasis, una sentencia famosa del Dr.

Marx: las drogas son hoy la nueva religión con que los seres humanos nos evadimos

del horror de una existencia cosificada.

Hipótesis mexicana.

Escribí en las hipótesis que presiden esta sección de una revisión panorámica la

número “4: En México se despliega un plan estratégico de contención de la migración

latinoamericana a EUA. Los Z son parte de ese plan, como Al Qaida es parte de la

estrategia de sometimiento en los países musulmanes”.

Al respecto, sólo deseo aclarar que esta suposición, quizá un tanto audaz, está

determinada por las acciones criminales que se desarrollaron en San Fernando,

Tamaulipas, México, en la cual fueron asesinadas más de 200 personas, de las cuales

72 son inmigrantes centroamericanos. Las autoridades inculparon a Martín Omar

Estrada Luna alias “El Kilo”, presunto jefe de plaza del grupo delictivo “Los Zetas” en

San Fernando, Tamaulipas, como responsable de tales homicidios. xxiii

Alejandro Poiré, secretario técnico del Consejo de Seguridad Nacional, afirmó que su

hipótesis sobre el móvil de estos asesinatos es el reclutamiento forzoso y el secuestro.


En realidad, si atendemos a la historia que las mismas autoridades atribuyen al grupo

delictivo de “Los Zetas”, se trata de una organización que ha diversificado muchos sus

actividades y se ha fortalecido al punto de controlar una parte importante del territorio

nacional. Según las propias autoridades xxiv, al menos 40 ex integrantes de los “gafes”

(Grupos aeromóviles de fuerzas especiales) han desertado y se han integrado al “Cártel

del Golfo”, como parte de la banda de sicarios conocida como “Los Zetas”, bajo la

dirección del ex teniente Arturo Guzmán Decena, identificado como Z1, quien atendías

las órdenes de Osiel Cárdenas. El primero fue asesinado en 2002 y el segundo fue

extraditado a los Estados Unidos en 2007.

Así, el grupo es muy especial, entrenado por asesores estadounidenses en el uso de

equipos sofisticados y todo tipo de armas para el combate urbanos, en selva y desierto,

con una capacidad militar de organización y movilidad. Su propósito original es la

contrainsurgencia, pues fue creado luego de la insurrección zapatista.

Si tenemos en cuenta todo esto, resulta irrisorio suponer que su actuar tiene como

móvil el reclutamiento y el secuestro, pues es más rentable un servicio de inteligencia

para la contención de la migración, habida cuenta de la política agresiva que en este

terreno ha mostrado el gobierno estadounidense, que es definitivamente insuficiente

para evitar las oleadas de desempleados de Centroamérica, pudiendo recurrir a estos

medios en extremo violentos, sin responsabilidad para los autores intelectuales y de

alcance localizado.

Por esto, es posible pensar en una actividad más bien al servicio de la estrategia

continental de eliminación de los pobres, dentro de la exclusión de los trabajadores

desempleados y jóvenes, que pensar en una actividad criminal accesoria y hasta cierto
punto casual de una organización delictiva altamente especializada que disputa a otras

el control del mercado de drogas y otros delitos.

IV. Aternativa

Una figura emerge, inmarcesible, desde el fondo del escenario de terror que nos

impone este mundo dominado sin casi oposición por el capital. No es un fantasma, es

un ideal, es una aspiración, una figura a emular. Es un hombre.

Desde miles de fotos nos sonríe y nos invita a la acción.

Hoy día, frente a este panorama que torpemente he dibujado sigue incólume la

posibilidad de cambiar. Sigue incólume una fuerza a la que apelamos desde el siglo

XIX: nuestra voluntad.

Nuestra pura y débil voluntad, que el conocimiento, el amor y el trabajo libre

potenciará hasta seguir el derrotero marcado por el guerrillero heroico. Sólo contamos,

frente a los enormes recursos del enemigo, con una fuerza formidable si nos

disponemos a usarla: nuestra voluntad de lucha. Nuestra convicción de que es posible,

perfectamente posible otro mundo, un mundo donde el trabajo sea la regla de oro y no

la regla de la enajenación, sea la regla de la liberación.

Como dijera el gran argentino internacionalista:

"El trabajo debe dejar de ser una penosa necesidad para volverse un agradable

imperativo."

La voluntad de lucha es el objetivo de los enemigos de la humanidad porque es el

bastión del futuro que late en cada uno de nosotros. Sólo nuestra conciencia de la

necesidad de la revolución es la garantía de un futuro cierto y luminoso para la

humanidad.
Nuestra conciencia revolucionaria, nuestra convicción de que es posible el hombre

nuevo, de que es posible seguir el camino de Ernesto Guevara, es la alternativa a esta

crisis general del capitalismo contemporáneo.

Por eso hacemos nuestra su bandera.

“En cualquier lugar que nos sorprenda la muerte, bienvenida sea, siempre que

ése, nuestro grito de guerra, haya llegado a un oído receptivo, y otra mano se

tienda para empuñar nuestras armas, y otros hombres se apresten a entonar los

cantos luctuosos con tableteo de ametralladoras y nuevos gritos de guerra y de

victoria."xxv

A todos los compañeros que han ofrendado su vida, en cualquier forma, por el triunfo

del proletariado.

Muchas gracias.

Notas

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