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Nada que sea intuido en el espacio es una cosa en sí misma, y el espacio no es una forma que

pertenezca como una propiedad a las cosas; pues los objetos nos son completamente desconocidos
en sí mismos, y lo que llamamos objetos externos no son otra cosa que meras representaciones de
nuestra sensibilidad cuya forma es el espacio, pero cuyo objeto correspondiente real en sí mismo no
es conocido por medio de estas representaciones, ni tampoco puede serlo nunca, y sobre el cual, en
la experiencia, no se pregunta nunca.
Las cosas que nosotros intuimos no son en sí mismas las que nuestra representación de ellas nos da
por la intuición, ni tampoco son las relaciones que ellas guardan entre sí las mismas que aparecen
ante nosotros; y si excluimos al sujeto, o cuando menos la constitución subjetiva de nuestros
sentidos en general, no sólo desaparecerán la naturaleza y las relaciones de los objetos en el espacio,
sino que desaparecerán también el espacio y el tiempo mismos.

Crítica de la Razón Pura. Emmanuel Kant

En nuestro esfuerzo por comprender la realidad nos parecemos a un hombre que trata de entender el
mecanismo de un reloj cerrado. Ve la esfera y las manecillas que se mueven, oye también su tictac,
pero no puede abrir la caja. Si es ingenioso puede imaginarse un mecanismo que sería la causa de
todo lo que observa, pero nunca podría estar completamente seguro de que su representación es la
única que podría explicar sus observaciones. Nunca podrá comparar su representación con el
mecanismo real y tampoco puede imaginar la posibilidad o el sentido de tal comparación.

La evolución de la Física. Albert Einstein

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