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Módulo 1
Unidad 1
Lectura 1

Derecho de Integración Regional


Profesora María Cecilia Caro Leopoldo
 

UNIDAD 1: LA INTEGRACIÓN
REGIONAL.
En la presente unidad, se analizarán los antecedentes históricos e
institucionales más relevantes del fenómeno de la integración regional
supranacional, a los fines de brindarle al alumno un panorama general y
comparado de sus características a lo largo del tiempo.

Además, se identificarán los elementos fundamentales de cada uno de los


modelos de integración conocidos, es decir, la zona de libre comercio, la
unión aduanera, el mercado común, la unión económica y monetaria y la
unión política, haciendo especial referencia a los procesos de integración
del Mercosur y la Unión Europea y los pasos dados con relación a cada uno
de estos modelos.

1.1. Los procesos de


integración regional: origen,
evolución, caracteres
generales.
Conceptos básicos sobre integración

El estudio del derecho de la Integración reclama un examen previo de


algunos conceptos básicos sobre la integración regional.

La palabra integración viene del latín integratio – onis; significa constituir


las partes un todo, unirse a un grupo para formar parte de él. La
integración económica por su parte, es definida por Bela Balassa como “un
proceso o estado de cosas por el cual diferentes naciones deciden formar un
grupo regional” (Citado por Arnaud, 1999, p. 21). Se diferencia de la

 
 
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cooperación en cuanto que esta última supone acciones destinadas a


disminuir la discriminación, como es el caso de los acuerdos
internacionales sobre políticas comerciales, a diferencia de los procesos de
integración económica que comprenden medidas para suprimir algunas
formas de discriminación, como la eliminación de las barreras al comercio.

Para contextualizar conceptualmente los procesos de integración, es


importante destacar que respecto a los modos de promover el comercio
internacional, existen varias concepciones (Arnaud, 1999):

• El bilateralismo, en donde los países negocian entre sí tratados


bilaterales por medio de los cuales otorgan y reciben concesiones que no
extienden a terceros países;

• El multilateralismo, basado en normas e instituciones internacionales


que promueven un comercio fluido entre los Estados, apoyado en
ciertas reglas de juego como las del GATT (Acuerdo General sobre
Aranceles Aduaneros y Comercio), hoy OMC (Organización Mundial del
Comercio); y

• El regionalismo, dentro del cual se encuadra el fenómeno de la


integración regional y la constitución de bloques económicos.

El regionalismo, concepción dentro de la cual se encuadra la integración


económica, busca eliminar la discriminación comercial entre los Estados
partes de un bloque, por medio de acuerdos preferenciales, que son a su vez
de carácter discriminatorio respecto a los terceros países. Ello conlleva el
riesgo de la fragmentación económica y política en bloques antagónicos, la
cual puede ser evitada mediante la adopción de un regionalismo abierto,
para evitar crear incentivos que aumenten la interacción económica entre
los miembros del sistema a expensas del resto del mundo (Arnaud, 1999).

El regionalismo se vincula con dos conceptos importantes: 1) la creación de


comercio, que ocurre cuando en razón de pertenecer a una zona de libre
comercio o a una unión aduanera, un país pasa de una fuente exterior de
abastecimiento de precios más elevados, a una más barata; y 2) la
desviación de comercio, que se produce cuando como resultado del arancel
externo común de una unión aduanera, los países se ven forzados a
comprar dentro de la misma lo que antes importaban más barato del resto
del mundo.

 
 
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En un proceso de integración regional, el desvío de comercio será mayor


cuanto menor sea la participación del socio de las importaciones externas,
menor su eficiencia productiva y mayor el margen de preferencia concedido
(Arnaud, 1999). Siempre implica un costo de bienestar para el país de
menor desarrollo relativo del bloque, en cuanto que éste debe reemplazar
importaciones más eficientes provenientes de extrazona, por otras
originarias del socio al que se le otorga la preferencia. En conclusión, en un
proceso de integración, siempre son los países de menor desarrollo los que
sufren una mayor desviación del comercio, comparados con los Estados de
mayor desarrollo económico.

¿Cuáles son las razones para constituir o sumarse a un


proceso de integración?

Sin lugar a dudas, la integración a la que nos referimos es un fenómeno que


se da en el escenario del sistema internacional; sus actores son los mismos
que protagonizan el múltiple juego de interacciones en el que consiste dicho
sistema, es decir, las comunidades políticas estatales y los grupos sociales y
políticos situados en el ámbito jurisdiccional de los Estados (Zelada
Castedo, 1989). En sentido estricto, la integración sería una de las formas
de interacción de dichos actores, basado en el impulso originado en el
desarrollo inherente de éstos y orientado históricamente hacia la formación
progresiva de una verdadera sociedad internacional.

El fenómeno de la integración entre los actores del sistema internacional, se


encuentra íntimamente relacionado con los fenómenos de la interacción y
la interdependencia. La base o supuesto del proceso de integración es la
interacción entre los actores participantes, y la interdependencia es la más
típica de sus manifestaciones. Sin embargo, a pesar de que tanto interacción
como interdependencia resultan necesarias, no son tampoco suficientes
(Zelada Castedo, 1989).

En efecto, para poder apreciar un proceso de estas características, es


necesario indagar en busca de aquellos factores que provean a las
interacciones y a la interdependencia de un sentido y una finalidad
extrínsecos. Se trata de buscar en definitiva, el propósito convergente de los
actores involucrados de conseguir por ese medio, determinados objetivos,
previamente valorados, que en el plano económico podrían consistir en el
mayor bienestar, y en el plano político, en la mayor seguridad.

 
 
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Arnaud (1999) señala que la integración económica es un medio y no un fin,


en cuanto que posibilita alcanzar un mayor grado de desarrollo económico
sustentable, al permitir el logro de mayores mercados, incremento del
comercio, aumento del empleo, mejor calidad de vida, progreso social y
mayor poder de negociación.

Es condición para la realización de un proceso de integración el que los


Estados partes estén convencidos no sólo de que pertenecer al mismo
resulta conforme a su interés nacional, sino que es también del interés y
beneficio común de todos los integrantes del esquema; a ello se llega como
producto de un juicio sobre la base de ponderar las condiciones de cada
país, las similitudes y asimetrías entre los eventuales socios, las
compensaciones a las que hubiere lugar, las alternativas posibles y la
posibilidad de aislamiento internacional en caso de no incorporarse o elegir
otra opción.

