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Guadalajara Jal.

México, 23 de abril del 2017


Logia Libre Melquizedek No. 1
A la gloria del Creador
Queridos Hermanos:

El ahorro
Frente al monasterio se instaló un mercader. Puso en una mesa un montón de cubos con
filamentos y proclamó: “¡hoy, gran barata de gragrofos! ¡Compre uno antes de que se
acaben! Un monje dejó de rezar y corrió hacia el vendedor. ¿Cuánto cuestan? “Cien
pesos”. Lástima, tengo sólo ochenta. ¡No importa le rebajo los veinte que le faltan…! El
religioso compró su gragrofo y dando bailoteos fue a mostrarlo al padre superior.
“¡Hermano ahorré veinte pesos!” el viejo lo miró con piedad: “¡no! ¡Perdiste ochenta,
porque los gragrofos no sirven para nada!”
*Cuántas veces en nuestra vida creemos que ahorramos, consumidores ciegos, llenamos
nuestros hogares de basura.

La vendedora de lámparas y narices


En aquella ciudad ninguna casa tenía ventanas. Las habitaciones eran cubos negros. No
se conocía la luz. En las calles corrían ríos de tinieblas porque la atmósfera contaminada
formaba un escudo impenetrable a las caricias del sol. Los habitantes de ese mundo no
tenían nariz. Sintiéndose felices, habitaban en la sombra, sólo preocupados de trabajar
para llenar su estómago y satisfacer sus deseos sexuales...

Un buen día apareció una anciana que gritaba: ¡Vendo una lámpara y una nariz!” Un
ciudadano que por allí pasaba se sintió atraído hacia la extraña mujer: sus ojos
relumbraban en la negrura como dos luciérnagas. Compró la lámpara y la nariz. Cuando
quiso pagar, la anciana se negó a recibir el dinero. El hombre regresó rápidamente al
cubículo. Apenas cerró la puerta, un insoportable olor se le metió por las fosas nasales
para zaherir su cerebro. Encendió la lámpara. Lo que él creía una pieza hermosa, limpia,
tranquila, era un nido de arañas, basura, alimentos podridos, muebles apolillados, capas
de grasa, excrementos de rata. ¡No pudo permanecer en ese asqueroso lugar! Recorrió
las calles hasta encontrar a la vieja. “Bruja, ¿qué hizo con mi elegante mansión? Antes yo
vivía bien, como todo el mundo, pero apenas me puse su nariz y encendí la lámpara, esos
dos objetos cambiaron mi mundo. ¿Por qué tanta maldad?” La señora respondió: ¡Tu
mundo no fue cambiado: es así! Antes no te dabas cuenta y creías estar bien en un sitio
que tarde o temprano te hubiera destruido. Cuando se adquieren nuevos órganos y se
hace la luz, sufrimos porque nos vemos como somos realmente y no como imaginamos
ser. Ahora que sabes cuál es tu realidad, debes abrir ventanas, matar parásitos, limpiar
paredes, desinfectar el lugar y serás feliz. ¡Entonces dale la lámpara y la nariz a otro
ciudadano, como lo hice yo!
*Al leer este cuento pensé que un buen nombre sería: “el despertar de la conciencia”, el
personaje atraviesa un proceso parecido metafóricamente hablando, en el que hay que
limpiar viejas creencias, ideas, costumbres, hábitos, que alguna manera llenan de mugre
nuestra mente, duele, pero libera y brinda felicidad, aprovechemos la lámpara y la nariz.
Bibliografía: La vida es un cuento. Alejandro Jodorowsky
Sandra Oseguera.

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