Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
Me obligaron a someterme.
Hasta que un fatídico día, justo antes de cumplir dieciséis años, finalmente
me quebré.
Ya no era tímida.
Ya no tenía miedo.
Ya no soy su víctima.
Margaret Atwood
UNO
PASADO
El grifo gotea, gotea, gotea del cuarto de baño familiar al final del
pasillo... la evidencia de lo que me hizo se ha lavado, el acto ha
finalizado.
Ya no soy pura.
Aparece Elijah.
Sigo sin moverme ni hacer ruido, con los ojos fijos únicamente en
ese rincón de mi habitación. Pero por dentro me duele. Por dentro,
el dolor físico se irradia a través de mí, tratando de obligarme a
reconocer lo que ha sucedido. Me obligo a no hacerlo, mis ojos
siguen fijos en esa esquina.
Ya no soy pura.
DOS
Su risa hacia ella es muy nerviosa. Un tipo de risa que dice, “sí,
puede que me ría contigo, pero me estás haciendo sentir incómodo,
así que vete a la mierda”.
—Me las arreglo, Sharon. —Hace una pausa por un segundo—.
Escucha, acabo de llegar a casa del trabajo y estoy agotado. ¿Te
importaría...?
Pongo los ojos en blanco con tanta furia que realmente me duelen
los ojos. Sin duda, Cara de Pato le ha dado un vistazo completo a
su cuerpo mientras decía eso. No necesito verlos a ambos para
saber que está babeando por él.
Maldita perra.
Entorna los ojos, pero una sonrisa que no puede ocultar aparece
en un lado de su boca.
—Sharon —corrige.
Sea cual sea la razón, ignoro la milésima vez que saca el tema y
me vuelvo para remover el guiso de carne y verduras que tengo a
fuego lento.
Aunque mis calificaciones rara vez están por debajo del noventa,
Elijah nunca deja de estar impresionado. Sus ojos se iluminan,
como siempre.
Hasta hace unos meses, había ido al colegio como cualquier otra
chica de mi edad. Se metían conmigo sin cesar, así que decidí ser
un poco... imaginativa a la hora de vengarme de mis acosadores.
Esto dio lugar a un día que nunca olvidaré. Los profesores... en
lugar de ocuparse ellos mismos del problema... decidieron que
presentara la prueba SAT anticipadamente. Yo era una alumna
estrella y podía superar a todos los demás, así que ¿por qué no? No
me importaba el acoso, y al final ya no lo hacían, pero aun así... no
podía dejar pasar la oportunidad de hacerla antes y acabar con el
colegio. La razón por la que dejaron de acosarme de repente...
bueno, esa es una historia completamente distinta. Una que me
hace sonreír cada vez que la revivo.
Basta con decir que aprobé los exámenes con una de las
puntuaciones más altas que ha obtenido cualquier alumno del
condado y, gracias a eso estoy haciendo una carrera de contabilidad
en línea. Totalmente aburrido, pero por alguna razón se me dan
bien los números. Todo es tan... natural para mí. Elijah, por alguna
razón, nunca quiso que fuera a la universidad. Puso alguna excusa
sobre el acoso que sufriría allí, pero tengo la sensación que le gusta
demasiado tenerme cerca. Es una pena que no lo diga abiertamente.
Que se jodan.
—Bicho raro.
—Perra.
—Fenómeno.
—Asquerosa.
—Puta.
—Zorra.
Son los mismos nombres aburridos que me llaman día tras día
mientras voy por el pasillo hacia mi clase de inglés. Estos chicos...
realmente no pueden pensar por sí mismos. Está Brad, que es el
mejor deportista de aquí. Está saliendo con Chloe, la reina del baile
y una perra total. Yo no soy diferente a ninguno de ellos, pero como
decidí tener mi propio estilo de vestir, inmediatamente me puse un
blanco en la espalda. Chloe no lo admite, pero creo que me convirtió
en un blanco simplemente porque sabía que era una fuerte
competencia cuando empecé aquí. He visto la forma en que Brad
me mira a veces. Lo que empeora las cosas es que ambos pertenecen
a algún grupo de abstinencia sexual, por lo que creen que están por
encima de todos los demás cuando en realidad solo son una partida
de imbéciles. Creen que no soy virgen. Bueno, lo era hasta hace tres
semanas, pero incluso antes de eso me llamaban puta, así que eso
no es nada. Para ellos solo soy un blanco en movimiento. Una
simple salida para mejorar sus propias vidas miserables. Pueden
llamarme así, pero yo sé quién soy. A la única persona a la que
tengo que demostrar lo que valgo es a mí misma. El resto puede
simplemente irse a la mierda.
Tomo asiento, como siempre, en el fondo de la clase. Desde que
me ha tocado llegar a casa para cortarme el chicle del cabello unas
cuantas veces, he aprendido a no sentarme en ningún otro sitio.
Una vez, un grupo de chicos pensó que era divertido turnarse para
colocar a escondidas varios pedazos de chicle. El resultado fue que
tuve que cortarme casi todo mi cabello largo. Durante un tiempo
me quedé con el cabello corto y lo mantuve así por miedo a que
siguieran haciéndolo. Al final, lo deje volver a crecer y, desde
entonces, me siento en la parte de atrás siempre que puedo. En las
ocasiones en que no puedo, me pongo una gorra de béisbol.
Normalmente, no se permiten las gorras en la escuela, pero los
profesores nunca me dicen una palabra, simplemente porque saben
lo mal que lo paso. No es que hagan una mierda al respecto. Por
desgracia, los Brad y las Chloe de este mundo tienen demasiado
dinero e influencia por aquí.
—Gracias.
Aprieto los puños ante sus risas burlonas antes que un destello
de algo malvado atraviese mi mente. Si supiera todos sus secretos,
apuesto a que me dejarían en paz. Nadie aquí sería más blanco que
ellos mismo, eso es seguro. Esta gente se cree un regalo de Dios,
pero apuesto a que podría demostrárselo.
—¡Todos, tranquilos!
—Ah, puede que sea anciano para ti, pero he vivido una gran vida
hasta ahora. A todos ustedes todavía les queda la suya por delante,
algunos de los cuales me da miedo preguntar dónde estarán dentro
de cinco años si no se ponen a estudiar.
—¿Cómo te llamas?
—Adam.
Le tiendo la mano.
Mentira.
No lo hago.
PRESENTE
Una vez terminados los platos, coloco los restos del guiso en un
recipiente hermético y envuelvo un par de mis galletas antes de salir
de casa para tomar mi aire fresco nocturno. Bajo los tres escalones
de nuestra casa y recorro los pocos metros que hay hasta la puerta
de al lado, sabiendo que Frank estará allí, fumando un porro y
espiando a los vecinos como siempre. Doy la vuelta al porche de su
casa y, efectivamente, está sentado en su habitual mecedora,
fumando su porro al amparo de la oscuridad.
—Hola, Frank —le saludo con una gran sonrisa. Siempre sonrío
mucho a Frank. Llevo dos años visitándole y teniendo nuestras
pequeñas charlas nocturnas mientras fumamos hierba juntos y nos
quejamos de los vecinos.
—No me gusta la idea que te quedes todo el día sola en esa casa
tan grande. Solo tienes diecisiete años. Deberías salir con chicos,
volver a casa borracha y vomitar por todo el porche.
Echo la cabeza hacia atrás, enarcando una ceja con una sonrisa.
Poco sabe Frank, que tengo muchas cosas que hacer para pasar
el tiempo.
Al final se encoge de hombros.