Caracteres generales

La integración es el resultado, al mismo tiempo, del impulso expansivo


inherente a los actores participantes –comunidades políticas, estructuras
económicas y grupos sociales y políticos- y de una acción o grupo de
acciones deliberadas, que le confieren al proceso una orientación racional y
un desarrollo controlable y controlado. Ello nos permitiría distinguir
analíticamente una integración real, que es la provocada por fuerzas y
factores históricos objetivos, y la política de integración, que sería la
integración como un conjunto de actos deliberados orientados hacia el logro
de la primera como un medio para alanzar valores extrínsecos (Zelada
Castedo, 1989).

Esta distinción supone excluir del concepto de integración a todo proceso


fundado en la fuerza, limitándonos por tanto a la consideración de aquellos
procesos que por el contrario, se basan en el consentimiento de los actores
participantes. Por lo tanto, la integración se diferencia del establecimiento
de los imperios por la fuerza, en cuanto que en aquélla, o bien media un
acto deliberado y voluntario de los interesados, o bien es el resultado de
consecuencias imprevistas de sus decisiones, pero nunca puede estar
basada en la fuerza (Haas, citado por Arnaud, 1999). Como consecuencia,
los procesos genuinos de integración –al ser siempre consensuados- se
encuentran basados es un sistema de normas de derecho, y poseen algún
grado de legitimidad.

 
 
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La integración así concebida es un proceso que puede darse tanto a nivel del
sistema internacional global, como en el ámbito geográficamente
restringido de los subsistemas regionales. De allí que pueda distinguirse
entre una integración internacional y una integración regional. La primera
–que constituye un aspecto de la dinámica de la sociedad internacional-
alude a la superación de entidades políticas menores, mediante su fusión en
entidades de mayor extensión superficial, y puede abarcar desde la simple
conclusión de tratados de paz y alianza hasta la formación de
confederaciones, federaciones y otras uniones de Estados (Medina, citado
por Zelada Castedo, 1989).

La integración regional por su parte, que es la que aquí nos interesa, se


refiere a un proceso que tiene lugar entre dos o más Estados, en una escala
geográficamente limitada, y en un plano inferior al de la integración global.

Ambos modos de integración constituyen un instrumento de la política


internacional, y por ello, adoptan alguno de los objetivos básicos de ésta
(como el mantenimiento de la paz y la seguridad dentro del sistema). Para
alcanzar tales objetivos, recurren a aquellos elementos del comportamiento
y de las interacciones entre los Estados que encierran un potencial
fundamentalmente cooperativo.

En otras palabras, en la dicotomía de las relaciones internacionales vistas


como interacciones de conflicto vs. interacciones de cooperación, la
integración se ubica dentro de este segundo grupo de formas de
relacionamiento entre los Estados. Su función primordial, desde el punto de
vista de los fines de la política internacional, será la identificación racional
de materias y procedimientos de relación entre los Estados de naturaleza
preferentemente cooperativa, y en la elaboración, sobre dicha base, de un
interés compartido destinado a dar fundamento a un conjunto de acciones
destinadas a eliminar las interacciones de conflicto, o al menos, a atenuar
sus efectos.

Desde el punto de vista de la materia por su parte, es posible distinguir una


integración política de una integración económica y social. Se aclara que
en la práctica, ambas dimensiones están estrechamente relacionadas y su
diferenciación suele ser sólo a los fines analíticos.

En este sentido, la integración política es la que se refiere a las interacciones


y a la interdependencia entre las comunidades políticas independientes
denominadas Estados, mientras que la económica y social alude a las

 
 
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estructuras económicas y los grupos sociales y políticos pertenecientes a


jurisdicciones estatales diferentes. Normalmente las diversas políticas de
integración suelen poner el acento en uno u otro objetivo material.

Es la integración económica (aunque también haremos referencia a la


integración política, como etapa superior de evolución de aquélla) la que
nos interesa a los fines de esta exposición. Se entiende comprendida dentro
de las formas de las relaciones económicas contemporáneas entre los
Estados, juntamente con el libre comercio y la cooperación económica.
Tamames la define como “un proceso mediante el cual dos o más mercados
nacionales previamente separados y de dimensiones unitarias poco
adecuadas, se unen para formar un solo mercado, de una dimensión más
idónea” (citado por Zelada Castedo, 1989, p.16).

Bela Balassa por su parte, define a la integración económica como un


proceso y una situación de las actividades económicas (citado por Arnaud,
1999). Considerada como proceso, se encuentra acompañada de medidas
dirigidas a abolir la discriminación entre unidades económicas
pertenecientes a diferentes economías nacionales; vista como una situación
de negocios, se caracteriza por su parte por la ausencia de varias formas de
discriminación entre economías nacionales.

En función de estas distinciones, es importante señalar que los estudios


sobre la integración económica abarcan tanto la determinación de los
efectos reales de los acuerdos o programas pertinentes en las estructuras o
actividades económicas nacionales, como la identificación de instrumentos
de las políticas de integración destinados a lograr de manera efectiva, los
beneficios derivados de la eliminación de los obstáculos a las transacciones
entre dichas estructuras. Se presume que la mayor interdependencia entre
éstas favorece el mejoramiento de su aptitud para satisfacer más
eficientemente las necesidades individuales y colectivas. De igual manera,
la mayor competencia y la mejor utilización de las economías de escala,
resultantes del establecimiento de mercados comunes entre los países que
se integran, estimularán una mejor asignación de los recursos productivos,
y promoverán por este medio, un mayor bienestar.

En resumen, son caracteres de la integración económica los siguientes:

• Se trata de un proceso y una situación.

 
 
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• Se refiere a las relaciones económicas entre los Estados y a las


transacciones a través de las fronteras estatales, entre otros agentes
económicos.

• Consiste en la eliminación de restricciones y discriminaciones a las


transacciones económicas.

• Afecta la asignación de recursos para la producción, la localización de


las actividades productivas y la división del trabajo entre las unidades
que se integran.

Origen y evolución de los procesos de integración regional

La historia del progreso económico de los pueblos se identifica, a grandes


rasgos, con la historia de su integración. Se manifiesta en el paso de
unidades económicas reducidas y cerradas —la familia, la aldea, el Estado-
ciudad— hacia unidades económicas cada vez más extensas —la Nación, el
orbe civilizado y, en último término, el mercado y la economía mundial—.

