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SESION 02

ANÁLISIS TÉCNICO JURÍDICO DEL EXPEDIENTE CONSTITUCIONAL

Necesidad de un paradigma adecuado al análisis jurídico1.

En cualquier medio social, los seres humanos están conectados unos con otros por
una compleja red de relaciones que por sus características especiales se denomina
sistema jurídico. Se trata de una estructura en la que uno de sus principales rasgos es
la complejidad. Para analizarla se puede ver desde diferentes ángulos, enfocando una
o varias de sus múltiples conformaciones, siendo cada una apropiada a un momento o
estadio de la dinámica social. Así, para profundizar en el tema, son diversas las
perspectivas que se presentan, como por ejemplo, la ordenación de sus componentes
formales, de su estructura operativa o bien de su estructura esencial. Además, se le
puede observar también desde la perspectiva de sus fundamentos y fines, de sus
valores, controles, escenarios, de sus diferentes momentos de realización - génesis,
actualidad y consecuencias -; o bien de la perspectiva de los sujetos - sus roles,
jerarquías e interacciones -, de los objetos - sus interconexiones, particularidades o
semejanzas -, etc. En realidad, es necesario poner de manifiesto el origen o fuente de
la cual efectivamente emerge el fenómeno jurídico, así como se desarrolla y se
ramifica en toda su complejidad. Teóricamente, se trata de establecer una referencia o
bien un paradigma que comporte su taxonomía o clasificación con todas sus
particularidades.

Además de tantos componentes e interacciones, dispuestos en diferentes niveles y


distintas dimensiones, que la convierten en un fenómeno complejo, esta red social se
extiende por todos los sectores de la actuación humana. Por otra parte, desde otros
puntos de vista, se sabe que la misma materia que la constituye compone otros
fenómenos sociales. De ahí que, para cada aspecto elegido u objeto delimitado bajo la
perspectiva jurídica, al observador que lo elija o lo delimite le toca describirlo y
representarlo en toda su riqueza de detalles, formas, contenidos, relaciones internas y

1
http://www.eumed.net/tesis/sb/1g.htm
correlaciones, como resultado de combinaciones de todos sus elementos más simples
y más complejos.

Apartar cualquier elemento de sus relaciones o conjunto de componentes de su


contexto lleva al observador a percepciones, conceptos o resultados parciales,
imprecisos, distorsionados, cargados de ambigüedad y contradicción, que no
representan el fenómeno jurídico en su totalidad y profundidad, además de que estos
cuando ontológicamente desconectados son absolutamente inútiles para la
experiencia jurídica concreta y, por supuesto, no cumplen su finalidad.

También necesita el observador, que se proponga examinarlo, instrumentos


adecuados para eliminar ambigüedades, imprecisiones y contradicciones, y además
de esto que le posibiliten reconocer diferencias, complementariedades e
incertidumbres en los procesos de interacción. Fundamentalmente, se deben manejar
instrumentos para conocerlo en su totalidad, pero sin mutilarlo. Sobre todo, se debe
investigar como partes interdependientes, ordenadas e interactuantes, que
constituyen, producen y reproducen la sociedad, o como proceso de interacciones, en
esfera local, regional, nacional o planetaria. Por lo tanto, se necesitan método y lógica
que respeten su estructura en su complejidad y funcionamiento. Sin estos
presupuestos, las dificultades ya comienzan en la tentativa de establecer conceptos,
ya que estos aislados y desconectados de sus interacciones no expresan lo mismo
que en la experiencia dinámica, porque, con relación al fenómeno jurídico, se trata de
un "todo" con partes heterogéneas, ordenadas y en interacción recurrente. En suma,
con las partes destacadas del engranaje jurídico ocurre igual que con los órganos
extirpados del cuerpo vivo: cambian de función y significado.

En oposición a la percepción que considera que la realidad y los conceptos se


componen de partes independientes unas de otras y que el todo no es más que la
suma de las partes, hace falta una percepción que considere el todo diferente de la
suma de las mismas. En realidad, hace falta una percepción sistémica, que permita
integrar las partes que interactúan como un todo inseparable y coherente.

En lo esencial, se debe decir que el fenómeno jurídico tiene una estructura compleja y
dinámica, que se modifica en el tiempo y en el espacio y que se debe respetar. Sus
movimientos siguen la dinámica de la vida social expresada por diferentes intereses,
grupos, sectores, jerarquías, etc. Se renueva constantemente, aunque de manera
recurrente, lo que permite, por otra parte, una continuidad renovada. Sus cambios
ocurren a veces rápidamente, como en las revoluciones o en los pactos sociales
celebrados para estos fines, y llevan a otros modos de relaciones sociales o a veces a
otra estructura social. Sin embargo, para conocerlo, se debe buscar especialmente su
estructura y su funcionamiento, aunque la estructura sea compleja y cambiante. De
hecho, en las ciencias jurídicas, como en las demás, hace falta conocer estos
elementos de su objeto, es decir, conocer la estructura y el funcionamiento de las
interacciones sociales en el orden establecido. Esto ocurre en cualquier campo del
conocimiento, como por ejemplo en la física atómica, con relación a los átomos; en la
química, con relación a las moléculas; en la anatomía y en la fisiología, con relación a
los organismos; o en la antropología social, con relación a la sociedad, etc.