—Créeme cuando digo que las cosas están mucho mejor a como
estaban.
—¿Quieres que te ayude? —Le ofrezco, con los ojos fijos en la hoja
de cálculo que tiene abierta en su portátil.
Sin embargo, me esfuerzo por hacer el papel, con los ojos todavía
fijos en la pantalla.
Siempre me desea.
Mis ojos recorren la línea con cifras hasta que se posan en un par
que parecen extrañas. Señalo la pantalla.
—Estas dos están mal, pero puedo arreglarlas por ti, si quieres.
—Vuelvo a frotar mi culo contra él, haciendo que sisee de placer.
—Sí. Hazlo.
Tan rápido como puedo, cambio los dos números y luego miro el
otro número ofensivo. Intento desesperadamente resolverlo en mi
cabeza, pero cuanto más dure esta lentitud, más difícil me resultará
resolverlo.
Y me encanta.
Todo mío.
Para siempre.
PASADO
Me vuelvo hacia Adam, que parece estar a punto de llorar, así que
le agarro de la mano y, lo más rápido que puedo, le hago desfilar
por los pasillos para que salgamos por la entrada trasera. Todo el
tiempo, todo el mundo está señalando y riendo, pero los ignoro lo
mejor que puedo. Prácticamente lo llevo arrastrando hasta las
gradas del campo de fútbol, y solo cuando estamos completamente
alejados de todo el mundo y de sus patéticos comentarios burlones,
lo siento y le agarro la mano.
Intrigada, le pregunto:
—Siempre habrá una escuela que sea peor que la anterior. Por
desgracia, es la naturaleza de la bestia.
—No quiero volver allí después de esto. No creo que pueda volver
allí nunca más.
—¿Qué pasa?
Me rio de eso.
—Lo es. Llevan casados más de veinte años y solo me han tenido
a mí. Soy su chispa brillante, como me llaman. El único problema
es que mi inteligencia tiene un límite. Parece que soy genial en todo,
pero cuando se trata de matemáticas, soy un completo fracaso.
Me rio a carcajadas.
—¿En serio?
Le doy un codazo.
—Si a tus padres les parece bien, puedo ir a darte clases algún
día. —No hay manera que venga a la mía con mi madre y la mierda
que pasa en casa.
Levanta la cabeza.
—Por supuesto.
Malditos sucios.
Como estoy sola, saco todos los libros de texto del bolso y opto
por terminar con los deberes mientras la casa está tranquila. Una
vez hecho esto, miro la nevera para ver si puedo preparar algo de
cena para todos. Desde que mi madre ha decidido abandonar el
vagón, soy la cocinera de la casa. Aprendí a cocinar porque tenía
que hacerlo.
Hay tanta rabia que no puedo pensar con claridad, así que
cuando Elijah llega a casa y me llama por mi nombre, al principio
no lo percibo. No hasta que golpea mi puerta, la urgencia en su voz
me hace actuar.
Con los ojos puestos en la puerta, giro el pomo para salir. Pero
justo cuando estoy a punto de pasar, Elijah me agarra del brazo.
Me detengo en seco pero no miro a mi alrededor.
—Bryce, habla conmigo. Dime qué ha pasado para que estés así.
—Me agarra del brazo con más fuerza, lo que no hace más que
avivar mi rabia—. Dime qué mierda ha pasado.
—Siento oír eso —digo finalmente, con los pies todavía plantados
en su primer escalón.
—Bueno, Sharon, que está allí, siente una gran atracción por tu
padrastro. Siempre lo está mirando, cada vez que sale de casa y
cuando vuelve. Obviamente, ella piensa que él está muy bueno.
Nunca veo a ningún hombre ir a su casa, pero sí veo a la esposa del
reverendo local visitándola a menudo. Viene un par de horas o
menos y luego se va. No sé qué está pasando. Quizá sea una secta.
—Me rio, haciendo que Frank mueva la cabeza hacia mí—. Lo
lamentarás mucho si tengo razón.
Es un poco triste que Frank esté solo, que tenga que recurrir a
espiar a los vecinos para conseguir algo de emoción. Pero, de nuevo,
cuanto más lo pienso, más empiezo a darme cuenta que Frank
puede o no estar solo, pero tiene una gran cantidad de información
almacenada en su cabeza. Otro pensamiento pasa por mi mente,
preguntándome cuánto sabe sobre mi situación. Supongo que más
que suficiente.
Y es ese último pensamiento el que hace que me muerda el labio,
considerando las infinitas posibilidades. Frank sabe mucho sobre
todos los que están a su alrededor. Armado con suficiente
información, podría acabar con la gente si quisiera. ¿Qué podría
descubrir si escarba lo suficiente? ¿Qué esqueletos podrían
esconder los Brad y Chloe de este mundo que están desesperados
por no dejar salir?
Más vale que todos esos hijos de puta se cuiden las espaldas,
porque como la proverbial tormenta, estoy llegando.
PRESENTE
Después que Elijah se haya ido a la cama y piense que estoy bien
encerrada en mi habitación, busco la llave que he escondido y abro
la puerta, saliendo sigilosamente al pasillo. Tengo la capucha
preparada para colocarla sobre la cabeza y las gafas oscuras para
escabullirme en la noche. Con el teléfono en la mano y en silencio,
cierro suavemente la puerta tras de mí y procedo a bajar las
escaleras de puntillas.
Poco a poco, Cara de Pato baja hasta situarse entre las piernas
de la muy casada señora. No puedo ver lo que hace Cara de Pato
porque la pierna de la mujer está en medio, pero sé que empieza a
comerle el coño a la esposa del reverendo cuando sisea, arqueando
la espalda y gimiendo... sorprendentemente para la esposa de un
reverendo... la palabra “joder”.
Me está besando.
Esto es algo que Elijah nunca hace. El sexo, siempre, pero los
besos, nunca. He deseado desesperadamente que lo hiciera y
también he querido cuestionar por qué nunca lo hace, pero el sexo
entre nosotros siempre ha sido tan eléctrico que los besos se
convirtieron en una parte no esencial después de un tiempo.
Pero ahora...
PASADO
—¿Por qué pareces tan enfadada, friki? Queda mucho mejor con
algo de color.
Las risas por todo el pasillo me perforan los oídos y me pican los
ojos. Queriendo alejarme cuanto antes, llego a la zona más cercana
que encuentro, que es el vestuario de los chicos. Sé que no debería
estar aquí, pero se supone que todo el mundo tiene que estar en
clase dentro de dos minutos, literalmente, y esta sala no se utilizará
hasta esta tarde, cuando los imbéciles deportistas practiquen
fútbol.
Winstrol.
—Así que esa es la razón por la que estás tan... en forma —digo,
con mi voz sensual y ronca. Mi corazón sigue martillando en mi
pecho. Nunca había hecho algo así.
—Tengo una buena foto del vial que usaste para que todo el
mundo lo entienda. —Prácticamente canto las últimas palabras,
estoy tan colocada ahora mismo.
—Oh, vaya. —Me rio, dándome cuenta que acabo de hacer que se
corra.
Chesney cierra los ojos con fuerza, con las mejillas cada vez más
rojas por la vergüenza. Me aclaro la garganta y me subo la mochila
al hombro.
—Voy a... dejar que limpies eso.
PRESENTE
Querido Johnathan,
Con sus uñas todavía clavadas en mis caderas, Elijah cierra los
ojos por un momento como si disfrutara de este momento. Para él,
ha alcanzado su objetivo, pero yo sigo en el precipicio.