Las grandes etapas de crecimiento económico han coincidido con poderosas


ondas de integración. Así sucedió con la integración interna de las
economías de los modernos Estados nacionales, con el largo proceso de
liberalización y ampliación del comercio mundial que se extiende desde la
revolución industrial inglesa hasta la Primera Guerra Mundial, y con el
decidido y renovador movimiento integracionista que tiene lugar después
de la última guerra mundial. Por el contrario, las etapas de relativa
regresión y aun de violenta y agresiva hostilidad ideológica y nacional han
coincidido con períodos de desintegración y aislamiento económico de los
pueblos. Eso ocurrió, por ejemplo, con el período que se sitúa entre las dos
guerras mundiales y, en particular, con el que inicia la gran depresión.

Señala Ekmedjian (1996) que la integración de distintos pueblos es un


fenómeno que históricamente se ha producido de dos maneras: por medio
de la fuerza, como la mayoría de los imperios más importantes (el de los
faraones, el asirio, el chino, el persa, el romano, el azteca, el soviético, etc.)
o de modo voluntario, con la conciencia de su pertenencia a un tronco
común (como la civilización griega, el pueblo judío y el pueblo árabe).

Los procesos de integración regional se encuadran dentro de este segundo


tipo de procesos, esto es, en la integración voluntaria de pueblos distintos,
que es para el autor que comentamos, un fenómeno relativamente reciente
y con efectos de mayor alcance.

 
 
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Fue sobre todo a partir de la Segunda Guerra Mundial que la integración


regional cobró una especial relevancia, tanto en Europa como en América,
al concientizarse los Estados de la imposibilidad de satisfacer
individualmente determinados requerimientos. En una y otra región sin
embargo, las motivaciones fueron distintas.

En el caso de Europa, tres realidades mostraron la necesidad de esta nueva


orientación hacia la integración:

En primer lugar, la conciencia de los europeos de su propia debilidad. La


Segunda Guerra Mundial había puesto fin definitivo a la tradicional
hegemonía europea en el mundo. Las dos nuevas superpotencias, los
Estados Unidos y la Unión Soviética, tenían un poder económico, político y
militar muy superior al del heterogéneo conjunto de estados europeos.

En segundo lugar, la convicción de que había que evitar por todos los
medios la vuelta a un enfrentamiento entre los estados europeos. Las dos
guerras mundiales se habían iniciado como "guerras civiles" europeas, y
nuestro continente había sido el principal campo de batalla en ambas. Se
trataba, esencialmente, de buscar un acomodo entre Francia y Alemania,
que contara con el visto bueno de EE.UU. La unidad era el camino para
garantizar la paz.

En tercer lugar, el deseo extendido entre muchos europeos de crear un


continente más libre, justo y próspero en el que las relaciones
internacionales se desarrollaran en un marco de concordia.

En el caso de Latinoamérica, las causas de la integración respondían más


bien a una profunda modificación de mentalidad operada en las décadas
previas, merced a una traumática y frustrante experiencia que imbuyó los
ánimos del convencimiento de la necesidad de un cambio (Uriondo, 1996).

Puede afirmarse en este sentido, que la integración alcanza real


protagonismo en Latinoamérica en la segunda mitad del siglo XX, a tenor
con las nuevas exigencias y necesidades de la vida económica, social y
política del mundo y la región, así como de la aparición y desarrollo de un
sistema de instituciones supranacionales en cuyo centro se encuentra la
Organización de Naciones Unidas (ONU). En ese contexto, la Comisión
Económica para América Latina (CEPAL) se convirtió no sólo en el
principal centro generador de teorías sobre el desarrollo de la región, sino

 
 
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además en plataforma para la implementación de políticas económicas


encaminadas al mismo fin.

A partir de entonces, el mundo se va estructurando sobre la base de grandes


bloques económicos, más o menos institucionalizados jurídicamente, pero
con un gran poder económico, financiero, tecnológico, y por consiguiente,
político (Ekmedjian, 1996).

Es en este nuevo escenario donde se crean y afianzan las Comunidades


Europeas –actualmente Unión Europea- a las que luego se le sumarán el
NAFTA (North American Free Trade Agreement), el MERCOSUR (Mercado
Común del Sur), la Asociación de Naciones del Sudeste Asiático (ANSEA) y
la Comunidad Andina (CAN), entre otros procesos.

Se trata de uno de los fenómenos más dinámicos de la vida contemporánea;


es la erosión de la vieja idea de soberanía de los Estados modernos, aunque
paralelamente a esta noción, se tiene en claro que no significan la
desaparición de los Estados. Eso sí, como señala Uriondo (1996), los
mismos se asocian a fin de ampliar las dimensiones de sus mercados para
acelerar el desarrollo económico.

En efecto, la conformación de bloques regionales o subregionales que


generen un marco para la libre circulación de bienes, servicios, personas y
capitales dentro de ellos, se ha convertido en la única vía apta para competir
en el comercio internacional y participar en las negociaciones en un pie de
igualdad.

1.2. Los modelos de


integración regional:
Tomando en cuenta que la integración es un proceso, el cual pasa por
diversas etapas en forma paulatina y progresiva, es posible establecer una
clasificación según el grado de integración, donde cada una de las etapas o
grados tiene ciertos rasgos esenciales que la distinguen tanto de la etapa
inmediatamente anterior como de la posterior.

Existe un consenso más o menos amplio en la literatura que trata esta


temática respecto de cuáles son los modelos de integración más

 
 
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importantes1. A los efectos de esta exposición, se tomará como base la


clasificación de Freeland (1996), quien establece cuatro modelos de
integración, a los que agregaremos una etapa preliminar -llamada área de
preferencias arancelarias-y una final, o modelo de unión política, que como
veremos, sería el nivel de integración más avanzado, al que se encaminaría
la Unión Europea.

Área de preferencias arancelarias o zona preferencial

Es la forma de asociación económica de menor alcance. En ella, los


miembros de la misma acuerdan concederse los unos a los otros un
tratamiento tarifario diferencial, más favorable que el otorgado a terceros
países; es decir, se conceden diversos grados de rebajas arancelarias en el
comercio recíproco (Arnaud, 1999). Ello no significa que deban dejar sin
efecto todas las tarifas y derechos aduaneros al comercio entre sí; lo que
importa es que las mutuas tarifas sean más reducidas que aquéllas que
imponen a las importaciones de terceros países, diferencia que se denomina
“margen de preferencia”.