En las formulaciones jurídicas tradicionales, el defecto fundamental y el gran desafío


residen en la incapacidad del concepto de abarcar la amplitud y la complejidad de la
estructura del Derecho, además de no alcanzar sus efectivos movimientos, sus reales
propósitos, así como otros elementos que circulan en su órbita; es decir, no alcanza la
amplitud de su estructura, de su dinámica y de su finalidad, tampoco descubre la
plenitud de sus nexos internos y externos. La extrema simplificación y segmentación
del pensamiento, con fines de ordenación, claridad y precisión, especialmente
seguridad en el plano procesal y de la práctica, ha producido como consecuencia la
mutilación de los conceptos o el reduccionismo y el unidimensionalismo en la
percepción de la realidad jurídica. Para unos, los conceptos se estructuran en torno a
la razón e intentan suprimir todo lo irracionalizable o pragmático y operativo; para otros
se estructuran en torno a dogmas ciegos y doctrinarios; o también en torno a la
dimensión pragmática y utilitaria, alejados de la razón, de los sentimientos y de la
ética, y sin más los colocan para la realización de su fin.

Por otra parte, si bien se mira, se verá que el Derecho se caracteriza por un
ordenamiento dado de los factores sociales, que en su dinámica insta a la realización
de determinados fines, es decir, a que las personas actúen de manera tal que la
realización de los fines se aproxime a la descripción de lo ideal; de hecho, se trata de
un orden ideal, conceptual, por un lado, y de un orden real de los factores sociales, por
otro, dispuestos de tal forma que compongan un sistema para que en la realidad se
consiga un determinado fin. En el orden normativo sucede como en los órdenes de las
cosas en general. En este sentido, una cosa es un orden. Una cosa dada es la materia
en el orden (de un sistema, estructura o jerarquía) que le es propia. Un piano, por
ejemplo, es el conjunto de sus piezas puestas en el orden del piano. Pero, en las
piezas dispersas del piano no se consigue verlo, ni tampoco ejecutar una partitura. En
el desorden, sus piezas no lo representan, tampoco cumplen su finalidad. Cuando se
deshace el orden de una cosa, ésta se la deshace. Para reconstruirla se debe poner el
material de construcción en su orden. De otra manera no se llega a su fin, es decir, no
se llega a la cosa hecha, apta para el fin al cual se destina. Un automóvil, un
ordenador, o un aparato tecnológico cualquiera exige un orden específico de sus
componentes para que funcione y cumpla su fin. Una cosa mal hecha significa un
defecto en su orden, o el desorden, de tal manera que no se sirve para lo que se
destina. Por otra parte, el orden no tiene significado por sí mismo, sino que atiende a
un fin. Así que, una cosa es un orden, en potencia o en acto, hacia un fin. En el reloj
se tiene el ejemplo clásico con el cual se demuestra que ninguna de las partes fuera
del sistema o fuera de su orden realiza su fin. En este sentido, ninguna de sus piezas,
aisladamente o en otro orden, es capaz de marcar el tiempo. Sin embargo, con el
conjunto de sus piezas en el orden propio del reloj, es decir, interrelacionadas e
interactuando según su fin, se puede indicar la hora o medir el tiempo. En lo que se
refiere al Derecho, se supone un orden ideal de los factores sociales, del cual se hace
una representación formal, y un orden real (institucional, administrativo y coercitivo)
que conjuga estos factores en una dinámica propia para la consecución de sus fines.

El orden ideal (orden del pensamiento) conectado con la acción (orden práctico) es el
orden o pensamiento emprendido con vistas a conseguir un fin. Con relación al
Derecho, el orden ideal es el pensamiento que se mueve en dirección a su fin, es
decir, el pensamiento en acto hacia su fin en potencia. En su plenitud, el Derecho
ocurre en la proporción o en la medida que la idea (el orden conceptual), en
movimiento, se aproxima y realiza su fin (un orden social dado según una estructura
de poder). Por otra parte, un orden dado es lo que hace y pone a la vista una cosa
dada. Así, siendo el Derecho por una parte un orden conceptual puesto y por otra un
orden social establecido, la disposición o el orden de los conceptos sobre los factores
mentales y sociales, en acción a cumplir los fines del Derecho, es lo que lo constituye
en su plenitud, y además es lo que lo pone de manifiesto. Por consiguiente, el Derecho
se forma de un orden de los factores personales y sociales, en el plano conceptual y
en el plano de la acción, dispuestos y destinados a la consecución de los fines que le
atribuyen sus autores. En síntesis, resalta que en esencia se trata de un orden
conceptual dado, realizándose en un orden social específico, ambos con una
representación simbólica dada en el plano formal.