De nuevo sin ropa interior, meto los pies en la parte superior del
vestido y lo subo hasta los pechos, metiendo los brazos al mismo
tiempo. De nuevo, me miro al espejo y lo que veo me impresiona
incluso a mí. Puede que solo tenga un poco menos de dieciocho
años, pero esta noche parezco una elegante veinteañera. El vestido
de seda fluye tan bien que hace que mi cuerpo parezca mucho más
largo de lo que es en realidad.
—¿Estás lista? —Oigo gritar a Elijah antes que llame dos veces a
mi puerta.
—¿De verdad crees que podría llevar ropa interior bajo este
vestido? —Deslizo las manos a lo largo de mi cuerpo para enfatizar.
Y ahí está.
—Por supuesto.
Por suerte, esta noche hay una cálida brisa de marzo, así que no
tengo que taparme. No estoy segura que a Elijah le haga mucha
gracia descubrir que no llevo sujetador. Estoy segura que mis
pezones podrían dirigir el tráfico sin mucho esfuerzo.
PASADO
—Hoy es mi cumpleaños.
—¡Feliz cumpleaños!
Prácticamente grita, así que le agarro del brazo y le doy un tirón.
—¿Qué pretendes?
Adam resopla:
—Oh, definitivamente me lo quedaría. —Asiento rápidamente con
la cabeza—. ¿Cómo puedes permitirte pagar todo esto? ¿Te han
dado dinero tus padres o algo así?
Y la sensación es exquisita.
Elijah.
La única persona que creía que era el bueno en toda esta puta
mierda. La única persona en la que llegué a confiar, solo para ser
la única persona que me decepcionó viciosamente. Solía
admirarlo... lo amaba. Ahora no puedo soportar verlo.
Parece decepcionado.
—¿Tienes trabajo?
—Mi padre tiene una ferretería. Cierra a las seis, pero le gusta
que le ayude a reponer las existencias para la mañana siguiente.
Además, me paga bien por eso. Durante las vacaciones escolares,
trabajo más allí para poder ahorrar algo de dinero.
—No, la verdad es que no. Solo me gusta saber que está ahí por
si alguna vez lo necesito.
Asiento y estoy a punto de agarrar la cuenta cuando Adam me la
quita de un tirón.
PRESENTE
—Elijah, que bueno verte. —Un hombre que reconozco como Ted
Rosemberg, el juez del estado, se acerca a Elijah, con una gran
sonrisa en su rostro rubicundo. Le sigue de cerca su esposa,
Sophie.
—No diré nada si no lo haces. —Me guiña un ojo, lo que hace que
me sienta fácilmente agradecida con ella.
—Gracias.
—Pero parece que esta noche solo tiene ojos para una dama.
Gira su cuerpo para estar más frente a mí, sus ojos siguen
bailando alrededor de mis tetas.
—Oh, de verdad. ¿Y quién podría...? —Sus ojos dejan mi pecho
para mirar por encima de mi hombro—. Oh, Elijah, no te había visto
ahí.
—Hay mucho que hacer esta noche, así que ya veré si tengo la
oportunidad —responde Elijah, haciéndome sonreír ante su
despreocupación.
Una vez que Elijah cierra la puerta, cortando cualquier sonido del
exterior, se vuelve hacia mí, apretando los puños.
Sabiendo que tengo que ser rápida, subo y bajo con rigor,
deslizando mi lengua alrededor de su polla mientras lo profundizo
hasta el fondo de mi garganta. Elijah gruñe, maldiciendo y
agarrando la parte posterior de mi cabeza mientras me folla la boca
con fuerza y profundidad.
—Di las malditas palabras, Bryce. —El fervor inunda sus ojos
lilas. Una gama interminable de emociones nadando en ellos. No
tiene ni idea de por qué hace y dice las cosas que hace, pero lo hace
igualmente.
Creía que Cara de Pato era una zorra, pero esta se lleva el premio.
Tomo una copa de champán de una bandeja y me la bebo de un
tirón, ya que la rabia se apodera de mí.
—Oh, vaya, no eres una delicia para la vista —su voz es grave,
como si intentara ser sexy. Supongo que con su abundante cabello
plateado y su prolija barba, tiene su propia singularidad, pero
ciertamente no es sexy—. ¿A qué debo el placer, señorita...?
—Debo admitir que no he sido muy sincera con usted. —Me alejo,
acercándome al otro lado del escritorio.
Se ríe ligeramente.
—Pareces mayor.
—No soy estúpida, Señor Schultz. ¿No crees que tengo copias? —
Miro mi teléfono y luego vuelvo a observarlo—. Por casualidad, ¿no
consideras que estas prostitutas son, digamos, “reuniones de
dignatarios” para que los contribuyentes locales financien sus...
asuntos lascivos?
—¿Por qué?
—Una vez que haga esto por él, ¿destruirás esos videos?
—Lo prometo.
—Necesitaré tiempo.
Lucy Brightmore.
PASADO
—¿Quién es el chico?
Camino los veinte minutos que me separan del bar más cercano,
donde sé que pasan el rato muchos de los padres de la escuela, llego
a la puerta y dudo, preguntándome si puedo ser lo suficientemente
valiente para hacerlo. Nunca he entrado en un bar y mucho menos
he bebido allí. Estoy sola en esto, pero he llegado demasiado lejos
para retroceder ahora. Además, estoy cansada de esconderme en
las sombras. Estoy cansada de ser esa chica que se sienta en
silencio, a la que le han quitado todo sin ni siquiera un por favor o
un gracias.
—Una copa de vino blanco, por favor —le pido con la mayor
naturalidad posible.
Tomo mi vino y doy un buen sorbo para calmar mis nervios antes
de responderle:
Echa la cabeza hacia atrás, riendo, antes que sus ojos vuelvan a
recorrer mi cuerpo.
Mentira.
Se encoge de hombros.
La cara de Brian cae tan rápido que casi tengo que taparme la
boca para no reírme.
—Lo dejaré por ahora porque quiero llevar a Bryce a casa, pero
para que sepan, esto no es lo último que oirán sobre el tema. —
Entonces me agarra del brazo y me aparta de la mesa.
Inmediatamente, me saca del bar y me lleva a la calle, donde el
elegante Jaguar F Pace negro de Elijah está esperando, con un
aspecto brillante. Una vez que llega a la puerta del pasajero, me da
la vuelta, con su mano todavía agarrada fuertemente a mi brazo.
—Escucha, Bryce. Entiendo lo difícil que debe ser esto para ti.
Quiero poder ayudarte si me dejas entrar. Por favor, no me dejes
afuera.
PRESENTE
—No te conviene esta mierda de esposa, Bryce, así que déjalo ya.
Levanto las cejas, con una sonrisa que se dibuja a los lados de la
boca.
—Pero estoy muy caliente. Mira lo mojado que está mi coño. ¿No
quieres deslizar tu polla dentro de mí? ¿No quieres machacar mi
coño para que esté tan dolorido para recordarme quién estuvo aquí
todo el día? —Hundo mis dedos entre mis pliegues, la excitación
burbujea en mi interior cuando sus ojos se inundan de deseo. Su
polla se sacude dentro de los pantalones y entonces da un paso
adelante. Sonrío, con un brillo triunfal en la cara.
—Sí, papi.
Le oigo murmurar:
—Joder
Lucy Brightmore.
La perra reina.
—Gracias. Lo recordaré.
Me alejo, sabiendo muy bien que probablemente estará en el baño
haciéndose una paja ante la perspectiva que vuelva para tomar un
café con él, cosa que no haré.
Ladeo la cabeza.