Las áreas de preferencias pueden ser clasificadas en tres sub-categorías


(Basaldúa, 1999):

Áreas de preferencias arancelarias propiamente dichas, donde las


concesiones refieren exclusivamente a los derechos aduaneros que gravan
la exportación e importación de mercaderías;

Áreas de preferencias aduaneras, donde no sólo se reducen las


restricciones arancelarias, sino que puede contemplarse también la rebaja o
eliminación de otros tributos aduaneros, que se aplican con ocasión de la
exportación o la importación, pudiendo contemplar tanto restricciones
directas como indirectas, y

Áreas de preferencias económicas, que abarcan aspectos que no son de


naturaleza aduanera, pero que hacen a un tratamiento discriminatorio de la
mercadería extranjera una vez que ésta ha sido importada.

Las áreas de preferencia configuran un modelo de integración mínima; de


allí que la mayoría de los autores no las incluyan en sus tipologías. Podrían
ser consideradas como una fase que se encuentra al principio de un proceso
de integración entre economías de mercado, con medios de acción que

                                                            
1Aclaramos que otros autores hablan de niveles o etapas en el proceso de integración (ver por ejemplo
Ekmedjian, 1996).

 
 
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combinan elementos propios de la integración con otros que se mantienen


en el terreno de la mera cooperación multinacional.

En la etapa más superficial de un proceso de integración que corresponde al


área de preferencias arancelarias, no sería necesaria la creación de
organismos comunes, ya que sería posible dar cumplimiento a las pautas
acordadas con simples oficinas nacionales, que adecuaran
coordinadamente las preferencias aduaneras en los estados partes.

Ejemplo clásico de lo expuesto es la Comunidad Británica de Naciones,


institucionalizada en el año 1931 por el Estatuto de Westminster. Se trata de
una libre asociación de Estados miembros independientes y sus
dependencias, que está integrado por más cincuenta y tres Estados que, con
la excepción de Mozambique, comparten lazos históricos con el Reino
Unido.

1.2.1. La Zona de Libre Comercio (ZLC).


De acuerdo con Freeland (1996), en la zona de libre comercio los Estados
partes se limitan a acordar la eliminación de los obstáculos arancelarios y
no arancelarios que limitan la libre circulación de mercancías entre ellos. Es
decir, se trata de un proceso económico-comercial regional en el que se
eliminan los derechos aduaneros y demás obstáculos que gravan los
intercambios comerciales entre los Estados que integran la zona, pero en el
cual cada miembro conserva su propia política comercial y arancel
aduanero, generalmente distintos, respecto de las importaciones y
relaciones comerciales con los países extrazona (Arnaud, 1999).

Ekmedjian (1996) distingue los objetivos perseguidos en el plano interno de


aquellos relativos al plano externo. Respecto al primer aspecto, lo que se
pretende es la supresión de los derechos de aduana y demás restricciones
físicas y aduaneras impuestas a los intercambios comerciales, así como las
exacciones de efecto equivalente, las restricciones cuantitativas y las
medidas similares, respecto a los productos originarios de cada uno de los
países miembros de la zona. En el ámbito externo, la protección no reviste
un carácter uniforme, y por ello es que la mayoría de los autores consideran
que no implica un proceso de integración (Uriondo, 1996).

 
 
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Por consiguiente, en este modelo, los Estados partes acuerdan suprimir las
tarifas arancelarias y otras barreras o restricciones cuantitativas al comercio
recíproco de bienes, pero conservan cada uno de ellos autonomía e
independencia respecto de su comercio con terceros Estados.

Para llegar a una Zona de Libre Comercio se fijan plazos, condiciones y


mecanismos de desgravación arancelaria, y se suelen otorgar concesiones
para los países de menor desarrollo económico relativo de la zona. La mira
está puesta en las "medidas de fronteras" entre las partes, con el propósito
de incrementar los flujos de intercambio recíproco.

El artículo XXIV del GATT autoriza las zonas de libre comercio, y las define
como “un grupo de dos o más territorios aduaneros entre los cuales se
eliminen los derechos de aduana y las demás reglamentaciones comerciales
restrictivas… con respecto a lo esencial de los intercambios comerciales de
los productos originarios de los territorios constitutivos de dicha zona de
libre comercio”.

En las zonas de libre comercio surge el problema del control de las


importaciones de extra-zona, por lo que los Estados partes deben
implementar instrumentos que tiendan a establecer el origen de los
productos, y de esa forma diferenciar entre los bienes que se generan en la
zona y los que provienen de otras latitudes. Es decir, los productos que se
deben beneficiar con el acuerdo son sólo los originarios de los Estados
partes; de allí la necesidad de evitar el ingreso de productos ajenos a la zona
de libre comercio por medio de normas y certificados de origen, cuya
regulación y control deben ser muy precisos y severos.

En estas zonas de libre comercio es donde se efectúa la menor cesión de la


soberanía estatal a órganos supranacionales, ya que cada Estado conserva
plenamente su autoridad y competencias internas.

Es por ello que en las zonas de libre comercio, normalmente se crean


órganos comunes de carácter intergubernamental, con funciones
coordinadoras de las medidas que deban ir adoptando los Estados partes,
para de esta forma lograr el objetivo propuesto. En este periodo, cada
Estado sigue conservando todo el poder de decisión sin delegación de
facultades, aunque existe el compromiso para reducir de forma progresiva
las barreras arancelarias hasta llegar a la total desgravación.

 
 
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De allí que su principal ventaja es que no restringe en absoluto la capacidad


de cada Estado Parte para desarrollar su propia política de comercio
exterior con terceros Estados, al mismo tiempo que se cumplen los
objetivos de lograr un mercado ampliado, mayor poder de negociación
conjunto y un mayor peso específico en el mundo. Como señala Arnaud
(1999), la zona de libre comercio constituye en definitiva “una unión de
países soberanos en donde las decisiones para su inserción en el mundo las
adopta cada Estado conforme a su interés nacional, sus necesidades de
desarrollo, su modo de vida, entidad cultural y tradiciones nacionales”
(1999, p. 33).

