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El próximo 

martes 7 la comunidad católica celebrará a su santo del Pan y el Trabajo,


Cayetano, conde de Thiene, cura y abogado, benefactor de los pobres, protector de
los enfermos y dispensador de paz, nacido en Vicenza, Italia, en 1480. 

Se cuenta que la beata María Antonia de la Paz y Figueroa, fundadora de


esa congregación en Córdoba, llegó a pie a la Capital Federal para iniciar en
Liniers su labor religiosa, que entre sus obras incluyó la construcción de una
capilla dedicada a san Cayetano como segundo patrono. 

En 1875 otra más amplia la reemplazó, y en 1900, una tercera, que dio origen
a la actual parroquia, porque a la cada vez más grande feligresía local se
sumaban los fieles que traía el flamante tren del oeste desde otros lugares. 

El nuevo templo, situado sobre la calle Cuzco, tenía un san Cayetano sin el


niño Jesús en sus brazos, pero más tarde fue reemplazado por otro, que sí lo
tenía. En 1913 se lo declaró Parroquia de San Cayetano y en 1937 se.  lo
volvió a ampliar. 

De estirpe nobiliaria y con fuertes dotes intelectuales, Gaetano de Thiene


-tal su nombre- estudió filosofía y teología, se doctoró en Derecho Civil y
Eclesiástico, se ordenó sacerdote y donó sus bienes a la Congregación de los
Teatinos. 

" Pasó su vida haciendo el bien", dicen sus biógrafos; combatió la pobreza, la


injusticia y la corrupción; fundó un banco para los pobres; levantó
hospitales para enfermos incurables y ayudó a restablecer la paz entre Roma
y Venecia, y luego entre España y Nápoles. Su lema fue: " Nada para sí, todo
para el prójimo". 

El 12 de abril de 1671 el Papa lo santificó junto con Rosa de Lima y Luis


Beltrán -ambos difusores del Evangelio en Latinoamérica- Francisco de
Borja y Felipe Benicio. 

Su condición de patrono del Pan y el Trabajo emergió a posteriori, a


consecuencia de la crisis mundial de 1929, que aquí desembocó en la
revolución del '30 y se prolongó hasta el '40. Pobreza, inflación y
desocupación, fueron el signo de la época. 
Frente a este panorama, el padre Domingo Falgioni, a cargo del templo entre
1928 y 1938, se propuso reavivar la fe y la esperanza en Dios, mediante la
intercesión de san Cayetano: realizó una campaña evangelizadora a través del
diario católico El Pueblo e imprimió por primera vez la estampa del santo
con espigas. 

La devoción creció de manera inusitada y pronto proliferaron casas y


negocios en torno a la parroquia, dando forma al barrio de Liniers, que bien
podría haberse llamado San Cayetano. 

Los 7 de cada mes, trabajadores y artistas concurrían a la parroquia a darle las


gracias al santo; el violinista Pedro Napolitano, concertino de la orquesta del
Teatro Colón, cumplía cada 7 de agosto en acompañar con el violín la misa de
once. 

Pero, ¿conoció sor María de la Paz y Figueroa la obra del santo, entonces


ignorada en América? ¿Por qué lo eligió patrono? Posiblemente, fueron
los misioneros jesuitas españoles quienes le hablaron de aquel noble que
abrazó la causa de los pobres y que tuvo dos veces una destacada actuación
diplomática en la guerra. 

La primera vez, siendo conde, fue nombrado por el Papa Julio II en un


importante puesto en la Cancillería de los Estados Pontificios, desde
donde logró evitar la guerra entre Venecia y Roma. Ganó con esto enorme
prestigio, pero lo abandonó todo: " Uniré mi propia vida a la Cruz de
Cristo. Seré sacerdote", dijo. 

La segunda vez, fue en 1547, cuando el pueblo de Nápoles se rebeló contra el


virrey español y la gente se enfrentó a las tropas de Carlos V en las calles y
las plazas. 

El cura Cayetano, que había rogado un acuerdo, enfermó gravemente y, sin


dejar de rezar, murió a las cinco de la tarde del 7 de agosto de 1547. Pero
esa misma noche, sorpresivamente, los embajadores del emperador acordaron
una paz justa, milagro que el pueblo de Nápoles le atribuyó a Cayetano.

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