Dudo y me dice:
—¿Cómo es eso?
Sacudo la cabeza.
Imbécil engreído.
—Sí, ¿qué ocurre? —Sé que no he hecho nada malo, así que me
mantendré firme si es necesario.
El guapo sonríe mientras sale del auto para abrir la puerta del
asiento trasero. Una vez abierta, la mantiene ahí y se vuelve hacia
mí.
—No quedaría bien empujar a la hijastra del jefe por los pasillos
de la comisaría esposada, ¿verdad?
—¿Crees que no sabía dónde estabas hace una hora? ¿Con quién
estabas?
—¿Qué es esto, Bryce? ¿Un ojo por ojo? ¿Así que ahora me estás
espiando?
—¿Sobre qué?
Sin decir nada, Elijah se da la vuelta para recoger las llaves del
auto y el sombrero que se coloca en la cabeza. Se dirige hacia la
puerta.
—Sígueme —me exige, como si fuera un empleado que obedece
órdenes.
A casa.
Pateo la puerta.
—¡Idiota!
PASADO
Me doy la vuelta y observo las ojeras que tiene. Solo tiene treinta
y nueve años, pero con todas las drogas que se ha metido
últimamente, se diría que tiene más de sesenta. Elijah parece
pensar lo mismo, ya que no ha dormido en la misma habitación que
ella desde mi... incidente. Esa es aparentemente la palabra
preferida para lo que me pasó.
Por suerte para mí, mi tostada sale, así que la agarro junto con
mis cosas.
—Hola —me saluda una voz. Miro hacia ella y veo que es Grant,
uno de los miembros del séquito de Brad y todo un chico-cerdo—.
¿Eres nueva aquí? —Sigo caminando mientras él me mira
lascivamente de pies a cabeza, sacando la lengua para lamerse los
labios.
—No soy una de tus conejitas para follar, si eso es lo que estás
contemplando.
—Oh, Dios mío —grita—. ¿Eres realmente tú, bicha rara? —Se
fija en mi atuendo y esboza esa sonrisa triunfal que tanto deseo
borrar de su cara—. Veo que te has convertido en una zorra.
¿Siguiendo los pasos de tu madre? —Las chicas se ríen detrás de
ella, lo que me hace hervir la sangre.
Entrecierro los ojos y, por primera vez, veo un indicio de lo que
podría ser miedo en su mirada.
—¡Mierda! —grita, sus ojos se abren de par en par cuando por fin
nota mi presencia y me mira. Entonces entrecierra los ojos, como el
estúpido de Grant afuera, tratando de distinguirme—. ¿Bryce?
—Hoy vas a ser mi cachorro. Donde quiera que vaya, irás detrás
de mí como un buen chico. ¿Crees que puedes hacerlo?
—Bien hecho, Bryce, como siempre. —Le doy las gracias con una
inclinación de cabeza y luego se dirige a la clase—. Muchos de
ustedes podrían alcanzar el nivel de Bryce si se lo propusieran.
—¿Sí, Bryce?
—Continúa.
—Ven conmigo.
—Tengo algo sobre Chesney, así que lo estoy usando para evitar
que nos intimiden.
—Tú eres la zorra que está en el vestuario de los chicos —se burla
Brad—. Solo hemos venido a ver el espectáculo. —Se cruza de
brazos, y esta vez, el miedo me recorre, preguntándome qué diablos
está pasando.
Brad asiente a los chicos, lo que provoca que Grant y David tomen
a Adam, al que sujetan como si fuera una pluma. Mi miedo se disipa
rápidamente, la rabia pura toma su lugar.
—Esto no ha terminado.
Sin querer mirar atrás, salimos rápidamente al pasillo y nos
precipitamos hacia la salida. Adam no deja de correr hasta que
estamos al menos a cien metros de la escuela.
—No, no puedo volver a entrar ahí después de eso. Creo que voy
a ir a casa.
Su sonrisa es genuina.
—¿Estás bien?
—¿Qué dijo? —No puedo creer que esté preguntando eso. ¿Qué
importa realmente?
—Vamos.
—Ya lo verás.
—A Bell Lake.
Frunce el ceño.
—¿Qué diablos?
PRESENTE
—Lo cual no está bien cuando es con alguien que quiere follar
contigo.
—Tú me follas.
Elijah suspira.
—¡Déjame bajar!
—Siéntate —me ordena. Así que lo hago. Entonces saca las cajas
de comida rápida, abre una y me la da. Miro fijamente los fideos
bañados en una salsa negra, rellenos de pollo, brócoli y zanahorias.
Mi estómago gruñe en señal de protesta, así que tomo los palillos
que están sobre la mesa y empiezo a comer, el sabor de la salsa de
soja golpea mi boca y anima mis sentidos.
—¿Quién es?
—Cara de pato.
—Más o menos.
Señala el exterior.
Esta perra tiene serios problemas. Por la forma en que come coño,
nunca esperarías que persiguiera a un hombre tan duramente
como lo hace con él.
—Tiene algo pendiente que hacer con uno de los oficiales que lo
traerá a casa más tarde.
Sonríe.
Interesante.
—¿Por qué la dejaste hacer eso, Bryce? ¿La has dejado hacer eso
antes? Si no te hubiera ordenado que te detuvieras, ¿hasta dónde
lo habrías llevado? —Tarareo un poco mientras me pongo a limpiar
los fideos que se han derramado sobre la mesa—. Bryce...
contéstame, joder.
Detengo lo que estoy haciendo, girando para responder a sus
veinte preguntas.
PASADO
—¿Dónde estabas?
—Jesús, Bryce...
—¿Qué? ¿Quieres que mienta? Porque no lo voy a hacer. —Doy
un paso hacia él hasta que estamos a centímetros de distancia. Allí,
le muestro los dientes—. Quiero a esa perra muerta.
Odio el hecho que esté aquí, pero también odio el hecho que me
guste su presencia. Odio amar su cálido abrazo, los contornos de
su cuerpo, que se amoldan perfectamente al mío. Odio la ráfaga de
mariposas en mi estómago cuando pone su mano en mi cadera, sus
dedos golpeando ligeramente la tela de mi vestido. Odio que desee
estar desnuda para que esos mismos dedos me abracen la piel,
desgarrando mi anhelo desde adentro. Odio que... incluso después
de todo lo que ha hecho... siga deseándolo con una pasión que me
quema el alma, calcinándola hasta que no queda nada más que él.
—Porque me necesitas.
—Sé que lo haces. Pero un día te darás cuenta que ese odio no
está justificado.
La confusión me envuelve.
—¿Por qué?
—Por nada.
Oh, Dios.
—Chesney Felix —me maldigo por mi respuesta automática. Su
orden es tan severa que reacciono al instante—. Solo tiene dieciséis
años —le advierto, por si acaso está pensando en hacer alguna
estupidez con esa información.
—Si haces eso —grita Elijah, nada más que con veneno en su
voz—. Te mataré, joder.
Con sus ojos lilas fijos en mí, algo pasa entre nosotros. No sé qué
es, pero la electricidad zumba, potente y brillante, iluminando mi
alma. Durante unos segundos nos quedamos así, completamente
absortos por el poder que emite. No sé lo que está pasando, solo sé
que el corazón me retumba en el pecho, que la adrenalina corre por
mis venas.
PRESENTE
—¡Eh! —le digo con desprecio, frunciendo los labios—. Estas son
para el alcalde.
PASADO
—¿Qué?
—¿Confías en mí?
—Sí.