Con referencia a los conceptos, también se revelan bajo un orden específico de sus
elementos constituyentes además de integrar un sistema más amplio en el cual
cumplen un determinado fin. En cuanto a los conceptos en el campo del Derecho,
como elementos del sistema jurídico, no tienen sentido y no cumplen sus fines si son
concebidos aisladamente, excluyentes, desconectados o dicotómicos, alejados de la
totalidad o de la experiencia jurídica concreta. No se pueden concebir, estructurar u
ordenar dichos conceptos sino según un método que efectivamente los aproxime y los
encaje en la complejidad de las acciones, interacciones y determinaciones sociales.
Un ordenamiento coherente de los conceptos jurídicos, ante las diferencias y
multiplicidad de factores de la vida social, permite la estructuración del fenómeno
jurídico como una unidad compleja y dinámica, es decir, como un sistema. De otro
modo, el sistema jurídico no soportaría las presiones internas o externas, o la falta de
interés, motivos por los que surgen la agitación, el desorden o la degradación del
sistema, o bien el orden por la fuerza o la tiranía de sectores con mayor poder en
algún ámbito material, formal o moral. En cualquiera de las hipótesis, en el plano de
los hechos, las consecuencias mediatas o inmediatas son las crisis políticas,
económicas, sociales, etc., la absoluta incertidumbre, la ineficacia del ordenamiento y
la marginación de innumerables colectivos del supuesto orden social establecido.

Sin embargo, para que se constituya, se analice o actúe según su orden, en toda su
complejidad, con todos sus componentes y en la disposición adecuada a la
consecución de su fin, es indispensable manejar un conjunto de principios, conceptos
y estructuras que proporcionen modelos coherentes de investigación, representación y
actuación en su contexto. Estos modelos son derivados de paradigmas o matrices que
dan respaldo a un ordenamiento jurídico dado; es decir, son los paradigmas que
permiten, a cualquier área de conocimiento y acción, la especificación, la clasificación
y la articulación de las partes constituyentes, conceptos, teorías, creencias,
sentimientos y experiencias inherentes al orden jurídico. En realidad, varios elementos
constituyen la materia del Derecho, como también cada elemento del fenómeno
jurídico puede constituir materia de diversas realidades y ciencias. Con esto se puede
decir que no hay exclusividad en la materia constituyente del fenómeno social. Al
revés, en el ámbito material los fenómenos sociales se cruzan, son interdisciplinarios o
sistémicos. Y la diferenciación y delimitación del campo de cada ciencia se da en
razón de los procedimientos y métodos con los que se trabaja el hecho social.

Ante esto, y en especial a la complejidad de los fenómenos jurídicos, es necesario


encontrar modelos, estructuras y paradigmas que permitan resolver aparentes
contradicciones en la existencia simultánea del Uno y de los Múltiples en la
totalidad14. Históricamente, en la cultura de la humanidad, para lidiar con lo que es
múltiple, se suele trabajar con unidades aisladas, que se encuentran o se chocan al
azar, sin ningún patrón de interacción, o bien con conceptos de unidades y colectivos,
que simplemente contraponen singular y plural, como hacen las gramáticas, sin reflejar
la dinámica y la interacción entre las partes; también se suele usar, por otra lado,
conceptos compuestos formados por pares de elementos simplemente dicotómicos o
en contradicción-complementariedad, como en las dicotomías bien/mal,
verdad/falsedad, justo/injusto, en el concepto chino del Yin y Yang, o en la concepción
dialéctica tesis/antítesis, opresor/oprimido, etc.; o bien, para algunos campos de
conocimiento, se suelen usar compuestos formados por tríadas de elementos que
encierran competencia y cooperación, como en los tres elementos del átomo, en las
tres caras de la divinidad, o en los tres poderes del Estado, etc.

Del monádico a lo triádico

Con relación a las tríadas, ya se podían ver como paradigma de percepción y


actuación ante la realidad en las teologías del Egipto antiguo, en la mística de la India
o en las reflexiones de algunos de los grandes pensadores de la antigüedad. Por otra
parte, en la actualidad, también ocurre su afirmación en muchos campos del
conocimiento, que las adoptan como paradigma científico como se verá más adelante.

Conclusiones

El análisis jurídico suele realizarse desde perspectivas monistas, dualistas, trialistas o

pluralistas indefinidas. Sin embargo, desde cualquier de estas perspectivas se puede

realizarlo reduccionista y unidimensional, fijándose exclusivamente en una dimensión,

sea la de la razón, sea a de la acción, o sea la de la finalidad.

Ante la complejidad del Derecho, que se manifiesta de variados modos y en diferentes

planos, con distintas jerarquías de sus factores componentes según el tiempo y el

lugar, para el análisis jurídico se necesita un paradigma ordenador pluralista, explícito,


que permita matizaciones en profundidad y amplitud de las interrelaciones que se

realizan en el sistema jurídico.

DEL EXPEDIENTE CONSTITUCIONAL.

Análisis jurídico

El primer objetivo de este estudio es identificar el marco jurídico constitucional


aplicable a los casos en concreto.

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