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2 JUEVES I DE ADVIENTO

La piedra rechazada es ahora, la piedra angular…

Tú estás cerca, Señor, y todos tus caminos son rectos. Desde el principio comprendí que tu alianza la
estableciste para siempre (Cfr. Sal 118, 151-152). El mundo creado se sostiene por la fidelidad de Dios y
la atención humana en constatar cómo Dios ha ordenado la creación. La respuesta adecuada a este
mundo convulso, es una vida armónica.

El salmo responsorial (117) es, ante todo, un cántico litúrgico, que, probablemente
acompañaba una larga procesión festiva que era destinada a llegar al Altar de los Holocaustos,
donde los fieles, alegres, sacrificaban animales como ofrendas para Dios. Para muchos judíos de esa
época, el Altar fue, no sólo un lugar sagrado, sino la fuerza y la fidelidad de Dios mismo. Colocado
en la temporada de Adviento, este cántico se profundiza, convirtiéndose en una proclamación
escatológica en que el destino de la procesión alegre (de nuestras vidas) es nada menos que el reino
de Dios.

Así, pues, el salmo responsorial es un himno litúrgico de acción de gracias, apropiado para
las grandes fiestas judías en el templo. En él se canta la victoria de Dios sobre los enemigos de Israel
y se invita a una procesión en su honor. Para los cristianos, “el día en que actuó el Señor”, es el día
de la victoria de Jesucristo sobre la muerte.

Dios abate la soberbia, y salva, en cambio, a quien confía en ÉL: los oprimidos, los pobres,
aquellos que forman “el pueblo justo que se mantiene fiel”. Isaías, predice el éxito de los santos, de
la Iglesia. La justicia de Dios beneficiará a quienes sufrieron en la historia. (Is 26, 1-6). El pueblo justo
se mantiene fiel al Señor.

Quien no cree y no está dispuesto a acoger a Jesucristo, ignora el origen de su autoridad. Es


una ignorancia culpable. Quien, en cambio, está en actitud de fe, recibe la revelación y conoce que
la autoridad de Jesús deriva del hecho de ser el Hijo de Dios. Los cristianos, debemos hacer que los
frutos del mensaje de Jesús, se manifiesten en el mundo (Mt 21, 24-27). El que cumple la voluntad de
mi Padre entrará en el Reino de los cielos.

El canto al Evangelio nos invita a ponernos a la búsqueda de Dios, y tal búsqueda es una
conversión, un retorno. No es un camino privado de resultado, no es una empresa sin conclusión:
Dios está cerca, se hace encontrar, perdona el pecado. La búsqueda de Dios y el perdón: es toda la
aventura y el significado de la vida del hombre (Is 55, 6). Busquen al Señor mientras lo pueden
encontrar, invóquenlo mientras está cerca.

En Jesús, que nace en Belén, aparece “la gracia de Dios”, y nos es ofrecido su amor
misericordioso y salvífico. Cristo es la epifanía del designio y, por tanto, de la caridad de Dios. A
esta gracia, es necesario responder -según san Pablo-con una conducta nueva (Tit 2,12-13). Vivamos
ya desde ahora de una manera sobria, justa y fiel, en espera de la gloriosa venida del gran Dios y Salvador.

Demos gracias al Señor, que, con la resurrección de Jesús, nos demuestra que el amor es
más fuerte que la muerte (Del salmo 117, 1. 9. 19-21. 25-27). Bendito el que viene en el nombre del Señor.

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