Adam sisea y cierra los ojos al sentir que me deslizo sobre él. Ser
testigo de su reacción me da la fuerza para continuar. Me levanto y
vuelvo a sumergirme. Cada vez que lo hago, el dolor disminuye y lo
sustituye una nueva sensación cálida y difusa.
—N-no.
Mantener mis ojos en Adam, ver el control que tengo sobre él,
aviva mi fuego. Su cara se retuerce de placer, su cuerpo se tensa al
sentir cómo mi coño aprieta su polla. Me hace querer ir más rápido,
hace que mi propio cuerpo se encienda con una euforia que nunca
antes había sentido. Un cosquilleo recorre mi cuerpo, haciéndome
gemir mientras subo y bajo sobre su polla, maniobrando de vez en
cuando para encontrar la mejor posición para obtener el máximo
placer.
—¿No te ha gustado?
Me tiene ahí.
—No, no lo es.
—Se siente bien —susurro, cerrando los ojos. Cuando los abro,
Brian está engullendo su bebida.
—¿Sabe tu padre que estás aquí? —Se aleja, así que le sigo.
—Tengo que ser sincera contigo y decirte que no. Solo sentí que
debía disculparme en persona por no haberte dicho quién era.
—Y tu edad —se burla antes de entrar en lo que parece ser su
estudio. Está oscuro y solo una pequeña lámpara de escritorio
ilumina la habitación. Rodea su escritorio y se sienta, dando un
trago al resto de su bebida antes de mirarme fijamente.
Se ríe a carcajadas.
Le sonrío.
Sacudo la cabeza.
—He terminado.
—¿No me deseas?
¡Bingo!
Tengo el control.
PRESENTE
—Un poco golpeada, pero estoy bien. Por ahora, solo quiero salir
de aquí. ¿Hay alguna posibilidad que me lleves a tu tienda para
asearme?
—Eres un ángel.
—Tengo que abrir durante una hora más o menos. ¿Estarás bien?
—Sí, por supuesto. Haz lo que tengas que hacer. —Se da la vuelta
para dirigirse a la entrada de la tienda, pero le agarro del brazo.
Vuelve a mirar hacia atrás—. Gracias.
Mientras las llamas queman todo lo que hay dentro, cojo la cajita
donde a Justin le gusta esconder su alijo de cigarrillos y me
enciendo uno. Inhalo profundamente, cerrando los ojos al exhalar.
Me siento en el asiento del cigarrillo furtivo de Justin y cierro los
ojos un momento, esperando que el Tylenol haga efecto pronto.
Durante un rato, me siento y miro fijamente las llamas,
quedándome allí hasta que empiezan a menguar y dos de los
cigarrillos de Justin han desaparecido de su paquete.
Ya llegará mi momento.
Por ahora, descansaré. Por ahora, todo lo que puedo hacer son
las cosas que estoy acostumbrada a hacer. Como la contabilidad.
Algunos pueden encontrarlo laborioso, pero los números realmente
me calman.
PRESENTE
Sonrío suavemente.
—Estaré bien.
Cogiendo un par de platos, Elijah saca los bollos y los abre para
que los comamos con nuestras hamburguesas.
—Si eso es lo que quieres —responde con ligereza. Intenta
hacerse el interesante, pero veo el momento en que su mandíbula
hace un leve tic y la forma en que sus fosas nasales se ensanchan.
—No empieces con ella otra vez, Bryce. Todavía estoy enfadado
contigo por lo que hiciste.
Elijah baja la espátula con tanta fuerza que casi me hace saltar.
—¿No crees que eso nos convertiría en una jodida gran familia
feliz? Chupador de salchichas por la noche, buceador de almejas
barbudas por la mañana. Sin duda sería una madre de familia muy
ocupada, ¿no?
—Lo siento, papi —le digo, sabiendo que esto solo lo enfadará
más.
—¿Puedo ayudarte?
Según mis fuentes, esto sucede a menudo, así que estoy bastante
segura que me dejarán entrar.
Asiento con la cabeza y espero a que haga lo que tiene que hacer.
Mi corazón se acelera a un millón de millas por hora porque si el
alcalde es lo suficientemente inteligente, llamará a Stevie y le
preguntará por mí. Me he preparado para esa posibilidad, pero
espero que esta noche no sea necesario tomar medidas drásticas.
—Voy a sacudir su mundo, Sr. Schultz —le digo con voz ronca,
varios tonos más bajos de lo normal para no delatarme—. Quítate
la bata —le ordeno.
—Él... acaba de... ¡Dios mío! ¿Qué le pasa? —Lloro entre mis
manos para que no vean que no tengo lágrimas.
—Yo ... Yo... ¿qué le pasa? —Lloro, actuando como una completa
cabeza hueca.
—Quince.
PASADO
—¿Adónde vas?
Le devuelvo la sonrisa.
Ayer, cuando vine, solo estuve una hora revisando sus libros. No
pude quedarme más tiempo porque ya había trabajado durante tres
horas en Carol's, la farmacia que está al final de la calle, propiedad
de Carol y su marido. Al final no había necesitado la ayuda de Brian;
me las arreglé para averiguar quién estaba interesado en mis
servicios llamando por teléfono a algunas de las tiendas locales.
Gracias a las horas que he trabajado esta semana, ya he acumulado
más de cien dólares. Algo que creo que necesitaré para realizar lo
que tengo planeado en el futuro.
—Vaya, gracias.
—Definitivamente no.
—Cuatro manos son mucho más rápidas que dos. —Cojo una de
las cajas y la meto en el armario. Adam me sigue con las otras y
terminamos—. ¿Ves lo rápido que ha sido?
—Estás... guapa.
Se encoge de hombros.
—¿Todo bien?
—Gracias, hijo. ¿Te importa irte a casa para que Bryce tenga algo
de tiempo a solas para seguir con los libros?
Después que Adam sale por la puerta trasera, los labios de Justin
se separan para decir algo, sus ojos me absorben, cuando suena el
timbre, alertando que hay un cliente en la puerta.
—¿Cómo vas?
—Toma, coge esto. Es por el trabajo que has hecho los dos
últimos días. —Cuando todo lo que hago es mirar fijamente, agita
los billetes—. No aceptaré un no por respuesta.
—No seas tan modesta, Bryce. Hay que dar crédito a quien lo
merece. Tienes un talento natural. —Solo sonrío en respuesta,
tomando un sorbo de mi café—. ¿Te importa que te haga una
pregunta?
—Dispara —respondo.
Sacudo la cabeza.
—¿Y yo?
—Lo siento.
Me encojo de hombros.
—No.
PRESENTE
—Qué pena.
Elijah suelta una risa rápida y silenciosa.
—No, no lo es, pero ahí tienes. De todos modos, tengo que entrar
ahora, tengo reuniones de crisis todo el día. —Entonces me entrega
un pequeño pero largo regalo envuelto en forma de rectángulo con
un bonito lazo rojo en la parte superior—. Siento no poder
quedarme esta mañana, pero quería desearte un feliz cumpleaños.
—Gracias.
—Es precioso.
Sonríe, pero parece cansado hoy, con profundas bolsas bajo los
ojos.
—Sí, esas dos. Han estado aquí juntas, intentando que les venda
mi casa otra vez.
—¿Otra vez? —pregunto, mis ojos se dirigen a su casa.
—Creo que tiene que ver con que la hija de Betty quiere vivir aquí
y Sharon quiere invertir.
Nunca va a suceder.
Preocupada, me levanto.
—¿Necesitas algo?
—Me has traído esto. Es más que suficiente. Hasta luego, capullo
de rosa.