Es importante destacar que en la constitución de las nuevas zonas de


comercio cada vez se incluyen temas nuevos tales como las restricciones a
las inversiones extranjeras; la propiedad intelectual; las regulaciones que
restringen el comercio de servicios (transporte, seguros y actividades
financieras); la competencia desleal, como el caso de los subsidios; los
procesos de solución de controversias; normas laborales; y la preservación
del medio ambiente (Arnaud, 1999).

Ejemplo actual de Zona de Libre Comercio es el NAFTA (North American


Free Trade Association), celebrado entre Estados Unidos, Canadá y
México.

1.2.2. La Unión Aduanera (UA).


La unión aduanera implica un proceso en el que los estados participantes,
además de liberar las corrientes comerciales por medio de la desgravación
arancelaria como en el caso de la ZLC, adoptan frente a terceros países un
arancel aduanero externo común. Este arancel es un monto (fijo o variable
por producto) para el intercambio de bienes (importación y exportación)
entre los miembros de la unión y terceros Estados (Freeland, 1996).

La adopción de un arancel externo común se realiza normalmente en forma


gradual. Se admiten las listas de excepciones, siempre temporarias, y
normalmente se conviene que sean diferentes entre los países miembros,
atendiendo al distinto grado de desarrollo económico relativo que estos
países tienen (a menor desarrollo relativo se permiten más excepciones, y
así sucesivamente).

 
 
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Los derechos de importación obtenidos por el arancel externo común, a su


vez, deben ser distribuidos entre los Estados miembros, para lo cual deben
definir el mecanismo adecuado para ello. Por otra parte, al existir un
arancel externo común, se eliminan las normas de origen, por lo que una
mercadería de procedencia extranjera, ingresada legalmente por cualquier
repartición aduanera, previo pago del impuesto común que se haya fijado,
tiene libre circulación por el espacio geográfico de los países socios de la
unión aduanera (Arnaud, 1999).

Ello supone, por lo tanto, que en la unión aduanera no sólo circulan


libremente los bienes originarios, sino también las llamadas mercancías en
libre práctica o libre tránsito, que Freeland (1996) define como aquellas
que han sido importadas para consumo por la frontera común en
cualquiera de los Estados miembros, y que se desplazan luego por los
demás, como si fueran productos originarios.

De manera sintética, podemos afirmar que una unión aduanera perfecta


debe reunir las siguientes condiciones (Arnaud, 1999): 1) la completa
eliminación de aranceles entre sus Estados miembros; 2) el establecimiento
de un arancel uniforme sobre las importaciones del exterior de la unión; y
3) la distribución de los ingresos aduaneros entre sus miembros conforme a
una fórmula acordada.

Las Uniones Aduaneras han sido convalidadas por el artículo XXIV del
GATT, que las define como “la substitución de dos o más territorios
aduaneros por un solo territorio aduanero, de manera:

1) que los derechos de aduana y las demás reglamentaciones comerciales


restrictivas… sean eliminados con respecto a lo esencial de los intercambios
comerciales entre los territorios constitutivos de la unión o, al menos, en lo
que concierne a lo esencial de los intercambios comerciales de los productos
originarios de dichos territorios; y

2) que (…) cada uno de los miembros de la unión aplique al comercio con
los territorios que no estén comprendidos en ella derechos de aduana y
demás reglamentaciones del comercio que, en substancia, sean idénticos…”

En el mismo artículo del GATT se expresa que las uniones aduaneras deben
tener por objeto "facilitar el comercio entre los territorios constitutivos, sin
obstaculizar por ello el de otras partes contratantes con estos territorios",
exigiéndose que “los derechos de aduana que se apliquen en el momento en

 
 
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que se establezca dicha unión… no sean en conjunto, con respecto al


comercio con las partes contratantes que no formen parte de tal unión o
acuerdo, de una incidencia general más elevada, ni las demás
reglamentaciones comerciales resulten más rigurosas que los derechos y
reglamentaciones comerciales vigentes en los territorios constitutivos de la
unión antes del establecimiento de ésta o de la celebración del acuerdo
provisional, según sea el caso”.

Los sistemas económicos internos de los países integrantes de la Unión


deben ser compatibles entre sí, y negocian en grupo, como un bloque
inescindible. Como señala Freeland (1996), la fijación de un arancel
aduanero externo común implica la necesidad de un posicionamiento del
grupo respecto del mundo, es decir, de una política común en las relaciones
con los terceros países. De allí que pueda afirmarse que “toda unión
aduanera implica en buena medida la unificación de la política comercial”
(Ekmedjian, 1996, p. 27).

En cuanto a las ventajas de una unión aduanera respecto a una zona de


libre comercio, se suelen señalar los menores costos de administración
debido a la eliminación de los controles internos sobre el origen de los
bienes. Arnaud (1999) señala que tal ventaja sin embargo, sería
compensada con los costos de convenir e implementar un sistema aduanero
común y el establecimiento del mecanismo de distribución de los ingresos
aduaneros en una unión aduanera.

Resulta evidente que la cesión de soberanía de los Estados Parte a la unión


aduanera es más importante que en la zona de libre comercio. Para
Basaldúa (1999), en una unión aduanera deben crearse órganos
especializados, que incluyan aquellos competentes para la formación
progresiva del derecho comunitario, resultando igualmente indispensable
establecer un tribunal de justicia permanente.

Ejemplo vigente de unión aduanera -aunque imperfecta- es hoy el


MERCOSUR, suscripto por el Brasil, la Argentina, Paraguay y Uruguay por
el Tratado de Asunción del Paraguay del 26 de Marzo de 1991, a los que
posteriormente se agregó Venezuela. Freeland (1996) también cita como
ejemplo de unión aduanera al Benelux en su forma original, integrado por
Bélgica, Holanda y Luxemburgo.

 
 
Derecho de Integración Regional – Prof. María Cecilia Caro Leopoldo  16  
 
 

1.2.3. El Mercado Común (MC).


En este modelo, también denominado mercado interior o mercado único, se
suman a la libre circulación de mercancías y servicios la libre circulación de
los factores de producción, aportados por los residentes en el territorio de
cualquiera de los países miembros (Ekmedjian, 1996).

