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LUNES TORMENTOSO.

Llueve. Una lluvia que tiene visillos en las calles. Una lluvia que repiquetea sobre
la marquesina de un cine clausurado hace tiempo. Donde una mujer se resguarda. Llueve.
La mujer consulta su reloj y mueve los labios sin sonido alguno. Perseverancia de
la lluvia.. Extrae una grabadora del maletín y dicta: "Lunes siete, llueve. No pasa ni un
taxi. Llego tarde, seguro." Pulsa stop y la guarda en un bolsillo del gabán.
Llueve. Lluvia que golpea el pavimento, el plástico duro de la marquesina, el
cartón de una caja abandonada, las hojas, copas y troncos huecos de los plataneros de
sombra del paseo. La lluvia envuelve la ciudad y lame el aire.
-Seguro que no me creen –dijo.
Consulta su móvil. Toma otra vez la grabadora: "No me gustan los lunes, y si
llueve, los odio."
Piensa, si escribiera un cuento sobre traiciones lo ambientaría en un lunes
lluvioso, empezaría así: <<Llueve. Una lluvia que tiende visillos en las calles>>. Tengo
la sensación de que tras soñar, despierto justo para meter los pies en un charco frío y
fangoso. Lunes y lluvia: desaparecen los taxistas, las calles se colapsan, la ciudad corre
en todas direcciones. ¿Es que no hay taxis para todos?
Arrecia la lluvia. La avenida se emborrona tras el velo de agua. Llueve al ritmo
del tun, tun, clan, clan de gotas que chocan y entrechocan y el ras ras ululante de la lluvia
empujada el aire.
No recuerdo ningún sueño bonito de esta noche, reflexiona, ni de hace mucho.
Extrajo la grabadora. Pero de repente olvida lo que quería decirse.
Un tipo se resguardaba bajo la marquesina en la que está ella. Le suena el móvil.
Contesta. Luce en la muñeca un gran reloj. No juega ningún papel en este relato, se dice
mirándolo apenas de reojo. Una frase se ilumina dentro de la cabeza de la mujer: Estás
hablando por teléfono pero me has mirado el culo, fijo.
Delante de ella, bajo el bordillo, un arroyuelo pasa con una hoja marrón flotando
caminito del Mar Alcantarilla. Barcos de otoño en el pensamiento.
Se le ocurrie que no es fácil distinguir tedio y comodidad.
-¡Taxi! Maldita sea.

1
Un pilotito verde entre el tráfico. Da un paso hacia delante y mete un pie en el
arroyo y una hoja sufre un hundimiento. El piloto verde se pierde por la Alameda de
Colón.
El agua cae sin clemencia, lágrimas de los dioses, pataleta divina. La mujer
observa sus manos como si no fueran suyas, y se le ocurre que esa lluvia es un presagio.
No sabe de qué.
Con persistencia cainita la lluvia diluye las calles, los edificios. La ciudad pierde
precisión, contornos. Sal en un cuenco de agua
A lo lejos, a través de las cuerdas de agua vio otra lucecita verde, saca las manos
de los bolsillo, pero no ha levantado el brazo cuando, todavía lejos, el vehículo se arrima
a la acera y alguien sube.
Ve venir un coche veloz y no se mueve. Sabe lo que pasará. Se gira y el hombre
del teléfono y ella cruzan sus miradas. El tipo ya ha terminado de hablar por teléfono. Un
segundo de mirada sostenida. La mujer aparta la mirada. Pasa el coche veloz pegado a la
acera y la pone chorreando.
Si sigue allí la lluvia hará de ella parte de la propia lluvia, la licuará.
Extinde la mano y en el cuenco de su palma rebotan gotas que se embalsan
minúsculamente.
-¿Tiene hora? – le pregunta el tipo del teléfono.
-Las nueve menos diez. ¿No va su reloj?
-Está roto.
-Es bonito.
La mujer se gira. Vuelt de espaldas presiente que el tipo la observaba. Ella sonríe. Lo
sabe. Le molesta.
El hombre le dijo a su nuca: Un día de perros, aunque la lluvia es bonita.
-Yo odio la lluvia, se me riza el pelo, la calle huele a humedad y no pasa un taxi.
-¿Compartimos uno, si pasa? Sé un sitio donde podemos quitarnos toda la ropa
mojada –dice de pronto el hombre.
Un desconocido le propone irse un lugar donde sacarse la ropa mojada. Stop.
- Entraríamos en calor.
Se desprende un enorme silencio y se estrella contra el suelo, pero no hace ruido..

2
Llueve, pasan coches, corren gentes, pero el ruido no está. La vida sigue su
movimiento con una sordina absoluta. La naturaleza ha pulsado el mute..
Un rayo y la campana de silencio se quiebra.
-A veces es bueno que llueva.
La mujer abandona la marquesina, sale a la lluvia y la lluvia hace presa en ella.
El agua cae sobre ella, en ella, tras ella, desde ella, hacia ella.
Es la expectación del deseo.

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