Querida Bryce,
PASADO
Hoy es el día en el que decido ayudar a que todo mejore para él.
—¿Así que ahora soy Bryce? Creía que era un bicho raro, o una
empollón, o una asquerosa.
—Te dejaré en paz en la escuela, lo juro. Haré que los otros chicos
dejen de acosarte también. Lo que sea que quieras, estoy seguro
que podemos llegar a un acuerdo.
—¿Te gusta lo que ves, cariño? —me burlo de él, con la voz ronca.
Brad traga con fuerza, su boca se abre ante mi pequeño
espectáculo para él. Con los ojos oscurecidos de excitación, me
tomo mi tiempo besando mi camino hasta su creciente polla. Mis
ojos se iluminan con fuego cuando me doy cuenta que estoy
consiguiendo la reacción que buscaba. Pensé que tardaría más en
excitarlo, pero creo que me subestimé.
Para mí.
—La verdad es que me gusta mucho más que bicho raro o friki.
El desquite es completo.
—Ah, y solo una cosa más. —le susurro al oído las siguientes
palabras inventadas—: No tomo la píldora.
PRESENTE
Hoy, Elijah está libre, pero se está preparando como siempre hace
por estas fechas, cada dos semanas.
Qué normalidad.
Coge las llaves del auto y me dice que volverá en unas horas.
Tenía pensado mimarme hoy, tal vez ir a la peluquería o hacerme
las uñas. Después del numerito a medias de Elijah, ya no me
apetece.
El baño es lo que me llama al final. Después de la forma en que
mi cuerpo se ha tensado durante los últimos minutos, pienso que
es una necesidad.
Miro por la ventana para ver quién es, resoplando con rabia
cuando veo su perra.
—Bryce, ¿verdad?
—¿Esta noche?
Una cita.
Esta noche.
Una cita.
—Hola, nena.
Aprieto los dientes contra él, las ganas de gruñir como un oso me
consumen. La única pizca de felicidad que me recorre es por el
deleite que siento al ver que el costado de su mejilla ya se está
hinchando ligeramente.
—Joder, Bryce. Para ser una chica tan pequeña, puedes golpear
a un tipo. —Sus ojos viajan a mi expresión furiosa y suspira—.
Escucha, no estoy interesado en Lucy. Es solo que han pasado casi
dos años desde el fallecimiento de tu madre, y la gente está
hablando, preguntándose por qué no estoy al menos intentando el
juego de las citas todavía. Me imagino que iré a una o dos, pero al
final diré que no estoy interesado en ella.
—¡Sabes muy bien que hay una gran diferencia entre que yo finja
estar en una cita y que tú te dejes chupar las tetas por nuestra puta
vecina!
Tengo el presentimiento que esa es una de las razones por las que
tenía una cita con Cara de Perra. Es para devolvérmela por lo que
dejé que Cara de Pato me hiciera.
—¿Y qué pasa después de una o dos citas? Por favor, dímelo
porque estoy deseando saberlo.
—Le diré que no está funcionando y que no siento nada por ella.
—¿Y luego qué? —presiono—. ¿Vas a tener otra cita con otra
persona y luego otra y luego otra? ¿Cuántas citas vas a tener
mientras yo estoy sentada en casa, esperando a que vuelvas y me
folles?
Me rio a carcajadas.
—Sé que las cosas son difíciles ahora mismo, pero no siempre
será así.
—¡Ja! —resoplo—. Si pudieras, te casarías, tendrías hijos y me
mantendrías en el sótano como tu mascota secreta para follar, para
usarla siempre que la necesites.
—Es solo una cita. Ni siquiera una cita. Una cita falsa. Y sí, voy
a ir a ella. No hay nada que puedas hacer para detenerme.
—Si vas a esta cita, mataré a la perra. Y sabes muy bien que soy
capaz de hacerlo.
—¡Imbécil!
—¡Mierda!
Quiero evitar que este hijo de puta se vaya, pero tampoco puedo
delatarme. Me siento, golpeando la pierna contra la cama durante
unos minutos, preguntándome qué demonios debo hacer. Al final,
lo único lógico que puedo hacer es dejarle ir a esa puta cita,
siguiendo al mierdecilla una vez que se vaya.
Cuando por fin llega, me apresuro a salir. Con el rabillo del ojo,
veo a Frank en su porche. Me despido de él con la mano mientras
me apresuro hacia el auto, sin esperar a saber si me responde.
—Vete a la mierda.
Por suerte para él, ya lo sé, pero aun así me enfada que me haya
encerrado en mi habitación solo para poder llevar a una mujer a
comer. Algo que nunca ha hecho conmigo.
Se lo advertí.
VEINTICINCO
PASADO
—Vamos, cuéntame.
Interesante.
Le devuelvo la sonrisa.
—De acuerdo.
—Joder, Adam. Eso es lo que siempre dije que era. Primero somos
amigos, y no quiero perder eso.
—No, no quiero parar. Solo pensé... mierda, olvida que dije algo.
—Sus ojos recorren el pasillo, la gente sigue murmurando sobre el
último drama—. Hoy hace un buen día. ¿Quieres ir a comer al
césped?
Mordiéndome el labio, miro fijamente a Adam, preguntándome si
realmente soy una amiga de mierda. Follar a su padre es una
mierda, y algo que Adam definitivamente no se merece. Ni su padre
ni yo podemos permitirnos que Adam nos descubra, porque lo que
les estamos haciendo a él y a su madre es despreciable.
Sonrío.
—Gracias.
—Escúpelo, Brad.
—No estoy aquí para hablar de Chloe. Estoy aquí para hablar de
nosotros.
Me encojo de hombros.
—Sí, ¿y qué?
—¿En serio?
PRESENTE
—No voy a dejar que salgas, cariño. Recuérdalo como solía ser.
No como se ve ahora.
—¿Cómo te sientes?
—Estoy bien. Fue un shock, pero asumí el hecho que iba a morir
hace mucho tiempo. Solo que no me lo esperaba cuando realmente
ocurrió.
Me rio de su sentimiento.
—Sí, pero la única razón por la que te odiaba era porque sabía
que te follabas a tu hijastra y la encerrabas en su propia habitación
cada noche.
Sus ojos se abren de par en par con lo que parece ser pánico.
—¿Le has dicho eso, joder?
—Todo ese tiempo, pensé que Frank era bueno para ti, pero
resulta que era una muy mala influencia.
—Viniendo del hombre que lleva a una mujer a una cita solo para
poder ocultar el hecho que se está follando a su hijastra cada vez
que llega a casa.
—No creo que sea una buena idea. Te acabo de dar una noticia
horrible...
—Elijah, solo ve a trabajar. Tengo mierda que hacer.
—¿Cómo qué?
—Creo que puedes renunciar a las tareas solo por hoy, Bryce.
—Creo que hacer mis tareas es justo lo que necesito. Desde luego,
es mejor que estar sentada en casa todo el día sin hacer nada más
que compadecerme de mí misma.
Me bebo el resto del té mientras Elijah recoge sus cosas para irse.
Antes de hacerlo, me da un tierno beso en los labios que me hace
sentir un cosquilleo durante un rato.
Interesante.
—¿Estás enferma?
Quiero decirle que sí y que esa es la razón por la que está siendo
chantajeada. En cambio, la sorprendo sonriendo.
Señalo su atuendo.
—¿Me perdonas?
Bryce,
—Depende.
—¿De qué?
—¿Cómo es que has hecho que eso suene mucho más sexual de
lo que es?
—Es como vivir con el jefe de policía —les digo, y sus risas llenan
la habitación.