El mercado común implica por lo tanto, la eventual gradual creación de un


solo mercado dentro de un área determinada, en la cual dejan de operar
todas las barreras aduaneras y comerciales al libre desplazamiento de los
tales factores: trabajadores, capital, bienes y servicios, y a los productos
resultantes de dicha cooperación. Precisamente, son los pilares del mercado
común las llamadas libertades fundamentales del mismo: la libre
circulación de mercancías, de personas y de capitales, y la libre prestación
de servicios.

Todo ello supone que los gobiernos de los distintos Estados -conforme a su
interés nacional- acuerdan el establecimiento de esta situación renunciando
a parte de su soberanía a las instituciones específicamente responsables de
su ejercicio y/o mediante una armonización mutua de las políticas
domésticas (Arnaud, 1999).

De manera sintética, podemos decir que en el mercado común: 1) no hay


aduanas internas ni barreras tarifarias entre los Estados partes; 2) se lleva a
cabo una política comercial común; 3) se permite el libre desplazamiento de
los factores de la producción; y 4) se adopta un arancel aduanero exterior
unificado frente al exterior.

Para el desarrollo de este modelo se requiere el cumplimiento de tres


condiciones fundamentales (Freeland, 1996):

• La armonización de las legislaciones de los Estados miembros en las


áreas pertinentes, para evitar que las normas internas obstaculicen la
plena realización de las libertades, asegurando así las condiciones de
libre concurrencia en el ámbito del mercado interior común. En este
sentido, las normas no sólo deben perseguir la supresión de las barreras
que impiden el libre ejercicio de las cuatro libertades mencionadas
(barreras aduaneras, físicas, técnicas, comerciales, restricciones
monetarias, etc.), sino también de aquéllas que son consecuencias de
prácticas restrictivas de reparto o explotación de los mercados
imputables a las empresas (reglas de competencia).

 
 
Derecho de Integración Regional – Prof. María Cecilia Caro Leopoldo  17  
 
 

• La coordinación de las políticas macroeconómicas.

• El desarrollo de reglas comunes aplicables de manera uniforme no sólo


a los Estados miembros, sino también a las personas físicas y jurídicas
que en ellos habitan, y que de ese modo, son fuente de derechos y
obligaciones para unos y otros.

De allí que, a diferencia de los modelos de integración previamente


descriptos, el mercado común requiera la creación de una estructura
institucional distinta, con poderes autónomos o delegados por los Estados
miembros, con capacidad para imponer normas de manera uniforme y
simultánea y personalidad jurídica propia (Freeland, 1996). Por eso Arnaud
(1999) sostiene que la realización del mercado común lleva implícita la idea
de supranacionalidad, ya que a través del proceso económico, con el
tiempo se arriba a una unidad nacional, que afecta la entidad cultural de los
Estados.

El modelo del mercado común está contemplado en el mismo artículo XXIV


del GATT, y se basa en que no existan aduanas, barreras arancelarias o
para-arancelarias entre los Estados miembros, lo que, al menos en teoría,
ocasiona mayor eficiencia en la asignación de todos los recursos volcados a
la producción.

Podemos señalar como ventajas de la existencia de un mercado común


(Arnaud, 1999):

• El menor desperdicio de los recursos, en razón de una mayor aplicación


del concepto de la división del trabajo y una utilización más económica
de los recursos.

• El alto costo de la producción doméstica puede evitarse por la certeza de


la obtención de suministros dentro del mercado común.

• Debido al rápido crecimiento económico, las industrias eficientes


tendrían éxito, y ello traería como consecuencia una mayor reubicación
de los recursos a emplear.

• Con la combinación de los recursos surgirán ventajas competitivas de la


eficiencia de la dirección y de las personas y no meramente de ventajas
naturales.

 
 
Derecho de Integración Regional – Prof. María Cecilia Caro Leopoldo  18  
 
 

• El mercado común permitirá el empleo de técnicas de producción


masiva sólo posibles en otras circunstancias bajo condiciones
monopólicas.

• Se debilitarán las prácticas restrictivas internas frente a la competencia


externa y la ausencia de protección.

Como ejemplo de Mercado Común se señala la Unión Europea –


denominada Comunidad Económica Europea-, en el período que va desde
1957 a 1992. Además, es importante señalar que el Mercosur, de acuerdo a
la finalidad establecida en el Tratado de Asunción de 1991, aspira a
constituirse en un mercado común, una vez que cumpla con las condiciones
exigidas para ello. También se menciona al mercado común como objetivo
final de la Asociación Latinoamericana de Integración (ALADI), creada por
el Tratado de Asunción de 1980.

1.2.4. La Unión Económica y Monetaria


(UEM).
Es la etapa de integración económica más compleja y perfecta: en ella, a
todas las condiciones anteriores, se le suma la existencia de una moneda
única para todos los Estados miembros, que son además regidos por una
política económica común (Freeland, 1996).

Por lo tanto, son requisitos de existencia de una Unión Económica y


Monetaria: 1) la supresión de todas las barreras internas, aduaneras y otras;
2) la fijación de un arancel externo común; 3) la libre circulación de
mercaderías, personal, servicios y capitales; y 4) la coordinación de las
políticas económicas entre los Estados miembros, que delegan a
organismos supranacionales el dictado de normas comunes sobre tales
políticas y la resolución de los conflictos (Uriondo, 1996).

La unión económica supone por lo tanto la armonización de las políticas


económicas nacionales, entre ellas, las políticas monetaria, financiera,
fiscal, industrial, agrícola, etc. con la finalidad de eliminar las
discriminaciones que derivadas de las disparidades entre las políticas
nacionales de cada uno de los Estados que la componen.

 
 
Derecho de Integración Regional – Prof. María Cecilia Caro Leopoldo  19  
 
 

Como son objeto de la integración todas las actividades económicas en el


ámbito espacial de la unión económica –entre ellas la política financiera-, la
concertación de una política monetaria común lleva a la creación de un
banco central común y finalmente a la adopción de una moneda común, con
lo que se perfecciona una unión monetaria.

Ekmedjian define a la unión monetaria como una de las etapas más


avanzadas dentro de la unión económica, que implica “la utilización de la
misma unidad monetaria en todos los Estados miembros del bloque,
desprendiéndose éstos de sus atribuciones de emitir su propia moneda, que
es una de las clásicas funciones derivadas de la soberanía” (1996, p. 29).

Tanto para Ekmedjian (1996) como para Freeland (1996), la UEM


representa la etapa previa a la integración política, ya que implica la
adopción de políticas comunitarias en sectores cada vez más amplios de la
actividad estatal.