Le sonrío dulcemente.
—¿Qué pasa?
Me encojo de hombros.
—No son las putas galletas las que hacen que quieran acostarse
contigo, Bryce. —Me mira fijamente un momento, finalmente
sacude la cabeza, sus ojos se suavizan un poco—. Escucha,
entiendo que has tenido una mala mañana, pero no puedo dejar
que eso sea una excusa para que vengas aquí a interrumpir a mis
oficiales.
—¿Flores de la culpa?
—Sí, flores que los hombres envían después de haber estado con
una fulana. Como lo que hiciste anoche.
—¿Quieres que vaya a casa contigo? Solo tienes que decirlo y nos
iremos juntos. No está bien que estés sola hoy.
—Estaré bien.
—Solo traje galletas para todos los chicos —respondo, con una
amplia sonrisa al acercarme a ella. Mis ojos recorren su abultado
escote, sin importarme que me vea.
—Avísame si alguna vez quieres que eso ocurra —le digo mientras
empiezo a bajar, sabiendo todo el tiempo que debe estar
jodidamente confundida por mí.
PASADO
—Los dos días más importantes de tu vida son el día en que naces
y el día en que descubres por qué.
—El día de hoy va a ser un asco aunque no haya clases —se queja
Adam mientras caminamos hacia el gimnasio para ver un partido
de baloncesto que está a punto de empezar.
Adam se ríe.
—Ya lo verás.
Pongo los ojos en blanco ante su voz severa que jura hacer pagar
a esa persona. Durante muchos años, se han metido conmigo, me
han acosado y han abusado de mí, pero todos los profesores han
decidido hacer la vista gorda.
Me encojo de hombros.
Se las quito.
—Con unos labios así, apuesto a que podría chupar una piruleta
directamente de su palo.
—¿Tu padrastro besa esa boca tuya? —Grant pregunta, con una
mueca amenazante.
—Creo que besa algo más de ella —bromea Tony, haciendo que
se choquen los cinco mientras se ríen.
—Sí, lo estamos.
—Err, ¿han pagado esas magdalenas? —Señala las cinco que aún
están en el plato.
Refunfuña.
Solo dura unos cinco minutos, pero justo al final, cuando hacen
sus últimas volteretas, antes que aparezcan las manos de jazz,
sucede. El acorde se tira para que llueva purpurina sobre sus
cabezas como las estrellas brillantes que son. Pero en lugar de
purpurina, es pintura roja. Los inevitables gritos de las chicas
resuenan en la sala del teatro justo cuando los chicos que están
detrás de nosotros se levantan de sus asientos, agarrándose el
estómago mientras corren hacia la salida.
—Bryce.
—Puede que haya tenido algo que ver con esto —respondo toda
inocente.
Le chasqueo la lengua.
Los chicos han vuelto a poner sus miradas de odio, pero no duran
mucho. Antes que pueda alejarme, se dan la vuelta y corren de
nuevo al baño de hombres. Observo hasta que la puerta se cierra
tras ellos, soltando una enorme carcajada. Sin embargo, cuando me
doy la vuelta, mi sonrisa cae al instante. De pie, a tres metros de
distancia, con el ceño intensamente fruncido, está el señor
Shrouder.
PRESENTE
Pensaba que hoy iba a ser como cualquier otro día hasta que
recibo una llamada de un abogado llamado Andrew Chester
pidiéndome que vaya a verlo. Al parecer, tiene algo que ver con
Frank. Elijah estaba aquí cuando llamó, e insistió en venir conmigo,
como el imbécil controlador que es.
—¿Qué vas a hacer con todo esto? —me pregunta, sus ojos
parpadean entre la carretera y yo—. Tener una casa es mucha
responsabilidad para alguien tan joven como tú.
Capullo de rosa,
Todo mi amor,
Frank
Respiro profundamente.
Sacudo la cabeza.
—Todo lo contrario. Quiere que encuentre mis alas y me vaya de
esta ciudad.
Malditos idiotas.
Todo mío.
Con los dos juegos de cuerdas, juego un poco con sus pezones,
rozándolos una y otra vez sobre sus tiesos nudos.
Supongo que le dije que quería probar sus pezones, así que ¿por
qué no? Desde luego, no se lo va a decir a nadie.
Me inclino y paso la lengua por su pezón, aplastándolo con la
lengua y observando cómo se endurece antes de volver a chupar el
sólido bulto. Ella gime y vuelve a levantar las caderas, buscando su
liberación. Le encanta lo que le estoy haciendo, y a mí también me
encanta. Lo que hace esto aún más divertido es que no tiene ni idea
que soy yo quien la está volviendo loca.
—Oh, joder, qué bien se siente. Por favor, Elijah. Necesito tanto
correrme.
¿En serio?
Me dan ganas de reírme, pero ni siquiera tengo tiempo de pensar
en eso cuando su cuerpo se pone rígido y se estremece, con la piel
de gallina acribillando todo su cuerpo mientras grita su liberación.
Ni siquiera se mueve.
Me subo los pantalones de deporte y me acuesto junto a Elijah,
apoyando la cabeza en su cuello, donde también caigo en un sueño
reparador.
VEINTINUEVE
PASADO
Ocupando todas las sillas excepto una, están los seis profesores
y Elijah, todos observándome en silencio mientras tomo el único
asiento disponible junto a Elijah. Su mirada me quema, sus iris
arden como las llamas púrpuras más calientes. Le aguanto la
mirada hasta que tomo asiento, que es cuando el Sr. Shrouder
habla:
—Sí, todos pensamos que esto será para mejor. Entiendo que no
has tenido los mejores momentos en esta escuela, es un tema del
que Elijah y yo hemos tenido muchas conversaciones...
—Bien, así que quieres que me vaya. No puedo decir que vaya a
echar de menos a ninguno de ustedes. Espero que tengan una
buena vida, hijos de puta.
¡Joder, me va a matar!
—¿Q-qué?
—Lo que has hecho hoy... la forma en que lo has planeado todo
por tu cuenta. Eres jodidamente brillante.
Me rio a carcajadas.
Él frunce el ceño.
—¡Joder, no! Estoy enfadado con esa puta escuela por no cumplir
con su deber.
Aspiro, sin poder respirar del todo, porque de todo lo que podía
esperar, sin duda no es esto.
Desconcertada, respondo:
Su boca se tuerce.
Duda un momento.
Por Elijah.
PRESENTE
PASADO
—Yo no, pero mi madre sí. Está enferma en casa y tiene mucho
dolor. Intentó superar el síndrome de abstinencia, pero me rogó
literalmente que fuera a comprarle algunas cosas.
La chica Pixie me ofrece una sonrisa comprensiva.
Dímelo a mí.
Frunzo el ceño.
—¿Cómo?
—Tal vez se las arregló para encontrar a alguien que diera una
mierda por un poco de coño. No tengo ni puta idea.
—Sé que estás tramando algo, jovencita —su voz es tan baja y
grave que hace que mi coño palpite.
Finjo un tono.
Frunzo el ceño.
—No, ¿qué?
Su voz es tan autoritaria que hago lo que me dice, con las manos
aún extendidas contra la pared. Las necesito solo para apoyarme,
estoy tan excitada.
Joder.
—Sí, pero solo tu puta, Elijah. Solo quiero que me toques. Solo
quiero que me folles.