Existe un alto consenso entre los especialistas respecto a que en esta etapa
se deben crear no sólo organismos intergubernamentales, sino también
supranacionales, debido a que el proceso requiere de la unificación de las
políticas de todos los estados miembros, a lo cual, sólo es posible llegar
mediante la creación de entidades que tengan a su cargo el proceso de
uniformidad mencionado. Es decir, resulta necesario consolidar
instituciones y órganos comunitarios, cuyas decisiones sean obligatorias
para los países miembros y sus poblaciones, siendo de vital importancia que
estos órganos sean de carácter autónomo e independiente, ya que tendrán
la misión de coordinar y armonizar las políticas unificadas e impedir el
predominio de un Estado sobre otros. Ejemplo de unión económica y
monetaria es hoy la Unión Europea. Si bien se abordará este tema en la
Unidad 2, es importante señalar que la unión económica y monetaria en el
marco de la Unión Europea se alcanzó a partir de un proceso que
comprendió tres fases, que marcaron una evolución mesurada aunque
progresiva, como se exhibe en el gráfico siguiente:

 
 
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Fuente: Banco Central Europeo. http://www.ecb.int

Primera fase de la UEM: el Comité de Gobernadores

La primera fase de la UEM comenzó el 1 de julio de 1990, fecha en que


quedaron suprimidas las restricciones a la circulación de capitales entre los
Estados miembros. En esta fase, el Comité de Gobernadores de los Bancos
Centrales de los Estados miembros de la Comunidad Económica Europea
recibió la atribución de nuevas competencias, entre ellas mantener
consultas sobre las políticas monetarias de los Estados miembros e
impulsar la coordinación en dicho ámbito, a fin de conseguir la estabilidad
de precios. Resultaba además necesario revisar el Tratado constitutivo de la
Comunidad Europea (el Tratado de Roma) a fin de establecer la
infraestructura institucional necesaria para las fases subsiguientes. Con este
objetivo, se convocó una Conferencia Intergubernamental sobre la UEM,

 
 
Derecho de Integración Regional – Prof. María Cecilia Caro Leopoldo  21  
 
 

que tuvo lugar en 1991, simultáneamente a la Conferencia


Intergubernamental sobre la unión política.

Las negociaciones concluyeron con la adopción, en diciembre de 1991, del


Tratado de la Unión Europea, que fue firmado en Maastricht el 7 de febrero
de 1992, y entró en vigor el 1 de noviembre de 1993. Este Tratado modifica
el Tratado constitutivo de la Comunidad Económica Europea, -que pasó a
denominarse Tratado constitutivo de la Comunidad Europea-, y le añade,
además de otros anexos, el Protocolo sobre los Estatutos del Sistema
Europeo de Bancos Centrales y del Banco Central Europeo y el Protocolo
sobre los Estatutos del Instituto Monetario Europeo.

Segunda fase de la UEM: la constitución del IME y del BCE

La creación del Instituto Monetario Europeo (IME), el 1 de enero de 1994,


señaló el comienzo de la segunda fase de la UEM y supuso la disolución del
Comité de Gobernadores. Las dos funciones principales del IME eran: 1)
fortalecer la cooperación entre los bancos centrales y la coordinación de las
políticas monetarias; y 2) realizar los trabajos preparatorios necesarios para
la constitución del Sistema Europeo de Bancos Centrales (SEBC), para la
dirección de la política monetaria única y para la creación de una moneda
única en la tercera fase.

En diciembre de 1995, el Consejo Europeo acordó que la unidad monetaria


europea, que habría de introducirse al inicio de la tercera fase, se
denominaría «euro», y confirmó que dicha fase comenzaría el 1 de enero de
1999. Además, se anunció el orden cronológico de una serie de
acontecimientos que marcarían el avance del proceso de transición al euro.
Estas actividades seguían, en su gran mayoría, diversas propuestas
detalladas elaboradas por el IME.

En una primera instancia, se estableció que once Estados miembros


cumplían las condiciones necesarias para la participación en la tercera fase
de la UEM y la adopción de la moneda única que habría de iniciarse el 1 de
enero de 1999. Dichos Estados eran Bélgica, Alemania, España, Francia,
Irlanda, Italia, Luxemburgo, Países Bajos, Austria, Portugal y Finlandia.

El 25 de mayo de 1998, los gobiernos de los once Estados miembros


participantes nombraron al presidente, al vicepresidente y a los otros cuatro
miembros del Comité Ejecutivo del Banco Central Europeo (BCE). La toma
de posesión efectiva de estos cargos tuvo lugar el 1 de junio de 1998 y señaló

 
 
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la constitución del BCE y el fin de las funciones del IME. El BCE y los
bancos centrales nacionales de los Estados miembros participantes
constituyen el Eurosistema, sobre el que recae el cometido de establecer y
formular la política monetaria única en la tercera fase de la UEM.

Tercera fase de la UEM: la fijación irrevocable de los tipos de cambio

El 1 de enero de 1999 dio comienzo la tercera y última fase de la UEM con la


fijación irrevocable de los tipos de cambio de las monedas de los once
Estados miembros participantes desde el principio en la Unión Monetaria y
el inicio de la ejecución de la política monetaria única bajo la
responsabilidad del BCE.

Tras la incorporación de Grecia el 1 de enero de 2001, de Eslovenia el 1 de


enero de 2007, de Chipre y Malta un año después, de Eslovaquia el 1 de
enero de 2009 y de Estonia el 1 de enero de 2011, diecisiete Estados
miembros participan en la tercera fase de la UEM. Los bancos centrales de
dichos países forman parte del Eurosistema desde el día de su
incorporación a la zona del euro.

1.2.5. La Unión Política (UP).


Se trata del mayor grado de profundidad al que puede aspirar un proceso de
integración; se produce cuando la misma avanza mas allá de los mercados,
en cuanto que en el transcurso de este proceso, los Estados involucrados
tienden no sólo a armonizar, sino a unificar las políticas en todos los
campos, incluyendo la política exterior y de seguridad y defensa. Todo ello
supone el establecimiento de una autoridad supranacional cuyas decisiones
obliguen a los Estados miembros (Arnaud, 1999).

Es precisamente este último uno de los elementos más destacados de los


autores como característica de la unión política: la aceptación por parte de
entes antes soberanos, de una nueva autoridad central, que supone la
desaparición de la independencia de las entidades que se integran.