1
diferencia, distinción o corrección insignificante, trivial o sin importancia. (Se refiere a
la pronunciación americana de tomate como "tomayto", en comparación con la
pronunciación británica de "tomahto". En concreto, es una alusión a un verso de la
canción "Let's Call the Whole Thing Off": "A ti te gusta el potayto, a mí me gusta el
potahto; a ti te gusta el tomayto, a mí me gusta el tomahto; potayto, potahto, tomayto,
tomahto, ¡demos por terminado el asunto!")
El calor de su cuerpo se pierde cuando da un paso atrás,
haciéndome girar. Observo cómo su espalda retrocede hacia la
puerta, con los puños cerrados a su lado. En otras circunstancias,
me quitaría toda la ropa y le dejaría verme completamente desnuda
por primera vez. Sin embargo, tiene razón en una cosa: estoy
escondiendo drogas. Y también tiene razón en que no están cerca
de mi coño.
Yo también lo hago.
PASADO
Habiéndonos visto correr al otro hace solo unas horas, las cosas
fueron un poco incómodas entre Elijah y yo durante la cena de esta
noche. Los dos comimos en relativo silencio, sus cavilaciones
estropearon la velada. Está enfadado porque sabe muy bien que
cualquier control que le quede para mantener una cuña entre
nosotros no durará para siempre. No puede negar la atracción que
existe entre nosotros. ¿Cómo podría hacerlo si es a mí a quien
estaba esperando toda su vida? Las estrellas se alinearon,
marcando nuestros caminos el uno al otro. Puede que haya sido a
través de mi madre, pero al final es a mí a quien pertenece. Es a mí
a quien siempre pertenecerá.
Por eso, más tarde, cuando estamos en nuestras camas y oigo a
mi madre entrar a trompicones por la puerta a las tres de la
mañana, espero. Espero otra hora, preguntándome si Elijah irá a
verla, a interrogarla sobre su paradero, pero nunca lo hace.
Decidida, no la suelto.
—Necesito hacer esto. Necesito acabar con su patética existencia,
tanto para ti como para mí. Necesito esto, joder.
—Te odio —susurro, con lágrimas que amenazan con picarme los
ojos.
—Lo sé.
PRESENTE
Debo admitir que estaba muy enfadada con Elijah por haberle
quitado la vida a mi madre cuando debería haber sido yo. Nunca
hemos hablado de lo que hizo, pero siempre ha sido una molestia
que no cesa. Ella no fue mi primera víctima, un hecho que me mató.
Nunca odié a Elijah por lo que hizo. De hecho, solo enriqueció la
adoración que ya sentía por él. Mató por mí. Dos veces.
Simplemente no he podido deshacerme de esta rabia incesante que
burbujea constantemente en mi interior por no haber sido capaz de
hacerle la justicia que se merecía. Puede que haya preparado la
aguja, e incluso la haya puesto en su brazo, pero no fui quien le
clavó la mierda en la vena. No fui yo quien vio cómo su vida se
desvanecía hasta que exhaló su último y patético aliento. Sé que
Elijah lo hizo para salvarme...
Espero que Elijah se sincere por fin, pero se limita a negar con la
cabeza.
—Siento que... hayas tenido que... hacer eso. Joder, esto duele,
joder.
¡Joder!
Sacudo la cabeza.
Mis cartas.
—Claro.
Me devuelve el apretón.
—¿Estás bien?
—Mientras vivas, sí, estaré bien. —Su labio se curva en una
sonrisa, pero luego vuelve a hacer una mueca de dolor. Dirijo mi
atención a los paramédicos—. Será mejor que lo lleven.
—Tengo que tomar algo rápido —le digo a Brent antes de pasar
corriendo junto a él. Tan rápido como puedo, me apresuro a la
cocina, saco las cartas que escondí y las meto con mucho cuidado
en mi bolsa. Cierro la cremallera y exhalo el aire que tanto necesito.
Una vez de vuelta en el salón, le entrego a Brent mi vestido.
PASADO
—No has tenido una puta pesadilla, ¿verdad? Solo era una treta
para traerme a tu habitación.
Sus palabras solo sirven para aumentar mi deseo por él, que se
dispara a niveles muy altos. Miro a su cuerpo que se retira y, antes
que mi cerebro pueda reaccionar, me levanto del suelo y corro hacia
él, saltando sobre su espalda en el momento en que está en la
puerta.
—Estás presionando por algo que, una vez que suceda, no podrá
deshacerse nunca —gruñe.
—¡Sí!
Gimo.
—¡Oh, Dios, sí! —Mi cuerpo siente un cosquilleo por todos lados,
mi clímax está a punto de desatarse.
¡ZAS!
Abro los ojos de golpe al sentir su mano contra la mejilla derecha
de mi culo. La fuerza de la misma es tan grande que catapulta mi
cuerpo fuera de la cama.
PRESENTE
—Gracias.
—Estás aquí.
Le aprieto la mano.
—Él... era alguien a quien yo... arresté hace unos años. Dijo que
solo quería hablar conmigo. No pensé que me dispararía.
Se ríe de eso, pero hace una mueca cuando su risa le causa dolor.
—Sí.
—¿No crees que... con todo lo que está pasando ahora deberíamos
mudarnos? Si vendemos tu casa y la de Frank, puedes conseguir
un traslado a otro estado, y podemos consolidar nuestro dinero.
Comprar algo especial... para nosotros.
Siempre nosotros.
—¿Estás segura?
Abuso.
Violación.
Tortura.
Miedo.
Dicen que uno haría cualquier cosa por amor, y en mi caso, eso
es absolutamente cierto. Ahora que todas las amenazas y
distracciones han sido eliminadas de la vida de Elijah, por fin puedo
tomarlo como mío. Nadie puede tenerlo.
—No tardes. Tengo planes para nosotros más tarde. —Le hago un
guiño travieso antes de salir a nuestro nuevo patio trasero, llevando
dicha carne para la barbacoa.
—No tardes mucho. Tengo planes para nosotros más tarde. —Me
guiña un ojo seductor antes de salir al patio.
He matado tres veces por ella, dos de ellas lo sabe. La otra fue su
jodido padre que se atrevió a aparecer en mi puerta después de
escuchar que la madre de Bryce había "fallecido". Quería llevarse a
Bryce, soltando alguna mierda sobre querer ser su padre de nuevo.
Sabía que todo era mentira, así que no hubo más remedio que
eliminar la amenaza. Nadie puede quitármela, así que fue una
decisión fácil. Y estaré más que dispuesto a hacerlo de nuevo si eso
significa mantenerla a salvo y bien, y lo más importante, a mi lado.
—Disfruta de tu barbacoa.
Mía.
Toda mía.
Mierda.
Tal vez.
La dejaré suelta.
Utiliza su llave para abrir su Mini rosa antes de coger los libros
de mí y colocarlos dentro de su maletero.
—Lo sé, pero aun así me gustaría repasarlo contigo. Eso si... si
tienes tiempo.
—Stanford.
—Sí, claro.
—No estoy segura que sea apropiado que entre en detalles sobre
eso contigo, Bryce.
—Por favor.
—Creo que lo que tienes que hacer es acostarte un día que estés
sola y explorar todo tu cuerpo. Averiguar qué es lo que te gusta y lo
que no te gusta. Tal vez... —Duda de nuevo—. ¿Ver algunos vídeos?
—Se muerde el labio—. Encuentra algo que... disfrutes. Hay
muchas técnicas de masturbación que puedes encontrar en
Internet si investigas.
Asiento con la cabeza antes de llevar mis manos a mis pechos,
apretando mis pezones entre mis dedos.
—¿Qué?
—He dejado que esto vaya demasiado lejos. Tienes que irte.
Necesito correrme.
Amor y paz,
Jaimie xx