Zelada Castedo (1989) señala que se trata de un proceso acumulativo de


cambio en la naturaleza de las relaciones existentes entre unidades políticas
más o menos soberanas (Estados), durante el cual estas unidades aceptan
voluntariamente una especie de autoridad central. Se trata entonces de un

 
 
Derecho de Integración Regional – Prof. María Cecilia Caro Leopoldo  23  
 
 

proceso voluntario, en virtud del cual esta nueva autoridad estará dotada no
sólo de poder sino también de legitimidad.

Se puede resumir que este fenómeno se caracteriza en su esencia por la


progresiva erosión de la autonomía de las unidades que se integran debido
a la acentuación de la interdependencia; y por afectar las interacciones
entre dichas unidades en el sentido de promover el surgimiento progresivo
de una entidad política nueva y diferente.

Los distintos autores analizados sostienen que no se han presentado a la


fecha fenómenos de integración política en sentido estricto. Éstos se han
dado en todo caso, estrechamente vinculados a los procesos de integración
económica. Se sostiene que esta última tiene motivaciones de índole política
y produce efectos también de naturaleza política. De allí que el interés por
la integración política se produce a propósito del desarrollo de los esfuerzos
de integración económica regional de las últimas décadas.

En definitiva, el problema de la unión política es ineludiblemente un


problema de soberanía. Lograr una homogeneidad política de la
profundidad y unidad que requiere un verdadero mecanismo de
integración, supone renunciar a la libertad absoluta, al poder hegemónico
para decidir la suerte de un Estado. Requiere el cambio del paradigma
estatocéntrico existente desde la Paz de Westfalia. Es por ello que la Unión
Europea, como único proyecto contemporáneo más avanzado de unión
política, es única y digna de análisis.

Todos aquellos que se ocupan de la construcción europea, señalan que ésta


no tiene sentido y dinamismo sino con la condición de evolucionar hacia
una mayor unidad política de Europa. Pescatore (1973) señala que los
motivos profundos que impulsaron a los creadores de la Unión y que siguen
inspirando a aquellos que los han reemplazado en el funcionamiento diario
de las instituciones comunes, son de orden político.

De allí que sea plausible afirmar que la UE es un modelo de integración de


medios económicos con finalidades políticas. Esto es, el objetivo último del
proceso de construcción europea es la integración política, pero a ella
difícilmente se llegará de un modo directo, sino cuando el grado de
integración económica, social y jurídica entre los países miembros sea tan
intenso que la integración estrictamente política sea inevitable para
garantizarlos (Llanquilef, 2011).

 
 
Derecho de Integración Regional – Prof. María Cecilia Caro Leopoldo  24  
 
 

No es sorpresa entonces que no existan grandes esfuerzos concretos por la


creación de instancias de integración política. Parece evidente que los
Estados europeos esperan que la integración política sea una consecuencia
inevitable de la integración económica, transformando así el paso desde un
modelo de integración económica a la integración política en un escaño
indoloro, toda vez que –como señala Llanquilef (2011)- no supondrá en los
hechos una situación más gravosa que la que impera en un estado de
integración económica completa. Es decir, el perfeccionamiento “formal” de
la integración en materia política supondría en teoría la entrega de una
soberanía “vacía”.

Sin embargo, hasta la fecha, la integración económica no ha conducido


como por deslizamiento natural, a la unión política: no ha habido ningún
efecto significativo e irresistible de spill over de lo económico hacia lo
político, y de hecho, los intentos deliberados por alcanzar tal unión no han
alcanzado los resultados esperados.

Más allá de las dificultades para su conformación, no cabe duda que la


unión política es indispensable para que Europa se convierta en un actor
político mundial y pueda contribuir a la resolución de los retos a los que se
enfrenta la sociedad internacional del siglo XXI. La adopción de un Tratado
de reforma –el Tratado de Lisboa- en lugar de un verdadero Tratado
Constitucional, no es lo más plausible a medio-largo plazo como camino
hacia la unidad política, cuyo éxito reposa en la adhesión ciudadana al
proyecto europeo. Sin embargo, contiene elementos importantes en este
camino, como se analizará en la próxima unidad.

Conclusión

La clasificación de los distintos modelos que puede revestir la integración


económica se basa en dos criterios fundamentales: por una parte, el ámbito
material abarcado por los respectivos programas de integración, y por otra,
el alcance de los instrumentos utilizados en cuanto al tratamiento
preferencial que se otorgan los países participantes en relación con los no
participantes. Así por ejemplo, las tres primeras formas de integación
económica se diferencian de las restantes debido a que la materia de
aquéllas son, únicamente las transacciones comerciales. A su vez, las áreas
preferenciales y las zonas de libre comercio se diferencian de las otras
formas en razón de los procedimientos par aplicar un tratamiento más

 
 
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favorable, y por consiguiente, discriminatorio, con relación a terceros


países.

El siguiente cuadro resume los distintos modelos de integración regional


explicados en la presente unidad:

 
 
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Bibliografía Lectura 1
• Ekmekdjian, M. A. (1996). Introducción al Derecho Comunitario
Latinoamericano (2ª Ed.). Buenos Aires: Depalma.

• Freeland López Lecube, A. (1996). Manual de Derecho Comunitario (1ª


Ed.). Buenos Aires: Ábaco.

Bibliografía ampliatoria

• Arnaud, V. G. (1999). Mercosur, Unión Europea, Nafta y los procesos de


integración regional (2da Ed.). Buenos Aires: Abeledo Perrot.

• Basaldúa, R. (1999). Mercosur y Derecho de la Integración. Buenos


Aires: Abeledo Perrot.

• Llanquilef Durán, P. (2011). Reflexiones sobre la integración política en


la Unión Europea: ¿un callejón sin salida? Revista de Estudios Ius
Novum. Recuperado de http://www.iusnovum.com/wordpress/union-
europea/

• Pescatore, P. (1973). Derecho de la Integración: nuevo fenómeno en las


relaciones internacionales. Buenos Aires: BID/INTAL.

• Uriondo de Martinoli, A. (1996). Integración Regional. Córdoba:


Advocatus.

• Zelada Castedo, A. (1989). Derecho de la Integración Regional. Buenos


Aires, BID/INTAL.

www.uesiglo21.edu.ar

 
 
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